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jueves, 7 de abril de 2016

CAPÍTULO 51: FALTA DE CONFIANZA – parte 2



CAPÍTULO 51: FALTA DE CONFIANZA – parte 2

-         Ted…. Ted, hijo…perdóname.

Cada dos minutos Aidan aporreaba mi puerta y repetía las mismas palabras. Por más que lo intentaba, la almohada que había puesto sobre mi cabeza y oídos no conseguía ahogar su voz. Esperaba que por lo menos ahogara mis sollozos, porque no quería darle la satisfacción de oírme llorar. En verdad sabía que papá jamás se sentiría “satisfecho” por mis lágrimas, pero de todas formas no quería que me oyera. Ni quería oírle a él. No le quería cerca.

Me sentía tan horriblemente traicionado… Papá había sido tan injusto….Y él nunca era injusto. Él... él era prácticamente perfecto. Era todo lo que yo quería ser alguna vez, la versión real de un Superman que podía con todo y cuyos errores carecían de importancia al lado de sus logros. Pero ya no lo era más… Ya no era un héroe de ningún tipo porque… porque me había hecho sentir como la mierda.

Pocas veces en mi vida, o quizá ninguna, me he sentido tan humillado como me sentí aquél día. Aidan gritó como un basilisco, sin escuchar lo que yo decía o al menos sin creerme. Yo no había cogido el coche, pero evidentemente no le podía decir quién había sido. En primer lugar, porque no quería enviar a ningún hermano al paredón. Y en segundo lugar, porque había sido Michael, y él se había portado muy bien conmigo aquella noche, trayéndome una manzanilla al ver que me encontraba mal del estómago. Además, aunque no sabía para qué había cogido Michael el coche, sí pude entender por su expresión al regresar que se trataba de algo importante, y pensé que era algo que él debía decirle por sí mismo a papá.

Pensé que una vez terminara de gritarme aceptaría mi palabra o que al menos me mandaría a mi habitación, donde hubiera podido explicarle con más calma que, aunque hubiese querido coger el coche después de su advertencia, no habría podido porque Dylan se había aprendido de memoria un libro sobre dinosaurios y me eligió a mí para que le escuchara hablar sobre ellos durante casi las dos horas que papá estuvo fuera. Pero no hubo tal ocasión, porque en seguida detecté aquél tono suyo de “voy a castigarte y nada de lo que digas podrá remediarlo, mocoso imprudente”.

Todavía habría podido perdonarle que me pegara. Por más que doliera que no confiara en mí, entendía que debía de haberse asustado bastante, al pensar que algo malo me había pasado. Pero lo que no podía perdonar era que me siguiera pegando delante de mis hermanos, que me bajara la ropa importándole un carajo mi intimidad y que fuera tan innecesariamente duro conmigo. Aquello superó cualquier castigo que nunca me hubiera dado y encima fue por algo que no hice.

Fue horrible para mí tener que huir lentamente hasta mi habitación, porque era incapaz de correr. Ni siquiera podía hacer una salida digna. Empecé a sentir un rencor tan grande hacia Aidan que no tuve claro que fuera capaz de perdonarle algún día. Me dolía todo el cuerpo, y me dolía el pecho por el hecho de que mi propio padre dudara hasta ese punto de mi palabra. Sé que no siempre le había dicho la verdad, pero tampoco le mentía a todas horas. Siempre trataba de hacer lo correcto pero ¿de qué me servía eso si a la mínima de cambio me creía capaz de cualquier cosa y no confiaba en mi inocencia? ¿Qué más daba hacerle siempre caso que no hacérselo si siempre iba a pensar que no se lo hacía?

Yo no había estado en casa cuando Harry cogió prestado el dinero de papá y culpó a Zach de hacerlo, pero sí sé que papá no llegó a castigar a Zach, porque le creyó cuando dijo que no. Pero a mí no me había creído. ¿Qué opinión tenía entonces de mí? ¿Qué tenía que hacer para que creyera en mi palabra? No me gustaba compararme con mis hermanos, me parecía arrogante, pero lo cierto es que si descontábamos mis recientes experiencias con los hospitales, yo era el que menos problemas le daba. Pero para él no debía ser lo suficientemente bueno…

A quién quería engañar: claro que yo no era lo bastante bueno. Jamás lo había sido y siempre fui consciente de ello. Nunca creí merecerme a nadie como Aidan y más de una vez había pensado en mí mismo como en un error, porque al fin y al cabo eso era: un error de concepción de un hombre que no debía saber cómo usar los condones o que tal vez solía estar demasiado borracho como para utilizarlos. Andrew siempre me había visto como el error que era, y por eso nunca se hizo cargo de mí. Pero papá siempre había pensado que yo sí merecía la pena… hasta aquél día.

-         Ted… por favor… Tenemos que hablar. Abre la puerta… Yo…

-         ¡Tú eres tonto y no me extraña que no quiera abrirte!

Papá volvió a la carga tras otros dos minutos, pero uno de mis hermanos le interrumpió. Por la voz tenía que ser Zach. Todos debían de saber ya lo que había pasado y Alejandro, Barie y Alice habían tenido además entradas de primera fila.

-         Ted, por favor…. Te vas a enfermar si sigues llorando así…

Genial: así que sí podía oírme llorar. Ni siquiera eso me salía bien.

-         Al menos déjame pasar a mí. Es mi cuarto también – dijo Alejandro, pero por el tono no parecía tener verdadero interés en usar el cuarto, sino que solo quería entrar para hablar conmigo.

En aquél momento no me apetecía hablar con nadie, y menos con él. Nunca iba a poder mirarle a la cara después de que me viera llorando como un crío sobre las rodillas de Aidan. Aunque quizá me avergonzaba aún más de mis patéticos intentos de subir a mi habitación con mis piernas estropeadas.

Escuché como alguien –seguramente papá- forcejeaba con la puerta, pero era inútil. Me las había arreglado para mover la litera de Cole y Alejandro y la había puesto contra la puerta. No había estado seguro de que fuera suficiente para impedirle el paso a Aidan, pero ya había intentado entrar varias veces sin éxito.

En algún momento, aunque bien pudo pasar media hora, el cansancio por haber dormido mal y el agotamiento de tanto llanto pudieron conmigo y acabé por dormirme, sintiendo aún cierta molestia donde papá me había pegado. No había sido suave para nada…

-         Aidan´s POV –

El llanto de mi hijo iba a matarme. Lloraba como sí…como sí tuviera el corazón roto. Siempre pensé que si algún día mis hijos lloraban así sería por culpa de un novio o novia al cual yo mataría de buen grado por hacerles sufrir… Jamás pensé que pudiera ser yo.

No sabía qué hacer para conseguir el perdón de Ted, pero me corría aún más prisa conseguir que me dejara entrar… asegurarme de que estaba bien… Esa forma de llorar me estaba matando. De haber comido algo se le habría cortado la digestión….¿De cuantas formas diferentes le había lastimado?

Para algunas personas, castigar a un hijo por error no era tan grave, pero yo me lo tomaba bastante en serio. La relación entre un padre y un hijo se construye por medio de pequeños hilitos de confianza que son más fáciles de romper que de reparar. Me gustaba la relación que tenía con Ted, nos llevábamos increíblemente bien para lo que suele ser normal entre un adolescente y su padre. Si había estropeado aquello… si perdía ese vínculo por ser demasiado impulsivo, jamás podría perdonarme.

Ted ni siquiera me dejaba hablar con él aquella vez. Siempre me dejaba. Cuando se enfadaba conmigo fruncía el ceño de una forma que me causaba bastante gracia y estaba un rato evitándome, pero nunca le duraba mucho. Él solía pensar que no tenía derecho a enfadarse conmigo y, aunque me alegraba que ya no pensara en sí mismo de esa forma, odiaba la sensación de saber que estaba realmente enojado.

Pasado un rato dejé de oírle llorar, y al principio pensé que era porque se le había pasado el sofoco, pero luego me di cuenta de que debía de haberse quedado dormido. La puerta de su cuarto no se abría y a mí me causaba cierto temor pensar que estaba encerrado, pero sabía que él no compartía mi claustrofobia y que aquél encierro había sido su elección. Aun así, me preocupaba que estuviera encerrado y llegué a contemplar la posibilidad de intentar entrar en su cuarto por la ventana, pero no nos haría ningún favor si me caía y me partía la columna.

-         Cómo he podido cagarla tanto… -murmuré, sin reparar en que no estaba solo.

-         Bueno, para ser justos, tenías motivos para sospechar. Le oí decirte que quería coger el coche y cuando has vuelto su coche estaba abollado… Cualquiera habría pensado lo mismo – dijo Barie.

-         Pero yo no soy cualquiera, soy su padre. Debería ser capaz de decir cuándo mis hijos me mienten y cuándo no.

-         Y casi siempre puedes – replicó Barie.

Aunque en un inicio ella estaba del lado de Ted, y creo que seguía estándolo, en ese momento era la única que no me miraba como si acabara de matar a un cachorro.

-         Gracias por el apoyo.

-         Aún estás en mi lista negra – me dijo – Pero seguro que encuentras la forma de arreglar las cosas con él. Siempre lo haces.

Deseé con todas mis fuerzas que tuviera razón. Apoyé la palma de la mano en la puerta del cuarto, como si quisiera traspasarla o lograr comunicarme con mi hijo de alguna manera. Respiré hondo un par de veces y pensé que tal vez dejarle dormir ayudara a calmar las cosas.

-         Michael… - le llamé, sabiendo que no debía de haber ido muy lejos. No estaba en el pasillo como casi todos los demás, pero seguro que podía oírme.

-         ¿Ya llegó mi hora? – preguntó, en tono lúgubre, como si de verdad pensara que iba a matarle.

-         Tenemos mucho de qué hablar.

-         No soy un buen conversador… - contestó, respondón como siempre. Pasé una mano por su hombro y le guié a mi cuarto, ya que el suyo estaba bloqueado.

-         No te preocupes, que yo puedo hablar por los dos. Aunque a lo mejor te beneficia hacer un pequeño esfuerzo y tratar de explicarme POR QUÉ RAYOS COGISTE EL COCHE DE TU HERMANO. – le increpé, intentando controlar mi enfado esa vez.

Cerré la puerta y le señalé la cama con un dedo para que se sentara. Michael era casi tan alto como yo así que prefería que estuviera sentado y yo de pie para conseguir al menos algo de autoridad sobre él.

-         Tenía un lugar al que ir… y mucha prisa.

-         ¡No puedes salir de casa sin avisar y no puedes coger un coche si no tienes licencia!

-         El carnet es solo un papel y yo ya sé conducir.

-         ¡Oh, sí, ya lo veo, por eso te chocaste con…! ¿Con qué te chocaste? – indagué, dado que aún no conocía los detalles del accidente.

-         Con una señal de tráfico, pero no fue nada, apenas un roce.

-         ¡El faro está roto, fue más que un roce! ¿Tú estás bien? – pregunté, porque todo lo demás era secundario.

-         Sí, ni siquiera saltó el airbag.

-         ¿Y eso tendría que tranquilizarme? – medio gruñí. Michael no estaba ayudando a mis intentos de mantener la calma.

-         No me pasó nada, ¿vale?

-         Genial, así puedo matarte yo. ¿Te das cuenta de que coger el coche sin carnet ha sido totalmente irresponsable?

-         ¡Sé conducir! Probablemente mejor que Ted. El carnet es solo un papel. – repitió.

-         ¡Un papel que certifica que conoces todas las normas de tráfico y de seguridad! ¡Y te olvidas de que conducir sin carnet es ilegal, así que no solo arriesgas tu salud sino también tu libertad! ¿Acaso quieres volver a la cárcel?

Odié hacerle aquella pregunta, pero era necesario que entendiera el alcance de sus acciones.

-         ¡Bueno, pues si tanto interés tienes en que tenga el carnet apúntame a clases o algo!

Parpadeé unos segundos y le miré fijamente. No era posible que tuviera tanto desconocimiento sobre su situación legal…

-         Lo haré con mucho gusto, Michael, pero ahora mismo no es posible. Estás en libertad condicional y eso significa que no puedes salir del estado, ni conducir y, por cierto, tampoco puedes emborracharte, aunque tu agente de la condicional solo te empapelará si al emborracharte causas algún tipo de disturbio público.

Michael me miró como si por unos segundos hubiera olvidado que estaba en libertad condicional. No le habían puesto ninguna tobillera y ese tal Greyson había conseguido un trato bastante bueno para él, pero eso no cambiaba el hecho de que estaba en el punto de mira de la ley.

-         Tampoco es como si cogiera el coche todos los días… - murmuró.

-         Lo hiciste hoy. Y fue una tontería. Y aún tienes que decirme por qué lo hiciste y por qué saliste de casa. ¿Por qué tienes esa manía de salir sin decírselo a nadie?

-         No estoy acostumbrado a que vigilen mis movimientos fuera de la cárcel.

-         No estás acostumbrado a tener un padre, entonces. No se trata de vigilarte, Mike, se trata de saber dónde estás, por si te pasa algo. Y además esto es una casa, no un albergue. La gente no entra y sale como si todos aquí fuéramos extraños. Uno dice a dónde va, y cuánto va a tardar, más o menos. Tus hermanos pequeños, además, tienen que pedirme permiso. A ti no te estoy exigiendo eso, solo que al menos me informes.

-         Bueno, pues “te informo” de que he salido y he cogido el coche – bufó. Intenté ignorar su tono insolente.

-         Se trata de que me informes ANTES.

-         Se trata de que me chupes la polla – replicó.

La verdad es que una parte de mí ya pensaba que estaba tardando en empezar con sus palabrotas habituales. Normalmente Michael sacaba su genio al menor indicio de que le estaba regañando y aquella vez había estado casi como resignado. Hubiera deseado que siguiera así. Estaba mentalmente agotado y no tenía ganas de pelear.

-         Dame el móvil. – le exigí.

-         ¿Qué?

-         El móvil. Te has quedado sin él.

-         Pero….¡si prácticamente acabas de devolvérmelo! – protestó.

-         Y ahora te lo confisco de nuevo. Por semejante falta de respeto. – le informé, estirando la mano para que me lo diera.

Hurgó en su bolsillo y me lo dio, de mala gana.

-         ¿Alguna vez te han dicho que hablas como en el maldito siglo diecinueve? – gruñó.

-         No, creo que esta es la primera. Te lo devolveré en tres días, a no ser que digas algo que me haga cambiar de opinión. Depende de ti.


-         ¡Eso no es justo, lo alargarás todo lo que quieras! – se quejó.

-         No, Michael. No tengo intención de prolongarlo más de lo necesario. Te lo quito para que a la próxima pienses la forma en la que me hablas, pero no pretendo dejarte permanentemente sin móvil. Soy el primer interesado en tener una forma de comunicarme contigo cuando sales de casa. Y tranquilo, que tampoco voy a leer tus mensajes.

-         ¿Y si me llaman de la comisaría?

-         Diles que te llamen al fijo.

-         Grrr. Dictador comunista tirano y fascista. – murmuró, lo bastante alto para que yo lo oyera. Cuando fruncía el ceño de esa manera me recordaba mucho a Ted, y también a Kurt cuando se enfadaba.

-         No estoy seguro de que todas esas cosas sean compatibles – comenté -  pero me alegro de que al menos hayas dejado atrás los insultos.

-         Oh, eso pretendía ser un insulto. – me aseguró.

-         Mike, no quiero pelear contigo. Siempre actúas como si fuera tu enemigo y no lo soy. No soy ningún dictador, solo me preocupo por ti, ¿es tan difícil de entender? ¿En serio crees que estoy siendo demasiado controlador por no querer que arriesgues tu vida y tu libertad al coger un coche cuando no tienes carnet?

En vez de responderme se limitó a mirarme con enfado, creo que meditando su siguiente movimiento.

-         En el fondo sabes que tengo razón, por eso no tuviste problemas en admitir que habías sido tú, pese a saber que te regañaría.

-         ¡Tenía que coger el coche, era una emergencia!

-         ¿Qué clase de emergencia? ¿Qué era tan urgente que no podía esperar a que yo volviera y te llevara?

-         Es privado.

Suspiré. Estaba tan cansado. Después de lo de Ted lo único que quería era arreglar las cosas y tal vez ver una película tranquilamente con mis chicos. Pero no podía dejar las cosas con Michael así. Aquél día podía haberle perdido. Podía haber vuelto a casa para encontrarme con que volvía a tener once hijos, porque uno de ellos había pasado a engrosar la numerosa lista de los fallecidos en accidente de tráfico. O podría haber venido en silla de ruedas, y así mientras un hijo sanaba otro quedaba paralítico. Podía haber pasado todo eso y solo porque yo era incapaz de controlar a Michael. Después de aquellos pocos meses, seguía habiendo muchas cosas sobre él que para mí eran un enigma. E intuía que todo aquello que no sabía eran cosas que le ponían en peligro.

-         ¿Qué está pasando contigo? ¿Por qué  los secretos, qué es lo que no me cuentas? Sé que no es cuestión de confianza, hay cosas que sí me has dicho… prácticamente te abriste nada más llegar a casa, nos contaste tu historia… Pero hay cosas que te guardas, y te hacen daño… Cosas que te hacen hacer locuras como esta…coger un coche y salir corriendo, huyendo a quién sabe dónde, buscando quién sabe qué…

Creo que Michael no se esperaba esa pregunta, porque me miró con los ojos muy abiertos.

-         ¿A dónde fuiste, Mike? Dímelo, enano… Dímelo, y así puedo ayudarte – casi imploré.

El azul que rodeaba sus pupilas se volvió más oscuro por un segundo. Luego me di cuenta que lo que pasaba era que le estaban brillando los ojos. No iba a llorar, pero no porque le faltaran ganas.

-         Yo…. yo… fui a ver a Olivia – dijo al final – La… la niñera… Fui…intenté… intenté arreglar las cosas.

Por un segundo estuve seguro de que me mentía. Luego me recordé a mí mismo que acababa de desconfiar de un hijo, metiendo estrepitosamente la pata, así que tal vez mi detector de mentiras interno estaba un poco deteriorado. Michael tenía dieciocho años y esa chica le gustaba: era normal que quisiera verla…. Tal vez Ted le había dado la idea al decir que quería ir con Agus…

-         ¿Al menos la recuperaste? – decidí preguntar. Quería ir con pies de plomo con él, y evitar uno de sus estallidos. Además quería que supiera que me interesaba por él, y que podía contarme ese tipo de cosas sin problema.

-         Qué va…

-         Lo siento, hijo…  Si ella no sabe apreciarte, entonces…

-         Ahórratelo. No tengo el corazón roto, ni nada parecido – respondió, y yo levanté un poco la ceja con incredulidad, porque eso no encajaba con el hecho de que hubiera cogido el coche para ir como un desesperado a su encuentro. Además, esa chica sí parecía haberle causado algún tipo de impresión.

-         No tienes que hacerte el duro, Mike….

-         No me hago nada. ¿Hemos terminado ya o tienes más preguntas?  - cortó, y deduje que su vida amorosa era terreno vedado de momento. Era normal, no es como si Alejandro me contara nada sobre posibles novias por ejemplo. Aunque yo no entendía del todo por qué…

No supe qué responderle, porque lo cierto es que no lo sabía. Aún no había decidido del todo qué hacer con él. Cuando le llevé a mi cuarto tenía bastante claro que debía castigarle, pero lo cierto era que después de lo que había pasado con Ted yo me estaba replanteando muchas cosas. No quería volver a meter la pata.

-         No, no hemos terminado, porque esta no es la primera vez que sales de casa sin avisar y porque lo del coche no es algo que vaya a dejar pasar solo con un regaño. – le dije, y le hice un gesto para que se levantara de la cama. Lo hizo de mala gana y yo me senté en su lugar, pero a partir de ahí todo fue… extraño.

Por supuesto, Michael no se acercó, sino que mantuvo una distancia prudencial. Yo le agarré del brazo para que no se escapara, pero me quedé congelado en ese movimiento. En mi mente solo estaba la mirada destrozada que Ted había puesto antes de subir a su cuarto. Se me apareció su rostro y me paralicé por completo. No sé por cuánto tiempo estuve así quieto, pero si tuvo que ser un buen rato, porque Michael comenzó a impacientarse.

-         ¿Me vas a castigar o qué? Sino deja que me vaya, oye…

De todos modos no podía lidiar con Michael así para siempre. Ya tenía dieciocho años, ni siquiera tendría que  reprenderle… Yo me crié prácticamente solo y a los dieciocho estuve solo de verdad, jamás tuve nadie que me reprendiera y no me fue tan mal ¿no?. Claro que había sido – era aún, porque era algo con lo que tendría que vivir- un alcohólico y si Ted no hubiera aparecido en mi vida tal vez hubiera sido un borracho para siempre… Y tuve suerte porque resultó que era bueno escribiendo, sino habría sido un muerto de hambre… Y nunca fui en exceso imprudente, pero siempre he sido impulsivo y por eso mismo acababa de cargarme mi relación padre-hijo con Ted… La adicción, los estudios y la impulsividad eran cosas que tal vez hubieran salido de otra forma de haber tenido un padre en condiciones…

-         Sácate el pantalón, Michael… - murmuré.

Le escuché resoplar, se soltó de mi agarre bruscamente y pareció a punto de darse la vuelta e irse por la puerta, pero finalmente me obedeció. Volví a agarrarle y tiré de él, hasta tumbarle encima de mí.

-         Un coche es una máquina que puede convertirse en una trampa mortal. No quiero que te pase nada malo, creo que no es muy difícil de entender. No puedes conducir sin carnet, ni tampoco salir como si nadie más viviera contigo.

Levanté la mano, pero la dejé en el aire. De nuevo me asaltó la imagen de Ted llorando y odiándome para siempre. Era incapaz de hacerlo… Michael se revolvió un poco, incómodo. Cerré los ojos con fuerza, como para ver si así conseguía aclarar mi mente y finalmente suspiré.

-         Levántate… Solo no lo hagas más… No soportaría que te pase nada, Mike. Ya viste cómo me sentí cuando Ted estaba en el hospital… Me sentiría así por cualquiera de mis hijos. No me hagas pasar por eso otra vez. – le pedí, en plan egoísta, convirtiéndolo en algo sobre mí y no sobre él.

Hice que se incorporara y él me miró con confusión e incredulidad. Se colocó el pantalón sin dejar de mirarme como si fuera un fantasma.

-         ¿Me puedo ir? – preguntó, sin creérselo.

Asentí débilmente y él aprovechó la ocasión, no fuera a ser que cambiara de opinión. Me quedé solo en el cuarto con las manos fuertemente aferradas a la tela de mi pantalón, mientras intentaba convencerme a mí mismo de que lograría hacer las paces con Ted. Hacía falta más que eso para separarnos… yo le quería… él me quería… Claro que por esa regla de tres, a ratos yo quería a Andrew y a ratos él me quería a mí…


-         MICHAEL´S POV-

No entendía del todo cómo había conseguido librarme. Después de como se había puesto Aidan con Ted, había esperado que a mí me fuera igual o peor, puesto que tal vez estuviera enfadado por haber castigado a Ted por algo que hice yo. Pero en lugar de eso, se limitó a echarme la bronca. Una parte de mí pensó que era porque en el fondo yo no era su hijo, no como los demás que llevaban años siéndolo, y entonces mi salud no le preocupaba tanto como la de Ted. Pero otra parte de mí sabía que no era cierto, porque además Aidan había insistido varias veces en el supuesto peligro que había corrido.

Cuando cogí el coche de Ted sabía que había un noventa y nueve por ciento de probabilidades de que me la cargara. Había dejado un uno por ciento a la posibilidad de que llegara a casa antes que Aidan y nadie me delatara, pero ese uno por ciento murió cuando choqué con el coche. No había manera de disimular esa abolladura.

Mi salida no había ido del todo como me esperaba. Me encontré con Bill y le expuse el caso de Andrew. Él opinaba, como yo, que Andrew había borrado sus huellas en el mundo informático de alguna manera y trató de buscarle en la base de datos de la policía. Bill siempre llevaba un ordenador en el maletero de su coche y podía hacer casi de todo con él, pero no encontró absolutamente nada sobre Andrew. Le extrañó tanto como a mí y me dijo que podía intentar hackear algunos archivos oficiales por si encontraba algo, pero que le llevaría tiempo y que no era algo que se pudiera hacer sobre el maletero de un coche en un descampado. También me explicó que Greyson, para robar su identidad, podía haber acudido a cinco o seis personas, si es que lo había hecho en California, y que podía ponerme en contacto con ellos, pero que si lo había hecho en otro estado no podía ayudarme. No sé por qué había esperado que él pudiera hacer algo más… se le daban bien los ordenadores, pero no hacía magia.

Cuando ya me estaba despidiendo de Bill, me asaltó otra idea, y le pedí que buscara información sobre Holly Pickman. Cualquier persona puede buscar en Google, pero lo que Bill hacía era diferente. Él encontraba cosas ocultas, archivos policiales secretos y otra serie de datos, mediante hackeos y algoritmos especiales.

-         Te dije que no quería hacer nada ilegal, tío – protestó Bill cuando se lo pedí. – Ya me has hecho buscar lo de ese capullo, cuanto más busque más posibilidades hay de que me trinquen.

-         Oh, vamos. No te estoy pidiendo que robes un banco, solo que saques los trapos sucios de esa tipa. También es ilegal piratear música y lo sigues haciendo.

-         Está bien, pero dame tu móvil. –me exigió.

-         ¿Qué?

-         Si alguien rastrea mis movimientos, quiero que les lleve a tu móvil, no a mi ordenador – explicó. Bill y sus paranoias. Claro que había estado en la cárcel por delitos de hurto y violencia, pero jamás le habían atrapado por hacker, así que tal vez tanta precaución servía de algo.

Le dejé hacer lo suyo por un rato y observé lo que hacía por si acaso podía aprender. No había caso, los comandos que introducía eran como chino para mí. Vi que los copiaba de un papel, porque no se los sabía de memoria y pensé en robárselo, pero no iba a hacerle esa putada cuando me estaba ayudando. Construir ese algoritmo le había llevado años.

-         ¿Cómo funciona? – le pregunté, por curiosidad.

-         El primer código sirve para meterme en la base de datos de la policía. El segundo busca rápidamente dentro de todos los archivos en función de los datos que me interesen, en este caso he puesto el nombre de la mujer esa.

-         Si yo tuviera tu talento habría salido de la mierda hace tiempo, Bill.

-         Tú tienes otros talentos, pero también los usas para robar – replicó y tuve que darle la razón.

-         ¿Encuentras algo?

-         La poli tiene varios archivos con ese apellido, pero ninguno de ellos se llama Holly. Es un apellido más o menos común… Aparece Johana Pickman, George Pickman, Jessica Pickman y Scarlett Pickman. Tal vez alguno tenga relación con ella, o tal vez… ¿es su apellido de soltera o casada?

-         Ni idea.

-         Pues esto es todo lo que tengo. Pueden ser familiares, o puede que no tengan nada que ver.

-         Bueno, no son tantos. ¿No podemos verlos uno por uno? – pregunté, con pocas esperanzas.

-         Supongo que sí, pero tal vez quiera cobrarte por mi tiempo…

-         Considera tu pago el hecho de que no te rompa la cara por lo que le hiciste a mi hermano.

Bill gruñó, pero empezó a abrir los archivos. No había en ellos nada interesante, hasta que llegamos al último…

-         Scarlett Pickman. Mujer, seis años. Desaparecida. A los quince días del mes de febrero de dos mil ocho, siendo las dos y veinte de la tarde, comparece ante el oficial que firma este informe Holly Pickman, madre de la menor desaparecida. – leyó Bill – Vaya tío, este informe tiene cuarenta páginas… ¿Crees que se trate de tu Holly?

-         Sé que tiene un porrón de críos. Tal vez la niña sea una de sus hijas…

-         Por lo que veo aquí, fue algo gordo. Seguramente saliera en las noticias, esto lo puedes googlear fácilmente.

-         ¿Hay alguna forma de tener una copia de ese informe?

- No,  no he podido recuperarlo completo. Soy bueno, pero no tanto. Solo tengo la primera página. Pero hasta tú podrás encontrar algo si metes el nombre de la cría. Ahora me tengo que ir, man, que llevamos aquí un buen rato.

-         Está bien. Cuídate. No te metas en líos, Bill.

-         No prometo nada. – me sonrió.

Le dije que siguiera la pista de Andrew  y que me llamara si descubriría algo y luego cada uno siguió su camino. Sentí que me iba a casa con las manos vacías, porque al final no había averiguado nada. Encima en el camino de vuelta me choqué con el coche. Me llevé un buen susto, pero no fue nada serio. Cuando llegué a casa Ted empezó a interrogarme sobre a dónde había ido y se puso tan pesado que me metí al baño para que me dejara en paz. Y poco después llegó Aidan.


-         ALEJANDRO´S POV –

Era muy raro ver a Ted enfadado con papá, al menos tan enfadado y durante tanto tiempo. Papá parecía bastante desesperado y, aunque estaba totalmente del lado de Ted, entendí que en ese momento papá necesitaba algo de ayuda. Me estaba muriendo de hambre y no le vi con ningún ánimo de hacer la comida, porque de hecho se fue a hablar con Michael e intuí que aquello iba para largo, así que bajé a la cocina a ver qué podía apañar.

Sin embargo Mike bajó al poco rato a por un vaso de agua. Le observé atentamente y miré el reloj. O papá había sido realmente suave con él, o no le había castigado en absoluto. No parecía haber llorado y no había tardado nada.

-         ¿Te has librado? – pregunté, con incredulidad - ¿Cómo puedes tener tanto morro?

-         Creo que Aidan se siente culpable – explicó, con un encogimiento de hombros.

-         ¿Eso significa que no va a castigar a nadie? Mm, tal vez deba aprovechar para decirle que creo que he roto su ordenador…

-         ¡Ala! ¿Y eso?

-         He estado esta mañana navegando y creo que le ha entrado un virus de los chungos. Se ha puesto la pantalla en negro y ha muerto. – le expliqué.

-         Bueno, pero eso no es tu culpa.

-         Lo es, porque no quiere que usemos su ordenador cuando él no está. Se supone que para eso tenemos el de nuestro cuarto, pero lo estaba usando Cole.

-         Siempre puedes hacerte el tonto y cuando no se encienda parecerá que se estropeó solo. Pero sí, si hay un momento para decírselo, es este. Si no me ha matado a mí por estampar el coche a ti no te hará nada.

-         ¿Por lo de Ted? La verdad es que se ha pasado con él… Oye, ¿y tú a dónde fuiste? ¿Para qué cogiste el coche?

-         No es asunto tuyo, microbio – me dijo, y cogió una patata de las que yo estaba haciendo. – Me muero de hambre, ¿qué hay de comer?

-         De momento patatas. Es uno de los tres platos que sé cocinar. Si quieres algo más tendrás que ayudarme, porque no creo que papá esté de humor para hacer la comida.

Sin embargo, en ese momento papá entró en la cocina, y pareció sorprendido de vernos allí. Me miró con agradecimiento al ver lo que estaba haciendo, y se acercó a darme un beso.

-         No te preocupes, Jandro, ya lo hago yo. ¿Qué os apetece comer? Había pensado hacer pollo empanado.

-         Genial.

Me dedicó un triste intento de sonrisa y tomó mi lugar frente a las sartenes.

-         No tardaré mucho. Id a ver la tele, si queréis – nos animó, y Michael y yo nos fuimos al salón.

Me senté en el sofá, pero dejé que Michael eligiera el canal, porque en verdad no estaba prestando mucha atención. Estaba pensando en papá, y en lo triste que parecía. Solo presté atención cuando Michael dijo algo que logró sacarme de mis pensamientos.

-         He descubierto algo sobre Holly – me soltó.

-         ¿El qué?

-         Aún no lo sé bien. Creo que es sobre su hija. Aunque igual no es su hija, pero tiene toda la pinta… - divagó, y luego se estiró para coger la tablet de Barie, que la había dejado en la mesa – Voy a buscarlo en Google.

Me moví hasta sentarme a su lado y miré por encima de su hombro. Metió “Scarlett Pickman” en el buscador y lo primero que salió fue una serie de fotos con el cartel de “desaparecida”, como el que se colgaba en todos lados cuando se perdía un niño. La foto era de una nena pequeña, más rubia que Hannah y que me recordaba mucho a ella.

Debajo de las fotos había una serie de páginas de periódicos digitales. Algunas de las noticias eran de hacía ocho años, pero había alguna más reciente, de hacía dos y Michael pinchó en una de ellas. Según iba leyendo mis ojos se agrandaban más y más…

-         ¡Hostia puta! - exclamé, justito en el momento en el que papá salía de la cocina.

-         ¡Alejandro! – me regañó.

-         Ups…

-         Vas a echar todo lo que tengas en el monedero en el tarro, ¡caramba! . Qué lenguaje…

-         Perdona, jo… Pero esto lo tienes que leer…. Verás que “hostia puta” se queda corto…

-         ¡Deja de repetir eso! – exclamó papá. Decidí no poner a prueba lo que había dicho Michael sobre que papá no era capaz de castigar a nadie tras lo de Ted, porque en esos momentos sí parecía muy capaz de hacerlo.

-         Ya paro…

Papá se acercó a ver qué era lo que estábamos leyendo y tomó la tablet entre sus manos. Pude ver  cómo fruncía el ceño cada vez más, y cómo se ponía cada vez más blanco, y luego rojo, y luego se contenía para no tirar la tablet al suelo.

- Joder… - dijo al final.

Y no era para menos. Según esas noticias, a la hija de Holly la habían secuestrado hacía ocho años. La habían recuperado casi seis años después, con evidentes secuelas y con claros signos de que había sufrido abusos sexuales.

Esa cría tenía la edad de Barie y Maddie, y la habían secuestrado con la edad de Hannah. Me imaginé a alguna de mis hermanas en esa situación y se me revolvió el estómago.


-         Aidan´s POV –

Me senté en el reposabrazos del sofá donde estaban Michael y Alejandro intentando asimilar lo que había leído. Imaginé a la niña rubia que había visto en dos ocasiones y de pronto su carácter tímido y asustadizo tuvo para mí todo el sentido del mundo. Seis años había estado secuestrada. Seis. Hice cálculos mentalmente y me di cuenta de que poco después de volver a casa, su padre había muerto. Pobre criatura….

Una de las noticias incluía una foto de Holly sosteniendo una imagen de Scarlett. Intenté recordar si había oído esa noticia años atrás, pero me resultaba imposible. En aquél entonces eran desconocidas para mí y por desgracia se escuchaban muchos casos de secuestro.

Holly había tenido que pasar por un auténtico infierno. Y la niña había sufrido demasiado para su corta edad. Malditos desgraciados…

-         ¿Se lo vas a decir a Holly? – me preguntó Alejandro.

-         ¿Que lo he leído? Supongo que sí. De otra forma no sé si ella se atrevería a contármelo…

No podía imaginar el dolor que suponía perder a un hijo. Solo de intentar pensar que me quitaban a cualquiera de los míos me ponía enfermo.

-         ¿Conoces a sus otros hijos? – indagó Alejandro. Supongo que aquello le había provocado curiosidad.

-         Conozco sus nombres y edades. Tiene un hijo mayor, de veintiuno. Se llama Sam. Tiene dos de dieciséis, uno de catorce, Scarlett y su mellizo de trece, un niño de nueve, uno de cinco y los trillizos.

-         O sea que varios tienen más o menos mi edad…

-         Sí...

-         ¿Y no sabes nada más? – se decepcionó.

-         Poco más. Sé cosas generales. Holly no habla mucho de ellos. ¿Por qué preguntas, campeón?

-         Bueno, ya que sales con ella, al menos me voy preparando. Por lo que me pueda encontrar.

No supe si tomarme aquello como algo bueno o malo, pero al menos la curiosidad era mejor que la indiferencia.

-         Vamos poco a poco… - le dije.

-         Te has aprendido la edad de sus hijos, y no son pocos. Eso indica que vais en serio – replicó Michael, interviniendo en la conversación. – Te recuerdo que esa mujer que tanto te gusta es la misma que dejó que se llevaran a su hija.

-         ¡Eso no fue culpa suya, Michael!

-         ¿Ah, no? ¿Y de quién, entonces? No la cuidó bien, y por eso se la quitaron. Piensa si quieres que tus hijos estén con alguien así.

Aquello me pareció sumamente cruel por parte de Michael. Le hubiera dicho algo, pero escuché al resto de mis hijos bajar por las escaleras, con cara de tener hambre.

-         No habléis de esto con vuestros hermanos – les pedí a ellos dos – La comida estará enseguida, chicos. Id poniendo la mesa.

Fui a la cocina a freír los filetes que ya había dejado empanados y los serví junto a las patatas que había hecho Alejandro. Preparé también un plato para Ted y como veía poco probable que fuera a bajar, subí con él al piso de arriba, y llamé a la puerta de su cuarto.

-         ¿Ted? ¿Estás despierto?

Silencio. No sabía si eso significaba que estaba dormido, o que estaba despierto pero no quería responderme.

-         Te traigo la comida, campeón… No tenemos por qué hablar si no quieres, pero tienes que comer ¿bueno?

Más silencio.

-         Ted, tienes que comer… y tienes que tomarte la pastilla…

-         Las nuevas pastillas le sientan mal  - dijo Michael. No me había dado cuenta de que me había seguido – Se ha pasado esta noche en el baño, por eso tiene tanto sueño.

Una cosa más que como padre tendría que haber sabido y que se me había pasado. Me estaba cubriendo de gloria.

-         ¿Qué hago si no quiere salir de ahí nunca más? – pregunté, aunque era más bien la expresión de un temor en voz alta.

-         Tiene que salir. Tiene que ir al baño y comer, y beber agua… y yo pienso dormir en mi cama así que más le vale que me abra.  – respondió Michael.

-         ¿Y si no vuelve a dirigirme la palabra?

-         Tarde o temprano necesitará dinero, así que tendrá que pedírtelo.

-         Eso no me consuela. No quiero que mi relación con mi hijo se limite a eso…

-         Pues entra ahí, qué quieres que te diga.

-         ¿Y cómo? Lo he intentado, la puerta está bloqueada… La única forma de entrar es…

-         Por la ventana – terminó Michael por mí, como diciendo “pues ahí lo tienes”.

Resoplé. No es que no quisiera a Ted lo bastante como para hacerlo, porque por él escalaba mil montañas, pero era peligroso. La caída podía ser considerable. No sería responsable de mi parte hacer algo así, romperme la crisma y dejar a mis hijos sin nadie que pudiera cuidar de ellos…Aun así, me encontré a mí mismo saliendo al jardín y estudiando la posibilidad. Observé la pared lateral de mi casa viendo a ver si era escalable… Alejandro lo intentó una vez…

Estaba decidiéndome, cuando vi algo por el rabillo del ojo. Tras la valla del jardín, de pie, mirándome, había alguien. Alguien alto, de pelo largo y claro. Alguien que se parecía mí. La última persona que esperaba ver allí en aquél momento.


Al lado de mi valla, estaba Andrew. 

2 comentarios:

  1. Simplemente genial y magnífico Dream. Comentaré en el siguiente pues ya los había leído en FP.

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  2. Bastantes cosas han pasado... pero te diré que no me pareció justo que Michael se librara de todo así de fácil, pero en fin, así lo has decidido.
    No me sigue cayendo Holly a pesar de no "salir físicamente" en éste capi.
    Me dio tanta pena Ted. Espero que su corazoncito sane pronto.

    Muy buen relato.

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