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lunes, 6 de abril de 2015

Chapter 2: Cómo ganarse a un Haliwell




 


Chapter 2: Cómo ganarse a un Haliwell
 


La historia de los dos hermanos había conmovido a Christopher. Un niño no debe crecer sin padres, y con dieciséis años, con cinco o con veinticuatro, todo el mundo necesita saber que alguien le quiere y cuida de él. Alguien a quien llamar "familia". En dos años esos niños se verían legalmente desvinculados del Estado que malamente les había hecho de padre y tendrían que buscarse la vida. Sin disfrutar de su juventud, al igual que seguramente no habían disfrutado de su niñez. Pensó por un momento qué pasaría si a él le sucedía algo malo, y por algún motivo ninguno de sus familiares o amigos podían cuidar de Leo. ¿Y si acaba en un centro como aquél, sin nadie que le cuidara? La perspectiva era tan horrible que no pudo soportarla.
Le hubiera gustado seguir interrogando a la recepcionista sobre los gemelos, pero en aquél momento hizo su aparición el director. Era un hombre mayor, serio, y trajeado, y Chris recordó de pronto que al final no se había cambiado de ropa. Iba vestido con unos vaqueros y una camiseta gris, aunque por suerte ésta no estaba sucia. De hecho, quizá fuera mejor así: nada de actuaciones. Esa era la ropa informal que solía usar. Ése era él. No iba a ser de esos padres que fingían ser perfectos de cara al hombre que tenía que decidir si les daba un hijo en adopción.
- Señor Haliwell, buenos días. – saludó el hombre cordialmente, y estiró la mano. Chris se la estrechó y recordó el nombre del director.
- Buenos días, señor Wright.
- ¿Ha tenido ocasión de ver el centro?
- Me temo que no. Tan sólo he hablado con usted por teléfono.
- Bien, pues acompáñeme.
Y así empezaron a recorrer aquél lugar. El director le enseñó las clases, que estaba vacías puesto que era sábado, y algunas de las habitaciones. Después, salieron al patio. Durante todo el camino hablaron más bien de cosas superficiales sobre la infraestructura del lugar, casi como si fuera a llevar a su hijo allí, en vez de a sacar a un niño. Pero en el patio vio de nuevo al chico de los rizos. Fue impactante verle al lado de otro chico que era exactamente igual. Bueno, igual del todo no. Uno de ellos (y Chris supo que se trataba de Peter, el que aun no conocía, pues recordaba perfectamente a Nick) vestía de forma casi idéntica al propio Chris, mientras que el otro tenía la ropa arrugada y algo desaliñada, y llevaba los pantalones de forma que permitía ver sus calzoncillos. Modas. Chris también había pasado por eso. En ese momento interrumpió al señor Wright con lo que sea que estuviera diciendo y preguntó:
- Esos chicos, Nick y Peter…¿son los únicos de su edad?
Chris se había fijado en que el resto eran radicalmente más pequeños.
- Sí, se sacan seis años con el más mayor después que ellos. ¿Les conoce?
- En realidad no. Vi a Nick intentando escaparse, y la señorita de la recepción me habló sobre ellos.
- Nick lo hace a menudo. No le gusta estar aquí. No le gustan las normas. No le gusta casi nada, a decir verdad. Es un chico muy…peculiar.
- Ha crecido sin una familia. Es normal. – dijo Chris, que por alguna razón había sentido el impulso de defenderlo.
- Cierto. Pero es un desagradecido.
- Es un adolescente. Un niño. Tal como él lo ve no tiene mucho que agradecer: está sólo.
El señor Wright le miró con incomodidad. No parecía gustarle el rumbo de la conversación, y pese a todo había algo en él que le hacía pensar a Chris que en verdad le tenía mucho cariño a aquél muchacho.
- Será mejor que vayamos a mi despacho, para tratar el asunto de su adopción. Hay un recién nacido que…
- No será necesario – cortó Christopher - He cambiado de opinión.
- ¿Ya no quiere adoptar? – preguntó el director, algo asombrado, pero Chris le dejó con la palabra en la boca y cruzó el patio en dirección a los dos muchachos. Estaban sentados en un banco, hablando. Una vez estuvo ante ellos, se quedó de pie como un tonto. "Muy bien, y ahora ¿qué les digo?" No tuvo que decir nada, porque el gemelo A, al que Chris había identificado como Nick, se le adelantó.
- ¿Qué miras, cretino?
- ¡Nicholas! – reprochó su hermano. – El señor Wright quiere que tratemos bien a los nuevos padres.
- Pues que se vaya con su crío y nos deje en paz.
- Disculpe a mi hermano. No ha tenido un buen día.
- Sí, me ha parecido verlo en la entrada. – dijo Chris, finalmente, recuperando por fin la capacidad de hablar.
Nick le reconoció entonces como el tipo de la recepción, y le miró con más desprecio aun si cabe.
- ¿Qué es lo que quiere? – le espetó.
- No estoy seguro – admitió Chris. – Tú eres Nick, ¿verdad?
- Sí. Y tú un desconocido metomentodo. ¿Has estado haciendo preguntas sobre nosotros?
- Chris. Christopher Haliwell – se presentó – y yo…
Pero no pudo continuar, porque el director había decidido acercarse por fin e intervenir.
- Señor Haliwell. Entonces, ¿ya no quiere adoptar?
- Sí, por supuesto que quiero – dijo, sin ninguna duda.
- Estupendo. Vamos a mi despacho, entonces.
Christopher le siguió, dedicando una última mirada a los dos hermanos. Nick y Peter observaron como un padre más se iba a hacer feliz a algún bebé. Pero estaban realmente equivocados.
Ya en el despacho, Chris tomó asiento donde le indicaron.
- Señor Wright, no quiero adoptar a un bebé.
El hombre se dejó caer en la silla, derrotado.
- Hable claro de una vez. Primero sí, luego no, después sí y ahora no de nuevo.
- No me ha entendido. Sí que quiero adoptar, pero no a un recién nacido. Quiero a esos chicos.
- ¿Los hermanos? ¿Peter y Nick?
- Sí.
El hombre le contempló durante mucho tiempo, probablemente tratando de ver si iba en serio. Christopher se dejó escudriñar, consciente de que en aquellos momentos debía de ser un libro abierto, para acabar con cualquier reserva que el director pudiera tener. Los ojos del director brillaron con una chispa de entusiasmo que no pudo reprimir: Chris la vio, por más pose seria que el tipo quisiera mantener. De pronto el director le pareció más joven de lo que era.
- ¿Lo ha pensado bien?
- Lo he sabido en cuanto vi al muchacho ésta mañana.
- Nick no aceptará separarse de su hermano…
- Ni yo quiero que lo haga. Peter parece amable, y educado. Mi casa es grande, puedo darles un hogar, y esos chicos lo necesitan. Puede que más que ninguno de los chicos que tiene aquí.
- Señor Haliwell, es usted un hombre soltero, con un hijo. Sé que puede parecer que un bebé da más trabajo que unos chicos ya crecidos pero…
- No soy soltero, sino viudo – aclaró Chris con delicadeza. – Y entiendo que si adopto a dos adolescentes estoy adoptando hormonas, impulsos y muy poco cerebro. Pero no quiero adoptar a ningún otro. Estoy decidido, señor Wright. ¿Hay algún problema?
- No, en absoluto. De hecho, debido a su edad, y a que el agente de menores deseará hablar con ellos, cosa que no puede hacer con un bebé, puede que el proceso se acelere. Los chicos son ya mayores, y nadie quiere que se pasen más tiempo del necesario esperando los trámites de su adopción.
- ¿Qué quiere decir con eso?
- Que en un mes podrá llevárselos a casa.
- ¿No puede ser antes?
- Bueno, señor Haliwell, estas cosas llevan su tiempo. Debo aclararle que durante un tiempo los tendrá como padre de acogida. Más adelante un inspector revisará el caso y se procederá a la adopción. El proceso de acogida es temporal, así que si cambia de opinión…
- ¿Acaso cree que voy a devolverlos, como si fueran un objeto estropeado?
- No, no he dicho eso pero… tal vez quiera conocer antes de firmar nada cuál es la historia de los dos muchachos.
Christopher quería saberla, desde luego, aunque nada de lo que oyera podría hacerle cambiar de opinión. Aquél hombre parecía estar esperando que saliera corriendo, o algo.
- Le escucho.
- Nicholas y Peter llegaron aquí siendo bebés. Su madre, una adicta en rehabilitación, perdió su custodia. Existía la posibilidad de que la mujer, una vez rehabilitada, volviera a por ellos, pero más adelante nos comunicaron su muerte. Al principio costó mucho encontrarles unos padres: dos bebés pueden dar mucho trabajo. Así que se decidió darles en adopción por separado. Estas cosas son duras y no tan corrientes como la gente se cree, pero el juez lo dictaminó así. El primero en ser adoptado fue Nick. Tenía ocho años, y tuvo unos buenos padres. Se estaba adaptando bien al proceso. Pero entonces Peter, que seguía con nosotros, se puso enfermo. Sólo un catarro, pero con el asma…
- ¿Tiene asma? – preguntó Chris, que hasta aquél momento había sido incapaz de decir nada. Lo dijo con preocupación, como si le hubieran dicho que era su Leo el que padecía la enfermedad.
- Sí, aunque hace mucho que no sufre un ataque. El asma hizo que aquél catarro fuera un mal trago para el chico, y pensamos que tal vez Nick debería visitarle, y alegrarle un poco. Sin embargo, sus padres adoptivos se opusieron: tenían planeado mudarse, y pensaban que una visita sólo haría que el proceso de separación fuera más doloroso. Nick, al pensar que nunca volvería a ver a su hermano, cambió por completo. Se deprimió, se volvió agresivo…Finalmente, cuando concluyó el período de acogida los padres decidieron no seguir con la adopción, en parte por el bien del pequeño, en parte porque se había vuelto difícil de tratar.
Chris guardó silencio, esperando que el hombre continuara. Como no lo hizo, preguntó:
- Así que los dos permanecieron aquí. ¿Hubo más intentos?
- Sí. Dos años después intentaron adoptar a Peter, pero el niño se negó si no adoptaban también a su hermano. No obstante, tenía diez años, así que pese a su oposición el proceso siguió adelante. Casi al mismo tiempo una pareja lo intentó con Nick, pero el niño ya había probado lo que era estar sin su hermano, y no resultó muy tratable. No lo contamos como intento de adopción, porque volvió aquí el mismo día en el que salió. En fin, ya lo ha visto ésta mañana, y en realidad, eso no era nada. Ese chico sabe cómo armarla bien grande. Con sólo diez años, tuvo problemas con la ley. Como era menor de catorce no se tomaron medidas legales, por supuesto, pero a sus nuevos padres no les hizo mucha gracia, así que…¿cómo lo ha dicho usted? Lo devolvieron como un objeto estropeado. Peter duró más tiempo, pero dejó de comer, de hablar, de moverse… Volvió a nosotros en mal estado, pero luego nos enteramos que aquello había sido una estrategia: el chico es listo, y había tomado nota del carácter débil de sus adoptantes. Sabía que si dejaba de comer, y enfermaba, no iban a saber cómo resolverlo. Lo cierto es que demostraron ser unos tipos muy negligentes. Si un niño de diez años no quiere comer, no puede costar mucho esfuerzo obligarlo.
Chris agarró con fuerza una arruga en sus pantalones. Daba gracias por no tener ahí delante ninguno de esos "padres", porque era muy probable que les dejara con unos cuantos dientes menos.
- Hubo aun un tercer intento – continuó el director. – Pero no con Nick, cuyo carácter espantaba a cualquier posible interesado. Fue a Peter, cuando tenía trece años. En realidad, estuvo un año con aquellos padres. De hecho, la adopción llegó a formalizarse.
- ¿Qué pasó? – preguntó Chris con interés. Hacía sólo dos años de aquello, puesto que tenía dieciséis, y había vuelto al centro con catorce. El señor Wright le miró detenidamente antes de responder.
- Al principio, no sabíamos que pasaba. Cuando hablamos con Peter no parecía feliz, y lo achacamos a la separación de su hermano. Pero tampoco nos preguntaba por Nick, y eso era extraño. Tan sólo decía "Espero que Nick esté bien". Repetía eso al final de cada llamada, y se negaba a hablar de su vida con sus padres. Había que sacarle las cosas a sacacorchos, y aun así era evidente que no nos lo contaba todo. Entonces, en una visita reglamentaria de un inspector de menores, vio las marcas.
- ¿Las marcas? – preguntó Christopher, temiéndose lo peor.
- Golpes. No estamos hablando de un castigo fuerte, o de una caída involuntaria. Tenía marcas por todo el cuerpo, aunque ninguna en la cara o en partes visibles. Peter se las arregló para que el inspector las viera y puso freno a aquello de inmediato. Señor Haliwell, quiero que sepa que ese chico ha sufrido mucho. Realmente… realmente es algo que no le deseo a nadie, y menos a un niño.
Christopher se quedó mudo. Sólo había visto al muchacho durante unos segundos, pero parecía tan normal… Supuso que sus marcas ya no eran visibles, sino que ahora estaban en su interior, donde sólo podían hacerle daño. Y el caso de Nick no era muy diferente. El eternamente no querido…el niño devuelto y separado de la única familia que tenía en el mundo. A Chris no le gustaba mostrarse especialmente sensible delante de desconocidos, pero estuvo a punto de que se le inundaran los ojos.
- ¿Aun quiere adoptarlos, señor Haliwell?
- Ahora no sólo quiero, sino que tengo que hacerlo – respondió, con la voz algo tomada.
 


Horas después, ya en casa, Christopher se sujetaba la cabeza con las manos, y se frotaba el pelo con cansancio. Había firmado tantos papeles como un famoso en una firma de discos. Hubiera dado lo que fuera por poder hablar con los muchachos cuyo proceso de adopción – o de acogida, más bien – había comenzado, pero el director creyó que no era buena idea, de momento. A Christopher le crispaba su actitud: era como si temiera que se echase atrás en el último momento, o que cualquier otra cosa saliera mal.
Wyatt había llamado para decirle que él mismo llevaría a Leo a casa, así que le estaba esperando. Tenía que pensar en cómo decirle a su hijo que no iba a tener un hermano pequeño, sino dos hermanos mayores. No podía ni imaginar cómo se lo iba a tomar. Lo cierto es que se sentía un poco culpable por haber tomado aquella decisión sin que su hijo lo supiera primero. Al fin y al cabo iban a ser una familia. Pero sabía que se hubiera sentido más culpable si hubiera dejado a aquellos dos chicos a su suerte. Chris sólo pensaba en darles un hogar feliz. Algo que compensara lo mal que lo habían pasado todos aquellos años.
Wyatt orbitó con un Leo lloroso en brazos. Lo primero que Chris pensó es que su hijo había hecho alguna de las suyas y Wyatt lo había castigado. Después se odió a sí mismo por ser tan malpensado, y lo achacó al cansancio.
- ¡Papi! - dijo el pequeño, y corrió hacia él cuando Wyatt lo soltó.
- ¿Qué tienes, campeón?
- ¡Me he despertado y...y... no estabas!
Chris le abrazó y le cogió en brazos, consciente de que en poco tiempo no podría hacer aquello, pues el chico comenzaba a pesar demasiado para él.
- ¿Una pesadilla? – le preguntó a Wyatt, que observaba la escena un poco apartado. Su hermano asintió. Leo a veces soñaba con su madre. No eran sueños malos, en realidad, salvo que cuando se despertaba, ella no estaba. En esos momentos necesitaba ver a Chris para comprobar que él no se había ido también. El niño debía de haberse quedado dormido en casa de Wyatt y al despertar no vio su casa, ni a su padre.
- Estoy aquí. Sh, sh. Ya está, ya está. – dijo mientras le mecía. Al rato Leo dejó de llorar y se frotó los ojos.
- ¿Tengo un hermanito? – preguntó entonces el niño. – Sé que te dije que no quería una niña, pero en realidad me da igual si es una hermanita. Las niñas no son tan malas, y le puedo enseñar a que le gusten mis cosas y no las muñecas – parloteó Leo, que había cambiado su humor completamente. Chris sonrió por el contraste, pero le hubiera gustado que la temida pregunta tardara un poco más en llegar.
- Ya sabes que aun va a tardar un poquito. De todas formas, hay algo que te quiero decir. Vete a tu cuarto, ahora subo y hablamos.
- ¡Pero si no he hecho nada malo! - dijo Leo, entre triste y asustado. "Vete a tu cuarto, ahora subo y hablamos" a veces se traducía por "vete a tu cuarto, ahora subo y te castigo".
- Ya lo sé, campeón. No es eso. Es que quiero hablar con el tío.
- Ah. Sube a despedirte antes de orbitar, tito. – dijo Leo, y corrió escaleras arriba. Wyatt y Chris se quedaron unos segundos mirando en la dirección en la que se había ido.
- ¿Qué ocurre, Chris? ¿Ha habido algún problema?
Wyatt, y en realidad todo el que hubiera estado cerca de Chris en los últimos meses, sabía lo mucho que deseaba adoptar.
- No, en realidad no. Es que… ha habido un cambio.
Y le contó lo que había pasado. Lo de Nick escapándose, la historia de los dos hermanos, todo. Cuando acabó, Wyatt le miró con una expresión extraña.
- Así que al final vas a hacerme tío otra vez…¡por partida doble!
- ¿Crees que he hecho bien?
- Claro. Por lo que me cuentas, ni siquiera lo dudaste. Además, ¡así no tengo que cambiar pañales! Aun recuerdo lo inútil que eras cuando había que cambiar a Leo…
Christopher sonrió. Por alguna razón veía la reacción de su hermano como referente: si él se lo tomaba bien, entonces no habría ningún problema. Había hecho lo correcto. 
Wyatt era incapaz de tomarse nada en serio, y por eso trivializó el asunto con sus bromas, pero en su mirada Chris vio el apoyo que necesitaba.
Estuvieron hablando durante un rato. Chris repetía una y otra vez cada detalle de los pocos que sabía de los chicos, hasta el punto de resultar pesado, pero a Wyatt no le importaba. Finalmente su hermano recordó que había dejado a su familia sin noticias, y que le creían fuera sólo por un momento, así que se despidió. Subió al cuarto de su sobrino tal como le había pedido y le hizo cosquillas antes de irse. Wyatt pensó que aquello no le valdría con los gemelos, pues ya estaban algo mayores…Pensó, divertido, que los hijos de Chris iban a ser mayores que los suyos, pese a que Christopher era el hermano menor.
Cuando Wyatt se fue Chris subió a hablar con su hijo. El niño estaba leyendo, tumbado sobre la cama. Cuando le oyó entrar cerró el libro y se sentó, mirándole con toda su infantil atención.
- Tengo que decirte algo. Tienes que prometerme que me vas a escuchar hasta el final antes de…
- ¡No vas a traerme un hermanito! – exclamó Leo, con incredulidad.
- …ANTES de sacar conclusiones precipitadas.
"Siempre, siempre me interrumpe" pensó Chris, dispuesto a no enfadarse pasara lo que pasara.
- Ups. – soltó Leo y se llevó la mano a la boca e hizo un gesto como de cremallera. Chris sonrió.
- Si vas a tener un hermanito, pero no es exactamente lo que pensabas. Vas a tener dos.
- ¿Dos?
Leo pareció tardar un tiempo en reflexionar sobre si eso era bueno o malo. Debió de pensar que estaba bien, porque no dijo nada, aunque se le veía un tanto sorprendido. No entendía por qué de pronto eran dos. Cuando vio que aceptaba la idea con más o menos éxito, Chris procedió a contarle el resto de la historia, aunque omitió los datos más horribles del pasado de los chicos. Sí le dijo que necesitaban un padre, porque nunca habían tenido uno. Cuando terminó de contarle todo, Leo guardó un silencio inusual en él.
- Así que ahora seré el hermano pequeño.
Fue lo primero que dijo. Chris supuso que hasta cierto punto era normal que aquella fuera la primera conclusión que el niño extrajera.
- Sí, campeón.
- ¡Pues no quiero!
Chris frunció el ceño. "Bueno, está bien que exprese su opinión. Aunque no es necesario gritar".
- Sé que es extraño, y que no te lo esperabas. Yo tampoco, pero cuando les vi supe que tenía que ser así…
- ¡Pues yo no lo supe! Y aquí somos dos, papá, aunque parece que lo has olvidado.
Eso dolió, porque entendía su punto. Sin embargo, tampoco tenía por qué consultar sus decisiones con su hijo. Sólo que él no era de esa clase de padres que responden con un "Es así porque yo lo digo".
- No lo he olvidado, por eso te lo estoy diciendo, campeón.
- Sí, pero no me has pedido permiso.
- Es que no tengo por qué hacerlo, Leo. Me gustaría contar con tu apoyo, pero no voy a dejar que un niño de ocho años decida si adopto a mis hijos o no. No voy a dejar que lo decida nadie.
- ¡Tu hijo soy yo, y no ellos!
- ¿Recuerdas lo que te he dicho esta mañana? ¿Eso de que querer a otros no va a hacer que te quiera menos? Que Nick y Peter sean mis hijos no va a hacer que tú dejes de serlo.
- ¡Nick y Peter! ¡Ya son "Nick" y "Peter"! Di mejor matón uno y matón dos, papá, porque voy a ser su puching ball.
- ¿”Puchin” qué?
- Puching ball. Su saco de boxeo.
- ¿Es eso lo que te preocupa? ¿Qué no te traten bien? ¡Van a adorarte! ¿No ves que vas a ser su hermanito? ¿Acaso tú pensabas tratarle mal cuando iba a ser un bebé?
- No, pero yo no soy como ellos. La gente de los orfanatos es mala. Serán delincuentes o algo peor. ¡No quiero que unos idiotas así estén en casa!
Chris recorrió en un paso la distancia que les separaba, puso de pie a su hijo y le dio tres fuertes azotes. Leo le miró con rencor en un primer momento, pero luego suspiró, y pareció más calmado. Chris le observó, esperando que dijera algo, y en ese tiempo se calmó un poco él también, y relajó la expresión de su rostro. Como Leo permanecía en silencio, fue él quien habló:
- ¿Entiendes por qué te he pegado?
- Porque he dicho "idi…y lo que sigue". – respondió Leo, mirando al suelo.
- No, o sea sí, eso no ha estado bien, pero no ha sido sólo por eso.
Leo le miró con cara de no entender. Christopher se sentó, y sentó a Leo encima, que parecía aliviado de que no hubiera más azotes.
- Hijo, esos chicos lo han pasado muy mal. Piensa por un momento que tú no hubieras tenido papá, y que te llevaran a un sitio con otros niños, esperando que alguien te adopte y te lleve a su casa. Pero ese alguien no llega. Eso les ha pasado a Nick y a Peter, campeón. No han hecho nada malo ¿entiendes? No son delincuentes ni se merecen tu desprecio. No puedo obligarte a que les quieras, aunque estoy seguro de que lo harás, pero lo que no voy a dejar es que les hagas daño.
- ¡Pero si yo no les he hecho daño!
- Con las palabras – explicó Chris con paciencia.- Si hubieras dicho eso delante de ellos, les habrías hecho daño.
Leo lo meditó durante unos instantes. Para su padre parecía importante que él no considerara malos a aquellos chicos. En realidad, no le habían hecho nada aun, así que decidió darles una oportunidad.
- Está bien. No volveré a decirlo. ¡Pero mi cuarto me lo quedo yo!
Chris sonrió, y le revolvió el pelo.
- Claro que sí.
Pero eso le recordó que tenía que adaptar una habitación para ellos. O quizá dos, y les preguntaría si querían dormir juntos o separados. Tenía habitaciones suficientes, aunque no estaban con el mobiliario adecuado para un adolescente. Iba a ser un mes muy ajetreado, e iba a tener muchas cosas que comprar.
 


Descubrió que Leo era una gran ayuda para amueblar la habitación de los chicos. Chris había pensado comprar algunos posters, y tal vez algo de música, pero Leo le disuadió.
- Los chicos mayores tienen gustos muy raros, papá – le dijo. – Y todos son diferentes. Puede que les pongas un poster de algo que no les gusta. Mejor espera a preguntarles. Hasta entonces, cómprales un móvil, una cama y una mesa que no tengan colores de niña. Con eso no te puedes equivocar.
Y eso fue lo que hizo. No necesitó comprar camas, puesto que ya tenía, pero sí compró una mesa grande para cada uno, y las puso en dos cuartos diferentes, por si prefería tener cada uno su espacio. Y compró el mejor móvil, según el encargado de la tienda. Compró dos iguales, en un color bastante neutro. Cada detalle le preocupaba. Quería que todo fuera perfecto.
También haría falta ropa. Aunque ya tuvieran, daba igual. Él quería regalarles algo. Y como no sabía qué les gustaba, decidió que sería ropa, ya que había visto, más o menos, como vestían. Peter vestía como él, así que en una de sus muchas conversaciones de aquellas semanas con el director, le pidió la talla del chico y llenó un armario básicamente con camisetas y vaqueros. Nick era más complicado, pero como los vaqueros son algo universal, también le compró.
Tuvo que hacer una visita más al centro, y ésta vez le dijo al director si Leo podía ir con él. Iba a conocer "oficialmente" a sus muchachos, y quería que el niño estuviera presente. Entonces el señor Wright acordó que podían verse en un parque cercano al edifico: así estarían en un ambiente más relajado, y no habría problema en que Leo estuviera. Por fin, el día llegó.
Cuando Leo y él llegaron al parque, el señor Wright ya estaba allí, con los dos chicos. Chris tomó a su hijo de la mano, y se acercó a los muchachos con cierta inseguridad. Ya les habían informado de que les iba a adoptar, pero era imposible decir si la idea les gustaba o no. El señor Wright hizo las presentaciones de rigor, y luego les dejó algo de intimidad. La situación se puso tensa y silenciosa, pero de nuevo Leo fue de gran utilidad, al relajar el ambiente con unas simples palabras:
- ¿Quién es Nick y quién es Peter?
- Peter – respondió uno de ellos, alzando la mano con una sonrisa.
- Nick – dijo el otro, pero sin sonreír.
- ¿Sois iguales, iguales? – preguntó el niño con incredulidad, como si tratara de buscar en ellos algo diferente.
- Bueno, somos muy parecidos. Pero quien nos conoce mucho puede ver algunas diferencias. Yo soy más delgado ¿ves? – dijo Peter. Estaba claro que era el más cordial de los dos.
Chris prestó atención. Era cierto que, si uno miraba fijamente, podía ver Peter estaba más delgado. Pero el director le había dicho que usaban la misma talla, así que no podía ser por mucho. Como sabía las penurias físicas por las que había pasado Peter, lo achacó a eso. Lo cierto es que ni aun sabiendo aquél detalle habría podido distinguirles.
- Yo no tengo un gemelo – respondió Leo. – Tiene que ser guay. ¿Os leéis la mente?
En ese momento, sorprendiéndoles a todos, Nick rió. Aun sin conocerle mucho Chris adivinó que no era algo que hiciera a menudo. Le encantó el sonido, hacia el que chico pareciera más joven y desenfadado.
- Sólo porque Peter es muy predecible. No siento lo que él siente, ni nada de eso. Empatía gemela cero.
Chris sonrió. Aquello marchaba bien. Pero entonces Nick vio su sonrisa y se puso serio. Enseguida apartó la mirada. "No le caigo bien" pensó Chris.
Se sentaron, y comenzaron a hablar. Chris había temido ese momento, porque no sabía qué podía decir, pero con Leo allí todo fue fácil. El niño tapaba los silencios y llevaba el peso de la conversación. En un determinado momento Peter llamó su atención.
- Oye, Chris, ¿puedo ir a comprar algo? Hay una pastelería ahí mismo.
- Claro. – Christopher buscó el monedero en su bolsillo, pero Peter le interrumpió.
- No, yo tengo dinero. El señor Wright nos lo ha dado.
- Pues guárdatelo. Yo te lo compro.
- No hace falta.
- Pero yo quiero hacerlo. Toma.
- No quiero que piense que quiero aprovecharme – dijo Peter tímidamente. Nick no había hablado en todo el rato.
- En primer lugar, no me llames de usted. Y en segundo lugar, no digas tonterías. Si quiero invitarte, te invito.
- Claro, tonto – intervino Leo – A mí me compra lo que quiero, cuando puede. Y siempre puede – añadió con una risita.
Chris sonrió. En realidad, aparte del hecho de que no tenía problemas económicos, Leo no solía pedir muchas cosas. No se imaginaba que una declaración tan inocente pudiera desencadenar lo que desencadenó.
- Pero es que él es tu padre – respondió Nick de manera cortante. – A nosotros no tiene por qué comprarnos nada.
- ¡Nick! – masculló Peter, aunque parecía pensar lo mismo, a juzgar por su expresión.
- Pero… vais a ser mis hermanos – dijo Leo. Parecía pelearse con las palabras, como si le costase decir lo que iba a decir. – Es mi papá, pero yo lo comparto. Si vais a ser mis hermanos él tiene que ser vuestro padre.
Chris se sintió muy orgulloso de su hijo, y algo conmovido también. Con su inocencia, había hablado mejor de lo que pudiera haberlo hecho él. Pero a Nick no pareció bastarle.
- No vamos a ser hermanos, niño – respondió, usando de nuevo aquél tono frío y duro.
- Nick, basta ya. No hay por qué ser desagradable – dijo Peter.
- Seré desagradable si quiero. Y si no le gusta ya sabe lo que hay. Así no perdemos el tiempo yendo a su casa.
Dicho esto, se levantó y se alejó de ellos. Se apoyó contra un árbol cercano. El señor Wright estaba por allí, pero en ese momento no se le veía.
- Discúlpale – dijo Peter – Está convencido de que esto… no va a funcionar, así que no quiere implicarse.
- ¿Y tú? ¿También crees que no va a funcionar? – preguntó Chris.
- Yo…Usted… tú eres amable, Chris, y tu hijo es muy simpático, pero he salido y vuelto a entrar demasiadas veces de ese orfanato. Mi hermano lo ha hecho menos veces, y aun así ya sabe lo que hay ahí fuera para nosotros: nada.
- Sí que hay algo – dijo Leo, que odiaba que le dejaran fuera de la conversación. – Estamos nosotros, aquí, con vosotros y…
- ¿¡Dónde está Nick!? – preguntó Peter de pronto, alarmado. Chris miró hacia el lugar donde estaba el chico unos momentos atrás, pero había desaparecido. Se puso de pie rápidamente y le buscó con la mirada, pero nada. Alertó al señor Wright y se pusieron a buscarle. Peter les guió hacia los lugares hacia donde podía haber ido su hermano. Una cosa estaba clara: no habría vuelto al orfanato. El señor Wright temía que hubiera vuelto a escaparse. Con Peter no había problema: uno podía fiarse, dejarlo sólo, pero con Nick era distinto.
Entonces, varios minutos después, Leo creyó verle doblando una esquina. Echó a correr para que no se escapara, pero se detuvo ante un semáforo, para alivio de Chris.
- Lo siento, papá. No he podido alcanzarle.
- Nada de eso, campeón. Has hecho muy bien en detenerte. Ya sabes que no debes cruzar sin mí, ni cuando el semáforo está en rojo.
Peter les miró con curiosidad, aunque sin decir nada. Chris notaba que a él sí le caía bien. Lamentaba no ser del agrado de su hermano. Siguieron buscando, y de nuevo fue Leo el que le vio primero. Echó a correr, dispuesto a no perderle ésta vez. Chris se sintió intranquilo, y quiso ir tras su hijo, pero se fijó en Peter, recordando que era asmático. "¿Cómo funciona esto?"
- Tú no corras – advirtió, por si acaso.- Yo voy tras ellos.
- ¿Por qué no puedo correr? – preguntó el chico.
- El señor Wright dice que tienes asma…
- Tengo inhalador. Corro todos los días. No soy un enfermo terminal, Chris. Si me noto fatigado, pararé. Hace tiempo que no sufro un ataque, de todas formas. Ahora vamos, antes de que los perdamos de vista. Mi hermano sabe cuidarse sólo, y cuando se canse de hacer el bobo volverá, supongo, pero puede que no sea muy amable con tu hijo, cuando se encuentren.
Peter echó a correr y Chris le siguió, vigilando cada poco la respiración del chico. Al rato se convenció de que no le iba a pasar nada. Chris se preguntaba cómo iba a llevar a Nick de vuelta al parque. Del señor Wright no había rastro, porque estaba buscando por otros sitios.
Mientras tanto, Leo había alcanzado a Nick, y le agarró de la chaqueta. Chris llegó justo a tiempo de ver cómo Nick le empujaba y le tiraba al suelo. Leo comenzó a llorar casi en el acto. Chris comprobó que no se había hecho nada, y le tomó en brazos hasta que se calmó. Al mismo tiempo, escuchó la breve conversación que se produjo entre los dos hermanos.
- Nick, ¿qué pasa contigo?
- ¡Vámonos!
- ¿Qué?
- Que nos vayamos, está claro que no nos va a adoptar.
- ¿Por qué dices eso? No…
- Tú lo piensas igual que yo. Ya tiene su familia perfecta, no nos necesita. Además, he empujado a su hijo. Ahora seguro que no nos quiere ver ni en pintura. Venga, vámonos. Daremos una vuelta por ahí, pero tranquilo, Pete-el-estirado, que luego volveremos al orfanato, a ver a dónde vamos a ir si no.
Peter, que en el fondo opinaba como Nick, pareció convencerse. Pero era una lástima. Chris parecía buen tipo, y además había accedió a adoptarle a los dos juntos…Sí, era una lástima. Se dispuso a marcharse con su hermano.
- ¡Alto ahí los dos! – intervino Chris, aun con Leo en brazos, ya sin llorar pero aun mimoso. – Nadie va a ir ningún sitio, porque todos vamos a volver al centro. Todos juntos y sin tonterías. Desde allí, pediremos que alguien llame al señor Wright al móvil para avisarle de que estás bien. Esto es lo que vamos a hacer, y nadie va a hacer nada diferente ¿entendido?
Peter asintió, Nick no dijo nada, pero tampoco se fue. Ahora que su hermano estaba allí, haría lo mismo que él. El camino de vuelta fue silencioso. Chris bajó a Leo, que caminó a su lado. El niño echaba miradas furtivas a los dos hermanos, pero tampoco decía nada. Cuando llegaron al centro, Chris contó lo que había pasado, y un empleado marcó el número del director para llamarle y tranquilizarle. Chris acompañó a los chicos a su habitación, ya que además tenía curiosidad por verla. Le dijeron que, por ser los mayores, no dormían con los demás, pero sí compartían una para los dos. Chris les sondeó para ver si eso les gustaba, y gracias a Peter descubrió que preferirían tener una para ellos solos, así que tomó nota para la semana que viene, que es cuando los chicos entrarían a vivir con ellos.
Nick seguía con una actitud insoportable y Leo ya no se acercaba a él, como si temiera que fuera a empujarle. Entonces Chris recordó que Peter quería comer algo, y le dijo:
- Me fío de que tú no te escapes. ¿Quieres ir ahora a comprar algo?
Peter asintió.
- Podrías llevarte a Leo. No está muy lejos, y así os conocéis mejor. Además, si le llevas a una pastelería le harás feliz.
Peter entendió que Chris quería quedarse a solas con su hermano, aunque no entendía por qué. Tras unos segundos de vacilación, y convencido por la bondad que veía en esos ojos azul verdoso, asintió. A Leo también le gustó la idea y ésta vez Peter aceptó el dinero de Chris, porque no había forma de convencerle de que no era necesario. Se fue, con una sensación extraña. Sentía que el hecho de que le dejara al cuidado de Leo implicaba que, de alguna forma, confiaba en él. Nadie había confiado nunca en él, al menos no de esa forma tan sentida y poco racional.
Cuando se quedaron a solas, Nick trató de salir de la habitación, de forma grosera, como si le diera asco permanecer en la misma estancia que Chris. Pero éste no le dejó, sino que le agarró del brazo para impedírselo.
- ¿Adónde crees que vas?
- Adonde me salga de los cojones.
- Pues que te salga quedarte aquí. Tenemos que hablar. No puedes irte y dejar tirada a la gente. Nos has preocupado.
- A ti sobretodo – bufó Nick, con sarcasmo.
- Sí, a mí sobretodo. Tu hermano ya está acostumbrado a que hagas eso, y lo que no entiendo es cómo lo aguanta.
- Déjame en paz. – la mención de su hermano le había hecho sentir mal.
- Te dejaré en paz cuando me escuches. No sé qué te he hecho para que me trates así, pero mi hijo no te ha hecho nada.
Nick sentía haberle empujado, el mocoso no le había caído mal aunque era muy preguntón, pero no estaba dispuesto a admitirlo.
- Es un metomentodo, igual que tú. No esperes que yo te lama el culo como mi hermano. No pienso llamarte de "usted", ni hablar como si tuviera un palo metido ahí abajo.
- Y yo no pretendo eso, aunque sí te exijo un poco más de respeto.
- ¿Exiges? ¿Y quién eres tú para exigir nada?
- Desde hoy, en adelante, y para siempre, soy tu padre – respondió Chris sin vacilación, y avanzó hacia él. La respuesta había sorprendido a Nick. Quizá por eso no reaccionó cuando Christopher le forzó a tumbarse sobre sus rodillas.
- ¿Qué haces, loco?
- Castigarte – respondió. Iba a responder "darte unos azotes", pero en el último momento cambió de expresión, con el fin de no aumentar la vergüenza que el muchacho debía de estar sintiendo.
Y la sentía. Pero no fue nada comparado con lo que sintió cuando Chris comenzó el castigo.
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A Nick le habían dado azotes un par de veces en su vida, sus primeros no-padres adoptivos, a los que si parecía importarles al menos un poquito, pero hacía ya mucho tiempo de eso. No recordaba que fuera tan…humillante. Y doloroso, porque Christopher pegaba con fuerza. Sabía que no estaba tratando con su niño de ocho años, y si quería que el castigo sirviera de algo tendría que ser más duro.
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Cuando Nick emitió el primer quejido, apenas audible, Christopher lo tomó como señal para empezar a regañarle.
- No puedes huir cada vez que tienes un problema o algo te desagrada.
- No huyo – masculló Nick.
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- Lo que has hecho hoy ha sido huir. "Oh, éste tío parece que quiere adoptarme, tengo miedo de que salga mal, mejor me voy y soy borde para que me deje en paz"
Había dado en el clavo, aunque al decirlo así sonaba ridículo y estúpido. A Nick se le llenaron los ojos de lágrimas, pero no por los azotes, porque podía aguantar mucho más, sino por lo que esas palabras le hacían sentir. No estaba dispuesto a que Chris notara su debilidad.
- No he huido – repitió con orgullo.
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- Oh, y supongo que tampoco has sido borde ¿verdad?
- Te hablado mejor de lo que te mereces, cabrón.
En ese momento, y tras dudar un segundo, Chris le bajó el pantalón y los calzoncillos de un tirón, y siguió dando palmadas sobre un trasero ya rosado.
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Nick apretó los dientes. Comenzaba a dolerle de verdad, y sin la protección de los pantalones era mucho peor. Había intentado impedirlo inútilmente, sujetándose la ropa, pero Chris era más fuerte y tenía ventaja al tenerle en la posición en la que le tenía. No podía creerse que estuviera en las rodillas de aquél idiota recibiendo unos azotes como un niño pequeño.
- Otra cosa que tenemos que tratar es tu vocabulario.
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- No quiero expresiones malsonantes, y por supuesto, no voy a permitir que me insultes.
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Nick dejó salir unas lágrimas silenciosas, pero se obligó a no gritar, ni a llorar en voz alta. En algún momento aquél tipo se tenía que detener y él resistiría hasta entonces.
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- ¿Ha quedado claro? – preguntó Chris, en vista del silencio del muchacho. Sólo recibió más silencio.
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Chris sabía lo que el chico pretendía. Le estaba echando un pulso, manteniéndose impasible mientras durara el castigo. Chris no pensaba ceder, pero tampoco podía seguir así eternamente, porque su intención no era causarle un daño real. Quería doblegar al muchacho, no humillarle ni maltratarle. Así que le dio una oportunidad de hablar.
- ¿Tienes algo que decir?
Nick lloraba a lágrima viva, pero estaba consiguiendo su objetivo de no quejarse en voz alta. Lo cierto es que le dolía mucho, y picaba, y ardía. El hecho de saber lo mucho que se merecía aquél castigo, y tantos otros que nunca le habían dado, no ayudaba. Cuando Chris le dio la oportunidad de decir algo, dijo lo primero que le vino a la cabeza.
- Ya soy mayor para que me castiguen así.
- Ya eres mayor para escaparte – le habló en un tono infantil que remarcaba sus palabras, y prosiguió.
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Nick dejó escapar un gritito tras una palmada especialmente fuerte, y desde entonces le fue realmente difícil mantener a ralla el llanto.
- Ya eres mayor para decir palabrotas
SWAT SWAT SWAT
- Y ya eres mayor para pelearte con otros niños.
- Siento lo de tu hijo – admitió Nick. Era lo único que sentía de corazón, o al menos lo único que estaba dispuesto a admitir.
- Está bien – respondió Chris, contento de haber avanzado un paso, y le dio un respiro. - ¿Qué hay de lo de escaparse? Lo de las palabrotas voy a hacer como que nadie te ha enseñado a hablar nunca adecuadamente, aunque no he visto que tu hermano sea un malhablado.
Nick guardó silencio.
- Respóndeme, Nick ¿Ha estado bien eso de irse dejándonos a mi y a tus hermanos tirados, y preocupados por ti?
A Nick le llegó muy hondo eso de "tus hermanos".
"¿Y si resulta que en verdad este tipo me ve como a su hijo?"
No, aquello no podía ser. Puede que tuviera buenas intenciones, pero de ahí a quererle había un paso. Además, se cansaría de él, como todo el mundo. Y jamás le perdonaría que hubiera empujado a su hijo, al de verdad. Dispuesto a ser fuerte, no respondió. Christopher suspiró y volvió a bajar la mano.
SWAT
- ¿Ha estado bien huir así?
Silencio.
SWAT SWAT SWAT
- ¿Ha estado bien?
- ¡No, por supuesto que no ha estado bien! – gritó Nick, al final, y rompió a llorar sonoramente, dándole igual su edad, dándole igual sus intentos de ser fuerte, dándole igual todo. Lo que sentía era una mezcla de dolor en el trasero (y eso constituía una gran parte de eso que sentía), un dolor emocional, y culpabilidad.
Christopher suspiró, y le incorporó, sentándole con cuidado en su regazo. El chico se tapó la cara con las manos, pero ya no podía contener sus sollozos, y lloraba de una forma desgarradora. Poco a poco, haciendo fuerza pero muy despacito, Christopher le apartó las manos de la cara y las puso rodeando su cuello, para después hacer el exactamente lo mismo con sus propias manos. Al principio Nick se mostró pasivo, pero luego, de repente, apretó mucho el abrazo, agarrándolo con mucha fuerza mientras sus sollozos aumentaban de intensidad. Chris apenas podía respirar, pero ni por asomo se le hubiera ocurrido separarse de él. Le frotó la espalda con una mano y le acarició el pelo con la otra. Empezó a susurrarle cosas suaves, y a repetir "Ya está, ya está" como un mantra. Nick no dejó de llorar, pero sí dejó de temblar un poco. Tenía la cabeza apoyada en el hueco del hombro de Chris, y le había llenado de lágrimas. En ese momento Nick sintió que no quería salir de ese hueco nunca. Que estaba ahí hecho expresamente para él, para la forma de su cabeza. Y que aquellos brazos estaban hechos para abrazarle. Cuando se sintió capaz de hablar, aun sin separarse de Chris ni un milímetro, susurró:
- Lo siento. Siento haber empujado a tu hijo, eso es lo que más siento de todo. Los otros chicos me han tratado a empujones toda mi vida y sé lo que se siente.
- Eh, ya está. Estás perdonado ¿vale? Leo te ha perdonado también. No es rencoroso, y él también tiene mucho genio.
Nick se aplastó más contra él como toda respuesta, y continuó.
- También siento haberte insultado. Tú no me has insultado a mí en ningún momento, a pesar de que parece que no he dejado de intentarlo.
Chris pensó bien su respuesta, mientras acariciaba inconscientemente el pelo de Nick como hacía con el de Leo. Nick lo tenía rizado, así que se prestaba mucho más a enredar en él sus dedos con ternura.
- Soy tu padre, Nick. Y no por lo que vayan a decir unos papeles, cuando un juez tenga a bien firmarlos, sino porque lo siento. Porque lo sentí desde que me miraste en la entrada, hace casi un mes. Soy tu padre, y nunca te voy a insultar. Y si lo hago, perdóname, porque no lo estaré diciendo en serio.
Nick emitió un sonido, que podía ser tanto un intento de risa como un sollozo.
- He tenido otros padres. Cuando destrozaba sus muebles preguntando por mi hermano, de pronto dejaban de serlo.
- Yo no. Nunca. Nunca dejaré de serlo. Y ya no tienes que preguntar por tu hermano, porque él va a estar contigo. Y nadie va a separaros.
Chris no se esperaba que aquellas palabras le hicieran volver a llorar como un histérico. Le sostuvo y le abrazó hasta que volvió a calmarse, preguntándose qué le había hecho reaccionar así.
- ¿Y si es él el que se cansa de mí? ¿Y si es él el que se harta de que le hable mal, y de que me vaya todo el tiempo?
- Conozco a tu hermano de un solo día, y ya te puedo asegurar que jamás haría eso. Habéis pasado por tantas cosas que estáis más unidos que cualquier hermano, y eso que la hermandad ya es de por sí un vínculo poderoso. Te lo digo yo, que tengo dos. Melinda te va a caer bien enseguida, y a Wyatt es imposible no quererle.
- ¿Les voy a conocer? – preguntó con inseguridad.
- No, voy a tenerte encerrado en una mazmorra oculto del mundo y de los rayos del sol. ¡Claro que vas a conocerles! La semana que viene, en cuando vengas a casa. Estoy seguro de que van a preparar algo. Y tienes una buena colección de primos, abuelos, y tías abuelos. La familia Haliwell es muy numerosa.
- Haliwell. Tíos. Me gusta como suena. – respondió Nick, suspirando. En algún punto había dejado de llorar, y ahora sólo estaba cansado, de tantas emociones y convulsiones. Sin embargo, no dejaba de preguntarse "¿Es esa mi familia?" Era fácil pensando estando así, abrazado, pero tenía miedo de separarse y que el sueño se desvaneciera. Como si supiera lo que estaba pensando, Chris continuó hablando, pues había visto que eso calmaba al chico. Sabía que lloraba por mucho más que por el castigo, aunque no dudaba de que había dejado bien grabado en el trasero del muchacho lo que no iba a consentir.
- No voy a dejarte, Nicholas. Ni a ti ni a tu hermano. Los cuatro vamos a ser una familia.
- Yo…intentaré no volver a escaparme.
- ¿Intentarás?
- Soy realista – respondió Nick. Chris lo dejó estar, algo divertido por la naturalidad del muchacho. Viendo que ya estaba tranquilo, hizo por separarse de él. El chico protestó débilmente.
- Sólo voy a subirte el pantalón – dijo Chris, y el rostro de Nick se puso más o menos del mismo color que su trasero. Quería morirse de la vergüenza. Ni siquiera trató de colocarse la ropa él mismo, sino que dejó que Chris lo hiciera, y volvió a enterrar la cabeza en su hombro, dispuesto más que nunca a no sacarla de ahí nunca.
- No vuelvas a hacer eso – pidió Nick.
- ¿El qué? ¿Subirte la ropa?
- No, bajármela. Pegarme.
- Lo intentaré.
- ¿Intentarás? – preguntó Nick, reconociendo el patrón en las frases.
- Soy realista. Y sé, por lo que me han dicho y por lo que he visto, que no puedes evitar meterte en líos. Y si te metes en líos, tengo que castigarte.
Nick gruñó, pero hasta cierto punto le gustaba el trato. Significaba "No voy a dejarte hacer lo que quieras" y eso se podía traducir en "Lo que hagas me importa" y en "Ahora tu única preocupación tiene que ser obedecerme, porque yo no voy a ir a ningún sitio, así que vas a tener una familia".
Siguieron abrazados un rato más, aunque Chris empezaba a no sentir las piernas. El chico debía pesar unos sesenta y cinco kilos y ese peso durante la media hora que debían llevar así, más el tiempo que había durado el castigo, empezaba a pasar factura. Aun así, no se habría movido ni un milímetro de no ser porque se dio cuenta de algo. Se separó un poco para mirar a Nick.
- ¿Y tu hermano? ¿Por qué no ha vuelto?
- Tranquilo, él no se escaparía. Nos habrá oído, y habrá decidido dejarnos espacio.
Christopher guardó silencio por un momento. Le gustaba ese nuevo Nick, comunicativo y razonable. Y pudo ver que en los ojos del chico ya no había ese desagrado inicial que había percibido.
- ¿Y no te importa?
Chris suponía que le daría mucha vergüenza que otros supieran que le había dado unos azotes, y por eso había mandado fuera a Leo y a Nick, imaginándose cómo iba a acabar aquello.
- ¿Qué nos haya oído? No. Así me ahorro tener que contarle. Mi hermano me ha visto desnudo, me ha visto llorando, y ha visto como otros chicos me daban una paliza. Si combinas las tres cosas, esto no ha sido muy diferente. Aunque con él delante, seguramente no te habría pedido disculpas.
Aquellos suscitó muchas preguntas en Chris, que tuvo que ordenarlas en su mente para ver cuál hacía primero.
- ¿Qué otros chicos? Antes también has dicho que te empujaban. ¿Quiénes? ¿Por qué?
- Chicos mayores, antes de irse, cuando yo era pequeño. Me pegaban por…lo que yo soy.
- ¿Lo que tú eres? – Christopher no lo entendía. Entonces se le encendió una bombillita en la cabeza, y buscó la forma delicada de preguntar. - ¿Eres…eres gay?
Nick estalló en carcajadas. Fue como el sonido que había escuchado en el parque, sólo que mucho más tiempo. Christopher estaba encantado, aunque estaba esperando una respuesta.
- No. No, no. Nada de eso. ¿Hubiera importado?
- En absoluto. Pero, entonces, ¿qué es lo que eres?
- Un empollón – respondió Nick, aun sonriendo por la ocurrencia de Christopher.
- ¿Un empollón? ¿Tú? No …
- No lo parezco, sí ya sé. Peter sí, pero soy yo el de las buenas notas.
- ¿Y él? – preguntó Chris con curiosidad.
- Él es el que lo intenta. Estudia mucho, pero no vale para eso.
Christopher estaba deseando saber cosas sobre sus chicos. No sabía cuánto iba a durar ese episodio comunicativo de Nick, así que decidió aprovecharlo.
- Y ¿para qué vale, según tú?
- Para el arte. La música, los libros, el teatro. Mejor no le dejes un pincel, pero para todo lo demás, es un genio.
Chris almacenó esa información con orgullo. "Un hijo con talento artístico, y otro con talento para los estudios". Tras un momento, Nick siguió hablando:
- Si nos adoptas…
- …CUANDO os adopte…
- …¿te enfadarás con él?
- ¿Con Peter?
- Sí. ¿Te enfadarás con él sí, ya sabes, no saca buenas notas y eso?
- No, claro que no. Tiene que dar lo mejor de sí mismo, es lo único que pido. Todo lo demás, son números sobre un papel.
- Eso es muy…razonable. ¿Le dejarás cantar e ir a teatro? Encontraremos un trabajo para pagarlo…
- Le apuntaré a clases si quiere, pero se las pagaré yo, por supuesto.
Chris se dio cuenta de que, de alguna forma, estaban haciendo planes. Aquello era todo un avance, significaba que Nick empezaba a verlos como una familia.
- No es necesario. Tres hijos son muchos, y es mucho dinero y…
- Y yo lo tengo. Así que le apuntaré hasta a danzas regionales, si es lo que quiere Peter. Pero, ¿qué es lo que te gusta a ti?
Nick había estado hablando únicamente de los gustos de su hermano.
- No importa. Es una tontería.
Chris vio que Nick se avergonzaba, y sintió curiosidad.
- ¿Qué es? – preguntó, animándole.
- Me gusta cocinar.
- ¿Cocinar?
- ¡Sí! Siempre estoy con Fala, la cocinera cuando…
- ¿Cuándo qué? – preguntó Chris, al ver que se había detenido de repente.
- Cuando no me gusta alguna clase – dijo bajito.
- ¿Haces pellas para ir a la cocina? – preguntó con más incredulidad que disgusto.
- Sí. – admitió Nick, mirando al suelo.
- ¿Muy a menudo?
- Casi todos los días – murmuró en voz tan baja que casi no se le oía.
- Y aun así sacas buenas notas. No sé si felicitarte por talentoso, o regañarte por caradura. – comentó Chris, divertido.
- Lo primero suena bien – murmuró Nick.
- A mi madre también le gusta mucho cocinar. Es chef. – le reveló Chris – Y a mí también me gusta.
- ¿Sí? – preguntó Nick contento de tener algo en común con él.
Chris asintió, pero se puso serio un momento para añadir:
- Me encanta que te guste la cocina, y buscaremos la forma de que puedas hacerlo tanto como quieras, pero no puedes faltar a clase. Aunque se te de bien. Da igual. ¿De acuerdo?
Nick dijo que sí con la cabeza, y ambos guardaron silencio. Por fin, se separaron, aunque fue un movimiento natural porque ambos sentían calor. Nick estaba muy cansado, y reprimió a duras penas un bostezo. Chris suponía que era por la azotaina, el llanto, y por las emociones del día en general.
- Hay otra cosa que te quiero preguntar – dijo Chris, y Nick se giró para mirarle, a la escucha. – Antes has dicho….que si hubiera estado tu hermano no me habrías pedido disculpas. ¿Por qué?
- Por orgullo, supongo. No sé. Sólo me conozco, y sé que no lo hubiera hecho.
- ¿Siempre eres tan sincero? – preguntó Chris, admirado.
- No tiene sentido mentir. Aunque creo que a veces debería callarme algunas cosas. En ese sentido, tengo que aprender de Peter. No es un mentiroso, pero sí muy reservado. Aunque no lo parezca. En realidad, estamos al revés. Yo alejo a la gente sí, pero soy mucho más…sociable. Peter le cae bien a todo el mundo, pero es más cerrado que una concha. A veces parece que sólo habla con sus libros.
"Interesante" pensó Chris. Aquél día había aprendido mucho de sus dos nuevos chicos.
Abrieron la puerta del cuarto, y en un salón común que estaba a la derecha encontraron a Peter, que estaba jugando con un Leo cubierto de chocolate.
- Le he dado pastel, espero que no te importe.
- En absoluto, pero, ¿se lo ha comido, o se ha bañado en él? – preguntó, riendo. – Anda ven, campeón. Ven que te limpie.
Chris sacó un pañuelo de su bolsillo y limpió los alrededores de la boca de Leo. Mientras tanto, observó el intercambio de miradas entre Peter y Nick. Tal vez sí se leían la mente, después de todo, porque Peter dijo, en voz alta:
- Bueno, pues parece que al final si vas a adoptarnos ¿no?

- Nunca he pensado en dejar de hacerlo.

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