Páginas Amigas

sábado, 31 de mayo de 2014

CAPÍTULO 35: SORPRESAS



CAPÍTULO 35: SORPRESAS

Siempre me gustó ser el hermano mayor, ayudar a papá, sentir que era capaz de proteger a alguien más pequeño que yo… pero al mismo tiempo veía los muchos inconvenientes que eso me traía en comparación con otra gente de mi edad, sobre todo teniendo en cuenta lo numerosa que era mi familia. Papá siempre decía que me gustaba quejarme, pero que con quejas o sin ellas siempre le hacía caso, y puede que tuviera razón… pero desde que había vuelto  del hospital ya no era así. Ya no había quejas. Ya no veía los inconvenientes. Estar sin mis hermanos, echarles de menos, me hizo darme cuenta de que esa era la faceta que más me gustaba de mi vida. Ya no me molestaba lo más mínimo la etiqueta de hermano mayor, sino que la lucía con orgullo porque era todo lo que yo era y quería ser, hasta el punto de que me sentí amenazado por Michael, temiendo que me quitara ese valioso lugar.

Aquella tarde me resultó más evidente que nunca que mis temores eran infundados. Michael podía ser mayor que yo, pero jamás ocuparía mi lugar porque no podíamos ser más diferentes.

-         Dijo que “se agobiaba” y que tenía que dar “un garbeo” – me explicó Barie, al verme tan inquieto por el hecho de que Michael les hubiera dejado solos – Pero no te preocupes, que no ha pasado nada. Ya tenemos edad para quedarnos solos en casa.

-         Vosotros cuatro, tal vez, aunque en verdad lo dudo mucho, pero Hannah desde luego que no.  – repliqué, sintiendo que la rabia crecía dentro de mí.

-         Ted, tenemos doce años, y Harry y Zach trece. Podemos estar solos en casa. Alguna vez hemos estado solos, de hecho…- dijo Madie, que nos estaba oyendo.

-         Y nunca con buenos resultados – respondí, alegrándome de que los gemelos hubieran estado ocupados estudiando, y así no hubieran tenido tiempo para prender fuego a las cortinas, o rayar la pared, o alguna genialidad suya.

-         No somos bebés – protestó Barie.

-         No se trata de eso, Bar. Pero si Michael y yo acordamos que él se queda y yo me voy, él se queda y yo me voy. Si necesitaba salir podía haberme dicho que se iba él a comprar.  Yo me he comprometido a no dejaros solos ¿entiendes? Los accidentes ocurren, y…

-         Y si algo malo ocurre tú no podrías hacer mucho más que nosotros – me interrumpió Madie. – No ha pasado nada ¿bueno? Relájate, jolines, que estresarse es malo…

Bufé. Era fácil decirlo. No eran ella la que acababa de castigar a nuestros hermanos ni quien tendría que responder ante papá. Luego recordé que no hacía ni dos meses yo había dejado solos a los enanos cinco minutos. Igual no era el indicado para escandalizarme en esa ocasión…

-         ¿Cuánto hace que se fue?  - pregunté.

-         Como media hora después de que os fuerais.

Miré el reloj.

-         ¡DE ESO HACE UNA HORA Y MEDIA!

-         ¡Jolines, Ted, no grites! – protestó Madie, tapándose los oídos.

-         Perdona Mad… no es contigo pero… pero… ¿a dónde coñ…carajos ha ido para tardar tanto?

-         Ni idea.

Respiré hondo una vez. Y luego otra. Luego miré a mis dos hermanas. Madie intentaba aguantar la risa. Supongo que yo debía de estar gracioso al borde del colapso. Barie en cambio me miraba con algo de preocupación.

-         Hacedme un favor: si vuelvo a decir una estupidez semejante como “sí papá, yo me encargo”, dadme un golpe.

Madie terminó de soltar una risita  y Barie sonrió un poco. Yo por mi parte me planteé qué podía hacer. Supuse que no me quedaba más que esperar a que volviera.



-         AIDAN´S POV –

Era consciente de lo mucho que les debía a las personas que compraban mis libros, y que pagaban por algo que a mis ojos era tan absurdo como cenar conmigo, así que me propuse hacer que aquella noche fuera agradable para  los presentes en el Meet and Greet. Casi me muero de risa al darme cuenta que de las quince personas que había, diez eran adolescentes. Además sólo había dos chicos, y el resto eran mujeres o más bien niñas que me miraban como si yo fuera el  muchacho ese de pantalones caídos al que mis hijas idolatraban.

Eso me facilitó mucho las cosas. Hice un par de chistes y enseguida se relajaron, y  todo fue mucho más agradable. Nos hicimos fotos y me sentí cómodo, mucho más que si todo hubieran sido personas adultas.

Nos hicieron esperar antes de pasar a la sala donde íbamos a cenar. Una chica  me pidió consejos para ser escritora. Aún no me acostumbraba a que hicieran eso. ¿A quién podía aconsejar yo? Le respondí lo mejor que supe.

Luego me pidieron que les siguiera en twitter y decidí hacerlo. No me costaba nada y parecía hacerles ilusión. Al meterme en la aplicación desde el móvil volví a pensar en Holly y en el hecho de que habían usurpado mi cuenta. Releí los mensajes. Holly era muy simpática, y adorablemente insegura, y había dicho que sí a la supuesta cita que yo nunca le pedí. Pensé que no querría tras haber perdido a su esposo….Debía admitir que nunca me hubiera atrevido a hablar con ella de esa forma, así que quizá tuviera que estarle agradecido a quien había dado ese paso por mí.

Llevado por un impulso pedí una foto conjunta con todos y se la mandé a Holly:

AIDAN:  Esto es lo que te estás perdiendo.

Unos segundos después me llegó su respuesta. Era una foto con un sonajero.

HOLLY: Y esto lo que te estás perdiendo tú.

Me pregunté cuántos hijos tendría. Ella había dicho “hijos” en plural, y yo conocía a una niña que tenía que ser poco mayor que Barie, o quizá de la misma edad. Pero ese juguete infantil indicaba que también tenía un niño pequeño, un bebé.

AIDAN: Vale, tu plan es mejor que el mío :P

¿En qué momento había cogido esa confianza? Siempre se me han dado mejor las relaciones con las pantallas que con las personas, porque  me sentía más cómodo escribiendo que hablando: quizá fuera por eso o porque alguien ya había roto el hielo por mí.

Lo cierto es que me costó mantener la mente lejos de Holly por el resto de la noche. Eran muchas las cosas que aún no sabía sobre ella y aun así no me la podía quitar del pensamiento. Mi mente imaginaba conversaciones en las que ella me miraba de esa forma en la que siempre he anhelado que me miren. Aquello era insano, era absurdo, era una locura…

-         ¿Cree en el amor, señor Whitemore? – me preguntó una de las chicas. Se llamaba Skyler, y era uno de los pocos nombres que había retenido, por su peculiaridad.

La pregunta estaba tan acorde con lo que estaba pensando que por unos segundos creí que me la había imaginado. Luego parpadeé y me concentré en el presente.

-         Aidan. Y…en realidad… no creo que el amor sea algo en lo que haya que creer. ¿Crees en el frío o en el calor? Son cosas que simplemente suceden… No se ve, pero se siente. ¿A qué la pregunta?

-         Ninguno de sus personajes termina nunca enamorado. Siempre acaban solos, o con el corazón roto.  – apuntó Skyler.

Aquello  era tan cierto que me dejó con la mandíbula semiabierta. Nunca me lo había planteado, pero parándome a analizarlo resultó evidente que tenía razón. No había sido intencionado. Supongo que estaba resignado a ser para siempre un hombre soltero, e inconscientemente lo extrapolaba a mis personajes.

-         Sí que creo en el amor – respondí al final, sin saber qué decirle – Y creo que todas las personas deberían darle una oportunidad.

Pues ahora aplícate el cuento” dijo una voz en mi cabeza. La misma que me hizo sacar el móvil y mirar la foto que Holly tenía puesta en su perfil. Era hermosa, del tipo de belleza que sólo se ve en los ojos de las buenas personas. Releí los mensajes, tanto los que de verdad había enviado yo como los que enviaron por mí.

Mis dedos actuaron casi por cuenta propia, sin contar del todo conmigo.

AIDAN: Esa otra ocasión en la que te encantaría cenar conmigo… ¿podría ser mañana?


-         TED´s POV -

Tal como Alice  señaló varias veces, aquella tarde yo no era un buen compañero de juegos. Escuché distraído lo que tuvo que ser todo un despliegue de imaginación infantil y cuando jugamos al escondite casi me olvido de que la estaba buscando.

Pero tenía un buen motivo para estar así: Michael no volvía, y lo cierto es que empecé a preocuparme. Por lo visto se había ido después de hablar con Hannah. Intenté sonsacarle de qué habían hablado, pero según ella sólo jugaron un rato.

¿Y si no volvía? ¿Y si se había ido aprovechando que no estábamos ni Aidan ni yo porque había descubierto que esa vida  no era para él, o que no nos sentía como familia?

Me dije a mi mismo que era idiota, que eso eran tonterías, y que de ser ese el motivo se habría ido mucho antes, pero aun así no conseguí quedarme tranquilo. Michael parecía camuflarse bien en nuestra rutina, pero precisamente ese era el asunto: se camuflaba, como un artista camaleónico capaz de vivir una vida sin involucrarse en ella. Después de todo, aún no había firmado los papeles de la adopción.

Justo a tiempo de salvarme de mis propios pensamientos, llamaron al timbre. Durante treinta maravillosos segundos creí que era Michael, que al fin volvía, pero resultó ser la compra. Los repartidores dejaron las cajas en la cocina  y yo llamé a mis hermanos para que me ayudaran.

La nevera de dos puertas – o dos neveras juntas, o como se quiera decir- quedó llena en poco tiempo. Dejé los paquetes de leche sin abrir en la despensa, con los paquetes de arroz, y de macarrones, y la botella gigante de aceite. Tardamos menos de lo que había pensado, y cuando mi mente se vio libre de aquél trabajo mecánico volví  a pensar en Michael.

Resolví salir a buscarle, temiendo ya en serio que le hubiera pasado algo. Hablé con Alejandro, para que se quedara con todos. Papá ya le había dejado a cargo antes, así que no era como si yo también les estuviera dejando solos. Salí de casa y cogí el coche, para ir más rápido ya que me sacaba horas de ventaja. No tenía ni idea de dónde podía estar y la maldita ciudad era muy grande.

No llamé a papá porque aún no sabía si de verdad pasaba algo, y no era plan de alarmar a nadie, ni de andar de chivato. Pero si no daba con Michael en una hora avisaría a papá, él llamaría a la policía, al ejército y a la marina, y luego no haría falta que matase a Michael porque yo pensaba ahorrarle el trabajo.

Conduje durante un buen rato, por todos los sitios en los que pensé que podía estar. Fui a dónde iría yo de necesitar tomar el aire, fui a los sitios que habíamos visitado con él, incluso fui a la comisaría que estaba más que cerrada. Me detuve frente a la puerta de aquél lugar, bajé del coche, me froté el pelo, y me puse a pensar. Caminé por esas calles a ver si el aire me abría las ideas. La comisaría era realmente mi último recurso, aunque bien mirado no tenía ningún sentido que fuera allí… pero era el único sitio que él frecuentaba, realmente. Pensé con horror que en verdad le conocía muy poco, y que a lo mejor había ido a ver a algún amigo de su vida anterior, y yo no tenía ni idea de dónde vivía Michael antes de estar con nosotros. Bueno, sí, en la cárcel… pero…¿y antes de eso? Me imaginé alguna clase de barrio bajo, y sabía que si me metía por esas zonas papá me descuartizaba lenta y dolorosamente.

Miré las llaves del coche. Ir o no ir, esa era la cuestión.

Una sensación extraña me oprimía el pecho, como un mal augurio, así que supe que no podía volver a casa tranquilamente sin encontrar a mi hermano primero.

“Michael, esta me la debes” gruñí en mi mente, y me dirigí al coche para hacer una visita a los bajos fondos….sólo que nunca tuve ocasión porque había un papelito en el parabrisas.

-         ¿Una multa? ¿Pero qué espejo he roto? ¿Qué hice para tener tan mala suerte, joder?

Miré ese papel como si fuera mi sentencia de muerte, y me hubieran ordenado entregársela al verdugo. La analogía no iba muy desencaminada, porque tenía que darle ese papel a Aidan. Me apoyé en los exteriores del coche y me dejé caer de tal forma que me senté en el suelo y mi espalda quedó apoyada  en una de las puertas laterales. ¿Es que acaso era incapaz de estar a cargo un día sin cagarla?  Los enanos habían dado un espectáculo en el centro comercial, me había tomado la libertad de castigarles, mi hermano mayor se fugaba y a mí me ponían una multa.

Tan desesperado estaba que había considerado ir a las peores zonas de la ciudad. Oakland es una de las cinco ciudades más peligrosas de Estados Unidos, con un gran índice de homicidios. También de las más bonitas, por esas ironías de la vida. Como en todas partes, hay zonas seguras y zonas peligrosas. Toda la zona del puerto, y las afueras, que es donde nosotros vivíamos, era segura. El centro de la ciudad, también. Los barrios bajos… pues en fin, no se llaman así por nada. Realmente era poco probable que Michael hubiera ido allí… pero entonces, ¿por qué tenía esa estúpida corazonada? ¿Por qué estaba tan intranquilo?

Porque eres un puto paroico. Preocúpate por ti mismo un rato: ¿has pensado ya como vas a darle esa multa a Aidan?” dijo mi cerebro.

Solté un gemido de frustración. Tendría que estar pensando en la manera de hacer que el beso de Agustina se repitiera, no en el color de mi ataúd.

En ese momento empezó a llover. En lugar de refugiarme dentro del coche dejé que la lluvia me empapara, porque en ese momento me resultó más agradable que desagradable. Miré el reloj. La hora de margen que me había dado a mí mismo para encontrar a Michael había pasado hacía ya un buen rato. De hecho, era ya hora de que mis hermanos estuvieran cenando. Supe que era momento de volver a casa, e intentar ponerme en contacto con papá.

Al ponerme de pie y notar lo calado que estaba, me vino un flash, de otra brillante cagada más: había estado fuera durante la hora de la ducha, y apostaba el pie derecho a que Alejandro no había hecho que se ducharan.



-         Aidan´s POV –

Lo primero en que reparé al aparcar en la puerta de casa fue en que el coche de Ted no estaba. ¿A dónde había podido ir a las diez de la noche? Me di prisa en entrar en casa y vi que ni estaban cenando, ni había indicios de que lo hubieran hecho. Para ser exactos al entrar en el salón me encontré con que Dylan estaba sin camiseta y Alejandro le estaba persiguiendo, con ella en las manos.

-         Dylan, coño, te tienes que duchar ¿vale?

-         ¡Papá! – le gritó Dylan, con todo su enfado. Ninguno de los dos me vio, demasiado ocupados como para reparar en mí.

-         Papá no está.

-         ¡Ted!

-         ¡Él tampoco! – exclamó Alejandro, frustrado, y en ese momento le alcanzó. Debía de estar realmente desesperado porque trató de desvestirle ahí mismo. A saber cuánto tiempo llevaba intentando lidiar con él. - ¡Qué te estés quieto, joder! A este paso te meto en el agua con pantalón y todo ¿eh? Ni se te ocurra empezar una rabieta….¡Ni se te ocurra enano de los cojones que no está el horno para bollos!

-         Alejandro, voy a fingir que no he escuchado ninguna de las palabras que normalmente te habrían valido un castigo – dije, y por fin me miraron. Dylan corrió hacia mí como si su hermano fuera alguna clase de monstruo malvado. Cualquier conato de rabieta se esfumó.

-         Papá…es que….¡grrrr! – gruñó Alejandro, como si le faltaran las palabras para hacerme entender cuán “grrr” era esa situación.

-         Vale, vamos a calmarnos todos. No te preocupes, hijo, ya me encargo yo de que se duche. ¿Los demás ya lo hicieron?

-         Casi. Falto yo, y Zach, y Harry.

-         ¿Qué pasó? ¿Por qué se os ha hecho tan tarde? ¿Dónde está Ted? – pregunté al final, con mucho miedo de oír la respuesta.

-         Está buscando a Michael.

-         ¿Que Michael tampoco está? – pregunté, intentando contener mi enfado. Enfado o preocupación, o seguramente una mezcla de ambas.

-         Por lo visto se fue mientras estábamos comprando – dijo Alejandro, y después me puso al día. Me contó cómo se habían dividido para hacer la compra, y que a la vuelta Michael no estaba. Habían estado esperando y al ver que no volvía, Ted se había ido a buscarle. De eso hacía ya mucho tiempo.

Bastante ansioso, llamé a Ted al móvil, pero Alejandro me dijo que se le había quedado sin batería. Michael por su parte tenía un teléfono de prepago, muy barato, y se lo había dejado en casa. Mientras observaba vibrar su teléfono, me propuse comprarle uno como el de Ted.

“Eso, tú pensando en comprarle cosas chulas…. Lo que tienes que pensar es cómo vas a matarle” 


Fui a ver al resto de mis hijos mientras pensaba si debía ir a buscarles yo también, o esperar que Ted tuviera suerte.

Kurt se estaba vistiendo él sólo, con un resultado bastante cómico. Entré para ayudarle y se llevó una sorpresa, porque con el follón que había ahí arriba no había debido de oírme entrar en casa.

- ¡Papiii! – gritó, y vino hacia mí corriendo de tal forma que se le cayeron los pantalones. Me reí y se los coloqué.

-         Caray, campeón. ¡Parece que lleves semanas sin verme! – le revolví el pelo - Hola, bebé.

-         Has tardado mucho, papi. – protestó.

-         ¿Sí? ¿Me echaste de menos? – pregunté, y él asintió. Le cogí en brazos y le di un beso - ¿Y te portaste bien?

-         Mmmm….

-         ¿Kurt?

-         No… - murmuró, y escondió la cabeza en mi hombro.

-         ¿No? ¿Y cómo es eso, con lo bueno que es mi bebé?

-         Es que… papi, Ted me castigó. – me dijo, de pronto  sonando muy triste. Le separé para ver sus ojitos aguamarina bastante húmedos.

-         ¿Y por qué fue eso? – le pregunté con voz dulce, dejando ver que no me iba a enfadar.

-         Porque me porté mal – gimoteó. Respuestas simples de niño de seis años e.e

-         ¿Qué es lo que hiciste, bebé? – le animé, acariciándole la cara.

-         Me porté mal en la tienda – matizó, y ahí ya tuve una idea más clara de lo que podía haber pasado. Le di un beso.

-         Bueno, ya no estés triste. Yo sé que Ted ya te ha perdonado.

-         ¿Tú crees? Es que…- se mordió el labio- es que me dio en el culito…. tuve que enfadarle mucho….- concluyó, con un puchero.

-         Mmm. Yo no creo eso, campeón. No creo que se enfadara mucho. Pero es tu hermano, y te quiere casi tanto como papá, y quiere enseñarte a hacer las cosas bien.

-         Me dijo que me quería – me confesó, en tono de quien cuenta un secreto muy importante.

-         Ah, ¿y lo descubres ahora? ¡Pero eso ya lo sabía yo! Tu hermano te quiere mucho, Kurt.

Me sonrió ampliamente y se movió un poco para hacerse una bolita en mis brazos, como si quisiera caber mejor. Kurt era el niño más tierno que he visto en mi vida. A veces me daba miedo que el mundo pudiera hacer daño a alguien como él. Le di varios besos y le llené de mimos.

-         ¿Ted fue muy malo contigo? – le pregunté, medio en broma, pero en verdad quería saber.

-         No me dolió –admitió, y soltó una risita traviesa - ¿Puede castigarme siempre él?

-         ¡Será caradura el bichito este! – empecé a hacerle cosquillas disfrutando casi de inmediato del sonido desinhibido de su risa.

Con nuestra risa debidos de atraer a Cole, que asomó la cabeza por la puerta del cuarto.

-         Volviste – dijo, con una media sonrisa. Se acercó y me dio un abrazo, y Kurt, al sentirse aplastado entre ambos pidió bajarse y se fue a decirles a los demás que había venido.

En seguida noté que algo le pasaba a Cole, y temí que fuera de nuevo ese compañero suyo que le acosaba. No tuve que hacer muchas averiguaciones, sin embargo, porque cuando estuvimos solos empezó a hablar de corrido:

-         Me enfadé con Ted porque me acusó de algo que no hice pero en realidad no estaba enfadado por eso sino porque vi cómo le castigabas y dejó que Kurt se fuera y tú le pegaste y me llevé a Kurt y le grité cosas feas y les dije a esos señores que no era mi hermano – barbotó.

Entendí apenas la cuarta parte de lo que me dijo, pero pude captar por su tono y su actitud que se sentía culpable por algo.

-         ¿Le gritaste cosas feas a Ted? – pregunté. Cole se estaba expresando con algo de infantilismo, pero eso lo hacía siempre que no quería que me enfadara con él.

-         Dije mentiras a esos señores.

-         ¿Qué señores?

-         ¡Los de la  tienda! Les dije que Ted no era mi hermano para que se enfadaran con él… Y Ted se enfadó…y me castigó…

Parpadeé un poco al escuchar eso. Por alguna razón me extrañó más que lo hiciera con Cole a que lo hiciera con Kurt.

-         ¿Te pegó? – pregunté con suavidad, haciendo que me mirara.

Cole asintió mirándome con los ojos más tristes que supo poner, y se encogió entre mis brazos como si quisiera desaparecer.

-         Salí corriendo llevándome a Kurt y casi le meto en problemas con esa gente, y dije mentiras…

-         Pero lo sientes ¿verdad? – pregunté, y él asintió – Y Ted ya te castigó ¿no?

Volvió a asentir y soltó un gemidito.

- No me pegues, papi. Dijiste que si nos portábamos mal tú nos castigarías a la vuelta pero no lo hagas, por fa…

Me dio algo de cosa escuchar ese tono lastimero. Le cogí en brazos y  puse la mano en su pantalón, fingiendo que le daba una palmada, pero en vez de eso le di toquecitos de cariño, como a los bebés.  Cole cerró los ojos, y al ver que no solía se relajó un poco.

-         A tu hermano le haces caso, ¿vale campeón? – le dije, continuando con los toquecitos suaves.

-         Sí, papá.

-         A Kurt no le he castigado, así que a ti tampoco, pero en la tienda hay que portarse bien ¿bueno? Ya eres grande, y puedes ayudar.

-         Sí, papá.

-         Pues ya está.  Ahora quitamos esa cara larga, o me voy a pensar que Ted ha sido muy malo contigo.

-         ¡Es que fue muy malo! ¡Quería hacerme cosquillas!

-         Ah ¿y lo consiguió? – pregunté con voz inocente. Cole no había terminado de decir que “no”  y yo ya le había quitado el zapato para acariciar las plantas de sus pies, lo que provocó que se riera.

-         ¡Tramposo, tramposo! ¡No vale! ¡Así agarrado no me puedo defender! Jajaja ¡Harry, ayúdame!

En ese momento reparé en que todos habían acudido ante el anuncio de Kurt y dejé a Cole en el suelo para darles un abrazo. Alice casi muere de alegría cuando sugerí que al día siguiente podíamos ir al zoo, como plan del sábado. La verdad es que estaba algo cansado, y que ir al zoo con todos era agotador, pero a mis hijos, y no sólo a los peques, les encantaba y llevaba un par de días en los que les podía dedicar muy poco tiempo. Se lo debía. Nos lo debía.

La sugerencia fue muy bien recibida y me abrazaron más para demostrarlo. Luego me puse con Dylan en la ducha y durante ese tiempo no hubo señales de Michael, ni de Ted. Empecé a inquietarme de verdad.

En esto escuché la puerta, y casi volé a abrir. Era Ted, que venía todo empapado. Como para liberar todos los nervios que había sentido,  hice crujir todos sus huesos de un abrazo.

-         ¿Pero dónde estabas?  ¡Estás empapado, vas a ponerte enfermo!

-         Es que llovía…

-         ¡No me digas! Pero tenías el coche….¿no?  ¿Encontraste a Michael?

-         No, papá… no le encontré….- gimió, y pude notar cuánto le desesperaba ese hecho.

-         Sube a cambiarte – le dije, temiendo que cogiera una pulmonía, y le impulsé con una palmada.

PLAS

Ted dio un respingo suave y por un segundo me sentí fatal, sin estar seguro de si debía regañarle. Pero luego volví a recordar el miedo que había pasado.

-         ¡Y otra vez me llamas antes de salir de casa! – le reproché, y le di otra palmada.

PLAS

- …Lo siento… - murmuró, a punto de llorar y se fue hacia las escaleras, pero antes de poder llegar a ellas se vio asaltado por todos los demás, que habían escuchado el timbre.

-         ¡Ted! ¡Papá nos va a llevar al zoo! – anunció Alice, entusiasmada. Ted intentó sonreír, pero le salió algo bastante triste.

-         Eso es genial, peque, pero no creo que yo vaya a ir…

-         ¿Por qué no? – preguntaron Kurt, Hannah, Alice y Cole a la vez, y lo cierto es que yo también tenía curiosidad de por qué supuestamente no iba a poder.

-         Porque estaré castigado…

Suspiré. Era tan….tan Ted… Me acerqué a él y le di un abrazo, dándome igual si le daba vergüenza que todos le vieran.

-         No, Ted…Aún no sé qué voy a hacer contigo, pero tú te vienes mañana y eso no se discute. ¿En serio me ves capaz de castigarte con eso? Sé que te gustan las salidas que hacemos, y que disfrutarás del zoo más que Alice – bromeé para hacerle sonreír, pero no lo conseguí. Volví a suspirar. – No estoy enfadado contigo… Pero estás empapado… y te fuiste…¿por qué no me llamaste? Todo bien con que se quede Alejandro, yo habría hecho lo mismo… ¿pero por qué no me lo dijiste?

-         No quería alarmarte… pensé que le iba a encontrar enseguida…. Y quería ver si podía conseguir que no le mataras…Se me hizo tarde….sabes que no me gusta conducir con lluvia así que esperé a ver si amainaba…la batería de mi móvil murió, así que no podía avisarte de que iba a tardar….y no cenaron, ni estuve en la hora de la ducha… Lo hice todo mal, ¿verdad?

Le miré a los ojos, y vi un mar de angustia en ellos. Me puse en su lugar. Reuní piezas sueltas de lo que los demás me habían ido contando e intenté ver cómo había sido su día.

-         No, Ted. Fuiste a buscar a tu hermano. Dejaste a Alejandro mientras, no como Michael que se fue sin dejar a nadie…Tal vez hubieras podido actuar de otra manera, pero no lo hiciste mal. Pero ahora sube a cambiarte que de verte tan mojado me…me…¡grrr! ¿Es que no tienes la más mínima preocupación por tu salud?

Ted subió a secarse y a ponerse ropa nueva. No se puso el pijama, creo que pensando que podía ser necesario salir otra vez a por  Michael. Su expresión seguía siendo triste y pensé que podía ser por la ausencia de su hermano.  Kurt se abrazó a él, buscando mimos, y Ted le acarició de forma distraída. Los enanos no participaban de la preocupación que comenzaba a extenderse entre los más mayores.

-         ¿Me llevarás a caballito mañana? – le preguntó Kurt.

-         Peque, ya he dicho que no creo que yo pueda ir…

-         Ted.  A veces me da coraje esa actitud… No estás castigado, ya te lo dije. Me gustaría hablar contigo bien de todo lo que ha pasado, pero de antemano te digo que no estás castigado, ni te voy a castigar de ninguna otra manera ¿bueno?

-         Aún no lo sabes todo… - murmuró, y sacó un papel de su bolsillo. – Es una multa – dijo, mientras me lo daba.

Ni miré el papel. Me quedé mirando a Ted fijamente.

-         ¿De velocidad? – susurré entre dientes.

-         No…

-         ¿De conducir borracho? – seguí preguntando, con mi enfado creciendo.

-         ¡No, claro que no!

-         De saltarte un stop, de ir por el carril contrario…Carajo, Ted…¿de qué? – insistí, tratando de no gritar. Imaginar a mi hijo corriendo algún peligro dentro del coche desataba algo que no había sentido nunca antes… Ted había tenido buenos motivos para creer que iba a enfadarme porque estaba, estaba…

-         De aparcamiento – respondió. Le miré fijamente y luego, sin poder evitarlo, me empecé a reír.  Ted me miró como si estuviera loco. - ¿Te hace gracia?

Me calmé poco a poco.

-         No… no… Van a ser cien pavos…. Cincuenta, si lo pago antes de diez días… pero pensé que habías hecho alguna burrada. Una multa por aparcar mal al lado de lo que me estaba imaginando me tranquiliza mucho. Significa que no pudo pasarte nada malo…

Ted no dijo nada, y se limitó a quedarse allí, con los hombros hundidos. Suspiré, pasé la mano por su espalda y le llevé a la cocina. Él se dejó hacer, pensando seguramente que iba a regañarle en privado.

-         Papá… por favor…. ¿puede ser en mi cuarto? O en el tuyo…. Por favor… - me pidió.

-         Ted, para ya, por favor… No te voy a castigar…

-         Pero es una multa…Por supuesto voy a pagarla… no sé cómo pero lo haré…

-         Eso está bien. Está bien que te responsabilices de eso….Escucha. Te han puesto una multa como a una persona adulta que conduce un coche y comete una infracción. Esa es la forma en la que los adultos resuelven esas cosas.  No cometiste ninguna imprudencia, no te pusiste en peligro a ti ni a otras personas, no chocaste con ningún coche… Simplemente aparcaste mal. No te voy a pegar por eso. Es evidente que no aparcaste mal a propósito. Estabas distraído, buscando a tu hermano, y no te fijaste en las señales. ¿De qué serviría darte una zurra? ¿Para que no confíes en mí otra vez, y no me des la multa?  ¿Qué podrías aprender? Sabes conducir. De hecho, conduces muy bien. No es justo que te castigue por cometer un error de ese tipo. Es como si te castigara por hacer mal un ejercicio.

Ted lo pensó un poco y debió de llegar a la conclusión de que tenía razón, porque se acercó a mí despacio, como pidiendo un abrazo. Se lo di encantado.

-         Un día difícil, ¿eh, grandullón? – le dije, acariciándole el pelo.

-         Ni te imaginas…

-         Algo me dijeron. No pensé que fueras a hacerlo con Cole…

Noté cómo se tensaba en mis brazos.

-         Yo… lo que pasa es que…

-         No es un reclamo, hijo. Sólo es que me extraña.

-         Ayer me puse como un basilisco porque Michael le pegó a Kurt y hoy…

-         Mmm. ¿Consideras que lo que hizo Kurt hoy es más grave que lo que hizo ayer? – le pregunté.

-         No. Aunque ayer tenía un motivo porque se sentía abandonado… Pero lo de hoy no fue “tan grave”….Fue un berrinche…. Un “señor berrinche”, pero no lo acompañó de insultos, patadas, y subidas a los muebles.

-         Entonces, si ayer consideraste que Michael no debió pegarle, y lo de hoy fue menos importante, ¿por qué lo hiciste?

Ted se encogió un poco, sin saber si le estaba regañando.

-         Porque… tú me dijiste que podía… que tenía autoridad para hacerlo. Ayer no. Ese es el motivo principal, en realidad. Además sabía que faltaran horas para que tú vinieras… y eso de estar esperando horas para un castigo es horrible…Y lo de Cole era…era más bien algo personal…Tenía que demostrarle que… que era su hermano, cometa errores o no… y debe hacerme caso….

-         Querías que te tomara en serio – entendí. - ¿Te sientes mal?

-         …. No me gustó hacerlo… no lo quiero repetir…. Me siento un monstruo…. Pero no creo que haya hecho mal…

-         No hiciste mal – le confirmé y le besé en la frente – Mi niño inseguro y sin autoestima. ¿Cómo puedes ser tan bueno y dudar tanto de ti mismo?

-         ¿No estás enfadado?

-         No estoy enfadado.

-         ¿Por nada?

-         Por nada – le aseguré. – Bueno, sí, por una cosa: porque te mojaras así.  ¿Qué hiciste, bailar bajo la lluvia?

-         No… pensar si  seguía buscando a Michael o si volvía…. Decidir si me iba a los barrios bajos o…

No le dejé terminar. Le separé un poco y le miré muy serio.

-         Llegas a hacerlo y ahí si la tenemos, ¿me oyes? No quiero que vayas allá.

-         Va-vale – respondió, y cuando me quedó claro que lo había entendido, procesado y aceptado le volví a sonreír.

-         ¿Qué tal el primer día de natación? – le pregunté, y me empezó a contar por ahí, y siguió con el resto de la tarde. Ted sabía ser muy detallista, y casi sentí como si no me hubiera ido. Me comentó que Kurt había dicho que quería ir a ballet, pero que no sabía si iba en serio. Mmm. No supe qué pensar al respecto, pero luego entendí que no tenía que pensar nada: que no haría bien en reprimir a mi hijo sólo por pensar que era una actividad más bien femenina. Me vino a la cabeza la película de Billy Eliot.

Noté que llegado un punto se avergonzó y se quedó callado, para luego continuar hablando muy deprisa.

-         Espera, espera…. ¿qué me estás ocultando? – protesté.

-         Na-nada…

-         Ted… casi siento el calor que desprendes…. ¿qué te da tanta vergüenza? – insistí. Como no soltaba prenda le hice unas pocas cosquillas en el costado - ¡Jooo! ¡Quiero saber!  ¡Ahora voy a morirme de curiosidad!

Ted sonrió un poco y ese gesto me alegró la noche, porque no soportaba verle tan apagado.

-         Es que… me encontré con Agus… y me dio un beso. – me dijo, muerto de vergüenza.

-         ¡Oh! ¿Pero un “beso” o un “beso, beso”? -  indagué.

-         Cotilla….

-         Ahora me cuentas, jo. ¡No puedes dejarme así! – me indigné, lo que hizo que sonriera más. Supe que en verdad se moría por contarme.

-         No fue en la mejilla – matizó, y se abochornó más todavía. Me reí y me alegré por él, porque pude ver que esa chica le gustaba de verdad.

-         Mírate… hace nada ni te tenías de pie tú sólo, y ahora ya tengo que tener cuidado de que no te me vayas corriendo detrás de una mujer…

Se rascó la nunca y me dedicó una media sonrisa de lo más adorable y tímida.  Sin poder resistirme, y abusando un poco de “los límites de cariño que estaba dispuesto a tolerar”, le sujeté la barbilla y le besé en la frente.

-         Gracias por cuidar de tus hermanos.

-         Siento lo de la multa… - susurró.  – Tengo setenta dólares… Da para pagarla ¿no?

-         Sí, Ted… da para pagarla… pero escúchame…cuando los peques se ensucian la ropa, no me hace gracia, la tendré que lavar, pero sé que son niños, y eso implica que ensuciarán la ropa constantemente, y que no merece la pena enfadarse por ello. Pues lo mismo me pasa ahora…. Tener un coche en una ciudad implica la posibilidad de que tarde o temprano te pongan una multa por aparcar mal, o en doble fila, o algo de eso. Me parece bien que quieras pagarla tú, y puedes considerar que ese es tu castigo, pero no pienso enfadarme contigo. Ahora bien, si alguna vez te saltas un semáforo, conduces sin cinturón, o bajo los efectos del alcohol, o fuera de los límites de velocidad…la conversación que tendremos será bien diferente….¿estamos?

-         Sí…. Sólo por curiosidad…. ¿qué pasaría entonces? – me preguntó, y yo alcé una ceja. Esa pregunta estilo “dónde está el límite que puedo cruzar” le pegaba más a Alejandro.

-         Que te quitaré el coche por quién sabe cuánto y sentarte será cosa del pasado.

-         Glup.

-         Exacto. Glup, y no sabes cuánto, así que mejor no hagamos la prueba – le recomendé, y le rodeé de nuevo con los brazos para ir al salón con los demás.

Como por acuerdo tácito, todos nos sentamos en los sofás o en sus alrededores, a la expectativa.  Pregunté si querían cenar, pero no tenían hambre, seriamente preocupados ya porque Michael no estaba. Quise salir a por él, pero Ted me señaló, acertadamente, que no sabía por dónde buscar. Que él ya había mirado, y nada.




A la quinta o a la sexta vez que suspiré, Alejandro se acercó a mí con preocupación.

-         ¿No es ya muy tarde?  - preguntó.

-         Sí, sí lo es… Sobretodo para ir caminando… Tal vez se haya perdido…

Alejandro no dijo nada, pero se me quedó mirando. Se puso a mi  lado apoyando la cabeza en mi hombro y sorprendentemente, tras unos minutos, vi que sus ojos se llenaban de lágrimas. Me senté más incorporado y le miré bien.

-         Ey… No tengas miedo, Jandro. No le habrá pasado nada.

No me respondió, pero en lugar de eso empezó a sollozar un poquito. Estaba desconcertado, no pensé que pudiera afectarle tanto. Pero lo cierto es que yo tenía el corazón en la boca, así que entendía que él estuviera igual.

-         Mi niño… Voy a salir y voy a encontrarle, ¿bueno? Te lo prometo. Pero deja de llorar.

-         Es que….snif….se fue por mi culpa.

-         ¿Cómo puede ser eso si tú ni siquiera estabas aquí? – le pregunté.

-         Pero… pero… le dejé esa nota…. Y él…debió de pensar que…que….snif….

-         Alejandro, hijo, no te entiendo. – le limpié la cara y traté de que se calmara – Explícamelo, cariño.

-         …Te vas a enfadar mucho…

-         ¿Por qué habría de enfadarme?

De verdad que yo no entendía nada… Alejandro suspiró, tomó aire, y finalmente reunió valor, o fuerzas para expresarse.

-         Le pedí que firmara mis exámenes…. Que falsificara tus firmas….Seguramente pensó… pensó que te enfadarías mucho… Tuvo miedo y se fue.


- Alejandro´s POV -

Todos tenían la cara larga y estaban anormalmente en silencio. El reloj parecía no avanzar y de pronto avanzar muy deprisa, y en  medio de esos cambios anormales en el sentido del tiempo Michael no venía.

Me dije que él venía de un mundo peligroso, que seguro que sabía manejarse en las calles, pero eso sólo bastó para tranquilizarme un rato. Luego dejé de engañarme, y empecé a sentir miedo…y culpabilidad. Papá estaba muy preocupado y era mi culpa. Michael no volvía porque debía de pensar que se la había cargado al falsificar la firma de papá.

Cuando ya no pude más se lo dije, y noté cómo se tensaba aunque no llegó a soltarme.

-         ¿Qué exámenes? – me preguntó.

-         Los que…. me dieron hoy….Fueron tres…tres suspensos…

-         ¿Tres suspensos? ¡Joder Alejandro! ¿Es que acaso te lo propones? – exclamó.

Yo estaba sensible en ese momento, así que sus palabras me hicieron llorar un poco más.

-         No… yo…

-         ¡Tres suspensos! – siguió diciendo, como asimilándolo.

-         Sabía….snif…. sabía que ibas a enfadarte mucho, así que … le pedí que me los firmara.

-         ¿Pero a ti te parece normal lo que me estás diciendo? Traes tres suspensos y le  pides a tu hermano que falsifique mi firma. ¡Y el otro va y lo hace!

Solté un sollozo que me salió del corazón.

-         Se ha ido por mi culpa… - repetí. Si le pasaba algo, o dejaba a Ted sin hermano no me lo iba a perdonar. Papá se separó un poco  y me miró a los ojos.

-         No. No es tu culpa, y la verdad, dudo que se haya ido por eso.

-         Snif… ¿tú crees?

-         Si no, no te los habría firmado – dijo, y me relajé un poco -  Pero sigues estando en un lío que….Estás en tantos problemas…

Gimoteé.

-         No seas muy malo…

Sé que soné infantil, pero sabía que era mi mejor carta. Solo que aquella vez no funcionó…

-         Lo voy a ser.  Lo que has hecho… Mira Alejandro, ahora estoy demasiado cansado y preocupado…

-         Sí, ya me extrañó que no me gritaras… - comenté.

-         No tires de la goma. Te has pasado. Mucho. Y en cuanto aparezca Michael vamos a hablar seriamente.

-         ¡Pero no llegué a presentar tu firma! Y te lo he dicho ¿no?

-         Sólo porque te sentías culpable. Eso no cambia que suspendiste tres exámenes y le pediste a tu hermano que me falsificara.  ¡Y la verdad, Alejandro, harías bien en estar callado y en no hacerme hablar, porque te recuerdo que el chico al que has pedido que reproduzca mi firma es un exconvicto en rehabilitación!

Eso me pareció un golpe bajo. ¿Me estaba acusando de llevar a Michael por un mal camino? ¡Pero si él no necesitaba mi ayuda para eso!

-         ¡Le pedí que imitara tu firma, no que falsificara el Guernica! – me quejé.

-         ¡Basta, Alejandro! Cualquier otra cosa que no sea “lo siento” será una metedura de pata por tu parte.

-         ¡Total ya estoy muerto! – me quejé.

-         No, no estás muerto  - sorprendentemente, me acarició la mejilla con mucho cariño – Tu trasero sí, pero tú no.

Me ruboricé mucho.  Papá suspiró.

-         Me gustaría que pensaras antes de actuar, cariño… No creas que quiero estar castigándote cada poco…

-         No fue tan grave…

-         Si sigues suspendiendo repetirás curso. ¿Quieres eso? Te he visto sacar buenas notas. Si estudias puedes hacerlo. ¿Es que tengo que estar detrás de ti para que seas responsable?

-         Si yo estudié… Pasa que me tienen manía… - me justifiqué. Papá ni se molestó en contradecirme.

-         Y pretendías engañarme. Hiciste que Michael firmara en mi nombre.  Es como si no valoraras la confianza que te tengo.

Esas palabras escocieron. Mucho.

-         ¡Métete la confianza donde te quepa!

No lo vi venir. En el momento de decirlo, pensé que papá me iba a cruzar la cara, pero ese no era su estilo. En lugar de eso tiró de mí y me tumbó un poco, y en seguida sentí una ráfaga de cinco fuertes palmadas.

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS

Todo se quedó en silencio. A mis hermanos ni se le oía respirar. Yo sabía que lo habían visto, pero para ser sinceros la vergüenza no estaba entre mis prioridades. Me preguntaba si iba a haber más, pero papá hizo que me incorporara. Me sobé un poco.

Me quedé en silencio, esperando a que dijera algo, pero  papá no dijo nada. Los segundos pasaron, el ardor de mi trasero también, pero el temblor del músculo de mis labios no….

-         Lo siento, papá… - susurré. Entonces me abrazó, como si hubiera estado esperando a que yo lo dijera para hacerlo.

-         Y más que lo vas a sentir… Pero eso será después… Ahora tengo que ver si llamo a la policía…

Papá lo dijo con desagrado, como si coger el teléfono fuera una idea que no le gustara.  Me alarmé un poco cuando le entendí: si avisaba a la policía de que Michael no aparecía podían tomarlo como un intento de fuga del resto de su condena como colaborador policial.


- AIDAN´S POV -


Una parte de mí sólo pensaba que ojalá  la teoría de Alejandro fuera cierta. No es que me hiciera feliz que Michael se fuera por miedo a mi reacción ante una cagada, pero al menos si era por eso no era… porque no estuviera a gusto allí.  Uno ya tenía que considerar todas las opciones. Parecía evidente ya que Michael no se había ido a dar una vuelta y me asustaba pensar que no quisiera volver…

En realidad, dudaba que se hubiera ido por los exámenes de Alejandro. Tres suspensos… Grrr…. Normalmente me hubiera enfadado muchísimo más, pero estaba tan preocupado por Michael que tres suspensos me parecieron de pronto una nimiedad. En cuanto a lo de la falsificación, no quería pensar mucho en eso. No era momento de enfurecerme. Todos estábamos  angustiados por Michael y esa tenía que ser mi prioridad.

-         Papá, no llames a la policía… - dijo Alejandro. Había vuelto a apoyarse en mí y le acaricié el brazo.

-         Está tardando mucho….

-         Pero puedes meterle en un lío…

-         Puede salir a la calle…No tiene arresto domiciliario… Sólo es un adolescente que trasnocha – dije.

-         No. Es un adulto con antecedentes y una condena que cumplir…

Sabía que Alejandro tenía razón, claro. Pero no podía quedarme simplemente sin hacer nada.

Miré la cara de mis hijos. Estaban todos tan serios y tristes… Los pequeños incluidos, por contagio.  Decidí tratar de animarlos.

-         Alejandro no es el único que está en problemas ¿eh? – dije, en falso tono de enfado. Me miraron desconcertados. – Hay alguien ha hecho algo muy malo esta tarde.

-         Pero si nos hemos portado bien – protestó Zach, y levantó las manos en señal de inocencia - ¡A mí no me mires que estuve estudiando toda la tarde! Sólo se metieron en líos los enanos, y Ted ya les castigó…

-         Ah, pero no. Hubo alguien más. Alguien que decidió que estaba bien coger mis cosas y usar mi cuenta de twitter.

Las caras generales fueron de asombro. Únicamente Barie se puso muy rígida, y eso ya me dio una pista de quién había sido. Miré a Madie también, porque solían actuar de a dos, y vi que estaba intentando disimular.

-         Entonces ¿quién fue? – pregunté, y nadie respondió. - ¿No me lo decís? Está bien… tal vez deba dejaros a todos sin móviles y ordenador hasta que salga el culpable – seguí, intentando estar serio. Ted me miró con  curiosidad, creo que dándose cuenta de que no estaba molesto de verdad, Pero Harry, Alejandro, Zach y en general el resto empezaron a protestar.

-         ¿Qué? ¡No! ¿Y qué culpa tengo yo, si yo no he sido? – protestó Harry.

-         Alguien tuvo que ser.

Entonces, Barie cerró los ojos y se puso de pie. Se acercó a mí despacito…

-         Fui yo, papá… Me metí en tu cuenta de twitter para hablar con Holly… - confesó.

-         ¿Y te parece bonito? ¿Crees que está bien usurpar la identidad de los demás?

-         No fue con mala intención….Es que…. yo….Quería…

-         Sé muy bien lo que querías. Leí los mensajes – dije, y tiré de ella hacia mí. Soltó un gritito, creo que esperando que la pusieran mis rodillas ahí mismo, pero en lugar de eso la abracé – Y tengo que darte las gracias. He quedado con ella mañana.

-         ¿De verdad? – preguntó, con una sonrisa enorme.

-         Sí, de verdad. Pero eso de meterse en mis cuentas está muy mal, ¿eh? – dije, y la hice cosquillas. Empezó a reírse y  me abrazó del cuello.

-         Fue por una buena causa. – me dijo.

-         Entonces… ¿vas a salir con ella? – preguntó Maddie. La atraje hacia su hermana y hacia mí, para unirla al abrazo.

-         Digamos que… voy a volver a verla.

-         Perdón, ¿salir con quién? ¿Qué nos estamos perdiendo? – preguntó Zach.

-         ¡Una mujer maravillosa! – dijo Barie.

-         Una periodista que papá conoce… - dijo Maddie.

Empezaron a hablar todos a la vez, como pidiendo más detalles, y yo dejé que Barie, Madie y Ted hablaran por mí con el resto. Les observé divertido, y me fijé en sus caras. No todos parecían contentos con la noticia…

Igual, yo sabía que aquello de empezar a salir con alguien a mi edad, y con mis hijos, era un absurdo… una locura. Pero al mismo tiempo quería ver a Holly otra vez, y no podía ignorar lo que sentía. Tenía muchas ganas de cenar con ella al día siguiente…

Pero…¿con quién iba a dejar a todos?  Bajé de la nube al momento.

-         ¡Tiene que ser una broma! – dijo Alejandro, algo molesto. Él era de los que no veían con buenos ojos aquella noticia.

-         No te preocupes, que igual no voy a salir con ella…

-         ¿Qué? ¿Por qué no? – protestó Barie.

-         Porque no tengo con quién dejaros… No Ted, no digas nada… No puedo seguir cargándote a ti, hijo.

Ted puso una mueca. Sé que quería contradecirme, pero al mismo tiempo había tenido suficiente con aquellos dos días. Entonces su cara se iluminó.

-         ¿Y si tuviera ayuda? – me dijo. Le miré sin comprender – Ya sabes,  ya que tú vas a tener una cita…

-         …no es una cita…

-         …. igual yo puedo tener otra. Puedo pedirle a Agus que venga. Creo que le gustan los niños, puede ayudarme con Geografía que tengo un examen dentro de poco, y con su ayuda será más fácil ocuparme de todo.

Lo pensé un rato. Dejar que la novia (o el proyecto de) de tu hijo adolescente vaya a tu casa cuando tú no estás no parece muy inteligente, pero si ese adolescente es Ted la cosa cambia un poco. Me fiaba bastante de él, y además no haría nada con todos sus hermanos allí… Podía ser una oportunidad para que avanzara con aquella chica y al mismo tiempo yo podría conocer más a Holly…

-         Está bien. De todas formas lo hablamos luego ¿bueno? Aún tengo que ver dónde se metió…

Antes de poder decir “Michael”, me interrumpió el sonido del teléfono. A esas horas no era esperable ninguna llamada. Caminé hacia el teléfono algo nervioso.

-         ¿Dígame?

No estaba preparado y jamás lo estaría para escuchar la voz que me respondió.

-         Hola, Aidan. Creo que se te ha perdido un hijo – dijo la voz de Andrew.

Casi se me cae el aparato. Casi me caigo yo. De pronto, mis piernas eran de gelatina.





N.A.:  Este capítulo viene siendo algo más corto de lo acostumbrado [¡¡aunque fueron más de 8 mil palabras!!] pero es que estoy mal de tiempo no, sino lo siguiente. Escribo sólo al volver de la biblioteca, donde paso todo el día, y vuelvo cansada, por lo que voy muy lenta e.e


10 comentarios:

  1. :O wow Dream
    Te quedo lo que le sigue de genial el capitulo!! Me encanto en verdad :)
    Es tan.. tan Ted jajaja eso me dio risa y aww :3 Aidan saliendo con Holly <3 wow mujer cada dia te luces mas con los capítulos :D aunque sabes? Ya no tengo uñas jeje donde esta Michael? Con Andrew? Que pasara a continuación?
    Esperare con ansias el prox capitulo y respecto a lo de la biblioteca Gracias por regalarnos esta tamaña historia aun con el cansancio y el poco tiempo que deja la vida universitaria. Eres genial
    P.d Alejandro <3 mocoso desastroso ojala su padre no sea tan severo con el jeje que se lo merece, pero es que es tan dulce ok no
    Saludos :D

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  2. Joooo ...que bueno has dejado la historia Dream..... ansió la continuación.... suerte en la Uni, paciencia

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  3. OMG ... OMG ...!!! Andrew, no me lo creo ... que hace Michael con ese tipo ??? por otro lado me encanta que Aidan salga con alguien, algun respiro tiene que tener jeje , bueno ahora que pasara con Alejandro???

    Love Ly

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  4. No seas mala que pasa luego x FA,buaw

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  5. Haa pero com… que pasó con Michael y que tiene que ver Andrew en todo ha ya quiero ver como se las apañan Agus y Ted y sobre todo la cita de Aidan se pone cada vez más y más interesante

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  6. esta historia esta genial Dream
    Me gusta mucho y mira es increible tu si nos dasmucho que leer jeje y eso me encanta
    Quiero saber que sigue porfaaaa

    estrella

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  7. me comere las uñas hasta la proxima actualizacion que pasara con michael y andrew esta historia esta que arde

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  8. Woo Jajajajaja no importa lo largo sino el contenido y te haz lanzado una buena bomba Jajajajaja.....

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  9. Pues si escribes así cuando estás cansada, procura no relajarte mucho. Jeje, es broma. Espero que te aproveche el tiempo de biblioteca

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  10. AHHHHHHh como lo dejas ahí... maldita UNI ROBA TALENTO GRUUUU... mi podre Alejandrito y Michael se quedaran sin traseritos

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