Páginas Amigas

jueves, 16 de enero de 2014

Una nueva vida



Hola! Espero que les guste :D La historia toma lugar después del episodio 16 de Arrow, donde Felicity ya se unió al equipo de Diggle y Oliver. Además Oliver tiene 25, Thea 14 y Roy 14 también.
Oliver caminó por el edificio con algo de prisa. Laurel debería estar ahí, según lo que había escuchado (sí, escuchado, no investigado, porque él no es un acosador, no señor… cualquiera puede encontrarse por casualidad la agenda de su ex novia abierta accidentalmente en la página con sus compromisos para ese día).
No es que le urgiera verla (porque ahora ella salía con Tommy y Tommy para él era como un hermano), pero quería invitarla a tomar un café de amigos.
“De amigos con derecho”, murmuró con burla el lado malo de su consciencia, pero el lado bueno le dio un zape y contestó “cállate, idiota, ¿qué no ves que es la novia de Tommy?”
Oliver iba tan sumido en aquél debate entre sí mismo que sin siquiera planearlo chocó con la susodicha.
-¡Laurel!- exclamó avergonzado, pero sin poder ocultar la descarada sonrisa de satisfacción que en su rostro se esbozaba- pero qué tonto, permíteme- se ofreció, levantando el maletín de la joven y llevándolo él.
-Oliver, justo ahora no estoy de humor. Voy tarde- espetó esta.
-Entonces charla conmigo mientras caminamos juntos a donde sea que vayas con tanta prisa-
La mirada que Laurel le dirigió podía cortar roca.
-Tú sabes, como amigos- añadió él, un poco intimidado.
La exitosa mujer mantuvo la fachada seria pero comenzó a andar, de todos modos ¿cómo se iba a oponer a alguien que le llevara el maletín?
Después de tres pasillos de completo silencio, Oliver por fin se armó de valor.
-¿Y a dónde tienes que llegar con tanta prisa?- preguntó casualmente.
-Un muchacho que hace algunos días vino aquí por robo, ahora está de vuelta. Al parecer el pequeño sinvergüenza aprobó la clase de civismo- contestó, entrando en un elevador que alcanzó abierto- Dijo que conocía sus derechos y pidió un abogado- explicó, haciendo un gesto con la mano para dar a entender que era ella- pero no puedo hacer mucho por él, fue encontrado y traído a la estación por posesión de marihuana, además al revisar su expediente me di cuenta de que ya tiene un record criminal del tamaño de la carretera desde Star City a Gotham-
-Pff…- bufó el joven con indiferencia- ¿Y por qué no sólo lo envían a prisión con el resto de los delincuentes?-
Laurel lo miró indignada y, de no haber estado en un elevador, de seguro se hubiese alejado.
-Porque apenas tiene catorce años-
Bien, eso no se lo esperaba.
¡¿Catorce?! A los catorce se es tan sólo un niño… ¡Su hermana tenía catorce!
-¿Catorce?- con la sorpresa fue lo único que atinó a decir, lo cual no lo hizo parecer muy brillante que digamos. 
-Exacto- confirmó Laurel.
En ese momento las puertas del elevador se abrieron y la chica salió caminando con mucha determinación. Oliver de puro milagro reaccionó y la siguió antes de que las puertas se le cerrasen en la cara.
Caminaron en silencio hasta uno de esos cuartos pequeños y descoloridos que se ven en televisión, donde interrogan al sospechoso. El lugar tenía solamente una lámpara que no alumbraba casi en nada, una mesa rectangular no muy grande y dos sillas, una en cada lado largo de la mesa.
-Me dejaron tenerlo aquí en vez de en las celdas porque es menor de edad- comentó ella- espero que sepa valorarlo- expresó, antes de abrir la puerta y entrar con paso decidido hasta quedar frente a él, pero el muchachito ni siquiera le dirigió una mirada.
Oliver, desde el marco de la puerta, echó un vistazo al culpable del mal humor de Laurel. Llevaba puesta una sudadera con capucha de color rojo con letras negras que decían “Poison” en el área del tórax, junto con unos jeans. Sus tenis estaban sucios y tenía puesta la gorra de la sudadera. 
Se encontraba cruzado de brazos y reclinado en la incómoda silla de madera, pero no lucía desafiante… sino más bien aburrido. Lucía como el tipo de chico, Oliver se dio cuenta, que no le importa lo que suceda con él o si condena su futuro… porque cree que no tiene uno.
-Roy- saludó Laurel cortante.
En ese momento, cuando el chico se dio cuenta de quien se trataba su visitante, Oliver pudo distinguir algo. A pesar de que la pose y la gorra del jovencito, junto con la penumbra del cuartucho, le impedían al millonario ver gran parte del rostro del desastroso delincuente juvenil, Oliver fue capaz de detectar una descarada sonrisa esbozarse en el rostro del cínico muchacho.
-Muñeca- correspondió el saludo sin vergüenza alguna.
Oliver se quedó anonadado de que ese niñato tuviese los pantalones para hablarle así a una dama, y bueno, no sólo a una dama, sino a la única persona dispuesta a ayudarlo a salir de ahí. Laurel, por otro lado, tan sólo rodó los ojos como si estuviese más que acostumbrada a semejante desfachatez proveniente de aquél granuja.
-No he podido hacer gran cosa por ti, Roy- fue directo al punto- Puede que antes hayas salido con servicio comunitario o en libertad condicional, pero la autoridad está harta de tus… hazañas-
Ahora sí el joven se enderezó en la silla, arqueando una ceja ante lo que presentía que le iban a decir.
-¿A qué te refieres con eso, Laurel?- inquirió ahora con el fantasma de la seriedad asomándole en la voz.
Laurel suspiró y caminó hasta la silla libre, donde tomó asiento. Fue entonces cuando le hizo una seña a Oliver para que le diese el maletín, sacando al hombre de sus pensamientos. En ese mismo momento, el chico giró la cabeza en dirección a la puerta, escudriñando a Oliver con la mirada, mientras que éste aprovechó para echarle un vistazo.
“Roy” definitivamente podría pasar por un jovencito tranquilo y educado si no fuera por su actitud tan brava. Desde debajo de la gorra de su sudadera asomaban algunos mechones de lacio cabello pelirrojo, los cuáles le daban cierto encanto al contrastar con sus ojos, los cuales eran o verdes o azules, el hombre no pudo distinguir bien. Sin embargo, al mirar con mayor detenimiento uno se daba cuenta del brillo malicioso en aquella mirada y Oliver, recordando la sonrisa que el chiquillo esbozó hace tan sólo unos instantes, sintió pena por la madre, el padre, la tía, el tío… el guardia, en fin, por quien fuera el pobre infeliz al que quedase condenado  con la tarea de vigilar al crío una vez que abandonase esas cuatro paredes.
Oliver por fin entró a la habitación, caminando hasta donde estaba Laurel y entregándole su maletín sin decir ni una palabra al pequeño infractor.
-Vas a la correccional, Roy-
Ante tal declaración, ambos varones dirigieron una mirada estupefacta a la serena abogada. La correccional…
-¡¿Qué?!- reaccionó el joven, acercándose y poniendo ambas manos en la mesa con un golpe sordo- ¡Pero si ni aguantan nada! ¡No puedo creer que por un par de infracciones menores…-
-Esa es la cosa, Roy- lo interrumpió Laurel tranquilamente, con un folder en mano- No son un par ni son infracciones menores- le aclaró seriamente, mirándolo a los ojos. Abrió el folder y comenzó a leer- Robo, robo, peleas callejeras, daño de la propiedad pública o grafiti, alteración del orden público, posesión de arma blanca, posesión de drogas, entre muchos otros- explicó, cerrando el folder.
Oliver estaba estupefacto. No podía creer que alguien tan joven, aun siendo Roy Harper, pudiese haber estado involucrado ya en tantos delitos. Fue entonces cuando una vocecilla en su cabeza le gritó que él tampoco había sido un adolescente modelo pero que, a diferencia de a muchos otros, al hijo de Robert Queen nadie le decía nada.
-Además, ayer una trabajadora social visitó tu casa-
-Mi madre está de viaje, por eso nadie abrió- le cortó de pronto el chico, aun sin procesar del todo la decisión del juez.
-No mientas, Roy- ordenó Laurel, más severa que antes- forzamos la entrada y adivina que-
El joven se rehusó a mirarla a los ojos.
-Llegamos a la conclusión que ahí no vive nadie además de ti-
-¿Qué?- Oliver no se pudo contener, eso sí era demasiado, era inaceptable…- ¿El chico ha estado detenido varias veces y nunca nadie se había dado cuenta de esto?-
-Apuesto que la situación no ha estado así desde hace mucho, Oliver, cálmate…-
-Mi madre se fue desde que tenía 8- escupió de pronto el adolescente- y si no se habían dado cuenta es porque los Servicios Sociales de Star City son un asco- declaró con rabia.
-¿Y qué has comido?- volvió a preguntar Oliver con incredulidad.
-Algunos vecinos son amables- musitó él, aun lidiando con la idea de la correccional. En todo caso, no es como si no pudiese escapar.
-El punto es, Roy- continuó Laurel- que ese fue el factor decisivo al optar por la correccional-
-¡¿Qué?!- ahora la expresión del delincuente juvenil estaba deformada por una mezcla de furia e indignación-¡Sólo porque no vivo con nadie…!-
-Precisamente- interrumpió Laurel firmemente- Lo normal en estos casos sería algún tipo de arresto domiciliario o audiencia con algún padre o tutor…- respiró profundamente, como si le pesara lo que estaba a punto de decir- pero no podemos dejar libre a alguien con tus antecedentes sabiendo que no gozará supervisión alguna fuera de aquí. Lo siento-
La expresión del adolescente demostraba incredulidad, pero también, muy en el fondo, coraje. Cualquier persona no hubiese visto más que a un chico molesto porque iba a recibir su merecido, pero Oliver conocía esa mirada; era la de una persona que hacía estupidez tras estupidez, lo que fuese con tal de distraerse, de ocupar su mente y no concentrarse en la realidad, era la mirada furiosa de quién hacía lo posible para tardarse más en llegar a una casa vacía a hundirse en su propia soledad… era la mirada que él mismo había tenido mientras crecía.
-No es necesario, Laurel-


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