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domingo, 25 de mayo de 2014

CAPÍTULO 13: LECCIONES REPETIDAS



CAPÍTULO 13: LECCIONES REPETIDAS

Tardó unos segundos en reaccionar porque el golpe en la pierna le dolía de veras, pero luego Héctor se dio cuenta de que los niños se iban, quién sabe a dónde. Por suerte, uno de los empleados que acababa de entrar estuvo rápido de reflejos y abrió un cuadro de mandos insertado en la pared. Era el sistema de seguridad que rodeaba toda la finca, y Pedro bajó una palanca para que la puerta exterior del jardín se cerrara. Con ese cierre automático, era imposible abrir tanto por dentro como por fuera a no ser que se insertara un código que sólo Héctor sabía.
-         El terreno es muy grande – dijo María – Corred a por ellos antes de que se escondan. Aún no conocen bien esto y podrían caerse a la piscina o algo peor.
Todos los empleados y el propio Héctor salieron corriendo y dieron con los niños antes incluso de que llegaran a la puerta principal para comprobar que no se abría.
-         ¡Tizziano! ¿De qué escapas? ¿A qué ha venido esa patada?

-         ¡Les llamaste para que nos llevaran! ¡Sabía que te ibas a rendir, pero no que tratarías de engañarnos!

-         ¿Llamar a quién? – preguntó Héctor. No sabía si estar sorprendido o enfadado. Más bien las dos cosas.

-         ¡A todos ellos!

-         ¿Mis empleados?   

Para ese entonces Héctor ya se había acercado lo suficiente como para agarrarle, no fuera a echar a correr otra vez. Tizziano se revolvió.

-         ¡No!  Scendere, scendere me! ¡Suéltame!

-         No te suelto nada. Me escuchas. – empezó Héctor con firmeza, pero sí que le soltó porque Tizziano le dio un mordisco.

Los ojos de Héctor se oscurecieron un poco. Agarró a Tizziano por la cintura y se le colgó debajo del brazo, casi como si fuera un maletín. Con él así volvió a entrar en la casa. Tizziano no dejó de gritar y patalear en todo el proceso.

-         ¿Te calmas? – preguntó Héctor, dejándole en el suelo. No obtuvo ninguna respuesta coherente – Está bien: te calmo yo.
Le giró un poco y soltó tres palmadas enérgicas sobre su pantalón.
PLAS PLAS PLAS
Fueron lo bastante fuertes como para que el niño diera un respingo. Los gritos enfadados de hacía unos segundos se transformaron en un llanto angustiante que desde el punto de vista de Héctor poco tenía que ver con los azotes. Le abrazó con movimientos lentos, para no asustarle.
-         ¿Qué ocurre, píccolo? Estábamos bien…
Tizziano no respondió, pero se apoyó en él para llorar un poco más. Finalmente se calmó lo bastante como para hablar. Le miró con ojos todavía húmedos.
-         No vamos a ir a un orfanato – sentenció el niño, con firmeza.

-         Me alegra que lo tengas claro, porque tenemos muchos sitios a los que ir estos días, y ninguno es un orfanato – respondió Héctor.

-         Pero… les llamaste…

-         No sé a qué te refieres, Tizziano. Yo no he llamado a nadie. Esos hombres son mis empleados. Son las nueve de la mañana: es la hora a la que entran a trabajar. Julia y Blanca son las chicas de la limpieza, Ramón y Pedro los jardineros. Violeta es mi chofer.

-         ¿No han venido a por nosotros? – insistió Tizziano.

-         Bueno, Violeta sí: tiene que llevarnos al centro comercial.

-         Pero… ¿nos quedamos aquí?

-         No sé de dónde sacaste lo contrario.

Tizziano le miró fijamente por un rato, como para ver si era verdad lo que le decía. Tras algo más de medio minuto debió decidir que Héctor decía la verdad, porque relajó un poco la tensión de los hombros. Luego movió la cabeza a un lado y a otro.

-         ¿Y Clitzia? ¿Y María? – preguntó.

-         Se han quedado fuera, con los demás. Y eso es estupendo porque tú y yo tenemos que hablar.

-         ¿De qué?

Héctor no supo si se estaba haciendo el inocente o en verdad lo era.

-         Ayer mismo te dije que no puedes darme patadas. – le recordó Héctor.

-         Estaba asustado…

-         Me da igual. Las cosas se hablan.  Me hubieras preguntado y yo te hubiera quitado esas tonterías de la cabeza. – indicó, con un tono bastante firme. Tal vez, demasiado seco.

-         ¿Qué me vas a hacer? – inquirió Tizziano, con vulnerabilidad.

-         Lo que llevas pidiendo desde esta mañana. O desde ayer por la noche, mejor dicho. – repuso Héctor, y caminó hacia el sofá, arrastrando a Tizziano con él.

-         ¿Me vas a pegar? – preguntó el niño. Héctor se limitó a asentir una vez con la cabeza. – Pero eso ya lo has hecho antes.

-         No. Hasta ahora te he dado advertencias y he sido suave contigo, pero no vas a darme patadas. Ni a mí ni a nadie. Soy responsable de ti y no puedes tratarme así. – regañó, y colocó al niño delante suyo. A Tizziano le tembló el labio, amenazando con ponerse a llorar de nuevo. No es que a Héctor le gustara verlo así, pero estaba decidido. Había conocido su lado amable, paciente, y comprensivo, pero si no entendía por las buenas entendería por las malas.

Tumbó a Tizziano sobre sus rodillas y tras dudar apenas un segundo dio un tirón a su ropa, desvistiéndole a medias. Sabía que Tizziano estaba haciendo fuerza para levantarse, pero él apenas lo notaba. Ese niño no tenía en verdad ninguna fuerza.

PLAS PLAS PLAS PLAS

El sonido de su mano sobre la piel desnuda era algo casi exagerado para la intensidad que estaba empleando. Para Tizziano fue un sonido horrible, y se sintió mucho peor. Lloró con ganas, pero decidido a no darle la satisfacción de oírle suplicar.

PLAS PLAS ¡Ay! PLAS PLAS
PLAS Aya….auch… PLAS PLAS PLAS

Vale, le daría la satisfacción de oírle suplicar. Le daría cualquier cosa…

PLAS PLAS snif….snif….ya…ya no más…PLAS PLAS
PLAS PLAS ….ya no lo hago…snif…pero para…PLAS PLAS
PLAS ¡Ay! ….snif…. me duele….PLAS PLAS PLAS
PLAS Perdón….¡Perdón!....Lo siento mucho…. PLAS PLAS Per favore ... non più.  PLAS
PLAS ¡Ay!.... non più.

-         Héctor, es suficiente.
Sólo María se atrevería a llevarle la contraria, o a hablarle en ese tono mandatorio que casi parecía invertir los roles entre ellos. Ninguno de los dos había reparado en ella cuando entró, desoyendo al resto que la decían que no debía interrumpir.
 Héctor la miró un segundo, y luego volvió a mirar a Tizziano. El centro de sus nalgas, que era lo único que había golpeado, estaba bastante colorado. El chico tenía la piel muy blanca y también bastante sensible y el color destacaba mucho sobre el resto de él. Sí, María tenía razón, era suficiente. Sólo en ese momento reparó en que la mano le ardía un poco, pero no tuvo tiempo para concentrarse en eso porque percibió el bultito que temblaba y sollozaba encima de él.
-         Seré bueno…de verdad…. –lloriqueó Tizziano. No parecía haberse dado cuenta de que se había terminado.

Héctor chasqueó la lengua, colocó la ropa del chico e hizo que se incorporara. Tizziano se quedó de pie frente a él, pero evitando mirarle, frotándose los ojos con una mano, lo cual provocaba que le escocieran.

-         Aquí – indicó Héctor, mientras le agarraba con los dos brazos y le acercaba contra su cuerpo.
Tizziano enterró la cabeza en el hombro de Héctor y se dejó acariciar el pelo y la espalda, sintiendo que aquello le reconfortaba de alguna manera.
-         No se pegan patadas – dijo Tizziano, como para demostrar que había entendido. Sonó a un niño pequeño que quería demostrarle a su maestro que era inteligente y había entendido cómo se hacían las sumas.

-         Eso es, píccolo. ¿Qué otra cosa has aprendido?

-         Sin ropa duele mucho más.

Héctor parpadeó levemente desconcertado y luego soltó una risita.

-         Lo tendré en cuenta. Pero hay algo más importante que eso, y lo de no pegar.
Tizziano le miró con cara de no entender.
-         Tú no vas a ir a ningún lado sin mí, y nadie os va a llevar ni a ti ni a tu hermana lejos de aquí. – le aseguró, y apretó el abrazo. Se puso de pie con él aún abrazado y se dio cuenta de que Tizziano dejaba que sostuviera todo su peso. Se agarró de su cuello como un niño pequeño, como si supiera que no le iba a dejar caer.


Después de aquello por fin pudieron marcharse de tiendas, tras recoger lo del desayuno y presentar a los niños a los empleados del hogar. Héctor se dio cuenta de que otros días se estaba levantando a esas horas… mientras que aquél estaba tan cansado que ya quería irse a la cama. 

6 comentarios:

  1. O.O pobre Tizziano... quien lo puede culpar si estaba tan atormentado lo importante es que Hector esta para aclararle que no estará mas solito...
    Y felicidades por el triunfo de Real

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  2. Es una historia increíblemente Bella! Héctor me encanta, Tizziano me llena de ternura y la peque... estoy aprendiendo a quererla!! Espero que esos dos niños sean felices con Héctor...creo que los tres lo merecen, y sé que lo serán! :D

    Dream, eres genial, sabes?! Siempre es un deleite leerte! jeje...

    Con la historia de los hermanitos Whitemore estoy bastante lenta... pero aprovecho ahora para decirte que, lo poco o mucho que leo, me gusta un montón!! Es un disfrute terrible sentarse a devorar tus capis! La descriptiva, los personajes... todo, es atractivo en esa familia que has creado!


    Nuevamente, Felicidades!!!! :D

    Camila

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  3. Aww Dream :D
    Eso explica la razón de Tizziano :/ pobres pequeños todos sus miedos e inseguridades pero afortunadamente creaste a un personaje maravilloso como Hector que por cierto me encanta como les dice piccolo y calabacita
    Este capitulo en particular me gusto muchísimo :D
    Quiero muchos mas capítulos :P xfa
    Saludos

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  4. Waaaooo que necesidad de amor tienen esos niños... menos mal que consiguieron a Héctor....

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  5. me mato eso de... sin ropa duele mas..
    pobrecito mi Picolo, ojala y Hector logre borrar esas desconfianzas a base de amor y menos nalgadas, jajajaja pero eso seria utopico y aburrido, asi qeu Dream, tu sigue en lo tuyo y a tu viento, quedo preciosa la lectura

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  6. Pobre Tiziano.....pero ueno, no debe agredir a Hector y creo que ahora si le quedo bien clarito....pobrecito

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