Páginas Amigas

jueves, 24 de abril de 2014

CAPÍTULO 32: PROBLEMAS DE AUTORIDAD



CAPÍTULO 32: PROBLEMAS DE AUTORIDAD

“Voy a morir de un infarto a los diecisiete años. Genial, absolutamente genial. Ya estoy oyendo al médico respondiendo a las preguntas de papá: ‘Pues sí, creemos que murió de un infarto… aunque también pudo tener algo que ver ese corte en su cuello, o el veneno que encontramos en su coca-cola, o el derrame cerebral que le dio por estrés, o ese quiste en el cuello que le salió por retener su enfado, o la caída de diez metros cuando intentó impedir que su hermano se subiera al tejado….’”

Vale, vale. Tal vez estaba exagerando un poco. ¡Pero sólo un poco! Realmente creo que mis hermanos se habían propuesto matarme, y por si un plan fallaba tenían veinte más de repuesto. Haciendo un repaso de mi día, no podía llegar a ninguna otra conclusión.

***

Salí del colegio con Mike y Fred. El tema “maltrato” era tabú, y nadie dijo nada en todo el día, aunque noté que Mike le miraba exactamente igual que yo: como esperando que en cualquier momento se rompiera a pedazos.  Me pregunté cuándo hablaríamos del tema él y yo…. es decir, si no podía hablar con el propio Fred al menos podía hablar con Mike… pero él estaba un poco raro. Mike no solía hablar de cosas serias, pero ese día realmente parecía esforzarse por evitarlas. No mencionamos para nada lo que estaba viviendo nuestro amigo. En lugar de eso, el centro de la conversación fui yo, o mejor dicho, Agustina. Que la pidiera salir, que dejara de esquivarla…. Y de nada servía decir que sólo estaba esperando a que pasara un tiempo después de lo de Jack. Ellos me conocían demasiado bien y sabían que lo que en verdad pasaba es que estaba tan cagado como Harry después de ver una película de miedo. 

Conseguí desviar el tema un par de veces hacia el profesor de matemáticas, que se había propuesto fundirnos el cerebro a base de matrices e integrales. Y finalmente mencioné que desde ese día iba a pasar las tardes cuidando de mis hermanos. Los dos me dieron el pésame.

-         Nah, va a estar bien. La mayoría de mis hermanos ya no son pequeños. A lo mejor los enanos echan de menos a mi padre, pero los demás no darán problemas…

…¡y una leche frita! ¿Por qué narices tuve que abrir la bocaza? Mi primer amago de infarto vino cuando ni Zach ni Harry estaban fuera con los demás. Yo había salido con diez minutos de retraso y había chicos de su clase que ya se estaban yendo….¿y si se habían metido en líos y su profesor les estaba reteniendo? ¿Y si les dejaba allí una hora o dos, limpiando el patio o algo de eso? ¿Qué se supone que debía hacer yo? ¿Quedarme con todos hasta que les dejaran salir? ¿Ir a casa y volver yo sólo,  dejando al resto con Alejandro? Por suerte, no tuve que tomar ninguna decisión, porque no había pasado nada más que Zach no encontraba su móvil. Lo encontró y al fin salieron. Cuando estuvimos todos y fue hora de volver a casa, Alice miró a todos lados, como buscando a papá, o tal vez el coche, no estaba seguro. Ella ya sabía que papá no iba a venir, pero los niños pequeños no siempre recuerdan lo que se les dice.

-         Hoy papá está presentando el libro ¿recuerdas, peque? Así que vamos a estar sólo nosotros once, y Michael cuando vuelva. – la expliqué.

-         ¿Y dónde está tu “cote”, Ted?  - preguntó.

-         No he traído el coche, Alice. Esta mañana hemos venido andando ¿te acuerdas? En mi coche no cabemos todos.

-         ¿Por qué no?

-         Pues porque es pequeño, pitufa. Así que iremos dando un paseo.

-         ¿Y por qué no tienes un “cote” más “gande”?

-         Mmm… para empezar, necesitaría un carnet especial…pero tú eres muy joven para entender eso…. sólo…tengo ese y ya, hermanita. – dije, mientras andábamos calle abajo.

-         ¿Pero por qué?

-         ¿Por qué, qué, Alice? – pregunté, temiendo que eso fuera uno de esos interminables bucles donde mi hermana repetía la misma pregunta sesenta veces. Ponía a prueba mi paciencia.

-         Yo quiero ir en “cote”.

-         No estamos lejos de casa. Si quieres, te llevo a caballito.

-         ¡No! ¡Quiero ir en “cote”!

-         No puede ser, enana.

-         ¿Por qué no?

-         Ya te lo he dicho, mi coche no da para que subamos todos. Si no está papá hay un coche menos, como cuando estuve en el hospital.

-         ¿Pero por qué?

-         Porque alguien tiene que conducir… - respondí. En momentos como ese entendía perfectamente la expresión “Señor, dame paciencia”.

-         Qué “coduzca” Alejandro.

-         Él no puede.

-         ¿Por qué?

-         Porque no.  – empecé a responder más tajantemente, esperando que dejara de preguntar. Necesitaba concentrarme, pensar en todo lo que tenía que hacer….

-         Pues Michael.

-         ¿Ves a Michael por aquí? – intervino Alejandro. – Además, él tampoco. Él único que puede conducir es Ted.

-         Pero Michael es mayor que Ted. – argumentó Alice.

-         ¿Y qué?

-         Si Ted “coduce” Michael también “coduce” porque es mayor que él.

Respiré hondo, me agaché, y cogí a Alice en brazos.

-         No funciona así, peque. Para conducir se necesita un papelito que diga que sabes hacerlo. Hay que pasar un examen, y hay que tener dieciséis años. Michael tiene más de dieciséis años, pero no hizo el examen.

-         ¿Es que es tonto? – preguntó Alice, sin mala idea, sino con verdadera curiosidad.

-         No, claro que no. Simplemente no hizo el examen. No todo el que es mayor conduce. Mi amigo Fred tampoco tiene carnet.  Hay otras formas de viajar, y hay gente a la que le da miedo…

-         ¿A Michael le da miedo?  - preguntó Alice.

-         Eso tendrás que preguntárselo a él, aunque no creo, princesita.

Más bien me parecía que no había podido sacarse el carnet porque había estado muy ocupado huyendo de la justicia.

-         ¿Entonces no hay “cote”?

-         Te ha costado entenderlo, ¿eh? – dijo Alejandro.

Pero, de hecho, no lo entendió, o no quiso entenderlo. Alice pidió que trajera el coche durante todo el viaje a casa, aunque al menos no hizo un berrinche. Simplemente entró en bucle, y yo reuní paciencia,  repitiendo de vez en cuando la explicación de por qué íbamos andando. Si la hubiera gritado o pedido que se callara sólo habría conseguido que se echara a llorar. Papá decía que mientras hiciera preguntas lo único que debíamos darle eran respuestas, aunque fuera siempre la misma.  Según su filosofía, todo el mundo debería preguntar varias veces cuando no entiende algo, y nadie debería mandarte callar, menos si eres un niño. Y supongo que tenía razón, pero la peque monopolizó la conversación sin callarse ni un segundo.

Para cuando llegamos a casa, tenía los oídos saturados. Lo juro.  Las preguntas de Alice no me dejaron concentrarme, pero aun así recordé que lo primero que tenia que hacer era llamar a papá. Me lo había repetido como mil veces  la noche anterior. Le llamé, y como aún no tenía nada que contarle, tardé poco. Luego fui a hacer la merienda. Había esperado que Alejandro me ayudara, pero por lo visto tenía muchos deberes.

Como un trabajador en cadena, hice sándwich tras sándwich  mirando la lista de la nevera en la que indicaba quién lo quería sin bordes. Hannah y Alice comían poquito, así que ellas sólo tomaban medio. Luego hice un zumo casero, aunque hubiera paquetitos en la nevera, porque me apetecía y estaban mucho más buenos que los envasados. En casa teníamos tres neveras. Dos en la cocina, y una en la despensa. Las de la cocina eran tamaño extragrande y en una de ellas se guardaba únicamente la bebida. Es decir, leche, muuuuucha leche, y zumos. Papá hacía zumo de naranja, de melocotón, de piña, de sandía… Le salían muy bien. Habíamos agotado las existencias de zumo de manzana, así que eso fue lo que hice. Luego saqué vasos y llamé a todos, para que eligieran y tomaran el suyo…

… y empezó una pelea porque no había zumo de naranja para todos.  Ninguno de ellos tuvo en cuenta que yo pasé veinte minutos pelando manzanas y haciendo el otro zumo. No me gustó nada la forma en la que eso me hizo sentir, y me propuse tener cuidado de no hacer sentir así nunca a papá….como que no valoraba su esfuerzo…

-         Kurt, a ti te gustan los otros zumos, pero a tu hermanita sólo le gusta de naranja. Deja que ella se lo tome, peque.

-         ¡Pero yo me lo pedí primero! – me respondió, y en ese momento supe que no me lo iba a poner fácil. Tenía esa mirada de “quiero esto y lo quiero ahora”.

-         Sí, lo pediste primero, pero ahora lo que yo te estoy pidiendo es que se lo des a Alice. – le dije, y le miré a la expectativa, rezando a todos los cielos porque no empezara un berrinche.

Lo de rezar no debe de ser lo mío, porque Kurt agarró el vaso como si fuera un tesoro.

-         ¡No, es mío!

-         Kurt, tienes otro zumo aquí. De manzana, mira….Y lo hice yo, por cierto.

-         Ahí tienes por qué no se lo quiere tomar – dijo Alejandro, y se rió. Cortó la risa en cuanto vio cómo le miraba – Amargado.

Le ignoré, y me centré en Kurt, que me miraba como si estuviera dudando si facilitarme la vida o complicármela.

-         Anda, peque, sé un buen hermano mayor ¿sí?

Finalmente Kurt movió su vaso hacia Alice y cogió el zumo de manzana. Suspiré con alivio.

-         Gracias, enano. – le dije, mientras él lo probaba – Verás como está….

-         ¡Agh! ¡Está malo! – dijo con asco, y escupió el trago que había bebido. Por un momento me sentí inseguro. ¿Qué posibilidades hay de que un zumo te salga malo? Es decir, realmente no es cocinar…. Sólo es fruta licuada… Miré a Barie, que también estaba bebiendo ese zumo, y ella se encogió de hombros como diciendo “a mí me gusta”.

-         ¿No te gusta? – le pregunté a Kurt. – ¿Quieres echarte azúcar?

-         ¡No, quiero zumo de naranja!

-         Kurt, pero si no queda…. – respondí, oliéndome que al zumo no le pasaba nada, sino que él se había encaprichado.

-         ¡Pues haz más! –me exigió. No me gustó nada la forma de pedirlo, como de pequeño tirano. No era muy propio de él. Tal vez fue la sorpresa lo que me hizo hablar  en un tono que más bien parecía de papá y no mío.

-         Oye, a mí lo único que puedes exigirme es un abrazo. Las cosas no se piden así.

La expresión de Kurt cambió considerablemente y le tembló un poco el labio.

-         Lo siento… quiero….mmmm…me gustaría…..¿me puedes hacer más, por favor? – preguntó entonces, y sonó varios años mayor. Sonreí un poco porque parecía un caballero en miniatura.

-         Lo haría sin problemas, enano, pero es que no quedan naranjas. Mañana toca hacer la compra.

Kurt puso un puchero, con su breve instante de prematura madurez totalmente olvidado. Iba a acercarme para deshacérselo con un dedo como hacía a veces papá, provocando que se riera, pero entonces él empezó a llorar.

-         No, Kurt… no llores….te hago zumo de otra cosa, ¿vale?

-         Pero….snif…yo quiero…..snif….de naranja. ¡BWAAAA!

Cole se tapó los oídos, porque Kurt subió el volumen de forma desagradable.  Traté de abrazarle para que se calmara, pero me dio un manotazo y no me dejó. Resoplé. La paciencia nunca ha sido mi fuerte.  Con mis hermanos la ejercitaba cuando estaban tristes, o cuando se ponían pesados como Alice hacía un rato, porque eran mis hermanos, y les quería. Pero en cosas como aquella mi paciencia se reducía a cero, porque además yo no podía sacarme las naranjas de la manga.

-         Pues no puede ser. Tienes zumo de manzana y se acabó. – le dije, tajante…lo que por supuesto le hizo llorar más. 

- BWAAAA   Quiero snif….snif…. zumo….

-         Y aquí lo tienes, sólo que no de naranja.

Kurt se sentó en el suelo para llorar con más dramatismo. Como sincronizados, el resto de mis hermanos empezaron a irse a tomarse el sándwich y el zumo en otra parte. Me abandonaban en el frente. Desertores.

- Cuando te calmes me avisas – le dije a mi hermano, y me puse a limpiar la encimera. Lo cierto es que, aunque sabía que todo era un berrinche, costaba oírle llorar sin hacer nada. Era un sonido diseñado para conmoverme y torturarme, pero tanto observar a papá me había enseñado que nada de lo que dijera en ese momento serviría de algo. Primero el enano tenía que calmarse. Aidan no solía usar la técnica del “tiempo fuera”, porque no quería que Kurt pensase que no le quería ni ver, pero sí que le ignoraba hasta que se le pasara la pataleta. Y es lo que hice yo.

Tardó exactamente dos minutos y treinta y cinco segundos en dejar de llorar. Lo sé porque cronometré cada segundo luchando por no reaccionar ante su llanto o sus tirones a mi pantalón. Llega a durar medio minuto más y juro que hubiera salido a buscar naranjas hasta en la Conchinchina. Me sentía un monstruo.

-         Ya….ifgs….ifgs… ya no lloro. – susurró, con la respiración algo agitada todavía.  Me agaché a su lado y pasé sus brazos por mi cuello antes de levantarme de nuevo, ésta vez con él bien agarrado.

-         Ya lo veo, campeón. Qué bien. – le limpié la cara con un poco de papel de cocina. – Suena – le pedí, y él sopló con todas sus fuerzas para destaponarse la nariz. – Escucha, peque, yo también me enfado cuando algo no sale como yo quiero, pero hay que aprender a reaccionar de otra manera ¿eh? Los niños de seis años ya no lloran por un zumo.

-         Pero era mi zumo. – protestó, con un puchero  - Y se lo diste a Alice.

-         A ella no le gusta el zumo de manzana, enano.

-         Papá dice que si algo no me gusta me lo tengo que comer igual.

Glup. Buen argumento.

-         Vale, pero… en la merienda cada uno escoge su zumo. No es como cuando hay verdura para cenar y a ti no te gusta. Esto es como…como un cumpleaños en el que regalan globos, y queda uno azul y uno rojo, y tú prefieres el azul porque el rojo no te gusta nada de nada. Si alguien coge el azul, le pedirás  que te lo cambie. ¿Entiendes?

-         Sí. Pero a mí sí me gusta el rojo. – respondió, y me sacó una sonrisa. Le di un beso pensando que él era el único hermano varón con el que podía hacer eso sin temer que me rechazara. El resto aceptaba los besos de papá, pero conmigo no parecía tan natural. Yo en cambio era más bien al revés, porque me daba vergüenza ser mimoso con Aidan, aunque él me conocía lo suficiente como para mimarme igual. Y Kurt nunca rechazaba los besos, más bien los pedía a todas horas. Alejandro dijo una vez que Kurt de mayor iba a ser gay o un niño de papá, pero creo que aprendió a no decirlo nunca más cuando Aidan nos enseñó un video de nosotros siendo pequeños, y ciertamente dejábamos a Kurt como todo un machito. Si a los niños los besos le parecen algo femenino es porque sus padres les educan para ello. Aidan era igual de cariñoso con mis hermanos que con mis hermanas y para mí de hecho era extraño ver a padres que chocan la mano con sus hijos en vez de darles un beso. ¿Cómo era eso? ¿Las chicas tienen derecho a un mimo y los chicos no?

-         Y también el zumo de manzana – le respondí, cuando vi que esperaba que le dijera algo. Kurt puso una mueca - ¿Prefieres no tomar ninguno? – intenté que no sonara como una amenaza.

-         Me lo tomo si no le dices a papá. – susurró, muy bajito. Anda que no era listo el enano.

-         ¿Si no le digo qué? – pregunté, aunque me lo suponía.

-         Que me porté mal.

-         Enano manipulador y chantajista. ¿Quieres meterme a mí en líos? – reproché, zarandeándole juguetonamente. Él se rió un poco y luego le miré a los ojos – No te portaste mal. Hiciste un berrinche, pero tienes que hacer algo más que eso para que yo se lo diga a papá. Es la ventaja de quedarte conmigo – le dije, y le guiñé un ojo. Con eso conseguí que mi hermano sonriera, que no me odiara, que no me viera como un aguafiestas y, lo más importante en ese momento, que se tomara el zumo.

Después de que todos merendaran lo siguiente que tenía que hacer eran mis deberes, mientras vigilaba que el resto hiciera los suyos y le echaba un ojo a Dylan porque…porque siempre hay que echarle un ojo a Dylan. Y a Kurt. Y a Alice. Y a Hannah. Y a Harry. Y a Zach…. ¿Por qué no mejor ponía una cámara en el cuarto de todos mis hermanos para echarles un ojo a todos a la vez?

Me puse a hacer a la vez los ejercicios de matemáticas y los de lengua, todo un record. Igual terminé multiplicando los sintagmas y analizando sintácticamente las ecuaciones, pero creo que en general me salieron bastante bien. Me di toda la prisa posible… y aun así no fue suficiente.

No sé cómo pasó. No estuve concentrado en mi cuarto ni media hora. Les puse una peli a los enanos para que estuvieran entretenidos. Dejé la puerta abierta para poder oírles. Tenían que venir a mi habitación si pasaba algo….

-         ¡TE ODIO, TE ODIO, YA NO TE QUIERO! – se escuchó gritar a Alice, y enseguida se oyeron unos sollozos fuertes. Después se escucharon varios ruidos como de cosas cayéndose. Intercambié una mirada con Alejandro, y los dos fuimos a ver qué pasaba.

Agradecí que viniera conmigo, porque de otra forma no habría creído lo que vieron mis ojos. Alice lloraba con mucha fuerza mientras tiraba todo lo que tenía a su alcance con la intención de darle a Dylan. La enana no tenía mucha puntería, ni tampoco mucha fuerza, pero parecía muy furiosa. Nunca la había visto así. Dylan tampoco, y tal vez eso explicaba su reacción. Estaba apoyado contra una pared, golpeándose la cabeza rítmicamente. La imagen era impactante y como de manicomio, pero por desgracia ya estábamos acostumbrados. Le separé de la pared y traté de hacer que me mirara, aunque era inútil. Tras dudar un poco le abracé, y aunque al principio se  resistió no puso tanto ímpetu como otras veces, y terminó abrazándome él también.

-         Malo, malo, Dylan malo, malo, malo. Ted, soy malo – me dijo, gimoteando.

-         Claro que no, Dy. No eres eso. – le aseguré - ¿Qué es lo que pasó? – pregunté, aunque sin muchas esperanzas de que me respondiera.

Giré la cabeza y vi que Alejandro había cogido a Alice en brazos.  La había visto llorar muchas veces, pero nunca así. Era como si la hubieran hecho mucho daño. Fue la forma en la que lloré yo al enterarme de la existencia de Michael.


-         Alejandro´s POV -

Mi hermanita temblaba contra mi pecho llorando de forma desgarradora. Tenía algo en la mano, pero no alcanzaba a verlo bien. Durante un rato me limité a sobarle la espalda sin saber qué decir. Luego ella se calmó lo suficiente como para poder hablar.

-         Mi… mi unicornio – lloriqueó, y me enseñó lo que tenía en la mano.

Eran dos trocitos de plástico, pertenecientes al cadáver de Esmeralda, o tal vez de Rosita, no estaba seguro. Uno de esos bichitos de juguete con los que estaba todo el día. Los cogí y los examiné.

-         ¿Lloras así porque se te rompió un juguete? Serás estúpida….

-         ¡Alejandro, no la llames eso! – dijo Ted. Me dio la impresión de que se le estaba subiendo a la cabeza lo de quedarse a cargo y de pronto se pensaba que a mí también podía darme órdenes como a los peques. Se acercó a nosotros sin soltar a Dylan, y miró a Alice, apoyada de lado en mi cadera. - ¿Dylan lo rompió? ¿Por eso le gritaste y le tiraste cosas?

-         ¡SI! ¡LE ODIO! – chilló Alice, y como la tenía muy cerca de mi oído casi me revienta el tímpano. Sentí impulsos de soltarla. Me pareció una cría exagerada, caprichosa, mimada y…

-         Lo siento, mucho, bebé. Sé que duele – dijo Ted, como con compasión, y la sacó de mis brazos. ¿Hola? ¿Era el único que entendía que la mocosa casi le hace una brecha a Dylan por un juguete tonto?

Ted  hizo una jaula protectora con sus brazos y… ¡que alguien me agarrara porque parecía a punto de llorar él también!

-         Perdón… - musitó Dylan. Tenía los ojos muy abiertos y la cara algo roja. No iba a llorar, pero de alguna forma ya estaba llorando. – Lo p-pisé…perdón.

-         Pitufa, él no lo hizo aposta. Fue un accidente y es tu hermanito. – dijo Ted. ¡Hombre, menos mal! Ya pensé que no iba a defender al pobre Dylan.

-         … está roto… - balbuceó Alice, y Ted la abrazó más fuerte.

-         Lo sé, peque, lo sé. Sé que era muy importante para ti… Te prometo que intentaré pegarlo ¿de acuerdo? Con un pegamento especial. Quedará como nuevo, ya lo verás. Perdónale ¿sí?

-         ¿Qué le perdone? – dije, sin poder contenerme más - ¡Más bien que él la perdone a ella! ¡Joder, fue un accidente y Alice intentó pegarle! ¡Mira como ha puesto el cuarto! ¡Podrían haberse hecho mucho daño!

-         Alejandro, sé lo que me hago…

-         No, no sabes una mierda. ¡Alice no se merece que la mimes y la consientas, se merece un castigo!

Al oír mis palabras Alice empezó a llorar otra vez.

-         Buuuuu. Ted, no me hagas pampam….

-         Claro que no, pitufa. Nadie va a hacerte pampam y yo el que menos. Además, no puedo hacerlo…

-         Sí, sí que puedes.

-         Alejandro, cállate, tú no lo entiendes.

-         Oh, sí, lo entiendo muy bien – sentencié, y saqué a Alice de sus brazos. – De haber sido cualquier otro te habrías enfadado, pero como es tu consentida, y la de papá, y la de todos, se lo pasas. Pues no. Cuando venga papá te va a poner el culito como un tomate, renacuaja.

Alice se agarró a mi pierna llorando como si la hubieran amenazado de muerte.

-         Bwaaaaa…. No….tito….no….bwaaaa

-         Me da igual como te pongas. – la dije, aunque en verdad no me daba igual. Tenía que aprender a llorar así a ver si con esas conseguía ablandar a papá. - Estoy muy enfadado contigo.

Alice tiró tanto de mi pantalón que pensé que me los bajaba.

-         Bwaaaaaaaaa… no quiero…. snif….que estés….snif…. enfadado.

-         La has hecho buena, Alejandro. No va a dejar de llorar en la vida – me espetó Ted, y lo cierto es que el tiempo pareció darle la razón. Pasaban los segundos y Alice no se calmaba. Ted la paseó en sus brazos, temiendo que la diera un corte de digestión. La susurraba palabras dulces y la acariciaba, pero nada parecía tener efecto.

Dylan estaba nervioso por ver llorar a la enana, así que me lo llevé de allí, y cuando volví Ted no había hecho ningún progreso.

-         Papá….snif…. también …..snif…se va a enfadar con…conmigooooo. – gimoteó.

Ya no podía verla más así. Demasiado llanto para una sola tarde: iba a explotarme la cabeza. Caminé hacia ellos y la saqué de los brazos de Ted con brusquedad. No sabía bien qué decirle a Alice. ¿Debía consolarla? ¡Pero es que yo tenía razón! ¡No podía salirse con la suya sólo porque supiera llorar así de bien!

-         Llora cuanto quieras, lo que tienes es un capricho y verás qué rápido te quita papá la tontería en cuanto venga. – la dije.

-         Alejandro, la frase “ya verás cuando llegue papá” es de las más odiosas que ha inventado el ser humano. Alice es… – empezó Ted, pero no le dejé terminar. Tenía razón: no podía decir cosas como “papá hará esto” o “papá hará lo otro” porque papá  no estaba allí. La enana se iba a pensar que como Ted estaba al mando podía hacer lo que quisiera, y lo cierto es que la actitud de Ted no la enseñaba otra cosa. Ella tenía que aprender que lo que había hecho estaba mal, y que tenía que hacernos caso a nosotros cuando no estuviera papá.

Una decisión se estaba fraguando en mi cabeza, y terminé de tomarla cuando Alice me mordió el brazo.

-         ¡Ah! ¿¡Pero qué coño te pasa, enana de mierda!?

Alice se tapó la boca y luego me señaló con el dedo.

-         ¡Has dicho un taco!

-         Y voy a hacer más que eso – la aseguré, reuniendo la determinación que me faltaba gracias a mi enfado. La di la vuelta y la di una palmada, como hice con Kurt no hacía mucho, aunque tal vez me pasé de fuerte. Había levantado la mano otra vez e iba a bajarla lentamente, inseguro por la posibilidad de haberla hecho demasiado daño, pero no tuve ocasión porque Ted me agarró de la muñeca.

-         ¿Se te ha ido la pinza? ¿Qué narices haces? ¡Largo de aquí! ¡Fuera!

Era raro ver a Ted tan alterado. Envolvió a Alice con un brazo mientras me indicaba la puerta con la mano.

-         Ted, ella no puede….

-         ¡Que te vayas! ¡No quiero oírte! ¡Te vas! Te vas y me esperas en la habitación ¿entendido?

Esas palabras me confundieron un poco. Ted sonaba muy enfadado y había dicho algo bastante parecido a lo que decía papá antes de…antes de hacer lo que yo acababa de hacer con Alice. Si Ted estaba pensando en hacer lo mismo podía irse a….

-         ¡A tomar por culo! – gritó él, como leyéndome la mente -  ¿No te vas? Pues te llevo yo.

Os lo aseguro: Ted en ese momento daba miedo. Dejó a Alice en el suelo y me empujó todo el camino hasta nuestro cuarto. Lo extraño es que no lo hacía con violencia. Era como si estuviera luchando por controlarse. Por no partirme los dientes, para ser más precisos.

-         Te vas a quedar aquí toda la puta tarde, y me da igual que sólo te saque dos años: estás castigado. ¿Es lo que querías? ¿Qué sacara mi autoridad? ¿Qué me pusiera en plan general del regimiento? Bien, pues ya lo tienes.

Hubiera querido replicarle. Hubiera querido contestarle algo hiriente que igualara la situación, para volver aquello una discusión de hermanos, y no lo que parecía en ese momento. Ted me estaba castigando. Era tan surrealista….

-         Ted´s POV -


No le des un puñetazo, no le des un puñetazo, no le des un puñetazo…. Vale, creo que puedo hacerlo. Sí, mis manos están bajo control” pensé. Por si acaso, me las metí en el bolsillo.

Respiré hondo. Había estado muy cerca de perder los papeles. Pero el tremendo golpe que Alejandro le soltó a la peque… a la enana…al bebé al cual quería meter en una jaula de cristal donde no sintiera ningún dolor…

-         Joder, Alejandro, la pegaste – dije ya más calmado.

-         Sólo fue una palmadita…

-         Sí, y no sé con qué derecho lo hiciste, pero además la diste demasiado fuerte.

-         Me di cuenta… No calculé bien…

-         ¡No tenías que calcular nada! ¡Eres un maldito insensible! – le espeté.

-         ¿Insensible?

-         ¿Quién le regaló esos unicornios, genio? – le pregunté. Tal como pensaba, mi hermano no había caído en ese detalle. Abrió un poco los ojos al recordarlo.

-         Andrew… Bueno, ¿y qué?

-         ¿Cómo que y qué? Alejandro, es lo único que tiene de él.

Una tarde, dos años atrás, recibimos una de las muchas llamadas de teléfono que cambiaron nuestra vida, sólo que esa vez no era un abogado o un funcionario. Era Andrew, que quería hablar con Aidan. Menos mal que no fui yo el que cogió el teléfono, o habría colgado. Pero lo cogió el propio Aidan, y la sorpresa le impidió colgar. Andrew le dijo que no podía seguir haciéndose cargo de Alice. La llamada fue breve, porque colgó enseguida. Dos días después papá fue a buscar a la enana, y volvió con ella, con una maleta chiquitita, y un montón de unicornios en los brazos. Era una ricura de bebé que caminaba con torpeza. Intenté cogerle los juguetes para que pudiera andar mejor, pero ella los abrazó con fuerza. “No, ton de papá. Teno que cudarlos hata que venga a po mi”, me dijo, con su lenguaje infantil. No sé que me impactó más: que llamara “papá” a Andrew, o que creyera que él iba a volver.

Con el tiempo, Aidan le explicó que Andrew no vendría, y poco a poco él pasó a ser “papá”. Pero Alice nunca dejó de jugar con los unicornios y creo que nunca dejaría de hacerlo.

Los ojos me escocieron por el recuerdo y miré a Alejandro sin saber si por fin me había entendido.

-         Cuando sólo tienes un objeto para recordarte a  una persona a la que quieres, lo proteges con tu vida. Si, Alice no debió atacar a Dylan, y tal vez papá la regañara un poco luego, pero no puedes culpar a una niña de cuatro años por sentir rabia y dolor y no saber manejarlo. – le dije.

Alejandro se quedó en silencio unos segundos.

-         Es la única de ésta casa que siente algo bueno hacia ese cabrón – escupió al final. - ….¿Crees que él la quería?

-         La regaló los unicornios. En diecisiete cumpleaños, dieciséis navidades, y una comunión, a mí no me ha regalado nada. Y hasta donde yo sé tengo motivos para pensar que a papá tampoco.

-         ¿Cómo no? Es su padre…

-         Y el nuestro. Ya ves que la palabra no significa mucho para él. Por eso a mí nunca me oirás llamarle papá. En el supuesto caso de que le viera alguna vez, claro.

Tras esa extraña conversación, nos vimos interrumpidos por los pasitos de Alice, que entró en el cuarto frotándose donde Alejandro la había pegado. Pensé que iba a abrazarme a mí, pero corrió hasta chocarse con él.

-         Ya voy a ser buena, de verdad. – le dijo, abrazándose a su pierna. Supuse que Alejandro tendría que estar derritiéndose por dentro y observé como la cogía en brazos.

-         ¿Más de lo que ya lo eres? Perdóname, peque. No he debido hacer eso.

-         Yo “sento” haberte hecho pupa – dijo ella, acariciándole el brazo que le había mordido. Alejandro sonrió y la levantó en el aire por encima de su cabeza.

-         Con lo fuerte que soy yo, necesitas más que eso para hacerme pupa – bromeó, aprovechando para presumir un poco. Luego la volvió a bajar hasta la altura de su pecho - ¿Le pediste perdón también a Dylan? Lo hizo sin querer…

-         Pero rompió a Pucky.

-         Oh, con que ése era… Ted ya te dijo que lo va a intentar arreglar. Pero Alice, un hermano es más importante que un juguete… incluso aunque sea un juguete especial.  – explicó Alejandro, y me sorprendió un poco lo acertado de sus palabras. Quizá no debiera sorprenderme tanto. Al fin y al cabo Alejandro siempre había sido más maduro de lo que demostraba.

-         Humpf – se enfurruñó la enana, poco convencida.

-         Te pidió perdón, y lo siente mucho. Y está muy triste porque no te portaste bien con él. Hagamos un trato… si te disculpas yo te defiendo ante papá.

“Y más te vale, caradura, que tú ya la pegaste….”

-         Bueno…

-         Genial. Anda, ve, peque… - instó Alejandro. La dejó en el suelo y la empujó ligeramente, como para animarla. Alice desapareció por donde había venido, y los ojos de Alejandro se volvieron hacia mí. – Supongo que no sirve de nada pedirte que no le comentes a papá que….esto….

-         ¿Que la pegaste? Mantener un secreto en ésta casa es bien difícil. Si yo no digo nada seguramente lo hará Alice, o el propio Dylan.

-         Estoy frito – suspiró, y caminó hacia la puerta.

-         Ey, ¿a dónde vas? ¿No te dije que te quedaras en tu cuarto? – le– le despeiné y salí corriendo, porque sabía que me iba a perseguir. Me alcanzó y me chinché. La cara de Alejandro fue para enmarcarla. Me reí, y le di un puñetazo amistoso en el hombro. -  O sea, que lo habrías hecho. ¿Tan serio me he puesto que me ibas a hacer caso? Mira el rebelde qué obediente nos salió.  hincó el dedo en los costados, y empezamos a hacer el idiota un rato. Eso estaba mejor. Esa era la clase de relación que yo tenía con Alejandro.

- Aidan´s POV -

El asiento no era de lo más cómodo, pero eso era casi mejor, porque si no tal vez me hubiese dormido. Me pregunté si a las doscientas personas que asistían a aquella presentación el discurso del crítico les estaba resultando tan aburrido como a mí. A juzgar por cómo bostezaba el de la quinta fila, sí.

Me llegó entonces el turno de hablar a mí. Aquella mañana había redactado un discurso de dos páginas, y en ese momento decidí guardármelo: quería despertar a esa gente, no que se durmieran más.

-         Bien…esto….Muchas gracias al señor Patterson por sus palabras, y a todos ustedes por estar hoy aquí. Creo que ya se han dicho suficientes cosas sobre un libro que en realidad ninguno de ustedes ha tenido ocasión de leer todavía, y temo que si no les doy un buen motivo, tampoco lo leerán mañana cuando esté disponible en las tiendas. Por eso… - dije, y me estiré un poco para alcanzar el ejemplar que estaba expuesto. Tosí un poco, nervioso, mientras iba pasando páginas. La sala se llenó de murmullos, y mi editor se acercó a mí mirándome como si me hubiera vuelto loco. - Si, Rick, sí, voy a leer un fragmento. Mi editor está considerando meterme en un manicomio – dije, por el micrófono, lo que provocó algunas risas. Hombre, ¡si no estaban dormidos, después de todo!

 Encontré el pasaje que quería leer y me detuve por un segundo. Esa era mi vida. Yo era escritor, y amaba escribir. No estaba allí por un mero interés comercial. Quería compartir una historia con aquellos que quisieran leerla. Quería que la vivieran conmigo. Que se sintieran parte de ella….

-         Cuando comencé a escribir, no dejaba que nadie lo leyera. Escondía las hojas en el fondo de un cajón, y allí las condenaba a morir para siempre. Por entonces tenía catorce años, así que dudo que se perdiera gran cosa. – comenté, y alguien en el público se rió con timidez. – El primer libro que escribí en serio, con intención de publicarlo, lo hice a los veinte años, cuando mi vida se parecía asombrosamente a la de la protagonista del que hoy nos ha reunido aquí. Les sorprendería la cantidad de ideas que le vienen a uno cuando se pasa la noche en vela por el llanto de un recién nacido. – dije, y en esta ocasión las risas fueron más audibles. – Pero ese también terminó en el fondo de un cajón. No me parecía lo bastante bueno, pero me daba pena destruir las hojas una vez terminado. Jamás hubiera visto la luz de no ser porque un día un curioso niño de cuatro años trataba de buscar las galletas que yo había escondido, y se topó con él – sonreí, al recordar la cara de Ted al ver aquél montón de hojas. Creo que pensó que todo ese papel era para que pintara él y le brillaron los ojos. Me lo enseñó, y entonces recordé el libro que ya casi había olvidado. Lo volví a leer, y como estábamos realmente mal de dinero (pero mal nivel “un día de estos me quitan su custodia y demostraré que no soy mejor que Andrew”)  decidí retomar aquél sueño olvidado. Acababan de despedirme de uno de mis trabajos como camarero, el sueldo por descargar camiones era realmente bajo y era todo un despropósito trabajar en un lavadero manual de choches cuando la mayoría de los productos químicos te dan alergia en las manos. No podía seguir arrastrando tres trabajos de mierda para pagar los gastos, y aquél momento era tan bueno como cualquier otro para luchar por hacer lo que realmente me gustaba.

Ted no me creía cuando le decía que yo era escritor gracias a él. No  lo decía sólo porque muchos de los cuentos infantiles que he escrito son los que le contaba a él de niño. Es que realmente de no ser por él nunca me hubiera animado a publicar el primer libro.

-         Han pasado más de diez años desde entonces, y aún sigo sintiendo la misma inseguridad antes de publicar una obra. Es irremediable que me pregunte si gustará, si estará bien escrita, si la crítica me machacará mucho, si servirá para dar de comer a mi familia…  La gente piensa que a estas alturas es imposible que fracase en mi carrera como escritor, pero se equivocan. Si mañana y en los meses siguientes nadie compra éste libro, o un crítico decide convertir la tinta en sangre, lo moverán a una estantería pequeñita en el rincón más invisible de la tienda. Poco a poco la gente se olvidará de él…y de mí. Si eso sucede me será casi imposible sacar otro libro, porque ni Rick, que me ha acompañado todos estos años, apostaría por mí. Pero más allá de todo eso, si mis otros libros llevan mi imaginación, mi espíritu infantil y mi fantasía, éste lleva mi alma. Éste lleva mi vida. Con mis aciertos, y mis errores. Con mis virtudes y mis pecados. Si el libro termina en un rincón oscuro, será entonces porque yo también merezco terminar ahí – concluí, y decidí empezar a leer, antes de ponerme excesivamente cursi.

El pasaje que había elegido en un principio no iba a ser publicado. Rick pensaba que desvirtuaba al personaje de Nadia, que rompía la imagen perfecta que yo había construido sobre ella. Le expliqué a Rick que ella no era una heroína, y que ese fragmento estaba directamente extraído de mi vida. Que aquello me había sucedido a mí. Él se cayó, y me miró con una admiración que yo no me merecía.

-         “El hambre es un dolor que realmente sólo nos imaginamos. Pasamos un par de horas sin comer, y ya decimos aquello de ‘estoy hambriento’, como si el hambre fuera algo que se pasara con un par de tostadas. Nadia tenía hambre, y acababa de comerse una hamburguesa. El hambre estaba tan arraigado dentro de ella que era ya como un dolor sordo en el abdomen, algo a lo que no le prestaba atención. Algo que jamás se marcharía. El vacío de su estómago no podía llenarse con una hamburguesa de un dólar, y el vacío de su pecho no podría llenarse nunca.
// Miró la papilla del niño como si fuera un manjar delicioso. Él no la quería, no se la estaba tomando. Se limitaba a darle vueltas con la cuchara y a mancharse el babero... Luego ella tendría que lavarlo. ¿Y cómo,  si no tenía lavadora? ¿Tanto le costaba meterse la cuchara en la boca? ¿Acaso no entendía lo mucho que había costado aquella papilla? ¿No entendía los días que llevaba sin comer para poder comprarle pañales? No, claro que no….Sólo era un bebé. Él no podía entenderlo. 
// En un arrebato de furia desesperada, Nadia le arrebató aquél plato. No se lo merecía. Al niño tampoco parecía importarle el haberse quedado sin él. Comenzó a comer notando extraño el sabor, porque hacía tiempo que no comía nada mínimamente sano. Lo sano era caro, y ella no tenía bastante dinero para los dos. Los dos… Dejó la cuchara con asco. Le estaba quitando la comida a su hijo. Emitió un único sollozo culpable antes de contenerse. No podía permitirse llorar, o no podría parar de hacerlo. Dejó el plato y la cuchara en la mesa, y alzó al niño de la silla para sentarse debajo de él. El bebé parecía feliz en sus piernas. Estuvo dispuesto a comer cuando Nadia  le acercó la cuchara. Hizo un gorgorito y dio palmas con las manos. Cogió la cuchara de las manos de su madre y empezó a golpearla contra el plato, fascinado por el sonido que producía, al igual que se fascinaba por todo. El mundo aún tenía secretos para él.

// Nadia se sintió un poco menos vacía.”
Cuando acabé de leer, la sala estaba sumida en un silencio casi religioso. Me sentí incómodo. Tal vez lo había leído con demasiada intensidad. Después de todo, sentía cada una de aquellas palabras, porque las había vivido.

Entonces empezaron los aplausos. Suave al principio, y un gran estruendo al final. Era agradable esa sensación…. Me dio algo de vergüenza y al mismo tiempo una gran satisfacción.  Respiré aliviado. Al menos no había sido un desastre.

Después vino la rueda de prensa. Respondí a las preguntas algo ausente mentalmente hablando. ¿Qué me pasaba? Eran preguntas interesantes, pero sentía que me faltaba algo. Pensé que tal vez fueran mis hijos…. Tenía la mente en casa, preocupado porque algo pudiera ir mal. Pero al mismo tiempo estaba tranquilo, porque estaban con Ted.


No. Lo que me pasaba es que yo estaba esperando ver a una periodista en concreto. Lo supe cuando todos se fueron, y una figura que empezaba a conocer se acercó a mí. En aquella ocasión, Holly iba maquillada y por eso estuve a punto de no reconocerla. Se había hecho algo en el pelo… mechas, creo… no soy muy bueno para esas cosas. Su aspecto cortaba la respiración, porque iba más allá de la belleza. Era un ángel.




…. Un ángel triste. Algo en su expresión la hacía parecer muy desamparada, aunque sólo duró un segundo porque luego me sonrió. Tragué saliva para recuperar mi capacidad de hablar.

-         No ha hecho ninguna pregunta – comenté, mientras cogía mi chaqueta. Su sonrisa se volvió algo tímida, como de disculpa.

-         No tenía ninguna interesante. Tuve la suerte de entrevistarle el otro día.

No sé si dijo eso en un intento de comprobar si me acordaba de ella. Claro que me acordaba: la había visto varias veces ya, una de esas en el médico con mi hija. ¿Por qué era tan insegura? O tal vez fuera sólo tímida.

-         Leí el periódico: me gustó mucho.

Sus mejillas pálidas se encendieron por el halago.

-         La redacción no quiso asignarme un fotógrafo para añadir una foto a la entrevista – explicó ella, como si fuera un detalle que la molestara mucho.

-         En otra ocasión – respondí. “Genial, Aidan, tú tampoco estás siendo muy sociable” me reproché.

Holly se mordió el labio y no dijo nada. Yo alargué todo lo que pude el proceso de ponerme la chaqueta y coger mi botella de agua, pero el tiempo se acababa y si no encontraba ninguna excusa para retenerla ella acabaría por despedirse.

-         Tal vez….

-         Lo que ha…


Los dos nos interrumpimos al ver que habíamos hablado a la vez. Holly soltó una risita baja y miró al suelo.

-         Usted… tú primero – dije yo, y decidí tutearla. No pareció que la desagradara.

-         Lo que ha leído ha sido muy… impactante. Algunas de las cosas que cuenta en ese libro son muy duras. Lo son más al saber que en su mayoría son autobiográficas.

Me quedé sin palabras por un momento. ¿Qué se supone que debía responder a eso? No dije nada, y ella jugueteó con un mechón de su pelo, rizándolo con el dedo. Tal vez había calculado mal su edad.  Maquillada parecía más joven. Pareció algo cortada ante mi falta de respuesta y regresó esa expresión triste en sus ojos.

-         Buenas… buenas tardes – balbuceó, y se giró para marcharse.

El corazón me dio un vuelvo. Supe que tenía que frenarla. Había algo que necesitaba saber, pero que no era fácil de preguntar. Pensé rápido.

-         Mañana por la noche hay un Meet and Greet en un restaurante. Fue idea de mi editor. Tal vez… tal vez usted y su marido quieran asistir. – dije, y me sentí idiota por volver al usted, pero ansioso por su respuesta. Su actitud me mandaba señales confusas. Yo parecía gustarle, pero ella tenía marido. ¿O no?

En seguida lamenté haber dicho aquello. Su rostro se ensombreció todavía más y se tocó el anillo imperceptiblemente.

-         Soy viuda – me respondió. – Y agradezco mucho la invitación, pero no puedo dejar solos a mis hijos.

Viuda. Adiviné que no debía de hacer mucho de aquello. Había dolor en su voz. ¿Y cómo no, si además había hijos de por medio? Un recuerdo constante de lo que había perdido.  Yo sabía lo que es no tener a nadie a tu lado, pero supuse que era peor tenerlo y quedarte sola.

-         Lo siento mucho.

-         No tiene por qué, usted no tuvo la culpa. – me respondió, con una sonrisa triste. – Ha sido una gran presentación, señor Whitemore – dijo, a modo de despedida.

-         Aidan – la recordé.

-         Aidan – repitió, y se fue.

Mientras la veía irse,  me sentía tan vacío como en la escena de mi libro.

Una vibración en mi móvil me hizo darme cuenta de que llevaba un rato allí de pie, con la mente en blanco. Saqué el teléfono y descolgué sin mirar el número.

-         ¿Diga?

-         Hola, papá. ¿Te falta mucho para venir? – era la voz de Barie. Sonaba ansiosa.

-         No, no mucho.  Estaré en casa en una hora. ¿Pasa algo? – pregunté, intentando sonar tranquilo pero sabiendo que algo pasaba, o no me habría llamado para saber cuánto iba a tardar.

-         No, nada…

-         Bárbara…

-         No es nada, papá, adiós. – soltó apresuradamente, y me colgó.

Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Saqué las llaves del coche y me pregunté cuánto podría pisar el acelerador sin que fuera peligroso.


-         Ted´s POV -


Arreglar un unicornio de plástico no es sencillo. El superglue que papá guardaba en un cajón del  cuarto desastre (el cuarto desastre en su origen era el garaje, pero siempre aparcábamos fuera, así que lo teníamos lleno de trastos) no parecía suficiente. Mientras buscaba una solución, pensé que por lo menos Dylan y Alice habían hecho las paces. Dylan se enfadó con Alejandro por haber pegado a la enana y ahora no le hablaba. Sonreí un poco: parecía como si todos mis hermanos llevaran en los genes proteger a los que son más pequeños.

Finalmente encontré un pegamento todavía más fuerte y eché unas gotitas. Se me quedaron los dedos pegados.

-         ¡Teeeeeed!  - me llamaron.

-         ¡En el garaje! – chillé, para hacerme oír. Comunicaba con el resto de la casa a través de unas escaleras. Sacudí la mano intentando despegarla del juguete - ¡Mierda!

-         ¡Ala! ¡Has dicho un taco! – dijo Kurt, entrando en ese momento por la puerta.

-         Se me escapó. Como si no le oyeras a Alejandro decir cosas peores e.e  ¿Qué querías, enano?

-         Tienes que ver mis deberes y decirme si están bien.

-         Voy enseguida. ¿Me haces un favor y le pides a Alejandro que venga?

Kurt se marchó corriendo a por él, y volvió en seguida tirando de la mano de Alejandro.

-         ¿Qué tripa se te ha roto? – me preguntó. Levanté la mano con el unicornio pegado y Alejandro estalló en carcajadas. Se acercó a mí e intentó tirar.
-         Eso puedo hacerlo yo, pero no quiero arrancarme la piel.  – le dije. – Lo que necesito es que cojas un poco de disolvente.

-         ¿Y por qué no lo coges tú? – replicó. Vago. -.-

-         Porque también tengo la otra mano llena de pegamento y no quiero acabar pegado a dos cosas diferentes.

Alejandro resopló y cogió el frasquito de disolvente para echarme un poco. Cuando me separé del juguete me lavé las manos con eso y luego con agua normal.

-         ¡A ver!  - pidió Kurt, y me cogió las manos - ¡Jo, no has desteñido!

Parpadeé un poco y me reí. Le levanté y le hice cosquillas.

-         Pero bueno, ¡que no estoy pintado! ¿Acaso esperabas que las manos se me volvieran blancas?

El enano se rió y luego salimos los tres de allí. Cerré la puerta del garaje y subí al piso de arriba… donde me esperaba una batalla campal.

Habían pintado a Dylan dos rayas en la mejilla derecha, como si fuera un apache. Hannah llevaba la misma marca, y Madie también. Por su parte, Alice, Zach y Harry llevaban puesto cada uno un sombrero. Aunque era cada uno de un color entendí que hacía las veces de sombrero vaquero. Aquello venía a ser como una batalla del Viejo Oeste, y las armas eran… globos de agua.

-         ¡Dentro de casa no! – exclamé, cuando Madie le acertó a Harry en la espalda. El globo explotó y mi hermano, el suelo, y la pared se pusieron perdidos. - ¡Seréis cafres! ¡Tenemos un jardín para eso!

-         ¡Hace frío! – protestó Hannah.

-         Pues entonces no se juega con los globos. ¿Y vosotros? – dije, mirando a los mayores- ¿Es que no pensáis?

-         No pasa nada, luego lo recogemos – dijo Zach.

-         La pared se estropea si se moja, Zach, y podéis romper algo o haceros daño. Vamos, soltad eso. Además, ¿habéis terminado los deberes?

-         Casi – respondió Harry.

-         Pues que sea del todo – dije yo, y subí con Kurt a repasar su tarea mientras ellos recogían.

Los deberes de mi hermano no eran gran cosa, claro. Era su primer año fuera del jardín de infancia y apenas llevábamos unos meses de clase. Sin embargo sí que le metían bastante caña con las mates y ya habían dado las tablas de multiplicar. Me parecía algo excesivo, a Cole le enseñaron un año después. Se supone que en ese curso lo único que haces son series de números. Series y más series hasta que ya no puedes más.

-         Siempre estás haciendo deberes de mates, peque. ¿No tienes de otra cosa? – le pregunté. Él se mordió el labio y me miró con la carita que ponía cuando le pillabas haciendo algo malo. -¿Kurt? – insistí, sabiendo que no me mentiría.

-         Tengo que leer un cuento.

-         ¿Y lo has hecho?

Negó con la cabeza.

-         Pues hazlo, peque, seguro que es cortito y no tardas nada.

-         Es que estoy esperando a papá para hacerlo con él.

-         Papá va a tardar en venir, enano, pero lo leo yo contigo si quieres.

-         ¡No, tiene que ser papá! ¡Él hace libros!

Sonreí por esa forma de expresarse.

-         Oye, yo no seré escritor, pero también sé leer ¿eh?

-         ¡Quiero a papá! – protestó.

-         Va a venir tarde y cansado, Kurt.

-         ¡Le espero!

-         No puede ser. – le dije, buscando la forma de que entendiera.

-         ¡Que sí!

-         No, Kurt. Lo hago yo contigo.

-         ¡No! ¡Tonto! – cogió su librito de matemáticas, que yo aún tenía en la mano, y lo tiró al suelo.

-         Ey, pero no te enfades conmigo. Vamos peque, vamos a leerlo y después puedes ir a jugar.

-         ¡Juego ahora!

-         No, enano, no puedes jugar hasta que no termines los deberes. No, Kurt, no empieces… no llores….no….

Tarde. Mi hermano había empezado una rabieta.

-         ¡Con papá, con papá, CON PAPAAAAAAAAAAAAAAÁ! – gritó, por si no me había quedado claro.

-         Kurt, ya vale. Papá te ayudará otro día. Hoy te ayudo yo.

Como respuesta, lloró más fuerte y empezó a patalear sentado en el suelo, golpeándolo también con los puños. No sabía si era gracioso o patético, pero desde luego no estaba bien.

-         No puedes ponerte así cuando los demás no hacen lo que quieres. – regañé. Ja. Como si él estuviera dispuesto a escucharme.

-         ¡CÁLLATE, ERES MALO! ¡QUIERO A PAPÁ!

-         ¿Y crees que papá te diría otra cosa? Es más, se enfadaría al ver que te estás portando así. Ya tuviste una rabieta antes y la dejé pasar, pero si te vas a portar así de mal se lo digo a papá ¿eh?

No pareció importarle. Suspiré, y decidí dejarle sólo en su cuarto hasta que se calmara, pero él empezó a perseguirme sin dejar de llorar y de tirar de mí. Reuní paciencia y le ignoré…

… Pero la paciencia casi se me extingue cuando bajé abajo y vi que la pelea de agua seguía. Es más, Alejandro se les había unido. ¿Es que yo hablaba en chino?

-         ¡Os he dicho que paréis, aquí dentro no se puede!

-         Bwaaaaaaaaa. ¡Ted, hazme caso! – lloraba Kurt.

-         ¡Eso es trampa, Zach! – gritó Madie.

Alejandro y Alice reían como locos, mientras corrían para esquivar a Harry. Casi se llevan a Dylan por delante. Le cogí y le pegué a mí para que no se chocara con nadie.

-         ¡Dije que basta! Alejandro, tú eres peor que ellos…. Usa la cabeza… ¡Bueno, ya! ¿En qué idioma hablo? –  pregunté, elevando la voz, intentando hacerme oír entre tanto griterío.

-         ¡En el de los pesados! – gritó Harry, y me tiró un globo a mí. Me puso perdido de agua y a Dylan también. Alejandro y los demás se empezaron a reír. Tardé un poco en recuperarme de la fría sacudida de agua, y creo que el calor de mi furia hizo que empezara a evaporarse.

-         ¡YA VALE! ¡EL SUELO PARECE UN PANTANO! ¡PARAD AHORA MISMO Y RECOGED ESTO! – chillé, y luego me arrepentí un poco, pensando que a lo mejor mis gritos hacían llorar a las enanas. Pero ellas y los demás siguieron riendo, y Kurt llorando, y la cabeza me iba a estallar.

Pues muy bien. Si no me tomaban en serio era porque no me había puesto lo bastante serio.

-         Si papá estuviera aquí todos estarías cobrando, que lo sepáis. Es agradable ver  lo dispuestos que estáis a echarme una mano. ¿Lo estáis pasando bien? Yo no pude sentarme en toda la tarde. Os he dicho que paréis. Si digo que  basta es basta. HARRY TE JURO QUE SI TIRAS ESE GLOBO TE LO COMES. AHORA ESTOY HABLANDO ASÍ QUE PRÉSTAME ATENCIÓN. Mirad cómo habéis puesto todo. El sofá, el suelo, la pared… Alguien se puede resbalar. Ahora mismo vais a recogerlo, a fregar el suelo, y luego os quiero a todos mirando a la pared.

-         ¿Qué?

-         Tú estás majara.

-         Lo llevas claro.

-         ¡Tú no puedes castigarnos!

Esos fueron Zach, Harry, Alejandro, y Madie, por ese orden. Al menos llamé su atención lo suficiente como para que dejaran los globos.

Hannah y Alice, por su parte, corrieron hacia mí y me abrazaron.

-         Ted, no te enfades.

-         No te enfades, Ted.

-         Me habéis desobedecido, y aunque yo no soy papá tenéis que hacerme caso. – regañé un poco, acariciándolas el pelo – Pero no estoy enfadado. Ahora haced lo que os he dicho ¿bueno?

Otra personita más se apretó contra mí. Era Dylan, que parecía entre confundido, asustado y angustiado. Me agaché y le miré a los ojos, y me costó un poco que mantuviera el contacto visual.

-         No pasa nada, Dylan. Ven, ¿me ayudas a que Kurt deje de llorar?

Dylan asintió y se acercó a su hermano.

-         Los demás, quiero veros limpiando – insistí, pero sólo las enanas y Zach me hicieron caso. Madie, Harry y Alejandro me miraron como preguntándose si me había fumado algo.  – Puedo decirle a papá que el salón está así porque jugasteis un poco dentro de casa, o puedo decirle que  jugasteis dentro de casa y pasasteis de mí cuando os lo prohibí. Me sentiré inclinado a ser específicamente sincero si no hacéis lo que os he dicho.

Eso sirvió para que Madie se sumara a los demás. Harry y Alejandro siguieron mirándome con furia.

-         ¿Quién te has creído que eres? – dijo Harry.

-         Tu hermano mayor, y el que está a cargo de ti por el momento. Cuando papá venga si quieres le dices que yo no tengo autoridad, pero hasta que vuelva me haces caso a mí.

Harry me hizo un corte de mangas. Si se lo hacía a papá era niño muerto, pero claro, yo no era papá ni quería serlo. No creía estar haciendo nada malo… o tal vez sí….Tal vez no pudiera castigarles, pero de alguna forma tenía que conseguir que me hicieran caso.

Justo en ese instante, cuando yo me estaba planteando cómo reaccionar al gesto de Harry, la puerta se abrió para dejar paso a Michael, que volvía de la comisaría. Puso una cara de pasmo al vernos mojados. Lo único bueno de aquello es que a Kurt parecía habérsele pasado la rabieta.

-         ¿Qué ha pasado?

-         Globos de agua – respondí.

-         Mola – dijo, y sonrió.

-         No, no mola. Dentro de casa no se puede, y lo saben. Han puesto todo perdido, les he dicho que paren y no me han hecho caso.

-         ¡Ni te lo vamos a hacer, gilipollas! – ladró Harry.

Iba a responderle, pero entonces Michael caminó hacia él y le agarró del brazo.

-         A Ted le obedeces, y no le insultas. – dijo, entre dientes. Su expresión daba miedo. Creo que Harry no pudo evitar acordarse de que ese chico venía de la cárcel. - ¿Qué te ha pedido que hagas?

-         Q-que recoja… y que…que me vaya a la esquina.

-         Pues recoges y te vas a la esquina. – sentención Michael. - ¡YA!

Harry dio un saltito por el grito y voló a por la fregona. Caray. Alejandro se nos quedó mirando y después fue él también. Yo miré a Michael algo alucinado. Él me dedicó una sonrisa, como olvidando su seriedad anterior. Qué camaleónico.

-         Macho, ¿a la esquina? – me preguntó, alzando una ceja. - ¿No están ya creciditos?

-         Fue lo primero que se me ocurrió.

-         No, lo primero que se te ocurrió fue darles una paliza. Pero eres demasiado santurrón para darle un puñetazo y sería demasiado raro si les pegas de otra forma.

-         Nadie va a pegar a nadie. Sólo quiero que me hagan caso – respondí, algo incómodo.

En realidad tenía la esperanza de que si le decía a papá que les había castigado, él no creyera necesario castigarles otra vez. Estar mirando a la pared podía ser algo tonto, pero era mejor que estar sobre las rodillas de Aidan.

Michael rodó los ojos y murmuró algo acerca de “quien algo quiere algo le cuesta”. Nos apartamos un poco y esperamos a que terminaran de recoger. Cuando acabaron se quedaron un poco confundidos.  Hannah se acercó a Michael, pidiendo mimos.

-         Upa.

-         Ted te ha puesto un castigo ¿no? Cúmplelo, y después te cogeré.

Hannah puso un puchero y le miró con ojos brillantes. Michael acabó por llevarla él hasta la pared y dejarla ahí. Decidí ir a por una silla para las peques. Alice se sentó sin decir nada, pero había lágrimas silenciosas en su carita. Levanté un poco su barbilla y se las limpié.
-         Ahora no se llora, pitufa. Vas a estar aquí dos minutitos por jugar con agua en el salón, cuando sabes que no se puede y yo además te lo recordé.

La hable con suavidad y ella me devolvió una mirada triste, pero se quedó sentada sin decir nada. Zach se puso un poco más a la derecha, y sus mejillas estaban muy encendidas. Me sentía más raro al castigarle a él que a las enanas, porque sólo le sacaba cuatro años. Supe que lo mejor era no decirle nada para no avergonzarle más.

-         Chicos, vosotros también – dije, mirando a Madie, Harry y Alejandro.

-         Ted…- protestó mi hermana.

-         Madie – respondí en el mismo tono. Ella me miró con el ceño fruncido, y yo la imité, parodiándola un poco y contra su voluntad la saqué una sonrisa. Respiró hondo y se puso a la derecha de Zach.

Alejandro y Harry me miraron desafiantes, pero entonces Michael dio un paso hacia Harry y éste se acercó a una pared. Alejandro y Michael intercambiaron una mirada. Mi hermano mayor levantó una ceja y Alejandro le bufó.

-         ¿Necesitas que te diga cómo se hace? – preguntó Michael, con sorna. - Te pones en la pared, lo más pegadito que puedas.

-         Tú no me das órdenes.

-         Existen diferentes opiniones respecto a eso. – ironizó Michael.

Sabía que ese no era el mejor camino a seguir con Alejandro. Si le empujabas mucho sacaba el carácter y la rebeldía y se volvía imposible tratar con él. Además, hasta cierto punto tenía razón. Decidí intervenir.

-         No, Alejandro, él no te da órdenes y yo menos… cuando te hablamos como hermanos. El asunto es que ahora te estamos hablando como personas a las que papá ha dejado a cargo. Michael es mayor que yo, así que yo tengo que hacer caso a lo que él diga, a no ser que crea que me está pidiendo algo malo. Yo soy mayor que tú, y pasa lo mismo. Dime, ¿acaso no me escuchaste cuando dije que en casa no se podía jugar con globos? ¿Te pedí algo extraño? ¿dije algo que….

-         Vale, mira, con tal de que te calles hago lo que quieras, pelmazo – resopló, y me dio la espalda, poniéndose en la pared. – Bastante tengo con que papá hable con esa calma como para que tú le imites. Eres un prepotente de mierda.

-         Alejandro, Ted sólo está siendo paciente….Yo prefiero que me hablen así a que me griten….- susurró Zach.

-         Me habla como si fuera idiota o uno de los enanos – resopló Alejandro.

-         No, Alejandro, los enanos entendieron antes que tú – replicó Michael. Vi que Alejandro iba a responder y eso no iba a ser bueno para nadie, porque Michael parecía menos dispuesto a aguantar respuestas bordes.

-         Bueno, silencio. En la esquina no se habla.

Técnicamente no todos estaban en la esquina, porque no había suficientes. De hecho me fijé en que se habían concentrado en la pared de la derecha… Se hizo el silencio, y Michael se acercó para susurrarme algo, como si no lo quisiera romper.

-         ¿Así que tienes que hacerme caso? – me preguntó, divertido. Me sentí muy incómodo. Aquello era difícil para mí, pero tenía que dar ejemplo. El único argumento que tenía para exigir que los enanos me hicieran caso es que era mayor que ellos, así que lo mismo tenía que valer para mí.

-         Me sacas un año.

-         Un año y un mes – me recordó, sin perder esa sonrisa arrogante.

Nos quedamos en silencio observando a los demás, y aquello era un poco raro. A Zach le costaba bastante estarse quieto, y cambiaba el peso de una pierna a otra todo el rato. Hannah balanceaba las piernas en su silla de una forma que denotaba que estaba muy aburrida.

-         ¿Por qué a él… porque Dylan…? – empezó Michael, cortándose por no encontrar las palabras - ¿Por qué nunca le castigan?

Observé a mi hermanito. Estaba sentado en el suelo con Kurt haciendo gestos. Creo que estaban jugando a hablar con mímica. Yo no había puesto a Dylan en la esquina y Michael tampoco. Decidí hablar en voz baja asegurándome de que no me oyera nadie más que él, pero me di cuenta de que lo que iba a decirle era muy largo, así que le llevé un momento a la cocina.

-         Hasta los cuatro años Dylan ni hablaba, ni gritaba, ni emitía ningún sonido. Los autistas tienen un modus operandi general y luego cada uno tiene sus cosas en particular. Dylan no es especialmente insociable, pero sí es, o era, bastante inexpresivo. Puede que ahora te parezca que lo sigue siendo, pero tú no le viste antes. No reía, no lloraba ni con lágrimas ni sin ellas… Papá le incluía en todas las actividades pero él no era un compañero de juegos muy divertido. Aidan tenía paciencia y le hablaba mucho, buscando estimularle, y nos obligaba a ponerle en un equipo en los partidos, aunque él no hiciera nada y decidiera quedarse mirando en la portería. Algo de eso tuvo que funcionar, porque empezó a hablar… y al mismo tiempo empezaron las rabietas. Y no me refiero a una rabieta estilo Alice, Hannah o Kurt, sino a cosas descomunales, gritos incesantes, pataleos, golpes, y en definitiva todo lo que el enano tenía en su repertorio. Todas las rabietas duraban lo mismo, unos diez minutos, y tenías que sujetarle para que no se hiciera daño a sí mismo o a otra persona. Como imaginarás, salir con él a la calle era un problema. Ir a una tienda, o a un restaurante podía acabar en algo bochornoso. Papá lo probó todo. Sabía que no era culpa de Dylan, y que castigarle no tenía mucho sentido, pero se leyó un manual estúpido de un tal Ivar Lovaas y decidió probar algunas cosas. Salimos un día a una tienda, Dylan armó la de Dios es Cristo, y Aidan le regañó de forma algo dura. Le giró para darle una palmada y Dylan se asustó tanto que no quiero pensar lo que habría hecho si de verdad papá hubiera llegado a pegarle. Le dio un ataque de ansiedad y no se acercó a papá el resto del día. Estuvo muy raro durante un tiempo. En otra ocasión le puso mirando a la pared, y Dylan empezó a golpearse con ella. En ambos casos papá se sintió una mierda, no consiguió nada y todo fue muy frustrante. Finalmente papá encontró una manera de explicarle las cosas que no podía hacer, por medio de dibujos, y eso pareció funcionar bastante. Las rabietas siguieron ahí, pero Aidan las aguantaba con paciencia. Hace un par de años dejó de tenerlas, y ahora sólo lo hace muy esporádicamente, lo cual es raro, porque sus compañeros de clase lo siguen haciendo. Castigar a Dylan carece de sentido. La mayoría de las veces no entiende que lo que hace está mal, y si llega a entenderlo entonces piensa que es malo e intenta hacerse daño. Papá trata de enseñarle sin reprenderle. Le enseña lo que tiene que hacer sin regañarle por lo que hace mal. De todas formas el enano nunca hace nada “malo”. Papá no suele castigar por tonterías, y a él menos que a nadie. Si Dylan hace algo serio, ya se verá, pero jugar con los globos con el resto no es algo grave. Lo hizo por imitación y se quedó conmigo cuando le saqué de ahí. 

Michael me escuchó sin interrumpirme y luego me miró, pensativo.

-         Puede que yo le haya visto hacer algo serio – me dijo.

-         ¿Qué?

-         El otro día… no importa, déjalo.

-         No, Michael, sí importa, ¿qué estabas diciendo?

-         Olvídalo. Volvamos al salón, que estoy oyendo voces – me dijo, y efectivamente cuando volvimos Madie, Harry y Alejandro estaban hablando en un pequeño grupito. El resto seguía en su sitio. Al vernos Madie se colocó rápidamente. Harry y Alejandro tardaron algo más. Supe que me estaban poniendo verde. Fue como un sexto sentido. Mis hermanos me estaban criticando porque en algún momento yo había pasado a ser el malo de la película.

No les dije nada y miré el reloj.

-         Alice, ¿por qué te ha regañado el tito? – pregunté.

-         Por no “hase” caso. – respondió desde su silla con voz triste.

-         ¿Y me vas a hacer caso ahora?

-         Chi…

-         Muy bien, pues ven aquí, dame un abrazo grande y ve a jugar. Pero tiene que ser un abrazo muy grande ¿eh?

Alice se bajó de la silla con algo de torpeza y caminó hacia mí despacito.

-         ¿Cómo? ¿Estamos tristes? – exclamé, teatralizando con la voz y cogiéndola en brazos. - ¿Es que no quieres ir a jugar?

-         ¡Sí!

-         Pues entonces corre, pitufa – sonreí, y la di un beso. Ella sonrió un poquito y la dejé en el suelo. Entonces caminó hacia Michael y le agarró por la pierna.   Él me miró confundido, como si no supiera qué hacer. Por suerte Alice se lo puso fácil.

-         ¡”Betito”!

Michael la alzó, la sujetó con cuidado como si se fuera a romper, y la dio un beso en la frente. La enana se colgó de su cuello y empezó a parlotear.

-         Hoy “vovimos adando” porque papá no ta y no hay “cote” – le explicó – Y Ted hizo la “mirienda”. Y Pucky se “ha morido”.

-         ¿Quién es Pucky? – preguntó Michael sin entender nada.

-         ¡Mi unicornio! – respondió Alice, como si fuera evidente. – Y Alejandro me hizo pampam y me dolió “muto” y fue malo pero yo fui mala “tamén”.

-         ¿Fue malo? Uy, él sí que se “ha morido” – dijo Michael, frotando su nariz con la de ella - ¿Quieres que yo le haga pampam a él?

Alice soltó una risita.

-         ¡Tú no puedes!

-         Anda, ¿y por qué no?

Alice lo pensó pero no pareció encontrar una respuesta.

-         Mmmm. No sé.

-         Ya lo has visto, Alejandro, ándate con ojito. – chinchó Michael. No estaba hablando en serio, pero por alguna razón sentí que Alejandro no debía tomárselo del todo como una broma.

El aludido no dijo nada y Hannah empezó a lloriquear un poquito. Michael me miró, y yo asentí, con un encogimiento de hombros. Ninguno de los dos parecía sentirse muy cómodo haciendo aquello.

-         Hannah, ¿por qué te ha castigado Ted? – preguntó Michael.

-         Porque es malo…

-         Eso ya lo sabemos todos, es muy muy malo, pero ¿por qué más? – insistió Michael. A eso le llamo yo apoyar, hombre ¬¬.

-         Por jugar con agua dentro de casa.

-         Eso es. ¿Vas a volver a hacerlo?

-         No…

-         Pues entonces ven aquí que quiero mi abrazo. – ordenó Michael, y me miró algo inseguro. Le sonreí con aprobación, aquello no se le daba nada mal.

Hannah se tiró a por él como si no le hubiera visto en años, y yo le cogí a Alice para que tuviera las manos libres.

-         Me voy a poner celoso, que lo sepas – protesté, poniéndole un  puchero a Hannah. Ella me sacó la lengua y se pegó más a Michael, indicando quién era su favorito. Fingí una cara triste y me restregué el ojo con la mano con la que no sujetaba a Alice – Snif….snif….Ya no me quiere.

Hannah me miró un segundo y luego me tiró un beso. Sonreí y me acerqué a ella para darle un beso en la cabeza. Alice me picó en el hombro, como para que no me olvidara de ella. Cada uno tenía sus preferidos, por lo visto. Miré a la pitufa lamentando un poco que nos lleváramos tantos años, pero alegrándome a la vez porque eso me permitía ser cariñoso con ella sin sentir vergüenza.

-         Ven, enana, que hay alguien que quiere verte.

-         ¿Quién?

-         Pucky. Te dije que le arreg….que le curaría. – respondí, y la carita de la peque se iluminó por completo. La llevé al garaje, pensando que el pegamento ya se habría secado.



-         Kurt´s POV -

No podía tomar zumo de naranja, no podía leer el cuento con papá…. ¡Ted no me dejaba hacer nada! Ni siquiera podía jugar con Hannah porque la había castigado mirando a la pared.  Me senté con Dylan pensando que papá era tonto por dejarnos solos en vez de venir a jugar conmigo.

Ted nos había puesto antes una peli que iba de un niño que no podía oír, y había que hablarle con las manos. Dylan y yo jugamos a eso pero él no lo hacía bien. Terminé por aburrirme y vi que Ted y Alice se habían ido, y que Michael estaba jugando con Hannah.  Me acerqué a ellos y tiré a Michael de la camiseta para que me prestara atención.

-         ¿Cuándo vuelve papá?

-         Eh… en un ratito.

-         ¿Cuánto es un ratito?

-         Pues… menos que un rato y más que un ratitito. – me respondió, pero eso no me aclaró nada.

-         ¿Y cuánto es un rato y cuánto es un ratitito?

-         Ay, enano, es que no lo sé, no sé cuándo vuelve papá, pero ya no quedará mucho.

-         Quiero que venga… - protesté, pero Michael ya no me estaba haciendo caso, sino que empezó a hacerle cosquillas a Hannah. – Michael…. Michael….

No me respondió. Creo que con las risas de mi hermana no me oía. Le pisé el pie para que me mirara.

-         ¡Ay! ¿Pero a ti qué te pasa, microbio? – me dijo, y me miró muy enfadado.

-         Perdón… No quería hacerte pupa, es que no me hacías caso.

-         Ni te lo voy a hacer… verás tú si te piso yo a ti cómo te duele.

Uh. Se había enfadado. Jo, qué carácter. Volvió a concentrarse en Hannah y yo me aburrí…

-         ¿Ya no te duele la mano? – le pregunté. Me miró como si fuera algo molesto.

-         No, ya está bien.  Anda, ¿por qué no te vas a jugar?

¡No era justo! ¡Yo también era su hermano! Bueno, en realidad no entendía bien por qué era mi hermano, pero papá me había dicho que su mamá era la de Ted y que formaba parte de nuestra familia. Y a mí me parecía bien, me gustaba tener muchos hermanos y me había regalado un coche….pero siempre estaba con Hannah y conmigo no. Además ella cada vez jugaba menos conmigo porque prefería estar con él.

Ese día no me estaba justando nada, era muy feo y muy aburrido, y Ted era malo y Michael también.

-         ¡No quiero jugar, tonto! – le grité, y salí corriendo.

Esperaba que me persiguiera, aunque fuera para regañarme, pero nadie vino. Michael no me quería, Ted se había olvidado de mí y papá no estaba. Me sentí muy solito. Por suerte tenía muchos hermanos así que me fui a buscar uno que si me quisiera.

Subí al cuarto de Barie y la encontré escuchando la música del niño que llevaba los pantalones por debajo del culo.  No sé cómo se llamaba, pero me gustaba una canción que Barie ponía para bailar conmigo. Barie me miró, me sonrió, y  subió el volumen. Estaba sonando la canción que me gustaba. Barie me cogió de las manos y me hizo dar vueltas mientras cantaba.

-         Cause aaaaall I need is a beauty and a beat. Who can make my life compleeete. It's aaaaaall by you, when the music makes you move, baby do it like you doooo.*

Me reí. Barie cantaba bonito.  Bailó conmigo toda la canción y luego se sentó y me acarició el pelo. A ella no le gustaba que estuviera despeinado y me lo colocaba con las manos.

-         Enano, ¿tú sabes que era ese alboroto de hace un rato?

-         Estaban jugando con globos y Ted les castigó.

-         ¿Les castigó? – preguntó muy sorprendida y yo asentí - ¿A todos?

-         A mí no. Y a Cole tampoco. Ni a ti.

-         Ni a Dylan, supongo. ¿Ya vino Michael?

-         Siiii. Él también es malo y no le quiero.

-         Kurt, ¿por qué dices eso?

-         ¡Porque es verdad!

-         Uy, qué genio. ¿Qué te hizo?

-         ¡Es tontooo! – grité, pero esa palabra no parecía suficiente.  Busqué entre las palabras que Alejandro decía mucho. -  ¡Es gilipollas!

-         Kurt, eso no se dice.

-         ¡Lo es! ¡Gilipollas, gilipollas, gilipollas!

-         Como te oiga papá te dará en el culito. – me dijo Barie.

-         ¡Papá también es gilipollas! – chillé y salí corriendo.

De todos modos… ¿qué significa gilipollas? Le tendría que preguntar a Alejandro. Pero aún estaba castigado. Decidí ir a la habitación de Cole: él era mayor que yo y leía muchos libros. Seguro que sabía lo que era.

Justo estaba leyendo cuando entré.

-         Cole ¿qué significa gilipollas? – le pregunté. Él dejó el libro y me miró raro.

-         Significa muchos problemas.

-         Sé que a papá no le gusta, pero ¿qué significa?

-         Es un insulto.

-         ¿Como tonto?

-         Pero peor. Tonto a veces puede ser hasta de cariño. Gilipollas es una palabra muy fea.

-         Pues Michael es gilipollas. Y papá también. – le dije. Cole se puso de pie y me miró con mucho atención.

-         Kurt no digas eso o papá te calentará.

-         ¡Son gilipollas! – dije. Empezaba a gustarme cómo sonaba la palabra. Además todos me miraban mucho cuando la decía.  A lo mejor si se la decía a Michael conseguía que me hiciera caso.

-         Que te dará fuerte… Kurt, en serio, no lo digas más.  A mí me caneó ayer por llamarle algo que creo que no es tan fuerte.

-         ¿Qué es canear?

-         Me refiero a que me zurró, enano.

-         ¿Te dio en el culito?

-         Que sí, plasta. Sé listo y no lo repitas, y menos delante de él, y menos a él.

-         Bueno… - acepté. Si se iba a poner tan pesado… - ¿Juegas conmigo?

-         Ahora estoy leyendo, Kurt. Acabo de terminar mis deberes. Dentro de un rato, ¿vale?

-         Pero yo me aburro ahoraaaa…

-         ¿Por qué no lees tú también?

Recordé que aún tenía que leer el cuento. ¡Pero no lo iba a hacer sin papá!

-         ¡No quiero!

-         Bueno, pues deja que lea yo.

Grrr. Salí de su habitación aún sin saber qué hacer. Me acordé entonces de las témperas… Pero estaban arriba de mi armario y yo ahí no llegaba…

Fui a mi cuarto, cogí una silla, y así tampoco. El armario era demasiado alto. Hum.  Abrí la puerta y me apoyé en uno de los estantes. Escalé y escalé y me subí arriba del todo. Sonreí triunfante y cogí las temperas.   Mmm… ¿Y cómo iba a bajar de ahí?  La silla estaba muy abajo e.e

-         ¿Kuuuurt? – escuché la voz de Ted llamándome. Traté de esconderme para que no me viera, pero al moverme casi me caigo.

-         ¡Ah! – grité, porque me asusté un poco. Ted entró, y miró a donde yo estaba.

-         ¡Kurt! ¿Qué haces ahí?  ¡Michael! ¡Michael, está aquí! Kurt, por Dios, baja, que te vas a caer.

-         Si es que no puedo.

-         Espera, que te cojo…

Se acercó a mí y alzó los brazos justo cuando entraba Michael. Ted me miraba muy asustado… en cambio Michael parecía enfadado.  De pronto pensé que quizá estaba mejor ahí arriba.

-         Kurt, venga, vamos – dijo Ted – No tengas miedo que no voy a dejar que te caigas.

-         Me quedo aquí. - respondí, sin dejar de mirar a Michael.

-         No digas tonterías.  Tienes que bajar. – insistió Ted. Michael directamente vino hacia mí y como era más alto que Ted pudo agarrarme y tiró de mí para que bajara.

-         ¡No, suelta!

-         Qué te dijo Aidan ¿eh? ¿Acaso no te castigó cuando te subiste a la lámpara? – me dijo, y me dejó en el suelo.

-         Sí… - susurré, y me llevé las manos atrás por si acaso. No era justo. Michael no me había hecho caso en todo el rato y ahora me regañaba.

-         Y a ti te da igual ¿no?

Sentí ganas de llorar. Michael sonaba realmente enfadado. Pues….¡pues yo también estaba enfadado con él!

-         Tiene razón, enano. Papá te ha dicho muchas veces que no se sube a los sitios… Podrías haberte caído y haberte hecho mucho daño – dijo Ted.

No me gustaba cuando Ted me regañaba. Él casi siempre me defendía, y me sentía mal si se enfadaba conmigo.

-         Lo siento…

-         Lo sé, peque. – dijo, y me dio un abrazo.

-         ¿Y ya está? ¿No vas a decirle nada más? – preguntó Michael. - ¡El crío se sube al armario y tú le das un abrazo!

-         Claro que le abrazo, ha dicho que lo siente. Además, papá querrá hablar luego con él…

-         Esto es increíble. ¡Le dejas tan tranquilo!

-         No, Michael, no me has entendido. He dicho que papá va a “hablar” luego con él…

-         ¿Me va a dar en el culito? – le pregunté a Ted, con más ganas de llorar todavía. Él me dio un beso.

-         Sí, Kurt. Lo lamento, pero sí.

Empecé a llorar muy bajito y Ted me mimó la espalda y me cogió en brazos.

-         Te lo mereces. Y yo ni siquiera te estaría consolando, mocoso. Ahora nosotros nos la vamos a cargar por tu culpa. – dijo Michael.

-         ¿Eso es lo que te preocupa?  ¿Qué papá te castigue a ti también? Eres un egoísta. Tranquilo, me echaré la culpa. Se supone que yo me encargaba de cuidarlos, de todas formas. – dijo Ted.

-         ¡Ni tú ni yo tenemos por qué llevarnos una bronca por culpa suya! – protestó Michael.

-         Bienvenido al mundo de los hermanos mayores. 

-         Vaya puta mierda. – gruñó Michael.

-         ¡Has dicho…! – empecé, pero no pude terminar.

-         ¡Sí, he dicho un taco! ¡Supéralo!

-         Michael, no le grites. – dijo Ted. –. Deja de preocuparte por ti y no te enfades con el enano.

-         No te enfades con el enano – repetí, apretándome contra Ted y mirando a Michael buscando que él también me perdonara.

-         Para ti es muy fácil decirlo, Ted. A ti no va a culparte si su hijo se hace daño – repuso Michael.

-         ¿Su hijo? Todos somos sus hijos…. Papá no culpará a nadie, y además, no pasó nada. Acostúmbrate a estas cosas. Ahora vives con muchos niños pequeños. – dijo Ted, y sonrió.

-         Ted… dile a papá que no me pegue… - le pedí, mimoso.

Él no me respondió y me mimó la cabeza.

-         ¿Ya leíste el cuento? – me preguntó.

-         ¡Te dije que tengo que esperar a papá!

-         Y yo te dije que no podía ser. Vamos, ¿quieres que Michael te ayude? ¿Te acuerdas del cuento que escribió?

-         ¡No quiero a Michael, quiero a papá!

-         Pero no puede ser. Tus opciones somos Michael o yo.

-         ¡Pues lo hago sólo!

-         Bueno… como quieras… - respondió Ted – Si necesitas ayuda llámame… - dijo, y se fue. Michael se fue detrás.

Me quedé en mi cuarto, pensando que cuando papá viniera me iba a pegar y a lo mejor no quería leer el cuento conmigo. ¡Y yo no lo iba a leer sin él, dijera lo que dijera Ted! Cogí una pelota pequeña y algo deshinchada y la hice botar contra la pared con mucha rabia.  En seguida vino Michael otra vez.
-         Kurt ¿qué es ese ruido? No botes eso ahí, que se mancha.

-         ¡Me da igual!

-         Deja la pelota y ponte a leer la cosa esa.

-         ¡No quiero!

-         Eres demasiado caprichoso ¿lo sabías?

-         Y tú….tú eres….¡tú eres demasiado gilipollas! – le grité.

-         ¿Qué me has llamado?

-         ¡Gilipollas! ¡Gilipollas, gilipollas, gilipollas! ¡Me van a dar en el culito por tu culpa!

-         ¿Por MI culpa? ¡Encima! Mira, entiendo que estés rabioso, a nadie le gusta que le castiguen, pero conmigo no la pagues.  Y no digas esa palabra.

-         ¡Tú también la dices, y cosas peores! ¡Dijiste la palabra que empieza por p!  Yo no puedo decir palabras feas, pero tú sí. No puedo esperar a papá para leer el cuento pero sí para que me dé en el culito. ¡No es justo!

-         Así es la vida. Si Ted dijo que no puedes esperar es que no puedes esperar. Y ahora ponte a leer.

-         ¡Ted es tonto! ¡Y tú gilipollas!

-         Kurt, ya vale. – dijo Michael. Se acercó a mí e intentó sacarme la pelota de la mano. Era más fuerte que yo e iba a conseguirlo. Me enfadé mucho y le di una patada.  - ¡Enano del demonio! – gritó, y se frotó el golpe. Luego me cogió del brazo y me zarandeó. Tiró un poco de mí.

-         ¿Qué haces? – pregunté, algo asustado porque parecía muy enfadado.

-         Darte un adelanto de lo que te dará Aidan después – me gruñó y se sentó en mi cama. Estaba muy, muy enfadado.

-         Me….snif…¿me vas a dar en el culito? – le dije. Sabía que dar patadas estaba mal y sabía también lo que papá habría hecho.

-         Tú te lo buscaste. No voy a sentarme a ver cómo me pasas por encima sólo porque no está Aidan.

Sollocé un poco. Aunque Michael fuera malo no quería que estuviera enfadado conmigo. Con Hannah nunca se enfadaba.

-         ¿Me das ….snif….snif…. un abrazo primero?

Pensé que iba a decir que no, porque él no era como Ted. Él no me hacía mimos  y antes no había querido que Ted me abrazara. Pero me envolvió con sus brazos y me sentó encima de él.

-         ¿Qué tenéis todos vosotros que sois tan tiernos? – me preguntó.

-         No….snif….no te enfades conmigo…Siento haberte pegado….snif….snif….

-         ¿Y también sientes los insultos, los caprichos y subirte al armario?  Como que son muchas cosas ¿eh?

-         Snif….snif….bwaaaaa

Me puse de pie sobre la cama y me agarré de su cuello sintiéndome muy mal. Él puso una mano detrás de mi cabeza. Luego me separó un poco y llevó las manos a mi pantalón, creo que para bajármelo. Justo en ese momento entró Ted.
-         Michael, ¿qué haces?

-         Ted, no te metas, por favor.

-         ¿No irás a…?

-         Que no te metas.

-         Dudo que papá quiera que hagamos eso. No está bien…. Somos sus hermanos….

-         Si  te encargan a un montón de niños toda la tarde y no se portan bien, algo tendrás que hacer.  De otra forma entenderán que mientras no esté Aidan todo es fiesta.

-         Kurt sólo está enfadado porque no está papá… Lleva todo el día de mal humor…

-         Sí, y ahora me insultó y me dio una patada. Y yo no le haré daño, pero hace eso con otra persona y se puede llevar un sopapo de los importantes. Lo sé por experiencia. Tu padre fue el primero que en vez de un puñetazo me dio una palmada, y si le dices esto te mato, pero es lo que debía hacer.

-         Michael, por favor, espera a que venga papá…

-         Entiendo que tú no te veas capaz de hacerlo. Has crecido con él, es tu hermano, pero yo en realidad no lo soy.

Escuchar  eso me dolió en el corazón. Solté un gemido y lloré mucho más fuerte. Michael volvió a estrecharme entre sus brazos.

-         No, no, escúchame…Lo has entendido mal…. Mira, yo... yo no crecí aquí, ni soy hijo de tu padre….de ninguno de los dos… Si Aidan me llama hijo técnicamente eso me convierte en tu sobrino… pero yo me siento más como si fuera tu tío… es todo demasiado complicado. Kurt…puedes llamarme hermano si quieres, pero yo aún tengo que acostumbrarme. Intento no poneros nombre. Sois…. De alguna forma sois mi familia, porque así me habéis hecho sentir, pero dentro de eso… la relación que tienes con Ted no es la misma que tienes conmigo.

-         No me quieres – le dije, seguro ya. Había empezado a pensarlo cuando vi que no me hacía caso, pero entonces lo confirmé. El hecho de que Michael tardara en responderme me dio la razón.

-          Sí, sí te quiero. – dijo al final, tras un buen rato. - Os quiero mucho a todos vosotros.

Aún estaba tratando de ver si eso era verdad cuando noté que me bajaba el pantalón.

-         ¡Michael, déjale! – pidió Ted.

-         Ted, vete abajo. Y sácales ya de la pared, llevan demasiado tiempo.  – dijo Michael. De pronto sonaba muy parecido a papá.

-         No puedes hacer eso, Michael…No…no te dejaré. Creo que tienes mucha razón en casi todo lo que dices, pero no puedes pegarle. Tú no eres su padre…

-         Y en realidad Aidan tampoco, Ted, por si no lo sabías.  Por esa regla de tres, debería coger el teléfono y llamar a Andrew para que venga a zurrarle.

-         Andrew es malo… - susurré yo. Me sentía muy raro. Tenía un gusanito en la boca del estómago y no me gustaba estar con los pantalones a medio bajar. Si… si iba a castigarme que lo hiciera ya.

-         Sí, Kurt, Andrew es malo – dijo Ted. – Michael no está hablando en serio.

-         Puede que en eso no, pero en todo lo demás sí. Y ahora o vete, o quédate, lo que prefieras, pero no te metas.

-         Te he dicho que no te dejaré. Eso es algo que sólo puede hacer papá. Aidan. El único que de verdad es nuestro padre.

En vez de responderle, Michael me tumbó encima suyo con un movimiento muy rápido.  No estaba acostumbrado a eso… Papá no era tan brusco…

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS

-         ¡Auuu!  Bwaaaa.... duele….Ted, duele.

Fue tan rápido… No tardó ni tres segundos y me  picó mucho. No iba a dejar de dolerme nunca y yo no iba a parar de llorar.

-         ¿Ves que sí puedo, Ted?

-         ¡Eres un maldito cabrón! Suéltale…

Ted forcejeó con Michael para separarme de él y yo me sentí zarandeado por todos lados.

-         Te dije que no te metieras.

-         ¡Y yo que no le pegaras! ¡Y menos así! ¡Eres un animal! Pero ¿qué haces?  ¿No irás a darle más? ¡Mira cómo está llorando, por el amor de Dios!

Me dolía, y no me gustaba verles gritar, y sólo quería llorar, y no quería que me pegaran más…

-         Bwaaaa….papi….papi….

De pronto estuve en los brazos de Ted, lejos de Michael. Me  colocó el pantalón y me dio un beso.

-         Ted, no he terminado – dijo Michael.

-         ¡Ya lo creo que has terminado! – replicó, y me sacó en brazos de la habitación. Me abracé a él sin dejar de llorar.

-         Quiero ir con papá…. Papi….

-         Vendrá en seguida, Kurt, ya lo verás.

-         Ted´s POV-

No lo había hecho por el bien de Kurt. No lo había hecho para que papá no le pegara más después, ni por desesperación. Michael había pegado a Kurt para demostrarme a mí que sí podía hacerlo y a él quién era el macho alfa.

Al principio, yo estaba lleno de dudas. No creía que a papá le gustara que le diera unos azotes, pero por otro lado, lo que decía Michael tenía cierto sentido. Es simplemente que no era su papel, y que de todas formas dudaba que supiera hacerlo. No es tan fácil como poner a alguien más pequeño que tú encima y pegarle. Puedes hacerle daño… o al revés, que ni lo sienta y así sólo consigues cabrearle…

Lo que papá no habría hecho jamás era actuar con tanta rapidez. Creo que el enano se asustó bastante cuando se vio de pronto tumbado sobre Michael recibiendo palmadas, que fueron también demasiado rápidas. Kurt no se estaba resistiendo, además, y papá solía recompensar eso con palabras suaves y muestras de afecto. Michael no hizo ni lo uno ni lo otro. Al oír gritar a Kurt  me estremecí con un dolor casi físico. Todo aquello me había tomado por sorpresa: en realidad no había creído del todo que Michael fuera capaz de hacerlo.

Cuando mi hermano me llamó reaccioné y me abalancé sobre ellos. Michael dijo aquello de  “¿Ves que sí  puedo, Ted?” y ahí me enfurecí. Eso no era ninguna lucha de poder. No era un “a ver si hay huevos”. Le había pegado delante de mí, sin ninguna consideración…. Y encima vi que pretendía continuar. Seis palmadas sin pantalón, y más si son tan intensas,  eran suficientes para el enano. Habían sido suficientes para hacerle llorar mucho. Logré sacarle de allí y respiré para calmarme. Me había puesto demasiado a la gresca con Michael, y lo reconozco, pero…pero….grrr.

Bajé con Kurt al piso de abajo, huyendo de Michael, y no conseguía que se calmara. Encima Michael nos siguió.

-         Haces mal en contradecirme así delante de él – me acusó Michael, y me sonó a frase de matrimonio.

-         Hay muchas cosas que hemos hecho mal, Michael, y es que nosotros NO somos papá. No debemos castigarle. – le repliqué. Para entonces ya habíamos llegado al salón y el único que seguía mirando a la pared era Zach. Maddie, Harry y Alejandro nos miraban a nosotros.

-         Por fin  oigo algo razonable. No sois nadie para tratarnos como críos – dijo Alejandro.

-         Alejandro, cállate – bufó Michael - ¿Qué es lo que he hecho mal, según tú? ¿Acaso  hice algo que Aidan no hubiera hecho?

-         ¡Fuiste muy brusco! ¡Y no lo hiciste por los motivos correctos! ¡Eso pareció más una demostración de fuerza que un castigo!

-         ¡Me pusiste nervioso! Y es la primera vez que lo hago. Pero no hice mal en castigarle.

-         ¡Sí lo hiciste!

-         Mira Ted, que te jodan. Pareces una madre histérica con el crío en brazos. – me soltó.

El crío en cuestión parecía ponerse peor con nuestros gritos. Convertí en mi prioridad el hacer que Kurt dejara de llorar y pasé de Michael, porque podíamos acabar mal, sino.

-         Vamos enano….shhhh, shhhh, campeón. Ya pasó. Ya no llores.

-         Quiero a papi…. Quiero a papá….

-         ¿Pero qué pasa? – preguntó Barie, bajando en ese momento.

-         Barie, Michael me pegó…. Me pegó porque no me quiere…. Porque yo soy malo… - lloriqueó Kurt, llamándola con las manos. Le di un beso y miré a Michael, que pareció impactado por estas palabras.

-         ¿Lo ves? Esto es lo que consigues al ser un puto insensible. Seré una madre histérica con su crío, pero al menos no soy un idiota que necesita demostrar como de grandes tiene los cojones – le dije a Michael, sintiéndome muy a gusto por soltarlo. – “Ted, no te metas, yo me encargo, entiendo que tú no puedas, pero yo sí, porque soy el gran Michael y tengo los huevos así de grandes y he dicho que voy a hacerlo y no me atiendo a razones, y lo hablo contigo con el niño delante porque no me importa lo que oiga o lo que sienta” – ridiculicé, en un claro tono de burla.

Casi todos los presentes me miraron con la boca abierta, tal vez poco acostumbrados a que yo hablara así. Bueno, eso es lo que pasa cuando tocas a mi hermano… aunque seas otro hermano.

Vi que Barie se marchó a coger el teléfono…Creo que llamó a papá. Al pensar en él, medité un poco más todo aquello. Mi reacción, Kurt llorando, todos en la esquina… respiré hondo.

-         Perdona, Michael. Tu intención fue buena… creo. Sigo pensando que papá es el único que puede hacer eso, pero tú no piensas como yo y tal vez no debería haberme metido.  No lo hiciste como Kurt está acostumbrado, de todas formas, y eso le ha asustado mucho. Enano, claro que te quiere. Y no eres malo. Y prueba de las dos cosas es que te haya castigado. Si fueras malo no se habría tomado la molestia de castigarte, y si no te quisiera no te daría el beso que te va a dar ahora. – dije, y me acerqué a Michael para poner a Kurt en sus brazos. Le miré como diciendo “le das un beso pero ya”.

-         Estás haciendo una montaña de un grano de arena, Ted. Déjale en el suelo y cuando se le pase la tontería dejará de llorar. No es el primer niño al que le dan una zurra – respondió Michael, y ahí sí me enfadé. Estaba siendo orgulloso y testarudo, y no conmigo, sino con el enano. Tan jodidamente frío e insensible… Solté a Kurt y le dejé en el suelo junto a Barie.

-         He llamado a papá – susurró ella, abrazando a su hermano para que dejara de llorar.

-         Bien. Porque no sé cómo va a acabar esto – farfullé, y luego me encaré con Michael.  - ¿Tanto te costaba darle un beso, coño? ¿Así es como lo hizo papá cuando te castigó a ti? ¿Te pegó y te dejó hasta que “se te pasara la tontería”? ¿O te dio un abrazo y te consoló? No tengo ni que preguntarlo, porque conozco a mi padre. Lo cojo, Michael, soy un blando y tú no. Hay una diferencia entre ser estricto y ser un cerdo. Tú eres un cerdo. Y me das asco. Y juro que te pegaría hasta que me doliera la mano.

Michael se acercó y me agarró de la solapa.

-         ¿A qué esperas? Suelta un puñetazo, venga – me retó.

-         Bwaaaaaaa. Quiero que venga papá – siguió Kurt, nervioso por la pelea.

Me separé de Michael sintiendo demasiada rabia como para que fuera sano. Iba a acabar haciendo una tontería… Tenía que controlarme…

-         Papá siempre es cariñoso después de castigarnos. Si eres incapaz de hacer eso entonces es que yo tenía razón y no eras el adecuado para castigar a Kurt. – le dije.

Se hizo el silencio, sólo roto por el llanto de Kurt.

-         Quiero a papá… quiero a papá….

-         Enano, cállate , que quiero ver si estos dos se pegan – dijo Alejandro, como si lo estuviera disfrutando.

-         Bwaaaa….No….snif…snif…. que no se pegue nadie….

-         Deja de llorar ya, Kurt – dijo Alejandro.

-         Quiero…snif…a papá. Quiero a papá. ¡QUIERO A PAPÁ!

-         ¡Que te calles!

-         Alejandro, así no va a dejar de llorar – le dije. Kurt no tenía una rabieta. Conocía las formas de llorar de mi hermano, y eso era de pena, de susto, puede que hasta de sueño, pero no por un capricho.  – Campeón, papá vendrá en cuanto pueda.

-         Papi….snif….

Harry se compadeció de él. Se acercó y se agachó junto a Kurt.

-         Vamos, enano, no es como si llevaras días sin verle. Por esa forma de llorar nadie diría que sólo ha estado unas horas fuera.

-         Pero….snif… me tiene que dar un abrazo…Michael me pegó…. Quiero a papá….

Harry suspiró y le apretó contra su cuerpo, con cariño, sobándole la espalda a modo de consuelo.

-         Papá va a darte muchos abrazos y muchos besos. – le dijo.

-         Snif….snif…. Michael no. No me quiere.

-         Ya te dije que sí. – bufó Michael.

-         Pero….snif….snif… quiero oírlo otra vez….y quiero que me des un beso…

-         Vamos, Michael. Te he visto ser dulce con él antes. No tienes nada que demostrar. Kurt ya ha entendido que no puede hacer eso de nuevo y no lo va a repetir. Ahora abrázale.

-         En cuanto deje de llorar.

-         ¡Dejará de llorar si le das un beso! ¿Es que crees que le habrás castigado menos por ser amable con él? Le zurraste, es normal que llore. Se calmará antes si entiende que aunque le hayas castigado le quieres. No serás débil por darle un beso. No le estarás consistiendo, ni cediendo a un capricho. Estarás siendo humano, joder. No entiendo a la gente que piensa como tú, de verdad.

Michael no era el primer caso así que me encontraba. Había visto a algunos padres darles un par de azotes a sus hijos y luego tirar de ellos para que caminaran deprisa, sin un abrazo, o un “te perdono”. ¿Qué diferencia había entre eso y decirle al niño que no te importa una mierda?

-         Papí….papi….¡PAPÁ! – gritó Kurt, como si esperase que él le oyera donde sea que estuviese. Temí que le diera un ataque de pánico. Creo que estaba cerca.

-         ¡Qué pesado, joder! ¡Si te pones así papá no vendrá nunca, y te dejará aquí, por cansino! – le dijo Alejandro.

Kurt dejó de llorar. Toda la habitación se sumió en el silencio. Al segundo siguiente Kurt empezó a emitir pequeños hipidos. Volví a cogerle en brazos notándole temblar entero. Entonces renovó el llanto gritando tanto que se hacía daño en la garganta y a mí en el oído.

-         ¿Papá… snif…pa…papá…también me va a dejar solito? ¿Tampoco …snif…..snif….tampoco me quiere…. snif…como mamá? – me preguntó. Dolió tanto escucharle preguntar aquello.

-         Papá te quiere con toda su alma. Te quiere tanto que le duele de cuánto te quiere.

-         Snif…llámale…. Llámale, por favor, Ted y pregúntaselo….

Entendí que cualquier otra respuesta que no fuera hacer lo que me pedía no hubiera sido acertada. Cogí el teléfono, llamé a papá y puse el altavoz.

-          ¿Diga?

Mágicamente, al escuchar la voz de papá, Kurt dejó de llorar. Se quedó muy quieto, con la respiración agitada, escuchando con atención.

-         Papá, soy Ted.

-         Estoy en el manos libres, en el coche, volviendo a casa. ¿Qué es lo que pasó?

Sonaba muy nervioso.

-         Nada papá, todo el mundo está bien, luego te cuento. Sólo te quiero hacer una pregunta…¿tú quieres a Kurt?

-         ¿Pero qué narices me preguntas?

-         Tú responde, papá…Tengo el altavoz puesto.

-         Kurt…Kurt ¿estás ahí?

Kury se acercó al teléfono.

-         Snif…snif… sí.

-         Escúchame bien, campeón, no es que te quiera, es que te amo con toda mi alma.  Siempre te he querido, y siempre te querré. Escuchad… todos… sé… sé que pensáis que… yo también me siento así… Creo que todos tenemos miedo al abandono. Todos nosotros hemos tenido en nuestra vida una persona que renunció a nosotros. Que nos cambió por dinero, por una vida sin niños, o por una vida criminal. Pero yo jamás haré eso. Somos una familia. Sin vosotros no sabría lo que es la felicidad. Jamás dejaré de quereros… no puedo hacerlo. Sois lo más bonito que tengo.

Kurt me apretó, ilusionado, y empezó a tirar besitos al teléfono, y Alice y Hannah también. Escuché la risa de papá al otro lado, y  pensé que no debíamos distraerle cuando estaba al volante.

-         Gracias, papá, eso fue precioso. Te vemos ahora. Te quiero.

-         Te quiero.

-         Te quiero.

-         Te “quero”.

-         Y yo a vosotros.

Colgué el teléfono, y miré a Kurt. Parecía mucho más tranquilo.

-         Alejandro, voy a encargarme personalmente de… - empecé pero no me dejó terminar.

-         Soy idiota, ya lo sé. – dijo, y se acercó a Kurt para apoyar su frente en la de él. El gesto me pareció muy tierno. – Peque, puedes ser todo lo pesado que quieras, que nadie aquí dejará de quererte por eso.

Por primera vez en mucho rato, Kurt sonrió.

-         ¿Aunque llore y dé patadas  y suba al armario y diga palabras feas? – preguntó.

-         Si haces eso lo único que pasará es que te calentarán el trasero – intervino Michael, y le sacó de mis brazos. Le meció un poco y le dio un beso.

-         ¡Por fin, coño, por fin! – resoplé.

-         Ted…has dicho un taco. – dijeron los tres enanos a la vez.

-         Sí, Ted, has dicho un taco – me chinchó Alejandro.

-         Y más de uno, en realidad, que los he oído todos -  apuntó Harry.

-         Se lo tendremos que decir a papá… al igual que tú tienes que decirle lo de los globos… - comentó Maddie con falsa voz de inocencia y un brillo pícaro en los ojos.

-         Enanos chantajistas y ….y….jolín, Michael, ayúdame, ¿no?

-         Por lo visto soy un cerdo. Hasta donde sé los cerdos no hablan. – respondió, y me dedicó una sonrisa de burla extrema. Hice una mueca.

-         ….Siento lo que te dije.

-         Y yo siento no haberte escuchado. – respondió Michael.

-         Owww, qué bonito, vuestra primera pelea. Ahora daros un beso – se burló Alejandro. Recibió un puñetazo semiamistoso en cada hombro.

Todos empezaron a dispersarse y yo me senté en el sofá,  o mejor dicho, me dejé caer sin energías. Estaba más cansado que aquél día que el profesor de gimnasia se enfadó y nos tuvo toda la hora haciendo flexiones. Me di cuenta, no obstante, de que no me quedaba sólo. Zach se acercó y se sentó a mi lado.

-         No me llegaste a levantar el castigo…

Las palabras que eligió y la vocecita que puso me hicieron replantearme la edad de mi hermano. Él no parecía tener problemas con que yo estuviera al mando.

-         Los demás se lo levantaron solos, y empecé a discutir con Michael… En fin, creo que entendiste que se acabó – respondí, y le dediqué una sonrisa.

No me la devolvió. Parecía como si tuviera algo que decir pero le diera vergüenza. Le di vueltas a la cabeza y al final encontré qué podía ser.

-         Pero no puedo darlo por terminado hasta que no me des un abrazo. Como no me lo des te vuelves a la esquina. – le dije, en falso tono serio. Zach sonrió y se apoyó sobre mi hombro en un semiabrazo / “ahora eres mi almohada”.  – Eso está mucho mejor.

Estuve así un rato con él, contento porque no podía ponerse así de mimoso conmigo, sino con papá. Recordé al niño de ocho años que fue, que se venía a dormir a mi cama cuando la de papá estaba llena.

-         Tú no me vas a odiar ¿verdad? – le pregunté.

-         ¿Mmm?

-         Los demás. Creo que no van a perdonarme por… por haberos castigado. Sé que no soy papá, pero no fue un castigo tan malo…y lo hice para que…para que él….

-         Sé por qué lo hiciste – me cortó – Mirar a la pared es mejor que una zurra.

-         Fue… raro. Soy vuestro hermano…

-         Papá también. Y nunca nos ha resultado extraño que él nos castigue. Supongo que es demasiado mayor para ser nuestro hermano…y tú también. Sobre todo mentalmente. Aunque físicamente también….A mí me sacas cuatro años, pero a la enana trece. Papá te saca veinte a ti. Casi podrías ser el padre de Alice.

-         Pero qué dices. – me horroricé – Oye, que sólo le saco dos años a Alejandro. Yo soy vuestro hermano, y puedo ser más infantil que Alice si me lo propongo. Solamente estos días… tengo que hacer del malo del cuento.

-         Tú no sabes ser malo. – respondió, dándome un golpecito en el hombro.

-         ¡Oye! ¡Puedo aprender!

En ese momento, la puerta principal se abrió, y papá entró en casa. Sentí el fuerte impulso de ponerme a rezar veinte rosarios, pero supe que ni eso podía salvarme.


-         Aidan´s POV -


Que sí quería a Kurt. ¿Qué clase de pregunta era esa y por qué me lo habían preguntado?

Mientras transitaba las carretera rumbo a mi casa me imaginé cientos de escenarios posibles, a cada cual más horrible. ¿Qué era lo que había pasado? Me dije a mi mismo que si alguno estuviera herido Ted me lo habría dicho.  Me esforcé por mantener la calma, y por fin llegué a casa.

En el salón sólo estaban Ted y Zach, sentados en el sofá.

-         Hola papá, ¿cómo te fue? – me preguntó Ted. Estaba nervioso.

Me incliné para darle un beso a él y otro a Zach.

-         Bien. Ve al grano, ¿quieres? – le pedí.

-         Uff…. Hay tantos granos… - intervino Zach, sonriendo un poco.

-         No es momento para bromas, hijo.

-         Si es que han pasado tantas cosas que por más que quieras no se pueden resumir – me dijo. Decidí sentarme. Zach cambió de posición para apoyarse sobre mí. Ante eso no pude más que sonreír.

-         Qué mimoso estás. ¿Es porque te metiste en líos?

-         En uno realmente pequeñito. ¡Después de todo lo que pasó creo que yo soy el bueno!

-         El bueno es Cole – dijo Ted – Y Barie también.

-         …¿Y todos los demás? – pregunté yo, sabiendo que detrás de la broma se escondía el meollo del asunto. Ted suspiró, y le dio un toquecito a Zach en el brazo.

-         ¿Por qué no subes a ver si Harry está terminando los deberes? – le dijo. - Yo tengo que hablar con papá.

Zach asintió y subió. Cuando me quedé a solas con Ted analicé su lenguaje corporal tratando de averiguar como de malo era lo que me iba a contar. En realidad parecía como si quisiera preguntarme algo.

-         Papá… ¿yo puedo castigar a mis hermanos? – dijo al final. No me esperaba aquello.

-         ¿Qué tipo de castigo?

-         Pues… todos en realidad… Pero me interesa sobre todo uno en concreto.

-         ¿Me estás preguntando si puedes pegar a tus hermanos? – inquirí, creo que sin poder evitar poner un poquito de desaprobación en mi voz.

-         No te enfades…

-         No me enfado por la pregunta, pero si lo preguntas es por algo. ¿Lo hiciste?

-         Primero respóndeme.

-         Ted, esto no funciona así.

-         Por favor, papá…. Te lo contaré todo, de verdad…Ya he asumido que algún castigo me va a caer….

Me resultó curiosa la expresión “algún castigo me va a caer”, como si hubiera varios motivos por el cual yo tendría que castigarle. Le miré fijamente.

-         Vas a estar varias horas a cargo de diez personas, con la ayuda de Michael cuando vuelva de la comisaría. Supongo que es idílico pensar que ningún día te van a dar problemas. No sé si a Alice la has castigado alguna vez, pero siempre la aconsejas o la regañas un poquito. Te he visto con ella y sé que eres justo y cariñoso, así que si la pones en la esquina por algo será. Sí, puedes hacerlo. Lo mismo se extiende a Kurt y Hannah. Puedes ponerles en la esquina, dejarles sin postre, dejarles sin jugar, o lo que creas oportuno, pero no debes abusar de ello ni hacerlo cuando no estéis solos. Sabemos que el caso de Dylan es peculiar, así que no puedes castigarle tú como no puedo castigarle yo. Con Cole es más de lo mismo que con los enanos…pero intenta que no se sienta tan enano. Y recuerda que te adora, así que no seas duro con las palabras. Me extrañaría que Barie te diera problemas. Si es así, probablemente baste con regañarla un poco. Si no basta, si hace algo realmente malo o peligroso, me encargaré yo al volver a casa, pero si necesitas frenar una situación puedes mandarla poner el lavavajillas. Odia hacerlo, y será una tarea menos para ti. Los castigos de los peques en muchos caso no valdrán con ella al igual que no valdrían contigo, por cuestión de edad. Con Madie te digo lo mismo, pero ella no te lo pondrá fácil si tienes que castigarla. Intenta no perder la calma, y el sentido del humor. Zach y ella recurren a eso cuando están nerviosos. Y….Zach. Zach. Y Harry. No sé qué decirte con ellos. Por alguna razón no tengo tanto problema con que lo hagas con Zach, pero sí con Harry, aunque sean de la misma edad. Supongo que es porque sé que Harry probará tu paciencia de mil maneras posibles, y te insultara en todos los idiomas que conoce. Creo que con ellos deberías sobretodo limitarte a hablar. Zach hará todo lo que tú le digas si le hablas como sueles hacerlo, y con Harry apela a su conciencia. Es un gran chico, y es capaz de entender él sólo lo que hizo mal. A Alejandro sólo le sacas dos años. A él y a los gemelos es… casi antinatural que les castigues – concluyó papá.

Me escuchó con atención, pero no dijo nada. Durante unos segundos esperé a que me respondiera. Cuando entendí que no iba a hacerlo seguí hablando yo.

-         Respecto a… si puedes pegarles… Entiende que yo no te puedo dar permiso para eso. Lo más que puedo decirte es que no me enfadaré si lo haces en determinadas situaciones. Si le das una palmadita a los enanos cuando ya has tenido que llamarles varias veces la atención no…no pasaría nada… Pero son tus hermanos… no es tu trabajo educarles…Sé que puede parecerte muy hipócrita que te diga esto cuando te pido que les cuides, pero…

-         Técnicamente te lo pedí yo. Yo te dije que no trajeras una niñera. Y sé lo que quieres  decir. Es como si les pegara la niñera… o no tanto, porque creo que a ella la matarías… pero no es mi lugar, ni mi misión.

-         Sí, más o menos… Es…es una relación antinatural entre hermanos, Ted y además ¿dónde está el límite? Si lo haces con otro que no sean los enanos pondrá el grito en el cielo, sin entender por qué tienes autoridad para hacer eso. De hecho pensará que no la tienes… que eres su hermano….Y tendrá razón… Has crecido con ellos,  a veces… pocas, pero a veces tengo que reprenderte y….eres…eres su igual.

-         Así que, palmadas no. – sintetizó.

-         Palmadas no. – respondí. – Y en realidad Ted… cualquier tipo de castigo… piénsatelo bien antes. ¿Cómo te tomarías tú que Michael pretendiera corregirte? No te saca mucho menos de lo que tú le sacas a Alejandro. Por eso te he dicho que a él no… Salís juntos, compartís algunos amigos…Sería más que raro.


Con aquello dije todo lo que tenía que decir al respecto. Qué conversación más extraña. Sé que Ted entendía la diferencia entre él y yo… que yo no era sólo su hermano… Pero aun así una voz en mi cabeza me decía “hipócrita”.

Sabía que la pregunta no había sido gratuita. Ahora le tocaba hablar a él, y decidí escucharle sin perder la calma dijera lo que dijera.

-         Castigué a Alice. A Hannah. A Madie. A Zach. A Harry…y a Alejandro. – enumeró, vacilando en los últimos nombres porque eran los que yo le había restringido. Asentí, despacio.

-         ¿Por qué?

-         Jugaron con globos de agua dentro de casa.

Lo pensé bien. Sabían que no podían hacerlo y yo les habría castigado también, pero me extrañaba que él lo hiciera sólo por eso.

-         ¿Nada más? – pregunté, y vi que Ted se ponía tenso. Presentí que no me estaba dando todos los detalles, y que tampoco me los iba a dar – Tendré que preguntarles a ellos, entonces. ¿Cómo fue?

-         Pues… les puse mirando a la pared.

-         ¿A todos? ¿Y no te mandaron a la porra? – pregunté incrédulo. A mí con quince años me dicen que me ponga mirando a la pared y me da un ataque de risa.

-         Bueno, hubo reacciones diferentes… Pero al final lo hicieron.

-         Ted… hay algo que me suena raro aquí. ¿Les ves jugando con globos y les mandas a la esquina? ¿Es que rompieron algo?

-         No… Yo… Bueno, recuerda que ya les castigué así que tú no puedes hacerlo. No sería justo castigo doble – me dijo, y levanté una ceja. No pude decir nada, porque continuó. – Les vi jugar con eso y les dije que en casa no…Además Harry aun tenía deberes. Me fui a hacer otra cosa y cuando volví seguían jugando. Intenté que pararan, pero no me hicieron caso. Grité, y nada. Me tiraron un globo, y seguían. Pasaban… pasaban mucho de mí, y lo pusieron todo perdido de agua. Les dije que lo tenían que recoger e irse a la esquina y así conseguí que pararan.

-         … Y les castigaste de esa forma tan absurda para que no viniera yo con otro tipo de castigo. Mocoso aprovechado e inteligente…

Ted sonrió un poco, intentando ver si estaba enfadado. Suspiré.

-         Me imagino la situación, tu gritándoles que paren y ellos a lo suyo. Hicieron tres cosas mal ahí: desobedecer a algo que yo les he dicho varias veces, desobedecerte a ti, e ignorarte. Entiendo que les castigarás. Pero si la próxima vez Alejandro se une a ellos en vez de ayudarte tendré una charla seria con él… ¿Algo más? Zach habló de muchas cosas…. Por cierto…¿qué tal con Zach?

-         Me lo puso fácil.  Se puso donde le dije como las enanas.

-         ¿Y Harry?

Ahí Ted carraspeó un poco, fingiendo atragantarse y no poder responder.

-         Theodore…

-         Me mandó a paseo…

-         Con buenos modales, imagino – respondí sarcásticamente - ¿Cómo conseguiste que al final lo hiciera?

-         Fue Michael. Llegó en ese momento.

Emití un gruñido de asentimiento, para indicar que le había oído, y me puse a pensar.

-         ¿Qué más pasó? ¿Les pegaste?  - pregunté al cabo del rato.

-         No… yo no.

-         ¿Tú no? ¿Y entonces quién?

-         … Dylan pisó sin querer el unicornio de Alice. Ya sabes que son muy especiales para ella…Se rompió, y ella se enfadó mucho y se puso algo agresiva… Alejandro no entendía por qué se puso así por un juguete y le parecía mal que yo la consolara en vez de regañarla por lo que él creía una rabieta… Le dijo a Alice que tú la pegarías, ella le mordió… y Alejandro la dio un azote.

Solté un bufido.

-         Bueno, eso definitivamente me molesta más que unos globos de agua – dije, molesto con Alejandro.

-         Pero papá… luego hicieron las paces… Alejandro no tenía mala intención…Es como yo con lo de la pared….

-         No, Ted, es distinto, y además él ya hizo esto una vez y le dije que preferiblemente no lo hiciera. Estabas tú en casa y a cargo. No debería haberla pegado. – sentencié, y luego suspiré – No estoy enfadado. Pero tengo que pensar qué hacer con él.

-         Arreglé el unicornio – dijo, como para hacerme cambiar de tema. – Casi me quedo pegado, pero lo arreglé.

-         ¿Usaste el pegamento fuerte? ¿Tú sólo? – me inquieté. No me gustaba que usaran las cosas del garaje sin supervisión. Aunque Ted no fuera de los pequeños…

-         S-sí… ¿Hice mal?

-         No es una sierra, pero es igual de peligroso si te da en los ojos o si tardas mucho en echarte el disolvente.

-         Perdón…

-         Está bien, Ted, no me molesta… Imagino que tuviste cuidado, y  ya no eres pequeño… Es precioso que hicieras eso por tu hermana.

Me sonrió.

-         Cuando se lo enseñé me dio como cien besos. – comentó, y yo sonreí también.

-         ¿Eso es todo? – pregunté, haciendo ademan de levantarme del sofá. Pero él me frenó.

-         No…Falta… Kurt. Tuvo varias rabietas… y creo que en el fondo lo que pasaba es que quería estar contigo y no conmigo, porque una de ellas fue por no querer hacer los deberes hasta que vinieras…

-         Bueno… es pequeño…

-         Sí… Recuerda eso cuando te diga que… se subió al armario. Le encontré ahí arriba y casi me da algo al pensar que se podía caer. ¿Recuerdas que Alejandro se rompió un hueso así?... Le bajé…Michael y yo le regañamos un poco… Pero supusimos que tú…. Pues eso, que le castigarías al venir…Y no le sentó muy bien. Escuchamos ruidos, Michael volvió a entrar y Kurt la tomó con él. Le insultó y le pegó…

Suspiré.

-         Tengo que conseguir que deje de subirse a todo lo que encuentre… - murmuré, con algo de preocupación.

-         Me da la impresión… de que se aburría y se sentía sólo. Yo estaba con Alice, Michael con Hannah…

-         ¿Por qué me llamó Barie? ¿Y por qué me llamaste tú preguntando si le quería?

-         Ya… llegamos a donde no quería llegar. – musitó.

-         Ted…

-         Te dije que… que Kurt pegó e insultó a Michael….y él… pues… le castigó… le… le dio unos azotes.

Abrí los ojos bastante sorprendido. No lo esperaba de Michael. Nada en su actitud  había delatado todavía el tipo de relación que iba a tener con sus hermanos. Iba a hacer algunas preguntas, pero Ted se largó a hablar él solo, bastante indignado.

-         Le dije que no lo hiciera… que te esperara a ti, pero se puso en plan “Ted, no te metas”…. La culpa es mía por decirle que tenía que hacerle caso por ser el mayor….Bueno, pues no se lo hice y quise impedirlo pero él tumbó a Kurt y le dio seis palmadas… No me gustó cómo lo hizo… Nunca me gusta pero… fue muy brusco. Kurt se asustó. Fue todo muy rápido, tú sueles ir más despacito… Lloró mucho, y me llamó, y me sentí tan mal….Michael quería darle más y yo no le dejé, me parecía excesivo para el enano. Tuvimos una pelea y él…¡no quería consolarle! Decía que no le daría un abrazo hasta que dejara de llorar…y Kurt en cambio no dejaría de llorar si él no le daba un abrazo.  Me pareció que así no se hace. Así no es cómo lo haces tú. Kurt pensó que él no le quería…y lloró…y yo odio verle llorar así que a lo mejor me pasé con Michael… y discutimos…Ahí te llamó Barie… Y Kurt seguía llorando, y diciendo que quería verte…y Alejandro se hartó y le dijo que no vendrías porque él era un pesado…. Y eso casi mata al enano… Te llamamos a ti, se le pasó… Alejandro se disculpó, Michael por fin le abrazó….y….y…ya.

Parpadeé por varios segundos. No sabía a quién quería matar primero. Michael era el candidato número uno, aunque la sobrada que soltó Alejandro….Suspiré. Miré a Ted a los ojos. Él me miraba mordiéndose el labio.

-         Si se diera el caso en que Kurt vuelve a subirse a un armario o a hacer algo peligroso…. O algún otro se pasa de la raya….Tú, y sólo tú puedes…darles palmadas. – le dije. Me miró boquiabierto.

-         ¿Por qué?

-         Porque has sabido ver los errores en lo que hizo Michael, y te desagrada tanto la idea que cuando lo hagas será porque se merezcan muchos más azotes de los que les des. Tengo la certeza de que no te aprovecharás de tus hermanos y de que lo harás de la forma correcta.

-         Yo… no quiero hacerlo…

-         Si quisieras, entonces no te dejaría. – le respondí.-  No es algo que deba gustarte. No debes relativizar el asunto de pegar a uno de tus hermanos. Quiero que sólo lo hagas como último recurso. Y… si alguna vez considero que te equivocas…

-         … me entierras vivo, lo pillo. – terminó él.

-         Yo hubiera usado otra expresión, pero sí. Te he dicho esto porque confío mucho en ti.

Evité decir “no me decepciones”…Pero realmente deseé no estar equivocándome con aquella decisión. Sabía que Ted lo pensaría mil veces antes de castigarles así. La idea le desagradaba por completo.

Pasé al siguiente punto.

-         Aún tengo que hablar con tus hermanos, pero no creo que hayas hecho nada malo. No sé por qué pensabas que “algún castigo te iba a caer”.

-         No impedí que el enano se subiera al armario. Quizás me sobré un poco con Michael. Y… dije unos cuantos tacos.

-         ¿Kurt te está contagiando su sinceridad? – le pregunté y luego sonreí un poco.

-         ¿No te enfadas?

-         Lo de Kurt no fue tu culpa. Lo de Michael… aún tengo que ver si le despellejo o le estrangulo, así que no voy a decirte nada… y lo de los tacos… No tienes el padre más bienhablado del mundo. No está bien que los sueltes delante de los enanos y le daré licencia a Michael para desplumarte la cartera la próxima vez – le chinché. – Por esta vez mete cinco dólares al tarro…. Aunque algo me dice que la tarifa tendría que ser más alta….

-         Bastante más…

-         Esa suerte tienes – le dije, y sonreí. - ¿Tienes algo que hacer ahora?

-         Sí. Tengo que poner la ropa a secar.

-         Ya lo hago yo. Tú sube arriba y descansa. Es una orden.

-         Pero papá, ese es mi trabajo en casa…

-         Hoy hiciste horas extra. Vamos, eres libre. Llama a tu chica a ver si me das una nuera por fin.

-         ¡Papá! – protestó avergonzado, pero sonrió un poco y se fue. Primero pasó por la cocina y metió cinco euros en el frasco. Empezaba a estar considerablemente lleno. Apunté mentalmente contar el dinero y ver si era suficiente para pasar un fin de semana en el parque de atracciones.

Me quedé en el sofá por un rato. No había pasado nada “tan” grave. Ya iba a subir al piso de arriba, cuando varios pasitos bajaron las escaleras.

-         Hombre, si por fin habéis decidido venir a saludar – reproché a las caras que se fueron asomando. Al final, vinieron todos.

-         Mientras sólo sea saludar… - dijo Zach – Recuerda que para saludar las manos se quedan arriba. – comentó, con descaro.

-         ¿Arriba como así? – pregunté, levantándole el brazo y haciéndole cosquillas. Zach se rió un poco. Luego le solté y me puse algo más serio.-  A ver…lo primero un abrazo ¿no? Que aquí llega uno a casa y nadie le recibe.

Ellos sonrieron y me envolvieron en un abrazo de grupo. Poco a poco nos separamos, y ellos me miraron como tanteando mis intenciones.

-         Os quiero a todos delante de mí, por edades. Michael, tú aquí a la izquierda. Los demás ya sabéis como va…

-         ¿Pero yo al lado de quién voy? – preguntó Kurt.

-         A ver, enano, ¿quién te saca menos años de aquí? – le dije, y él señaló a Dylan. – Pues a él en la izquierda. Tu otra izquierda, cariño. La manita con la que comes es la derecha. Eso es. Y a tu lado se pone Hannah.

-         ¿Y por qué él va antes que yo? – protestó.

-         Porque te saca un minuto.  – respondí, y la guiñé un ojo.

Cuando todos estuvieron colocados paseé la vista por todos ellos. Metí la mano en el bolsillo.

-         ¿Sabéis qué es esto? – pregunté, enseñando dos piruletas. Ellos asintieron, claro. – Son para las dos personas que no están en problemas hoy, porque se portaron bien con Ted. – dije, y le di una a Cole y otra a Barie. Barie sonrió más que Cole, pese a ser más mayor, porque la encantaban las chucherías.  – ¿El resto sabe decirme por qué está en problemas?

Les miré para que hablaran por orden. Ya habíamos hecho aquello alguna vez, así que entendían el sistema.

-         Ño hise caso a Ted – susurró Alice, con una carita que daba lástima. – Y modí a Alejandro…Y me enfadé mal con Dylan.
Me sorprendió que fuera capaz de responder con esa exactitud. Alice era bastante lista y se expresaba considerablemente bien para su edad.

-         ¿Y cómo se enfada uno mal, Alice? – la pregunté. Esa era una expresión que yo había usado para explicárselo.

-         Con gritos y….y…rompendo cosas.

-         Exacto. – dije y me agaché a su lado. - ¿Ted ya te castigó?  - pregunté, pese a saber la respuesta.

-         Chi…

La cogí del bracito y la di una palmada muy suave sobre la falda. Sé que no la dolió porque ni siquiera dio un respingo.

-         Abrazo a papá. – pedí, y ella se colgó de mi cuello. – Luego tienes que enseñarme tu unicornio ¿eh? Que me han dicho que está en el hospital.

La di un beso, y la dejé en el suelo. Luego fui con Hannah, que estaba muy cerca de ella, a dos pasos.

-         ¿Y tú?

-         No hice caso a Ted…

-         ¿Y él ya te castigo?

-         Sí…

Igual que con Alice, la agarré del brazo y di una palmada muy suave.  No tuve que pedirla un abrazo porque se hizo un huequecito y se sentó en la rodilla que no tenía hincada en el suelo.

-         Mañana no te vas….¿vale? – me dijo. Owww.

-         Princesita, tengo que irme. Tengo que trabajar. Pero volveré tan rápido como pueda.- dije, aunque precisamente al día siguiente volvería tarde por el Meet and Greet…

-         ¡No te dejo! – protestó, y me agarró el brazo. Sonreí y la di un beso. Luego me solté con delicadeza – Joo.

La piqué el costado y ella se rió. Cuando me dirigí a por Kurt pasó algo curioso. Michael, Ted, Barie y Alejandro dieron un paso adelante.

-         Papá, a él ya le castigaron…. No le pegues…. Por fa….Ya lloró demasiado…

-         Claro, porque estoy siendo malo y super duro, y vuestras hermanas están llorando muertas de pena y dolor – respondí con sarcasmo y rodé los ojos. 

-         Hola papi – susurró Kurt. Sonreí un poco.

-         Hola, campeón. Mi bebé hermoso. ¿Cómo se te ocurre dudar de que te quiera? – pregunté, acariciándole la mejilla.

-         Es que fui malo…

-         Mira que lo dudo… En todo caso te portaste mal, que no es lo mismo. Y aun así… ¿crees que papá va a dejarte de querer por eso?

Kurt se encogió de hombros. Levanté su barbilla.

-         No. Nunca.  Lo digo con tus hermanos de testigo. Nunca tengas miedo de eso, campeón.
Él alzó la mirada y sus ojos aún estaban algo rojos por lo mucho que tenía que haber llorado.

-         A ver enano… ¿sabes decirme las cosas que hiciste mal hoy?

-         Son muchas, papi…

-         No serán tantas.

-         … me enfadé por el zumo…me enfadé por el cuento…

-         Enfadarse no es malo, campeón. Pero hiciste un berrinche ¿verdad?

Él asintió.

-         Y… dije una palabra fea. Y me subí al armario. Y pegué a Michael.

-         Te he dicho muchas veces que no puedes subirte a los sitios altos. Puedes hacerte mucho daño.

-         Lo siento…

-         Está bien, bebé. ¿Michael te castigó?

Volvió a asentir, con un puchero.  Le abracé, y le di una palmada aún más suave que la de sus hermanas Luego le di un beso. Llevé la mano a su tripa y le hice cosquillitas. Cuando hacía eso Kurt seguía teniendo risa de bebé.

-         ¿Por qué te enfadaste tanto con Michael? – le pregunté.

-         Porque no me quiere.

-         Sí te quiere, campeón…

-         No, no me quiere.  Siempre está con Hannah y conmigo no.

Miré al aludido que se encogió un poco. Creo que el comentario de Kurt le pilló por sorpresa.

-         Te prometo que eso va a cambiar. Michael va a jugar mucho contigo, y va a empezar ésta noche, cuando termine de hablar con él. Pero sí te quiere. Todos en esta casa te quieren mucho, enanito.

Le di otro beso y le revolví un poco el pelo. Enseguida Maddie se encogió un poco. Sabía que iba a saltarme a Dylan, a Cole, y a Barie, y que la siguiente era ella. Estuve tentado de seguir para darles una lección, sabiendo que los mayores odiarían ser reprendidos delante de sus hermanos pequeños, pero no quise ser cruel.  Me separé un poco de la fila y paseé alrededor de ellos.

-         Que le quede muy claro a todo el mundo. Cuando yo no esté y deje a Ted a cargo se le hace caso. Si no tendréis dos castigos: el que él os dé y el os dé yo. ¿Entendido? – pregunté, y esperé el asentimiento general. Miré especialmente a Harry y Alejandro. – Muy bien. Ahora me quedaré sólo con los mayores. Desde Maddie para arriba. El resto puede irse.

Barie y todos los que estaban a su derecha subieron escaleras arriba.

-         Madelaine – dije, cuando se hubieron ido. – tu tampoco hiciste caso a Ted ¿verdad?

-         No, papá…. pero no lo hagas, por favor….No delante de ellos…

Me acerqué a ella un poco.

-         Vosotros habéis pasado de Ted delante de vuestros hermanos. Puedo asegurarte que da más vergüenza ver que la gente a la que estás cuidando pasa de ti y se ríe en tu cara que lo que voy a hacer, porque voy a hacerlo con todos. En realidad tendría que haber dejado a los enanos, porque ya que sois ejemplo en lo malo, deberíais servir también de ejemplo.

Maddie agachó la cabeza por el regaño.

-         Sólo me lo estaba pasando bien… - susurró.

-         Mi niña – suspiré, y levanté su barbilla – Lo entiendo, y no estoy nada enfadado ¿de acuerdo? Más que jugar con el agua, lo que me molestó fue que desobedecierais a Ted. Para él no es fácil hacer el papel de echar broncas. – dije, y creo que Ted se avergonzó un poco. Abracé a Madie y mientras la tenía así agarrada baje la mano y la di una palmadita.

-         ¿Por qué haces esto…? No duele…

-         Ah ¿quieres que duela? – inquirí, y levanté mano otra vez.

-         ¡No!

-         Eso creía. – sonreí y la di un beso – Es un pequeño aviso.

Me separé de ella y miré a Zach. Él suspiró y me devolvió la mirada.

-         ¿Y tú? ¿Qué me cuentas?

-         Ya lo sabes… tampoco hice caso a Ted…seguí jugando con los globos…

-         Y sin esperarme a mí. Qué mal. Las cosas divertidas como las batallas de agua se hacen cuando estemos todos – protesté, con infantilismo sobreactuado. Zach sonrió un poco. Le agarré el brazo y él retrocedió. Eso me sorprendió un poco.

-         Tranquilo Zach… no duele – le dijo Madie.

-         Del brazo no – me dijo Zach, y me abrazó.

Cosita cariñosa. Correspondí a su gesto y le di con suavidad sobre el pantalón.

-         ¡Ay! ¡Sí que duele! – protestó. Rodé los ojos. No dejaría de fascinarme el hecho de que protestaran por un castigo pequeño a veces más que por uno grande. Aquello de hecho ni fue un castigo, y por eso al separarme le saqué la lengua.

-         Muchísimo. Ha sido horrible. – le dije, con sarcasmo, y le revolví el pelo.

Por último, me encaré con Harry. Él miraba al suelo algo avergonzado, y habló antes de que yo le preguntara nada.

-         Yo también pasé de Ted… y le desafíe… y le hice un corte de mangas.

Me asombré un poco. Ted no había sido tan específico al mencionar que Harry le había dado problemas.

-         Pero también consoló al enano – apuntó Ted, como para defenderle.

-         Te salva de una gorda el haber sido sincero. Esos gestos nunca ¿eh? Y a tu hermano mayor menos. – le dije, y le agarré del brazo. A él le di dos palmadas, algo más fuertes.

PLAS PLAS

-         Ai… Perdón…

-         Perdonado, campeón. – respondí, y le abracé. – Y gracias por consolar a tu hermanito.

Le di un beso en la frente, y miré a Michael y Alejandro.

-         Con vosotros hablaré en vuestro cuarto. – dije, y Alejandro se estremeció un poco. Después subió las escaleras y Michael le siguió. Los demás también se fueron, salvo Ted.

-         ¿Por qué me hiciste estar delante?

-         ¿Tan desagradable fue?

-         Desagradable lo que viene ahora… No me dejes sin hermanos… por fa…

-         Exagerado – susurré, y rodé los ojos.

Subí al piso de arriba, al cuarto de los mayores, y Cole estaba allí… leyendo, como no.  Por gente como él existía gente como yo.

-         Campeón, ¿por qué no vas a leer a mi cuarto? Estarás más tranquilo, y quiero hablar con tus hermanos.

Cole se levantó sin dejar de leer, y caminó como un autómata sin quitar la vista del libro. No pude no reírme, pero luego me puse serio para mirar a Michael y Alejandro.

-         ¿Con qué derecho pegáis a vuestros hermanos?

-         Con el mismo que tú – replicó Alejandro. Zas. Eso dolió. Dolió, y me llenó de rabia.

-         ¿De verdad? ¿Tú les has cambiado los pañales, dado de comer, vestido, cuidado cuando estaban enfermos? ¿Tú les has criado, dado lo mejor de ti y querido con toda tu alma?

-         …Lo último sí – respondió, algo cohibido. Entendí entonces que no había insinuado que yo no tuviera derecho a reprenderles, sino que por la misma regla de tres él también podía, porque les quería. Se me pasó el enfado enseguida.

-         Lo sé. Sé que les quieres… Anda, ven aquí. – le ataje hacia mí, y le di un abrazo. – También te pasaste con lo que le dijiste a Kurt.

-         Ya… Soy un bocazas….

-         Tienes que tener cuidado ¿eh? Es un niño pequeño. Es muy impresionable.

Alejandro asintió y no dijo nada.

-         Michael, espera fuera, por favor.

No tuve que repetírselo. Tardó menos de un segundo en desaparecer.

-         Sin testigos… me vas a despedazar. – susurró Alejandro.

-         ¿Desde cuándo te castigo en público? ¿Acaso lo prefieres?

-         ¡No! … La verdad, preferiría que no me castigaras.

-         Sí, yo también lo preferiría – respondí, y me senté en su cama. Le puse delante de mí. – Te preguntaré lo mismo que a tus hermanos. ¿Qué es lo que hiciste mal?

-         Pegué a la enana… y además lo hice muy fuerte y sin entender por qué ella había reaccionado así. Debería haber esperado a saber qué pasó en realidad…. Que ese juguete es más que un juguete para ella… Y en cualquier caso debería haberte esperado a ti…

-         Ya hablamos de esto cuando lo hiciste con Kurt. Además, ésta vez estaba Ted. Él estaba manejando la situación.

-         Ya…No…no le ayudé demasiado. Me uní a los enanos con los globos en vez de frenarlos… y le solté a Kurt una crueldad…

-         Sé que mañana lo harás mejor – susurré, y apoyé su frente en la mía. – Confío en ti

Le escuché tragar saliva muy fuerte. Con movimientos lentos le guié para que se tumbara encima de mí. Si era coherente tampoco podía ser muy duro con él. No lo había sido con los demás, y Ted también le había castigado. Levanté un poco la mano y la dejé caer sobre su vaquero.

PLAS PLAS PLAS

PLAS PLAS PLAS

-         ¿Tienes que ir tan rematadamente despacio? ¿Pretendes torturarme? – gruñó. Las siguientes fueron un poco más fuertes.

PLAS PLAS PLAS


-         ¡Ay!

-         Mala posición para ponerse exigente. No es ninguna tortura. Otra vez lo pensarás mejor antes de ser tan impulsivo.

PLAS PLAS PLAS

PLAS PLAS PLAS

-         Aii…

PLAS PLAS PLAS

-         Afff.

PLAS PLAS

Dejé la mano quieta y esperé a ver cómo reaccionaba. Al pasar unos segundos, y entender que no había más, se llevó las manos atrás y se frotó un poco. Le ayudé a incorporarse. Me miró sin decir nada y sin pestañear.

-         ¿Me dejas abrazarte? – le pregunté.

Alejandro dio un pasito lejos de mí. Lo deshizo. Lo volvió a dar. Decidí ayudarle con su indecisión, me puse de pie, y le atrapé entre mis brazos. Le di un beso.

Se dejó hacer con bastante inexpresividad. Decidí que ya había tentado a la suerte. Era todo un logro que no me hubiera echado o salido corriendo. Le acaricié un poco el pelo.

-         ¿Puedes dejarme a solas con Michael un momento?

Alejandro asintió y se fue, sin decir nada. Dejó la puerta abierta y Michael entró, despacio. Le observé bien. Estaba muy rígido. Le indiqué con un gesto que se sentara a mi lado.

-         No me puedes pegar – fue lo primero que dijo. – Tenemos un trato, y ni me puse en peligro ni cometí un delito.

-         Lo sé. Pero lo que hiciste sigue estando mal. Quiero hablar contigo y asegurarme de que lo entiendes.

-         Ted no quería que le pegara. Pero el enano me insultó varias veces y me arreó una patada.

-         ¿Le pegaste por venganza?

-         ¡No! Lo que hizo no estuvo bien y… ¡tú también le habrías castigado!

-         Sí. Yo. Su padre. Y en cualquier caso, Michael, las cosas no se hacen así. Ese niño es muy inseguro. Necesita tener claro que le quieren.

-         Pero cuando se porta mal…

-         Especialmente cuando se porta mal. No puedes negarle el afecto porque haya hecho algo malo.

Michael frunció el ceño. Me resultó difícil saber si  me entendía o no.

-         No quiero que vuelvas a hacerlo. No puedes pegar a ninguno de tus hermanos. Y quiero que los días que yo esté fuera ayudes a Kurt con su tarea, te encargues de hacer su merienda y de todo lo que le incluya específicamente a él. Ese será tu castigo y tu forma de compensarle.

Pareció pensarlo durante un momento.

-         Bueno – dijo al final. No debió parecerle algo tan malo.

-         Esto no quiere decir que no puedas echarle una mano a Ted. Sólo… él tiene más práctica.

-         Genial. Subordinado de mi hermano pequeño – me bufó.

-         Eso es porque tu hermano pequeño es muy grande – dije, y cuando no se lo esperaba le di un abrazo, de forma que no tuviera ni tiempo de negarse - Pero tú también lo eres.




**************




N.A.: La canción es “Beauty and a beat” de Justin Bieber xD

Bueno, quería decir varias cosas pero como tardé mil años en hacer éste capítulo algo se me olvidará seguro. Lo primero es que estuve de viaje, y ahora estoy hasta arriba con la universidad, así que por eso la tardanza. No sé con qué frecuencia podré actualizar conforme se vayan acercando los exámenes, pero en dos meses seré una persona libre :D :D

Quisiera hacer un par de comentarios al respecto de éste cap.

-         A lo mejor es porque me quedó muy largo (sumamente largo, inhumanamente largo….)  pero creo que algunas personas pensarán que es aburrido. I know e.e  Próximamente pasarán cosas… No sé cuándo, porque siempre me extiendo más de lo que tengo pensado, pero no tardaré mucho.

-         Que nadie odie a Aidan por ser nulo con las mujeres, pobrecico mío.

-         ¿Quién quiere entradas para el Meet and Greet? ;)  Siempre he querido ir a una de esas cosas y nunca me entero a tiempo… Pero luego pienso que con lo tímida que soy me iba a quedar callada sin decir nada xD

-         Si tuvierais que elegir a un Whitemore, ¿quién sería?

-         ¿Y si tuvieras que elegir entre Michael o Ted?

-         ¿Alguien más siente impulsos de cargarse a la gente que crea complejos de abandono en los niños? 

10 comentarios:

  1. Me encanto el capitulo... y no estuvo tan largo...
    peor me mataste con la historia de Nadia yo quiero leer ese libro... de verdad

    ResponderBorrar
  2. dean y michael por siempre

    ResponderBorrar
  3. Puff nada de aburrido estuvo genialte quedó de lujo y entiendo lo de la Uní ando igual y aparte con lo del yeso peor jaja de escoger eso no se hace pero creo que Kurt que super tierno pero que no se suba a los mueblesse puede romper algo ( que si lo sabré yo. TwT) y entre los otros ni a cuál irle cada uno tiene lo suyo =D

    Ojala tengas un ratito para actualizar. Y suerte en la Uni

    ResponderBorrar
  4. prefiero a Ted... es muy dulce
    pero entre todos me gustan Alejandro y Hannah

    ResponderBorrar
  5. Tu historia puede que sea larga pero ni siquiera se siente, puesto que te atrapa más si ya has leido todos los capitulos previos, como yo, espero no te atrases en actualizar pues eres genial y tu historia es mi favorita, no puedo dejar de leerla, si creo que tambien deberían castigar severamente a los que causan daños, emocionales en los niños, la inseguridad es muy mala y más cuando eres un niño hiperactivo pues eso te hace blanco de la gente que por lo común no entiende, Ted es tierno y bastante recto, Michael es bueno en el fondo, aunque le falta madurar y aprender a confiar, no quiere dar su amor, pues a sufrido bastante, en cuanto a Aidan me encanta y yo me quedaria gustosa con él, le enseñaria, jajaja bueno ya sabes a que me refieron. eres genial no lo dejes y date tiempo por fa, siiiiii ojitos de cachorro cocker spaniel color miel.

    ResponderBorrar
  6. ¿Largo?¿Que mas da si le he disfrutado cada una de sus letras?
    ¿Odiar a Aidan?,¡JAMÄS!,si por lo mismo se hace mas adorable!
    Y...no gracias por las entradas...creo que igual me la pasaría mal por la timidez.
    Mi favorito de los Whitemore?¡Definitivamente Aidan pero si te refieres a los críos pues serían Cole y Michael.
    Y de entre Ted y Michael,sinceramente,son tan hermosamente especiales y diferentes los dos que no podría escoger!
    ¡Suerte en tus estudios! y sigue con tu bella historia que está de lujo!
    Marti.

    ResponderBorrar
  7. Hola Dream :3
    Largo? Pues poquito pero sabes con lo genial que escribes se me hace. Muy cortito xq disfrutó tus actualizaciones como no tienes una idea
    Mm escoger un favorito? Nooo podría xq cada uno de tus personajes es único incluido Aidan :3 que ya quisiera yo estar en el lugar de Holly XD
    Y entre Michael y Ted ahh no se los 2 tienen una historia tan :3 interesante que definitivo no puedo escoger
    Me das una entrada para el meet and greet,? X favor :3 y por cierto ami también me dan ganas de no se que hacerles a esos tipej@s que crean complejos en los niños
    Saludos

    ResponderBorrar
  8. Entiendo ese temor que sea largo y tedioso a veces hce que borre paginas integra de lo que escribo porque creo que le doy mucha vuelta, pero yo no siento adi cuando te leo porque sincermente me divierto y me duverti mucho te dire..... Bueno, en cuanto a los chicos, yo creo que Michel y Ted ahcen un euqilibrio perfecto para cuidar al resto, uno pone mano dura y el caricia, si Michel logra pulir sus pequeños defectos de caracter podria cuidar con facilidad a toda la tropa, pues me encanto cuando Alejadnro y Harry se lo pensaron mejor jajajaja
    ahora la novela de Aidan por favor dej parrafos de ella me intersa, jjjjj, y me encantan Michel... que iito a papa un poco durito de caracter pero de caracter al fin, Ted que es todo razonamiento y luz mental, paz espiritual y sobre todo Alejandro y mi lindo HArry, los rebeldes
    espero te vaya bien en la U y pronto actualiza ssi no te pierdas mucho tiempo

    ResponderBorrar
  9. Bueno que decir estuvo para desvelarse y todas tus historias me gustan mucho y voy a volver a leerla todita en lo que espero tu actualización .Uh este quisiera preguntar , solo Alejandrito recibirá palmadas , porque no es justo yo m estoy creyendo entonces que la consentida no es Alice ! Mas bien es Mike que todo se lo perdonan!!
    Att. Kelly

    ResponderBorrar
  10. Confieso que hace poco comencé a leer tu historia y lo hice con un poco de desconfianza pero amedida avanzada simplemente me encantó. Felicito tu ingenio para escribir porfa sigue actualizando en cuanto puedas muero por seguir leyendo tu historia. Espero que todo se arregle para michael y suerte con los exámenes de la universidad

    ResponderBorrar