Capítulo 3.
¿Dónde nos
habíamos quedado? Ah sí, final de semestre y la escapada al pueblo. Bufff cómo
para olvidarlo.
Los de sexto nos
habían dicho que iban a bajar al pueblo a quemarlo, no literalmente, solo era
una forma de hablar, básicamente iban a beber, fumar y hacer el cafre.
Con 12 de años
beber y fumar se ve como una gran transgresión, “uyyy mirar que salvaje soy
estoy bebiendo y fumando, miradme soy
todo un rebelde”. Pero yo tenía once años y sinceramente lo de fumar no me
hacía ninguna gracias y lo de beber…por aquel entonces el sabor de la cerveza
me parecía asqueroso. Sí, lo sé debo avergonzarme, ¿Qué tipo de alemán no le
gusta al cerveza? Pues a uno de once años, bueno a mi cuando tenía once.
Aun así me
enteré que habría petardos y que tenían intención de pedir unas pizzas y
tomarlas en unos jardines, que era fácil de entrar, porque uno de los
porticones tenía los barrotes bastante anchos. Y si no eras muy gordo podías
colarte. Y un chaval de 11 o 12 años tenía que ser muy gordo o muy cabezón para
no entrar por allí.
Me lo estaba
pasando genial, todo eran bromas, chistes, comida basura, golosinas y risas. Incluso
me enteré de un montón de cotilleos, hay que ver lo alelado que vivía, en esos
tres meses no me había enterado de la misa la mitad.
Como he dicho, a
mí la cerveza como que no me entraba, así que debí beberme al menos 4 litros de
Pepsi aquella noche. Eran ya la una de la madrugada cuando uno de los chicos
dijo que mejor íbamos tirando, al fin y al cabo a las dos había el cambio de
guardia de la garita, y era nuestra única oportunidad de regresar a la escuela
antes de las seis, que era cuando sonaba el dichoso himno de la escuela. Si ese
himno que me despertaba todos los días a las seis, a pesar que las clases no
empezaban hasta las ocho. Eso es una de las cosas que aún hoy echo de menos del
pueblo. No levantarme con el ruido de una ensordecedora y repetitiva musiquilla
estúpida.
Pero hubo un
problemilla, resulta que por ser el último día de escuela antes de las
vacaciones de Navidad, no había habido cambio de turno en la garita de entrada.
Uno de los guardias había cerrado a las 12, el portal y se había marchado a
dormir a su casa, la intención era levantarse temprano a la mañana siguiente
para abrirla antes que empezaran a llegar los coches de los padres que venían a
recoger a sus hijos.
Pero eso los de
sexto curso lo ignoraban, y yo y mis amigos de quinto aún más. Mis primos Klaus
y Daniel me han dicho que es normal, que el último día el colegio suele decir a
sus empleados que pueden marcharse a casa si al día siguiente pueden estar allí
antes de la llegada de los padres. Pero eso no lo sabíamos ninguno de nosotros,
porque era la primera vez que intentábamos eso de salir del colegio pasado el
toque de queda. Hay que reconocerlo, salir no había sido el problema, le
problema fue entrar.
Entonces empezó
a cundir el pánico entre nosotros. Nadie quería meterse el problema justo el
día en que los padres vienen a recogernos. Y salir de la escuela sin
autorización, y sobre todo no regresar para el toque de queda eran demasiados
problemas para cualquiera de nosotros.
Había que lograr
que alguien desactivara, la alarma y el cierre automático de las puertas. Pero
quien, teníamos 11 y 12 años, ninguno era un genio ni un super espía, si a
pedradas se hubiera podido saltar el sistema informático que abría y cerraba
las puertas del recinto, no hubiera sido ningún problema. Pero resulta que no
era el caso.
Necesitábamos
que alguien, se sacrificara por el bien común que se dice. Vaya que
necesitábamos un cabeza de turco. Pero nadie estaba dispuesto a comerse ese
marrón. Empezaron una especie de nominaciones, por alguna razón ni yo ni los
otros 5 chicos de quinto parecíamos estar dentro de ese pack. Un detalle, que
les honra he de decir, que aunque estuvieran intentando endosarles la culpa a
uno de ellos (cosa que no es muy noble), a los “peques” nos había descartado de
forma automática.
En ese momento
algo en mi cabeza debió colapsar y causar una paradoja de esas, espacio-tiempo
que amenazan con destruir el universo, porque alcé mi voz sobre la de los demás
chicos y dije, lo que probablemente han sido las palabras más estúpidas que
jamás he pronunciado.
-
Si
llamó yo para que abran las puertas no creo que sean muy duro conmigo al fin y
al cabo director es hermano de mi abuelo (si
aquellas palabras eran inocentes u estúpidas. No conocía para nada al director,
solo lo había hablado con él en un par de ocasiones y siempre acompañado de mi
abuelo o alguno de mis tíos. Lo cierto es que la mayoría de aquellos chicos
habían tenido más contacto con el director de aquella escuela que yo. Y aun
así, me pareció lógico. ¡No iban a expulsar a un Hofner, mi bisabuelo había
fundado esa escuela!)
-
Hans,
no digas estupideces (dijo Mike, un chico
muy majo de sexto que juega a waterpolo también). No lo entiendes, el que pique a esa puerta, esta muerto, la escuela le
sancionará y sus padres seguro que lo castigan hasta el infinito. Ahora vienen
Navidades, puede incluso que se quede sin regalos ¿quieres quedarte sin
regalos?
-
Mike,
no te ofendas, pero por muy Hofner que sea, soy huérfano, no voy a tener
regalos (lo decía convencido, realmente eran las
primeras Navidades sin tía Ofelia y no me moría por celebrarlas, lo cierto es
que planeaba encerrarme en mi habitación las dos semanas de vacaciones. Peor
mentiría si dijera que si mi abuelo no me hubiera comprado un regalo me hubiera
sentido aún peor, en el fondo supongo que si esperaba al menos un regalo. Pero
de todos aquellos chicos, lo cierto es que pensaba que yo era el que tenía
menso a perder).
-
Igualmente
eres de quinto, no podemos dejarte que cargues con el muerto (dijo
Mike y todos parecían super conformes con eso)
-
Venga
chicos, todos sabéis cual es mi apellido, dejad que me aproveche de eso por una
vez. Algo bueno he de sacar de toda esta mierda. Todos sabéis que soy el “no
ese Hofner ” (yo ya había oído alguno de mis
compañeros susurrar eso de “el no ese Hofner” es como si yo jugara en una liga
diferente. Y era cierto, de alguna retorcida manera, era cierto. Ni siquiera el
resto de mis familiares me trataban como a un igual, así que no era tan
descabellado que mis compañeros se refiriesen a mí como “no ese Hofner” para
diferenciarme de la familia del fundador. Porque nadie absolutamente nadie, ni
mis compañeros me trataba como un Hofner, yo solo era un alumno más. Y des de
aquel día un alumno muy querido).
-
Hans,
igualmente, no podemos dejarte, no está bien
(dijo Oliver, otro chico del equipo de Waterpolo).
-
No,
ningún mocoso de quinto se va a comer ese marrón, por muy familiar que seas del
director, olvídalo (dijo otro chico). Esto es entre nosotros (y volvieron a
ponerse a discutir sobre quien iba a ser el “valiente” que cargara con el
muerto, quién iba a tener el “honor” de ser nuestro caballo de Troya).
-
Siiii,
Hola, soy Hans, ¿Me podéis abrir? (dije picando
al interfono. Todos se giraron y me miraron como si fuera un alienígena. Dejé
de pulsar al interfono y los miré muy serio) más vale que os vayáis hacia la puerta de entrada del personal, en unos
minutos abrirán las puertas.
-
¡Estás
loco! (dijo Oliver, dirigiendo rápidamente a
los demás hacia la puerta de servicio)
-
No,
soy el único con dos dedos de frente aquí. Felices Navidades Oli (y
respiré hondo y me puse erguido y alcé orgulloso la barbilla. En ese momento me
sentía cómo un héroe que acababa de salvar a todo su batallón. Sentimiento que
estuvo bien pero que se desvaneció en el mismo punto que se escuchó el
inconfundible sonido de la puerta mecánica abriéndose y allí de píe en frente
de mí, nada más ni nada menos que al director del Internatsschule
fur jungen Leibniz en persona. Lo dicho, ninguno de ellos habría tenido ese
“honor”).
-
¿No
es muy tarde para dar un paseo, Hans? (dijo
muy serio el director).
-
Sin
duda es una noche preciosa para pasear
(sí, ahora mismo me arrepiento mucho de haber intentado chulear al director,
pero empezó él con eso de “¿no es muy tarde para un paseo? ¡Pero que narices!
Esa frase parecía sacada de un comic).
-
En
ese caso, vamos a dar un paseo hasta mi despacho
(dijo dejándome pasar para que pasara delante de él. La sensación que tuve en
ese momento es al misma que al de Indiana Jones cuando tiene que pasar las tres
pruebas para llegar al cáliz sagrado. Sentía como si la cagaba no solo me
quedaba sin cáliz sino que lo más seguro es que muriera también) Señor Hofner, ¿Está al corriente de las
normas de esta escuela sobre permisos y horarios?
-
Me
dieron un librito al entrar, pero sinceramente estoy esperando a la película (y
ese, señoras y señores, fue mi último comentario sarcástico con el director.
Porque a continuación el director dejo de una forma patente y clara que no era
mi amigo. Me agarró de la oreja y tiró fuerte de ella, no solo tiró sino que
también la retorcía en el proceso).
-
Pues
ahora mismo, cuando lleguemos al despacho, le voy a pasar la película entera
(dijo rechinándole los dientes. Confieso que aquella amenaza casi me hace
mearme en los pantalones. Entre el dolor de oreja, el miedo y los 4 litros de
Pepsi, milagro fue que no me meara allí mismo).
-
Aaaaaau
suelteeeeeee (dije intentando liberar mi pobre
oreja, estaba seguro que me la iba a arrancar, sentía como si se estuviera
rajando poco a poco).
-
¿No
sé qué se habrá pensado, señor Hofner?
(y empezó lo que viene siendo conocido popularmente por “la retahíla de
reproches del director”. Que viene a ser igual que cualquier otra bronca pero
ésta va acompañada de un agudo dolor de oreja) pero esta escuela tiene unas normas de obligado cumplimiento para
TODOS. Y salir sin autorización del centro y pasado el toque de queda es una
falta muy grave. Merecedora de expulsión.
-
Entonces
expúlseme y deje ya mi oreja.
-
Ambos
sabemos que eso no va a pasar, Hans (su voz era
tenebrosa. Aún me pregunto ¿Cómo un tipo con más de 60 años puede imponer tanto
miedo? Y aunque pareciera imposible aún retorció más mi oreja arrancándome un
aullido).
-
Aaaaaaaaaaaaaaaay
-
No
va a tener esa suerte, señor Hans. Pero le aseguro, que esta noche se le quitan
a usted todas las ganas de infringir las reglas de esta escuela.
-
Aaaaaaaaaay
noooo suelte (estoy seguro que desperté a toda la
escuela con ese último grito ¿Cuánto se puede retorcer una oreja antes de que
se despegue de la cabeza? No lo sé, pero estoy seguro que mi oreja había
llegado a su límite. El director siguió arrastrándome por toda el edificio
centra hasta su despacho. No fue hasta llegar a su despacho que me liberó de su
temible garra).
-
Siéntese
(me indicó/ordenó señalándome una de las sillas que había delante de su
escritorio y tomó el teléfono y marcó un número que no pude ni ver de lo rápido
que lo marcaba). Buenas Noches, por
favor, con el señor Hofner (vale eso suena raro hasta para mi, todos somos
señor Hofner, creo que es hora que alguien nos numere o algo. Así, en ese
momento, habría sabido que en vez de con alguno de mis tíos o incluso con mi
primo Daniel, estaba preguntando por el abuelo) Buenas noches Daland (si vale, lo reconozco, esa es una buena
pista), sí todo bien, si lo sé, tarde
muy tarde. No los chicos están bien. Es Hans. ¡Daland, tranquilízate, está
bien! Te llamaba porque necesito que mañana vengas a mi primera hora a la
escuela. Sé que Sigmund iba a llevarlo a
casa pero creo que es importante que Hans, tú y yo tengamos una charla. (dijo
mirándome directamente a mí con el ceño fruncido. Se hizo un largo silencio, el
abuelo debía de estar soltando algún rollo porque el director solo asentía con
la cabeza e iba haciendo mmm mmm mmm cada dos por tres). Acabo de recogerlo de la calle, por lo visto hacia una noche muy bonita
para pasear (dijo con toda la malicia del mundo, en ese momento deseé que
un rayo cayera del cielo y lo matara fulminado). Sí, eso mismo ha dicho. No, aún no. No. Ahora hablaré con él. Sí. No
creo que eso sea necesario, Daland. Si quieres hablo con…no, Daland. Sigo
siendo el director de este centro Daland, no necesito que… Daland, escucha…(el
director resopló) de acuerdo, como quieras. Te esperamos (y colgó de un
golpetazo el teléfono). Tu abuelo me
saca de quicio, lo juro, no escucha, es como hablar con una pared (yo no
sabía que decir ¿debía salir en defensa de mi abuelo? Pero el director era su
hermano y los hermanos siempre hablan pestes los unos de los otros. El director
se pasó la mano por la cara y respiró hondo). Muy bien (y me miró de nuevo) ¿Se
puede saber qué hacía pasada la una y media de la noche fuera del centro?
-
Pasear
(dije sin pensarlo, fue como una respuesta
automática, programada de serie).
-
PLACK (dio un manotazo
en la mesa que hizo que todo lo que había sobre la mesa se moviese) Le recuerdo, señor Hofner, que no soy uno
de sus amiguitos, soy el director de este centro. Se lo volveré a preguntar una
vez más, por cortesía, ¿Qué hacía pasada la una y media de la noche fuera del
centro? (dijo como una hiena a punto de tirarse sobre su presa)
-
Pasear
(dije como si fuera Tony Curtis diciendo “yo soy Spartacus”. No recuerdo como
acababa la escena de esa película, pero sí que recuerdo como acabó mi escena.
El director se levantó calmadamente de su silla, volteó el escritorio y con la
fluidez de una bailarina me agarró del brazo, me levantó )
-
Vacíe
el contenido de los bolsillos (yo no entendía nada,
así que me metí las manos en los bolsillos de delante y saqué las 4
gilipolleces que llevaba) Los de atrás,
por favor (dijo muy serio)
-
No
llevo nada a detrás (le dije hundiéndome de
hombros y entonces sin darme tiempo a asimilar lo que estaba pasando, me
reclinó sobre el escritorio).
-
ZWASS ZWASS ZWASS ZWASS
(giré mi cabeza para ver con que diantre
me estaba pegando, porque aquello no era una mano, y era condenadamente
doloroso. Estaba utilizando una vieja regla de madera. Dios no me habían pegado
en mi vida antes y aquel monstruo me estaba atizando con una dichosa regla de
madera) ZWASS ZWASS ZWASS ZWASS No sé cómo eran las cosas en su antigua
escuela señor Hofner, peor en esta no se toleran las faltas de respeto de
ningún tipo, ni entre los propios alumnos, ni al profesorado, ni a los
empleados del centro y mucho menos al DIRECTOR ZWASS ZWASS ZWASS ZWASS ZWASS ZWASS ZWASS ZWASS (y el muy…se cebó de lo lindo en esos 10
reglazos).
-
Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah
Nooo auuuuuu aaaaaaaaaaaah pare pare, se lo ruego aaaaaaaaaaah.
-
Muy
bien, señor Hofner (y me levantó tan fácilmente como
me había inclinado), vamos a ver si ya
se le ha pasado la cabezonería ¿Qué hacía pasada la una y media de la noche
fuera del centro? (repitió sin soltar la maldita regla. Yo estaba
hiperventilando, jamás me habían pegado antes. Nunca un desconocido, bueno ya
me entendéis, el director de la escuela. Nuca con algo tan doloroso como una
regla de madera, todo aquello me sobre pasaba. Y aun así recuperé la voz y
dije)
-
Dando
un paseo (y cerré los ojos a la espera de volver
a recibir aquel tormento).
-
Señor
Hofner, si cree que porque su abuelo está de camino y ha pedido encargarse él
mismo de usted, yo le voy a permitir esa actitud tan descarada, está usted muy
equivocado. Quiero respuestas y estese seguro que las obtendré. De usted
depende cómo, ¿Por las buenas o por las malas? ¿Qué va a ser señor Hofner? (dios,
el director debía ser mafioso siciliano en otra vida porque juro que tiene una
forma de amedrentar a la gente que da miedo. A día de hoy sigo teniendo pánico
a quedarme a solas en una sala con él, incluso en las fiestas familiares).
-
¿Viene
el abuelo? (fue lo único que oí después desconecté
por completo)
-
Sí,
señor Hofner, su abuelo, ha decidido agarrar el coche a estas horas y
presentarse aquí mismo por lo visto no confía en los métodos de disciplina de
su propia escuela (dijo claramente molesto, pero no
conmigo, sino con el abuelo). Y si me
permite un consejo señor Hofner, conozco bien a mi hermano, cuando llegue va a
querer muchas respuestas y si a mí no me vale “de paseo” le aseguró que a Daland
mucho menos.
-
Pero
si mañana ya regreso (dije sin entender
porque el abuelo tenía que presentarse aquí de madrugada).
-
Pues
debió esperar a mañana a dar ese paseo. Señor Hofner, se lo voy a volver a
preguntar y por su propio bien espero otra respuesta a mi pregunta que no se
“dando un paseo” ¿Qué hacía pasada la una y media de la noche fuera del centro?
(realmente parecía un disco rayado. Yo no quería probar ni un reglazo más pero
tampoco iba a delatar a mis compañeros, así que opté por cerrar el pico). Señor Hofner, le he hecho una pregunta (dijo
el director al cabo de unos minutos) y
espero una respuesta (pero no dije nada). Está claro que no quiere usted
colaborar, entonces no me deja más remedio que tomar medidas más serias
(¿más serias que esa maldita regla? Yo lo miré con cara de pánico como abría
uno de los cajones de su escritorio y sacaba lo que era una vieja zapatilla de
gimnasia). Señor Hofner le presento a la
Turnschuh (no os flipéis no es que tenga nombre es que en alemán a la
zapatilla de gimnasia se les llama así), Raramente
los alumnos de su edad tienen el placer de conocer a la Turnschuh, pero en
casos excepcionales, y éste está siendo uno, se aplica la Turnschuh sin
importar el grado que esté cursando el alumno. Así que a menos que quiera
conocer las maravillas de la Turnschuh yo respondería a mi pregunta (y
respiró hondo y volvió a decir una vez más) ¿Qué hacía pasada la una y media de la noche fuera del centro? (estaba
deseando decirle la verdad, delatara a todos mis compañeros, convertirme en un
paria, cualquier cosa para evitar más dolor a mis pobres posaderas. Pero debo
ser masoquista porque cuando abrí al boca solo salió lo de siempre).
-
Salí
a pasear, señor (dije sabiendo que esa era mi
sentencia de muerte. No es que fuera valiente es que creo que era un
inconsciente).
-
Cómo
lo desee, señor Hofner (y volvió a reclinarme
sobre el escritorio, agarró la zapatilla y lentamente, creo que los disfrutaba,
el muy sádico me dio 12 zapatillazos) PLAFF PLAFF PLAFF PLAFF PLAFF PLAFF PLAFF
PLAFF PLAFF PLAFF PLAFF PLAFF (Después dejó la zapatilla agarró una libreta y
anotó algo. Vale, sé lo que anotó, después he visto decenas de veces esa
libretita. Anotó el día y la hora, número de zapatillazos, ofensa, mi nombre y mi curso).
-
Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah
nooooooooooooooooo nooooooo bwuaaaaa (si lloré como
un bebé, lo confieso, pero si hubiera sido vuestro trasero también hubierais
llorado como un bebé).
-
Señor
Hofner, ha salido pasada la hora permitida del centro. Ha salido sin
autorización. Ha salido de noche. Y ha regresado pasado el toque de queda. Esas
cuatro normas que ha incumplido son muy serias. Cada una de ellas por separado
le supondrían apertura de expediente. Y si ya tuviera expediente sancionador
abierto, le supondrían la expulsión de este centro. Esta es la primera vez que
comete una falta en este centro y por eso seré indulgente con usted (¡Indulgente
mi polla! Me acababa de dejar el trasero ardiendo como las brasas del mismo
Averno) Se le prohíbe participar en las
actividades lúdicas y deportivas el resto del curso. Todos los permisos y
excursiones quedan cancelados por el resto de curso. Formará parte del alumnado
de servicio en todos los actos de aquí hasta final de curso. Y todos los
domingos a las siete de la mañana se presentará ante el profesor en guardia
para que le dé las tareas de esa mañana. ¿Entendió señor Hofner?
-
Sí,
señor.
-
Una
cosa más, cuando regrese pasadas las vacaciones de invierno, ya no estará en el
dormitorio que se le había asignado. A partir de ahora hasta final de curso,
ocupará uno de los dormitorios individuales de esta ala
(y aquello sí que fue como la muerte en vida. Acababa de cargarse mi vida
social de un plumazo con una sola frase. Sin waterpolo, sin actividades
culturales, con clases los domingos, y sin compañeros de dormitorio, mi vida
solo serían las aulas y las tareas de servicio) esto último será revocable en el mismo instante en que decida responder
sinceramente a la pregunta que llevo haciéndole todo el rato (dijo el muy
cabrón, sabía que me moría por decirle la verdad, que yo no quería que me
lapidaran vivo, pero no a día de hoy aun no entiendo porque no lo hice. Supongo
que soy un idiota con valores).
-
Sí,
señor (dije peor quería volver a echarme a
llorar)
-
Ahora
vaya a esa esquina y espere de rodillas y de brazos a extendidos hasta que su
abuelo venga a recogerlo (dijo y volvió a su
silla y empezó a escribir notas en una libretita. Esta vez ni idea de esas
notas, lo juro, no creo que no fuera conmigo. Supongo que cosas de la escuela.
Estuve allí de rodillas más de 30 minutos, empezaban a darme rampas en los
brazos cuando el abuelo entró como un búfalo en el despacho del director. Yo
estaba seguro que en cuanto le contara lo que me había hecho el director el
abuelo lo iba a golpear, se le veía con ganas de eso).
-
Kellen
(dijo entre dientes el abuelo)
-
Daland
(dijo suspirando el director) Te dije
que no vinieras ahora, son casi las tres, podía haberte quedado un par de horas
más en la cama y…
-
Oh
cállate Kellen (el abuelo no estaba para pamplinas
yo sonreía porque creía que el abuelo le iba a partir la cara al director por
haberme pegado) ¿Qué ha pasado?
-
Pues
solo sé lo que te he dicho por teléfono, por lo visto estamos ante todo un
rebelde (dijo con sarcasmo).
-
¡Que
rebelde ni que niño muerto! Tiene 11 años. ¿Qué demonios hacía fuera de noche?
Se supone que se pasa lista antes de que se apaguen las luces. ¡Al menos se
pasaba cuando yo trabajaba aquí! ¿y el guardia? Para qué demonios pagamos esa
fortuna en equipos de seguridad, si después un mocoso es capaz de salir como
pedro por su casa de esta escuela de “élite” (lo
de élite sonó a insulto, lo juro).
-
¡Daland!
Sosiégate, por favor, no creo que eso sea bueno para tu corazón.
-
Vete
al infierno tú y mi corazón. Esto es inadmisible. Cuando empiecen las clases
quiero ver cabezas rodar, tal y como salió este renacuajo, podría haber entrado
algún…maldita sea aquí estudian los hijos de varios político y empresarios muy
importantes del país. ¡Están dispuesto a
apagar auténticas fortunas no solo por la educación que le ofrece la
escuela sino por la seguridad!
-
Daland,
es la última noche del trimestre, siempre hemos dado permiso a los empleados
para que…
-
Pues
se acabó, no hay permisos que valga. Quiero un nuevo equipo de seguridad y lo
quiero para cuando empiecen las clases
(dijo el abuelo dando un manotazo en la mesa del director) ¡Hans! (rugió mirando al fin para la esquinita donde me encontraba)
de píe, no vamos a casa! (al fin mi
salvador me rescataba, solo esperaba que después de hablar con él también le
exigiera a su hermano que me devolviera a mi dormitorio).
-
Cuando
lleguemos a casa quiero que te vayas directo a la cama, no quiero molestar al
servicio, mañana por la mañana lo hablaremos (dijo
nada más subir al coche se le veía aún acelerado por la discusión con el
director).
Lo
cierto es que estaba muerto, muerto de sueño y muerto por todo lo que había
pasado aquella noche. Aquella había sido mi primera zurra en toda mi vida.
Jamás antes me habían castigado de esa manera y estaba seguro que no quería que
volviesen a castigarme así nunca más.
Tenía
dos cosas claras, no volvería a hacerme el héroe nunca más y no iba a meterme
en líos en la escuela nunca pero nunca-nunca. Me debí quedar dormido en coche,
porque ni recuerdo llegar a casa y subir a la habitación. A la mañana siguiente
me desperté sobre las once, y fue el ruido de un aspirador lo que me trajo de
nuevo al mundo de los vivos.
Me
desperté medio desorientado, no sabía bien-bien donde estaba ni que hacía allí,
pero al darme la vuelta para levantarme, recordé de golpe la noche anterior.
Tuve que ahogar un grito al notar el duro colchón contra mi trasero. Salí de la
cama y después de ir al baño, me coloqué frente al espejo y bajé con cuidado el
pantalón del pijama. Abrí mucho los ojos al ver los pequeños hematomas que se
habían formado en mi trasero, no eran de la regla, la marca de la regla también
se veían eran rosadas y laterales. Los hematomas eran de la zapatilla y no eran
uniformes, eran pequeñitos y dispersos, excepto uno que era bastante grande en
mi muslo izquierdo. Me pasé los dedos y sentí que la sola caricia de mis dedos
ya me devolvía el dolor. Me iba a pasar las navidades con pantalones de deporte
y durmiendo sobre mi estómago.
Lo
cierto es que sentía rabia, impotencia y una gran vergüenza. No quería bajar, y
mirar a la cara a mi abuelo. Él sabía que me habían pegado en el culo. Lo
sabía, quizás se lo hubiera contado a la abuela o alguno de mis tíos. Seguro
que sí. Todos lo sabrían ya. A pesar que la zurra no había sido para nada
suavecita, me sentía como si fuera un niño de 3 años que le habían dado tres o
cuatro nalgadas por hacer una pataleta en un restaurante. Y estaba seguro que
así me verían todos. No iba a bajar a celebrar ni una cena con ellos, me haría
subir un bocadillo y leche hasta que fuera la hora de regresar a la escuela. Y
aquello me hizo recordar que era Navidad. Y que Ofelia, no estaba, no estaba y
no lo iba a estar más. Y lloré y me sentí miserable, allí estaba yo mirando mi
culo en el espejo y pensando estupideces, en vez de pensar en ella. Si fuera al
revés, si hubiera sido yo el que hubiera muerto, estoy seguro que tía Ofelia
estaría llorando en vez de lamentarse por estupideces del trabajo.
Era
Navidad, yo era un imbécil y no estaba tía Ofelia. No habría pastelitos de
malvavisco y chocolate. No nos pondríamos a cantar en idiomas inventados los
villancicos al rededor del árbol. No jugaríamos con el nacimiento. No
decoraríamos la casa como si el espíritu de la navidad hubiera vomitado en nuestro
salón. No veríamos “que bello es vivir” cada vez que la echaran en la tele, sin
importa, cabal, idioma u hora. No escribiríamos cartas a Santa Claus de broma y
las pondríamos en el taquillón de la entrada, junto a las postales de los
amigos. No iríamos a la ciudad a patinar y a comer salchichas picantes. No nos
pasaríamos los días dándonos pistas sobre los regalos y no nos levantaríamos
temprano para ser el primero en abrir los regalos.
Nada
de eso volvería a pasar y yo estaba preocupado por mi estúpido trasero. Me
sentía horrible, que ría a mi tía Ofelia, quería que entrara que me abrazara y
que me dijera que todo iba a ir mejor. Desde que había empezado en la escuela
que no había vuelto a pensar en ella, era un maldito patán, un desagradecido,
un mal hijo. La peor de las escorias. No había tardado ni un año en olvidarla.
Me sentí tan deprimido que ni me metí en la cama , me hice un ovillito allí
mismo en el suelo y lloré hasta que me dolió tanto todo el cuerpo que creo que
me desmaye o quedé extenuado, porque me quedé dormido una 3 o 4 horas más. No
fue hasta que a las dos llegaron mis tíos y mis primos y todo se llenó de voces
y risas que no desperté. No quería oír como ellos eran felices, no lo
soportaba, así que encendí la radio y la sintonicé en una emisora polaca, ni
idea de lo que decían, pero no quería entenderlo solo quería pagar la felicidad
que provenía de la planta de abajo.
Al
poco rato, entró el abuelo con una bandeja con comida, ni lo oí entrar, seguía
en el suelo hecho un ovillo sintiéndome miserable. El abuelo se asustó, pensó
que me había dado un ataque de epilepsia o algo. Y dejó caer la bandeja en el
suelo y corrió hacía mí, fue el ruido de todo romperse que me hizo reaccionar,
y después sus fuertes manos agarrándome y zarandeándome que me hizo abrir los
ojos. Que me escocían de tanto llorar.
-
Hans,
pequeño, háblame, háblame,
-
Abueloooo
(y creo que volví a llorar de nuevo. Peor esta vez
había alguien que me abrazaba)
-
Shhhhh
pequeño, shhhhh no llores Hans, no llores, el abuelo está aquí shhhhh.
-
Noooo
soy malo soy un monstruo nooo, no te acerques, no soy bueno
(dije intentando apartarlo de mí, como si eso fuera posible)
-
No,
Hans ¿Qué dices? No eres malo, hijo. Cometiste un error, tomaste malas
decisiones peor no eres malo (el abuelo pensaba que
hablaba de la escuela. En ese momento sentí una gran rabia porque nadie sentía
la muerte de tía Ofelia, nadie, y a punto estuve de no sentirlo yo)
-
Nooooo
vete, vete, no te quiero aquí nooo (me dio una
especie de super ataque hablaba sin sentido y movía los brazos y las puertas
como si fuera una especie canguro boxeador).
-
¡Sigmund!
¡Sigmund! (gritó el abuelo, Sigmund que estaba en
la puerta junto al resto de mi familia viendo mi lamentable espectáculo acudió
a él) llama a Camille (está ardiendo y le dejó que me tocara la frente) creo que delira (quizás estuviera
delirando. Al cabo de un rato apareció mi tía Camille, yo no dejaba que me
tocara, pero entre el abuelo y tío Sigmund me inmovilizaron, finalmente y a
traición, me inyectó un calmante. Dormí el resto de día. Cuando desperté ya era
oscuro fuera, y el abuelo estaba sentado en la cama mirándome mientras me
agarraba la mano)
-
¿Ya
despertaste, campeón?
-
Si
(dije casi sin voz, estaba afónico, tanto griterío me
había afectado a la garganta).
-
Toma
un poco de sopa, es buena, es mi favorita.
-
No
(dije aún medio dormido y apartando la cara).
-
Tienes
que comer, no has comido nada en todo el día ¿Prefieres algo dulce? Hay dulces.
-
No
(me picaba el cuello al hablar y no quería comer, es más tenía ganas de
vomitar)
-
Venga
Hans, solo un poquito (y fue acercarme la
cuchara y vaciar todo el contenido del estómago, menos mal que no había comido
nada en todo el día, sino lo hubiera puesto todo echo una mierda. Aún así hubo
que cambiar las sábanas y me tuve que duchar y cambiar el pijama). Hans voy a llamar a tu tía Camille, creo
que debemos llevarte al hospital (volviendo a tocarme la frente).
-
Estoy
bien, solo quiero dormir (dije como pude y me
volvía a costar, al meterme me seguía doliendo el trasero, ay no tanto, pero
creía que me merecía ese dolor y mucho más y no me si al vuelta. Esa era mi
penitencia por no recordar a tía Ofelia cada día. Sin importar lo que acababa
de decir el abuelo mandó a llamar a tía Camille, que me revisó. Está vez he de
decir que la dejé hacer y nadie tuvo que sujetarme).
-
Está
mejor, nada que una larga noche de sueño y un desayuno de campeones, no
solucione (le sonrió al abuelo para
tranquilizarlo) Daland, está bien,
déjalo descansar.
-
No
ha comido nada, en todo el día, y hace un momento vomito lo que le quedaba en
el estómago.
-
Daland,
no pasa nada, ha sido un ataque de ansiedad, solo necesita reposo y
tranquilidad. Mañana, después del desayuno ya estará bien y te dirá de echar
unas canastas, ya verás. Anda, dejémoslo descansar.
-
Prefiero
quedarme esta noche aquí.
-
Daland,
ya no eres un jovencito para pasarte al noche en vela. Mira, yo ya me iré
levantando para controlarle la temperatura y la presión.
-
Soy
su abuelo, me quedo aquí, le diré a una de las criadas que me ponga una
colchoneta.
-
Daland,
sé razonable, el niño está bien, no le pasa nada.
-
Me
da igual, me quedo, es mi casa y haré lo que se me antoje (dijo
elevando la voz, la tía Camille negó con la cabeza y se fue refunfuñando de
allí. Efectivamente el abuelo durmió toda la noche en mi habitación. Lo sé,
porque yo no dormí a penas, me había pasado el día durmiendo, y aunque estaba
molido, no tenía mucho sueño)
-
Buenos
días, pequeño, ¿cómo te encuentras hoy?
-
Bien
(aún estaba afónico, lo estuve casi una semana).
-
¿Crees
que puedes levantarte para desayunar o mando que nos suban el desayuno a la
habitación?
-
Arriba
(no es que estuviera débil es que no quería ver a nadie. Pero el abuelo lo
interpretó como lo primero y puso una cara de preocupación).Estoy bien, solo que no quiero bajar
(me sentí con la obligación de decirle)
-
¿Por
qué no quieres bajar? Están todos abajo, les alegrará verte, estaban todos
preocupados por ti. Ayer nos asustaste.
-
Lo
siento (dije casi susurrando) no era mi intención.
-
Venga,
si quieres puedes bajar en pijama, ya me encargo yo de tu abuela (y
me guiñó el ojo). Además hemos preparado
un montón de cosas para que tus primeras Navidades en casa sean memorables (ya
lo estaban siendo para mí pero no en ese sentido)
-
No,
no quiero. No me apetece.
-
¿Esto
es por lo de la escuela?
-
No,
abuelo, eso fue una estupidez, no es por eso.
-
Es
cierto, fue una gran estupidez, te podía haber pasado, sepa dios qué. Eres muy
pequeño para estar en la calle solo a esas horas ¿entiendes?
-
No
estaba solo (por alguna rara razón, me hice la
imagen de que todos los abuelos eran confidentes de sus nietos)
-
¿No?
(y alzó una ceja)
-
No,
estábamos más chicos, salimos a celebrar el fin de trimestre. Normalmente
aprovechamos el cambio de guardia para entrar, pero no hubo esa noche.
-
No,
porque es la última noche antes de Navidad, se les da permiso (dijo
el abuelo, peor no me di cuenta que su cara y su voz se estaban transformando
de preocupación a decepción).
-
Aaaaaaaaah
por eso, nos quedamos fuera y no podíamos entrar, ellos discutían sobre quién
sería el cabeza de turco que picaría al interfono y haría que abrieran las
puertas y así poder entrar a escondidas todos por la puerta de servicio. Ellos
no nos querían dejar hacerlo, porque éramos los pequeños. Pero yo…yo…
-
Pensaste
que por ser un Hofner nada malo te iba a pasar ¿no?
-
No
pueden expulsarme ¿no?
-
Pueden,
claro que pueden eres un Hofner, no el presidente de la república.
-
Aaaaaaaaaah
(eso era algo que debieron contarme antes, bueno, que conste que no ha habido
nunca un Hofner expulsado, así que sigo pensando que no me expulsarían por muy
gorda que la montara. Eso sí, puede que no m expulsaran pero que iba a perder
la capacidad de sentarme de por vida, también lo tengo muy seguro) Pero no me expulsaron. Y por una vez ser un
Hofner ha sido motivo de bajar la cabeza
-
Esta
vez no, Hans (dijo mirándome muy serio) pero a la próxima… ¿Cuándo has tenido que
abajar la cabeza por ser un Hofner?
-
Olvídalo,
abuelo.
-
No,
no lo olvido. Estoy muy orgulloso de ser un Hofner, no entiendo como alguien no
puede sentir orgullo por pertenecer a la familia Hofner.
-
He
dicho que lo dejes abuelo.
-
No,
quiero saber ¿quién te hace sentir mal por ser un Hofner?
-
No,
es eso abuelo, olvídalo, no lo entenderías.
-
Pues
explícamelo, estoy jubilado y tengo mucho tiempo.
-
En
la escuela, los demás alumnos te dan de banda por ser un Hofner, porque es como
si fueras un espía del enemigo
-
¿el
enemigo?
-
Si,
los profes, venga abuelo, sé que fuiste un profe muchos años, pero antes fuiste
alumno.
-
Tengo
muy buenos recuerdos de mis profesores.
-
Déjalo,
te dije que no lo entenderías.
-
Entonces…¿los
otros chicos no se acercan a ti porque creen que les delatarás al director o
alguno de tus tíos? ¿Por eso te presentaste voluntario para ser el cabeza de
turco? ¿para demostrarles que eras uno de ellos? (mi
abuelo pensó eso porque mi padre cuando tenía un par de años menos que yo e iba
a la escuela donde el director era su abuelo, hizo algo parecido para que sus
compañeros lo aceptasen como uno más de la pandilla).
-
No,
no sé porque lo hice. A mí los chicos me tratan bien, como no soy un Hofener de
verdad.
-
¿Cómo
que no eres un Hofner de verdad? ¡Eres un Hofner 100x100! (y
el abuelo elevó un poco la voz y se dio una palmada en la rodilla para darle
más dramatismo).
-
Sí,
lo soy, pero…bueno…déjalo, digamos que a mí nadie me trata como un Hofner.
-
¿En
qué quedamos Hans? ¿te tratan diferente o no?
-
Hasta
ayer a la noche no (tuve que reconocer) supongo que quería saber si el director me
consideraba un Hofner o no.
-
Claro
que te considera un Hofner, eres un Hofner, no entiendo la manía que te ha dado
ahora con…¿Alguno de tus primos te ha dicho algo? (dijo
transformándose la cara)
-
No
abuelo, no me han dicho nada, nadie me dice nada. Estate tranquilo (no
me decían anda, porque no me hablaban a penas,
excepción de Howie, el resto de mis primos en casa apenas me trataban y
en la escuela todos se esforzaban en hacer como si no me hubieran visto). Olvídalo, abuelo, estoy cansado (y me
volvía a recostar con la vana esperanza que se fuera).
-
Oh,
no, nada de estoy cansado, llevas des de que llegaste durmiendo. Y está claro
que no es nada, enfermaste incluso por eso.
-
No
enfermé por eso, no enfermaría por eso. Me da igual esa estúpida escuela y ser
o no ser uno de ellos. Me da igual, solo es algo temporal. Cuando cumpla 16 me
iré y punto.
-
¿16?
La mayoría de edad es a los 18, Hans. La escuela dura hasta los 19.
-
Ya
pero yo no voy a ir a la universidad, y a los 16 si tienes trabajo, puedes
arrendar un apartamento.
-
Con
el permiso de los padres (me aclaró el abuelo)
-
Los
míos están muertos (eso fue cruel, lo reconozco, no
tuve mucho tacto al recordarle la muerte de mi padre)
-
¿Y
mi permiso? ¿Qué?
-
Pero
eres viejo
-
Oh,
vaya, gracias Hans, ¿Ya quieres enterrarme?
-
No,
no quería decir eso, abuelo. Solo que…(en
menudos berenjenales me meto cuando quiero) bueno…que ya eres mayor…no estás para criar niños.
-
Dejemos
por ahora eso de que no estoy para criar niños, aunque te aseguro que tengo
cuerda para rato Hans, no debes de preocuparte por eso. Entonces si no era por
la escuela ¿Por qué te dio ese ataque?
-
No
quiero hablar de ello.
-
Esa
respuesta no me vale, Hans. Quiero saber qué es eso que le preocupa tanto a mi
nieto que hasta lo pone enfermo.
-
He
dicho que no quiero hablarlo (y lo reconozco me
puse en plan niño de tres años, no quiero, no quiero, no quiero).
-
Hans,
a mí me lo puedes contar todo ¿lo sabes?
-
Lo sé.
No es que no pueda, es que no quiero, abuelo (y me enfurruñé aún más, el
abuelo ya me estaba cargando mucho)
-
A
ver, me expresé mal, disculpa. Hans, a mí me lo tienes que explicar todo, soy
tu abuelo, si no me lo cuentas no podré ayudarte.
-
No
quiero tu ayuda.
-
Hans
(y esa vez fue la primera vez que mi abuelo me llamó Hans de esa manera, la
primera vez que el abuelo se cabreaba conmigo).
-
Déjame,
estoy enfermo, quiero descansar.
-
Tú
no estás enfermo, solo quieres que te deje en paz.
-
Si
lo sabes, ¿por qué no te vas y me dejas tranquilo de una puta vez? (es
muy sencillo pasar de la angustia a la rabia. Pero es aún más sencillo pasar de
estar tumbado en la cama a estar tumbado sobre las rodillas de tu abuelo).
-
PLASS PLASS PLASS PLASS
PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS (y esas diez palmadas no fueron de aviso,
fueron incluso más duras que las que me había dado el director) HANS DIETER HOFNER ESA NO ES MANERA DE
HABLAR A TUS MAYORES Y MUCHO MENOS A TU ABUELO PLASS PLASS PLASS PLASS
PLASS si estás enfadado, los demás no
tenemos la culpa, no puedes pagar tus frustraciones con la gente, no con los
que te queremos PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS.
-
Aaaaaaaaaaaaaaaaay
(realmente es extraño chillar cuando se está ronco, la voz viene y va y pica
tanto el cuello que se te hace hasta un nudo en la garganta).
-
PLASS PLASS PLASS PLASS
PLASS Si vuelvo a oírte dirigirte a
alguien con esos malos modos, vas a recibir algo más que unas palmaditas
PLASS PLASS PLASS PLASS PLASS ¿Comprendiste
Hans?
-
Síiiiii
auuuuu lo siento, no quise hablarte así.
-
De
acuerdo, pero que no se vuelva a repetir
(y en el tono que lo dijo estaba claro que más me valía que no se repitiera). Ahora, me vas a decir que es eso que te
angustiaba tanto ( y después de esos manotazos a ver quién es el chulo que
se mantiene en sus trece. Ya había aprendido que la táctica de no bajarse del
burro le costaba muy cara a mis posaderas, así que decidí contárselo, aunque
pensaba que jamás lo entendería, y pensaría que solo era una chiquillada).
-
Olvidé
a ti a Ofelia (y fue decir eso y volver a llorar como
una niña. Ahora ya no lloro cada vez que hablo de ella, pero sí que a veces aún
me pongo triste).
-
¿Qué?
(el abuelo no acababa de entender, y yo había sido muy escueto en mi
explicación).
-
Es
Navidad, y ella no estará. Nunca he pasado unas navidades sin tía Ofelia...
snif snif Y yo no pensé en ella, no pensé en ella en la escuela snif ella me quería tanto y me lo dio todo y
yo la he olvidado y… me preocupaba por tonterías como la escuela y el estúpido
del director y la opinión de los chicos …y todas esas estupideces en vez de
pensar en ella snif snif debería ser yo el que hubiera muerto
-
Plaff (y el abuelo me
sacó de aquel llanto de un bofetón) Nunca,
nunca más vuelvas a decir eso. NUNCA (y me zarandeó fuerte, yo tragué
saliva, el abuelo tenía ojos de loco)
JÚRALO; NUNCA
-
Nunca
(dije acojonado de miedo, dios parecía un asesino escapado del manicomio, pero
mi nunca sirvió para calmarlo, eso creo).
-
Hans,
sé que quieres mucho a tu tía, y digo quieres, porque a pesar que hace ya más
de 10 años, yo aún quiero a tu padre. Quieres a tu tía, y estas Navidades no
serán tan felices como lo habrían sido de estar ella. Lo entiendo. Pero pueden
ser igualmente unas felices Navidades. Y está bien, no pensar obsesivamente en
la gente que nos ha dejado. Solos e debería pensar en ella en momentos felices.
Así ellos también, en cierto modo participan de nuestra felicidad ¿entiendes?
No debemos sentirnos culpables por que la vida continúe.
-
Pero
ella pensaría en mi cada día.
-
Es
distinto, ella era tu madre, sé que no era biológicamente tu madre, pero para
el corazón eso importa bien poco. Y el amor que sentimos los padres hacía los
hijos es muy muy muy profundo. Por eso cuando vosotros sufrís nosotros sufrimos
aún más. Posiblemente Ofelia lloraría tu muerte durante mucho tiempo, yo a
veces aún lloro por la muerte de tu padre. Pero también sé, porque soy padre,
que Ofelia no querría que tú enfermaras por ella. No querría que te perdieras
todas esas cosas buenas que te esperan en la vida por guardarle el luto. Hans
hay un motivo porque por naturaleza los hijos sobreviven a los padres, y ese es
porque vosotros podéis. Y otra cosa, no la has olvidado, qué estemos hablando
ahora de ella, lo demuestra.
-
Pero
yo la echo de menos, la quiero aquí (y me abracé al
abuelo como si me fuera la vida en ello. El abuelo también me abrazó).
-
Lo
sé, pequeño (y aquel fue el primer beso que me dio
mi abuelo. Los Hofner no somos nada afectivos, yo tampoco, algo Hofner tengo al
fin y al cabo, pero aquel beso fue especial y no lo olvidaré por años que
viva).
-
Abueloooo
tienes una mano muy dura
-
Jajaja
ya te dije que no debía preocuparte por mí, estoy fuerte como un roble. Ahora
vamos a bajar a desayunar y mañana, mañana te demostraré que fuerte está tu
abuelo, porque jovencito, vamos a tener una charla muy interesante (el
eufemismo del siglo para decir que te voy a dar una somanta palos) sobre meterse en líos en la escuela.
-
Pero
el director ya me castigó (dije con cara de
memo, y al fin entendí a mis primos
cuando decían eso de que “problemas en
la escuela - tormento en casa”)
-
JAJAJA
Conozco a mi hermanito, es un blando (mi trasero y
yo discrepamos totalmente con eso).
Además esto es entre tú y yo, caballerete. Pero eso será mañana. Hoy vamos a
disfrutar un poco de un buen rato con la familia.
Mis
primeras Navidades en casa de los abuelos, no fueron maravillosas, lo cierto es
que me pasé las Navidades llorando, no por la zurra que me dio el abuelo. Por
esa solo me pasé un rato llorando y dos días lamentando que las sillas de casa
fueran tan duras. Me lo pasé llorando porque había un montón de cosas que me
recordaban a las Navidades que pasábamos tía Ofelia y yo. Y en aquel entonces
aún no había logrado pensar en tía Ofelia de la manera que el abuelo había
dicho, para mí aún era solo dolor. Pero a las siguientes Navidades ya no fue
tan duro, e incluso el abuelo puso un calcetín para ella debajo del árbol,
justo al lado del que ponía Walter. Pero esa es otra historia.
Esta muy buena tu historia Little, pero no la vayas a dejar así, continuala Porfavor.
ResponderBorrarKarla.
Little ,este capitulo en un inicio lo he encontrado muy divertido,ya que siempre y por siempre para los jóvenes y niños el saltarse las reglas del colegio será una gran aventura ,mas te confieso que con los siguientes acontecimientos me has conmovido hasta las lagrimas ,bien se lo que se siente el extrañar ha un ser amado y mas bien en fechas especiales y la pena,susto y el remordimiento que se siente cuando llegado el momento tu sigues viviendo y ni siquiera te das cuenta en que caes en la "normalidad".
ResponderBorrarGracias por tan bello relato,...en todo caso no por nada eres tan buena escritora,y admiro fervientemente "TODOS" tus trabajos.
Sin dduda te seguís superando me a encantado este nuevo capítuloy ha valido la espera es muy duro perder a un ser muy especial y en fechas tan marcadas es aún peor el no poder estar físicamente con ellas aunque nadie nos deja si no olvidas los mejores momentos que se pudieron.compartir .
ResponderBorrarEspero y no tardes en actualizar porque me gusta mucho la historia y sobre todo el pequeño Hans
Fanny
QUE RICO LA BOFETADA DEL ABUELO CON ESA PESADA MANO
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