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jueves, 17 de septiembre de 2015

CAPÍTULO 46: TODOS EN CASA



CAPÍTULO 46: TODOS EN CASA

N.A.: Me he dado cuenta con horror de que estamos en septiembre. Dentro de nada será octubre otra vez,  y hace unos seis capítulos o así estaba escribiendo sobre el 31 de octubre del año anterior (y la fecha de la historia se correspondía con la fecha real). Conclusión: tengo que publicar más a menudo, porque ha pasado casi un año con muy pocos capítulos :O

Por otro lado, el 24 de septiembre se cumplirán dos años desde que empecé la historia. ¡Cómo pasa el tiempo!

Este capítulo me ha costado mucho, así que ser buenitos con los comentarios :3


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Presencié un duelo de miradas entre papá y Michael, que estaba bastante enfurruñado mientras le entregaba a Aidan un MP3 algo viejo, de esos pequeños y sin apenas pantalla. Papá no le había comprado eso, así que supuse que formaba parte de sus escasas posesiones antes de conocernos. Aidan se lo había exigido con un gesto de la mano y al principio no entendí por qué, así que pensé en la posibilidad de que fuera un objeto robado. Inmediatamente me sentí mal por pensar así de mi hermano.

-         ¡No es justo, no dijiste nada de que tampoco pudiera escuchar música! – protestó Michael. Ahí entendí que lo que pasaba era que estaba castigado.

-         Pues te lo digo ahora. No puedes usar ninguna clase de aparato electrónico. No puedes hacer nada salvo estudiar con los libros de tus hermanos, ya te lo dije.

Miré a papá algo sorprendido. Aquello me pareció muy duro, teniendo en cuenta que ya le había castigado hacía un rato. No recordaba que Alejandro hubiera tenido tantos castigos la vez que bebió, aunque sí fue más duro con él en otro sentido…

-         Genial, absolutamente genial. Moriré de aburrimiento antes de que termine el día – farfulló.

Papá le dio un beso en la frente a manera de consuelo, y no dijo nada más, como dando por zanjado el tema.

-         Me voy a recoger a los enanos. ¿Os puedo dejar solos? – preguntó, como meditándolo consigo mismo. Michael no parecía en su mejor momento y yo estaba lisiado, así que era lógico que se lo planteara. Pero no iba muy lejos ni por mucho tiempo; no tenía por qué preocuparse tanto.

-         Claro que sí. – le aseguré – Anda, date prisa que tengo hambre. Si tardas mucho empezaré a comer sin vosotros – bromeé.

Papá me sonrió, y cogió las llaves del cuenco que había en la mesa de la entrada. Se detuvo un momento antes de ponerse la chaqueta.

-         De hecho a lo mejor tardamos un poco. Han abierto una tienda nueva cerca del colegio y sé que tus hermanos querían verla. Estos días… apenas les he dedicado tiempo.

Asentí, y entendí que Aidan se había centrado mucho en mí últimamente, y aún seguiría siendo así mientras tuviera la silla y la rehabilitación. Quería pasar un rato con el resto de sus hijos.

-         Me alegra que hoy podamos comer todos juntos – comentó Aidan. Normalmente Michael volvía de la comisaría bien entrada la tarde, y comía allí. Y los demás tenían que comer en el colegio dos días a la semana, porque esos días había clases por la tarde, y el tiempo que daban para comer era mínimo y más para tantas personas como éramos.

Se despidió de nosotros y fue al colegio a por el resto. Instantes después de que se marchara, Michael encendió la televisión y chasqueó la lengua. Se suponía que no podía hacer eso, y no supe si decirle algo, pero me dije que mientras la apagara antes de que volviera papá, no pasaba nada. Además esa vez me parecía que papá se había pasado un poco…

-         ¿Es que has hecho algo más que yo no sepa? – le pregunté. Me miró confundido. – Para que se ponga así… y no te deje hacer nada…

Michael dudó unos segundos antes de decidirse a contármelo.

-         Le hablé como el puto culo, y traté de…es decir, casi le doy un puñetazo –admitió – Además, tenía un carnet falso.

Abrí mucho los ojos, completamente alucinado. ¿Intentó pegar a papá? Me enfadé mucho con él en ese momento… hasta que recordé que yo le había empujado esa misma mañana.

-         … parece que nos pusimos de acuerdo – murmuré. Michael me miró con curiosidad, y suspiré – Yo le empujé.

-         ¡Venga ya! Tú no.

-         Que sí.

-         No te creo – replicó. – Tú eres el bueno.

-         La rehabilitación me frustra y lo pagué con él. No es que esté orgulloso de ello…

Michael me observó con una expresión de completa incredulidad, que poco a poco se fue transformando en un gesto serio.

-         Ni se te ocurra hacerlo de nuevo, ¿me escuchas? Aidan no se merece que le trates así – me regañó.

Mi cara tuvo que ser un poema. ¡Él había intentado pegarle! ¡Y su historial de gritos e insultos a Aidan era más largo que el mío, y eso que le conocía de mucho menos tiempo! ¿Quién era él para decirme aquello?

“Tu hermano mayor” dijo una voz dentro de mí “Y está haciendo exactamente lo mismo que haces tú con Alejandro, cuando le echas la bronca por algo que tú has hecho mil veces”.

“Bueno, pues se siente horrible.”

-         Y tú no vuelvas a tratarle mal tampoco. –contraataqué - Ni a beber, y menos sin haber comido. Me asustaste, estúpido.

Michael se rascó la nuca, incómodo, y soltó un gruñido a modo de afirmación. Los dos miramos al suelo bastante avergonzados, hasta que finalmente logré cambiar de tema y le conté lo que estaba planeando para celebrar el cumpleaños de papá.

-         AIDAN´S POV-

Llegué al colegio un poco antes de la hora, así que me tocó esperar. Me quedé junto al coche leyendo un rato hasta que vi que algunos niños comenzaban a salir. Generalmente, los cursos de los pequeños salían antes, y además sus aulas estaban más cerca de la salida.

Ese día, el primero en salir fue Cole. Le vi salir con sus pasos lentos y calmados, pero cuando me vio me saludó con la mano y echó a correr. No fui lo bastante rápido como para ver al chico que estiraba malévolamente la pierna para hacerle la zancadilla. Cole cayó al suelo, su mochila se abrió y los libros se desperdigaron a su alrededor. Fruncí el ceño, y me acerqué medio corriendo, porque Cole no se levantaba. Le vi moverse, y eso me tranquilizó un poco, pero entonces reparé en que estaba llorando.

-         ¡Cole! ¡Cole, campeón! ¿Te has hecho daño? ¿Dónde te duele?

Me enseñó sus manos, las cuales tenía un poco raspadas por haber parado con ellas la caída. No era nada serio y enseguida entendí que no lloraba por eso, sino por uno de sus libros, que se había desencuadernado con la caída. No era un libro del colegio, sino… un libro mío. De los que a Cole le gustaba leer en su tiempo libre.

-         Lo siento papi….snif…se ha roto.

-         Shhh, no te preocupes. No ha sido culpa tuya, Cole, y además creo que puedo arreglarlo. Solo necesita un poco de pegamento.

Varios chicos, entre ellos el que había provocado la caída, reían por lo bajo y chocaban la mano como si aquello fuera algo digno de celebración.

- “Lo siento papi” – se burlaron, haciendo una mala imitación de la voz de Cole – Bwaa, bwaaa, se ha roto.

-         ¿Qué pasa con vosotros? ¿No veis que se podría haber hecho mucho daño? Tendría que daros vergüenza tratar así a una persona. ¿Dónde están  vuestros padres? – les increpé. Pensaba hablar seriamente con los padres de ese muchacho, con la sospecha de que era el mismo que le había estado molestando antes de que le cambiaran de clase. La descripción encajaba: era un niño casi el doble de grande que mi pequeño Cole.

Los chicos se miraron entre sí, y optaron por salir corriendo, en una reacción tan infantil como efectiva, porque yo me quedaba sin saber quién era el adulto a cargo de ellos. Pero no pensaba rendirme tan fácil.

-         ¿Quiénes son, Cole? Y el grande… ¿por qué ha hecho eso? – pregunté, mientras le limpiaba la cara con un pañuelo. Otros niños y sus padres nos miraban, y yo sabía que para un niño de diez años era embarazoso llorar en público, pero él no lo podía evitar. Siempre había sido muy sensible, y en realidad eso era una de las cosas que más me gustaban de él.

-         Es…snif…. es Troy. Es el chico que se metía conmigo. Ya no va a mi clase y me deja en paz, pero…snif…es el hermano del chico al que expulsaron por culpa de Ted…y desde entonces me la tiene jurada.

¿Mi niño estaba siendo amenazado y acosado por una panda de matones en miniatura? ¿Y todo por una estúpida venganza? Me llené de rabia, y le abracé.

-         Escúchame bien, Cole. No fue culpa de Ted que le expulsaran. Jack hizo algo que estuvo muy mal y el director le echó del colegio. Su hermano debería aprender y no hacer méritos para que le expulsen a él también. ¿Esto ha pasado antes? ¿Te ha hecho algo más?

-         Hace tres días me empujó en el patio…

-         ¿Por qué no me lo habías dicho?

-         Estabas ocupado… - musitó.

Me sentí terriblemente mal. Habían pasado tantas cosas que había descuidado a mi pequeño…

-         Jamás estaré demasiado ocupado para ti, campeón. – guardé sus libros, me colgué su mochila al hombro, y a él le alcé en brazos. Una madre se nos acercó con una sonrisa amable.

-         ¿Estás bien?

Cole escondió la cara, algo avergonzado. Creo que estaba deseando que le tomaran por un niño más pequeño. Después de todo era bajito para su edad y estaba llorando en brazos de su padre.

-         Sí, está bien. Se topó con unos niños maleducados, solo eso –expliqué. – Ven Cole, vámonos de aquí. Esperaremos a tus hermanos en el coche.

Me le llevé y traté de animarle, diciéndole que iríamos a la tienda nueva y que si veía algún libro que le gustara se lo compraría. Pareció funcionar, porque el rostro se le iluminó con una sonrisa.

-         Eso está mejor. No te preocupes, Cole. Pienso hacer que esto se acabe de una vez por todas. Mañana tengo cita con el director para hablar de Ted y del hecho de que no pueda venir a clase, y le diré también lo que está pasando.

-         Ya me había dejado en paz – repitió en un susurro, jugando con los botones de mi camisa  - Como me cambiaron de clase, ya no le valían mis deberes así que me dejaba tranquilo. Pero ahora… por lo visto su hermano está teniendo problemas para encontrar un colegio nuevo con el curso empezado.

-         Cole, si alguien te molesta debes decírmelo, ¿mm? Pensé que ya habíamos aclarado eso.

-         Bueno…

Jugó con mis botones un poco más, sacándolos del ojal y volviéndolos a abrochar.

-         ¿No vas a decirme que… que soy un llorica? ¿Qué los chicos no lloran así? – me preguntó.

Levanté su barbilla.

-         Las personas lloran cuando están tristes. No importa la edad, ni si son chicos o chicas. No escuches a quien te diga lo contrario.

Cole me abrazó, y me dio un beso en la mejilla. En ese momento deseé que mi pequeño no creciera nunca. Aún tenía esas cosas de niño que me llenaban el corazón.

Enseguida empezaron a llegar los demás, y en poco tiempo mis hijos estaban rodeando el coche.

-         ¿Qué tal os ha ido hoy? – pregunté, así en general, porque después de saludarme se habían puesto a hablar entre ellos y nadie me contaba nada.

-         Kevin se acercó hoy a hablar conmigo – dijo Barie- Hace unos días creo que ni sabía que yo existía, pero ahora que Ted y tú sois famosos de pronto se interesa en mí.

Bárbara no lo decía dolida o molesta por ser objeto de interés únicamente por lo que había pasado recientemente, sino que más bien parecía estar en el noveno cielo por el hecho de que ese chico se hubiera fijado en ella. Le brillaban los ojos y yo inmediatamente me puse en guardia. No conocía de nada a ese tal Kevin, pero ya le detestaba: en primer lugar por haber ignorado a mi princesa, y todavía más por fijarse ahora en ella. ¡Era MI niña! Muy pequeña aún para tener pretendientes.

-         Pues dile que se interese en otra ¿eh? – dije, a pesar de todo en tono de broma. Le hice cosquillas y ella me regaló una carcajada con algo de rubor. Creo que realmente estaba feliz de que aquél chico la hubiera hablado. Por desgracia a veces el autoestima de Barie dependía de lo que pensaran los demás, y bastaba algo como eso para que se sintiera especial.

-         Yo también soy popular ahora – dijo Zach – No todo el mundo me asocia con Ted porque no nos parecemos nada, pero los que saben que es mi hermano me chocan la mano en el pasillo.

El mundo del instituto era como un ecosistema aparte donde el valor de las personas se mide por desgracia con barómetros diferentes. Nada de lo que estaba escuchando me agradaba demasiado, porque aquello se me estaba yendo de las manos. Hasta entonces me conocían solo algunos sectores y mi vida había sido bastante tranquila. Pero si de pronto me volvía “famoso”, a pesar de que eso me trajera más dinero, me traería también más problemas…

-         ¿Qué le pasa al enano? – preguntó Alejandro, fijándose en Cole. Ya no estaba tan triste como antes, pero estaba un poco menos activo que de costumbre.

-         Tuvo un día difícil. ¿Y tú qué tal, campeón? ¿Cómo te fue?

Alejandro se estiró como una espiga y puso una mueca. Al parecer mi pregunta no le gustó demasiado.

-         Bi-bien…

-         Mmm. ¿Sabes algo? Mintiendo tan mal no sé ni por qué lo intentas. ¿Qué pasó, Alejandro?

-         ¿De pronto te interesas por mí? –replicó.

Aquella acusación dio justo en la diana, porque yo me sentía mal por no haber podido dedicarles el suficiente tiempo en los últimos días, pero sabía que Alejandro lo decía para manipularme, y que no debía dejar que me afectara. Me recordé a mí mismo que después de los primeros incidentes todos se habían portado bastante bien mientras Ted estaba en el hospital, y que por eso debía tener paciencia y no enfadarme.

-         Siempre me intereso por ti. Eres mi hijo, y por eso te conozco demasiado bien. Así que deja el papel de víctima, y desembucha. ¿Qué pasó?
Alejandro dio dos pasos hacia atrás, como para separarse de mí.

-         Puede que me hayan puesto un parte.

-         ¿Un parte? – repetí, negativamente sorprendido. Al tercer parte de mal comportamiento los alumnos eran expulsados. Mis hijos jamás habían traído uno, aunque Harry había sido amenazado con ello varias veces. Alejandro, suene creíble o no, no solía dar problemas en el colegio. A veces le llamaban la atención por no atender o por no hacer los deberes, pero nunca nada serio. Nada que mereciera un parte, que iba a contar para siempre en su expediente.

-         ¡Ala! ¡Pero si nunca ponen uno de verdad! – dijo Harry – Siempre amenazan con eso pero nunca lo hacen.

-         Eso es a ti, porque eres más pequeño y te pasan más cosas. Pero a partir de mi curso empiezan a tocar las pelotas… Cuando empiezas a ser más alto que algunas profesoras, se acojonan y te arman un pollo por nada. – se quejó Alejandro.

No podía creer lo que estaba oyendo.

- ¡Alejandro! ¡Que sea la última vez que hablas así! ¿Y qué es eso de un parte? ¿Por qué te lo han puesto? Ya te estás explicando.

-         ¡No hice nada! ¡En serio! ¡Esa bruja imagina cosas!

-         ¡Alejandro! – gruñí, advirtiéndole con el tono que se me estaba acabando la paciencia.

-         ¡Solo la hice una pregunta inocente y se mosqueó sola!

-         ¿A la profesora? ¿Qué le dijiste?

Alejandro se mordió el labio mientras sacaba la copia del parte de su mochila.

-         Estaba de un humor de perros… llevaba toda la clase gritando por nada… así que…. la pregunté si tenía la regla o… o es que no había…tenido… una buena noche…

Mientras él hablaba, leí lo que ponía en el documento. Según el papel, las palabras literales de Alejandro fueron “¿es que tienes la regla o no te han follado bien?”.  Tuve que leerlo varias veces para convencerme de que ponía eso. Respiré hondo varias veces, pero no noté que eso tuviera ningún efecto relajante en mí. Al contrario, mis instintos asesinos iban en aumento.

-         ¿Cómo se te ocurre decir algo así? – solté. A duras penas pude contenerme para no gritar – Yo no te he enseñado a faltar así al respeto. Llego a ser yo tu profesor, y no solo te pongo un parte sino que te expulso directamente.

-         Sé que me pasé… lo supe nada más decirlo… sólo…no me controlé.

-         Pues ya me voy a ocupar de que aprendas a controlarte. Métete en el coche, antes de que el que no se controle sea yo. – le ordené, y Alejandro se dio prisa en abrir la puerta.

-         Papi…la tienda – me recordó Cole. Le había dicho que iríamos…

Cerré los ojos por un momento. Estaba enfadado con Alejandro, y mucho, pero ni el resto tenía la culpa ni era motivo suficiente para dejar de pasar un rato con ellos.

-         Cierto. Vamos, chicos.

-         ¿A dónde? – preguntó Zach.

-         A la tienda nueva. La juguetería.

Estaba en esa misma calle. Se trataba de una tienda enorme, pensada para niños, que tenía juguetes para todas las edades y también libros y aparatos electrónicos. Caminamos hasta allí y solo esperé que no se pusieran muy difíciles con el “cómprame esto” o “cómprame aquello”.

Alejandro se quedó el último, sin levantar la mirada del suelo y arrastrando los pies mientras caminaba. ¿Qué iba a hacer con él? ¿Cómo alguien tan joven podía tener un vocabulario como el suyo?

Antes de entrar, hice que me prestaran un momento de atención.

-         Chicos, ahí dentro habrá muchas cosas divertidas que os gusten mucho, pero papá no puede gastar mucho dinero ¿mm? Apuntar lo que os guste para pedírselo a Papa Noel, que en una semana hay que escribir la carta.

Faltaba más de un mes para Navidad, pero reto a cualquiera a comprar regalos para doce hijos. Necesitaba ese mes de antelación, e incluso más.

-         ¿Y un libro? – preguntó Cole, con vocecita triste.

-         Sí, Cole, te compraré un libro porque te lo he prometido. Y a los demás también puedo comprarles algo, pero que no cueste más de cuatro dólares ¿entendido?

-         ¡Eso no es justo, un libro vale más de cuatro dólares! – protestó Madie.

-         ¿En serio, hija? Que ya estás mayorcita… Tu hermano tuvo un mal día, y por eso vamos a dejar que hoy tenga su libro, ¿está bien? Además, a los mayores os doy paga, y si queréis un libro podéis comprároslo vosotros.

-         ¡Sigue sin ser justo! Además pensé que tu novela se había vendido muy bien, y que ahora tenías más dinero.

-         No se trata del dinero que tenga, sino del que estoy dispuesto a gastar en un capricho, Madie – respondí, más en serio, pero sin enfadarme. Ella tenía razón, las cosas iban a estar mejor económicamente, pero tampoco se trataba de despilfarrarlo todo para volver a pasar apuros.

Madie puso un pucherito muy gracioso, pero no protestó más. Y en pocos segundos los más mayores se dispersaron por los diferentes pasillos del establecimiento. Kurt, Hannah y Alice se quedaron a mi lado.

-         Hay que comprarle algo a Dylan – dijo Kurt- Y a Michael. Y a Ted.

-         Muy bien pensado, campeón. ¿Me ayudas a elegir algo para ellos?

Kurt se tomó su tarea con mucho interés, y enseguida seleccionó un puzzle para Dylan, un dinosaurio de plástico para Ted y una serpiente de goma para Michael. No creo que fuera la mejor opción para mis hijos mayores, pero estaba seguro de que al menos a Ted le gustaría cualquier cosa elegida por su hermanito.

-         Perfecto. ¿Y tú qué quieres, enano?  - le pregunté. Hannah y Alice ya habían elegido una muñequita cada una.

- Yo nada.

-         ¿Cómo que nada? – me extrañé. La verdad es que había pensado que el que iba a darme problemas iba a ser Kurt, con alguno de sus berrinches caprichosos. – Puedes coger lo que quieras, bebé. ¿Qué te parecen esas acuarelas?

Kurt negó con la cabeza.

-         Es que él ya tuvo un regalo – explicó Hannah, distraída con su muñeca.

-         ¿Ah, sí?

-         En el cole nos hicieron escribir un deseo. El mío no se cumplió, pero el suyo sí.

-         ¿Y qué pediste, Hannah?

-         Un perrito.

-         Ah… ¿Y Kurt? – pregunté, mirando al aludido con bastante curiosidad.

-         Yo pedí que Ted volviera a casa. Y vino. Así que no quiero nada más. 

Le cogí en brazos, y le abracé, bastante conmovido. Mi niño tenía un corazón de oro.

-         Te quiero mucho, campeón. Sé que ha sido difícil para ti estos días. Que Ted no estaba, y yo pasaba mucho tiempo con él en el hospital. Y también sé que te has portado muy muy bien estos días. Barie me dijo que hiciste solito todos tus deberes. Así que quiero que escojas algo que te guste mucho, porque quiero darte un premio.

Kurt rodeó mi cuello con sus manos y me sonrió.

-         Bueno… ¿puedo tener un pompero? El último se me rompió.

Sonreí, y cogí uno de esos tubitos para hacer pompas. A mí también me gustaban de pequeño. Como eran muy baratos, decidí coger dos, porque suponía que no iba a durar mucho.

Empecé a reunir gente para ir hacia la caja, pero me fijé en que Alejandro no había cogido nada. Debía de pensar que después de lo que había hecho no pensaba comprarle ningún capricho. Le miré durante un rato y al final decidí que no le compraría nada aquél día. No después de faltar así al respeto a su profesora.

Pagamos todo, y cómo estaban celebrando la reciente apertura de la tienda, había una promoción con la que nos regalaron una piruleta para todos los menores de diez. Cole fingió que tenía nueve y yo fingí que no me daba cuenta. Cotilleé un poco el libro que había escogido, maravillado porque fuera capaz de leer libros con una letra tan pequeña. Era muy avanzado para su edad, pero eso no era nada malo. De lo único de lo que me ocupé es de que el contenido fuera adecuado para él.

-         Alejandro,  ¿puedes ir a por Dylan, por favor?  - le pedí. Ya habíamos hablado al respecto por la mañana: teniendo solo mi coche, sin el de Ted, no podría llevarlos a todos.

Asintió silenciosamente, y se fue, rumbo al colegio de su hermano. Odiaba verle tan decaído y sentía que estaba siendo algo frío con él, pero había comportamientos que no estaba dispuesto a permitir.

Aunque había algo de tráfico, llegué a casa antes que Alejandro y Dylan. Cuando entré, Michael estaba tranquilamente sentado en el sofá, viendo la televisión.

-         ¡Te dije que había oído el coche! – le dijo Ted.  – ¡Tendrías que haberla apagado por si acaso!

La verdad es que eso hubiera sido más inteligente. Aunque lo ideal, claro, hubiera sido que me obedeciera y no llegara a encenderla. Suspiré.

-         Haré como que no vi eso. Pero Michael, la mesa la vas a poner tú entera, por listo.

-         Ya la puso Ted.

-         ¿Y tú no le ayudaste? – le reproché. Me imaginé al pobre cargándolo todo con la silla. Grrr. – Tú lavarás los platos – le dije.

-         Si me sigues añadiendo castigos terminarás por dejarme sin comer.

-         Papá no hace eso nunca – intervino Harry – Por más imbécil que te pongas, nunca te dejará sin comer.

-         ¡Es que solo faltaba!

Me alegraba ver que entre ellos estaban bien. La pelea de Harry y Michael del pasado Halloween pudo haber dado lugar a algo mucho más serio, y yo no sé qué habría podido hacer si mis hijos hubieran llegado a odiarse. Supongo que por más que se pelearan, no se podían odiar, y que todo acababa olvidándose antes o después, como la pelea de Ted con Michael, o de Harry con Zach.

-         Venga, a lavarse las manos todo el mundo. Alejandro ya no tardará en llegar.

Mientras todos se iban hacia el baño, Ted se quedó conmigo y esperó hasta que no quedara nadie.

-         Papá… ¿no crees que estás siendo algo duro con Michael? Sé lo que hizo, él me lo contó pero ya le castigaste por eso y… y yo te empujé, y no te enfadaste tanto.

-         No estoy enfadado, Ted. Pero lo que él hizo es bastante peor a lo que hiciste tú. Ya viste cómo llegó a casa y te perdiste cómo me habló cuando estábamos arriba. – le respondí, y puse un dedo en sus labios porque vi que iba a seguir debatiendo. Le sonreí. – Sé que es tu hermano, y que siempre le vas a defender, y eso me encanta. No le voy a tener así por mucho tiempo. Pero quiero que tenga un par de días para pensar en todo lo que pasó. Además, creo que necesita escucharse a sí mismo. Sé que algo le ha pasado, y tiene que tomarse un tiempo para procesarlo. No quiero que haga como cierto chico de diecisiete años, que es capaz de refugiarse horas y horas en el ordenador con tal de no pensar en algo doloroso.

Ted suspiró y me dedicó una falsa mirada de enfado, al reconocer que hablaba de él. Pude ver que me entendía, aunque no le gustara.

-         Sigues siendo malo.  – refunfuñó.

-         ¿Ah, sí? Y yo que iba a darte un regalo de parte de Kurt…

-         ¿Un regalo? – preguntó, y se le iluminaron los ojos. A veces seguía siendo un niño.

-         Sí… pero como soy malo, no te lo doy.

-         ¡No, jo, dámelo!

-         No, no – me reí.

-         “Pofa” – insistió, con vocecita de niño pequeño. Me reí más, y le di el dinosaurio que Kurt había elegido para él. - ¡Oh!

-         No es gran cosa, pero tu hermano lo eligió con mucho cariño.

-         Me encanta –aseguró, y se lo puso en el regazo para poder llevarlo mientras manejaba la silla.

-         Me alegro. Voy a darle el suyo a Michael – le dije, y subí las escaleras mientras él se lavaba las manos en la cocina.

En el piso de arriba había mucho follón mientras todos esperaban para entrar a los baños. Michael  salió en ese momento con las manos aún mojadas.

-         Ven aquí, Michael. – le llamé.

-         ¡Ahora no hice nada! Solo me colé delante de Zach.

-         Que no es para regañarte. Hay que ver, qué fama tengo. – protesté. – Es para darte esto – dije, y le enseñé la serpiente. Jamás hubiera esperado su reacción. Dio un salto para atrás y poco le faltó para salir corriendo. - ¿Qué pasa?

Se relajó en cuanto vio que era de mentira.

-         Me dan pánico las serpientes. Las pequeñas, las grandes no.

-         Vaya. Kurt no sabía eso. Esta es bastante mona. Puedes colgarla de la litera, si quieres.

La cogió algo dubitativo y la aplastó un poco, como para comprobar que era de goma. Asintió.

-         Gracias.

-         De nada, campeón. – le sonreí, y le miré dubitativo - ¿Cómo estás? Te sientes…¿mejor?

Dijo que sí con la cabeza, aunque yo no las tenía todas conmigo. Quizá Ted tuviera razón, y estaba siendo muy duro con él considerando lo deprimido que estaba.  No pude pensar más en ello, porque en ese momento escuché cerrarse la puerta principal, indicando que Alejandro y Dylan ya habían llegado. Bajé a recibirles y avisé a todos para ir al comedor.

-         Papá… ¿no vas a… hablar conmigo de lo del parte? – preguntó Alejandro.

-         Después de comer.

Me miró con tristeza pensando seguramente en que en ese momento no tenía nada de hambre. Le levanté la barbilla.

-         ¿Quieres que hablemos ahora?

-         S-sí… por favor.

-         Está bien, campeón. Ve arriba ¿sí? Yo enseguida voy.

 Alejandro desapareció escaleras arriba, y yo serví la comida de los demás porque ya era muy tarde.

-         Id empezando si queréis. Ale y yo venimos ahora – les dije, y subí al cuarto de los mayores.

Nunca me había enfrentado a algo así.. Un parte era mucho peor que una nota del profesor…y lo que había dicho… Alejandro no podía ir por ahí hablándole así a sus maestras. Él parecía bastante consciente también de que había estado mal.

Me esperaba sentado en la cama, mirándose los pies. En momentos como ese, intentaba ponerme en su lugar y tratar de entender lo que estaban sintiendo. ¿Tendría miedo? Esperaba que no. ¿Nervios? Seguramente. ¿Remordimientos? Era difícil de decir. El que mejor sabía manifestar su arrepentimiento era Ted, pero eso no quería decir que los demás no lo sintieran.

-         ¿Hay alguna forma de conseguir que no me castigues? – preguntó con voz derrotada.

-         Me temo que no.

-         Entonces hazlo y terminemos de una vez –suspiró.

-         Eh, eh. ¿Qué son esas prisas? – me senté a su lado y le obligué a levantar la vista de sus zapatos - ¿Me vas a escuchar?

Encogió los hombros, como diciendo que no tenía muchas más opciones.

-         Hijo, es posible que tu profesora tuviera un mal día. No lo sé, todos somos humanos. Igual estaba preocupada por algo, o igual hoy la clase se estaba portando mal, y por eso según tú ella estaba de mal humor. Pero, aunque eso fuera cierto, nada te da derecho a hablarla como lo hiciste. Es tu profesora, y debes hablarla bien, pero además eso que dijiste no se le dice a ninguna persona.

-         Lo sé…

-         Entonces ¿por qué lo hiciste? ¿Para hacerte el machito delante de tus amigos, mm?

-         ¡No sé por qué lo hice! Sólo me salió… sin pensar… Así soy yo, no pienso, como los tontos. -dijo, con algo de enfado, como si fuera lo que creía que yo quería escuchar.

-         Eso no es verdad.  No eres tonto y no me gusta nada que te lo llames. Eres muy inteligente, y también eres un buen chico que, aunque algo malhablado, nunca antes había faltado al respeto a un profesor.

-         Lo siento…

Puse una mano en su espalda y le acaricié un poco.

-         Quiero que te disculpes también con tu maestra. La forma la eliges tú: si quieres con una carta, si quieres en persona. Pero mañana voy a ir al colegio por varios asuntos, así que me enteraré de si lo has hecho o no, y si no es así me enfadaré bastante.

-         Lo haré…

Pensé que me lo iba a discutir un poco más. Me alegré de que no, y le di un beso rápido.

-         Y ahora, campeón, creo que ya sabes lo que toca.

Suspiró, y se puso de pie. Dejó que le tumbara encima de mí, pero hasta ahí duró su apatía y su actitud ligeramente colaboradora. Empezó a revolverse y si no le hubiera sujetado se habría levantado y salido corriendo.

-         ¡Suéltame! ¡No es justo!

-         ¿Qué es lo que no es justo? ¿Acaso no le has hablado mal a tu profesora?

-         ¡No estabas ahí! ¡Pudo habérselo inventado! – alegó.

-         ¿De veras? ¿Y por qué no lo has negado hasta ahora? – repliqué – No lo hagas más difícil, hijo.

Hice un poco más de fuerza y conseguí que se quedara quieto. Supe que no debía alargarlo más, porque solo conseguiría estresarle. Levanté la mano y la dejé caer sobre su pantalón.

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS

-         Auu….ya….snif…¡ya para!

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS …ai…PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS …au…PLAS PLAS PLAS …grrr…PLAS PLAS

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS ….snif…. ya no…snif … PLAS PLAS …ya no lo hago más… PLAS PLAS PLAS

Me detuve y le escuché llorar, bajito pero intensamente. Creo que era más de rabia que de otra cosa, rebelándose todo él ante el hecho de que le hubiera castigado. Le acaricié la espalda y tiré de él para levantarle. Antes de que decidiera alejarse de mí, le abracé.

-         Ya está, ya está. Shhh.

No le costó mucho calmarse pero si le noté forcejear un poco, como si estuviera pensando en salir corriendo. Por suerte, no llegó a hacerlo, y se quedó en mis brazos, mimoso. Le acaricié el pelo y comencé a sentir su respiración cada vez más relajada.

Estiró el brazo hasta tocar la serpiente de goma de Michael, que había colgado en la litera como le había sugerido.

-         A mí no me compraste nada… snif… malo.

-         Si te portas bien, tal vez te compre algo mañana.

-         ¿De verdad?

-         No sé, me lo pensaré.

-         Malo – repitió y me dio un mordisco suave en el hombro. Me sorprendí ante un gesto tan infantil. Bien podía hacer años que no hacía eso. De más pequeño a Alejandro le gustaba morderme jugando, flojito y en plan mimoso.

-         Del todo. – respondí, y le di un beso – Pero si vuelves a hablar así a otra persona, seré mucho peor. O si traes otro parte.

-         Nunca más…

-         Lo sé,  campeón. ¿Vamos a comer?  Antes de que me comas a mí – bromeé, y le devolví el mordisco.

-         Ahá…

Se levantó, se frotó un poco y salió del cuarto. Yo solo esperaba no tener que castigar a nadie más ese día.

Bajé al comedor y sonreí al comprobar que me estaban esperando para comer. Experimenté cierta paz al tener a todos en casa, sanos y salvos. Ted tenía secuelas, y eso me tenía bastante preocupado, pero al menos le tenía conmigo. No podía permitirme pensar en lo que podía salir mal, porque tenía que poner todas mis energías en hacer que todo fuera bien.


-         HARRY´S POV-

Después de comer, Ted quiso hablar conmigo de algo, a solas. Actuaba con cierto secretismo, sobretodo de cara a papá, y eso me dio mucha curiosidad. Me quedé en el salón con él, sin poder evitar mirarle con algo de tristeza. Estaba acostumbrado a que Ted fuera más alto que yo, pero desde que estaba en la silla era al revés, y era él quien tenía que mirarme desde abajo. Me esforcé por apartar la mirada, porque se enfadaría si creía que le tenía lástima. Era mucho más que eso: podía tener lástima de un desconocido, pero él era mi hermano, así que lo que tenía era dolor, tristeza, y miedo por la posibilidad de que no llegara a recuperarse.

-         ¿Qué pasa? – le pregunté, en cuanto estuvimos seguros de que papá no podía escucharnos.

-         Necesito que hagas algo por mí – me pidió.



Eso era raro. Ted no solía pedirme favores a mí, sino más bien al revés.: yo acudía a él cuando necesitaba algo. En ese momento hubiera hecho cualquier cosa por él. Sentía que se lo debía, porque no había sido un buen hermano el día en que papá le llevó al hospital.

-         Lo que sea – prometí, con toda la sinceridad que pude expresar.

-         ¿De verdad? Tal vez… tal vez implique que te metas en un lío.

Mi curiosidad iba en aumento. Experimenté cierto entusiasmo por el hecho de que Ted estuviera sugiriendo que rompiera las normas por una vez en su vida.

-         Tú te has metido en más de uno por mí. – le recordé. Cuando era más pequeño, era experto en hacer que Ted se metiera en problemas para salvarme.

Me miró con agradecimiento y me dedicó una sonrisa torcida.

-         El jueves vamos a hacer una pequeña fiesta de cumpleaños para papá, con algo de retraso. Será a las seis, y vendrán algunas personas cercanas a él, pero será sobretodo para nosotros. Aun así, quiero que sea algo grande, algo más que una merienda y ya. Por eso quiero que sea totalmente sorpresa. Y para eso, necesito que el jueves saques a papá de casa entre las cuatro y las seis de la tarde. He pensado en ti porque… bueno, porque tienes muchos más recursos que yo… Estoy seguro de que se te ocurrirá algo…

-         No hay forma humana de que papá salga de casa y nos dejé a todos solos otra vez. No después de lo que ha pasado y de que tú…. En fin, no hay una manera suave de decir esto, pero pensará que no estás en condiciones de cuidar de nosotros…de los peques, quería decir…

-         Por eso tienes que pensar en algo lo suficientemente importante como para que le haga salir de aquí…

Lo medité unos segundos. Tenía un par de ideas, aunque todas tenían algún riesgo de que papá se enfadara. Pero pensé que era por una buena causa y quise creer que él sabría entenderlo después.

-         Vale, tú déjaselo al genio. Pensaré en algo.

-         Gracias, hermanito – respondió y tiró de mi brazo para obligarme a que me agachara y así despeinarme el pelo con la otra mano.

-         Aich, qué molesto eres – protesté, y él soltó una risita triunfadora.

Rodé los ojos, pero secretamente me alegré de verle de tan buen humor. No era ningún secreto que el no poder mover las piernas le tenía de bajón.

Otro que tenía el ánimo por los suelos era Michael. Le vi pasar junto a nosotros como un espectro, y pensé que tal vez pudiera ser porque por lo visto papá le había puesto todos los castigos posibles.

-         Eh, eh, Michael. Recuerda que tienes que fregar los platos – dijo papá, asomando desde la cocina.

En verdad lo único que tenía que hacer era poner el lavavajillas, pero era molesto igual y a Michael no parecía apetecerle ni un pelo, porque miró las escaleras con la evidente tentación de subir corriendo y dejar colgado a papá.

-         Vamos, Michael. No te llevará nada – insistió papá.

-         Ugh, ¿el nene fue malo? – le chinché. Era la forma habitual en la que trataba de animar a Zach, y él solía responder tirándome una almohada, o algo así. Michael, en cambio, me echó una mirada gélida con sus intensos ojos azules.

Las cosas entre Michael y yo eran un poco raras. Creo que habíamos superado lo que había pasado. Le detesté por lo que me hizo al golpearme de esa manera, pero vi cómo se esforzaba por llevarse bien conmigo y decidí perdonarle cuando acabó por mí las copias que me mandó papá. Yo había experimentado recientemente lo que era ser objeto del rencor de un hermano, y sabía que era algo horrible, así que supongo que eso me ayudó a ser un poco comprensivo. Pensé además que lo que le había pasado a Ted podía pasarle a cualquiera, y decidí que tenía que llevarme bien con todos mis hermanos, porque uno nunca sabe lo que podía ocurrir…

Aun con todo eso, yo no podía evitar asustarme un poco cuando él me miraba así. Michael a veces me daba algo de miedo. Había comprobado que si quería podía hacerme daño.

-         Lo siento… - murmuré.

Michael relajó su expresión, y me dio una colleja. Luego soltó la misma risita que había soltado Ted momentos antes.

-         ¡Aich!  - me quejé, y le vi entrar en la cocina con una pequeña sonrisa en el rostro. Bueno, por lo visto Zach se animaba tirándome cojines, y Michael dándome collejas. Qué bonito era ser el saco de boxeo de mis hermanos e.e


-         MICHAEL´S POV –

Estúpido sargento de las narices. Grrr. Aidan no me dejaba ni respirar. Creo que ya se había acabado mi “tiempo de consideración por ser el nuevo” y esa vez me había castigado con toda la artillería. Pagué mi frustración con los platos, metiéndolos violentamente en el lavavajillas.

-         Cuidado, Michael, no se vayan a romper – me dijo Aidan. Para colmo se había quedado ahí mirando cómo lo hacía.

-         Sí se rompen será culpa tuya por hacerme trabajar como un esclavo – le gruñí. Noté que esas palabras le molestaron un poco. Tal vez se pensó que lo decía en serio, por todo aquello de la raza, y tal…

-         Oye, sólo te he pedido que metas los platos en el lavavajillas. Lo he hecho porque viste la tele estando castigado, pero podría pedírtelo cualquier otro día simplemente para que me eches una mano. Todos tus hermanos tienen tareas en casa y ninguno se queja.

-         Perdón… Qué irritable estás…- musité, y me sonrojé un poco, porque ese fue el primer regaño de Aidan que me hizo sentir como un desagradecido. Desde que estaba en su casa nunca me había sentido así, a pesar de todos los líos en los que me había metido. Su regaño me hizo sentir como un señorito mimado y sentí la necesidad de aclarar eso. – Antes solía hacer mucho esto. En uno de los centros donde estuve… uno que no era un reformatorio sino el paso previo…nos repartíamos las tareas. La parte de los platos siempre ha sido lo que más odié.

Aidan me miró sorprendido, tal vez porque no estaba acostumbrado a que compartiera cosas de mi pasado.  Me acarició el hombro con cariño y me obligó a girarme para darme un abrazo. A veces se me hacía demasiado cariñoso, pero en el fondo me encantaba porque nunca antes había tenido la oportunidad de tener sobrecarga de mimos.

Mientras me abrazaba, me fijé en algo que abultaba en su bolsillo derecho. Me entró la tentación y sin que se diera cuenta, con la práctica de un ladrón profesional como yo era, saqué el objeto y lo escondí en mi manga, que era amplia así que no sobresalía. Era mi MP3. Por desgracia para mí, al separarse de mí Aidan me retuvo por el antebrazo para decirme algo, y ahí notó el bulto.

-         ¿Qué tienes ahí? – preguntó, curioso, y me remangó el jersey. En cuanto vio lo que era entrecerró los ojos – Acabas de cogerlo ¿verdad?

No supe que decir. Me habían atrapado con las manos en la masa. Hacía años que eso no me pasaba. Con trece años me pillaron alguna vez, y en esos casos todo lo que yo podía hacer era poner mi mejor mirada de niño arrepentido, aprovechando el color de mis ojos, que solía gustarle a la gente. Probé a hacer lo mismo con Aidan, pero Kurt ya le había inmunizado.

-         Eres como la versión habilidosa de Ted. Hacéis exactamente lo mismo – me dijo, y no entendí bien a qué se refería, aunque deduje que Ted había intentado hacer algo parecido. - ¿Qué hago contigo? – me preguntó, como si yo tuviera la respuesta.

-         Perdón… - fue lo único que se me ocurrió.

Aidan poco a poco dulcificó la mirada, pero puso un falso gesto de enfado, parecido al que ponía con Alice.

-         No se hace eso – me regañó, en tono infantil, y me dio un golpecito en la mano. Me costó entender que solo estaba jugando conmigo. Al final, no pudo contenerse más, y se echó a reír, creo que en parte por mi confusión. – Ay, hijo. Sí que eres igual a tu hermano.  Tenéis las mismas expresiones faciales.

Sentí que me ardían las mejillas y tiré fuerte de mi mano para que la soltara. Me crucé de brazos lleno de vergüenza y haciéndome el ofendido.

-         Tienes la equivocada idea de que soy un niño. – me quejé, y casi adiviné lo que iba a responder.

-         Eres mi niño. – aseguró – Mi niño desobediente que si vuelve a intentar saltarse un castigo estará en muchos problemas.

-         Si son problemas del tipo dar vueltas alrededor de la casa, no me quejaré. Ted me estuvo contando, y que sepas que eso no me lo saltaría. Me gusta hacer deporte.

Los ojos de Aidan se ensombrecieron un poco. Creo que le hice pensar en algo triste.

- No se supone que te guste – respondió, ya más serio, pero con la mirada perdida. ¿Estaría recordando aquella vez con Ted?


-         AIDAN´S POV –

Michael trajo a mi memoria uno de los momentos más extraños de mi vida, pero yo fui el que había abierto esa puerta provocando su curiosidad y haciendo que fuera a preguntarle a su hermano. Creo que Ted y yo guardábamos recuerdos diferentes de lo que ocurrió aquella vez.

Cuando Ted tenía trece años, y reivindicó que ya era mayor para que le castigara con palmadas, me dio mucho que pensar. Me pasé esa noche meditando al respecto y recordé que jamás había planeado castigarles así… que fue algo improvisado como tantas otras cosas en mi aprendizaje de lo que suponía ser un padre.

Irónicamente, la primera vez que a mí me habían castigado de forma parecida fue cuando tenía la misma edad, aunque mucho más duramente, pero ni por asomo se me habría ocurrido pasar a ser más duro con Ted por el hecho de que fuera mayor.

Llegué a la conclusión de que mi hijo tenía razón y pensé que si seguía reprendiéndole así no haría más que crear una brecha entre nosotros, haciendo que me odiara.  Así que busqué alternativas y un día que le vi con exceso de energías y pocas ganas de obedecerme, le mandé correr alrededor de la casa. No pensaba tenerle mucho tiempo así, porque hacía mucho sol, pero me entretuve con mis hijos pequeños y para cuando salí al jardín, me di cuenta de que Ted había colapsado, por el esfuerzo y el calor sin beber nada de agua. Le metí en casa, le lavé la cara toda sudorosa y me sentí un monstruo porque si llego a tardar un poco más podría haberle dado un golpe de calor. Le dejé en su cuarto descansando y me fui a hacerle un zumo con muchas vitaminas, pero cuando subí a su cuarto le encontré llorando como nunca, al parecer porque pensaba que estaba enfadado con él. Me echó en cara el que no le hubiera dado un abrazo y dijo algunas cosas que no tenían mucho sentido. Se dejó llevar por su baja autoestima y llegó a preocuparme bastante el odio que demostró hacia sí mismo, pero lo que más me alarmó fue cómo se pellizcaba y rascaba la mano. Eso era algo que solo había hecho un par de veces en su vida. Lo hacía únicamente cuando estaba muy estresado, y se hacía verdadero daño, causándose heridas.

Creo que Ted no recordaba aquello con detalle. No recordaba aquella crisis de autolesiones que me hicieron plantearme el llevarle a un psicólogo. De hecho, le llevé, pero para cuando fuimos a la cita Ted ya estaba bien. No volvió a hacer nada parecido. Me prometí a mi mismo no llevarle nunca a una situación así, porque la brecha que no quería crear casi se lo traga por completo.

Quizás esa fuera la primera vez que reparé en lo grave que era la falta de autoestima de Ted. Quise que siguiera yendo al psicólogo, pero aquél hombre me aconsejó que lo que le pasaba a Ted solo podía solucionarlo yo. Que su complejo de ser abandonado e imperfecto solo podía curarlo haciéndole ver lo perfecto que era para mí.


Ahora, cuatro años después, Ted volvía a sentirse roto. Tal vez por eso aquellos recuerdos habían regresado a mi memoria. Sin embargo, ya había aprendido lo que Ted necesitaba: me necesitaba a mí. 

5 comentarios:

  1. Me encanto espero la continuación por favor.

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  2. Me gusta mucho el principio porque dices que vas a actualizar más seguido!!
    Esta fiesta qué le están organizando a Aidan se ve que va a estar de lujo!!!
    Jajaja ese Alejandro si que es creativo para ofender!!
    Escribiste otro excelente capítulo!! :p

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  3. para que negarlo ame este capi, y siiii vez que por algo insistia en que debias actualizar?!!! si yo por algo insistia XDD
    PD:kurt es una ternura que me lo queria comer en ese instante y harry vaya lo entiendo lo de ser el saco de boxeo de alguien y quiero leer su plan ya!!

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  4. Ahh extrañaba mucho a los chicos Whitmore, me encantan..

    Y si queremos que escribas mas seguido...wiiiii

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  5. Perfecto capítulo! :D Me encantó cómo inició, jejeje... pensé que Michael ya se metía en problemas!!! ;-P
    Son muy lindos todos tus niños! y tienen un gran hombre por papá!

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