Páginas Amigas

viernes, 26 de septiembre de 2014

CAPÍTULO 14: COMPRAS



CAPÍTULO  14: COMPRAS

En el coche, camino al centro comercial, Héctor se dedicó a observar a los dos niños. Se arrepentía un poco de su actitud con Tizziano. Las acciones del niño habían estado motivadas por un profundo temor a que le dejaran solo. Que le hubiera dado una patada no había estado bien, pero a Héctor no le había gustado nada empezar el día con tantas lágrimas. Tizziano aún parecía un poco triste.

Sin embargo, cualquier rastro de tristeza desapareció cuando llegaron a la tienda. Era un lugar grande, un conglomerado de varios locales de diferentes marcas y tenía de todo. En cuanto salieron del coche Tizziano se pegó a un escaparate de una tienda de deportes.  Héctor sonrió, sin perderle de vista mientras concretaba con su chófer la hora a la que tenía que recogerles.

Se acercó a él con Clitzia pegadita a su lado. Ella no parecía dispuesta a acercarse a ningún sitio sola.

-         ¿Qué miras?

-         Esa raqueta. Es rara. No es de tennis ¿verdad?

-         No, creo que es de badminton o algo así.

-         ¿Cómo se juega a eso?

-         No estoy seguro – admitió Héctor.  - ¿Te gusta el deporte?

-         El fútbol no. El baloncesto un poco. El tennis me encanta.

Héctor sonrió, y lo apuntó como dato importante.

-         ¿Sabes que en casa tengo una pelota firmada por Rafa Nadal?

-         ¡Mentira! – exclamó Tizziano, prestándole de pronto toda su atención. - ¿De verdad?

-         Ahá. He ido a ver algunos partidos. Os llevaré al próximo que tenga entradas disponibles.

Tizziano le sorprendió al abalanzarse sobre él, agarrándolo de la camiseta con muchas ansias.

-         ¿Lo dices en serio?  No juegues con eso…

-         Lo digo en serio, Tizziano. Ir a un partido solo es muy aburrido. Me encantará ir con vosotros.

Héctor creyó, a juzgar por la expresión del niño, que en ese momento había alcanzado el Nirvana, o algún tipo de estado de felicidad total. Sonrió, contento porque hacerle feliz fuera tan sencillo.

-         Pensaba ir primero a las tiendas de ropa, pero visto que me va a costar separarte de éste escaparate… ¿quieres que entremos? 

-         ¡Sí, si, si si si si si si si si si!

-         Con un sí bastaba  - rió Héctor, y entraron.

Aquello era muy grande. Estaba lleno de estanterías con balones de diferentes marcas, deportes y tamaños. Casi todos los deportes existentes estaban representados.  Tras observar a los dos niños, Héctor decidió comprar una pelota de baloncesto, dos raquetas y pelotas de tennis pensando en Tizziano, y un aro y un equipo de voleibol pensando en Clitzia. Iba a descartar el fútbol ya que Tizziano había dicho que no le gustaba, pero entonces vio que Clitzia se fijaba en unos guantes de guardameta.

-         ¿Te gusta el fútbol? – preguntó.

-         Me gusta ser portera.

Héctor escogió un equipo de fútbol también. Al final cogió un carrito y metió todo lo anterior más unas botas de taco y dos pares de deportivas.

-         Mmm. Chicos, venid aquí. Tengo que ver si he acertado con la talla.

-         ¿Eh? ¿Qué es todo eso? – preguntó Tizziano.

-         Es para vosotros.

La expresión de incredulidad de los niños era casi exagerada. Héctor pensó que ya habían asumido que iban ahí para comprarles cosas. ¿Acaso habían creído que sólo iban para mirar? Por lo visto, sí.

-         ¿Para mí?  - susurró  Clitzia.

-         Pero… pero…

Los ojos de los niños brillaban. Era difícil decir si con emoción contenida o con ilusión.

-         No necesitamos esto… - dijo Tizziano. – No tienes por qué…

-         Pero quiero. ¿Hay algo más que os gustaría tener de esta tienda?

-         No hace falta que compres nada, en serio…

-         Asumid que voy a hacerlo igual.

-         Pero….

-         Por cada objeción que pongáis añadiré una cosa al carro – sentenció Héctor.

-         No hace falta que…

-         Listo, este equipo de pin-pon se viene.

-         Héctor escucha, no….

-         Y éste boomeran.

El que estaba protestando era Tizziano. Clitzia estaba muy callada, mirando el aro y las deportivas. De pronto se abrazó muy fuerte a la cintura de Héctor.

- Gracias – susurró.

-         No hay por qué, calabacita. Voy a encargarme de que no os falte nada. Vamos a dejar el centro comercial sin existencias.

Héctor se dirigió a la caja para pagar la compra en la tienda de deportes, y luego pensó cuál debía ser el siguiente paso.

-         Será mejor que vayamos al coche a dejar las bolsas para no entrar en otra tienda cargados. Con suerte Violeta lo habrá dejado aparcado y estará por aquí dando una vuelta.

Efectivamente, el coche seguía en el aparcamiento, así que dejaron las bolsas allí antes de volver a entrar. Esa vez Héctor les llevó a una tienda de ropa juvenil.

Al principio iban juntos mirando cosas, pero tras volver de los probadores enseguida notó que los niños se iban separando y pensó que estaba bien, que ya eran adolescentes y que podían desenvolverse solos en una tienda. Sin embargo al poco rato empezó a oír a una encargada despotricar contra algún cliente, y al mirar hacia allá se encontró con una estampa que no le gustó nada, protagonizada por los dos niños a su cargo.

En honor a la verdad, hay que decir que no les dio ningún tipo de aviso de seguridad o comportamiento. Quizá hubiera estado bien fijar un punto de encuentro por si se perdían, pero no pensó en esos detalles por falta de práctica. En cualquier caso, lo que jamás hubiera podido pensar es que fuera necesario decir: “no se desnuda a los maniquíes ni se les desmontan los brazos”.

Voló hacia allá y se deshizo en disculpas con la empleada, a la vez que regañaba a ambos niños.

-         ….No sabe cuánto lo siento…¡pero cómo se os ocurre!….no volverá a pasar….Ay que ver, vaya ideas…¡dejad eso donde estaba ahora mismo!

Héctor estuvo seguro de que el único motivo por el que no les habían echado de la tienda era que llevaba dos cestas bien llenas de ropa algo cara. Es decir, que vieron que tenía dinero y estaba dispuesto a gastarlo allí. Compró la ropa y salió de allí totalmente avergonzado.

Una vez fuera se paró delante de ambos niños, que miraron al suelo como arrepentidos.

-         Pero bueno ¿qué fue eso?

-         Parecía divertido…Tenía…un tercer brazo…. – musitó Tizziano.

-         ¿Un tercer brazo? ¡Un tercer cerebro te haría falta a ti, ya que con el derecho y el izquierdo no te basta!  - gruñó Héctor. Luego pensó que aquello quedó muy rudo y descalificativo, así que trató de suavizarlo. -  De verdad… cómo sois… No podéis hacer algo como eso ¿entendido? Ahora vamos a ir a una tienda de tecnología y no podéis tocar ni romper nada ¿estamos?  Hablo en serio.

-         Sí, Héctor.

-         Sí, Héctor.

-         Bien.

Repitieron la operación de ir al coche a dejar lo ya comprado, y a Héctor no le gustó ver a los dos niños cabizbajos y serios. Quería disfrutar con ellos de un día de compras, y no que estuvieran tristones todo el día sólo porque les había regañado un poco.

-         Vamos, afuera esas caras, no fue para tanto. Sé de dos niños que van  a salir de aquí con un móvil y un ordenador ¿no queréis eso?

Héctor pronto aprendería que había niños en el mundo a los que no se les podía consolar a base de cosas materiales, pero aquello fue lo bastante sorprendente como para que Tizziano y Clitzia abandonaran su tristeza por un segundo.

-         ¿Un ordenador? ¿Nosotros?  - preguntó Tizziano, sin creérselo.

-         Uno cada uno, y un móvil. Vamos, entrad, tenemos que elegir bien cuál queréis.

-         Pero… son muy caros.

-         Eso no será un problema.

-         ¿Por qué lo haces? – insistió Tizziano.

-         Porque quiero y puedo.

Entró con ellos en la tienda y todavía iban poniendo objeciones. Clitzia se unió a su hermano en una protesta sin sentido ante el hecho de que quisiera comprarles cosas. Aun no habían asimilado que a partir de entonces Héctor iba a comprarles todo lo que necesitaran y más.

Poco a poco dejaron de quejarse, al ver que la opinión de Héctor no cambiaba, y observaron todo a su alrededor quedando fascinados. Clitzia prácticamente se pegó a una televisión de plasma gigante, pero era más pequeña que la que Héctor tenía en casa.

-         No chicos, eso no se toca – dijo, cuando empezaron a encender y apagar los televisores. – Que no se toca – insistió.  Se separaron de ahí y los tres comenzaron a buscar portátiles.

Héctor se fijó en uno muy fino, pero tuvo miedo de que fuera demasiado frágil. Para cosas finas podría comprarles una tablet más adelante. Mejor que el ordenador fuera un poco resistente.

-         Qué opinas, Cli, ¿éste te gusta?  ¿Clitzia?

Miró hacia todos lados, pero los chicos habían desaparecido. Tuvo un mal presentimiento y justo después escuchó un “CRASH” muy estruendoso. Luego varios más. Giró la cabeza en dirección al sonido y vio como una pila de televisiones se venía al suelo, con Clitzia y Tizziano justo debajo. Por suerte otro cliente que estaba más cerca les apartó de la trayectoria de los aparatos.

Se escucharon varios gritos y Clitzia lloró un poco por el susto. Héctor voló hacia ellos, pero le interceptó un encargado con malos humos. No dijo nada, simplemente vació su cartera delante de él y le dio una de sus muchas tarjetas de crédito.

-         Supongo que esto lo cubrirá – barbotó Héctor, y fue con los niños.

-         ¡Héctor! - exclamó Tizziano, algo asustado por el follón que se había armado.

-         Os dije que no se tocaba ¿os lo dije o no? – gruñó más enfadado de lo que había estado en su vida. Se había asustado mucho al pensar que pudieron hacerse daño. Y el desastre que habían armado era simplemente desproporcionado.

Sin meditarlo mucho, llevado por el miedo y el enfado, le dio dos palmadas a Tizziano, y cuando pretendió hacer lo mismo con Clitzia, ella se echó a llorar muy asustada. Los dos niños echaron a correr, y Héctor se quedó allí en medio de aquella tienda, bajo la acusadora mirada de clientes y trabajadores, que le culpaban a él de aquél caos de cristales rotos.

7 comentarios:

  1. Woww ya se lo digo mucho pero es que de verdad cada historia que leo me ENCANTA ya tenía que no actulizabas esta historia.
    Héctor no debería enojarse con los chicos que parecen niños pequeños queriendo aprender tocando todo aunque eso de practicamente destruir la tienda ufff si esta pesado pero ahora que pasará a donde se fueron los chicos que salieron huyendo del lugar y que hará Héctor cuando los pille son muchísimas preguntas las que me surgen porfa no tardes tanto con esta historia en un ratito libre que tengas siiii

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  2. este capi fue muy bueno por fis actualiza pronto no nos dejes con la duda ¿ como fue que se cayeron todos esos televisores? ¿a donde fueron los chicos?¿ le alcanzo con las tarjetas para pagar el costo de lo que se rompió? ve tengo dudas por fis actualiza pronto siiii

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  3. :O wow que niños!! Jejeje me acabo de enamorar de ellos :3 pido ser tu tía o madrina o algo así <3 y ahí Hector Hector creo que al paso que va se volverá athleta por tanto correr tras sus niños xD ammm ya quiero saber que pasara en el siguiente capi
    Mujer de verdad eres una genia de escritora
    Saludos :3

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  4. wauuuuuuu increíble ya me imaginaba los tv plasmas cayendo uno tras otros, pobres chicos no conocen y todo quieren tocar <3

    pobre Hector tendrá que hacer running todos los días porque los pequeños les gusta correr

    me gusta esta familia dream los peques parecen gatitos asustados <3

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  5. Espero que mis hermosos nios no sean culpables de esa catastrofe, si lo fueran quizas la gente no miraria enojado a Hector, pero si lo son por favor apiadate señor de la imaginacion y los dedos que escriben que a DReangirl no se le ocurra dirigir ni aun solo dedo de Hector en el trasero de mis chiquitines sobre todo a mi malcriadito, por favor, por favro, por favor

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  6. wiiiiii ya tenía mucho que no actualizabas esta historia!!
    Pero lo volviste hacer me encanto!!
    pero estoy como todas, con muchisimas dudas.....
    Porfis no tardes mucho siiii????

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  7. :D Dream cuando volveremos a leer de estos adorables pequeñitos... cuando sabremos sus secretos

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