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miércoles, 29 de junio de 2016

LEY DE PAPÁ… CONDENA ASEGURADA...



LEY DE PAPÁ… CONDENA ASEGURADA...      

                               

Leandro subió las escaleras con pasos largos y sigilosos. Sentía cosquillas en el estómago pensando que en cualquier momento su papá lo descubriría, pero sacudió la cabeza para alejar cualquier clase de miedo, razonando que el hombre ya estaba acostado y seguramente durmiendo. Llegó al pasillo común del segundo piso, pasó rápidamente frente al dormitorio de sus padres y se dirigió al final del mismo, cargando entre sus manos un platillo con una enorme porción de torta de chocolate (la preferida de su goloso hermanito), y una gran sonrisa en sus labios que murió apenas abrió la puerta de la habitación de Benicio. Pero qué rayos hacía el mocoso ahora?! Grrr…
El mayor de los muchachos dejó el plato con el postre en la cómoda de su hermano y se fue acercando hasta él sin emitir sonido.
Benicio estaba con medio cuerpo fuera de la habitación, colgando literalmente sobre la ventana. Según pudo observar, estaba acomodando una soga en el marco para poder bajar por ahí. Lea movió negativamente la cabeza. Qué demonios tenía su hermano en la cabeza?!! Si su papá lo descubría... la pequeña Jazmín seguro quedaba huerfanita. Sacó la cabeza por la ventana y....
-Siempre buscas el lado difícil de las cosas, ¡¿verdad, hermanito?! -Dijo, provocando que el adolescente se asustara e hiciera un movimiento brusco y peligroso, pero Leandro lo agarró por los brazos y lo ayudó a entrar, evitando un accidente- Después no andes llorando cuando papá te dé una paliza, porque bien que la tendrás ganada!- Lo regañó, sacudiéndolo levemente por los brazos, tratando de poner algo de razón en la cabecita descocada de Benicio, pero el muchacho parecía no caer en la cuenta de lo arriesgado de su "plan". Según él, ir a esa fiesta (que su papá le había prohibido terminantemente que fuera, sentenciándolo a un castigo memorable si lo desobedecía) lo valía todo, incluso la comodidad de poder tomar asiento....si es que me explico.
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Leandro vio cómo el rostro de sorpresa de su hermanito pronto fue cambiado por uno de enfado y ultraje y se preparó mentalmente para la explosión de rebeldía que estaba seguro mostraría el enano.
-Cállate, imbécil. - Contestó el menor, librándose de las manos de su hermano y empujándolo- Tú siempre te pones del lado de papá y estás tratando de meterme miedo, pero ahora no te voy a hacer caso. Me vale una mierd@ lo que papá diga! Y si me quiere pegar que lo intente... -Osó decir,  mostrando unas agallas que ni David contra Golliat mostró.
Leandro frunció el ceño y suspiró aún más molesto. Él no pretendía asustarlo, sólo asegurarse de que su adorado hermanito no terminara llorando en su cama, boca abajo, con el trasero incendiado. Sabía por propia experiencia que si su papá lo descubría, lo menos que haría sería darle una paliza con el cepillo. -No, no, no! El imbécil eres tú, mocoso. Te das cuenta de la altura a la que estamos? Si te resbalas y caes te puedes desnucar... -Le dio un golpecito con la mano abierta detrás de la cabeza.
-No me voy a caer... además... tú una vez te escapaste también. Y tu habitación está a la misma altura que la mía.- Repuso el crío, sacando pecho, casi sonriendo triunfante cuando vio un rubor extenderse por las mejillas de Leandro.
-Sí. Yo también lo hice alguna vez- Confesó.
-Ahí está. Ves? y no  te pasó nada!- Interrumpió Beni.
Lean se lo pensó un rato. No le había pasado nada cuando bajó... pero cuando su papá lo pilló con los pies recién posados en el suelo, la situación fue otra muuuy distinta- No. No me pasó nada... Gracias a Dios, no me caí ni nada pero.... ejem... Pero ¿sabes lo que pasó cuando papá me descubrió?-
Benicio se cruzó de brazos y lo miró cansado- No, y no me interesa... Y si no me vas a ayudar, te invito a que te largues de mi pieza. Vete, haz de cuenta que nunca me viste y listo. Déjame tranquilo. - Dijo volviendo a la posición en que su hermano lo había encontrado, para seguir amarrando la cuerda.
El muchacho no lo podía creer.... Maldita adolescencia que te hace más idiota que rebelde... GRrrr!!! Pero allá él, pensó. Leandro -seis años mayor que Benicio- sabía que habían ciertas cosas que eran preferible aprender de primera mano... así que con otro suspiro y un chirlo firme al traserito levantado hacia él, el mayor de los hermanos Robles, salió de la habitación del benjamín de la casa, con una sensación de preocupación encima, venida precisamente por dejar al niño hacer lo que estaba haciendo. Su conciencia de joven adulto le decía que debía intervenir... pero su corazón de hermano mayor le daba un voto de confianza a su hermanito.
Por su parte, Benicio sonrió feliz al escuchar que su hermano se marchaba. Su plan iba viento en popa. Ahora nada más faltaba tomar su celular y salir lo más pronto de allí. Había una gran fiesta esperándolo al otro lado de la ciudad, y él no se la perdería por nada en el mundo.
Ja! Si su papá pensaba que se había salido con la suya prohibiéndole ir y encima castigándolo sin postre esa noche, estaba muy equivocado! Benicio Robles iría a esa fiesta cuéstele lo que le cueste....
Sólo que el tierno angelito aún no sabía cuán alto sería el precio que le impondría el destino.
Ben tomó el celular de su mesita de luz, se puso un poco más de perfume y agarró un puñado de caramelitos de menta para comer, ya que parte del castigo de esa noche había sido prohibirle tooodo lo dulce. Suerte que tenía escondido algunos entre los pañales de su hijita. Con todo listo, el niño se acercó hasta la ventana para dar inicio a su gran escape.
Pero como si el destino fuera un conspirador más que un aliado, justo cuando Benicio se disponía a salir como un vencedor por la ventana, pisó el muñeco de peluche de Jazmincita que había quedado en el piso, resbalándose hacia adelante casi cayendo hacia el vacío. Por fortuna, sólo quedó colgando con medio cuerpo hacia fuera y medio cuerpo hacia dentro, tal y como Leandro lo había encontrado. Se aferró con todas sus fuerzas al marco de la ventana y trató de levantar su mitad superior para ingresar, pero la maldita ventana tipo guillotina, bajó dejándolo atrapado en esa horrible postura.
Benicio se desesperó, pensando que algún vecino lo pudiera ver y alertara a sus padres, y ahí sí que acababa muuuy mal la noche para él.
Pero ¡gracias a Dios! ninguno de sus vecinos era del tipo trasnochador, así que seguramente todos estaban por el quinto sueño a esa hora.
Sólo que su papá no era ningún vecino...
                                     

Y Eduardo jamás conciliaba bien el sueño si peleaba con alguno de sus niños. Se odiaba cuando tenía que castigarlos o darles alguna que otra palmada en la cola- aunque esto desde hacía varios años sólo se aplicaba al más joven de sus hijos-. Y haber dejado a Benicio sin el postre le remordía la conciencia. Su bebito era tan dulcero. Pensando en eso, el hombre salió de su cama rumbo a la habitación de Benicio justo para encontrarse con la parte trasera de su hijo, tratando se zafarse de la ventana. Cuando lo vio, Eduardo sintió su sangre hervir al entender que su pequeño diablillo lo había desobedecido. Hizo un recorrido con la vista, buscando algo más que su pantufla para castigar como se merecía a Benicio y fue cuando vio en la cómoda el platillo con la torta. Otra desobediencia, pensó, agregando más fuego a su enojo . Grrr... -Este chico ahora sí que me va a conocer enojado.- Gruñó.
Se fue hasta el placard de su hijo y sacó un cinturón algo gruesito y resistente. Después se acercó al niño y le bajó el pantalón y el calzoncillo hasta dejarlos a la altura de los muslos.
Benicio, que aún luchaba por librarse de la ventana, se asustó cuando sintió el tirón en sus pantalones. Pensó que sería Leandro, jugándole una broma, pero se desesperó al ver que del otro lado del vidrio, su papá levantaba el cinto en alto en una de sus manos.
-Nononnonononooooo... Papito, nooo. Espera, esperaaa... - Decía Benicio moviendo desesperado sus piernas, ahora haciendo fuerza para sacar su partecita inferior hacia afuera, en lo que él creía era un lugar seguro.
Cuando Eduardo vio que su hijo se impulsaba hacia adelante, sin importarle que pudiera caerse al vacío, aferró su brazo fuertemente alrededor de la cintura. Su intención había sido darle toda una paliza en esa postura, pero era todo un riesgo que por nada en el mundo se atrevería a correr. Levantó la ventana, poniendo gran energía para sostenerlo y lo ingresó al dormitorio. Cuando estuvo al fin dentro, y así como lo tenía, empezó a castigarlo.
CHASSS CHASSSS CHASSSS.... -Eduardo dejó caer pesadamente el cuero contra las nalgas blancas y gorditas de su hijo.
-Ayyyyyyy..... Auuuuuuu.... Ayayayaayyy.....- Gritó con cada una de las franjas rojas que se fueron formando iracundas en su colita, hasta que su papá lo paró frente suyo.
Benicio sollozaba suavecito, sorbiéndose la nariz. Quería sobarse la cola pero su papá tenía sus manos bien sujetas                                                                                    
-Me quieres explicar qué rayos hacías colgando en la ventana!!!- Gritó su padre, zarandeándolo por los brazos.
-Ayyy...- Se quejó por el trato de su papá-  Papito, yo... no... no...- No sabía qué decir. Lo habían atrapado con las manos en la masa!!
Pero su padre no necesitaba respuestas, sabía muy bien lo que su mocoso estaba haciendo y lo arrastró hasta su cama con una clara intención.
-Nooooo... no me peguess!!! Buaaaaa...- Gritó el chico cuando su papá lo acomodó boca abajo sobre su regazo. Como los pantalones y calzoncillos estaban más abajo del trasero, Eduardo directamente empezó a aplicar su mano pesada contra las carnes de su bebé.
PLASSS PLASS PLASS PLASSS PLASSS PLASS PLASSSS...
-Auuuu.. ayyyyyy..AUUUU. Yaaaa, papáaaaa.. Auuuuu.... Buaaa…
PLASSS PLASSS PLASS PLASSS PLASSS PLASS PLASSS PLASSS PLASSS PLASS- Pronto, la piel blanca se fue tiñendo de rojo. Eduardo aplicaba con fuerza cada una de las palmadas, repartiendo los chirlos por todo el trasero, sin dejar ni un sólo rincón sin atender.
El hombre estaba más allá de enfadado. Estaba hastiado con la desvergüenza de su hijo. Harto que hiciera lo que quisiera sin pensar en las consecuencias. Acaso no se había dado cuenta del peligro que corrió?!
-Buaaaaa.... Papiiii... Ayyy!!! Por favoooor, papitooo...ya noooo... Auuu... Sniiifff.... Nooooo... Ayyy....  Duele! Dueleee...
PLASS PLASS PLASS Acaso no piensas PLASS PLASS PLASS en las PLASS  PLASS consecuencias?! PLASS PLASS PLASS... -El abogado levantó la voz para retar a su hijo entre palmadas. Realmente no podía creer lo inconsciente que era el chico a veces.
-AYYYY!!! Auuuu... Buaaaa... Perdooooón!! Perdón! Nunca más, papiiiitoo... Ayyyayayayyy...- Benicio no dejaba de retorcerse en el regazo de su padre, llorando amargamente. El escozor por las nalgadas se hacía cada vez más insufrible. Su papá estaba muy enojado y parecía no importarle que pudiera lastimarlo.
PLASS PLASS No puede ser, hijo PLASS PLASS PLASS PLASS No puede ser que PLASS PLASSS no pienses en lo que PLASS PLASS puede pasar PLASS PLASS PLASS...- A estas alturas, Eduardo parecía haber perdido el dominio en su enojo y estaba descargando unos golpes extremadamente dolorosos.
-AYYYYY.....  PAPAPAPAPAPAAAA...  BUAAAA...  DUELEEEE... AUUUGHHH AUFFF...  AHMMM... YAAAAA...  UFFF...  YAAAAA.... Por favoooorrr... buaaaaa!!
PLASS PLASS.. Te pudiste CAER!! - PLAFFFFF.... Resaltó, estampando una sonora nalgada que dejó su mano calcada en el cachete derecho de su niño, como una mancha violácea, en medio del rojo furioso que era ahora toda su piel.
-Buaaa... Buaaaaaa... me dueleeeee... papiiiitooo... dueleeeee... aaauuuu... mgg... cof cof... yaaaa... cof cof... Ayyyy!!!
Eduardo tomó el cinturón y procedió a derrumbarlo contra la piel todavía rosada de los muslos de su hijo.- CHASSS... Pudiste CAERTE! -Recalcó al tiempo que entregaba el golpe.
-AYAYAYYYY... BUAAAA!!! -Sollozó Benicio.
CHASSS.... Pudiste romperte una pierna... CHASSSS.... Pudiste partirte la cabeza... CHASSSSS... Te pudiste MATAR!! CHASSS CHASSS CHASSS.... Pudiste haber muerto si te desnucas!- Gritó para acallar su propio sollozo. Era insoportable sólo pensar que algo así le suceda a su sol.
-Papáaaaaaaaaaaaaauuuu... ayyyyyy!!! Ya noooo, ya noooo!!! Buaaaaaaaaaaa.... Me dueeee... Papáaaa, dueleeee... No mássss.... buaaaaaaaaaaaaaaaaaa- Y se dejó caer rendido en las piernas de su papá. No tenía más fuerzas para luchar inútilmente por librarse del agarre que el hombre tenía sobre su cuerpo. Benicio lloraba mucho, casi al punto de no respirar por las lágrimas y los mocos que bañaban su rostro.
-Perdóooon...- Susurró entre medio de saliva espesa.
Edú también parecía haber dejado de respirar. Sólo dejó que Ben llorara sin tocarlo ni hablarle, hasta que estuviera seguro que su voz no sonaría quebrada.
Al cabo de unos minutos, Eduardo ayudó a su hijo a levantarse, pero no le subió la ropa ni le habló, sólo lo condujo hasta una esquina de la habitación, y fue cuando volvió a ver el postre y sintió su rabia reflotar.
-Me has desobedecido, Benicio. Sabes que estás castigado. Sabías perfectamente por qué no quiero que vayas a esa fiesta y mira nada más lo que haces... Desde mañana, esa ventana tendrá rejas porque no confío más en ti... - Afirmó duramente.- Y como veo que no te cansas de desobedecer, yo tampoco me voy a cansar de castigarte cada vez que lo hagas...- Dijo. Tenía a Benicio sostenido de un brazo, mientras el niño continuaba llorando.- Te dije que nada de postre, jovencito. Ven aquí- Y fue cuando Benicio vio la torta.
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-Noooo!!! No, papá! Yo no te deso.. no te desobedecíiii... Te lo jurooo... yo no traje la torta- El chico puso todas sus energías para librarse de las manos de su papá, pero Eduardo era más fuerte y más terco que su propio hijo, y lo acomodó bajo su brazo, por el medio de la cintura, dejando la cola roja al alcance de su mano.
-Noooooo... por favoooor... por favor, papitooo!!! Yo no fuiiii...
-Papáaaaaaaaaa!!!! Para, por favor. Benicio no fue.- Leandro entró rápidamente a la habitación, deteniendo el brazo de su padre antes que llegue a golpear las nalgas de su hermanito.- Yo traje el postre y lo dejé en la cómoda. -Continuó- No lo castigues a él, papá. Serías muy injusto! Ya le has pegado mucho.- Dijo. Y Eduardo supo ver el reproche en la mirada de su hijo mayor. Soltó a Benicio y el niño inmediatamente se tiró a los brazos de su hermano, sollozando su alma.
-Buaaaaaaaa... hermanitooo... snifff... sniffff... Du- sniffff... dueleeee!!!
-Shhhhh... ya está, hermanito. SShhh... Ya va a pasar... shhshhhh... Ves que no te mentía, mocoso?! -Susurraba sólo para el oído de su hermanito, mientras lo abrazaba- Shhhh... Ahora ya sabes lo que pasó cuando papá me descubrió saliendo por la ventana... Ya está, no llores más... shhhh...
Eduardo se quedó a un costado de sus niños, observando cómo Leandro consolaba al querubín de la casa, masajeando sus hombros, meciéndolo suavemente en sus brazos mientras acomodada el calzoncillo sobre las nalgas rojas, provocando un gemido en Benicio que casi le parte el corazón.
Apenas escuchaba las palabras dulces que decía el mayor, pero abrió mucho los ojos cuando escuchó claramente lo que Benicio dijo después. -T-te pro-prometo que.. snif... que la próxima vez te ha.. sniff.., te hago caso y.. y no salgo por.. snif snif por la ventana.. sniiiiff
Leandro levantó la vista y vio nervioso cómo el ceño en el rostro de su padre se ahondaba más.
Una sonrisa tímida y nerviosa se lució en sus labios secos de repente. Papá no estaba muy contento de saber ese dato.
-Shhhhhh... bueno, ya pasó.- Lo acalló con un susurro.
Eduardo trató de mantenerse serio, pero lo cierto es que estaba mordiéndose la lengua para no reírse de la carita de pánico que puso Leandro. Ese muchacho siempre cubriendo las diabluras de su muñequito travieso.
Con pasos lentos, para no asustar a Benicio, Edú se acercó al niño y lo alzó con cuidado para sentarlo en su regazo. - Ya está, bebé. Ya pasó Bonito de papá.... Shhhh. .-Hablaba consoladoramente, añadiendo mimos a la espalda del chico- Sabes que me preocupo por ti y no quiero que nada malo te ocurra jamás, mi rey... Pero haces cada cosa que.. - Suspiró. - Tienes que pensar, mi amor. Piensa antes de actuar, sino yo te prometo que la próxima vez toda la paliza será con el cinturón y ahí sí que no respondo, hijo.- Expresó firmemente, mirándolo a los ojos. Ante la amenaza, el niño sollozó más lastimero y ocultó el rostro en el pecho de su padre.
-Papá, qué bonita forma de consolar a mi hermanito tienes! - Dijo disconforme Leandro, moviendo la cabeza negativamente,  conmovido por su llanto.
-Tú mejor te quedas calladito y me pasas un pijama para tu hermano o también vas a estar durmiendo boca abajo esta noche... Me hago entender?!
-Yo por qué, papá? -  Se quejó infantilmente, haciendo reír a su padre.
-Sabes bien por qué, hijo. Pero ya hablaremos de eso más tarde.
-Papi, yo...- Empezó Lean, pero su papá lo detuvo sin prestarle mucha atención.
-Pásame el pijama, por favor, Lean. Tu hermano tiene que dormir porque mañana temprano tiene que ir a acomodar muchos expedientes en mi oficina.- Benicio hizo un puchero, entendiendo que eso era parte del castigo que su papá había impuesto. Unas lágrimas se derramaron por sus mejillas y su papá se las limpió con el pulgar.- Shshshshhhh... ya no llores, mi bebé. No llores que la tortita de chocolate  no sabe bien entre lágrimas.- Consoló y el niño levantó sus ojos celestes hacia su padre, para sonreírle.
Leandro le pasó los pijamas y lo ayudó a cambiar a su hermanito. Con mucho cuidado, lo acomodaron en la cama  y Eduardo le dio de comer la torta a bocados en la boca.
-Más?- Pidió como un niñito pequeño y Eduardo estuvo tentado de bajar corriendo las escaleras para traerle más postre a su bebote, pero se contuvo al ver la hora.
-No, mi amor. Más ahora no porque tienes que dormir... -Edú lo arropó, le dio un beso en la cabeza y empezó a arrullarlo.
-Duerme, mi príncipe. Papá te cuida... -Murmuraba, acercando sus labios al rostro del niño para darle besos- shhshshhhhh... shhhh... Te amo tanto, hijo.... shshshhhhh... Duerme,  bebé...
Benicio cerró los ojos y pronto se durmió ante los gestos de ternura que demostraba su papá.
Ya seguro que su hijo no iba a despertarse, Eduardo agarró del antebrazo a Leandro y lo sacó del cuarto.
Apenas se movieron fuera de la habitación, el hombre giró a su hijo de tal modo que su trasero quedaba hacia adelante y dejó caer tres chirlos sólidos en las nalgas firmes del muchacho.
-Qué...?! Papaaaaá... No hagas esoooo.... - Gruñía Leandro, tratando de apartar sus nalgas del alcance de la mano dura de su padre.
Eduardo lo soltó e inmediatamente,  Leandro llevó sus manos a su cola para tratar de mitigar el ardor provocado por las palmadas de su padre.
-Eso no era necesario, papá. - Reclamó ofendido.
-Yo creo que sí era necesario después de enterarme que viste lo que hacía Benicio y lo dejaste continuar. Que sea la última vez, hijo, la última vez que dejas que tu hermano haga una locura así, porque te juro que la misma paliza que se llevó él te la llevarás tú también. La próxima vez - Continuó, pero realmente esperando que no hubiera una próxima vez - espero que hagas lo correcto y lo detengas o me avises cuanto antes. Tu hermano pudo haberse caído. La ventana está demasiado alta y dudo mucho que sólo termine con un brazo o una pierna rota si se cae.... Hijo,  eres el mayor. Da el ejemplo, por favor!
Ante el regaño,  Lean no pudo menos que bajar la mirada avergonzado. Su padre tenía razón en retarlo.
-Lo siento, papá. Te prometo que no vuelve a pasar. Pero entiéndeme, por favor, es mi hermanito y estaba tan empecinado en ir a esa fiesta que... yo simplemente no pude.
El padre suavizó las líneas de su rostro y dibujó una tierna sonrisa en sus labios antes de envolver entre sus brazos a su niño grande. - Te entiendo, mi chiquito, y acepto que quieras complacerlo, pero de vez en cuando necesito que me ayudes no tapando todas las travesuras de Beni ni menoscabando mi autoridad.
-Papi... lo de la torta... yo... pensé que...
-Sip! La torta! Irse a dormir sin el postre era un castigo que tenía tu hermano, hijo. - Acto seguido, Eduardo aplicó otros dos azotes en el trasero de Leandro para descontento de su hijo mayor.
-Grrrr... Me hubiera quedado en la cama... - Murmuró, y su padre le dio un abrazo rápido antes de mandarlo a la cama, con otra palmada.
-Papaaaaá.... - Reclamó, moviéndose deprisa, pensando que al día siguiente arreglaría cuentas con su hermanito.
-Buenas noches, hijo. Te amo- Dijo Eduardo.
-Yo también, papá. - Respondió Lean,  antes de perderse en su habitación.
Eduardo abrió la puerta del cuarto de Ben, justo para verlo hacer una mueca graciosa. Suspiró, imaginando las mil cosas que podría estar soñando su ángel....
Con pasos cansados, se acercó hasta la cama del niño y se quedó un largo rato contemplándolo. Su mundo se hubiera acabado de pasarle algo a su bebé. Por el bien de todos, el abogado empezó a imaginar el tipo de rejas que haría instalar al día siguiente... Pero se odió pensando que su hijito parecería un pajarito enjaulado en vez del adolescente libre y travieso que era... Ni modo, preferible eso a verlo en un hospital... Pensó antes de caer rendido del sueño,  a la par de su hijo

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3 comentarios:

  1. Me encanta esta familia, beni, lea y su papá me encanta esta historia

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  2. Ariane que increíble capítulo!!
    U.u no pudo ir a la fiesta ... Y se llevó un buen castigo!!...
    Jajaja pobre Lea también cobró por andar cubriendo a su hermanito!!

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