Páginas Amigas

sábado, 4 de abril de 2015

CAPÍTULO 42: CELOS Y MUJERES


CAPÍTULO 42: CELOS Y MUJERES

-         Papá, ¿qué es una “postituta”?

-         ¿Qué? ¿Dónde has oído eso?

Papá dejó el plato que estaba fregando y me dedicó toda su atención.

-         A ti. Por teléfono. Cuando llamabas a la tienda de bebés para que trajeran a mis nuevos hermanitos.  – le dije.

Yo tenía cinco años y papá había intentado explicarme que nuestra pequeña familia iba a crecer, con dos hermanitos más.

La madre de los gemelos era prostituta, y papá lo mencionó en alguna de sus muchas llamadas telefónicas en las que buscaba cerciorarse de que los bebés aún por nacer no iban a estar contagiados del SIDA que sí tenía su madre. El momento más peligroso era el parto, porque antes de eso la placenta les protegía del contagio, pero papá no dejaba de preguntar, como si por preguntar las cosas fueran a cambiar.  Yo le escuché en alguna de esas ocasiones y me quedé con la palabra, cuyo significado desconocida. Había oído antes el insulto “puta” pero no el tecnicismo.

-         Esa palabra no se dice, Ted – respondió papá, retomando la limpieza de los cacharros como si nada. Pero yo era un niño curioso y no iba a rendirme tan fácil.

-         ¡Pero tú la dijiste! ¿Qué significa?

-         Es una palabra de gente mayor, Ted. Se usa para hablar de una mujer que ha hecho cosas malas. Pero a veces no es su culpa. Es una palabra muy complicada.

-         Una niña de mi clase rompe los juguetes de los demás. ¿Es una “postituta”?

Papá me echó una de las miradas que desde bien pequeño significaban que estaba en problemas, pero luego se relajó un poco. Creo que estaba pensando si yo estaba repitiendo la palabra por desobediente o qué, pero mi pregunta dejó claro que no le había entendido.

-         No Ted. Te lo explicaré cuando seas mayor. Ahora no lo repitas más, ¿entendido?

-         ¿Qué clase de cosas malas hace una “postituta” entonces? – insistí. Entendía que esa palabra era muy importante, y que tenía mucho que ver con mi familia. No me gustaba no conocer lo que significaban las palabras, y papá por lo general siempre me las explicaba, pero esa vez no y no me gustó nada.

-         Basta, Theodore. Papá se está enfadando.

-         Si una mujer no se come las verduras, ¿entonces es una “postituta”?

-         Dije que basta. No quiero volver a escucharte esa palabra, ¿eh? Es tu última advertencia.

-         ¿Y si un chico es malo también es un “postituta”?

Creo que Aidan se dio cuenta de la que había armado con aquella definición improvisada e imaginó que me tendría repitiendo la palabra para siempre, así que decidió cortarlo de raíz. Me cogió del brazo y me dio un azote. Mirándolo con perspectiva, las palmadas que me daba de pequeño no dolían en absoluto, pero el hecho de saber que estaba enfadado era lo peor del mundo para mí.

PLAS

-         ¡Ai! ….snif…snif….bwaaaaa

-         Si papá dice que no se dice es que no se dice – me regañó, pero luego me dio un beso y me limpió las lágrimas.

Había muchas cosas de mi infancia que yo no recordaba, pero eso no se me iba a olvidar, porque esa palabra marcó muchas cosas en nuestras vidas. Tiempo después averigüé lo que significaba y sobretodo, la relación que Andrew mantenía con ellas. Entendí también que para papá –y seguramente tuviera razón- las prostitutas eran víctimas y los verdaderos culpables eran personas como Andrew, que hacían de las mujeres un mero objeto de placer.

Mi padre biológico me había marcado más de lo que a mí me hubiera gustado. Me había enseñado muchas cosas, a pesar de no haber estado nunca presente: me había enseñado todo lo que no quería ser, ni hacer. Por eso mi relación con las chicas era un tanto peculiar. Había crecido sin mujeres en mi casa, y tenía miedo de que… de que Aidan me juzgara si hacía lo que hacían otros chicos de mi edad. De que pensara que yo era como Andrew.

Me había dado miedo besar a Agustina delante de papá. Había creído que se enfadaría, o que me daría un discurso moralista. Mi mayor temor era que me comparara con Andrew, y me dijera que diecisiete años eran pocos para andar besando a una chica. Una parte de mí pensaba que eso nunca pasaría, que papá era controlador, pero no tanto. Sin embargo otra sabía que Aidan se sentía incómodo con ciertos temas, que no dejaba que nadie le tocara, que nunca le había visto con una mujer y que aunque habíamos hablado de sexo y todo eso, casi siempre era con eufemismos, como si fuera algo malo de lo que había que esconderse. Había temas entorno a las relaciones sentimentales en los que yo tenía una opinión firme, y otros en los que estaba muy confundido, pero siempre me había dado corte hablarlo con él. El miedo que papá tenía al contacto físico de alguna forma me lo había trasmitido, pero en otro sentido. Era como alguien que tiene miedo a comer carne delante de un vegetariano, por miedo a ser juzgado. Si el vegetariano en cuestión es la persona más importante de tu vida, normal que tengas miedo.

Pero papá no solo no se enfadó, sino que creo que de alguna forma me dio su bendición, si es que puede llamarse así… Me deseó que fuera feliz con ella. Y me dijo algo que coincidía mucho con lo que yo pensaba en mi interior.

Quería hacer las cosas bien con Agus. Ella no era un ligue, o alguien con quien pasar el rato. Quería conocerla a fondo y ver si podíamos construir una relación sólida…. La quería.

Ella también debía quererme al menos un poquito, porque se pasó toda la mañana conmigo en el hospital.  Se ocupó de mantenerme distraído para que no pudiera pensar en mis piernas inútiles, y creo que en cierta medida me ayudó a no perder la cabeza. 

Agustina era la persona a la que quería besar durante toda mi vida.


- AIDAN´s POV -


Cuando en el pasado había traído alguna niñera, las caras de mis hijos al recibirla solían ser las de un guerrero cuando ve su nuevo objetivo a abatir. Especialmente, los más mayores.

Aquella vez, sin embargo, fue más o menos el efecto contrario. Mis hijos pequeños pusieron morros al entender que les iba a dejar con aquella desconocida que estaba en la puerta, y mis hijos mayores… mis hijos mayores sonreían como idiotas, pensando con el cerebro que tenían entre las piernas.

La niñera que la agencia había enviado tendría veintidós años como mucho, era alta, delgada, rubia, y como mínimo usaba una talla cien de sujetador. Era bastante más que atractiva, y Michael, Alejandro, Harry y Zach parecían zombies babeantes frente a una pieza de carne.  Lo de Michael y Alejandro casi no me sorprendía, pero darme cuenta de que mis niños de trece años eran ya plenamente adolescentes fue como un mazazo.

-         Buenos días, me llamo Olivia…. ¿es esta la casa de los Whitemore? Me dijeron que necesitaban una niñera….

-         Sí, sí, esta es. Pase. Soy Aidan, Aidan Whitemore.

La guié hasta el salón y la ofrecí asiento en el sofá. Antes de dejar a las personas más importantes de mi vida con ella, tenía que saber si podía fiarme.

-         Tiene una casa muy bonita, señor Whitemore. – comentó Olivia. Se la veía muy cohibida porque mis hijos no dejaban de mirarla fijamente.

- Gracias. Tengo unos hijos muy indiscretos, también.

La chica sonrió un poco, y mis hijos se ruborizaron. Eso sirvió para que nos dejaran un poco de espacio. Carraspeé un poco y dado que el tiempo jugaba en mi contra, decidí ir al grano.

-         ¿Alguna vez has tenido que cuidar de tantos niños a la vez? 

-         Tiene once hijos ¿verdad? Eso es lo que me dijeron.

-         Sí, pero tú solo estarías a cargo de diez. Bueno, en realidad, de cinco. Voy a suponer que los que tienen doce o más pueden cuidarse solos… De todas formas tendrás que echarles un ojo también…o dos….o cuatro, si los tienes.

Olivia sonrió un poco.

-         Nunca he tenido a diez, pero una vez me dejaron a cargo de ocho. Y he trabajado en algún campamento, así que sé lo que es estar con muchos chicos a la vez.

-         Bien, bueno, eso me tranquiliza….. Si pasa cualquier cosa este es mi número….y esta es una lista de cosas a tener en cuenta….por ejemplo que Hannah es alérgica a los frutos secos, y …te hablaron de Dylan ¿verdad?  Michael es diabético, pero él es mayor ya. Él y mis hijos mayores te echaran una mano, aunque si no tienes cuidado, te la echarán al cuello.

-         Seguro que son buenos chicos.

-           son, pero saben montarla, también. Tengo que irme. Muchas gracias por esto. En principio es hasta las siete, como acordamos, pero si me retraso por algo te pagaré las horas extras.

-         Vale, no se preocupe, señor Whitemore…. Y espero que su herma…su hijo se ponga bien.

-         Gracias. Yo también lo espero.

Les di un beso a todos, y me fui al hospital con Ted, tras dejar algo de dinero para que pidieran pizza para comer. Era una forma de paliar mi sentimiento de culpabilidad por dejarles solos, además de que la comida rápida le pondría las cosas fáciles a la niñera.

Volví al hospital, y llegué a una hora en la que todo estaba muy relajado. Era antes de comer, las visitas médicas habían concluido, y algunos ingresados recibían visitas. Cuando entré en la habitación de Ted, le encontré dormido…con Agustina a su lado, abrazada a él, tumbada en su misma cama. Estuve tentado de hacerles una foto. Nunca había visto a Ted tan cómodo en compañía de otra persona.

Les observé durante un rato y experimenté una sensación extraña. En parte fue miedo: miedo ante la certeza de que mi niño había crecido y ya no iba a ser mi niño nunca más. En poco tiempo iría a la universidad y, aunque nunca habíamos hablado del tema, yo siempre había tenido en mente que iría a la universidad local, y así podía quedarse en casa con nosotros. Pero tal vez él tenía otros planes y le veía subir a un avión para estudiar a miles de kilómetros de mí. No podría forzarle a quedarse en casa si existía la posibilidad de que estudiara en una universidad mejor. Yo no tenía dinero para que todos mis hijos fueran a una buena universidad, pero por suerte no todos irían al mismo tiempo y poco a poco vería como solucionaba ese problema.

Ahora que tenía novia, una parte de mí sintió que le perdía un poco. Que en pocos años empezaría a formar su propia familia y entonces nosotros dejaríamos de ser todo su mundo. Tendría que aprender a compartirle. Comprendí mejor que nunca los celos ocasionales de mis hijos con respecto a sus hermanos: no es fácil compartir a alguien a quien quieres con otras personas.
Pero no solo tuve miedo de que abandonara el nido, sino también de que le hicieran daño. Había cosas de las que yo no podía protegerles, y un corazón roto era una de ellas.

Claro que por otro lado me alegraba de verle…feliz. Estaba pasando por momentos muy duros, y si la compañía de Agustina le ayudaba a sobrellevarlo mejor, entonces bienvenida fuera.

Decidí que tenía que despertarles. Agustina tenía que volver a su casa, la pobre llevaba allí mucho tiempo y no quería que sus padres me odiaran por entretener a su hija. Me acerqué suavemente y la apreté un poco el brazo para despertarla, pero ella tenía el sueño profundo y solo cambió de posición. Su camiseta se levantó un poco con el movimiento y entonces pude ver un moretón muy feo en su costado.

Me quedé paralizado. Quise pensar que se lo hicieron los mismos que pegaron a Ted, pero él me había dicho que no la habían tocado. Me había dicho también que no tenía buena relación con su padre, y que su situación se parecía a la de Fred. Sólo de pensar en un “hombre” capaz de hacerle daño a su propia hija, se me subía la bilis a la boca.

Una niña tan dulce no se merecía sufrir así. Si había ido a hablar con el padre de Fred para intentar mejorar las cosas entre ellos, casi con más razón tenía que hablar con los de Agus. Chasqueé la lengua y terminé de despertarla.

-         ¿Uhm? – parpadeó confundida y bostezó. Sonreí, porque se movía con gestos muy tiernos. – Oh.

-         Hola, Agus.

-         Hola, señor. – se giró para mirar a Ted, que aún dormía, y sonrió como lo hacía yo cuando les veía dormir.

-         Aidan; soy Aidan, no señor. ¿Habéis dormido bien?

Ella se ruborizó un poco, tal vez pensando que mi pregunta iba con alguna clase de reproche.

-         Yo… Ted estaba cansado, y esta cama es muy cómoda, así que al final…

-         No te estaba echando nada en cara, me parece estupendo. ¿Cómo ha estado? ¿Ha pasado algo? ¿Le duele?

-         No se ha quejado, pero algo me dice que si le doliese tampoco me lo diría. No sé por qué tiene esa absurda idea de que tiene que parecer fuerte delante de mí.

-         También lo hace conmigo – suspiré – Muchas gracias por todo, Agustina. De verdad. No sólo por quedarte con él, sino por preocuparte, y por la niñera.

-         Gracias a us…a ti, por dejar que me quede.

-         A mi hijo le gusta tu compañía, ¿por qué no iba a hacerlo?

-         …Seguro que piensa que le golpearon por mi culpa.

La miré fijamente. Era una chica lista y en esos momentos me observaba con mucha atención, para estudiar mi reacción.

-         No, Agustina…. Puede que cuando le vi llegar a mi casa todo golpeado pensase que estar contigo le hacía hacer muchas tonterías, pero en el fondo sé que no fue culpa tuya. Tú no hiciste nada, fueron esos chicos los que os molestaron. Las decisiones que mi hijo tome por estar enamorado no son culpa de la persona de quien se enamora.

-         ¿Está enamorado? – preguntó con timidez, y con una felicidad absoluta.

-         Eso tendrás que preguntárselo tú – me reí, y decidí despertarle también a él.

Ted se despertó enseguida, y se llevó la mano a la cabeza, como para comprobar que la venda seguía allí. Debía de haber soñado con lo que había pasado.

-         Hola, campeón –saludé, y me agaché para darle un beso.  Me apartó antes de que lo consiguiera, avergonzado porque su novia estaba delante. – Oye, ¿qué es eso de empujarme? Te voy a dar un beso, caray, no a contagiarte ningún germen.

Normalmente no reaccionaba tan airadamente por esos gestos de rechazo en mis hijos adolescentes, y si aquella vez lo hice supongo que tenía que ver con lo que había estado pensando sobre el miedo a perderle. Me di cuenta de que me había enfadado de la nada, porque él no pretendía ser grosero ni había sido rudo. Sólo quería parecer machito delante de su chica.

-         Lo…lo siento papá…. No te empujé…yo….perdona….

-         Está bien… perdona tú, estoy gruñón…. Me alegra ver que ya estás bien como para avergonzarte de los besos de tu padre.

Hinchó los mofletes con algo de indignación. Me reí y me agaché para darle un beso rápido antes de que me lo pudiera impedir.

-         Eso, tú pon esa cara. Seguro que eso te hace parecer muy mayor ante Agustina – me burlé, en un susurro.

-         Eres malo – protestó con voz infantil, pero demasiado alto, y Agustina le escuchó. Nos miró sorprendida y luego se rió.

-         Te acostumbrarás. Soy malo como noventa veces al día – la expliqué.

-         A mí no me pareces malo.

-         ¿Ah, ves, Ted? Aprende, aprende de tu novia.

Los dos se ruborizaron cuando dije eso. Jesús, pues sí que estaban en plan tímido. Bromeé con ellos un poco más, y cuando llegó la comida Agustina dijo que se tenía que ir. Volví a darle las gracias y se marchó.

En los hospitales se come bastante pronto, y Ted no tenía nada de hambre, aunque dudo que fuera solo por el horario. Por suerte para él, aún no le dieron “comida, comida” sino solo un caldo de pollo que se bebió poquito a poco.

Yo me fui a por un sándwich y me lo comí mientras veíamos algo en la tele. Poco después vinieron a tomarle la temperatura y la tensión, algo que por lo visto hacían con todos los internos de la planta.

-         Esto está muy bien, Ted. ¿Cómo te encuentras? – preguntó el enfermero.

-         Bien…

-         Mañana comenzarás la rehabilitación.

-         ¿Rehabilitación? – preguntamos a la vez.

-         Claro. Hay que hacer que esos músculos vuelvan a tener fuerza. Así puedes salir pronto de aquí.

Eso me tranquilizó bastante. Entendía que los médicos estaban algo sobrepasados por una clara falta de personal, pero me ponía histérico que no me dijeran cuál era el paso siguiente en la curación de mi hijo. Me alegró saber que había planeada una rehabilitación, para ayudar a Ted a caminar de nuevo.  Yo no había perdido la fe en que pudiera caminar, pero temía que él si la perdiera, porque conocía las tendencias pesimistas de mi hijo.



-         ALEJANDRO´S POV –

Ninguna de las niñeras que papá había contratado en el pasado estaba tan buena como Olivia. Hasta Zach y Harry no pusieron objeciones aquella vez, al verla. Es más, Zach corrió escaleras arriba nada más irse  papá, creo que a quitar una trampa o dos que le había puesto. Trece años, y aun seguía con cosas como echar pegamento en las sillas y usar serpientes de goma. Todo un ejemplo de madurez, mi hermanito.

-         Muy bien, peques, ¿por qué no me repetís vuestro nombre otra vez, y así termino de aprenderme todos?

-         Yo quiero a mi papá – protestó Alice, poniendo uno de sus pucheros irresistibles.

-         Tu papá volverá enseguida, peque, pero mientras vamos a hacer algo divertido, ¿vale?

-         Snif…eno….yo soy Alice. ¡Y quedo jugar a las casitas!

-         Me encantará jugar contigo, Alice – dijo Olivia, y sonrió. Joder, cuando sonreía era aún más guapa.

Uno a uno fuimos repitiendo nuestros nombres y luego ella se fue a jugar con los enanos.

-         Los demás… tenéis deberes ¿verdad?

-         No, yo no – se me adelantó Harry.

-         Buen intento, pero tu padre lo ha dejado apuntado. Escuchad, si os dais prisa luego podemos jugar una partida al WoW. – sugirió, sacando la carátula del videojuego de su bolso.

Los gemelos salieron volando escaleras arriba. Desde luego, tenía poder de convicción.

-         Guapa, simpática, y le gustan los videojuegos. Es perfecta ¿verdad? – comentó Michael, cuando ella no nos oía.

-         Demasiado mayor para ti – le corté, de pronto celoso, no supe por qué.

-         Pues entonces para ti ya ni te cuento. He visto como la miras – replicó – Olvídate, Alejandro. Eres menor de edad, cualquier cosa que ella tenga contigo es delito. Además ella preferirá estar con un hombre de verdad.

-         Y ese serías tú ¿no? No me hagas reír. – le bufé. Ella le sacaba varios años…. Claro que eso quería decir que me sacaba más a mí, pero preferí no pensarlo.

Subí a buscarla con la excusa de que necesitaba ayuda con las mates, y me di cuenta de que ese truco ya lo estaba usando Zach. Harry por su parte parecía un poco fuera de juego, supongo que porque no estaba de humor para mujeres ese día, teniendo en cuenta que no podía ni sentarse sin poner una mueca.

Mientras Zach y yo nos peleábamos sutilmente por ver quién de los dos le gustaba a Olivia, Michael tenía sus propios planes en el piso de abajo. De pronto nos llegó el olor de algo delicioso cocinándose en el piso de abajo. Bajé a investigar y me encontré a Michael asando algo en el horno.

-         Pensé que habías dicho que no sabías cocinar. – le increpé.

-         Sólo sé hacer cuatro cosas, y el pollo al horno es una de ellas.

-         Pues lo vas a tener que tirar, porque papá dejó dinero para pizzas.

-         Oh, pero olvidas que soy diabético.

Puso una sonrisa que de inocente no tenía nada, y le miré con los ojos entrecerrados sin entender del todo lo que se traía entre manos. Lo descubrí en cuanto Olivia bajó también. El rostro de Michael cambió por completo al de angelito desvalido. Los malditos ojos azules le ayudaban demasiado.

-         Aidan se ha olvidado de que yo no puedo comer pizza. Porque soy diabético –explicó, exagerando a un más su expresión vulnerable.

-         Sí, algo me comentó….

-         Entonces… me he preparado otra cosa, pero no quiero ser yo solo el que coma algo distinto a los demás…. ¿Comes conmigo? – preguntó, mirándola directamente a los ojos, con una sonrisa del millón de dólares. ¿Quién podía resistirse a su maldita cara de ángel?

-         Pero… si tu padre me dio expresamente el teléfono de una pizzería especial para diabéticos y celíacos, con una masa diferente…. – contestó Olivia, confundida.

La expresión de Michael fue todo un poema, y yo tuve que hacer verdaderos esfuerzos para no reírme.

Por lo visto aún no conocía a papá lo suficiente. Él nunca se olvidaría de lo que uno puede o no puede comer. Papá ya se había acostumbrado a la diabetes de Mike, y hasta tenía un calendario con comidas pegado en la nevera.

-         Vaya. ¿La treta del niño desvalido?  Y yo que te tenía por un donjuán, Michael.  – le susurré.

-         Sólo estoy algo oxidado, pero esto no ha terminado  - me contestó, en la misma voz  baja, y luego se separó de mí para volver a la carga con Olivia – Vaya…. Bueno, pero esto ya está casi listo, y sería una pena tirarlo.

-         ¿Qué cocinaste? – preguntó Olivia, a mi pesar con interés.

-         Es una receta que aprendí en Chicos Reunidos.

-         ¿Chicos Reunidos? ¿Qué es eso?

Yo también escuché con atención, porque me daba la sensación de que Michael iba a contar algo de su incierto pasado. No es como si supiera mucho de él, así que tenía curiosidad.

-         Es una especie de hogar para los que no lo tienen. Como el paso previo al reformatorio…  Una vez me tocó un juez majo, y en vez de enviarme al reformatorio me buscó una de esas casas. Se supone que estás allí esperando a reformarte y encontrar una casa de acogida o una adopción, pero generalmente los chicos que acaban allí no son aptos para que los papis ricos les lleven a sus maravillosas y santas casas. Al leer los antecedentes de cualquiera de nosotros, se echaban atrás.

-         Vaya…. ¿estuviste en el reformatorio? – preguntó Olivia, con los ojos algo abiertos.

Mierda, mierda, mierda. La baza del “chico malo” no la podía superar. Si resulta que a Olivia la iban los chicos duros con problemas con la ley, estaba claro quién iba a ganar.

Aparté mi rabia y mis celos solo por un segundo, para poder pensar en lo que Michael había dicho. Me compadecí por la vida que había llevado. Y luego volví a sentir rabia porque ella le miraba con fascinación.

-         En más de uno – dijo Michael – Y también en la cárcel.

-         ¡Pero si eres muy joven! ¿Cuántos tendrás? ¿Diecisiete?

-         Veinte – mintió rápidamente, pero de una forma muy creíble. 

Olivia empezó a mirarle con un interés demasiado exagerado, como si le estuviese viendo como una opción viable.

-         Grr….Yo tengo dieciocho – probé.

- ¿Tú?  Como mucho aparentas dieciséis – dijo Olivia, y sonrió con algo parecido a la ternura, como si me encontrase divertido – Además, hace nada me pediste ayuda con la tarea. Aún vas a la E.S.O.

Michael soltó una carcajada y tuve muchas ganas de darle un puñetazo.

-         Y tú no tienes veinte – añadió Olivia – Aunque sí pareces mayor que él.

-         Tengo dieciocho – reconoció Michael – Pero todo lo demás es cierto, como también lo es que ya no soy ningún niño.

-         Pues… bien por ti…- dijo ella, sin saber muy bien qué responderle.

Pese a todo se veía que Michael había logrado llamar su atención, y eso me enfermaba por dentro. Tenerle allí delante, con su estúpida sonrisa… ¿Cómo podía tener los dientes tan blancos si la última vez que pisó un dentista fue casi antes de que yo naciera?

Michael continuó la jugada, para acabar de metérsela en el bolsillo.

-         ¿Has visto el jardín?  Mi hermano Harry lo cuida bastante bien. Si quieres salimos y te lo enseño, mientras eso se termina de cocinar.  Así te cuento algo más de mis visitas al reformatorio.

-         No es algo para enorgullecerse ¿sabes? -  replicó Olivia.

-         Y no lo hago. Pero tampoco lo niego, porque forma parte de quien soy…o de quien fui.

Tenía que hacerse el interesante, ¿no? Grrr.  A las mujeres les gustan los chicos que tienen algo que contar, no los aburridos, y esa era la explicación de por qué Ted iba a quedarse soltero para siempre, y de por qué Olivia iba cayendo poco a poco en las redes de Michael. Pareció considerar en serio su propuesta.

-         No sé si debemos salir con el horno encendido….

-         Alejandro puede vigilarlo.- dijo Michael, restándole importancia con un gesto de la mano. Y salieron.

Grrr. Les observé desde la ventana con mucha rabia, paseando por la cocina como un tigre enjaulado. “Alejandro puede vigilarlo, ñañaña”. ¿Acaso tenía pinta de ser su sirviente?  Rumié un montón de incoherencias mientras me controlaba para no romper algo.

-         “Alejandro puede vigilarlo”… El bebé puede quedarse dentro mientras nosotros nos divertimos fuera….Grrr….”¿Quieres conocer mi atractiva vida de delincuente? Luego puedo llevarte a robar bancos si quieres” ¡Grrr!  ¡Luego las mujeres se preguntan porque sus novios son siempre capullos… normal, si solo les atraen los chicos con problemas!

Entonces, al mirar de nuevo por la ventana, les vi besándose. ¡Besándose! Casi me pego al cristal, como si mi boca fuera una ventosa. ¡Acababan de conocerse! ¡Ella le sacaba como cuatro o cinco años! ¿Cómo lo había conseguido?

Me embargó un sentimiento que nunca había conocido, no tan fuerte. Celos, rabia, humillación…. Supongo que me sentía despechado. No estaba acostumbrado a pelear con mis hermanos en lo relativo a mujeres. Ted y yo no solíamos fijarnos en las mismas. A él le gustaban las morenas, y a mí las rubias. Y de pronto venía Michael, y parecía compartir mis gustos…. Claro que…¿a quién no le gustaría Olivia?  ¡Si estaba como un tren! Y no solo de cuerpo….era muy guapa….



No era justo. Michael podía conseguir a quien le diera la gana. Si según él había estado con varias…. ¿por qué tenía que fijarse en la misma que yo?  ¡Y encima me usaba  para que vigilara la comida de “su primera cita”! Enfadado, con movimientos rápidos, abrí el honor para sacar el pollo y tirarlo a la basura…a ver si  le gustaba tanto después…. Pero antes de poder hacer nada me quemé las manos.

-         ¡Auch! ¡Joder, joder, joder!

Sin pensarlo, cabreado y encima lastimado, le di una patada a la puerta del horno….y me la cargué…. También me hice daño en el pie, pese al zapato, porque iba con fuerza….

El ruido alertó a Olivia, que entró corriendo en casa pensando seguramente que alguno de los pequeños podía haberse caído mientras ella no miraba. Michael la siguió, y los dos me miraron, allí sentado frotándome el pie con el honro echando humor y la puerta del mismo en el suelo.

-         ¡Pero qué coño has hecho Alejandro! – gritó Michael.

- Vuestro padre me mata…. – dijo Olivia, e intentó arreglar mi desastre empezando por apagar el horno.

-         ¡Eso te pasa por andar dándote el lote en tu horario de trabajo! – contesté, aún furioso porque le hubiera elegido a él.

Michael  me agarró de la solapa y me miró cabreado. No supe si iba a pegarme o que, pero no estaba dispuesto a dejar que él diera el primer golpe, así que le arreé un cabezazo que hizo que me soltara de inmediato.

-         ¡Ah! ¡Pero a ti que te pasa, joder! ¡Que aún me duele tu gracia de ayer con el trofeo!

Me tomé un segundo para mirar a mi alrededor. La cocina estaba llena de humo, el horno estaba roto, Michael iba a partirme la boca. Sí, definitivamente, papá me mataría.


- AIDAN´S POV -


Ted debía de estar muy cansado, o tal vez fuera lo normal después de una operación como la suya, pero lo cierto es que dormitó varias veces a lo largo de aquella tarde. Le observé dormir, y miré atento cómo le cambiaban el vendaje, para ver la magnitud de su herida.  Para operarle la cabeza le habían rapado, y sobre la cabeza desnuda se apreciaba una herida de  apenas dos centímetros, ya cosida. Estaba algo hinchado y se notaba que era reciente.

Echaron algo, imagino que un cicatrizante, sobre los puntos. Después le volvieron a vendar y nos dejaron solos. En el proceso Ted se había despertado, claro, y me dedicó una mirada inquisitiva.

-         ¿Y bien? ¿Cómo está?

-         Bien Ted… apenas se nota….

-         Me pica…

-         No te rasques ¿eh?

-         No soy tonto. – me gruñó. Esa era otra cosa que había notado. Además de cansado, Ted estaba de mal humor. Tal vez siguiera enfadado conmigo, por haberle dejado solo, aunque me aseguró que no. Pero no era la primera vez que me respondía de esa forma airada desde que estábamos allí.

-         Eso ya lo sé.  Ey, ¿quieres ir al baño?

-         Si quiero ir ya lo diré ¿no?

-         …¿Qué te pasa, Ted? – pregunté.

-         Nada.

-         En serio….

-         ¡Que nada, joder!

-         Bueno…entonces no me hables así….¿eh?  - regañé, sin poner mucho empeño, la verdad, porque enfadarme con él no estaba entre mis planes esos días.

Soltó un bufido pero no replicó, y para mí fue suficiente. Entendía que aquello no estuviese siendo fácil para él.

Estaba buscando una forma de entretenerle, ya que no parecía muy interesado en la televisión, cuando alguien tocó a la puerta. Por lo general en el hospital las puertas de las habitaciones estaban siempre abiertas, pero llamar era una especie de medio para anunciarse.

En la puerta estaba Holly, y venía cargada con una bolsa. Verla allí me sorprendió bastante, pero luego me dije que ya que sabía que Ted estaba ingresado, era de esperar que hiciera alguna visita. Me alegré de verla mucho más de lo que había esperado, sobretodo teniendo en cuenta que nos habíamos visto justo el día anterior.

-         ¡Holly! – sonreí – Qué sorpresa.

-         Hola – me sonrió de vuelta. -  No tengo mucho tiempo, sólo vine a ver cómo estabas, y a traerte esto  - le dijo a Ted, y empezó a sacar un arsenal de revistas juveniles. Había una revista de coches, otra de deportes, y varias de cine. También le había traído un libro, envuelto y todo, recién comprado.

-         Vaya, muchas gracias…. No hacía falta…. –balbuceó, algo abrumado.

-         De nada. Sé que el tiempo pasa más lento en los hospitales. Oye, esta habitación no está nada mal. ¿No tienes compañero?

En la habitación había dos camas, pero una estaba vacía. Había también dos sofás, para acompañantes.

-         De momento no, aunque igual traen a alguien.

-         Gracias por el libro y las revistas, Holly. De verdad – dije, sintiéndome culpable por lo bien que se estaba portando con nosotros.  – Y gracias también por haber movido los hilos….he visto en el periódico que esta noche va a haber un programa sobre lo que pasó…

Me miró con una sonrisa tímida y encantadora.

-         Querían entrevistar a Ted, y aunque les di largas, supongo que acabarán contactando con vosotros.

Iba a añadir algo más,  pero la sonó el teléfono. No era una llamada, sino un mensaje. Conforme lo leía se le iban agrandando los ojos.

-         ¡Ay Dios mío! – se le escapó.

-         ¿Qué ocurre?

-         Que igual mi hermano viene a hacer compañía al tuyo en el hospital.  – respondió, sin dejar de mirar el teléfono.

-         ¿Se ha caído? – pregunté, sintiéndome raro por no saber en verdad de quién hablábamos. Creía recordar que se llamaba Aaron.

-         No, qué va, pero yo le voy a matar.

Se me hizo antinatural escucharla decir algo así. No parecía del tipo de mujer capaz de enfadarse con nadie, y menos con su familia.

-         Los niños son niños y a veces….

-         Los niños son niños, pero este es ya bien mayorcito. – murmuró, pero luego respiró hondo y pareció más calmada – Tengo que irme. Espero que pronto estés mejor, Ted.

Observé cómo empezaba a marcharse y algo me impulsó a retenerla. Sentía que si se iba me iba a sentir muy vacío y pensé que aquella podía ser una oportunidad de devolverle la amabilidad que había demostrado con mi hijo.

-         ¿Qué es lo que ocurre? Tal vez pueda ayudar…

Esperaba no estar siendo demasiado indiscreto.

-         Mi hermano ha echado a uno de mis hijos de casa. Puede hacerlo, es su casa, pero al menos podría haber hablado conmigo primero.

Estaba confundido respecto a su hermano. ¿Era un adolescente, era un adulto? Había escuchado cómo le gritaba por teléfono una vez, pero si ya tenía una casa propia… Por alguna razón había asumido que Holly cuidaba de él como yo de mis hermanos, pero tal vez fuera al revés y por eso vivían con él.

-         No irá en serio… Habrá… perdido los papeles y….

-         No lo sé, pero mi hijo está ahora mismo en la calle, así que tengo que solucionar esto.

La noté de veras preocupada y me sentí algo impotente por no saber qué hacer para ayudarla. Miré a Ted un segundo y luego la volví a mirar a ella. Mi hijo  tuvo que leerme la mente, porque me agarró del brazo y dijo:

-         Ve con ella.

-         ¿Qué?

-         Acompáñala. – insistió.
-         No hace falta – zanjó Holly. – De verdad. Luego te llamo -  me dijo, y poco la faltó para salir corriendo.

Me quedé pensando como un idiota en aquél “luego te llamo”. ¿Lo había dicho en serio o se le había escapado? …¿No quedaría como un estúpido si dejaba que ella me llamaba en vez de llamarla yo? … ¿No habíamos quedado en que no más llamadas, ni más vernos, porque once más doce son veintitrés?

-         Deberías haber ido con ella – me increpó Ted.

-         Ella dijo que no. Es un asunto privado, su familia no me conoce y quedaría como un metiche.

-         ¡Pero no puedes dejar que se vaya y ya! ¡Así nunca saldréis juntos!

-         No vamos a salir…

-         Pero tú quieres. Se nota. Quieres. Y juraría que ella también.

-         No siempre se consigue lo que se quiere – murmuré.

-         Cobarde. – masculló.

-         ¿Perdona?

-         Ya me has oído.

-         No sé que te pasa conmigo, pero no pienso tolerar que me hables así, ¿me escuchas? Córtalo aquí y ahora.

Ted apretó los puños, tirando de las sábanas y estuvo así unos segundos, hasta que poco a poco se relajó. Me mantuve callado, dejando que se calmara, sabiendo que mi niño llegaría a la conclusión correcta.

-         Perdona… Sólo… me enferma estar aquí encerrado.

-         No deja de ser irónico que te enferme el lugar en el que estás para curarte….

-         Hablo en serio, papá. Odio esto….y odio no poder andar.

Sonó tan vulnerable…Agarré su mano y la apreté en un gesto que permanecía demostrar cariño y transmitirle fortaleza.

-         Lo sé. Se acabará pronto, ya lo verás.

-         Tienes que prometerme algo. – me pidió.

-         Lo que sea – le aseguré, sorprendido, pero dispuesto a cumplir lo que él quisiese.

-         Que no te rendirás con Holly.

Abrí la boca varios centímetros, incapaz de responder nada. Ted sostuvo mi mirada con firmeza, al punto de hacer que yo bajara los ojos.

-         Ted….eso no…Eso no es tan sencillo.

-         No te estoy diciendo que te cases con ella. Te estoy diciendo que te permitas conocerla, y dejar que las cosas se den como se tengan que dar. Si tenéis que estar juntos acabaréis juntos; sino no.  No vale la pena luchar contra eso.

-         Te ha caído bien ¿no?

-         Mejor que eso.

Tener la aprobación de Ted significaba mucho para mí, no sé por qué. Quizá porque era el primero de mis hijos que la conocía, o quizás porque era el único con el que me atrevía a hablar de ciertas cosas.

-         Ya veremos…. ¿Por qué no me cuentas lo que has hecho con Agustina toda la mañana?  - animé, para cambiar el sujeto de la conversación.

-         Lo que pasa en Las Vegas se queda en Las Vegas  - me respondió.

-         ¡Serás descarado!  ¿Es que no me vas a contar ni un poquito? ¿Cómo está ella?

-         Bien, ella está bien…

-         ¿Seguro?

-         La noté algo preocupada, pero supongo que aún la dura el susto de ver a esos idiotas.

Esperé que sólo fuera eso y recordé el cardenal que había visto. El padre de Agustina había salvado a mi hijo, así que me sentía en deuda con él, pero no iba a dejar que lastimara a Agustina.

Logré que me contara un poco sobre la visita de Agus y le distraje.  Me hubiera gustado pasar el resto de la tarde con él, pero no podía desatender a los demás. Quería volver luego para dormir con él y no podía hacerlo sin pasar a ver cómo iban las cosas en casa. Además tenía que hablar con la niñera, pagarla por aquél día y hablar sobre el siguiente.

Ted no puso problemas para que me fuera, pero me hizo prometer que llevaría a sus hermanos al día siguiente. Se lo prometí y me fui  a ver qué tal estaban todos en casa.

Cuando entré todo parecía estar bien. Zach y Harry jugaban con la videoconsola, y los enanos estaban dibujando con Olivia. Ella parecía tener mano con los niños: no era tan fácil como parecía caerle bien a mis pequeños. Kurt era sincero para todo: si le caías mal te lo decía directamente a la cara, sin tacto alguno.

-         ¡Hola!  ¡Ya estoy aquí!

-         ¡Papi!

-         ¡Papi, no puedes mirar! – gritó Hannah, y tapó su dibujo, como si pudiera verlo desde tan lejos.

-         No miro, no miro. ¿Lo habéis pasado bien? ¿Qué hicisteis?

Empezaron a contarme un montón de juegos que Olivia les había enseñado y comprobé que al menos ellos habían tenido un gran día.

-         Ala, cuántas cosas divertidas. ¿Y vuestros hermanos mayores? ¿Dónde están?

De pronto se hizo el silencio. Me giré hacia Harry y Zach, que habían dado al “Pause” al videojuego.

-         ¿Chicos? ¿Dónde están los demás?

-         Pues… Barie y Madie están viendo una peli con la tablet.

-         ¿Y Alejandro? ¿Y Michael? – insistí, sabiendo que era ahí donde estaba el problema.

-         ¡Yo estoy aquí! – gritó Michael, desde la cocina.

Suspiré de alivio, por un segundo pensé que se había marchado. Fui a ver qué hacía y me le encontré en una posición extraña, medio tumbado en la cocina cerca del horno, con unas herramientas.

-         ¿Qué haces?

-         Intento arreglar el horno.

-         ¿Se ha roto?

-         Más bien Alejandro lo ha roto. De una patada.

-         ¿Qué qué? ¿Por qué?

-         Por celos, creo. No estoy seguro.

Respiré hondo.  Ni un solo día podían estar tranquilos. Ni uno sólo.

-         Quiero que me cuentes todo, Michael. Todo. – le dije, en vista de que estaba comunicativo.

De todas las respuestas que podía darme, la que me dio era la que menos me esperaba.

-         Me gusta una chica.

-         ¿Ah, sí?

Quería saltar de alegría, no porque le gustase una chica sino porque me lo hubiese contado. Que tuviera esa confianza en mí me hacía feliz, considerando que hacía poco ni siquiera nos conocíamos.

-         El problema es que creo que a ti no te va a gustar.

-         ¿Por qué no?  - discrepé. No tenía ningún criterio para las novias de mis hijos más allá del de “que sea alguien que no les haga daño.”

-         Porque es la niñera de mis hermanos.

-         Ah. Ya veo el problema. ¿Olivia? Vaya…. Bueno es….parece maja.

Traté de no mirar al salón, donde ella estaba con mis otros hijos.

-         Parece una maldita modelo. ¿Has visto sus…? En fin.

Rodé los ojos. Hormonas, malditas hormonas.

-         Es mayor que tú, Michael.

-         Tampoco “tan mayor”. Y hay quien dice que soy maduro para mi edad.

-         Sí, eso es porque no te conocen. – repliqué.

-         ¿Así que lo de la edad es lo que más te preocupa? ¿No que sea su niñera?

-         Será su niñera por unos días, Michael, no para siempre. No veo por qué tendría que ser un obstáculo. Lo que me preocupa es qué tiene todo esto que ver con Alejandro.

-         Creo que a él también le gusta.

-         Oh. Entiendo….

Pensé con rapidez lo que debía decir en un momento como aquél. No estaba preparado para esa clase de conflictos.

-         Michael…. No dejes que una chica que acabas de conocer se interponga entre tu hermano y tú….

-         ¡Pero si el que tiene problemas es él!  Yo me la quiero follar, no salir con ella. Si después de eso él quiere, pues toda suya.

-         ¡Michael! – traté de ver si había hablado en broma, pero parecía que iba bien en serio -  ¿Es que no tienes…no tienes ninguna clase de…de ética? En primer lugar, no uses esa expresión. ¡Y en segundo lugar, no es un objeto que pueda ser utilizado primero por uno y luego por otro!

-         Pero no te alteres…

-         ¿Qué no me altere?  Espera que no haga otra cosa….  Puedes salir con quien tu quieras pero no…

-         ¿No qué? ¿No puedo acostarme con ellas? ¿Es eso? ¡Trata de impedírmelo!

-         ¿Es que solo piensas en eso?

-         ¿Y tú no piensas en eso en absoluto? – me replicó - ¡Es irónico que alguien como tú tenga tantos hijos, porque eres peor que un maldito monje tibetano!

Le miré entre sorprendido y enfadado porque me hablara de esa forma, aunque no sé por qué me sorprendí si ya se estaba volviendo una costumbre. Una costumbre que quería extinguir.

-         Dame tu móvil

-         ¿Qué? ¿Para qué?

-         Porque te acabas de quedar sin él. Por tiempo indefinido. Hasta que me demuestres que sabes hablar a la gente como es debido, y más a tu padre.

Michael parpadeó, algo shockeado. Me recordé que antes de conocerme no tenía experiencia con ninguna clase de castigo, salvo la cárcel si es que puede considerarse así.  No estaba acostumbrado a los límites,  y supongo que aún le seguía extrañando que yo tratara de ponérselos. Traté de tener un poco de consideración hacia él.

-         Tienes que aprender a controlarte, hijo. A controlar lo que dices. – regañé, pero con voz suave.

-         Pero…tú me lo diste – protestó, refiriéndose al móvil. Lo miró con una expresión que me recordó bastante a la de Dylan el día anterior, cuando le quité las canicas.

-         Y ahora te estoy castigando sin él.

-         Lo necesito para… el trabajo. Por si me llaman de la comisaría…

-         Existe una cosa llamada teléfono fijo. Está en vías de extinción, pero aún funciona.

Me lo dio, y fue todo un alivio que decidiera no pelear conmigo.

-         Tampoco fue para tanto – protestó – Lo que dije no fue tan malo. Y te guste o no es verdad: no puedes ser tan… tan del siglo pasado.

-  Mira, seguiremos esta conversación cuando los dos estemos  más calmados…Ahora, ¿por qué no me cuentas qué pasó con Alejandro?

-         Rompió esto de una patada y casi nos peleamos de nuevo, pero luego él se echó a llorar. Y le dio tanta vergüenza que Olivia le viera llorar que se ha encerrado en su cuarto y no ha salido de ahí ni para comer.

-         ¿A llorar? ¿Por qué?

-         ¡Y yo que sé! ¡No llegué a tocarle!

-         ¿Seguro?

-         Que sí. No le puse una mano encima.

Vale, estaba perdido.  Intenté imaginarme la escena mentalmente, tratando de ver qué es lo que había hecho llorar a Alejandro y sólo puse llegar a una conclusión:  lloraba por Olivia. ¿Era posible, si acababa de conocerla? Tal vez, si sentía que había perdido la batalla antes de empezarla. Tal vez le daba rabia que su hermano fuera tras la misma chica que él…

-         Michael, ¿a ti te gusta de verdad? Porque si sólo quieres…. Sí sólo buscas…Mm…Si no te gusta ella por ser “ella” y a tu hermano sí….

-         Tiene quince años. ¿En serio vas a dejar que esté con alguien de más de veinte?

-         No, claro que no, pero…

¿Y si aquél era el primer amor de Alejandro? ¿Su primera ruptura de corazón, su primera desilusión? O algo parecido, ya que era casi una extraña. Tal vez sólo estaba confundido, sintiendo cosas que no comprendía del todo… Tenía que hablar con él…

Subí a su cuarto y llamé a la puerta.

-         Jandro… ¿estás ahí?

-         ¡No!

-         Vale… Pues…ya que no estás….¿te importa que entre?

No recibí respuesta, así que traté de abrir de todas formas.  No había cerrojo, pero había atrancado la puerta con algo, quizás una silla. Costó un poco de fuerza, pero finalmente pude abrir.

Estaba sentado en su cama mirando al infinito y caminé para sentarme a su lado.  Tuve que hacer contorsionismo para caber en aquella litera, pero finalmente lo logré.

-         Michael me lo ha contado…

-         Seguro que no te ha dicho todo… - dijo, con rabia.

-         Pues yo creo que sí.

-         ¿Ah sí? ¿Te dijo que se besó con la niñera en pleno jardín?

-         No fue tan específico… - admití.

Aquello era de veras incómodo. ¿Cómo debía reaccionar? ¿Qué iba a decirle a la niñera? ¿Debía echarla? Sí, desde luego que sí. Aunque Michael era adulto, no era delito que…Pero aun así….En todo caso, ¿debía inmiscuirme?  ¿No me pasaría de sobreprotector? 

-         ¡Sé que no debí patear el horno, pero me dio tanta rabia verle con ella!

-         Lo entiendo hijo…

-         No, tú que vas a entender. Esa chica es guapísima.

-         Soy hombre también, tengo ojos. – respondí, algo dolido. – Pero es muy joven para mí y muy mayor para ti.

-         ¡Y para Michael!

-         Y para Michael.  Pero él, al menos, es mayor de edad. Hijo… la acabas de conocer…¿tan importante es para ti?

-         ¡Pues no lo sé, porque el señor “me he acostado con todo lo que lleva falda” me ha quitado la única oportunidad de averiguarlo! ¡Él no tiene ningún problema para ligar! ¿Por qué no deja algo para los demás?

-         Oye, no estamos hablando de un trozo de pizza aquí. No me gusta nada  lo que estoy percibiendo en vosotros dos sobre las mujeres…

-         ¡AHÓRRATE TU PUTO DISCURSO MORAL!

-         Alejandro no me grites  y no me hables así.

-         ¡TE HABLO COMO ME DA LA GANA!

-         Te la vas a ganar ¿eh? Mira que he venido en son de paz, dispuesto a olvidarme de lo del horno…

-         Me suda la polla. – espetó, con bastante desprecio.

Bueno, si a Michael le había quitado el móvil por no ser del todo respetuoso, las consecuencias de Alejandro iban a ser estratosféricas.

- Estás castigado sin salir, sin ordenador y sin teléfono, por una semana. Y ahora mismo te vas a quitar los pantalones.

-         ¡Vete a la mierda! – me gritó.

En un movimiento rápido, le crucé la cara. El sonido fue impactante, y poco faltó para que mi hijo se cayera al suelo, por lo inesperado del golpe.

No lo pensé. Mi mano se movió sola, dejándose llevar por mi ira y por mi frustración, que solo tenían que ver con Alejandro en un pequeño porcentaje, y que más bien nacían de mi sentimiento de inutilidad como padre, dado que mis hijos se volvían en mi contra. Además, estaba preocupado por Ted, y bastante corto de paciencia.

Le escuché jadear, y se llevó la mano a la mejilla, mirándome con una expresión herida que me hizo darme cuenta de lo que había hecho.  Lo primero que me preocupó fue la posibilidad de haberle dado demasiado fuerte, pero él parecía estar bien, más allá de las lágrimas que se habían formado en sus ojos y él trataba de contener. Después empecé a odiarme por haber perdido los estribos de aquella manera. Cuántas veces me había jurado a mí mismo que jamás haría algo como eso… Cuántas veces Alejandro había estado a punto de sacarme de mí, pero al final yo me había sobrepuesto. Y aquella vez… No podía ser tan orgulloso. No podía dejar que un par de  malas respuestas me enfadaran de ese modo.

-         Alejandro… hijo….

Su labio tembló  y sus ojos se desbordaron como a cámara lenta. 

-         Me has pegado – me acusó, con una voz mucho más infantil que la suya habitual.

-         Lo siento campeón…No he debido hacer eso, pero tú no has debido hablarme así tampoco, ¿no crees?

-         ¡Me has pegado!  - repitió, más fuerte, y con la voz algo quebrada. Instintivamente le abracé, y le sentí llorar contra mi pecho.

-         Ya está, ya está…. ¿Por qué estabas tan rabioso?

-         ¡Porque él me humilló delante de ella!

-         ¿Por besarla? ¿Te humilló por besarla? – me extrañé. - ¿No crees que exageras un poco?

-         ¡No! ¡Me  humilló por hacerme llorar frente a ella!

Vale, aquello era interesante. Empezaba a intuir que Michael no me había contado toda la verdad. Acaricié el pelo de Alejandro para ayudar a calmarle y en parte funcionó.

-         ¿Qué fue lo que pasó, Alejandro?

-         Se encaró conmigo, le di un cabezazo, se mosqueó, y me dio una patada donde tu sabes…

-         ¿Qué?

-         Pues eso…. dolió bastante, y no pude evitar que….¡pero eso no quiere decir que sea un llorica o que sea un bebé!

-         Claro que no, Jandro. Ya sabes lo que opino de esa tontería de que los hombres no pueden llorar. Ya no estamos en el siglo dieciséis. Y una patada en los bajos le duele a todo el mundo. No puedo creer que te haya hecho eso, y encima me ha mentido a la cara….Grr….¿Tu estás bien?

-         Sí….

-         ¿Seguro? ¿Por dentro y por fuera?

-         Sí…

-         Bien – le besé en la frente – Supongo que ahora me toca ser el malo.

Alejandro puso una fingida cara de desconcierto que no le salió demasiado bien.

-         Sabes perfectamente que estás en problemas, así que ni lo intentes – le dije.

-         ¡Pero ya me pegaste!

Acaricié su mejilla un segundo, arrepentido por haberme dejado llevar.

-         De verdad siento haber hecho eso. ¿Tu sientes haber roto el horno y haberme hablado así?

-         Lo del horno sobretodo – respondió, con una sonrisa pícara. Me hubiera encantado seguirle el juego, picarle el costado y llamarle caradura, pero de verdad quería que aquella fuera nuestra última conversación sobre el tema, así que tenía que estar serio.

-         Soy tu padre, Alejandro, y no voy a dejar que me hables como lo hiciste.

Se alejó un poco de mí, estratégicamente, pero le agarré del brazo para que no siguiera avanzando. Me miró con su mejor mirada de cachorrito y tiré rápido de él porque si seguía viendo esa carita me iba a dejar conmover.

Le tumbé encima de mí y tiré de sus pantalones, que eran elásticos.

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS Mmm… PLAS PLAS PLAS

-         Au….aiii….papá…que hay una extraña abajo.

-         La puerta está bien cerrada y ella está jugando con tus hermanos.

-         ¿Y si lo oye, qué?

-         Entonces también oyó cómo me decías esas cosas tan propias ¿no?

PLAS PLAS PLAS PLAS ….ifgs…PLAS PLAS  Lo siento ¿vale?…PLAS PLAS …Au….PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS Ya… PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS

Dejé la mano quieta sobre su espalda, esperando a ver cómo reaccionaba. En cuanto entendió que se había terminado,  empujó con las manos para levantarse, se subió la ropa, y me miró un segundo con mil emociones diferentes. Sus ojos llorosos pasaron de la tristeza a la rabia, y de la rabia a la culpa, para luego volver a la rabia.

-         ¿Ya terminaste? – me ladró.

No tenía sentido decirle que bajara tres puntos su actitud, porque eso sólo le pondría más rabioso. Estaba molesto conmigo y lo entendía, aunque doliera.

- Sí…

-         Entonces vete….

-         Jandro….

-         ¡Este es mi cuarto! ¡Vete! ¡Y no me llames así!

Suspiré.

-         Te quiero, hijo…

-         ¡Yo a ti no!

-         Sí, tú también. – contesté. Iba a darle un beso, pero algo me dijo que él no se dejaría, así que me resigné a salir de allí con el sabor agrio que me dejaba el no haber hecho las paces con él.

El rechazo de mi hijo siempre era duro, y era duro además saber que aquello no había terminado, porque ahora tenía que encararme con Michael. Pero Harry me interceptó antes de bajar, y puso unos papeles en mis manos. Entendí que eran las copias que le había dejado. Se me hizo raro que me las diera sin pedirlas, pero me alegré  de que me pusiera las cosas fáciles.

-         Gracias campeón. Ahora a hablar bien ¿eh? ¿Cómo estás?

-         Bien…

-         ¿Aún…te duele?

-         Sólo si me siento.

Escuchar eso no mejoraba el enfado que tenía con Michael en ese momento.

Decidí acompañarle a su cuarto para dedicarle algo de tiempo. Eso de tener un hijo en el hospital ponía muy difícil prestar atención a los otros once.

-         ¿Qué hiciste hoy? ¿Has hecho los deberes?

-         Siiii.

-         ¿Y qué más?

-         Vi la tele.  Comimos pizza. Jugué a la play. Olivia trajo el Wow, y está genial.

-         Un gran día, ¿eh?

-         Sí. ¿Cómo está Ted?

-         Mejor. Aún tiene que quedarse en el hospital, pero está bien. ¿Quieres ir a verle mañana después de clase?

-         ¡Claro!

-         Pues lo harem…

No pude terminar la frase, porque al irme a sentar sobre su cama noté que algo me pinchaba y me levanté corriendo. Aquello había dolido. Miré desconcertado y Harry empezó a reírse muy fuerte, pese a que intentó aguantarse.

-         ¡No tiene gracia, Harry! ¿Qué fue eso? ¿Con qué me pinché?

Me fijé en un cojín que no me sonaba haber visto otras veces en su cama y lo cogí. Me di cuenta de que estaba lleno de alfileres.

-         ¡HARRY!

-         ¡No es mío! – se apresuró a decir y voló hasta la otra esquina del cuarto - ¡Ese es de Zach! Cuando vimos que era maja quitamos todas las trampas que le habíamos puesto a Olivia y el muy idiota debió de dejar eso sobre la cama.

-         ¿Le pusisteis trampas? ¿Es que tenéis la edad de Kurt, ahora? – agité el cojín delante de él, y Harry tuvo otro ataque de risa que medio se cortó cuando le lancé una mirada asesina.

-         Ay…jajaja papá….jajaj…no te enfades…..jajaj….es que si lo ves desde fuera tu también te ríes…..jajaja

-         Pues el que no se va a reír es tu hermano….¡ZACH!  ¡ZACHARY, VEN AQUÍ!  ….Y tu no te escapes, Harry.



---

N.A.:  Tardé demasiado en actualizar y este capítulo encima es más corto que otros. Pero…pero…. *se escapa por la ventana*

Lady quería un regalo exclusivo, y considerando que este capítulo va en gran parte sobre “SU” Alejandro y que ya llevo más retraso que Aidan comprándole la radio del coche a Ted, pues… aquí está xD


Feliz Pascua a tod@s

2 comentarios:

  1. Dream! Está fabuloso el capítulo te quedó muy bien y estoy de acuerdo contigo es muuuuy corto ... esperaré con ansias el otro capítulo. Espero que Ted se recupere pronto.

    ResponderBorrar
  2. Ahhhh yo quede,... picada que quería mucho mas.... eso se llama estar mal acostumbrada jajajjajaj ahhhh tan bello Jandro.... pero ¿es verdad que Michael lo pateo? o solo lo dijo para cabrear a Aidan... ¿hummm?...

    Los celos.... son terribles....

    ResponderBorrar