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viernes, 2 de septiembre de 2016

ÁNGELES CASI PERFECTOS



ÁNGELES CASI PERFECTOS

- Sube y espérame en tu habitación, jovencito! Y no pienses en desobedecerme ni por un minuto porque te prometo que no te va a gustar lo que pasará si lo haces.- Fue la amenaza emitida por el todavía muy joven, muy apuesto y muuuuy enojado papá, Sebastián Almada, quien envió a su pequeño hijo de ocho años de una fuerte palmada en la colita, rumbo a su habitación.
- Ayyyyy... nooo.. - Protestó el niño, cubriéndose sus pompas con ambas manitos, al tiempo que echaba a correr al segundo piso, encontrándose a su abuelo en el camino- Abueliiitooo, protégeme, por favorr!!! Papá  me quiere matar!!! - Gimoteó, apenas vio al señor -  bajando las mismas escaleras que él debía subir -  y se prendió a su cintura, tratando de cubrirse del "ataque" de su padre, que venía subiendo detrás de él.
- Sebastián! Qué crees que estás haciendo, muchacho?!! Estás asustando a mi nieto con esas amenazas, por Dios!- Reclamó Marcelo, mirando enojado a su sol, convertido en todo un padre.... Ahhhh, cómo pasaban los años! Pero eso sí, podían pasar centurias, y para Marcelo, Sebastián siempre sería su bebé. 
- Ah, no, papá! Tú jamás dejaste que el abuelo me defendiera cuando me tenías que castigar, así que no te metas, por fav... auuuu, papáaa!! Eso duele!- Se quejó Sebas, al sentir la mano dura de su padre hacer contacto con su despreocupado trasero. Pufff... sin dudas, el brazo de Marcelo seguía en forma.
- Eso era distinto.                                                     
- Qué tiene de distinto?!!- Preguntó algo insolente Sebastián, provocando una seria mirada en el rostro de Marcelo. 
- Que tú te portabas muy, muy mal y yo soy casi un ángel- Respondió Valentino, desde la segura posición que ocupaba, detrás de su abuelito.
-Já!... Un ángel..?!
-Dije "casi", papi. Casi... jiji...
- Abueeelo, no es justo! Por qué a él sí lo defiendes y a mí no?!!- Se escuchó el reclamo desde la cima de las escaleras. Constantino había estado prestando atención a la última parte de la escena y no le pareció bien lo que hacía su abuelo. Ayer mismo a él su papá le había castigado y el abuelo sólo se limitó a mimarlo después de la paliza que Sebastián le “regaló”. Por qué a su hermanito sí lo defendía?!!
- Usted calladito que ayer se merecía lo que su papá le dio! Fumar a los 15 años?! Mira, hijito, agradece que no fui yo el que te encontró haciéndolo que sino, pregúntale a tu padre lo que te pasaría...
- Papáaaa... puedes dejar de avergonzarme frente a mis hijos?!!- 
- Jijiji... papiiii, de pequeño eras peor que nosotros ...
- Te quedas corto, mi rey.... pero no te preocupes que el destino sí que es justo y yo ahora simplemente disfruto de ver a tu padre pagar por sus diabluras...
Marcelo estaba tentado en emitir una carcajada, pero ver el mini puchero en la boca de su "bebé" evitó que lo hiciera. No había dudas, su hijo siempre sería una ternura. Y sus nietos también, pero bien que las ternuritas te pueden sacar canas verdes, y hasta violetas con sus ocurrencias!
- Y ahora qué hiciste, enano?!!! - Preguntó Constantino, llegando a donde todos habían quedado parados. 
- Nada que te importe, metiche...- Contestó, sacándole la lengua.
- Estúpido...-  Contraatacó el adolescente, pegándole un cocacho en la parte de atrás de la cabeza. A veces Constantino solía ponerse a la altura de su hermanito cuando peleaban. 
- Constantino. Te dije un montón de veces que no golpearas en la cabeza a tu hermano.... ni en ningún otro lado- Agregó ahí nomás, cuando vio la intención en su hijo mayor de querer soltar un golpe en las costillas a su hermano. 
- Por qué no lo regañas a él que empezó primero?!- 
- No me importa quién lo haya empezado, yo lo estoy terminando ahora! No quiero verlos pelear, sino voy a enojarme muy seriamente con ustedes dos. Ahora vayan a sus habitaciones mientras yo hablo con su abuelo.
- Noooo, a mi habitación solito, nooo... Hermanito, puedo ir contigo?!!!- Rogó el pequeño de la casa, cambiando la cintura de su abuelo por el pecho de su hermano. No le gustaba estar solo cuando su papá pensaba castigarlo.
Y a pesar de las innumerables peleas de esos dos, Constantino jamás podía enojarse más de la cuenta con el enano. Lo adoraba.
- Está bien, mocoso...
- Qué acabo de decir?! O es que hablo en chino y no me entienden? Dije cada uno a su habitación! Pero ya! - Y los niños corrieron a perderse de la vista de su enojado padre, pero sólo un portazo se escuchó, así que lo más seguro era que Constan y Vale se hubieran encerrado en el mismo cuarto. Sebastián suspiró cansado. No había caso con aquél par de demonios.
- Demonios?!!- Preguntó Marcelo, leyéndole la mente- Sabes que esos niños parecen querubines a tu lado...
- Papá odio que..
-... hagas eso. Ya lo sé, hijo. Soy tu padre y te conozco mejor de lo que piensas.
- Entonces también sabes que odio que me desautorices delante de mis hijos. Y aun así te importa una mierda, verdad?!!
- Cuida tu boca, jovencito. Sabes que no tolero que hables así delante mío.- Regañó con su mejor tono de padre- Y no te  desautorizo, hijo, sólo que no iba a permitirte castigar a mi nieto con el enfado que traías encima... Quieres contarme qué hizo mi "casi ángel" para que estés así?!
- Ese niño... papá, de verdad yo era así?! 
- No, mi amor, claro que no...- Sebas suspiró aliviado. Sabía que había sido un buen niño a la edad de su retoño.- Eras Peor!
- Qué?!!! Oyeee, eso es mentira!- Exclamó ofendido.
-Já! Claro que no! Y no me vuelvas a llamar mentiroso... Si no fuera por mi habilidad para leer tu mente, creo que te hubieras metido en más líos, pero aún así, me costó tenerte a raya... no sé cómo te la ingeniabas para que no descubriera tus travesuras la mayor parte del tiempo
Sebas sonrió, recordando el par de lentes oscuros y el casco de su bicicleta, que convenientemente había forrado con papel de aluminio y que solía llevar en la cabeza, aludiendo jugar a los astronautas, para que su papá no pudiera leer sus pensamientos, ni descubrir las trastadas que se mandaba cuando lo miraba a los ojos. Afortunadamente, su padre no sospechó jamás de esos elementos, así que una que otra vez, su colita salía ilesa de sus fechorías.
- Con que era eso! - Dijo, más animado Marcelo, descubriendo al fin el secreto de su hijo. 
- Papáaa... no se vale que espíes mis pensamientos!! GRR... Cómo es que yo no puedo leer los pensamientos de mis hijos?! 
- No lo sé, cariño. Ni yo mismo sé de quién lo heredé... Pero en fin, sabes que mis orígenes los desconozco por completo, así que no sé a qué o a quién se debe mi habilidad.- Suspiró. Marcelo rara vez hacía referencia a sus orígenes. Y es que ser adoptado era un algo que se lleva toda la vida. No importa cuánto amor te pueda dar tu familia adoptiva, siempre estará esa duda en el corazón. Me habrán querido mis padres?! Por qué me dieron?! Qué será de ellos?! Y esas preguntas que no siempre serán respondidas y que él, pese a leer los pensamientos, jamás pudo responder.
- Lo sé, papá. Siento haberlo mencionado.- Expresó apenado el muchacho, acercándose hasta el sillón donde su padre había tomado asiento.
- No tienes por qué sentirlo, mi vida. Tú eres todo lo que necesito para ser feliz. Tú y esos "casi angelitos" de allí arriba. - Le dio un beso y lo achuchó a su lado. 
- Hablando de esos angelitos...
- Casi angelitos, mi sol. Casi..- Ambos se rieron un poco.
- Tengo que ir a hablar con Valentino. Papá, puedes creer lo que hizo ese mocoso?
- No creo que él haya sido el autor intelectual de esa broma- Exclamó después de "leer" la mente de Sebastián.
- Já! No conoces a tu nieto...
- El asunto es que sí y por eso lo digo. Tu hijo es travieso, pero no cruel... Y eso que le hicieron al profesor fue todo menos una travesura. Habla con el niño, tal vez, si vas por las buenas, él te diga lo que sabe... y créeme, hijito, él sabe quién fue, pero...
- Pero qué?
- Tenle paciencia, bebé. Él te dirá. - Marcelo le dio un beso a su hijo y lo mandó arriba con una palmada en la cola de la misma intensidad que Sebastián le había dado más temprano a Valentino.
- Auuuuu, paaaa...
- Ya ve, Sebastián.
Sebas subió urgente las escaleras y se detuvo frente a la puerta de la habitación de su hijo mayor; decidió que llamaría antes de entrar. Estaba tratando de ser lo más sereno y conciliador posible.
Toc Toc ... Tocó dos veces.
- Pasa, papi. - Respondió el adolescente, dueño del dormitorio.
- Constan, necesito hablar a solas con tu hermano. Quieres bajar e ir con el abuelo por una soda?! - Sebastián sabía que bien bajara su hijo, Marcelo lo llevaría fuera por la soda, pues lo más seguro es que ya le hubiera leído el pensamiento. 
Y, si bien aquello había sonado como una sugerencia, en realidad Constan sabía que era más que nada una orden amistosa, pero orden al fin.
- Sí, papá. - Constantino suspiró. Estaba algo dubitativo por dejar a su hermano solo con Sebastián, pero sabía que no podía hacer nada. Le dio un apretoncito en el hombro a Valentino, como tratando de transmitirle algo de alivio y salió lentamente del cuarto. - Papi ten paciencia, sí?! No quiero quedarme sin hermano tan pronto...- Dijo en un susurro, pero después bajó corriendo cuando vio la intención en la mano suelta de su padre de querer estampillarse en su traserito.
Sebastián sólo sonrió ante la graciosa huida de Constan, pero la sonrisa se le borró del rostro cuando vio las lágrimas que brillaban en las mejillas de Valentino. 
- Tenemos algo urgente de qué hablar, mi Valiente- Dijo con la voz calma, usando el apodo cariñoso que le gustaba tanto a su niño.
Al ver el rostro ya no tan serio de su padre, el pequeño se arrojó a los brazos de Sebastián.
- Buaaaa... papáaa, papito lindo, no estés enojado conmiiigooo.. snifsss snifss... Te juro que... te lo juro, papiii, yo no sabía que Tom...- Instantáneamente, el niño calló. 
Sebastián abrazó fuertemente a su bebé, antes de tomarlo en brazos para levantarlo del piso. Adoraba tanto que su niño aún fuese pequeño y su cuerpecito cupiera tan bien entre sus brazos. Así "amoldados", Seb paseó a su hijo por el amplio dormitorio, acariciando su espalda suavemente para que el niño dejara de llorar.
- Shhhuuuu, yaaa, mi cielo. Shshshhuuu... papá está aquí, tesoro. Vamos a hablar, sí? - Ante el leve asentimiento de la cabecita posada en su hombro, Sebastián continuó. - Puedes confiar en mí, bebé. Haré todo lo que esté a mi alcance para solucionar las cosas, pero para eso debo saber quién fue el de la broma. Sé que no fuiste tú porque tú no eres malo, eres mi casi ángel y sé que tienes un corazón enorme y que no le harías eso a nadie, por más mal que te cayera. Verdad, que no, amor?- Susurraba, al tiempo que se movía lentamente, en un vaivén mecedor, calmando los latiditos del corazón acelerado de su pequeño.
- Yo no fui, papi... Pero si te digo quién fue, entonces... entonces me va a ir muy mal... - Confesó.
- Te prometo que no, mi niño. Yo te protegeré. - Le dijo, apretando más sus brazos alrededor del cuerpito de su hijo. Sorprendentemente, ese abrazo resultaba tierno y jamás lastimó a Valentino.
- Sniiiifffs... Lo prometes, papi?! -  Sebastián miró lleno de amor esos ojos puros e inocentes de su solcito chiquitito.
- Por mi honor, hijo. Nada malo va a pasarte. Yo jamás lo permitiré. - Dijo, lleno de determinación.
Valentino se acomodó un poco mejor en los brazos de su padre, apoyando la cabeza contra su pecho y empezó a relatar lo que había sucedido en el aula, a la hora de Matemáticas.
-.... Y por eso el profesor piensa que fui yo. Pero no podía decirle que fue Tomás, papi. Él es más grande que yo... todos en el salón son más grandes que yo... y por eso se meten conmigo. -  Se quejó. Y era cierto, Valentino parecía tener 5 añitos en lugar de los 8 que había cumplido y por eso, la mayoría de los niños de su curso solían molestarle. - Pero el profesor estaba tan enojado que ni siquiera me preguntó, sólo me acusó porque yo estaba más cerca... Papi, qué voy a hacer??
Sebastián había escuchado atento el relato de su hijo,  maldiciéndose en silencio por haber sido tan intransigente hacía unos momentos con el niño. No, su hijo no era casi un ángel, era un ángel en todas sus letras. Mejores hijos no pudo pedir, y como aquel chiquitín no habían dos.
- Hablaremos con el director...
- Nooo... Él me da miedo, papito.
- No tienes por qué, mi amor. Además, yo lo conozco y sé que Martín es un buen hombre, y justo también.
- Pero papá, dicen que se come a los niños. - Ante el terror puesto en esas palabras y la carita abatida del dulce niño, Sebastián no pudo menos que perderlo en sus brazos, aguantándose difícilmente las ganas de reírse hasta quedarse sin aire. Es que de dónde sacaría esas ideas su precioso principito?!! Uffff… De quién sino de su otro príncipe... grgrrgrgrgrrr Ese Constantino era todo un caso.
- Claro que no, mi amor... cómo piensas eso si Martín es vegetariano - No pudo evitar el humor en aquello. - Jamás te comería... aunque ahora mismo yo estaría preocupado de que no te comieran a besos.- Y el ataque de besos y cosquillas empezó en cuestión de segundos. Sebastián adoraba la risa única de su bebé y se deleitó con ella por unos buenos cinco minutos, hasta que Valentino casi moja sus pantaloncitos. 
- Papiii. papiii, ya basta, me hago pis, me hago pisssss... Auuuuu... Me hagooooo...
- Ve al baño, amor. Corre que te gana - Sebastián desprendió el botón del pantalón y lo acompañó hasta el cuarto de baño. Cuando su niño terminó y lavó sus manitos, Sebastián lo tomó en brazos otra vez.
- Mi niño tierno, quiero pedirte perdón. - El niño lo miró confundido - Perdóname por no escucharte, por gritarte, por amenazarte y sobre todo por pegarte. Estaba enojado por lo que pasó en el cole, pero no debí desquitarme contigo... Te prometo que jamás voy a castigarte estando enfadado, mi cielo, y siempre voy a escucharte primero... Puedes confiar en mí. Todo estará bien, ya lo verás.
- Te quiero tanto, papi. - El pequeño se abrazó al cuello de su papá, feliz de que todo hubiera salido bien... por el momento al menos... pero Valentino sabía que no había nada qué temer. Su papá había prometido que todo saldría bien y él así lo creía. Ahora, sintiéndose protegido en aquél nido humano, tibio y seguro, formado por  los fuertes brazos de su padre, el angelito no pudo luchar más contra el cansancio y calló rendido a un sueño tranquilo.   
- Mi niño, mi bebé. No eres casi un ángel, eres el ángel perfecto que tu madre quiso dejarnos. Te amo, y siempre te amaré. Sueña con tus colegas, mi bello angelito, que yo aquí te cuidaré siempre.- Sebastián depositó un beso lleno de amor en la frente de su hijo y dedicó toda su tarde a contemplar el sueño profundo de su pequeño ángel perfecto, sin dejar de dar gracias a la vida por haber confiado en él para cuidarlo, protegerlo y amarlo.

Y colorín colorado.... Espero que les haya gustado! =D


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