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lunes, 6 de abril de 2015

Chapter 84: Nuestro



 


Chapter 84: Nuestro
 



Chris respiró hondo, pero aquella vez no servía de nada. No conseguía calmarse. No cuando su hijo pequeño lloraba en sus brazos, y una marca roja en su espalda comenzaba a volverse morada.
- Sssh, Leo. Ya, mi niño, ya pasó.
- Pa…snif… papi, me duele.
- Lo sé, mi vida. Déjame ver – pidió Chris, con dulzura, y le levantó la camiseta por cuarta vez en menos de un minuto. – Lo voy a matar – susurró entre dientes, al ver la inconfundible señal de un golpe de los que perfectamente te llevan al hospital.
- Chris…
- No le defiendas, Peter. No digas una maldita palabra. Tu hermano ha cruzado una línea.
- No es mi hermano, y personalmente no tengo ningún problema si decides matarle, aunque creo que tú llegarías a sentirlo cuando se te pase el enfado, pero no iba a interceder por él. Sólo quería decirte que quizás en vez de mirar el moratón como un idiota, deberías…ya sabes… curarle.
Cierto. Pero él no tenía poderes. Resopló.
- Wyatt. – llamó, pero su hermano no apareció. Frustrado, agradeció la presencia de más luces blancas en su familia. – Papá – probó, pero tampoco obtuvo respuesta. – Tía Paige – dijo ya a la desesperada, y esa vez tuvo más suerte. La mujer, de unos sesenta años bien conservados, apareció en la cocina con aspecto de estar agitada.
- Algo extraño está pasando – dijo Paige a modo de saludo – Esa extraña lluvia… y el mundo parece estar volviéndose loco.
- Me da igual el mundo – cortó Chris – Mi hijo se ha hecho daño.
Paige reparó por primera vez en el niño lloroso y dio un vistazo rápido a toda la habitación. Se detuvo un instante en Amy, a quien no conocía pero de quien había oído hablar.
- Ella también parece herida. No creo que ese sea su aspecto habitual.
Efectivamente, Amy tenía la mejilla enrojecida, y empezaba a hinchársele. Chris se sintió culpable porque apenas la había prestado atención. Miró mal a Peter por haberle hecho eso, pero sabía que algo raro había pasado durante la lluvia y que nadie era dueño de sus actos en ese momento.
- Primero el niño – dijo ella, aunque era evidente que le dolía bastante. Paige se agachó junto a Leo y le curó en un segundo con sus poderes. Luego le dio un gran abrazo.
- Ya, mi niño valiente – dijo la mujer. - ¿Qué pasó?
- Nick me pegó – lloriqueó Leo.
- ¿Durante la lluvia?
- Después – dijo Chris, secamente, y señaló a Amy, indicando que la curara a ella. Paige se acercó a Amy, extendió su mano y la sonrió.
- No es esta la forma en que quería conocerte – comentó Paige y la curó en un santiamén. – Ahora tengo que irme. Las cosas en la escuela de magia se desmadran. La calle es un caos. No salgáis bajo ningún concepto. Esa lluvia quema y no sabemos cuándo puede volver. Chris, esto es cosa de magia. Y tal vez tenga que ver con… lo que ha estado pasando.
- Conmigo ¿no? – intervino Peter – Quizá tenga que ver conmigo. Puedes decirlo. Soy yo el tipo "del otro lado del espejo". ¿Crees que la lluvia es cosa mía tía Paige?
- No soy tu tía. – dijo la mujer. Cuatro sencillas palabras que hundieron a Peter en la más absoluta de las miserias. Ella pareció darse cuenta porque añadió – No soy tu tía, porque soy tu tía abuela. Y es un placer conocerte, " Peter 2". Y sí, creo que tal vez tenga que ver contigo, aunque no te estoy echando la culpa, por supuesto.
- Alto alto alto. ¿Cómo sabes quién es él? ¡Aun no pude deciros nada!. – exclamó Chris, al ver que su tía ni siquiera estaba sorprendida.
- Los Ancianos me lo dijeron, y me dijeron también que atendiera a tu llamada. Si no, no hubiera venido, porque quizá ni te habría escuchado. Ya te dije que allí fuera todo es un caos, Chris. Todo el mundo pide ayuda. Todo…se desmorona. Y tengo que irme, de verdad. Si averiguas algo házmelo saber.
Dicho esto Paige volvió a orbitar.
En la cocina, todos quedaron en silencio por un segundo. Luego, Chris cogió a Leo en brazos.
- ¿Estás bien, campeón?
- Sí. Pero no quiero ver a Nick ni en pintura.
- Yo tampoco.
- Me hizo mucho daño.
- Lo sé, cielo, lo sé – dijo Chris, y le dio un beso, apenas conteniendo su ira. Respiró hondo una vez. y luego otra, y otra más. – Peter, tendremos que posponer lo que quería enseñarte. Me harías un gran favor si utilizas este tiempo para tratar de investigar lo que está pasando, aunque tal vez todos queráis iros de casa por un rato, porque voy a matar a Nick.
- Chris, no digas eso. No vas a matarle – dijo Amy, apaciguadora. Chris le miró muy serio, más serio de lo que era habitual en él.
- No, no voy a matarle. Pero voy a quedarme cerca.
- Si me lo dices así no voy a dejarte a solas con él, porque voy a creer que en verdad le vas a lastimar.
Chris volvió a respirar hondo.
- No voy a lastimarlo ¿de acuerdo?
Amy le sostuvo la mirada y acabó asintiendo, aunque algo la decía que no debía tranquilizarse tan pronto.
- Aun así, no voy a irme.
- Tienes razón, puede empezar a llover otra vez en cualquier momento. Es peligroso.
- No. No voy a irme, porque es NUESTRO niño el que está ahí arriba. Es NUESTRO niño al que vas a castigar, y es NUESTRO niño el que va a necesitar que lo mime.
Chris la miró con los ojos muy abiertos y un profundo amor. La dio un beso rápido en los labios, y luego suspiró.
- ¿Y no puedo ser yo el que le mime?
- También. Pero lo harás después. Esta película sólo tiene un malo, y ya se repartieron los papeles.
Chris gruñó. Tras sonreír un poco, Amy le habló más en serio.
- Sigue siendo tu hijo, y no el mío. Pero si me necesitas, estaré aquí mismo. Y ahora sube. Después de cómo le has hablado se estará deshaciendo en llanto.
- No, si encima tendré que sentirme culpable.
- Por supuesto. Es mi niño al que vas a hacer llorar, así que ESPERO que te sientas culpable.
- ¿En qué quedamos? ¿Es tu niño o no es tu niño?
- Cuando es bueno es mi angelito. Cuando es malo es todo tuyo. Pero él siempre es bueno, el malo es su padre.
Chris alucinó por la caradura de esa mujer pero al mismo tiempo se sintió agradecido, porque se notó más relajado. En condiciones más adecuadas para tratar con su hijo. Y supo que Amy lo había hecho a propósito, para asegurase de que no estaba aún enfadado cuando subiera a hablar con Nick. Definitivamente, esa mujer era muy inteligente.
Chris subió al piso de arriba, y comprobó que, tal y como Amy había predicho, Nick se estaba deshaciendo en llanto. Se tomó unos segundos antes de entrar en la habitación, como para analizarse. Seguía estando muy enfadado, pero de alguna forma se sentía capaz de consolar a Nick un poco. Al fin y al cabo, él también era su bebé. Llamó a la puerta y luego entró. Apenas había puesto un pie en la habitación cuando una maraña de rizos negros le tiró al suelo de un abrazo.
- Papá – lloriqueó Nick, y luego se serenó un poco – Si sirve de algo lo siento mucho.
- Sirve de mucho, Nick. Demuestra que aunque se te haya ido la olla sigues teniendo el corazón en su sitio.
- Papá, lo siento de verdad. ¿Leo está bien?
- Sí. Paige le ha curado – explicó Chris, que decidió ahorrarle los detalles del pedazo de moratón que le había hecho. Había tenido que darle realmente fuerte para dejar esa marca.
- Papá, es que… él me pegó y yo…
- No hay "es ques" que valgan, Nick. Todos vosotros estabais como hechizados cuando tu hermano te golpeó, pero aunque no hubiera sido así, tú no puedes pegarle, y menos sin medir tu fuerza. ¿A que a mí no me hubieras golpeado así? ¿No, verdad? Porque soy más fuerte, o al menos igual de fuerte que tú. Pero Leo no lo es, y como sabes que no es rival para ti, te desquitaste con él. Pegar a un niño indefenso, ocho años más pequeño que tú, es cobarde, repugnante, censurable y rastrero. No ha sido un golpecito. No ha sido una pelea amistosa. Ha sido una venganza por algo de lo que tu hermano no era responsable, y ha sido una venganza desproporcionada. Le has hecho daño, y de no haber magia en la familia podías haberle causado una lesión. Somos muy sensibles con el maltrato por aquí, y pensé que tú más que nadie tratarías de impedir que alguien hiciera daño a Leo como se lo hicieron a Peter, y no que sería tu propia mano la que le heriría.
Para ese momento, Nick ya estaba llorando a mares. Se sentía muy culpable. Ni siquiera necesitaba escuchar esa bronca, porque su interior ya se odiaba por haber hecho daño a su hermanito. Trató de decir "lo siento mucho" pero se trababa. Aun así, Chris le entendió.
- Sé que lo sientes, Nick. Lo sientes ahora. Ahora que te has calmado, y te das cuenta de lo que has hecho. Ahora que sabes que voy a castigarte, y que estoy enfadado. Me gustaría que alguna vez sintieras las cosas antes de hacerlas. Sobre todo cuando se trata de hacer daño, hijo, porque esta no es la primera vez que te digo que no puedes maltratar a tus hermanos. Te he dicho muchas veces que no puedes hacer daño a Peter, así que….¿QUÉ TE HIZO PENSAR QUE PODÍAS HACÉRSELO A LEO?
Chris gritó, sin poderlo evitar, a punto de perder los nervios que con tanto cuidado estaba tratando de conservar. Si Nick hubiera sido inteligente, se hubiera quedado calladito para no alterar más a su padre, pero sus neuronas debían de estar apagadas o fuera de cobertura.
- ¡No seas exagerado! Tampoco le hice tanto daño…
- ¿Qué no le…? ¿QUÉ NO LE HICISTE TANTO DAÑO? ¿Sabes cómo de fuerte hay que pegar a alguien para dejarle ese cardenal? ¡Porque yo no! ¡Nunca se me ocurriría ser tan bestia, y menos con un niño!
- ¡No todos somos tan perfectos como tú!
- ¡ESTE NO ES EL MEJOR MOMENTO PARA HABLARME DE ESA FORMA NICHOLAS! Yo también soy humano y estoy muy, muy enfadado. No te conviene enfadarme más. ¡ES MI NIÑO AL QUE HAS HECHO DAÑO! ¡EL ÚNICO MOTIVO POR EL QUE NO TE HE MATADO ALLÍ MISMO ES PORQUE TÚ TAMBIÉN ERES MI HIJO! Y no permitiré que mis hijos hagan nada semejante nunca más. Ahora TUMBATE SOBRE LA MALDITA CAMA.
Nick se puso blanco.
- No, papi, no…
- Ni lo intentes, Nick. Nada de lo que puedas decir va a evitar que te castigue. Tan sólo conseguirás empeorar tu situación. Así que sé inteligente, y obedece. Lo único que vas a hacer es tumbarte sobre la cama. Y no vas a hacer más que eso si quieres volver a sentarte algún día.
- No, papá, que estás muy enfadado…- dijo Nick, y se alejó de él un par de pasos. Tras unos segundos, la expresión de Chris se dulcificó.
- Sí. Estoy muy enfadado. Pero tú sigues siendo una de las cuatro personas que no tiene que tener miedo al verme enfadado. – dijo Chris y se acercó a él. Nick le miró con miedo, pero antes de poder hacer nada se encontró atrapado en un abrazo. – Ahora sobre la cama. No voy a mentirte, Nick. Estoy muy decepcionado contigo. Pero no tienes que tener miedo de mí.
Nick quiso morirse en ese momento. Acababa de escuchar las cuatro palabras más duras de toda su vida. "Estoy muy decepcionado contigo". Escuchar eso fue peor que cualquier castigo. Se fueron todas sus ganas de luchar. Le dio la espalda a Chris, se quitó los pantalones y se tumbó sobre la cama.
Christopher suspiró, y se quitó el cinturón. Se acercó a él y le bajó el calzoncillo pero en el último momento, se lo pensó mejor. Se desprendió de su enfado, y evaluó lo que Nick había hecho con objetividad, y supo que iba a ser demasiado duro si seguía por ese camino.
- Sentirlo si vale para algo – le dijo, y tiró el cinturón. Se sentó en la cama y se le colocó encima. – Serán ocho con el cinturón, al final del todo, uno por cada año que tiene tu hermano. – le avisó, para que supiera a qué atenerse, y comenzó con la mano.
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Chris pensó que algo iba mal. Peter a veces aguantaba mucho tiempo en silencio, pero Nick siempre se quejaba, bajito al principio, pero respondiendo con un gemido a cada palmada. Aquella vez sin embargo estuvo muy callado, y sin moverse, a pesar de que Chris estaba usando una fuerza considerable. Estaba siendo más duro que en otras ocasiones, y sin embargo Nick se limitaba a llorar en silencio.
- Puedes llorar – le dijo, cuando ya no aguantó más ese silencio. – Sé que duele y que además estás enfadado porque te he hablado muy duramente. Puedes llorar. Te sentirás mejor al hacerlo.
Pero Chris se equivocaba. Nick no estaba enfadado. Estaba convencido de que había cruzado una línea sin retorno y de que aquella vez Chris no le iba a perdonar. Le estaba pegando muy fuerte pero le daba igual. No iba a quejarse. No iba a hacer nada, porque él se merecía aquello. Él había pegado a su hermanito.
Chris continuó, aumentando un poco más la fuerza.
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- Espero que te acuerdes de esto toda la vida, Nick, porque si alguna vez tenemos que repetir esta conversación va a ser muy difícil para los dos. Ningún hijo mío va a abusar de los que son más débiles.
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- Au.
Nick no pudo evitar quejarse en voz alta y se maldijo por eso. Pensaba que iba a ser capaz de soportarlo en silencio. Pero como siempre, ahí estaba él, siendo débil. Llorando y quejándose como había llorado su hermanito. Fuerte para hacer daño, pero débil para enfrentar las consecuencias de sus actos. Nick sintió rabia, y por eso mordió el edredón, para asegurarse de que no volvía a quejarse.
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Cuando Chris se dio cuenta de que Nick estaba mordiendo el edredón, se detuvo. Tiró de la tela con delicadeza, para que la soltara, y le acarició el pelo. Nick estaba sudando, y estaba húmedo por las lágrimas.
- Siempre te avergüenzas por lo que no debes, hijo. Lo que has hecho mal es pegar a tu hermano, no llorar porque te estoy castigando. No debes ocultarme tus lágrimas. Yo jamás voy a pensar que seas débil por eso. Al contrario. Llorar es un signo de fortaleza.
Chris le habló de una forma tan dulce que Nick no pudo resistirlo, y empezó a sollozar con mucha fuerza. Su padre le había dado carta blanca para hacerlo, así que Nick comenzó a quejarse.
- Me d-duele mu-mucho.
- Y yo lo siento mucho, corazón. Pero de no haber habido magia en la familia, habrías mandado a tu hermano al hospital, al igual que has hecho tantas veces con Peter. Y tengo que encargarme de que eso no se repita.
Chris siguió acariciándole el pelo, para que se calmara un poco. Aunque quería evitar decirlo en voz alta, aún no habían terminado. Esperaba que Nick no lo hubiera olvidado.
- ¿Estás listo? – preguntó, cuando notó que disminuía la intensidad de sus sollozos.
- No.
Chris sonrió un poco, ante tanta sinceridad.
- Seré rápido. Ahora colócate sobre la cama, cielo, y acabemos con esto.
Nick no hizo ni el intento, pero Chris no se enfadó. Le levantó con delicadeza, y le tumbó sobre la cama.
- ¿Por qué van a ser estos azotes, Nick? – le preguntó, mientras agarraba el cinturón que descansaba sobre el suelo.
Nick no respondió. No quería decirlo en voz alta.
- ¿Por qué van a ser? – repitió Chris, y como tampoco obtuvo respuesta, le dio una palmada no muy fuerte, pero que a Nick le pareció horrible por lo adolorido que estaba. – Respóndeme, Nick. Necesito saber que lo sabes.
Más silencio. Nick lo sabía perfectamente. Había hecho daño a su hermano pequeño, después de que éste le pidiera perdón por algo que en realidad no había sido culpa suya. No sólo había sido un bestia y muy violento, sino que además había sido cruel. Pero era incapaz de decirlo.
Chris gruñó, maldiciendo la testarudez de su hijo. Había sido muy duro con él, y tenían muchas cosas de las que hablar. No quería seguir pegándole. Quería consolarle y hacer las paces con él.
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- El siguiente será con el cinturón, Nick, y créeme que con ocho ya va a ser más que suficiente, así que por favor, respóndeme. ¿Por qué te estoy castigando?
- ¡Porque eres un sádico de mierda! – gritó Nick, rabioso.
El rostro de Chris se ensombreció. Aunque había usado palabras duras, había estado evitando decir las peores, porque no quería que su hijo sufriera. Pero en vista de la actitud de Nick, en ese momento las empleó.
- No. Porque te quiero, y quiero evitar que te conviertas en un segundo Derek.
Nick sintió como si le clavaran una flecha en el alma. Luego sintió el primer golpe, y se mordió la mano para no gritar, porque fue la cosa que más le había dolido en toda su vida. Fue fuerte, peor que fuerte. Sonó mucho, y dolió más.
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Aquél segundo golpe le hizo gritar, aun con la mano en la boca y los dientes apretando. Se hizo daño de lo fuerte que se mordió.
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Nick interiormente se había sentido fuerte en otras ocasiones, cuando había "resistido" (más o menos) castigos "fuertes". En ese momento supo hasta qué punto Chris solía controlarse. Supo lo flojo que solía pegarle, porque fue perfectamente consciente de que aquella vez no podía soportarlo. No lloraba: convulsionaba en un llanto histérico.
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Llevaba sólo cuatro, y era peor que cualquier otra paliza que hubiera recibido. El llanto se convirtió sólo en lágrimas, al mismo tiempo que el dolor se extendía por cada parte de su cuerpo. Gimió, bajito al principio, y luego muy fuerte. Y entonces, se acordó de algo que Chris le dijo una vez.
"Incluso en el momento en el que me veas más enfadado, párame, pregúntame si te quiero, y te diré que sí"
Nick ladeó la cabeza sobre la almohada y recordó todas las veces que su padre le había perdonado. Todas las cosas imperdonables que había hecho, y la facilidad con la que Chris le había dicho "yo aún te quiero, y siempre te voy a querer". En ese momento se sentía tan miserable, que escuchar eso de nuevo podía salvarle la vida. Necesitaba saberlo. Estaba muy asustado, y necesitaba saberlo. Pero no se atrevió a preguntarlo, temiendo que la respuesta fuera que no.
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Nick no había estado preparado, se sorprendió, se mordió la mano, y gritó, por el dolor del golpe y por el que él mismo se había infligido.
"¿Qué estoy haciendo?" se preguntó Chris, como en shock. "Por el amor de Dios, eso fue demasiado fuerte. ¿Qué coño fue eso? Demasiado, demasiado fuerte. Joder, se está mordiendo la mano."
Chris inmediatamente soltó el cinturón. No se había dado cuenta de la fuerza que estaba empleando. Solía medirse en función de las protestas de sus hijos y Nick apenas se había quejado. Se dio cuenta que era porque se estaba mordiendo la mano, y eso le hizo ver que tenía que estar doliéndole mucho. Chris empezó a llorar, en silencio.
- Levántate cariño.
- No.
- Levántate. Lo siento. Ahora voy a abrazarte ¿vale? Lo siento…Yo…Vamos, levanta.
- No. Tienes que castigarme. Yo le he hecho daño a Leo. Así que sigue. – respondió Nick, entre dientes, y con los puños apretados.
Chris no pudo soportarlo y le levantó él, casi asfixiándole en un abrazo. Le dejó llorar abrazado a él, y no le cupo duda de que Nick jamás iba a repetir aquello.
- Dijiste ocho – le recordó Nick, al cabo del rato.
Chris bajó la cabeza y le dio un beso en la frente.
- Seis.
Le dio otro beso.
- Siete.
Un beso más.
- Y ocho.
Nick sonrió un poco. Chris le cogió la mano que se había mordido, y le dio otro beso.
- Un millón – dijo, y se la acarició. - ¿Por qué has hecho eso?
Nick se encogió de hombros, y dejó que le siguiera abrazando.
- ¿Aún me quieres? – preguntó, muy bajito, pero sabía que Chris le estaba oyendo. Como respuesta, escuchó un inconfundible jadeo de su padre. Pero nada más. El corazón de Nick se detuvo. Cerró los ojos con fuerza, y apretó los puños. ¿Por qué no le respondía? ¿Qué significaba ese silencio?
"Mi hijo está dudando de que le quiera. Lo está dudando en serio. Christopher Haliwell, eres un monstruo."
Chris no pudo soportar la culpa, ni el dolor que esa pregunta le provocaba, y salió corriendo.
Nick se quedó sólo en aquella habitación, con la certeza de que su padre le odiaba.
Chris no supo lo que debía hacer. Estaba perdido. ¿Alejarse de Nick todo lo posible? ¿Acercarse a él? No, no debía acercarse a él. Seguro que Nick tampoco quería que lo hiciera. Pero no podía dejarle sólo. Sacó el móvil, e iba a llamar a Wyatt, pero algo en su cerebro se lo impidió.
"Tienes 33 años. Es hora de dejar de llamar a tu hermano mayor cuando tienes algún problema. Ahora compartes una vida con tu novia. Los adultos recurren a sus parejas, no a sus hermanos".
Así que fue a buscar a Amy, que fiel a su palabra estaba en el piso de abajo, con Leo, y con Peter.
- Te necesito – la dijo, y no añadió nada más. Ella le miró con ternura, se puso de pie y le acarició la cara. Le limpió las lágrimas.
- Me tienes – le aseguró.
- Te necesito ahí arriba – matizó. – Con Nick.
Ella ladeó un poco la cabeza, con curiosidad, y luego asintió. Salió de la habitación, y subió al piso de arriba.
Se paró frente a la puerta del cuarto de Nick, y llamó varias veces, pero no obtuvo respuesta, así que al final entró. Le vio tumbado sobre la cama, desnudo de cintura para abajo. En otro momento habría dado media vuelta y se habría ido, muerta de vergüenza. Pero en ese instante entró del todo, se acercó a él, y le tapó con una sábana, no sin antes darse cuenta del tono rojo en la piel del chico, además de algunas franjas más oscuras. Se sentó a su lado en la cama, y durante unos segundos no dijo nada, porque él no parecía en situación de escuchar. Ella casi lo agradeció, porque en verdad no sabía qué decir.
Se echó con él y le abrazó. Le miró la mano donde se había mordido, y le acarició, pasando cada uno de sus dedos por la marca de los dientes. Le limpió la cara y no le dejó esconderla, indicándole que no debía avergonzarse por llorar. Le dio un beso en la frente, y a partir de ese momento Nick empezó a llorar de forma más controlada.
- No me quiere – dijo de pronto. – Papá ya no me quiere. ¿Y qué hago yo si ya no me quiere? ¿Qué hago?
Por primera vez en toda su vida, y quizás por última, Nick entendió a Peter cuando quería desaparecer de la faz de la tierra. Pensó que tal vez estaría mejor muerto, porque si su propio padre no le quería ¿qué podía esperar de los demás? ¿Cómo iba alguien a querer a un chico como él, que sólo traía problemas, y mordía constantemente la mano que le daba de comer? ¿Quién no iba a cansarse de que le trataran mal, y de que trataran mal a sus propios hijos? Había pegado a Leo, a su hermanito. Al niño que abría sus brazos sin ningún temor, porque nadie le había hecho daño nunca. Él había sido el primero. Él, había hecho lo que Derek le había hecho a Peter. Le había enseñado a un niño que a veces la gente que más quieres es la que más daño te hace. Le había enseñado lo que se siente al ser el objeto de la ira de los demás. Era un ser despreciable, y por eso era lógico que Chris le despreciara.
Pero, aunque fuera lógico, ¿cómo iba a vivir con eso? ¿Qué iba a ser de él? ¿Cómo iba a seguir viviendo si Chris ya no le quería? Todo su universo se fue cayendo a piezas. Dejó de tener diecisiete años. Volvía a ser un niño asustado que no tenía padre. Volvía a estar sólo.
Fue entonces cuando sintió un abrazo fuerte, pero suave a la vez, acompañado por un olor a champú de fresa.
- Él te quiere. Lo voy a matar y lo voy a enterrar por hacer que lo dudes, pero él te quiere.
- No me quiere. No me quiere. Se lo he preguntado y no me ha respondido. He sido tan malo que ya no me quiere.
A Nick le fallaban las palabras, así que se expresaba de una forma infantil y básica, pero no por ello menos cierta.
- Nada de lo que tú puedas hacer merece que dejen de quererte – le aseguró Amy, y le dio otro beso. Y ya no dijeron nada más, sino que siguieron abrazados, hasta que Nick dejó de llorar.
- ¿Te duele? – preguntó Amy, cuando creyó que Nick se iba a quedar dormido.
- Sí.
- Me refiero a… ya sabes…ahí abajo.
- Sí, eso también me duele.
- Ya veo. ¿Mucho?
Amy estaba confundida, porque una de sus certezas había sido que Chris jamás haría daño a sus hijos, y ahora esa certeza se tambaleaba. El niño que tenía en sus brazos estaba dolido física y psicológicamente, y Amy no sabía en ese momento cuál de las dos heridas era más intensa.
Pensó que Nick no la iba a responder, pero tras tomarse su tiempo, y sin mirarla a los ojos, el chico comenzó a hablar.
- Todo depende de la fuerza. A veces, sobre todo al principio, papá me pegaba mucho, pero bastante flojo. En otras ocasiones es más rápido, me pega menos, pero más fuerte. No sé qué es peor. Pero esta vez…ha sido mucho y muy fuerte. Más fuerte que nunca.
Amy apretó los dientes. Miró el cinturón cuya presencia llevaba chirriándole desde que había entrado, hacía casi veinte minutos.
- ¿Te ha pegado con un cinturón?
- No es la primera vez. Arde como el infierno, pero normalmente no duele tanto. Además, no ha sido todo el rato con eso. No es el dolor lo que me preocupa, Amy. Debería desollarme vivo por haber hecho daño a Leo. Es que… esta vez no va a perdonarme.
- Chris siempre te va a perdonar. – dijo, y sonó como una promesa.
Siguió abrazando a Nick y haciéndole mimos hasta que escuchó unos pasos acercándose. Giró la cabeza, y en la puerta vio a Chris.
- Te hice una pregunta – le acusó Nick. – Te hice una pregunta, y saliste corriendo. Si me odias, al menos ten el valor de decírmelo a la cara.
Chris se agachó junto a él y apoyó su frente en la de su hijo.
- No te odio, porque además jamás podría hacerlo. Claro que te quiero, Nick, y el sólo hecho de habértelo hecho dudar ya merece que tú me odies a mí. No te quiero, te adoro.
- ¿No me odias?
- No, mi vida. Te quiero. Te amo con toda mi alma.
El mundo de Nick volvía a estar en paz, porque se metió en la cabeza de su padre y comprobó que era totalmente cierto. Leer mentes era toda una ventaja para alguien inseguro como él. Su padre no sólo le quería, sino que además se estaba sintiendo culpable, porque creía que había sido muy duro con él.
- Sí, eso. Siéntete culpable, porque eres muy malo – protestó, con infantilismo intencionado, y le sacó la lengua.
- ¿Yo?
- Sí, tú – intervino Amy – Malo del todo. Malo de los que se quedan sin postre, y sin besos y sin abrazos. ¿A que sí?
De esa forma Chris se vio superado por el bando enemigo.
- ¿Ni un abrazo pequeñito?
- Si tu hijo quiere…porque lo que es de mí, no vas a tener ni uno.
- Qué cruel – protestó Chris, pero entonces Nick le abrazó, y sonrió.
- ¿Estoy perdonado? – preguntó el chico, con la cabeza enterrada en su cabeza.
- Sí, Nick. Claro que sí.
- ¿Del todo, del todo?
- Del todo, del todo, no – dijo Chris, y pudo ver como los hombros de Nick se hundían. – Para que te perdone del todo tienes que dejar de llorar y darme un beso.
Nick sonrió un poco, y le dio un beso, pero seguía teniendo lágrimas silenciosas.
- ¿Y esas lágrimas? – preguntó Chris, en tono recriminatorio.
- Es que me duele mucho.
Chris gimió.
- Lo siento.
Probablemente, era la primera vez que se disculpaba por un castigo. Él sabía que lo que Nick había hecho estaba mal, pero odiaba tanto hacerle sufrir…Sintió que iba a echarse a llorar otra vez. Nick debía de seguir en su mente, porque le miró con dulzura y le acarició la mejilla.
- Estás perdonado – dijo en tono de broma – Pero para que te perdone del todo tienes que cerrar los ojos y extender las manos.
Chris le miró con cara de no entender, y Nick frunció el ceño, como si estuviera enfadado.
- Vamos, obedece. No querrás hacerla enfadar – añadió Nick, señalando a Amy. Por la cara de la mujer, ella tampoco entendía nada, pero Chris hizo lo que le pedía y cerró los ojos. Escuchó cómo se abría un cajón, y abrió el ojo derecho con curiosidad. Vio que Nick se apresuraba en esconder algo tras su espalda. - ¡Sin trampas!
Chris volvió a cerrar el ojo y sonrió un poquito. Nick cogió sus manos, y puso algo en ellas.
- Ya – anunció Nick, y Chris abrió los ojos. En sus manos tenía un cuadro de cerámica, en el que aparecía retratada toda la familia. Estaban Chris, Amy, Peter, Leo, Nick y hasta la perita. Chris miró la pintura con fascinación, y luego miró a Nick con la pregunta en los ojos. – Compré la cerámica antes de que Peter y yo nos pusiéramos enfermos. Ese mismo día, con ayuda del hechizo, lo pinté. Pero con todo lo que ha pasado se me olvidó dártelo.
- ¿Para mí?
- No, para el vecino.
Chris sonrió, y acarició el regalo casi con devoción. De pronto aplastó a Nick en un gran abrazo.
- Caray. Si llego a saber que va a gustarte tanto lo uso como soborno para conseguir una reducción de pena.
Chris se rió y le revolvió el pelo. Amy cogió la pintura mientras se abrazan y acarició a su yo pictórico.
- Me ha incluido – murmuró, como para sí misma, pero los dos la oyeron.
- Claro que sí. – respondió Nick. – Ahora tú también eres mi familia.
Amy sintió que se ahogaba de la emoción.
- Gracias – logró decir.
Nick la sonrió con calidez. Y de pronto le rugió el estómago.
- Mmm. Alguien no ha desayunado – comentó Chris. Nick se ruborizó un poquito. – Vamos cielo. Te preparé lo que tú quieras.
- ¿Lo que yo quiera?
- Lo que tú quieras. Como si es tarta de chocolate.
- ¿Puede ser tarta de chocolate?
Chris soltó una carcajada. A veces creía que sus hijos eran realmente fáciles de contentar. Un abrazo, un te quiero, y chocolate. Esa parecía la base de la felicidad para Nick.
Bajaron abajo y Chris hizo el desayuno de un rey para todos. Les llamó a la mesa, pero Leo no venía, así que fue a buscarle. Le encontró en el salón.
El niño miraba la pared como si un alienígena fuera a salir de ella. Casi parecía como si le hubieran castigado mirando a la pared, pero él sabía que no era así porque él no le había castigado. Aunque tal vez Amy…
- Leo ¿qué haces? – preguntó, muriéndose de curiosidad.
- Miro la pared.
- Eso ya lo he notado, pero ¿por qué?
- Este fue el lugar donde mamá tiró un frasco de colonia, pensando que era una poción con la que yo estaba jugando. Se puso muy nerviosa y cuando vio que sólo era perfume, se rió durante mucho rato.
Chris se quedó mudo. Leo era muy pequeño cuando pasó eso. No creía que pudiera acordarse. El niño siguió mirando la pared y Chris se acercó a él, y puso una mano en su hombro.
- ¿Por qué la estás mirando ahora?
- Se me ha olvidado como olía esa colonia. Antes lo sabía, pero ahora se me ha olvidado – murmuró Leo, pensativo, y se giró repentinamente. - ¿Nick está bien? Sé que estaba enfadado con él, pero a mí ya no me duele.
- Está bien, y lo siente mucho.
- Le has pegado ¿a que sí? ¡Eres malo! Ahora me va a odiar.
- No enano – intervino Nick, entrando en ese momento. – Yo no te odio. ¿Me odias tú a mí?
- Claro que no.
- Lo siento mucho.
- No pasa nada.
- Sí, sí que pasa. No voy a hacerlo nunca más.
- Vale.
- Enano, de verdad que lo siento.
- Ya lo has dicho, y yo te he dicho que no pasa nada.
- ¿Cómo puedes perdonarme así, tan fácil?
- Seguro que tan fácil no ha sido. Papá te ha castigado.
Nick miró maravillado a ese niño sin nada de rencor dentro de él. Fueron a desayunar y Nick miró la silla con cara de pocos amigos. Pero con un movimiento fluido, Chris dejó caer un cojín en el asiento.
- Gracias – musitó.
- ¿Por qué? – preguntó Chris, haciéndose el tonto, y cuando pasó por su lado le acarició la espalda.
- Bueno, ahora que todos estamos sentados, ¿quién va a ser el primero en decirlo? – preguntó Leo.
- ¿En decir qué?
- Que estamos bien jodidos.
- Leo, esa boca. ¿Dónde has aprendido a hablar así?
- Que estamos fastidiados ¿así mejor?
- Sin duda. Aun así ¿qué quieres decir?
- Llueve sangre, tal como dijo Victoria.
- Sí, parece que en eso tenía razón.
- En eso y en todo. –intervino Nick. - Peter iba a tomar un montón de malas decisiones. Primero intenta suicidarse, y luego mata a una persona. Está pasando.
- Tal vez. ¿Con eso qué?
- Tenemos que pensar lo que vamos a hacer con él – dijo Leo y señaló al "otro Peter".
- ¿Hacer qué con quién?
- Tú deberías estar en tu mundo y Peter debería estar en el nuestro antes de que sea demasiado tarde.
- Buscaremos la forma – dijo Chis. – No hay por qué alarmarse.
- Sí, si hay por qué hacerlo – prosiguió Leo.
- ¿Por qué?
- El tío y el abuelo no respondieron a tu llamada porque están muy ocupados. Hay mucho trabajo. Esa lluvia hacía daño y había mucha gente fuera, mucha gente herida. Vuelve agresivas a las personas y ha tenido que ver muchas peleas. Pero tú sigues aquí, y ni siquiera pareces preocupado por Paul, por ejemplo.
Chris pensó en eso por primera vez. Cierto. Paul. ¿La lluvia le habría afectado?
- Sigo sin ver lo que quieres decir, Leo.
- Yo tampoco, la verdad – intervino Peter. – La reacción de Chris me parece la más normal. Nosotros estamos bien. ¿Qué importan los demás?
Y entonces, Christopher lo entendió.
Aquello no era propio de él. No era propio del hombre que había intentado salvar al hermano de un chico que ni siquiera le había caído bien.
No era propio del hombre que convertía en suya la causa de cualquier persona que sufriera.
Su hermano y su padre estaban salvando el mundo, y él estaba sentado, desayunando, sin sentirse culpable. Sin sentir que debiera hacer nada por ayudar.

- Nick debería estar en el colegio – prosiguió Leo. – Y yo debería estar en el médico. Y a ti no parece importarte. Y lo más importante de todo, yo ahora mismo estoy viendo a mamá, ahí de pie, delante de nosotros. Y me está diciendo que te vigile.

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