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jueves, 13 de agosto de 2015

UNA PEQUEÑA HISTORIA SOBRE VECINAS ODIOSAS, PETARDOS JUSTICIEROS Y PADRES SIN SENTIDO DE LA VENGANZA



UNA PEQUEÑA HISTORIA SOBRE VECINAS ODIOSAS, PETARDOS  JUSTICIEROS Y  PADRES SIN SENTIDO DE LA VENGANZA

Los chicos cargaban sus mochilas y caminaban calle arriba en silencio. Tito de vez en cuando iba pateando alguna bola de propaganda del restaurante de turno con  comida a domicilio. Fonsi iba repasando mentalmente lo que diría a su madre cuando llegara a casa, no creía que sirviera de mucho pero era mejor tenerlo ensayado que no que lo pillara sin saber que decir, eso le daba tanto coraje a sus padres. Esperanza miraba a sus hermanos y se hacía cruces de como habían logrado esos dos cabezas de chorlito embaucarla y meterla en semejante lio.
Al llegar al numero 33 se detuvieron y picaron al interfono, su piso estaba marcado con una pequeña muesca. Ninguno de los tres recordaba quien la había hecho, quizás ya estuviera allí antes de que sus padres compraran el piso. Tres toques largo y dos cortos y rápidos. Era su firma personal. Al cabo de unos segundos se escuchó la puerta de abajo abrirse, los chicos dieron un suspiro muy dramático y empujaron la puerta y entraron. Vivían en un edificio de 15 plantas y ellos vivían en el quinto, pero en ese instante los 3 hubieran deseado vivir en el ático.
Al llegar a su planta los tres tragaron saliva. Sabían que en el mismo instante que cruzaran esa puerta empezarían los fuegos artificiales. Su madre empezaría a chillarles y cuando ya estuviera ronca, su padre empezaría a repartir leña.  Esperanza estaba asustada como sus hermanos pero a demás estaba furiosa con ellos y consigo misma. ¿Des de cuando hacer caso a esos dos traía algo bueno? Era 15 meses mayor que ellos, debería ser ella la que los enredara y no al revés.
Esperanza picó al timbre de la puerta y abrió su madre. Si las miradas matasen ellos estarían muertos en esa y en tres reencarnaciones  más.
-         Id a cambiaros y os laváis las manos,  la merienda está en la cocina – su madre decía fríamente  como si fuera una máquina expendedora-  cuando hayáis acabado venís al salón, que ya hablaremos vuestro padre y yo de lo de esta mañana – dijo su madre y solo faltó que cayera un trueno para que hubiera sido más dramático
-         Está realmente cabreada – dijo Fonsi en cuanto su madre se metió de nuevo al salón.
-         ¿No? ¿En serio? ¿Y qué esperabas? ¿Qué nos hiciera palmas? – dijo Esperanza enfadada y empezó a caminar hacía su dormitorio.
-         Es una estúpida – le dijo Fonsi a Tito. Pero Tito debía de reconocer que su hermano a veces hacía comentarios muy estúpidos.
-         Mejor nos metemos prisa, Fonsi. Si papá y mamá se huelen que estamos demorando a posta se van a cabrear aún más.
-         ¿Cómo si pudieran estar más cabreados? ¿Has visto la cara de mamá? Tío, parecía un puto mercenario- dijo Fonsi metiéndose en el cuarto que compartían Fonsi y Tito.
-         No es mamá la que debería preocuparte, idiota.- dijo Tito después de dejar la mochila sobre su cama y quitarse la estúpida corbata del uniforme – Mamá ladra mucho pero no muerde, en cambio papá…-la  cara de Tito se volvió a poner fúnebre como si acabaran de decirle que su perro se tenía que sacrificar.
-         Lo sé, imbécil – le contestó enfadado Fonsi mientras lanzaba cada zapato a una punta distinta de su habitación – lo que quería decir es que…bueno que si ella está así, imagínate a papá – dijo e hizo una especie de mohín.
Ambos chicos se sumieron en un silencio cargado de tristeza. Sabían que les esperaba una buena y que era inminente. En cuanto terminaran la merienda, sus traseros estarían muertos.  Los chicos dejaron sus uniformes bien colgados en la percha y se pusieron ropa de estar por casa y las zapatillas de felpa que su abuela les compraba cada navidad. Las de Fonsi eran de su equipo favorito de futbol y las de Tito era de zombies.
Esperanza se cambió rapidísimo y se quedó unos instantes sentada en su cama pensando. Un par de lágrimas se le escaparon, hacía muchísimo que su padre no la tenía que castigar. Su madre se pasaba el día gritándole pero nunca iba a más, quizás si que se quedara algún día sin salir o sin teléfono, pero todo quedaba entre ellas. La última vez que su padre le había dado algo más que un par de buenos azotes tenía 9 años y fue por darle una patada en la espalda a Tito. En su defensa debía decir que Tito le había roto su Tablet de Rebelde Way, la misma que solo hacía 2 semanas que le había reglado la tía Rebeca por su cumpleaños. Pensándolo bien, siempre que su padre le había pegado había sido por culpa de sus hermanos.  O por pelearse con ellos o por “pasar” de ellos.  ¿Porque no podía tener hermanas, o mejor, ser hija única? Cuando escuchó la puerta de sus hermanos  abrirse salió de su estado de ensimismamiento y se fue hacía la cocina a merendar.
Sorprendentemente los chicos merendaron en absoluto silencio, ninguno tenía mucho que decir. Cuando decidieron tirarle ese petardo a la bruja de la planta baja, sabían que si les pillaban iban a estar muy muertos. Pero es que esa MALA PUTA se merecía algo más que un petardo. Demasiado buenos habían sido para lo que realmente se merecía, pero eso mejor se lo callaba, porque si se les ocurría encima quejarse de lo mala persona que era esa bruja aún les iba a ir peor.  Su madre  siempre cree a esa bruja solo porque es una adulto, y por supuesto,  los adultos ellos siempre llevan la razón y que a los niños nunca hay que creerlos.
Un plátano y un bocadillo de salami no dan para mucho, así que cuando Tito que era el que siempre tardaba más en comer, acabó el último mordisco los tres dieron otro gran suspiro y se levantaron de los taburetes y se encaminaron hacía su funesto destino, hacia el salón. Cuando abrieron la puerta del salón vieron a su padre y a su madre sentados en el sofá, estaban hablando en voz baja, casi cuchicheando, pero dejaron de hablar en cuanto los tres entraron en el salón.
-         ¡Pero vosotros estáis idiotas, o que coño os pasa! ¡Como se os pasa por la cabeza tirarle una traca de petardos por la ventana!. ¡Para que la vecina hubiera estado en el patio y la hubierais quemado! ¡Hay que ser cafre, de verdad! – su madre empezó a chillar como esperaban los tres. Sabían que su madre se iba a despachar a gusto y cuando ya no se le ocurriera nada más que gritarles entonces vendría el castigo de verdad- ¡Es que tenéis ideas de gato tuerto! ¡Cuando teniais 3 años teníais más cabeza que ahora! ¿Sabéis que si quisiera os podría denunciar? Tenéis suerte que la vecina  es una santa y no va a presentar denuncia – ahí se miraron los tres y pusieron cara de incredulidad esa mujer podía ser muchas cosas pero santa no era ninguna de ellas- ¿De quién era el petardo? – y entonces se hizo un silencio y los tres niños abajaron la cabeza y guardaron silencio- oh. No, eso si que no. Ahora mismo me vais a decir de quien era el maldito petardo y de quien fue la magnifica idea de tirar petardos por la ventana! – su madre se puso las manos en la cintura como hacía cuando estaba molesta de verdad – ¿Esperanza? - La miró fijamente, esperaba que al ser la mayor tuviera lago más de cordura que sus hermanos pero parecía que se había equivocado- Mírame cuando te hablo María Esperanza Jovellanos García, el petardo se tiró des de la ventana de tu habitación, así que aunque no fuera tuyo  no me vengas con que no lo sabes- Esperanza miró a sus hermanos y después a su madre y su madre daba mucho miedo, roja como un tomate y apunto de darle vueltas la cabeza como la niña del exorcista.
-         La idea fue de los tres, mamá – Contestó Esperanza en un susurro de voz, realmente estaba asustada. Mirándolo ahora si que había sido una mala idea, pero ellos se habían asegurado que la bruja no estuviera en ese momento en el patio. Y si el vecino del octavo no hubiera estado fisgoneando como siempre nadie se habría enterado que habían sido ellos.
-         Que decepción, hija. No sabes el desengaño que me he llevado contigo. Ya eres casi una mujercita para ir haciendo esos disparates ¡Tirar petardos! – Esperanza sintió como las lágrimas le caían por las mejillas- ¡Y vosotros dos! – se dirigió  a los mellizos-  Vosotros dos estabais más que avisados que se habían acabado los petardos. Voy a revisar vuestras habitaciones y como encuentre otro petardo os quedáis sin parque acuático como me llamo Andrea.
-         Nooooooooooooooooo –dijeron los dos chicos a la vez horrorizados
-         Tenéis 1 minuto para traerme todos los malditos petardos que tengáis – dijo su madre y ni le dio tiempo a parpadear que los dos niños habían salido escopeteados a su habitación a por la bolsa que tenían con los petardos que habían sobrado de la fiesta nacional. Durante ese minuto tanto la madre como el padre de los chicos miraron con reproche a Esperanza que se quedó en el salón esperando a que sus hermanos regresaran – ¡Traed aquí! -Agarró la bolsa de muy mala gana – me vais a matar a disgustos, de verdad. Sois de la piel del diablo. ¿Cuándo se acabaron las fiestas os pregunté o no os pregunté si os quedaban petardos? –los chicos bajaron aún más la cabeza y Tito empezó a llorar. Tito sabía como su madre odiaba que les mintieran y al haberle dado su palabra más sagrada que ya no tenían más petardos delante de su padre y todo iba a pasarles cuentas en breve.
-         ¿Tenéis algo que decir en vuestra defensa? –dijo su padre como si fuera un distinguido juez de una alta corte.
-         Se lo merecía –dijo Fonsi llevándose de inmediato un codazo de su hermana. Esperanza se hacía cruces de lo idiota que podía a llegar a ser ese niño.
-         ¡ESPERANZA! – le amonestó su padre de una forma muy aterradora.
-         Lo siento – Esperanza tragó saliva y se dio cuenta que acababa de pegar a su hermano delante de sus padres. Por lo visto, ella tampoco era muy lista.
-         ¡Ya tuve suficiente! – dijo su padre levantándose muy decidido- Esta mañana os prometí la zurra de vuestra vida cuando llegarais a casa y eso es lo que os voy a dar. No soy unos niños de pañales, sabíais muy bien que tirar esos petardos era peligroso y estaba mal. Podíais haber incendiado algo o hacer daño a alguien ¡O a vosotros mismos!  Y si eso no era suficiente cuando vuestra madre os preguntó si teníais algo que ver con lo del petardo la mentisteis a la cara ¡Los tres! – y con eso de los tres miró a su hija, que al ser la mayor esperaba más madurez de ella. Y sin decir una palabra más Arturo agarró a su hija por el brazo estiró de ella, hasta traerla al sofá, donde se sentó. La colocó bien sobre sus rodillas. Arturo se sintió ridículo la niña era ya casi tan alta como su madre como para tener que ponerla sobre sus rodillas. - Con 11 años ya se es una mujercita para ir participar en chiquilladas como esa.
-         No papá, noooooo. Lo siento, lo siento. Fuimos con cuidado, con mucho cuidado, lo juro snif snif- Esperanza mientras ponía toda la resistencia que penosamente podía hacer para evitar acabar sobre las rodillas de su padre.
-         PLASS PLASS PLASS – y el sonido de la mano abierta de Arturo sobre el trasero de su hija resonó por toda la sala, Tito y Fonsi cerraron los ojos asustados, porque sabía que con ellos su padre no iba a ser precisamente más blando. Arturo tal y como les había prometido le dio a su hija una buena zurra, esperando de todo corazón que esa fuera la última vez que tuviera que verse en tal situación. No le gustaba castigar a sus hijos y realmente pensaba que con Esperanza ya había dejado atrás esa época, pero por lo visto se equivocaba.
-         BWUAAAAAAAAAAA – Esperanza no dudo en chillar, pedir clemencia, auxilio y Lo que fuera con tal que su padre cesara su tormento. Pero Arturo era un hombre de palabra y hasta que su hija no aprendiera la lección de verdad no iba a terminar. Al cabo de un rato se dio por satisfecho, dejó que la niña se calmara un poco antes de ayudarla a levantarse y limpiarle la cara con un cleenex.
-         Esperanza estoy muy decepcionado contigo, como bien te ha dicho tu madre, eres ya muy mayor para este tipo de cosas, además se supone que debes de influir en tus hermanos pequeños para mejor no dejar que ellos te influyan para peor.– dijo Arturo pero con un tono más cálido del que había usado su esposa minutos antes -  Antes de cenar tú y tus hermanos bajaréis y le pediréis disculpas a la vecina y el resto de la semana estás castigada, no saldrás de tu habitación sino es para comer o ir al baño – Y fue decir eso y cambiarle la cara de apenada a indignada. Esperanza sentía que ya había sido más que castigada eso de estar encerrada toda la semana en su habitación era muy injusto.
-         Ya has oído a tu padre, a tu cuarto – dijo su madre alzando una ceja y mirándola como hubiera olido un pedo. Esperanza sabía que a sus padres les llevaría tiempo volver a estar de buenas con ellos. Esperanza salió veloz  del salón, estaba deseando llegar a su habitación y echarse en la cama para ponerse a llorar porque sus padres apestaban. Y en el mismo instante que Esperanza salía por la puerta, Arturo se levantaba del sofá y se dirigió hacía el siguiente. Fonsi. Su padre decidió que empezaría con él porque no le había hecho ni pizca de gracia que en vez de mostrarse arrepentido aún dijera que aquella mujer se merecía que le tirasen petardos. Fonsi cuando vio que su padre iba a agarrarlo por el brazo dio instintivamente un paso hacía atrás pero justo detrás suyo estaba su madre.
-         No papá, no –lloraba como si estuvieran a punto de llevarlo a la horca- Seré bueno, no volveré  a tirar petardos, nunca más, lo juro, pero no me pegues, papi, por favor . - Tito al ver a su hermano a punto de recibir una buena zurra se puesto a llorar también, sabía que su trasero iba a seguir la misma suerte que la de su hermano.
-         ¡ALFONSO! PLASS – le soltó una palmada dura en el muslo puesto que el chico no se dejaba llevar al sofá. Nada más sentir el dolor en el muslo, Fonsi bajó la guardia y su padre aprovechó para arrastrarlo hacia el sofá y ponerlo sobre su regazo. Al verse expuesto de esa manera (porque a diferencia que a su hermana a él si que le había bajado pantalones y calzoncillos) empezó de nuevo a retorcerse y luchar por escaparse del agarre de su padre, sosa que solo hizo que se llevara otro azote- PLASSALFONSO o para ya está pataleta o para cuando empiece a zurrarte por lo del petardo vas a tener ya el culo más rojo que un tomate – le advirtió/amenazó su padre. Pero el chico no oía en esos momentos, estaba demasiado preocupado por el futuro de su trasero como para ponerse a conversar. Arturo respiró hondo, con Fonsi siempre era igual, des de bien pequeño, cuando lo regañabas él no solo no hacía caso sino que encima se enfadaba contigo y te plantaba cara. Era por eso precisamente que siempre se llevaba más castigos que sus hermanos. – PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS  - Y Arturo dejó caer 10 palmadas bien duras y rápidas sobre el trasero de Fonsi. Después de esas 10 palmadas Fonsi dejó de pelear con su padre y se quedó quieto agarrando con todas sus fuerzas el cojín del sofá - ¿Has acabado ya con la tontería?- preguntó Arturo molesto, Fonsi sin girar la cabeza asintió y Arturo respiró aliviado – En ese caso te digo lo mismo que le he dicho a vuestra hermana. Ya no sois tan pequeños como para no saber lo peligroso que fue lo que hicisteis, tirar petardos no solo está mal sino que es peligroso. Y después de eso aún tuvisteis el nervio de mentir a la cara cuando se os preguntó si teníais algo que ver con los petardos que habían tirado a la vecina.
-         Pero es que es una …bruja –  dijo entre sollozos  Fonsi y Tito abrió mucho los ojos, su hermano estaba loco. ¡Pero como se le ocurría decirle eso a su padre! ¡Y decírselo cuando estaba con el culo al aire sobre su regazo! Arturo no es que estuviera menso sorprendido que Tito. Su hijo Alfonso no podía morderse la lengua ni estando en una situación así. – papá, con vosotros siempre es super amable, pero con nosotros es una auténtica p…-por segunda vez tuvo que morderse la lengua para no llamarla puta – bruja, siempre está molestándonos y diciéndonos “niños del demonio” –eso era cierto, pero Arturo no podía enfadarse con todos los que alguna vez hubieran pensado eso de sus hijos, lo cierto es que hasta el mismo lo había pensado más de una vez- Incluso a Espe le dice cosas feas – Y Fonsi ahí le tocó en el pundonor, su hijita era su talón de Aquiles. Que nadie se atreviera a decirle nada.
-         Alfonso – intervino su madre que sabía que Fonsi había golpeado con criptonita a su padre – Esa no es excusa. Lo que hicisteis fue peligroso, muy peligroso.- Y con eso Arturo volvió al presente. Pero tomó nota mental de observar mejor a esa vecina y quizás tener unas palabritas con ella si se terciaba. Es más decidió que en vez de dejar que bajara su esposa con los niños para disculparse, bajaría él mismo.
-         Cuando hayamos acabado tú y yo, jovencito. Quiero que le pidas a tu madre la pastilla de jabón. Os tenemos dicho que a los mayores se les respeta y aunque no te caigan bien no está bien hablar así de ellos. Si vuelvo oírte a ti o alguno de tus hermanos llamar bruja u otra cosa a la vecina haré algo más que lavaros la boca con jabón – y sin esperar más empezó con el castigo de Fonsi. Castigar a Fonsi era más difícil que castigar a Tito. Fonsi era incapaz de mostrar arrepentimiento o sumisión. Ni cuando su trasero ardía como las mismísimas brasas del  Averno. Así que Arturo tenía que agarrarlo casi como si le estuviera haciendo una presa de lucha, porque Fonsi en plena pataleta…gritaba, escupía, mordía, pateaba, pellizcaba, arañaba,…lo que fuera para liberarse del castigo. Arturo lo sabía, y para no enfadarse más con su hijo, prefería sujetarlo fuerte para impedirle que hiciera todo aquello y tener que castigarlo nuevamente por haberle hecho daño. PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS 
-         AAAAAAAAAAAAAAAAAH NOOOOOOOOOOONO SUÉLTAME, SUÉLTAME TE DIGO QUE ME SUELTES, AUUUUUUUUUU PARA, AUUUUUUUUU TE ODIO, TE ODIO, PARA AAAAAAAAAAAAAAH
-         PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS  PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS   - Arturo sabía que debía hacer oído sordos porque Fonsi no sentía realmente lo que decía - PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS  PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS  PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS   PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS  PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS  
-         AAAAAAAAAAAAAAAAAH TE ODIO PARA, TE ODIO, AY NO ERES MI PADRE AAAAAAAAH ME LAS PAGARÁS, ME VENGARÉ AAAAAAAAAAAAAAAAH PARAAAAAAAAAAAAAAA PARA AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAU
-         PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS  PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS  PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS      - el trasero de Fonsi ya había tomado un color rojizo brillante, Andrea hizo un leve carraspeó y Arturo la miró, ella con la mirada le dijo que “el niño ya había aprendido la lección, no era necesario seguir castigándolo.  Arturo asintió y le dio las últimas 6 palmadas, que cayeron todas sobre la zona donde sabía que más dolía, la zona donde muslo y nalga se unen. PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS
-         AAAAAAAAAAAAAAAAH NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO AAAAAAAAAAAAH TE ODIO AAAAAAAAAAAAAAAH NOOOOOOOOOOOOOOOOO DUELEEEEEEEEEEEEE AHHHHH BWUAAAA BWUAAAAAAAAAA – Arturo lo mantuvo sujeto un rato más hasta que estuvo seguro que el pequeño potrillo estaba lo suficientemente calmado para soltarlo. Cuando Fonsi notó que su padre ya no hacía presión y podía levantarse, no tardó ni un segundo a colgársele de cuello y empezar a llorar ya hora si disculparse y mostrarse lo más modoso que sabía – Lo siento, papi, lo siento, no pensé que podíamos hacer daño a nadie, no lo pensé, lo juro. No queríamos hacer daño, lo siento bwuaaaaaaaaaaaaa
-         Ya pequeño, ya. Ya sé que no queríais hacer daño, pero podías haberlo hecho. Es por eso que ni mamá ni yo os dejamos andar con petardos si no estamos nosotros. Porque los petardos pueden llegar a hacer mucho daño, incluso ha habido algún que otro muerto por su culpa ¿entiendes? – Dijo Arturo acariciando a su hijo que estaba todo lloroso y sudado del estrés. Fonsi asintió y se limpió la cara con la manga de la camiseta. Su madre rodó los ojos, estaba cansada de repetirles que había una cosa llamada pañuelos. Tito por su parte le iba el corazón a mil por hora.  No solo por haber visto como castigaban a sus hermana y a su hermano sino porque tenía la certeza que en un suspiro sería él el que ocupara ese “lugar de honor” sobre las rodillas de su padre. Cuando al fin Fonsi se tranquilizó por completo y dejó de llorar su padre, lo miró con ternura, le dio un último cariño y alzó una ceja. Eso significaba que no había olvidado la parte de lavar la boca con jabón por llamarle bruja a la vecina.  Fonsi se hundió de hombros, en serio esperaba que su padre le perdonara eso. Al fin y al cabo ya había hecho una gran esfuerzo por llamarla “bruja en vez de  “mala puta” que era lo que realmente era. Fonsi puso su mejor carita de pena, pero no funcionó, hacía años que no funcionaba con su padre, pero aún así no perdía nada por probarlo.
-         Mamá…-Fonsi dijo y ahí quedó su valor, no quería la pastilla de jabón era asquerosa. Pero su madre tampoco parecía ablandarse y lo miró fijamente sin titubear-  ¿Puedes lavarme la boca con jabón por… impertinente, por favor?  – Fonsi odiaba eso casi tanto como el sabor del jabón-
-         Anda – dijo su madre alargándole la mano – vamos, dejemos solos a tu hermano y tu padre que acaben. A ver si el ir calentitos a la cama hoy hace que se acaben las gamberradas de una vez por todas. – Fonsi rodó los ojos, ¿cómo no? Su madre no perdía oportunidad para reñirles. Andrea al ver la actitud de su hijo le echó una mirada que hizo que al chico le recorriera por todo la espalda  un escalofrío. Andrea contó hasta 20 para enfriarse un poco y recordó cuanto quería a ese pequeño “rebelde sin causa” antes de agarrarle por el cogote y llevarlo hasta el cuarto de baño para darle una buena enjabonada esa boquita de rosas.
-         Venga, Alberto, acabemos con esto cuanto antes – dijo Arturo sintiéndose 10 años más viejo. Tito a diferencia de sus hermanos sentía mucha pena cuando su padre tenía que reñirle y mucho más si era algo más que una bronca como era el caso. Tito adoraba a su padre, aún lo veía como el tío más guay del mundo y era super feliz cuando su padre lo felicitaba o le dedicaba un poco más de tiempo a él que a sus hermanos. Así que de los tres era él único que no solo sentía haberse portado mal sino que también sentía tener que hacer que su padre lo castigara. Su madre siempre decía que Tito era el mártir de la familia, cosa que a veces estaba muy bien pero que otras la desquiciaba. Tito se limpió las lágrimas con la mano y caminó hacía el sofá donde estaba su padre esperándole.
-         Snif snif papi lo siento, lo siento, nunca más tiraré un petardo lo juro snif- a Arturo le dio mucha pena tener que castigarlo, pero de no hacerlo estaría siendo injusto con sus otros hijos.
-         Tito, hijo, podéis tirar petaros, pero siempre que haya un adulto con vosotros. No es por tirar petaros, es por haberlos tirado al patio e la vecina y haberlo hecho sin nuestro permiso – dijo su padre de una forma muy tranquila mientras le agarraba con ternura de la barbilla para que lo mirase a la cara. -  Sois lo más importante para vuestra madre y para mí, si os pasara cualquier cosa nos moriríamos de la pena, por eso somos tan pesados con estas cosas ¿Entiendes? – Tito asintió y sin decir nada se bajó el mismo el pantalón y calzoncillos hasta las rodillas y se colocó sobre las rodillas de su padre. Eso era algo que siempre le había sorprendido Arturo, puesto que recordaba que él de pequeño era más parecido a Fonsi. Procurando con uñas y dientes zafarse del castigo hasta que no le quedaban ya fuerzas. – Muy bien hijo, seré rápido y después irás a lavarte la cara y cuando estéis listo bajaremos a disculparnos con la vecina ¿eh?
-         Si, papá – dijo en un hilillo de voz y se aferró fuerte al cojín para no chillar cuando la mano al fin cayera sobre su trasero. Arturo respiró hondo, aquella noche no solo los niños se acostarían temprano, él estaba ya agotado y no eran ni las seis de la tarde.
-         PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS  PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS   - Arturo era metódico castigando, de menos a más, y después de más a menos hasta pasar a la siguiente nalga-  PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS  PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS  
-         Mmmmmmmmmmmmmmmmm grrrrrrrrrrrrrrrrr – Tito mordía el cojín para no gritar y ahogar el llanto. Y eso que el niño hacía para no molestar a su padre con sus lloros y demostrarle que aceptaba el castigo, hacía el efecto contrario, hacía que Arturo se sintiera como un monstruo como padre
-         PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS  PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS  PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS – Arturo al ver que el trasero de su hijo ya estaba bien rojo y que irradiaba una calor casi nuclear, se convenció así mismo que el chico había tenido más que suficiente. Aunque en el fondo sabía que no había sido tan duro con él como con su hermano. Pero eso, afortunadamente  era algo que solo él y su esposa sabían.-  PLASS – La última palmada fue más fuerte que las anteriores, dejando así zanjada la zurra. Arturo veía como su hijo ahogaba el llanto en el cojín, y lo levantó y lo abrazó fuerte. Tito hundió su cabeza sobre el hombro de su padre, escondiendo por vergüenza su llanto.- Está bien hijo, está bien llorar, no pasa nada, papá también llora cuando le duele algo o está triste.
-         Bwwwwwwwwwwwwwwuaaaaaaaaaa – Tito lloró un poco más pero en seguida cortó el llanto, no le gustaba que nadie le viera llorar, ni su padre- Lo siento, papá, te juro que nunca más volveré a hacerlo. Lo juro de verdad snif snif – Arturo no pudo evitar sonreír al oír a su hijo. Aunque le gustaba mantenerse firme cuando castigaba a los chicos para que no se le subieran a las barbas, había veces que era imposible no enamorarse de ellos – y me disculparé con la vecina, porque es verdad podíamos haber incendiado el patio y eso hubiera estado  muy mal – Arturo se sentía orgulloso de sus tres hijos, pero Tito parecía tener facilidad para evocarle ese sentimiento de orgullo paterno. Porque aunque era un niño y hacía travesuras, algunas de ellas propias de un demonio, era capaz de reconocer el error de verdad y no por haber sido pillado y castigado.
-         Es cierto, hijo. A ver si la próxima vez que se os pase por la cabecita una de esas “fabulosas ideas” en vez de lanzarte sin más, te paras un segundito y piensas- Arturo le estaba hablando en serio pero con ternura-  Porque hijo, sé que eres muy listo y sabes cuando algo está mal o está bien sin que tu madre y yo te lo tengamos que decir – y le sonrió  y Tito también se esforzó por dejar de estar triste y sonreír a su padre.
-         ¡Lo haré!- dijo más que dispuesto a hacer como su padre le había recomendado. Pensar antes de actuar.
-         ¡Ese es mi campeón! – le dijo feliz su padre – Y ahora ves a lavarte la cara, voy a avisar a tu hermana, os acompañaré yo a disculparos con la vecina – dijo Arturo levantándose del sofá. Tito no pudo disimular la cara de asombro, normalmente esas cosas las solía hacer mamá – No me mires así, Alberto, has oído bien, os acompaño yo –dijo un poco ofendido aunque el niño llevara razón. El trato con vecinos, otros padres y maestros casi siempre era cosa de su esposa. Él odiaba el trato con personas, por eso mismo era mecánico, porque en su taller no tenía que tratar con nadie. Él solo reparaba lo que estaba roto.  Los objetos eran infinitamente más sencillos que los complejos sentimientos que tenían las personas.
-         ¿Papá? – Tito sonó algo inseguro
-         ¿Sí, Tito?
-         Si la vecina menciona algo de tocar el timbre, no somos nosotros, es Luís, pero no se lo digas porque Luís es amigo nuestro. Además…- Arturo se rió imaginándose que era lo que le costaba tanto decir a su hijo.
-         Ya, hijo, ya tranquilo…me imagino que cierta niñita de pelo panocha y pecas habrá tocado alguna que otra vez ese mismo timbre ¿no?
-         ¡Solo una vez papá! ¡Y ella ni estaba en casa! – Tito se apresuró a aclararle.
-         Ok, tu secreto está a salvo conmigo, hijo. Pero quiero tu palabra de que se acabó el molestar a la vecina, por muy quisquillosa y puñetera que sea ¿vale? – y le alargó la mano para que la estrechara y cerraran el tarto. Cosa que Tito hizo sin pestañear sintiéndose como todo un hombre.


Fin

3 comentarios:

  1. Me encanto esta nueva familia espero la continuación.

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  2. Grrrr como detesto a las vecinas chismosas!!! Como su vida es aburrida viven al pendiente de uno....
    Me gusto la broma!!!
    Lástima que los tres hayan sido castigados!!!
    Como siempre un buen corto little!!! Me encantan tus historias!!

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  3. OYE Little como que igual sonaron esos palmetazos como petardos en fiesta privada.
    GRRR que rabia la viejinga chismosa de la vecina, pero sin ellas seria aburridisima la vida de los niños y peor la nuestra, ajjjjj

    ojala la continúes
    un abrazo linda

    Marambra

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