Páginas Amigas

miércoles, 4 de septiembre de 2013

300000



Hoy ha sido un día extraño, más de lo normal. Cuando me levanté esta mañana, mi madre y mi hermana ya estaban chillando. Mi hermana acaba de cumplir 13 años y se cree toda una mujer. La manera que tiene de hablarles a nuestros padres, bueno solo decir que si yo les contestara así mi padre me deslomaba vivo. Pero ella es la princesita. Y a ella se le consiente todo.
Lo único bueno del griterío matutino es que eso significa que tengo el cuarto de baño libre. Después de poder tomar una ducha decente bajé a la cocina a desayunar. Allí estaban mis padres y mi hermano Luis desayunando en un silencio que ponía la piel de gallina. Cuando entré en la cocina todos me echaron una mirada como si fuera YO quien hubiera hecho esa escandalera de buena mañana. Conozco  a mi madre y sé que cuando se enfada con uno de nosotros, acabamos recibiendo todos. Luís me echó una miradita rápida indicándome que no estaba el horno para bollos. Así que me senté y desayuné en silencio.
Efectivamente mamá nos estuvo buscando las cosquillas durante el desayuno, pero tanto Luís como yo ya estamos curtidos y sabemos como responder para evitar que se cabree aún más. Como dice papá, cuando mamá está cabreada, lo mejor es solo decirle lo que ella quiera escuchar. Cuando Leila bajó de nuevo a desayunar, mi madre dio un manotazo en la mesa y se pusieron ambas a discutir de nuevo a grito pelado. Lo cierto es que mi madre llevaba algo de razón eso pantaloncitos eran tan cortos que se le veía el culo. Peo es verdad, lo que decía Leila, están de moda y todas las chicas lo llevan. Al final papá tuvo que intervenir y la mandó a su habitación a cambiarse. Leila no es idiota, sabe que papá no se pondrá chillarle como lo hace mamá, si le discute a papá se irá a la escuela con el trasero calentito. Así que tras la segunda discusión del desayuno, finalmente todo volvió a la tranquilidad.
Luís no tiene clases porque es época de exámenes en la facultad, así que después de desayunar, se subió de nuevo a su habitación, mientras Leila y yo acabábamos de meter las cosas en la mochila hasta que papá acabara de arreglarse para ir al trabajo. Papá siempre ha sido el encargado de llevarnos a la escuela. Le pilla de camino, que dice mamá. Bueno él nos lleva y mamá nos recoge. Ahora ya no, que somos mayores, pero papá sigue llevándonos, porque así se ahorra el dinero del autobús escolar y de paso se asegura que vamos.
Papá hizo sentarse delante a Leila porque quería hablar con ella, por lo que me tocó sentarme detrás como si fuera un maldito mocoso. Sino fuera porque Leila se estaba comiendo una broncaza de agárrate y no te marees, hubiera protestado. Al llegar a la calle de la escuela, ambos salimos corriendo del coche para meternos en la escuela. Al menos allí no habría más gritos.
El resto de la mañana no fue especialmente mal, ni especialmente bien. Las clases aburridísimas, parecía que los profesores les había dado por matarnos de aburrimiento a base de datos y más datos. Así que  a las cuatro cuando tocó el timbre y nos fuimos al gimnasio a los que nos tocaba educación física esa tarde, estaba deseando que acabara ese día, y llegar a casa y encerrarme en mi habitación, a jugar algo al ordenador para salvar algo el día.
Pero el profesor Sánchez había llamado para decir que tenía gastroenteritis (si así es como le llama él a la resaca) y nos dio la clase Víctor. Realmente no tengo suerte. Víctor es un antiguo compañero de clase de mi hermano, y siempre se la tuvo jurada porque le quitó el puesto de titular en el equipo de waterpolo. Víctor, no había ido a la uni y trabajaba en la escuela de chico para todo. Vaya que era la putita de todos los profesores. Víctor por supuesto estuvo molestándome y burlándose de mí durante toda la clase. Y no contento con eso, me hizo quedar a recoger las colchonetas cuando la clase se acabó. Yo que quería largarme pronto.
Víctor debía tenerlo todo planeado, porque me quedé ahí solo recogiendo colchonetas como un capullo. Y después me hizo recoger todas las toallas y llevarlas a la lavandería, y después, después me pidió que pusiera el material de gimnasia en su sitio correcto, era jueves y estaba todo ya puesto de cualquier manera. Yo ya me cabreé y le dije que ese era su trabajo, no el mío. Entonces pasó algo que no esperaba. Víctor me agarró de la oreja y me arrastró hasta la gradas y me colocó sobre sus rodillas, me bajó el pantaloncito de deporte y empezó a darme nalgadas. Primero no reaccioné por el puro shock de verme en esa posición. Pero cuando el dolor empezó a ser ya muy pero que muy real, empecé a luchar y a insultarlo. Aquello lo excito. Lo sé porque uno puede notar la erección de otra persona perfectamente en esa posición tan indigna. Y para mi horror notar su erección hizo que a mi también se me pusiera dura. Allí estaba él zurrándome de lo lindo, y yo gritaba de puro dolor, pero ya no luchaba. Realmente quería saber cómo iba a acabar todo eso.

- Los chicos de ahora no tenéis ningún respeto, pero ya le voy a enseñar yo a ese culito a respetar Plass plass
- Nooo no Víctor, por favor, noooo.
- Tienes el culo perfecto para nalguear, tu culo lo estaba pidiendo a gritos, y tu bocaza solo ha hecho que hacerlo realidad. Deberías agradecerme darte lo que tanto estabas buscando.
- Noooo para para auuuuu
- ¡Agradécemelo! Agradece que le dedique mi tiempo a enseñarle tu culito cual es su lugar.
- Nooooo para, por favor  para.
- ¡Agradécemelo! PLASS (una palmada especialmente dura cayó sobre mi trasero) Venga Francisco, agradécemelo dilo, di “gracias por castigar mi culete desobediente e irrespetuoso”. Plass plass plass (a partir de entonces las palmadas se hicieron insoportables).
- Aaaaaaaaaaah
- Dilo y pararé, si veo que tu culete ya ha aprendido la lección, entonces dejaré de castigarte y te daré el premio que tanto pareces desear (dijo con una voz libidinosa)
- Aaaaaaaaaaaah (yo en ese momento no pensaba con claridad, solo quería que dejara de pegarme de una vez).
- Plass plass plass (continuó pegándome, cuando estaba  apunto de rendirme y de decirle lo que fuese para que parase. Entonces entró el profesor de Filosofía en el gimnasio).
- ¿Víctor? ¿Qué pasa aquí?
- Nada, señor Ruiz (dijo nervioso Víctor).
- ¿Nada? ¿Y entonces que hace el señor Pereira sobre su regazo con el culo al aire?
. Verá…Francisco ha estado toda la clase haciendo el haragán, así que le he hecho quedar para  recoger el gimnasio después de clase. Pero cuando le he pedido que pusiera el material en su sitio me ha faltado al respeto de una forma bastante…no propia de un chico de su edad (dijo Víctor).
- Eso es mentira (repliqué yo)
- Plass ( y cayó una palmada dolorosísima sobre mi trasero. Delante de mi profe de Filosofía).
- Entiendo. Señor Pereira, levántese (dijo mi profe de filosofía, yo ni rechisté me levanté rápidamente y me subí los pantalones para intentar disimular mi erección que aunque ya no estaba al 100x100 aún se vislumbraba). Vamos (me agarró por el cuello). Víctor (ninguno de los profesores le llamaba señor Rochas, el solo era Víctor porque no era profesor y además ya no era alumno) la próxima vez que tenga problemas con algún alumno, recuerde que debe informar al director o al tutor del chico antes de proceder con un castigo corporal.
- Sí, señor (dijo bajando la cabeza, yo sonreí un poco).
- No pasa nada, entiendo, a veces logran sacarle a uno tanto de las casillas que uno olvida que hay unos protocolos. Pero Víctor recuerda que aunque estás sustituyendo al profesor de educación física debes también cumplir con las reglas.
- Sí, señor.
- Ok, Tú (dirigiéndose a mi) y yo vamos al despacho del director. ¿Qué es eso de faltarle al respeto a un miembro del personal de la escuela?
- No, se lo falté, lo juro.
- Jovencito, ya nos conocemos usted y yo, así que deje la actuación para los profesionales, esto es una escuela no un teatro (y me llevó agarrado por la nuca hasta el despacho del director. Allí le contó lo mismo que le había contado Víctor. Le director, para mi horror me hizo a cercar y examinó él mismo mi trasero, entonces dijo que Víctor parecía haber hecho un buen trabajo por lo que él no iba a castigarme, pero que llamaría a mis padres para informarles que me habían castigado. Perfecto cuando llegara a casa me esperaba una bronca de cuidado y lo más seguro es que papá se desquitara con mi trasero).

Mi madre no tardó ni medía hora en llegar y recogerme. Se disculpó con el director y con el profesor de filosofía y me agarró fuerte por el brazo y me llevó hasta el coche. Durante todo el camino de casa estuvo riñéndome. Mi madre que ya estaba cabreada por la discusión con Leila de esta mañana pareció encontrar en mí, el perfecto puching, donde descargar toda la ira acumulada.
Al llegar a casa, mamá siguió un rato riñéndome y después me informó que no hiciera planes para las próximas tres semanas. ¡Perfecto! Estaré castigado para la fiesta de los Boetiners. Y acabó su sentencia con el temido “ve a tu habitación y espera a que tu padre regrese a casa”.
Así que me he pasado el resto de la tarde con dolor de trasero y con la angustia y ansiedad de saber que en cuanto papá llegara a casa y mamá le dijera lo de la escuela mi culo iba a estar más que muerto. Mientras esperaba, Luís entró para preguntarme que había pasado. Yo le conté, bueno omití algunas cosas, algunas cosas muy vergonzosas. Luís me dijo que si quería iba a hablar con Víctor él mismo y le aclaraba unas cositas. Pero sé que si hace eso, entonces si que estaré muerto. Aún me quedan dos años de instituto y quiero sobrevivir al instituto. Así que le supliqué lo dejara, que no se metiera en medio, Luís pareció entender y me dijo que estas dos semanas que estuviese él en casa intentaría echarme un capote con mamá. Yo se lo agradecí y entonces escuchamos el coche de papá llegar. Luís me miró como quien mira a un condenado, y se largó a su cuarto, no quería recibir él también por estar en el lugar equivocado.
Papá llegó a las ocho, eso significaba que habían tenido mucho trabajo y se había tenido que quedar a resolver algún que otro problema. Y eso no iba a ir a mi favor. Entonces escuché a mamá quejándose de Leila y de mí. Por lo visto mi hermanita, decidió cambiarse de ropa cuando llegó a la escuela (se puso los pantaloncitos del demonio), no habría pasado nada si mamá no hubiera pasado a buscarla esta tarde porque quería llevarla a comprar unas botas ahora que estaban en rebajas por ser verano. Y cuando la vio con los pantaloncitos de las narices casi le arranca la cabeza de cuajo. Mamá se quejaba a papá que Leila hace siempre lo que le viene en gana (eso es cierto), que está tomando unos aires que no le gustan nada (siempre los ha tenido, solo que ahora es a ella a quien le molestan) y que estaba harta de ser ella siempre la que tenía que hacer de mala con Leila (también es cierto, papá pocas veces la riñe. Claro es que porque no le da tiempo, mamá siempre es la primera en regañar). Después vino mi turno, mamá dijo que está era la segunda vez este año (estamos casi acabando el curso, eso tiene que contar) en que el director la llamaba para comunicarme que me han tenido que castigar por irrespetuoso o graciosillo. Y que nunca había tenido que ir a buscar a Luís a la escuela porque le llamara un profesor y yo ya llevaba 2 veces en este año. Y ya de paso, le pasó también todas las quejas que tenía sobre mí, y que llevaba tres semanas sin limpiar mi habitación (¡Pero está ordenada! Y a  mi un poco de polvo no me molesta). Así que le puso la cabeza como un bombo, por si no era poco que seguro que estaba enfadado por lo que fuera que hubiera pasado en el trabajo.
Pensé que papá subiría cinturón en mano y empezaría a descargarlo sobre mí, sin ni mediar media palabra, pero me equivoqué. Al cabo de un rato oí lo que eran unas palmadas sobre un culo desnudo y los llantos de mi hermana. Se estaba llevando una buena. Y como siempre estaba haciendo un drama desde mucho antes y en cuanto cayeron las primeras palmadas, Leila ya estaba jurando ser la más buena del mundo, ser la mejor hija y no volver a hacer lo que fuese que hubiera hecho. Siempre había sido igual. Y le funcionaba (solo a ella) porque papá siempre era mucho más blando con ella que lo era con Luís o conmigo. Al cabo de un rato los sollozos cesaron. Odio que esta casa tenga paredes de papel, se escucha todo. Papá empezó a consolarla y hasta que no logró arrancarle una risita no se fue.
Sabía que era cuestión de segundos que mi puerta no se abriera, así que me llevé las manos al trasero, aún dolía horrores. Aquello era injusto. Todo fue culpa de Víctor, él me pegó porque quería pegarme, yo no hice nada. Y ahora iba a recibir una segunda paliza y si rechistaba me iba a ir peor. Mi vida es una mierda, tengo tan mala suerte.
Papá entró, efectivamente al cabo de unos segundos. Respiré algo aliviado al ver que su cinturón seguía donde debía estar, en su cintura.
Papá se sentó en mi cama, al lado mío y empezó a echarme la charla de siempre. Esa de esperamos más de ti, te hemos educado mejor y debes comportarte bien siempre y en todos los sitios, pero especialmente en la escuela y en al iglesia. Cuando acabó con la charla que no fue muy larga, por cierto, me hizo levantar y me desabrochó el pantalón, él mismo. Odio eso, me hace sentir como si tuviera dos años. Después me bajó los pantalones. Y a continuación me bajó los calzoncillos.

- Vaya, parece que te han dado lo tuyo.
- Sí, señor, fue Víctor, ni siquiera es profesor,
- Pero es un empelado de la escuela e igualmente le debes un respeto.
- Lo sé, pero Víctor me odia porque soy el hermano de Luís.
- Pues con más motivo para no provocarlo y darle motivos para que te tenga que castigar  ¿No crees?
- Supongo (dije resignado).
- Hijo, como veo que ya has recibido un buen correctivo, esta vez solo utilizaré mi mano, pero si vuelven a llamar de la escuela con quejas sobre ti. Recibirás 12 correazos cada mañana antes de ir a la escuela durante un mes ¿Entendiste?
- Sí, señor (ese fue el mismo castigo que recibió Luís cuando papá se enteró que se había gastado todo el dinero de la libreta de ahorras que la abuela le había abierto para cuando fuera a la universidad. Solo era 1000 euros, pero la abuela los había ahorrado con todo su cariño para ayudar a Luis cuando empezara la Universidad. Y Luís se los había gastado todos en su último año de instituto. Papá le obligó a trabajar todo el verano para recuperar el dinero y le estuvo zurrando cada mañana hasta que volvieron a haber 1000 euros en la libreta).
- Muy bien hijo, ya sabes cómo va esto. Nada de poner las manos, nada de patadas, ni mordiscos, ni palabrotas. Cuando acabemos te vas a esa esquina hasta que yo te lo diga y después me dices porque te ganaste la zurra. Te viste y bajas y antes de cenar quiero que te disculpes también con tu madre ¿Vale? (papá nunca suena muy enfadado, pero eso no significa que no dé miedo).
- Sí, señor (en esos momentos uno tiene que volverse lo más educado y sumiso posible, porque como aprendí ya de muy pequeño, si plantas caras y contestas te los llevas más duros y muchos más. Entonces papá me colocó sobre sus rodillas y empezó a nalguearme. Víctor pegaba fuerte, pero nada que ver con las nalgadas de papá. Mi padre es profesional de eso de nalguear. No sé donde aprendió, pero lo aprendió muy bien, lograba arrancarte las lágrimas con solo 4 palmadas. Papá no es partidario de perder mucho tiempo con los castigos. Dice que así es un castigo para ellos en vez de para nosotros así, que prefiere zurrarnos a castigarnos. Y las zurras son rápidas pero contundentes. En 10 minutos todo está resuelto. Lo de prometerme 12 correazos cada mañana sería un fastidio para él, por lo que sabía que en caso de tener que cumplir con su amenaza los cuerazos serían duros muy duros, porque papá estaría muy molesto por tener que empezar la mañana así todos los días. Efectivamente no le llevó ni 5 minutos. Cuando acabó mi trasero estaba ya todo amoratado, entre la zurra de Víctor y la de papá, han hecho que mi trasero pueda ser declarado zona catastrófica. Me va a doler durante días, esto ni modo que se haya pasado para mañana por la mañana).
- Al rincón (dijo papá y me ayudó a levantarme, me ayudó a acabar de quitarme los pantalones, cosa que acaba de redondear toda la situación.)

Mientras yo estaba en el rincón aprovechó para cotillear en mis cosas. Una cosa que aprendí de Luís, es que en casa todo, absolutamente todo, es de nuestros padres, ya que ellos lo han comprado o nos han dado el dinero para comprarlo. Así que ni se te pase por la cabeza eso de decir “no toques mis cosas” porque del sopapo que te llevas te están temblando las orejas una semana entera. Papá revisó mis libretas del instituto y después la carpeta, miró los últimos exámenes. Menos mal que no suspendo, porque sino estar desnudo de cintura para abajo no es precisamente la mejor manera de encontrarse cuando tu padre se encuentra con un examen suspendido.

Entonces hizo algo que no esperaba para nada. Encendió mi ordenador.

- ¿Cual es la contraseña. Francis? (me preguntó como quien pregunta la hora)
- ¿Qué?
- ¿Qué cual es la contraseña y el usuario?
- FrancisPC, todo junto y PC en mayúsculas, y la contraseña es… ¿Qué quieres ver?
- Tranquilo no me interesa el porno que tu hermano o tú podáis tener, solo quiero mirar una cosa.
- ¿Qué?
- Francisco, la contraseña (y lo dijo en un tono que uno no quiere oír justo después de haber recibido una segunda zurra).
- Atorníllate (dije esperando que mi padre no pillara el chiste)
- Al menos las clases de inglés que os pago sirven para algo, aunque sea solo para poner contraseñas (dijo no muy contento. Maldita sea, si que lo había pillado. Después oí como papá tecleaba, con cuidado fui girando la cabeza para ver que estaba haciendo, pero cuando casi consigo girar lo suficiente para verlo, papá se giró y me pilló de pleno). Francisco ¿He de ir allí y recordarte como tienes que estar cuando te digo que te quiero cara a la pared?
- No papá (y volví a mirar la pared de inmediato. Mi padre estaba mirando el historial de mis últimas visitas. La mayoría era la wikipwedia, imdb, páginas de serie y juegos y mucho porno, no nos engañemos, tengo 15 años).
- Francisco, cuando te pusimos el ordenador en la habitación nos prometiste que harías un buen uso.
- Y lo hago, pero papá, has dicho que entiendes lo del porno.
- Y lo entiendo. Lo que no entiendo son tantas entradas entre semana pasadas las once de la noche (entonces tragué saliva. Mi padre no buscaba porno sino a que hora me conectaba). Hijo, tienes que descansar para estar fresco y atento en la escuela, sino puedes entenderlo te quitaremos el ordenador de tu cuarto ¿Entiendes?
- Sí, señor.
- Entonces no quiero ver más entradas pasadas las once ¿Entendido?
- Si. Señor.
- Muy bien. Media vuelta (al fin podía girarme. Papá apagó el ordenador y esperó a que me vistiera).
- Francisco ¿Qué hiciste mal hoy?
- Le falté al respeto a un trabajador de la escuela.
- Eso es. ¿Y lo volverás a hacer?
- No señor.
- ¿Porqué?
- Porque todo el mundo se merece ser tratado con respeto, incluso Víctor (mi padre se rió pero enseguida se puso de nuevo serio).
- Eso es. Francis, no debes ponérselo tan fácil a la gente. Si te provocan no debes darle el gusto de ver como caes a su nivel. Tú eres mucho más listo que eso ¿Entiendes?
- Sí, papá.
- Muy bien, recoge un poco la habitación y baja a disculparte con tu madre y luego ayuda a tu hermana a servir la mesa. Esta semana os toca a los dos hacer las tareas de casa.
- Mamá ya nos ha casti…(pero la mirada de mi padre hizo que me diera cuenta que mejor no acababa esa frase). Si, señor (papá me revolvió el pelo como hace cuando quiere mostrarse cariñoso y se fue a duchar).
Nada más salir papá de la habitación abrí el PC para ver que era exactamente lo que había estado mirando. Y papá había estado mirando el historial y había abierto unas cuantas páginas al azar, la última abierta fue…¿He dicho ya que mi suerte apesta? La última página que visité ayer a la noche fue “CHICOS MALOS... PADRES ESTRICTOS”. ¿Qué pensará ahora? ¿Qué me gusta que me nalgueen? ¡No me gusta! Solo es que, leer como nalguean a niños traviesos que no eres tú, pues como que no te hace sentir tan panoli. Y bueno, puede que me excitará que Víctor me pegara, pero eso solo fue porque noté que él también estaba excitado. Jamás me he puesto cuando papá me ha pegado, nadie se podría poner cachondo con una paliza de papá.


Fin

8 comentarios:

  1. Qué gran guiño ;)
    Me gustó mucho, pero que conste q creo que el pobre no se lo merecía!! xDD

    Y que mucho consolar a la "princesita" mucho hacerla reír, pero a éste pobre que le den....xD

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    1. LittleHoshi: jajaja Piensa que Leila es la peque de la casa y que solo tiene 13 años y los padres siempre tienen debilidad por los pequeñines.
      Pero toda la razón esa segunda zurra fue injusta, aunque el padre dijera que no debía caer en la provocaciones que siempre acaban metiéndote en problemas, yo también le habría perdonado esa zurra.

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  2. ja ja ja estuvo bueno pero tambiencreo que el pobre no merecia doble zurra, y como ya sabes me encanta que este en primera persona

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  3. ¡¡BRAAAAAVOOOOOO!!!!!!!
    MUY PERO MUY BUENO!!!!
    ...pero me quedo la curiosidad de lo que fue el siguiente encuentro con Victor.
    Nieve.

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  4. ¡¡BRAAAAAVOOOOOO!!!!!!!
    MUY PERO MUY BUENO!!!!
    ...pero me quedo la curiosidad de lo que fue el siguiente encuentro con Victor.
    Nieve.

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    1. LittleHoshi: Seguro que hubo un segundo encuentro (víctor se aseguraría de eso) pero lo que pasó en ese segundo encuentro lo dejo a la imaginación de los lectores jajaja Así cada cual a su gusto puede acabar esta historia.

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  5. LittleHoshi: Gracias a tí por todo el tiempo que dedicas a mantener viva la web.

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  6. Hola Little

    BUeno anoche me lei los cap publicados por todas y realmente me han encantado, y este relato nuevo en conmemoracion a las 300000 visital que me perdi pues cuano abri el blog eran mas de 300300 pues naad no?

    Te ha quedado hermoso y me alegro la nota picaresca de mi padre miro eçla ultimva visita ed CHICOS MALOS PADRES ESTRICTO.... quedo genial realmetne un regalo apra nuestra adorada amiguita LAdy

    Un abrazo guapetona, como siemrpe te quedo fabulos

    Marambra

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