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lunes, 6 de abril de 2015

Chapter 4: Principios peculiares



 


Chapter 4: Principios peculiares
 


- …y lo único que yo podía hacer era ver como se hundía más y más. Si en eso momento hubiera tenido delante a los que le maltrataron, ningún demonio podría haberles dado peor tortura – dijo Chris, moviendo las manos, como si quiera demostrar lo que habría hecho. Le estaba contando a Wyatt lo que había pasado el día anterior, cuando le llamó el director y tuvo que ir al centro.
- ¿Y qué le dijiste? – preguntó su hermano, que tenía interés por ver cómo lo había solucionado Christopher. Porque tenía que haberlo solucionado: si no, no estaría ahí de pie hablando con él tan tranquillo.
- Que le quería – respondió Chris, mucho más calmado de pronto. Le gustaba decirlo, le gustaba sentirlo, le gustaba haberse dado cuenta de ese sentimiento. Su orgullo y su amor paternal rezumaba sobre cada uno de los poros de su ser.
- Nenaza – dijo Wyatt, con una risita, aunque le entendía perfectamente y se alegraba por él.
- La envidia, que te carcome – le respondió Chris, y le sacó la lengua. Después, los dos hermanos rieron al darse cuenta de que ese aspecto de su relación no había cambiado, aunque ya no fueran niños.
- ¿De qué os reís? – preguntó Leo, entrando en la habitación frotándose los ojos. Se acaba de despertar. Ni siquiera preguntó qué hacía allí su tío: como solían decir, estaban sólo a una órbita de distancia, así que era frecuente verle por allí, aunque sólo fuera un ratito.
- De ti, enano – respondió Wyatt, y le cogió en brazos. - ¿Quieres desayunar?
- ¿Eso no debería preguntarlo él? – dijo Leo, señalando a su padre.
- Oye, que yo sé servir un vaso de leche también. Además, esta es como mi casa.
- Esta es tu casa, ya lo sabes – le dijo Chris. Aquella era la casa Halliwell. Había sido Chris quien se la había quedado, pero en su momento había insistido en que vivieran todos juntos. Eran, sin embargo, muchas personas, cada uno con su familia, y como varios de ellos podían orbitar, en realidad era como si vivieran juntos.
- ¿Lo ves? Ya has hecho que se ponga ñoño – le dijo Wyatt a Leo. El niño rió, y Chris rodó los ojos. Era como juntar el hambre con las ganas de comer.
Desayunaron los tres juntos, aunque Wyatt confesó que aquél era su segundo desayuno. Y, si se pasaba por casa de Melinda, tal vez tuviera un tercero. Chris les metió un poco de prisa, porque tenía que llevar a Leo al colegio.
- ¡Papi! – exclamó Leo de pronto.
- ¿Qué?
- ¿Es que Nick y Peter no van a ir al cole?
- Sí, campeón. Van a ir a tu colegio. Ya les he matriculado – le tranquilizó Chris, aunque para sus adentros se preguntaba cómo llevarían los chicos el cambiar las clases a las que asistían en el centro por un colegio normal.
 


Llegó el día. Chris estaba demasiado nervioso para comer, demasiado nervioso para vestirse, demasiado nervioso para recordar que el coche no arrancaba si no metías la llave dentro. Por fin, iba a traer a Peter y a Nick a casa.
- ¿Por qué vamos en coche? – preguntó Leo, que se había empeñado en ir con él.
- Ellos aun no saben...nuestro secreto. No creo que el mejor modo de decirles que somos brujos sea haciéndoles orbitar.
- Es una pena que ellos no tengan magia – comentó el niño, cayendo de pronto en ese detalle.
- Cada uno es como es. Tu abuela creció sin magia, porque su abuela ató sus poderes. Cuando descubrió que era una bruja, no le gustó la idea.
Chris recordaba todas las historias que le habían contado, aunque tenía la sensación de que había detalles que su madre y sus tías se guardaban para ella. Por ejemplo, una vez escuchó un comentario sobre "la mala suerte de Piper con los novios", pero nadie se lo explicó.
Aparcó el coche y sintió que sus nervios reaparecían, o aumentaban, o lo que fuera. Tuvo que hacer un gran esfuerzo por no correr hacia la puerta del centro.
Cuando entraron, no se encontró con la imagen que se esperaba. Nick y Peter le esperaban con sus maletas, sí, pero el señor Wright estaba con ellos, y en vez de darles consejos o despedirse, lo que estaba haciendo era gritar a Nick.
- ¿Qué ocurre? – preguntó Christopher al llegar junto a ellos.
- ¡No se lo diga! – pidió Nick, de pronto, muy asustado. - ¡Por favor, señor Wright, no se lo diga!
- ¿Qué es lo que no quieres que me diga? – preguntó Chris, a quien todo esto le había pillado desprevenido.
- Haberlo pensado antes, Nicholas. No puedes empezar ocultándole cosas. Entre tus muchos defectos, no está el de faltar a la verdad.
Chris se dio cuenta de que había sucedido algo, probablemente algo que Nick había hecho, y el chico no quería que se enterara. No sabía cómo resolver muy bien esa situación, pero Peter le echó un cable.
- Anda Nick, ¿por qué no le enseñamos esto a Leo y dejamos que Chris y el señor Wright hablen tranquilos? Ya que la norma de que aquí no puede haber niños de fuera parece haber muerto, vamos a aprovecharnos.
Chris le agradeció profundamente que destensara el ambiente y Nick, aunque con reticencias, aceptó la oportunidad que lo ofrecía de salir de aquella situación. Leo se fue con ellos, y a Chris no le pasó inadvertido la mirada preocupaba que le echaba Nick mientras se iba.
- ¿Qué es lo que ocurre, señor Wright?
- Nick ha atado, amordazado y encerrado en un armario a uno de los niños. El pobre ha estado ahí toda la noche, hasta que ha logrado quitarse la cinta adhesiva que Nick le había puesto en la boca y pedir ayuda.
- ¿¡QUE HA HECHO QUÉ!?
Pero ¿qué tenía ese chico en el cerebro? Ya tenía dieciséis años, debería de pensar antes de actuar. Encerrar a un niño… Conforme iba asimilando la información, se iba enfadando más.
- Creo que tiene miedo de que se arrepienta de adoptarle. Por eso no quería que se lo contara.
Aquello aplacó un poco a Chris, pero sólo un poco. Espero a que los chicos volvieran. Leo estaba muy contento y parloteaba. Peter le escuchaba con expresión neutra, y Nick parecía entre huraño y asustado. Chris notó que no le miraba ni una sola vez. Comenzaron las despedidas, y después Chris llevó el equipaje de los chicos al coche. Peter tenía una guitarra eléctrica y otra acústica, así que Chris se las arregló para que Nick y él fueran a por ellas en el último viaje, para poder hablar a solas con el chico. En cuanto se quedaron solos, le abordó:
- ¿Qué pasa contigo? ¿Cómo se te ocurre amordazar a un niño y encerrarle?
- ¡Tenía mis motivos! – respondió Nick.
- ¡No me importan tus motivos! – Chris intentó controlar el tono de su voz, al darse cuenta de que estaba gritando. – No se encierra a la gente, y menos a un niño. Te vas hoy, ¿tanto te costaba aguantar unas horas? ¿Es que vas por ahí amordazando, atando y encerrando a todo el que te molesta? ¿No te das cuenta de que eso…eso no es civilizado? ¿De que no es normal? ¿De que no está bien?
- Tenía mis motivos – respondió Nick, ésta vez con voz débil, ante el enfado de Christopher.
Chris suspiró.
- Me constaste que los más mayores te pegaban, que te hacían sentir mal. ¿Crees que lo que tú has hecho es mejor? ¿Abusar del más débil? ¿Es ese el legado que quieres dejar a los que pasan por aquí? ¿Qué el más mayor maltrate al más pequeño?
Nick se vio avasallado por la vehemencia de Christopher. Se le veía realmente enfadado, y esas palabras habían hecho mella en él. Recordaba cómo se sentía cuando le acosaban, era algo horrible. Él no era un matón, sino el que estaba al otro lado. Los ojos se le humedecieron. Aquello era absurdo: le echaban una media de dos broncas por día, y nunca se había sentido tan mal, pero Chris le estaba gritando y hablando de forma muy dura. Por alguna razón, que él le hablara así le importaba mucho.
- Sí, está bien que llores, porque estoy seguro que ese niño se ha pasado la noche llorando.
En ese momento las lágrimas rebosaron los ojos de Nick. Chris pensó que ya era suficiente, y de pronto todo su enfado se esfumó. Dio un paso y abrazó al chico.
- Otra vez, cuéntamelo tú – le dijo – Así a lo mejor me enfado menos. Que una cosa te quede clara, me da igual lo que hagas, siempre, siempre, podrás contármelo. Podré enfadarme, podré castigarte, pero eso no va a cambiar lo que siento por ti. En cambio, la otra opción es peor. Porque si, puedes librarte de un castigo, pero harás muchas cosas de las que no te sentirás orgulloso. Podrías acabar convirtiéndote en alguien que no quieres ser, y cuando te des cuenta, puede ser tarde. Siempre voy a estar ahí para ti, y siempre voy a preferir oír las cosas de tus labios que de terceras personas.
Nick asintió y se limpió la cara, dejando de llorar. Chris no había dicho que ya no fuera a adoptarle, y aquello es lo que más había temido. Entonces, vino un segundo temor:
- ¿Me vas a encerrar?
- ¿Qué?
- En un armario, ¿me vas a encerrar?
Chris le miró, y comprobó con horror que el chico lo estaba preguntando en serio.
- ¿Qué clase de persona crees que soy, Nick? Jamás te haría eso.
- Entonces, ¿me vas a pegar?
- ¿Vas a volver a encerrar a alguien?
Nick lo pensó bien, para no mentir. Pese a todo, no se arrepentía de haber encerrado al niño, y si Chris supiera sus motivos tal vez estaría de acuerdo con él. Vale, no, ni siquiera entonces, pero igual no se arrepentía. Sin embargo, no tenía pensado encerrar a nadie más, así que podía darle a Chris la respuesta que quería oír sin mentirle.
- No.
- Entonces, no. No te voy a pegar. No es así como quiero que empiece nuestro primer día en familia.
Chris cogió una guitarra, que al fin y al cabo es a lo que había ido, y los altavoces. Nick cogió la otra guitarra, y usó la mano que tenía libre para abrir las puertas.
- ¿Sigues enfadado? – preguntó, con timidez. Era la primera vez que veía a Chris tan fuera de sí: cuando le había castigado estaba mucho más tranquilo.
- No. Pero te mereces todas y cada una de las palabras que te he dicho. No me puedo creer que hayas hecho eso.
Nick no dijo nada. Para cuando llegaron al coche, Chris volvía a sonreír. Estaba con sus chicos, por fin, y los llevaba a casa. Jugó al tetris para meter las dos guitarras en el maletero y se fijó en Peter y en Leo, que jugaban a un pulso chino. Chris se dio cuenta de que Peter se dejaba ganar. Le dio a Nick que entrara en el coche, y vio que este seguía con expresión taciturna, y suspiró:
- Alegra esa cara ¿quieres? Mira, vamos a olvidarlo. Acabo de llegar. "Hola Nick ¿qué tal el día?"
Sólo recibió un silencio como respuesta.
- Ahora es cuando tú respondes "Bien, Chris, ¿y el tuyo?"
Nick le observó, aun serio.
- Tus cambios de humor me desconciertan – le dijo Nick, mientras abría la puerta del asiento del copiloto
- Pues anda que a mí los tuyos – le respondió Chris, y tuvo que reírse. Nick podía ser adorable si quería, lo había demostrado, pero parecía empeñado en ir de malo por el mundo.
Con eso, consiguió que Nick esbozara una media sonrisa, reconociendo que ahí Christopher tenía razón. Se sentó y se puso el cinturón, mientras Chris entraba y se sentaba al volante.
- Eh, ¿por qué él va delante? – preguntó Peter, fingiendo indignación. Aunque había estado jugando con el niño, les había estado observando, muriéndose de curiosidad por poder oír de qué hablaban
- Porque soy el mayor – respondió Nick sacando la lengua. Chris se acordó inmediatamente de sus conversaciones con Wyatt y eso le hizo sonreír aun más.
- Pero ¿no sois gemelos? – preguntó Leo.
- Sí, pero yo nací un minuto antes.
- Porque yo te dejé salir a inspeccionar.
En realidad, no sabían quién había nacido primero. No sabían nada de su nacimiento, pero de pequeños jugaban a imaginar una madre y una vida junto a ella. En su juego, habían instaurado que Nick era el mayor.
En pocos minutos llegaron a la casa. Bajaron del coche, y dejaron las maletas. Ya habría tiempo de cogerlas más tarde.
Chris abrió la puerta, sin perder un solo detalle de las reacciones de los chicos. Creyó entender que les gustaba, aunque les notaba tan nerviosos como él. Les hizo un tour por toda la casa, obviando el desván. Eso se lo enseñaría el día en el que fuera capaz de decirles lo de la magia.
Les llevó a sus habitaciones.
- Creí entender que preferíais dormir separados – les explicó. Cuando les vio entrar, lamentó no haber decorado la habitación: parecía que los chicos no encajaban ahí, era todo muy frío, como si estuvieran sólo de visita. A ellos, en cambio, pareció encantarles. Cada una de las habitaciones era más grande que la que ambos compartían en el centro. – Este fin de semana podemos ir a comprar algunas cosas, como posters, o cosas así.
- ¿De verdad? – preguntaron al unísono. Era la primera vez que hablaban al mismo tiempo, y la sensación era curiosa. Tenían la misma voz, aunque no hablaban de la misma manera. En ese momento Chris no supo decir en qué estaba la diferencia, pero Peter solía hablar con una cadencia lenta, calmada, mientras que Nick hablaba más rápido, y eso daba la sensación de que tenía la voz más aguda.
- No, de mentira – respondió Chris, y se rió. - ¿Por qué os sorprende tanto?
- Ya tenemos ropa…- empezó Nick
- ...ya tenemos cuarto…- siguió Peter
- …ahora sólo nos falta tener algún capricho para ser unos completos malcriados – concluyeron a la vez. – Pero no nos quejamos, nos encanta.
- ¡Ah, no hagáis eso! – rió Chris – Marea escucharos hablar al mismo tiempo.
- Una vez empezamos, es difícil parar – dijo Peter, con una sonrisa.
- Yo también quiero hablar a la vez – dijo Leo, que había estado muy callado, siguiéndoles como una sombra.
- Tendrás que practicar mucho, son años de sincronía – le dijo Nick.
- No le engañes, hombre. Lo hacemos sin darnos cuenta, no sé si podremos enseñarte.
Chris estaba rebosando de felicidad. Sintió que parecían una familia. Aunque no había tenido dudas, en ese momento supo que había hecho lo correcto, al adoptar a los gemelos.
Bajaron a por las maletas, y luego fue el momento de hacer la comida. Chris se acordó entonces de que a Nick le gustaba cocinar.
- ¿Quieres ayudarme? – le preguntó. Nick asintió, y le acompañó. Resultó ser de mucha utilidad: no era mera aflicción, el chico tenía talento. – A tu abuela le va a encantar conocerte.
Utilizó a propósito la palabra "abuela" para incluirle en la familia.
- Ah, sí. ¿Y esa familia numerosa que dices que tienes? ¿Dónde están?
- Vendrán mañana. He pensado que hoy…era mejor estar solos, ya sabes. Pasito a paso.
Hicieron comida para al menos cuatro personas más de las que eran, pero entre Leo, Chris, y Nick arramplaron con todo. Christopher se dio cuenta de que Peter comía bastante poco, y le insistió varias veces hasta que el chico le confesó que era vegetariano. Chris se atragantó, y bebió un poco de agua.
- ¿Y tú no me lo dices? – le preguntó a Nick, que había estado cocinando con él la carne y las patatas.
- ¡No me di cuenta! – se defendió el chico – Hace sólo unos meses que le ha dado por esta tontería.
- No es una tontería – dijo Peter, frunciendo el ceño.
- Sí lo es. Comer carne es algo natural.
- No tienes por qué meterte en mis decisiones. Yo respeto lo que tú comes, así que haz tú lo mismo.
- ¿Respetarías tú el que ahora me diera por comer tierra?
- No, claro que no, acabarías en el hospital.
- Pues tú también puedes acabar ahí. Tienes que tomarte las vitaminas esas, porque comer sólo verdura no es normal.
A Chris no le gustaba el rumbo que estaban tomando las cosas. Peter parecía molesto, y como no había visto al chico enfadado nunca, no sabía cómo era capaz de reaccionar. Intento poner paz.
- Vamos, dejadlo ya. No pasa nada. Te prepararé una ensalada.
- ¿Lo ves? ¡Ahora le das a Chris más trabajo! ¡Eres idiota!
- No hace falta ser grosero – respondió Peter.
- ¿Ni siquiera puedes hablar como una persona normal?
- Deja de insinuar que no soy "normal" ¿quieres?
- ¡Pues deja de hacer cosas raras! – Nick cortó un trozo de carne y lo acercó a la boca de Peter – Vamos, cómetelo.
- No quiero.
- ¡Que te lo comas!
Leo tiró de la manga del jersey de Chris
- Papá, ¿por qué están discutiendo?
- Si te digo la verdad, hijo, me he perdido.
- Nick ha dicho "idi y lo que sigue" – comentó el niño, sin tener del todo una intención acusica, sino más bien en una actitud sorprendida. No estaba acostumbrado a que los que eran mayores que él usaran palabrotas.
Peter echó una mirada bastante asesina a Nick, que balanceaba la carne delante de su cara. Estuvo a punto de meterle el tenedor en un ojo, así que Peter le apartó el brazo de un manotazo, haciendo que Nick soltara el tenedor.
- Lo siento – se apresuró a decir Peter, sonrojándose – Ya lo recojo.
- No, tú no – dijo Chris. – Que lo recoja tu hermano.
Peter había hecho gala de una enorme paciencia. Tenía razón: nadie tenía que meterse en lo que comía o dejaba de comer. Chris no era vegetariano, pero si Peter quería serlo, bien por él. Le daba la sensación de que Nick no le había avisado a propósito, y eso estaba mal. Además había sido innecesariamente insistente y maleducado. Estaba a un tris de colmar la paciencia de Chris.
- ¿Qué?- preguntó Nick, sin dar crédito.
- No hace falta, yo puedo…
- Peter, siéntate. Nick, recógelo.
- ¡No!
- Muy bien, entonces vete a tu cuarto. Continuaremos comiendo sin ti.
- Oblígame.
- Realmente, no quieres que haga eso. – le dijo Chris, mirándole seriamente. Hubo un duelo de miradas, y Chris resultó vencedor.
Nick se marchó, dando pisotones de elefante mientras subía las escaleras. Se oyó un portazo cuando cerró la puerta de su cuarto.
- Lo siento – repitió Peter – No debería haber entrado al trapo.
- No te disculpes. Tú no has hecho nada. Te prepararé una ensalada. Leo, si ya has terminado, puedes ir a por el postre.
Leo le siguió a la cocina, cogió un flan, y desapareció rápido como un rayo. En seguida entró Peter.
- No sé cocinar, pero sé el sistema básico para preparar una ensalada – le dijo, con una media sonrisa – No te molestes por mí, ya lo hago yo.
- No es molestia, Peter.
Chris continuó con lo que estaba haciendo, pero observó a Peter de reojo. Se quedó allí, mirándole. Chris tuvo la sensación de que quería decirle algo. Por fin, se giró hacia él en actitud expectante.
- Lo que a Nick le ha molestado es que no me coma su carne – explicó. – Es la primera vez que cocina para mí. En el orfanato no le dejaban tocar el fuego, aunque él miraba, aprendía, y a veces hacía de pinche.
Chris lo pensó, y lo entendió.
- Aun así, no ha sido la forma. Tampoco ha estado bien que se meta con lo que comes o dejas de comer.
- Es su forma de expresarse.
- Pues tiene que cambiarla.
Peter no insistió. Chris supo ver que la relación que tenía Peter con su hermano era muy parecida a la que tenía él con Wyatt: Wyatt también le habría defendido en una situación parecida. Terminó la ensalada y fue con Peter al comedor para que terminara de comer. Después recogieron la mesa, y Chris pensó en un plan para la tarde. Pensó en ver una peli todos juntos. Llamó a Nick para que bajara, pero el chico no quiso. Christopher suspiró. Ahora iba a tenerle de malas todo el día. No es eso lo que él había pensado como primer día en familia.
Peter, Leo y él vieron la peli, y hasta hicieron palomitas. Lo pasaron bastante bien, pero Peter no dejaba de subir a ratos, para pedirle a Nick que bajara con ellos. Siempre volvía con el mismo gesto abatido de "Me ha dicho que no".
Chris pensó en pedir unas pizzas para cenar: una sólo con queso para Peter, una carbonara para él, y para Leo una york-queso. Iba a subir a preguntarle a Nick cuál quería él, pero entonces se le ocurrió que, en vez de pedirlas por teléfono, podía ir en persona a la tienda y llevarse a Nick: así pasaba un rato con él, ya que el chico había estado toda la tarde enfurruñado en su cuarto.
Llamó a la puerta del cuarto de Nick y le dijo que le abriera.
- Déjame en paz.
- Nick, ya basta. No tienes razón para ponerte de esta manera.
- Me pongo como me da la gana.
- ¿Vas a abrirme o no?
- Vete a la mierda.
Chris, contento de su decisión de no haber puesto pestillos, perdió la paciencia y abrió la puerta.
- ¿Qué has dicho? – Nick tragó saliva. – Se acabó. Al coche. Ya.
Nick voló escaleras abajo. Quizá sabía que ya había pasado el límite, y que no iba a salir de rositas. Chris tardó un poco en bajar, quería calmarse primero. Cuando bajó, habiéndole dicho a los chicos que se iba con Nick a por pizzas y que iban a tardar un poco, se encontró que Nick estaba ya metido en el coche. Al entrar, se dio cuenta de que el chico tenía algunas lágrimas silenciosas. No sabía si eran de rabia o de tristeza, pero lo achacó a lo primero, a juzgar por la dura mirada que recibió. Estaba harto de esas miradas, y de esa actitud.
- Te voy a dar una oportunidad. Discúlpate por lo de antes, y por lo de la comida.
Nick no dijo nada. Christopher suspiró.
- Tú lo has querido.
Con un movimiento rápido, le hizo tumbarse sobre sus rodillas. Esta vez, le sacó directamente el pantalón y los calzoncillos.
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- Si te digo que te disculpes, te disculpas, o al menos me contestas.
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- Si te digo que abras la puerta, abres la puerta.
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- Cuando hables conmigo, lo harás con respeto.
Chris se dio cuenta de que Nick estaba llorando, pero reunió valor, trató de desconectar su cerebro de sus oídos, y no se detuvo.
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- A tu hermano también le hablarás con respeto
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- Y dejarás de lado sus costumbres alimenticias. Sé que no me avisaste a propósito.
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- Chris para, por favor.
A Chris se le hico un nudo en el estómago. No esperaba que el orgulloso Nick le suplicara. Pero le había dado muchas oportunidades, y el chico las había tirado todas. Se había ganado a pulso ese castigo. Hizo de tripas corazón y le ignoró.
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- Si te digo que recojas el tenedor, lo recoges a la primera.
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- Y dejarás de ser grosero con la gente, de insultar, empujar y encerrar a los que te molestan. ¿Entendido?
- Sí – dijo Nick, llorando amargamente.
Chris le dio cinco azotes más, y concluyó. Soltó el agarre que había mantenido sobre la cintura del chico, pero éste no se levantó, así que Chris le tomó de los hombros con delicadeza, y le incorporó. Nick se echó a sus brazos y lloró con más intensidad.
- Me duele – se quejó.
- Lo sé. Y lo siento. Si hubieras pedido disculpas, no te hubiera pegado. No es así como quería que fueran las cosas. Llevaba mucho tiempo esperando para traeros a casa. Pero llevas todo el día cruzando la línea, Nick, y no te lo podía dejar pasar.
Nick lloró aun más, y Chris pensó que no era momento para regañarle. El chico ya sabía lo que había hecho mal, y no necesitaba que le siguiera martirizando con ello. Tal vez sólo lo había hecho para probarle, para ver hasta dónde podía llegar.
- Shh, ya está. Eh, venga. No pasa nada. Colócate la ropa, eso es. Déjame conducir ¿vale? – dijo con voz muy dulce.
- No – dijo Nick, y retomó el llanto que apenas había calmado – No lo hagas, por favor.
- ¿Qué no haga qué? – preguntó Chris, desconcertado.
- No me devuelvas, me portaré bien, te lo prometo, no seré rudo.
- ¿Qué no te devuelva? Nick, ¿pero qué estás diciendo?
Chris observó como el chico se deshacía en llanto. Quitó las manos del contacto. Le daba igual que se hiciera tarde. A la porra las pizzas.
- Te hablé mal y me dijiste "sube al coche". Pensé que me ibas a devolver, como dijo …como dijo….- y empezó a llorar tanto que no se le entendía. Aquello le recordó al llanto angustioso de Peter, fue como un flashback. El mismo rostro, las mismas lágrimas. Le abrazó con fuerza, y esperó a que se calmara.
- ¿Por qué no me lo explicas desde el principio? – pidió.
- El...snif…el chico al que encerré me dijo: "De mí no te despidas, que nos vemos en dos días, cuando vengan a devolverte". Le dije que eso no era verdad, que tú no me ibas a abandonar, pero él me dijo que en cuanto hiciera algo que no te gustara me echarías, como habían hecho los últimos que trataron de adoptarme. Por eso le encerré.
Chris apretó el abrazo. Seguía estando mal que hubiera encerrado a alguien, pero podía entenderle, sobre todo teniendo en cuenta el carácter que tenía. Espero a que continuara, porque sabía que había más.
- Entonces, cuando subiste, tuve miedo de que me dijeras que me volvía para el centro. Y…cuando me dijiste que bajara al coche…yo…yo…
- Shhh. Tranquilo. Respira. Eso. Escúchame, no voy a dejarte en ningún lado. Ni ahora ni nunca. Creo que voy a tener que repetíroslo todos los días hasta que me creáis, pero nunca voy a abandonaros. Jamás. Pase lo que pase. Hagas lo que hagas. Entiendo que te enfadaras con aquél chico, te hizo daño, pero las cosas no se solucionan así. Sé que eso ya lo sabes, Nick, y que no volverás a hacerlo. Podré castigarte cuando hagas algo mal, como cuando te pelaste con tu hermano en la comida, pero NUNCA, - grábatelo, por favor - VOY A DESHACERME DE TI. Y, si fui a buscarte, no fue para llevarte a ningún sitio. Es porque quería que me acompañaras a comprar unas pizzas.
Nick se separó de él y le miró a los ojos, para ver si decía la verdad. Poco a poco se calmó, y adoptó una actitud mucho más relajada.
- ¿Aun puedo comer pizza?
- Sí, claro que sí. Vamos a por ellas – dijo, arrancando el coche. Recordó que por su pataleta no había terminado de comer (y parecía un chico que comía mucho, pese a que, irónicamente, estaba delgado) y que no había merendado ni tomado nada.
Nick sacó un pañuelo, y se sonó la nariz. Luego, metió el pañuelo usado en su bolsillo, y Chris observó por el rabillo del ojo como aprovechaba para sobarse el trasero. No hizo ningún comentario.
- Siento haberte dicho eso – dijo, al rato. – A Peter se lo digo todo el rato, pero creo que entra dentro de las cosas que no puedes decirle a un pa…a alguien mayor que tú.
Chris supo que estuvo a punto de decir "padre". Le hubiera gustado que lo dijera.
- Te falta práctica ¿eh? Bueno, yo tampoco sé cómo hablarle a un adolescente. Creo que cada vez que te digo que hagas algo haces lo contrario. Tal debería empezar a darte órdenes invertidas.
Los dos sonrieron y Chris, sin dejar de mirar a la carretera, pasó una mano por los hombros del chico.

Volvieron a casa con cuatro pizzas medianas. Chris pensó que era demasiada comida, pero el único que dejó algo fue Leo. El niño no quería ser el primero en irse a dormir, decía que aquél era un día especial, pero al final se quedó dormido cuando estaban sentados en el sofá.

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