Páginas Amigas

martes, 21 de marzo de 2017

CAPÍTULO 8



CAPÍTULO 8

Los rayos del sol calentaban la cara de James con su suave roce. A través de los párpados cerrados, veía un resplandor rojizo, por la intensa luz. Estaba muy a gusto así, tumbado en el césped, pero sabía que en pocos minutos el calor comenzaría a ser menos soportable. Se sentía demasiado perezoso como para moverse, sin embargo.

Su mente trató de imaginar a qué se correspondían los sonidos que escuchaba. El rumor lejano del agua evidenciaba la existencia de un río y un zumbido intermitente anunciaba la presencia de algún insecto. James sonrió: no se escuchaba nada más.

John le había llevado a una salida al campo. Habían caminado durante un par de horas, alejándose del pueblo y de cualquier rastro de civilización. Spark estaba extasiado al tener tanto campo libre para correr y perseguir conejos a los que nunca conseguía atrapar. Habían pescado en el río y John le había enseñado a cocinar los peces en una fogata, limpiándolos de la manera adecuada. Habían comido por encima de sus capacidades. Spark terminó con todo lo que ellos no habían podido comer.

James ladeó la cabeza y abrió un ojo. El perro dormitaba ahora enrollado sobre sí mismo, muy cerca de John, que también estaba durmiendo, tapándose la cara con su sombrero. Eran la viva imagen de la paz y la tranquilidad. A James le hubiera gustado poder congelar ese instante en el tiempo, pero por otro lado tampoco le preocupaba mucho, porque John había prometido traerle allí siempre que pudiera tomarse un descanso del puesto de sheriff.  

A James le gustaba la soledad, durante un rato. Le gustaba estar al aire libre, vagueando, jugando con Spark, mojándose en el agua y sintiéndose libre. Pero sobre todo, había descubierto que le gustaba hacer todo eso con John. El hombre no era solo alguien que proveía para él y le salvaba de mendigar en las calles, sino que era además una buena compañía. John no le trataba como una obra de caridad o como una molestia: a todos los efectos era su hijo. Incluso le castigaba como si lo fuera. James puso una mueca al recordar que el día anterior le había pegado sobre sus rodillas. Él no tenía cinco años y ni siquiera le habían castigado así cuando tenía cinco años. Su padre siempre había usado el cinturón. Siempre se apoyaba sobre un arcón, o sobre la mesa, o sobre la cama. Se le hacía raro que John hiciera las cosas de otra forma. Pero tenía que reconocer que en el fondo estaba agradecido. Parte del motivo por el que no se había querido ir con alguno de los granjeros del pueblo, es porque sabía que no le tratarían como a un hijo, sino como un trabajador. Y él no estaba preparado para ser un hombre todavía: él necesitaba alguien que cuidara de él. Necesitaba… algo de cariño. Y John se lo daba, de todas las formas posibles. También cuando le castigaba.  Sobre todo cuando le castigaba. Recordó cómo se habían abrazado sobre su mecedora y lo bien que se había sentido entonces. Su padre nunca había hecho eso.

James se sintió algo culpable por comparar a John con su verdadero padre. Sacudió la cabeza para apartar esos pensamientos. No estaba bien compararles ni estaba bien pensar en él. Su padre había muerto. Ya no iba a volver y él tenía que pasar página y escribir un nuevo capítulo. Un capítulo que llevaba el nombre de John como título.

Desperezándose con un sonoro bostezo, James se levantó y esbozó una sonrisa mientras se le ocurría una travesura. Cogió su cantimplora y se acercó al río a llenarla de agua. Después, camino con sigilo hasta donde dormía John y vacío el contenido sobre él, despertándole irremediablemente.

  • ¿Qué? Pero… ¿está lloviendo?

James se dio prisa en volver a tumbarse, haciéndose el dormido, mientras John se quitaba el sombrero de la cara. El hombre miró a todos lados, confundido, sin saber qué le había mojado. En el cielo no había ni una sola nube. Entonces reparó en James, y en la sonrisa que apenas podía contener a pesar de tener los ojos cerrados. En su mano derecha todavía sostenía la cantimplora y a John le quedó muy claro lo que había pasado. Esbozando su venganza, se deslizó junto a James sin hacer el menor ruido. Cuando le tuvo al alcance, empezó a hacerle cosquillas sin la menor piedad.

  • ¡Ay! ¡Jajajajajaja! Ay, John, ¿por qué?

  • Sabes muy bien por qué, mequetrefe, no te hagas el inocente – replicó John, y le dio una palmada suave en el estómago. – ¿Qué forma es esa de despertar a tu padre?

La pregunta le había salido sola, sin pensarla, porque sus hijas habían hecho algo parecido en muchas ocasiones. No sabía por qué tenían esa fijación por despertarle cruelmente de una siesta, pero sus niñas lo veían como uno de los juegos más divertidos que había en el mundo. John estaba tan acostumbrado a esa interacción, que lo de “padre” le había salido automáticamente.

Tuvo miedo de haber cruzado una línea. Hacía solo un mes que los padres de James habían sido asesinados. Era pronto para pretender ocupar el lugar de su padre. Temió que James se enfadara y se sintiera dolido. Pero el niño se limitó a mirarle con sorpresa, sin decir nada.

  • Perdona, James…yo…

- ¡Yo no fui, habrá sido Spark! – mintió James, siguiendo con el juego como si no hubiera pasado nada. John sabía perfectamente que al niño no le había pasado desapercibida la palabra, pero si había elegido ignorarlo, él podía seguirle la iniciativa, aunque creía que en algún momento debían hablarlo.

  • ¿Ah, sí? ¿Y desde cuando puede Spark llenar una cantimplora?

  • Puede, es un perro muy listo.

Spark ladró en ese momento, como corroborando la información. Correteó hacia ellos, al notar que estaban jugando y deseoso de formar parte. John empezó a perseguir a James para retomar su tortura de cosquillas, y Spark perseguía a uno u a otro alternativamente. John ya se había dado cuenta de que James no era un chico demasiado fuerte ni ágil, porque solía preferir actividades más tranquilas, como la lectura. Así que no le costó mucho atraparle y tirarle al suelo con cuidado.

  • Debería tirarte al río, para que aprendas a no mojar a los demás – le amenazó, en realidad para ver cómo se lo tomaba. Meses atrás, John había descubierto que a James le daba miedo nadar y puede que hubiera averiguado el motivo el día anterior, cuando le contó que de pequeño se cayó a un río.

  • No puedes conmigo – le desafió James.

  • ¿Ah, no? – replicó John, y se lo colgó del hombro como un saco de patatas. – Spark, ven, que vamos a remojar a este mocoso.

James empezó a revolverse, jugando y riendo, pero en algún punto, conforme se acercaban al río, empezó a intentar soltarse con más ahínco. John no percibió el cambio en su estado de ánimo, enfrascado como estaba en el inocente juego. James entró en pánico al pensar que iba a tirarle de verdad y sin meditarlo mucho, comenzó a patalear, golpeando a John en el pecho con la punta de su bota. El hombre captó el mensaje alto y claro y se detuvo, dejándole de pie en el suelo. Frunció el ceño, preocupado por ese miedo irracional, pero James interpretó que estaba enfadado por el golpe. Asustado, echó a correr sin mirar por dónde iba, tropezando con una piedra y cayendo al suelo.

  • ¡James! – exclamó John, acudiendo en su ayuda. - ¿Te has hecho daño?

El chico había caído sobre hierba blanda, así que no tenía raspaduras, pero sí se había hecho un poco de daño en las manos al apoyarse. Quiso convencerse de que por eso tenía lágrimas en los ojos, él no era un cobardica que llorara por otras cosas…

  • Pe…perdón… Lo siento... No quería…

  • Ya sé que no querías, James, no me has hecho daño. No tenías por qué salir corriendo así.

  • Pero te he pegado - murmuró James, haciéndose pequeño, intentando desaparecer. Estaba temblando.

  • ¿Tienes tanto miedo por el río o por mí? – inquirió John, al ver que el niño estaba aterrado.

  • No t-tengo miedo. – replicó James, alzando la barbilla, como ofendido.

John sabía que era inútil discutir esa afirmación, así que se limitó a sentarse en el suelo al lado del chico. Le rodeó los hombros con un brazo.

  • No ha pasado nada. No iba a tirarte de verdad y, aun si lo hubiera hecho, jamás dejaría que te ahogaras. Y tú no me has hecho daño y no pretendías pegarme, solo te estabas defendiendo. No voy a enfadarme por eso.

  • ¿En serio?

  • James, ya me conoces lo bastante como para saber por qué cosas me enfado, ¿no?

  • Sí, no te enfadas nunca – respondió James, sin pensar. Luego se arrepintió un poco, porque había sonado como si estuviera insinuando que John no tenía carácter.

  • Por esto no, desde luego. – le aseguró. – Mira, a Spark le da igual que el agua esté fría, ahí le tienes chapoteando.

James sonrió al ver a su perro todo mojado y jugando en el agua, pero luego puso una expresión seria.

  • A mí también me da igual si está fría o caliente. Es que me da miedo… - admitió al final.

  • ¿Por qué?

James se encogió de hombros y se abrazó las rodillas. No le gustaba admitir que estaba asustado.

  • Bueno, ¿nos acercamos solo a mirar? – propuso John. – Esta mañana estuviste pescando sin problemas.

El niño asintió y se quedó en la orilla, acariciando a Spark cada vez que se le acercaba y encogiéndose cuando el perro se sacudía para secarse y le empapaba. John le observó unos instantes, sabiendo que tenía que ayudarle a superar ese miedo, pero se dijo que ya habría muchos días para hacerlo y que no era necesario hacerle pasar un mal rato en ese momento. Tenía cosas más importantes que tratar con él.

  • James… me gustaría hablar contigo un momento – le dijo.

James dejó de jugar con Spark y le prestó toda su atención. Se preguntó si después de todo si le iba a regañar. Ahora estaba más tranquilo, así que no pensaba salir corriendo.

  • Antes, cuando me despertaste… - comenzó John, pero el niño le interrumpió.

  • Solo era un juego – murmuró. John era uno de los pocos adultos con los que podía hacer esas cosas sin que se enfadara o eso había creído.

  • Ya lo sé – le sonrió, para que se relajara. – Y ya me vengué haciéndote cosquillas. Pero, cuando lo hice… dije algo… No sé si te molestó.

James se quedó en silencio. Sabía perfectamente a qué se refería.

  • Nunca hablamos de esto, pero no tienes que llamarme de ninguna forma especial. John está bien para mí. Recuerdo que al principio me decías “señor Duncan” y no me parecía apropiado que me dijeras así si… si iba a ser quien cuidara de ti. Me gusta que me estés cogiendo confianza y que me gastes bromas. Esa es… es la forma en la que quiero que te sientas conmigo. Quiero que sepas que… que no pretendo sustituir a mis hijas contigo. Yo perdí a mí familia y siempre tendré que vivir con eso, pero tú ahora ocupas un lugar que ellas jamás tuvieron. Eres… Eres mi tercer hijo. – dijo John, mirando al horizonte. Cerró los ojos mientras esperaba oír la reacción de James, pero no escuchó nada. En su lugar sintió un fuerte abrazo, que le dejó sin respiración.

- Y tú eres mi segundo padre – susurró, en voz tan baja que a John le costó escucharlo.

3 comentarios:

  1. A mi también me encantó el final. Qué bueno que ya hayan formado esa relación de confianza tan importante para todos.

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  2. Me da gusto la relación que han formado ellos ...
    Se ve que juntos van a sanar todo el dolor que la vida les ha causado!!

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