Páginas Amigas

miércoles, 31 de mayo de 2017

CAPÍTULO 64: IMPULSOS



N.A.: Este capítulo va a ser desde el punto de vista de la familia de Holly, para conocerles un poco mejor. Gracias por vuestra paciencia, sé que tengo que decir ya de una vez lo que pasa con Greyson xD

CAPÍTULO 64: IMPULSOS



SAMUEL’S POV

“Odio la leche caliente sin café o chocolate en ella y tú lo sabes”, gruñí, en mi mente, pero mantuve la boca cerrada. Aaron no tenía por qué hacer mi desayuno, yo ya no era un niño, así que no pensaba quejarme. Seguramente era su forma de intentar compensar la discusión del día anterior y eso era lo más cerca que iba a estar de escuchar una disculpa: más me valía no protestar y dejarlo estar. Dudaba que lo hubiera hecho por molestar, simplemente tenía que ser difícil para él acordarse de las manías de todos sus sobrinos, a pesar de haber vivido con ellos gran parte de su vida.

Me levanté en silencio y fui hacia el armario de la cocina, buscando el bote de Cola-Cao. Aaron siguió mis movimientos con la mirada y vi en sus ojos un brillo de frustración cuando se dio cuenta de lo que buscaba.

  • Se me olvidó – gruñó en voz baja.

  • No pasa nada. ¿No hay café? – pregunté, al ver que él también tenía un vaso de leche sola.

  • No, se ha acabado. Iré a comprar más tarde.

  • Puedo ir yo – me ofrecí. Él tenía que entregar unos planos en los que llevaba días trabajando.

  • No. Tú tienes que estudiar, no quiero que te confíes y bajen tus notas – dijo, sin pensar. Después, suspiró, al recordar que por eso habíamos discutido la noche anterior -  Lo siento. Tienes unos días libres, ya sé. Aun así, voy yo a comprar. Seguro que tienes… cosas que hacer.

Casi se me desencaja la mandíbula. No podía creer que se estuviera disculpando. El asombro en mi cara debió de ser evidente, porque él me devolvió una mirada avergonzada.

  • Ya sé que estudias mucho, Sam, y no tenía derecho a gritarte de la forma en que lo hice ayer. Sé que no copiaste ese examen y lamento que el profesor fuera injusto contigo. Yo… estaba frustrado, porque ibas a recibir la mención de honor y eso iba a ser genial para tu futuro… pero en ningún momento dudé de ti y siento si te hice pensar que no te creía.

“Sé que me creíste, si no hubiéramos tenido una conversación diferente, del tipo en la que yo conocería ese dichoso cinturón que tanto te gusta por primera vez. Adulto o no, me habrías dado la paliza de mi vida, estoy seguro. Pero no lo hiciste, así que me creíste y aun así me gritaste como si fuera culpa mía. Perdí la mención de honor por la que llevo cuatro años trabajando, quería morirme… necesitaba un poco de comprensión, no gritos”.

  • Esta tarde voy a ir a hablar con el decano. Un compañero dice que tengo derecho a pedir que me repitan el examen ante un tribunal académico para demostrar que no copié, porque me sé la materia.

  • Eso es genial. ¿Quieres que te acompañe?

Parpadeé, más que sorprendido. Hacía mucho que no me sentía tan a gusto cerca de él. Fue como si por un momento Aaron estuviera permitiendo que su lado amable saliera a la luz.

  • Mmm. Mejor no. Estoy histérico, pero daría un poco de mala impresión si necesito que el cuñado de mi padre dé la cara por mí.

  • Tu tío, Sam. No soy el cuñado de tu padre, soy tu tío. Me da igual toda la mierda por la que hayamos pasado, nada va a cambiar eso – me aseguró y era casi tan raro escucharle decir algo tan “cariñoso” como que se disculpara, así que me planteé que tal vez aún estaba dormido y lo estaba soñando todo.

Me concentré en mi vaso y bebí en silencio por un rato, disfrutando de la tranquilidad que reinaba en casa, con todos mis hermanos en el colegio o en la guardería. Aaron y yo estábamos solos: él y Holly habían llevado a los demás a clase y luego ella se había ido a trabajar. Él había vuelto para desayunar tranquilamente, sin prisas, como yo. Ninguno de los dos tenía que estar pronto ni en el trabajo ni en la universidad, respectivamente: él porque tenía un estudio independiente, y podía ir a la hora que le diera la gana, y yo porque había acabado los exámenes, y tenía un par de días libres en una de mis carreras. Luego tendría que irme al conservatorio, ahí casi nunca tenía vacaciones.

  • Tal vez deberías arreglarte un poco, para causarle buena impresión al decano. Ponerte el traje, quitarte esos pendientes…. Cortarte el pelo…

Rodé los ojos. Habían pasado más de diez minutos sin que me pidiera que me deshiciera de las rastas, tenía que ser un record.

  • Sigue soñando – respondí, aunque me apunté mentalmente lo del traje.

Le escuché resoplar, pero no le presté atención. Sabía distinguir cuando Aaron se enfadaba en serio y cuando solo estaba siendo como un niño grande y caprichoso, molesto porque le lleven la contraria. Me concentré en mi desayuno y saboreé los huevos revueltos, que eran algo de otro mundo. Aaron cocinaba muy bien e incluso las cosas más sencillas sabían diferentes cuando las hacía él.

Desde la habitación de al lado, pude escuchar un bufido. El gato de Sean debía de estar persiguiendo algo.

“Espero que no sea el patito de Scarlett. Rayos, debería ir a mirar. Mi hermanita se moriría si le pasa algo a alguno de sus animales”.

Me levanté apresuradamente de la mesa y Aaron no dijo nada porque probablemente también lo había oído. Cuak, el patito de Scarlett, se pasaba el día encerrado en el baño hasta que ella venía. Ahí tenía comida y un barreño con agua por si quería bañarse. Pero tal vez alguno de mis hermanos se había olvidado de cerrar la puerta al salir, dejando a Cuak suelto por la casa y siendo un objetivo fácil para un gato tan arisco como su dueño.

En el salón, efectivamente, estaba el gato, pero no había ni rastro del patito. Sí había, en cambio, un borrón gris y largo, moviéndose como una lagartija.

  • ¡Trasto, estáte quieto! ¿Cómo has salido de tu caja? – me asombré y me puse a perseguir al pequeño hurón o más bien a intentar salvarle del gato. O al gato de él. No estaba seguro de quién podía salir más dañado en esa pelea.

Atrapar a un hurón puede ser bastante difícil, pero por suerte para mí éste estaba domesticado y me tenía bastante cariño, así que se dejó coger y ni siquiera me mordió ni nada. Le acaricié el lomo y le llevé hasta un mueble zapatero que habíamos modificado para convertirlo en un cajón apropiado para él. Pero cuando iba a guardarle, recibí la mejor mirada de cachorrito – o de huroncito- del mundo.
 

  • No quieres que te deje ahí ¿mm? ¿Echas de menos a Scay? Vendrá en unas horas y jugará contigo, bicho – susurré. Puede que Scarlett llevara mal lo de haber dejado la escolarización doméstica, pero nadie lo llevaba peor que sus mascotas.

  • Ven, dámelo – pidió Aaron. – Puedo quedarme con él por un rato.

Aaron y Scarlett se parecían solo en una cosa: su amor por los animales. Tal vez por eso él había permitido que mi hermana mantuviera su pequeño zoo cuando nos vinimos a vivir a su casa. Por eso y porque aún no había persona en el mundo capaz de separar a Scarlett de sus mascotas. Aunque todos sabíamos que aquella casa no era apropiada para ellos. No era como nuestro antiguo hogar… En esa casa gigante, con varios metros de jardín, los animales habían tenido espacio de sobra.

  • Un día va a pasar algo – murmuré, dándole el hurón a mi tío. – Demasiados animales en pocos metros cuadrados. Y ese gato es demasiado agresivo. Solo espero que Scarlett no esté aquí para verlo. La destrozaría.

Aaron tuvo que darme la razón con un asentimiento.

  • Está… peor últimamente. – susurró. Esa vez, me tocó a mí asentir para apoyar su idea.

Scarlett había tenido una temporada donde casi parecía una persona normal. Una especialmente callada y tímida, pero que no llamaba mucho la atención. Su mutismo había ido a más en los últimos tiempos y en el colegio, pese a conocer su historia, habían empezado a preocuparse porque no respondía a los profesores cuando le hacían una pregunta directa. Y eso era lo de menos: su comportamiento con sus mascotas también había empeorado. Se encerraba en su cuarto con ellas y no quería salir, lo cual no era sano ni para ella ni para los animales.

Iba a preguntarle a Aaron si tenía idea de por qué había empeorado, pero algo llamó mi atención en la televisión, que estaba encendida pero sin sonido. El letrero del programa matutino decía “Otro duro golpe para Aidan Whitemore”.

  • ¿Cuándo dejarán en paz a esa familia? – me quejé.

  • Cuando sus hijos dejen de pelearse en la calle o de ser detenidos – replicó Aaron. No era exactamente un fan de Aidan y no se molestaba por disimularlo.

  • Holly estaba muy preocupada ayer. Cuando habló con él por teléfono le notó asustado…. Como para no estarlo. Aidan dice que el chico es inocente.

  • Claro que lo dice, ningún padre quiere creer que su hijo es un criminal.

No me apetecía pelear con él, así que no le respondí, pero por lo que me había contado Holly, el tal Michael no era su hijo, ni su hermano, ni nada. Solo estaba emparentado con uno de los hermanos de Aidan, lo cual me hacía pensar que el tipo merecía la pena. Algunos hombres no se ocupan de sus propios hijos y otros se ocupan de los ajenos.

  • Mamá estará allí hoy, casi seguro – dije, señalando el juzgado que salía en la televisión. – Está realmente enamorada de él.

  • También estaría realmente contenta de oír que la llamas mamá. Deberías hacerlo más a menudo. – me reprochó.

“Pensé que no te gustaba que lo hiciera. Ni que te llamara tío, ya que sacaste antes el tema. Pensé que “no debía abusar de la amabilidad que me ha mostrado esta familia”. ¿O ya te has olvidado de lo que me dijiste aquella vez? … Basta. No seas rencoroso, Sam. Déjalo estar”.

  • Ella sabe que es mi madre. Se ha ganado el derecho a serlo – respondí y subí el volumen de la televisión. En parte, porque quería enterarme de lo que pasaba con la familia de Aidan y en parte porque no me apetecía continuar aquella conversación.  


- BLAINE’s POV -

  • ….¡Doce! ¡Trece! ¡Catorce!

  • ¡Uhhhh, Blaine no puede más!


- ¡Quince! ¡Dieciséis!

Me ardían los brazos, pero ni loco me iba a dejar vencer. Había cincuenta pavos en juego y se acercaba la Navidad: tenía un montón de regalos que hacer y nada de dinero.

Claro que me estaba jugando más cosas. No pude evitar mirar hacia abajo y pensar que la caída podía partirme las piernas, o algo peor. Estábamos colgando de una barandilla, por la parte que da al vacío y no a las escaleras. Estábamos a la altura de un primer piso, así que era bastante probable que la caída no fuera mortal, pero ninguno quería hacer la prueba. Dos compañeros y yo estábamos compitiendo por ver quién aguantaba más tiempo así colgado.  Un cuarto chico estaba contando los segundos y dos más vigilaban que no viniera nadie. Era la hora del recreo, así que todo el mundo estaba en el patio.

Yo era el único de los tres que hacía parkour, así que pensé que iba a ganarles sin problemas, pero era más difícil de lo que parecía. Acabábamos de empezar y mis brazos ya estaban gritando en agonía, ante el peso de mi cuerpo.

  • ¡Veinte, veintiuno, veintidos…!

  • ¡¿Pero qué estáis haciendo!? ¡Dios Santo, bajad de ahí! ¡No, subid! ¡Vamos, subid a las escaleras, os vais a matar! – gritó Richard, el profesor de Sociales.

  • ¿No que estaban vigilando? – me susurró Lou, uno de mis amigos.

Yo no dije nada, y concentré todas mis fuerzas en superar la barandilla, pero no podía. Lou y el propio profesor tuvieron que  ayudarme.

  • ¿Habéis perdido la cabeza? ¿Qué tenéis en el cerebro? ¿Y si os hubierais caído?

El hombre gritaba fuera de sí, y eso que normalmente era muy tranquilo. Lou intentó dar algún tipo de explicación, pero no lograba decir nada que apaciguara al profesor.

  • ¿Y tú no dices nada? ¡Pensé que eras más sensato, Blaine! – me reprochó Richard.

“Pensaste eso porque apenas me conoces”, me dije, pero no lo expresé en voz alta porque no quería empeorar mi situación. Si es que acaso podía empeorarse. Estaba más que muerto, porque seguramente iban a llamar a casa y, si lo hacían, Aaron iba a desollarme vivo. Puede que hasta mamá quisiera matarme aquella vez. Empezaba a ver que mi brillante idea para ganar dinero haciendo “un juego sin importancia” no era tan buena como había pensado. No solo porque me hubieran pillado, sino porque cuando me asomé por la barandilla tuve un poco de vértigo. Tal vez esa era una de esas situaciones a las que solía referirse mamá cuando decía que era demasiado impulsivo.

Efectivamente, en menos de quince minutos el director estaba llamando a nuestras casas. Cuando me tocó el turno a mí, el director me tendió el teléfono.

  • Tu tío quiere hablar contigo.

Tragué saliva. Había rezado para que se pusiera mamá, pero cuando estaba haciendo algo importante para el trabajo, como una rueda de prensa o algo así, tenía que apagar el móvil.

  • Ho-hola, tío…

No siempre le llamaba “tío” o “tío Aaron”, porque sólo me sacaba 12 años. Aaron y yo habíamos pasado gran parte de nuestra vida creciendo juntos,  más como hermanos que otra cosa y cuando era pequeño se me hacía raro decirle “tío” a alguien que aún no era un adulto. Ahora, de más mayor, solía reservar el apelativo para cuando estaba en problemas, por si acaso servía para ablandarle. Pero no solía servir de nada.

  • ¿Hola tío? ¿¡Hola tío!? ¿Eso es todo lo que me vas a decir? Te vienes derechito a casa, ¿me escuchas?

  • ¿No vas a venir tú? – me extrañé.

  • El director dice que no van a expulsarte más que por hoy, así que no tengo que firmar nada. ¡Y a ti no te conviene que vaya ahora mismo porque te puedo asegurar que no iba a controlarme! ¡A ver si te parece tan divertido que tus amigos te vean cobrar como que te vean romperte la crisma! ¿¡Cómo has podido hacer algo tan estúpido!? No sé ni para qué lo pregunto, no es como si supieras hacer otra cosa.

Auch.

  • ¡Ven a casa pero ya! ¡Y nada de perder el tiempo, es una distancia de veinte minutos, como no estés aquí en menos de veinticinco vas a desear haberte caído por la maldita barandilla!

Doble auch. No lo dice en serio. Sólo está enfadado. No lo dice en serio. ¿Lo dice en serio?

- S-sí, tío.

No tuve ocasión de despedirme, porque me colgó. Le devolví el teléfono al director sin siquiera mirarle a la cara. El hombre chasqueó la lengua y se sentó sobre su escritorio, lleno de papeles.

- Espero que esto no se vuelva a repetir. Ha sido una completa tontería.

Nadie se molestó en responderle. Recogí mi mochila y pedí permiso para irme. El director rellenó un papel que tuve que entregar en secretaría. Caminé rápido hasta casa, porque sabía que la amenaza de Aaron no era en vano. Al final resultó que llegué a la vez que él: se estaba bajando de un taxi cuando yo cruzaba la última calle. Aaron no conducía desde que decidió que era peligroso que él estuviera detrás de un volante. Sabía que era inútil discutir con él sobre eso.

Se quedó de pie frente a la puerta de casa, esperando a que me acercara. Dudé varios segundos antes de hacerlo, como evaluando su cabreo.

  • ¿De dón…de dónde vienes? – se me ocurrió preguntar, para romper el hielo.

  • De entregar unos planos. Algunos, a diferencia de ti, tenemos cosas que hacer y no podemos perder el tiempo colgándonos de los sitios y haciendo el animal.

A pesar de sus palabras duras, Aaron no estaba tan fuera de sí como de costumbre: aún no me había insultado.  A decir verdad parecía algo distraído, como si le pasara algo más aparte de mi cagada.

  • ¿Está…está todo bien? – murmuré. Uno ya tenía que preguntar. Cuando has vivido tantas cosas malas como yo, estás constantemente con miedo a que suceda algo que vuelva a poner tu mundo patas arriba. Una hermana secuestrada, un accidente de coche con consecuencias terribles, los …”No pienses en eso ahora”.

Aaron se me quedó mirando fijamente.

  • Han llamado del colegio para decir que te has colgado de una barandilla de varios metros de altura…. ¿y tienes los santos cojones de preguntar si está todo bien? ¡Nada está bien! ¡Has podido matarte! ¡Podías haberte roto la columna! ¡Te llegas a caer y al menos un hueso te rompes seguro! ¡Y yo he dejado colgado a un tipo importante porque tenía que venir a ocuparme de ti! ¡Puede que se haya ofendido y habré perdido un cliente! Todo esto mientras llamaba a tu madre y casi la da un infarto, y encima me ha gritado a mí por haber dejado que vuelvas solo del colegio. Está viniendo para acá y ¿sabes lo que me ha dicho? Que nunca debió volver a trabajar. Como si hubiera tenido otra opción. Lo hizo por necesidad, y su sueldo no es bastante para cuidar de todos vosotros pero aun así se siente culpable, como si fuera un capricho suyo, o algo. ¿Y todo por qué? ¡Porque no dejáis de darle problemas y ella no puede estar aquí para ocuparse de ellos! ¿Es lo que quieres? ¿Qué tu madre deje de trabajar, que a mí me despidan y que nos vayamos todos a la calle?

Parpadeé, intentando suavizar el escozor de mis ojos. Eso no era justo, yo no había querido causar tantos problemas. No quería que mamá dejara su trabajo ni que despidieran a Aaron. Solo hice algo estúpido con mis amigos porque en ese momento pareció divertido.

  • Lo…lo siento tío… No, claro que no quiero eso… No sabía que mamá se sentía así…

  • No, claro que no, porque solo eres un mocoso idiota y egoísta. Tu madre no hace otra cosa que pensar en vosotros y cada segundo que no está en casa le carcome la culpa. ¡Odia tener que dejar a los trillizos en la guardería! ¡Ninguno de vosotros fue a la guardería antes! Ella renunció a toda su vida profesional para cuidaros. Y encima se odia a sí misma por la chispita de ilusión que ha sentido al retomarla.

Aaron abrió la puerta de casa en ese momento. Sam estaba en el salón. No sabía si se había enterado de lo que había hecho pero si no se iba a enterar enseguida y seguramente se sumaría a la lista de personas que me querían gritar.

  • … Sam trabaja desde los dieciséis años. Dejó su casa y su vida en el campus para venir aquí a echar una mano. Todo el mundo está haciendo sacrificios y esfuerzos menos tú. Tú solo sabes hacer el imbécil. Cuando más estúpido y arriesgado, mejor.

Ya no aguantaba más, estaba acostumbrado a sus broncas pero esa vez me estaba haciendo sentir como la mierda. Me estaba culpando de cosas de las que no tenía la culpa… Yo también ayudaba en lo que podía… Era difícil estar a la altura de Sam, pero al menos no pasaba de todo como Leah…

Me entraron unas ganas de llorar terribles, pero nunca lloraba delante de él si podía evitarlo.

  • Aaron, ¿qué ha pasado? – preguntó Sam, con el ceño fruncido. Su enfado parecía más dirigido a mi tío que hacia mí.

  • Otra de las genialidades de tu hermano, esta vez en el colegio. Se ha colgado de una barandilla quién sabe por qué.

  • Bueno, ¿y se lo has preguntado? ¿Le has preguntado por qué, o te has limitado a gritarle, insultarle y hacerle sentir mal?

  • ¡No me vengas con chorradas sentimentaloides! ¡Está echando su vida a perder! – replicó Aaron.

  • No piensas lo que dices. Blaine no es mala persona, y lo sabes. Hace tonterías, como todos los chicos de su edad, pero no puedes decir que se está echando a perder, porque es mentira. Y le haces daño.

  • ¡Más daño se habría hecho si se cae de la puñetera barandilla! ¡No te atrevas a defenderle porque además no pedí tu maldita opinión! – gritó Aaron y ahora sí podía decir que su enfado estaba alcanzando sus cotas más altas. Con una habilidad que no dejaba de sorprenderme por más veces que lo viera, Aaron se quitó el cinturón usando una sola mano y me agarró del brazo con la otra. En menos de un segundo estaba blandiendo esa cosa contra mí.

Yo sabía que intentar escapar no servía de nada, pero aun así no pude evitar tirar de mi brazo para tratar de alejarme. Era un instinto más fuerte que yo… Por desgracia, también Aaron era más fuerte, y no pude soltarme. Cerré los ojos ante lo inevitable y sentí el primero de lo que presentía que iban a ser muchos golpes. Al menos iba a ser sobre la ropa. Fue todo lo que pude pensar antes de que cayera un segundo, y un tercero. Me di cuenta de que estaba soltando pequeños grititos y me odié por eso: Sam estaba delante y yo estaba quedando como un bebé llorón.

Aaron solía perder la paciencia más fácilmente conmigo. A mis hermanos a veces les hacía tumbarse sobre la cama o el sofá y no les pegaba de pie y agarrándoles como si fueran muñecos de goma…  Me era imposible tener autocontrol cuando me castigaba así y me olvidaba de que tenía dieciséis años, para gritar y correr como si tuviera cinco. Fui vagamente consciente de cómo nos movíamos por todo el salón, hasta que finalmente me choqué contra la mesita, y me quedé quieto porque me hice daño en la espinilla. Aaron me pegó tres veces más y luego paró. A lo mejor se había dado cuenta de que no estaba llorando por el castigo, sino por el golpe que me había dado en pierna… Enseguida entendí que no se trataba de eso, sino que Sam le estaba sujetando. Les observé desde el suelo, interiormente asustado por ver a Sam gritar. Él nunca gritaba….

  • ¡YA ES SUFICIENTE, JODER! SE HA DADO CONTRA LA MESA, ¿ES QUE NO LO VES?

  • ¡SAMUEL, SUÉLTAME, NO TE METAS!

  • ¡YA LO CREO QUE ME METO, ES MI HERMANO, Y TÚ LE ESTÁS HACIENDO DAÑO! ¡YA HA ENTENDIDO PERFECTAMENTE EL MENSAJE, LE HAS DADO CASI VEINTE!

  • No es ni la mitad de lo que se merece – gruñó Aaron, pero sonó de pronto más calmado.

Contuve el impulso de llevarme las manos atrás y en lugar de eso me froté la pierna. No había sido ni de lejos mi peor castigo, pero me había sentido horrible porque él había sido muy violento conmigo. No tenía ganas de levantarme del suelo, no quería mirarle a la cara, pero entonces él dio un paso hacia mí. Me asusté un poco, pensé que me iba a seguir pegando. Creo que debí de verme muy vulnerable, porque Sam le arrebató el cinturón a Aaron y lo tiró al suelo con fuerza.

  • No voy a permitir que mis hermanos te tengan miedo – susurró, su voz suave sonando ronca de pronto. – Si no escuchas a Holly, tal vez escuches esto: le vuelves a poner una mano encima y te romperé la nariz de un puñetazo.

Oír eso hizo que dejara de llorar de inmediato. Sam era totalmente pacifista. Era la persona menos violenta que conocía, jamás levantaba la voz, jamás amenazaba a nadie y jamás había golpeado a ningún objeto, animal o persona. Aaron parecía igual de sorprendido, pero luego sus ojos se entrecerraron con rabia.

  • A mí no me vas a amenazar. – le gruñó y dio otro paso hacia mí. Tiró de mi jersey para que me levantara. - ¿Te hiciste daño en la rodilla? – me preguntó. Su voz todavía sonaba rabiosa, pero creí percibir algo de preocupación también.

  • Snif… no…la espinilla…snif

  • Súbete el pantalón – me pidió y cuando lo hice chasqueó la lengua. – Te hiciste sangre… Lávatelo y mira a ver si tenemos desinfectante…

  • Ven, Blaine. Mamá tiene cremas para golpes y heridas, te ayudo a buscarlas – me dijo Sam, en un tono que solía emplear con West y los más pequeños, pero en ese momento no me desagradó.

  • Tú y yo tenemos que hablar, Samuel. – le dijo Aaron.

  • No tengo nada que hablar contigo.

  • Entonces solo me escucharás. Es la última vez que me hablas de esa forma. Te olvidas de coger el coche para ese concierto ¿me escuchas?

  • Es mi coche y yo pago el seguro y la gasolina. Si me estás castigando sin usarlo y sin ir al concierto dilo claramente, pero no hables como si me lo fueras a dejar por un favor y ahora hubieras cambiado de idea.

  • Está bien, entonces: estás castigado. Tú sigue apretando los botones, tú sigue…

Vi que Sam iba a replicar otra vez y le pisé el pie suavemente. Él no estaba acostumbrado a meterse en problemas, así que tal vez no sabía cómo funcionaban las cosas, pero si le seguía contestando le iba a ir mucho peor. Ya le habían castigado por defenderme…. Rayos, ¿cuándo era la última vez que le habían castigado?  Ni siquiera me acordaba, había sucedido muy pocas veces. Y jamás… jamás les habían pegado. No estaba dispuesto a dejar que eso cambiara por mi culpa.





Creo que Sam captó mi mensaje, o tal vez se dio cuenta por sí mismo de que no le convenía responder, porque apretó los labios y no dijo nada. En lugar de eso me guió escaleras arriba, hasta el cuarto de mamá, para coger las cremas.

  • ¿Te duele mucho? – me susurró, casi en el oído. No sabía a qué parte de mi cuerpo se refería exactamente, pero en cualquiera de los casos la respuesta era afirmativa, así que asentí. También me dolían otras cosas, como que papá se hubiera ido, que hubiera tardado tanto en irse, que mi familia se estuviera rompiendo a pedazos y que mi tío hubiera dejado de ser el compañero de juegos que yo recordaba… que hubiera dejado de quererme.

Sam me frotó el brazo en un gesto reconfortante. Al menos él había vuelto a casa. Aquél año hubiera sido mucho más difícil sin él.


  • SAMUEL’s POV-

Cuando Aaron se fue a entregar los planos y a reunirse con un cliente, yo aproveché para practicar un poco con el piano. Era una de las pocas oportunidades que tenía de hacerlo sin que me interrumpiera alguno de los enanos. Se había vuelto realmente difícil ensayar desde que estábamos todos en aquella casa tan pequeña y yo no podía decirle a los profesores del conservatorio algo así como “lo siento, es que mi hermano estaba jugando con mis instrumentos”.

Mientras atendía distraídamente a la partitura, mi mente volvía a la conversación con Aaron durante el desayuno. Se había disculpado. Había sido amable e incluso empático. ¿Por fin estaba volviendo a ser el de antes?

Descubrí cuán vanas eran mis esperanzas en cuanto le escuché regresar… acompañado de Blaine. Por lo que entendí, le estaba regañando por algo, y seguramente con razón porque mi hermanito tenía esa mirada culpable de cuando hacía algo estúpido y arriesgado. Pero Aaron se estaba pasando, le dijo un par de cosas que me parecieron crueles. Un padre, o un tío, no debería ser cruel… Holly nunca lo era. Y uno tenía que ser especialmente cuidadoso con lo que le decía a Blaine: a veces me parecía que estaba a punto de romperse en pedacitos. Su autoestima era muy frágil y Aaron había cogido la  horrible manía de criticarle a él y no a su comportamiento.

Antes incluso de adentrarse en casa, Aaron le empezó a pegar. No estaba y nunca estaría de acuerdo con sus métodos, pero es que encima ni se molestó en esperar a que yo me fuera. La intimidad y los sentimientos de Blaine no significaban nada para él.

Aaron le estaba pegando con ira. Una parte de mí pudo notar que estaba asustado. Blaine tenía cierto historial de ponerse en peligro por hacer tonterías y creo que Aaron tenía miedo de que un día le pasara algo de verdad. Yo también lo tenía, pero no entendía cómo pegarle le iba a ayudar a entender lo mucho que le quería y lo preocupado que estaba por él.

Ver a mi hermano correr por toda la habitación me sobrecogía. Sólo podía imaginar cuanto dolía el maldito cinturón, pero yo había visto a Blaine tomarse con más tranquilidad castigos mucho mayores. Aaron estaba siendo agresivo, y como consecuencia, Blaine estaba asustado. Tenía que parar aquello, pero Aaron no me escuchaba… Entonces, cuando mi hermano se chocó contra la mesa, decidí tomar medidas más contundentes. Sujeté a mi tío y le separé de él. Si hubiera presenciado aquella escena en la calle, con extraños, hubiera denunciado al tipo por golpear de esa forma salvaje a un niño. No iba a denunciar a mi tío, pero… Aaron estaba fuera de control y yo no iba a dejar que lastimara a mi familia.

Entonces, no sé cómo, una ira ciega se apoderó de mí. No iba a dejar que aquello volviera a pasar. Haría cualquier cosa para detenerle y así se lo hice saber… Yo mismo me impacté ante mi amenaza. Me pregunté si sería capaz de cumplirla, si realmente podría darle un puñetazo. Solo me sacaba siete años, después de todo. Era casi como pelearse con un hermano que se estaba comportando como un idiota…

Tal vez había cruzado una línea. ¿Me echaría de casa, como alguna vez había intentado hacer con Sean? Bueno, al menos yo sí tenía a dónde ir… ¿Me pegaría a mí también? ¿Le dejaría hacerlo? ¿Ese era el momento donde nuestros lazos se rompían, porque él no podía perdonarme y yo no podía aceptar las consecuencias? Sorprendentemente, en lugar de todo eso me castigó sin ir al concierto de Ed Sheeran y sin coger el coche. ¿Podría coger el coche para otras cosas distintas del concierto o estaba sin él por tiempo indefinido? No me había quedado claro, pero Blaine me hizo ver, con un pisotón poco sutil, que no era el momento de preguntar.

Intenté bloquear mi mente para no pensar en lo que acababa de pasar. No sabía cómo sentirme. Hacía mucho que no me castigaban. Rayos, había vivido solo por dos años. Ya era un adulto. Pero ahora vivía en su casa… Había vuelto porque…porque mi familia me necesitaba y todos necesitábamos estar juntos. Al hacerlo, sabía que estaba renunciando a mi independencia…y a ciertos privilegios. Supuse que Aaron sí tenía derecho a hacer eso, después de todo. Yo había tenido razón al defender a mi hermano, pero no podía hablarle así y lo sabía. Aunque volvería a hacerlo y eso me preocupaba. ¿No debería estar arrepentido? Tal vez el arrepentimiento viniera después.

Dejé de pensar en mí y me centré en Blaine. Estaba lloroso y temblaba como un pollito. Cuando le pregunté si le dolía, se limitó a asentir y me dio la sensación de que no se refería solo a un dolor físico. Mi instinto protector me impulsó a darle un abrazo y lo hice, con algo de cautela por si acaso me rechazaba. Blaine me apretó con fuerza un par de segundos y después sus hombros se relajaron. Cogí un par de cremas que Holly guardaba en un cajón y al hacerlo encontré también un fino anillo de oro, que reconocí como su anillo de matrimonio.

Se lo ha quitado. Le ha llevado mucho tiempo hacerlo… ¿por qué ahora? ¿Por Aidan?” me pregunté. Holly se estaba enamorando muy rápido. Solo esperaba que no la rompieran el corazón…otra vez.

Blaine se sentó con cuidado en la cama. La mueca de dolor que puso me hizo gruñir y quise bajar para seguir gritando a Aaron un rato más, pero me contuve. Mi hermano se levantó el pantalón y estiró la mano para que le diera la crema, pero le ignoré y me eché el mejunje en mi propia mano, para después extenderlo por su pierna. Blaine se avergonzó porque me estuviera ocupando de su herida como si fuera un niño pequeño, pero siempre iba a ser mi hermanito y en momentos como ese lo iba a ser más que nunca. También hubiera curado a Holly de ser ella la que tuviera una herida, no tenía nada que ver con la edad, sino con el cariño que le tenía. Ojalá él fuera capaz de entender eso. A veces me daba la sensación de que Blaine no sabía cuánto le queríamos todos. Incluso Aaron.

  • Tal vez tendría que habértela lavado primero… Tampoco tienes tanta sangre, pero se te ha levantado la piel. Esta crema es cicatrizante – le dije.- ¿Estás mejor?

Blaine asintió, aunque seguramente no fuera verdad. Al menos estaba algo más tranquilo. Ya no lloraba ni tenía la respiración entrecortada. Pensé que era un buen momento para meterle algo de sentido común en el cuerpo, ya que Aaron solía saltarse esa parte para ir directamente al castigo.

  • ¿Escuché bien? ¿Te colgaste de una barandilla?

  • De un primer piso…

Le eché una mirada envenenada, que venía a significar “pero ¿cómo se te ocurre?”. Él lo captó perfectamente.

  • No parecía tan peligroso… No estaba muy alto. Nos apostamos dinero…

  • ¿Conque encima apostaste? Mejor que Aaron no se entere.

Blaine agachó la cabeza y me dio algo de pena. Aunque era el más mayor de mis hermanos, era el único que realmente me permitía regañarlo. Me escuchaba y nunca me había dicho algo así como “métete  en tus asuntos” o “tú no eres mi padre”.

Puse una mano sobre su rodilla y se la apreté con cariño. Le provoqué un pequeño espasmo, porque eso siempre le había dado muchas cosquillas.

  • Tenemos que hablar sobre tu incapacidad de ponerte límites a ti mismo... No puedes seguir haciendo tantas tonterías…

  • Lo siento, Sam. Yo no quería asustar a nadie ni hacer que Aaron y mamá salieran del trabajo – murmuró. – Sé que fue una estupidez, pero no lo hice por llamar la atención, ni nada. No soy egoísta ni soy un niño…. Sólo estaba haciendo el bobo con mis amigos y no me paré a pensar….No lo haré más, lo prometo.

Blaine se estaba disculpando conmigo porque Aaron no solía dar ocasión para las disculpas o no se molestaba en aceptarlas. Mi hermano necesitaba sacarse eso del pecho y por eso me lo estaba diciendo a mí.

  • Está bien, enano. Sé que para otra vez lo pensarás dos veces. Eres un microbio listo, después de todo –  le chinché, dándole un golpecito en el brazo. Blaine estiró un poco la comisura de los labios, en un asomo de sonrisa.

  • O tres. O diecinueve… - susurró, y supe que estaba haciendo referencia al número de veces que Aaron le había pegado con el cinturón esa mañana.

Iba a responderle, cuando escuché abrirse la puerta. Mamá debía de haber llegado. No era su hora de salir del trabajo, había venido antes por lo que había pasado con Blaine. Deseé que su jefe no se lo hubiera puesto difícil… Era la jefa de redacción, no podía irse así como así.

Después de oír como la puerta se cerraba, nos llegó el sonido de una acalorada discusión. Holly le estaba cantando las cuarenta a Aaron. No lo entendíamos todo, pero sí pudimos captar que ya sabía lo que había pasado y no aprobaba cómo mi tío había manejado las cosas. Cerré la puerta del cuarto porque a mamá no le gustaba que les oyéramos discutir. Busqué la forma de distraer a mi hermano y, para mi sorpresa, le volví a encontrar con lágrimas en los ojos.

- Ey. Si te duele mucho, siempre puedes usar la crema en otras zonas. Seguro que también te alivia.

Blaine me tiró una almohada, avergonzado por mi insinuación.

  • ¡No es eso, idiota! Es que ahora mamá me va a gritar a mí.

  • Dudo mucho que te grite. O, si lo hace, será mientras te abraza. Ya sabes que a veces los gritos son su forma de decirte que te quiere.

  • Pues entonces tiene que querer mucho al tío Aaron… - respondió, poniendo una mueca, porque todavía la podíamos oír despotricando en el piso de abajo.

  • Muchísimo. Y a ti también – enfaticé, porque me parecía como que necesitaba oírlo. Holly se lo decía a menudo, de todas formas. – Ojalá mamá hubiera estado en casa hace solo un rato… Tal vez…tal vez te habría castigado ella.

  • Prefiero que sea Aaron – replicó.

  • ¿Qué? ¡Pero si es un bruto! Mamá jamás habría hecho algo así, Blaine, y lo sabes. Te hubiera ido como mil veces mejor.

  • Ya lo sé, pero es que… Ella a veces llora cuando nos castiga – me confesó. – Odio verla llorar y menos por mi culpa.

“También llora cuando te castiga Aaron, solo que intenta que no la veas” pensé, pero no se lo dije.

  • También odio que te hayas metido en problemas por mí – añadió.

- Ey. Fue mi decisión y no es culpa de nadie más que mía.

  • Llevabas meses soñando con ese concierto – protestó.

Ya lo sé. Era casi imposible conseguir una entrada. Y me la pagué yo, no es justo que me impida ir a algo que ya está pagado. Gano cuatrocientos pavos al mes y le doy trescientos a Holly, no es como si me sobrara el dinero. Aun así, el dinero es lo que menos me importa…. De verdad quería ir a ese concierto

  • Ya habrá otros – me limité a responder.

Pero no serán con este disco ni servirá para celebrar que termino la carrera”.

  • A lo mejor mamá sí te deja ir. – trató de animarme Blaine.

Me encogí de hombros y miré el reloj. Tenía que prepararme para ir a hablar con el decano. Se lo dije a Blaine y bajé al salón, donde la batalla campal parecía haber amainado un poco. Holly y Aaron me miraron fijamente cuando asomé por la puerta.

  • Me… me tengo que ir a la uni – murmuré. Metí las manos en el bolsillo y saqué las llaves del coche. Notando como me ardían hasta las orejas, se las ofrecí a Aaron. – Toma….

  • ¿Por qué se las das? – se extrañó Holly.

  • Le he castigado… por amenazarme. – explicó Aaron.

  • ¿Y cómo piensas que vaya a la universidad, genio? ¿Y al conservatorio? ¿Y al trabajo? ¿Le vas a llevar tú, en taxi, todos los días? – bufó Holly. – Sam necesita el coche y yo necesito que él tenga el coche, para llevar a sus hermanos cuando haga falta.

  • Existe el autobús… Puede usarlo para llevar a sus hermanos, pero nada más.

  • ¿¡Pero cómo se va a ir en autobús hasta la universidad!? ¡Tardaría más de una hora!  Y ahora porque no tiene clases pero en un par de días ¿cómo lo hace? ¡Si apenas tiene tiempo de comerse un sándwich de camino al conservatorio!

Eso era cierto. Normalmente salía de la universidad a las 13 y empezaba en el conservatorio a las 14. Tardaba media hora en llegar en coche de un sitio a otro, así que apenas tenía tiempo de comer. En autobús tardaría más de una hora, así que no me daría tiempo. Y tampoco llegaría al trabajo, por la noche…

  • ¡Está bien, está bien, pues que se quede el coche! Pero no puedes usarlo para nada más. De la universidad al conservatorio, del conservatorio al trabajo, del trabajo a casa.

  • Y la ONG… y el orfanato… - susurré bajito, recordándole mis actividades del fin de semana.

  • Aaron, en un día normal no está en casa más que para dormir, y todo son compromisos. No recuerdo la última vez que salió para divertirse, así que tal vez deberías replantearte esto. No lo pensaste bien y eso indica que actuaste por impulso. No creo que hiciera nada para merecérselo, de todas formas. – dijo Holly y me dedicó una mirada de cariño que me hizo mirar al suelo.

  • Siento haberte hablado así… tío – murmuré. – Estaba enfadado.

  • Pues así la próxima vez aprendes a controlarte. El coche lo necesitas, pero no puedes salir a nada más que no sea estrictamente parte de tu agenda. Y eso incluye el concierto.

Asentí, imaginándome que eso seguía en pie. Tímidamente, volví a coger mis llaves y ya me iba a ir, pero…

  • ¿¡QUÉ!? ¡AH, NO! ¡AL CONCIERTO VA A IR PERO DE CABEZA! ¿Cómo se te ocurre algo así? ¿Tienes idea de lo que significa para él? ¿Sabes hace cuánto que no se divierte? ¡Tiene 21 años, no tiene por qué vivir cuidando de mis hijos ni renunciar a todo por ocuparse de responsabilidades que no son suyas! ¡RAYOS, YO DEBERÍA HABERLE REGALADO LA MALDITA ENTRADA, OJALÁ PUDIERA HACERLO!

  • ¡Si por ti fuera nunca tendrían ningún tipo de castigo! ¡Necesitan límites, Holly! – replicó Aaron.

  • ¡Siento si no te gusta mi forma de educarlos, pero son MIS hijos! Y no puedes castigar a Sam, vamos a ver, es un adulto.

  • Vive en mí casa. Y no voy a dejar que me amenace. Tampoco voy a dejar que el otro se parta la crisma por hacer el idiota. Es un concierto. Lo superará. Aprenderá de ello. No le quedará ningún trauma ni pasará nada más que aprenderá un poco de respeto.

  • Sam ya sabe bastante sobre el respeto, Aaron. El que tiene que aprenderlo eres tú – susurró Holly. Vino hasta mí, y puso una mano en mi mejilla. Ese era su saludo habitual, y aquél día ni siquiera nos habíamos saludado. – Vas a ir al concierto. Suerte en tu charla con el decano, mi amor. Estoy segura de que te va a escuchar.

Su tono suave me llenó de paz y acalló un poco el gusanito impaciente que estaba creciendo en mi estómago. Ojalá tuviera razón, y pudiera optar a la mención de honor, después de todo.


- ¿Has estado en el juzgado? Con el hijo de Aidan… - la pregunté. Sus ojos se ensombrecieron de pronto. No debía de haber ido demasiado bien.

3 comentarios:

  1. Me alegra que allás actualizado me encanta esta familia ya quiero saber de Michel no merece estar hay ese poli lo a estado utilizando toda su niñez merece ser feliz en cuanto a Aron no te digo que no quiera a su sobrinos pero alguien tiene que pararle los pies esa no es forma de habarle ni castigarle mis puntos todos a sam es agradable de conocer más a la familia de Holi
    Por fin te pude hacer un comentario ya que antes se podía solo con cuenta de Google un beso y actualiza pronto

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  2. Aahhhhhhjjj me encantó por demás el capi enfocado desde el punto de vista la familia de Holly pero me dejó preocupada el final porfa que las cosas terminen bien para michael jejejejejeje saludes

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  3. Me cayeron bastante bien Sam y Arón!!
    Ella no sé porque no me agrada pero algunos de sus hijos si!!

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