Páginas Amigas

jueves, 10 de enero de 2019

Capítulo 18 El final




Miguel Ángel POV
Me desperté en medio de la cama King Size que había en el cuarto adjunto a la suite dónde la mayoría de mis chicos dormían. A un lado mío estaba dormido Leo, y del otro lado dormían Andy y Moi. Miré el despertador que marcaba 5:58 am. y me levanté tratando de no despertar a mis peques. Con cuidado cubrí el pie de Moisés que se había salido del edredón, y me dirigí a la regadera tomando una bata del closet. Mientras me bañé pensé en lo que me había contado Santiago la noche anterior después del ajetreado día con todo lo del abuelo, los castigos, y finalmente las actividades con las que traté de animar a los chicos. Resulta que Santiago había grabado al abuelo mientras nos confesaba todo lo de Alba y su conocimiento previo del asesinato de nuestros padres. Santiago pensaba usarlo para demandar al abuelo por encubrimiento de asesinato, pero yo le dije que me dejara pensarlo antes de contactar a nuestro abogado.
Mientras me bañaba tomé una decisión. Normalmente me hubiera quedado a disfrutar el agua caliente y el vapor un buen rato para relajarme, pero está vez me apresure a enjuagarme el shampoo del cabello y la espuma de jabón que tenía todavía en algunas partes del cuerpo, y después de secarme con la bata, me puse un bóxer negro y salí al cuarto para terminar de vestirme. Mientras buscaba mi pantalón noté que Moisés me miraba con curiosidad desde la cama, y sus profundos ojos cafés me observaban tan pensativamente como los de un niño de 8 lo pueden hacer. Sabía que era imposible que me mirara con curiosidad sexual a esa edad, y además era más bien la forma en que se mira a alguien que admiras y tratas de entender.
—¿Qué pasa campeón? ¿En qué piensas? —le dije sonriéndole, pero él cerró los ojos como si siguiera dormido.
Encontré mi pantalón y me lo puse, pero mientras me volteaba para ponerme la camisa vi que otra vez me observaba así.
—Ya en serio, ¿en qué piensas Moi? — le dije y me acerqué a la cama después de acomodarme la camisa.
—¿Cuándo eras niño, a ti también te pegaban nalgadas cuando te portabas mal?
—Sí, a veces. —Recordé por un momento la última vez que mi papá me pegó con el cinturón por haber chocado un carro cuando salí tomado de casa de unos amigos. Yo estaba indignadísimo con mi papá por haberme “humillado” con ese castigo. Ahorita aceptaría cien de esas palizas con tal de compartir tiempo con mi difunto padre. — La última vez fue hace unos cinco años, cuando yo tenía dieciséis años. ¿Por qué la pregunta? — Le respondí tratando de sepultar y ahogar en lo más profundo de mi corazón la tristeza y soledad que me dejaba pensar en mis padres.
—Eres muy fuerte. —dijo observando mis brazos y mi pecho con carita pensativa de nuevo.
—Algo. —dije sin comprender totalmente
—¿Por qué no te defendias cuando te pegaban? Fernando y Santi ya son grandes y también son muy fuertes, ¿por qué se dejan pegar?.
Me senté en la cama frente a él, y lo pensé por un momento. Agradecía que los chicos más grandes no se rebelaran cuando los castigaba, pero yo tampoco lo había hecho en mi adolescencia temprana.
—Supongo que es porque me respetan como autoridad, y aceptan las decisiones que tomo para ellos, incluyendo los castigos. Aunque lo nieguen, todos ustedes saben que los castigo por su bien. —le dije y no resistí hacerle unas cosquillas —Además tengo otras formas de castigarlos, y saben que si se niegan a recibir un castigo reciben después uno peor.
—¿Peor que unas nalgadas?
—Seguro que sí. Piensa, aunque nunca se los haría porque los quiero demasiado, separarlos del resto de la familia, o mandarlos a un orfanato o internado, seguro es peor.
—Sí.
—Y hay otros ejemplos no tan drásticos que sí usaría. Sé muy bien que le gusta a cada quien, y si se los quito por un largo período de tiempo ustedes mismos van a rogarme que les de unas nalgadas. —Moi asintió
—¿Satisfecho con la respuesta? —volvió a asentir —Bueno campeón, ya me tengo que ir. Al rato bajan a desayunar al buffet juntos. Y pórtate bien, así nadie te va a castigar.—me despedí revolviéndole el cabello, y tomé nota de que pronto se lo tendría que cortar.
Entre a la salita de la suite. Román estaba dormido en uno de los sillones y Sofía en el otro.
Me dio ternura ver a los dos hermanos (Sofía y Román sí eran hermanos de mi mismo tío y tía) juntos, como apoyándose en este momento tan complicado para Román. Y me pregunté cuánto le habría contado Romy a Sofi.
Desperté a Román y le dije que se vistiera rápido porque me iba a acompañar, después entré en uno de los dos cuartos de la suite, y desperté a Santiago para que me acompañara y a Fernando para encargarle a los chicos.
—Voy a salir Fer, espero regresar pronto, pero te encargo que cuides a tus hermanos.
—¿Sigues confiando en mí después de lo que pasó ayer? —dijo algo triste
—Claro que confío en ti, Fernando. Todos cometemos errores, pero la verdad es que muchas veces has demostrado tu madurez y me has ayudado muchísimo en el proceso de hacerme cargo de esta enorme familia. —le di un abrazo. —Hay dinero en la caja fuerte, la combinación es 3435, para lo que necesiten.
Me fui a ordenar unos documentos que tenía que llevar y los metí junto con mi laptop a un portafolio.
Román estuvo listo rapidísimo, se puso un jeans y una polo, y se cepillo el cabello algo largo que usaba, pero a Santiago lo tuve que apurar un poco más porque había decidido bañarse. Al final salió con un jeans deslavado y una playera.
Nos paramos en un auto-Starbucks y compramos algo para irnos desayunando en la camioneta, y nos dirigimos a la casa del abuelo.
En el camino hablé con Santiago:
—Estuve pensando en lo que me dijiste ayer, y creo que no es lo mejor demandar al abuelo. Atraer más atención mediática sobre nosotros es lo que menos necesitamos, además el abuelo es muy poderoso, y tal vez ni siquiera lográramos nada. Está gente es peligrosa, y la verdad, no quiero poner a ninguno de ustedes en peligro, no sabemos hasta dónde son capaces.
—CLARO QUE NO SERÍAN CAPACES DE HACERNOS NADA —gritó Román
—SEGURAMENTE LO MISMO PENSARON NUESTROS PADRES! —le respondió Santiago
—Ya Basta! —dije yo —no empiecen a pelear o los castigo ya saben cómo, aquí mismo en la camioneta si es necesario.
—Me dieron un código de ética de Alba para que lo leyera antes de decidir. —nos enseñó una pequeña tableta Kindle, con un archivo en blanco y negro. —Tienen prohibido lastimar a un niño, de lo contrario se atienen a expulsión permanente, y a ser eliminados si el comité lo decidí pertinente.
—¿Y si deciden “ELIMINAR” a Miguel Ángel?
—No funciona así, tienen indicaciones de reducir al mínimo el daño a la gente. Nuestros padres juraron voluntariamente que debían ser eliminados si no se atenían al código y a las indicaciones del comité. Y seguramente les dieron varias oportunidades hasta que los mataron. No defiendo el hecho de que hayan matado a nuestros padres, pero ellos sabían perfectamente bien en que se metían.
Santiago le aventó una pelota de tenis que había en la camioneta, pero Román movió la cabeza justo a tiempo y la esquivó.
—¿Qué les dije?, se están ganando el castigo, especialmente tú Santiago.
Cuando se calmaron continue
—Independientemente de eso, el abuelo sigue siendo parte de nuestra familia, y no creo que sea acorde a los valores de la familia Lacour enviar a alguien a la cárcel. Además, seguramente el abuelo se suicidaría antes que acabar en la cárcel.
—¿Entonces lo vas a perdonar y ya? —dijo Santiago pateando el interior de la camioneta
—No. Vamos a cortar toda relación con el abuelo, participó en algo demasiado grave como para ser perdonado.

Román POV

Miguel Ángel estacionó la camioneta abruptamente frente a la casa del abuelo, y se bajó a tocar el timbre. Nosotros lo seguimos.
—Soy Miguel Ángel Lacour, vengo a hablar con mi abuelo.
Unos minutos después abrieron la puerta. Había menos vigilantes que el día anterior, y todo parecía más calmado. El mayordomo nos llevó a la sala de juntas y nos ofreció un refrigerio en lo que esperábamos a mi abuelo. Miguel Ángel declinó la oferta y poco después mi abuelo entró por otra puerta y se sentó con nosotros en la mesa.
—Hijos ¿Cómo les puedo ayudar?
—Vengo a aclarar algunas cosas. —dijo Miguel Ángel haciendo esfuerzo por controlar su voz. —podríamos demandarte, tenemos una grabación.
Esperó la reacción, pero mi abuelo apenas y frunció un poco el ceño.
—Decidí que no vamos a denunciar a nadie. Pero quiero que quede algo bien claro. Ustedes tocan a uno de mis primos, e inmediatamente los denunció y además hago pública la existencia de Alba, así me maten en el intento.
—Tranquilo Miguel Ángel, nadie va a lastimar a nadie.
—Todavía no he terminado. Quiero que cortes toda relación que nuestra familia pueda tener con Alba. Los ejecutivos y trabajadores que pertenezcan a Alba y estén en las empresas que nos quedamos, deben ser trasladados a las empresas que se quedó tu fundación. Así también escoltas, chóferes, y demás trabajadores de la familia. Si honras aún que sea un poco la memoria de tus asesinados hijos, por favor quita los espías de Alba que estén sobre nuestra familia, y yo te doy mi palabra que no voy a intervenir en nada relacionado con dicha organización, para mi no existen mientras para ustedes no existamos. Sí Román acepta formar parte de Alba no quiero que lo involucren en nada que tenga que ver con nuestra familia, y te hago responsable de cualquier cosa que le pase mientras esté bajo mi potestad. Cuando tenga que ir a reuniones o entrenamientos un chófer de Alba lo recoge en la casa y lo regresa a la casa en los horarios que yo le haya autorizado.
En ese momento yo tomé la decisión.
—No va a ser necesario Miguel Ángel, ya decidí que no quiero formar parte de Alba. —dije lo más solemnemente que pude, y dejé la tablet de Alba en la mesa. —Mi abuelo solamente asintió sombríamente.
—A partir de este momento rompemos toda relación contigo.—continuó Miguel Ángel —Mientras estés vivo no quiero saber nada de ti.
En ese momento me di cuenta que mi abuelo estaba llorando. Nunca había visto llorar a mi abuelo, y jamás pensé que una persona como mi abuelo pudiera llorar en público, y por la cara del mayordomo y de un escolta que vigilaba me di cuenta que no era el único sorprendido.
—Lo siento, lo siento tanto Miguel Ángel, lo siento tanto mis hijos, mis nietos. —y unos momentos después —ojalá pudiera regresar el tiempo, esto no debió de haber sido así. Nunca había salido tan mal. Perdón, perdón.
—A Dios tendrás que pedirle perdón, tal vez así nos veamos en la próxima vida. — Dijo Miguel Ángel y se levantó tan abruptamente que nos sobresaltamos, se dirigió a la salida y nosotros lo seguimos.
Una vez que salimos Miguel Ángel se sentó en la puerta, recargado contra la pared y se soltó a llorar, lloraba tan desconsolado que se me estrujaba el corazón, sumando a la tristeza que yo mismo sentía. En eso Santiago me abrazó llorando.
—Hermano —me dijo, solo eso, y yo ya no pude más y me solté a llorar.
La gente pasaba y se nos quedaba viendo. Una pareja joven por acá, una familia paseando a su perro por allá, una mamá con una carreola, y un grupito de turistas extranjeros. No importaba, era como si no existieran, como si no importaran.
BANG
Un disparo de un arma de alta potencia nos sacó del trance.
En cuestión de minutos una ambulancia del hospital privado más cercano sacaba en una camilla el cuerpo inerte del abuelo.

2 comentarios:

  1. Oh Dios mio!, porfa continuala, que me muero si no la continuuas

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  2. Vaya este final no me lo esperaba!!
    Pensé que el abuelo reaccionaria y arreglaría un poco el daño que le hizo a sus nietos!!

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