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lunes, 27 de abril de 2015

Ponte en mis zapatos: 1 De 3


Ponte en mis zapatos: 1 De 3

Jorge vivía con sus abuelos en una gran ciudad, era el rey de la casa, sus abuelos lo malcriaban, lo sabían y no les importaban. El dolor por perder a su hija había sido tan grande que no se veían con corazón de negarle nada al niño, no soportaban verlo enojarse o entristecerse.
Y aunque Jorge era el rey de la casa nunca fue un niño mal educado, revoltoso, déspota o egoísta. Había crecido colmado de amor y atenciones y era un niño generoso y cariñoso, alegre y sin preocupaciones.
Pero su felicidad se vio truncada cuando su abuela murió a causa de un derrame cerebral, todo fue rapidísimo. El martes estaban cenando mientras veían juntos un concurso de talentos en la televisión y ese mismo  viernes ya la enterraban.  El abuelo de Jorge se quedó destrozado no era capaz ni de levantarse de la cama, llevaba más de 60 años viviendo junta aquella maravillosa mujer y siempre pensó que sería ella la que lo enterraría a él.
Tras el entierro de su abuela, Jorge fue a vivir con su padre y su nueva familia. Al principio Jorge estaba tan triste y deprimido por la pérdida de su abuela que poco le importaba su padre o su esposa o sus hijos de marco de fotos. Pero el tiempo hizo que Jorge poco a poco dejara esa etapa tan gris e introspectiva y empezara a  abrirse de nuevo al nuevo mundo que lo rodeaba.
Jorge no era idiota se daba cuenta que la relación con su padre era algo forzada, sus abuelos solo lo dejaban visitarlo unas semanas al año y no daban para mucho, además solía pasarlas rodeado de sus hermanastros, primos, tíos y sus otros abuelos. Poco tiempo para conocer realmente a su padre. Así que durante semanas Jorge solo observaba como si estuviera contemplando algún tipo de reality en televisión. Observaba y tomaba nota mental de todo.
Por su parte, Santiago, el padre de Jorge, esperaba paciente a que el chico saliera de la fase de luto, por la perdida de su abuela, y por fin establecer una verdadera relación padre e hijo con Jorge. Cuando Anabel, murió A Santiago se le vino el mundo encima, solo y con un recién nacido, no se veía capacitado de hacer frente a la paternidad entonces, y los padres de Anabel no dudaron ni un segundo en aprovechar esos momentos tan penosos de Santiago para hacerse cargo de Jorge y poco a poco ir asumiendo el papel que en principio debió ejercer él. Y lo que en principio fue un gran alivio y comodidad con los años se convirtió en una gran muralla entre su hijo y él.
Así que cuando por trabajo, lo trasladaron a la otra punta del país no se sorprendió cuando al preguntarle a su hijo si quería dejar a los abuelos y venirse con él, el niño ni parpadeara al decirle que no.  Y si que al principio estuvieron en contacto incluso más que cuando vivían en la misma ciudad, pero como todo, con el tiempo y la distancia, las llamadas se fueron espaciando más y más, hasta el punto de que ya solo se llamaban los domingos por la noche y solían ser conversaciones cortas y banales.
Santiago, sabía que aquel chico de 13 años que estaba al final del pasillo era su hijo pero no podía ser más desconocido para él. Sabía más de los hijos de su actual esposa que de su propio hijo, sabía más de sus sobrinos que de su propio hijo, y eso lo entristecía y le hacía sentir vergüenza. Jamás dejaría de arrepentirse de haber dejado la educación de su hijo a sus abuelos y haberse desentendido de él. Debió de ser más fuerte, Anabel lo habría querido así.
Ya habían pasado 4 meses desde que Jorge se fue a vivir con ellos. Compartía habitación con Héctor el hijo del anterior matrimonio de Tatiana, y aunque parecían polos opuestos no los había oído rechistar ni una sola vez. Santiago pensaba que Héctor ya tenía suficiente con las peleas con Fidel (solo 1 año más joven que él) y que Jorge al ver sido hijo único toda su vida, no tenía ni  idea de cómo interactuar con su nuevo hermano. Pero aquella mañana a Jorge se le cruzaron los cables, llevaba días, quizás semanas, aguantando las gilipolleces de Héctor y de Fidel y ya no pudo más, saltó. La sorpresa es que no hubiera saltado antes, tanto Santiago como Tatiana ya habían avisado a los chicos varias veces que dejaran de molestar a Jorge.  Pero los chicos son chicos y los 13 años es una edad muy difícil, y más si tu vida se ve trastocada hasta ese punto de la noche a la mañana.
-         Mira, pedazo cabrón (dijo Jorge agarrando por el cuello de la sudadera a Héctor y levantándolo hasta que le chico tuvo que ponerse de puntillas, ser un chico corpulento le había garantizado toda la vida librarse de abusones, por eso Jorge era un tío más bien tranquilo, pero su paciencia tenía un límite y esos dos hacía ya tiempo que la había rebasado) si vuelvas a joder con mi Tablet te  voy a dar de hostias hasta que se te caigan los huevos al suelo y reboten un par de veces ¿Entendiste?
-         Suelta, tarado (dijo Héctor empujando a Jorge para librarse de él, Héctor se había cagado en cima, nunca había oído a nadie hablarle de la manera que Jorge  le acababa de hablar. Para él  aquel lenguaje solo era para películas de acción).
-         Estás avisado, marica de mierda, tu vuelve a agarrar alguna de mis cosas y estás muerto (Héctor parpadeo un par de veces, a él no le gustaban los chicos ¿Por qué Jorge le había llamado marica? Héctor y Fidel eran unos auténticos capullos pero de allí donde eran no se usaba ese lenguaje tan soez, y si se usaba era por algo muy gordo, no por haberle agarrado una cosa sin permiso).
-         ¿Qué pasa aquí? ¡Jorge! ¡Que es ese vocabulario tan atroz! Ve a tu cuarto de inmediato, en cuanto regrese tu padre ya hablará contigo sobre esa boquita tuya. Héctor, agarra tus cosas del suelo, y hacer los deberes en la cocina, que yo te pueda controlar. Fidel, lo mismo (y tras una mirada de puro odio entre Héctor y Jorge los chicos obedecieron).
Jorge subió a su habitación y se tiró sobre su cama, echaba de menos a sus abuelos más que nunca, ojala nunca hubiera puesto los píes en esa casa. Allí él solo era un huésped “forzoso” y aunque la casa era de su padre y sabía que Tatiana no tenía ni un céntimo ni donde caerse muerta antes de conocer a su padre, sabía también que aquella era su casa y la de sus hijos y que ella estaba siendo buena por acogerlo en su familia. Al menos eso era lo que Jorge fingía no oír de la boca de las amigas de Tatiana cuando venían por las tardes a tomar el té. Y aunque Tatiana siempre mandaba a callar a sus amigas y decía que Jorge era un amor de niño y que no era ninguna molestia tenerlo en casa, Jorge sentía que si lo era. Jorge se sentía como el invitado, y sus abuelos le habían enseñado que un buen invitado intenta no ser una molestia y hacer agradable su estada. Y eso es lo que había hecho hasta ese preciso instante en que explotó.
Durante la hora y media que estuvo solo en su habitación se le pasaron un millón de ideas terribles por la cabeza, lloró hasta dolerle la cabeza y los ojos, y empezó a sentir nauseas y mareos por miedo a que uno de sus mayores temores se confirmara. Que su padre jamás lo quiso y que esperaba a la más mínima oportunidad para volver a deshacerse de él. Y él se lo había puesto en bandeja, empezó a pensar que todo había sido un complot para poder echarlo de casa. Que su padre le había pedido a Héctor y a Fidel que lo fueran molestando hasta que ya no pudiera más y estallara y entonces él podría decir que su hijo era una mala pieza y que debía de sacar la manzana podrido del cesto antes que estropeara el resto de la fruta.
Para cuando finalmente su padre llegó a casa y habló con Tatiana sobre lo que había pasado esa tarde, Jorge ya estaba mentalizado en hacer las maletas e ir a un orfanato. Pero para su sorpresa, su padre entró en su habitación y en vez de culpalizarlo de todo y echarlo, mantuvo una charla muy tranquila y agradable. Y le pidió que tuviera paciencia con sus nuevos hermanos, ellos estaban acostumbrados a molestarse mutuamente sin más, llevaban toda la vida haciéndolo y creían que todos los chicos que viven juntos actúan igual. También le pidió encarecidamente que dejara ese vocabulario tan colorido que quizás fuera normal en la capital pero que en aquella pequeña villa era muy mal visto. Y que Tatiana al ser de otro país, aún lo veía con peores ojos, y no se sentía nada cómoda escuchando esas palabras y menos de un niño tan encantador y bueno como él. Santiago sabía que Jorge al igual que sus suegros y Anabel eran de capital y allí la vida es más rápida, feroz y frívola. Él mismo, al llegar a la capital para ir a estudiar se quedó parado de cómo eran de distintas las personas de la capital y la de las provincias más pequeñas, como la suya. No solo era la ropa, las prisas o la sensación de falta de empatía con el prójimo, era toda una filosofía de vida, toda una forma de ser , pensar y actuar. Que a Santiago le habían fascinado des del primer día, pero que entendía que hubiera gente, como su esposa o su propia familia, que les horrorizaba. Santiago deseaba que Jorge encajara allí, más que nada en el mundo, así que intentó que su hijo entendiera que allí las cosas eran distintas pero no por eso peores, también había un montón de experiencias  que podría vivir  allí y que en una gran ciudad jamás podría tener.
Después de la charla con su padre Jorge sintió como si se librara de una gran losa, de remete ya no sentía esa opresión en su pecho, se sentía querido y apreciado. Y le hubiera gustado que aquella sensación hubiera durado eternamente. Jorge de haber podido parar el tiempo, lo hubiera hecho. Aquella noche durante la cena Tatiana, fue más dulce de lo que normalmente era, y era dulce hasta ser empalagosa. Cualidad que Jorge por lo general le hacía tener ganas de vomitar, pero que aquella noche pareció no importarle tanto. Jorge no se sintió ni triste ni solo por primera vez en 4 meses.
Después de la cena, y como siempre, Jorge corrió a su habitación para hablar a solas con su abuelo, no le iba a contar nada de lo de aquella tarde, no quería que el hombre se preocupara por él más de lo que ya hacía. Estuvo un buen rato hablando, su abuelo pareció también animarse al oír la voz de su nieto que no sonaba tan apagada como desde que se fuera a vivir con su padre. Estuvieron hablando tanto rato, que cuando Héctor entró en la habitación para acostarse aún estaban charlando, Jorge cortó la conversación, casi de inmediato. No quería que ese capullo le oyera hablar con su abuelo y después él y Fidel se mofaran de él.
Jorge conectó su teléfono para cargar la batería porque estaba casi muerto y al girarse para acomodarse en la cama se dio cuenta que Héctor se estaba preparando ya para acostarse. Normalmente tenía que entrar varias veces Tatiana o Santiago para decirle que se acostara, antes que finalmente Héctor se fuera a la cama. Jorge pensó que Héctor estaría enfadado con él y preferiría dormir que aguantar su compañía, al menos,  eso era lo que él solía hacer. Pero sin querer, no es que Jorge mirara como Héctor se desnudara, pero al compartir habitación, esas cosas pasan, escuchó como al bajarse los jeans Héctor emitía una especie de gruñido, así que como si fuera un reflejó lo miró y vio que tenía el trasero más colorado que el culo de un mandril.
-         ¡Ala! ¿qué te ha pasado? (preguntó Jorge, olvidando su enemistad patente con aquel incordio de crio)
-         ¿Tú que crees, alelado?  Papá (Jorge odiaba que Héctor y Fidel llamaran a su padre “papá”) me ha castigado por agarrar tus cosas sin permiso, sino hubieras montado esa escenita no me hubiera zurrado (dijo Héctor con rabia, mientras acababa de ponerse el pijama).
-         ¿papá te ha pegado porque me has fastidiado  la Tablet?
-         Si, claro. Son las cosas del príncipe de la casa (dijo con odio) nada ni nadie debe perturbar a su señoría. O se las verá con la mano de mamá o de papá.
-         ¿perdón? (dijo como si no acabara de entender lo que acababa de decirle, pero Héctor que estaba enfadado porque se había llevado una buena bronca de su madre y una zurra de su padre lo interpretó como si se estuviera burlando de él)
-         ¿Aparte de mimado eres también sordo? Que te aprovechas que papá se siente culpable porque no ha estado contigo todos estos años y que acabas de perder a tu abuela, para que todos hagan lo que tu quieres (Jorge estaba alucinando, pero si él era el que se sentía como el puto ceniciento de esa casa, si esos dos eran los dueños y señores de todo). Sabía que esto pasaría, en el mismo momento que llegaste a casa con esa pose de chico de ciudad, papá solo tendría ojos para ti y mamá sentiría penita por el pobre huerfanito y Fidel y yo dejaríamos de existir
-         Oye, Héctor, no sé de que cojones hablas.
-         Papá no te debe haber lavado la boca lo suficiente, si sigues hablando así
-         ¿lavarme la boca? (preguntó Jorge sin entender, entonces Héctor se dio cuenta que su padre ni tan siquiera le había lavado la boca, después de todas aquellas palabrotas que había soltado)
-         ¡QUÉ! ¿No te ha lavado la boca con jabón? Ja (dio una risotada de indignación) pues claro que no, ¿cómo iba  a castigar al príncipe Jorge?
-         Deja de llamarme así (dijo Jorge enfadado)
-         ¿o qué? ¿Se lo vas a decir a papá para que me zurre de nuevo? (a cada papá que salía  de la boca de Héctor era como si le asestaran una puñalada a Jorge). Anda, ve y díselo, acusica.
-         ¿Sabes qué? Mejor te acuestas, solo haces que decir gilipolleces (dijo Jorge dándose la vuelta y tapándose bien).
-         Como ordene su majestad (Héctor gustosamente lo hubiera estrangulado, pero sabía que si ponía un solo dedo encima del príncipe Jorge, era hombre muerto).









5 comentarios:

  1. Que emoción nuevos niños,me fascino continúala pronto por favor.

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  2. Esta buenísimo, todo el conflicto, la convivencia, aunque el niñato es bastante safadito para hablar.me parece que esa boca lo va a meter en lios tarde o temprano.

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  3. 1 de 3... muy corto :(
    Me gusto mucho la historia... y tomando en cuanta las diferentes situaciones de los niños y las diferentes opiniones de estos... mmm si, creo que se van a meter en un lió ;) espero el siguiente capitulo.

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  4. Más que brillante comienzo... me muerdo las uñas por saber qué sigue! Me dio mucha pena Jorge, cómo cambió su mundo al perder a su abuela -su segunda mamá!-
    Me gusta mucho tu forma de escribir, tan real, y el modo en que describes los ánimos de cada uno de tus personajes.
    Ya están los próximos capis?! Espero que sí... está genial la historia!

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  5. Ya quiero leer los siguientes capis y uno detrás del otro. Genial la trama

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