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martes, 20 de octubre de 2015

CAPÍTULO 48: ENEMIGA PÚBLICA NÚMERO 1



CAPÍTULO 48: ENEMIGA PÚBLICA NÚMERO 1

Casi no podía creerme lo bien que estaba saliendo todo… hasta que Alejandro lo echó a perder. Holly había entrado con sus preciosos bebés, papá parecía hechizado, y entonces Alejandro tuvo que insultarla. ¡Pero si la pobre no había tenido tiempo de hacer nada! Y además, estaba hermosa. Se la notaba cansada, pero era muy guapa. Y Alejandro solo se fijaba en su peso, y para herirla la acusaba de comer demasiado.

Aidan estaba más que enfadado. No le gustaba nada que hiciéramos comentarios crueles, y menos sin venir a cuento.

-         ¡DISCÚLPATE YA MISMO! – exigió Aidan. - ¡DISCÚLPATE, ALEJANDRO!

Alejandro retrocedió unos pasos, pero su rostro seguía mostrando desprecio. Era evidente que iba a seguir cavando su fosa con más comentarios groseros, pero entonces Holly puso una mano en el hombro de Aidan, como para calmarlo.

-         Tú eres Alejandro, ¿no? – preguntó Holly.

Alejandro la miró rabioso y no dijo nada.

-         ¡CONTÉSTALA! – gruñó papá.

-         ¡Pero si ya lo sabe! ¡No intentes hacerte la amable porque va a dar igual! ¡Lárgate!

-         Me cansé…vete a tu cuarto – dijo Aidan, en un tono que no admitía réplica.

Holly miró alrededor, a todos los invitados, y yo hice lo mismo. Qué vergüenza, madre mía.

-         Yo… no pretendía causar problemas… - murmuró Holly. – Será… será mejor que…

-         Que te sientes y te pongas cómoda – cortó papá – Yo voy a hablar con mi hijo un segundo y enseguida bajo.

Papá agarró a Alejandro del brazo muy decidido, y empezó a tirar de él para que subiera las escaleras, ya que mi hermano no había hecho ni el amago de moverse. Miré la escena horrorizado, sin poder hacer nada desde mi silla de ruedas, pero Michael pareció leerme la mente y les alcanzó en las escaleras, que era lo que quería hacer yo.

- Aún no has abierto los regalos de los invitados, y ya han llegado todos – le dijo, poniendo énfasis en la palabra “invitados”, como para recordarle que no estábamos solos.

Papá miró a Michael, luego a Alejandro y luego a todos los demás. Estaba tratando de decidir si debía cargársele en ese momento o esperar a que todos se hubieran ido. Pareció decantarse por lo segundo.

-         Ve a tu cuarto y quédate ahí. No quiero verte en toda la tarde – le espetó. Auch.

La frialdad en su voz me dolió hasta a mí, así que a Alejandro tuvo que hacerle polvo. Hizo que papá soltara su brazo bruscamente y en lugar de subir las escaleras, las bajó. Iba tan acelerado que por poco pisa al recién bautizado gato Leo. Se agachó y lo cogió en sus brazos, haciendo que el minino soltara un maullido de confusión.

-         ¡Quédate tú! ¡Quédate con esa que yo tampoco te quiero ver! ¡Me largo y me llevo al gato, que para que te enteres fue idea mía! ¡Pero no te lo mereces!  - le gritó, y antes de que nadie se lo pudiera impedir, salió por la puerta. Me dio la sensación de que al gato se lo llevaba principalmente porque necesitaba abrazarse a algo. Fue un impulso infantil que me recordó a cuando se enfadaba de pequeño y se abrazaba a su almohada enfurruñado.

Aquello se estaba yendo a pique a una velocidad vertiginosa. Si no hacía algo pronto, se iba a convertir en el peor cumpleaños de la historia.

Todo se quedó en silencio después de que él se fuera. La gente estaba incómoda, sin saber qué decir después de la escena que habían presenciado. Holly tenía la boca entreabierta y una mirada de profundo dolor. Casi parecía sentirse culpable, como si aquello fuera culpa suya.

Yo miraba a Aidan esperando que reaccionara, pero él parecía tan mudo como el resto.

-         ¿A qué esperas? – le increpé - ¡Ve a buscarle!

Fui el blanco de todas las miradas, pero en ese momento me obligué a dejar la vergüenza de lado.

-         ¡Papá, ve tras él! –le insistí.

Aidan pareció reaccionar por fin. No podía dejar que Alejandro se fuera así, tan dolido.

-         Vuel….vuelvo enseguida – anunció, y salió detrás de él.

Suspiré.

-         A esto le llamo yo un éxito de fiesta… - murmuré.

Gracias a Dios, había niños pequeños en la casa.  Ellos también se habían impactado, pero no entendían bien lo que había pasado así que se limitaban a estar calladitos intentando comer en silencio. Pero en ese momento Kurt y Hannah tiraron sin querer del mantel mientras intentaban alcanzar los refrescos, y provocaron un pequeño desastre con la comida.

-         Ups…

Su cara era bastante cómica, y el señor Morrison fue el primero en reír. Después, empezaron a reírse los demás, y con eso la tensión disminuyó un poco. Kurt se acercó a mí despacito, como para ver si estaba enfadado.

-         Lo siento…fue sin querer… - me dijo. Tenía la camiseta toda manchada de nocilla, porque se le habían caído algunos sándwiches encima.

-         No pasa nada, enano. Era justo lo que tenías que hacer – le aseguré, y le limpié un poco.

Kurt me miró confundido, sin entender por qué le felicitaba por algo así. Puso un gesto que venía a decir “quién entiende a los mayores” y luego se fue corriendo detrás de Hannah. Alguien puso música a un volumen suficiente como para que la gente se fuera animando a hablar nuevamente.

Michael y Zach recogieron lo que se había caído al suelo y Holly enseguida se acercó para ayudar.

-         No te preocupes, lo hacemos nosotros – la frené.

-         No me cuesta nada…

-         Eres una invitada. – repliqué. – Deja que lo hagamos nosotros.

La noté bastante alicaída y maldije a Alejandro en varios idiomas. Luego me di cuenta que no se trataba solo del “gran recibimiento” de mi hermano, sino que se encontraba allí, en aquella fiesta, y no conocía a nadie. Aidan se había ido a buscar a Alejandro y ella tenía que estar a punto de coger e irse también, pensando que aquello había sido un error.

-         Ven, voy a presentarte a mis hermanos. – anuncié.

Holly dedicó una mirada nerviosa a sus bebés, que estaban sentados en el suelo, y creo que estaba pensando en que no estaba segura de querer conocerlos, en vista de cómo había ido con Alejandro.

- Chicos, venid aquí. Kurt, Hannah, Alice. Venid a dar un beso a Holly – decidí empezar por los pequeños porque ellos siempre se ganaban a todo el mundo en un segundo.

Holly sonrió de una forma que evidenciaba que le gustaban los niños, y se agachó para saludarles. Era bastante alta, eso ya lo había notado, pero también fuerte, porque Hannah se colgó de su cuello y  ella la levantó sin problemas.

-         Hola – saludó la enana, sin vergüenza alguna. Kurt era un poco más tímido y saludó con la mano.

-         Hannah, peque, que pesas…

-         No importa, no pesa nada – aseguró Holly, y la agarró bien para que no se cayera. – Hola, Hannah.

-         Me gusta tu pelo – comentó Hannah, y se puso a tocárselo como si nada. Esa niña no tenía vergüenza e.e

-         ¿Sí? Vaya, gracias. Y a mí el tuyo :3

-         ¿Eres su mamá? – preguntó Kurt, señalando a los trillizos. Holly asintió. - ¿Por qué tienen el pelo naranja?

-         Pues… su papá lo tenía así. El resto de mis hijos tienen mi color, o el de sus abuelos.

-         ¿Cuántos hijos tienes? ¿Cómo se llaman? ¿Son mayores o pequeños? ¿Son niñas? ¿A qué colegio van? ¿Tienen seis años? Yo tengo seis. ¿Llevan gafas? – bombardeó Kurt. Era experto en hacer más preguntas de las que uno podía responder.

-         Despacio, enano, despacio. – le dije.

Holly soltó una risita y estiró el brazo para hacerle una caricia. Alice tiró de su falda para hacerse notar, pero ella no pareció agobiada por tres pequeños reclamando su atención. Supongo que estaba acostumbrada.

-         Tengo ocho hijos más, y algunos son más grandes y otros más pequeños que tú – respondió Holly.

Estoy seguro de que a Kurt le hubiera encantado seguir haciendo preguntas pero Dylan se acercó a nosotros en ese momento, y en concreto fue directo hacia los bebés. Aunque me odiara a mí mismo por pensar así, tuve miedo de que pudiera hacer daño a alguno de ellos, así que le vigilé de cerca y me puse a su altura.

-         Mira, Dylan. Son bebés. Son los hijos de Holly. ¿La has dicho hola?

Dylan miró a Holly como si no hubiera reparado antes en ella y no debió de considerarla interesante porque enseguida volvió a fijarse en los bebés. Estiró la mano hacia uno de ellos, y le tocó el pelo, muerto de curiosidad por aquella tonalidad, que era incluso más intensa que el castaño rojizo de Maddie. Ella también lo había tenido así de más pequeña, pero mis hermanos o no se acordaban o no existían entonces.

-         El p-pelo rojo y los ojos a-azules es la co-co-combinación menos frecuente entre los humanos – declaró Dylan, en ese tono especial que ponía cuando repetía algo que había leído en alguna enciclopedia.

Debía de ser cierto, porque Dylan raramente se equivocaba. Lo cierto es que aquellos bebés eran bastante monos, y en ese momento uno de ellos –aun no sabía distinguir quién era quién- soltó una risita muy tierna.

-         Eso dicen – respondió Holly, agachándose a la altura de Dylan – Y yo tengo tres así. Qué suerte ¿no?

Dylan asintió.

-         Me llamó Holly. Y él es Dante. Tyler, Avery – dijo Holly, señalado a cada uno - ¿Y tú?

-         Dylan.

-         Encantada, Dylan. ¿Quieres jugar con ellos? A Dante le gusta mucho la pelota, pero es muy tímido. No le gusta estar con gente que no conoce.

-         A mí t-tampoco. – respondió Dylan – P-pero ya sabe mi n-nombre, así que ya me c-conoce.

Holly sonrió ampliamente. No sabía si papá le había hablado sobre Dylan o es que ella había intuido que era especial, pero parecía saber exactamente cómo tratarle.

En ese momento Aidan volvió a entrar, pero lo hizo sin Alejandro. No era posible que no le hubiera encontrado, porque habían salido casi a la vez….

-         ¿Qué pasó? – le pregunté.

-         Que es un cabezota. Dice que no quiere entrar….grrr…

-         ¡No pienso entrar mientras “esa” esté ahí! – se le oyó gritar.

Papá puso una mueca, y parecía estar haciendo esfuerzos por no salir y estrangularle.

-         Ya he tenido demasiada paciencia… Se está pasando… - gruñó,  e hizo ademán de girarse para salir de nuevo.

-         Espera – pidió Holly – Si el problema lo tiene conmigo soy yo quien debería ir a hablar con él.

-         No sé si es buena idea… - respondió Aidan.

-         Es tu fiesta, así que el que debe estar aquí dentro eres tú. Déjame intentarlo – insistió ella.

-         Ole sus ovarios – me dijo Michael, en voz baja. Asentí. Decía mucho de ella el que quisiera hablar con Alejandro después de cómo le había recibido.

Aidan dudó durante varios segundos, pero en realidad no se lo podía impedir.

-         Está bien. Pero si es maleducado contigo vienes y me lo dices.

Michael y yo intercambiamos una mirada elocuente. Era bastante obvio que iba a ser maleducado con ella.


-         ALEJANDRO´S POV-

Estúpido Ted. Seguro que me había ocultado a propósito que venía la tipa esa. ¿Qué hacía allí? ¡No pintaba nada!  Era solo para familia y amigos. FAMILIA Y AMIGOS. No para pelandruscas aprovechadas en busca de una buena oportunidad. ¡Y encima se presentaba con bebés! ¿Qué buscaba, dar pena? ¿Ganarse a papá a través de los niños? ¡Igual le daba por decir que los bebés eran suyos y le ataba por ahí!  ¡O igual eran suyos de verdad! Eso explicaría por qué papá la defendía tanto si ni la conocía.  Prefería a la Holly esa que a su propio hijo…

Hijo no. Hermano. Yo sólo era su hermano, y aquella mujer, si salía con papá, sería mi cuñada. Y a la cuñada seguro le estorbaban los doce hijos de su nuevo novio. Ya nada sería lo mismo. Papá dejaría de ser papá y sería sólo mi hermano y tendría sus propios hijos.

La otra opción es que aquella mujer aceptara todo aquello de papá y nos pidiera que le llamáramos “mamá”. Eso era tan absurdo que de no estar tan enfadado me hubiera reído. Ella no era y nunca sería mi madre. Yo ya tenía una, y no iba a venir nadie a mis quince años a ocupar su papel.

No era un egoísta. Entendía que papá tenía ciertas necesidades, y hasta me alegraba que ya no quisiera vivir como un monje tibetano. Pero si lo que quería era echar un polvo, ¿por qué no buscaba alguien más atractivo, y sin hijos? ¡Y no nos la tenía que presentar! Presentar a una chica siempre implicaba que las cosas iban en serio.

No entendía que había visto papá en ella, pero su cara de bobo cuando la vio entrar delataba que me tenía que preocupar.

Cuando me dijo que “no me quería ver en toda la tarde” pensé que había empezado demasiado pronto a ponerla a ella por encima de nosotros. Me sentí muy dolido. ¡Y pensar que habíamos pensado toda aquella fiesta para él! ¡Y que había convencido a todos para comprarle un gato! Cogí al pequeño minino y salí de casa. ¡Si no me quería allí iba a darle el gusto!

Aidan salió detrás de mí y por más que aceleré el paso terminó por alcanzarme.

-         ¡Alejandro, vale con la pataleta! ¿Qué diantres te pasa? Ni siquiera la conoces, no sé por qué te has puesto así con ella.

-         ¡Tú tampoco la conoces! ¡No sé por qué está aquí!

-         Yo sí la conozco. La he visto varias veces y…. – suspiró - … tuvimos una especie de cita. Yo no la he pedido que venga, ha sido tu hermano, pero me alegro mucho de que lo hiciera porque quiero que ella esté aquí.

-         ¡Pues yo no! ¡Y yo estaba primero! – le reclamé.

Aidan resopló, y se puso delante de mí para que no siguiera avanzando.

-         Habla conmigo, Alejandro. Dime de qué se trata. ¿Qué pasa?

-         ¡Nada! ¡Ve y quédate con ella, ya que a mí no quieres verme!

-         Siento haber dicho eso… claro que quiero verte. Quiero ver al chico educado que sé que sabes ser. Le debes una disculpa a Holly, hijo. Ella no te hizo nada y aunque lo hubiera hecho no debiste hablarle así…

-         ¡Me disculparé cuando las vacas vuelen! Así que ve y ponle alas a ver si empieza a volar. – le gruñí. Papá me agarró fuerte del brazo.

-         Otro comentario más relativo a su cuerpo y me da igual quién esté mirando, que te doy aquí mismo.

Le miré con rabia y tiré del brazo para que me lo soltara. El gato protestó entre mis brazos, por lo brusco del movimiento.

-         Ya sé, ya sé, pequeño. Le importa ella más que nosotros.

-         ¡Eso no es cierto, y lo sabes! – replicó papá – Nada en el mundo me importa más que mis hijos. Nada. – me aseguró, mirándome fijamente. - Anda, ese gato es muy pequeño para que le tengas danzando por ahí. Entra en casa.

-         ¡No!

-         Entonces ¿qué? ¿Te quedarás aquí para siempre?

-         ¡Me quedaré aquí hasta que ella se vaya! – sentencié, y me senté en el bordillo.

Noté como Aidan hervía de rabia y respiraba hondo intentando contenerla. Soltó un gruñido de frustración y dio media vuelta, para volver a entrar en casa. Volví a gritar mis condiciones pero no pareció importarle, porque me dejó ahí tirado en la calle. Definitivamente sus prioridades habían cambiado…

Escuché la puerta y pensé que era papá, pero se trataba de aquella mujer. Si las miradas matasen, la mía la habría asesinado, pero ella no se dio por enterada. Caminó hacia mí y se sentó a mi lado.

-         Lárgate, no quiero tu compañía.

-         No he venido a verte a ti, sino a ese gatito tan mono. – replicó. Se me desencajó la mandíbula. Pero... pero…¿quién se creía que era? Grrr.

-         ¡Pues él tampoco quiere!

-         ¿Ah no? ¿Le has preguntado? – me dijo, y estiró la mano para acariciar al gatito. Tenía las uñas pintadas de una forma demasiado alegre para alguien de su edad. Parecían las uñas de una niña pequeña. O quizás era yo buscando cosas suyas que no me gustaran.

El gato parecía encantado con sus caricias. Bicho interesado y traidor…

-         Es una ricura. Nosotros tenemos un gato también. Bueno, y más animales. Mi casa parece un zoo – comentó. Contra mi voluntad, aquello me dio mucha curiosidad. Pero tampoco podía preguntarla directamente y que viera que me interesaba…

-         Nosotros sólo este. Se lo hemos regalado hoy a mi padre, pero ahora se lo desregalo y va a ser mío.

Escuché un ruidito extraño y vi que Holly estaba intentando no reírse, pero sus ojos la traicionaban. Solté un bufido y empecé a levantarme, pero ella me agarró para que no me fuera. Hizo esfuerzos por ponerse seria.

-         No puedes deshacer un regalo.

-         ¿Quién lo dice?  - repliqué.

-         Cuando regalas algo ya es de esa otra persona y no se lo puedes quitar.

-         ¡Si tanto te importa regálale tu gato!

-         No es mío, es de mi hijo. – respondió, con calma, como si fuera incapaz de percibir el tono iracundo con que le hablaba. – Además, las mascotas son amigos para toda la vida. No puedes cambiar uno por otro así como así. Son parte de la familia.

Esa forma de pensar me gustaba bastante.

-         Pues esta familia ya está completa con este gato, gracias. No necesita a nadie más – la solté, esperando que se diera por aludida.

-         No voy a quitarte a tu familia, Alejandro. No creo que pudiera hacerlo ni aunque quisiera intentarlo – me dijo, irradiando sinceridad con cada palabra.

Miré al infinito para no tener que mirarla a ella y me esforcé por enviarle ondas negativas a ver si se iba. Ella dejó de acariciar al gato para intentar agarrar mi mano, pero yo se lo impedí.

-         ¡No me toques! ¡No eres nada mío!

Holly suspiró, y miró al horizonte como yo.

-         Te pareces mucho a tu padre – comentó – Fruncís el ceño exactamente igual cuando estáis enfadados y tenéis el mismo genio. Debe de ser terrible estar cerca de vosotros cuando os peleáis.

-         Sabes que no es mi padre de verdad ¿no? No sé que intentas con eso de “sois como dos gotas de agua”, pero te estás colando.

-         Oh, ya sé que es tu hermano. Por eso os parecéis físicamente también, pero hay cosas que no vienen dadas por la genética.  Te guste o no tenéis el mismo carácter.

No respondí, aunque pensé que tal vez fuera cierto. No entendía a dónde quería llegar, pero puede que tal vez no quisiera llegar a ningún sitio, sino simplemente hablar conmigo e intentar caerme bien.

-         Es una lástima que hagáis una fiesta tan bonita y te la pierdas por quedarte aquí. – me dijo.

-         No parece que nadie me eche de menos – respondí. “Al menos, papá no” añadí para mí.

-         ¿Y cómo sabes eso? ¿Cómo es que sabes lo que la gente piensa, o lo que va a pasar si no escuchas nada más que las ideas que te has formado en la cabeza? – preguntó. Supe que no hablábamos sólo sobre si me echaban de menos dentro o no, sino también de ella, y mi forma de reaccionar ante su presencia. Me estaba diciendo que me había hecho ideas preconcebidas…¿es que acaso estaba dentro de mi cabeza?

-         A veces no necesito escuchar nada más – gruñí.

-         ¿No lo necesitas, o te da  miedo? – insistió.

Solté un bufido como toda respuesta.

-         Me estás tocando mucho las narices… - murmuré.

-         Sólo estamos hablando. Antes de decidir si me caes bien o no, tengo que conocerte.

¿¡Si yo le caía bien!? ¡Era ella quién tenía que caerme bien a mí! Abrí la boca para ponerla en su sitio, pero entonces me topé con su sonrisa, y entonces vi que solo estaba tomándome el pelo. Algo me decía que yo ya le caía bien.

-         ¿Para qué quieres conocerme? Finge que te llevas bien conmigo cuando Aidan esté delante, y ya. No tienes que hacer el paripé.

-         No es ningún paripé. Eres una de las doce personas más importantes para Aidan, y tengo claro que necesito pasar tu examen primero antes de intentar si quiera pasar el suyo. Además, si quiero que Aidan sea feliz, tengo que empezar por hacer que sus hijos sean felices. Nada tendrá sentido si no. Tu padre y yo nunca seremos amigos si nuestros hijos sufren por ello.

La miré fijamente, como intentando descubrir si mentía, pero no pude notar nada que me dijera que estaba diciendo falsedades.

-         Ya, claro “amigos”. Como si sólo quisieras eso…

-         Bueno, no quiero gafar nada. – respondió. Me sorprendió que no lo negara.

Estaba claro que ella no se iba a rendir, y que yo no estaba consiguiendo nada con Aidan. Tal vez, si al menos supiera algo más sobre ella…

-         ¿Cuántos hijos tienes? ¿Sólo esos tres? – inquirí. Tenía que reconocer que los criajos eran bastante adorables.

-         Tengo once.

¡Once! ¡Once hijos! Y papá doce. De pronto, una sonrisa empezó a entender por mis labios: con once hijos, no tenía nada que hacer. No había forma humana de que papá y ella terminasen juntos si el resultado era veintitrés hijos. No tenía nada que temer.

-         Entonces, ¿qué dices? ¿Entramos? – preguntó.

-         Está bien – accedí. De todas formas dudaba mucho que fuéramos a volver a verla por allí. ¡Once hijos! Qué número tan maravilloso de pronto.

-         ¿De verdad? – se sorprendió, con una enorme sonrisa.

-         Me he ido sin el móvil, y me aburro. Al menos dentro hay comida – respondí, y me encogí de hombros, de mejor humor repentinamente desde que había entendido que lo de esa mujer y papá era imposible.

-         Sí, tienes razón.  – apoyó, y empezó a levantarse. Era más ágil de lo que parecía, porque estábamos sentados prácticamente al nivel del suelo, pero se levantó sin problemas.

Entramos en casa y enseguida supe que aquello iba a salirme caro, porque papá me miraba de una forma que no auguraba nada bueno. Holly pareció darse cuenta también y puso una mano en mi espalda, como para llamar mi atención.

-         Yo no me acercaría ahora a tu padre, ¿mm? Déjale un rato para que se le pase.

Asentí, aceptando el consejo, y pasé el resto de la tarde intentando no quedarme a solas con papá, lo cual no era difícil con la casa abarrotada de gente.

-         AIDAN´s POV –

De alguna forma, Holly había conseguido que Alejandro entrara en casa. Tenía mucha curiosidad por saber de qué habían hablado, pero no pareció que fueran a decírmelo.

No podía evitar pensar que últimamente mis hijos -no sólo Alejandro, pero en especial él- estaban muy malhablados. Hacía solo unos días que había faltado al respeto a su profesora y había hecho lo mismo con Holly. Eso se tenía que acabar.

Aunque tal vez pudiera esperar a que terminara la fiesta. La gente importante en mi vida estaba allí presente, comiendo tarta, gastando bromas, contando anécdotas. Me sentía muy a gusto y experimenté una nueva oleada de agradecimiento hacia mis hijos por haber organizado aquello.

Me senté en el sofá a comer un trozo de helado, pero en verdad lo hice para estar al lado de Holly.

-         ¿Todo bien con Alejandro? – quise saber. – No le escuches cuando está en ese plan. Él sólo…

-         ….Siente que debe defender su territorio – terminó ella por mí – Es una reacción perfectamente comprensible.

La miré sin poder evitar pensar que ella entendía a mi hijo mejor que yo mismo. Es decir, en verdad no sabía qué le pasaba a Jandro.  Para mí esos ataques hacia Holly no tenían ningún sentido. Los demás no se lo habían tomado tan mal, aunque me había fijado en que Harry tampoco parecía muy contento.

-         Tú no le has hecho nada.

-         No, pero para él, se lo puedo hacer. Es lo mismo que sentirían mis hijos si tú vinieras a mi casa – me dijo.

Estuve a punto de decir “no, no es lo mismo, tus hijos han perdido un padre y sentirán que yo quiero reemplazarlo”, pero entonces caí en la cuenta: Alejandro había tenido una madre. Una a la que recordaba, a diferencia de sus hermanos. Una que le había abandonado. Dudaba que sintiera a su madre como “su madre” y tuviera miedo de que alguien la reemplazara, sino que más bien debía tener miedo de que yo le abandonara, como había hecho ella. Como había hecho Andrew. ¿Acaso se pensaba que si empezaba a salir con alguien me iba a olvidar de él? Al menos en parte, debía pensarlo. Mi pequeño tontorrón…

-         ¿Tus hijos saben que estás aquí?  - se me ocurrió preguntar de pronto – Es decir, en mi casa. En mi… cumpleaños, supongo, aunque esto me ha pillado por sorpresa.

-         Sí, se lo he dicho.

-         Y… ¿cómo se lo han tomado? – tanteé.

-         Digamos que ha habido…diferentes opiniones – respondió.

Esa forma tan poco directa y políticamente correcta me hizo pensar que se lo habían tomado bastante mal. Suspiré. Era un terreno difícil de pisar. No sólo era nuevo en aquello de las relaciones, sino que había muchos factores a tener en cuenta. Y sin embargo, no podía rendirme sin siquiera intentarlo. Eso no iba conmigo.

Sentí que algo tiraba de mi pantalón y al instante siguiente noté una presión en mi pierna. Uno de los bebés de Holly había dejado de jugar con Alice, Hannah y Kurt y había venido hacia nosotros. Se agarró a mí, y me miró desde abajo con unos ojos muy grandes. Intenté recordar cuál de los tres era, pero era muy difícil.

-         ¿Cómo les distingues? – indagué.

-         Tienen personalidades muy diferentes. Dante es tímido y callado. Avery es un charlatán, y Tyler es un trasto. Y físicamente también tienen sus diferencias. Si te fijas, Dante es un poco más pequeño que sus hermanos. Era el que menos pesaba cuando nació. Y Tyler es el único que tiene pecas, aunque imagino que tarde o temprano le saldrán a los demás.

-         Así que tú eres Tyler – le dije, al pequeño mocosito que se había aferrado a mí. Sonreí y le alcé en brazos, para sentarle encima de mí. El enano pareció estar cómodo, y luego señaló mi helado, como pidiéndolo – Ah, mírale qué listo – me reí, miré a Holly para ver si estaba de acuerdo, y le di a probar un poco. - ¿Está buena?

-         ¡Shi!

Estiró la mano y cogió otro poco con los dedos, sin cuchara ni nada.

-         ¡Tyler! – regañó Holly, no sé si porque no usara cubierto o porque cogiera de mi plato. El pequeño se llevó los dedos a la boca y los dejó ahí dentro, sonriendo.

-         Golosito – le dije y le hice cosquillas.

Era una ricura de crío, y a mí me encantaban los bebés. A quien también le gustaban era a Barie, y en ese momento nos miraba con ojos brillantes, como anhelando estar así con el enano también. Los otros trillizos no la habían hecho mucho caso, más interesados en Alice que tenía juguetes que les interesaban. Hice una seña para que se acercara, y vino prácticamente a saltitos.

-         Hola, mi amor – saludé.  – Ven aquí, siéntate – hice un huequito a mi lado en el sofá.

Bárbara se sentó y Tyler la miró con curiosidad. Se fijó en la pulsera que llevaba mi hija e intentó cogerla. Supongo que le llamaba la atención porque tenía muchos colores. Bárbara se la quitó y se la dio.

-         ¿Te gusta?

-         “Arcoidis” – dijo el pequeño, agitando la pulsera.

-         Muy bien, peque, tienes razón. Tiene muchos colores como el arcoiris – alabó Barie.

Entonces el crío se llevó la pulsera a la boca, para morderla. Holly, con muchos reflejos, le apartó la mano de los labios rápidamente, aunque el movimiento fue algo brusco y asustó al pequeño, que empezó a llorar.

Bárbara puso una expresión horrorizada.

-         Lo siento, lo siento… No sabía que se lo podía tragar… Perdón…

-         No te preocupes. Le está saliendo un diente que le molesta mucho y lo quiere morder siempre todo. – dijo Holly, cogiendo a Tyler en brazos y dando botecitos con él para que se calmara – No pasó nada. Ya está, shhh, ya está…

Bárbara me miró muy apenada y pasé un brazo por sus hombros, para acercármela y darle un beso.

-         No ha sido culpa tuya, cariño. Tranquila.

-         Claro que no. – apoyó Holly -  Esta bolita tiene que tocarlo todo y llevárselo a la boca ¿verdad que sí? – le hizo cosquillas al crío, que poco a poco dejó de llorar. – Eso no se muerde, bebé. No, no.

Bárbara se recostó contra mí y me habló al oído.

-         Es muy dulce – susurró.

-         Como tú – repliqué, y le di un toquecito en la nariz.

-         ¿Te gusta tu fiesta? – preguntó.

-         Me encanta, mi vida. Muchas gracias por hacer esto.

-         ¿Y el gatito? Fue idea de Ale.

-         El gatito es adorable. – dije, y busqué al animalito con la vista. Estaba con los más pequeños, soportando pacientemente que le llevaran de un lado a otro.

-         Pero, ¿es para ti o para ellos? – preguntó Holly, divertida.

Me reí.

-         La verdad es que no lo sé. Pero Alice lo confundió con uno de sus peluches.

Miré a todos mis hijos, y en ese momento me sentí muy feliz. Lo único que podía mejorar mi ánimo era que la silla de Ted desapareciera para siempre. Pero incluso si no era así, días como aquél me demostraban que era posible seguir adelante. Que el chico perdido de dieciocho años que yo había sido una vez podía llegar a ser un hombre de treinta y ocho con doce maravillosos hijos, y que de alguna forma era posible sobrevivir con una familia como la mía.

Era consciente de que, pese a todo, había tenido mucha suerte en la vida. No todo el mundo consigue vivir de lo que le gusta, y no todo el mundo tiene un trabajo que le permite dedicarse a su familia.

-         Tienes unos hijos maravillosos – comentó Holly, sacándome de mis pensamientos. Barie y Tyler se habían alejado un poco, hacia la mesa de la comida.

-         Son buenos chicos – corroboré.

-         Pocos niños le montarían una fiesta a su padre. ¡Con catering y todo! Y han llamado a tus conocidos… Es genial.

-         Tengo mucha suerte….Oh, y tus trillizos son unos soles. Me encantaría conocer a tus otros hijos.

Su rostro se ensombreció un poco, pero no perdió la sonrisa.

-         Claro…

-         Apenas me has hablado de ellos.

-         Pues… emmm… ¿por quién empiezo? Yo...mmm…esto…


Se la veía muy incómoda. ¿Quizá pensaba que si me hablaba de sus hijos iba a arrepentirme de querer conocerla mejor? Sabía perfectamente que si llegaba a salir con ella sus hijos iban a formar parte de la ecuación, y aunque eso me asustaba un poco, no podía ser de otra manera.

Decidí dar un paso adelante y demostrarle que podía confiar en mí. La agarré la mano y la miré fijamente.

-         De verdad quiero conocerles. No tiene por qué ponerte nerviosa: no voy a salir corriendo ni nada parecido. Tú no lo has hecho. Y oye: uno de mis hijos mayores te ha insultado nada más llegaste. Creo que si alguien debería pasar vergüenza aquí, soy yo.

Sonrió levemente y suspiró.

-         Es una historia un poco larga… - comenzó.

Me di cuenta de que esa habitación, llena de gente, con música, risas, conversaciones y demás, no era el mejor sitio para tener una conversación seria. Me levanté y tiré de ella para llevarla a la cocina, ya que con la puerta cerrada tendríamos algo de tranquilidad.

-         Quiero escucharla toda – le aseguré, mientras cogía la tetera para hacer un poco de té.

-         Pues… supongo que habrá que empezar por el principio… Yo… me casé con dieciocho años. – dijo, y esperó un momento, como para ver mi reacción.

-         Un poco joven – admití. Di por sentado que se casó porque estaba embarazada. Sin embargo, ella pareció leerme la mente, porque lo siguiente que dijo desmintió mi hipótesis.

-         Connor era mayor que yo. Ocho años mayor. Había pasado mucho tiempo trabajando para mi familia, y siempre fue muy protector conmigo. Al principio como un hermano mayor… Luego como algo más. Yo… por diferentes motivos, quería salir de mi casa. Y estaba enamorada. Así que en cuando tuve la edad legal, me casé con él.

-         Oh. No era un poco… ¿mayor para ti? – indagué. Intenté que no sonara como un juicio.

-         Sé lo que parece: un típico enamoramiento adolescente de un hombre mayor y atractivo. Bueno, tal vez empezara siendo eso, pero luego se convirtió en mucho más. Él era…

Holly se interrumpió cuando la puerta de la cocina se abrió bruscamente. Kurt y Hannah venían persiguiéndose, riendo y algo acalorados por la carrera. Pasaron demasiado cerca de la tetera, y apunto estuvieron de derribarla, al dar un golpe sobre la mesa.

-         ¡Eh! ¿Cuántas veces os he dicho que no se entra en la cocina sin permiso? ¿Y que aquí dentro no se juega?

Los mellizos se quedaron clavados en su sitio, porque les hablé muy serio.

-         Perdón…

- No se corre en la cocina. Id fuera a jugar, vamos.

Se fueron y volví a cerrar la puerta.

-         Tengo pánico a que se quemen, o se corten o algo así… - le dije a Holly, y ella asintió.

-         Yo también. Con tanto niño a veces es difícil tenerles a todos controlados, así que tampoco les dejo entrar, porque no siempre puedo estar pendiente de lo que tocan.

-         Decías que te casaste joven… - recordé, para animarla a continuar.

-         Sí… Connor me pagó la universidad. Me avergüenza mucho decirlo, pero por otro lado supongo que si nos casamos lo suyo era compartir las cosas y el dinero… Estudié periodismo a distancia, porque enseguida quedé embarazada. Al mes de casarnos, nada más.

-         Acabas de ocupar el número uno de mi lista de ídolos: madre primeriza, y estudiante. Pocas combinaciones son más difíciles.

Holly sonrió con timidez.

-         Connor se portó muy bien. Me ayudaba con los niños cuando tenía que estudiar. Además, al ser a distancia, no tenía que ir a clases. Sólo hacer los exámenes, y eso.

-         Yo nunca hice una carrera – confesé, olvidándome de que ella ya sabía cada detalle de mi vida por las entrevistas – Siempre me arrepentiré de eso, pero realmente nunca tuve opción.

-         ¿Qué hubieras querido estudiar? – me preguntó, curiosa.

-         Literatura. O Magisterio. O Literatura y magisterio. – sonreí.

-         A mí también me gustaba eso. Aunque el periodismo tiene una ventaja: durante muchos años, pude redactar artículos desde casa, así que podía cuidar a los chicos. Eran artículos esporádicos… No ganaba tanto como en un trabajo “al uso” en una oficina, pero era un plus para la economía familiar…

-         Dijiste que tu marido era militar. ¿Con eso os arreglabais? ¿Y pudo pagarte la carrera?

Tenía curiosidad. El dinero había sido un gran problema para mí en el pasado, y quería saber cómo se las había arreglado otra familia supernumerosa. Tenía entendido que el sueldo del ejército no era demasiado alto…

-         Con eso, y con el negocio de su familia. Connor tenía cinco hermanos, y entre los seis se dedicaban a la venta de caballos. Connor empezó desde abajo: trabajó con mi padre como chico del establo. Luego creó su propio negocio, y tuvo más éxito del que mi padre tuvo nunca.

-         Oh. Me encantan los caballos – sonreí, sin poderlo evitar.

-         A Connor también. Nunca entendí por qué lo vendió todo, y se desligó de ello, hasta hace unos años – susurró.

-         ¿Por qué fue? – pregunté, asombrado. Nunca había sido tan preguntón, pero quería saberlo todo sobre ella. Era casi como una necesidad física.

-         Tenía un lío con una de las empleadas – respondió, con cierta resignación, como si ya lo tuviera aceptado. – Supongo que le entró un ataque de conciencia y quiso poner tierra de por medio.

Se hizo el más estricto silencio, porque no sabía qué decir. No me había esperado aquello para nada.

-         Va…vaya…

-         Te lo estoy contando todo desordenado, y vas a pensarte cualquier cosa. Tú en realidad querías saber de mis hijos. Como ya sabes, tengo once, pero sólo di a luz a diez de ellos. Bueno, a doce. Tuve dos abortos hace tres años. – comentó, con pena.

-         Lo lamento mucho…

- Yo también.

Estuve a punto de preguntar por aquél hijo al que no había dado a luz, pero entonces la puerta de la cocina volvió a abrirse. Esta vez se trataba de Alice y Kurt, jugando creo a una especie de pilla pilla, donde Alice era quien la ligaba.

-         ¡Kurt! ¿Qué acabo de decirte?

Kurt dejó de correr y Alice le alcanzó en ese momento.

-         ¡Gané!

-         Alice, sabes que no podéis estar aquí. – regañé.

Caminé hacia ellos, y a Kurt le agarré del brazo y le giré.

PLAS

-         Tú estabas avisado. Y tú tampoco vuelvas a entrar, Alice.

Alice negó con la cabeza y me miró con la boquita entreabierta, mientras Kurt empezaba a llorar de esa forma suya tan devastadora. Me pidió perdón entre gimoteos, y le cogí en brazos. Odiaba hacerle llorar, pero más odiaría si se lastimaba con algún objeto de la cocina.

-         Aquí no se juega, peque. Ya lo sabes. Hay que hacerle caso a papá, ¿eh? Vamos, que no ha pasado nada. Ya, ya…

Se pegó contra mí, tristón porque le había regañado. Le senté conmigo y le peiné con los dedos, mientras le miraba a ver si había dejado de llorar. Comprobé que sí, y le limpié la carita.

-         ¿Has comido muchas chuches? – le pregunté, y él asintió. Le hice cosquillas - ¿Sí? ¿Muchas, muchas? ¿Y helado?

-         También.

-         Qué morro. Pero bueno, ¿de quién es el cumple, tuyo o mío? Y te has comido mis chuches. Ahora yo voy a tener que comerte a ti – bromeé, y le mordisqueé el hombro. Kurt me deleitó con una de sus risas largas y estridentes, de esas que le hacían revolverse entero. Le sonreí. – Ale, ve a por más. Pero recuerda lo que te dice papá ¿eh? No más chuches de las que te caben en dos manitas. Que luego te duele la tripa.

-         ¿Puedo tomar Coca-cola? – preguntó. No les solía dejar tomar refrescos con cafeína, pero había visto que habían comprado Coca-cola sin cafeína, para los peques.

-         Sí. Dile a Ted o a Michael que te sirvan un vaso.

Kurt sonrió y volvió a la fiesta, llevándose a Alice consigo.

-         Es un niño muy tierno – dijo Holly. Solo en ese momento recordé su presencia. Me había envuelto en una burbuja con mi hijo y me había olvidado de que ella estaba delante.

-         Sí… Me derrite de mil formas diferentes. – respondí, con algo de cautela. No me gustaba castigar a mis hijos delante de otras personas. En primer lugar, porque era algo entre mis hijos y yo, y no quería avergonzarles ni que nadie se inmiscuyera. Y en segundo lugar, porque sabía que no todo el mundo estaba de acuerdo con mi forma de educarles, y quería evitar enfrentamientos innecesarios.

Holly miró al infinito, probablemente tan incómoda como yo, y luego me miró a mí.

-         ¿Por qué tienes esa cara? – me preguntó – Te has puesto blanco. No voy a reprocharte nada, si es lo que estás pensando. Sé que no le has hecho daño.

Fui incapaz de detectar si bajo sus palabras subyacía algún tipo de segunda opinión. Si realmente no tenía ningún reproche, o solo estaba siendo educada.

- Jamás le haría daño. Sé que mucha gente dice que…

- Sé lo que dice la gente. También sé que quieres a tus hijos, y que eres cariñoso con ellos. Es lo único que me importa – me tranquilizó. Dudó un poco antes de añadir algo. – Yo también lo he hecho alguna vez.  Y… bueno, da igual, ahora no es el momento. El caso es que entiendo por qué lo hiciste, y en realidad fuiste suave con él. De hecho me asombró un poco que llorara así. ¿Es… la primera vez que le das una palmada? – indagó.

-         N-No… Pero él siempre llora… Se pone triste si cree que estoy enfadado con él.

-         Cosita… - dijo, en tono dulce – Es tan tierno…

-         Es mi bebé grande – respondí, más tranquilo, y con mucho cariño hacia mi enano. – Gracias por entenderlo… Yo… no quiero que pienses que soy un monstruo, o algo así.

-         Ah, no, sí que eres malo por regañar a ese trocito de azúcar. ¡No tienes corazón! – protestó, poniendo una voz que evidenciaba que estaba de broma. Después, los dos nos reímos, y me di cuenta de que reía mucho más cuando ella estaba cerca.

-         Ya veo que estás de su parte.

-         Siempre :3

A pesar de que estuviéramos bromeando, algo dentro de mí me decía que de verdad podía confiar en ella, incluso para estar cerca de mis hijos.

-         Nunca has dicho nada sobre que haga de padre con mis hermanos… - comenté, reparando en eso de pronto.

-         Conozco la historia, más o menos. No tengo nada que decir, salvo que te admiro mucho por ello…

Me sonrojé.

-         Antes tenía continuamente la sensación de que no sabía lo que estaba haciendo. – confesé – Creía que era demasiado para mí.

-         Eso te pasaría aunque fueran tus hijos biológicos – me aseguró – Yo lo pienso todos los días. Cuando llega una carta del colegio o cuando llega una factura del hospital, me pregunto si otros padres lo harían mejor.

-         ¿Hospital?

-         Hay épocas en las que parece que vivo allí. Tengo cuatro hijos que… necesitan atención especial.

Entreabrí la boca con asombro.

-         ¿Cómo….cómo mi hijo Dylan? No sé si te comenté que…es autista.

-         Ojalá. – suspiró. Se miró las manos y dejó los ojos caídos, como pensando en algo. Luego sacó su cartera, y empezó a enseñarme fotos. Me revolví en mi asiento, ansioso. Llevaba un rato esperando poder conocer a sus hijos, aunque solo fuera mediante fotos.  – Este es Sam, el mayor. Tiene veintiún años. Y estos son…

-         Espera, espera – la corté. Hice cálculos mentalmente, y las cifras no me cuadraban. – Dijiste que tienes 34 años, y que te casaste con 18… ¿Cómo es que tiene veintiuno?

-         Sam es… era hijo de mi marido. Dejó a una mujer embarazada, antes de salir conmigo… Yo jamás lo supe. Lo mantuvo en secreto y… y nunca se hizo cargo de él. Hasta que Sam cumplió quince años, y su madre murió. Entonces me lo dijo, y vino a vivir con nosotros.

Di un golpe a la mesa, con rabia.

-         Sé que era tu marido pero….- dejé la frase incompleta, para no llamarle de “hijo de puta” para arriba. ¿Cómo puede alguien desentenderse de su propio hijo de esa forma? Pese a todo, no debería haberme sorprendido, puesto que Andrew había hecho lo mismo.

-         Aquello estuvo a punto de acabar con mi matrimonio… Había soportado una infidelidad, así que podía soportar que tuviera un hijo de otra, sobre todo si lo tuvo antes de estar conmigo. Pero ¿ocultármelo? ¿Dejar a ese niño sin padre? ¿Por qué había cuidado de mis hijos y no del de aquella mujer? No podía perdonarle aquello. Sobre todo después de conocer a Sam… Es un gran chico… Y ha tenido que enfrentar muchas cosas solo. Supongo que Connor pensó que no me hubiera casado con él, de haber sabido que había por ahí otra mujer con un hijo suyo. Y tal vez tuviera razón, no lo sé…

-         Vamos, que ese tal Connor era una joya – se me escapó. Me arrepentí enseguida, porque pese a todo había sido su esposo, pero es que no podía evitarlo. Todo lo que sabía de él hasta entonces eran cosas malas.

Antes de que Holly pudiera responderme, Maddie entró en la cocina. Estaba algo seria, y creo que le dedicó a Holly una mirada poco amistosa, pero a mí me sonrió.

-         Papá, tienes que venir un momento. Tienes que soplar las velas.

Intercambié una mirada con Holly, porque nos habíamos quedado a medias con la conversación.

-         Ya seguiremos otro día – me dijo- De todas formas ya he hablado demasiado sobre mí por hoy.

Algo insatisfecho, porque me hubiera gustado que me hablara de sus otros hijos, salí con Maddie rumbo al salón, donde estaban todos.

No solo se trataba de soplar las velas de la tarta, sino que habían preparado un vídeo que proyectaron sobre la pared. Hace tiempo compré un proyector para los días en que todos queríamos ver una peli. Como éramos muchos, a veces la televisión se quedaba pequeña.

El vídeo estaba compuesto por fotos que habíamos ido haciendo con el paso de los años. La primera imagen mostraba una versión mía mucho más joven, con Ted en brazos cuando no era más que un bebé, quizá de la edad de los trillizos de Holly. La seguían muchas más con cada uno de mis hijos, y luego imágenes de conjunto. Había una muy divertida en la que Alejandro tenía toda la cara llena de tarta, y un puchero muy gracioso porque Harry se estaba comiendo su trozo. Una sonrisa bobalicona se extendió por mi rostro mientras las imágenes pasaban, acompañadas de una canción preciosa, que según ponía en el video era “Through The Eyes Of My Father* de Brianna Haynes. Tardé un poco en darme cuenta de que quien cantaba era Bárbara. Mi niña tenía una voz dulce que me llegaba al corazón. No la veía por ningún lado, así que supuse que le había dado mucho apuro estar delante y se habría ido a otra habitación.

 Me sentí muy emocionado, y antes de que pudiera evitarlo, tenía los ojos húmedos y estaba pasando apuros porque no se me notara. La canción terminó con una foto de todos nosotros, con Michael incluido. La habíamos hecho el día que estuvimos en el zoo. Entonces la dinámica del vídeo –que duraba unos quince minutos- cambió, y empezó a sonar una música melódica, instrumental. Ahora en vez de fotos había fragmentos de videos caseros, y la voz de Kurt hacía de narrador. Miré a mi enano, que se había escondido detrás de la mesa, vergonzoso. La primera escena del vídeo fue cuando estaba enseñando a andar a Ted. La escena me tocó especialmente, porque ahora le tenía que enseñar a andar de nuevo.

“Este es mi papá. Bueno, ese no, ese es Ted. Pero el que está detrás de la cámara es mi papá. Cuando yo cumplo años papá dice que me estoy haciendo mayor, pero como él ya es un viejito supongo que ahora se está haciendo un anciano.”

-         ¡Oye! – protesté, mientras todos los demás se reían.

 “Aunque sea un viejito, papá siempre está corriendo de un lado para otro” prosiguió la grabación, mostrando una escena en la que yo dejaba la cámara en el suelo para jugar con Jandro a la pelota. “Se levanta antes que todos y se duerme el último, pero nunca está cansado.”

La siguiente escena se veía algo borrosa, porque la grabó un Alejandro de cinco años. Me estaba grabando a mí, mientras escribía sobre una mesa.
-         ¿En tu cole también te mandan muchos deberes papá? – preguntaba Alejandro en el vídeo. Más risas.

Esto es lo que papá hace toooodo el día.” prosiguió la voz de Kurt.  “Bueno, cuando no está haciendo esto…” (un vídeo en el que estaba cocinando) “O esto….” (un vídeo en el que intentaba bañar a Kurt y Alice cuando tenían un añito) “O esto otro….” (un vídeo en el que le estaba contando un cuento a Cole y a Dylan). “Vamos, que en realidad, papá apenas tiene tiempo para escribir”.

-         ¡Doy fe! – protestó mi editor.

Yo me debatía entre la risa y el llanto. Abracé a Maddie, que era a quien tenía más cerca.

Por si no lo sabéis, papá tiene doce hijos. Y…”

En ese momento el vídeo se interrumpió, y se oyó un ruido fuerte. El proyector se había caído, y en seguida quedó claro quién era el culpable: Kurt corría intentando atrapar al gatito, y lo había tirado sin querer.

-         ¡Kurt! – se quejó Ted, y enseguida todos sus hermanos.

-         Kurt, ¿qué te pasa hoy? Estás muy inquieto – le dije. No estaba enfadado, porque sabía que había sido un accidente. Me arrodillé delante de él – No has parado de correr en toda la tarde. Seguro que es por tanto azúcar que has comido. Tienes que tener más cuidado, hijo. Estábamos viendo el vídeo tan bonito que grabaste.

Toda la gente nos miraba y a Kurt le temblaba el labio, consciente de que había interrumpido el vídeo.

-         Me gustó mucho, bebé. – le dije – Seguro que luego podemos volverlo a ver, no ha pasado nada. Ven, siéntate en el sofá. Aquí quietito ¿sí? – le indiqué, y fui a ver si el proyector se había roto. No hubo forma de volver a encenderlo, así que supuse que tendría que terminar de ver el vídeo más adelante, en el ordenador.

Como no había vídeo, Michael puso velas en la tarta y apagaron las luces para que las soplara, después de cantarme el cumpleaños feliz. Tras tomar la tarta y charlar un rato, la gente empezó a irse. Aunque me había encantado verles a todos, me sentí algo aliviado cuando solo quedábamos mis hijos, Holly, sus trillizos y yo. Era una cantidad de gente más razonable.

Me fijé en que Holly estaba abrazando a Kurt, y que este estaba llorando. Me acerqué a ellos con cuidado…

-         Nadie está enfadado contigo, pequeño. Fue un accidente. Esas cosas pasan. No pienses más en eso y mejor cuéntame cómo hicisteis ese vídeo tan chulo. – le pidió, mientras le acariciaba la carita.

-         Snif… Lo hicieron Tete y Cole… snif…y me dijeron que yo hablara…snif…y me grabaron con el ordenador.

-         ¡Qué divertido! ¿Verdad? – dijo Holly.

Kurt asintió, con un pucherito.

-         No estés triste, azucarito – siguió ella, en tono cariñoso. Sonreí ante ese apodo, pensando que en realidad le quedaba muy bien.

-         Yo quería… snif… que papá esté contento.

-         Y lo estoy, bebe – intervine – Te aseguro que lo estoy – me senté junto a ellos.

-         ¿De verdad?

-         Claro que sí, peque. Me ha gustado mucho todo lo que habéis hecho. Ven aquí, campeón – le senté encima – Te quiero mucho, bichito travieso.

Le di un beso, y miré a Holly con agradecimiento. Había sido muy amable con mi hijo. Kurt parecía cómodo con ella y eso para mí era muy importante. Necesitaba saber si a mis hijos les gustaba Holly, aunque ya sabía que a Alejandro no…

Kurt bostezó, con carita de cansancio.

-         Uy, creo que alguien tiene sueño. Ve a dormir un rato, campeón. Échate una siestecita.

-         ¿Puedo llevarme a Leo?

-         ¿Al gatito? A la cama no, peque. Él tiene su propia cama.

-         Pofaaa. – gimoteó.

A quién iba a engañar: no podía resistirme a esos ojitos que me ponía.

-         Está bien, mocosito consentido.

Kurt cogió al gato en brazos y se subió con él a su cuarto. Debía de habérsele pasado el subidón de azúcar y ahora estaba cansado. Sacudí la cabeza.

-         … Niños como él hay pocos en el mundo. Mi hijo West es más pequeño y es mucho menos cariñoso – dijo Holly – Si te descuidas un poco me lo como.

Sonreí.

-         Gracias por ser tan dulce con él.

-         Gracias a ti, por permitirme conocer a tu familia. Será mejor que nosotros nos vayamos ya…

-         ¿No puedes quedarte un rato más? – le pedí. – Quiero que conozcas a los demás. Que les conozcas un poco, quiero decir, y no sólo saludarles. Y en realidad apenas he podido estar con tus enanos.

-         Bueno…yo… Está bien… De todas formas es hora de que los peques tomen un biberón…¿puede ser? – me preguntó - ¡Falta uno! ¿Dónde está Avery?

-         Estará con Barie…

Efectivamente, les vi bajar por las escaleras en ese momento. Barie le llevaba de la mano, despacito, con paciencia porque el bebé se movía con torpeza.

-         ¡Princesa! Escuché tu canción. Fue muy hermosa.

Barie se sonrojó hasta alcanzar un color más intenso que el pelo de Avery. Le entregó el niño a su madre y vino a darme un abrazo.

-         ¿Te has ido de paseo, cariño? – le dijo Holly a su bebé. Le dio un beso y le quitó la chaquetita que llevaba, porque hacía calor. - ¿Quieres bibe?

-         ¡Sí!

-         ¿Puedo dárselo yo? – preguntó Barie.

-         Cariño, ya está grande, seguramente lo tome solo –le expliqué.

-         Así es – afirmó Holly – Pero puedes ayudarme a prepararlo si quieres… ¿puedo calentar la leche? – me preguntó.

-         Claro. Sí quieres lo hago yo…

-         No hace falta. – negó, mientras revolvía en la bolsita donde llevaba las cosas de los bebés y sacaba tres biberones.

Hasta eso teníamos en común: yo no era partidario de que los bebés dejaran el biberón antes de los dos años, y por lo visto ella tampoco. Ya podían comer otras cosas, claro, el biberón era solo un suplemento nocturno, o una merienda.

Iba a acompañarlas, pero Barie prácticamente me echó.

-         Shu, shu. Tres son multitud. Tenemos que hablar cosas de mujeres.

Intenté contener la risa. Holly me miró confundida, pero se dejó llevar.

-         Está bien, está bien. Yo de todas formas tengo que hablar con Alejandro.

-         ¡No, no tienes! – exclamó el aludido, que me escuchó.

-         Sí, hijo… Ve a tu cuarto, que yo ahora voy.

Le escuché resoplar, pero me hizo caso. Supuse que había llegado el momento. De todas formas había pospuesto demasiado la conversación.

Subí poco después que él, pero pasé primero por la habitación de Kurt, a estar con él un rato mientras se dormía.

- ALEJANDRO´s POV -


Ni siquiera el vídeo le había conmovido lo suficiente como para que se olvidara de lo que había pasado con Holly. Me daba igual cuánto me castigara: no pensaba disculparme con ella. Me había molestado mucho que no se hubiera ido con los demás. ¿Por qué papá le hacía tanto caso? ¡Si no era nadie! ¡Tenía once hijos! ¡No podían estar juntos!

Le esperé en el cuarto pagando mi enfado rayando algunas hojas de mi cuaderno. En cuanto le oí acercarse le dediqué mi mejor mirada de odio.

-         Vaya, estamos enfadados ¿no? – preguntó. Odiaba cuando usaba el plural. Sentía que me infantilizaba como si fuera alguno de los enanos.

-         No pienso disculparme – decidí dejar las cosas claras desde el principio.

-         Aún no dije nada.

-         Pero ya sé lo que vas a decir. Y me la suda.

Aunque había entrado de bastante buen humor, en ese momento papá se puso serio.

-         No hables así.

Gruñí como toda respuesta, porque sabía que no me convenía replicar. Papá se sentó como pudo en la cama de Ted, con cuidado de no golpearse la cabeza con la litera.

-         Así que…. ¿crees que si conozco a otras personas voy a olvidarme de vosotros? ¿De eso se trata todo esto? – me preguntó.

Así simplificado sonaba muy estúpido.

-         Lleva aquí solo unas horas y ya te ha puesto en mi contra – murmuré.

-         No ha dicho una sola palabra en tu contra. Más bien te ha defendido. Creo sinceramente que si le dieras una oportunidad te gustaría.

-         Y yo creo sinceramente que te equivocas. – repliqué.

-         Aunque así fuera, tampoco te hizo nada para que la trataras de esa manera. Entiendo lo que sientes, y quiero hablar contigo de eso, para que tengas claro que nada va a hacer que deje de ser tu padre y de quererte como lo hago. Pero eso no justifica la forma en que te portaste.

-         No me porté de ninguna forma, ¡no la quiero aquí y nadie me consultó al respecto!

-         Yo no sabía que iba a venir, pero puede hacerlo cuando quiera. Nadie tiene que consultarte. Ni siquiera te pido que me consultes tú a mí cuando traes a alguien, y el padre aquí soy yo.

Odié ese tono autoritario que puso y odié aún más que dijera que ella podía venir más veces. Me levanté para irme, furioso, pero él me detuvo, agarrándome por el brazo.

-         No he terminado de hablar contigo.

-         ¡Yo contigo sí!

-         Alejandro, no quería enfadarme contigo, pero no voy a dejar que me contestes así. Últimamente me tratas como a la basura, y ahora has empezado a hablar mal a otros adultos también. Ninguna de esas cosas es algo que te vaya a permitir.

Mi primera reacción fue gritarle que dejara de inventar cosas, pero una parte de mí sabía que tenía razón.

-         ¿Entonces tengo que dejar que me destroces la vida sin ni siquiera protestar por ello? – le increpé.

-         Pero… ¿quién va a destrozar nada? Hijo… Apenas estoy conociendo a Holly, pero incluso aunque llegáramos a ser algo, eso no cambiará para nada lo que somos tú y yo. No tienes que temer nada, campeón. Nada va a cambiar…

-         ¡Cambiará si sales con ella! ¡Tiene once hijos! – le chillé, porque parecía estarlo olvidando.

-         ¿Cómo lo sabes? – se soprendió. – Sí… tiene once hijos. Por eso todo esto es complicado. Por eso no sé… lo que va a pasar.

-         ¡Nada! ¡No va a pasar nada! Ella se irá y no volveremos a verla. Punto.

-         Eso no depende de ti. Cariño, ahora estás siendo cabezota. No me estás escuchando, y te obcecas en odiarla sin motivo. Es muy importante para mí ¿entiendes? Necesito que le des una oportunidad.

Abrí un poco la boca, por aquella petición sincera, casi suplicante. ¡No era justo! ¡No podía pedirme algo como eso! No…grrr… ¿Cómo iba a decirle que no después de eso?

-         Bueno… tampoco parece que tenga otra opción – refunfuñé.

Papá sonrió, entendiendo que aquello era lo mejor que iba a conseguir de mí por el momento. Luego perdió la sonrisa.

-         Tampoco yo tengo mucha opción sobre qué hacer ahora mismo. Tengo que castigarte por lo que le dijiste a Holly. Y antes de que digas nada, no es por ella. Me enfadaría igual si se lo dijeras a otra persona.

-         ¡Si lo llego a saber no te hago ni regalo ni nada! – protesté. Soné demasiado infantil…

-         ¿Ah, sí? Vaya. Y yo que iba a ser más blandito porque aún me dura la alegría de la fiesta…

-         ¡Oh! No, no, papi…recuerda el pastel…recuerda el vídeo…

Papá tiro de mí y yo cerré los ojos, pero lo único que pasó fue que me dio un abrazo, y luego un beso en la cabeza.

-         Lo recuerdo todo, campéon. Lo bueno y lo malo. La diferencia está en que después de esto, olvidaré lo malo – me dijo, y entonces sí tiró más y me hizo tumbarme encima de él. Siempre lo hacía sin el más mínimo esfuerzo, como si un elefante tuviese que mover a una hormiga.

Al menos, me había dejado el pantalón…

A veces pensaba que papá debería haberse rendido conmigo. Siempre hacía lo mismo y al final tarde o temprano volvíamos a estar en la misma situación. A esas alturas cualquiera habría pensado que no servía de nada castigarme… Que no tenía solución… Pero él nunca se daba por vencido. No conmigo, ni con mis hermanos…

La primera palmada me sacó de mis pensamientos.

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS

Todo era culpa de esa mujer….grrr… aunque de no haber sido por ella seguramente estaría en líos por otra cosa…. si no hacía más que meterme en problemas…

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS

 ¿Y si los hijos de Holly eran perfectos y papá empezaba a desear que fuera como ellos? ¿Y si en serio se cansaba de mí? Él decía que no, pero… ¿cómo podía estar seguro?

PLAS PLAS…aiii…. PLAS PLAS PLAS … ¿De verdad es tan importante para ti? ….snif…¿Es más importante que yo?

Papá se detuvo un momento. Luego me levantó despacio, y me hizo estar de pie delante de él.

-         Nadie es más importante que tú – me aseguró. – Tú y tus hermanos sois el número uno de mi lista. Eso siempre será así.  – me abrazó – Me duele que lo dudes, campeón. ¿Es que no sabes que os necesito para estar completo?

Se estaba poniendo un poco cursi, pero en ese momento no me importó. Dejé que me acariciara el pelo y que me tuviera así abrazado por lo menos durante un  minuto. Luego me separó lentamente, y me dio una palmada cariñosa.

-         Siempre sales demasiado bien librado – me acusó. – Le vuelves a hablar así a otra persona y te doy hasta que tengas cuarenta, ¿estamos?

Asentí, sonriendo porque efectivamente me había salido barato.

-         Soy demasiado fácil de manipular – se quejó. – Ah, pero aún tienes que disculparte.

Le puse mala cara.

-         No me mires así. Le debes a Holly una disculpa.

Sabía que si me negaba tardaría menos de un segundo en estar en la misma posición que antes, así que no me quedó otra que bajar y buscarla. Sin embargo, me interceptó una de esas bolitas rojas que Holly había traído consigo…uno de los bebés.

-         ¡Tata! – dijo el enano, enseñándome uno de los unicornios de Alice. Como se enterara la enana de que se lo había cogido…- “Cabalito” :3

-         No, caballo no. Unicornio. U-ni-cor-nio. ¿Lo ves? Tiene un cuerno.

-         Cuerno :3

-         Eso.

Observé bien al mocoso. Tenía los ojos maquiavélicamente azules, como Kurt, y un rostro adorable. Seguro que ese bichito se salía siempre con la suya, porque nadie podría negarle nada a una carita como la suya.

-         Eres bastante mono ¿lo sabías? Ven, vamos con tu mamá…

Holly estaba en el salón, con uno de los bebés que aún estaba tomando el biberón. Creo que los demás ya habían terminado. El renacuajo que venía conmigo corrió hacia ella y su madre le cogió en brazos, pero entonces reparó en mí, y sus ojos mostraron cierta preocupación. Se acercó y me sentí examinado.

-         ¿Estás bien? – preguntó.

-         Sí… - respondí, un tanto extrañado. ¿Qué corchos le pasaba? – Oye, mi padre quiere que te diga que lo siento.

Esa era una forma de decir “él quiere que te lo diga, pero yo no lo siento”, sin embargo ella pareció ignorarme.

-         ¿Fue muy duro contigo? – inquirió, insegura.

Parpadeé unos segundos, asimilando sus palabras, y lo que significaban.

-         ¿¡QUIÉN SE LO HA CONTADO!? – rugí, mirando a mis hermanos, o al menos a los que tenía en mi rango de visión.

Lo que me faltaba. Ahora esa… esa tipa… sabía que mi padre me castigaba como a un crío.

-         ¡Eh! ¿Ahora por qué gritas? – preguntó papá, llegando justo en ese momento.

-         ¡ALGUIEN LE CONTÓ QUE ME HAS PEGADO! – grité. No sabía si estaba furioso o avergonzado. Probablemente ambas cosas.

-         ¿Lo hiciste? – dijo Holly, mirando a papá con algo de inseguridad.

“Que diga que no…que diga que no…que diga que no….”

-         Sí… lo hice… Yo….es decir… ya viste con Kurt…pues… con los demás igual…

- ¡TE ODIO! ¡TE ODIO A TI, LA ODIO A ELLA  Y OS ODIO A TODOS! – chillé, y deshice el camino andado rumbo a mi habitación, para atrincherarme allí con el firme propósito de no salir nunca.


* La canción está disponible en Youtube y es preciosérrima xD



8 comentarios:

  1. Me encanto continuala pronto por favor.

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  2. Oh querida Dream ya me estaba saboreando este final.
    Es que simplemente Alejandro no es él sino ruge su rebeldía
    Y un buuuuuuuuuuuuuu para Aidan, como se le ocurre no solo castigarlo... Y no es wue no este de acuerdo, sino confirmalo delante de Holly cuando bien sabe que su hijo la ve como al enemigo?
    Debio esperar
    Asi que mi niño. Tiene todo el derecho de estar enfadado

    Marambra

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  3. Oh querida Dream ya me estaba saboreando este final.
    Es que simplemente Alejandro no es él sino ruge su rebeldía
    Y un buuuuuuuuuuuuuu para Aidan, como se le ocurre no solo castigarlo... Y no es wue no este de acuerdo, sino confirmalo delante de Holly cuando bien sabe que su hijo la ve como al enemigo?
    Debio esperar
    Asi que mi niño. Tiene todo el derecho de estar enfadado

    Marambra

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  4. Oh querida Dream ya me estaba saboreando este final.
    Es que simplemente Alejandro no es él sino ruge su rebeldía
    Y un buuuuuuuuuuuuuu para Aidan, como se le ocurre no solo castigarlo... Y no es wue no este de acuerdo, sino confirmalo delante de Holly cuando bien sabe que su hijo la ve como al enemigo?
    Debio esperar
    Asi que mi niño. Tiene todo el derecho de estar enfadado

    Marambra

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  5. Ale ale no sale para volver entrar, pobre Holly las que le esperan jajajaja, esto se pone muyyy bueno

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  6. Muuuy CRUEL de tu parte dejar el capítulo así, Dream!!! jejej... Estuvo estupendo como siempre... Lo leí enterito y me encantó. Todos son tan tiernos. Bellos los personajes.
    Aunque mi favorito es Michael y hoy se portó como todo un caballero, debo decir que apoyo incondicionalmente a Alejandro y sus berrinch... eh, digo, y sus objeciones. Se siente amenazado y es obvio que va a reaccionar así. Espero que Aidan no lo mate, por fa, por faaaa!!! Y ni una represalia más en contra de su trasero, sí?! =)

    Felicidades otra vez... me queda una linda sensación al leerte. :D

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  7. :3 me encanto pero no me gusto que quedara en eso... quiero saber que va a pasar con Alejandro. Espero puedas actualizar pronto.
    DreamG tienes una hermosa familia.
    Cuídate y suerte con todo que estés haciendo.

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  8. Pobre Alejandro lo hicieron pasar mucha pena!! Grrrr esa holly no puede ser discreta y así quiere ser parte de la familia!!....
    A mi igual me gustan los personajes de Michael y Alejandro!!! Son mis favoritos!!
    Se que tu agenda esta súper llena pero ojalá escribas pronto!!

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