Capítulo 22: No estás sólo
Nunca me he sentido tenso en mi cuarto. Es como mi refugio. Mi
“santuario”, aunque por causas de fuerza mayor tuviera que ser un santuario
compartido. Cuando Alejandro estaba de mal humor se hacía un tanto incómodo,
pero ni eso conseguía que estar en mi habitación fuera una mala
experiencia. Aquél día, el primero de mi
vida en el que dormía con Michael, si lo fue.
El silencio no podía ser más artificial. Todos estábamos despiertos.
Cole dormía a mi lado, en mi cama, y Alejandro y Michael en la litera. Las
luces estaban apagadas, pero por la ventana entraba la suave luz de la farola,
haciendo que Alejandro y yo nos miráramos a los ojos, entre las sombras.
Ninguno de los dos solía dormir de lado, pero nos habíamos puesto así para poder
leernos mentalmente con la complicidad que dan los años. De vez en cuando él
desviaba la vista hacia la litera de arriba, donde estaba Michael. Se escuchaba
el tictac del reloj, lo que sólo contribuía a ponerme más nervioso.
-
¿Podemos cerrar la contraventana? – preguntó Michael al cabo de un rato, y su voz casi nos asustó
por el largo silencio previo.
-
La dejamos abierta por el enano, para que entre luz – explicó
Alejandro.
Noté que Cole se ponía rígido. Alejandro tenía que medir mejor sus
palabras.
-
A mí tampoco me gusta dormir del todo a oscuras – mentí, para
que Cole no se sintiera mal.
De todas formas, Cole YA se sentía
mal. Papá estaba muy preocupado por la forma en la que había llorado aquella
tarde, y yo también. Aidan le había estado persiguiendo para hablar con él
antes y después de la cena, pero Cole le rehuía y como en casa somos tantos, no
le fue difícil evitar la conversación.
Se metió en la cama muy pronto y se hizo el dormido cuando entró papá. No
le engañó, pero Aidan decidió no forzarle.
-
¿Siempre hay tanto silencio antes de dormir o estáis así
porque estoy yo? – preguntó Michael, de nuevo. Ya había notado que era muy
directo, pero por lo visto no tenía reparos en mencionar directamente cosas que
otras personas esquivarían.
-
Lo segundo, más bien – respondió Alejandro.
Tal para cual. Cortados por el mismo
palo. Como esos dos se empezaran a juntar, no iba a haber quien les aguantara.
-
Alejandro, no es necesario ser hiriente… - comenté.
-
Hiriente sinceridad, querrás decir. Él ha preguntado.
-
No, está bien saberlo – dijo Michael. – Es mejor pensar que
estáis callados porque soy un intruso a que sois unos aburridos.
-
No eres un intruso – me apresuré a decir.
-
Si lo es – me contradijo Cole.
Más silencio. Imaginar reencuentros
felices y emotivos sólo servía para deprimirme cuando no tenían lugar. No era
así como había imaginado mi primera noche con Michael.
-
Os he estado observando – volvió a hablar Michael al cabo del
rato. – Hoy. Os he observado, y he llegado a la conclusión de que aquí cada uno
va muy a lo suyo. Pasan cosas sin que todo el mundo se entere. Hacéis las
cosas… de forma independiente. Funcionáis por horarios, y no por…
conversaciones. Todo es muy… frío. A tal hora es la cena, y vais al comedor. A
tal hora hay que acostarse, y vais a la cama. Casi podríais prescindir… ya
sabes, los unos de los otros.
-
Te equivocas. Creo, de hecho, que somos la familia con los
miembros más imprescindibles del mundo.
– dije yo. – Es cierto que cada uno sabe lo que tiene que hacer a cada
hora. Eso se explica porque papá tiene que ocuparse de los pequeños. No puede
dividirse. Somos demasiados, así que “vamos funcionando” por nuestra cuenta, en
especial en éste momento del día, en el que los peques más le necesitan para
cambiarse, cepillarse los dientes, acostarse, etc. Pero cada uno tiene una “misión”, incluso los
enanos. Si Kurt deja de poner los vasos un día, otra persona tendría que
hacerlo por él, y esa persona ya tiene su propia función. Es importante que todos
cumplamos con las tareas para que la cosa marche. Pero además, somos como una
familia de pollos. Son muchos, pero no por ello prescindibles. Si uno se pierde
la gallina se da cuenta enseguida y no para hasta encontrarlo. Y lo mismo los
demás pollos. – dije, y estrujé a Cole
suavemente.
De nuevo el silencio. Entonces, de
pronto, escuché una carcajada. Me incorporé un poco para ver como Michael se
partía de risa.
-
Entonces, ¿Aidan sería la mamá gallina? – preguntó, y siguió
riéndose.
-
Sí, tío, vaya metáforas eliges – dijo Alejandro, y yo me avergoncé
un poco.
Michael siguió riéndose un poco más y
luego respiró hondo para recuperar el aliento.
-
Me gusta – dijo al final. - ¿Puedo llamaros “los pollos
Whitemore”?
-
Tú verás: tendrías que incluirte. Ahora eres un pollo más. –
le dije.
Le oí respirar muy fuerte, como quien se sorprende. Y de nuevo, más silencio.
-
¿Y cuál sería mi función?
Supe que ya no hablábamos de poner
platos ni de tareas de la casa. Me estaba preguntando el lugar que ocupaba en
la familia, y yo no sabía qué responder. Debería haber dicho “ser el hermano
mayor”, pero…¡ese era yo! Y no quería perder mi puesto. Era lo único que sabía
ser. Lo que había sido toda mi vida.
Alejandro respondió por mí, sacando el cuerpo fuera de la cama y
lanzando una almohada al piso de arriba:
-
La de dejar mal a Ted, por supuesto. Tienes que ganarle en
todo lo que él nos gana a nosotros.
-
Al que tiene que ganar es a papá – protesté – Con la play.
-
¡Es verdad! Por favor, machácale. Machácale y restriégale la
puntuación – dijo Alejandro.
En ese momento se encendió la luz y
nos giramos para ver a papá en la puerta. Intentaba hacerse el enfadado, pero
sonreía y no podía ocultarlo.
-
¿No hay sueño, o qué?
-
Ni un poco – respondió Alejandro. - ¿Me devuelves mi
almohada? – le dijo a Michael.
-
Nop. – respondió, y ya con la habitación iluminada pude ver
como la ponía encima de la suya, debajo de su cabeza. – Dormiré mucho mejor
así, gracias.
Cole se rió un poco, por lo bajo.
Papá le miró con esperanza, como si eso fuera un signo de que él y Michael
podrían llevarse bien, aunque hubieran empezado con mal pie.
-
Muy gracioso, Michael, devuélvemela.
-
No habérmela lanzado.
-
¿Cómo quieres que
duerma sin almohada? Papá, dile algo.
-
“Algo”.
-
Ja, ja. Me parto. ¿Te pones de su lado? – protestó.
-
Para otra vez, ya sabes: no le tires la almohada – dijo papá,
riéndose. Creo que le gustaba ver que interactuaban de esa forma tan… normal.
Como si llevaran siendo hermanos toda la vida.
– Ale, a dormir. Que mañana hay colegio.
-
Para mí no – respondió Michael, en tono triunfal de recochineo.
-
De momento – contraatacó papá. – Voy a ver si es posible que
te incorpores al año ya comenzado y sino darás clases particulares para avanzar
y poder ir el año que viene.
-
¿Qué? - bufó Michael.
-
Buenas noches – dijo papá, y apagó la luz.
-
No, espera. No puedes estar hablando en serio.
No obtuvo respuesta. Escuchamos los
pasos de papá yendo hacia su cuarto.
-
¡No pienso volver a clase! ¿te enteras? ¡Lo dejé hace años y no me puedes obligar a
volver! – gritó Michael, asegurándose de que le oían todos los habitantes de la
casa.
-
Confía en mí: sí puede – replicó Alejandro.
-
Y una puta mierda. Que se ha creído ese… - empezó, y yo tapé
los oídos de Cole mientras Michael insultaba a la madre de Aidan, a su
venerable abuela, y a toda mi línea de antepasados.
Cuando se desahogó Alejandro y yo
pusimos el oído para ver si escuchábamos a papá volver, enfadado por semejantes
palabras, porque era muy probable que las hubiera escuchado. Pero nadie vino.
-
Debe de estar de buen humor – comentó Alejandro.
-
¡Dejaré de estarlo si no os calláis de una vez! – exclamó,
desde el pasillo. Desde ese momento reinó el silencio, aunque se oyó un suave
“plof” cuando Michael dejó caer la almohada sobre la cara de Alejandro.
-
Aidan´s POV -
Pues sí: Michael había tenido razón. La insulina no se inyectaba como
yo lo había hecho. Estuve mirando en internet
y debía hacerse lentamente, pellizcando la piel y con la aguja en un
ángulo de 90 grados. Yo no le había
hecho así, y tenía que haberle hecho
mucho daño a Michael, aunque él apenas se había quejado. No iba a dejar
que volviera a pasar de nuevo.
Consulté varias webs sobre diabetes y estudié los papeles con el
régimen de Michael. El pobre no podía comer casi de nada. Nada bueno, quiero
decir. Mi casa estaba llena de chucherías que Michael no debía comer, así que
me apunté comprar snacks aptos para él,
como las galletitas saladas que me había dicho que sí podía comer. En realidad, había alimentos que “podía”
comer, pero que no “debía”. Pensé que se necesitaba mucha fuerza de voluntad
para no comer determinadas cosas, sabiendo que están buenas y que no te van a
hacer un daño grave o inmediato.
Michael tenía que comer seis veces al día. No comidas “comidas”, pero
si los demás desayunaban, comían, merendaban y cenaban, él tenía que desayunar,
desayunar por segunda vez, comer, merendar, cenar, y cenar por segunda
vez. Según él mismo me dijo le bastaba
con algo pequeño, así que se había llevado un sándwich a la habitación, por si
se despertaba a media noche. Si no se despertaba, me dijo que no solía hacer
esa segunda cena. Decidí fiarme de él, ya que él sabría más del tema. Al fin y
al cabo era su propia salud y ya estaba crecidito.
… o no tan crecidito, a juzgar por las voces y las risas que me
llegaban del cuarto que compartía con Cole, Alejandro y Ted. Me gustó escuchar
aquello. Sentí que podíamos funcionar como familia. Aunque fui a decirles que
ya era hora de dormir, en realidad moría de curiosidad por ver cómo
interactuaban.
A Michael no le gustó ni un pelo mi insinuación de que él también iría
a clases. Soltó una retahíla de insultos que decidí ignorar, pensando en que al
día siguiente estaríamos solos él y yo mientras todos iban a clase, y sería el
momento ideal para hablar de algunas cosas y dejar claras algunas normas.
Me metí en la cama y me dormí enseguida. Me desperté al poco rato y me
crucé con Cole, que volvía del baño, que es justo a donde yo iba. No parecía
estar pasando una buena noche. Me pregunté si habría dormido algo.
-
¿Y esa
carita? – pregunté, pues sus ojos parecían tristes.
-
No es
nada…
-
Mmm
¿seguro? Cariño, antes he querido hablar contigo, y no ha habido manera. ¿Qué
es lo que te tiene así?
-
Creo que
sólo… estaba nervioso por la llegada de Michael – respondió Cole.
-
¿Nada
más? – pregunté, seguro de que no era eso. Mi hijo había venido llorando muerto
de miedo y me había pedido mi protección. Algo se me estaba perdiendo en toda
aquella historia y yo necesitaba saber qué era.
-
Y además
no me diste un beso de buenas noches – protestó.
Creo que pretendía distraerme… y funcionó.
-
Pues eso
no puede ser. Ven aquí, microbio. Tienes razón: hoy no os he dado un beso a
ninguno. Será mejor que te de también
los de Ted y Alejandro ¿eh? – bromeé, y le di tres besos muy sonoros. Cole
sonrió ampliamente. Pensé que era por la muestra de cariño, pero…
-
No
nombraste a Michael – dijo, triunfante. Suspiré. No era bueno que disfrutara al
pensar que yo no tenía a Michael en cuenta.
-
Se me
olvidó – reconocí, y le di otro beso. Cole siguió sonriendo de esa forma medio
maliciosa y yo fruncí un poco el ceño. – Eso no significa nada. Sólo que tengo
que acostumbrarme a que en vuestro cuarto haya una persona más. Campeón… ¿qué
tienes con él?
Cole tenía inseguridades acerca de lo que Michael
podía suponer en su relación con Ted, y encima Michael le había gritado. Tenía
miedo de que le calificara como “enemigo número uno” antes de poder conocerle
siquiera.
-
Nada…
-
Oye… ¿es
que no confías en mí? ¿Por qué nunca me cuentas lo que te pasa? – pregunté,
entre dolido, preocupado y desesperado.
-
¿Me
creerías?
En ese punto puse mis manos sujetando su rostro. Creo que me moví muy
rápido y le asusté un poco.
- Así me digas que
has visto un cerdo volando, te creeré – le aseguré, firmemente. Él me sondeó
como para ver si era cierto, y luego se mordió el labio.
-
El
problema es justo ese, papá. Que me creerías. No quiero ponerte en peligro a ti
también, ni ser el motivo por el que… por el que todo se vaya a la mierda.
Le hubiera reprendido
por esa forma de hablar, de no ser porque sabía que lo había dicho totalmente
en serio. Le sujeté la barbilla con algo de ansiedad. No quería preguntarlo. Me
sentí mal por hacerlo, pero tenía que saberlo. Yo no era idiota, ni quería perjudicar a mi hijo por empeñarme en serlo.
Había algo que era inevitable cuestionarse, dado el momento en el que había
empezado la crisis de Cole.
-
¿Es de
Michael de quien tienes miedo? – pregunté. Cole me miró fijamente, pero no dijo
nada. – Respóndeme, hijo, por favor. ¿Le tienes miedo a él? ¿Por su pasado?
¿Por qué ha estado en la cárcel? O, tal vez…¿por algo que haya hecho?
Hubo unos segundos de
insoportable silencio.
-
No, papá.
Te juro que Michael no me ha hecho nada. – declaró, y le creí. Le creí por
varios motivos:
Primero, Cole sabía
que no debía jurar en falso.
Segundo, no solía mentirme.
El más mentiroso de mis hijos era Alejandro, y después Harry. Luego Ted, y
después Madie. El resto solían ser adorablemente sinceros. Los peques los que
más.
Tercero, quería
creerlo. Era más feliz creyéndolo, y sinceramente no veía a Michael capaz de
hacer daño a mi niño.
-
Cole´s POV –
“Papá, perdóname por mentirte, por favor. Él
es muy importante para Ted. Tú me creerías, pero Ted no. Él no me creyó cuando
le dije que pensaba que Michael estaba mintiendo. No quiero hacerle elegir entre Michael y yo,
porque me da miedo que le elija a él. No quiero provocar una pelea entre ellos,
ni entre Michael y tú. No quiero ser el
motivo de que todo esto salga mal. Todos parecían muy contentos de recibirle.
Tú has sonreído mucho cuando nos has visto en la habitación, y en cambio
estabas muy triste en la época en la que Alice estaba lejos. No quiero volver a
verte así de triste porque Michael se vaya, y sé que si te cuento la verdad, le
harías irse. Y Ted jamás me lo perdonaría. Y tú tampoco. Pero sobretodo, papá, no quiero que Michael te haga daño a ti sólo
porque yo no sé guardar un secreto”.
Quería decirle todo eso a papá, pero no podía. En lugar de eso me quedé
callado mientras él me daba un beso, y
me sentí muy mal. De pronto quería devolver. Me escocieron los ojos, porque
querían llorar, pero sabía que ya no podía hacerlo.
“Ya no puedes llorar, Cole. Deja
de ser un cobarde. No puedes correr con papá para pedirle ayuda o acabará por
descubrir lo que te pasa. Ya no eres un bebé.”
Apenas fui consciente de llegar a mi habitación. Creo que papá me llevó
allí. Me preguntó si quería dormir con él pero le dije que no. Era tentador
dormir lo más lejos de Michael posible, pero si iba a compartir cuarto sería
mejor que me fuera acostumbrando.
Mi habitación parecía más oscura que de costumbre cuando entré en ella.
Ted estaba dormido cuando me volví a
meter en su cama, pero me abrazó en sueños. Eso me dio fuerzas. Me
centré en eso, y en el Michael no amenazador. El que había estado bromeando
hacía un rato con Alejandro y con Ted.
Estaba confundido. ¿Era Michael
el monstruo que yo veía, capaz de acabar conmigo, con mi padre y con toda mi
familia? ¿O sólo era el chico inseguro, que deseaba y necesitaba encajar que
veían todos los demás? ¿Era las dos cosas? ¿Hacía bien en tenerle miedo? No
creo que uno pueda elegir del todo a qué cosas le tiene miedo. Yo me había
repetido muchas veces que las arañas eran más pequeñas que yo, y aún así me
asustaban. De la misma forma, mi corazón me decía que Michael no era tan malo,
pero no le escuchaba.
Tenía que buscar algo convincente que decirle a papá. Algo que pudiera
explicar por qué tenía miedo. Entonces se me ocurrió. Implicaba más mentiras,
pero a esas alturas yo estaba dispuesto a mentir, mientras Michael siguiera
haciéndolo. Me iba a meter en problemas, pero prefería que papá se enfadara
conmigo a que lo hiciera Michael. Yo podría ser pequeño, pero sabía
perfectamente cómo acababan los soplones en la cárcel.
-
Aidan´s POV –
Estaba cansado,
tenía sueño, y Cole más, así que nos fuimos a la cama, pero no di el tema por
zanjado. A cabezota no me ganaba nadie, y yo no iba a parar hasta obtener de
Cole una explicación convincente para su miedo.
Teniendo en cuenta el poco éxito que había tenido por la noche, no
pensé que pudiera cumplir mi objetivo tan pronto. Descubrí cuál era el problema
a la mañana siguiente. Cole vino a mi cuarto diez minutos antes de la hora en
la que sonaría mi despertador. Miraba al suelo y parecía compungido, pero no
parecía triste, o no sólo, sino más bien… culpable. Esa era la actitud que
mostraban mis hijos antes de confesar algo que habían hecho mal.
-
Hola…
papá. – saludó, sin apenas mirarme.
-
Hola,
cariño. ¿Has madrugado?
-
No podía
dormir.
-
¿Y por
qué, campeón?
Cole se quedó en silencio. Me senté en la cama y salí de entre las
sábanas. Le indiqué que se sentara a mi lado.
-
Ven aquí,
hijo. Siéntate conmigo.
Él obedeció, con pasitos cortos y pesarosos.
-
No pude
dormir porque tenía miedo… - me dijo. Quizá le había malinterpretado. Quizá no
se trataba de culpabilidad. Era la segunda vez que Cole decía abiertamente que
tenía miedo, y si había una tercera yo me volvería loco.
-
¿Por qué?
Por favor, hijo, dímelo. Si me quieres aunque sólo sea un poco, dímelo, porque
no soporto verte tan angustiado.
-
Te… te lo
voy a decir, papi, pero te vas a enfadar mucho conmigo. – dijo Cole.
-
No,
cielo. Nunca voy a enfadarme porque estés asustado.
Ay madre. ¿Tan horrible era como padre que mi hijo
tenía miedo… de tener miedo?
-
Sí,
porque yo he hecho algo malo.
Vale. Me estaba perdiendo. ¿En qué quedábamos? ¿Tenía miedo o
culpabilidad?
-
Siempre
puedes y tienes que ser sincero conmigo, Cole. Da igual lo que hayas hecho.
Estás aquí, dispuesto a decirme la verdad, y yo lo voy a tener en cuenta.
-
Pues… es
que… ¿te acuerdas de esa película que tiene Alejando? La de… la de terror.
-
¿Cuál
película?
-
La que le
quitaste.
Hice memoria. Alejandro compró una película de miedo
para mayores de dieciocho hacia un tiempo, y yo le dije que como el único
habitante de la casa de más de dieciocho años era yo, la película se quedaba de
mi habitación y no salía de ahí. Pensaba romper el DVD, pero Alejandro me dijo
que la había comprado él y que no tenía derecho a romperla y una parte de mí
estuvo de acuerdo, así que acordamos que se la devolvería cuando tuviera
dieciocho, o al menos cuando los tuviera Ted, con la promesa de que sólo la
vieran ellos dos.
-
¿Qué pasa
con ella?
-
Pues… yo…
vi dónde la escondiste…y… la cogí….y… la vi. Fue horrible. Daba mucho, MUCHO
miedo. Y el malo de la peli es el hermanastro del protagonista y…y se parece un
poco a Michael… así que yo… tuve mucho miedo. Vi a Michael en el baño y me
gritó, justo como pasaba en una de las escenas de la película…y entré en
pánico… Aún me asusto cuando lo recuerdo – dijo, y tenía que ser verdad porque
tembló un poco.
Me le quedé mirando fijamente, reorganizando mi cabeza
porque me había pillado de sopetón.
-
Pero eso
tuvo que pasar hace más de un mes. – comenté. La película había estado en mi
cuarto durante unos días. Luego, la guardé en una caja en el trastero y Cole no
tenía la llave. Así que tuvo que verla antes de que la llevara al trastero, y
eso tuvo que ser hacía algo más de un mes. No sabía en qué momento Cole podía
haber visto la película sin que yo lo supiera, pero era factible. Sin embargo,
si tanto miedo le había dado, yo lo habría notado. Le había costado dormir,
habría llorado, o algo. Uno no incuba un mes entero el horrible terror que mi
hijo había sentido. Además, ya había visto a Michael con anterioridad, en el
hospital. ¿Por qué entonces no se asustó?
-
Sí… Y
todo estaba bien…. Pero que Michael me gritara en el baño me recordó la
película y pensé que a mí me iba a pasar como a ese chico…. Y que me iba a
hacer daño….
-
¿Y por
qué esta noche dijiste que no querías que yo estuviera en peligro también?
-
… Tuve
una pesadilla… En la película cuando el padre descubre que el hermanastro es un
asesino le mata….Por eso no te lo quería decir, pero he estado observando a
Michael y me he convencido de que sólo estaba pensando tonterías…
Ladeé un poco la cabeza, pensativo. Cole era mi niño,
mimoso, cariñoso, e inseguro, pero más allá de eso ya no era tan pequeño y era
inteligente. Él ya sabía diferenciar película de realidad. Si se hubiera
tratado de Kurt lo hubiera entendido, pero me costó creerme que Cole de verdad
se hubiera asustado por cierto parecido entre Michael y el asesino de una
película. Sin embargo, no encontré un
motivo lógico por el que Cole me mentiría, así que tenía que ser cierto ¿no?
Sobretodo teniendo en cuenta que estaba confesando que entró en mi cuarto y
cogió la película sin permiso.
¿Eso se escondía detrás del terror de Cole? ¿Sólo eso?
Era algo tan… normal y poco preocupante. Mi niño no necesitaba mi protección.
No había un peligro real… No lo había ¿verdad? No terminaba de tenerlas todas
conmigo pero sacudí la cabeza y me obligué a no ser obsesivo. Cole ya me había
dicho cuál era el problema. No tenía motivos para pensar que ocurría algo más.
-
¿Para qué
coges la película si sabes que no podías verla? ¡Mira lo que ha pasado por
desobedecerme y ver cosas de mayores! – regañé, aunque con tono suave.
Cole me miró con tristeza.
-
Lo
siento… ¿Me… me vas a pegar ahora o cuando vuelva del colegio?
-
No te voy
a pegar, Cole - respondí, con algo de
fastidio. Me sobrecogía cuando decía eso. Ese “me vas a pegar” me hacía parecer un torturador que iba a
ensañarse con su víctima. Claro que técnicamente y sin eufemismos, eso era lo
que yo hacía, pero había formas y formas de decirlo. – Te dije que iba a tener
en cuenta el hecho de que hayas venido a decirme la verdad. Pero has tardado
mucho en decirlo, y sabías que no podías ver esa película, así que quiero que
te quedes en esa esquina unos minutos, y pienses en por qué yo os prohibí que
la vieras, porque después te lo preguntaré.
-
Sí papá –
respondió con voz lastimera, y se puso en una esquina de mi habitación. En
realidad le dejaba ahí no sólo para que pensara él, sino para pensar yo
también. Aun tenía que decidir si me creía su historia, y tal vez si me estaba
mintiendo un tiempo en la esquina le ayudara a recapacitar y decirme la verdad.
Mi día cababa de empezar, y ya me iba a estallar la cabeza.
Mientras tanto
me puse a hacer mi cama, y aún no había terminado cuando vino Ted. Jesús. ¿Ese
día todos se levantaban antes de tiempo?
-
Buenos
días, papa. ¿Has visto a…? ¿Qué hace el enano ahí? Precisamente por él te venía
a preguntar.
-
Estoy
castigado – respondió Cole, miserablemente. Rodé los ojos. Sí, vale,
técnicamente era un castigo, pero no era algo tan horrible como para utilizar
ese tono de “papá ha sido malo conmigo”.
Ted me taladró con la mirada y me indicó con un gesto
que saliera fuera, como para hablar en privado. Coloqué mi almohada y salí,
intuyendo lo que Ted me iba a decir.
-
¿Le
castigas? ¿Tan pronto por la mañana y después de la llorera que se pegó ayer?
-
Me
encanta que te preocupes por tus hermanos, hijo, pero ellos tienen que aprender
y es mi tarea enseñarles. – respondí. En
realidad tenía prisa por volver dentro, con Cole, como si dejarle sólo no fuera
una buena idea.
-
Hoy es un
día raro. Michael acaba de llegar y es como el “día 0”…Es un momento especial
para todos. Un día importante, y más para Cole, que ha estado pasándolo
fatal. ¿Qué puede haber hecho tan malo
como para que le des unos azotes a las seis y media de la mañana?
Yo debería haber dicho que ni le había dado ni le iba
a dar unos azotes, y seguramente así habría acabado aquella conversación, pero
me molestó un poco que Ted me cuestionara de esa forma… Y puede que tal vez y
sólo tal vez yo intuyera que algo aún no estaba bien con Cole y pagara mi
preocupación con mi hijo mayor. En lugar
de darle una respuesta que le tranquilizara, le di una que le dolió.
-
Algo que
a ti no te incumbe. Si yo decido que merece un castigo tu me apoyas, o te
callas.
Ted abrió mucho los ojos y luego bajó la mirada. Le vi
debatirse consigo mismo y apretar los puños como si estuviera intentando
contener una emoción fuerte.
-
Con tu
permiso voy a sacarle de la esquina – susurró.
Yo me sentí mal al ver su mirada de cachorro apaleado,
pero eso no bastó para hacerme decir las palabras adecuadas. Seguí hablándole
como si Ted fuera una persona soberbia que necesitara una lección de humildad…
cuando en realidad era una persona humilde que necesitaba una lección de “vales
más de lo que crees”.
-
No, no tienes mi
permiso. – repliqué, y le dejé con la palabra en la boca.
Según me alejaba, algo mi interior me estaba gritando que era
un idiota, pero tenía que despertar a todos mis hijos, hacerme cargo de Michael
y un montón de cosas más y no lo medité bien.
Mi conciencia no estaba tranquila, sin embargo, y giré la cabeza un
momento, y ahí fue cuando vi como Ted entraba a mi cuarto pasándose lo que yo
le había dicho por el forro. Entré furioso al cuarto y le encontré abrazando a
Cole, como si yo hubiera sometido al niño a alguna clase de tortura. Claro que
Ted se pensaba que yo había hecho algo más que ponerle mirando a la pared, así
que no debía entender por qué yo dejaba a Cole en la esquina en vez de
consolarle. No era mi estilo y menos sabiendo que Cole estaba teniendo una
época difícil y era lógico que Ted no lo entendiera. Pero moda.
-
Últimamente has hecho muchas cosas buenas, Ted, pero también alguna
mala. Tienes tendencia a olvidar quién da las órdenes aquí. No sigas por ese
camino porque si empiezas a desobedecerme y a hacer lo que se te antoja… -
corté la frase a la mitad, al ver la cara que ponía Ted, de dolor absoluto,
como si acabara de clavarle un puñal en el pecho.
“¿Pero que estoy haciendo? ¿En qué
momento me he vuelto un imbécil? Le debo toda mi estabilidad mental a éste
chico. ¿Lo que se le antoja? Hace tanto que Ted no hace lo que se le antoja que
empiezo a dudar de que sepa cómo divertirse”
Ted salió corriendo, y casi puedo jurar que lo hizo por no echarse a
llorar.
-
Cole ve a vestirte – dije, y me dispuse a ir tras Ted, pero
entonces me fijé en los ojos que me puso Cole. ¿Es que ese día iba a hacerlo
todo mal? Me acerqué a él, y le di un beso. – ¿Sabes por qué te he castigado?
-
Por ver una peli que no debía ver.
-
Eso es, cariño. ¿Y por qué no quería que la vieras?
-
Porque daba miedo…
-
Quería evitar que estuvieras tan asustado como lo estabas
ayer ¿entiendes? – pregunté con suavidad, y él asintió. - ¿Vas a volver a ver
una película que yo te haya dicho que no puedes ver?
Cole negó con la cabeza. Le di otro beso.
-
Sólo quería que lo entendieras. Vamos, campeón, a vestirse
para ir al cole. Yo tengo que hablar
con tu hermano. A mí también deberían ponerme en la esquina para pensar de vez
en cuando.
Cole sonrió un poco y se fue a su
habitación, y a mi me dejó sólo con mis pensamientos. Antes de ir a hablar con
Ted, intenté ver qué narices me había pasado para hablarle así.
“No sé si será
que éste no es mi mes, o si los planetas se alinearon este día para convertirme
en un perfecto IMBÉCIL. Soy incapaz de entender a Cole, le hablo mal al hijo
más bienintencionado que tengo… Sólo me falta salir a la calle a atropellar
perritos para tatuarme el insulto en la frente. Pero... es que entre Cole, Ted,
Michael...no puedo ni conmigo. Y eso sin olvidarme del resto de la tropa, que a
lo mejor amanece también con algún problema…Estoy tan...¿cansado? No.
¿Preocupado? No, tampoco. Estoy tan...frágil. Me siento como si estuviera
constantemente sobre un suelo de papel, que en cualquier momento se romperá, y
yo caeré, rompiéndome también. Me siento presionado, como si estuviera
caminando entre minas.”
Tal vez, después de todo, yo no podía
con aquello. Tal vez doce era mi número
límite. Cuando Ted habló en defensa de
Cole, me sentí como si me cuestionara… como si cuestionara mi capacidad de ser
su padre. ¿Qué clase de padre no sabe lo que le pasa a su hijo? Reaccioné así
porque una parte de mí no se creía capaz de poder con todo. Yo no era el hombre
adecuado. Ted…Ted lo haría todo mucho mejor que yo.
"Y una puta mierda, Aidan" me dijo una voz en mi interior
"¿Qué Ted lo haría mejor? ¿Es que
ahora eres de los que cargan a otros con sus obligaciones? Tú elegiste hacerte
cargo de todo esto, son tus hijos, ¿recuerdas? ¿Acaso te estás arrepintiendo?”
Jamás. Nunca. Ni bajo amenaza de
muerte.
“¿Te
arrepientes acaso de traer a Michael?” siguió esa voz interna, lacerante,
sibilina.
-¡NO! - grité, en mi soledad. No había nadie
para escucharme, ya que estaba sólo en mi cuarto, pero sentí la necesidad de
decirlo. Si Michael era un problema para Cole, hubiera sido tentador decir
“pues me desahogo del problema”. Pero es que Michael era más que eso. Mucho más
que eso.
Eran mis niños. Todos. Conseguiría
que se llevaran bien entre sí, y ser doce funcionaría. Todo iba a salir bien.
Michael no estaba allí sólo por Ted. Desde el momento en el que le vi dormir
supe que era mi hijo, y mis hijos eran la única cosa en el mundo con la que
nunca me iba a rendir. Aunque trastocaran mi mente hasta el punto de tenerme
allí en mi cuarto, hablando sólo, eran…eran la única “cosa” que se me daba bien
en la vida. El único talento natural que tenía.
"Y entonces, ¿por qué les hablas así? ¿Crees que cada vez que te sientes
confundido la puedes emprender con ellos? ¿Qué la puedes emprender con Ted,
como si él tuviera la culpa de algo?"
-¡No!- repetí, y me miré en el
espejo. Eso no podía volver a pasar. No iba a convertirme en Andrew. No iba a
pagar el que otros arruinaran mi vida con mis hijos, arrastrando mis complejos
hasta el punto de que les salpicaran. Eso es justo lo que mi padre hizo conmigo
y es la única promesa que yo me había hecho como padre, sabiendo que cualquier
otra me sería difícil de cumplir.
Con las ideas más aclaradas, fui a
buscar a Ted, pero no le veía por ningún lado. Bajé las escaleras y vi que
había empezado a preparar el desayuno. Suspiré.
-
Ted, deja eso por favor. Quiero hablar contigo.
Ted soltó el cazo de inmediato y se
acercó.
-
¿Sabes por qué te he hablado así ahí arriba? – le pregunté, e
intenté que me mirara. Casi me arrepentí, porque cuando sus ojos chocaron con
los míos le noté perdido, como si no supiera cómo reaccionar.
-
Yo desobedecí, señor.
– susurró, y cada una de esas palabras me golpearon dolorosamente. No me
gustaba que Ted me llamara señor. Creo que él se pensaba que sí, que debía
llamarme así cuando yo estaba enfadado con él, pero no me gustaba en absoluto.
Me impactó tanto que no le dije nada, y creo que él se pensó que estaba
molesto, porque siguió hablando. - Perdón papá…Te juro que no lo hice por
molestarte. No lo hice aposta para desafiarte, en serio. Sé que no debo meterme
en tus decisiones pero el enano me dio pena. Ya sé que tus órdenes se cumplen.
Lo haré mejor. – me aseguró, y en ese momento no aguanté más y le di un abrazo.
-
Es imposible hacerlo mejor, cariño. No, escúchame, por favor.
La razón por la que te hable así fue porque…- empecé, pero no me dejó acabar.
-
Porque yo también soy tu hijo y no debo interferir cuando
regañas a mis hermanos. Lo sé, papá – dijo, y para mi desconcierto vi cómo se
llevaba las manos al pantalón. Se las sujeté antes de que siguiera adelante.
-
No, Ted. No hay castigo, mi vida. No has hecho nada malo.
Perdóname. Estoy frustrado y lo he pagado contigo. Lo que intentaba decirte es
que te he hablado así porque soy un idiota. Ayer por la noche hablé con Cole y
me dejó muy preocupado. Hoy por la mañana se me acerca y me confiesa algo que
supuestamente explica por qué tenía tanto miedo, pero por alguna razón sigo
intranquilo. Le he regañado un poco y tú te has pensado que había sido duro con
él, y tienes razón: nadie debería ser duro con Cole ahora mismo porque creo que
ese niño está a punto de romperse en pedacitos. Haces bien en defender a tus
hermanos y te pido que no dejes de hacerlo cuando creas que soy injusto, porque
como acabas de ver me puedo equivocar y te agradeceré entonces que me frenes si
no soy capaz de frenarme a mí mismo.
-
¿No estás enfadado? – me preguntó, como para asegurarse.
-
Ted, ahora mismo eres tú el que debería estar enfadado
conmigo. No tenía ningún motivo para hablarte como lo he hecho. No sé lo que me
ha pasado. Yo… supongo que estoy bajo mucha presión ¿sabes? Pero eso no es
excusa. No te merecías que la pagara contigo.
Ted suspiró con alivio, como si le
hubiera quitado un gran peso de encima.
-
¿Puedo ir a ver a Cole?
-
No me pidas permiso para eso. Por favor, no lo hagas. Siempre
puedes ir a ver a tus hermanos.
Ted se fue escaleras arriba y a parte
de sentirme un imbécil, yo tenía mucho en lo que pensar. ¿Por qué Ted era tan…
sumiso? Nunca fui especialmente duro con él. De hecho, fue mi primer hijo y yo
estaba loquito por él: es probable que fuera más permisivo. Nos llevábamos poca
edad en comparación al resto y por ser el mayor a veces con él era más
“hermano” y menos “padre”. ¿De dónde le venía entonces esa actitud? A veces Ted
actuaba como si yo fuera lo único importante en su vida, y aunque eso me
halagaba, me preocupaba un poco, desde el punto de vista psicológico.
- Cole´s POV -
Papá no se enfadó demasiado por lo de la película. En realidad no todo
fue mentira: era cierto que la había visto, aunque no me dio ningún miedo. Era
más de misterio que de terror, pero eso papá no podía saberlo, porque no la había
visto. No iba para nada de un hermanastro, por supuesto, ni había en ella nadie
que se pareciera a Michael. Mi historia cojeaba en algunos aspectos, pero creo
que fue lo bastante creíble como para que papá la tomara por cierta. Ya no me
seguiría preguntando por qué había tenido miedo, y no había delatado a Michael,
así que no tenía por qué haber represalias.
Cuando me mandó a mi cuarto a vestirme, Alejandro y Michael aún estaban
durmiendo. Era pronto. Yo había madrugado para hablar con papá, y Ted debió
despertarse al no sentirme a su lado. Intenté cambiarme de ropa sin hacer
ruido, pero algo debí de hacer, porque Michael se despertó. Se asomó por la
litera y yo di un respingo. Se me quedó mirando, y el corazón empezó a latirme
muy fuerte.
-
¿Estamos
solos? – me preguntó.
-
A…alejandro
– respondí, señalando la cama que estaba justo debajo de él. Me costaba hablar.
Él se colgó de la litera para mirarle y comprobar que estaba dormido.
-
Seré
breve entonces. No tienes que tener miedo de mí ¿vale? Sólo… no digas nada de
lo que escuchaste, por favor.
-
No… no
escuché nada. Algo…algo de un dinero…y tú… estabas enfadado…
-
Nadie se
puede enterar. Por favor. – repitió. Creo que no estaba muy acostumbrado a
pedir las cosas.
-
¿Por qué
no me lo pediste por favor desde un principio? – logré decir al final.
-
No es… no
es mi estilo. Pero no imaginé que ibas a tomarme tan en serio.
-
No te
conozco. Has estado en la cárcel.
-
Y supongo
que eso me convierte en alguien peligroso. No lo soy ¿vale? No para ti.
-
Entonces
¿por qué mientes? – pregunté. Empezaba a sentirme más valiente. No sé si porque
le creía al decir que no iba a hacerme daño, o porque el miedo estaba dejando
paso al enfado.
Sin embargo, Michael no pudo responderme porque
Alejandro se despertó.
-
Ted´s POV –
Ninguno de mis
hermanos conocía a papá también como yo. No sólo por el hecho de que por
lógica, yo hubiera convivido más años con él, sino porque Aidan y yo éramos muy
parecidos (aunque también, muy diferentes).
Por eso mismo yo conocía sus límites, y papá tenía un límite muy claro:
la falta de información. Nada le ponía tan nervioso, nada le destruía tanto
como para no saber algo que nos incluyera a nosotros. Y no me refiero a novias,
y cosas así, sino a… sentimientos. Papá prefería que le gritaras y rompieras
cosas a que le ocultaras que estabas enfadado. Creo que por eso el asunto de
Cole le tenía tan preocupado.
Por eso fue
incomprensible para mí el que empezara el día castigándole. Yo llevaba días
pensando que Aidan estaba muy cansado. La noche en la que Cole durmió en el
jardín pensé que mi padre necesitaba urgentemente un poco de tranquilidad. Pero
no había tenido ninguna. Las últimas semanas estaban siendo un completo caos.
Pensé que por fin todo le había superado, y lo pagó con mi hermanito….
Luego comprendí que
en realidad lo pagó conmigo. Me sentí culpable por lo que me dijo. Era cierto
que yo había cometido algunos errores pero…era normal ¿no? Pese a lo que
Alejandro dijera a veces, yo no era perfecto, ni estaba cerca de serlo. Pensé
que papá ya había perdonado mis pequeñas cagadas… Me sentí mal al creer que
no…Y al pensar que ya no tenía derecho a intervenir por mis hermanos. Fue como
si de pronto me hubieran borrado de ser el hermano mayor. Ya no podía ocupar
ese puesto, ya no podía defender a Cole… porque el nuevo hermano mayor era
Michael.
Papá vino a
disculparse, y ahí fue cuando me di cuenta de dónde me venía mi necesidad de
hacer los paces con Aidan por cada pequeña cosa: porque él también la tenía.
Era algo mutuo, y ninguno de los dos estaba bien si algo no estaba bien entre
nosotros. Me sentí algo cohibido al comprender esto, como si fuéramos dos
partes inseparables e indivisibles. Aquello me estaba poniendo demasiado
sensible, así que fui a ver a Cole antes
de terminar diciéndole a Aidan el montón de pijadas que le había soltado hacía
dos días.
Cuando entré a mi
cuarto Michael y Alejandro se estaban vistiendo, y era muy gracioso porque se
estaban dando la espalda, como si no quisieran verse desnudos. Era normal:
Michael al fin y al cabo aún no inspiraba la misma confianza. Lo que me extrañó
fue ver a Alejandro vestirse allí. Él solía esperar y lo hacía en el baño, en
un tiempo record, como si le incomodara la posibilidad de que alguien le viera
sin ropa, aunque ese alguien fuera su hermano y también se estuviera vistiendo.
Ese día no lo había hecho y me inspiró cierta curiosidad, pero me mordí las
ganas de preguntar.
Cole estaba
terminando de preparar su mochila y me fije en que metía una nintendo DS.
-
¿Qué
haces llevando al colegio una videoconsola? – pregunté. Lo extraño de esa
escena era que la consola no fuera un libro. Que se trataba de Cole, no de
Zach.
-
Hoy es el
primer día en la nueva clase. Ya conozco a todos mis compañeros, son de mi
curso, pero quiero caerles bien.
Mierda. Me apostaba
algo a que con todo el lío papá se había olvidado de ese detalle. Eh…¿cómo que
habría que decirle algo, no? Unas palabras de ánimo, o algo así. Le habían
cambiado de clase por sus problemas con aquél abusón…. Si es que Cole no
arreglaba una cosa y se metía en otra. Pobrecito…
Michael se dio la
vuelta con curiosidad, mientras terminaba de ponerse la camiseta.
-
¿Nueva
clase? – preguntó.
-
Un matón
la tomó con él. – expliqué.
-
¿Tiene tu
edad? – indagó Michael. Cole asintió. - ¿Tu peso? ¿Tu estatura?
-
Eh….no…
Es mucho más grande.
-
Perfecto
entonces: será lento. Si se mete contigo le metes una buena patada en…. –
empezó Michael.
-
En ningún
sitio – corté yo. – Ya sabes lo que opina papá de las peleas.
Fulminé a Michael con la mirada para indicarle que la cortara con ese
tipo de consejos. Él se encogió de hombros.
-
Sólo
trataba de ayudar. Es lo que hacía yo a su edad, pero sí, tal vez no haga bien
en seguir mi ejemplo – repuso, y se rió. Yo no lo consideré gracioso. – Oid, ¿aquí no se desayuna?
-
Papá y yo
tenemos que prepararlo. Aún es pronto. Papá tiene que despertar a los demás,
tenemos que vestir a los enanos, pelearnos por el baño, y luego ya desayunamos
– expliqué.
-
Oh, sí,
hablando del baño… - comentó Michael, y se agachó para coger algo de su
mochila. Sacó una aguja y un frasquito y salió de la habitación.
-
¿A dónde
va? – preguntó Cole.
-
A
pincharse, supongo.
-
¿Es un
yonkie? – preguntó Alejandro, pero en vez de hacerlo con el debido espanto,
había casi admiración en su voz.
-
¡No! ¡A
pincharse la insulina, imbécil!.
-
Ah. Jo.
Lo otro molaba más.
Rodé los ojos. A veces me preguntaba si Alejandro no sería
extraterrestre. Habría que estudiarlo. Aún así, sus palabras me hicieron darme
cuenta, una vez más, de lo poco que conocía a Michael. ¿Se drogaba? ¿Fumaba?
Rápidamente me quité esas ideas de la cabeza, y me reí, de sólo imaginarlo
intentando hacer eso con Aidan en casa.
-
Aidan´s POV -
Propósito del día:
no volver a cagarla. Más concretamente, estar de buen humor con mis hijos, sin
importar mis preocupaciones, mis cosas pendientes y que los de la editorial me
estuvieran dando por culo.
Cuando Ted se fue yo me quedé en la cocina haciendo tortitas. Solía
dejar eso para los fines de semana, pero aquél era un día especial, o yo quería
que lo fuera. Algo que no dejaba de alucinarme con el tiempo era mi capacidad
para romper dos huevos golpeándolos el uno contra el otro. Cuando sólo tenía a
Ted rompía más huevos de los que comíamos. Supongo que la práctica hace al
maestro, y más me valía ser hábil si tenía que cocinar para tantas personas.
En medio de la faena vino Ted. Le di mi mayor sonrisa, intentando compensar lo de antes y él a
cambio me sonrió con timidez, mientras se ponía a mi lado para ir sacando los
vasos y los cubiertos.
-
¿Alejandro
está despierto? – le pregunté.
-
Sí. Casi
todos lo están.
-
Iré a
despertar a los que no – anuncié, mirando el reloj.
-
Tenemos
que incluir a Michael en el horario del baño – me recordó.
-
Cierto.
Lo haré hoy mismo.
-
Y creo
que tiene hambre.
-
No sé si
tomaría algo por la noche… ¡Ah! ¡Tengo que ponerle la insulina! – recordé, y
del golpe que le di a la sartén casi la tiro.
-
Se la
está poniendo el sólo. Lo que si deberías hacer es hablar con Cole. Hoy le
cambian de clase. Barie quería que la enseñaras a hacer el pino: tendrás que
hacerlo esta tarde. Harry empieza hoy a trabajar para el vecino. Alice y Hannah
empiezan ballet en una semana, y necesitan un tutú nuevo. Yo empiezo natación
enseguida, pero me vale el bañador del año pasado. Hoy se me acaban las pastillas
que me mandó el médico, pero dijo que sólo las tomara dos días y yo creo que
esto ya está curado. Tienes que comprar insulina para Michael, y hablar con el
oficial Greyson para ver cuándo empieza a trabajar con ellos. El salón está
lleno de juguetes y casi me mato al bajar aquí. Tu editor está esperando una
respuesta y si le sigues dando largas tendrás que buscarte otro trabajo. En el
teléfono había un mensaje: un periódico quiere hacerte una entrevista. Ha
llegado la factura del teléfono y mejor no te digo cuanto es. No culpes sólo a
Madie, que como estuve en el hospital usamos el teléfono más de lo corriente.
Aún llevas puesta la camiseta del pijama y si vas a conceder una entrevista tal
vez deberías plancharte una camisa. El
cesto de la ropa sucia ha alcanzado una altura peligrosa y Kurt necesita
pantalones limpios. La nevera está casi vacía y no sé si resistiremos hasta el
viernes. Un día de ésta semana, no me acuerdo cual, tenías una reunión en el
colegio de Dylan. No creo que sea hoy, pero deberías mirarlo.
Me deprimí ante una lista tan larga de tareas, pero
luego no pude evitar sonreír un poco.
-
Ted, si
te cansas de estudiar, te contrato como mi secretario. Te pagaré bien, de
verdad. Tienes una agenda en la cabeza.
-
Qué va.
Sólo leí la tuya – respondió, y agitó mi libretita delante de mí, con picardía.
Creo que eso significaba que nosotros dos estábamos bien. Le arrebaté la agenda
y fingí que intentaba darle una colleja, aunque no puse mucho esfuerzo.
-
¡Caradura!
– le dije, y ojeé la libreta. – Se te olvidó algo: hoy tengo que pedir cita
porque en unos cuatro días te toca dentista. A ti, y a los demás. Y creo que
aprovecharé para llevar a Barie al ginecólogo.
-
No, no se
me olvidó. Lo omití aposta – protestó. Ted no tenía miedo al dentista, pero sí
horror ante la posibilidad de que le pusieran un aparato.
-
Ha sido
un buen intento – concedí, divertido por
la cara que puso, tan parecida a la que ponía Kurt.
Le pedí que preparara el almuerzo mientras yo subía a
poner en marcha al resto, pero cuando subí me di cuenta de que todos estaban
bien despiertos ya. Siete y diez de la mañana y nadie en la cama. Tenía que ser
un record. Había cola en el baño y puesto que Ted estaba con el desayuno, fui
yo el que intenté hacer respetar los turnos.
-
¡Papá, es
que Michael está dentro! – protestó Maddie. - ¡Y es un tardón!
-
¡Ya
salgo, jo! – se escuchó desde el baño.
-
Michael,
déjame entrar, anda. – le pedí, y tras unos segundos de silencio la puerta se
abrió. La cerré tras de mí. – Yo te ayudo con la insulina, ya te lo dije.
-
Todas las
mañanas y todas las noches. Vas a terminar harto.
-
Para
nada. – le aseguré, y cogí la jeringuilla y la ampolla con la insulina. Por lo
que había leído tenía que meter la aguja en el frasquito y extraer el líquido.
El día anterior esa parte la hizo Michael y ¡no era nada fácil! Él me dijo en
qué ángulo colocar la aguja y al final logré extraer la insulina.
Antes de inyectársela, le miré con curiosidad.
-
Leí que
se puede poner en el brazo, en el abdomen, o en diversas partes del muslo. Ayer
estabas intentando ponértela en el abdomen, y a mí me dijiste que te inyectara
en el muslo. ¿Por qué? ¿Por qué no escoges el brazo?
-
Es que
ahí me duele menos que en la tripa – me explicó. – Y no puedo pincharme en el brazo.
-
¿Por qué
no?
Se remangó la camiseta y pude ver un complicado
tatuaje con un águila y un lobo. Era bonito y a color, y bastante grande, y
comprendí que no podía clavarse una aguja ahí por miedo a que la tinta acabara
en su sangre o algo así, provocando una infección.
-
Bonito,
¿eh? – preguntó, con suficiencia.
-
Estúpido.
– repliqué. No podía hacer nada. El tatuaje ya estaba hecho y se lo hizo mucho
antes de conocerme, pero…Grrrrr. – Date
la vuelta, anda. – le pedí, y me senté en la taza del WC. Se remangó la
camiseta y se bajó muy poquito el pantalón. Cogí un algodón y lo humedecí en
alcohol, dispuesto a hacer las cosas bien aquella vez. Pasé el algodón allí
donde terminaba su espalda y pensé un momento antes de coger la jeringuilla.
-
En
realidad si podrías pincharme en el brazo. – me dijo, susurrando. -En ese o en
el otro, da igual. Es que… me da miedo que la aguja llegue al músculo. Una vez
me inyectaron ahí y lo hicieron demasiado profundo. Además, el brazo es más
recomendable para insulina de acción rápida.
-
Pensé que
esa es la que tú utilizabas, y que por eso te pinchabas dos veces al día.
-
No.
Además conviene rotar cada poco los sitios de inyección.
-
Vale. –
respondí, y me di cuenta de que estaba incómodo, y algo asustado. Creo que no
era por el pinchazo, sino por… mí. Me
puse en su piel unos segundos: sólo, en una casa llena de doce extraños que
quieren ser mi familia. Definitivamente él se lo estaba tomando bastante bien.
Con cuidado le pellizqué un poco la piel e introduje
la aguja basándome en lo que había leído y en las instrucciones que él me iba
dando.
-
Ya está.
– dije, se dio la vuelta, y le sonreí.
-
Gra-gracias…
Esta noche lo haré yo. Llevo cuatro años haciéndolo, sólo perdí práctica…
-
Como
quieras, pero a mí no me importa – le aseguré. Quería darle un abrazo, pero no
sabía cómo iba a reaccionar. – Vamos. Dejemos el baño libre que tus hermanos
tienen que ir a clase…
Lo de “tus hermanos” me salió sólo y provocó que él me
mirara algo extrañado, pero no hizo comentarios.
-
¿Aún
sigues pensando que yo vaya también?
-
Hablaremos
eso más tarde. Tenemos toda la mañana, mientras ellos están en el colegio.
-
Vale. Por
cierto… el tatuaje… es de pega. Es de henna, que, por si no sabes lo que es,
dura sólo unas semanas…
-
Sé lo que
es. Y se te puede quedar la piel roja o salirte ampollas. Qué ganas de
estropearte el cuerpo…
-
¿O sea,
que no odias sólo los piercings sino también los tatuajes? ¿Y si me tiño el
pelo? – preguntó, casi divertido. Creo que no me estaba tomando en serio. La
intuición me dijo cómo debía responderle.
-
Oh, pero
de rosa, por favor. Rosa chillón, que te quedaría super mono.
Michael me miró fijamente, y luego estalló en
carcajadas, porque yo había puesto la voz aguda como una mujer. Salimos del
baño y los demás nos miraron como si estuviéramos locos, por reírnos así.
El resto de la mañana fue como en un día normal, en
realidad. Michael se acopló a nuestra rutina con facilidad. Yo me ocupé de los
más pequeños y luego bajamos todos a desayunar. Michael comió como si no
hubiera un mañana y deduje que tenía el mismo apetito voraz que Ted. No habló
demasiado, pero empezaba a pensar que era del tipo de personas que prefieren
escuchar, para así sacar sus propias conclusiones.
Le di ánimos a Cole para su nueva clase, limpié a
Alice que se había puesto perdida de sirope y por fin estuvimos listos para
salir de casa.
-
Michael,
¿nos acompañas? – pregunté, deseando que respondiera que sí.
-
¿A dónde?
-
Al
colegio. Les dejamos, y luego tú y yo volvemos aquí.
-
Bueno.
-
¿En mi
coche o en el de Ted? – le pregunté, sonriendo.
-
¿Ted
tiene coche? – exclamó Michael, algo alucinado.
-
Me lo
compró papá – aclaró él. - ¿Tú tienes carnet?
Michael negó con la cabeza.
-
Pero sé
conducir.
-
Prefiero
no preguntar. – dije, intuyendo que eso significaba que había conducido alguna vez,
sin licencia. - Vamos, todo el mundo al
coche. – animé. A ver si después de todo íbamos a llegar tarde.
La casa se llenó de gritos de “Yo con Ted” y “Yo con
papá”. Algunos días les costaba mucho ponerse de acuerdo. Michael dijo que
quería ir con Ted. Entre los dos coches
había catorce plazas y éramos doce, así que no había problema. Fuimos al
colegio, Ted aparcó el suyo, yo estacioné el mío momentáneamente y empezaron
las despedidas. Despedirse de Alejandro era muy fácil: pasaba de mí, muerto
antes que darme un beso en la puerta del colegio. Los demás me daban un abrazo,
y Alice se colgaba de mi cuello y no se soltaba hasta que no se sentía
satisfecha de mimos y cosquillas. Ese día hubo una variante, y es que algunos
de mis hijos se despidieron también de Michael. Ted chocó el puño con él y lo
mismo hizo Alejandro. Alice le dio un beso, Kurt le chocó la mano, y Hannah se
abrazó a su pierna. Noté que Michael no sabía muy bien cómo reaccionar con los
más pequeños, pero no fue brusco. Se fueron, pero Kurt se giró y corrió hacia
mí en plan juguetón, sabiendo que yo le cogería en el aire. Oírle reír así daba
años de vida, o algo. Le di un beso.
-
Ten un
buen día, bebé. Y pórtate bien.
-
¡Yo
siempre! – respondió, y quise responder “en qué mundo”, pero lo dejé estar.
Esperé hasta que se metieron y me quedé sólo con
Dylan.
-
Ahora
tienes que ir en mi coche sí o sí – le dije a Michael. – Ted lo deja aquí para
cuando salgan.
Continuamos el recorrido hacia el colegio de Dylan. Michael iba en el
asiento del copiloto y Dylan en uno de los asientos traseros. Empezó a dar
golpes al siento de Michael sin ningún motivo aparente. Era algo que hacía
veces e intenté decirle que se estuviera quieto pero no solía funcionar.
Michael aguantó con la paciencia de un santo, aunque le escuché resoplar y
murmurar cosas que sonaban a “lo que hay que aguantar” y “hace que uno se
replantee lo de tener hijos”. Cuando bajamos del coche Dylan no me dejó darle
un beso y simplemente entró al colegio. Yo suspiré, y observé cómo se marchaba.
-
Mmm….
Esto… ya he notado que hay algo raro con él…De hecho, me di cuenta en el
hospital pero qué….¿qué le pasa? – preguntó Michael.
-
Es
autista – respondí. Sabía que la pregunta llegaría en algún momento y a decir
verdad era bueno que lo preguntara. Que empezara a interesarse por… todos. –
¿Sabes lo que es?
-
Tengo una
ligera idea. Eso explica que por toda la casa haya fotos de las cosas. ¿Eso le
ayuda?
-
Ver una
foto con juguetes encima de un cajón le ayuda a saber que es ahí donde tiene
que guardar los juguetes. Ver una foto de la ducha le indica que es hora de
ducharse. No es que no sepa en qué mundo vive: es que se distrae con facilidad.
-
Me queda
mucho que aprender sobre vosotros todavía.
-
¿Aprender?
Michael, no tienes que estudiarnos.
Somos tu familia ahora.
Casi podía jurar que se ruborizó.
-
No vas a
dejar de repetirlo ¿verdad?
-
Nop –
respondí, triunfalmente.
Volvimos al coche, y a casa. Michael no dijo nada en
el camino de vuelta, aunque se puso a juguetear con la radio para poner una
música que a mí no me gustaba nada. Me sirvió para conocer sus gustos un poco
más. Usando sus palabras, yo también tenía “mucho que aprender” sobre él
todavía.
Una vez en casa me puse la armadura mentalmente,
porque intuía que iba a ir a la guerra.
-
Tengo dos
horas y media antes de tener que salir a ser devorado por un periodista – le dije. – Había pensado que
pasemos un rato juntos…
“Un poco de
tiempo padre e hijo para ir conociéndonos” maticé en mi interior.
-
¿Haciendo
qué? – preguntó con desconfianza.
-
No sé…
hablando… viendo una peli…explicándome como es eso de que sabes conducir…
-
Yo había
pensado que podríamos hablar del hecho de que tú pretendas que vaya a clase
cuando lo cierto es que tengo que ser ayudante de un policía. – replicó. Caray.
Le gustaba ir al grano ¿no?
-
Durante
tres meses – le recordé. – Luego serás libre.
-
Exacto.
Libre. No encerrado en ningún colegio.
-
No
estarías encerrado. Ni que fuera un internado….
-
Mira
Aidan, no voy a ir a ningún colegio, ni a ningún instituto, ni a ningún otro
lado. Hazte a la idea de que no me voy a sacar la secundaria ¿vale?
Me senté en el sofá y le miré con interés, dispuesto a
no discutir.
-
¿Por qué?
-
¿Necesito
algún motivo?
-
¿Para no
sacarte un nivel de estudios obligatorio por la ley? Pues sí, yo diría que sí.
-
Pues no
lo tengo. No voy a hacerlo y punto.
Decidí usar otra estrategia, porque de otra forma se
cerraría en banda en plan cabezota, y acabaríamos mal. Y no era mi idea el
empezar así nuestra conversación.
-
Me
dijeron que falsificabas obras de arte…. Obras literarias. Que usabas
seudónimos de escritores famosos. Aunque lo usaras para cosas ilegales, eres
inteligente y sabes el valor que tienen… los libros.
-
Sí, y
pude hacer todo eso sin estudios. Podría
reproducirte un manuscrito de Dickens y no sabrías diferenciar la copia
del original – respondió, orgulloso.
En vez de decirle que no debería sentirse orgulloso de eso, me apoyé en
el exceso de ego que había detectado en él, pensando que por ahí podía tener
más suerte.
-
Si puedes
hacer eso sin estudios, imagínate lo que harás si llegas a sacarte una carrera.
Por un segundo coló. Me miró con interés, pero luego
sonrió.
-
Buen
intento. Pero no.
-
Michael,
vale, soy realista…. Si no te gusta estudiar no te digo hacer una carrera,
pero… ¿los cursos básicos? ¿En cual te quedaste exactamente?
-
Tercero
de la ESO. *
-
¿Qué? ¡Ni
siquiera es el curso de Alejandro!
-
¿Ted
tiene la ESO? – indagó Michael. – No quiero ser más tonto que él…
Entendí que no quería sentirse “inferior” a su hermano
pequeño.
-
No
estamos hablando de inteligencia aquí. No eres tonto, ni él tampoco. Pero, como
ves, DEBERÍAS terminar el colegio. – insistí. – Di al menos que te lo pensarás.
-
No voy a
pensar nada, Aidan. No puedes obligarme.
Resoplé. Esa manía de no hacer las cosas si no te obligan
a hacerlas me sonaba de Alejandro.
-
Sí, sí
que puedo.
-
¿Porque
vivo en tu casa? ¿En serio me vas a salir con ese argumento? Porque me voy tan
fácil como he venido…
-
No,
porque eres mi hijo – respondí, con calma. – Y no te vas a ningún sitio. Ahora,
por favor, siéntate y escucha…
-
No voy a
escuchar una mierda, ¿vale? Mira, reconozco que esto tienes sus ventajas. Sois
muchos, así que yo puedo ir a mi bola sin tenerte todo el día encima. Pero si
vas a empezar con todo ese rollo de me obedeces porque soy tu padre entonces lo
dejamos aquí. Aún no firmé ningún puto papel. ¡No tienes ningún derecho sobre
mí, joder!
-
Michael
no es necesario levantar la voz, ni hablar con agresividad, ni decir tacos. Esa
es otra cosa que quería hablar contigo. Considero que no tengo muchas normas,
pero una de ellas es la de cuidar la forma de hablar. Ayer no te dije nada
porque aún no habíamos tenido ésta conversación, aunque pensé que lo había
dejado claro en el hospital. Nada de palabrotas, ni de malas palabras.
-
¿Qué
tengo ahora, cinco años?
-
Esto no
tiene nada que ver con tu edad. Esa norma también es para mí, y admito que me
cuesta cumplirla, pero por desgracia para ti el que se encarga de que tú la
cumplas soy yo. Así que vamos a seguir hablando tranquilamente, sin alzar la
voz ni perder las formas.
Michael se acercó a mí, con una postura que pretendía
ser amenazante y en parte lo era.
-
Tus
formas – me dijo, susurrando con rabia. - … te las metes por el culo.
Suspiré. Creo que iba a cambiar de religión. Sip. Me iba a hacer
budista, para alcanzar el nirvana y controlar mi paz interior.
-
Está
bien. Siguiente cosa que tenemos que hablar. Cuando me faltes al respeto, o
pases de algo que te he dicho previamente, justo como acabas de hacer ahora,
habrá consecuencias.
-
¿Consecuencias?
¿Pero tú te oyes hablar?
-
Un
castigo, si lo prefieres. Consecuencias me sonaba menos infantil, pero mira, el
hecho cierto es que por muy adulto que seas si uno juzga el cómo te comportas
sólo eres un niño. Así que sí, si te portas mal habrá un castigo. ¿Así lo
entiendes mejor?
-
Tú te has
fumado algo.
-
No, no
fumo ni he fumado en mi vida, y tampoco tomo drogas. – respondí, como si él
hubiera hecho una pregunta.- Te dije que iba a cuidar de ti cuando hablamos lo
de la adopción. Así que dime: última oportunidad ¿vas a hablar como es debido?
-
¿O sino
qué?
-
Te
castigaré.
Me miró a los ojos y supe que iba a probarme. Supe que
iba a hacerlo.
-
Chúpamela.
Estaba preparado. Me moví rápido y le agarré, del brazo. Quedó algo
impactado, tal vez por la rapidez del movimiento.
-
Si
querías comprobar si iba en serio podías haber preguntado. Nos habríamos
ahorrado esto.
-
¿Ahorrarnos
qué? ¿Qué me vas a hacer?
-
Para
saber eso también podrías haber preguntado. Yo tenía previsto informarte de qué
consecuencia puedes esperar para cada acción, pero ahora te lo mostraré gráficamente.
-
En serio,
tío…¿qué me vas a hacer? – preguntó. Ya no sonaba gallito, ni agresivo, sino
más bien asustado. Por instinto le solté. No quería que me tuviera miedo.
-
No me
llames tío. Y voy a recrear nuestra… conversación…en el hospital. Por lo visto
no fui lo bastante claro.
-
¿Pretendes
pegarme?
-
No,
Michael. No lo pretendo, voy a hacerlo. Te voy a dar unos azotes para enseñarte
la primera de muchas cosas que vas a aprender aquí: no me faltarás al respeto.
-
Escucha…
estaba de broma, vale…. No te pongas así….
-
Yo no
estaba de broma – respondí, muy serio. Luego suspiré. – No te asustes. – le
dije y volví a agarrarle, esta vez tirando de él. Por fin pareció reaccionar y se resistió. Se
soltó y se alejó de mí. Parecía muy enfadado. Me puse de pie y él se acercó,
para empujarme. – Michael, no voy a
pelear contigo.
-
¡Y yo no
voy a dejar que me golpees!
-
No voy a
golpearte. Ya hemos pasado por esto antes.
Voy a castigarte.
-
¡Por
encima de mi cadáver!
-
Eso
nunca. – dije, mientras le agarraba de nuevo. Michael levantó entonces el puño,
como si fuera a darme un puñetazo pero lo dejó ahí arriba, quieto, sin moverse.
Nos miramos a los ojos durante quién sabe cuánto tiempo, y al final bajó el
brazo lentamente. Sonreí un poco. Aquello me había demostrado algo que yo ya
sabía: Michael no era tan mal chico como él mismo quería hacer creer.
Había un hecho objetivo, sin embargo, y es que Michael era bastante
fuerte. Ted también lo era, pero su actitud era bien diferente. Si Michael
quería imponerse físicamente sobre mí, podía hacerlo, de la misma forma que yo
podía imponerme físicamente sobre él, pero no parecía lo más correcto para
hacer en ese momento. No quería que malinterpretara las cosas.
- ¿Crees que estás obrando bien?
– pregunté, apelando a la conciencia que yo sabía que había dentro de él. – Por
más exasperante que yo pueda resultarte, ¿crees que me merezco que me hables
así, cuando sólo estoy intentando que tomes la decisión correcta para ti, y
para tu futuro? Estaba dispuesto a hablar las cosas tranquilamente, porque
tienes edad para opinar y para decidir por tu cuenta. Iba a ser insistente,
pero realmente no pensaba obligarte. Entiendo que tú no supieras eso, aún no me
conoces del todo, pero en cambio sabías perfectamente que hablaba en serio con
lo de las palabrotas. Querías ver hasta qué punto podías empujar, y empujaste
demasiado. Ahora hazte cargo.
Michael me miró más calmado, pero con el ceño fruncido. Creo que no
sabía qué hacer. Realmente no tenía ni idea. Estaba muy perdido.
-
Sé que
harás lo correcto – le dije – Tal como yo lo veo tienes dos opciones: sigues
haciendo lo que quieres como hasta ahora, lo cual si me permites no te ha
funcionado muy bien, o bien asumes que el mundo funciona por medio de normas
que deben respetarse, y que si no se respetan causan problemas. Ahora tu
problema es muy pequeño, pero ya has tenido que enfrentarte a alguno de los
grandes. Por hacer lo que quieres sin medir las consecuencias, acabaste en la cárcel.
-
¡TÚ NO
SABES POR QUÉ ACABÉ EN LA CÁRCEL! – me
gritó. - ¡ NO TIENES NI PUTA IDEA, ASÍ QUE NO HABLES DE LO QUE NO SABES!
Caray. Eso me sorprendió mucho. No me esperaba una
reacción semejante. Parecía a punto de llorar. Instintivamente, le acaricié la
mejilla, y él no repelió el contacto. Me pareció que lo calmaba, así que seguí
haciéndolo.
-
Porque
estabas sólo – le dije. – Pero ya no lo estás.
Me miró con los ojos muy abiertos, como Kurt cuando jugaba con él y
hacía como que sacaba una moneda de su oreja. Mi niño me miraba entonces muy
asombrado, tomándome por el mejor mago del mundo. Michael me miraba justo de
esa manera, como si le costara creer lo que había escuchado.
Lentamente tiré de él y le acerqué a mí, y le di un beso en la frente.
Por primera vez no tuve que agacharme para hacer eso con uno de mis hijos. Luego seguí tirando un poco, y le llevé al
sofá, sin que opusiera ninguna resistencia. Era más grande que Ted y nada me
garantizaba que mantuviera esa buena disposición por mucho rato, así que me
planteé no tumbarle encima de mí, sino ponerle en alguna otra posición. Sin
embargo un vistazo a su mirada insegura me hizo ver que eso sería una mala
idea. Si iba a castigarle, lo mejor sería tenerle muy pegadito a mí,
demostrándole lo que ya le había asegurado: que no estaba sólo.
Me senté en el sofá y le guié
para tumbarle boca abajo, de tal forma que se apoyaba en el sofá más que en mí.
Le agarré de la cintura, no porque fuera a caerse ya que era prácticamente
imposible, sino para indicarle que estaba ahí mismo, en todos los sentidos de
la expresión.
-
No me
faltaras al respeto ni dirás palabrotas – dije, y levanté la mano. La dejé caer
sobre su pantalón vaquero con menos fuerza de la que solía emplear con Ted,
pero aun así él dio un respingo. Lo ignoré y continué.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
- No serás desafiante. – dije después e intenté verle
la cara. Tenía los ojos cerrados con mucha fuerza. No podía dolerle mucho,
aunque seguro que tampoco le estaba haciendo cosquillas. Intentaba no quejars
ey eso hacía que se pareciera mucho a Ted…
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS Ommm PLAS PLAS PLAS
-
No te
enfrentarás conmigo físicamente.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS Aaahs. PLAS PLAS PLAS
PLAS
PLAS PLAS PLAS Auuu PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS Owww
PLAS PLAS
Me detuve ahí. Consideraba que estaba siendo demasiado
suave, pero él no estaba acostumbrado a eso así que pensé que sería suficiente.
Una llamada de atención clara y contundente, pero no demasiado intensa. Tenía que darle la oportunidad de ver si era
capaz de entender el mensaje antes de ser más duro.
Le froté la espalda y le palmeé los hombros
suavemente.
-
Vale,
Michael. De pie contigo. – le dije. Tardó un poco en moverse y lo hizo muy
lentamente, visiblemente avergonzado y hasta más que eso. Seguramente deseaba
que la tierra se lo tragara o que viniera un OVNI a llevársele antes de tener
que mirarme a la cara, pero no pudo prolongarlo más y llegó el momento en el
que se encontró de pie frente a mí. Yo me puse de pie también y quise
abrazarle, pero él se alejó un poco, por instinto. - Te explico lo que sigue
ahora. Voy a abrazarte y a darte un beso, y ciertamente no hay nada que puedas
hacer por evitarlo. – repuse, sonando como si le estuviera dando una orden,
pero en realidad le sonreí.
Le rodeé con los brazos y me sorprendió al hacer lo mismo, con una
fuerza que amenazaba con disminuir el volumen de mi cuero al de una hoja de
papel. Respiré como pude, y así aspiré su aroma. No sé qué clase de colonia
usaba, pero me gustaba bastante. Olía también a champú.
Escuché un sonido extraño, como el que haría yo al quedarme sin
respiración, y luego le noté estremecerse. Comprendí que estaba llorando. Le
separé un poco para comprobarlo.
-
Eeey. –
susurré, y puse mis manos en sus mejillas, para limpiarle las lágrimas con los
pulgares.
-
Dilo otra
vez – me pidió. Estuve a punto de preguntar “¿el qué?” pero algo dentro mío lo
supo.
-
No estás
sólo – afirmé, casi como una promesa, en un tono que no admitía discusión. Le
oí suspirar y le di un beso en la frente. – No lo estás, y ya nunca lo estarás.
-
Lo
estaré… pero hasta entonces… gracias.
No supe por qué había dicho eso. ¿Tal vez pensaba que
iba a cambiar de idea con el tiempo? ¿O que llegaría un momento en el que ya no
quisiera ocuparme de él? Algo en su voz me hizo pensar que había algo más. Casi
sonó como si él tuviera la certeza de que yo iba a abandonarle, porque él iba a
hacer algo para merecerlo.
-
No lo
estarás – repetí. – Eres mi hijo.
-
Aún no
firmamos los papeles.
-
A la mierda
los papeles.
Michael me miró buscando a ver si le mentía, y luego
sonrió.
-
Mira
quién habla mal ahora. – dijo, y se pasó
la manga por la cara. - ¿Vas a hacer
esto cada vez que diga palabrotas?
-
Eh… no.
En realidad con mis hijos mayores suelo usar un tarro, en el que meter dinero
por cada taco. A veces lo uso conmigo mismo. Tengo la sensación de que contigo
en casa, y con Maddie y Alejandro, acabará rebosando. – comenté, chinchándole un poco. Luego me
puse serio, para decirle algo importante: -
Nunca más tendrás que enfrentarte sólo a los problemas y convertiré en
mi misión especial el evitarte cualquier sufrimiento, pero en el trato entra
también que hay ciertas reglas que hay que respetar. Se resumen básicamente en
dos: no harás nada que te ponga en peligro de alguna manera o que implique
hacer algo que yo te haya prohibido.
-
Y…¿qué
pasa si rompo… esas reglas? – me pregunto.
-
Ya lo has
visto.
-
¿Y qué
más?
-
A veces
en lugar de esto o además de esto habrá otros castigos como no salir, no ver la
televisión, y esas cosas.
-
¿Y qué
más? – insistió. Lo pensé bien. Que yo supiera no me dejaba nada. Entonces me
di cuenta que le lo preguntaba en otro sentido.
-
Nada más.
-
Yo no soy
como tus hijos. Acabé en la cárcel. Puedo hacer cosas bastante peores que saltarme
el toque de queda o fumar marihuana.
Abrí mucho los ojos.
-
¿Para ti
esas dos cosas están al mismo nivel? Porque te saltas el toque de queda y me
molestaré un poco, pero te acercas a cualquier droga a menos de un kilómetro y
no quieres estar ahí para ver que pasa.
-
Como sea,
yo… puedo llegar a hacer cosas peores que esas.
-
No me
gustaría que te lo tomaras como un objetivo – repuse, porque esa forma de
decirlo me sonó extraña. – Pero hagas lo que hagas no voy a cambiar de opinión
sobre ti, si es lo que te estás planteando, ni voy a dejarte sólo. Romper las
reglas te meterá en muchos problemas, pero serán problemas del tipo padre
enfadado – dije, y Michael sonrió un poco. – Ey, pero tampoco quieres estar en
esos problemas – le aseguré, al ver la forma tan exagerada en la que se relajó.
No debí sonar muy intimidante, porque parecía como si le hubiera quitado un
enorme peso de encima.
-
¿Entonces,
no puedo hacerte cambiar de opinión con lo del colegio? – preguntó tras unos
segundos.
-
La
cuestión es si yo puedo hacerte cambiar de opinión a ti. Legalmente ya no
tienes por qué estar escolarizado, así que no puedo obligarte. Pero realmente
me gustaría que lo hicieras.
Michael se quedó pensativo.
-
Haremos
esto: tengo que estar los próximos tres meses al servicio del agente Greyson.
Lo pensaré, y después de ese tiempo, te digo.
Esa respuesta me parecía bastante razonable. Asentí, pensando que ya
podría haberme respondido eso desde el principio.
-
Hablando
de eso… ¿Te dijo cuando empezabas? – pregunté.
-
La próxima
semana.
-
A una
parte de mí le sigue pareciendo una mala idea… Puede ser peligroso.
-
Mala o
buena, era mi única opción – dijo. Supuse que tenía razón. La cárcel no era una
opción real.
Aunque preocupado porque su colaboración con la
policía pudiera ponerle en peligro, me alegraba mucho de tenerle allí. Había
tenido un atisbo del interior de Michael, y me gustó lo que vi.
Sugerí que viéramos una película, pero a él no le
gustaba ninguna de las que teníamos.
-
De críos,
de críos, de críos, muuuy de críos, de críos…- decía, mientras iba pasando un
DVD tras otro.
-
¡Ey, que
esa es de Ted!
-
Pues Ted
me películas de críos.
-
Es Moulin
Rouge. No es de críos.
-
Tienes
razón: es de gays.
Sacudí la cabeza. Era una de mis películas favoritas….
Michael siguió buscando y no encontró ninguna que fuera de su agrado. Al final,
se rindió.
-
¿No
tienes ninguna de miedo?
-
Esta casa
está llena de niños pequeños, Michael…- empecé, pero entonces recordé la
película que Cole había mencionado. – Oye. A decir verdad creo que tenemos una
en el trastero. Tengo entendido que el prota se parece a ti.
-
¿Ah sí?
Eso quiero verlo. Siempre he sabido que esta era la cara de un actor de cine,
pero ahora tendré pruebas – dijo Michael, pavoneándose un poco.
Hicimos la versión para diabéticos de unas palomitas.
En realidad palomitas sí que podía comer, pero decía que no le bastaba con eso
así que saqueó la despensa. Definitivamente Michael comía como un elefante y
tenía los modales de uno, pero yo no iba a meterme con si era más o menos fino
a la hora de comer. La verdad es que me gustaba verle ahí, en mi salón,
picoteando tranquilamente mientras veía una película como un chico normal de su
edad.
La película era un muermo. Lo supe desde el minuto
uno. Tal vez es que me había acostumbrado a ver películas Disney, o que el
terror nunca había sido lo mío, pero no me gustaba demasiado. Sin embargo,
según avanzaba, me di cuenta de una cosa. No había ningún hermanastro. No había
ningún chico que se pareciera a Michael. Es más, no había ningún chico de
color. Cole me había mentido. Tras unos cuarenta minutos, cogí el mando y le di
al pause.
-
¡Ey! Se
estaba poniendo interesante – protestó Michael.
-
¿Por qué
te tiene miedo Cole? – pregunté, muy serio.
-
¿Qué?
-
¿Por qué
te tiene miedo Cole? – repetí, taladrándole con la mirada. A esas alturas se me
hizo evidente que estaba pasando algo más que un grito al salir del baño,
porque sino Cole no me habría mentido.
-
No sé… no
sé de que me estás hablando.
-
¿POR QUÉ
TE TIENE MIEDO COLE? – insistí. Ahora Michael también me estaba mintiendo.
Mentía bien, pero mentía.
-
Aidan…
¿qué pasa? No sé a qué te refieres… - balbuceó Michael. Su tono de voz y sus ojos proclamaban su
inocencia… el sudor de su frente indicaban que ocultaba algo.
-
Michael….¿Por
qué…te tiene miedo Cole? – dije, una vez más, susurrando casi sin abrir los
labios, y creo que él entendió que no lo preguntaría de nuevo.
-
Le
amenacé. Me escuchó hablar por teléfono y yo le amenacé.
-
¿Qué le
dijiste?
-
Que… que
no dijera nada de lo que había escuchado…
-
¿Qué
escuchó?
-
Na…nada.
– musitó. Se alejó de mí todo lo que el sofá le permitía. Aún tenía el cuenco
de palomitas sobre las piernas, subió los pies al sofá, como poniéndolos de
escudo entre él y yo. Le quité el cuenco
y lo puse sobre la mesa y me acerqué mucho a él, que se agazapó como si yo le
estuviera apuntando con una pistola. –
Escuchó… escuchó una conversación privada ¿vale? Un amigo me llamó al enterarse
de que me sacaban de la cárcel. Dijimos un montón de tonterías… hablamos de
algunas cosas que habíamos hecho juntos en el pasado… y yo no quería que tú te
enteraras de eso… No pretendía amenazarle en serio, pero no medí mis palabras
ni mis acciones…
De todo lo que dijo, me dio la sensación de que sólo
lo último era cierto. Le agarré de la camiseta y le obligué a mirarme.
-
¿Cole
vino llorando, temblando de terror, porque tú le amenazaste? – pregunté, como
si no hubiera quedado claro. - ¿Te quedaste callado mientras lloraba
desesperado, y te inventaste una excusa
para que nadie te echara la culpa? Y el niño estaba tan asustado que la
secundó, claro. – dije, y algunas piezas comenzaron a encajar. – Cole no quería
ponerme en peligro “a mí también”. Dios, ¿pero qué le hiciste? ¡Pensó que ibas
a matarle, o algo así!
-
¡No sé lo
que se pensó, pero no fue para tanto! ¡No le haría daño, jamás le tocaría un
pelo!
-
¡TIENE
DIEZ AÑOS MALDITO PSICÓPATA! ¿Un desconocido le amenaza y tú esperas que
él no se acojone?
-
¡Lo
siento! ¡No quería hacerlo! ¡Lo siento! –exclamó, y verle tan desesperado me
calmó un poco. Le solté la ropa y observé sus claros ojos llenos de lágrimas
que no llegaron a derramarse. – No era
mi intención meterle tanto miedo…Yo sobrerreaccioné, él sobrerreaccionó… Las
cosas se salieron de quicio y ya… ya era tarde… Lo siento….Sólo… dame unos minutos
para recoger mis cosas.
-
¿Qué?
La sorpresa y la incomprensión hicieron que el enfado
dentro de mí se esfumara.
-
Uno. Un
minuto…No necesito más, si sólo tengo una mochila…
-
Michael.
¿Qué estupideces estás diciendo?
-
Dile a
Ted que me ha gustado conocerle… que he estado un poco distante con él, pero
que no sabía qué decirle…
-
Michael.
No vas a ir a ningún lado. – dije, pero me di cuenta de que no me estaba
escuchando.
-
Le
enviaré… algunas cosas de nuestra madre. Son muy pocas, pero creo que querrá tenerlas…
-
Para,
para ¡para! ¿A dónde piensas ir?
-
No sé…
-
Yo te
diré dónde: a tu cuarto. Estás castigado. No vas a ver el final de esta
película. Le harás un buen regalo a Cole. Le gusta mucho leer así que quiero
que le escribas un cuento, a modo de disculpa. ¡Y yo lo voy a leer después, así
que más vale que sea apto para un niño de diez años!. Y te voy a dar unos
azotes.
Michael se me quedó mirando muy fijamente, incapaz de
decir nada. Parecía estar tratando de asimilar el hecho de que no le estaba
echando de casa.
-
¿Prefieres
que sea aquí, o en la habitación? – pregunté.
Michael seguía sin decir nada, como si se hubiera quedado mudo. – Aquí
entonces – decidí por él, y acorté la distancia que nos separaba.
Puse mis manos en sus caderas y me peleé con el cinturón de sus pantalones.
Se lo desabroché y luego empecé con el botón del vaquero.
-
¿Qué…qué
haces? – preguntó al final, con un hilo de voz. No se había movido ni un
milímetro, convertido de pronto en una estatua viviente.
-
Quitarte
el pantalón para darte una buena zurra. – respondí, aún con enfado, y tiré de
él. Pero entonces vi que no se movía ni aún conmigo haciendo fuerza, suspiré, y
me relajé un poco. Le faltaba poco para orinarse encima. – Por más enfadado que
me veas, no me tengas miedo. Esto no va a gustarte pero no es para estar
asustado. Tal vez creas que soy muy duro contigo, pero me tomo la salud y los
sentimientos de mis hijos muy en serio, y no permito que nadie les ataque,
menos aún uno de sus hermanos. Porque sí, ese chico es TU HERMANO, acostúmbrate
a cómo suena, y últimamente lo ha estado
pasando muy mal. Le intimidan en el colegio. Lo último que necesita es que lo
hagan también en su casa.
Terminé de bajarle el pantalón y le tumbé encima de mí
por segunda vez en apenas una hora. Antes de comenzar, sentí como temblaba, y
me di cuenta de que el pobre estaba teniendo un día complicado. No ponía venir
de nuevas e introducir tantos cambios en su vida. Nadie acepta fácilmente que
de pronto venga un tío a ponerte límites y a zurrarte cuando los cruzas.
Además, lo de Cole lo había hecho antes de nuestra charla sobre las normas… Lo
había hecho, para ser precisos, nada más llegar a casa, y si yo lo hubiera
descubierto en ese momento no hubiera sido capaz de castigarle, así, de recién
llegado.
Le di cinco únicos azotes, aunque bastante fuertes.
PLAS PLAS PLAS Auuu
PLAS PLAS
-
No
vuelvas a mentirme – le dije. – Si metes la pata al menos ten el valor de
decírmelo. Moría de angustia por saber qué le pasaba a Cole. Por esta vez vamos
a dejarlo, pero si no te veo ser la persona más amable del mundo con Cole vas a
tener que estar de pie durante varios días. ¿He sido claro?
-
Mucho –
respondió Michael. Le dejé levantarse y entonces intentó salir corriendo, pero
le agarré del brazo.
-
Eh. Eh.
Eh. ¿A dónde vas? ¿No me oíste antes? Ahora te doy un abrazo y un beso. – le
dije, y antes de dejarle pensar le inmovilicé en un abrazo casi tan fuerte como
el que él me había dado antes. – Te lo dije, Michael. Nunca estarás sólo de
nuevo. No debes temer que te eche por cometer un error. Aunque reconozco que
enterarme de que amenazaste a Cole me enfadó bastante.
-
Lo
siento…
-
Lo sé. Y
confió en que no lo harás nunca más. No me gusta cumplir mis advertencias, pero
siempre lo hago.
Michael tragó saliva tan fuerte que yo pude oírlo.
Sonreí un poco y le di un beso.
-
Intenta
ser un buen chico por hoy ¿vale? No llevas aquí ni veinticuatro horas, y no
quiero pasarme tu primer día castigándote.
Michael miró al suelo avergonzado a más no poder. Se
quedó ahí sin saber qué decir ni qué hacer, poco acostumbrado a esas
situaciones y creo que en general poco acostumbrado a que le regañaran.
-
Vamos, a
tu cuarto – insté, con un empujón semicariñoso – Tienes un cuento que escribir.
-
Pero… yo
no sé…
-
¿No sabes
escribir? Pues yo leí una nota tuya muy interesante en el hospital.
-
Pero no
sé hacer cuentos…Yo… no escribo bien…
-
Es la
intención lo que me importa, Michael.
Quiero que le hagas algo bonito a Cole porque a él le gustan estas cosas, y
ayudará a que deje de verte como alguien malo.
-
Hace bien
en verme así… - susurró. No sé si quiso que yo lo oyera o no, pero lo oí.
-
Si fueras
malo no perdería mi tiempo contigo. Como no lo eres, lo invierto en ti. Y me
encanta hacerlo, pero me gustaría no dedicar ese tiempo a regañarte, así que
vamos, sube.
El resto de la mañana fue bastante tranquila, con él
en su cuarto, escribiendo. Yo no le había dicho a Michael cómo de largo tenía
que ser, y tampoco le había dado un plazo pero en un determinado momento subí a
decirle que tenía que irme a la editorial.
-
Puedo…¿puedo
ir contigo?
-
No voy a
hacer nada interesante….Sólo trabajo. – comenté, pero me fijé en su aire
alicaído. Creo que no quería quedarse sólo – Si vienes, habrá un montón de
gente que querrá conocerte, así que prepárate para un grupo de pelotas
acosadores.
Michael sonrió un poco y se puso de pie con cierto
entusiasmo. Cuando pasó a mi lado le di un abrazo rápido con una sola mano,
para dejar claro que no estaba enfadado con él. Me había dado cuenta que había
aún mucho de niño en aquél joven adulto.
… Fue mucho peor que un grupo de pelotas acosadores.
Mientras yo hablaba con mi editor toda la plantilla de la editorial quiso
conocer a Michael y le hicieron muchas preguntas que él esquivó con habilidad.
Pensé que se sentiría incómodo, pero vi una faceta de él que no conocía. Una
que debería haber intuido: la de camaleón.
De pronto parecía como pez en el agua, haciendo chistes, y metiéndose a
todo el mundo en el bolsillo. Michael sabía encandilar a la gente, y lo hacía
con una facilidad que asustaba.
Yo le había presentado simplemente como “Michael”, y
dejé que él eligiera como quería introducirse. Si como mi hijo, como mi
hermano, o como qué. Bromeó sobre el asunto con la gente, sin dar ninguna
respuesta concreta.
-
En
realidad soy su guardaespaldas, pero debo hacerme pasar por su sobrino – le
decía a uno, guiñándole el ojo, pero más adelante le decía a otro: - Soy un
amigo de toda la vida. Tan de toda la vida que me conoció hace cuatro días.
La gente se rió cuando se dio cuenta de que les estaba
tomando el pelo. Yo sonreí también, aunque me hubiera gustado que les dijera
que era hijo mío. Pero no quería presionar. Estaba medio embobado viéndole
engatusar a todos mis conocidos y por eso no me di cuenta de que un periodista
se me acercaba hasta que fue demasiado tarde.
-
Señor
Whitemore, ¿puedo hacerle unas preguntas?
Suspiré.
-
Puede. Y
llámeme Aidan, por favor.
-
Sobre su
nuevo libro… ¿es cierto que…?
Empecé a responder preguntas que desvelaban que ese
hombre no había leído el libro sobre el cual me estaba entrevistando y después,
vino la pregunta del millón.
-
¿Es
cierto que va a adoptar otro hijo?
-
¿Cómo se
ha enterado?
-
Es mi
trabajo – respondió con petulancia. - ¿Es aquél muchacho? – preguntó, señalando
a Michael, que estaba algo alejado. Suspiré.
-
Su nombre
es Michael Donahow.
-
¿Es
cierto que acaba de salir de la cárcel?
-
No veo la
relación que eso puede tener con mis novelas – repliqué, cortante.
-
¿Cómo se
lo han tomado sus hermanos? ¿Va a suponer esto algún cambio en su peculiar
estructura familiar?
-
El día
que quiera escribir un libro sobre eso se lo haré saber. Ahora, sí me disculpa…
No me gustaban los periodistas. Lo admito. Hacía
algunos años me buscaron un lío muy
grande con Andrew y Alice, que casi hace que no pudiera tener a mi pequeña.
Odiaba las preguntas personales, pero podía aguantar un poco de “¿tiene novia?”
“¿cómo es que aún está soltero?”. Por donde no iba a pasar era por preguntas
sobre mis hijos.
Pues aún tuve que lidiar con dos periodistas más antes
de poder irme. Creo que mi editor me había hecho una encerrona, diciéndoles a
todos que iba a estar allí para que no pudiera escaparme. ¿Es que no podían
dejarme en paz? Aún no había empezado la promoción. Había terminado un libro.
Se suponía que ese era “mi tiempo de vacaciones”. ¡Si todo el mundo hubiera
cumplido con sus plazos yo ni tendría que estar pasándome por la editorial
hasta dentro de algunas semanas!
Por fin, me escapé de las garras de todo el mundo y
Michael y yo pudimos salir de allí.
-
Me cae
bien esta gente – dijo Michael cuando estuvimos sólos.
-
Pues a mí
no.
-
¿Por qué
no? Todos hablaban maravillas de ti.
-
Porque
mis libros tienen éxito. Cuando tenga una mala época a ninguno de ellos les
importaré un pimiento.
-
Guau. Es…
duro… que te quieran por interés.
-
Bueno,
alguno se salva. Hoy no estaba Matt. Él es quien ilustra mis novelas, y es un
buen tipo.
Empecé a hablarle de mi trabajo mientras volvíamos a
casa, y me gustó poder hablar del tema, sobretodo porque a él le gustaba
escuchar. Lo hacía con interés y no por compromiso.
Cuando entramos en casa, me quité el abrigo y miré el
reloj, pensando en cuánto faltaría para que vinieran todos. Fui a hacer algo de
comida para Michael y para mí, pero él me detuvo agarrándome del brazo. Quiso
decir algo, pero luego cerró la boca, como inseguro.
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¿Qué
ocurre?
En vez de decir nada, Michael me abrazó. Sentí que no
debía soltarle, así que no lo hice, hasta que pasado más de un minuto fue él
quien se separó. Fingió que no había pasado nada y se fue a beber un vaso de
agua. Solté una carcajada y sacudí la
cabeza.
Comimos (de nuevo, él devoró) y se fue, creo que a seguir con el cuento. Me
agradaba que se lo hubiera tomado en serio. Creo que le gustaba la idea, que se
lo tomaba como un reto.
Poco después fuimos a recogerles del colegio. Cole
parecía haber tenido un buen “primer día en la nueva clase”. Zach había sacado
un nueve, y Harry no había suspendido, lo cual era un logro para él. A Ted le
había encantado volver tras una semana fuera, y en general a todo el mundo
pareció haberle ido bien… salvo a Kurt. Me olí a trastada nada más verle la
cara, y supe que no iba a tardar ni medio segundo en decírmelo.
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¿Qué
pasa, campeón?
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Papi… -
gimoteó.
-
Dime.
Sacó un papel de su bolsillo y me lo dio, y al hacerlo
empezó a llorar sin apenas ruido. Era una nota de su profesora, diciendo que no
había parado quieto en todo el día. Yo pensé que podía tener que ver con la
llegada de Michael. Era un cambio muy grande en la vida de un niño tan pequeño.
Pero lo cierto era que le había dicho que si traía otra nota le iba a dar unos
azotes, y a juzgar por sus lágrimas él se acordaba perfectamente. Me agaché y
le di un beso.
-
Hablaremos
en casa, campeón.
Él fue en el coche de Ted y por lo que me dijeron
cuando estuvimos todos en casa, no dejó de llorar en todo el camino. Seguía
llorando cuando me acerqué a él, y
empezó a hacerlo con más fuerza. Me rompía el corazón, y me hacía sentir un
monstruo. A saber cuánto hacía que Kurt tenía la nota. Debía de haberse pasado
el día pensando en el castigo. Me dio mucha pena.
-
Anda,
Kurt, vamos a tu cuarto – le dije, y le tendí la mano para que la agarrara,
pero él prefirió agarrarse a mi pierna. Le cogí en brazos y él se colgó de mi
cuello, llorando sin consuelo, sin decir nada, sólo con gemiditos y berridos.
Cuando entramos en su cuarto, yo ya no soportaba verle así.
-
Bebé, ya
sabes que en el cole tienes que portarte bien. En el cole y en casa, pero allí
más, que sino tu seño se enfada y me manda una nota…
Kurt no respondió. Creo que no podía hacerlo por la
forma en que lloraba. Se iba a quedar sin aire, o algo. Le di un beso y le
acaricié la cara.
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Sabes por
qué te voy a castigar ¿verdad?
Él asintió.
-
Porque…porque…ya…ya
me has dicho…mu…muchas veces….que…que tengo que portarme bien.
-
Eso es,
cielo.
Le tumbé con cuidado encima de mí
y ahogó sus sollozos sobre mí sin dejar de llorar. Joder. Me sentí un
monstruo. Le acaricié la espalda suavemente, con masajitos circulares.
-
Cariño…
no hay por qué llorar así. Papá no es capaz de hacerte daño.
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Díselo…snif…
a mi culito. – gimoteó. Durante unos segundos enmudecí por esas palabras, pero
luego me reí un poco.
-
Está
bien. Culito de Kurt: sé que hace poco fui muy duro contigo y lo siento mucho.
Estaba muy triste y muy asustado porque creí que mi bebé precioso se había
tragado un clavo, y luego descubrí que fue una bromita suya así que me enfadé.
No volveré a ser duro contigo si Kurt no hace cosas peligrosas o no finge hacer
cosas peligrosas. Pero Kurt se ha portado mal, así que se ha ganado un castigo
– dije, y solté tres palmadas, bastante flojas.
PLAS PLAS PLAS
Kurt se quedó muy
quieto. Noté cómo se tensaba, y luego su cuerpecito se relajó.
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¿Ya está?
-
Ya está,
cosita hermosa. ¿Ya no vas a llorar?
Mira que yo me pongo muy triste cuando lloras.
Kurt se levantó y se
sentó encima de mis piernas. Se limpió las lágrimas con las mangas y luego se
alzó un poquito y me dio un beso.
-
No estés
triste – me dijo.
Cómo matar a un
hombre en tres pasos. Primer paso: fabricar un niño de ideas traviesas y un
gran corazón. Paso dos: dotar a ese niño con una carita de ángel. Paso tres:
soltarle en la misma habitación del hombre al que se quiera matar. Si ese
hombre es Aidan Whitemore es muy probable que en cinco minutos haya muerto de
ternura.
Le devolví el beso y
puse mi mano en su cabeza suavemente.
-
No lo
estoy si tú no lo estás.
-
Pero
estás enfadado – protestó.
-
No hay
mundo en el que yo me pueda enfadar contigo, bebé. – susurré, y le cogí en
brazos apretándole contra mi pecho. Respiró un poco agitado porque había
llorado mucho, pero ya no lloraba. Le di varios besitos en la frente.
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Papi…
¿estás llorando?
-
No…
-
Es
mentira. ¡Estás llorando, papi!
-
Es que…
Kurt, ¿tenías miedo de mí?
-
No… Pero
no quería que estuvieras enfadado.
No podía hablar, así que le di otro beso. Luego respiré hondo, le
separé un poco, y le sonreí.
-
No vamos
a volver a hacer esto ¿eh? A portarse
bien en el colegio todos los días.
-
Te lo
prometo.
-
Vale. –
dije, y le volví a abrazar. Aquello había sido una de las cosas más difíciles
que había hecho como padre. – Te quiero.
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¿Mucho?
-
Mucho,
mucho, mucho.
-
¿Más que
de aquí a la luna? – preguntó con su voz infantil, lo cual le dio un toque aún
más adorable a la pregunta.
-
Más que
de aquí hasta el sol, ida y vuelta,
cariño. Te quiero más que grande es el universo.
Que alguien se atreva a llamarme cursi. Que se atrevan.
***
* N.A.: Uso el
sistema de cursos de mi país, porque me es más fácil xDD En realidad, en el
sistema de EEUU, Michael se habría quedado en octavo. Según tengo entendido
allí la cosa es Kinder Garden, luego Elementary School, que va de primer grado
a sexto grado. Después viene Intermediate School, que va de séptimo a noveno y
luego High School, del décimo al duodécimo. Aquí en España sería Educación infantil
(desde los 2-3 años hasta los 5-6), Educación primaria (Seis años. Desde los
5-6 hasta los 11-12), Educación secundaria obligatoria o ESO (Cuatro años.
Desde los 11-12 hasta los 15-16) y Bachillerato (desde los 15-16 hasta los
17-18)
Me saco el sombrero y literalmente me lo saco (tengo uno a lo Neal Caffrey) te a quedado divino... Alejandrito con sus payasadas, Cole con su EXTREMADA TERNURA que me lo como... y Micheal Guuuaauuuu sin palabras... mi segundo favorito... Ted la madre del grupo como aboga por sus hermanitos es digno de admiración Kurt bebito hermoso y el nunca bien reconocido tarro de las palabrotas que arreglan el presupuesto de Aidan y el resto de los chicos que se tomaron medianamente libre hoy los adorooooo
ResponderBorrarNAGUARAAAA.... y yo pense que el capi que termine era largo pense en picarlo en dos jajjaja,,, pero despues de leerte.... WAOOOO ... TE ESMERASTES .....REALMENTE LO HICISTE...AMIGA MIA.. mantener a alguien leyendo sin querer parar, deseando no parar...es más deseando que no acabe.... es porque es REALMENTE DEMASIADO BUENO....felicitaciones...
ResponderBorrarmuy bello el capi! pero maldito psicópata? era necesario esa crueldad? pobre mike
ResponderBorrarxDDD
BorrarEstaba enfadado. Luego fue bueno con él!!
Gracias a tod@s ^^ Me costó mucho, pensé que no iba a gustar u.u
Lady, la mamá gallina en realidad es Ted xDDD
estoy de acuerdo con sanha una desea que sea largo y q no termine nunca cuando te lee. me gusto el dialogo entre cole y mike estos chicos van a ser inseparables
ResponderBorrarDreaaaaaaaaaaaammmm.... Me encantó demasiado tu tremendo capítulo! Adoré a todos porque todos son simplemente sensacionales! Sin embargo, tengo un pequeño reclamo de algo que me dejó una mala sensación: lo de MALDITO PSICÓPATA, que lo mismo que el comentario de Anónimo, me pareció cruel, innecesario y fuera de la personalidad de Aidan! Sé que es sobreprotector de sus hijitos y lo que estaba haciendo era defender a uno de sus niños, pero al que tenía al frente también era su hijo, o no?!, por algo lo acogió en su hogar!! Es como si se hubiera cegado y no midió sus emociones ni se fijó en cuánto podía herir al pobre chico! =(
ResponderBorrarEspero no ser pesada con esto, pero es que me dejaste enojadita con eso, jeje! ;P
Por todo lo demás, creo que fue un capítulo magnífico y cómo no puede gustar?!... si se nota a leguas que está hecho con tanto cariño y tanto talento, como el que desbordas en cada línea! Eres genial! Y te admiro mucho!
Un besote!
Camila
Wow este capitulo me encanto :'3
ResponderBorrarMe gusto mucho la interacción de aidan con michael y aunque si fue cruel lo de maldito psicópata creo entender su reacción jeje lo bueno que después lo trato como a todos sus peques y que michael lo abrazara me mato de ternura
Actualiza pronto plis (carita de gato con botas) amo tu historia y quiero saber que pasara con cole y michael
Saludos dream
Atte. Miranda
Hermosa historia, me encanto la personalidad de Michael, es un picaro que se va a llevar más de una tanda de nalgadas, pobrecito, si no se comporta Aidan tendra que cumplir lo que le prometio y dar una buena azotaina que no podra sentarse el pobrecito, eres maravillosa, por fa, por fa pronto actualiza, no me tengas en esta angustia, siii
ResponderBorrarES un poco tarde lo sé, pero querida DreamGirls, no queria irme sin dejar un comentario en resumen a tu preciosa tarea, heleido todos, y cada uno de tus cortos regalados por año nuevo yos cap que me falataban de tu historia original
ResponderBorrarha sido un verdadero deleite sentir todas las emociones, renegando con algunos padres, renegando con algunos hijos, teniendo casi siempre el amen en la boca y el estres en el estomago haciendo que mi ulcera se active (te pasare la cuenta de mis antiacidos jajajajaj)
no puedo decirte cual me gusto mas o menos, pero debo confesar que adore al niño cuyo padre le do una tunda con el cinturon jjjjj pero pase penita, mucha penita por el
Ahora con Michel, mmmm me descontrola sus cambios bruscos de humor, nose si vale el termino creo que no, pero me desconcierta que sea canchero como decimos en mi pais (o sea confinzaudo) en algunas cosas y de pronto sea tan sumiso como Ted, imagino que es la falta de amor y eso el paraliza y no se hace aun a la idea de que se merecer todo el amor del mundo y sobre todo de la familia
FELIZ AÑO NUEVO, SI LO SE ES UN POCO TARDE, Y FELIZ REYES BONITA, PERO NO TE OELIDESDE MIS DEMONIOS GEMELITOS NI DE MI ARTURITO SI?