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domingo, 24 de noviembre de 2013

Capítulo 14: ¿Blancanieves? y los once enanitos.



Capítulo 14: ¿Blancanieves? y los once enanitos.

Perdí la capacidad de hablar. Me quedé allí, de pie, mirando al chico que estaba medio tumbado sobre una cama de hospital idéntica a la de mi habitación. Nada en él era extraño. Quiero decir que su rostro era el de un tipo normal, y como llevaba la típica bata de ingresado que llevaba también yo, no había nada que destacara ni siquiera en su forma de vestir. Nada que me diera una pista sobre quién era él, en el sentido más filosófico de la pregunta. No pude saber con aquél vistazo si era borde o simpático, serio o gracioso, creyente o ateo, fan del fútbol o del beisbol, humilde o prepotente, sincero o mentiroso, tímido o suelto… bueno o malo. Le tenía frente a mí, y Michael Donahow seguía siendo un enigma tan grande que no sabía por dónde empezar a desentrañarlo.

 Por su parte, él me miraba con silenciosa curiosidad, con aquellos ojos que parecieron entonces más azules que en la foto. No se movía. Como yo, apenas respiraba. No hacía nada, en fin, que justificara mi forma de mirarle, fijamente, como si fuera a ponerse verde en cualquier momento o algo de eso. Simplemente no podía apartar los ojos. Ni moverme. Poco a poco, digería la idea de que ese de ahí era mi hermano. Al tenerle delante, su existencia se volvía un hecho probado e irrefutable.  Creo que estaba a punto de entrar en shock.

-         Sé que soy guapo, pero no hace falta que me mires así – dijo él, finalmente.

Por reflejo, dejé de mirarle, pero con el rabillo del ojo comprobé que él a mí no….Seguía observándome, y  de una forma que hacía que me sintiera casi desnudo, como si lo que estuviera desnudando fuese mi alma.

-         Ho-hola.

-         Por Dios, no me digas que eres tartaja.

¿Cómo podía hacer bromas en un momento así? ¿Es que él no tenía la misma sensación de que estábamos en un momento trascendental, único e irrepetible en nuestras vidas? Aunque a lo mejor no era una broma. No nos conocíamos. A lo mejor pensaba que de verdad tenía alguna clase de defecto en el habla. Nervioso, deseando… no,  NECESITANDO causar buena impresión, hablé muy deprisa, como justificándome:

-         No, qué va. No soy tartamudo. Es sólo que… es que no sé qué decir. Hola – terminé repitiendo.

-         Sí, bueno, creo que “hola” está bien. Hola.– me respondió, y luego sonrió. Su sonrisa era agradable, y relajante, nada que ver con los dientes de tiburón con los que yo había soñado. Suspiré, sin poder evitar sentirme aliviado.

De pronto dejé de estar nervioso. Me embargó una paz indescriptible, que sólo puedo comparar a eso que sientes cuando llevas mucho tiempo haciéndote una pregunta y al final encuentras la respuesta.

-         No iras a echarte a llorar ¿eh? – dijo, como burlándose, pero luego me miró con amabilidad – Porque si no lloro yo también, y estamos “apañaos”.

Sonreí, pero me sentí un poco culpable porque yo no tenía ganas de llorar en absoluto. ¿Quería eso decir que era un insensible? Supongo que no todo el mundo reacciona igual. Cierto que ese era el momento en el que se llora en todas las películas, pero yo más bien me quería poner a correr, como si tuviera un subidón de adrenalina que necesitaba ser descargado.

-         Michael… - dije al final. Tenía que decirlo. Tenía que ver cómo sonaba ese nombre, ver si se correspondía con su persona, ver si al decirlo sentía que éramos familia…

-         Mike – me corrigió. – Michael suena demasiado formal, y M es como me llaman en… la trena. Así que tú llámame Mike. ¿A ti te dicen Ted?

-         Desde pequeño. Theodore me duele a los oídos. El único que me llama así es mi padre cuando me… cuando le da por ahí.

“Cuando me regaña” estuve a punto de decir, pero cambié la frase a tiempo. Permanecimos unos cuantos segundos en silencio. Yo me animé a acercarme un poco. Era curioso: eran tantas las cosas que quería hablar con él, tantas las cosas que quería decirle, que no sabía por dónde empezar.

-         He conocido a tu padre – comentó. – Un tipo curioso. No se parece en nada al mío.

-         ¿No? – pregunté, con nerviosismo e interés. Para mí Aidan era mi padre, y estaba acostumbrado a que lo fuera, así que no tenía nada de “curioso”. Aunque es cierto que cada padre es diferente, tal como había comprobado con los de mis amigos.  Y supuse que uno sí que podía considerar curioso a Aidan, en cuanto a que se hacía cargo de una familia de la que no era responsable.

-         No. El mío no parece recién salido de un anuncio de champú.

Parpadeé un par de veces, confundido, y luego me reí.

-         ¿Lo dices por los rizos? Eso es porque no le has visto con coleta…

Entonces, él se rió conmigo. Y debo decir que fue un sonido maravilloso.  Todas esas cosas que yo había imaginado durante los días de atrás, sobre una infancia que no habíamos vivido juntos, nacieron y murieron en aquella risa.

-         A parte de eso, Aidan… no sé, simplemente es diferente. – me dijo, y me pregunté si eso era bueno o malo. Me picó la curiosidad. ¿De qué habían hablado aquellos dos? ¿Papá le había dicho lo que planeaba hacer?

-         He tenido suerte – reconocí, sabiendo que era verdad. De no ser por él era muy probable que hubiera crecido entre orfanatos y casas de acogida. Y sólo había que compararle con Andrew para entender la diferencia entre un padre y “el tipo que pone el esperma”.

-         Yo no – murmuró. Fue tan bajo que no supe si lo dijo con la intención de que yo le oyera. Pero lo hice, y me sentí inclinado a preguntar, aunque me daba algo de miedo.

-         ¿Lo dices por…mmm… por…?

-         …¿haber acabado detenido con dieciocho años? – terminó por mí. – Por eso, y por la maldita diabetes, y por crecer sin mi padre, y porque le metieran en la cárcel, y porque fuera un maldito bastardo, y porque mi madre…- enumeró, y se interrumpió antes de acabar de decir la última de sus desgracias. Me miró. Yo bajé la mirada, me mordí el labio, y apreté los puños.

-         Siento lo…yo….Lo de nuestra madre… lo siento – logré decir, pero aún no me atreví a mirarle. Tenía miedo de que sus ojos me dijeran que me odiaba antes de que aún hubiéramos empezado a ser hermanos.

-         ¿Te estás disculpando? – preguntó, con incredulidad. – Eh, tú. Mírame. ¿Acabas de pedirme perdón?

Despacio, levanté la cabeza. No supe interpretar sus emociones, así que asentí levemente.

-         Pero qué idiota eres – me dijo, y miró al cielo teatralmente. - ¡Tengo un hermano idiota! ¡Genial!

-         Yo…

-         No fue tu culpa ¿entiendes?

-         Murió al darme a luz. – murmuré, sintiendo dolor al decir esas palabras.

-         Lo cual es una putada, pero sigue sin ser culpa tuya. – me espetó. – Hace mucho tiempo que dejé de culparte, Ted. En cuanto crecí lo suficiente para entender que mi padre se equivocaba.

-         ¿Eh? ¿Eso qué quiere decir? – pregunté, confundido.


-         Mi padre sí te culpaba. Creo que más bien culpaba a …a tu padre biológico, por… por robarle a la mujer, ya sabes. Hablo sólo desde la intuición, pero creo que no había nada que robar. Que mamá y él… pues eso. Pero eso no quita que mi padre la quisiera. Y que sintiera celos. Y que sufriera con su muerte. Hablaba pestes de ti y de tu padre biológico, del que por cierto, tengo algunas preguntas.

-         ¿Preguntas? ¿De Andrew? – dije yo, confuso.

-         Sí. ¿Por qué no vives con él? Indagué un poco y descubrí que tu hermano ejercía de tutor legal. Ahora he hablado con Aidan y se refiere a ti como su hijo…por cierto ¿de verdad tienes tantos hermanos?

-         ¿Qué quieres que te responda primero?

-         Tú habla. Supongo que tras diecisiete años, tendrás muchas cosas que contar.

Me gustó como lo dijo, porque indicaba que se interesaba por mí, y que quería saber, al igual que yo, todo lo que se había perdido.

-         Pues sí, de verdad tengo tantos hermanos. Medio hermanos. Andrew tiene la habilidad de tener hijos a puñados y luego desentenderse de ellos. Esa es la razón por la que no vivo con él. Aidan me acogió desde que era pequeño, y como me saca veinte años y siempre me ha tratado como a un hijo, en realidad no le veo como un hermano.

-         Ya veo.  Ahora entiendo porque al hablar de Aidan parece que hablas de un semidios. – dijo, y me sentí muy incómodo.

-         ¿Y qué hay del tuyo? – contraataqué.

-         ¿Mmm?

-         Tu padre.

Se puso serio, se incorporó más sobre la cama, y me miró. ¿Le había molestado la pregunta?

-         El mío se parece más a un semidemonio. – sentenció. – Debería odiarle, pero no lo hago.

-         ¿Por qué deberías odiarle?

-         Creo que maltrataba a nuestra madre. Lo digo basándome en las parejas que le he visto, en cómo las trataba…

Aluciné. Ya es duro saber que nunca conocerás a tu madre. Es peor saber que alguien la hizo daño.

-         ¿Entonces por qué no le odias? – rectifiqué.

-         Porque me da lástima. Conmigo lo hizo lo mejor que pudo, y aunque me dejaba mucho tiempo sólo siempre me trató bien. Recuerdo que me llamaba “colega” y… si tu hermano es como tu padre, mi padre era como mi hermano. Le inculparon por un delito que no cometió, y le metieron en la cárcel para el resto de su vida.

Guardé silencio, sabiendo que uno quiere pensar que sus seres queridos no son delincuentes, sino inocentes víctimas de un sistema corrupto. Creo que notó mi escepticismo.

-         ¡Es cierto! ¡Era un vago de mierda y un drogadicto, pero él jamás mataría a nadie! Para empezar, porque de haber matado a alguien, hubiera empezado por el cabrón de tu padre roba esposas.

Sentí un escalofrío. No me importó que insultara a Andrew, aunque me parecía irónico que le culpara a él de haber destruido el matrimonio de sus padres cuando me había dicho que su padre era un maltratador.

-         ¿Le condenaron por asesinato? – pregunté.

-         Uno que no cometió. Y una violación. Mi padre no haría eso ¿vale? – me dijo, casi con agresividad.

-         Va-vale.

-         No sé por qué se declaró culpable. Tal vez… tal vez le obligaron o… o…

Y entonces, en su dolor, por fin supe la verdad. Su padre sí había hecho eso y Michael lo sabía, pero se esforzaba por negarlo porque asumir la verdad era demasiado doloroso. Por eso hablaba de él con una mezcla de rencor, odio, amor, lástima y cariño. Quería al hombre que él creía que había sido. El hombre que, según decía, “le había tratado bien”.

Vaya padre le había tocado.  Él debió de pensar algo parecido, porque suspiró.

-         Maltratador, drogadicto, violador, asesino… ¿Igual que tu Aidan, eh? Me pareció un imbécil, pero un imbécil legal. Mi padre no. Por más que me esfuerce en recordar sus cosas buenas, el hecho cierto es que  él era un delincuente. Pensarás que de tal padre, tal hijo.

-         ¡No! – exclamé. - ¡No te comparo con él! ¡No te pareces en nada!

Soltó una risa irónica.

-         Pero si no me conoces…

-         Sé que no harías daño a nadie.

Me miró con curiosidad.

-         ¿Y cómo lo sabes?

“Porque lo sé” pensé, pero supe que él necesitaba algo más.

-         Porque sino mi padre no me habría dejado entrar a verte.  – le dije, y al decirlo entendí que era verdad.  Le vi sonreír un poco, y pareció contento.

-         No suelo hablar de esto nada más conocer a alguien – comentó.

-         Ya lo imagino. Pero me alegro de que lo hicieras. No quiero… ya sabes, que haya secretos entre nosotros.

-         Vale, llegados a éste punto, estoy en la obligación de preguntar ¿eres gay?

Entendí que la pregunta iba en broma, como una forma de decir que había sonado muy cursi. Y en parte tenía razón.  Me ruboricé un poco.

-         Qué va – decidí responderle en serio, puesto que los dos queríamos saber lo máximo posible del contrario en el menor tiempo.

-         Oye, ¿y tienes novia? – siguió preguntando. Negué con la cabeza. – Eso es porque no me conocías. Ya verás. Sólo deja que el maestro te enseñe algunos trucos.

-         Mi hermano Alejandro ya lo está intentando, y la verdad, con un hermano pesado ya tengo bastante – repliqué. Me salió natural, pero luego le miré para ver cómo le había sentado. No parecía molesto.

-         Ese es el de 15 ¿no? Aidan  me ha enseñado fotos antes, pero eran muchos nombres para recordarlos todos.

Noté una intención oculta en su frase. Llamadlo intuición, o sexto sentido, pero supe lo que tenía que responder:
-         Pues tendrás que hacerlo, dado que ahora es tu familia también.

Michael trató de contener su ilusión, pero no pudo hacer nada con el brillo de sus ojos. Creo que la idea de tener una familia le gustaba.  Sin embargo, tardó muy poco en desinflarse, con desesperanza.

-         Son TÚ familia. – corrigió.

-         Viene a ser lo mismo. – repliqué – No sé si… no sé si mi padre te habrá mencionado que…

-         ¿Qué planea adoptarme? Sí, lo ha dejado caer.

-         ¿Y qué opinas? – pregunté, con ansiedad.

-         Tengo dieciocho. Tarde para tener un padre ¿no crees?  La parte de salir de la cárcel es genial, eso no te lo niego.

Me alarmé un poco por esa forma de verlo. Michael no creía que aquello fuera a funcionar. No creía que fuéramos a ser una familia… y, aunque al principio la idea me inquietaba, lo que me inquietó entonces fue pensar que algo podía ir mal en todo aquello de la adopción.

-         Aidan hablaba en serio – le aseguré – No te lo propuso para quedar bien. Te lo dijo… te lo dijo de corazón.

-         Eso es porque aún no lo ha pensado bien – me aseguró – Me vale que siga con esto hasta que me den la condicional.

-         ¿Y después? – pregunté, con miedo. Acababa de conocerle. No quería pensar en que volviera a desaparecer.

-         Después te dejará verme de vez en cuando ¿no?

-         Pero eso no es necesario… Vendrás a vivir con nosotros – protesté.

-         Ya, claro. Eso de ser Blancanieves y los quinientos enanitos no va conmigo. Tú tienes una familia. Pero eso, es tuya.

-         También puede ser tuya, si quieres. Todos… están de acuerdo.

-         El idealismo debe de ir en los genes. Pensaba que sólo era cosa de Aidan.

¿Eso era una crítica? Era difícil decir si Michael no quería ser adoptado, o si tenía miedo de que algo saliera mal. No estoy seguro de que él mismo lo tuviera claro.

-         ¿Quieres conocerles, o no? – inquirí, con impaciencia. 

-         ¿A quién?

-          A mis… a nuestros hermanos – dije, usando aposta el plural. Y antes de que dijera nada continué hablando, dispuesto a acabar con su negativismo – No somos quinientos enanitos, ni tampoco siete, pero ey, tú puedes ser Blancanieves si quieres.

Michael me miró fijamente unos segundos y luego se rió suavemente.

-                     Bueno… No me dejan salir de la habitación y en la tele no echan nada bueno, así que supongo que no pasa nada porque me distraiga un rato hablando con TUS hermanos.

¡Jesús, pero qué cabezota era! Luego sonreí, al darme cuenta de que íbamos a llevarnos bien.  La tozudez debía llevarse en los genes, y entre tozudos nos entendemos.


-                     Cole´s POV-


Ese Lunes estaba siendo largo.  Había empezado siendo un día de mierda, como lo eran últimamente todos los días de colegio. Casi hago que papá se enfade conmigo… me puse muy nervioso, de sólo pensar en enfrentarme a Troy…Me imaginé todas las cosas que solía hacerme y  me negué a ir a clase… Y al final fui, y fue peor de lo que me había imaginado.

Nada más verme Troy le susurró algo a su grupo de amigos, no sé qué, pero a juzgar por cómo se reían no fue nada bonito. Les ignoré, y traté de llegar hasta mi pupitre, pero ellos se pusieron delante, y Troy me pidió… no, me exigió, que le dejara copiar mis deberes. Después de cómo se portaba conmigo no pensaba hacerle ningún favor, así que le dije que no… y obviamente la respuesta no le gustó. Me quitó la mochila con insultante facilidad, como si no notase si quiera mis esfuerzos por impedirlo, y sacó mis deberes, quitándomelos. Luego me empujó hasta tirarme al suelo con mucha fuerza. Y tuve que decirle a Tessa que no tenía los deberes. Ella se extrañó mucho, y también porque no me quisiera sentar….No me gustaba ser un quejica, así que intentaba no pensar mucho en eso y no andar gimoteando por ahí, pero pensé que me había roto el hueso ese del culo, se llame como se llame. Vale, no, roto no estaba, pero dolía, ¡y mucho!

Si algo bueno tenía ese horrible a día es que, finalmente, se lo había contado a papá. Me pilló con la guardia baja, me insistió mucho, y parecía que si no se lo contaba se iba a enfadar. ¡Creo que por poco me castiga! Y mi pobre parte trasera no estaba para que nadie tomara represalias contra ella. Así que desembuché… y al hacerlo me sentí mucho mejor. Muchísimo mejor. Sabía que papá lo iba a solucionar, y que ya no tenía de qué preocuparme.

Fuimos al hospital, y por lo visto Michael estaba también ahí. Estuvimos con Ted mientras papá estaba fuera, y luego se marcharon los dos y volvió sólo papá… Fueron a ver a Michael, y  yo me quedé muy pensativo. No me gustaban los cambios. En eso me parecía a Dylan: me gustaba la rutina. Me gustaba… lo conocido. No sabía cómo iba a afectar a mi vida la llegada de un nuevo hermano, pero intuía que mucho, porque no estábamos hablando de un bebé, sino de un chico algo mayor que Ted con antecedentes penales. No era alguien a quien me pudiera acostumbrar poco a poco. No era como Alice, que llegó a casa siendo una cosa pequeña de dos años a la cual proteger.  

Sin embargo, antes me cosía los labios que decirlo en voz alta. Quiero decir que… yo sabía que era importante para Ted. No iba a decir nada que pudiera crear mal rollo… Pero en el fondo “fondo” yo tenía miedo… porque Michael era su único hermano por parte de madre. De alguna forma era especial…No sólo era el recién llegado, sino que al no ser hijo de Andrew se diferenciaba de todos nosotros.  ¿Y si se olvidaba de mí?  ¿Y si descubría que ya no tenía tiempo para enseñarme a nadar como él como prometió hace tiempo porque Michael ocupaba todo su tiempo?

La verdad es que yo quería conocer a Michael no sólo por curiosidad, sino para ver contra quién competía. Para ver “cuál era la amenaza”. Por eso cuando volvió Ted, con la cara llena de emociones, para decirnos que si queríamos conocer a Michael, yo fui el primero en levantarme y decir que sí.

-         ¿Cómo ha ido? – preguntó papá, nervioso. Había estado intranquilo desde el mismo momento en que entró en la habitación.

-         Bien. Me ha contado algunas cosas de su padre que… - empezó Ted, y sacudió la cabeza - ¿Cómo puede haber gente tan mala? O sea, sé que la hay pero… de alguna forma uno no se imagina que gente con familia pueda hacer ciertas cosas.

Esa reflexión fue extraña. También me pareció extraño que hablaran del padre de Michael. ¿No hubiera sido más normal hablar de la madre de ambos? Aunque puede que fuera demasiado doloroso…

-         Yo tampoco lo entiendo, hijo. – dijo papá, y algo en sus ojos me asustó un poco. ¿En qué estaría pensando para que sus ojos  parecieran negros de pronto, más oscuros de lo habitual? En seguida me di cuenta de que debía de estar acordándose de otro “modelo paterno cuestionable”: debía de estar pensando en Andrew. Papá no había tenido un buen padre, y Michael tampoco. ¿Es que todos mis hermanos iban a tener algo en común con Michael menos yo?

Papá cogió a Alice y se la sentó encima para que prestara atención, y nos indicó a todos que nos pusiéramos delante de él, para hablar.

-         Le tenemos que preguntar al policía, a ver si podemos entrar todos. A lo mejor no nos deja, y si es así no nos podemos enfadar. Hay que hacer caso al policía ¿de acuerdo?

Asentí junto a mis hermanos.

-         ¿Quién me recuerda las reglas para cuando nos presentan a un amigo o conocido? - dijo papá, y me miró a mí - ¿Cole?

-         Ay, papá, ya no soy pequeño…

-         Recuérdaselas a tus hermanos – me pidió, y yo resoplé.

-         No hablar todos a la vez. Ser educados. No hacer demasiadas preguntas. Estarse quietos en la habitación aunque sea un poco aburrido.

-         Muy bien. ¿Lo recordarás, peque? – le preguntó a Alice, y la dio un beso. Ella asintió. Luego miró a Kurt y a Hannah, que asintieron también.

Poco después nos pusimos en marcha. Aunque sólo había que ir de la habitación de Ted a la de Michael, yo sentí como si fueran kilómetros. Papá habló con el guardia de su puerta, y yo capté sólo fragmentos aislados de la conversación. No quería dejarnos entrar, decía que éramos demasiados, y que Michael en su condición de preso en realidad no debería recibir visitas, pero entonces la puerta de la habitación se abrió y un chico alto de piel oscura se asomó.

-         Thony… no volveré a pedirte nada nunca, jamás de los jamases, ni un favorcito pequeño… pero por favor, deja que pasen…Sabes que no… que no les haré nada… Y… si quieres… si quieres pues… me pones las… tú sabes, las esposas. Así estarás seguro de que no vuelvo a escaparme y de que no les hago nada si es eso lo que te preocupa…

Me fijé en que el chico tenía los ojos claros, y quizá por eso su mirada me recordó a la de mi hermano Kurt cuando quería manipularme. El caso es que algo en esos ojos, o en su tono de voz, me dio lástima. Creo que al policía también, porque soltó un bufido.

-         Acabarás haciendo que me despidan Michael, y si eso  ocurre te obligaré a pagar mis facturas – le dijo.

-         No creo que el agente Greyson tenga problemas con que le visitemos… - empezó papá.

-         Eso es genial, pero él no es mi oficial superior. Y a él también le despedirán por culpa de éste chico – dijo el policía, mientras se apartaba gruñendo y mascullando por lo bajo, para que pudiéramos pasar. Entonces el chico, que debía de ser Michael, se quitó una pulsera de metal que llevaba en la muñeca y se la dio al policía, que le miró confundido.

-         Gracias – susurró Michael, indicando que la pulsera era un regalo de agradecimiento.

-         Michael, no puedo acep…

-         De todas formas cuando salga de aquí me la confiscarán. Sabes que en la trena no me dejan tener cosas de estas. Prefiero que la tengas tú a que la guarden en un almacén. No es robada, que conste. La compré hace dos días…

-         Con dinero  que seguramente si es robado – apuntó el policía aún sin aceptar la pulsera.

-         ¡Venga Thony! ¿Es que no puedo hacerte un regalo?

-         Pues… en realidad no, Michael. Podría considerarse soborno.

Michael cerró la mano entorno a la pulsera y la apretó, para después guardársela.

-         Cuando esté libre, y me la devuelvan, te la daré. – le prometió, con solemnidad. Entonces, el policía sonrió un poquito, y sacudió la cabeza.

Yo me quedé pensando en lo que acababa de ver. Hizo que me llevara una buena impresión de él. Parecía un buen tipo…Y eso podía ser malo. Inconscientemente, esperaba que Michael resultara ser un idiota para que así Ted no se llevara bien con él. Pero eso no parecía una opción.

Entramos todos en una habitación que parecía un poco más grande que la de Ted, pero que por lo demás era igual como sólo sucede en hoteles y hospitales.  Fue un momento algo incómodo para todos, creo, hasta que Alice avanzó hacia el dueño temporal de la habitación y tiró de su ropa, como llamando su atención.

-         ¿Mmm?

-         ¿Eres el hermano de Ted? – preguntó  Alice con toda su inocencia.

-         Pues… sí.

-         ¡Pues… hola! – respondió ella, y vi que papá y Ted se reían por lo bajo.

-         Hola – respondió Michael, sonando algo inseguro.

-         Será mejor que haga las presentaciones – dijo papá. – Esta pitufa de aquí es Alice – empezó papá, cogiendo a la enana en brazos. Luego puso una mano en la cabeza o en el hombro de cada uno mientras nos presentaba.  No fue por orden de edad, sino de proximidad en aquél momento, según estábamos colocados  - Kurt, Cole, Hannah,  Madie, Barie, Alejandro, Zach, Harry, Ted, pero claro, a él ya le conoces…

-         Me enseñó fotos – dijo Michael. – Pero no me creía del todo que tuviera tantos hermanos.

Papá sonrió y Dylan caminó hacia él y le tocó en el brazo. Le miró muy serio.

-         No, Dylan, no me he olvidado de ti. – dijo papá, sonriendo más e intentó acercársele cariñosamente con un brazo, pero Dylan gimió y se apartó, como si el contacto le quemara. Papá suspiró. Michael miró a Dylan con curiosidad, pero no hizo comentarios, y todos se lo agradecimos.

-         ¿Te llamas Michael? – preguntó Hannah, pero no le dejó responder – Me gusta ese nombre.

-         ¿Eres mayor que Ted? – preguntó Alice.

-         ¿Entonces eres mi hermano mayor “mayor”? – dijo Kurt.

-         ¿Vas a venir a casa? – preguntó Hannah otra vez, preguntando uno después de otro sin dejar apenas espacio entre la intervención de uno y la del siguiente.

-         ¿Por qué has estado en la cárcel con la gente mala? – preguntó Alice.

-         ¿Tu mamá es la misma que la de Ted? – cuestionó Kurt.

El pobre Michael parecía mareado.

-         ¡Chicos! ¿Qué dijimos de las preguntas? – recordó papá  – Perdónales. Para ellos,  para todos, eres una novedad.

-         ¿Estás malito? – preguntó Alice, al parecer sin entender que no debían atosigarle a preguntas.

-         ¿Te han operado como a Ted? – dijo Hannah.



-         ¿Has tomado  “midicinas” malas de las que hacen pupa? – indagó Alice, seguramente recordando lo que había hecho ella hacía un rato.

-         ¿Qué acaba de decir papá? – intervino Ted  - Dejarle tranquilo, enanos, que le vas a asustar. Va a pensar que no tenéis educación.

-         ¡Si yo de eso si tengo, pero también tengo curiosidad! – protestó Kurt.

Papá soltó una carcajada y le revolvió el pelo.

-         Ten paciencia, campeón. ¿Por qué no dejamos que Michael decida a qué pregunta responder?

Todas las miradas se giraron hacia el aludido, que carraspeó un poco. Creo que no le gustaba ser el centro de atención.

-         Pues… esto…no es que esté enfermo…Bueno, o sí… Tengo que tomar una medicina, y no lo hice.

-         ¿Es que no tienes un papá que te obligue? – preguntó Kurt, con los ojos muy abiertos. - ¡Qué suerte!

-         Nada de eso. – intervino papá – Las medicinas hay que tomárselas siempre.  ¿Verdad, Michael?

Me pareció que la pregunta tenía trampa. Sonó como un “más te vale responder que sí” y creo que a Michael también le sonó así porque asintió. Algo en ese intercambio de miradas entre mi padre y él me molestó. Parecía que ya empezaban a entenderse. Papá tenía esa mirada que ponía cuando hablaba con alguno de nosotros.

Esa mirada me confirmó que Michael, quisiera o no, ya era mi hermano.

-         Alejandro´s POV –

Bueno, tenía que admitir que hasta el momento la cosa iba bastante bien.  Apenas le había escuchado un par de palabras, así que era pronto para decir si era un imbécil, pero no lo  parecía. De momento, Michael parecía ser alguien con quien podría llegar a llevarme bien.  Mientras los enanos le acosaban a preguntas, yo eché un vistazo a la habitación. No habría gran cosa que no fuera del hospital. Sólo vi una chaqueta y unas cosas pequeñas encima de la mesa. Me acerqué y vi que eran ¿piercings? Sí. Los había de distintos tipos y tamaños, pero eran piercings.

-         ¿Son tuyos? – pregunté, señalándolos. Michael me miró, ladeó la cabeza con curiosidad (creo que intentaba recordar mi nombre) y asintió.

-         Me los quitaron en el otro hospital, donde entré inconsciente. Me bañaron… me bañé. Me bañé, y eso me molestaba – explicó y entendí que debieron de asearle las enfermeras, y le quitaron los piercings para ello.

-         ¿Dónde los llevas? – pregunté, al no ver agujeros en sus orejas o en su labio.

-         Tengo uno en el frenillo, debajo de la lengua: ese no me lo quitaron. Dos en los pezones, y un tercero en el escro…

-         ¡No son necesarios tantos detalles! – cortó papá, antes de que Michael acabara de decir “escroto”. Puso una mueca, no sé decir si de dolor al imaginárselo o de desagrado por las perforaciones. Yo en cambio lo vi como algo muy guay.

-         ¡Wow! ¿En serio? ¿Y duele?

-         Uno de ellos a veces me da problemas… - confesó Michael, y por la forma de decirlo supe que se refería al del escroto. Yo ni siquiera sabía que uno pudiera hacerse piercings ahí.

-         ¿Los tienes desde hace mucho?

-         El de la lengua y el de ahí abajo son los más recientes. Podría decirse que acabo de hacérmelos.

-         Mola. ¿Papá, podría…? – empecé, pero me cortó.

-         Ni lo sueñes.

-         Pero…

-         No pienso discutirlo, Alejandro, es un no. Y Michael, no quiero que te los vuelvas a poner…Y sácate el de la lengua.

-         ¿Qué?

-         ¡Un piercing en el frenillo es peligroso! ¡En cualquier sitio en realidad! Puedes perforar un nervio o un vaso sanguíneo.  Y siempre se puede infectar.  Mirad, me he documentado sobre esto ¿vale? Lo utilicé en uno de mis libros, y un médico me enseñó fotos bastante desagradables. Si se colocan en la boca, pueden producir retracción de la encía. Siento decirte esto, Michael, pero en los genitales, algunas infecciones pueden derivar en infertilidad.

Michael abrió los ojos algo sorprendido, creo que alarmado por esa última información. Eso es porque no conocía la tendencia a exagerar de papá…

-         No empieces, papá. Mucha gente los tiene. Además, tú no eres nadie para prohibirle a Michael tener piercings si quiere…

La mirada que me echó papá fue veneno puro. Creo que no necesitaba precisamente que pusiera a Michael en su contra. Y supongo que si iba a ser parte de la familia entonces sí que era quien para decírselo…

-         Si quieres un piercing te lo haces en la oreja – le dijo a Michael. – Si te dejas los de los pezones puedes excretar leche, que lo sepas.

Michael tragó saliva, preguntándose seguramente si era verdad. Le vi debatirse unos segundos, como si estuviese decidiendo si protestar o no. Creo que consideró todos los riesgos que papá había mencionado, y al final cedió.

-         ¿En la oreja puedo? – preguntó.

-         Supongo. Pero nada de hacértelo tu mismo. Vas a una farmacia o a un sitio profesional y esterilizado.

Michael asintió. Abrió la boca, levantó la lengua, y cuando supe lo que iba a hacer ya fue demasiado tarde: vi cómo se quitaba el piercing y fue asqueroso.

-         Puag, qué asco. – dije, y aparté la mirada. Volví a mirar los pendientes de la mesa. Había uno muy chulo con forma de calavera. – Ey, ¿me darías este? – le pregunté.

-         Alejandro, ni lo intentes – me advirtió papá – Te he dicho que no, y no es algo en lo que vaya a ceder por mucho que insistas.

-         ¡Pero has dicho que en la oreja sí!

-         Se lo he dicho a él. ¿No decías que no podía prohibirle tener uno si quería?

-         Eso…¡Eso no es justo! – me indigné. - ¿Por qué él sí y yo no?

-         Cuando tengas dieciocho.

-         ¡Sí hombre! ¡Ni de coña!

-         Para hacerte un piercing necesitas mi autorización legal y no te la doy, así que vete olvidando. – me dijo.

-         ¿Tu autorización legal para qué?

-         Bienvenido al mundo en el que soy tu padre. Sin mi firma, no te dejarán hacértelo.

-         Hay muchos lugares en los que sí – contraataqué, sin pensar demasiado en lo que decía o tal vez me lo habría callado. Pero era cierto. Hay muchos sitios donde no te piden el carnet para eso…

-         Alejandro, ya vale. No te lo harás, y punto. Y no vas a seguir discutiendo si sabes lo que te conviene.

Odiaba cuando se ponía en plan “yo Tarzán, tu Chita; yo hablo, tú te callas”. Lo odiaba de verdad. Me parecía una forma horrible e injusta de acabar una conversación.

-         De todos modos tampoco necesito tu firma. En realidad no eres mi padre – le solté. Juró que no sé por qué le dije eso. No estaba tan enfadado como para pensar eso o para decírselo por fastidiar. Estaba molesto, cierto, pero no quería ser cruel. Y aquello lo fue. Lo supe nada más mirarle a los ojos. Estaban heridos, como él, seguramente.

-         Pero soy tu tutor – me respondió al final, fríamente.

Lamenté lo que había dicho, pero no sabía cómo arreglarlo. Claro que era mi padre, joder. A ver quién lo iba a ser sino. Él se quedó conmigo cuando mi madre me  abandonó. Él me ha alimentado, vestido y cuidado desde ese momento. Él ha hecho un montón de cosas por mí. Tantas que no podía enumerarlas todas. Y yo le veía como un padre. Supongo que simplemente sabía que biológicamente no lo era…y era fácil usarlo para atacarle.

Mientras papá, Michael y yo hablábamos sobre los piercings, Hannah y Kurt se pusieron a jugar, aburridos seguramente de una conversación que no les interesaba. Se perseguían por toda la habitación en una especie de pilla pilla.

-         Chicos, aquí no se corre – dijo Ted.

Michael, algo incómodo porque había estado presente en mi discusión con papá, le miró a él.

-         No les hablas como un hermano – comentó.

-         ¿Por qué lo dices? – preguntó Ted.

-         Porque siempre nos estás dando órdenes. Me alegro de que alguien más lo note – respondí yo.

-         Sí, bueno, si  todos pensarais con el cerebro no tendría que deciros nada – replicó él, y eso era una forma de decirme que había oído lo que le decía papá y le parecía idiota.  Iba a responder, pero el huracán Kurt pasó  volando junto a mí y casi me tira.

-          ¡Ey!

-         Kurt, ten cuidado. ¿Qué os dije antes de venir? – regañó papá, pero no sonó demasiado molesto porque sabía que el enano era hiperactivo y que era imposible y hasta cruel pedirle que se estuviera quieto.

Kurt dejó de correr unos segundos, para empezar de nuevo medio minuto después. Papá rodó los ojos y lo dio como causa perdida.

-         Pensarás que somos una manada de asalvajados – le dijo a Michael.

-         No, qué va. Me gusta esto. Gente corriendo, niños por el suelo…Siempre odié ser hijo único.

-         Bromeas ¿verdad? – dije yo - No tener que compartir tus cosas, no meterte en líos por culpa de tus hermanos…

-         ¡Pero si eres tú el que nos mete en problemas! – protestó Cole. No sabía que estuviera escuchando.

-         ¿Yo?

-         ¡Tú! ¿Te acuerdas de la que armaste en el baño hace un año?

-         ¡Eso ya ha prescrito! – me quejé. Fue un ACCIDENTE, del cual yo fui totalmente INOCENTE que terminó  con la necesidad de cambiar las tuberías.

-         ¡Habrá prescrito para ti! ¡Yo aún recuerdo la bronca que me llevé!

-         ¡Nadie te mandó cargar con la culpa! – protesté. El enano dijo que fue él el que se hartó de la arcilla de Kurt y la tiró por el desagüe, todo para librarme a mí, aunque al final papá se enteró de la verdad y se enfadó más por eso.

Michael se sentó en su cama y nos miró con interés. El movimiento me distrajo.

-         Continuad – dijo – Esto es muy interesante. Y si me contáis algo que hiciera Ted, sería genial.

-         Bah, él es un aburrido. Nunca hace nada.

-         ¡Ted no es aburrido! – protestó Cole.

-         Ted tiene oídos – replicó Ted. – No es necesario que me defiendas, enano, pero gracias.

Cole iba a responder, pero en ese momento Kurt  pasó corriendo junto a él, huyendo de Hannah y le empujó sin querer, haciendo que se cayera. Lentamente, con sollozos que tardaban en arrancar, Cole empezó a llorar. Me sorprendí un poco, porque él ya era mayor para llorar por una caída tonta. Ted avanzó hacia él  como por automatismo, pero entonces Michael, que se puso de pie creo que para ayudar a Cole también, se mareó y perdió el equilibrio. Ted demostró tener muy buenos reflejos al girarse y cogerle antes de que cayera.

Papá  levantó a Cole en su lugar, que empezó a llorar con más fuerza.

-         Aidan´s POV –

“En realidad no eres mi padre”.

¿Sabía Alejandro lo mucho que dolían esas palabras? ¿Sería capaz de entender el daño que me hizo con una sola frase? Escocía doblemente porque era cierto…

Al principio, con Ted, me preguntaba dónde estaba el límite. Tenía miedo de que al decirle “no” se hartara, y dijera que yo no era quién para mandarle, porque sólo era su hermano. Tenía miedo de que me odiara, por tratar de ocupar un papel que no me correspondía. Sin embargo, cuando le vi correr hacia un cruce, sin ánimo de detenerse, asumí que yo era el que debía decirle “no” si quería que creciera estando sano y siendo una buena persona.

Cuando Alejandro me dijo aquello lo reviví como en flashbach. “¿Y Ted? ¿Dónde está Ted?” pensé, y le vi corriendo calle abajo. ¿Cómo había llegado hasta allí? Le dije que no se soltara del carrito mientras yo contaba el dinero. Entonces  dejé caer el monedero haciendo que todas las monedas se esparcieran, y corrí más rápido de lo que he corrido nunca. Creo que le asusté de lo fuerte que le agarré cuando logré alcanzarle, justo a tiempo de impedir que atravesara el cruce con el semáforo en rojo, ya que no tenía ninguna intención de parar. Por instinto, por ser una situación que todos tenemos grabada en el subconsciente, le di un azote y empecé a repetirle que nunca hiciera eso de nuevo. Cuando pensé en lo que había hecho me sentí mal, pero él se abrazó a mí y de alguna forma sentí que había hecho lo correcto.  Que si iba a ser su padre, tenía que aprender a decir “no” y acostumbrarme a ello.

Por eso no entendía como, varios años después, seguían afectándome los “no eres mi padre” “eres malo” y “te odio” como respuesta a un “no”. Tendría que estar más seguro de lo que hacía. Confiar más en que yo era su padre y por ello podía decirles cosas como que tenían prohibido hacerse un piercing. Si yo no estaba seguro ¿cómo iban a estarlo ellos?

Era irónico que pasara eso justo cuando estaba por adoptar a otro hijo. Me distrajo de mis pensamientos un Kurt más inquieto que de costumbre, seguramente porque llevaba mucho rato sin hacer nada que él pudiera considerar “divertido”. Pobre peque.

La conversación siguió un poco más, y entonces Kurt provocó que Cole se cayera.  Me preocupé al verle llorar. Michael sufrió un mareo casi al mismo tiempo y Ted le auxilió, y entonces Cole empezó a llorar más. Le levanté del suelo y me agaché para abrazarle.

-         Sssh. ¿Te hiciste daño?

Sin separarse de mí, Cole asintió.

-         Te dije que me dolía…

Entonces, recordé la conversación que tuvimos antes de ir al hospital, en la que me contó que un compañero le estaba acosando. Ese chico le había hecho daño a MI niño, y al caer de espaldas seguramente se hizo mucho daño porque ya le dolía de antes. Me preocupé un poco, intentando ver si era un dolor por el que me tenía que preocupar, o algo que pasaría sólo en un rato.

-         ¿Te duele mucho? – le pregunté, y le di un beso, tratando de que se calmara. Esa forma de llorar era demasiado intensa. – Ya. Papá te mima y ya te deja de doler.

-         ¡No! ¡Quiero ir con Ted! ¡Quiero ir con Ted! – gimió, y eso me escoció. ¿Por qué prefería a su  hermano? Fue como echar sal a las heridas que había abierto la frase de Alejandro.  Le solté para que fuera con Ted, y miré a Michael.

-         ¿Estás bien?

-         Sólo me mareé un poco.

-         ¿Has bebido suficiente agua? ¿Has comido?

-         No tengo hambre. Pero quizá sí un poco de sed. – admitió. Salí un momento al pasillo, a coger un vaso de agua de una de esas máquinas que suele haber en algunas oficinas. Cuando volví Ted no daba abasto mientras intentaba consolar a Cole y averiguar qué le había pasado a Michael. Y Cole seguía llorando de forma lastimera. En los últimos días Cole había llorado demasiado. No soportaba verle sufrir, y aunque esta vez sabía que era algo pasajero, tenía miedo de que detrás hubiera algo más, que no me contaba.  Se lo arrebaté a Ted y le cogí en brazos, con ciertas dificultades porque ciertamente el enano ya no era tan enano.

-         Ya, campeón, ya. ¿Tanto te duele? – pregunté, y no me respondió. - ¿Lloras por algo más?

Cole permaneció en silencio, pero apoyó la cabeza en mi hombro, y poco a poco se calmó. Le di un beso en la frente y le dejé en el suelo, y se fue corriendo  junto a Ted. Jolín. Otra vez. ¿Por qué se iba con él? Revoloteaba a su alrededor como una mosca buscando una luz. Y Ted por otro lado sólo tenía ojos para Michael. Noté un tirón de mi pantalón, y bajé la mirada para encontrar a Kurt, a puntito a puntito de llorar.

-         Lo siento – susurró.  Me agaché junto a él. Me gustaba estar a la misma altura de cada uno para hablar con ellos.

-         Te dije que no corrieras ¿verdad?

Kurt asintió.

-         Yo no quería que se cayera. – gimoteó.

-         Lo sé, campeón. Fue un accidente. Pero no habría pasado si me hubieras hecho caso ¿verdad?

Kurt volvió a asentir. Estuve a punto de decir “hablaremos en casa”, pero supe que la espera le mataría, así que me erguí un poco y le di dos azotes no demasiado fuertes, sólo para recordarle que cuando le advertía algo, y más si lo hacía varias veces, debía obedecerme.  Le brillaron los ojos y puso un puchero, pero le di un beso y no llegó a llorar. Se colgó de mi cuello como una cría de  orangután, y sólo entonces vi que Michael nos miraba como con mucha atención. Me sentí algo incómodo.

-         Iré a decirle a la enfermera que te mareaste.

-         No hace falta – me respondió – Me advirtieron de que esto me podía pasar. Tengo el azúcar por los suelos.

-         ¿Y por qué no te han inyectado más insulina? – pregunté.

-         Lo harán en un rato, supongo. Debo evitar movimientos bruscos, sólo eso.

-         Como Ted ¿verdad papá? – preguntó Kurt. Cuando estaba mimoso empezaba con preguntas acabadas en “¿verdad, papá?” como si necesitara que yo le diera la razón. Como si quisiera quedar bien conmigo o algo así.

-         Sí, campeón. Ted también tiene que tener cuidado, porque le han operado hace poquito.

-         Pero hoy se viene a casa ¿verdad, papá?

-         Sí, peque. Hoy le dan el alta.

-         ¿Y a Michael?

-         Él tiene que quedarse un poco más.

-         ¿Y se va a quedar aquí solito?

Mierda. ¿Cómo había sido tan idiota de no pensar en eso? Seguramente Ted se querría quedar con él, para que no estuviera sólo, pero yo no quería que hiciera eso. Era su primera noche en casa y lo que tenía que hacer era descansar y dejarse cuidar.

-         Sólo no. Thony y otro agente se turnarán para estar aquí dentro, para vigilar que no me escape. Ellos me harán compañía, y además no dejarán que nadie más se quede por la noche.  – explicó Michael. Bueno, eso lo solucionaba. No era la mejor solución, pero yo ya había visto que los policías le trataban bien. Al menos no iba a estar sólo.

-         Michael, tenemos que hablar de los próximos días. – le dije. – El oficial Greyson me dijo que en un mes podrías tener la condicional.

-         ¿Un mes?

-         Sé que es mucho y me gustaría poder hacer algo al respecto, pero…

-         ¿Quieres decir que en un mes ya no estaré en la cárcel? – preguntó, incrédulo.

-         Si todo sale bien, sí. En un mes estarás en casa.

-         ¿No es broma?

-         No, Michael. No bromearía con algo así.

-         Entonces, ¿vas a adoptarme de verdad?

-         Que yo sepa no se puede adoptar a nadie de mentira – respondí, sin poder evitar sonreír ante su tono ilusionado. – Ya has visto un poco de la locura de ésta familia, con tanta gente. ¿Quieres formar parte de ella?

Michael susurró algo que no pude entender.

-         ¿Mmm?

-         Quiero ver que se siente cuando te quieren – murmuró, no mucho más alto, pero sí lo suficiente como para que lo oyera, me rompiera en mil pedazos, y me volviera a reconstruir.  Quise abrazarle, pero los demás debieron de sentir lo mismo, porque de pronto todos, incluso Dylan, le rodearon en uno de esos abrazos grupales que yo intentaba evitar. Aquella vez no lo hice.

-         Se siente más o menos así – le dije.

7 comentarios:

  1. definitivamente Ale y Mike son mis favoritos... muero por leer cuando ya estén todos en casa, y aun espero la disculpa de Alejandro a su papá

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  2. ¡Maravilloso,me encantó!!!
    ¡Pero se me hizo muy corto!!
    ¡Porfis,un poquito maaaasss!!!

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  3. La verdad el final me mato.... y aunque me gusta Alejandro tambien.....de pana se paso.... el pobre Aidan....y espero que Ted no se olvide de Cole...porque sino le va hacer mucho daño...o Cole a Mike..

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  4. genial, yo tambien deseeo que Mike este en casita estrenando a papa con todas sus letras y ese no percing jjajajajaj

    Un besote, yyyyyyyyyy cuidadito con machacar a mi ALejandrito, es un chico que las tiene de oro ajjajaj

    un beso

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  5. o.o Alejandro también es mi favorito me recuerda a mi hermanito espero la actualización en el menor tiempo posible quiero saber como le ira a Michael en la casa con todos, me encanta tu historia

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  6. Yo si de todos tuviese un preferido,lejos me quedo con Aidan,que de lo maravilloso que es solo lo encontramos en fics ,jaja,pero también aclaro que los chicos,todos y cada uno de ellos son especiales y se hacen querer con el corazón,es dificil escoger un favorito,ya que todos son diferentes y sus particularidades los complementan,¡uf,si hay para todos los gustos,a mi me gustan todos ellos,y disfrutaré el leer el ingreso a la familia de Michael,se nota que será muy entretenido.
    mmmmmmm,y ahora que lo pienso,me enternece de una manera especial Cole,es muy especial este niñito,tratando de no molestar y agradar a todos y esa idolatría por su hermano Ted es conmovedora,lo has sabido describir muy complejamente Dream,te felicito por el peque y por todos y cada uno de los componentes de esta historia,gracias,y espero que pronto publiques mas .
    Tori.

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  7. oo se siente tan solo, pero ya no mas, ya quiero ver como interactuan en la casa familiar, quiero saber que piensa michael de los demás, saber su opinión.......

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