Páginas Amigas

viernes, 7 de marzo de 2014

Capítulo 2: Una gran noche, una gran fiesta y un gran… NOOOOO!!!!



Capítulo 2: Una gran noche, una gran fiesta y un gran… NOOOOO!!!!
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Una agradable llovizna tocó tierra, llevándose levemente el calor de aquella agobiante tarde veraniega, mientras una suave ventisca mecía graciosamente las hojas de los árboles y acariciaba los rostros de quienes caminaban por esas horas por las calles de San Pedro. Esa, sin dudas, era una noche perfecta… particularmente ideal para los jovencitos de quinto año del secundario que llevaban planeando esa salida desde prácticamente el momento que empezaron sus estudios. TODOS ellos tenían una cita en el famoso boliche Los Pantanos, para celebrar la fiesta de la Espuma, y era una cita a la que nadie podía decir que no… bueeeno, casi nadie! Porque cierto señor, de cabellos largos y rubios, ojos celestes y mirada profunda, estaba decidido a ir contra la corriente.
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 Era la hora de la cena, y la familia Robles se hallaba sentada a la mesa del elegante comedor, charlando amenamente, mientras esperaban a que la comida fuera servida. Benicio estaba sentadito a un costado de papá, sosteniendo a su pequeña hijita entre sus brazos, Leandro y su novia Lorena, que estaba de visita en la casa, se ubicaron del lado derecho de la mesa, frente a Ben, Eli en el otro extremo y Eduardo a la cabeza de aquél enorme mesón de cedro, desde donde tenía una clara visión de sus queridos hijos y de su bella esposa.
Pronto la comida llegó… y el primer espectáculo de la noche empezó.
Mientras Lean y Lore saboreaban los exquisitos alimentos preparados por Nilda y Marita, se habían encargado de ocupar la atención de Elisa, hablando entusiasmadamente de los arreglos para el cumple de Lorena que estaba sólo a unos pocos días, hasta que los tres en forma sincronizada voltearon sus miradas en dirección a Edú y Benicio, al escuchar lo que ellos interpretaron claramente como un lloriqueo.
-Papá, por favooor!!!!- Pidió Benicio, con la voz quejumbrosa, sin darle mayor importancia a los pares de ojos curiosos que lo observaban.
-No, hijo, no!!!- Contestó firme el abogado, pero sintiéndose incómodo al verse convertido en el centro de interés del resto de la familia y su invitada.
-Vamooos!! Di que siiii!!!- Repitió el niño, tomándole de una mano a su padre para atraer su atención.
-Nooo!!!- Sentenció papá solemnemente, con un tono de voz seguro, sin gritos, y un gesto serio en el rostro, esperando que su hijo aceptara de una vez por todas, la respuesta… al menos eso le funcionaba cuando Benicio era un niño. Cuando papá se ponía en esos términos y decía que no, como ahora, él simplemente sabía que debía obedecer sino su colita estaría en grandes problemas… tiempos felices aquellos, decía para sí mismo el abogado.
-Por favor, por favor, por favoooooooor!!!- Suplicaba Ben, ésta vez jalando al hombre del brazo, comportándose como todo un mocoso de cinco años.
-Basta, Benicio!!!- Eduardo detuvo la manito de su hijo para que dejara de zamarrearlo.
-Papito, di que síiiii!!!! Por faaaa, sé bueno… serán sólo unas horas!!!-
-No!!!- Fue la respuesta, ya cien veces repetida por el pobre de Eduardo, en un tono tan calmado que hasta daba miedo.
Una simple palabrita. NO. Tan sólo dos letritas… por qué Benicio no la podía entender?!!
Don Eduardo intentaba mantener sus ánimos bajo control  para no caerle a palmadas a su chiquito, mientras el resto de los comensales se mostraban bastantes risueños y entretenidos, observando la lucha de voluntades entre padre e hijo. Leandro y Lorena, trataban de disimular lo mejor que podían sus enormes sonrisas, cubriéndolas detrás de sus copas cada vez que Edú dirigía su mirada hacia ellos, sin poder evitar que se les escaparan unas risitas de vez en cuando de entre sus dientes. Les resultaba tan divertido que el porfiado muchachito no se diera por vencido a pesar de los miles de NO que papá ya le había dado y Eli, no hacía más que mirar con simpatía a su dulce esposo otra vez tratando de llevarse la copa de vino blanco a la boca con el brazo que su niño le tironeaba.
-Pero… pero…  papito, te lo ruegoooo… déjame iiiirrr!!!- Pidió Benicio con un gimoteo definido en la voz que casi hace que su hermano lance una carcajada.
-Por enésima vez, jovencito, NO PUEDES IR, y se acabó!!!- Rugió papá, perdiendo un poco la paciencia. Es que Beni, se había pasado toda la tarde… qué digo toda la tarde, TODO el santo día persiguiendo a su padre por la casa, intentando convencerlo para que le diera permiso para ir a la “Fiesta de la espuma”, que se llevaba a cabo esa misma noche en uno de los boliches más top de la ciudad.
El problema era que Ben estaba castigado, sip… CASTIGADO!!! Habían pasado dos semanas de la última salida divertida de Benicio, aquella por el cumple de Maxi que le costó una “paliza de terror” de la mano de su padre por llegar tarde a casa, aún sabiendo que su pequeña niña tenía cita con el pediatra. Eduardo, se había sentido terrible por causarle semejante dolor a su hijo y no quería volver a repetir una situación como aquella, por lo que decidió que reforzaría la lección agregando dos fines de semana sin salir de casa al castigo. El primer viernes pasó sin problemas. Eduardo había alquilado varias películas y comprado pizzas, kilos de helados y galletas de vainilla para ver las pelis con su niño y así hacerle más pasadera la penitencia, pero este día Benicio tenía una fiesta muy importante para él! Era la Fiesta de la Espuma, que hacían los chicos de cuarto año para celebrar a los de quinto que dejaban el colegio. Benicio pensaba que eso era como esas cosas únicas de la vida, que no se vuelven a repetir, y no quería perdérsela por nada, así que estaba emperrado en conseguir el permiso sí o sí!! Pero para su mala suerte, ésta vez papá había decidido llevar el castigo hasta el final y no dudó en responder con un NO rotundo cuando Benicio se acercó esa tarde a preguntárselo.

-Pero…-  Y al parecer, cierto muchacho de bellos ojos celestes no estaba dispuesto a aceptar ese NO por respuesta.
-Benicio, creo que claramente acabo de decirte que NO puedes ir a esa maldita fiesta, así que termina esto de una buena vez, hijo!! Por favor!!- Contestó con exasperación el jefe de familia.- No me hagas perder la paciencia contigo- Advirtió.
-Pero por qué noooo?!!!- Preguntó descaradamente Benicio, haciendo caso omiso a la expresión de enojo situada en el rostro de su padre.
-Porque estás CASTIGADO, por eso!!! Y ya basta con ésta actitud infantil, jovencito, o te irás ahora mismo a tu habitación. No te da vergüenza comportarte como si tuvieras 4 años delante de Lorena?!!- Eduardo no quería avergonzar a su pequeño, pero debía hallar un modo de cortar con el berrinche de su niño sin tener que ponerlo boca abajo, sobre sus rodillas.
-Es que tú no me dejas alternativaaa- Contestó furioso el muchacho. –Si me hubieras dado el permiso antes esto no estaría pasando- En su voz sólo había frustración, furia y reproche, pero Eduardo no iba a ceder tampoco.- Todo esto es TÚ culpa!!!-
A Edú no le gustó nada aquella acusación, y estaba a punto de estampar los puntos de su defensa en las pobres posaderas de su hijo cuando Lore decidió intervenir en favor de la criatura.
-Eduardo, no te preocupes. Benicio nunca es una molestia, es más… encuentro todo esto muy adorable… -Prosiguió con una sonrisa- Verás, yo tengo dos hermanos menores, Juan y Teo, que tienen casi la misma edad de Ben así que situaciones como ésta son moneda corriente en casa!!- Explicó la chica, guiñando un ojo en dirección hacia el chiquillo, provocando un rubor en los cachetes de su cuñadito.
-Hermanito, por favooor, dile a papá que me deje ir, por favorcitoo!!!- Pidió el menor de los Robles, con carita de niño abandonado.
Lean hizo una mueca y dio un suspiro de resignación sabiendo que no podía resistirse al pedido de su adorado hermanito. Él amaba a ese mocoso travieso que tenía por hermano más que a nadie en el mundo, y siempre que Beni quería algo que sus padres decían que no, Leandro hacía lo imposible por conseguírselo con tal de verlo sonreír.
-Papá?!!- Empezó Leandro, tanteando el terreno.- Lore y yo iremos a un pub que queda cerca del boliche, qué te parece si yo llevo a Benicio hasta la fiesta?!... No me costaría nada, a mi me queda de paso y…. y no tendría problemas en acercarlo….
-Pero yo sí tengo problemas, Leandro. Benicio está castigado y lo sabes hijito.- Contestó Eduardo, mirando por unos segundos directamente a los ojos verdosos de su hijo mayor, para luego desviar la vista hacia su niñito- Si quieres, mañana te doy permiso para que vayas al cine o a donde quieras, pero ésta noche no me sales de casa, estamos?!!!-
-Pero yo quiero ir hoy!!!- Dijo, levantando un poco la voz, hasta que su mamá lo regañó.
-Benicio, baja la voz!! Vas a asustar a Jazmín!!-
Beni bajó la cabeza para ver la carita de su beba que, al contrario de estar asustada, lo miraba risueña, como disfrutando de la niñería de su papito. El chico sólo la acercó hasta su rostro y le dio un dulce beso en su frentecita, haciendo que la pequeñita sonriera aún más divertida ante el gesto de su joven papá.
Esos dos se adoraban hasta los huesos!!
-Marita, puedes sostener a la niña para que mi bebé coma su cena?!!- Dijo el abogado, con los ojos clavados en sus tesoritos!!
Eduardo estaba que se le derretía el corazón mirando a su bebé, sosteniendo a su bebita en brazos. Se veían tan tiernos ellos así, ambos indefensos, dulces y amorosos… Un ramalazo de emociones contenidas se agolpó en el corazón del abogado. En qué momento ese pequeñuelo que solía descansar tranquilito entre mis brazos creció y me convirtió en abuelo, se preguntó. Es una suerte, pensaba el hombre, que Benicio no sepa que estuve a punto de decirle que sí a lo del permiso cuando me hizo ese puchero!!
Marita se acercó hasta la mesa y tomó a la chiquita de los brazos del jovencito e inmediatamente empezó a pasearla por el living, ya que la pequeñita quiso llorar al ser retirada del lado de su papito.
La cena avanzaba normalmente, cada uno concentrado en su plato, saboreando las exquisiteces que había preparado esa noche Nilda. De rato en rato se reanudaba la charla, y surgía uno que otro comentario respecto a los planes de vacaciones, hasta que llegó el momento del postre, entonces Benicio se armó de valor y volvió al ataque.
-Papi?!!!- Dijo tímidamente el niño, en un susurro sólo para los oídos de su padre.
-Sí, cariño?!!- Contestó Edú, limpiándose un poco de dulce de sus labios con la servilleta.
-Puedo ir, por favor?!!!-
-Benicio…- Eduardo miró severamente a su crío- …te he dicho que no!! Y ese es un NO definitivo-. Decretó el atractivo señor, estrellando una y otra vez su dedo índice contra la mesa para dar énfasis a sus palabras.
-Pero papaaaaaá…sniff!!!! E-eres injusto!!! Snif –snif!!- A estas alturas, el mocoso empezó a llorar de impotencia, uniéndose Jazmincita al llanto de su padre.
-Ves, hijo?!! Ese- Señaló en dirección a la nana y la pequeña- es otro de los motivos por los que no puedes ir!!! Tienes una hija!! Una niña que es TÚ responsabilidad…
-Pe-pero… Marita puede cuidarla… Será sólo por ésta noche!!!- Se aventuró a decir el jovencito, mirando con ojos suplicantes a su nana. –Verdad que puedes cuidar a Jazmín, Marita?!!! –
-Sí, mi niño. Claro que puedo!! –Contestó ella con una sonrisa, pero al ver la cara de su jefe se dio cuenta de que se estaba metiendo en problemas, así que por las dudas, añadió –Si su papá le da permiso!!-
-No será necesario, Marita, gracias. Benicio sabe que está castigado y por lo tanto no saldrá de casa ésta noche!!- Manifestó con convicción el abogado, haciendo que su muchachito se derrumbara entristecido.
La tristeza, el enojo y todos esos sentimientos de la rebeldía propia de un adolescente, sumados a la impotencia que sentía al verse tratado como un niño, lo llevaron a sollozar pesadamente, sin importarle quiénes lo estuvieran viendo. Él sabía que llorando así nadie lo iba a tratar como el adulto que decía ser, pero no podía controlarlo. Y como un niño pequeño herido por el “no” de papá, dijo lo que intuía más le iba a doler. Un- Te Odio!!!- abandonó su boca con más rabia que la que él había querido, que impactó como una bala en el corazón de su papito.
-Benicio!!!- Recriminó Elisa, sorprendida con la actitud rebelde del chiquillo. –Te vas ahora mismo a tu habitación, jovencito!!!- Le ordenó con un grito, y Ben salió corriendo, con lágrimas en los ojos, arrepentido de aquello que había dicho casi sin pensar pero que ya era algo tarde para enmendar.
Pasaron unos minutos desde que todos en el comedor habían sentido el portazo en el segundo piso, y el silencio que se respiraba se había puesto demasiado incómodo. Nadie se atrevía a decir una sola palabra, hasta que la pequeña Jazmín, reanudó su llanto.
Eduardo dio un suspiro hondo y miró a la nena llorosa en los brazos de Mara.  Se puso de pie y tomó a su nietecita entre sus manos para tranquilizarla -Me disculpan, por favor!! Iré a hablar con mi hijo!!-
-Yo puedo ir, si quieres!!- Se ofreció Lean, creyendo que su papá le daría unas nalgadas a su hermanito.
-No, hijito. Yo voy!!- Y se dirigió al segundo piso, con la niña ya dormida en sus brazos, para dejarla en su habitación.
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Arriba, Benicio se había arrojado en su cama, abrazando su almohada con fuerza mientras derramaba un río de lágrimas sobre ella. Se sentía herido y derrotado. Había pensado que estando Lorena en casa, eso le daría la oportunidad de salirse con la suya y obtener el tan dichoso permiso para ir a la fiestecita que daban sus amigos. Pero ni eso le dio resultado.
-Benicio?!!- Llamó bajito papá, al entrar a la habitación. Pero el niño escondió el rostro en su almohada y se acomodó para darle la espalda a su padre.
-Cariño, tenemos que hablar.- Dijo Eduardo, sentándose en la cama a la par de su angelito, y acariciando suavecito su espalda.
-Yo no quiero hablar contigo!!!- Fue la respuesta de su mocoso, que apenitas levantó la cara de su almohadón para que papá lo entendiera.
-Pero yo sí contigo…- Dijo papá- Anda, vamos. Date la vuelta, chiquito. No seas así, habla con papá!!
-Me vas a dar permiso para ir a la fiesta?!!- Preguntó, sonando como un niño dulce.
-Ya te dije que NO, hijo!
-Entonces, no hay nada de qué hablar, vete de mi cuarto!!!- Contestó todo rebelde, girándose para enfrentar a su padre…. Perooo…
-PLAFF… PLAFF… PLAFF… -Ya era demasiado de malcriadeces.
-Auchhh… nooo… ayy!!!! Papáaa!!!- Reclamó con un puchero.
-No seas atrevido conmigo, Benicio, o me voy a enojar muy feo contigo!! –Reprendió con tres nalgadas sólidas el abogado.- Está bien, me iré… -Dijo, parándose y caminando hacia la puerta para abandonar el cuarto de Ben- ...pero el castigo se queda!!!- Y los ojitos lindos de Benicio se llenaron de lágrimas frescas ante esa sentencia.
Iracundo como estaba, se dio la vuelta y hundió el rostro en la almohada aquella para llorar toda su bronca en ella.

Eduardo sintió su pecho oprimirse escuchando a su hijito sollozando así, pero no pensaba ceder en su decisión y sabía que el niño tampoco daría su brazo a torcer, y como él estaba bastante cansado como para lidiar en ese momento con la rebeldía del muchacho, decidió marcharse a su propio dormitorio a descansar. -Ahhh… y yo que creí que estabas madurando!! Pero si aún eres un niño en tantos sentidos, hijito!!- Pensó Eduardo, saliendo de aquella habitación.

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