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domingo, 25 de diciembre de 2016

Capítulo 2: el campamento



Ansias de libertad


Capítulo 2: el campamento
Habían pasado varias semanas desde ese desafortunado incidente que había terminado en esa paliza inolvidable, de alguna manera yo y Luis habíamos logrado evitar más castigos con excepción de un par de castigos con el cinto, y aunque dolían terriblemente ninguno había sido como esa temible primera vez con la vara.
Estaba leyendo la estúpida hoja de reglas que nos habían dado para el campamento familiar que iba a hacer el grupo religioso. Entre otras cosas estaban prohibida la ropa indecente (no aclaraban a que se referían) y tampoco estaba permitido escuchar música mundana (le llamaban así a toda la música que no fueran sus insípidas tonadas religiosas). Yo había guardado en mi maleta mis audífonos ¿Quién se iba a dar cuenta que tipo de música escuchaba? Y la verdad no me importaba con tal de que no me descubrieran y acusaran con mis padres.
Estaba pensando que otras cosas poner en mi maleta cuando sentí un pelotazo en la espalda. No necesitaba voltear para saber quién había sido.
- ¡Las vas a pagar Luis!
Traté de lanzarle una de mis pelotas de tenis pero él la desvió fácilmente con su raqueta. Con razón me había dolido tanto, el desgraciado de mi hermano me había lanzado la pelota no con la mano sino con la raqueta.
Frustrado por mi venganza fallida suspiré
  • ¿Ahora qué quieres Luis?
  • ¿Crees que sea buena idea llevar nuestras raquetas y algunas pelotas de tenis?
  • No sé – le respondí – seremos afortunados si hay regaderas decentes en ese lugar, y definitivamente que no esperes encontrar una cancha de tenis. Pero no perdemos nada, para por lo menos practicar y distraernos un rato.
Mi hermano asintió y se fue a seguir empacando su maleta.
Después de algunas horas estábamos ya en camino al susodicho campamento.
Yo iba escuchando mi playlist en mis audífonos cuando sentí un codazo leve de Luis, y se lo iba a devolver cuando note que mi papá me estaba hablando y viéndonos por el espejo con ojos amenazantes. Así que la intención de mi hermano era salvarme de una regañiza. Apagué la música justo para escuchar a mi papá.
  • ¡Quítate esos audífonos inmediatamente Daniel! – yo le hice caso – les estaba diciendo que quiero que se porten muy bien, como deben siempre pero especialmente porque van a estar los demás de la iglesia.
Yo solamente asentí con la cabeza y musité una respuesta inaudible. Me chocaba que a mis padres les interesara tanto la opinión de las personas del grupo, ni que nuestras vidas dependieran de ellos.
  • ¡Daniel y Luis! Estoy hablando seriamente y ustedes ni siquiera se dignan a contestarme bien. Solamente les advierto que si es necesario usaré la vara para corregirlos. – yo y mi hermano nos volteamos a ver en una mirada congelada ¿no se atreverían a humillarnos de esa manera verdad?
  • ¿Me escucharon?
  • Sí pa
  • Sí papá
Llegamos al lugar que era básicamente una casa de campo con ínfulas de rancho. Yo y mi hermano nos sorprendimos al descubrir que efectivamente había una cancha de tenis, o al menos un intento de, pues el piso era de cemento. Pero seguro que serviría.
  • Hola, qué bueno que viniste – me saludó Josué mientras pasábamos el equipaje al cuarto que nos habían asignado. Era una casa vieja pero con muchos cuartos y un jardín grande, y nos había tocado uno de los últimos cuartos en la segunda planta.
  • Hola. Estaba viendo que hay una cancha de tenis. ¿Sabes jugar? Haber si jugamos al rato ¿sale?
  • Sí, aunque no soy muy bueno en tenis. También hay una mesa de ping pong, y en ese soy mejor, por si también quieres jugar conmigo. Aunque tendrá que ser al rato porque ya casi empieza la primera reunión del campamento.
Después de la primera reunión o conferencia que dieron, y en la que por cierto no dijeron nada interesante, tuvimos la comida en el jardín en mesas plegables en el jardín. Yo me fui con Josué que tenía la misma edad que yo y dos de sus amigos, Jacob y David ambos de 15. Me había dado cuenta que la gente de este grupo se fragmentaba en pequeños grupos cerrados a su vez, y  yo me identificaba con el de Josué y sus dos amigos. Vi que Luis estaba con Samuel el hermano chico de Josué platicando y riendo.
Uno de los señores del grupo se acerco platicando con el pastor (líder religioso) a nosotros
  • Que bueno es ver a chicos obedientes y cristianos en estos días, están en peligro de extinción.
  • Así es Armando, y estarían extintos de no ser por la vara de la corrección. ¿No es así chicos? – fue lo que nos dijo cuando por fin se digno notar nuestra presencia.
  • Tal vez – dijo Jacob con una risita nerviosa que también soltaron Josué y David. A mi me dio rabia, pero sabía bastante bien que pelear con el pastor era lo que peores consecuencias podría traerme.
También noté que un grupito como el nuestro nos estaba observando y que los chicos se echaron a reír porque el pastor nos había avergonzado con su comentario.
Una vez que se habían alejado a una distancia considerable los señores, Josué retomó la platica.
  • Y entonces Felipe va a acusarnos con mis papás de que estábamos cortando los limones del árbol del vecino. Un hipócrita de primer nivel.
Estaba criticando al que parecía el líder del otro grupito de chicos que se había reído de nosotros, y por lo que pude deducir, el conflicto no era algo nuevo y se remontaba bastante tiempo.
  • ¿Y por qué no te vengas? – le interrumpí – hacerle algo que le recuerde no volver a meterse contigo.
Ante las miradas de mis amigos capté el error que había cometido al decir eso y traté de arreglarlo
  • Bueno, obviamente no me refiero a agarrarlo a golpes ni nada así, sino hacer algo no necesariamente violento pero que le haga entender quien eres, algún plan un poco más complejo en el que no quede duda quien es el perdedor o el ganador. – Mientras describí esto vi que a Josué le brillaban los ojos y también note una extraña mezcla de fascinación y temor en los otros dos.
  • ¿Más o menos a qué te refieres?
  • Bueno, aunque a veces si existen peleas a golpes en la escuela, generalmente no es lo que más conviene. Una vez mi primo hizo que expulsaran a su peor enemigo de la escuela, pero le tomó algún tiempo planearlo todo. Finalmente un día logró que el director lo cachara tomando en el patio de la escuela y pues cuando lo expulsaron ni siquiera se sorprendió porque en parte el lo había orquestado.
  • No suena nada mal ¿pero por dónde empezamos?
  • Empezamos por divertirnos y darles un poco de celos.
Acordado el plan, terminamos de comer. Y después nos fuimos a jugar a la mesa de ping pong. Había varios niños jugando en el futbolito, aunque después de un rato había varios alrededor de la mesa de ping pong, especialmente de los adolescentes, observando nuestro juego y esperando que los invitáramos a participar. Josué resultó ser un excelente jugador, y terminó ganándonos a Jacob, a David y a mí. Cuando llegó Felipe con su grupito de amigos empezaron a quejarse en voz alta de que no dejábamos jugar a nadie, y sus voces llamaron la atención de algunos adultos que estaban por ahí. Yo sabía que lo había dicho tan fuerte con esa intención pues nada le causaría más alegría que causarnos problemas con nuestros padres. Pero yo ya estaba preparado.
  • Tienes razón Felipe, ya es momento que otros jueguen también. Josué y yo te retamos a un juego en dobles, escoge tu pareja y la pareja que vaya ganando se va quedando para jugar con los otros que están esperando. – le di mi respuesta, que por cierto no se la esperaba, mientras con mi mente le decía “veremos quién gana”
  • Bueno – me dijo después de pensarlo rápidamente - escojo a Berna como pareja.
Obviamente Josué y yo los batimos, y en cuanto los sacamos del juego comenzaron a quejarse de nuevo que nosotros llevábamos demasiado tiempo jugando. Pero  en cuanto entró la nueva pareja nos dejamos ganar, de esa manera tendrían que esperar a que terminarán de pasar todos los demás antes de que pudieran volver a entrar.
  • Ahora vamos a jugar tenis de verdad – le dije a Josué y a los otros dos amigos lo suficientemente fuerte como para que me escucharan Felipe y su grupito.
Fuimos por las raquetas y las pelotas, y logramos convencer a uno de los chamacos que andaba por ahí que nos ayudará con las bolas durante el juego a cambio de una pelota de tenis y unos chocolates.
Josué resultó no ser tan mal jugador, aunque definitivamente yo era mejor. David y Jacob no sabían jugar muy bien, pero se las poníamos fáciles para que se divirtieran también. Noté que se habían juntado algunas personas a vernos. Cuando llegó mi hermano por fin pude jugar en serio. El es muy bueno, lo suficiente como para ganarme la mayoría de las veces que entrenamos en el club, pero la presión de tener tanto público me obligó a dar el 100%. Y finalmente logré ganarle 3 de 5. Y no fue hasta que terminé de jugar que me di cuenta de que había muchos espectadores observando el juego. Había estado tan concentrado en ganarle a Luis que me había desconectado de todo lo demás, pero no solamente estaban ahí Felipe y sus amigos viéndonos con envidia y recelo, sino que incluso el pastor estaba platicando con dos de sus esbirros mientras veía nuestro juego. Me sequé el sudor de la frente y tomé un largo trago de mi gatorade disfrutando la victoria, sintiendo que el derrotado en este juego no era mi hermano, sino Felipe, sus amigos y tal vez hasta otras personas del grupo. Le dimos la pelota y la barra de chocolate que le habíamos prometido al sudoroso niño que nos había ayudado con las pelotas y después de recoger el equipo salimos de la cancha con paso triunfante.
  • Nosotros queremos jugar también – oí la voz de Felipe, pero lo ignoré totalmente.

  • Daniel, préstales el equipo a los otros que quieren jugar. – Me quedé pasmado cuando escuché a mi papá decir eso, pero decidí arriesgarme un poco. Y cómo a nadie parecía importarle la educación de no gritar las conversaciones personales, decidí aprovecharlo a mi favor.

  • Pa, es que ellos no saben jugar tenis, y van a volar las pelotas o podrían lastimar las raquetas. Si quieren jugar se las prestamos, pero cuando estemos nosotros para supervisar, porque ahorita vamos a bañarnos.
Se sentía tenso el ambiente, y todos los presentes nos observaban como zopilotes preguntándose si mi papá consideraría mis palabras como un cuestionamiento a su autoridad o una petición válida. Afortunadamente mi papá se inclinó por la segunda opción y después de asentir me dijo.
  • Está bien hijo, entonces después, pero no se te vaya a olvidar.
Sonreí para mí mismo mientras me dirigía al cuarto a ducharme.
  • ¿No crees que nos estamos arriesgando mucho? – me dijo Josué cuando habíamos quedado a cierta distancia
  • Yo creo que sí, y es precisamente lo que buscamos. A veces hay que pagar el precio, y creo que en este caso puede ser una buena paliza. Pero si queremos realmente completar nuestra venganza probablemente terminemos ganándonos una.
  • Pero eso tal vez lo digas porque no sabes bien de lo que hablas.
  • En eso creo que te equivocas Josué, sé perfectamente lo que es recibir una buena paliza porque mi padre me la ha dado. Y lo trataremos de evitar, pero en caso de que sea inevitable la tomaremos como hombres y no como niñas. A diferencia de Felipe y sus amigos que por lo que veo son unas nenas que no aguantan nada. Vé, no pueden ver que nosotros estemos disfrutando un juego que ellos no pueden jugar y se ponen a gritar para que todos intervengan a su favor, ¿qué harán cuando les den una paliza?
  • Pues sí verdad
Salí de bañarme justo para escuchar en el cuarto de al lado un escándalo y algo como golpes seguidos del llanto de un niño. Debo admitir que el ruido me puso los pelos de punta, y me apuré en cambiarme para salir de ahí cuanto antes.
Cuando llegué a donde estaban todos ya habían encendido la fogata, y empezamos a derretir bombones en la fogata. Después de no mucho tiempo sentí que alguien jalaba mi playera como para llamar mi atención, y cuando me giré para verlo me encontré con el niño que nos había ayudado con las pelotas. Todavía tenía un poco de chocolate en la esquina del labio, pero estaba sollozando y tenía los ojos rojos de haber llorado mucho; su papá estaba al lado con expresión seria, me ofreció la pelota antes de comenzar a hablar.
  • Te devuelvo tu pelota, Ezequiel no me había pedido permiso para hacer ese trabajito para ti ni tampoco me informó que le ibas a dar el chocolate y la pelota a cambio. Ya lo corregí para que no vuelva a suceder – lo último lo dijo llevándose la mano al cinturón.
Yo me quedé estupefacto, deducí de manera certera que el escándalo que había escuchado en el cuarto de al lado del nuestro había sido la paliza que este niño había recibido. Y no podía creer que un padre fuera capaz de zurrar con el cinto a un niño de unos 9 años por algo así como ganarse un chocolate y una pelota. ¿Qué estaba mal con esta gente?
  • No cuestiono su autoridad – me obligué a decir esas palabras aunque sentía todo lo contrario – pero esa pelota yo se la regalé a su hijo. Y ya no es mía, así que quedármela sería robar, y eso está prohibido por la Biblia – lo último lo dije utilizando la filosofía del grupo a la inversa.
  • ¿Seguro?
  • Más que seguro – le dije mientras me inclinaba y le susurraba al niño en el oído – perdóname por causarte problemas, no era mi intención
El niño asintió de forma imperceptible y yo le revolví el cabello mientras le decía en voz audible – pórtate bien – para que su papá no sospechara lo que en verdad pensaba y le había dicho. Puse la pelota en las manos del niño y me alejé de ellos lo más rápido que pude.
Me estaba sirviendo un vaso de refresco cuando vi que Felipe se aproximaba
  • Todos saben que apoyar a tu amigo Josué… y a su grupito de amigos incluyendo el nuevo amigo fresa trae consecuencias – dijo dirigiendo una falsa mirada de lástima al niño de la pelota.
Tuve que hacer acopio de toda mi fuerza de voluntad para evitar lanzarle el vaso de refresco en su estúpida cara con esa burlona sonrisa.
  • Es un placer conocer al menos hombre de entre todos los habitantes de este planeta. – le dije con una voz sarcásticamente amistosa qué le congeló la sonrisa mientras trataba de entender si era un cumplido o una burla. El pobre idiota.
  • ¿A qué te refieres? – esto lo dijo Bernabé, pues se habían acercado sus otros tres amigos rodeándolo como perritos falderos. También se había acercado Josué con Jacob y David pues se había percatado de la tensión en el ambiente y algunos zopilotes lo habían seguido. Este era nuestro MOMENTUM y teníamos que disfrutarlo.
  • ¡Hacer reverencia a su majestad Felipe I emperador del reino de las nenas, cuyo poder y gloria incalculables están basados en la hombría, bravura y coraje de acusar a niños más pequeños con sus padres! – dije haciendo una amplísima reverencia
  • ¡Y protegido por la impenetrable defensa de las faldas de su madre! – exclamó Josué haciendo su reverencia
La escena mental era tan chistosa que nosotros y más de uno de los zopilotes estallamos en carcajadas mientras la estúpida sonrisa se le disolvió inmediatamente a Felipe como si le hubiera caído ácido.
  • ¡Soy más hombre que tú! – me gritó mientras que con la cara roja – morada de furia se abalanzó sobre mí y me lanzó un puñetazo a la cara. Maldición! Si pegaba fuerte y sentí el sabor cobrizo de la sangre mientras el dolor del labio roto llegaba a mi cerebro. Probablemente me hubiera caído si no hubiera sido porque Josué estaba atrás y de alguna forma me detuvo. Me di cuenta del segundo golpe cuando venía hacia mi y solo me dio tiempo de bloquearlo con mis brazos. Seguro que se me formaría un moretón en los brazos. Y luchaba en mi mente para decidir si sería mejor defenderme y vengarme a golpes arriesgándome a que después mi padre me diera una soberana paliza, o aguantar un poco más los golpes de Felipe y después disfrutar la paliza que él ya se había ganado. Afortunadamente no tuve que esperar mucho porque dos adultos ya lo habían sujetado y la pelea había terminado. Sentí ese impulso incontrolable de devolverle el puñetazo mientras lo sujetaban, pero afortunadamente para mí Josué lo había previsto y me detuvo sujetándome de los hombros.
  • Tranquilo Dani, lo logramos – me susurró al oído y luego me habló ya en voz normal - ¿Estás bien? Te esta saliendo sangre de la boca.
  • Sí, creo que solamente me partí el labio – escupí un poco de sangre y observé a nuestro alrededor. Los zopilotes no paraban de parlotear entre unos y otros, Felipe tenía cara de preocupación mientras uno de sus captores todavía lo tenía agarrado por un brazo, vi también por ahí al pastor observando con atención y una expresión facial ilegible. Seguro que nada de esto iba a acabar bien para Felipe, ¿habría terminado lo peor para mí, o encontraría alguien la forma de inculparme?
  • ¿Estás bien? ¿Quieres un poco de agua o un algodón? – una voz adulta me sacó de mis pensamientos. Era la persona que fungía como médico en el campamento con su botiquín abierto en el suelo y ofreciéndome un algodón.
  • Creo que estoy bien, espero no haberme roto ningún diente.
  • A ver– me dijo mientras sujetaba mi barbilla y examinaba mi boca abierta. – parece que todo está bien con tus dientes, solamente tienes un corte poco profundo en el labio inferior. Ahorita te doy un poco de yodo.
  • Gracias – le dije limpiándome la sangre del corte con el algodón que me había dado. Pero en eso escuché que el tono del parloteo de los zopilotes aumentaba un poco para casi silenciarse totalmente después. Y en eso una voz algo grave pero de mujer
  • A ver, a ver ¿Qué pasó aquí?
Yo me incorporé rápidamente y me dirigí a donde estaban todos con el algodón lleno de sangre en una mano y dejando al doctor negando con la cabeza debido a la poca atención que le considerábamos los chicos a nuestra salud. – Ah, aquí estás Felipe. ¿Qué te peleaste? Pues vamos a ver si eres igual de valiente inclinado en la cama con el calzón hasta las rodillas y recibiendo una tunda con la vara de tu madre. – esto lo dijo la mamá de Felipe lo suficientemente fuerte como para que todos los demás la escucháramos. La cara de Felipe palideció y luego se tornó rosa rojizo mientras luchaba por controlar el torrente de lágrimas de vergüenza y miedo que seguramente luchaban por salir.
La madre de Felipe se lo llevó agarrado del brazo y se detuvo en uno de los ciruelos que había plantados en el jardín para cortar un par de varas. Yo decidí que había visto suficiente, sí, había ganado, pero eso no quería decir que apoyaba este tipo de educación extrema, ni siquiera para un enemigo. Me fui a mi cuarto y después de cerrar con llave la puerta del cuarto y el baño que compartíamos con el cuarto de al lado saqué mis audífonos y me puse a escuchar música acostado en el duro colchón. Seguramente todos estarían muy ocupados con lo que había pasado anteriormente como para molestarme y descubrirme escuchando música “mundana”.
Unas horas después en el estudio de la casa
Seguramente te estarás preguntando por qué te he llamado Patricio ¿no es así? – dijo el pastor mientras se reclinaba en su silla abatible disfrutando la reacción tensa y preocupada de su feligrés sentado en una dura silla de cuero frente a su escritorio. El pastor Enrique sabía que el temor era una de las herramientas más efectivas a la hora de encaminar a una iglesia al buen camino.
  • De hecho sí, pastor. Espero que todo esté bien.
  • O claro que lo está, para los miembros de la única iglesia verdadera todo siempre está bien, no importa como a vean las circunstancias. Pero hoy, Patricio, quiero que me escuches atentamente. Por eso aclararé algo, lo que hoy vamos a hablar son cosas buenas que pueden ser mejores incluso, así que hoy no tienes nada que temer. Estoy plenamente consciente de la entrega y dedicación a Dios y a la iglesia por parte tuya y de tu esposa, aunque claro es lo que se espera de todos los elegidos por Dios. Pero hoy vamos a hablar de tu hijo Daniel.
En ese momento Patricio trató de decir algo pero el pastor lo calló con un movimiento de la mano.
  • Todavía no hables Patricio, escúchame. Tal vez lo que te diga se te haga extraño, y hasta podría confundirte un poco, pero es muy importante que me entiendas. Tú sabes que en esta iglesia buscamos la perfección y la santidad de todos los hijos de Dios, porque eso es lo que enseña la Biblia, pero aunque no lo creas muchos de los personajes bíblicos más importantes no eran perfectos, al contrario muchos tenían un carácter fuerte, a veces terco e incluso llegaban a tener ideas maquiavélicas. Tu hijo Daniel no es un santo, no al contrario. La mayoría de los elegidos vio hoy en tu hijo un jovencito criado en disciplina y amonestación del Señor, que recibió un ataque de el otro adolescente sin responder a golpes. – El pastor sonrió al ver orgullo en la cara del padre de Daniel – Oh sí, por supuesto, incluso su padre cree lo mismo ¿no es así Patricio? Pero el pastor de los elegidos tiene ese lugar gracias a su inmensa sabiduría, pues el tiene el don divino de ver más allá del resto de los mortales e incluso de los demás elegidos. – el pastor hizo una pausa larga – No, el pastor, el mayor de los elegidos lo vio y lo entendió todo. Lo que hizo tu hijo no fue una muestra de carácter cristiano, sino una venganza perfectamente calculada. Él preparó y midió todo, y en el momento adecuado hizo explotar a Felipe con su afilada lengua para que lo golpeara frente a otros elegidos y se llevara la paliza de su vida.
En este punto la cara estupefacta de el padre de Daniel se volvió multicolor, pero antes de que saliera corriendo a darle a Daniel la paliza de su vida el pastor lo detuvo poniendo las manos en sus hombros.
  • No Patricio, sé que esa iba a ser tu reacción, pero no. Y tampoco es mi deseo que corrijas a tu hijo por esta vez. O no es que no se lo merezca, pero no vamos a caer en su juego – y luego de cambiar a un tono más serio dijo – quiero que Daniel sea pastor, que sea mi sucesor.
  • ¿Qué? ¿Co cómo? No entiendo, pastor.
  • Sí Patricio, vamos a preparar a Daniel para ser pastor. Oh, va a ser un camino largo y duro. Si tan solo lo hubiera conocido antes! Va a ser difícil y doloroso, especialmente para él y probablemente para ti y tu familia, pero será necesario y el premio merecido. Lo primero es quebrar su voluntad, una buena herramienta tiene que ser capaz, pero lo suficientemente manejable. Daniel tiene que ceder su voluntad a Dios, para eso tiene que cederla a la iglesia y al pastor antes, y el inicio de eso es cederla a la autoridad paternal. Ese es tu trabajo Patricio, y no te preocupes, no te dejaré sólo pues es uno de los proyectos más importantes que tengo como líder de los elegidos, mi sabiduría te guiará pero el trabajo será tuyo.
  • ¿Y entonces que hago ahorita? ¿Le doy vara? – preguntó Patricio tratando de asimilar todo lo que el pastor le decía
  • No Patricio, oh, la vara jugará un papel principal en esto, pero de manera sabia. Golpear una espada muchas veces contra un escudo y una coraza no te da la victoria, al contrario, la espada se embota. En cambio algunas estocadas fuertes y certeras aseguran la victoria. Espero que no defraudes al Elegido entre los elegidos, estoy poniendo mucha fe en ti Patricio. Qué tengas buena noche.
Patricio salió del estudio del pastor y se dirigió al cuarto donde su familia descansaba y Daniel dormía profundamente sin tener ni idea de lo que el pastor tramaba.

El pastor hizo algunos apuntes en su libreta y después se retiró a descansar al cuarto principal de la casa donde dormía su familia. No pudo evitar dirigir la mirada al pequeño John que a sus 8 años soñaba con ser el siguiente elegido. No estoy traicionando a mi hijo, solamente estoy haciendo lo mejor para la Única Iglesia Verdadera – se dijo a sí mismo antes de acostarse junto a su esposa.

2 comentarios:

  1. viejo maldito, espero que cuando sea mayor de edad logre huir a tiempo o salvar a su familia de todo esto

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  2. Esta historia me da como terror...
    Hace que vea que la iglesia como algo muy extraño...
    Aunque que fuerza de voluntad del chico de no regresarle un golpe de todos los que recibió!!
    Y me dio pena Felipe que vergüenza lo que dijo su madre de como lo castigaría!!

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