Páginas Amigas

domingo, 8 de septiembre de 2019

CAPÍTULO 82: CELOS Y DESEOS




CAPÍTULO 82: CELOS Y DESEOS

Harry había cavado su propia tumba, pero aún así no quería verle caer en ella. Intenté buscar formas de sacarle del hoyo, pero no se me ocurría nada. Había insultado a Sam, le había hablado fatal a papá y le había hecho un corte de mangas. Tal vez fuera el momento de buscar un ataud del tamaño de un mocoso de trece años.

Además, y por más que la visita de Sam y Blaine hubiera sido interesante y me hubiera dado muchas cosas en las que pensar, no me había olvidado de la conversación que habían interrumpido. Papá me estaba diciendo que teníamos otros dos hermanos.

¿Era la sangre lo que hacía a la familia? ¿Podían ser parte de ella dos personas a las que no conocía? Tenían treinta años. Habían vivido todo ese tiempo sin nosotros. Pero Michael también había llegado tarde a nuestra vida y sin embargo era mi hermano. Pensé en lo que Harry le había dicho a Barie en medio de su enfado: “Si Holly se casa algún día con papá, Sam será tu hermano”. ¿Sería cierto eso también? “Hermano” es una palabra muy grande. Son las personas que te ven crecer, que te ven reír, que te ven llorar, que se pelean y juegan contigo. Que te guardan secretos y además te chantajean con ellos. Testigos y en ocasiones partícipes de tus éxitos y tus fracasos. Si no han compartido contigo ninguna de esas cosas, ¿pueden ser tus hermanos? Michael lo era. Recordé todas y cada una de las veces en las que papá me había traído un nuevo hermanito. ¿Acaso no había sentido que aquellas bolitas enanas eran importantes nada más verlas?

Quería ponerles cara a los otros hijos de Andrew, pero ni siquiera sabía su apellido. Papá tenía mucho que contarme todavía. Subí al piso de arriba con cautela, dispuesto a preguntarle. Sin embargo, la puerta del cuarto de Harry estaba cerrada y sabía que no debía interrumpir. Tendría que aguantarme la curiosidad por un rato más.

- Le va a matar, ¿no? - me preguntó Zach, desde el pasillo.

- Nah. Enano, es papá de quien estamos hablando. Si Alejandro está vivo todavía, Harry no tiene nada que temer – bromeé.

- Pues a mí me parece que esta vez se la cargó.

- No creo que papá esté contento, pero Harry ha hecho cosas peores. No te preocupes, estará bien. Papá le regañará y luego pizarra limpia, como siempre – le tranquilicé. Zach ya sabía todo lo que le había dicho, pero no podía evitar preocuparse por su gemelo. He ahí otra cosa esencial entre hermanos: aunque a veces no estés dispuesto a admitirlo, te preocupas por ellos. Al menos, nosotros lo hacíamos. Siempre habíamos estado muy unidos, era una de las muchas cosas que nos había transmitido papá.


- AIDAN'S POV -

Cerré los ojos y respiré hondo antes de entrar al cuarto de mi hijo. Harry se había pasado. En una escala de “cero” a “adolescente irrespetuoso”, él había roto todos los parámetros. Pero yo tenía que ser la parte razonable. Si quería descubrir qué había detrás del estallido de mi hijo, no podía entrar en su habitación hecho una furia. Cuando consideré que estaba lo bastante tranquilo, abrí la puerta y  le encontré enfurruñado sobre su cama.

- ¿Ya se fueron? - medio gruñó.

- Sí, Harry, ya se fueron. Pensando que eres un maleducado, seguramente.

- Ahórratelo. Me importa un pepino lo que piensen esos.

- ¿Y lo que piense yo? - repliqué, pero no obtuve respuesta. Suspiré. - No te hicieron nada... Al principio estabas bien con ellos. ¿Qué pasó?  - le pregunté.

Más silencio. Harry estaba tumbado con los brazos cruzados, en una pose un tanto cómica, como de dibujo animado enfadado.

- Fuiste muy borde con Barie, ¿eh? - continué, en vista de que no decía nada. - ¿Te molesta que le haya caído bien Sam?

- ¡Todo el mundo está alelado con él y no es más que un idiota! ¡Y su hermano otro!

Eso me confirmó que lo que le pasaba no eran más que puros celos.

- Harry, no son ninguna amenaza para ti. Que los demás se lleven bien con Sam y Blaine no...

- ¡Ya vienen a casa como si nada, sin que nadie les invite! No solo tengo que compartirte con Holly, sino con sus hijos también – protestó, con un bufido. La última frase la pronunció en voz muy baja.

Parpadeé, sorprendido. Harry no estaba celoso únicamente por sus hermanos: estaba celoso por mí. Qué ternurita.

- No tienes que compartirme con nadie, canijo. Yo soy todo tuyo – le aseguré y me hice un hueco a su lado. - ¿Tienes miedo de que mi relación con Holly afecte a mi relación contigo? Pensé que ya habíamos hablado esto. Vosotros sois y siempre seréis mi prioridad.

- Sí, pero no había pensado en todo el equipaje. No es solo ella, son sus hijos.

Medité cuidadosamente mis palabras. Quería que mi respuesta sirviera para ese momento y para cualquier posible futuro aún incierto.

- Los dos tenemos una familia muy grande y eso nos ha preocupado mucho desde que decidimos salir juntos – le confesé. - Es un reto, no te voy a mentir. Pero, pase lo que pase, nadie nunca va a suplantar tu lugar, enano. Sumamos gente, no restamos, ¿mm?

- Entonces sí te tengo que compartir – objetó. - Más gente, menos tiempo. Simples matemáticas.

Tenía que empezar a aceptar que mis hijos, quisiera o no, ya estaban implicados en mi relación con Holly. Cada paso que diéramos o dejáramos de dar iba a estar influenciado en gran medida por ellos y por nuestro deseo de evitarles cualquier posible dolor. Era absurdo engañarse y pensar que ellos estaban al margen hasta que empezáramos a hablar de grandes cuestiones como el matrimonio. Vivían día a día nuestros avances, y eso les planteaba preguntas, dudas, esperanzas y miedos para los que teníamos que buscar respuestas, justo como lo que Harry me estaba planteando en ese momento.

- No sé si lo recuerdas, pero cuando llegó Cole, fue como si se desatara un huracán – le dije, colocándole un mechón desordenado de su pelo. - Empezaste a hacer un montón de trastadas para llamar mi atención. Un día te encontré empapelando tu cuarto con los pañales de Cole. Al menos estaban limpios, pero acabaste con todo un paquete y los pañales no son nada baratos. Te regañé y entonces cogiste los polvos de talco y los tiraste por el váter. Creo que fue en ese momento cuando comprendí que ibas a ser mi pequeño rebelde – le sonreí y le piqué en el costado. - Durante los primeros meses, estaba convencido de que odiabas a tu hermanito.

- Pero si yo adoro al enano – respondió Harry, sorprendido.

Sonreí, por escuchárselo decir en voz alta.

- Pues se ve que al principio tenías algo de celos. Tal vez te asustaste al ver que tenía que pasar mucho tiempo con el bebé, cambiándole el pañal, dándole el biberón, etcétera. Quizá pensaste que las cosas iban a cambiar.

- Cambiaron un poco... pero para mejor. Los bebés al principio son un coñazo. Pero Cole con un añito era muy mono – murmuró, con esa vocecita de niño que cada vez le salía menos.

Sonreí más. Sí que lo era, era un bebé muy mono, y Harry se convirtió en un gran hermano mayor, que le enseñó que las patatas sabían mucho mejor con kétchup, que si se escondía detrás de la cortina se le veían los pies y que el mejor lugar para jugar era la cama de papá.

- La llegada de un nuevo hermano siempre pone nuestras vidas patas arriba, pero luego se recoloca y resulta que siempre tuvo un lugar, pero no lo sabíamos – le dije. - Así lo he sentido yo con Michael.

- Y yo – asintió Harry.

- La familia no son matemáticas. No se excluye a nadie, incluso aunque haya alguien que necesite más atención a veces, como los bebés, o Dylan o cualquiera de vosotros en algún momento de vuestra vida. Puede que cuando Cole llegó yo tuviera que estar muy pendiente de él, los bebés no saben hacer nada solos y son muy delicados. Pero después, poco a poco, empezamos a hacer muchas cosas con él. Todos juntos. Nuestra familia se hizo más grande, pero eso no significó menos tiempo, aunque hubiera más gente con quien compartirlo. ¿Sabes por qué? Porque yo gané un nuevo hijo, pero tú conseguiste un nuevo hermano. Si no recuerdo mal, cuando cumpliste seis ya no querías jugar a las carreras de coche conmigo, porque preferías hacerlo con Cole.

- Porque a él siempre le ganaba – se rió. - Y había más cosas que podía hacer contigo. Tú me enseñaste a trepar a los árboles.

- ¿Eso hice? - me extrañé. Pero si me pasé media vida intentando mantenerle lejos de las alturas.

- Ahá. Cuándo jugábamos con la pelota, yo siempre la colaba entre las ramas para verte subir a por ella. Era muy divertido - me confesó.

- ¡Pero mira el mocoso este! - repliqué, haciéndole cosquillas.

Se deshizo en carcajadas durante un buen rato. Estuve tentado de continuar para seguir escuchando aquella risa, pero sabía que demasiadas cosquillas dejaban de ser divertidas y se volvían molestas y hasta dolorosas y además aún tenía varias cosas que hablar con él, así que me contuve y le dejé tranquilo. Su respiración fue volviendo lentamene a la normalidad.

- Lo que intento decirte es que cuando alguien está destinado a formar parte de tu familia, encuentras el modo de encajarle en tu vida. Así que no tienes que preocuparte por los hijos de  Holly. Aún no sabemos qué va a pasar pero en ningún caso vas a perderme, ¿mm? Solo ganarías gente.

Harry asintió, con rostro serio. Esencialmente me creía, pero aún no estaba convencido. Nada de lo que yo le dijera podría convencerle. Los celos son emociones que no se van porque nos hagan un buen razonamiento. Son sentimientos que hay que aprender a manejar y eso lleva tiempo, aunque tal vez habíamos dado el primer paso.

- Es que le sonreíste a Sam como si fuera tu artista favorito llamando a tu puerta – refunfuñó, con algo demasiado parecido a un puchero.

- ¿Ah, sí? ¿Así le miré? ¿Y tú te has puesto gafas últimamente? ¿Acaso no ves cómo te miro a ti? - respondí.

- Como si me quisieras desplumar plumita a plumita – replicó y empezó a removerse como si quisiera llevar su metáfora más lejos y asemejarse a un pollito que se está acomodando en el nido. Se tapó la cara con la almohada, pero se la saqué.

- Solo te miro así cuando ese piquito habla de más y dice cosas fuera de lugar.

- No sé de qué me hablas - protestó.

- Mmm, ¿seguro? ¿Te refresco la memoria? Le llamaste espantapájaros a Sam y dijiste que tenía un estropajo sucio en la cabeza, y le hiciste daño a Barie y nos enseñaste el dedo corazón, y nos hablaste, a mí y a Ted,  de una manera que me está haciendo reconsiderar mi política de no lavaros la boca con jabón.

Harry se encogió hasta hacerse pequeñito sobre la cama.

- Bueno, perdón. Estaba enfadado y se me enfriaron las ideas. Ya no lo hago más – dijo, con bastante infantilismo en el tono y en los gestos. Se había propuesto ser adorable y lo estaba consiguiendo. ¿Cómo podía uno ponerse serio con ese microbio?

- Qué tierno estás hoy. Me lo estás haciendo difícil, bicho. Pero te pasaste demasiado como para que lo deje correr.

Me puso un puchero y sentí que me derretía. Harry no me tenía tan acostumbrado a esos arranques dulces. Podía ser muy cariñoso y muy sensible, pero no jugaba la carta de “hacerse el bebé” tanto como sus hermanos.

- Nadie se va a enterar – me dijo, el muy descarado.

- Yo me voy a enterar. Y tú. Te estaría dando la idea equivocada. Sería como enseñarte que cualquier cosa vale si luego te pones mimoso. Además, te di varias oportunidades, enano. Si te hubieras disculpado con Sam o hubieras subido a tu cuarto cuando te lo dije, estaríamos teniendo una conversación diferente.

- Si fuera Kurt me perdonarías – protestó. Habíamos pasado al chantaje emocional, una táctica nueva.

- En primer lugar, que yo te perdone y que vaya a castigarte son dos hechos no relacionados entre sí. Soy tu padre, siempre voy a perdonarte, pero eso no quiere decir que tus acciones dejen de tener consecuencias. Y en segundo lugar, si tu hermanito me hubiera hablado como lo has hecho tú, ni todos sus miradas de cachorrito podrían salvarle. ¿A qué viene esa insinuación de favoritismo? ¿También tienes celos de Kurt? - le pregunté.

- Ahora mismo, me gustaría ser pequeño y achuchable como él.

- Ya eres pequeño y achuchable, bicho – le aseguré y le atrapé entre mis brazos. - Pero, por más que me cueste, tengo que regañarte un poquito ahora. Entiendo que estuvieras preocupado, Harry, pero no puedes hablarme como lo hiciste, ni a tus hermanos, ni a ningún invitado. Le dijiste a Ted que te comiera la polla, hijo, y a mí algo no muy diferente – le recordé y vi como se ponía muy rojo. - ¿Ah, te da vergüenza escucharlo? Pues más vergüenza debería darte decirlo.

- ¡Bueno, no fue para tanto! ¡A Zach le digo eso todo el tiempo!

- Mira que lo dudo, y si lo hicieras estaría igual de mal porque no puedes hablarle así a nadie, pero es que además estás confundiendo las cosas aquí: yo no soy tu hermano ni ningún otro chico de tu edad: yo soy tu padre.

- “Yo soy tu padre” – repitió, en una clara imitación burlesca de Darth Vader. Una sola mirada bastó para que agachara la cabeza. - Lo siento.

- Mejor acabemos con esto antes de que te hundas más en el barro, ¿no crees?

Harry asintió y se puso de pie, estirando el labio inferior en un puchero bastante logrado.

- No seas malo – me pidió.

- Una vocecita en mi cabeza me está diciendo que me arrepentiré de esta decisión después, pero en vista de que ahora estás tranquilo y has sido capaz de mantener una conversación civilizada conmigo, te voy a ofrecer dos opciones. La primera ya la conoces. La segunda es que me des tu móvil.

- ¿Es un “o” y no un “y”? - preguntó, confundido.

- Sí, Harry, te estoy dando a elegir.

- ¿Sin móvil por cuánto tiempo? - tanteó.

- Una semana.

- ¡Eso es mucho, papá! - exclamó, horrorizado.

Drama queen. Perdón, drama king” pensé para mí.

- También fueron muchas tus faltas de respeto. Si no sabes hablarle bien a la gente, tal vez necesites una semana alejado de cualquier chat y red social hasta que recuerdes como relacionarte sin ofender a nadie.

- No, no necesito eso – negó con la cabeza. - No quiero darte mi móvil.

- Ya has decidido, entonces. Quítate los pantalones, enano.

Su puchero se hizo más grande y la verdad que el Harry infantil estaba resultando más terrible que el Harry rebelde, porque me estaba costando mucho seguir adelante. Me sorprendió ligeramente su decisión, pensé que solo Ted se quedaba con la primera opción.
 
- No quiero, papá – susurró, de una forma más quejosa que desafiante.

- Me extrañaría que quisieras, hijo.

Suspiró y se desabrochó los pantalones. Se los bajó apenas un poquito y se echó rápidamente sobre mis piernas. Tiré de sus pantalones para bajárselos más y él escondió la cara en su almohada.

- Puedes sentir celos o preocupación o cualquier otra emoción, pero nunca utilizarlas de excusa para   tratar mal a la gente. No vuelvas a hablarnos así – declaré, a modo de resumen y le di la primera palmada.

PLAS

- Oww. Espera, espera – soltó su almohada y me agarró la mano izquierda, como ya había hecho otras veces. Se la apreté suavemente. Era una suerte que no pudiera verme sonreír en ese momento, o tal vez le habría enviado señales equivocadas, pero ese gesto suyo siempre me estrujaba el corazón. - No me sueltes – susurró. Fue tan bajo que no pude estar seguro de no haberlo imaginado. Aún así, respondí:

- Nunca, mi vida. No tengas miedo.
 
Noté cómo respiraba hondo y yo aproveché para hacer lo mismo.

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS... Au... PLAS PLAS

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS... owi... PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS... Ya, papá... PLAS PLAS PLAS

Dejé la mano quieta sobre su espalda. Intentaba darles unos segundos para procesarlo antes de que se levantaran, pero aquella vez Harry se irguió enseguida para lanzarse sobre su cama segundos después. Me acerqué a él y le acaricié la nuca, observando impotente cómo empezaba a llorar.

- Snif... tendría que haber escogido el móvil – gimoteó.

- Uy, ¿tan malo he sido?

- Snif... sí.

Le di un beso y pasé los dedos por debajo de sus ojos para limpiar el rastro de lágrimas.

- Eso dices ahora, cariño, pero si te hubiera quitado el móvil mañana mismo estarías suplicando que te lo devolviera. Ese aparatejo se ha vuelto demasiado importante para ti.

- Tiene música, vídeos y a mis amigos – enumeró.

- ¿Sí? ¿Tus amigos caben ahí dentro?

- Snif. No es gracioso, no tienes gracia – se enfurruñó.

- Anda, ya no llores, bichito. Ya se acabó. Ahora solo mimos para mi bebé deslenguado.

- Bueno.

- Pero primero súbete los pantalones, ¿no?

Harry se ruborizó y me sacó la lengua.


- BARIE'S POV -

“Si Holly se casa algún día con papá, Sam será tu hermano, así que deja de babear, que además es demasiado mayor para ti”.

Harry era estúpido. ¿Por qué tenía que decir algo así y encima delante de todos? Delante de Sam... Ya no iba a querer hablar conmigo por Facebook nunca más. Iba a pensar que solo era una niña idiota y enamoradiza.

¡Yo no babeaba! Y no pensaba en Sam de esa manera. ¡Pero tampoco estaba ciega! Era más guapo que cincuenta Apolos, solo había que tener ojos para notarlo, y además tenía talento para la música. Y ya no iba a poder mirarle sin morirme de vergüenza.

- ¿Barie? ¿Puedo pasar? - preguntó papá.

- Snif... Pasa.

- Princesita, ¿estás llorando? Mi vida... No hagas caso a lo que dijo tu hermano. Solo estaba un poquito celoso y pensando tonterías.

Me levanté de la cama y le abracé. Papá pasó su mano por mi pelo y automáticamente me hizo sentir mejor.

- Papi, qué vergüenza.

- ¿Por qué, tesoro?

- ¡Yo no babeo! - insistí.

- Claro que no, cariño. Y estoy seguro de que Sam tampoco lo piensa.

- ¿Tú crees? - me mordí el labio. - Es cierto que no dejé de mirarle.

- Todos le miraban, Barie. A él y a Blaine. Eran los invitados, son los hijos de Holly y os moríais de curiosidad. Y sí, Sam es un tipo interesante. Con sus rastas, sus ojos delineados, sus pircings. Llama un poco la atención, ¿no?

- Sí... Además es muy guapo... ¡Pero eso no quiere decir que me guste! Solo es guapo.

- Una verdad como un templo, cariño. No hay nada de malo en fijarse en eso.

- ¿Verdad que no? - me animé. - Michael también es guapo. Y Ted, aunque él entra más bien en la categoría de mono. Y Alejandro.

- Todos mis hijos e hijas son guapos – respondió papá.

- Yo ya sé que vamos a ser hermanos, papi.

- Aún es pronto para hablar de eso, cielo – me dijo, algo avergonzado. ¿Tanto le costaba admitir que no estaba dispuesto a separarse de Holly? - ¿Te gustaría la idea? - preguntó.

- ¿Te gustaría que los lunes lloviera chocolate y los martes fresas de gominola? - repliqué.

- No lo sé. ¿Me gustaría? - respondió, divertido.

- ¡Sí! ¡Sería un sueño y que tú te casaras con Holly y me dieras nuevos hermanos otro!

Me acarició la mejilla y me miró entre sonriente y enternecido.

- ¿Por qué? - quiso saber, con verdadera curiosidad.

Lo pensé un poco, porque yo tampoco lo tenía claro.

- Porque sé que te haría feliz y por extensión nos haría felices a nosotros. Y porque esos trillizos eran monísimos y si vivieran conmigo les estaría estrujando todo el día.

“Y porque me gustaría saber lo que se siente al tener una madre” añadí para mí.

Papá se rió y me dio un beso en la frente.

- Cuánto te quiero, ratita. No te preocupes por lo que dijo Harry. Sam no le dio importancia. Además, tú estás saliendo con Mark, ¿no? - me chinchó.

Me ruboricé.

- Eso me recuerda... ¿Puede venir a casa mañana?

- ¿En un día de colegio?

- Para estudiar...

- Vais a colegios distintos – me recordó, como si no lo supiera. Como si no me lamentara de eso todos los malditos días.

- Pero necesita ayuda con mates y yo le puedo explicar...

- Está bien, cariño. Claro que puede venir. Me pareció un buen chico.

Sonreí.   Mark era un buen chico. Un gran chico en realidad. Estaba deseando hablarle de Holly y de su familia, pero de momento me lo guardaba para mí. No quería gafar nada por andarlo pregonando. Es mejor asegurarse de que los deseos se cumplen antes de contarlos.


N.A.: Siento haber tardado más en este. Se me juntaron las vacaciones con un resfriado que me tenía la cabeza atontada. Por eso también este capítulo es más corto de lo normal.

2 comentarios:

  1. Realmente me encanta esta historia, la sigo de años, espero que pueda actualizar pronto, cuídese de su salud

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  2. mejorate pronto Linda. Muy buen capi.
    Grace

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