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lunes, 6 de abril de 2015

Chapter 43: La razón de las cosas



 


Chapter 43: La razón de las cosas
 


Chris se puso muy tenso. Sus hijos no se habían dado cuenta de nada, y seguían asimilando que Nick y Peter habían vuelto a su edad normal. Pero él sabía que algo iba mal, muy mal. Wyatt no solía pedirle ayuda nunca. Nick pareció reparar en su expresión preocupada.
- ¿Papá? – preguntó, inseguro.
- Wyatt me necesita – dijo solamente – Enseguida vuelvo.
Y, sin esperar respuesta, orbitó.
Su hermano se había visto atacado en su propia casa. Chris apareció en un dormitorio, el de su hermano, y allí observó que un demonio le acorralaba. Con un vistazo superficial a toda la estancia, buscó algo que pudiera ayudarle y finalmente vio una silla. Con un movimiento veloz de la cabeza, hizo que el objeto se dirigiera mágica y rápidamente hacia el atacante, golpeando con ella la espalda del demonio. El ser se dio la vuelta, y Wyatt tuvo los segundos que necesitaba para alejarse de él. Los dos hermanos se pusieron uno al lado del otro.
- ¿Visitas inesperadas? – preguntó Chris.
- Algún amigo ofendido porque no recibió una postal – bromeó Wyatt. Chris, que le conocía bien, sabía lo que significaba aquella broma en aquél momento combinada con esa mirada preocupada: "estamos bien jodidos". Evaluó la situación. Aquél demonio no le parecía tan peligroso. Pero tenía que haber algo que él no sabía, o Wyatt no habría necesitado su ayuda. Chris dio un paso en dirección a la bestia, que tenía cuernos y un aspecto desagradable, pero Wyatt le frenó.
- Si te toca, te quemará – le avisó.
Chris asintió, y buscó signos de que su hermano se hubiera llevado alguna quemadura. Vio que no, y entonces entendió el motivo de su preocupación:
- ¿Linda y los niños están bien?
- Esa cosa tocó a Victoria. Pero no tiene nada grave. Creo.
Wyatt habló entre dientes, y Chris se alegró mucho de no estar en ese momento en el lugar del demonio: enfadar a su hermano, enfadarlo de verdad, no era fácil. Pero nadie quería verlo enfadado. Chris se puso en guardia, intentando elaborar un plan rápido. Aquél demonio se abalanzó sobre él cuando aún no tenía uno.
Mientras tanto, Nick, Peter y Leo estaban algo sorprendidos. Leo les explicó que si su padre se había ido así era porque Wyatt debía de estar en peligro, y aquello, como es lógico, les inquietó. Esperaron con ansiedad, y de pronto el aire vibró y alguien apareció en el cuarto, pero no se trataba de Christopher.
- ¡Demonio! – avisó Leo, reconociendo esa forma de aparecerse. Sus hermanos observaron al recién llegado, pero no hicieron nada. - ¡Al suelo, estúpidos!
Leo rodó los ojos, pero se recordó que sus hermanos eran nuevos en eso, y que debía de tener paciencia. La mente infantil de Leo intentó analizar la situación. Lo veía todo muy negro. Justo cuando Nick y Peter le hicieron caso, y se tiraron al suelo como había hecho él, el demonio lanzó una bola de fuego que les pasó rozando.
- Leo, ¿no puedes hacer algo? – preguntó Peter, sabiendo que el niño también era brujo.
- ¡No! ¡Papá ha atado mis poderes!
- Qué oportuno ¿no? – masculló Nick.
Leo no respondió, y tembló como una hoja. Aquél demonio debía de ir a por él. Él era el único brujo en la habitación…Sin embargo, sin entender por qué, el ser fue hacia Nick y Peter.
- ¡Corred! – gritó Leo - ¡Corred, corred, corred! ¡Al desván! – les indicó, y él trató de hacer lo mismo. Pero antes, se puso de pie y trató de ganar unos segundos para sus hermanos.
- ¡Leo! – gritó Peter, al ver lo que pretendía. Peter estaba más que asustado. Ese lado de la magia no le gustaba nada. Aquél ser con forma humana, no lo era. Lanzaba fuego, y era evidente que quería hacerles daño. Estaba aterrorizado ante lo sobrenatural, pero tuvo claro que tenía que proteger a su hermano. Él no era brujo, ni sabía de magia, pero sabía de familia. Por eso se abalanzó sobre Leo y le envolvió, protegiéndole con su cuerpo. Una bola de fuego le rozó el brazo, y gritó, por el dolor de la quemadura.
"Vale" se dijo. "Estamos muertos"
En ese momento alguien más apareció en la habitación, de forma similar a como lo había hecho aquél ser. Era un hombre de pelo blanco, rostro afilado, y ojos claros.
- Barbas – susurró Leo.
- ¡Ah! ¡La fama me precede! – dijo el demonio, con voz melosa. Endureció la voz, y la mirada, para dirigirse al otro ser – Te dije que no quería que los mayores sufrieran daños.
El aludido se encogió. Quedó claro entonces quién era el que mandaba ahí. El tal Barbas parecía ser el jefe.
- ¿Le conoces? – preguntó Peter, abrazando a Leo con el brazo bueno, e intentando ocultar el dolor del que tenía herido. Nick había quedado separado de ellos, y observaba la situación con impotencia.
- Es el demonio del miedo. El Libro de las Sombras le dedica varias páginas.
- Qué chico tan aplicado – alabó Barbas, juntando las manos – Tu familia y yo somos….viejos conocidos. ¿Saludarás a tu padre de mi parte? Temo que no voy a poder quedarme hasta que vuelva.
El demonio hablaba como si hubiese ido allí a tomar el té y no a matarles. Peter no sabía lo que quería de ellos. No entendía las sutilizas de aquél mundo.
- ¡Mi padre volverá antes de que te vayas! ¡Y te enviará de vuelta al Inframundo, de donde no deberías haber salido! – sentenció Leo.
- Oh, pero mi lugar no está allí – corrigió Barbas con amabilidad – Tienes que hacer mejor los deberes. Yo vivo en el Purgatorio, y la verdad es que no quiero volver allí ahora mismo. Esto es mucho más…interesante.
Nick, vacilante, se colocó junto a Peter, y le miró la herida.
- Cuánto…miedo – dijo el demonio, con placer, y extendió su mano derecha. La pasó delante de Leo, y se la puso delante, como si pudiera leer algo en la palma de su mano. – Demasiado miedo para un niño tan pequeño.
- ¡Déjale en paz! – gritó Nick, poniéndose delante.
- Nicholas – dijo el demonio, tras hacer el mismo movimiento con la mano. Nick parpadeó. ¿Cómo sabía quién era? – Qué…interesante. Tan asustado…tan sólo…Chris también se ha ido ¿verdad? Se ha ido como todos los demás.
- ¡Volverá! – replicó el chico, pero con algo de inseguridad en la voz.
- No, Nicholas. No va a volver. Estás sólo, estás sólo de nuevo.
- Nick, no le escuches.- siseó Peter, entre dientes, molesto por el dolor del brazo. Leo se limitó a temblar: sabía cuál era la habilidad de aquél demonio. Barbas podría leer cuáles eran los mayores miedos de una persona, y los volvía contra ella, hasta dejarlos inútiles o…hasta que morían de terror. Lo que Leo no sabía es que su poder fuera efectivo también con "la gente no mágica" como sus hermanos. Y no entendía qué interés podía tener en ellos, cuando no había poder que pudiera quitarles.
- Peter. El último de los hermanos. El hermano último. El que ocupa…el último lugar. Siempre detrás de Nick ¿verdad? Incluso Chris te adoptó porque eras su hermano…No tenía otros motivos, tú lo sabes, Peter…
Peter trató de no escucharle, pero había algo en su voz, como un magnetismo que le atrapaba.
- ¿Qué quieres de mí? – le preguntó.
El demonio gimió de placer.
- Oh, Kilax, si pudieras ver cuánto miedo…tanto miedo….Acabar con éste chico sería tan fácil, tan fácil…- dijo Barbas, aparentemente hablando con su compañero, pero sin dejar de mirar a Peter directamente a los ojos.
- ¿Y a qué estás esperando? – espetó Peter, asumiendo que aquél era el fin.
- No he venido a matarte, Peter.
- Será Chris quien te mate a ti.
- Chris está…un poco ocupado en estos momentos. – comentó Barbas, con tono relajado y siempre sedoso. - ¿Cómo puedes vivir con tanto miedo?
Peter no le hizo caso. Se agachó y miró a Leo, que estaba temblando.
- Peque, tenemos que salir de aquí.
- No podemos. Correr no sirve de nada…nos atraparán, nos atraparán….- dijo Leo, que lo sabía, empezando a llorar con algo de histeria.
- Siempre has sido un chico listo, Leo. Por eso ya sabes lo que le ha pasado a tu padre ¿verdad?
Leo vio en su cabeza unas imágenes horribles…imágenes en las que Chris no estaba….en las que estaba muerto…Sabía que aquellas visiones las provocaba el demonio, pero parecían tan reales….Tenía que ser fuerte. Tenía que serlo.
Su padre sonriendo.
Su padre con su madre.
La tumba de su madre.
La tumba…de su padre.
Su padre muriendo de varias maneras diferentes.
La tumba de su tío.
La tumba de Peter.
La tumba de Nick.
La tumba de su padre otra vez.
- ¡No! ¡Él me lo prometió! ¡Me prometió que no le pasaría nada!
- ¡Qué tierno! Te prometió que no se iba a morir…Pero tú sabes que eso no sirve de nada, Leo. Tu madre también iba a estar siempre contigo. Y ya no está ¿verdad? No tienes madre, y ahora tampoco tienes padre, ni tío…
- ¡No, no, no! – gritó Leo, pero en ese momento dejó de estar en la realidad. Su mente quedó atrapada en ese mundo de terror que Barbas habría descrito para él.
- ¡Déjale en paz! – gritó Peter, apretando los puños. Avanzó hacia el ser, como si pudiera aplacarle por la fuerza.
Barbas pasó su mano delante de él.
- La misma frase que le decías a Derek, cuando querías que dejara a Morla…Pero nunca te hizo caso. ¿Cómo querías que te hiciera caso si tú eras una decepción como hijo? Dime, Peter…¿se han creído todos esa historia del buen chico maltratado? ¿Es que nadie ha visto cómo eres en realidad? ¿Qué Derek no hizo más que darte lo que te mereces? ¿Qué destruyes todo lo que tocas?
Peter se paralizó durante unos segundos, pero él y el miedo eran viejos conocidos. Vivía con miedo todos los días. Se despertaba envuelto en él. Irónicamente, el demonio del miedo no tenía ningún poder contra el chico más asustado del planeta. Peter recordó todas las veces que Chris le había dicho que le quería. Antepuso el rostro de su padre a las imágenes que Barbas estaba creando para él…Unas imágenes horribles...ima´genes de cosas que ya habían pasado, de cosas que podían pasar...Luchó por bloquearlas. Poco a poco, le dijo al miedo que amenazaba con atenazarle que esperara un poco más. Que aquél no era el momento. Sentir a su hermano pequeño pegado a él le dio fuerzas. Tenía que luchar contra el pánico. Por él.
- Déjale en paz – repitió, aferrándose con más fuerza a Leo. El niño sólo temblaba y no parecía del todo allí, como si su mente estuviera muy, muy lejos.
Barbas pareció sorprendido y desagradado por su resistencia. Peter no lo pensó. Echó a correr tirando de Leo, y empujó a Nick para que hiciera lo mismo. El demonio que parecía llamarse Kilax alzó el brazo, dispuesto a lanzar una bola de fuego contra ellos.
- ¡No! – gritó Barbas, frenando su mano - ¡Podrías dañar a los mayores! Sólo necesito a uno, pero le quiero a él. Quiero a Peter.
"¿A mí? ¿Qué busca un demonio de mí? "pensó Peter, sin dejar de correr. Subió al desván, que era donde Leo les había sugerido, y una vez allí bloqueó la puerta con ayuda de Nick, tratando de no dañarse el brazo herido. Empujaron un armario y lo pusieron en la puerta. Peter se agachó, y abrazó a Leo hasta que pareció calmarse un poco.
- No pasa nada, peque. No pasa nada. – le dijo Peter.
- Papá…
- Está bien. Seguro que está bien. Tiene que estarlo.
Leo trató de sobreponerse. No soltó el brazo de Peter, como si le diera fuerzas.
- ¿Te duele? – dijo, señalando su herida.
- Un poco – mintió Peter, con naturalidad. Dolía muchísimo.
Leo intentó decir algo, pero en vez de eso se quedó callado, y cerró los ojos unos segundos, como para echar al miedo de su cuerpo. Se movió diestramente por la habitación, y cogió una cajita. Aun respiraba agitadamente, y soltaba lágrimas silenciosas por efecto del demonio.
- ¿Qué es eso? – preguntó Nick, no menos asustado.
- Cristales de protección. Nuestra única oportunidad de sobrevivir.
Leo rodeó la habitación con ellos, y esperó, sorprendido de que Barbas no estuviera ya tratando de abrir la puerta.
Por suerte para ellos, Barbas tenía problemas mayores. Chris y Wyatt se habían librado de su atacante. Estaban curando a Victoria cuando Chris sintió algo muy fuerte. Supo que sus hijos estaban en peligro. Sin dudarlo, orbitó de vuelta a su casa y Wyatt lo hizo con él.
- ¡Tu demonio era una distracción! – comprendió Chris – He dejado a mis hijos solos, y Leo no tiene poderes.
No era un reproche, sólo la constatación de un hecho. Nada más decir eso, se topó con Barbas.
- Es de mala educación acudir a una fiesta sin ser invitado – riñó el demonio.
- ¡Tú! – espetó Wyatt, con el más profundo de los odios.
- ¿Qué les has hecho a mis hijos?
- Vaya…un Haliwell aterrado. Esto no se ve todos los días.
Sí, Chris tenía miedo. Tenía miedo de que le hubiera pasado algo a sus hijos. No creía poder soportarlo de ser así. Con rabia, se lanzó a por el demonio, y así se enzarzaron en una pelea. Wyatt con gusto le habría ayudado, pero el esbirro de Barbas le tuvo entretenido. Los muebles de Chris empezaron a volar por el aire. En pocos minutos su casa quedaría destrozada por completo, de seguir así…
En el desván, empezaron a escuchar ruidos extraños.
- ¡Es papá! – dijo Leo, y su cara se iluminó, como si acabaran de quitarle un enorme peso de encima. - ¡Tiene que ser él, que ha vuelto!. ¡Tengo que ir a ayudarle!
Nick le sujetó.
- Eh, eh, eh. ¿A dónde crees que vas? Sí, suena como papá peleando con el tipo ese, pero tú no puedes salir de aquí, enano. Es peligroso.
- ¡No podemos dejarle sólo! – gritó Leo, con frustración. ¿Cómo es que Nick no lo entendía?
- No, claro que no. Por eso voy a ir yo – dijo Nick.
- Tú no tienes magia.
- Y, ahora mismo, tú tampoco.
- Basta Nick, nadie va a ir a ningún lado – intervino Peter. – Admitámoslo: somos inútiles. Si bajamos ahí sólo le entorpeceríamos. ¿Ha pensado alguien en llamar al tío Wyatt?
- ¡No sabemos si a él le ha pasado algo! ¡Te recuerdo que papá salió corriendo a ayudarle!
- Pues al abuelo.
- ¿Y ponerle en peligro a él también?
"Touché" pensó Peter. No quería poner en peligro a más gente. Estaba intentando decidir qué podían hacer cuando Nick se puso a mover el armario que bloqueaba la puerta, antes de que pudiera impedírselo.
- ¿Nick, qué haces?
Nick le ignoró. Peter intentó impedírselo entonces, pero por inercia trató de usar el brazo derecho, el que tenía herido, y se hizo daño. Antes de poder hacer nada, Nick había salido por la puerta. Peter le siguió.
- ¡Quédate aquí, Leo!
Pero Leo no iba a quedarse al margen. No cuando su padre, el mismo al que había visto morir en su mente, corría peligro. Salió tras sus hermanos. Y así los tres se encontraron en medio de una pelea que les iba grande, donde Wyatt y Chris eran una continua mancha azul que no dejaba de orbitar alrededor de los dos demonios. Cuando Chris reparó en sus hijos, se sintió aliviado. Pero la sensación sólo le duró un segundo, hasta que una bola de fuego pasó rozando la cabeza de Nick.
- ¡Chicos, fuera de aquí!
- ¡Papá! – gritó Leo, acercándose a él.
- ¡Vete, Leo! – chilló Chris. En ese momento Wyatt le cubrió, e impidió que una bola de energía impactara contra él. Wyatt orbitó la bola de vuelta hacia el subordinado de Barbas, y éste, al recibir el impacto de su propio proyectil, estalló en llamas. Era un demonio de bajo nivel.
- Uno menos – dijo Wyatt – Barbas, tú eres el siguiente
Pero Barbas era astuto, y tenía muy arraigado el instinto de supervivencia. Entendía lo que era una situación de inferioridad, y no era un suicida.
- Cuando volvamos a vernos, me llevaré a tus hijos conmigo – advirtió Barbas, y se desapareció.
Chris se quedó mirando el lugar donde el demonio había estado hasta hacía unos segundos. ¿Qué quería de sus hijos? No tuvo mucho tiempo para pensar en ello, porque Leo se lanzó a su cuello, medio ahorcándole. Nick no le abrazó con menos fuerza.
- Os dije que os fuerais – dijo Chris, devolviéndoles el abrazo. Estrechó a sus hijos, consciente de que por un momento había temido no poder volver a hacerlo. Se dio cuenta de que le faltaba uno. Buscó a Peter, que estaba algo apartado, y vio que tenía el brazo herido. Intentó separarse de Leo y Nick un segundito, pero no parecía posible, así que le echó una mirada a Wyatt que éste supo entender.
- Ven, Peter – le dijo a su sobrino, con voz amable. El chico parecía algo impactado – Ven que te cure.
Dio un paso hacia él, pero Peter retrocedió. Wyatt frunció el ceño.
- El brazo, Pete. Deja que te lo cure.
Peter volvió a retroceder.
- ¡No! No más magia. – dijo, con furia en la mirada. Él ya sabía que la magia podía traer problemas, y ahí estaba su confirmación.
- Peter, entiendo que estés asustado, pero tienes que dejar que tu tío o yo te curemos el brazo.
- Con magia no.
- Eso es absurdo. Tiene que dolerte mucho. Dame el brazo: te lo curaré en un segundo.
- ¡No! – gritó Peter. Ahora que todo había pasado, podía permitirse estar asustado. Y lo estaba.
Chris le observó, sin saber qué hacer. Nick y Leo le soltaron, y él avanzó hacia Peter con paso inseguro. Entendía a su hijo. Tenía motivos para temer a la magia, después de lo que había visto.
- Hijo, la magia es parte de lo que somos. Sé que… sé que has tenido miedo, pero…
- Tenía miedo de Derek – dijo Peter – Tengo miedo de la oscuridad, de las alturas, de las arañas, y de los tiburones. Lo que hoy he sentido ha sido pánico. Creía que iba a morir, y no sabía si tú estabas muerto. Y ni siquiera podría explicar por qué hemos corrido peligro de muerte.
- Lo siento, Pete. Lo siento, lo siento mucho. Pero no se trata de la magia, sino de quién la utiliza, y cómo. Tienes que dejar que te curemos. Te has hecho una quemadura bastante grave. No sé...no sé ni cómo puedes aguantarlo.
Chris veía la carne ensangrentada de su hijo y no entendía cómo podía estar allí de pie, hablando con él, tan tranquilo. Aquello no era tolerancia al dolor: era insensibilidad completa. De pronto se dio cuenta de que era justo eso: la quemadura era tan profunda que se había quemado el nervio, y no debía de sentir el brazo. Quemaduras de tercer grado. Chris no estaba dispuesto a esperar más. Se acercó a Peter, y procedió a curarle, sujetándole para que no huyera de él. En pocos segundos la herida de su brazo estaba cerrada y, de no ser porque su camiseta estaba rota, nadie hubiera dicho que le habían atacado. Cuando acabó soltó a Peter, que se alejó de él con enfado.
- ¡No tenías derecho a hacer eso! – le gritó, sin poderse creer que Chris le hubiera forzado de aquella manera.
- Peter, deberías decir "gracias", y no estar gritando – reprochó Wyatt, pero con suavidad.
- No…¡debería estar muerto! - dijo Peter, sin dejar de gritar. - ¡Debería estarlo, y si no lo estoy es porque ese….ese tipo…no lo ha querido! ¡Dijo que quería algo de mí! ¡De mí! ¿Qué era? ¿Qué podía querer de mí? –exigió saber.
Chris le miró, un tanto sorprendido.
- No lo sé, Pete. Los demonios mienten.
- Éste no. No en esto. Me quería a mí, y aun no sé por qué. Podría…me podría haber matado. A todos nosotros.
Chris se horrorizó ante esa posibilidad. Eso fue lo que le impidió contestarle.
- Te vi morir – intervino Leo, cuando recuperó la capacidad de hablar. – Te vi morir, y me dejaste sólo.
Chris se dio cuenta entones de que Leo seguía blanco. Mentalmente, mató a Barbas mil veces en su cabeza. ¿Qué le había hecho a SU niño?
- Era mentira, campeón. Estoy aquí, estoy bien.
- ¡Pero podías no haberlo estado! ¡Hiciste una promesa que no puedes cumplir!
Chris trató de abrazarle, pero el niño no se dejó.
- Te aseguro que yo tampoco quiero que me hieran, campeón. Es una promesa que intentaré cumplir siempre.
Leo le abrazó entonces, aun enfadado con él, pero contento de que estuviera bien. Lloró un poquito, mientras su padre le cogía en brazos.
- Te vi….te vi morir….- repitió, muy bajito.
Chris acarició al niño con gestos posesivos. No sabía qué decirle. Tan sólo deseaba poder borrar lo que había pasado, evitando que ese demonio llegara a cruzarse nunca con su pequeño. Él podía hacer muchas cosas por él, pero no podía meterse en su cabeza y convencerlo de que no había motivos para tener miedo. Principalmente porque sí los había: Barbas había dicho que iba a volver. Pero él se aseguraría de estar preparado cuando eso sucediera. Aquél demonio no volvería a encontrar desprotegidos a sus hijos.
- Has sido muy valiente – le dijo, dándole un beso en la cabeza.
- Pero si huimos…
- Eso era lo que teníais que hacer. Has mantenido a salvo a tus hermanos, y a ti mismo.
- No. Ellos me han mantenido a salvo a mí. Peter me salvó la vida.
Chris miró a Peter de una forma intensa, con un amor tan grande que su hijo tuvo que apartar la mirada, cohibido.
- "Gracias" no es suficiente, Peter. – le dijo, con la voz algo ronca – Tan sólo hubiera deseado que no te pusieras tú en peligro.
- Si no hubieras dejado a tu hijo sin poderes, no hubiera tenido que hacerle de escudo – respondió Peter con sequedad. – Tampoco habría pasado nada si hubieras estado aquí.
Chris parpadeó con sorpresa y dolor ante ese injustificado ataque verbal, pero no dijo nada. Pero Wyatt no iba a dejarlo así.
- Oye, tu padre no estaba dando un paseo en barco ¿sabes? Me estaba salvando el pellejo. Si vas a enfadarte con alguien, enfádate conmigo, pero tal vez deberías pensar que no somos los malos aquí.
Wyatt le habló de forma algo dura, y entonces, Peter, por fin, dejó salir toda su rabia y expresó lo que realmente sentía, abrazándose a su tío.
- No, claro que no. La culpa es mía. Ese demonio dijo que me quería a mí. Atacó al hijo de Chris por mi culpa.
Wyatt le apretó con fuerza. Aquél era más como el Peter que conocía: inseguro, vulnerable, y algo estúpido, bajo su juicio.
- ¿Al hijo de Chris? Tú también eres su hijo.
- No debería serlo. Él tenía razón, destruyo todo lo que toco.
- Peter, no puedes echarte la culpa de esto – intervino Chris haciendo que cambiara de brazos. – Aquí sólo hay un culpable y es esa sabandija oportunista. Averiguaremos lo que quiere de ti. Eres mi hijo, claro que lo eres, y claro que debes serlo. No dejaré que te hagan daño.
Peter no dijo nada, y se dejó abrazar. Pero tenía varias cosas claras.
1) Barbas quería algo de él.
2) Si no hubiera sido por él, no les hubiera atacado aquél día.
3) Todo el mundo parecía querer hacerle daño: Derek, Barbas, su propio hermano…
4) Era su culpa. Debía de haber algo malo, algo roto dentro de él, y por eso aquél demonio se había fijado en él.

5) Era su deber hacer ALGO para remediar aquello. Para librar a su familia del lastre que su presencia les suponía. No podía permitir que Nick, Chris, Leo o Wyatt volvieran a estar en peligro por su causa.

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