Páginas Amigas

sábado, 5 de octubre de 2019

Capítulo 15





Daniel POV

Me despertó el ruido de los espirales del colchón del pequeño John que estaba hincado en su cama haciendo su oración matutina. El niño tenía una apariencia angelical con sus ojos cerrados y su boca moviéndose sin decir en voz alta las palabras, pero al ser un poco inquieto se movía haciendo un poco de ruido.
El aire acondicionado estaba encendido en un nivel agradable, y las cortinas tapaban la mayor parte de la luz matutina. Yo recordé que tenía que hacer mi oración matutina también, o al menos pretender hacerla. Así que me metí debajo de la sabana y me arrodilla sobre la cama, pero saqué mi celular y me puse a chatear.
«Buenos días. ¿Cómo estás, Luis?»
En lo que me respondía revisé algunos mensajes que tenía sin leer.
Emilio: «Wey. Qué tal las vacaciones? Por qué no has subido nada a Instagram?».
¡Sí supiera! . Pensé
«Genial. Poca señal»
Respondí y le mandé el mensaje a mi amigo
«Bien, muy bien Dani. Bueno, me llevé una paliza fuertísima, y en frente de Jonathan y su papá, pero valió la pena. Ya lo hice, con una española que está, que ni te imaginas.»
Tarde un poco en entender a qué se refería, y cuando lo comprendí sentí algo de envidia pero también alegría por él.
«Qué bueno Luis. Me alegro por ti, aunque me sorprende que Papá no te matara.»
—Daniel, por favor no voltees, me voy a cambiar.—La voz aguda de John me sobresaltó un poquito.
—Está bien.—le dije pensando en cómo habían adoctrinado a este niño en aceptar la doble modestia de la secta, pues creía que no podía verlo en ropa interior mientras se cambiaba pero si podía pegarle en el culo desnudo cuando se portaba mal.
«No, afortunadamente no sabe. Me pegó más bien por llegar tarde y estar en una "fiesta mundana", pero lo otro mejor que ni se entere.»
En ese momento alguien tocó la puerta y entró antes de esperar respuesta.
—No se puede.—exclamó John
—No te preocupes hijo, soy yo.—escuché la voz del pastor.
«Me tengo que ir.» le escribí a mi hermano y escondí el celular debajo de la almohada mientras escuchaba al pastor entrar al cuarto.
Me destapé y vi que me estaba observando.
—Buenos días. —le dije
—Buenos días, ¿Cómo estás, Daniel? Me da mucho gusto verte orando.
—Gracias—le dije sonriendo y sintiendo una pizca de culpabilidad.
Mientras tanto John salió del baño, donde se había metido para terminar de cambiarse, y comenzó a intentar peinarse.
—He estado pensando y decidí que en lugar de tomar las clases bíblicas con los demás, vas a tomarlas directamente de mis apuntes y sermones. Necesito que te prepares más rápido y más profundamente que los demás. —Yo asentí —Y para que practiques la predicación te voy a poner a cargo de los hijos de los hermanos que están tomando el seminario, así podrás enseñarles lo que vas aprendiendo. Además si eres capaz en lo pequeño también en lo más grande lo serás. —dijo terminando la referencia al versículo de que "el que es fiel en lo poco, también en lo más es fiel".
Yo asentí de nuevo e inmediatamente añadí.
—Claro, hermano. Será un honor poder servir a la iglesia.
—Te voy a poner un plan de estudio y te voy a dar acceso a mi computadora para que estudies los temas y las predicaciones. Si no cumples, te tendré que corregir, aunque sé que eres responsable.
Yo solamente asentí nerviosamente.
—Respecto a los niños, es una responsabilidad grande pero también una oportunidad para inculcar el cristianismo en criaturas que todavía son dóciles. Tu trabajo será el de enseñarles, pastorearlos, animarlos e incluso disciplinarlos. Recuerda que sus almas son tan o más valiosas que las nuestras.—En ese momento Jeremías, uno de los hijos del hermano Pedro, nos interrumpió para avisarnos que el desayuno ya estaba listo.

Mientras desayunaba rápido los huevos con machaca y el jugo de naranja recién exprimido que nos sirvieron, para poder irme a bañar y a arreglar antes de que el Pastor saliera al seminario, pensaba en las nuevas responsabilidades que me acababan de dar.
Aunque me permitiría cumplir mi propósito más rápido, no estaba seguro de querer estar bajo el nuevo esquema de aprendizaje diseñado por el pastor, pues era bastante estricto y si no cumplía estaba seguro de que me daría unas dolorosas palizas.
Por otra parte, tampoco estaba seguro de querer ser el pastor de niños, pues tendría que colaborar en su adoctrinamiento, al menos lo suficiente como para que el pastor no sospechara nada.
Cuando termine de desayunar me excuse y me dirigí a mi cuarto, pero el pastor me alcanzó.
—Daniel, te programé un paseo con los niños pequeños a la reserva de tortugas, para que se conozcan y disfruten su primer día contigo. No pasa nada si pierden un día de clases bíblicas. Además recuerda que no tienes que estar en una iglesia o un salón para hablarles de Dios, de la Biblia y darles testimonio a ellos y a los demás.
—Si Pastor. Muchas gracias por tenerme la confianza. —a lo que el pastor sonrió y se alejó.

Después de bañarme decidí vestirme un poco más formal, pero que no fuera incómodo en el paseo. Opté por un pantalón beige y una polo blanca.
...
Unas horas después en el salón del hotel...

Después de la alabanza matutina, los niños se iban a sus clases bíblicas a alguno de los dos grupos por edades (6 a 9 años) o (10 a 13 años), pero hoy en pastor pidió:
—Por favor déjenme dar un aviso antes de que los niños vayan a su clase. —Espero unos momentos a que todos prestaran atención.—Les presento a nuestro nuevo pastor de los niños. El joven hermano Daniel.
El Pastor me indicó que pasara al frente y la congregación me aplaudió. No pude evitar notar la perplejidad en el rostro de mi hermano y la emoción en la cara de mis padres, lo que me provocó un poco de culpa, mientras el pastor citaba el versículo de la epístola a Timoteo "Ninguno tenga en poco tu juventud..."
Después de ese trance en el que sentí esa admiración y aprecio de la congregación, y esa confianza que me tenían al ponerme en mis manos las almas de sus hijos, me prometí a mi mismo que no les fallaría a estos niños, aunque probablemente sus padres no estuvieran de acuerdo con mi propia visión respecto a cómo no fallarles.

—Para celebrarlo, el grupo de los pequeños tendrá un paseo con su nuevo pastor a la reserva de tortugas. —Este anuncio fue seguido de varias exclamaciones de emoción por parte de los niños, y quejas de algunos pertenecientes al grupo de los mayorcitos, mismas que fueron silenciadas rápidamente por miradas amenazantes de sus padres e incluso uno que otro coscorrón.
—Y no se preocupen, también habrá pronto un paseo para el otro grupo.—terminó el pastor, con lo que los mayorcitos se quedaron más satisfechos.

Al final los niños se levantaron, pero los pequeños se fueron al estacionamiento en vez de a sus salones. Las clases las daban los papás de los niños en turnos, situación que no cambiaría aunque ahora yo era el responsable de ambos grupos. Pero como iba a ser paseo, el papá que le tocaba dar la clase de quedó en la reunión principal y yo me quedé con todos los niños.
Eran unos nueve o diez, todos niños, pues solamente me habían dejado a cargo de los varones, y desde temprana edad los separaban. Todos eran hijos de los hermanos que habían venido con sus familias al seminario bíblico, y la mayoría eran provenientes de la ciudad de México. Les pedí que me dijeran sus nombres, pero no me los iba a aprender a la primera.
En ese momento vi que Luis llegaba corriendo. Estuve a punto de hacer una broma de lo que me había contado, pero me contube por la audiencia que tenía.
—Papá me pidió... que te diera las llaves de la camioneta. Que... El pastor le dijo que te la prestara para llevar a los niños al paseo. —me dijo jadeando—Por cierto. ¿Qué significa esto? ¿Crees que sea lo mejor?
—Luego te cuento—le dije señalando con un ademán a los niños que me observaban expectantes y emocionados.
—Bueno hermano. Te dejo. Ten cuidado.

Me dirigí a la camioneta y abatí las dos filas de asientos para dejar una plataforma donde cupieran todos, y después ayudé a los más pequeños a subir a la camioneta, mientras los demás se abalanzaban dentro. Y una vez que me cercioré de que no dejaba a nadie, cerré la cajuela y me subí al asiento del conductor.
Puse la dirección en el navegador de mi celular, y maneje despacio, pues los niños no traían cinturón de seguridad. Al principio se portaron muy bien, aunque iban hablando fuerte porque estaban emocionados, y un par de veces les tuve que pedir que bajaran la voz porque estaban gritando y no me dejaban concentrarme. Unos minutos después dos niños empezaron a pelearse y otros más se unieron a gritos a la discusión. Frené la camioneta un poco brusco a propósito, lo que les hizo a todos perder el equilibrio, y los amenacé.
—La próxima vez que los oiga pelear, me paro para corregirlos.—aunque en realidad era una amenaza vacía, pues no tenía intención alguna de pegarles a estos niños. Pero al parecer si creyeron que era posible porque el resto del viaje fueron más calmados.

Cuando llegamos a la reserva, nos dejaron pasar sin problemas, pues uno de los hermanos de la iglesia local trabajaba aquí y nos consiguió una visita gratis para los niños. Una vez que abrí la cajuela de la camioneta les pedí que bajaran de uno en uno, para poder hacer inventario y que no se me perdiera ni uno, y conté 10 cabezas. Cuando se habían bajado todos me asomé a la cajuela para ver que no quedara nadie, y comprendí porque se habían portado tan bien después de que los amenazara: la vara que mi papá llevaba siempre en la camioneta para castigar a mi hermano estaba ahí, a la vista de todos.
Cerré la cajuela y salude al hermano que nos iba a dar el tour.
—Cómo ustedes saben, esta especie de tortugas marinas está en peligro de extinción...—comenzó el hermano mientras nos encaminaba a la reserva.
—Qué es peligro de exención—interrumpió inmediatamente uno de los niños.
—De extinción. —corrigió —significa que si no las cuidamos pueden desaparecer.
—¿Y por qué pueden desaparecer?
—Pues es obvio, tonto.—respondió otro
—No le digas así que te van a pegar.—le dijo uno de sus amigos dándole un codazo leve.
Inmediatamente los dos me voltearon a ver con miedo en su mirada, pero yo me hice el que no había escuchado, en primer lugar porque no tenía la más mínima intención de pegarles a estos niños, y en segundo lugar porque decirle tonto a un amigo en plan de broma no se me hacía malo desde ninguna perspectiva, y mucho menos causa para que un niño recibiera una paliza.
—Porque la gente las pesca demasiado, y no dan tiempo para que la nueva generación nazca, por eso nosotros las cuidamos y protegemos los nidos y a las crías.
—¿Verdad que Dios querría que cuidaramos a su creación? El la hizo para que la disfrutemos, no para que la destruyamos. ¿En qué día de la creación hizo a las tortugas? —les pregunté respecto al versículo de Génesis sobre el que el grupo basaba su teoría de fundación del mundo y de la vida.
—Quinto—respondieron en coro y "cuarto" uno que otro despistado
—Es correcto.
Para este momento habíamos llegado a la playa. El hermano nos dijo que lo esperaramos tantito y que nos iba a traer una sorpresa. Algunos niños se quitaron los tenis y calcetines y se metieron a chapotear a la playa. Yo hice lo mismo, aunque no me quedó de otra más que arremangarme los pantalones, pues a diferencia de la mayoría de los chiquillos, yo no traía short.
En eso el hermano regresó de una construcción pequeña que había detrás de nosotros con una caja grande y la destapó.
Me asomé y quedé tan impresionado y fascinado como los niños, uno de los cuales empezó a aplaudir y bailar de alegría. En la caja había muchísimas tortuguitas casi recién nacidas, sobre una cama de arena.
—Estás tortugas tienen algunas horas de nacidas y las recolectaron algunos voluntarios de los nidos. Ahora ustedes tienen que ayudarlas a llegar al mar.
Normalmente ellas caminarían solas hacia el mar desde sus nidos, pero no todas llegarían debido a los depredadores o a que algunas están muy débiles para lograrlo. Como medida de protección y para aumentar la población, nosotros les ayudamos a lograrlo.
—¿puedo tocarlas? —preguntó uno de los niños
—Claro. Ustedes tienen que ayudarme a dejarlas en el mar, donde llega el agua, ya con las olas solitas se adentran. —continuo —Si notan alguna muy débil o enferma, ponganla en la tapa y las llevaremos al veterinario. Mientras yo voy por otra caja.
Los niños emocionados tomaron las tortugas con cuidado y corrieron a la playa a dejarlas en el agua.
—No se metan más allá de las rodillas al agua—les dije, pues no conocía quienes sí sabían nadar. Y me metí a participar en la frenética carrera de la caja al agua con dos tortuguitas en cada mano.
Después de unas cinco vueltas, me tiré en la playa jadeando para descansar tantito. Pero en ese momento vi pasar volando encima de mi una tortuguita. Pensé que estaba alucinando, pero unos segundos después pasó de nuevo pero ahora de izquierda a derecha.
Me paré de golpe para ver horrorizado que dos niños habían agarrado a las tortugas de pelota, y les iba a gritar que se detuvieran, cuando Erick, uno de los dos, dejó caer la tortuga y la pateo lanzándola por los aires hasta que chapoteó en el mar, ante las carcajadas de su compinche.
En ese momento sentí que se me hervía la sangre y corrí a detenerlo cuando lo vi acercarse de nuevo a la caja.
—No Erick! ¿Qué haces?
En ese momento el niño se paralizó y me miró con pánico.
Yo ciertamente había perdido el control de mi mismo, pero antes de alcanzarlo, su expresión me hizo recordar que era un niño y que tenía derecho a equivocarse. De cualquier forma esto era mucho más que una simple equivocación, después de todo lo que nos habían explicado él sabía perfectamente que estaba mal, sin quitar el hecho de que lo que estaba haciendo era casi un delito. Pero yo no debía actuar con ira, sino enseñarle y disciplinarlo.
Realmente me había propuesto no pegarle a estos niños, y mucho menos en nuestro primer encuentro, pero el conflicto en mi cabeza se inclinó a que la gravedad del asunto no solamente ameritaba un castigo de acuerdo a los protocolos del grupo, y que de no seguirlos amenazaba el plan que tenía, sino que realmente estaba muy mal lo que había hecho, por lo que aplicarle el castigo al que estaba acostumbrado y que por ello consideraba justo, era apropiado para enseñarle y reforzar el que eso no debía hacerlo.
Para ese momento ya había llegado el hermano con la otra caja de tortugas, así que ya más calmado les dije a los demás niños
—Obedezcan al hermano en lo que regreso, no maltraten a las tortugas y no se metan al mar más de las rodillas, si no quieren también una corrección con la vara. —y dirigiéndome al otro niño que había estado aventando las tortugas también—y tu, Amós, también ven conmigo.
Me llevé a los dos niños de 8 años hacia la camioneta tomados de la mano, no se les fuera a ocurrir correr o algo. Los dos venían nerviosos y Amós traía lágrimas en los ojos.
Cuando llegué abrí la cajuela y tomé la vara. Era una vara grande, como para un adolescente; así que le corté un pedazo de la base, para quedarme con una vara más chica.
Como Amós estaba más nervioso decidí empezar con él.
—Erick, espérame aquí afuera. —le indiqué y me subí junto con Amós a la camioneta y cerré la cajuela.
Después me senté con las piernas estiradas en la plataforma que había quedado, para que pudiera tumbarse sobre mis rodillas. Acto seguido desabroché su cinturón y le baje el short caqui que traía, revelando unos calzoncillos blancos de algodón. A este punto el niño ya no ocultaba su llanto, así que para terminar más pronto lo tumbé sobre mis rodillas, le bajé el calzoncito y le subí un poco la playera para dejar libre el área.
A pesar de ser algo moreno, era visible el cambio en el tono de piel entre la parte que normalmente exponían al sol sus shorts y la que no.
Tomé la vara y comencé el castigo
Swish swish
Al primer golpe las nalgas se tensaron y en el segundo intentó llevarse las manos atrás para protegerse mientras excalamaba de dolor. Pero atrape sus manos y evité que se protegiera mientras dejaba caer un tercero y un cuarto golpe. Después del tercero que provocó un chillido el niño se soltó a llorar en un llanto quebrado, mismo que se intensificó en el cuarto golpe. Iba a darle un quinto varazo, pero me detuve. Era obvio que el niño ya había aprendido la lección y estaba arrepentido de lo que había hecho. A diferencia de mi papá, que nunca había sufrido el castigo de la vara, yo si sabía cuánto dolía, y por lo tanto me estaba moderando no solamente en cantidad, sino en la fuerza que aplicaba, aunque no podía perder de vista que estos eran niños de 8 años y no adolescentes de 14 y 16.
Esperé a que se calmara tantito y le subí el calzoncillo antes de levantarlo, a lo que protestó, pero era necesario pues yo no quería ver nada que no fuera indispensable. Una vez que se calmó le ofrecí unos kleenex para que se sonara, y espere a que se subiera el short y se lo pusiera, pero cuando iba a abrir la cajuela, me interrumpió:
—¿Y la oración?
—Cierto, perdón —le dije cerrando mis ojos y recordando que acostumbraban hacer una oración de confesión después de los castigos.
—Señor, te pido perdón por haber lastimado esas tortuguitas, que son tu creación y por haberme portado mal. Amén
—Amén —dije, y no pude resistirme a darle un abrazo provocado por la ternura que me dio su inocencia infantil.
—Perdón Daniel. Te prometo que no voy a volver a lastimar a los animalitos. Me dijo colgado de mi cuello.
—Lo sé, campeón, lo sé.
Abrí la cajuela y dejé que saliera Amós antes de llamar a Erick. Una vez que Erick estaba dentro cerré la camioneta. Noté que estaba muy nervioso y me dijo:
—Perdóname Pastor Daniel, yo no quería lastimar a la tortuga, es solamente que pensé que era divertido jugar con ellas.
—Te creo que no querías lastimarla, pero te tengo que castigar para que la próxima vez que se te ocurra algo así, pienses también en lo que puedes causar. No te voy a pegar por jugar con la tortuga, te voy a pegar por aventarla y patearla. ¿Si ves ahora por qué estuvo mal? —él solo asintió y note que las lágrimas comenzaban a escurrir por sus párpados.
Erick era un poco más alto que Amós, yo me senté otra vez igual y lo puse en frente de mi, y acto seguido le baje su short deportivo. En cuanto le bajé el short, Erick se sujetó con ambas manos el elástico de su bóxer azul marino con las letras Hanes bordadas alrededor de todo el elástico.
—Quita las manos. —le indiqué, pero el negó con la cabeza.
—Si no te dejas voy a tener que pegarte más, por lo de maltratar la tortuga y por no obedecerme ahorita.
Con eso logré que me obedeciera y soltara su ropa interior, y yo aproveché para bajársela de un tirón y quitársela para no tener que forcejear más tarde. Inmediatamente después, lo tumbé sobre mis rodillas y tomé la vara. Erick tenía la piel más clara, y la diferencia de tono entre el área expuesta al sol y la que su short cubría era mucho más notable que en el caso de Amós.
Swish
dejé caer el primero y
Swish
antes de que alcanzara a reaccionar el segundo.
Inmediatamente después del segundo golpe Erick gritó de dolor y trató de cubrirse. Yo había iniciado con un poquito más de fuerza que con Amós, pero la mantuve constante.
Swish

swish
Los siguientes dos cayeron y ahora no solamente exclamó de dolor sino que comenzó a llorar. Yo había comenzado de la parte superior de su trasero para abajo, y las marcas rojas de los primeros dos comenzaban a ser claramente visible. Cómo tenía inmovilizados los brazos, comenzó a patalear, pero yo presioné sus brazos contra su espalda para evitar que se moviera tanto.
—Auu... YA DANIEL, POR FAVOR—me rogaba entre llanto, pero yo tenía que terminar el castigo.
Swish
El quinto azote causó una exclamación más aguda y posteriormente un llanto más intenso. Estaba pensando parar ahí, cuando recordé cómo había mandado a volar con una patada a la pobre tortuga recién nacida, quizás rompiéndole el cuello, y decidí que un azote más no le provocaría al niño ningún daño permanente y en cambio si le ayudaría a recordar que debe respetar y cuidar a los más indefensos.
Swish Este último lo deje caer con fuerza sobre los muslos, dónde por experiencia sabía que era más doloroso.
Auuuuuuuuuch! —lanzó un chillido de dolor, pues no se lo esperaba, y en cuanto lo solté se llevó las manos atrás para frotarse vigorosamente, mientras se revolcaba unos segundos en la plataforma de la camioneta, esperando a que el dolor se mitigara.
Cuando se calmó un poco, le pasé su bóxer y su short, mismos que se puso rápidamente, y un kleenex para que se sonara. Pero noté que me trataba con cierto resentimiento.
—¿Te dolió mucho el castigo?—Le pregunté lo evidente, a lo que asintió vigorosamente.—Ahora imagínate lo que sintió la pobre tortuguita. ¿De que tamaño es la tortuga?
El niño me mostró con su mano un tamaño menor a media palma.
— ¿Y tu zapato? —continué yo señalandole uno de sus tenis que había perdido en el proceso de desvestirse.
Él miró el tamaño simulado de la tortuga y el de su tenis y su expresión horrorizada me mostró que había captado la idea.
¿Ahora entiendes por qué te tenía que castigar, y que el castigo que te di, no es nada comparado con lo que tu le hiciste a la tortuguita? —El solo asintió y se hecho a llorar otra vez.
—Perdón. —me dijo —yo no quería matarla.
—No, tranquilo Erick, no creo que la hayas matado.—Le dije abrazándolo y tratando de consolarlo—solamente la próxima vez ten más cuidado con lo que haces.
Finalmente se calmó en mis brazos y noté que ya no tenía resentimiento contra mí. Le di otro kleenex para que se sonara la nariz, le ayudé a ponerse sus tenis y nos bajamos juntos de la camioneta.

Los demás ya habían acabado de liberar las tortugas de la segunda caja, y los niños estaban chapoteando en el agua. Afortunadamente me habían hecho caso y ninguno se había metido a una profundidad peligrosa, pero varios se empezaron a quejar de que tenían sed.
Llevé a Amós y a Erick con el hermano a que se disculparan. Y lo hicieron con lágrimas en los ojos:
—Perdón hermano, no lo volvemos a hacer.
—¿Cree que se haya muerto? —y se soltó a llorar otra vez
—No lo creo— les enseñó el caparazón de una tortuga que habían separado por estar muy débil —a pesar de su corta edad ya tienen cierta protección. Pero para la próxima vez hay que cuidarlas más.—lo consoló y le revolvió el sudado cabello.
Ya con mi duo de traviesos más tranquilos, llamé a los demás. Uno por uno les pedí que se sacuieran los zapatos y les di unas palmadas en toda la ropa que tenia arena.
—Ouch! Yo que hice? —se quejó el primero, pensando que le estaba pegando.
—Nada, solo llenarte de arena, y estoy tratando de quitartela. —le dije ahora sí dándole una palmada cariñosa en las posaderas del short.
Una vez que estaban todos en la camioneta, volví a contar las cabezas, y la encendí.
—¿Alguien quiere un helado?
—Yo... Yo... Yo—Todos respondieron al unísono
Así que los llevé a una heladería que había visto durante el camino de ida y les compré un helado a cada quién de mis propios ahorros. También les compré una botella para que se la repartieran en parejas, y nadie protestó.
Mientras disfrutaba mi helado y una botella de agua solo para mi, observándolos platicar animadamente de las reacciones de las tortugas al entrar en el mar y de los distintos caparazones, uno de los niños más grandes se me acercó y me dijo.
—Muchas gracias, Daniel, eres el mejor pastor del mundo.—A lo que otro asintió con la boca llena de helado y otro dijo, lleno de bigotes de chocolate. —Sí, el mejor y más bueno.
Yo le revolví el cabello, sintiéndome muy feliz, pero también muy responsable y con un poco de duda. Estos niños podían ser felices también. ¿No estaba exponiéndolos a perder dicha felicidad, por pequeña que fuera, si causaba el terremoto familiar que provocarían mis intenciones de liberarlos a ellos y a sus padres de la doctrina sectaria del grupo?
.....
Unas horas después.
.....
Estaba en el estudio improvisado del pastor en casa del hermano Pedro, estudiando en la computadora del pastor. Al principio me había sorprendido que me hubiera dado su contraseña, pero el me había dicho que el Pastor "no debería tener secretos más que con Dios." Aunque yo personalmente dudaba de su sinceridad.
Tenía abierto el documento que estaba estudiando, que trataba de la interrelación entre los 4 evangelios, pero también tenía un Excel que había encontrado por casualidad donde aparecían las asistencias y las contribuciones de los feligreses, por familia. La mayoría de los registros eran un registro logístico de personas y recursos, como los de una empresa, pero algunos registros y comentarios eran insólitos y perturbadores.
El pastor entró al despacho sin avisar y sin tocar, y apenas me dio tiempo de cambiar de ventana presionando en el teclado Alt Tab.
—Buenas noches, Daniel. ¿Cómo estás?
—Bien, Pastor, aunque un poco atrasado, tratando de terminar el programa de hoy.
—Claro, un siervo del reino debe ser responsable. Pero también a veces merece descansar. No te preocupes si no acabas hoy, tuviste el paseo y apenas estás agarrando el ritmo. Mañana te pones al corriente.
—Muchas gracias, Pastor.
—Además, quiero que sepas que escuché maravillas por parte de los padres de los niños. Dicen que sus hijos te amaron. Cuando uno es elegido, refleja algo especial, algo que atrae a los demás, y es nuestra responsabilidad examinar eso hacia una búsqueda de salvación a través de la iglesia. Y también me enteré que manejarte muy bien un conflicto que hubo, lo que me confirma que no me equivoqué en elegirte.
Yo solamente me ruboricé con los halagos, mientras en el fondo trataba de descifrar las intenciones de esta mente maestra de la manipulación.
—Bueno. —me dijo levantándose de la silla en la que se había sentado. —te dejo para que sigas estudiando la Palabra, pero no te duermas tarde. Quiero que mañana estés en el desayuno para que podamos seguir platicando de los grandes planes que hay para ti.


4 comentarios:

  1. Si antes temía que Daniel sería manipulado por esta secta, ahora tengo mis temores confirmados. Lentamente se está enamorando de esa mierda, no castigó a los niños solo porque tenía que hacerlo, también se sintió justificado para hacerlo. ¿Que demonios? Reacciona ante alguien que lastima a un ser débil y vulnerable lastimando A OTRO ser débil y vulnerable. Y no necesita sentirse culpable por nada (bueno excepto por lastimar a los niños), ciertamente no por fingir creer en esta mierda.
    Parece que Luis es el único que aún tiene sentido.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Y si lo vuelves a leer, digo quizás para que entiendas y después, solo quizás hagas una crítica más inteligente, solo es un consejo.

      Borrar
    2. Una bella característica del arte es que no hay una interpretación objetiva fija.
      Todos los comentarios y críticas son bienvenidos. :)

      Borrar
  2. Tu que habrías hecho? Se supone que si leíste los capítulos anteriores el espera, aparentar seguir el rol del pastor para ganar su confianza, si no es así, tu como lo harías y por cierto el fue muy empatico con los niños, no leas con los ojos de tu vida, si no con los del autor o jamas seras capaz de entrar en contacto con una historia.

    ResponderBorrar