Páginas Amigas

domingo, 4 de diciembre de 2016

CAPÍTULO 24



CAPÍTULO 24

Aunque fuera extraño y tal vez reprochable, me sentía aliviado ante la idea de que pudiera haber un cleptómano entre los chicos. Eso quería decir que actuaba por impulso, por una enfermedad, y no por ganas de hacer daño o por el deseo de tener algo que no era suyo. Para mí había una gran diferencia y me ayudó a controlar la rabia por haber perdido la foto de mis hijos.

Claro que aun no estaba seguro de que la teoría de Borja fuera cierta. Podía ser el propio Borja el que estaba robando cosas y decía eso para despistar. Luego recordé que su libro había sido de los primeros objetos en desaparecer y me reproché ese sentimiento de paranoia que comenzaba a embargarme. No podía estar así. No podía pensar mal de ellos, o difícilmente podría cumplir mi tarea de ser su guardián.

Encerrado en mis pensamientos y debates interiores, no me di cuenta de que Damián me había hecho una pregunta. Me dio un toquecito en el brazo para llamar mi atención.

-         ¡Víctor!

-         Perdona, ¿qué decías?

-         Que… tengo que ir al baño – me recordó, mordiéndose el labio.

-         Ve, Damián… Id todos, si tenéis ganas. Y después sois libres de hacer lo que queráis. Ya he revisado el cuarto de arriba abajo y no hay nada. Confío en que el culpable haga lo correcto y devuelva las cosas.

Poco a poco, fueron saliendo en desbandada. Algunos, hacia el baño. Otros al jardín. Benjamín me dijo si podía ir con su hermano.

-         Claro, no tienes que pedirme permiso para eso.

-         Sí tengo, no puedo ir al cuarto de los mayores si tú no me dejas. – me explicó. No recordaba haber leído nada de eso en el reglamento. Tal vez era una norma específica del cuarto de los mayores, pero luego recordé que seguían sin guardián. Lo tomé por una manía más de las muchas estúpidas que había en aquél internado.

-         ¿Incluso teniendo un hermano ahí? Pues vaya. Haz de cuenta que siempre te dejo ¿vale? Cuando quieras ir a verle, vas. Y él puede venir aquí cuando quiera.

-         Vale – sonrió y correteó hacia la puerta.

Cuando él se fue, el cuarto se quedó vacío. Durante unos segundos me quedé allí, reflexionando en silencio, pero luego pensé que si quería dar la oportunidad de que el “ladrón” devolviera los objetos robados, tenía que abandonar la habitación yo también, para darle su espacio.  De todas formas, me vendría bien salir y familiarizarme con todo el internado. A fin de cuentas, iba a ser mi casa por un tiempo.

Decidí ir al jardín y, a diferencia de la primera vez que lo visité, en ese momento estaba lleno de chicos de todas las edades, jugando al fútbol, corriendo, o simplemente tirados en la hierba. Sonreí, al escuchar el rumor de sus voces y de sus risas. La juventud es una etapa especial, que contagia vida a quienes la observan con buenos ojos.

Entre los que jugaban al fútbol vi a alguno de mis chicos. Les observé desde lejos, intentando que no notaran mucho mi presencia, para no coartarles. Al poco rato divisé a Lucas, tumbado a la sombra de un árbol, leyendo un libro. Fui hasta él, reparando en que cerca había otros chicos de su curso, pero él debía preferir la soledad.

-         Hola. Benja te estaba buscando, creía que estabas en tu cuarto.

-         Hace un buen día y me apetecía estar fuera. Ahora le busco. – me respondió, incorporándose un poco para hablar conmigo.

-         ¿Qué estás leyendo? – curioseé.

-         Un libro para clase. Espero que tú no nos mandes lecturas también, porque no me da la vida – se quejó.

-         Bueno, mejor no me des ideas – respondí, para hacerle de rabiar un poco. En realidad sí iba a pedirles un par de libros, pero si estaban agobiados me lo pensaría. - ¿Puedo sentarme?

-         Claro.

Se movió un poco, para hacerme un hueco a su lado, en la parte llana entre las raíces. Aquél era un árbol muy grande, de esos que te hacen sentir insignificante por la cantidad de años que llevan en la tierra en comparación con los que viven las personas.

-         ¿No te importa que te vean con un profe? – bromeé, pero una parte de mí lo preguntaba en serio. No quería incomodarle ni hacer que se sintiera obligado a mi compañía. Había un par de profesores más en el jardín, hablando con los alumnos, pero en general la mayoría prefería ignorar la presencia de adultos cuando les era posible hacerlo.

-         Qué va – me dijo, con algo de vergüenza. Así que era tímido, al menos un poco. Le sonreí.

-         Es un jardín muy grande. Creo que es lo mejor del internado, ¿no te parece?

-         Sí… Los sábados a mediodía, cuando da el sol, se está muy a gusto. Más de una vez me he quedado dormido aquí fuera, aunque no me gusta, que luego puedo despertar con toda la cara pintada.

Me reí, al entender que se refería a la típica broma de los compañeros, de escribir en la piel del que está dormido.

-         Si te duermes ahora, vigilaré que nadie te ataque – le dije.

-         No, que tengo que buscar a Benja… ¿Sabes que quería?

-         No me lo dijo, aunque no creo que fuera importante. Pasar el rato contigo, imagino. Aunque no sé por qué no se le ha ocurrido aún buscarte aquí.

-         A él no le gusta mucho salir, prefiere quedarse dentro. – me informó. – Tendrás que obligarle más de una vez, porque te pondrá cualquier excusa. Solo sale para estar con el gato – dijo y su rostro se ensombreció un poco, al recordar de repente lo que había pasado aquella misma mañana, cuando se le ocurrió coger un poco de leche para el animal.

-         Tenéis que tener cuidado, Lucas. No quisiera que os metierais en más problemas por culpa del gato.

-         Ya sé… Pero no puedo decirle que se olvide de él. Es de las pocas cosas que le gustan de este lugar. Eso y ahora tú.

Carraspeé un poco ante lo que me pareció un halago exagerado y me ruboricé.

-         Apenas me conoce, ya tendrá tiempo de odiarme y ponerme verde por ahí.

-         No lo hará, o yo no le dejaré al menos. Estaba muy preocupado cuando pusieron al señor López como su guardián temporal… cuando oí que traían a uno nuevo temí que fuera aún peor… Creeme, viendo lo que hay por aquí, no tiene de qué quejarse. Los hay que se pasan todo el día echando broncas.

-         Yo hoy me pasé todo el día echándoles la bronca – respondí. – Toda la tarde, al menos.

Lucas me miró con curiosidad, como si se muriera de ganas de preguntar pero creyera que no era apropiado hacerlo.

-         En el cuarto de los chicos están desapareciendo cosas. Algunas aparecen después, en otro sitio. 

-         ¿Uno de ellos está robando cosas? –se alarmó- ¡Madre mía! Benjamín no es….¿no? Dime que no, porque no sé si le mato o me muero del susto…

-         No, estoy bastante seguro de que él no es. En realidad, no sé quién pueda ser. Ninguno me parece capaz…

-         Bueno, si lo consultaras con alguien más, te diría sin dudarlo que el ladrón es Damián – me dijo Lucas. Suspiré.

-         ¿Qué tiene todo el mundo contra él? En serio. Yo no lo veo. Me parece un niño muy inocente, muy infantil y muy bueno. Me recuerda mucho a tu hermano, en realidad.

-         No se parece nada a mi hermano – replicó. – Benjamín ha crecido sin nada y ese niño lo ha tenido todo. Cuando llegó aquí la otra semana, tenías que haber visto la que se armó. Su padre estaba empeñado en que se quedaran dos guardaespaldas en su cuarto todo el tiempo. El director se opuso, halagando que la seguridad del centro era muy buena y que en todo caso podían quedarse en los alrededores del colegio. Así que si ves dos hombres de negro paseando tras las verjas, ya sabes.

-         Pero eso no es su culpa. Ser rico no es un delito.

-         Si yo no digo que lo sea. No le conozco y por lo poco que he visto me parece bastante inofensivo, pero los profesores le tienen bastante manía. Es un imán para los problemas y eso no le ayuda mucho.

-         Tiene problemas de ansiedad, nada más. Le dan ataques de pánico y algún estúpido lo confunde con un berrinche. Casi todos los problemas que supuestamente ha tenido han sido tonterías.

Lucas asintió, como dándome la razón. Luego se quedó pensativo.

-         Casi todos los niños tienen ansiedad cuando llegan aquí, o problemas de otro tipo. No solo por estar en un sitio nuevo y horrible, sino porque son chicos de élite, ya sea en calificaciones o en deportes. Viven muy estresados por obtener buenos resultados.

-         Son muy pequeños para tener tanta presión – me quejé. - ¿Benja y tú estáis aquí por notas o por deporte? – curioseé.

-         Benjamín por notas. Yo por las dos cosas.

-         Vaya, qué polifacético. Así que tengo un pequeño empollón en mis filas, es bueno saberlo.

-         Todos tus chicos son empollones – dijo Lucas – Salvo Gabriel, Óliver y ese chico, el que habla mal….¿cómo se llama? ¿Voika?

-         Votja. Es difícil de pronunciar, ya sé. Así que ellos tres son deportistas ¿no? ¿Y tú cómo lo sabes? ¿Y cómo es que no lo sé yo?

Deberían informarme de esas cosas, a ver.

- A la mayoría se les nota en la cara. Pero es que además soy algo así como el secretario de Enrique. Le ayudo con el papeleo a principio de curso a cambio de algo de dinero y ahí puedo ver los nombres de los chicos que tienen un programa físico especial, acorde con sus talentos. Tú te enterarás también enseguida. Cuando Enrique termine de hacer todos los programas irá a hablar contigo, seguramente.

Por más agobio que Enrique pudiera tener a principio de curso, estuve casi seguro de que recurría a Lucas más porque sabía que necesitaba el dinero que porque él requiriera su ayuda. Me pareció un gran gesto y confirmé que Enrique era de los pocos profesores que valían la pena en aquél internado.

-         Será mejor que vaya a buscar a Benja – dijo Lucas levantándose con algo de pereza – Espero que arregles lo de las cosas desaparecidas… Intentaré hablar con mi hermano por si sabe algo pero en verdad espero que sea un malentendido.

-         Te pido discreción ¿vale? Quiero manejar esto yo, si puedo, sin involucrar a otros profesores.

-         Uff, menos mal… Descuida, soy una tumba.


Observé como Lucas se marchaba pensando en la breve conversación que habíamos tenido. Así que tenía tres deportistas… Precisamente los tres, Votja, Óliver y Gabriel, estaban jugando al fútbol con chicos de otros cursos. Les miré con atención, reparando que eran bastante buenos. Corrían mucho, y aguantaban bastante, aunque Votja estaba algo acalorado y sudoroso. Se salió un momento del juego para beber agua y fue hasta sus cosas para secarse la cara con una camiseta que había en el suelo. Aprovechó para descansar un rato y pensé que era un buen momento para acercarme a hablar con él, ya que aún no habíamos tenido mucho trato, pero entonces vi como miraba recelosamente a su izquierda y a su derecha, metía la mano en una chaqueta y sacaba un objeto pequeño, para después metérselo en el bolsillo. Enseguida me di cuenta de que aquella chaqueta no era la suya ni, por tanto, lo que había dentro. 

5 comentarios:

  1. me encanta!!! espero que la inspiracion cada vez llegue mas pronto a ti *w*

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  2. ¿Qué puedo decir? Me encanta como siempre. Y espero con ansias el siguiente.

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  3. que bueno que hayas tenido tiempo para escribir. En este punto ni siquiera me importa cual Jaja me gustan todas.
    Muy buen capi

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  4. Uyyy quede con ganas de mas como siempre

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  5. Que bien que escribieras, ese profe me agrada...
    Lucas es waaoo me encanta!!
    Otro!!.. Otro!!... Otro!!....
    Escribe más Dream porfa!!

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