Páginas Amigas

lunes, 12 de diciembre de 2016

CAPÍTULO 60: YO SOY INOCENTE



CAPÍTULO 60: YO SOY INOCENTE

- MICHAEL-

La tinta no se había ido del todo. Me habían dado una de esas toallitas húmedas, como de bebé, para que me limpiara, pero mi dedo índice aún seguía un poco azul. Froté con fuerza para limpiarme pero, mucho tiempo después de dejar mis manos inmaculadas, me seguía sintiendo sucio.

Estuve en aquella silla por lo menos media hora. Tenía la muñeca derecha esposada a una barra de metal, por si se me ocurría levantarme. Me entraron ganas de ir al baño, pero no me molesté en decírselo en voz alta al policía que me estaba procesando. Probablemente, si le pillaba en un buen día, me acompañaría al servicio o haría que alguien más me acompañara, pero hacía veinte minutos había entrado un tipo con bastante mal aspecto y aún no había salido.  No sabía si los oficiales son se habían dado cuenta o es que, como yo, tenían miedo de abrir la puerta y descubrir que había muerto de sobredosis.

  • Creo que ahora sí será posible. Por favor, estire el dedo, señor Donahow  - me dijo el policía que tenía en frente.

Hice lo que me pedía, y coloqué el dedo índice sobre un pequeño aparato alargado. Lo giré a la izquierda y a la derecha conforme me indicaba el hombre y, así, mis huellas quedaron registradas electrónicamente. La máquina no había funcionado en toda la mañana, y por eso había tomado mis huellas a la antigua usanza, con tinta. Pero el técnico había llegado hacía unos momentos y había solucionado el problema.

  • ¿Puedo beber agua? – susurré, con un hilo de voz.

El policía me miró fijamente unos instantes.

  • No me la vas a escupir ¿verdad? – inquirió, y antes de dejarme responder, como si me diera por advertido, me ofreció un vaso de plástico que llenó con agua de una botellita pequeña. Me la bebí de un trago y me sirvió más, visiblemente aliviado porque no hubiera resultado ser un escupidor. Ese hombre debía de estar acostumbrado a todo tipo de reacciones por parte de los delincuentes a los que trataba.

  • Gracias – murmuré, cuando me quedé saciado y volví a bajar la vista para mirarme las manos.

El policía siguió tecleando en el ordenador sin decir nada, pero a los cinco minutos se levantó y se acercó a mí lentamente.

  • Ya hemos terminado. Ahora mis compañeros te llevarán a la celda y…

  • Mañana me trasladarán a un centro penitenciario. – acabé por él. -  Lo sé. No es mi primera vez

  • No, no lo es, pero nunca lo has tenido tan negro como ahora – se le escapó. Había leído todo mi historial mientras tomaba mis datos, claro. – Si quieres llamar a tu abogado, ahora puedes hacerlo.

  • No tengo uno, ni dinero para pagarle.

  • Se te asignará uno de oficio. – me informó.

Asentí y esperé mientras me desanclaban de la barra para esposarme ambas manos entre sí. Aquella vez era un poco diferente a las anteriores: normalmente había un interrogatorio antes de llevarme a la celda de la comisaría, pero supongo que en aquella ocasión no había necesidad de interrogarme, puesto que no necesitaban ninguna confesión de mi parte. Reservarían las preguntas para el juicio.

Las celdas de las comisarías solían estar atestadas de borrachos, drogadictos y ladrones de poca monta. Eran un espacio provisional, para derivar a cada uno a la prisión, o a la calle. Nada más entrar pude ver que el tipo rubio que había en la esquina y olía a vómito seguramente saldría en libertad al día siguiente: su delito no pasaría de un leve cargo de vandalismo provocado por el estado de embriaguez y tan solo sería necesario que alguien fuera a recogerle a la estación de policía para después presentarse a una citación judicial. Casi todos los demás tenían pinta de estar tan jodidos como yo.

El policía que me metió en la celda me quitó las esposas y cerró la puerta gentilmente tras de mí. Parecía bastante más amable que los maderos que habían entrado en casa de Aidan armados hasta los dientes. Eso sí que no se lo iba a perdonar jamás a Greyson. Asustar a mis hermanos no entraba en el trato.
Uno de mis compañeros de celda debía de tener una edad muy similar a la mía. Me fijé en su ropa y en su mirada asustada y en la forma en la que una mujer policía no le quitaba la vista de encima. Entonces entendí que ese chico no estaba de verás detenido, sino que todo aquello era para infundirle algo de miedo y sensatez. Debía de ser menor de edad, quizá tuviera la edad de Ted, y le habían metido allí con nosotros como una última llamada de atención, para que dejara de hacer tonterías.

El chico, al verme, pareció algo más aliviado, quizá porque todos los demás allí dentro le sacaban mínimo quince años. Como si la edad fuera alguna especie de indicador de peligrosidad. Qué ingenuo era. Se acercó a mí, inseguro acerca de si debía saludarme o no. El resto me había ignorado, era lo normal en esos casos.

  • Tu primera vez en la trena ¿no? – le pregunté.

  • Sí… ¿La tuya no? – pareció sorprenderse.

  • No. – le confirmé, y me senté en el suelo, dado que los bancos estaban cogidos. Él se sentó conmigo. – Quita esa cara de asustado. Estoy bastante seguro de que no pasarás aquí la noche. Esa poli de ahí es tu niñera. Está aquí para vigilar que no te hagan nada y que no te cagues en los pantalones. En cuanto crea que has aprendido la lección, te dejará salir. Eso, o cuando vengan tus padres.

El chico me miró esperanzado. Por su expresión supe que él pensaba lo mismo que yo, pero que no las tenía todas consigo.

  • Es como en ese programa de la tele, ¿no? Donde llevan a los niños problemáticos a la cárcel para darles un susto – me dijo.

  • No lo conozco. No veo mucho la tele – respondí, aunque en los últimos tres meses, en casa de Aidan, había visto más televisión que en los últimos dos años.

Hablar con ese chico mantenía mi mente ocupada y en ese momento lo agradecí bastante. Si me enfocaba en él no pensaba en mí.

  • ¿En serio crees que me soltarán?

  • ¿Tienes dieciocho? – repliqué.

  • No… Diecisiete…

  • Entonces te tienen que soltar. Si fueran a retenerte te llevarían a un reformatorio ya mismo y no te tendrían aquí. A no ser que hayas matado a alguien.

Me sentía todo un experto en leyes, de pronto… lo cierto es que había visto y aprendido muchas cosas en ese campo.

  • ¡No! Solo destrocé un coche…

  • Vaya… Entonces te sueltan seguro, aunque tus padres tendrán que pagarlo.

  • Bufff… mi viejo me mata… - murmuró. – Esta vez sí…

  • Ahora mismo, yo daría mi brazo izquierdo por estar en problemas con mi padre – susurré. En parte lo dije para mí mismo y en parte para él, para que supiera lo que eran problemas de verdad. – Me da igual lo mucho que me gritara con tal de volver a casa…

  • El mío hará algo más que gritarme – refunfuñó el chico. No pude evitar soltar una risita. - ¡Oye! ¡No te rías!

  • La bronca que te eche, te la aguantas. Las cosas estarán difíciles por un tiempo, pero si no metes más la pata volverás a la normalidad y nunca más tendrás que estar cerca de un sitio como este, a no ser que te hagas policía.

Me di cuenta que me puse en plan “hermano mayor”. Me dije que era inevitable, en aquellos meses había cogido práctica y costumbre, de tanto ver a Ted.

  • ¡Brian! ¡Brian, no hables con él, ese chico es peligroso! – chistó la policía, que no dejaba de mirar al chico.

El tal Brian se apartó un poco, como para complacerla, pero no lo suficiente como para que no pudiéramos seguir hablando.

  • ¿De verdad eres peligroso? – preguntó, con más curiosidad que miedo. Lo medité bien antes de responderle.

  • Solo soy peligroso para un hombre y ahora mismo no está aquí – respondí, cerrando los puños a la vez que pensaba en Greyson. Me obligué a relajarme. - ¿Cómo es que sabe tu nombre y te llama por él, como si os conocierais? – tuve que preguntar.

  • Oh, es que es mi prima.

Le miré fijamente y luego, sin poder evitarlo, empecé a reír. Y reí, y reí, para liberar el estrés, y porque no  podía llorar y a veces reír es el mejor alivio posible. Reí hasta que me dolieron las costillas y tuve que tomar aire para normalizar mi respiración.

  • Brian, en menos de una hora estarás fuera de aquí. – le dije, pensando en mi interior que había sido estúpido por tener miedo. Su prima estaba vigilándolo, era evidente que no iba a dejar que le pasara nada y tampoco iba a dejar que se quedara allí mucho tiempo.

En cierto sentido me recordaba a Alejandro. Se notaba que el chico era problemático, pero nunca debía de haberse metido en líos demasiado gordos si aquello le tenía medio acojonado. Era tierno que se creyera que su situación era si quiera parecida a la de alguno de los otros ocupantes de la celda.

  • ¿Tú crees? Mi prima siempre ha sido muy rígida con las normas…. Con catorce años me pilló bebiendo y me delató con mis padres.

  • ¡Claro que te delató, es tu prima! Los primos y los hermanos están para eso: son un grano en el culo que no te dejan hacer el estúpido y que están ahí para salvarte cuando te caes con todo el equipo.

  • Hablas como si supieras mucho del tema….

  • Bueno, tengo once hermanos. – respondí, haciéndome el interesante.

Antes de que Brian lograra manifestar su asombro en palabras, alguien chocó la mano repetidas veces con contra la reja de la celda para llamar nuestra atención. Al principio pensé que era la prima, preocupada porque yo fuera una mala influencia, pero cuando miré no vi a ninguna mujer policía, sino a un hombre trajeado.

  • Eres Michael, ¿verdad? – me preguntó, pero no tuve ocasión de contestar.

  • Señor, le he dicho que no puede pasar…- intervino un policía, que le venía siguiendo.

  • Y yo le he dicho que si han hablado con él sin estar yo presente me encargaré de denunciarlo ante el juez.

  • ¿Tú quién eres? – inquirí.

  • El abogado de tu padre, chico. Bueno, y ahora el tuyo.

Una estúpida sensación de alivio se apoderó de mí en ese momento, sintiendo que Aidan velaba por mí desde la distancia. Se me detuvo el corazón por un segundo, al pensar que tal vez no estaba solo en aquél desastre. Recordé las palabras de Aidan cuando se despidió de mí. Prometió que me sacaría, pero yo sabía que no había nada que él pudiera hacer….

  • Necesito hablar con mi cliente. – dijo el trajeado.

  • No puede hacer esto, existe un protocolo que… - comenzó el policía.

  • Ya, y ustedes no pueden entrar armados a una casa con niños sin una causa probable, ni llevarse esposado a un sospechoso que no ha mostrado resistencia. Hay más de una cosa turbia en este asunto, agente. Sus compañeros llevan todo el día registrando la casa de mi cliente y no han encontrado arma alguna, por lo que su proceder no tiene justificación. ¿Mi cliente ha comido algo? ¿Ha ido al baño? Sepa que es diabético y si se desmaya en esa celda me encargaré personalmente de que se pase el resto de su vida poniendo multas.

El abogado sonó firme y convencido, hasta el punto de que el policía se puso algo rígido, tragó saliva y comenzó a hablar nerviosamente con sus compañeros.

  • ¿Eres diabético? – me preguntó luego. Yo asentí. - ¿Necesitas comer algo?

  • Claro que necesita comer algo. – replicó el abogado, sin dejarme hablar. - Y yo necesito hablar con él. Así que le sugiero que vaya a buscar una barra de chocolate o algo parecido y lo lleven a una sala donde pueda hablar con él en privado.

Yo estaba bien, no necesitaba comer ni pincharme todavía, pero también estaba bastante seguro de que el abogado ya sabía eso. Simplemente estaba siendo astuto, para conseguir hablar conmigo unos minutos. Al menos era listo: era más de lo que podía decir de los últimos defensores públicos que habían ejercido como mis abogados.

A los pocos minutos estaba sentado en una sala de interrogatorio, con la mano izquierda esposada a la mesa y la derecha ocupada con un snack recién sacado de una máquina. El abogado entró después de que le diera el primer mordisco.

  • Oh, por el amor de Dios. ¡No es necesario esposarle! – le dijo al policía que estaba en la puerta.

  • El único momento en el que no estará esposado será cuando se encuentre en la celda – replicó el hombre. El abogado soltó un gruñido, pero sabía qué batallas podía pelear y cuáles no.

Caminó hasta la mesa y se puso enfrente de mí. Me tendió la mano a modo de saludo y yo se la estreché como pude, sin soltar la chocolatina.

  • John Miller – se presentó.

  • Michael Donahow, pero creo que ya lo sabe…

  • Sí, sí que lo sé…. Yo le envíe a Aidan el papeleo de la adopción que por lo visto tú te negaste a firmar. Pero ya hablaremos de eso en otra ocasión. Estoy aquí para ver cómo te saco de esta.

Baje la vista hacia la mesa como si fueran a examinarme del patrón en las vetas de la madera. Dudaba mucho que me pudiera ayudar. El señor Miller parecía un abogado competente, pero había cosas que simplemente escapaban al alcance de todo el mundo.

  • Empecemos por el principio, Michael. Necesito que me digas toda la verdad. Yo voy a ayudarte de todas formas, pero la estrategia a seguir será diferente si eres inocente o culpable. Te acusan de robar una cantidad de dinero que serviría para diez vidas, de agredir a un policía y de tenencia de armas.- me dijo y se inclinó hacia delante para mirarme a los ojos desde muy cerca - ¿Cuáles de esas cosas son ciertas y bajo qué circunstancias?





  • ¿Ha hablado con mi…con Aidan? – pregunté yo, como toda respuesta. Me froté las manos, nervioso. Llevaba apenas un par de horas fuera de casa, pero empezaba a sentirlo como mucho tiempo.

  • Por supuesto que hablé con él, si no no estaría aquí. Ha sido él quien me contrató.

  • Sabrá que yo no puedo pagarle…

  • Me paga él, Michael – replicó el hombre, y rodó los ojos. – Aidan quería que te dijera un par de cosas, pero primero me gustaría que respondas a mis preguntas. Es la única manera en la que puedo hacer mi magia.

  • Técnicamente, lo de agredir a un policía es cierto – murmuré.

Nos quedamos en silencio por unos segundos, pero Miller no parecía un tipo muy paciente y al poco resopló.

  • ¿Vas a darme algún tipo de explicación o tengo que jugar a las adivinanzas?

  • ¿Cómo está Aidan? – respondí, no solo porque quisiera cambiar de tema, sino porque necesitaba saberlo, a pesar de que una parte de mí tenía miedo de escuchar la respuesta. ¿Me odiaría? Se sentiría decepcionado, eso seguro. ¿Sería demasiado para él? ¿Greyson había conseguido su objetivo de desequilibrarle precisamente a través de mí? Eso sería dolorosamente irónico…

  • Exactamente como temí que estuviera cuando me dijo que quería adoptarte – me dijo el abogado. – Pero él nunca escucha a nadie, no debería sorprenderme de que no me hiciera caso.

Auch.

  • Técnicamente no me adoptó… No firmamos ningún papel.

  • Eso es lo de menos. El daño ya está hecho. Ahora ¿vas a responder a mis preguntas, o no? En cualquier momento nos interrumpirán y te llevarán de nuevo a la celda y no podré hablar contigo hasta dentro de dos días por lo menos. Esos son dos preciosos días que podía pasarme intentando sacarte de este lío.

  • ¿Qué sentido tiene? Soy inocente, pero no me vas a creer tú, como tampoco me va a creer el juez.

Sin darme cuenta dejé de llamarle de usted. Era considerablemente mayor que yo, con el pelo canoso y con sobrepeso. Su figura imponía ciertos formalismos pero tampoco pareció importarle que le tuteara.

  • ¿Y eso por qué?

  • Porque hay muchas otras cosas de las que sí soy culpable – le dije, fijándome en la letra pequeña del envoltorio de la chocolatina pero sin leerla realmente.

  • El viejo dicho de “cría mala fama y échate a temblar” no funciona conmigo. He visto de todo en esa profesión.

  • ¿Cuánto dinero le ha pagado Aidan?

  • ¿Qué? ¿Pero qué clase de pregunta es esa? – se ofendió.

  • ¿Cuánto? – insistí.

  • Eso depende de cuánto dure el juicio y de otra serie de cosas….De momento, doscientos dólares la hora.

  • Antes de mañana alguien le ofrecerá el doble de dinero con tal de que se asegure de que me enchironen – le expliqué.


Sostuvo mi mirada por unos instantes. Creo que intentaba ver si le decía la verdad.

  • No voy a ceder a ningún soborno, si es lo que te preocupa. A decir verdad, si eso pasa, jugará a nuestro favor y me dará un hilo del que tirar.  Pero dime, ¿por qué alguien se tomaría tantas molestias para que tú termines en la cárcel?

Intenté dejar la mente en blanco mientras miraba la blanca pared de la salita. Alguien tendría que limpiar esa pared, tenía varias manchas…

  • Si le cuento todo, y por algún milagro de verdad consigue sacarme de aquí, estaré firmando mi sentencia de muerte.

  • ¿Han amenazado tu vida? – pude notar el momento exacto en el que aquello se volvía más interesante para el abogado. De pronto comenzó a creer en mi causa y a considerar que aquél caso iba a ser de los más importantes de su carrera.

  • En más de una manera.

  • Puedo conseguirte protección. Pero primero necesito saber qué está pasando. Aidan dice que todo estaba bien, que estaba hablando contigo porque habías tenido un mal día, pero que no parecía un mal día del tipo “van a venir a detenerme”.

  • No, eso no me lo esperaba… Al menos no hoy – admití.

  • Entonces, ¿qué pasó?

Mi mente retrocedió unas cuantas horas, hasta aquella mañana, pero enseguida supe que el abogado necesitaba algunos antecedentes, o no entendería ni la mitad de mi historia. Pero no estaba preparado para contarle todo. No podía contarle todo, o no haría sino poder la vida de Aidan y los demás en peligro. No iba a volver a verles nunca más y si podía soportar eso era solamente porque creía que iban a estar bien. Si les ponía en peligro….

Pero si no lo contaba, nada frenaría a Greyson. Nunca. Y ellos seguirían en peligro, dado que ese hombre parecía obsesionado con destrozar a mi familia. De hecho, contarlo parecía la única forma de protegerles, a raíz de los nuevos acontecimientos. Era la única posibilidad que tenía…

  • Nunca en mi vida he tenido armas de fuego. Nunca. Las odio, las odio con todas mis fuerzas. Es cierto que de pequeño me gustaba jugar a los soldados y a hacerme el muerto cuando me disparaban, pero eso fue solo hasta que a los once años comprendí que el juego podía convertirse en realidad muy fácilmente. Cuando Greyson puso esa pistola en mi cabeza yo, instintivamente, supe que bastaba con un movimiento de su dedo para que mi vida acabara en un segundo.

  • Alto, alto – me interrumpió Miller, y sacó una serie de papeles de su portafolios. Empezó a ojearlos con desorden. – Greyson…Greyson… ¿Ese no es el nombre del tipo que te ofreció un trato? El que hizo que al salir del hospital no volvieras a la cárcel.

  • Sí, ese es…

  • Yo sabía que había algo turbio con ese hombre. No sé a cuántas personas tuvo que sobornar para ofrecerte ese trato, él no tenía poder para hacerlo. No sé cómo hizo que el fiscal firmara. Pero….espera, espera… ¿estás diciendo que te amenazó con su arma?

  • Hace siete años, sí. Ahí fue cuando le conocí. Durante mucho tiempo pensé que fue pura casualidad. Que yo era uno más de sus chicos de los barrios bajos, que trabajaban para él. Pero ahora sé que me escogió deliberadamente, por quien era o mejor dicho, por mi familia. Greyson siempre supo que yo era hermano de Ted.

  • ¿Y qué importancia tiene eso para él?

  • Mucha, porque tiene una especie de cruzada personal contra Andrew.

  • ¿Andrew? ¿Andrew Whitemore? – preguntó Miller, y en ese momento comenzó a tomar notas, como para aclararse la mente.

  • Sí, el padre de Aidan.

  • Piensa muy bien lo que dices, Michael. Conozco a Aidan desde hace muchos años y estoy haciendo esto por él. No me gustaría descubrir que me estás mintiendo. – me avisó. Supongo que era justo, lo que estaba diciendo sonaba como a una conspiración de película, y eso que aún no llevaba ni la mitad.

  • Casi todo lo que voy a contar sonará a mentira, pero si de verdad es un buen abogado tendrá formas de averiguar que es verdad, ¿no? Y de usarlo en el juicio para ayudarme.

  • Sí, pero no me gustaría descubrir que he perdido el tiempo.

  • Yo he perdido siete años de mi vida, entre otras muchas cosas. Tenía asumido que nunca los iba a recuperar, pero Greyson amenazó la única cosa que jamás dejaré que tenga. Estoy haciendo esto por mi familia, así que no, no le voy a decir ninguna mentira. – declaré, masticando las palabras para asegurarme de que cada una de ellas calaran dentro de él.

Miller me observó durante casi un minuto y luego fijó la vista de nuevo a sus papeles.

- Así que Greyson quería algo de Andrew. ¿Sabes el qué? – preguntó, como si no hubiera habido interrupción alguna.

Me quedé en silencio por un rato, recordando la pelea que había tenido esa mañana en la comisaría.

  • No estoy seguro…. Se le escapó algo, pero….

-MICHAEL´S POV. ESA MAÑANA-

Mis días en la comisaría se acababan y no había cumplido con lo que Greyson esperaba de mí. En un primer momento pareció querer los papeles de la adopción que me convertirían en el heredero de Aidan, en un plan que incluía la muerte de Andrew. Después, descubrí que lo del dinero quedaba en realidad en un segundo plano, y que el verdadero objetivo de Greyson era la venganza.  Y, de momento, no estaba cerca de conseguir ni una cosa ni la otra.

Ahora que Aidan era rico, debía desear con más ansias su dinero, porque el dinero de Andrew y el de Aidan juntos seguro que acababa con todos sus problemas financieros. Pero sin duda tenía otra forma de conseguir la pasta, porque yo no era el único delincuente que trabajaba para él. Seguía controlando a muchos chicos jóvenes, aunque con ninguno parecía tener tanta fijación como conmigo y mi familia.

En cualquier caso, a lo que no parecía dispuesto a renunciar era a la venganza. Su loca idea de matar a Andrew y hacer que Aidan fuera considerado como no apto para cuidar a sus hermanos debía de seguir en pie. Pero yo no había hecho, ni pensaba hacer progresos en lo que desequilibrar a Aidan se refería, a pesar de que tras esos meses estaba seguro de cómo hacerlo: la mejor forma de acabar con la salud mental de un padre era a través de sus hijos. Y, en el caso de Aidan, tan solo tenía que tentarle con el alcohol en un momento de debilidad para destrozar por completo todos sus esfuerzos por mantenerse sobrio. Prácticamente él mismo me había confesado que las veces que más cerca estuvo de perder la cabeza fue cuando estaba borracho.

Yo no había compartido nada de eso con Greyson. No le había dicho lo frágil que era Aidan cuando alguno de sus hijos corría peligro. Lo fácil que hubiera sido hacer que bebiera en esos momentos y lo sencillo que sería entonces hacer una llamada a los servicios sociales, acusándole de padre negligente que se emborrachaba estando al cuidado de sus hijos. Así que, mi tiempo en aquella estación de policía no había sido de utilidad para él. Solo había cometido un par de robos, de cantidades millonarias, eso sí, pero robaba más para él antes de que me metiera en la cárcel.

En cualquier caso, si Greyson quería completar su plan, tenía que hacerlo en esos días, o yo quedaría fuera de su alcance. Por eso me estremecí cuando me llamó a mitad de la mañana para que me acercara a su mesa. Tal vez había llegado el momento…

  • Michael, necesito que copies estas firmas en estos documentos. – me dijo, tendiéndome unos papeles sin siquiera mirarme.

  • Que las falsifique, quieres decir.

  • No es momento de tocarme las pelotas, chico. No tengo un buen día.

Desde que le conocía, Greyson nunca había tenido un buen día. Y si lo había tenido, no se había notado la diferencia. Estuve a punto de girarme con los papeles y terminar ahí la conversación, pero la inquietud me estaba mordiendo en la nuca. ¿De verdad lo iba a dejar así? ¿Se había tomado tantas molestias para finalmente renunciar a su plan? ¿Y si estaba tramando algo más? ¿Algo peor?

  • ¿Sabes? Nunca entendí por qué no me pediste que falsificara la firma de Aidan, en lugar de intentar que me adoptara. – tanteé, a ver si le podía sacar algo. A veces, cuando Greyson estaba nervioso, se iba de la lengua.

  • Los papeles de adopción por sí mismos no valen nada, chico. Hay que presentarlos en el juzgado, y es Aidan el que tiene que hacerlo. Así que no me sirve que firmes por él, a no ser que también puedas desteñirte la piel y hacerte pasar por un hombre blanco de treinta y pico años.

  • En cualquier caso, no los ha firmado, y ya apenas queda tiempo… ¿Cómo piensas hacerte con su dinero? – insistí. ¿Qué me iba a obligar a hacer?

  • Dime una cosa, Michael. ¿Eres idiota, o ya has olvidado todo el entrenamiento que te di? – me preguntó, todavía sin mirarme, lo que hizo que sonara aún más despreciativo.

Aunque rechiné un poco los dientes, había aprendido a no exteriorizar mi furia ante sus insultos. No solía acabar bien para mí. En lugar de eso me concentré en desentrañar lo que esas palabras significaban. Greyson insinuaba que yo estaba pasando algo por alto, pero eso yo ya lo sabía. Lo que no sabía era el qué.

  • Ya no necesitas el dinero, porque con el diamante y las otras cosas que he robado para ti, eres millonario.  – respondí, como para indicarle que no era tan idiota como se pensaba.

  • Nunca necesité el dinero. Tampoco necesitaba que Aidan te adoptara, eso lo hacía sobre todo por ti, ya te lo dije.

  • Es cierto, es tu obra de caridad anual – repliqué, con sarcasmo. Por fin, Greyson levantó la cabeza para fulminarme con la mirada. – Entonces, ¿me estás diciendo que en realidad no tienes ningún plan?

  • Oh, no. Sigo necesitando que incapaciten a Aidan como tutor. Solo que ya no confío en ti para que lo hagas.

En ese momento, el corazón me dio un pequeño vuelco. En aquellos años, había aprendido a detectar cuando mi vida corría peligro. Cuando Greyson me estaba amenazando, veladamente.

  • ¿Qué quieres decir?

  • Hace tiempo que se hizo evidente para mí que no ibas a ser capaz de cumplir con lo que te dije, pero me lo confirmaste aquél día que me encaraste al preguntarme por mi pasado. Te encariñaste con Aidan, incumpliste la primera normal de todo estafador. Te creíste tu papel.

  • Desde el primer momento te dije que yo no quería hacer esto… Incluso antes de conocerle… - me defendí, repentinamente asustado.

  • Lo sé, por eso tenía un plan de repuesto. – me sonrió Una sonrisa que no auguraba nada bueno.

  • ¿Cuál plan? – intenté que no me temblara la voz. Aunque de pronto creí entenderlo. Si yo no era capaz de lastimar a Aidan porque de verdad me consideraba su hijo, entonces Greyson me utilizaría para lastimar a Aidan a través de mí. ¿Habría, por fin, llegado mi hora? ¿Era ese el momento en el que Pistola cumpliría todas sus amenazas de acabar conmigo? ¿Era yo el hijo que Greyson iba a utilizar para acabar con la cordura de Aidan?

  • Matarle a él también, junto con su querido padre – repuso, como restándole importancia. Como si estuviera hablando de algo trivial.

En menos de dos segundos, se me heló la sangre y luego comenzó a hervir, con fuerza, a borbotones.

  • ¡No vas a tocarle! ¿Me escuchas? ¡No vas a tocarle! – grité, y le agarré de la camisa. Toda la comisaría nos miró, atraídos por mis gritos.

  • Sácame las manos de encima. Todo esto es culpa tuya, por ser incapaz de cumplir una misión tan sencilla.

La idea de que Aidan pudiera morir por mi culpa era más de lo que podía soportar. Golpeé a Greyson con todas mis fuerzas, sintiendo cómo su nariz crujía bajo mis nudillos. Fue el sonido más agradable  que había oído en mucho tiempo.

Inmediatamente después, alguien me agarró por detrás. Torcieron mis brazos hacia atrás, en un movimiento que me era familiar: pretendían esposarme. Pero Greyson, mientras se tapaba la cara con la mano izquierda, levantó la derecha, pidiéndole al policía que me agarraba que se detuviera.

  • Eso ha sido una tontería, Michael. Como decía, has olvidado todo lo que te enseñé. Has perdido la perspectiva. Dejadnos a solas, yo me encargo.

Aquél “yo me encargo” me hizo estremecer. ¿Sería capaz de matarme delante de todas aquellas personas? No, claro que no, por eso me estaba llevando a un lugar apartado. ¿Se molestaría en poner el silenciador a su pistola, o le daba igual que todos oyeran cómo me disparaba? ¿Sería capaz de cubrir mi asesinato también, como tantas otras cosas?

- Deja de temblar, no voy a matarte. Si te quisiera muerto lo habría hecho hace mucho tiempo, niño – me dijo, cuando estuvimos solos. Volvió a apretarse la nariz, y soltó una maldición. -  Me las vas a pagar por esto – me aseguró.

  • ¡No, eres tú quien va a pagar por todo lo que has hecho!

  • ¿De veras? ¿Has olvidado ya quién da las órdenes aquí?

  • No dejaré que le hagas daño, ¿me oyes? No dejaré que le mates.

  • Vaya, vaya. Yo que pensé que todo lo hacías por Ted y resulta que ahora ha aumentado el número de personas con las que puedo amenazarte – me dijo, con cierto recochineo. Apreté los puños para intentar contenerme y no golpearle de nuevo. – No tengo interés en hacer daño a Aidan, pero tampoco tengo problemas en hacérselo. Si quieres evitarlo, entonces haz lo que te pedí. Depende de ti si termina en un psiquiátrico o en un ataúd.

  • ¿Por qué la has tomado con mi familia? ¿Qué tienen ellos que ver en tu absurda vendetta contra Andrew? ¿Qué pudo hacerte él para que estés dispuesto a matar a alguien que no te hizo nada?

  • Me quitó algo que era mío – gruñó.

  • ¿¡Todo esto por un robo!?

  • ¡Un robo no, me quitó a…! – gritó, pero se calló a tiempo.

Había estado tan cerca de decírmelo. Pero al menos sabía que todo aquello era por una persona. Alguien que Andrew le había “quitado” a Greyson. ¿Quizás alguna de las muchas mujeres que había seducido a lo largo de su vida?

  • Jamás lo entenderías. Él me quitó algo que era mío, así que yo…yo le quitaré lo que es suyo.

  • ¿No te basta con quitarle la vida? ¿Qué más le quieres quitar a Andrew? ¡Si no es el dinero, qué más le vas a quitar! – estallé. Greyson estaba loco, completamente loco y obsesionado con el pasado.

  • ¿Qué es lo único que te he pedido, Michael? La única tarea que tenías que hacer. – me respondió, como si fuera obvio.

  • Incapacitar a Aidan como tutor legal… Aún…aún puedo hacerlo, no es necesario que le mates…Sé…sé exactamente cómo…

  • ¿Para qué? –  me interrumpió, con impaciencia.

  • Para quedarte con su dinero…

Greyson resopló.

  • Definitivamente, eres idiota. Vamos, sal de aquí. Agradece que no le he dejado a ese oficial que te espose – gruñó, frotándose de nuevo la nariz.

Salí de allí, frustrado por no haber logrado averiguar la verdad y sin saber que, horas después, Greyson decidiría ejecutar su venganza por el puñetazo que le había dado, enviando a sus perros a casa para que me detuvieran.


  • MICHAEL´S POV. EN EL PRESENTE-

  • ...Así que, todo lo que sé es que le guarda rencor a Andrew por “algo que le quitó”. Y que  en venganza le va a quitar algo parecido a través de Aidan, pero no logro ver la conexión… - concluí. Había hablado por lo menos veinte minutos, contándole al abogado todo lo que sabía sobre Greyson, o  al menos todo lo relevante. Omití mis años de adolescencia a su lado, porque en ese momento no importaban. Me ceñí a cómo me había estado chantajeando para que estudiara a Aidan y llevara a acabo un plan de desprestigio contra él.

El abogado no dijo nada durante dos minutos y se limitó a seguir escribiendo en sus papeles. Seguramente me odiaba por haber estafado a Aidan, pero yo en esos momentos no podía sentir más que alivio. Alivio por habérselo dicho a alguien por fin. Alivio por enfrentarme a Greyson y compartir con alguien todo lo que me había estado pasando.

  • Sus hijos. – dijo Miller al final, en el tono de quien acaba de descubrir el funcionamiento de la bomba atómica.

  • ¿Cómo?

  • Lo que le quiere quitar son sus hijos. Tú mismo lo has dicho, no es por el dinero. Es por la custodia.

  • ¿Pero qué tienen que ver los hijos de Aidan en esto? – repliqué.

  • No son los hijos de Aidan, son los de Andrew. ¿No lo entiendes? Eso tuvo que ser lo que Andrew le quitó. Le quitó un hijo, y ahora él quiere quitarle los suyos, empezando por Aidan.

Fruncí el ceño mientras pensaba sobre aquello. ¿Podía ser cierto? Yo había pensado que se trataba de una mujer, pero también podía tratarse de un hijo… Pero ¿para qué iba Andrew a quitarle un hijo a Greyson?

  • ¿Estás seguro? – le pregunté, porque a mí no me terminaba de cuadrar.

  • Es una corazonada, pero una muy fuerte. En todo lo que me has contado, lo único que Greyson siempre ha mantenido es que quiere que Aidan pierda la custodia de sus hermanos. Todo lo demás ha ido cambiando, no parece un tipo muy cuerdo, pero eso se mantiene…

  • Pero… ¿qué es lo que pretende después? A Andrew no le importan sus hijos. No le hará daño así, solo se lo hará a Aidan.

  • Él debe de pensar que sí le importan. No sé lo que pretende, de eso nos ocuparemos después. Ahora hay cosas más urgentes… si te ha metido aquí, significa que ya no puedes cumplir con su plan. Que ha pasado al plan B. La vida de Aidan corre peligro, tengo que avisar a la policía, tengo que…

  • Te recuerdo que es un policía el que ha amenazado su vida. Pero yo no me preocuparía por eso – le tranquilicé. – Es cierto que no confía en mí para que cumpla con su plan, por eso me ha metido en la cárcel. En parte porque no quiere que me entrometa, en parte porque no he cumplido con sus expectativas y le cabreé al golpearle. Pero aún no va a pasar al plan B…

  • ¿Cómo estás tan seguro?

  • No estoy seguro, por eso te lo estoy contando, porque quiero a ese tipo lo más lejos posible de mi familia, en la cárcel más remota de la ciudad más lejana del mundo. No puedo estar seguro, pero creo que lo de matarle era una farol. Era una forma más de amenazarme. Tal y como me dijo, si hubiera querido matarme podría haberlo hecho hace mucho tiempo y si hubiera querido matar a Aidan también. Quiere algo más y no solo su muerte. No puedo garantizarlo, pero sí sé que, si mata a Aidan, no gana nada. Sea dinero o sea incapacitarle lo que busca, no consigue nada de eso con su muerte, por eso me necesitaba a mí. Y si tú estás en lo cierto, y lo que quiere es “quitarle” sus hijos a Andrew, al matar a Aidan en verdad se los está regalando. Es su padre biológico y nunca ha perdido su custodia, simplemente renunció a ella. Si Aidan muere, será la primera persona en la que piense el Estado para cuidar de ellos.

  • Eso tiene algo de sentido… Pero hay algo que falta… Se nos está escapando algo de todo esto. ¿Estás seguro que no sabes nada más sobre Greyson?

  • Sé que hace tiempo intentó hacerse pasar por Andrew, suplantar su identidad. Su venganza viene desde lejos…

El abogado mordisqueó la cuña del bolígrafo, pensativo. Parecía estar dándole vueltas a una idea que no terminaba de cuajar.

  • Cuando Aidan me pidió los papeles para adoptarte y me habló del trato que te ofrecía Greyson, investigué un poco sobre él, porque estaba claro que ese trato no era del todo legal. No encontré gran cosa, pero es cierto que entonces lo hacía más por curiosidad que por verdadero interés. Contrataré un detective privado. Averiguaré todo lo que pueda e intentaré reunir pruebas de esto que dices, pero en el caso de que no encontremos nada, podremos hacer un Al Capone…

  • ¿Cómo dice?

  • Al Capone. El mafioso, ya sabes. A él no le pillaron por sus muchos asesinatos, sino por una irregularidad en sus impuestos.  En el caso de que no encontremos pruebas de las amenazas de Greyson, puedo denunciarle por el trato que te ofreció. Hay algo turbio ahí y cualquier juez lo verá.

  • Al menos que ese juez esté comprado. Subestima la cantidad de dinero que he robado para él y los pocos escrúpulos que tiene. Estoy seguro de que ha previsto la posibilidad de acabar en un tribunal y tiene los medios para salir indemne de ello.

Miller gruñó, como dándome la razón a regañadientes.

  • Tal vez. Quizá pueda sobornar a un jurado para salir victorioso de un cargo de corrupción, pero no de uno de intento de asesinato.  Contrataré a ese detective.

  • No quiero que le diga nada a Aidan de esto.

  • ¿Qué? Tengo que decírselo.

  • No todavía. Existe eso de la confidencialidad entre abogado y cliente ¿no? – le dije.

  • Sí, pero te olvidas de que es Aidan quien me paga, así que técnicamente mi cliente es él.

  • Tú no le conoces como yo. Si se lo dices, hará una tontería. Irá a buscar a Greyson y entonces sí conseguirá que de veras lo maten. No. Greyson tiene que pensar que sigo guardando su secreto. Él sabe que le tengo miedo y confía en que no le voy a traicionar. Y le hubiera funcionado, pero es la vida de mi familia lo que ha amenazado, y no estoy dispuesto a correr el riesgo.

  • Me alegra ver que Aidan no se equivocaba contigo – me dijo y supe que tenía que sentirme halagado, porque era una forma de decirme que no le parecía mala persona. – Por el momento, hasta que sepa algo más, quedará entre nosotros.

  • Una cosa más. No voy a arriesgarlo todo a la posibilidad de tener razón: puede que Greyson sí vaya a por Aidan ahora. Por eso había pensado en sugerirle que contrate guardaespaldas.  Estoy seguro de que la prensa va a acosarle en cuanto se entere que estoy en la cárcel, así que no le costará mucho convencerle de que necesita seguridad privada.

  • Entendido, me encargaré de que lo haga. Ahora tengo que irme….

  • Espere… ¿No había dicho que Aidan tenía un mensaje para mí?

  • Oh, es verdad. Me dijo que no importa lo que hayas hecho, que va a sacarte de aquí y a llevarte a casa. No cree que seas culpable, pero incluso si lo eres no va a renunciar a ti, chico.

Jadeé, emocionado por esa declaración. ¿De verdad era posible que me quisiera pese a que fuera un delincuente? ¿Me seguiría queriendo al enterarse que le mentí, y que se suponía que debía estafarle?

John recogió sus cosas y se marchó, pero antes de cerrar la puerta  algo en su mirada me dijo que no iba a cumplir con su palabra. Le iba a decir a Aidan todo lo que habíamos hablado.

  • ¡No se lo cuente! ¡Me lo ha prometido, recuérdelo! – le grité, pero solo escuché el “clong” de la puerta al cerrarse como respuesta. No podía decírselo. No podía. Aidan me odiaría para siempre, necesitaba saber que me quería al menos unos días más…

Poco después vinieron a por mí y me desesposaron de la mesa para llevarme de nuevo a la celda. El chico con el que había estado hablando, el tal Brian, ya no estaba allí. Su prima habría decidido que ya había aprendido la lección. Lo lamenté un poco, porque en esos momentos hubiera agradecido un poco de conversación. Algo que me hubiera distraído, para que no me temblaran las manos ni me doliera el estómago. O la chocolatina  que había comido estaba envenenada, o era verdad eso de que el miedo se te agarra al estómago como la bronquitis a los pulmones.

Greyson me había entrenado para saber controlar mis emociones. Aidan me había hecho perder práctica, pero tres meses no podían borrar siete años. Me obligué a respirar hondo para serenarme. Conté mentalmente de diez hasta cero y fijé la vista en la pared de la celda, hasta dejar la mente en blanco. O casi.  ¿Había hecho lo correcto? ¿Había salvado a mi familia o les había condenado?



  • AIDAN´s POV –

Se lo habían llevado. De verdad se lo habían llevado, delante de mí. Intenté ir hacia la puerta, pero no me dejaron. Me sujetaron dos tipos bastante fuertes y me dijeron algo que no entendí. Una rabia inmensa comenzó a crecer dentro de mí. Tiré de ellos y descubrí que podía vencerles. Hacía tiempo que no iba al gimnasio, pero aún lo tenía dentro de mí.

  • ¡Cálmese! ¡Quédese quieto!

Y una mierda. No iban a llevarse a mi hijo. No iban a llevárselo. Caminé hasta la puerta y conseguí abrirla con dificultad, porque me temblaban las manos. Atravesé el jardín justo para ver como el coche patrulla se alejaba. Ni siquiera pude ver si Michael iba dentro, aunque era bastante obvio que sí.

Tres agentes me habían seguido y me encaré con ellos sintiendo que ardía por dentro. Acorralé a un hombre de unos treinta años, empujándolo contra uno de los coches estacionados en la calle. Le sacaba casi una cabeza de altura.






  • ¡Dios, este tipo es fuerte! ¡Pide refuerzos! – le dijo el policía a uno de sus compañeros.

  • No exageres, Wilson. Solo es un hombre desesperado. Señor, debo pedirle que se tranquilice.

  • ¡Eso lo dices porque no es tu brazo el que va a arrancar de cuajo! – protestó el tal Wilson. Tenía mi mano apretando su brazo derecho. Entonces el policía  tocó ligeramente la pistola que llevaba en el cinto. El tacto del arma debió recordarle que tenía una porra, unas esposas y otra serie de herramientas que podía utilizar para reducirme. Se irguió un poco, como recuperando el valor y por un momento sentí que me iba a dar un puñetazo.

  • Señor, si no se aleja ahora mismo, se le acusará de resistencia a la autoridad – me advirtió el otro policía.

Por un segundo estuve tentado de reírme, pelear contra ellos y demostrar lo mucho que podía resistirme a la autoridad. Pero de pronto el sentido común me golpeó violentamente, como si hubiera estado dormido bajo mi rabia pero ahora reclamara su lugar. Si me hacía detener a mí también, no solo no ayudaba en nada a Michael sino que dejaba en la estacada al resto de mis hijos. Giré la cabeza para mirar a mi espalda, a la puerta de mi casa, y vi a Ted mirándome asustado desde el marco. No solo estaba asustado por la policía, sino que mi reacción le estaba dando miedo también. Posiblemente también estaba asustado por las dos armas que en ese momento me estaban apuntando, instándome a liberar a mi presa. Esa mirada de mi hijo bastó para que soltara al agente y diera un par de pasos hacia atrás.

Alguien me agarró por la espalda, para apartarme más, y otro agente se acercó al que había acorralado para ver si estaba bien.

  • Voy a empapelar a este tipo – rugió el policía, con el orgullo herido.

  • Un solo hombre ha podido con vosotros tres ¿cómo ha podido pasar? – bufó el que parecía el jefe de todos ellos.

  • ¡Míralo, es un gigante! Escritor mis narices, este tipo es exmilitar.

  • Claro que sí, Wilson. Y agente del gobierno también. Volvamos a la casa ahora mismo. ¡Y guardad las armas, que hay niños adentro!

  • Nadie nos dijo que hubiera menores – replicó alguien, pero en ese momento ya apenas les escuchaba. Michael se había ido. Yo había jurado protegerle, había prometido darle un hogar, pero no lo había conseguido. Había vuelto a la cárcel tan solo tres meses después de que le conociera.

Apenas fui consciente de que volvíamos a entrar en casa. Minutos después, me di cuenta de que tenía a Alice en brazos, pero no recordaba haberla cogido. Supongo que fue un instinto, para calmarla. La policía había comenzado a registrar mi casa, especialmente el cuarto de Michael, en busca de algo. Pero no parecía que estuvieran encontrando nada.

Me quedé quieto y mudo mientras esos tipos destrozaban mi casa. En verdad no estaba rompiendo nada, aunque sí estaban haciendo bastante desorden. Solo reaccioné cuando miraron en un arcón en el que los peques guardaban los juguetes y Kurt agarró al policía de la pierna.

  • ¡Eso es mío, malo! – protestó Kurt, llorando. Estaba aterrado, podía verlo en sus ojitos azules. No entendía lo que estaba pasando.

El policía se agachó para ponerse a su altura y yo salté hacia ellos, dejando a Alice en el suelo.

  • ¡Apártese de mi hijo! – gruñí, con una voz que sonó demasiado grave para ser la mía.

  • No voy a hacerle nada. Tranquilo, pequeño. Solo voy a mirar aquí dentro. Nadie se va a llevar tus cosas, ¿de acuerdo? – dijo el policía, con voz dulce. Intentó acariciarle el pelo, pero Kurt se apartó de un salto. – No tengas miedo…

  • Demasiado tarde para eso. ¿Cómo espera que se sienta cuando irrumpen aquí con armas y gritos?

  • Señor Whitemore, respecto a eso, le pedimos disculpas. Nos aseguraron que los niños no se encontraban en la casa en este momento. También nos dijeron que Michael estaba armado y era peligroso y por eso tuvimos que tomar ciertas precauciones.

  • ¡No había necesidad de tanta violencia! ¡Michael no ha hecho nada, es solo un niño él también!

  • Ha atacado a un oficial de policía.

Me quedé en blanco por unos momentos. ¿De verdad? ¿Qué había podido pasar? ¿De verdad había atacado a un agente? Una parte de mí se negaba firmemente a creerlo, pero otra recordaba los diversos episodios violentos que había tenido Michael, entre ellos aquél en el que casi me pega a mí. Supuse que era posible que hubiera golpeado a un agente, pero…

  • ¿Y los demás cargos de los que se le acusan? ¿Tienen alguna prueba de ellos?

  • Eso tendrá que verlo un juez, pero tenemos razones más que suficientes para sospechar que…


  • ¡Mi hijo no es peligroso! – estallé. - ¡No es un delincuente!

  • Señor, con el debido respeto, sí lo es, y técnicamente no es su hijo, hasta donde sabemos. – replicó el oficial.

  • Hay cosas que no se saben técnicamente. Hay cosas que se saben aquí, en el pecho. Y yo ahora mismo estoy seguro de que Michael Donahow es mi hijo y de que es inocente. Si de verdad agredió a un policía, está bien, pagaré la multa o lo que sea.

  • Ese es motivo suficiente para meterle en prisión, señor Whitemore. Especialmente teniendo en cuenta que es reincidente.

Discutir con aquél policía no iba a devolverme a mi hijo. No, tenía que reservar mis energías para lo realmente importante. Lo primero que necesitaba era un abogado.  Dejé al  agente con la palabra en la boca y me retiré un poco para hablar por teléfono. Marqué el número de John con el móvil: él siempre había llevado mis casos civiles, los  relativos a la custodia de mis hermanos, pero sabía que su bufete también aceptaba casos penales.

  • John Miller, ¿dígame?

  • John, soy Aidan, Aidan Whitemore. Necesito que vengas lo antes posible. Han detenido a mi hijo.

De alguna forma, al decirlo en voz alta se sintió más real. Me faltaba el aire y me temblaba todo el cuerpo, pero no podía dejarme vencer por las emociones. Tenía que ayudar a Michael.

  • ¿Tu hijo? Pero, ¿qué ha pasado? Puedo estar allí en treinta minutos…

  • Que sean veinte – le pedí.

  • Aidan, ¿seguro que quieres que yo lleve este caso? Me especializo en derecho civil…

  • Pero alguna vez has tenido casos penales ¿verdad? Confío en ti  y no tengo tiempo de andar buscando abogados ahora. Se le han llevado, John….Se le han llevado delante de mí…

  • Vale, escúchame… Voy volando hasta allí y ya me cuentas. Ahora te veo – me dijo, y colgó. Se había contagiado de la urgencia de mi voz, cosa que le agradecí.

Me repetí a mí mismo una y otra vez que todo iba a estar bien. John sabría cómo ayudarle, y si sentía que no podía me recomendaría otro abogado, uno de confianza. Íbamos a sacar a Mike de la cárcel. Iba a volver a casa, e iba poder abrazarle hasta que todo aquello pareciera solo una horrible pesadilla.

  • ¿Papi? – me llamó Hannah. Tenía un adorable puchero que le temblaba un poquito.

  • Estoy aquí, princesa.

  • Papi ¿a dónde se llevaron a Mike? – preguntó, con la voz algo llorosa.

Se me estrujó el corazón y estiré el brazo para cogerla de la mano y acercarla a mí. Me senté en el sofá y la senté a ella encima de mí, en un tonto intento de reconfortarla.

  • Los policías creen que Michael hizo algo malo, cariño.

  • ¿Así que se lo llevaron con la gente mala? ¿Lo llevaron a la cárcel, papi?

Mi niña no era tan ingenua como parecía.  Tenía una idea bastante acertada de lo que había pasado.

  • Sí, cariño… Pero le vamos a sacar de ahí. Vamos a decirles que él no hizo nada malo y le tendrán que sacar.

- ¿Y si sí lo hizo, papi?  ¿Es que ellos no saben que tú eres su papá y le puedes regañar para que se porte bien?

La estreché en un abrazo porque no me salían las palabras. Cerré los ojos e intenté controlarme, mientras acariciaba su pelo para intentar calmarla a ella a la vez que me calmaba a mí.

  • Si no lo saben se lo diremos, princesa. Michael volverá con nosotros. Es tu hermanito después de todo ¿no?

Hannah asintió, sin deshacer el puchero.

  • Quiero que se vayan, papi… Me dan miedo – me confesó.

  • No van a hacernos daño, cariño. La policía solo hace su trabajo – murmuré. Siempre les había dicho que la policía era buena, porque así lo creía, y que debían acudir a ellos si algún día se perdían. Pero, después de lo que había pasado… - Son personas, y a veces también se equivocan – añadí, como para convencerme a mí también. – Pero no van a hacerte nada.

Que lo intentaran siquiera. Se habían llevado a uno de mis hijos. Como osaran acercarse a algún otro, me aseguraría de que fuera lo último que hicieran en su vida.

Ted se acercó a nosotros en ese momento, como deseoso de hacer piña. Llevaba de la mano a Kurt y a Alice y en los ojos la confusión que todos compartíamos en ese momento. Me pregunté qué habría sido de su novia, pero imaginé que se había ido antes de que llegara la policía.

  • Papá, ¿qué vamos a hacer? – me preguntó. Como si yo lo supiera. Como si ser su padre me diera algún tipo de sabiduría especial o me hiciera inmune al miedo, a la rabia o al dolor que estaba sintiendo en ese momento.

  • He llamado a mi abogado, estará aquí enseguida.- respondí, intentando sonar seguro, intentando trasmitirle la sensación de que “papá se estaba ocupando de todo”. Puede que Ted fuera el mayor, pero en esos momentos él también necesitaba creer que yo era una especie de super hombre con soluciones para cualquier problema.

Se sentó a mi lado con los enanos, y apoyó la cabeza en mi hombro. Sabía cómo se estaba sintiendo, porque era solo una décima parte de cómo me sentía yo.

  • Él teme a los policías… - murmuró. - ¿Crees que se esperaba esto? ¿Crees que en verdad lo hizo? No pudo robar tanto dinero… Además, ¿dónde lo guarda? Comparto habitación con él, te aseguro que apenas tiene nada. Y mucho menos un… un arma.

  • Claro que no tiene un arma. Michael no es una mala persona. Tu hermano no es un delincuente, Ted.

  • Eso es lo que me preocupa, papá. Que para esos hombres, sí lo es.

Ante eso no supe qué responder. Me limité a quedarme con ellos, acariciando a unos y a otros de vez en cuando, hasta que Alejandro se asomó por las escaleras.

  • Papá, necesito ayuda con Dylan.

Me levanté como un resorte. ¿Cómo no había pensado en eso? Los ruidos y los desconocidos tenían que estar volviendo loco a Dylan. Corrí escaleras arriba, siguiendo a Alejandro, pero no fuimos al cuarto de los pequeños, si no al de Michael. Dylan estaba debajo de una de las literas, abrazado a una mochila. Un policía intentaba convencerle de que se la diera.

  • ¡NO ES TUYA, NO ES TUYA, NO ES TUYA! – gritaba Dy, sin salir de su escondite.

  • ¿La mochila es de Michael? – le pregunté a Alejandro.

  • Imagino, nunca se la he visto. Dylan la ha encontrado entre el colchón y el somier, debía ser una especie de escondite.

  • Necesitamos que nos la entregue, señor Whitemore – me dijo el policía. – Ahí puede estar lo que estamos buscando.

  • ¿Acaso cree que mi hijo esconde un arma y diez millones de dólares en esa mochila tan pequeña, bajo la cama en la que duerme todos los días? – bufé, agachándome para mirar a Dylan a la cara. Estaba histérico. Manoteaba todo e incluso me dio un manotazo a mí. – Mi hijo necesita espacio, todos ustedes le están alterando.

  • Lo comprendo, señor, pero…

  • ¡Dylan es autista, joder! Mi padre les dará ahora la puñetera mochila  - les gritó Alejandro.

El policía dudó unos instantes, y luego se retiró hasta la esquina opuesta del cuarto. Yo suspiré, e intenté tocar las manos de Dylan.

  • Tranquilo, campeón. Tranquilo. No pasa nada. Shhh, no pasa nada.

  • ¡ES DE MICHAEL, ES DE MICHAEL! – gritó él, pero pareció algo más calmado al verme allí.

  • Ya sé que es de Michael, campeón y haces muy bien en proteger las cosas de tus hermanos, pero estos señores necesitan verla ¿sí? Luego nos la van a devolver.

  • ¡MENTIRA! ¡SE LO LLEVARÁN C-COMO SE LO HAN LLEVADO A ÉL!

  • Bueno, bueno, shhh. Michael va a volver, cariño, y su mochila también. ¿Cómo la has encontrado? ¿sabías que estaba ahí?

  • U-una vez le vi guardarla. Él c-casi nunca se fijaba en Dylan, yo sé ser invisible. – me dijo, normalizando un poco su respiración.

  • Claro que sí, campeón. Tú eres muy, muy listo, por eso has sido tú el que ha encontrado la mochila.

  • ¿Es eso lo q-que están buscando? ¿P-por eso lo d-desordenan t-todo?

  • Creo que sí, Dylan, por eso se la tenemos que dar. – le expliqué. – Necesitan la mochila de Michael.

  • Pero es de Michael. Tienen que saber que es de Michael.

  • Lo saben, peque. Le pondrán hasta una etiqueta y todo para que nadie se confunda – le aseguré.

Poco a poco, Dylan aflojó el agarre que mantenía sobre la mochila y dejo que la cogiera. Yo se la lancé al policía con indiferencia y tiré de mi hijo para sacarle de la cama y abrazarle. Dylan no se opuso al contacto, aunque tampoco me devolvió el abrazo.

El policía abrió la mochila rápidamente y el chasquido de su lengua delató que no encontró lo que buscaba. En la mochila solo había un cuadernito y varias fotos. El policía me las tendió para que las viera. Una foto era de la madre de Michael y Ted. Yo ya sabía que él guardaba una, pero no dónde. Otra debía ser de su padre. Y el resto…el resto eran fotos mías y de mis hijos, pero no recientes. También había una foto de  Andrew. ¿De dónde había sacado esas imágenes? ¿Por qué tenía una foto de los mellizos con unos tres años? Abrí el cuadernito. Estaba lleno de notas sobre mí y sobre Andrew. Aquello me resultó muy extraño. Tenía tantas preguntas para Michael… Pero eso carecía de importancia hasta que pudiera recuperarle.

  • Se lo dije. Mi hijo no esconde ningún arma.

El policía no dijo nada, pero creo que empezaba a creerme y a pensar que aquella detención no era tan urgente como le habían hecho creer. Podía haber entrado a mi casa llamando como las personas y no derribando puertas como los animales.

Llevé a mis hijos al piso de abajo, para tenerles a todos en una misma habitación mientras los policías terminaban de examinarlo todo. Al poco llegó John y vi algo esperanzador en su traje y en su portafolio de abogado. Cuando estreché su mano, seguramente pudo notar cómo temblaba y hasta qué punto dependía de él para devolverle la normalidad a mi familia.




N.A.: Gracias por vuestra infinita paciencia. Si alguien siente que ha olvidado todo lo relativo a Michael porque tardo siglos en actualizar y lo leyó hace mucho tiempo, tal vez quiera echarle un ojo al capítulo 35 “Suplantación”.

El plan de Greyson está a punto de aclararse. ¿Alguien se imagina por dónde va a ir la cosa? Se aceptan hipótesis.

6 comentarios:

  1. oohhhh me encanto dreamgril de verdad, pues mas que una hipótesis es una petición que Greyson termine a cadena perpetua jejejejeje y que Michael regrese con Aidan, yo se que tenes una vida aparte de escribir pero porfa no tardes mucho nos dejas en ascuas jejejjejej saludos.

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  2. Sólo te puedo decir que odio a pistola y lo odio mucho!!
    Que bueno que Michael por fin haya confesado la verdad!!
    Ojalá pronto regrese con su familia!!
    Pobres todos los peques y no tan peques están muy asustados con lo del arresto!!
    Dream porfis sé que tu vida es complicada y te admiro por eso pero porfa no tardes en escribir la conti!!!...

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  3. no se porque mi instinto me dice Alice, me dice Alice a gritos, porque extrañamente es la unica ala cual Andrew decidio cuidar en comparacion a todos sus hijos anteriores y si pistola quiere matar a dos (aidan y andrew) o por ultimo meterlos a ambos para negarles la custodia es venganza pura por haberles quitado algo importante o...que pistola tambien sea hijo de Andrew y quiere hacerle pagar porque a el jamas lo reconocio y vengarse de igual forma de Aidan para que vea como todos sufren lo que el sintio porque algo asi dejaste entrever en uno de tus capis en que mencionaste algo de la relacion entre pistola y Andrew, asi que con esto espero que consideres muy seriamente en escribir como nunca!!

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  4. Dreamgirl! Uno de los mejores capítulos que has escrito hasta ahora. Me encantó a pesar de ser suspenso no muy alegre. Respecto a las hipótesis, no entendí mucho como podría Andrew haberle quitado un hijo a Greyson. Pero ojalá la jugada le salga al revés y acabe pagando.

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  5. Por fin descanso en mi casa y puedo comentar!
    Ahora si, mujer, me encanta tu historia, eres asombrosa y tienes una forma de escribir muy peculiar, no cualquiera consigue transmitirle al lector tanta empatia hacia los personajes. Olvida el spanking, un par de historias tienen buenas escenas que logran entretenerte un rato, pero el resto de la trama no es muy buena o carece de fondo y de sentido. Tu historia es bien diferente a eso, porque al menos a mi logras dejarme realmente picada, tenga o no tenga escenas de spanking, y eso Dream, no en cualquier parte lo encuentras, menos a escritores buenos como tu, escribiendo en este medio y sobre estos temas, de esos solo aparecen cada mil años. Ojala que algun dia puedas sacar en fisico y en papel un libro, el talento lo tienes, solo tienes que ir a tocar las puertas indicadas, poco a poco. Se que se dice facil, pero se puede si consigues ciertos contactos, una amiga mia del bachillerato a los 16 saco su primer libro (en el cual aparece mi nombre en la dedicatoria cof cof no es por presumir cof cof) estoy segura que un trabajo tuyo seria bien recibido, lastima que no vives en Mexico, la editorial que la publico es nacional :/ aunque igual y se puede hacer algo. En fin, el caso es que con el talento que tienes puedes lograr si te lo propones, publicar un escrito, no importa que trama, seria un placer leerte. Por ahora disfruto de leer gratis tus fabufantasticas historias xD
    Antes que esto sea una biblia (si no es que ya lo es) Te digo que este capitulo estuvo fantastico, a medida que iba leyendo intuia que se trata de un hijo de Geyrson, o algo que tenga alguna clase de parentesco famiiar entre Geyrson y Andrew. Recuerdo que en un capitulo, mike le dice a pistola que esta loco o algo asi y el le responde "Viene de familia" como dando a entender una clase de parentesco. Yo pienso que son familia, pero no estoy segura de que Andrew le arrebatara un hijo a pistola... Siento mas bien que pretendes hacernos creer algo y a la mera hora voltearnos la moneda y dejarnos con la boca en forma de "O" xD
    Espero ansiosa el siguiente capitulo! Te mando saludos y un abrazo :)

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  6. Hipótesis tengo un millón y no hace falta releer que esta historia me tiene tan intrigada que no se si me puedo olvidar. pistola es nacido en el mismo lugar que andrw pensé desde hace muchos capis, será que anidan era suyo y no de andriw o será que no es un hijo lo que le quitó sino un padre, tal vez es hijo ilegítimo del abuelo de aidan, ademas esta el tema de que el poli se crió con un padrastro hasta donde recuerdo. Y ademas esta el tema de su retorcido plan, después de todo sin andrw en el camino el podría demostrar que es tío de los chicos y siendo el único familiar directo tendría la custodia, además esta historia de pistola parece tener mucho timpo macerando en su trastornada cabeza. En fin como verás le Di vueltas al asunto sólo que no quería hablar de más xq la intriga me encanta pero ya que diste pase libre a las teorías me lanzo.
    Ya no tenía esperanzas de leer once historias en lo que quedaba de año así que lo agradezco.

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