Capítulo 14: ¿Blancanieves? y
los once enanitos.
Perdí la capacidad de hablar. Me quedé allí, de pie, mirando al chico
que estaba medio tumbado sobre una cama de hospital idéntica a la de mi
habitación. Nada en él era extraño. Quiero decir que su rostro era el de un
tipo normal, y como llevaba la típica bata de ingresado que llevaba también yo,
no había nada que destacara ni siquiera en su forma de vestir. Nada que me
diera una pista sobre quién era él, en el sentido más filosófico de la
pregunta. No pude saber con aquél vistazo si era borde o simpático, serio o
gracioso, creyente o ateo, fan del fútbol o del beisbol, humilde o prepotente,
sincero o mentiroso, tímido o suelto… bueno o malo. Le tenía frente a mí, y
Michael Donahow seguía siendo un enigma tan grande que no sabía por dónde
empezar a desentrañarlo.
Por su parte, él me miraba con
silenciosa curiosidad, con aquellos ojos que parecieron entonces más azules que
en la foto. No se movía. Como yo, apenas respiraba. No hacía nada, en fin, que
justificara mi forma de mirarle, fijamente, como si fuera a ponerse verde en
cualquier momento o algo de eso. Simplemente no podía apartar los ojos. Ni
moverme. Poco a poco, digería la idea de que ese de ahí era mi hermano. Al
tenerle delante, su existencia se volvía un hecho probado e irrefutable. Creo que estaba a punto de entrar en shock.
-
Sé que
soy guapo, pero no hace falta que me mires así – dijo él, finalmente.
Por reflejo, dejé de mirarle, pero con el rabillo del ojo comprobé que
él a mí no….Seguía observándome, y de
una forma que hacía que me sintiera casi desnudo, como si lo que estuviera
desnudando fuese mi alma.
-
Ho-hola.
-
Por Dios,
no me digas que eres tartaja.
¿Cómo podía hacer bromas en un momento así? ¿Es que él no tenía la
misma sensación de que estábamos en un momento trascendental, único e
irrepetible en nuestras vidas? Aunque a lo mejor no era una broma. No nos
conocíamos. A lo mejor pensaba que de verdad tenía alguna clase de defecto en
el habla. Nervioso, deseando… no,
NECESITANDO causar buena impresión, hablé muy deprisa, como
justificándome:
-
No, qué
va. No soy tartamudo. Es sólo que… es que no sé qué decir. Hola – terminé
repitiendo.
-
Sí,
bueno, creo que “hola” está bien. Hola.– me respondió, y luego sonrió. Su
sonrisa era agradable, y relajante, nada que ver con los dientes de tiburón con
los que yo había soñado. Suspiré, sin poder evitar sentirme aliviado.
De pronto dejé de estar nervioso. Me embargó una paz indescriptible,
que sólo puedo comparar a eso que sientes cuando llevas mucho tiempo haciéndote
una pregunta y al final encuentras la respuesta.
-
No iras a
echarte a llorar ¿eh? – dijo, como burlándose, pero luego me miró con
amabilidad – Porque si no lloro yo también, y estamos “apañaos”.
Sonreí, pero me sentí un poco culpable porque yo no tenía ganas de
llorar en absoluto. ¿Quería eso decir que era un insensible? Supongo que no
todo el mundo reacciona igual. Cierto que ese era el momento en el que se llora
en todas las películas, pero yo más bien me quería poner a correr, como si
tuviera un subidón de adrenalina que necesitaba ser descargado.
-
Michael…
- dije al final. Tenía que decirlo. Tenía que ver cómo sonaba ese nombre, ver
si se correspondía con su persona, ver si al decirlo sentía que éramos familia…
-
Mike – me
corrigió. – Michael suena demasiado formal, y M es como me llaman en… la trena.
Así que tú llámame Mike. ¿A ti te dicen Ted?
-
Desde
pequeño. Theodore me duele a los oídos. El único que me llama así es mi padre
cuando me… cuando le da por ahí.
“Cuando me
regaña” estuve a punto de decir, pero cambié la frase a tiempo. Permanecimos
unos cuantos segundos en silencio. Yo me animé a acercarme un poco. Era
curioso: eran tantas las cosas que quería hablar con él, tantas las cosas que
quería decirle, que no sabía por dónde empezar.
-
He
conocido a tu padre – comentó. – Un tipo curioso. No se parece en nada al mío.
-
¿No? –
pregunté, con nerviosismo e interés. Para mí Aidan era mi padre, y estaba
acostumbrado a que lo fuera, así que no tenía nada de “curioso”. Aunque es
cierto que cada padre es diferente, tal como había comprobado con los de mis
amigos. Y supuse que uno sí que podía
considerar curioso a Aidan, en cuanto a que se hacía cargo de una familia de la
que no era responsable.
-
No. El
mío no parece recién salido de un anuncio de champú.
Parpadeé un par de veces, confundido, y luego me reí.
-
¿Lo dices
por los rizos? Eso es porque no le has visto con coleta…
Entonces, él se rió conmigo. Y debo decir que fue un sonido
maravilloso. Todas esas cosas que yo
había imaginado durante los días de atrás, sobre una infancia que no habíamos
vivido juntos, nacieron y murieron en aquella risa.
-
A parte
de eso, Aidan… no sé, simplemente es diferente. – me dijo, y me pregunté si eso
era bueno o malo. Me picó la curiosidad. ¿De qué habían hablado aquellos dos?
¿Papá le había dicho lo que planeaba hacer?
-
He tenido
suerte – reconocí, sabiendo que era verdad. De no ser por él era muy probable
que hubiera crecido entre orfanatos y casas de acogida. Y sólo había que
compararle con Andrew para entender la diferencia entre un padre y “el tipo que
pone el esperma”.
-
Yo no –
murmuró. Fue tan bajo que no supe si lo dijo con la intención de que yo le
oyera. Pero lo hice, y me sentí inclinado a preguntar, aunque me daba algo de
miedo.
-
¿Lo dices
por…mmm… por…?
-
…¿haber
acabado detenido con dieciocho años? – terminó por mí. – Por eso, y por la
maldita diabetes, y por crecer sin mi padre, y porque le metieran en la cárcel,
y porque fuera un maldito bastardo, y porque mi madre…- enumeró, y se interrumpió
antes de acabar de decir la última de sus desgracias. Me miró. Yo bajé la
mirada, me mordí el labio, y apreté los puños.
-
Siento
lo…yo….Lo de nuestra madre… lo siento – logré decir, pero aún no me atreví a
mirarle. Tenía miedo de que sus ojos me dijeran que me odiaba antes de que aún
hubiéramos empezado a ser hermanos.
-
¿Te estás
disculpando? – preguntó, con incredulidad. – Eh, tú. Mírame. ¿Acabas de pedirme
perdón?
Despacio,
levanté la cabeza. No supe interpretar sus emociones, así que asentí levemente.
-
Pero qué
idiota eres – me dijo, y miró al cielo teatralmente. - ¡Tengo un hermano
idiota! ¡Genial!
-
Yo…
-
No fue tu
culpa ¿entiendes?
-
Murió al
darme a luz. – murmuré, sintiendo dolor al decir esas palabras.
-
Lo cual
es una putada, pero sigue sin ser culpa tuya. – me espetó. – Hace mucho tiempo
que dejé de culparte, Ted. En cuanto crecí lo suficiente para entender que mi
padre se equivocaba.
-
¿Eh? ¿Eso
qué quiere decir? – pregunté, confundido.
-
Mi padre
sí te culpaba. Creo que más bien culpaba a …a tu padre biológico, por… por
robarle a la mujer, ya sabes. Hablo sólo desde la intuición, pero creo que no
había nada que robar. Que mamá y él… pues eso. Pero eso no quita que mi padre
la quisiera. Y que sintiera celos. Y que sufriera con su muerte. Hablaba pestes
de ti y de tu padre biológico, del que por cierto, tengo algunas preguntas.
-
¿Preguntas?
¿De Andrew? – dije yo, confuso.
-
Sí. ¿Por
qué no vives con él? Indagué un poco y descubrí que tu hermano ejercía de tutor
legal. Ahora he hablado con Aidan y se refiere a ti como su hijo…por cierto ¿de
verdad tienes tantos hermanos?
-
¿Qué
quieres que te responda primero?
-
Tú habla.
Supongo que tras diecisiete años, tendrás muchas cosas que contar.
Me gustó como
lo dijo, porque indicaba que se interesaba por mí, y que quería saber, al igual
que yo, todo lo que se había perdido.
-
Pues sí,
de verdad tengo tantos hermanos. Medio hermanos. Andrew tiene la habilidad de
tener hijos a puñados y luego desentenderse de ellos. Esa es la razón por la
que no vivo con él. Aidan me acogió desde que era pequeño, y como me saca
veinte años y siempre me ha tratado como a un hijo, en realidad no le veo como
un hermano.
-
Ya
veo. Ahora entiendo porque al hablar de
Aidan parece que hablas de un semidios. – dijo, y me sentí muy incómodo.
-
¿Y qué
hay del tuyo? – contraataqué.
-
¿Mmm?
-
Tu padre.
Se puso serio,
se incorporó más sobre la cama, y me miró. ¿Le había molestado la pregunta?
-
El mío se
parece más a un semidemonio. – sentenció. – Debería odiarle, pero no lo hago.
-
¿Por qué
deberías odiarle?
-
Creo que
maltrataba a nuestra madre. Lo digo basándome en las parejas que le he visto,
en cómo las trataba…
Aluciné. Ya es
duro saber que nunca conocerás a tu madre. Es peor saber que alguien la hizo
daño.
-
¿Entonces
por qué no le odias? – rectifiqué.
-
Porque me
da lástima. Conmigo lo hizo lo mejor que pudo, y aunque me dejaba mucho tiempo
sólo siempre me trató bien. Recuerdo que me llamaba “colega” y… si tu hermano
es como tu padre, mi padre era como mi hermano. Le inculparon por un delito que
no cometió, y le metieron en la cárcel para el resto de su vida.
Guardé silencio, sabiendo que uno quiere pensar que sus seres queridos
no son delincuentes, sino inocentes víctimas de un sistema corrupto. Creo que
notó mi escepticismo.
-
¡Es cierto!
¡Era un vago de mierda y un drogadicto, pero él jamás mataría a nadie! Para
empezar, porque de haber matado a alguien, hubiera empezado por el cabrón de tu
padre roba esposas.
Sentí un escalofrío. No me importó que insultara a Andrew, aunque me
parecía irónico que le culpara a él de haber destruido el matrimonio de sus
padres cuando me había dicho que su padre era un maltratador.
-
¿Le
condenaron por asesinato? – pregunté.
-
Uno que
no cometió. Y una violación. Mi padre no haría eso ¿vale? – me dijo, casi con
agresividad.
-
Va-vale.
-
No sé por
qué se declaró culpable. Tal vez… tal vez le obligaron o… o…
Y entonces, en su dolor, por fin supe la verdad. Su padre sí había
hecho eso y Michael lo sabía, pero se esforzaba por negarlo porque asumir la
verdad era demasiado doloroso. Por eso hablaba de él con una mezcla de rencor,
odio, amor, lástima y cariño. Quería al hombre que él creía que había sido. El
hombre que, según decía, “le había tratado bien”.
Vaya padre le había tocado. Él
debió de pensar algo parecido, porque suspiró.
-
Maltratador,
drogadicto, violador, asesino… ¿Igual que tu Aidan, eh? Me pareció un imbécil,
pero un imbécil legal. Mi padre no. Por más que me esfuerce en recordar sus
cosas buenas, el hecho cierto es que él
era un delincuente. Pensarás que de tal padre, tal hijo.
-
¡No! –
exclamé. - ¡No te comparo con él! ¡No te pareces en nada!
Soltó una risa
irónica.
-
Pero si
no me conoces…
-
Sé que no
harías daño a nadie.
Me miró con
curiosidad.
-
¿Y cómo
lo sabes?
“Porque lo sé”
pensé, pero supe que él necesitaba algo más.
-
Porque
sino mi padre no me habría dejado entrar a verte. – le dije, y al decirlo entendí que era
verdad. Le vi sonreír un poco, y pareció
contento.
-
No suelo
hablar de esto nada más conocer a alguien – comentó.
-
Ya lo
imagino. Pero me alegro de que lo hicieras. No quiero… ya sabes, que haya
secretos entre nosotros.
-
Vale,
llegados a éste punto, estoy en la obligación de preguntar ¿eres gay?
Entendí que la pregunta iba en broma, como una forma de decir que había
sonado muy cursi. Y en parte tenía razón.
Me ruboricé un poco.
-
Qué va –
decidí responderle en serio, puesto que los dos queríamos saber lo máximo
posible del contrario en el menor tiempo.
-
Oye, ¿y
tienes novia? – siguió preguntando. Negué con la cabeza. – Eso es porque no me
conocías. Ya verás. Sólo deja que el maestro te enseñe algunos trucos.
-
Mi
hermano Alejandro ya lo está intentando, y la verdad, con un hermano pesado ya
tengo bastante – repliqué. Me salió natural, pero luego le miré para ver cómo
le había sentado. No parecía molesto.
-
Ese es el
de 15 ¿no? Aidan me ha enseñado fotos
antes, pero eran muchos nombres para recordarlos todos.
Noté una
intención oculta en su frase. Llamadlo intuición, o sexto sentido, pero supe lo
que tenía que responder:
-
Pues
tendrás que hacerlo, dado que ahora es tu familia también.
Michael trató
de contener su ilusión, pero no pudo hacer nada con el brillo de sus ojos. Creo
que la idea de tener una familia le gustaba.
Sin embargo, tardó muy poco en desinflarse, con desesperanza.
-
Son TÚ
familia. – corrigió.
-
Viene a
ser lo mismo. – repliqué – No sé si… no sé si mi padre te habrá mencionado que…
-
¿Qué
planea adoptarme? Sí, lo ha dejado caer.
-
¿Y qué
opinas? – pregunté, con ansiedad.
-
Tengo
dieciocho. Tarde para tener un padre ¿no crees?
La parte de salir de la cárcel es genial, eso no te lo niego.
Me alarmé un poco
por esa forma de verlo. Michael no creía que aquello fuera a funcionar. No
creía que fuéramos a ser una familia… y, aunque al principio la idea me
inquietaba, lo que me inquietó entonces fue pensar que algo podía ir mal en
todo aquello de la adopción.
-
Aidan
hablaba en serio – le aseguré – No te lo propuso para quedar bien. Te lo dijo…
te lo dijo de corazón.
-
Eso es
porque aún no lo ha pensado bien – me aseguró – Me vale que siga con esto hasta
que me den la condicional.
-
¿Y
después? – pregunté, con miedo. Acababa de conocerle. No quería pensar en que
volviera a desaparecer.
-
Después
te dejará verme de vez en cuando ¿no?
-
Pero eso
no es necesario… Vendrás a vivir con nosotros – protesté.
-
Ya,
claro. Eso de ser Blancanieves y los quinientos enanitos no va conmigo. Tú
tienes una familia. Pero eso, es tuya.
-
También
puede ser tuya, si quieres. Todos… están de acuerdo.
-
El
idealismo debe de ir en los genes. Pensaba que sólo era cosa de Aidan.
¿Eso era una
crítica? Era difícil decir si Michael no quería ser adoptado, o si tenía miedo
de que algo saliera mal. No estoy seguro de que él mismo lo tuviera claro.
-
¿Quieres
conocerles, o no? – inquirí, con impaciencia.
-
¿A quién?
-
A mis… a nuestros hermanos – dije, usando
aposta el plural. Y antes de que dijera nada continué hablando, dispuesto a
acabar con su negativismo – No somos quinientos enanitos, ni tampoco siete,
pero ey, tú puedes ser Blancanieves si quieres.
Michael me miró
fijamente unos segundos y luego se rió suavemente.
-
Bueno… No
me dejan salir de la habitación y en la tele no echan nada bueno, así que
supongo que no pasa nada porque me distraiga un rato hablando con TUS hermanos.
¡Jesús,
pero qué cabezota era! Luego sonreí, al darme cuenta de que íbamos a llevarnos
bien. La tozudez debía llevarse en los
genes, y entre tozudos nos entendemos.
-
Cole´s POV-
Ese
Lunes estaba siendo largo. Había
empezado siendo un día de mierda, como lo eran últimamente todos los días de
colegio. Casi hago que papá se enfade conmigo… me puse muy nervioso, de sólo
pensar en enfrentarme a Troy…Me imaginé todas las cosas que solía hacerme
y me negué a ir a clase… Y al final fui,
y fue peor de lo que me había imaginado.
Nada
más verme Troy le susurró algo a su grupo de amigos, no sé qué, pero a juzgar
por cómo se reían no fue nada bonito. Les ignoré, y traté de llegar hasta mi
pupitre, pero ellos se pusieron delante, y Troy me pidió… no, me exigió, que le
dejara copiar mis deberes. Después de cómo se portaba conmigo no pensaba
hacerle ningún favor, así que le dije que no… y obviamente la respuesta no le
gustó. Me quitó la mochila con insultante facilidad, como si no notase si
quiera mis esfuerzos por impedirlo, y sacó mis deberes, quitándomelos. Luego me
empujó hasta tirarme al suelo con mucha fuerza. Y tuve que decirle a Tessa que
no tenía los deberes. Ella se extrañó mucho, y también porque no me quisiera
sentar….No me gustaba ser un quejica, así que intentaba no pensar mucho en eso
y no andar gimoteando por ahí, pero pensé que me había roto el hueso ese del
culo, se llame como se llame. Vale, no, roto no estaba, pero dolía, ¡y mucho!
Si
algo bueno tenía ese horrible a día es que, finalmente, se lo había contado a
papá. Me pilló con la guardia baja, me insistió mucho, y parecía que si no se
lo contaba se iba a enfadar. ¡Creo que por poco me castiga! Y mi pobre parte
trasera no estaba para que nadie tomara represalias contra ella. Así que
desembuché… y al hacerlo me sentí mucho mejor. Muchísimo mejor. Sabía que papá
lo iba a solucionar, y que ya no tenía de qué preocuparme.
Fuimos
al hospital, y por lo visto Michael estaba también ahí. Estuvimos con Ted
mientras papá estaba fuera, y luego se marcharon los dos y volvió sólo papá…
Fueron a ver a Michael, y yo me quedé
muy pensativo. No me gustaban los cambios. En eso me parecía a Dylan: me
gustaba la rutina. Me gustaba… lo conocido. No sabía cómo iba a afectar a mi
vida la llegada de un nuevo hermano, pero intuía que mucho, porque no estábamos
hablando de un bebé, sino de un chico algo mayor que Ted con antecedentes
penales. No era alguien a quien me pudiera acostumbrar poco a poco. No era como
Alice, que llegó a casa siendo una cosa pequeña de dos años a la cual proteger.
Sin
embargo, antes me cosía los labios que decirlo en voz alta. Quiero decir que…
yo sabía que era importante para Ted. No iba a decir nada que pudiera crear mal
rollo… Pero en el fondo “fondo” yo tenía miedo… porque Michael era su único
hermano por parte de madre. De alguna forma era especial…No sólo era el recién
llegado, sino que al no ser hijo de Andrew se diferenciaba de todos
nosotros. ¿Y si se olvidaba de mí? ¿Y si descubría que ya no tenía tiempo para
enseñarme a nadar como él como prometió hace tiempo porque Michael ocupaba todo
su tiempo?
La
verdad es que yo quería conocer a Michael no sólo por curiosidad, sino para ver
contra quién competía. Para ver “cuál era la amenaza”. Por eso cuando volvió
Ted, con la cara llena de emociones, para decirnos que si queríamos conocer a
Michael, yo fui el primero en levantarme y decir que sí.
-
¿Cómo ha
ido? – preguntó papá, nervioso. Había estado intranquilo desde el mismo momento
en que entró en la habitación.
-
Bien. Me
ha contado algunas cosas de su padre que… - empezó Ted, y sacudió la cabeza -
¿Cómo puede haber gente tan mala? O sea, sé que la hay pero… de alguna forma
uno no se imagina que gente con familia pueda hacer ciertas cosas.
Esa reflexión fue
extraña. También me pareció extraño que hablaran del padre de Michael. ¿No
hubiera sido más normal hablar de la madre de ambos? Aunque puede que fuera
demasiado doloroso…
-
Yo
tampoco lo entiendo, hijo. – dijo papá, y algo en sus ojos me asustó un poco.
¿En qué estaría pensando para que sus ojos
parecieran negros de pronto, más oscuros de lo habitual? En seguida me
di cuenta de que debía de estar acordándose de otro “modelo paterno
cuestionable”: debía de estar pensando en Andrew. Papá no había tenido un buen
padre, y Michael tampoco. ¿Es que todos mis hermanos iban a tener algo en común
con Michael menos yo?
Papá cogió a Alice y
se la sentó encima para que prestara atención, y nos indicó a todos que nos
pusiéramos delante de él, para hablar.
-
Le
tenemos que preguntar al policía, a ver si podemos entrar todos. A lo mejor no
nos deja, y si es así no nos podemos enfadar. Hay que hacer caso al policía ¿de
acuerdo?
Asentí junto a mis
hermanos.
-
¿Quién me
recuerda las reglas para cuando nos presentan a un amigo o conocido? - dijo
papá, y me miró a mí - ¿Cole?
-
Ay, papá,
ya no soy pequeño…
-
Recuérdaselas
a tus hermanos – me pidió, y yo resoplé.
-
No hablar
todos a la vez. Ser educados. No hacer demasiadas preguntas. Estarse quietos en
la habitación aunque sea un poco aburrido.
-
Muy bien.
¿Lo recordarás, peque? – le preguntó a Alice, y la dio un beso. Ella asintió.
Luego miró a Kurt y a Hannah, que asintieron también.
Poco después
nos pusimos en marcha. Aunque sólo había que ir de la habitación de Ted a la de
Michael, yo sentí como si fueran kilómetros. Papá habló con el guardia de su
puerta, y yo capté sólo fragmentos aislados de la conversación. No quería
dejarnos entrar, decía que éramos demasiados, y que Michael en su condición de
preso en realidad no debería recibir visitas, pero entonces la puerta de la
habitación se abrió y un chico alto de piel oscura se asomó.
-
Thony… no
volveré a pedirte nada nunca, jamás de los jamases, ni un favorcito pequeño…
pero por favor, deja que pasen…Sabes que no… que no les haré nada… Y… si
quieres… si quieres pues… me pones las… tú sabes, las esposas. Así estarás
seguro de que no vuelvo a escaparme y de que no les hago nada si es eso lo que
te preocupa…
Me fijé en que el
chico tenía los ojos claros, y quizá por eso su mirada me recordó a la de mi
hermano Kurt cuando quería manipularme. El caso es que algo en esos ojos, o en
su tono de voz, me dio lástima. Creo que al policía también, porque soltó un
bufido.
-
Acabarás
haciendo que me despidan Michael, y si eso
ocurre te obligaré a pagar mis facturas – le dijo.
-
No creo
que el agente Greyson tenga problemas con que le visitemos… - empezó papá.
-
Eso es
genial, pero él no es mi oficial superior. Y a él también le despedirán por
culpa de éste chico – dijo el policía, mientras se apartaba gruñendo y
mascullando por lo bajo, para que pudiéramos pasar. Entonces el chico, que
debía de ser Michael, se quitó una pulsera de metal que llevaba en la muñeca y
se la dio al policía, que le miró confundido.
-
Gracias –
susurró Michael, indicando que la pulsera era un regalo de agradecimiento.
-
Michael,
no puedo acep…
-
De todas
formas cuando salga de aquí me la confiscarán. Sabes que en la trena no me
dejan tener cosas de estas. Prefiero que la tengas tú a que la guarden en un
almacén. No es robada, que conste. La compré hace dos días…
-
Con dinero que seguramente si es robado – apuntó el
policía aún sin aceptar la pulsera.
-
¡Venga
Thony! ¿Es que no puedo hacerte un regalo?
-
Pues… en
realidad no, Michael. Podría considerarse soborno.
Michael cerró la
mano entorno a la pulsera y la apretó, para después guardársela.
-
Cuando
esté libre, y me la devuelvan, te la daré. – le prometió, con solemnidad.
Entonces, el policía sonrió un poquito, y sacudió la cabeza.
Yo me quedé pensando
en lo que acababa de ver. Hizo que me llevara una buena impresión de él.
Parecía un buen tipo…Y eso podía ser malo. Inconscientemente, esperaba que
Michael resultara ser un idiota para que así Ted no se llevara bien con él.
Pero eso no parecía una opción.
Entramos todos en
una habitación que parecía un poco más grande que la de Ted, pero que por lo
demás era igual como sólo sucede en hoteles y hospitales. Fue un momento algo incómodo para todos,
creo, hasta que Alice avanzó hacia el dueño temporal de la habitación y tiró de
su ropa, como llamando su atención.
-
¿Mmm?
-
¿Eres el
hermano de Ted? – preguntó Alice con
toda su inocencia.
-
Pues… sí.
-
¡Pues…
hola! – respondió ella, y vi que papá y Ted se reían por lo bajo.
-
Hola –
respondió Michael, sonando algo inseguro.
-
Será
mejor que haga las presentaciones – dijo papá. – Esta pitufa de aquí es Alice –
empezó papá, cogiendo a la enana en brazos. Luego puso una mano en la cabeza o
en el hombro de cada uno mientras nos presentaba. No fue por orden de edad, sino de proximidad
en aquél momento, según estábamos colocados
- Kurt, Cole, Hannah, Madie,
Barie, Alejandro, Zach, Harry, Ted, pero claro, a él ya le conoces…
-
Me enseñó
fotos – dijo Michael. – Pero no me creía del todo que tuviera tantos hermanos.
Papá sonrió y Dylan
caminó hacia él y le tocó en el brazo. Le miró muy serio.
-
No,
Dylan, no me he olvidado de ti. – dijo papá, sonriendo más e intentó
acercársele cariñosamente con un brazo, pero Dylan gimió y se apartó, como si
el contacto le quemara. Papá suspiró. Michael miró a Dylan con curiosidad, pero
no hizo comentarios, y todos se lo agradecimos.
-
¿Te
llamas Michael? – preguntó Hannah, pero no le dejó responder – Me gusta ese
nombre.
-
¿Eres
mayor que Ted? – preguntó Alice.
-
¿Entonces
eres mi hermano mayor “mayor”? – dijo Kurt.
-
¿Vas a
venir a casa? – preguntó Hannah otra vez, preguntando uno después de otro sin
dejar apenas espacio entre la intervención de uno y la del siguiente.
-
¿Por qué
has estado en la cárcel con la gente mala? – preguntó Alice.
-
¿Tu mamá
es la misma que la de Ted? – cuestionó Kurt.
El pobre Michael
parecía mareado.
-
¡Chicos!
¿Qué dijimos de las preguntas? – recordó papá
– Perdónales. Para ellos, para
todos, eres una novedad.
-
¿Estás
malito? – preguntó Alice, al parecer sin entender que no debían atosigarle a
preguntas.
-
¿Te han
operado como a Ted? – dijo Hannah.
-
¿Has
tomado “midicinas” malas de las que
hacen pupa? – indagó Alice, seguramente recordando lo que había hecho ella
hacía un rato.
-
¿Qué
acaba de decir papá? – intervino Ted -
Dejarle tranquilo, enanos, que le vas a asustar. Va a pensar que no tenéis
educación.
-
¡Si yo de
eso si tengo, pero también tengo curiosidad! – protestó Kurt.
Papá soltó una
carcajada y le revolvió el pelo.
-
Ten
paciencia, campeón. ¿Por qué no dejamos que Michael decida a qué pregunta
responder?
Todas las miradas se
giraron hacia el aludido, que carraspeó un poco. Creo que no le gustaba ser el
centro de atención.
-
Pues…
esto…no es que esté enfermo…Bueno, o sí… Tengo que tomar una medicina, y no lo
hice.
-
¿Es que
no tienes un papá que te obligue? – preguntó Kurt, con los ojos muy abiertos. -
¡Qué suerte!
-
Nada de
eso. – intervino papá – Las medicinas hay que tomárselas siempre. ¿Verdad, Michael?
Me pareció que la
pregunta tenía trampa. Sonó como un “más te vale responder que sí” y creo que a
Michael también le sonó así porque asintió. Algo en ese intercambio de miradas
entre mi padre y él me molestó. Parecía que ya empezaban a entenderse. Papá
tenía esa mirada que ponía cuando hablaba con alguno de nosotros.
Esa mirada me
confirmó que Michael, quisiera o no, ya era mi hermano.
-
Alejandro´s POV –
Bueno, tenía que
admitir que hasta el momento la cosa iba bastante bien. Apenas le había escuchado un par de palabras,
así que era pronto para decir si era un imbécil, pero no lo parecía. De momento, Michael parecía ser
alguien con quien podría llegar a llevarme bien. Mientras los enanos le acosaban a preguntas,
yo eché un vistazo a la habitación. No habría gran cosa que no fuera del
hospital. Sólo vi una chaqueta y unas cosas pequeñas encima de la mesa. Me
acerqué y vi que eran ¿piercings? Sí. Los había de distintos tipos y tamaños,
pero eran piercings.
-
¿Son
tuyos? – pregunté, señalándolos. Michael me miró, ladeó la cabeza con
curiosidad (creo que intentaba recordar mi nombre) y asintió.
-
Me los
quitaron en el otro hospital, donde entré inconsciente. Me bañaron… me bañé. Me
bañé, y eso me molestaba – explicó y entendí que debieron de asearle las
enfermeras, y le quitaron los piercings para ello.
-
¿Dónde
los llevas? – pregunté, al no ver agujeros en sus orejas o en su labio.
-
Tengo uno
en el frenillo, debajo de la lengua: ese no me lo quitaron. Dos en los pezones,
y un tercero en el escro…
-
¡No son
necesarios tantos detalles! – cortó papá, antes de que Michael acabara de decir
“escroto”. Puso una mueca, no sé decir si de dolor al imaginárselo o de
desagrado por las perforaciones. Yo en cambio lo vi como algo muy guay.
-
¡Wow! ¿En
serio? ¿Y duele?
-
Uno de
ellos a veces me da problemas… - confesó Michael, y por la forma de decirlo
supe que se refería al del escroto. Yo ni siquiera sabía que uno pudiera
hacerse piercings ahí.
-
¿Los
tienes desde hace mucho?
-
El de la
lengua y el de ahí abajo son los más recientes. Podría decirse que acabo de
hacérmelos.
-
Mola.
¿Papá, podría…? – empecé, pero me cortó.
-
Ni lo sueñes.
-
Pero…
-
No pienso
discutirlo, Alejandro, es un no. Y Michael, no quiero que te los vuelvas a
poner…Y sácate el de la lengua.
-
¿Qué?
-
¡Un
piercing en el frenillo es peligroso! ¡En cualquier sitio en realidad! Puedes
perforar un nervio o un vaso sanguíneo.
Y siempre se puede infectar.
Mirad, me he documentado sobre esto ¿vale? Lo utilicé en uno de mis
libros, y un médico me enseñó fotos bastante desagradables. Si se colocan en la
boca, pueden producir retracción de la encía. Siento decirte esto, Michael,
pero en los genitales, algunas infecciones pueden derivar en infertilidad.
Michael abrió los
ojos algo sorprendido, creo que alarmado por esa última información. Eso es
porque no conocía la tendencia a exagerar de papá…
-
No
empieces, papá. Mucha gente los tiene. Además, tú no eres nadie para prohibirle
a Michael tener piercings si quiere…
La mirada que me
echó papá fue veneno puro. Creo que no necesitaba precisamente que pusiera a
Michael en su contra. Y supongo que si iba a ser parte de la familia entonces
sí que era quien para decírselo…
-
Si
quieres un piercing te lo haces en la oreja – le dijo a Michael. – Si te dejas
los de los pezones puedes excretar leche, que lo sepas.
Michael tragó
saliva, preguntándose seguramente si era verdad. Le vi debatirse unos segundos,
como si estuviese decidiendo si protestar o no. Creo que consideró todos los
riesgos que papá había mencionado, y al final cedió.
-
¿En la
oreja puedo? – preguntó.
-
Supongo.
Pero nada de hacértelo tu mismo. Vas a una farmacia o a un sitio profesional y
esterilizado.
Michael asintió.
Abrió la boca, levantó la lengua, y cuando supe lo que iba a hacer ya fue
demasiado tarde: vi cómo se quitaba el piercing y fue asqueroso.
-
Puag, qué
asco. – dije, y aparté la mirada. Volví a mirar los pendientes de la mesa.
Había uno muy chulo con forma de calavera. – Ey, ¿me darías este? – le
pregunté.
-
Alejandro,
ni lo intentes – me advirtió papá – Te he dicho que no, y no es algo en lo que
vaya a ceder por mucho que insistas.
-
¡Pero has
dicho que en la oreja sí!
-
Se lo he
dicho a él. ¿No decías que no podía prohibirle tener uno si quería?
-
Eso…¡Eso
no es justo! – me indigné. - ¿Por qué él sí y yo no?
-
Cuando
tengas dieciocho.
-
¡Sí
hombre! ¡Ni de coña!
-
Para
hacerte un piercing necesitas mi autorización legal y no te la doy, así que
vete olvidando. – me dijo.
-
¿Tu
autorización legal para qué?
-
Bienvenido
al mundo en el que soy tu padre. Sin mi firma, no te dejarán hacértelo.
-
Hay
muchos lugares en los que sí – contraataqué, sin pensar demasiado en lo que
decía o tal vez me lo habría callado. Pero era cierto. Hay muchos sitios donde
no te piden el carnet para eso…
-
Alejandro,
ya vale. No te lo harás, y punto. Y no vas a seguir discutiendo si sabes lo que
te conviene.
Odiaba cuando se
ponía en plan “yo Tarzán, tu Chita; yo hablo, tú te callas”. Lo odiaba de
verdad. Me parecía una forma horrible e injusta de acabar una conversación.
-
De todos
modos tampoco necesito tu firma. En realidad no eres mi padre – le solté. Juró
que no sé por qué le dije eso. No estaba tan enfadado como para pensar eso o
para decírselo por fastidiar. Estaba molesto, cierto, pero no quería ser cruel.
Y aquello lo fue. Lo supe nada más mirarle a los ojos. Estaban heridos, como
él, seguramente.
-
Pero soy
tu tutor – me respondió al final, fríamente.
Lamenté lo que había
dicho, pero no sabía cómo arreglarlo. Claro que era mi padre, joder. A ver
quién lo iba a ser sino. Él se quedó conmigo cuando mi madre me abandonó. Él me ha alimentado, vestido y
cuidado desde ese momento. Él ha hecho un montón de cosas por mí. Tantas que no
podía enumerarlas todas. Y yo le veía como un padre. Supongo que simplemente
sabía que biológicamente no lo era…y era fácil usarlo para atacarle.
Mientras papá,
Michael y yo hablábamos sobre los piercings, Hannah y Kurt se pusieron a jugar,
aburridos seguramente de una conversación que no les interesaba. Se perseguían
por toda la habitación en una especie de pilla pilla.
-
Chicos,
aquí no se corre – dijo Ted.
Michael, algo
incómodo porque había estado presente en mi discusión con papá, le miró a él.
-
No les
hablas como un hermano – comentó.
-
¿Por qué
lo dices? – preguntó Ted.
-
Porque
siempre nos estás dando órdenes. Me alegro de que alguien más lo note –
respondí yo.
-
Sí,
bueno, si todos pensarais con el cerebro
no tendría que deciros nada – replicó él, y eso era una forma de decirme que
había oído lo que le decía papá y le parecía idiota. Iba a responder, pero el huracán Kurt
pasó volando junto a mí y casi me tira.
-
¡Ey!
-
Kurt, ten
cuidado. ¿Qué os dije antes de venir? – regañó papá, pero no sonó demasiado
molesto porque sabía que el enano era hiperactivo y que era imposible y hasta
cruel pedirle que se estuviera quieto.
Kurt dejó de correr
unos segundos, para empezar de nuevo medio minuto después. Papá rodó los ojos y
lo dio como causa perdida.
-
Pensarás
que somos una manada de asalvajados – le dijo a Michael.
-
No, qué
va. Me gusta esto. Gente corriendo, niños por el suelo…Siempre odié ser hijo
único.
-
Bromeas
¿verdad? – dije yo - No tener que compartir tus cosas, no meterte en líos por
culpa de tus hermanos…
-
¡Pero si
eres tú el que nos mete en problemas! – protestó Cole. No sabía que estuviera
escuchando.
-
¿Yo?
-
¡Tú! ¿Te
acuerdas de la que armaste en el baño hace un año?
-
¡Eso ya
ha prescrito! – me quejé. Fue un ACCIDENTE, del cual yo fui totalmente INOCENTE
que terminó con la necesidad de cambiar
las tuberías.
-
¡Habrá
prescrito para ti! ¡Yo aún recuerdo la bronca que me llevé!
-
¡Nadie te
mandó cargar con la culpa! – protesté. El enano dijo que fue él el que se hartó
de la arcilla de Kurt y la tiró por el desagüe, todo para librarme a mí, aunque
al final papá se enteró de la verdad y se enfadó más por eso.
Michael se sentó en
su cama y nos miró con interés. El movimiento me distrajo.
-
Continuad
– dijo – Esto es muy interesante. Y si me contáis algo que hiciera Ted, sería
genial.
-
Bah, él
es un aburrido. Nunca hace nada.
-
¡Ted no
es aburrido! – protestó Cole.
-
Ted tiene
oídos – replicó Ted. – No es necesario que me defiendas, enano, pero gracias.
Cole iba a
responder, pero en ese momento Kurt pasó
corriendo junto a él, huyendo de Hannah y le empujó sin querer, haciendo que se
cayera. Lentamente, con sollozos que tardaban en arrancar, Cole empezó a
llorar. Me sorprendí un poco, porque él ya era mayor para llorar por una caída
tonta. Ted avanzó hacia él como por
automatismo, pero entonces Michael, que se puso de pie creo que para ayudar a
Cole también, se mareó y perdió el equilibrio. Ted demostró tener muy buenos
reflejos al girarse y cogerle antes de que cayera.
Papá levantó a Cole en su lugar, que empezó a
llorar con más fuerza.
-
Aidan´s POV –
“En realidad no eres
mi padre”.
¿Sabía Alejandro lo
mucho que dolían esas palabras? ¿Sería capaz de entender el daño que me hizo
con una sola frase? Escocía doblemente porque era cierto…
Al principio, con
Ted, me preguntaba dónde estaba el límite. Tenía miedo de que al decirle “no”
se hartara, y dijera que yo no era quién para mandarle, porque sólo era su
hermano. Tenía miedo de que me odiara, por tratar de ocupar un papel que no me
correspondía. Sin embargo, cuando le vi correr hacia un cruce, sin ánimo de
detenerse, asumí que yo era el que debía decirle “no” si quería que creciera
estando sano y siendo una buena persona.
Cuando Alejandro me
dijo aquello lo reviví como en flashbach. “¿Y Ted? ¿Dónde está Ted?” pensé, y
le vi corriendo calle abajo. ¿Cómo había llegado hasta allí? Le dije que no se
soltara del carrito mientras yo contaba el dinero. Entonces dejé caer el monedero haciendo que todas las monedas
se esparcieran, y corrí más rápido de lo que he corrido nunca. Creo que le
asusté de lo fuerte que le agarré cuando logré alcanzarle, justo a tiempo de
impedir que atravesara el cruce con el semáforo en rojo, ya que no tenía
ninguna intención de parar. Por instinto, por ser una situación que todos
tenemos grabada en el subconsciente, le di un azote y empecé a repetirle que
nunca hiciera eso de nuevo. Cuando pensé en lo que había hecho me sentí mal,
pero él se abrazó a mí y de alguna forma sentí que había hecho lo
correcto. Que si iba a ser su padre,
tenía que aprender a decir “no” y acostumbrarme a ello.
Por eso no entendía
como, varios años después, seguían afectándome los “no eres mi padre” “eres
malo” y “te odio” como respuesta a un “no”. Tendría que estar más seguro de lo
que hacía. Confiar más en que yo era su padre y por ello podía decirles cosas
como que tenían prohibido hacerse un piercing. Si yo no estaba seguro ¿cómo
iban a estarlo ellos?
Era irónico que
pasara eso justo cuando estaba por adoptar a otro hijo. Me distrajo de mis
pensamientos un Kurt más inquieto que de costumbre, seguramente porque llevaba
mucho rato sin hacer nada que él pudiera considerar “divertido”. Pobre peque.
La conversación
siguió un poco más, y entonces Kurt provocó que Cole se cayera. Me preocupé al verle llorar. Michael sufrió
un mareo casi al mismo tiempo y Ted le auxilió, y entonces Cole empezó a llorar
más. Le levanté del suelo y me agaché para abrazarle.
-
Sssh. ¿Te
hiciste daño?
Sin separarse de mí,
Cole asintió.
-
Te dije
que me dolía…
Entonces, recordé la
conversación que tuvimos antes de ir al hospital, en la que me contó que un
compañero le estaba acosando. Ese chico le había hecho daño a MI niño, y al
caer de espaldas seguramente se hizo mucho daño porque ya le dolía de antes. Me
preocupé un poco, intentando ver si era un dolor por el que me tenía que
preocupar, o algo que pasaría sólo en un rato.
-
¿Te duele
mucho? – le pregunté, y le di un beso, tratando de que se calmara. Esa forma de
llorar era demasiado intensa. – Ya. Papá te mima y ya te deja de doler.
-
¡No!
¡Quiero ir con Ted! ¡Quiero ir con Ted! – gimió, y eso me escoció. ¿Por qué
prefería a su hermano? Fue como echar
sal a las heridas que había abierto la frase de Alejandro. Le solté para que fuera con Ted, y miré a
Michael.
-
¿Estás
bien?
-
Sólo me
mareé un poco.
-
¿Has
bebido suficiente agua? ¿Has comido?
-
No tengo
hambre. Pero quizá sí un poco de sed. – admitió. Salí un momento al pasillo, a
coger un vaso de agua de una de esas máquinas que suele haber en algunas
oficinas. Cuando volví Ted no daba abasto mientras intentaba consolar a Cole y
averiguar qué le había pasado a Michael. Y Cole seguía llorando de forma
lastimera. En los últimos días Cole había llorado demasiado. No soportaba verle
sufrir, y aunque esta vez sabía que era algo pasajero, tenía miedo de que
detrás hubiera algo más, que no me contaba.
Se lo arrebaté a Ted y le cogí en brazos, con ciertas dificultades
porque ciertamente el enano ya no era tan enano.
-
Ya,
campeón, ya. ¿Tanto te duele? – pregunté, y no me respondió. - ¿Lloras por algo
más?
Cole permaneció en
silencio, pero apoyó la cabeza en mi hombro, y poco a poco se calmó. Le di un
beso en la frente y le dejé en el suelo, y se fue corriendo junto a Ted. Jolín. Otra vez. ¿Por qué se iba
con él? Revoloteaba a su alrededor como una mosca buscando una luz. Y Ted por
otro lado sólo tenía ojos para Michael. Noté un tirón de mi pantalón, y bajé la
mirada para encontrar a Kurt, a puntito a puntito de llorar.
-
Lo siento
– susurró. Me agaché junto a él. Me
gustaba estar a la misma altura de cada uno para hablar con ellos.
-
Te dije
que no corrieras ¿verdad?
Kurt asintió.
-
Yo no
quería que se cayera. – gimoteó.
-
Lo sé,
campeón. Fue un accidente. Pero no habría pasado si me hubieras hecho caso
¿verdad?
Kurt volvió a
asentir. Estuve a punto de decir “hablaremos en casa”, pero supe que la espera
le mataría, así que me erguí un poco y le di dos azotes no demasiado fuertes,
sólo para recordarle que cuando le advertía algo, y más si lo hacía varias
veces, debía obedecerme. Le brillaron
los ojos y puso un puchero, pero le di un beso y no llegó a llorar. Se colgó de
mi cuello como una cría de orangután, y
sólo entonces vi que Michael nos miraba como con mucha atención. Me sentí algo
incómodo.
-
Iré a
decirle a la enfermera que te mareaste.
-
No hace
falta – me respondió – Me advirtieron de que esto me podía pasar. Tengo el
azúcar por los suelos.
-
¿Y por
qué no te han inyectado más insulina? – pregunté.
-
Lo harán
en un rato, supongo. Debo evitar movimientos bruscos, sólo eso.
-
Como Ted
¿verdad papá? – preguntó Kurt. Cuando estaba mimoso empezaba con preguntas
acabadas en “¿verdad, papá?” como si necesitara que yo le diera la razón. Como
si quisiera quedar bien conmigo o algo así.
-
Sí, campeón.
Ted también tiene que tener cuidado, porque le han operado hace poquito.
-
Pero hoy
se viene a casa ¿verdad, papá?
-
Sí,
peque. Hoy le dan el alta.
-
¿Y a
Michael?
-
Él tiene
que quedarse un poco más.
-
¿Y se va
a quedar aquí solito?
Mierda. ¿Cómo había sido
tan idiota de no pensar en eso? Seguramente Ted se querría quedar con él, para
que no estuviera sólo, pero yo no quería que hiciera eso. Era su primera noche
en casa y lo que tenía que hacer era descansar y dejarse cuidar.
-
Sólo no.
Thony y otro agente se turnarán para estar aquí dentro, para vigilar que no me
escape. Ellos me harán compañía, y además no dejarán que nadie más se quede por
la noche. – explicó Michael. Bueno, eso
lo solucionaba. No era la mejor solución, pero yo ya había visto que los policías
le trataban bien. Al menos no iba a estar sólo.
-
Michael,
tenemos que hablar de los próximos días. – le dije. – El oficial Greyson me
dijo que en un mes podrías tener la condicional.
-
¿Un mes?
-
Sé que es
mucho y me gustaría poder hacer algo al respecto, pero…
-
¿Quieres
decir que en un mes ya no estaré en la cárcel? – preguntó, incrédulo.
-
Si todo
sale bien, sí. En un mes estarás en casa.
-
¿No es
broma?
-
No,
Michael. No bromearía con algo así.
-
Entonces,
¿vas a adoptarme de verdad?
-
Que yo
sepa no se puede adoptar a nadie de mentira – respondí, sin poder evitar
sonreír ante su tono ilusionado. – Ya has visto un poco de la locura de ésta
familia, con tanta gente. ¿Quieres formar parte de ella?
Michael susurró
algo que no pude entender.
-
¿Mmm?
-
Quiero
ver que se siente cuando te quieren – murmuró, no mucho más alto, pero sí lo
suficiente como para que lo oyera, me rompiera en mil pedazos, y me volviera a
reconstruir. Quise abrazarle, pero los
demás debieron de sentir lo mismo, porque de pronto todos, incluso Dylan, le
rodearon en uno de esos abrazos grupales que yo intentaba evitar. Aquella vez
no lo hice.
-
Se siente
más o menos así – le dije.
definitivamente Ale y Mike son mis favoritos... muero por leer cuando ya estén todos en casa, y aun espero la disculpa de Alejandro a su papá
ResponderBorrar¡Maravilloso,me encantó!!!
ResponderBorrar¡Pero se me hizo muy corto!!
¡Porfis,un poquito maaaasss!!!
La verdad el final me mato.... y aunque me gusta Alejandro tambien.....de pana se paso.... el pobre Aidan....y espero que Ted no se olvide de Cole...porque sino le va hacer mucho daño...o Cole a Mike..
ResponderBorrargenial, yo tambien deseeo que Mike este en casita estrenando a papa con todas sus letras y ese no percing jjajajajaj
ResponderBorrarUn besote, yyyyyyyyyy cuidadito con machacar a mi ALejandrito, es un chico que las tiene de oro ajjajaj
un beso
o.o Alejandro también es mi favorito me recuerda a mi hermanito espero la actualización en el menor tiempo posible quiero saber como le ira a Michael en la casa con todos, me encanta tu historia
ResponderBorrarYo si de todos tuviese un preferido,lejos me quedo con Aidan,que de lo maravilloso que es solo lo encontramos en fics ,jaja,pero también aclaro que los chicos,todos y cada uno de ellos son especiales y se hacen querer con el corazón,es dificil escoger un favorito,ya que todos son diferentes y sus particularidades los complementan,¡uf,si hay para todos los gustos,a mi me gustan todos ellos,y disfrutaré el leer el ingreso a la familia de Michael,se nota que será muy entretenido.
ResponderBorrarmmmmmmm,y ahora que lo pienso,me enternece de una manera especial Cole,es muy especial este niñito,tratando de no molestar y agradar a todos y esa idolatría por su hermano Ted es conmovedora,lo has sabido describir muy complejamente Dream,te felicito por el peque y por todos y cada uno de los componentes de esta historia,gracias,y espero que pronto publiques mas .
Tori.
oo se siente tan solo, pero ya no mas, ya quiero ver como interactuan en la casa familiar, quiero saber que piensa michael de los demás, saber su opinión.......
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