Páginas Amigas

lunes, 6 de abril de 2015

Chapter 91: El hijo pródigo



 


Chapter 91: El hijo pródigo
 


N.A.: Por fin llega un momento que yo había estado temiendo, desde que surgió todo esto de los mundos paralelos: tenerlos a todos juntos, y que no sea un caos. He intentado que se entienda. En las situaciones en las que pueda haber confusión, he llamado Chris 1, Peter 1 y Nick 1 a "los de siempre" y Chris 2, Peter 2 y Nick 2 a "los que antes eran malos". Realmente espero no haberme equivocado con ningún nombre, que eso es algo que suelo hacer xDDDDD

 


REALIDAD 1
- Papá lleva con Peter todo el día – protestó Nick, apoyado con fastidio en la mesa de la cocina. Amy alzó una ceja al escuchar su queja.
- ¿Celos, Nick? ¿En serio? ¿No estás ya mayor para el "papi no me hace caso"? Sobre todo teniendo en cuenta lo que está pasando ahí fuera. Ya sabes, gente muriendo, el mundo acabándose…
Nick se sintió un poco tonto, porque Amy tenía razón, pero…
- Sí, pero papá no está ahí fuera, sino ahí arriba con Peter. El tipo se va, roba los poderes de mi abuelo, y cuando vuelve todo gira en torno a él.
- Esto es como la parábola del hijo pródigo. – dijo Amy, sonriendo un poco, y al ver la cara de extrañeza de Nick se explicó. – Ya sabes. El hermano egoísta se fuga, vive su vida, y cuando vuelve y el padre le recibe con los brazos abiertos, el hermano cumplidor se siente celoso por ser dejado de lado cuando él no ha hecho nada malo.
Nick la siguió mirando como si estuviera loca.
- ¿En serio no te suena? ¿Nunca has tenido clase de religión?
- El que está puesto en temas religiosos, libros y todas esas pijadas es Peter.
- Se supone que tú eres el empollón. Esto es… ¡de cultura general! – insistió Amy.
- ¿Podemos dejar a un lado mi ateísmo congénito, por favor? – dijo Nick exasperado. – Estábamos hablando de mi gemelo malvado, nunca mejor dicho, y del complejo de Caín y Abel que me va a entrar dentro de un segundo cuando suba ahí y me le cargue.
Amy rodó los ojos. "Esa" historia bíblica sí le sonaba.
- Tu padre está… solucionando algunos problemas con él.
- No importa de qué dimensión venga: Peter siempre tiene problemas.
Amy le taladró con la mirada. Nick llevaba toda la tarde de un humor muy negativo, y era raro verle así. Iba a responder, pero entonces…
- Eso te lo concedo, hermanito – dijo Peter. Nick se giró para mirarle, y lo supo: no era el clon. Era el verdadero. Era SU Peter. Ahí, de pie, en la puerta de la cocina. Vivo. Sano.
Nick recorrió la distancia que los separaba en menos segundos de los que parecía posible. Le abrazó, con tanta fuerza que le tiró al suelo. Peter se rió.
- Caramba, no sabía que te ibas a alegrar tanto de verme.
- Yo tampoco – confesó Nick. Se suponía que estaba enfadado con él. Había matado a alguien. Aún no había superado eso… Pero Peter estaba allí, estaba bien, y todo lo demás carecía de importancia.
- Yo también me alegro de verte – dijo Peter, y le acarició el pelo. Ese gesto hizo que Nick se sintiera más pequeño, como si Peter le sacara muchos años, o algo así. Le observó bien. Peter tenía ojeras. Y, aunque le estaba sonriendo, sus ojos estaban tristes. Tal vez su hermano no estuviera tan bien, después de todo.
- ¡Peter! – intervino Amy, y saco a Nick de encima. Levantó a Peter, pero sólo para aplastarle en un abrazo, con más fuerza de la que parecía posible para un cuerpo tan pequeño. Lloraba, sin saber bien por qué, pero mayoritariamente de alegría y alivio.
- Caray, qué recibimiento – dijo Peter, un poco cohibido. - ¿No te va bien con papá, y quieres probar con alguien más joven? Mira que ligarte a su hijo es un poco fuerte…
- ¡Tonto! – lloriqueó ella, soltando una risa a la vez, y dándole un golpe semicariñoso en el hombro. - ¡Me alegro tanto de verte! ¿Estás bien?
- Voy tirando – respondió Peter sabiendo que si decía "bien" la mentira se le podía notar demasiado. No estaba bien. Estaba a punto de caerse a suelo. Las piernas le temblaban, y todo en lo que podía pensar era "por favor, que no se enteren de lo que he hecho". – Escuchad…no he venido sólo.
- ¿Qué quieres decir? – preguntaron Nick y Amy a la vez, pero en ese momento Chris y Nick, que habían estado esperando escondidos tras la puerta, entraron en la cocina.
Amy abrió mucho los ojos, y alucinó. Miró a un Nick y luego a otro. Había aprendido a diferenciar a ambos gemelos, y de pronto había un gemelo más… aunque éste estaba sucio, y tenía el pelo más largo. Y luego estaba Chris…Amy tenía la tentación de acercarse a él y darle un abrazo, pero algo en sus ojos le disuadió. Ese no era SU Chris. Él no la quería. Él, de hecho, parecía mirarla como a una extraña, o tal vez buscaba en ella algo que no podía encontrar.
Nick reaccionó de forma muy diferente. Recordaba a ese Chris. Se había llevado a su hermano y amenazado a su padre.
- ¡Tú! – gritó, y avanzó hacia él. - ¡Rata del infierno! ¿Qué haces aquí?
El otro Nick se encaró con él, como para proteger a su padre. Pero Nick1 tenía esa expresión agresiva que ponía siempre antes de perder el control y liarse golpes. Peter decidió frenarlo antes de que pasara algo de lo que tuvieran que arrepentirse.
- ¡Nick! No le hables así. Está de nuestra parte.
- ¿De nuestra parte? ¡Él te secuestro! ¡Te llevó cuando estabas inconsciente, y por cierto, aún tengo que matarte por eso! ¿CÓMO SE TE OCURRE CLAVARTE UN CUCHILLO?
- Él ya me mató. Este que ves aquí es mi holograma, en serio. Parte de mí murió aquél día – dijo Peter, en tono de broma, intentando aligerar la tensión. – De verdad que no tienes nada que temer de él, Nick. Salvo si le enfadas.
- Oh, ¿y qué pasará si le enfado? – escupió Nick. No entendía que mosca le había picado a Peter. Tal vez había perdido el juicio. Tal vez estaba bajo un hechizo. Tal vez tenía el síndrome de Estocolmo. Le daba igual. Ese tipo era una rata, y él iba a devolverle a la alcantarilla de la que había salido. Avanzó hacia él y le empujó contra una pared. No contaba con que Chris iba a devolverle el empujón. Se dio cuenta no constante de que el hombre se contuvo para no tirarle al suelo.
- Que podría darte una zurra.- replicó Chris, hablando por primera vez. - Y eso si me pillas en un buen día.
Peter observó impotente el duelo de miradas. Casi sentía las chispas saltando.
- Ey, ey. Vamos a llevarnos bien ¿vale? Nick, ¿dónde está papá? Quiero verle, tío, y arreglar todo este follón.
- Está arriba, con el hijo de este bastardo.
- ¿A quién llamas bastardo? – dijo Chris, conteniendo su mano para no cruzarle la cara.
- A ti, está muy claro. Pareces aún más idiota que tu hijo.
Peter pensó que Chris le iba a dejar sin hermano. Y eso era algo que perfectamente podría haber pasado, pero Amy intervino.
- Está bien, nos relajamos todos. Peter ven aquí. Nick1 aléjate de éste hombre hasta que sepamos si es peligroso. Nick2, tú quietecito, ahí, donde estás, que pueda verte. Y tú – dijo, señalando a Chris - tienes muchas cosas que explicar.
Chris se quedó mirando a esa mujer que sonaba de pronto muy imponente. Él había iniciado una historia con la Amy de su mundo, pero murió antes de empezar, porque le robaron a sus hijos. Aun así, se sentía inevitablemente atraído hacia esa mujer.
- No voy a seguir tus órdenes, puta – respondió Nick2.
- Estoy cansada de que tengáis todo el día esa palabrita en la boca – replicó Amy, pero antes de poder hacer nada, asombró con cierto asombro como Chris le daba un bofetón a su hijo. Fue algo muy flojo, casi como quien le da un golpecito en la boca a un niño pequeño, pero el chico sobrerreaccionó. Las pupilas se le dilataron, y salió corriendo.
- Genial. ¡Nick, espera! – gritó Chris.
Pero Nick no esperó. Salió de la cocina como si su vida dependiera de ello y fue hacia la puerta de salida. La abrió, pero vio que fuera estaba lloviendo aquella extraña sangre de la que le habían hablado. Cerró la puerta y, sintiéndose atrapado, corrió escaleras arriba. Al llegar arriba, se chocó con alguien y perdió el equilibrio.
Chris 1 y Peter 2 habían oído gritos, y se decidieron a bajar. Pero, nada más llegar a las escaleras, Chris se chocó con alguien. Por reflejo, le cogió de la chaqueta y así impidió que el chico rodara por las escaleras.
- ¡Nick! ¿Qué rayos te..? Espera un momento…Tú no eres Nick.
- ¡Peter! – gritó Nick, reconociendo a su hermano, a pesar del cabio de look. Se fundieron en un abrazo.
- ¿Es tu hermano? – preguntó Chris, a pesar de que era evidente. - ¿Qué haces aquí?
Pero Nick no respondió, y siguió abrazando a Peter, llorando un poco. Chris se enterneció mucho, y por eso intentó acariciarle el pelo, pero Nick no se dejó. Estaba claro que era el Nick del mundo de Peter 2.
- Nick, ¿qué pasa? – preguntó Peter.
- Vamos, no llores. ¿Le has echado de menos? – preguntó Chris.
- Conozco a mi hermano. No lloraría por esto. No hace tanto que no nos vemos, al fin y al cabo. Él estuvo secuestrado conmigo. No. Así es como llora cuando tiene…problemas con mi padre.
- ¿Vuestro padre está aquí? – preguntó Chris, y obtuvo su respuesta al ver subir a su alter ego por las escaleras. Chris tal vez hubiera saltado al cuello del Chris 2 por lo que había hecho. Tal vez no. Nunca lo supo, porque el mundo se detuvo cuando vio que detrás de él subía Peter. SU Peter. Su niño. Casi no le dejó subir, y bajó a su encuentro, sin importarle nada más.
- Papá…- susurró Peter, pasando los brazos alrededor de su cuello, y comenzando a llorar. Le había encontrado. Por fin, ahí estaba. Ya había llegado a dudar que fuera a volver a verle. Había llegado a dudar el volver a estar en esos brazos algún día. Todo su dolor, toda su pena, todo su miedo por ser odiado por aquello en lo que se había convertido, se desvaneció mientras lloraba en el hombro de su padre.
Una escena parecida tuvo lugar entre Chris 2 y Peter 2. Hacía más de tres meses que no se veían. Chris no pensaba soltarle nunca. Sin embargo, ellos fueron los primeros en soltar el abrazo, pero sólo para incluir a Nick 2.
- Ven aquí, tú, mocoso deslenguado.
- ¡No! ¡Me has pegado!
- Ha sido un golpecito de nada, porque no me gusta que digas esas cosas.
- Ese es justo el problema…¡que si te gusta! – lloriqueó Nick.
- Ya no. Sé que han cambiado muchas cosas, cariño, y necesitamos tiempo para hacernos a la idea. Ven aquí, y dame un abrazo. Quiero tener a mis dos chicos juntos.
Nick se acercó poco a poco a él, y le abrazó. Y así Peter 2 se dio cuenta de que había algo extraño en su padre. Tal vez Chris tuviera razón y él también había cambiado.
Amy se había quedado algo apartada, y al cabo del rato carraspeó para hacerse notar.
- Me gustan los reencuentros más que a nadie, pero…ya sabéis… el fin del mundo, universos paralelos, tipos malvados que aparecen con hijos desaparecidos…¿quién va a ser el primero en preguntar?
Chris 2 observó a Chris 1. Ese era el hombre al que tenía que matar. Al estar todos en aquél mundo corrían un gran peligro de estropear el cosmos. Ese era un claro desequilibrio de poder. No podían permanecer todos ahí por mucho tiempo…Y él tampoco podía demorar lo que tenía que hacer. Debía matar a ese Chris, coger su cadáver, y cruzar el portal de nuevo con sus hijos. Pero no podía hacerlo ahí, delante de todos…Se fijó en que su alter ego también le estaba mirando. Dio un beso en la cabeza a cada uno de sus hijos y se separó de ellos.
- Tú y yo deberíamos hablar… a solas.
Chris asintió. Tenía un par de cosas que decirle a aquél roba hijos…y luego tenían que arreglar un desastre cósmico juntos.
- Bajemos al salón – sugirió Chris 1. Eso no beneficiaba al plan de Chris 2. Cuanto más lejos de niños y novias enfurecidas mejor. No quería que le vieran hacer… lo que debía hacer. No podía, simplemente, matar a Chris en aquella casa, con sus hijos.
- Preferiría salir. Para estar a solas de verdad. Te diría de ir a tomar una copa – prosiguió Chris 2, con algo de sorna – Pero estoy intentando dejar de beber.
Chris alzó una ceja. ¿Eso era un chiste? De todas formas lo de "a solas de verdad" le hizo pensar en malas noticias, y en la necesidad de alejar a su familia de ellas, así que aceptó.
- Podemos hablar en el P3. La calle no es segura, de todas formas, así que tenemos que estar a cubierto.
- ¿Qué? ¡No! ¡No tengo ningún interés en ir a un club de streapteasse – dijo Chris 2.
- ¿Club de streapteasse? El P3 no es un club de streapteasse ¡es un pub!
- En mi mundo no.
Chris se quedó mirando a su alter ego con ambas cejas levantadas. ¿En serio? Intentó imaginar su local en un sitio de ese tipo. No podía, simplemente.
- Aquí es un lugar seguro. Aunque quizá debamos ir a casa de mi hermano Wyatt. Le debo una visita, de todas formas. Su hija no se despierta.
Chris no era tonto. No quería verse con su alter ego de un mundo malvado sin testigos. No confiaba lo suficiente con él. Sin poderes era un blanco fácil, y eso le recordaba que tenía que pedírselos a Peter.
- El P3 estará bien – comentó Chris 2, tratando de sonar casual. Wyatt era lo que menos necesitaba en ese momento. El "todopoderoso Wyatt". Era un guardaespaldas perfecto, y estropearía todos sus planes. Chris se dio cuenta de sus reticencias, y frunció el ceño. Se olía una trampa.
- Iremos a casa de Wyatt.
- Oh, por favor ¿queréis dejarlo ya? – intervinieron los dos Peters. Lo dijeron a la vez, y se miraron con curiosidad y un asomo de sonrisa. Después, continuó sólo Peter 1 – Han pasado muchas cosas, papá, y realmente no creo que debamos separarnos. Recuerda eso del divide y vencerás.
- Cierto. – concedió Chris. - Además, aún hay muchas preguntas que necesitan ser respondidas. ¿Por qué te llevaste a mi hijo? – preguntó, sin más rodeos.
Chris 2 meditó su respuesta. No podía mentir delante de Peter 1.
- Cumplía órdenes.
- ¿De quién?
- De alguien con poder para chantajearme, porque tenía a mis hijos.
- ¿De quién? - insistió Chris.
- De Barbas.
- ¿Barbas? ¿No se supone que vuestro Barbas es bueno? El demonio de la esperanza, y todo eso…
- No MI Barbas, sino TU Barbas.
- Eso es imposible. Le derrotamos.
- Y regresó. Tiene esa fea costumbre ¿verdad?
- ¿Está en vuestro mundo? – preguntó Chris.
- Bravo, genio – intervino Nick 2, con bastante sarcasmo.
- ¿Qué planea?
- Bien no lo sabemos, pero quizá nosotros podamos decir algo más sobre eso - dijo Peter 2 – Pasamos tres meses con él. Él fue quien me secuestró, Chris. Supongo que ya puedo decirlo. Él me secuestro, y me envió aquí, diciéndome que me hiciera pasar por tu hijo. No sé lo que pretendía, porque ese tipo es listo, y ya debería haber sabido que tú me descubrías enseguida. Realmente creo que planeaba algo más…algo que se nos escapa.
Empezaron a discutir sobre las intenciones de Barbas al intercambiar a los dos Peters. En especial, al enviar allí al Peter del universo malo. Amy les dejó hablar, y ponerse al día. Muchas de esas cosas para ella no tenía sentido. Sentía como si viera doble, y la cabeza le daba vueltas. De hecho, tuvo que ir al baño a vomitar, aunque realmente dudaba que sus nauseas tuvieran que ver con aquella confluencia de Chrises, Nicks, y Peters. No. Sus vómitos eran algo mucho más biológico…Pero en ese momento no quiso pensar en aquello. Se fue alejando poco a poco, y fue a la habitación de Leo. Pensó que el niño podía seguir dormido…No respetaban mucho los horarios desde que el cielo estaba siempre oscuro, con nubes de tormenta. Chris y Peter se habían pasado toda la noche hablando. Nick y ella no habían dormido. Y por lo visto, Leo tampoco. Al entrar, le encontró inclinado sobre su escritorio, con boli y papel. Recitaba algo en voz alta.
Por los poderes antiguos,
pesando en todo el que huye
Yo te lo pido, yo te lo ordeno,
llévate ésta lluvia que todo destruye
Amy vio que Leo miraba por la ventana, como esperando algo que no debió suceder, porque sus ojitos mostraron decepción.
- Leo, ¿qué haces? – preguntó.
El niño se sobresaltó al oírla. No había notado su presencia. Escondió el papel con rapidez pero sabía que ya era tarde. Al menos, se dijo, se trataba de Amy. Tal vez no estuviera en problemas.
- Intento hacer un conjuro, para acabar con la lluvia, pero mi magia no tiene efecto.
- Parece difícil. ¿Por qué no le pides ayuda a tu padre? Aunque no tenga magia, puede decirte lo que tienes que hacer…
- ¡No necesito la ayuda de papá! – protestó Leo. No era un inútil. Los conjuros se le daban bien. – Lo que pasa es que no se puede. Da igual las palabras que use, no pasa nada.
- Aun así, tu padre tal vez…
- ¡Papá tampoco podría hacer nada! – insistió el niño, algo nervioso y Amy le miró con suspicacia.
- No te deja hacer esto ¿verdad? No te deja hacer magia sin permiso…
- Magia sí. Conjuros no – respondió Leo, en voz baja. – Si equivocas una palabra puedes hacer algo peligroso.
- Y si sabes que no puedes ¿por qué lo estás haciendo?
- Porque alguien tiene que hacer algo.
- ¿Y tienes que ser precisamente tú, un niño de ocho años?
Leo se levantó de la silla como un resorte, y taladró a Amy con la mirada.
- ¡Yo al menos tengo magia, y no soy inútil como tú y papá!
Amy frunció el ceño, se acercó a él, y le dio un azote suave. Antes de poder asombrarse de lo espontáneo que le había salido, los ojos de Leo se llenaron de lágrimas.
- Lo siento, campeón, pero no puedes hablarme así ni decirme esas cosas.
- ¡Y tú no puedes llamarme campeón, tonta! ¡YA TE HE DICHO QUE ASÍ SÓLO ME LLAMA PAPÁ!
A Amy le dolía la cabeza, y los gritos no contribuyeron a que se sintiera mejor. Aun así, estaba dispuesta a tener paciencia con aquél niño que en las últimas horas había visto al fantasma de su madre muerta, había descubierto que el mundo se iba a pique, y vivía con el miedo de que a su padre le pasara algo, porque una profecía se cernía sobre ellos. Le acarició la cabeza.
- Perdona. Es de tanto oírselo a tu padre, se me pega. No te llamaré así, pero tú no puedes decirme tonta. Deja eso, Leo. Es muy noble de tu parte intentar detener la lluvia, pero no está en tu mano hacerlo. Tu padre tiene la teoría de que se detendrá cuando todo el mundo esté en el universo que le corresponde. Cuando tenga lugar la profecía.
- ¡No voy a dejar que esa profecía se cumpla! – declaró Leo con rotundidad, y volvió a agarrar el boli y el cuaderno. – Detendré la lluvia, y detendré eso también.
- Hallaremos la forma, cariño – dijo Amy con suavidad, y le quitó el cuaderno.
- ¡Dámelo!
- Tú mismo lo has dicho: hacer conjuros es peligroso.
- ¡Qué sabrás tú! ¡No tienes magia! ¡DÁMELO! – exigió el niño. Y, como Amy no se lo daba, intentó cógelo con el poder de su mente. Ella lo notó y se aferró con fuerza. Entonces Leo, enfurecido, levantó la mano y, sin llegar a tocarla, la empujó. Se miró asombrado: era la primera vez que lograba mover a una persona. Más asombrada estaba Amy, que se había caído al suelo. Se hizo algo de daño. Se tocó la tripa con paranoia, y se enfureció.
"Aún es pronto" se dijo. "No puede haberle pasado nada. Aún es pronto. Casi es demasiado pronto hasta para las náuseas. Sólo dos semanas."
Eso no la tranquilizó mucho, pero la sirvió para controlar su enfado. Se dio cuenta de que no era la única que se había asustado. Leo la miraba entonces con miedo.
- Yo… no quería…
Se acercó a él, y vio que retrocedía.
- Amy… no te enfades.
- Si me enfado. No puedes tratarme así. No puedes infravalorarme porque yo no tenga magia.
- No te enfades – repitió Leo, al borde del llanto. Amy suspiró.
- En realidad no estoy enfadada – le confesó, y se sentó en la cama del niño. –Pero tú te has portado muy mal, y ya sabes lo que viene ahora ¿me equivoco?
- ¿Me vas a castigar? – preguntó Leo, con una voz tan triste que tendría que estar prohibida.
- Me temo que sí.
Entonces, Leo empezó a llorar.
- Si papá se entera de que he usado magia contra ti me va a matar.
- No, Leo. Tu padre jamás haría eso. – dijo, intentando tranquilizarle. Se le acercó, y le dio un abrazo.
- Me pegaría con el cepillo. Y por hacer conjuros también.
- Yo no voy a hacerlo – respondió Amy, tras pensárselo – Pero sí te voy a castigar.
Leo se separó un poco de ella, y la miró. Salió de la protección de sus brazos e intentó dejar de llorar. Por un segundo pensó en salir corriendo, en protestar, o en intentar disuadirla, pero la experiencia le decía que no daría resultado.
- ¿Se lo dirás a papá?
- Sí. Pero también le diré que ya fuiste castigado.
Leo se mordió el labio. Bueno, podía ser peor. Se quedó de pie, a su lado. Los dos se miraron. Amy estaba confusa. El niño parecía medianamente dispuesto. Había aceptado lo que iba a pasar, pero se quedaba ahí, de pie, sin hacer nada. No entendía que Leo estaba esperando una señal. Algo así como un "ven aquí". Al final, Amy le cogió en brazos con suavidad, y se le puso en las rodillas. Tras tres larguísimos segundos de pensárselo muy bien, dio un pequeño tirón para bajar la ropa del niño. Cogió aire, notó que Leo también lo hacía, y comenzó.
SWAT SWAT
- No puedes usar tus poderes contra mí.
SWAT SWAT
- No puedes coger algo cuando te lo he quitado, por tu bien.
SWAT SWAT
- No puedes gritarme.
SWAT SWAT
- Y no puedes hacer conjuros si tu padre te lo ha prohibido.
SWAT SWAT
Amy se detuvo, y notó que Leo temblaba sobre ella. Muy enternecida, le levantó, y le vio llorar. Le colocó la ropa con movimientos lentos, y le dio un beso en la frente. Leo seguía llorando, y empezó a sollozar, como si le viniera del corazón. Por un segundo, Amy no supo que hacer.
Leo no sabía por qué estaba llorando así. Amy no había sido dura para nada. Sabía que normalmente la habría ido mucho peor, después de lo que había hecho. Pero se sentía muy mal. Muy vulnerable. Y muy triste, porque seguro que, pese a lo que le hubiera dicho, Amy estaría muy enfadada con él.
- Ya, mi niño, ya. – susurró ella, y le dio un beso en la frente. Le dio un abrazo y le meció un poco, pero Leo seguía llorando. Cada vez más fuerte.
Chris creyó percibir el inconfundible sonido de su hijo llorando. Interrumpió la conversación sobre Barbas, que de todos modos estaba entrando en bucle sin llegar a nada útil, y fue a ver. Al entrar en la habitación de su hijo se quedó muy impactado. Lo primero que le vino a la cabeza fue una gran furia, por el convencimiento de que Amy había hecho daño a SU hijo. Luego vio que ella le estaba consolando, pensó con la cabeza, recordó que se trataba de Amy, y entendió que era más probable que Leo llorara por un castigo, o porque le había pasado algo malo que lo entristecía. No tuvo ocasión ni de preguntar, porque cuando Leo le vio…
- ¡Papi! – llamó, y Chris estuvo junto a él en un milisegundo. En otro milisegundo, le tomó en brazos, arrebatándoselo a Amy.
- ¿Qué pasó, campeón?
- Papi, Amy me odia.
Chris miró a Amy en actitud inquisitiva.
- Yo no te odio, cariño. ¿Por qué dices eso?
Leo no respondió, y siguió llorando. Chris le dio un beso.
- No te odia, campeón.
- La he hecho enfadar. La grité y usé mi magia contra ella.
- ¿Qué hiciste qué?
- La empujé. Sin tocarla.
Chis tardó unos momentos en asimilar que los poderes de su hijo estaban ya muy desarrollados. Quería estar enfadado por lo que Leo había hecho, pero se sentía sobretodo orgulloso por el poder de su pequeño, y preocupado por lo triste que parecía.
- No te odio, cariño – repitió Amy – Te he castigado, porque eso es algo que no puedes hacer, como lo de los conjuros, pero no te odio. Yo te quiero mucho.
Leo la miró con los ojos muy abiertos, deseando creer esas palabras.
- ¿De verdad?
- De verdad.
- ¿Me perdonas?
- Ya estás perdonado, cariño.
Leo intentó entonces salir de los brazos de Chris para volver a los de ella, pero Chris le retuvo un poco más.
- ¿Cómo es eso de los conjuros?
- Intentaba detener la lluvia…- explicó Leo, muy bajito.
- ¿Haciendo un conjuro? – preguntó Chris, como para asegurarse, con mucha incredulidad. Leo asintió.
- Pero no te enfades tú también… - le pidió, y Chris recordó que Amy ya le había castigado. Se apostaba algo a que había sido muy blanda, pero le había castigado. Y él no tenía corazón para castigarle otra vez.
- Nunca más ¿me oyes, Leo? O sí que me enfadaré.
- Nunca, papi. Pero tenemos que parar esa lluvia…
- Deja que papá se encargue de eso – dijo Chris, y le dio un beso en la cabeza. Se dio cuenta de que hasta el momento su hijo había hecho más que él mismo. Era tiempo de dejar el banquillo, y volver al campo. Era tiempo de actuar. – Le diré a Peter que me devuelva los poderes – susurró, como para sí.
- ¿A Peter? ¿Y cómo? Si aún no le hemos encontrado…
- Sí lo hemos hecho, campeón. Está aquí.

- ¿¡QUÉ!? ¿Y me lo dices ahora? – dijo Leo, saltando bruscamente sobre las piernas de Chris. Dejó de llorar de pronto, y salió de la habitación como un resorte, mucho más tranquilo. Si estaban todos juntos, todo saldría bien. Si Peter estaba allí, todo iría mejor. Estaba convencido de eso.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario