CAPÍTULO 32: PROBLEMAS DE AUTORIDAD
“Voy a morir de un
infarto a los diecisiete años. Genial, absolutamente genial. Ya estoy oyendo al
médico respondiendo a las preguntas de papá: ‘Pues sí, creemos que murió de un
infarto… aunque también pudo tener algo que ver ese corte en su cuello, o el
veneno que encontramos en su coca-cola, o el derrame cerebral que le dio por
estrés, o ese quiste en el cuello que le salió por retener su enfado, o la
caída de diez metros cuando intentó impedir que su hermano se subiera al
tejado….’”
Vale, vale. Tal
vez estaba exagerando un poco. ¡Pero sólo un poco! Realmente creo que mis
hermanos se habían propuesto matarme, y por si un plan fallaba tenían veinte
más de repuesto. Haciendo un repaso de mi día, no podía llegar a ninguna otra
conclusión.
***
Salí del colegio
con Mike y Fred. El tema “maltrato” era tabú, y nadie dijo nada en todo el día,
aunque noté que Mike le miraba exactamente igual que yo: como esperando que en
cualquier momento se rompiera a pedazos.
Me pregunté cuándo hablaríamos del tema él y yo…. es decir, si no podía
hablar con el propio Fred al menos podía hablar con Mike… pero él estaba un
poco raro. Mike no solía hablar de cosas serias, pero ese día realmente parecía
esforzarse por evitarlas. No mencionamos para nada lo que estaba viviendo
nuestro amigo. En lugar de eso, el centro de la conversación fui yo, o mejor
dicho, Agustina. Que la pidiera salir, que dejara de esquivarla…. Y de nada
servía decir que sólo estaba esperando a que pasara un tiempo después de lo de
Jack. Ellos me conocían demasiado bien y sabían que lo que en verdad pasaba es
que estaba tan cagado como Harry después de ver una película de miedo.
Conseguí desviar
el tema un par de veces hacia el profesor de matemáticas, que se había propuesto
fundirnos el cerebro a base de matrices e integrales. Y finalmente mencioné que
desde ese día iba a pasar las tardes cuidando de mis hermanos. Los dos me
dieron el pésame.
-
Nah, va a
estar bien. La mayoría de mis hermanos ya no son pequeños. A lo mejor los
enanos echan de menos a mi padre, pero los demás no darán problemas…
…¡y una leche
frita! ¿Por qué narices tuve que abrir la bocaza? Mi primer amago de infarto
vino cuando ni Zach ni Harry estaban fuera con los demás. Yo había salido con
diez minutos de retraso y había chicos de su clase que ya se estaban yendo….¿y
si se habían metido en líos y su profesor les estaba reteniendo? ¿Y si les
dejaba allí una hora o dos, limpiando el patio o algo de eso? ¿Qué se supone
que debía hacer yo? ¿Quedarme con todos hasta que les dejaran salir? ¿Ir a casa
y volver yo sólo, dejando al resto con
Alejandro? Por suerte, no tuve que tomar ninguna decisión, porque no había
pasado nada más que Zach no encontraba su móvil. Lo encontró y al fin salieron.
Cuando estuvimos todos y fue hora de volver a casa, Alice miró a todos lados,
como buscando a papá, o tal vez el coche, no estaba seguro. Ella ya sabía que
papá no iba a venir, pero los niños pequeños no siempre recuerdan lo que se les
dice.
-
Hoy papá
está presentando el libro ¿recuerdas, peque? Así que vamos a estar sólo
nosotros once, y Michael cuando vuelva. – la expliqué.
-
¿Y dónde
está tu “cote”, Ted? - preguntó.
-
No he
traído el coche, Alice. Esta mañana hemos venido andando ¿te acuerdas? En mi
coche no cabemos todos.
-
¿Por qué
no?
-
Pues
porque es pequeño, pitufa. Así que iremos dando un paseo.
-
¿Y por
qué no tienes un “cote” más “gande”?
-
Mmm… para
empezar, necesitaría un carnet especial…pero tú eres muy joven para entender
eso…. sólo…tengo ese y ya, hermanita. – dije, mientras andábamos calle abajo.
-
¿Pero por
qué?
-
¿Por qué,
qué, Alice? – pregunté, temiendo que eso fuera uno de esos interminables bucles
donde mi hermana repetía la misma pregunta sesenta veces. Ponía a prueba mi
paciencia.
-
Yo quiero
ir en “cote”.
-
No
estamos lejos de casa. Si quieres, te llevo a caballito.
-
¡No!
¡Quiero ir en “cote”!
-
No puede
ser, enana.
-
¿Por qué
no?
-
Ya te lo
he dicho, mi coche no da para que subamos todos. Si no está papá hay un coche
menos, como cuando estuve en el hospital.
-
¿Pero por
qué?
-
Porque
alguien tiene que conducir… - respondí. En momentos como ese entendía
perfectamente la expresión “Señor, dame paciencia”.
-
Qué
“coduzca” Alejandro.
-
Él no
puede.
-
¿Por qué?
-
Porque
no. – empecé a responder más
tajantemente, esperando que dejara de preguntar. Necesitaba concentrarme,
pensar en todo lo que tenía que hacer….
-
Pues
Michael.
-
¿Ves a
Michael por aquí? – intervino Alejandro. – Además, él tampoco. Él único que
puede conducir es Ted.
-
Pero
Michael es mayor que Ted. – argumentó Alice.
-
¿Y qué?
-
Si Ted
“coduce” Michael también “coduce” porque es mayor que él.
Respiré hondo, me
agaché, y cogí a Alice en brazos.
-
No
funciona así, peque. Para conducir se necesita un papelito que diga que sabes
hacerlo. Hay que pasar un examen, y hay que tener dieciséis años. Michael tiene
más de dieciséis años, pero no hizo el examen.
-
¿Es que
es tonto? – preguntó Alice, sin mala idea, sino con verdadera curiosidad.
-
No, claro
que no. Simplemente no hizo el examen. No todo el que es mayor conduce. Mi
amigo Fred tampoco tiene carnet. Hay
otras formas de viajar, y hay gente a la que le da miedo…
-
¿A
Michael le da miedo? - preguntó Alice.
-
Eso
tendrás que preguntárselo a él, aunque no creo, princesita.
Más bien me
parecía que no había podido sacarse el carnet porque había estado muy ocupado
huyendo de la justicia.
-
¿Entonces
no hay “cote”?
-
Te ha
costado entenderlo, ¿eh? – dijo Alejandro.
Pero, de hecho, no
lo entendió, o no quiso entenderlo. Alice pidió que trajera el coche durante
todo el viaje a casa, aunque al menos no hizo un berrinche. Simplemente entró
en bucle, y yo reuní paciencia,
repitiendo de vez en cuando la explicación de por qué íbamos andando. Si
la hubiera gritado o pedido que se callara sólo habría conseguido que se echara
a llorar. Papá decía que mientras hiciera preguntas lo único que debíamos darle
eran respuestas, aunque fuera siempre la misma.
Según su filosofía, todo el mundo debería preguntar varias veces cuando
no entiende algo, y nadie debería mandarte callar, menos si eres un niño. Y
supongo que tenía razón, pero la peque monopolizó la conversación sin callarse
ni un segundo.
Para cuando
llegamos a casa, tenía los oídos saturados. Lo juro. Las preguntas de Alice no me dejaron
concentrarme, pero aun así recordé que lo primero que tenia que hacer era
llamar a papá. Me lo había repetido como mil veces la noche anterior. Le llamé, y como aún no
tenía nada que contarle, tardé poco. Luego fui a hacer la merienda. Había
esperado que Alejandro me ayudara, pero por lo visto tenía muchos deberes.
Como un trabajador
en cadena, hice sándwich tras sándwich
mirando la lista de la nevera en la que indicaba quién lo quería sin
bordes. Hannah y Alice comían poquito, así que ellas sólo tomaban medio. Luego
hice un zumo casero, aunque hubiera paquetitos en la nevera, porque me apetecía
y estaban mucho más buenos que los envasados. En casa teníamos tres neveras.
Dos en la cocina, y una en la despensa. Las de la cocina eran tamaño
extragrande y en una de ellas se guardaba únicamente la bebida. Es decir,
leche, muuuuucha leche, y zumos. Papá hacía zumo de naranja, de melocotón, de
piña, de sandía… Le salían muy bien. Habíamos agotado las existencias de zumo
de manzana, así que eso fue lo que hice. Luego saqué vasos y llamé a todos, para
que eligieran y tomaran el suyo…
… y empezó una
pelea porque no había zumo de naranja para todos. Ninguno de ellos tuvo en cuenta que yo pasé
veinte minutos pelando manzanas y haciendo el otro zumo. No me gustó nada la
forma en la que eso me hizo sentir, y me propuse tener cuidado de no hacer
sentir así nunca a papá….como que no valoraba su esfuerzo…
-
Kurt, a
ti te gustan los otros zumos, pero a tu hermanita sólo le gusta de naranja.
Deja que ella se lo tome, peque.
-
¡Pero yo
me lo pedí primero! – me respondió, y en ese momento supe que no me lo iba a
poner fácil. Tenía esa mirada de “quiero esto y lo quiero ahora”.
-
Sí, lo
pediste primero, pero ahora lo que yo te estoy pidiendo es que se lo des a
Alice. – le dije, y le miré a la expectativa, rezando a todos los cielos porque
no empezara un berrinche.
Lo de rezar no
debe de ser lo mío, porque Kurt agarró el vaso como si fuera un tesoro.
-
¡No, es
mío!
-
Kurt,
tienes otro zumo aquí. De manzana, mira….Y lo hice yo, por cierto.
-
Ahí
tienes por qué no se lo quiere tomar – dijo Alejandro, y se rió. Cortó la risa
en cuanto vio cómo le miraba – Amargado.
Le ignoré, y me
centré en Kurt, que me miraba como si estuviera dudando si facilitarme la vida
o complicármela.
-
Anda,
peque, sé un buen hermano mayor ¿sí?
Finalmente Kurt
movió su vaso hacia Alice y cogió el zumo de manzana. Suspiré con alivio.
-
Gracias,
enano. – le dije, mientras él lo probaba – Verás como está….
-
¡Agh!
¡Está malo! – dijo con asco, y escupió el trago que había bebido. Por un
momento me sentí inseguro. ¿Qué posibilidades hay de que un zumo te salga malo?
Es decir, realmente no es cocinar…. Sólo es fruta licuada… Miré a Barie, que
también estaba bebiendo ese zumo, y ella se encogió de hombros como diciendo “a
mí me gusta”.
-
¿No te
gusta? – le pregunté a Kurt. – ¿Quieres echarte azúcar?
-
¡No,
quiero zumo de naranja!
-
Kurt,
pero si no queda…. – respondí, oliéndome que al zumo no le pasaba nada, sino
que él se había encaprichado.
-
¡Pues haz
más! –me exigió. No me gustó nada la forma de pedirlo, como de pequeño tirano.
No era muy propio de él. Tal vez fue la sorpresa lo que me hizo hablar en un tono que más bien parecía de papá y no
mío.
-
Oye, a mí
lo único que puedes exigirme es un abrazo. Las cosas no se piden así.
La expresión de
Kurt cambió considerablemente y le tembló un poco el labio.
-
Lo
siento… quiero….mmmm…me gustaría…..¿me puedes hacer más, por favor? – preguntó
entonces, y sonó varios años mayor. Sonreí un poco porque parecía un caballero
en miniatura.
-
Lo haría
sin problemas, enano, pero es que no quedan naranjas. Mañana toca hacer la
compra.
Kurt puso un
puchero, con su breve instante de prematura madurez totalmente olvidado. Iba a
acercarme para deshacérselo con un dedo como hacía a veces papá, provocando que
se riera, pero entonces él empezó a llorar.
-
No, Kurt…
no llores….te hago zumo de otra cosa, ¿vale?
-
Pero….snif…yo
quiero…..snif….de naranja. ¡BWAAAA!
Cole se tapó los
oídos, porque Kurt subió el volumen de forma desagradable. Traté de abrazarle para que se calmara, pero
me dio un manotazo y no me dejó. Resoplé. La paciencia nunca ha sido mi
fuerte. Con mis hermanos la ejercitaba
cuando estaban tristes, o cuando se ponían pesados como Alice hacía un rato,
porque eran mis hermanos, y les quería. Pero en cosas como aquella mi paciencia
se reducía a cero, porque además yo no podía sacarme las naranjas de la manga.
-
Pues no
puede ser. Tienes zumo de manzana y se acabó. – le dije, tajante…lo que por
supuesto le hizo llorar más.
- BWAAAA Quiero snif….snif…. zumo….
-
Y aquí lo
tienes, sólo que no de naranja.
Kurt se sentó en
el suelo para llorar con más dramatismo. Como sincronizados, el resto de mis
hermanos empezaron a irse a tomarse el sándwich y el zumo en otra parte. Me
abandonaban en el frente. Desertores.
- Cuando te calmes
me avisas – le dije a mi hermano, y me puse a limpiar la encimera. Lo cierto es
que, aunque sabía que todo era un berrinche, costaba oírle llorar sin hacer
nada. Era un sonido diseñado para conmoverme y torturarme, pero tanto observar
a papá me había enseñado que nada de lo que dijera en ese momento serviría de
algo. Primero el enano tenía que calmarse. Aidan no solía usar la técnica del
“tiempo fuera”, porque no quería que Kurt pensase que no le quería ni ver, pero
sí que le ignoraba hasta que se le pasara la pataleta. Y es lo que hice yo.
Tardó exactamente
dos minutos y treinta y cinco segundos en dejar de llorar. Lo sé porque
cronometré cada segundo luchando por no reaccionar ante su llanto o sus tirones
a mi pantalón. Llega a durar medio minuto más y juro que hubiera salido a
buscar naranjas hasta en la Conchinchina. Me sentía un monstruo.
-
Ya….ifgs….ifgs…
ya no lloro. – susurró, con la respiración algo agitada todavía. Me agaché a su lado y pasé sus brazos por mi
cuello antes de levantarme de nuevo, ésta vez con él bien agarrado.
-
Ya lo
veo, campeón. Qué bien. – le limpié la cara con un poco de papel de cocina. –
Suena – le pedí, y él sopló con todas sus fuerzas para destaponarse la nariz. –
Escucha, peque, yo también me enfado cuando algo no sale como yo quiero, pero
hay que aprender a reaccionar de otra manera ¿eh? Los niños de seis años ya no
lloran por un zumo.
-
Pero era
mi zumo. – protestó, con un puchero - Y
se lo diste a Alice.
-
A ella no
le gusta el zumo de manzana, enano.
-
Papá dice
que si algo no me gusta me lo tengo que comer igual.
Glup. Buen
argumento.
-
Vale,
pero… en la merienda cada uno escoge su zumo. No es como cuando hay verdura
para cenar y a ti no te gusta. Esto es como…como un cumpleaños en el que
regalan globos, y queda uno azul y uno rojo, y tú prefieres el azul porque el
rojo no te gusta nada de nada. Si alguien coge el azul, le pedirás que te lo cambie. ¿Entiendes?
-
Sí. Pero
a mí sí me gusta el rojo. – respondió, y me sacó una sonrisa. Le di un beso
pensando que él era el único hermano varón con el que podía hacer eso sin temer
que me rechazara. El resto aceptaba los besos de papá, pero conmigo no parecía
tan natural. Yo en cambio era más bien al revés, porque me daba vergüenza ser
mimoso con Aidan, aunque él me conocía lo suficiente como para mimarme igual. Y
Kurt nunca rechazaba los besos, más bien los pedía a todas horas. Alejandro
dijo una vez que Kurt de mayor iba a ser gay o un niño de papá, pero creo que
aprendió a no decirlo nunca más cuando Aidan nos enseñó un video de nosotros
siendo pequeños, y ciertamente dejábamos a Kurt como todo un machito. Si a los
niños los besos le parecen algo femenino es porque sus padres les educan para
ello. Aidan era igual de cariñoso con mis hermanos que con mis hermanas y para
mí de hecho era extraño ver a padres que chocan la mano con sus hijos en vez de
darles un beso. ¿Cómo era eso? ¿Las chicas tienen derecho a un mimo y los
chicos no?
-
Y también
el zumo de manzana – le respondí, cuando vi que esperaba que le dijera algo. Kurt
puso una mueca - ¿Prefieres no tomar ninguno? – intenté que no sonara como una
amenaza.
-
Me lo
tomo si no le dices a papá. – susurró, muy bajito. Anda que no era listo el
enano.
-
¿Si no le
digo qué? – pregunté, aunque me lo suponía.
-
Que me
porté mal.
-
Enano
manipulador y chantajista. ¿Quieres meterme a mí en líos? – reproché,
zarandeándole juguetonamente. Él se rió un poco y luego le miré a los ojos – No
te portaste mal. Hiciste un berrinche, pero tienes que hacer algo más que eso
para que yo se lo diga a papá. Es la ventaja de quedarte conmigo – le dije, y
le guiñé un ojo. Con eso conseguí que mi hermano sonriera, que no me odiara,
que no me viera como un aguafiestas y, lo más importante en ese momento, que se
tomara el zumo.
Después de que todos merendaran lo siguiente que tenía
que hacer eran mis deberes, mientras vigilaba que el resto hiciera los suyos y
le echaba un ojo a Dylan porque…porque siempre hay que echarle un ojo a Dylan.
Y a Kurt. Y a Alice. Y a Hannah. Y a Harry. Y a Zach…. ¿Por qué no mejor ponía
una cámara en el cuarto de todos mis hermanos para echarles un ojo a todos a la
vez?
Me puse a hacer a la vez los ejercicios de matemáticas
y los de lengua, todo un record. Igual terminé multiplicando los sintagmas y
analizando sintácticamente las ecuaciones, pero creo que en general me salieron
bastante bien. Me di toda la prisa posible… y aun así no fue suficiente.
No sé cómo pasó. No estuve concentrado en mi cuarto ni
media hora. Les puse una peli a los enanos para que estuvieran entretenidos.
Dejé la puerta abierta para poder oírles. Tenían que venir a mi habitación si
pasaba algo….
-
¡TE ODIO,
TE ODIO, YA NO TE QUIERO! – se escuchó gritar a Alice, y enseguida se oyeron
unos sollozos fuertes. Después se escucharon varios ruidos como de cosas
cayéndose. Intercambié una mirada con Alejandro, y los dos fuimos a ver qué
pasaba.
Agradecí que viniera conmigo, porque de otra forma no
habría creído lo que vieron mis ojos. Alice lloraba con mucha fuerza mientras
tiraba todo lo que tenía a su alcance con la intención de darle a Dylan. La
enana no tenía mucha puntería, ni tampoco mucha fuerza, pero parecía muy
furiosa. Nunca la había visto así. Dylan tampoco, y tal vez eso explicaba su
reacción. Estaba apoyado contra una pared, golpeándose la cabeza rítmicamente.
La imagen era impactante y como de manicomio, pero por desgracia ya estábamos
acostumbrados. Le separé de la pared y traté de hacer que me mirara, aunque era
inútil. Tras dudar un poco le abracé, y aunque al principio se resistió no puso tanto ímpetu como otras
veces, y terminó abrazándome él también.
-
Malo,
malo, Dylan malo, malo, malo. Ted, soy malo – me dijo, gimoteando.
-
Claro que
no, Dy. No eres eso. – le aseguré - ¿Qué es lo que pasó? – pregunté, aunque sin
muchas esperanzas de que me respondiera.
Giré la cabeza y vi que Alejandro había cogido a Alice
en brazos. La había visto llorar muchas
veces, pero nunca así. Era como si la hubieran hecho mucho daño. Fue la forma
en la que lloré yo al enterarme de la existencia de Michael.
-
Alejandro´s POV -
Mi hermanita
temblaba contra mi pecho llorando de forma desgarradora. Tenía algo en la mano,
pero no alcanzaba a verlo bien. Durante un rato me limité a sobarle la espalda
sin saber qué decir. Luego ella se calmó lo suficiente como para poder hablar.
-
Mi… mi
unicornio – lloriqueó, y me enseñó lo que tenía en la mano.
Eran dos trocitos
de plástico, pertenecientes al cadáver de Esmeralda, o tal vez de Rosita, no
estaba seguro. Uno de esos bichitos de juguete con los que estaba todo el día.
Los cogí y los examiné.
-
¿Lloras
así porque se te rompió un juguete? Serás estúpida….
-
¡Alejandro,
no la llames eso! – dijo Ted. Me dio la impresión de que se le estaba subiendo
a la cabeza lo de quedarse a cargo y de pronto se pensaba que a mí también
podía darme órdenes como a los peques. Se acercó a nosotros sin soltar a Dylan,
y miró a Alice, apoyada de lado en mi cadera. - ¿Dylan lo rompió? ¿Por eso le
gritaste y le tiraste cosas?
-
¡SI! ¡LE
ODIO! – chilló Alice, y como la tenía muy cerca de mi oído casi me revienta el
tímpano. Sentí impulsos de soltarla. Me pareció una cría exagerada, caprichosa,
mimada y…
-
Lo
siento, mucho, bebé. Sé que duele – dijo Ted, como con compasión, y la sacó de
mis brazos. ¿Hola? ¿Era el único que entendía que la mocosa casi le hace una
brecha a Dylan por un juguete tonto?
Ted hizo una
jaula protectora con sus brazos y… ¡que alguien me agarrara porque parecía a
punto de llorar él también!
-
Perdón… -
musitó Dylan. Tenía los ojos muy abiertos y la cara algo roja. No iba a llorar,
pero de alguna forma ya estaba llorando. – Lo p-pisé…perdón.
-
Pitufa,
él no lo hizo aposta. Fue un accidente y es tu hermanito. – dijo Ted. ¡Hombre,
menos mal! Ya pensé que no iba a defender al pobre Dylan.
-
… está
roto… - balbuceó Alice, y Ted la abrazó más fuerte.
-
Lo sé,
peque, lo sé. Sé que era muy importante para ti… Te prometo que intentaré
pegarlo ¿de acuerdo? Con un pegamento especial. Quedará como nuevo, ya lo
verás. Perdónale ¿sí?
-
¿Qué le
perdone? – dije, sin poder contenerme más - ¡Más bien que él la perdone a ella!
¡Joder, fue un accidente y Alice intentó pegarle! ¡Mira como ha puesto el
cuarto! ¡Podrían haberse hecho mucho daño!
-
Alejandro,
sé lo que me hago…
-
No, no
sabes una mierda. ¡Alice no se merece que la mimes y la consientas, se merece
un castigo!
Al oír mis palabras Alice empezó a llorar otra vez.
-
Buuuuu.
Ted, no me hagas pampam….
-
Claro que
no, pitufa. Nadie va a hacerte pampam y yo el que menos. Además, no puedo
hacerlo…
-
Sí, sí
que puedes.
-
Alejandro,
cállate, tú no lo entiendes.
-
Oh, sí,
lo entiendo muy bien – sentencié, y saqué a Alice de sus brazos. – De haber
sido cualquier otro te habrías enfadado, pero como es tu consentida, y la de
papá, y la de todos, se lo pasas. Pues no. Cuando venga papá te va a poner el
culito como un tomate, renacuaja.
Alice se agarró a
mi pierna llorando como si la hubieran amenazado de muerte.
-
Bwaaaaa….
No….tito….no….bwaaaa
-
Me da
igual como te pongas. – la dije, aunque en verdad no me daba igual. Tenía que
aprender a llorar así a ver si con esas conseguía ablandar a papá. - Estoy muy
enfadado contigo.
Alice tiró tanto de mi pantalón que pensé que me los
bajaba.
-
Bwaaaaaaaaa…
no quiero…. snif….que estés….snif…. enfadado.
-
La has
hecho buena, Alejandro. No va a dejar de llorar en la vida – me espetó Ted, y
lo cierto es que el tiempo pareció darle la razón. Pasaban los segundos y Alice
no se calmaba. Ted la paseó en sus brazos, temiendo que la diera un corte de
digestión. La susurraba palabras dulces y la acariciaba, pero nada parecía tener
efecto.
Dylan estaba nervioso por ver llorar a la enana, así
que me lo llevé de allí, y cuando volví Ted no había hecho ningún progreso.
-
Papá….snif….
también …..snif…se va a enfadar con…conmigooooo. – gimoteó.
Ya no podía verla más así. Demasiado llanto para una
sola tarde: iba a explotarme la cabeza. Caminé hacia ellos y la saqué de los
brazos de Ted con brusquedad. No sabía bien qué decirle a Alice. ¿Debía
consolarla? ¡Pero es que yo tenía razón! ¡No podía salirse con la suya sólo
porque supiera llorar así de bien!
-
Llora
cuanto quieras, lo que tienes es un capricho y verás qué rápido te quita papá
la tontería en cuanto venga. – la dije.
-
Alejandro,
la frase “ya verás cuando llegue papá” es de las más odiosas que ha inventado
el ser humano. Alice es… – empezó Ted, pero no le dejé terminar. Tenía razón:
no podía decir cosas como “papá hará esto” o “papá hará lo otro” porque
papá no estaba allí. La enana se iba a
pensar que como Ted estaba al mando podía hacer lo que quisiera, y lo cierto es
que la actitud de Ted no la enseñaba otra cosa. Ella tenía que aprender que lo
que había hecho estaba mal, y que tenía que hacernos caso a nosotros cuando no
estuviera papá.
Una decisión se estaba fraguando en mi cabeza, y
terminé de tomarla cuando Alice me mordió el brazo.
-
¡Ah!
¿¡Pero qué coño te pasa, enana de mierda!?
Alice se tapó la boca y luego me señaló con el dedo.
-
¡Has
dicho un taco!
-
Y voy a
hacer más que eso – la aseguré, reuniendo la determinación que me faltaba
gracias a mi enfado. La di la vuelta y la di una palmada, como hice con Kurt no
hacía mucho, aunque tal vez me pasé de fuerte. Había levantado la mano otra vez
e iba a bajarla lentamente, inseguro por la posibilidad de haberla hecho
demasiado daño, pero no tuve ocasión porque Ted me agarró de la muñeca.
-
¿Se te ha
ido la pinza? ¿Qué narices haces? ¡Largo de aquí! ¡Fuera!
Era raro ver a Ted
tan alterado. Envolvió a Alice con un brazo mientras me indicaba la puerta con
la mano.
-
Ted, ella
no puede….
-
¡Que te
vayas! ¡No quiero oírte! ¡Te vas! Te vas y me esperas en la habitación
¿entendido?
Esas palabras me confundieron un poco. Ted sonaba muy
enfadado y había dicho algo bastante parecido a lo que decía papá antes
de…antes de hacer lo que yo acababa de hacer con Alice. Si Ted estaba pensando
en hacer lo mismo podía irse a….
-
¡A tomar
por culo! – gritó él, como leyéndome la mente -
¿No te vas? Pues te llevo yo.
Os lo aseguro: Ted en ese momento daba miedo. Dejó a
Alice en el suelo y me empujó todo el camino hasta nuestro cuarto. Lo extraño
es que no lo hacía con violencia. Era como si estuviera luchando por
controlarse. Por no partirme los dientes, para ser más precisos.
-
Te vas a
quedar aquí toda la puta tarde, y me da igual que sólo te saque dos años: estás
castigado. ¿Es lo que querías? ¿Qué sacara mi autoridad? ¿Qué me pusiera en
plan general del regimiento? Bien, pues ya lo tienes.
Hubiera querido
replicarle. Hubiera querido contestarle algo hiriente que igualara la
situación, para volver aquello una discusión de hermanos, y no lo que parecía
en ese momento. Ted me estaba castigando. Era tan surrealista….
-
Ted´s POV -
“No le des un puñetazo, no le des un
puñetazo, no le des un puñetazo…. Vale, creo que puedo hacerlo. Sí, mis manos
están bajo control” pensé. Por si acaso, me las metí en el bolsillo.
Respiré hondo.
Había estado muy cerca de perder los papeles. Pero el tremendo golpe que
Alejandro le soltó a la peque… a la enana…al bebé al cual quería meter en una
jaula de cristal donde no sintiera ningún dolor…
-
Joder,
Alejandro, la pegaste – dije ya más calmado.
-
Sólo fue
una palmadita…
-
Sí, y no
sé con qué derecho lo hiciste, pero además la diste demasiado fuerte.
-
Me di
cuenta… No calculé bien…
-
¡No
tenías que calcular nada! ¡Eres un maldito insensible! – le espeté.
-
¿Insensible?
-
¿Quién le
regaló esos unicornios, genio? – le pregunté. Tal como pensaba, mi hermano no
había caído en ese detalle. Abrió un poco los ojos al recordarlo.
-
Andrew…
Bueno, ¿y qué?
-
¿Cómo que
y qué? Alejandro, es lo único que tiene de él.
Una tarde, dos años atrás, recibimos una de las muchas
llamadas de teléfono que cambiaron nuestra vida, sólo que esa vez no era un
abogado o un funcionario. Era Andrew, que quería hablar con Aidan. Menos mal
que no fui yo el que cogió el teléfono, o habría colgado. Pero lo cogió el
propio Aidan, y la sorpresa le impidió colgar. Andrew le dijo que no podía
seguir haciéndose cargo de Alice. La llamada fue breve, porque colgó enseguida.
Dos días después papá fue a buscar a la enana, y volvió con ella, con una
maleta chiquitita, y un montón de unicornios en los brazos. Era una ricura de
bebé que caminaba con torpeza. Intenté cogerle los juguetes para que pudiera
andar mejor, pero ella los abrazó con fuerza. “No, ton de papá. Teno que
cudarlos hata que venga a po mi”, me dijo, con su lenguaje infantil. No sé que
me impactó más: que llamara “papá” a Andrew, o que creyera que él iba a volver.
Con el tiempo, Aidan le explicó que Andrew no vendría,
y poco a poco él pasó a ser “papá”. Pero Alice nunca dejó de jugar con los
unicornios y creo que nunca dejaría de hacerlo.
Los ojos me escocieron por el recuerdo y miré a
Alejandro sin saber si por fin me había entendido.
-
Cuando
sólo tienes un objeto para recordarte a
una persona a la que quieres, lo proteges con tu vida. Si, Alice no debió
atacar a Dylan, y tal vez papá la regañara un poco luego, pero no puedes culpar
a una niña de cuatro años por sentir rabia y dolor y no saber manejarlo. – le
dije.
Alejandro se quedó en silencio unos segundos.
-
Es la
única de ésta casa que siente algo bueno hacia ese cabrón – escupió al final. -
….¿Crees que él la quería?
-
La regaló
los unicornios. En diecisiete cumpleaños, dieciséis navidades, y una comunión,
a mí no me ha regalado nada. Y hasta donde yo sé tengo motivos para pensar que
a papá tampoco.
-
¿Cómo no?
Es su padre…
-
Y el
nuestro. Ya ves que la palabra no significa mucho para él. Por eso a mí nunca
me oirás llamarle papá. En el supuesto caso de que le viera alguna vez, claro.
Tras esa extraña conversación, nos vimos interrumpidos
por los pasitos de Alice, que entró en el cuarto frotándose donde Alejandro la
había pegado. Pensé que iba a abrazarme a mí, pero corrió hasta chocarse con
él.
-
Ya voy a
ser buena, de verdad. – le dijo, abrazándose a su pierna. Supuse que Alejandro
tendría que estar derritiéndose por dentro y observé como la cogía en brazos.
-
¿Más de
lo que ya lo eres? Perdóname, peque. No he debido hacer eso.
-
Yo
“sento” haberte hecho pupa – dijo ella, acariciándole el brazo que le había
mordido. Alejandro sonrió y la levantó en el aire por encima de su cabeza.
-
Con lo
fuerte que soy yo, necesitas más que eso para hacerme pupa – bromeó,
aprovechando para presumir un poco. Luego la volvió a bajar hasta la altura de
su pecho - ¿Le pediste perdón también a Dylan? Lo hizo sin querer…
-
Pero
rompió a Pucky.
-
Oh, con
que ése era… Ted ya te dijo que lo va a intentar arreglar. Pero Alice, un
hermano es más importante que un juguete… incluso aunque sea un juguete
especial. – explicó Alejandro, y me
sorprendió un poco lo acertado de sus palabras. Quizá no debiera sorprenderme
tanto. Al fin y al cabo Alejandro siempre había sido más maduro de lo que
demostraba.
-
Humpf –
se enfurruñó la enana, poco convencida.
-
Te pidió
perdón, y lo siente mucho. Y está muy triste porque no te portaste bien con él.
Hagamos un trato… si te disculpas yo te defiendo ante papá.
“Y más te vale, caradura, que tú
ya la pegaste….”
-
Bueno…
-
Genial.
Anda, ve, peque… - instó Alejandro. La dejó en el suelo y la empujó
ligeramente, como para animarla. Alice desapareció por donde había venido, y
los ojos de Alejandro se volvieron hacia mí. – Supongo que no sirve de nada
pedirte que no le comentes a papá que….esto….
-
¿Que la
pegaste? Mantener un secreto en ésta casa es bien difícil. Si yo no digo nada
seguramente lo hará Alice, o el propio Dylan.
-
Estoy
frito – suspiró, y caminó hacia la puerta.
-
Ey, ¿a
dónde vas? ¿No te dije que te quedaras en tu cuarto? – le– le despeiné y salí
corriendo, porque sabía que me iba a perseguir. Me alcanzó y me chinché. La
cara de Alejandro fue para enmarcarla. Me reí, y le di un puñetazo amistoso en
el hombro. - O sea, que lo habrías
hecho. ¿Tan serio me he puesto que me ibas a hacer caso? Mira el rebelde qué
obediente nos salió. hincó el dedo en
los costados, y empezamos a hacer el idiota un rato. Eso estaba mejor. Esa era
la clase de relación que yo tenía con Alejandro.
- Aidan´s POV -
El asiento no era
de lo más cómodo, pero eso era casi mejor, porque si no tal vez me hubiese
dormido. Me pregunté si a las doscientas personas que asistían a aquella
presentación el discurso del crítico les estaba resultando tan aburrido como a
mí. A juzgar por cómo bostezaba el de la quinta fila, sí.
Me llegó entonces
el turno de hablar a mí. Aquella mañana había redactado un discurso de dos
páginas, y en ese momento decidí guardármelo: quería despertar a esa gente, no
que se durmieran más.
-
Bien…esto….Muchas
gracias al señor Patterson por sus palabras, y a todos ustedes por estar hoy
aquí. Creo que ya se han dicho suficientes cosas sobre un libro que en realidad
ninguno de ustedes ha tenido ocasión de leer todavía, y temo que si no les doy
un buen motivo, tampoco lo leerán mañana cuando esté disponible en las tiendas.
Por eso… - dije, y me estiré un poco para alcanzar el ejemplar que estaba
expuesto. Tosí un poco, nervioso, mientras iba pasando páginas. La sala se
llenó de murmullos, y mi editor se acercó a mí mirándome como si me hubiera
vuelto loco. - Si, Rick, sí, voy a leer un fragmento. Mi editor está
considerando meterme en un manicomio – dije, por el micrófono, lo que provocó
algunas risas. Hombre, ¡si no estaban dormidos, después de todo!
Encontré el
pasaje que quería leer y me detuve por un segundo. Esa era mi vida. Yo era
escritor, y amaba escribir. No estaba allí por un mero interés comercial. Quería
compartir una historia con aquellos que quisieran leerla. Quería que la
vivieran conmigo. Que se sintieran parte de ella….
-
Cuando
comencé a escribir, no dejaba que nadie lo leyera. Escondía las hojas en el
fondo de un cajón, y allí las condenaba a morir para siempre. Por entonces
tenía catorce años, así que dudo que se perdiera gran cosa. – comenté, y
alguien en el público se rió con timidez. – El primer libro que escribí en
serio, con intención de publicarlo, lo hice a los veinte años, cuando mi vida
se parecía asombrosamente a la de la protagonista del que hoy nos ha reunido
aquí. Les sorprendería la cantidad de ideas que le vienen a uno cuando se pasa
la noche en vela por el llanto de un recién nacido. – dije, y en esta ocasión
las risas fueron más audibles. – Pero ese también terminó en el fondo de un
cajón. No me parecía lo bastante bueno, pero me daba pena destruir las hojas
una vez terminado. Jamás hubiera visto la luz de no ser porque un día un
curioso niño de cuatro años trataba de buscar las galletas que yo había
escondido, y se topó con él – sonreí, al recordar la cara de Ted al ver aquél
montón de hojas. Creo que pensó que todo ese papel era para que pintara él y le
brillaron los ojos. Me lo enseñó, y entonces recordé el libro que ya casi había
olvidado. Lo volví a leer, y como estábamos realmente mal de dinero (pero mal
nivel “un día de estos me quitan su custodia y demostraré que no soy mejor que
Andrew”) decidí retomar aquél sueño
olvidado. Acababan de despedirme de uno de mis trabajos como camarero, el
sueldo por descargar camiones era realmente bajo y era todo un despropósito
trabajar en un lavadero manual de choches cuando la mayoría de los productos
químicos te dan alergia en las manos. No podía seguir arrastrando tres trabajos
de mierda para pagar los gastos, y aquél momento era tan bueno como cualquier
otro para luchar por hacer lo que realmente me gustaba.
Ted no me creía cuando le decía que yo era escritor
gracias a él. No lo decía sólo porque
muchos de los cuentos infantiles que he escrito son los que le contaba a él de
niño. Es que realmente de no ser por él nunca me hubiera animado a publicar el
primer libro.
-
Han
pasado más de diez años desde entonces, y aún sigo sintiendo la misma
inseguridad antes de publicar una obra. Es irremediable que me pregunte si
gustará, si estará bien escrita, si la crítica me machacará mucho, si servirá
para dar de comer a mi familia… La gente
piensa que a estas alturas es imposible que fracase en mi carrera como
escritor, pero se equivocan. Si mañana y en los meses siguientes nadie compra
éste libro, o un crítico decide convertir la tinta en sangre, lo moverán a una
estantería pequeñita en el rincón más invisible de la tienda. Poco a poco la
gente se olvidará de él…y de mí. Si eso sucede me será casi imposible sacar
otro libro, porque ni Rick, que me ha acompañado todos estos años, apostaría
por mí. Pero más allá de todo eso, si mis otros libros llevan mi imaginación,
mi espíritu infantil y mi fantasía, éste lleva mi alma. Éste lleva mi vida. Con
mis aciertos, y mis errores. Con mis virtudes y mis pecados. Si el libro
termina en un rincón oscuro, será entonces porque yo también merezco terminar
ahí – concluí, y decidí empezar a leer, antes de ponerme excesivamente cursi.
El pasaje que había elegido en un principio no iba a
ser publicado. Rick pensaba que desvirtuaba al personaje de Nadia, que rompía
la imagen perfecta que yo había construido sobre ella. Le expliqué a Rick que
ella no era una heroína, y que ese fragmento estaba directamente extraído de mi
vida. Que aquello me había sucedido a mí. Él se cayó, y me miró con una
admiración que yo no me merecía.
-
“El hambre es un dolor que realmente sólo nos
imaginamos. Pasamos un par de horas sin comer, y ya decimos aquello de ‘estoy
hambriento’, como si el hambre fuera algo que se pasara con un par de tostadas.
Nadia tenía hambre, y acababa de comerse una hamburguesa. El hambre estaba tan
arraigado dentro de ella que era ya como un dolor sordo en el abdomen, algo a
lo que no le prestaba atención. Algo que jamás se marcharía. El vacío de su
estómago no podía llenarse con una hamburguesa de un dólar, y el vacío de su
pecho no podría llenarse nunca.
// Miró la papilla del niño como
si fuera un manjar delicioso. Él no la quería, no se la estaba tomando. Se
limitaba a darle vueltas con la cuchara y a mancharse el babero... Luego ella
tendría que lavarlo. ¿Y cómo, si no
tenía lavadora? ¿Tanto le costaba meterse la cuchara en la boca? ¿Acaso no
entendía lo mucho que había costado aquella papilla? ¿No entendía los días que
llevaba sin comer para poder comprarle pañales? No, claro que no….Sólo era un
bebé. Él no podía entenderlo.
// En un arrebato de furia desesperada, Nadia le arrebató aquél plato. No se lo
merecía. Al niño tampoco parecía importarle el haberse quedado sin él. Comenzó
a comer notando extraño el sabor, porque hacía tiempo que no comía nada
mínimamente sano. Lo sano era caro, y ella no tenía bastante dinero para los
dos. Los dos… Dejó la cuchara con asco. Le estaba quitando la comida a su hijo.
Emitió un único sollozo culpable antes de contenerse. No podía permitirse
llorar, o no podría parar de hacerlo. Dejó el plato y la cuchara en la mesa, y
alzó al niño de la silla para sentarse debajo de él. El bebé parecía feliz en
sus piernas. Estuvo dispuesto a comer cuando Nadia le acercó la cuchara. Hizo un gorgorito y dio
palmas con las manos. Cogió la cuchara de las manos de su madre y empezó a
golpearla contra el plato, fascinado por el sonido que producía, al igual que
se fascinaba por todo. El mundo aún tenía secretos para él.
// Nadia se sintió un poco menos
vacía.”
Cuando acabé de
leer, la sala estaba sumida en un silencio casi religioso. Me sentí incómodo.
Tal vez lo había leído con demasiada intensidad. Después de todo, sentía cada
una de aquellas palabras, porque las había vivido.
Entonces empezaron
los aplausos. Suave al principio, y un gran estruendo al final. Era agradable
esa sensación…. Me dio algo de vergüenza y al mismo tiempo una gran
satisfacción. Respiré aliviado. Al menos
no había sido un desastre.
Después vino la
rueda de prensa. Respondí a las preguntas algo ausente mentalmente hablando.
¿Qué me pasaba? Eran preguntas interesantes, pero sentía que me faltaba algo.
Pensé que tal vez fueran mis hijos…. Tenía la mente en casa, preocupado porque
algo pudiera ir mal. Pero al mismo tiempo estaba tranquilo, porque estaban con
Ted.
No. Lo que me
pasaba es que yo estaba esperando ver a una periodista en concreto. Lo supe
cuando todos se fueron, y una figura que empezaba a conocer se acercó a mí. En
aquella ocasión, Holly iba maquillada y por eso estuve a punto de no
reconocerla. Se había hecho algo en el pelo… mechas, creo… no soy muy bueno
para esas cosas. Su aspecto cortaba la respiración, porque iba más allá de la
belleza. Era un ángel.
…. Un ángel triste. Algo en su expresión la hacía parecer muy
desamparada, aunque sólo duró un segundo porque luego me sonrió. Tragué saliva
para recuperar mi capacidad de hablar.
-
No ha
hecho ninguna pregunta – comenté, mientras cogía mi chaqueta. Su sonrisa se
volvió algo tímida, como de disculpa.
-
No tenía
ninguna interesante. Tuve la suerte de entrevistarle el otro día.
No sé si dijo eso en un intento de comprobar si me
acordaba de ella. Claro que me acordaba: la había visto varias veces ya, una de
esas en el médico con mi hija. ¿Por qué era tan insegura? O tal vez fuera sólo
tímida.
-
Leí el
periódico: me gustó mucho.
Sus mejillas pálidas se encendieron por el halago.
-
La
redacción no quiso asignarme un fotógrafo para añadir una foto a la entrevista
– explicó ella, como si fuera un detalle que la molestara mucho.
-
En otra
ocasión – respondí. “Genial, Aidan, tú
tampoco estás siendo muy sociable” me reproché.
Holly se mordió el labio y no dijo nada. Yo alargué
todo lo que pude el proceso de ponerme la chaqueta y coger mi botella de agua,
pero el tiempo se acababa y si no encontraba ninguna excusa para retenerla ella
acabaría por despedirse.
-
Tal vez….
-
Lo que
ha…
Los dos nos interrumpimos al ver que habíamos hablado
a la vez. Holly soltó una risita baja y miró al suelo.
-
Usted… tú
primero – dije yo, y decidí tutearla. No pareció que la desagradara.
-
Lo que ha
leído ha sido muy… impactante. Algunas de las cosas que cuenta en ese libro son
muy duras. Lo son más al saber que en su mayoría son autobiográficas.
Me quedé sin palabras por un momento. ¿Qué se supone
que debía responder a eso? No dije nada, y ella jugueteó con un mechón de su
pelo, rizándolo con el dedo. Tal vez había calculado mal su edad. Maquillada parecía más joven. Pareció algo
cortada ante mi falta de respuesta y regresó esa expresión triste en sus ojos.
-
Buenas…
buenas tardes – balbuceó, y se giró para marcharse.
El corazón me dio un vuelvo. Supe que tenía que
frenarla. Había algo que necesitaba saber, pero que no era fácil de preguntar.
Pensé rápido.
-
Mañana
por la noche hay un Meet and Greet en un restaurante. Fue idea de mi editor.
Tal vez… tal vez usted y su marido quieran asistir. – dije, y me sentí idiota
por volver al usted, pero ansioso por su respuesta. Su actitud me mandaba
señales confusas. Yo parecía gustarle, pero ella tenía marido. ¿O no?
En seguida lamenté haber dicho aquello. Su rostro se
ensombreció todavía más y se tocó el anillo imperceptiblemente.
-
Soy viuda
– me respondió. – Y agradezco mucho la invitación, pero no puedo dejar solos a
mis hijos.
Viuda. Adiviné que no debía de hacer mucho de aquello. Había dolor en
su voz. ¿Y cómo no, si además había hijos de por medio? Un recuerdo constante
de lo que había perdido. Yo sabía lo que
es no tener a nadie a tu lado, pero supuse que era peor tenerlo y quedarte
sola.
-
Lo siento
mucho.
-
No tiene
por qué, usted no tuvo la culpa. – me respondió, con una sonrisa triste. – Ha
sido una gran presentación, señor Whitemore – dijo, a modo de despedida.
-
Aidan –
la recordé.
-
Aidan –
repitió, y se fue.
Mientras la veía irse,
me sentía tan vacío como en la escena de mi libro.
Una vibración en mi móvil me hizo darme cuenta de que
llevaba un rato allí de pie, con la mente en blanco. Saqué el teléfono y
descolgué sin mirar el número.
-
¿Diga?
-
Hola, papá.
¿Te falta mucho para venir? – era la voz de Barie. Sonaba ansiosa.
-
No, no
mucho. Estaré en casa en una hora. ¿Pasa
algo? – pregunté, intentando sonar tranquilo pero sabiendo que algo pasaba, o
no me habría llamado para saber cuánto iba a tardar.
-
No, nada…
-
Bárbara…
-
No es
nada, papá, adiós. – soltó apresuradamente, y me colgó.
Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Saqué las
llaves del coche y me pregunté cuánto podría pisar el acelerador sin que fuera
peligroso.
-
Ted´s POV -
Arreglar un unicornio de plástico no es sencillo. El superglue que papá
guardaba en un cajón del cuarto desastre
(el cuarto desastre en su origen era el garaje, pero siempre aparcábamos fuera,
así que lo teníamos lleno de trastos) no parecía suficiente. Mientras buscaba
una solución, pensé que por lo menos Dylan y Alice habían hecho las paces.
Dylan se enfadó con Alejandro por haber pegado a la enana y ahora no le
hablaba. Sonreí un poco: parecía como si todos mis hermanos llevaran en los
genes proteger a los que son más pequeños.
Finalmente encontré un pegamento todavía más fuerte y eché unas
gotitas. Se me quedaron los dedos pegados.
-
¡Teeeeeed! - me llamaron.
-
¡En el
garaje! – chillé, para hacerme oír. Comunicaba con el resto de la casa a través
de unas escaleras. Sacudí la mano intentando despegarla del juguete - ¡Mierda!
-
¡Ala!
¡Has dicho un taco! – dijo Kurt, entrando en ese momento por la puerta.
-
Se me
escapó. Como si no le oyeras a Alejandro decir cosas peores e.e ¿Qué querías, enano?
-
Tienes
que ver mis deberes y decirme si están bien.
-
Voy
enseguida. ¿Me haces un favor y le pides a Alejandro que venga?
Kurt se marchó corriendo a por él, y volvió en seguida
tirando de la mano de Alejandro.
-
¿Qué
tripa se te ha roto? – me preguntó. Levanté la mano con el unicornio pegado y
Alejandro estalló en carcajadas. Se acercó a mí e intentó tirar.
-
Eso puedo
hacerlo yo, pero no quiero arrancarme la piel.
– le dije. – Lo que necesito es que cojas un poco de disolvente.
-
¿Y por
qué no lo coges tú? – replicó. Vago. -.-
-
Porque
también tengo la otra mano llena de pegamento y no quiero acabar pegado a dos
cosas diferentes.
Alejandro resopló y cogió el frasquito de disolvente
para echarme un poco. Cuando me separé del juguete me lavé las manos con eso y
luego con agua normal.
-
¡A
ver! - pidió Kurt, y me cogió las manos
- ¡Jo, no has desteñido!
Parpadeé un poco y me reí. Le levanté y le hice
cosquillas.
-
Pero
bueno, ¡que no estoy pintado! ¿Acaso esperabas que las manos se me volvieran
blancas?
El enano se rió y luego salimos los tres de allí.
Cerré la puerta del garaje y subí al piso de arriba… donde me esperaba una
batalla campal.
Habían pintado a Dylan dos rayas en la mejilla
derecha, como si fuera un apache. Hannah llevaba la misma marca, y Madie
también. Por su parte, Alice, Zach y Harry llevaban puesto cada uno un
sombrero. Aunque era cada uno de un color entendí que hacía las veces de
sombrero vaquero. Aquello venía a ser como una batalla del Viejo Oeste, y las
armas eran… globos de agua.
-
¡Dentro
de casa no! – exclamé, cuando Madie le acertó a Harry en la espalda. El globo
explotó y mi hermano, el suelo, y la pared se pusieron perdidos. - ¡Seréis
cafres! ¡Tenemos un jardín para eso!
-
¡Hace
frío! – protestó Hannah.
-
Pues
entonces no se juega con los globos. ¿Y vosotros? – dije, mirando a los
mayores- ¿Es que no pensáis?
-
No pasa
nada, luego lo recogemos – dijo Zach.
-
La pared
se estropea si se moja, Zach, y podéis romper algo o haceros daño. Vamos,
soltad eso. Además, ¿habéis terminado los deberes?
-
Casi –
respondió Harry.
-
Pues que
sea del todo – dije yo, y subí con Kurt a repasar su tarea mientras ellos
recogían.
Los deberes de mi hermano no eran gran cosa, claro.
Era su primer año fuera del jardín de infancia y apenas llevábamos unos meses
de clase. Sin embargo sí que le metían bastante caña con las mates y ya habían
dado las tablas de multiplicar. Me parecía algo excesivo, a Cole le enseñaron
un año después. Se supone que en ese curso lo único que haces son series de
números. Series y más series hasta que ya no puedes más.
-
Siempre
estás haciendo deberes de mates, peque. ¿No tienes de otra cosa? – le pregunté.
Él se mordió el labio y me miró con la carita que ponía cuando le pillabas
haciendo algo malo. -¿Kurt? – insistí, sabiendo que no me mentiría.
-
Tengo que
leer un cuento.
-
¿Y lo has
hecho?
Negó con la cabeza.
-
Pues
hazlo, peque, seguro que es cortito y no tardas nada.
-
Es que
estoy esperando a papá para hacerlo con él.
-
Papá va a
tardar en venir, enano, pero lo leo yo contigo si quieres.
-
¡No,
tiene que ser papá! ¡Él hace libros!
Sonreí por esa forma de expresarse.
-
Oye, yo
no seré escritor, pero también sé leer ¿eh?
-
¡Quiero a
papá! – protestó.
-
Va a
venir tarde y cansado, Kurt.
-
¡Le
espero!
-
No puede
ser. – le dije, buscando la forma de que entendiera.
-
¡Que sí!
-
No, Kurt.
Lo hago yo contigo.
-
¡No!
¡Tonto! – cogió su librito de matemáticas, que yo aún tenía en la mano, y lo
tiró al suelo.
-
Ey, pero
no te enfades conmigo. Vamos peque, vamos a leerlo y después puedes ir a jugar.
-
¡Juego
ahora!
-
No, enano,
no puedes jugar hasta que no termines los deberes. No, Kurt, no empieces… no
llores….no….
Tarde. Mi hermano había empezado una rabieta.
-
¡Con
papá, con papá, CON PAPAAAAAAAAAAAAAAÁ! – gritó, por si no me había quedado
claro.
-
Kurt, ya
vale. Papá te ayudará otro día. Hoy te ayudo yo.
Como respuesta, lloró más fuerte y empezó a patalear sentado en el
suelo, golpeándolo también con los puños. No sabía si era gracioso o patético,
pero desde luego no estaba bien.
-
No puedes
ponerte así cuando los demás no hacen lo que quieres. – regañé. Ja. Como si él
estuviera dispuesto a escucharme.
-
¡CÁLLATE,
ERES MALO! ¡QUIERO A PAPÁ!
-
¿Y crees
que papá te diría otra cosa? Es más, se enfadaría al ver que te estás portando
así. Ya tuviste una rabieta antes y la dejé pasar, pero si te vas a portar así
de mal se lo digo a papá ¿eh?
No pareció importarle. Suspiré, y decidí dejarle sólo en su cuarto
hasta que se calmara, pero él empezó a perseguirme sin dejar de llorar y de
tirar de mí. Reuní paciencia y le ignoré…
… Pero la paciencia casi se me extingue cuando bajé abajo y vi que la
pelea de agua seguía. Es más, Alejandro se les había unido. ¿Es que yo hablaba
en chino?
-
¡Os he
dicho que paréis, aquí dentro no se puede!
-
Bwaaaaaaaaa.
¡Ted, hazme caso! – lloraba Kurt.
-
¡Eso es
trampa, Zach! – gritó Madie.
Alejandro y Alice reían como locos, mientras corrían
para esquivar a Harry. Casi se llevan a Dylan por delante. Le cogí y le pegué a
mí para que no se chocara con nadie.
-
¡Dije que
basta! Alejandro, tú eres peor que ellos…. Usa la cabeza… ¡Bueno, ya! ¿En qué
idioma hablo? – pregunté, elevando la
voz, intentando hacerme oír entre tanto griterío.
-
¡En el de
los pesados! – gritó Harry, y me tiró un globo a mí. Me puso perdido de agua y
a Dylan también. Alejandro y los demás se empezaron a reír. Tardé un poco en
recuperarme de la fría sacudida de agua, y creo que el calor de mi furia hizo
que empezara a evaporarse.
-
¡YA VALE!
¡EL SUELO PARECE UN PANTANO! ¡PARAD AHORA MISMO Y RECOGED ESTO! – chillé, y
luego me arrepentí un poco, pensando que a lo mejor mis gritos hacían llorar a
las enanas. Pero ellas y los demás siguieron riendo, y Kurt llorando, y la
cabeza me iba a estallar.
Pues muy bien. Si no me tomaban en serio era porque no me había puesto
lo bastante serio.
-
Si papá
estuviera aquí todos estarías cobrando, que lo sepáis. Es agradable ver lo dispuestos que estáis a echarme una mano.
¿Lo estáis pasando bien? Yo no pude sentarme en toda la tarde. Os he dicho que
paréis. Si digo que basta es basta.
HARRY TE JURO QUE SI TIRAS ESE GLOBO TE LO COMES. AHORA ESTOY HABLANDO ASÍ QUE
PRÉSTAME ATENCIÓN. Mirad cómo habéis puesto todo. El sofá, el suelo, la pared…
Alguien se puede resbalar. Ahora mismo vais a recogerlo, a fregar el suelo, y
luego os quiero a todos mirando a la pared.
-
¿Qué?
-
Tú estás
majara.
-
Lo llevas
claro.
-
¡Tú no
puedes castigarnos!
Esos fueron Zach, Harry, Alejandro, y Madie, por ese
orden. Al menos llamé su atención lo suficiente como para que dejaran los
globos.
Hannah y Alice, por su parte, corrieron hacia mí y me
abrazaron.
-
Ted, no
te enfades.
-
No te
enfades, Ted.
-
Me habéis
desobedecido, y aunque yo no soy papá tenéis que hacerme caso. – regañé un
poco, acariciándolas el pelo – Pero no estoy enfadado. Ahora haced lo que os he
dicho ¿bueno?
Otra personita más se apretó contra mí. Era Dylan, que
parecía entre confundido, asustado y angustiado. Me agaché y le miré a los
ojos, y me costó un poco que mantuviera el contacto visual.
-
No pasa
nada, Dylan. Ven, ¿me ayudas a que Kurt deje de llorar?
Dylan asintió y se acercó a su hermano.
-
Los
demás, quiero veros limpiando – insistí, pero sólo las enanas y Zach me
hicieron caso. Madie, Harry y Alejandro me miraron como preguntándose si me
había fumado algo. – Puedo decirle a
papá que el salón está así porque jugasteis un poco dentro de casa, o puedo
decirle que jugasteis dentro de casa y
pasasteis de mí cuando os lo prohibí. Me sentiré inclinado a ser
específicamente sincero si no hacéis lo que os he dicho.
Eso sirvió para que Madie se sumara a los demás. Harry
y Alejandro siguieron mirándome con furia.
-
¿Quién te
has creído que eres? – dijo Harry.
-
Tu
hermano mayor, y el que está a cargo de ti por el momento. Cuando papá venga si
quieres le dices que yo no tengo autoridad, pero hasta que vuelva me haces caso
a mí.
Harry me hizo un corte de mangas. Si se lo hacía a
papá era niño muerto, pero claro, yo no era papá ni quería serlo. No creía
estar haciendo nada malo… o tal vez sí….Tal vez no pudiera castigarles, pero de
alguna forma tenía que conseguir que me hicieran caso.
Justo en ese instante, cuando yo me estaba planteando
cómo reaccionar al gesto de Harry, la puerta se abrió para dejar paso a
Michael, que volvía de la comisaría. Puso una cara de pasmo al vernos mojados.
Lo único bueno de aquello es que a Kurt parecía habérsele pasado la rabieta.
-
¿Qué ha
pasado?
-
Globos de
agua – respondí.
-
Mola –
dijo, y sonrió.
-
No, no
mola. Dentro de casa no se puede, y lo saben. Han puesto todo perdido, les he
dicho que paren y no me han hecho caso.
-
¡Ni te lo
vamos a hacer, gilipollas! – ladró Harry.
Iba a responderle, pero entonces Michael caminó hacia
él y le agarró del brazo.
-
A Ted le
obedeces, y no le insultas. – dijo, entre dientes. Su expresión daba miedo.
Creo que Harry no pudo evitar acordarse de que ese chico venía de la cárcel. -
¿Qué te ha pedido que hagas?
-
Q-que
recoja… y que…que me vaya a la esquina.
-
Pues
recoges y te vas a la esquina. – sentención Michael. - ¡YA!
Harry dio un saltito por el grito y voló a por la
fregona. Caray. Alejandro se nos quedó mirando y después fue él también. Yo
miré a Michael algo alucinado. Él me dedicó una sonrisa, como olvidando su
seriedad anterior. Qué camaleónico.
-
Macho, ¿a
la esquina? – me preguntó, alzando una ceja. - ¿No están ya creciditos?
-
Fue lo
primero que se me ocurrió.
-
No, lo
primero que se te ocurrió fue darles una paliza. Pero eres demasiado santurrón
para darle un puñetazo y sería demasiado raro si les pegas de otra forma.
-
Nadie va
a pegar a nadie. Sólo quiero que me hagan caso – respondí, algo incómodo.
En realidad tenía la esperanza de que si le decía a
papá que les había castigado, él no creyera necesario castigarles otra vez.
Estar mirando a la pared podía ser algo tonto, pero era mejor que estar sobre
las rodillas de Aidan.
Michael rodó los ojos y murmuró algo acerca de “quien
algo quiere algo le cuesta”. Nos apartamos un poco y esperamos a que terminaran
de recoger. Cuando acabaron se quedaron un poco confundidos. Hannah se acercó a Michael, pidiendo mimos.
-
Upa.
-
Ted te ha
puesto un castigo ¿no? Cúmplelo, y después te cogeré.
Hannah puso un puchero y le miró con ojos brillantes.
Michael acabó por llevarla él hasta la pared y dejarla ahí. Decidí ir a por una
silla para las peques. Alice se sentó sin decir nada, pero había lágrimas
silenciosas en su carita. Levanté un poco su barbilla y se las limpié.
-
Ahora no
se llora, pitufa. Vas a estar aquí dos minutitos por jugar con agua en el
salón, cuando sabes que no se puede y yo además te lo recordé.
La hable con suavidad y ella me devolvió una mirada
triste, pero se quedó sentada sin decir nada. Zach se puso un poco más a la
derecha, y sus mejillas estaban muy encendidas. Me sentía más raro al
castigarle a él que a las enanas, porque sólo le sacaba cuatro años. Supe que
lo mejor era no decirle nada para no avergonzarle más.
-
Chicos,
vosotros también – dije, mirando a Madie, Harry y Alejandro.
-
Ted…-
protestó mi hermana.
-
Madie –
respondí en el mismo tono. Ella me miró con el ceño fruncido, y yo la imité,
parodiándola un poco y contra su voluntad la saqué una sonrisa. Respiró hondo y
se puso a la derecha de Zach.
Alejandro y Harry me miraron desafiantes, pero entonces Michael dio un paso hacia Harry y éste se acercó a una pared. Alejandro y Michael intercambiaron una mirada. Mi hermano mayor levantó una ceja y Alejandro le bufó.
-
¿Necesitas
que te diga cómo se hace? – preguntó Michael, con sorna. - Te pones en la
pared, lo más pegadito que puedas.
-
Tú no me
das órdenes.
-
Existen
diferentes opiniones respecto a eso. – ironizó Michael.
Sabía que ese no era el mejor camino a seguir con
Alejandro. Si le empujabas mucho sacaba el carácter y la rebeldía y se volvía
imposible tratar con él. Además, hasta cierto punto tenía razón. Decidí
intervenir.
-
No,
Alejandro, él no te da órdenes y yo menos… cuando te hablamos como hermanos. El
asunto es que ahora te estamos hablando como personas a las que papá ha dejado
a cargo. Michael es mayor que yo, así que yo tengo que hacer caso a lo que él
diga, a no ser que crea que me está pidiendo algo malo. Yo soy mayor que tú, y
pasa lo mismo. Dime, ¿acaso no me escuchaste cuando dije que en casa no se
podía jugar con globos? ¿Te pedí algo extraño? ¿dije algo que….
-
Vale,
mira, con tal de que te calles hago lo que quieras, pelmazo – resopló, y me dio
la espalda, poniéndose en la pared. – Bastante tengo con que papá hable con esa
calma como para que tú le imites. Eres un prepotente de mierda.
-
Alejandro,
Ted sólo está siendo paciente….Yo prefiero que me hablen así a que me griten….-
susurró Zach.
-
Me habla
como si fuera idiota o uno de los enanos – resopló Alejandro.
-
No,
Alejandro, los enanos entendieron antes que tú – replicó Michael. Vi que
Alejandro iba a responder y eso no iba a ser bueno para nadie, porque Michael
parecía menos dispuesto a aguantar respuestas bordes.
-
Bueno,
silencio. En la esquina no se habla.
Técnicamente no todos estaban en la esquina, porque no
había suficientes. De hecho me fijé en que se habían concentrado en la pared de
la derecha… Se hizo el silencio, y Michael se acercó para susurrarme algo, como
si no lo quisiera romper.
-
¿Así que
tienes que hacerme caso? – me preguntó, divertido. Me sentí muy incómodo.
Aquello era difícil para mí, pero tenía que dar ejemplo. El único argumento que
tenía para exigir que los enanos me hicieran caso es que era mayor que ellos,
así que lo mismo tenía que valer para mí.
-
Me sacas
un año.
-
Un año y
un mes – me recordó, sin perder esa sonrisa arrogante.
Nos quedamos en silencio observando a los demás, y
aquello era un poco raro. A Zach le costaba bastante estarse quieto, y cambiaba
el peso de una pierna a otra todo el rato. Hannah balanceaba las piernas en su
silla de una forma que denotaba que estaba muy aburrida.
-
¿Por qué
a él… porque Dylan…? – empezó Michael, cortándose por no encontrar las palabras
- ¿Por qué nunca le castigan?
Observé a mi hermanito. Estaba sentado en el suelo con
Kurt haciendo gestos. Creo que estaban jugando a hablar con mímica. Yo no había
puesto a Dylan en la esquina y Michael tampoco. Decidí hablar en voz baja
asegurándome de que no me oyera nadie más que él, pero me di cuenta de que lo
que iba a decirle era muy largo, así que le llevé un momento a la cocina.
-
Hasta los
cuatro años Dylan ni hablaba, ni gritaba, ni emitía ningún sonido. Los autistas
tienen un modus operandi general y luego cada uno tiene sus cosas en
particular. Dylan no es especialmente insociable, pero sí es, o era, bastante
inexpresivo. Puede que ahora te parezca que lo sigue siendo, pero tú no le
viste antes. No reía, no lloraba ni con lágrimas ni sin ellas… Papá le incluía
en todas las actividades pero él no era un compañero de juegos muy divertido.
Aidan tenía paciencia y le hablaba mucho, buscando estimularle, y nos obligaba
a ponerle en un equipo en los partidos, aunque él no hiciera nada y decidiera
quedarse mirando en la portería. Algo de eso tuvo que funcionar, porque empezó
a hablar… y al mismo tiempo empezaron las rabietas. Y no me refiero a una
rabieta estilo Alice, Hannah o Kurt, sino a cosas descomunales, gritos
incesantes, pataleos, golpes, y en definitiva todo lo que el enano tenía en su
repertorio. Todas las rabietas duraban lo mismo, unos diez minutos, y tenías
que sujetarle para que no se hiciera daño a sí mismo o a otra persona. Como
imaginarás, salir con él a la calle era un problema. Ir a una tienda, o a un
restaurante podía acabar en algo bochornoso. Papá lo probó todo. Sabía que no
era culpa de Dylan, y que castigarle no tenía mucho sentido, pero se leyó un
manual estúpido de un tal Ivar Lovaas y decidió probar algunas cosas. Salimos
un día a una tienda, Dylan armó la de Dios es Cristo, y Aidan le regañó de
forma algo dura. Le giró para darle una palmada y Dylan se asustó tanto que no
quiero pensar lo que habría hecho si de verdad papá hubiera llegado a pegarle.
Le dio un ataque de ansiedad y no se acercó a papá el resto del día. Estuvo muy
raro durante un tiempo. En otra ocasión le puso mirando a la pared, y Dylan
empezó a golpearse con ella. En ambos casos papá se sintió una mierda, no
consiguió nada y todo fue muy frustrante. Finalmente papá encontró una manera
de explicarle las cosas que no podía hacer, por medio de dibujos, y eso pareció
funcionar bastante. Las rabietas siguieron ahí, pero Aidan las aguantaba con
paciencia. Hace un par de años dejó de tenerlas, y ahora sólo lo hace muy esporádicamente,
lo cual es raro, porque sus compañeros de clase lo siguen haciendo. Castigar a
Dylan carece de sentido. La mayoría de las veces no entiende que lo que hace
está mal, y si llega a entenderlo entonces piensa que es malo e intenta hacerse
daño. Papá trata de enseñarle sin reprenderle. Le enseña lo que tiene que hacer
sin regañarle por lo que hace mal. De todas formas el enano nunca hace nada
“malo”. Papá no suele castigar por tonterías, y a él menos que a nadie. Si
Dylan hace algo serio, ya se verá, pero jugar con los globos con el resto no es
algo grave. Lo hizo por imitación y se quedó conmigo cuando le saqué de
ahí.
Michael me escuchó sin interrumpirme y luego me miró, pensativo.
-
Puede que
yo le haya visto hacer algo serio – me dijo.
-
¿Qué?
-
El otro
día… no importa, déjalo.
-
No,
Michael, sí importa, ¿qué estabas diciendo?
-
Olvídalo.
Volvamos al salón, que estoy oyendo voces – me dijo, y efectivamente cuando
volvimos Madie, Harry y Alejandro estaban hablando en un pequeño grupito. El
resto seguía en su sitio. Al vernos Madie se colocó rápidamente. Harry y
Alejandro tardaron algo más. Supe que me estaban poniendo verde. Fue como un
sexto sentido. Mis hermanos me estaban criticando porque en algún momento yo
había pasado a ser el malo de la película.
No les dije nada y miré el reloj.
-
Alice,
¿por qué te ha regañado el tito? – pregunté.
-
Por no
“hase” caso. – respondió desde su silla con voz triste.
-
¿Y me vas
a hacer caso ahora?
-
Chi…
-
Muy bien,
pues ven aquí, dame un abrazo grande y ve a jugar. Pero tiene que ser un abrazo
muy grande ¿eh?
Alice se bajó de la silla con algo de torpeza y caminó
hacia mí despacito.
-
¿Cómo?
¿Estamos tristes? – exclamé, teatralizando con la voz y cogiéndola en brazos. -
¿Es que no quieres ir a jugar?
-
¡Sí!
-
Pues entonces
corre, pitufa – sonreí, y la di un beso. Ella sonrió un poquito y la dejé en el
suelo. Entonces caminó hacia Michael y le agarró por la pierna. Él me miró confundido, como si no supiera
qué hacer. Por suerte Alice se lo puso fácil.
-
¡”Betito”!
Michael la alzó, la sujetó con cuidado como si se
fuera a romper, y la dio un beso en la frente. La enana se colgó de su cuello y
empezó a parlotear.
-
Hoy
“vovimos adando” porque papá no ta y no hay “cote” – le explicó – Y Ted hizo la
“mirienda”. Y Pucky se “ha morido”.
-
¿Quién es
Pucky? – preguntó Michael sin entender nada.
-
¡Mi
unicornio! – respondió Alice, como si fuera evidente. – Y Alejandro me hizo
pampam y me dolió “muto” y fue malo pero yo fui mala “tamén”.
-
¿Fue
malo? Uy, él sí que se “ha morido” – dijo Michael, frotando su nariz con la de
ella - ¿Quieres que yo le haga pampam a él?
Alice soltó una risita.
-
¡Tú no
puedes!
-
Anda, ¿y
por qué no?
Alice lo pensó pero no pareció encontrar una respuesta.
-
Mmmm. No
sé.
-
Ya lo has
visto, Alejandro, ándate con ojito. – chinchó Michael. No estaba hablando en
serio, pero por alguna razón sentí que Alejandro no debía tomárselo del todo
como una broma.
El aludido no dijo nada y Hannah empezó a lloriquear
un poquito. Michael me miró, y yo asentí, con un encogimiento de hombros.
Ninguno de los dos parecía sentirse muy cómodo haciendo aquello.
-
Hannah,
¿por qué te ha castigado Ted? – preguntó Michael.
-
Porque es
malo…
-
Eso ya lo
sabemos todos, es muy muy malo, pero ¿por qué más? – insistió Michael. A eso le
llamo yo apoyar, hombre ¬¬.
-
Por jugar
con agua dentro de casa.
-
Eso es.
¿Vas a volver a hacerlo?
-
No…
-
Pues
entonces ven aquí que quiero mi abrazo. – ordenó Michael, y me miró algo
inseguro. Le sonreí con aprobación, aquello no se le daba nada mal.
Hannah se tiró a por él como si no le hubiera visto en
años, y yo le cogí a Alice para que tuviera las manos libres.
-
Me voy a
poner celoso, que lo sepas – protesté, poniéndole un puchero a Hannah. Ella me sacó la lengua y se
pegó más a Michael, indicando quién era su favorito. Fingí una cara triste y me
restregué el ojo con la mano con la que no sujetaba a Alice – Snif….snif….Ya no
me quiere.
Hannah me miró un segundo y luego me tiró un beso.
Sonreí y me acerqué a ella para darle un beso en la cabeza. Alice me picó en el
hombro, como para que no me olvidara de ella. Cada uno tenía sus preferidos,
por lo visto. Miré a la pitufa lamentando un poco que nos lleváramos tantos
años, pero alegrándome a la vez porque eso me permitía ser cariñoso con ella
sin sentir vergüenza.
-
Ven,
enana, que hay alguien que quiere verte.
-
¿Quién?
-
Pucky. Te
dije que le arreg….que le curaría. – respondí, y la carita de la peque se
iluminó por completo. La llevé al garaje, pensando que el pegamento ya se
habría secado.
-
Kurt´s POV -
No podía tomar zumo de naranja, no podía leer el
cuento con papá…. ¡Ted no me dejaba hacer nada! Ni siquiera podía jugar con
Hannah porque la había castigado mirando a la pared. Me senté con Dylan pensando que papá era
tonto por dejarnos solos en vez de venir a jugar conmigo.
Ted nos había puesto antes una peli que iba de un niño
que no podía oír, y había que hablarle con las manos. Dylan y yo jugamos a eso
pero él no lo hacía bien. Terminé por aburrirme y vi que Ted y Alice se habían
ido, y que Michael estaba jugando con Hannah.
Me acerqué a ellos y tiré a Michael de la camiseta para que me prestara
atención.
-
¿Cuándo
vuelve papá?
-
Eh… en un
ratito.
-
¿Cuánto
es un ratito?
-
Pues…
menos que un rato y más que un ratitito. – me respondió, pero eso no me aclaró
nada.
-
¿Y cuánto
es un rato y cuánto es un ratitito?
-
Ay,
enano, es que no lo sé, no sé cuándo vuelve papá, pero ya no quedará mucho.
-
Quiero
que venga… - protesté, pero Michael ya no me estaba haciendo caso, sino que
empezó a hacerle cosquillas a Hannah. – Michael…. Michael….
No me respondió. Creo que con las risas de mi hermana
no me oía. Le pisé el pie para que me mirara.
-
¡Ay!
¿Pero a ti qué te pasa, microbio? – me dijo, y me miró muy enfadado.
-
Perdón…
No quería hacerte pupa, es que no me hacías caso.
-
Ni te lo
voy a hacer… verás tú si te piso yo a ti cómo te duele.
Uh. Se había enfadado. Jo, qué carácter. Volvió a
concentrarse en Hannah y yo me aburrí…
-
¿Ya no te
duele la mano? – le pregunté. Me miró como si fuera algo molesto.
-
No, ya
está bien. Anda, ¿por qué no te vas a
jugar?
¡No era justo! ¡Yo también era su hermano! Bueno, en
realidad no entendía bien por qué era mi hermano, pero papá me había dicho que
su mamá era la de Ted y que formaba parte de nuestra familia. Y a mí me parecía
bien, me gustaba tener muchos hermanos y me había regalado un coche….pero
siempre estaba con Hannah y conmigo no. Además ella cada vez jugaba menos
conmigo porque prefería estar con él.
Ese día no me estaba justando nada, era muy feo y muy
aburrido, y Ted era malo y Michael también.
-
¡No
quiero jugar, tonto! – le grité, y salí corriendo.
Esperaba que me persiguiera, aunque fuera para
regañarme, pero nadie vino. Michael no me quería, Ted se había olvidado de mí y
papá no estaba. Me sentí muy solito. Por suerte tenía muchos hermanos así que
me fui a buscar uno que si me quisiera.
Subí al cuarto de Barie y la encontré escuchando la
música del niño que llevaba los pantalones por debajo del culo. No sé cómo se llamaba, pero me gustaba una
canción que Barie ponía para bailar conmigo. Barie me miró, me sonrió, y subió el volumen. Estaba sonando la canción
que me gustaba. Barie me cogió de las manos y me hizo dar vueltas mientras
cantaba.
-
Cause aaaaall I need is a beauty and a beat. Who can
make my life compleeete. It's aaaaaall by you, when the music makes you move,
baby do it like you doooo.*
Me reí. Barie cantaba bonito.
Bailó conmigo toda la canción y luego se sentó y me acarició el pelo. A
ella no le gustaba que estuviera despeinado y me lo colocaba con las manos.
-
Enano,
¿tú sabes que era ese alboroto de hace un rato?
-
Estaban
jugando con globos y Ted les castigó.
-
¿Les
castigó? – preguntó muy sorprendida y yo asentí - ¿A todos?
-
A mí no.
Y a Cole tampoco. Ni a ti.
-
Ni a
Dylan, supongo. ¿Ya vino Michael?
-
Siiii. Él
también es malo y no le quiero.
-
Kurt,
¿por qué dices eso?
-
¡Porque
es verdad!
-
Uy, qué
genio. ¿Qué te hizo?
-
¡Es
tontooo! – grité, pero esa palabra no parecía suficiente. Busqué entre las palabras que Alejandro decía
mucho. - ¡Es gilipollas!
-
Kurt, eso
no se dice.
-
¡Lo es!
¡Gilipollas, gilipollas, gilipollas!
-
Como te
oiga papá te dará en el culito. – me dijo Barie.
-
¡Papá
también es gilipollas! – chillé y salí corriendo.
De todos modos… ¿qué significa gilipollas? Le tendría
que preguntar a Alejandro. Pero aún estaba castigado. Decidí ir a la habitación
de Cole: él era mayor que yo y leía muchos libros. Seguro que sabía lo que era.
Justo estaba leyendo cuando entré.
-
Cole ¿qué
significa gilipollas? – le pregunté. Él dejó el libro y me miró raro.
-
Significa
muchos problemas.
-
Sé que a
papá no le gusta, pero ¿qué significa?
-
Es un
insulto.
-
¿Como
tonto?
-
Pero
peor. Tonto a veces puede ser hasta de cariño. Gilipollas es una palabra muy
fea.
-
Pues
Michael es gilipollas. Y papá también. – le dije. Cole se puso de pie y me miró
con mucho atención.
-
Kurt no
digas eso o papá te calentará.
-
¡Son
gilipollas! – dije. Empezaba a gustarme cómo sonaba la palabra. Además todos me
miraban mucho cuando la decía. A lo
mejor si se la decía a Michael conseguía que me hiciera caso.
-
Que te
dará fuerte… Kurt, en serio, no lo digas más.
A mí me caneó ayer por llamarle algo que creo que no es tan fuerte.
-
¿Qué es
canear?
-
Me
refiero a que me zurró, enano.
-
¿Te dio
en el culito?
-
Que sí,
plasta. Sé listo y no lo repitas, y menos delante de él, y menos a él.
-
Bueno… -
acepté. Si se iba a poner tan pesado… - ¿Juegas conmigo?
-
Ahora
estoy leyendo, Kurt. Acabo de terminar mis deberes. Dentro de un rato, ¿vale?
-
Pero yo
me aburro ahoraaaa…
-
¿Por qué
no lees tú también?
Recordé que aún tenía que leer el cuento. ¡Pero no lo
iba a hacer sin papá!
-
¡No
quiero!
-
Bueno,
pues deja que lea yo.
Grrr. Salí de su habitación aún sin saber qué hacer.
Me acordé entonces de las témperas… Pero estaban arriba de mi armario y yo ahí
no llegaba…
Fui a mi cuarto, cogí una silla, y así tampoco. El
armario era demasiado alto. Hum. Abrí la
puerta y me apoyé en uno de los estantes. Escalé y escalé y me subí arriba del
todo. Sonreí triunfante y cogí las temperas.
Mmm… ¿Y cómo iba a bajar de ahí?
La silla estaba muy abajo e.e
-
¿Kuuuurt?
– escuché la voz de Ted llamándome. Traté de esconderme para que no me viera,
pero al moverme casi me caigo.
-
¡Ah! –
grité, porque me asusté un poco. Ted entró, y miró a donde yo estaba.
-
¡Kurt!
¿Qué haces ahí? ¡Michael! ¡Michael, está
aquí! Kurt, por Dios, baja, que te vas a caer.
-
Si es que
no puedo.
-
Espera,
que te cojo…
Se acercó a mí y alzó los brazos justo cuando entraba
Michael. Ted me miraba muy asustado… en cambio Michael parecía enfadado. De pronto pensé que quizá estaba mejor ahí
arriba.
-
Kurt,
venga, vamos – dijo Ted – No tengas miedo que no voy a dejar que te caigas.
-
Me quedo
aquí. - respondí, sin dejar de mirar a Michael.
-
No digas
tonterías. Tienes que bajar. – insistió
Ted. Michael directamente vino hacia mí y como era más alto que Ted pudo
agarrarme y tiró de mí para que bajara.
-
¡No,
suelta!
-
Qué te
dijo Aidan ¿eh? ¿Acaso no te castigó cuando te subiste a la lámpara? – me dijo,
y me dejó en el suelo.
-
Sí… -
susurré, y me llevé las manos atrás por si acaso. No era justo. Michael no me
había hecho caso en todo el rato y ahora me regañaba.
-
Y a ti te
da igual ¿no?
Sentí ganas de llorar. Michael sonaba realmente
enfadado. Pues….¡pues yo también estaba enfadado con él!
-
Tiene
razón, enano. Papá te ha dicho muchas veces que no se sube a los sitios…
Podrías haberte caído y haberte hecho mucho daño – dijo Ted.
No me gustaba cuando Ted me regañaba. Él casi siempre
me defendía, y me sentía mal si se enfadaba conmigo.
-
Lo
siento…
-
Lo sé,
peque. – dijo, y me dio un abrazo.
-
¿Y ya
está? ¿No vas a decirle nada más? – preguntó Michael. - ¡El crío se sube al
armario y tú le das un abrazo!
-
Claro que
le abrazo, ha dicho que lo siente. Además, papá querrá hablar luego con él…
-
Esto es
increíble. ¡Le dejas tan tranquilo!
-
No,
Michael, no me has entendido. He dicho que papá va a “hablar” luego con él…
-
¿Me va a
dar en el culito? – le pregunté a Ted, con más ganas de llorar todavía. Él me
dio un beso.
-
Sí, Kurt.
Lo lamento, pero sí.
Empecé a llorar muy bajito y Ted me mimó la espalda y
me cogió en brazos.
-
Te lo
mereces. Y yo ni siquiera te estaría consolando, mocoso. Ahora nosotros nos la
vamos a cargar por tu culpa. – dijo Michael.
-
¿Eso es
lo que te preocupa? ¿Qué papá te
castigue a ti también? Eres un egoísta. Tranquilo, me echaré la culpa. Se
supone que yo me encargaba de cuidarlos, de todas formas. – dijo Ted.
-
¡Ni tú ni
yo tenemos por qué llevarnos una bronca por culpa suya! – protestó Michael.
-
Bienvenido
al mundo de los hermanos mayores.
-
Vaya puta
mierda. – gruñó Michael.
-
¡Has
dicho…! – empecé, pero no pude terminar.
-
¡Sí, he
dicho un taco! ¡Supéralo!
-
Michael,
no le grites. – dijo Ted. –. Deja de preocuparte por ti y no te enfades con el
enano.
-
No te
enfades con el enano – repetí, apretándome contra Ted y mirando a Michael
buscando que él también me perdonara.
-
Para ti
es muy fácil decirlo, Ted. A ti no va a culparte si su hijo se hace daño –
repuso Michael.
-
¿Su hijo?
Todos somos sus hijos…. Papá no culpará a nadie, y además, no pasó nada.
Acostúmbrate a estas cosas. Ahora vives con muchos niños pequeños. – dijo Ted,
y sonrió.
-
Ted… dile
a papá que no me pegue… - le pedí, mimoso.
Él no me respondió y me mimó la cabeza.
-
¿Ya
leíste el cuento? – me preguntó.
-
¡Te dije
que tengo que esperar a papá!
-
Y yo te
dije que no podía ser. Vamos, ¿quieres que Michael te ayude? ¿Te acuerdas del
cuento que escribió?
-
¡No
quiero a Michael, quiero a papá!
-
Pero no
puede ser. Tus opciones somos Michael o yo.
-
¡Pues lo
hago sólo!
-
Bueno…
como quieras… - respondió Ted – Si necesitas ayuda llámame… - dijo, y se fue.
Michael se fue detrás.
Me quedé en mi cuarto, pensando que cuando papá
viniera me iba a pegar y a lo mejor no quería leer el cuento conmigo. ¡Y yo no
lo iba a leer sin él, dijera lo que dijera Ted! Cogí una pelota pequeña y algo
deshinchada y la hice botar contra la pared con mucha rabia. En seguida vino Michael otra vez.
-
Kurt ¿qué
es ese ruido? No botes eso ahí, que se mancha.
-
¡Me da
igual!
-
Deja la
pelota y ponte a leer la cosa esa.
-
¡No
quiero!
-
Eres
demasiado caprichoso ¿lo sabías?
-
Y tú….tú
eres….¡tú eres demasiado gilipollas! – le grité.
-
¿Qué me
has llamado?
-
¡Gilipollas!
¡Gilipollas, gilipollas, gilipollas! ¡Me van a dar en el culito por tu culpa!
-
¿Por MI
culpa? ¡Encima! Mira, entiendo que estés rabioso, a nadie le gusta que le
castiguen, pero conmigo no la pagues. Y
no digas esa palabra.
-
¡Tú
también la dices, y cosas peores! ¡Dijiste la palabra que empieza por p! Yo no puedo decir palabras feas, pero tú sí.
No puedo esperar a papá para leer el cuento pero sí para que me dé en el
culito. ¡No es justo!
-
Así es la
vida. Si Ted dijo que no puedes esperar es que no puedes esperar. Y ahora ponte
a leer.
-
¡Ted es
tonto! ¡Y tú gilipollas!
-
Kurt, ya
vale. – dijo Michael. Se acercó a mí e intentó sacarme la pelota de la mano.
Era más fuerte que yo e iba a conseguirlo. Me enfadé mucho y le di una
patada. - ¡Enano del demonio! – gritó, y
se frotó el golpe. Luego me cogió del brazo y me zarandeó. Tiró un poco de mí.
-
¿Qué
haces? – pregunté, algo asustado porque parecía muy enfadado.
-
Darte un
adelanto de lo que te dará Aidan después – me gruñó y se sentó en mi cama.
Estaba muy, muy enfadado.
-
Me….snif…¿me
vas a dar en el culito? – le dije. Sabía que dar patadas estaba mal y sabía también
lo que papá habría hecho.
-
Tú te lo
buscaste. No voy a sentarme a ver cómo me pasas por encima sólo porque no está
Aidan.
Sollocé un poco. Aunque Michael fuera malo no quería
que estuviera enfadado conmigo. Con Hannah nunca se enfadaba.
-
¿Me das ….snif….snif….
un abrazo primero?
Pensé que iba a decir que no, porque él no era como
Ted. Él no me hacía mimos y antes no
había querido que Ted me abrazara. Pero me envolvió con sus brazos y me sentó
encima de él.
-
¿Qué
tenéis todos vosotros que sois tan tiernos? – me preguntó.
-
No….snif….no
te enfades conmigo…Siento haberte pegado….snif….snif….
-
¿Y
también sientes los insultos, los caprichos y subirte al armario? Como que son muchas cosas ¿eh?
-
Snif….snif….bwaaaaa
Me puse de pie sobre la cama y me agarré de su cuello
sintiéndome muy mal. Él puso una mano detrás de mi cabeza. Luego me separó un
poco y llevó las manos a mi pantalón, creo que para bajármelo. Justo en ese
momento entró Ted.
-
Michael,
¿qué haces?
-
Ted, no
te metas, por favor.
-
¿No irás
a…?
-
Que no te
metas.
-
Dudo que
papá quiera que hagamos eso. No está bien…. Somos sus hermanos….
-
Si te encargan a un montón de niños toda la
tarde y no se portan bien, algo tendrás que hacer. De otra forma entenderán que mientras no esté
Aidan todo es fiesta.
-
Kurt sólo
está enfadado porque no está papá… Lleva todo el día de mal humor…
-
Sí, y
ahora me insultó y me dio una patada. Y yo no le haré daño, pero hace eso con
otra persona y se puede llevar un sopapo de los importantes. Lo sé por
experiencia. Tu padre fue el primero que en vez de un puñetazo me dio una
palmada, y si le dices esto te mato, pero es lo que debía hacer.
-
Michael,
por favor, espera a que venga papá…
-
Entiendo
que tú no te veas capaz de hacerlo. Has crecido con él, es tu hermano, pero yo
en realidad no lo soy.
Escuchar eso me
dolió en el corazón. Solté un gemido y lloré mucho más fuerte. Michael volvió a
estrecharme entre sus brazos.
-
No, no,
escúchame…Lo has entendido mal…. Mira, yo... yo no crecí aquí, ni soy hijo de
tu padre….de ninguno de los dos… Si Aidan me llama hijo técnicamente eso me
convierte en tu sobrino… pero yo me siento más como si fuera tu tío… es todo
demasiado complicado. Kurt…puedes llamarme hermano si quieres, pero yo aún
tengo que acostumbrarme. Intento no poneros nombre. Sois…. De alguna forma sois
mi familia, porque así me habéis hecho sentir, pero dentro de eso… la relación
que tienes con Ted no es la misma que tienes conmigo.
-
No me
quieres – le dije, seguro ya. Había empezado a pensarlo cuando vi que no me
hacía caso, pero entonces lo confirmé. El hecho de que Michael tardara en
responderme me dio la razón.
-
Sí, sí te quiero. – dijo al final, tras un
buen rato. - Os quiero mucho a todos vosotros.
Aún estaba tratando de ver si eso era verdad cuando
noté que me bajaba el pantalón.
-
¡Michael,
déjale! – pidió Ted.
-
Ted, vete
abajo. Y sácales ya de la pared, llevan demasiado tiempo. – dijo Michael. De pronto sonaba muy parecido
a papá.
-
No puedes
hacer eso, Michael…No…no te dejaré. Creo que tienes mucha razón en casi todo lo
que dices, pero no puedes pegarle. Tú no eres su padre…
-
Y en
realidad Aidan tampoco, Ted, por si no lo sabías. Por esa regla de tres, debería coger el
teléfono y llamar a Andrew para que venga a zurrarle.
-
Andrew es
malo… - susurré yo. Me sentía muy raro. Tenía un gusanito en la boca del
estómago y no me gustaba estar con los pantalones a medio bajar. Si… si iba a
castigarme que lo hiciera ya.
-
Sí, Kurt,
Andrew es malo – dijo Ted. – Michael no está hablando en serio.
-
Puede que
en eso no, pero en todo lo demás sí. Y ahora o vete, o quédate, lo que
prefieras, pero no te metas.
-
Te he
dicho que no te dejaré. Eso es algo que sólo puede hacer papá. Aidan. El único
que de verdad es nuestro padre.
En vez de responderle, Michael me tumbó encima suyo
con un movimiento muy rápido. No estaba
acostumbrado a eso… Papá no era tan brusco…
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
-
¡Auuu! Bwaaaa.... duele….Ted, duele.
Fue tan rápido… No tardó ni tres segundos y me picó mucho. No iba a dejar de dolerme nunca y
yo no iba a parar de llorar.
-
¿Ves que
sí puedo, Ted?
-
¡Eres un
maldito cabrón! Suéltale…
Ted forcejeó con Michael para separarme de él y yo me
sentí zarandeado por todos lados.
-
Te dije
que no te metieras.
-
¡Y yo que
no le pegaras! ¡Y menos así! ¡Eres un animal! Pero ¿qué haces? ¿No irás a darle más? ¡Mira cómo está
llorando, por el amor de Dios!
Me dolía, y no me gustaba verles gritar, y sólo quería llorar, y no
quería que me pegaran más…
-
Bwaaaa….papi….papi….
De pronto estuve en los brazos de Ted, lejos de
Michael. Me colocó el pantalón y me dio
un beso.
-
Ted, no
he terminado – dijo Michael.
-
¡Ya lo
creo que has terminado! – replicó, y me sacó en brazos de la habitación. Me
abracé a él sin dejar de llorar.
-
Quiero ir
con papá…. Papi….
-
Vendrá en
seguida, Kurt, ya lo verás.
-
Ted´s POV-
No lo había hecho por el bien de Kurt. No lo había hecho para que papá
no le pegara más después, ni por desesperación. Michael había pegado a Kurt
para demostrarme a mí que sí podía hacerlo y a él quién era el macho alfa.
Al principio, yo estaba lleno de dudas. No creía que a papá le gustara
que le diera unos azotes, pero por otro lado, lo que decía Michael tenía cierto
sentido. Es simplemente que no era su papel, y que de todas formas dudaba que
supiera hacerlo. No es tan fácil como poner a alguien más pequeño que tú encima
y pegarle. Puedes hacerle daño… o al revés, que ni lo sienta y así sólo
consigues cabrearle…
Lo que papá no habría hecho jamás era actuar con tanta rapidez. Creo
que el enano se asustó bastante cuando se vio de pronto tumbado sobre Michael
recibiendo palmadas, que fueron también demasiado rápidas. Kurt no se estaba
resistiendo, además, y papá solía recompensar eso con palabras suaves y
muestras de afecto. Michael no hizo ni lo uno ni lo otro. Al oír gritar a
Kurt me estremecí con un dolor casi
físico. Todo aquello me había tomado por sorpresa: en realidad no había creído
del todo que Michael fuera capaz de hacerlo.
Cuando mi hermano me llamó reaccioné y me abalancé sobre ellos. Michael
dijo aquello de “¿Ves que sí puedo, Ted?” y ahí me enfurecí. Eso no era
ninguna lucha de poder. No era un “a ver si hay huevos”. Le había pegado
delante de mí, sin ninguna consideración…. Y encima vi que pretendía continuar.
Seis palmadas sin pantalón, y más si son tan intensas, eran suficientes para el enano. Habían sido
suficientes para hacerle llorar mucho. Logré sacarle de allí y respiré para
calmarme. Me había puesto demasiado a la gresca con Michael, y lo reconozco, pero…pero….grrr.
Bajé con Kurt al piso de abajo, huyendo de Michael, y no conseguía que
se calmara. Encima Michael nos siguió.
-
Haces mal
en contradecirme así delante de él – me acusó Michael, y me sonó a frase de
matrimonio.
-
Hay
muchas cosas que hemos hecho mal, Michael, y es que nosotros NO somos papá. No
debemos castigarle. – le repliqué. Para entonces ya habíamos llegado al salón y
el único que seguía mirando a la pared era Zach. Maddie, Harry y Alejandro nos
miraban a nosotros.
-
Por
fin oigo algo razonable. No sois nadie
para tratarnos como críos – dijo Alejandro.
-
Alejandro,
cállate – bufó Michael - ¿Qué es lo que he hecho mal, según tú? ¿Acaso hice algo que Aidan no hubiera hecho?
-
¡Fuiste
muy brusco! ¡Y no lo hiciste por los motivos correctos! ¡Eso pareció más una
demostración de fuerza que un castigo!
-
¡Me
pusiste nervioso! Y es la primera vez que lo hago. Pero no hice mal en
castigarle.
-
¡Sí lo
hiciste!
-
Mira Ted,
que te jodan. Pareces una madre histérica con el crío en brazos. – me soltó.
El crío en cuestión parecía ponerse peor con nuestros
gritos. Convertí en mi prioridad el hacer que Kurt dejara de llorar y pasé de
Michael, porque podíamos acabar mal, sino.
-
Vamos
enano….shhhh, shhhh, campeón. Ya pasó. Ya no llores.
-
Quiero a
papi…. Quiero a papá….
-
¿Pero qué
pasa? – preguntó Barie, bajando en ese momento.
-
Barie,
Michael me pegó…. Me pegó porque no me quiere…. Porque yo soy malo… - lloriqueó
Kurt, llamándola con las manos. Le di un beso y miré a Michael, que pareció
impactado por estas palabras.
-
¿Lo ves?
Esto es lo que consigues al ser un puto insensible. Seré una madre histérica
con su crío, pero al menos no soy un idiota que necesita demostrar como de
grandes tiene los cojones – le dije a Michael, sintiéndome muy a gusto por
soltarlo. – “Ted, no te metas, yo me encargo, entiendo que tú no puedas, pero
yo sí, porque soy el gran Michael y tengo los huevos así de grandes y he dicho
que voy a hacerlo y no me atiendo a razones, y lo hablo contigo con el niño
delante porque no me importa lo que oiga o lo que sienta” – ridiculicé, en un
claro tono de burla.
Casi todos los presentes me miraron con la boca
abierta, tal vez poco acostumbrados a que yo hablara así. Bueno, eso es lo que
pasa cuando tocas a mi hermano… aunque seas otro hermano.
Vi que Barie se marchó a coger el teléfono…Creo que llamó a papá. Al
pensar en él, medité un poco más todo aquello. Mi reacción, Kurt llorando,
todos en la esquina… respiré hondo.
-
Perdona,
Michael. Tu intención fue buena… creo. Sigo pensando que papá es el único que
puede hacer eso, pero tú no piensas como yo y tal vez no debería haberme
metido. No lo hiciste como Kurt está
acostumbrado, de todas formas, y eso le ha asustado mucho. Enano, claro que te
quiere. Y no eres malo. Y prueba de las dos cosas es que te haya castigado. Si
fueras malo no se habría tomado la molestia de castigarte, y si no te quisiera
no te daría el beso que te va a dar ahora. – dije, y me acerqué a Michael para
poner a Kurt en sus brazos. Le miré como diciendo “le das un beso pero ya”.
-
Estás
haciendo una montaña de un grano de arena, Ted. Déjale en el suelo y cuando se
le pase la tontería dejará de llorar. No es el primer niño al que le dan una
zurra – respondió Michael, y ahí sí me enfadé. Estaba siendo orgulloso y
testarudo, y no conmigo, sino con el enano. Tan jodidamente frío e insensible…
Solté a Kurt y le dejé en el suelo junto a Barie.
-
He
llamado a papá – susurró ella, abrazando a su hermano para que dejara de
llorar.
-
Bien.
Porque no sé cómo va a acabar esto – farfullé, y luego me encaré con
Michael. - ¿Tanto te costaba darle un
beso, coño? ¿Así es como lo hizo papá cuando te castigó a ti? ¿Te pegó y te
dejó hasta que “se te pasara la tontería”? ¿O te dio un abrazo y te consoló? No
tengo ni que preguntarlo, porque conozco a mi padre. Lo cojo, Michael, soy un
blando y tú no. Hay una diferencia entre ser estricto y ser un cerdo. Tú eres
un cerdo. Y me das asco. Y juro que te pegaría hasta que me doliera la mano.
Michael se acercó y me agarró de la solapa.
-
¿A qué
esperas? Suelta un puñetazo, venga – me retó.
-
Bwaaaaaaa.
Quiero que venga papá – siguió Kurt, nervioso por la pelea.
Me separé de Michael sintiendo demasiada rabia como
para que fuera sano. Iba a acabar haciendo una tontería… Tenía que controlarme…
-
Papá
siempre es cariñoso después de castigarnos. Si eres incapaz de hacer eso
entonces es que yo tenía razón y no eras el adecuado para castigar a Kurt. – le
dije.
Se hizo el silencio, sólo roto por el llanto
de Kurt.
-
Quiero a
papá… quiero a papá….
-
Enano,
cállate , que quiero ver si estos dos se pegan – dijo Alejandro, como si lo
estuviera disfrutando.
-
Bwaaaa….No….snif…snif….
que no se pegue nadie….
-
Deja de
llorar ya, Kurt – dijo Alejandro.
-
Quiero…snif…a
papá. Quiero a papá. ¡QUIERO A PAPÁ!
-
¡Que te
calles!
-
Alejandro,
así no va a dejar de llorar – le dije. Kurt no tenía una rabieta. Conocía las
formas de llorar de mi hermano, y eso era de pena, de susto, puede que hasta de
sueño, pero no por un capricho. –
Campeón, papá vendrá en cuanto pueda.
-
Papi….snif….
Harry se compadeció de él. Se acercó y se
agachó junto a Kurt.
-
Vamos,
enano, no es como si llevaras días sin verle. Por esa forma de llorar nadie
diría que sólo ha estado unas horas fuera.
-
Pero….snif…
me tiene que dar un abrazo…Michael me pegó…. Quiero a papá….
Harry suspiró y le apretó contra su cuerpo,
con cariño, sobándole la espalda a modo de consuelo.
-
Papá va a
darte muchos abrazos y muchos besos. – le dijo.
-
Snif….snif….
Michael no. No me quiere.
-
Ya te
dije que sí. – bufó Michael.
-
Pero….snif….snif…
quiero oírlo otra vez….y quiero que me des un beso…
-
Vamos,
Michael. Te he visto ser dulce con él antes. No tienes nada que demostrar. Kurt
ya ha entendido que no puede hacer eso de nuevo y no lo va a repetir. Ahora
abrázale.
-
En cuanto
deje de llorar.
-
¡Dejará
de llorar si le das un beso! ¿Es que crees que le habrás castigado menos por
ser amable con él? Le zurraste, es normal que llore. Se calmará antes si
entiende que aunque le hayas castigado le quieres. No serás débil por darle un
beso. No le estarás consistiendo, ni cediendo a un capricho. Estarás siendo
humano, joder. No entiendo a la gente que piensa como tú, de verdad.
Michael no era el primer caso así que me
encontraba. Había visto a algunos padres darles un par de azotes a sus hijos y
luego tirar de ellos para que caminaran deprisa, sin un abrazo, o un “te
perdono”. ¿Qué diferencia había entre eso y decirle al niño que no te importa
una mierda?
-
Papí….papi….¡PAPÁ!
– gritó Kurt, como si esperase que él le oyera donde sea que estuviese. Temí
que le diera un ataque de pánico. Creo que estaba cerca.
-
¡Qué
pesado, joder! ¡Si te pones así papá no vendrá nunca, y te dejará aquí, por
cansino! – le dijo Alejandro.
Kurt dejó de llorar. Toda la habitación se
sumió en el silencio. Al segundo siguiente Kurt empezó a emitir pequeños
hipidos. Volví a cogerle en brazos notándole temblar entero. Entonces renovó el
llanto gritando tanto que se hacía daño en la garganta y a mí en el oído.
-
¿Papá…
snif…pa…papá…también me va a dejar solito? ¿Tampoco …snif…..snif….tampoco me
quiere…. snif…como mamá? – me preguntó. Dolió tanto escucharle preguntar
aquello.
-
Papá te
quiere con toda su alma. Te quiere tanto que le duele de cuánto te quiere.
-
Snif…llámale….
Llámale, por favor, Ted y pregúntaselo….
Entendí que cualquier otra respuesta que no
fuera hacer lo que me pedía no hubiera sido acertada. Cogí el teléfono, llamé a
papá y puse el altavoz.
-
¿Diga?
Mágicamente, al escuchar la voz de papá, Kurt dejó de
llorar. Se quedó muy quieto, con la respiración agitada, escuchando con
atención.
-
Papá, soy
Ted.
-
Estoy en
el manos libres, en el coche, volviendo a casa. ¿Qué es lo que pasó?
Sonaba muy nervioso.
-
Nada
papá, todo el mundo está bien, luego te cuento. Sólo te quiero hacer una
pregunta…¿tú quieres a Kurt?
-
¿Pero qué
narices me preguntas?
-
Tú
responde, papá…Tengo el altavoz puesto.
-
Kurt…Kurt
¿estás ahí?
Kury se acercó al teléfono.
-
Snif…snif…
sí.
-
Escúchame
bien, campeón, no es que te quiera, es que te amo con toda mi alma. Siempre te he querido, y siempre te querré.
Escuchad… todos… sé… sé que pensáis que… yo también me siento así… Creo que
todos tenemos miedo al abandono. Todos nosotros hemos tenido en nuestra vida
una persona que renunció a nosotros. Que nos cambió por dinero, por una vida
sin niños, o por una vida criminal. Pero yo jamás haré eso. Somos una familia.
Sin vosotros no sabría lo que es la felicidad. Jamás dejaré de quereros… no
puedo hacerlo. Sois lo más bonito que tengo.
Kurt me apretó, ilusionado, y empezó a tirar
besitos al teléfono, y Alice y Hannah también. Escuché la risa de papá al otro
lado, y pensé que no debíamos distraerle
cuando estaba al volante.
-
Gracias,
papá, eso fue precioso. Te vemos ahora. Te quiero.
-
Te
quiero.
-
Te
quiero.
-
Te
“quero”.
-
Y yo a
vosotros.
Colgué el teléfono, y miré a Kurt. Parecía
mucho más tranquilo.
-
Alejandro,
voy a encargarme personalmente de… - empecé pero no me dejó terminar.
-
Soy
idiota, ya lo sé. – dijo, y se acercó a Kurt para apoyar su frente en la de él.
El gesto me pareció muy tierno. – Peque, puedes ser todo lo pesado que quieras,
que nadie aquí dejará de quererte por eso.
Por primera vez en mucho rato, Kurt sonrió.
-
¿Aunque
llore y dé patadas y suba al armario y
diga palabras feas? – preguntó.
-
Si haces
eso lo único que pasará es que te calentarán el trasero – intervino Michael, y
le sacó de mis brazos. Le meció un poco y le dio un beso.
-
¡Por fin,
coño, por fin! – resoplé.
-
Ted…has
dicho un taco. – dijeron los tres enanos a la vez.
-
Sí, Ted,
has dicho un taco – me chinchó Alejandro.
-
Y más de
uno, en realidad, que los he oído todos -
apuntó Harry.
-
Se lo
tendremos que decir a papá… al igual que tú tienes que decirle lo de los
globos… - comentó Maddie con falsa voz de inocencia y un brillo pícaro en los
ojos.
-
Enanos
chantajistas y ….y….jolín, Michael, ayúdame, ¿no?
-
Por lo
visto soy un cerdo. Hasta donde sé los cerdos no hablan. – respondió, y me
dedicó una sonrisa de burla extrema. Hice una mueca.
-
….Siento
lo que te dije.
-
Y yo
siento no haberte escuchado. – respondió Michael.
-
Owww, qué
bonito, vuestra primera pelea. Ahora daros un beso – se burló Alejandro.
Recibió un puñetazo semiamistoso en cada hombro.
Todos empezaron a dispersarse y yo me senté en el sofá, o mejor dicho, me dejé caer sin energías.
Estaba más cansado que aquél día que el profesor de gimnasia se enfadó y nos
tuvo toda la hora haciendo flexiones. Me di cuenta, no obstante, de que no me
quedaba sólo. Zach se acercó y se sentó a mi lado.
-
No me
llegaste a levantar el castigo…
Las palabras que eligió y la vocecita que puso me
hicieron replantearme la edad de mi hermano. Él no parecía tener problemas con
que yo estuviera al mando.
-
Los demás
se lo levantaron solos, y empecé a discutir con Michael… En fin, creo que
entendiste que se acabó – respondí, y le dediqué una sonrisa.
No me la devolvió. Parecía como si tuviera algo que decir pero le diera
vergüenza. Le di vueltas a la cabeza y al final encontré qué podía ser.
-
Pero no
puedo darlo por terminado hasta que no me des un abrazo. Como no me lo des te
vuelves a la esquina. – le dije, en falso tono serio. Zach sonrió y se apoyó
sobre mi hombro en un semiabrazo / “ahora eres mi almohada”. – Eso está mucho mejor.
Estuve así un rato con él, contento porque no podía
ponerse así de mimoso conmigo, sino con papá. Recordé al niño de ocho años que
fue, que se venía a dormir a mi cama cuando la de papá estaba llena.
-
Tú no me
vas a odiar ¿verdad? – le pregunté.
-
¿Mmm?
-
Los
demás. Creo que no van a perdonarme por… por haberos castigado. Sé que no soy
papá, pero no fue un castigo tan malo…y lo hice para que…para que él….
-
Sé por
qué lo hiciste – me cortó – Mirar a la pared es mejor que una zurra.
-
Fue…
raro. Soy vuestro hermano…
-
Papá
también. Y nunca nos ha resultado extraño que él nos castigue. Supongo que es
demasiado mayor para ser nuestro hermano…y tú también. Sobre todo mentalmente.
Aunque físicamente también….A mí me sacas cuatro años, pero a la enana trece.
Papá te saca veinte a ti. Casi podrías ser el padre de Alice.
-
Pero qué
dices. – me horroricé – Oye, que sólo le saco dos años a Alejandro. Yo soy
vuestro hermano, y puedo ser más infantil que Alice si me lo propongo.
Solamente estos días… tengo que hacer del malo del cuento.
-
Tú no
sabes ser malo. – respondió, dándome un golpecito en el hombro.
-
¡Oye!
¡Puedo aprender!
En ese momento, la puerta principal se abrió, y papá
entró en casa. Sentí el fuerte impulso de ponerme a rezar veinte rosarios, pero
supe que ni eso podía salvarme.
-
Aidan´s POV -
Que sí quería a Kurt. ¿Qué clase de pregunta era esa y por qué me lo
habían preguntado?
Mientras transitaba las carretera rumbo a mi casa me imaginé cientos de
escenarios posibles, a cada cual más horrible. ¿Qué era lo que había pasado? Me
dije a mi mismo que si alguno estuviera herido Ted me lo habría dicho. Me esforcé por mantener la calma, y por fin
llegué a casa.
En el salón sólo estaban Ted y Zach, sentados en el sofá.
-
Hola
papá, ¿cómo te fue? – me preguntó Ted. Estaba nervioso.
Me incliné para darle un beso a él y otro a Zach.
-
Bien. Ve
al grano, ¿quieres? – le pedí.
-
Uff…. Hay
tantos granos… - intervino Zach, sonriendo un poco.
-
No es
momento para bromas, hijo.
-
Si es que
han pasado tantas cosas que por más que quieras no se pueden resumir – me dijo.
Decidí sentarme. Zach cambió de posición para apoyarse sobre mí. Ante eso no
pude más que sonreír.
-
Qué
mimoso estás. ¿Es porque te metiste en líos?
-
En uno
realmente pequeñito. ¡Después de todo lo que pasó creo que yo soy el bueno!
-
El bueno
es Cole – dijo Ted – Y Barie también.
-
…¿Y todos
los demás? – pregunté yo, sabiendo que detrás de la broma se escondía el meollo
del asunto. Ted suspiró, y le dio un toquecito a Zach en el brazo.
-
¿Por qué
no subes a ver si Harry está terminando los deberes? – le dijo. - Yo tengo que
hablar con papá.
Zach asintió y subió. Cuando me quedé a solas con Ted
analicé su lenguaje corporal tratando de averiguar como de malo era lo que me
iba a contar. En realidad parecía como si quisiera preguntarme algo.
-
Papá… ¿yo
puedo castigar a mis hermanos? – dijo al final. No me esperaba aquello.
-
¿Qué tipo
de castigo?
-
Pues…
todos en realidad… Pero me interesa sobre todo uno en concreto.
-
¿Me estás
preguntando si puedes pegar a tus hermanos? – inquirí, creo que sin poder
evitar poner un poquito de desaprobación en mi voz.
-
No te
enfades…
-
No me
enfado por la pregunta, pero si lo preguntas es por algo. ¿Lo hiciste?
-
Primero
respóndeme.
-
Ted, esto
no funciona así.
-
Por
favor, papá…. Te lo contaré todo, de verdad…Ya he asumido que algún castigo me
va a caer….
Me resultó curiosa la expresión “algún castigo me va a
caer”, como si hubiera varios motivos por el cual yo tendría que castigarle. Le
miré fijamente.
-
Vas a
estar varias horas a cargo de diez personas, con la ayuda de Michael cuando
vuelva de la comisaría. Supongo que es idílico pensar que ningún día te van a
dar problemas. No sé si a Alice la has castigado alguna vez, pero siempre la
aconsejas o la regañas un poquito. Te he visto con ella y sé que eres justo y
cariñoso, así que si la pones en la esquina por algo será. Sí, puedes hacerlo.
Lo mismo se extiende a Kurt y Hannah. Puedes ponerles en la esquina, dejarles
sin postre, dejarles sin jugar, o lo que creas oportuno, pero no debes abusar
de ello ni hacerlo cuando no estéis solos. Sabemos que el caso de Dylan es
peculiar, así que no puedes castigarle tú como no puedo castigarle yo. Con Cole
es más de lo mismo que con los enanos…pero intenta que no se sienta tan enano.
Y recuerda que te adora, así que no seas duro con las palabras. Me extrañaría
que Barie te diera problemas. Si es así, probablemente baste con regañarla un
poco. Si no basta, si hace algo realmente malo o peligroso, me encargaré yo al
volver a casa, pero si necesitas frenar una situación puedes mandarla poner el
lavavajillas. Odia hacerlo, y será una tarea menos para ti. Los castigos de los
peques en muchos caso no valdrán con ella al igual que no valdrían contigo, por
cuestión de edad. Con Madie te digo lo mismo, pero ella no te lo pondrá fácil
si tienes que castigarla. Intenta no perder la calma, y el sentido del humor.
Zach y ella recurren a eso cuando están nerviosos. Y….Zach. Zach. Y Harry. No
sé qué decirte con ellos. Por alguna razón no tengo tanto problema con que lo
hagas con Zach, pero sí con Harry, aunque sean de la misma edad. Supongo que es
porque sé que Harry probará tu paciencia de mil maneras posibles, y te
insultara en todos los idiomas que conoce. Creo que con ellos deberías
sobretodo limitarte a hablar. Zach hará todo lo que tú le digas si le hablas
como sueles hacerlo, y con Harry apela a su conciencia. Es un gran chico, y es
capaz de entender él sólo lo que hizo mal. A Alejandro sólo le sacas dos años.
A él y a los gemelos es… casi antinatural que les castigues – concluyó papá.
Me escuchó con atención, pero no dijo nada. Durante unos segundos
esperé a que me respondiera. Cuando entendí que no iba a hacerlo seguí hablando
yo.
-
Respecto
a… si puedes pegarles… Entiende que yo no te puedo dar permiso para eso. Lo más
que puedo decirte es que no me enfadaré si lo haces en determinadas
situaciones. Si le das una palmadita a los enanos cuando ya has tenido que
llamarles varias veces la atención no…no pasaría nada… Pero son tus hermanos…
no es tu trabajo educarles…Sé que puede parecerte muy hipócrita que te diga
esto cuando te pido que les cuides, pero…
-
Técnicamente
te lo pedí yo. Yo te dije que no trajeras una niñera. Y sé lo que quieres decir. Es como si les pegara la niñera… o no
tanto, porque creo que a ella la matarías… pero no es mi lugar, ni mi misión.
-
Sí, más o
menos… Es…es una relación antinatural entre hermanos, Ted y además ¿dónde está
el límite? Si lo haces con otro que no sean los enanos pondrá el grito en el
cielo, sin entender por qué tienes autoridad para hacer eso. De hecho pensará
que no la tienes… que eres su hermano….Y tendrá razón… Has crecido con ellos, a veces… pocas, pero a veces tengo que
reprenderte y….eres…eres su igual.
-
Así que,
palmadas no. – sintetizó.
-
Palmadas
no. – respondí. – Y en realidad Ted… cualquier tipo de castigo… piénsatelo bien
antes. ¿Cómo te tomarías tú que Michael pretendiera corregirte? No te saca
mucho menos de lo que tú le sacas a Alejandro. Por eso te he dicho que a él no…
Salís juntos, compartís algunos amigos…Sería más que raro.
Con aquello dije todo lo que tenía que decir al
respecto. Qué conversación más extraña. Sé que Ted entendía la diferencia entre
él y yo… que yo no era sólo su hermano… Pero aun así una voz en mi cabeza me
decía “hipócrita”.
Sabía que la pregunta no había sido gratuita. Ahora le
tocaba hablar a él, y decidí escucharle sin perder la calma dijera lo que
dijera.
-
Castigué
a Alice. A Hannah. A Madie. A Zach. A Harry…y a Alejandro. – enumeró, vacilando
en los últimos nombres porque eran los que yo le había restringido. Asentí,
despacio.
-
¿Por qué?
-
Jugaron
con globos de agua dentro de casa.
Lo pensé bien. Sabían que no podían hacerlo y yo les
habría castigado también, pero me extrañaba que él lo hiciera sólo por eso.
-
¿Nada
más? – pregunté, y vi que Ted se ponía tenso. Presentí que no me estaba dando
todos los detalles, y que tampoco me los iba a dar – Tendré que preguntarles a
ellos, entonces. ¿Cómo fue?
-
Pues… les
puse mirando a la pared.
-
¿A todos?
¿Y no te mandaron a la porra? – pregunté incrédulo. A mí con quince años me
dicen que me ponga mirando a la pared y me da un ataque de risa.
-
Bueno,
hubo reacciones diferentes… Pero al final lo hicieron.
-
Ted… hay
algo que me suena raro aquí. ¿Les ves jugando con globos y les mandas a la
esquina? ¿Es que rompieron algo?
-
No… Yo…
Bueno, recuerda que ya les castigué así que tú no puedes hacerlo. No sería
justo castigo doble – me dijo, y levanté una ceja. No pude decir nada, porque
continuó. – Les vi jugar con eso y les dije que en casa no…Además Harry aun
tenía deberes. Me fui a hacer otra cosa y cuando volví seguían jugando. Intenté
que pararan, pero no me hicieron caso. Grité, y nada. Me tiraron un globo, y
seguían. Pasaban… pasaban mucho de mí, y lo pusieron todo perdido de agua. Les
dije que lo tenían que recoger e irse a la esquina y así conseguí que pararan.
-
… Y les
castigaste de esa forma tan absurda para que no viniera yo con otro tipo de
castigo. Mocoso aprovechado e inteligente…
Ted sonrió un poco, intentando ver si estaba enfadado.
Suspiré.
-
Me
imagino la situación, tu gritándoles que paren y ellos a lo suyo. Hicieron tres
cosas mal ahí: desobedecer a algo que yo les he dicho varias veces,
desobedecerte a ti, e ignorarte. Entiendo que les castigarás. Pero si la
próxima vez Alejandro se une a ellos en vez de ayudarte tendré una charla seria
con él… ¿Algo más? Zach habló de muchas cosas…. Por cierto…¿qué tal con Zach?
-
Me lo
puso fácil. Se puso donde le dije como
las enanas.
-
¿Y Harry?
Ahí Ted carraspeó un poco, fingiendo atragantarse y no
poder responder.
-
Theodore…
-
Me mandó
a paseo…
-
Con
buenos modales, imagino – respondí sarcásticamente - ¿Cómo conseguiste que al
final lo hiciera?
-
Fue
Michael. Llegó en ese momento.
Emití un gruñido de asentimiento, para indicar que le
había oído, y me puse a pensar.
-
¿Qué más
pasó? ¿Les pegaste? - pregunté al cabo
del rato.
-
No… yo
no.
-
¿Tú no?
¿Y entonces quién?
-
… Dylan
pisó sin querer el unicornio de Alice. Ya sabes que son muy especiales para
ella…Se rompió, y ella se enfadó mucho y se puso algo agresiva… Alejandro no
entendía por qué se puso así por un juguete y le parecía mal que yo la
consolara en vez de regañarla por lo que él creía una rabieta… Le dijo a Alice
que tú la pegarías, ella le mordió… y Alejandro la dio un azote.
Solté un bufido.
-
Bueno,
eso definitivamente me molesta más que unos globos de agua – dije, molesto con
Alejandro.
-
Pero
papá… luego hicieron las paces… Alejandro no tenía mala intención…Es como yo
con lo de la pared….
-
No, Ted,
es distinto, y además él ya hizo esto una vez y le dije que preferiblemente no
lo hiciera. Estabas tú en casa y a cargo. No debería haberla pegado. –
sentencié, y luego suspiré – No estoy enfadado. Pero tengo que pensar qué hacer
con él.
-
Arreglé
el unicornio – dijo, como para hacerme cambiar de tema. – Casi me quedo pegado,
pero lo arreglé.
-
¿Usaste
el pegamento fuerte? ¿Tú sólo? – me inquieté. No me gustaba que usaran las
cosas del garaje sin supervisión. Aunque Ted no fuera de los pequeños…
-
S-sí…
¿Hice mal?
-
No es una
sierra, pero es igual de peligroso si te da en los ojos o si tardas mucho en
echarte el disolvente.
-
Perdón…
-
Está
bien, Ted, no me molesta… Imagino que tuviste cuidado, y ya no eres pequeño… Es precioso que hicieras
eso por tu hermana.
Me sonrió.
-
Cuando se
lo enseñé me dio como cien besos. – comentó, y yo sonreí también.
-
¿Eso es
todo? – pregunté, haciendo ademan de levantarme del sofá. Pero él me frenó.
-
No…Falta…
Kurt. Tuvo varias rabietas… y creo que en el fondo lo que pasaba es que quería
estar contigo y no conmigo, porque una de ellas fue por no querer hacer los
deberes hasta que vinieras…
-
Bueno… es
pequeño…
-
Sí…
Recuerda eso cuando te diga que… se subió al armario. Le encontré ahí arriba y
casi me da algo al pensar que se podía caer. ¿Recuerdas que Alejandro se rompió
un hueso así?... Le bajé…Michael y yo le regañamos un poco… Pero supusimos que
tú…. Pues eso, que le castigarías al venir…Y no le sentó muy bien. Escuchamos
ruidos, Michael volvió a entrar y Kurt la tomó con él. Le insultó y le pegó…
Suspiré.
-
Tengo que
conseguir que deje de subirse a todo lo que encuentre… - murmuré, con algo de
preocupación.
-
Me da la
impresión… de que se aburría y se sentía sólo. Yo estaba con Alice, Michael con
Hannah…
-
¿Por qué
me llamó Barie? ¿Y por qué me llamaste tú preguntando si le quería?
-
Ya…
llegamos a donde no quería llegar. – musitó.
-
Ted…
-
Te dije
que… que Kurt pegó e insultó a Michael….y él… pues… le castigó… le… le dio unos
azotes.
Abrí los ojos bastante sorprendido. No lo esperaba de
Michael. Nada en su actitud había
delatado todavía el tipo de relación que iba a tener con sus hermanos. Iba a
hacer algunas preguntas, pero Ted se largó a hablar él solo, bastante
indignado.
-
Le dije
que no lo hiciera… que te esperara a ti, pero se puso en plan “Ted, no te
metas”…. La culpa es mía por decirle que tenía que hacerle caso por ser el
mayor….Bueno, pues no se lo hice y quise impedirlo pero él tumbó a Kurt y le dio
seis palmadas… No me gustó cómo lo hizo… Nunca me gusta pero… fue muy brusco.
Kurt se asustó. Fue todo muy rápido, tú sueles ir más despacito… Lloró mucho, y
me llamó, y me sentí tan mal….Michael quería darle más y yo no le dejé, me
parecía excesivo para el enano. Tuvimos una pelea y él…¡no quería consolarle!
Decía que no le daría un abrazo hasta que dejara de llorar…y Kurt en cambio no
dejaría de llorar si él no le daba un abrazo.
Me pareció que así no se hace. Así no es cómo lo haces tú. Kurt pensó que
él no le quería…y lloró…y yo odio verle llorar así que a lo mejor me pasé con
Michael… y discutimos…Ahí te llamó Barie… Y Kurt seguía llorando, y diciendo
que quería verte…y Alejandro se hartó y le dijo que no vendrías porque él era
un pesado…. Y eso casi mata al enano… Te llamamos a ti, se le pasó… Alejandro
se disculpó, Michael por fin le abrazó….y….y…ya.
Parpadeé por varios segundos. No sabía a quién quería
matar primero. Michael era el candidato número uno, aunque la sobrada que soltó
Alejandro….Suspiré. Miré a Ted a los ojos. Él me miraba mordiéndose el labio.
-
Si se
diera el caso en que Kurt vuelve a subirse a un armario o a hacer algo
peligroso…. O algún otro se pasa de la raya….Tú, y sólo tú puedes…darles
palmadas. – le dije. Me miró boquiabierto.
-
¿Por qué?
-
Porque
has sabido ver los errores en lo que hizo Michael, y te desagrada tanto la idea
que cuando lo hagas será porque se merezcan muchos más azotes de los que les
des. Tengo la certeza de que no te aprovecharás de tus hermanos y de que lo harás
de la forma correcta.
-
Yo… no
quiero hacerlo…
-
Si
quisieras, entonces no te dejaría. – le respondí.- No es algo que deba gustarte. No debes
relativizar el asunto de pegar a uno de tus hermanos. Quiero que sólo lo hagas
como último recurso. Y… si alguna vez considero que te equivocas…
-
… me
entierras vivo, lo pillo. – terminó él.
-
Yo
hubiera usado otra expresión, pero sí. Te he dicho esto porque confío mucho en
ti.
Evité decir “no me decepciones”…Pero realmente deseé
no estar equivocándome con aquella decisión. Sabía que Ted lo pensaría mil
veces antes de castigarles así. La idea le desagradaba por completo.
Pasé al siguiente punto.
-
Aún tengo
que hablar con tus hermanos, pero no creo que hayas hecho nada malo. No sé por
qué pensabas que “algún castigo te iba a caer”.
-
No impedí
que el enano se subiera al armario. Quizás me sobré un poco con Michael. Y…
dije unos cuantos tacos.
-
¿Kurt te
está contagiando su sinceridad? – le pregunté y luego sonreí un poco.
-
¿No te
enfadas?
-
Lo de
Kurt no fue tu culpa. Lo de Michael… aún tengo que ver si le despellejo o le
estrangulo, así que no voy a decirte nada… y lo de los tacos… No tienes el
padre más bienhablado del mundo. No está bien que los sueltes delante de los
enanos y le daré licencia a Michael para desplumarte la cartera la próxima vez
– le chinché. – Por esta vez mete cinco dólares al tarro…. Aunque algo me dice
que la tarifa tendría que ser más alta….
-
Bastante
más…
-
Esa
suerte tienes – le dije, y sonreí. - ¿Tienes algo que hacer ahora?
-
Sí. Tengo
que poner la ropa a secar.
-
Ya lo
hago yo. Tú sube arriba y descansa. Es una orden.
-
Pero
papá, ese es mi trabajo en casa…
-
Hoy
hiciste horas extra. Vamos, eres libre. Llama a tu chica a ver si me das una
nuera por fin.
-
¡Papá! –
protestó avergonzado, pero sonrió un poco y se fue. Primero pasó por la cocina
y metió cinco euros en el frasco. Empezaba a estar considerablemente lleno.
Apunté mentalmente contar el dinero y ver si era suficiente para pasar un fin
de semana en el parque de atracciones.
Me quedé en el sofá por un rato. No había pasado nada
“tan” grave. Ya iba a subir al piso de arriba, cuando varios pasitos bajaron
las escaleras.
-
Hombre,
si por fin habéis decidido venir a saludar – reproché a las caras que se fueron
asomando. Al final, vinieron todos.
-
Mientras
sólo sea saludar… - dijo Zach – Recuerda que para saludar las manos se quedan
arriba. – comentó, con descaro.
-
¿Arriba
como así? – pregunté, levantándole el brazo y haciéndole cosquillas. Zach se
rió un poco. Luego le solté y me puse algo más serio.- A ver…lo primero un abrazo ¿no? Que aquí
llega uno a casa y nadie le recibe.
Ellos sonrieron y me envolvieron en un abrazo de
grupo. Poco a poco nos separamos, y ellos me miraron como tanteando mis
intenciones.
-
Os quiero
a todos delante de mí, por edades. Michael, tú aquí a la izquierda. Los demás
ya sabéis como va…
-
¿Pero yo
al lado de quién voy? – preguntó Kurt.
-
A ver,
enano, ¿quién te saca menos años de aquí? – le dije, y él señaló a Dylan. –
Pues a él en la izquierda. Tu otra izquierda, cariño. La manita con la que
comes es la derecha. Eso es. Y a tu lado se pone Hannah.
-
¿Y por
qué él va antes que yo? – protestó.
-
Porque te
saca un minuto. – respondí, y la guiñé
un ojo.
Cuando todos estuvieron colocados paseé la vista por
todos ellos. Metí la mano en el bolsillo.
-
¿Sabéis
qué es esto? – pregunté, enseñando dos piruletas. Ellos asintieron, claro. –
Son para las dos personas que no están en problemas hoy, porque se portaron
bien con Ted. – dije, y le di una a Cole y otra a Barie. Barie sonrió más que
Cole, pese a ser más mayor, porque la encantaban las chucherías. – ¿El resto sabe decirme por qué está en
problemas?
Les miré para que hablaran por orden. Ya habíamos
hecho aquello alguna vez, así que entendían el sistema.
-
Ño hise
caso a Ted – susurró Alice, con una carita que daba lástima. – Y modí a
Alejandro…Y me enfadé mal con Dylan.
Me sorprendió que fuera capaz de responder con esa
exactitud. Alice era bastante lista y se expresaba considerablemente bien para
su edad.
-
¿Y cómo
se enfada uno mal, Alice? – la pregunté. Esa era una expresión que yo había
usado para explicárselo.
-
Con
gritos y….y…rompendo cosas.
-
Exacto. –
dije y me agaché a su lado. - ¿Ted ya te castigó? - pregunté, pese a saber la respuesta.
-
Chi…
La cogí del bracito y la di una palmada muy suave
sobre la falda. Sé que no la dolió porque ni siquiera dio un respingo.
-
Abrazo a
papá. – pedí, y ella se colgó de mi cuello. – Luego tienes que enseñarme tu
unicornio ¿eh? Que me han dicho que está en el hospital.
La di un beso, y la dejé en el suelo. Luego fui con
Hannah, que estaba muy cerca de ella, a dos pasos.
-
¿Y tú?
-
No hice
caso a Ted…
-
¿Y él ya
te castigo?
-
Sí…
Igual que con Alice, la agarré del brazo y di una
palmada muy suave. No tuve que pedirla
un abrazo porque se hizo un huequecito y se sentó en la rodilla que no tenía
hincada en el suelo.
-
Mañana no
te vas….¿vale? – me dijo. Owww.
-
Princesita,
tengo que irme. Tengo que trabajar. Pero volveré tan rápido como pueda.- dije,
aunque precisamente al día siguiente volvería tarde por el Meet and Greet…
-
¡No te
dejo! – protestó, y me agarró el brazo. Sonreí y la di un beso. Luego me solté
con delicadeza – Joo.
La piqué el costado y ella se rió. Cuando me dirigí a por Kurt pasó
algo curioso. Michael, Ted, Barie y Alejandro dieron un paso adelante.
-
Papá, a
él ya le castigaron…. No le pegues…. Por fa….Ya lloró demasiado…
-
Claro,
porque estoy siendo malo y super duro, y vuestras hermanas están llorando
muertas de pena y dolor – respondí con sarcasmo y rodé los ojos.
-
Hola papi
– susurró Kurt. Sonreí un poco.
-
Hola,
campeón. Mi bebé hermoso. ¿Cómo se te ocurre dudar de que te quiera? –
pregunté, acariciándole la mejilla.
-
Es que
fui malo…
-
Mira que
lo dudo… En todo caso te portaste mal, que no es lo mismo. Y aun así… ¿crees
que papá va a dejarte de querer por eso?
Kurt se encogió de hombros. Levanté su barbilla.
-
No.
Nunca. Lo digo con tus hermanos de
testigo. Nunca tengas miedo de eso, campeón.
Él alzó la mirada y sus ojos aún estaban algo rojos por lo mucho que tenía
que haber llorado.
-
A ver
enano… ¿sabes decirme las cosas que hiciste mal hoy?
-
Son
muchas, papi…
-
No serán
tantas.
-
… me
enfadé por el zumo…me enfadé por el cuento…
-
Enfadarse
no es malo, campeón. Pero hiciste un berrinche ¿verdad?
Él asintió.
-
Y… dije
una palabra fea. Y me subí al armario. Y pegué a Michael.
-
Te he
dicho muchas veces que no puedes subirte a los sitios altos. Puedes hacerte
mucho daño.
-
Lo
siento…
-
Está
bien, bebé. ¿Michael te castigó?
Volvió a asentir, con un puchero.
Le abracé, y le di una palmada aún más suave que la de sus hermanas
Luego le di un beso. Llevé la mano a su tripa y le hice cosquillitas. Cuando
hacía eso Kurt seguía teniendo risa de bebé.
-
¿Por qué
te enfadaste tanto con Michael? – le pregunté.
-
Porque no
me quiere.
-
Sí te
quiere, campeón…
-
No, no me
quiere. Siempre está con Hannah y
conmigo no.
Miré al aludido que se encogió un poco. Creo que el comentario de Kurt
le pilló por sorpresa.
-
Te
prometo que eso va a cambiar. Michael va a jugar mucho contigo, y va a empezar
ésta noche, cuando termine de hablar con él. Pero sí te quiere. Todos en esta
casa te quieren mucho, enanito.
Le di otro beso y le revolví un poco el pelo. Enseguida Maddie se
encogió un poco. Sabía que iba a saltarme a Dylan, a Cole, y a Barie, y que la
siguiente era ella. Estuve tentado de seguir para darles una lección, sabiendo
que los mayores odiarían ser reprendidos delante de sus hermanos pequeños, pero
no quise ser cruel. Me separé un poco de
la fila y paseé alrededor de ellos.
-
Que le quede
muy claro a todo el mundo. Cuando yo no esté y deje a Ted a cargo se le hace
caso. Si no tendréis dos castigos: el que él os dé y el os dé yo. ¿Entendido? –
pregunté, y esperé el asentimiento general. Miré especialmente a Harry y
Alejandro. – Muy bien. Ahora me quedaré sólo con los mayores. Desde Maddie para
arriba. El resto puede irse.
Barie y todos los que estaban a su derecha subieron escaleras arriba.
-
Madelaine
– dije, cuando se hubieron ido. – tu tampoco hiciste caso a Ted ¿verdad?
-
No,
papá…. pero no lo hagas, por favor….No delante de ellos…
Me acerqué a ella un poco.
-
Vosotros
habéis pasado de Ted delante de vuestros hermanos. Puedo asegurarte que da más
vergüenza ver que la gente a la que estás cuidando pasa de ti y se ríe en tu
cara que lo que voy a hacer, porque voy a hacerlo con todos. En realidad
tendría que haber dejado a los enanos, porque ya que sois ejemplo en lo malo,
deberíais servir también de ejemplo.
Maddie agachó la cabeza por el regaño.
-
Sólo me
lo estaba pasando bien… - susurró.
-
Mi niña –
suspiré, y levanté su barbilla – Lo entiendo, y no estoy nada enfadado ¿de
acuerdo? Más que jugar con el agua, lo que me molestó fue que desobedecierais a
Ted. Para él no es fácil hacer el papel de echar broncas. – dije, y creo que
Ted se avergonzó un poco. Abracé a Madie y mientras la tenía así agarrada baje
la mano y la di una palmadita.
-
¿Por qué
haces esto…? No duele…
-
Ah
¿quieres que duela? – inquirí, y levanté mano otra vez.
-
¡No!
-
Eso
creía. – sonreí y la di un beso – Es un pequeño aviso.
Me separé de ella y miré a Zach. Él suspiró y me devolvió la mirada.
-
¿Y tú?
¿Qué me cuentas?
-
Ya lo
sabes… tampoco hice caso a Ted…seguí jugando con los globos…
-
Y sin
esperarme a mí. Qué mal. Las cosas divertidas como las batallas de agua se
hacen cuando estemos todos – protesté, con infantilismo sobreactuado. Zach
sonrió un poco. Le agarré el brazo y él retrocedió. Eso me sorprendió un poco.
-
Tranquilo
Zach… no duele – le dijo Madie.
-
Del brazo
no – me dijo Zach, y me abrazó.
Cosita cariñosa. Correspondí a su gesto y le di con suavidad sobre el
pantalón.
-
¡Ay! ¡Sí
que duele! – protestó. Rodé los ojos. No dejaría de fascinarme el hecho de que
protestaran por un castigo pequeño a veces más que por uno grande. Aquello de
hecho ni fue un castigo, y por eso al separarme le saqué la lengua.
-
Muchísimo.
Ha sido horrible. – le dije, con sarcasmo, y le revolví el pelo.
Por último, me encaré con Harry. Él miraba al suelo algo avergonzado, y
habló antes de que yo le preguntara nada.
-
Yo
también pasé de Ted… y le desafíe… y le hice un corte de mangas.
Me asombré un poco. Ted no había sido tan específico al mencionar que
Harry le había dado problemas.
-
Pero
también consoló al enano – apuntó Ted, como para defenderle.
-
Te salva
de una gorda el haber sido sincero. Esos gestos nunca ¿eh? Y a tu hermano mayor
menos. – le dije, y le agarré del brazo. A él le di dos palmadas, algo más
fuertes.
PLAS PLAS
-
Ai…
Perdón…
-
Perdonado,
campeón. – respondí, y le abracé. – Y gracias por consolar a tu hermanito.
Le di un beso en la frente, y miré a Michael y Alejandro.
-
Con
vosotros hablaré en vuestro cuarto. – dije, y Alejandro se estremeció un poco.
Después subió las escaleras y Michael le siguió. Los demás también se fueron,
salvo Ted.
-
¿Por qué
me hiciste estar delante?
-
¿Tan
desagradable fue?
-
Desagradable
lo que viene ahora… No me dejes sin hermanos… por fa…
-
Exagerado
– susurré, y rodé los ojos.
Subí al piso de arriba, al cuarto de los mayores, y Cole estaba allí…
leyendo, como no. Por gente como él
existía gente como yo.
-
Campeón,
¿por qué no vas a leer a mi cuarto? Estarás más tranquilo, y quiero hablar con
tus hermanos.
Cole se levantó sin dejar de leer, y caminó como un autómata sin quitar
la vista del libro. No pude no reírme, pero luego me puse serio para mirar a
Michael y Alejandro.
-
¿Con qué
derecho pegáis a vuestros hermanos?
-
Con el
mismo que tú – replicó Alejandro. Zas. Eso dolió. Dolió, y me llenó de rabia.
-
¿De
verdad? ¿Tú les has cambiado los pañales, dado de comer, vestido, cuidado
cuando estaban enfermos? ¿Tú les has criado, dado lo mejor de ti y querido con
toda tu alma?
-
…Lo
último sí – respondió, algo cohibido. Entendí entonces que no había insinuado
que yo no tuviera derecho a reprenderles, sino que por la misma regla de tres
él también podía, porque les quería. Se me pasó el enfado enseguida.
-
Lo sé. Sé
que les quieres… Anda, ven aquí. – le ataje hacia mí, y le di un abrazo. –
También te pasaste con lo que le dijiste a Kurt.
-
Ya… Soy
un bocazas….
-
Tienes
que tener cuidado ¿eh? Es un niño pequeño. Es muy impresionable.
Alejandro asintió y no dijo nada.
-
Michael,
espera fuera, por favor.
No tuve que repetírselo. Tardó menos de un segundo en desaparecer.
-
Sin
testigos… me vas a despedazar. – susurró Alejandro.
-
¿Desde
cuándo te castigo en público? ¿Acaso lo prefieres?
-
¡No! … La
verdad, preferiría que no me castigaras.
-
Sí, yo
también lo preferiría – respondí, y me senté en su cama. Le puse delante de mí.
– Te preguntaré lo mismo que a tus hermanos. ¿Qué es lo que hiciste mal?
-
Pegué a
la enana… y además lo hice muy fuerte y sin entender por qué ella había
reaccionado así. Debería haber esperado a saber qué pasó en realidad…. Que ese
juguete es más que un juguete para ella… Y en cualquier caso debería haberte
esperado a ti…
-
Ya
hablamos de esto cuando lo hiciste con Kurt. Además, ésta vez estaba Ted. Él
estaba manejando la situación.
-
Ya…No…no
le ayudé demasiado. Me uní a los enanos con los globos en vez de frenarlos… y
le solté a Kurt una crueldad…
-
Sé que
mañana lo harás mejor – susurré, y apoyé su frente en la mía. – Confío en ti
Le escuché tragar saliva muy fuerte. Con movimientos lentos le guié
para que se tumbara encima de mí. Si era coherente tampoco podía ser muy duro
con él. No lo había sido con los demás, y Ted también le había castigado.
Levanté un poco la mano y la dejé caer sobre su vaquero.
PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS
-
¿Tienes
que ir tan rematadamente despacio? ¿Pretendes torturarme? – gruñó. Las
siguientes fueron un poco más fuertes.
PLAS PLAS PLAS
-
¡Ay!
-
Mala
posición para ponerse exigente. No es ninguna tortura. Otra vez lo pensarás
mejor antes de ser tan impulsivo.
PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS
-
Aii…
PLAS PLAS PLAS
-
Afff.
PLAS PLAS
Dejé la mano quieta y esperé a ver cómo reaccionaba. Al pasar unos
segundos, y entender que no había más, se llevó las manos atrás y se frotó un
poco. Le ayudé a incorporarse. Me miró sin decir nada y sin pestañear.
-
¿Me dejas
abrazarte? – le pregunté.
Alejandro dio un pasito lejos de mí. Lo deshizo. Lo volvió a dar.
Decidí ayudarle con su indecisión, me puse de pie, y le atrapé entre mis
brazos. Le di un beso.
Se dejó hacer con bastante inexpresividad. Decidí que ya había tentado
a la suerte. Era todo un logro que no me hubiera echado o salido corriendo. Le
acaricié un poco el pelo.
-
¿Puedes
dejarme a solas con Michael un momento?
Alejandro asintió y se fue, sin decir nada. Dejó la puerta abierta y
Michael entró, despacio. Le observé bien. Estaba muy rígido. Le indiqué con un
gesto que se sentara a mi lado.
-
No me
puedes pegar – fue lo primero que dijo. – Tenemos un trato, y ni me puse en
peligro ni cometí un delito.
-
Lo sé.
Pero lo que hiciste sigue estando mal. Quiero hablar contigo y asegurarme de
que lo entiendes.
-
Ted no
quería que le pegara. Pero el enano me insultó varias veces y me arreó una
patada.
-
¿Le
pegaste por venganza?
-
¡No! Lo
que hizo no estuvo bien y… ¡tú también le habrías castigado!
-
Sí. Yo.
Su padre. Y en cualquier caso, Michael, las cosas no se hacen así. Ese niño es
muy inseguro. Necesita tener claro que le quieren.
-
Pero
cuando se porta mal…
-
Especialmente
cuando se porta mal. No puedes negarle el afecto porque haya hecho algo malo.
Michael frunció el ceño. Me resultó difícil saber si me entendía o no.
-
No quiero
que vuelvas a hacerlo. No puedes pegar a ninguno de tus hermanos. Y quiero que
los días que yo esté fuera ayudes a Kurt con su tarea, te encargues de hacer su
merienda y de todo lo que le incluya específicamente a él. Ese será tu castigo
y tu forma de compensarle.
Pareció pensarlo durante un momento.
-
Bueno –
dijo al final. No debió parecerle algo tan malo.
-
Esto no
quiere decir que no puedas echarle una mano a Ted. Sólo… él tiene más práctica.
-
Genial.
Subordinado de mi hermano pequeño – me bufó.
-
Eso es
porque tu hermano pequeño es muy grande – dije, y cuando no se lo esperaba le
di un abrazo, de forma que no tuviera ni tiempo de negarse - Pero tú también lo
eres.
**************
N.A.: La canción es “Beauty and a beat” de Justin Bieber xD
Bueno, quería decir varias cosas
pero como tardé mil años en hacer éste capítulo algo se me olvidará seguro. Lo
primero es que estuve de viaje, y ahora estoy hasta arriba con la universidad,
así que por eso la tardanza. No sé con qué frecuencia podré actualizar conforme
se vayan acercando los exámenes, pero en dos meses seré una persona libre :D :D
Quisiera hacer un par de
comentarios al respecto de éste cap.
-
A lo mejor es porque me quedó muy largo
(sumamente largo, inhumanamente largo….)
pero creo que algunas personas pensarán que es aburrido. I know e.e Próximamente pasarán cosas… No sé cuándo,
porque siempre me extiendo más de lo que tengo pensado, pero no tardaré mucho.
-
Que nadie odie a Aidan por ser nulo con las
mujeres, pobrecico mío.
-
¿Quién quiere entradas para el Meet and Greet?
;) Siempre he querido ir a una de esas
cosas y nunca me entero a tiempo… Pero luego pienso que con lo tímida que soy
me iba a quedar callada sin decir nada xD
-
Si tuvierais que elegir a un Whitemore, ¿quién
sería?
-
¿Y si tuvieras que elegir entre Michael o Ted?
-
¿Alguien más siente impulsos de cargarse a la
gente que crea complejos de abandono en los niños?
Me encanto el capitulo... y no estuvo tan largo...
ResponderBorrarpeor me mataste con la historia de Nadia yo quiero leer ese libro... de verdad
dean y michael por siempre
ResponderBorrarPuff nada de aburrido estuvo genialte quedó de lujo y entiendo lo de la Uní ando igual y aparte con lo del yeso peor jaja de escoger eso no se hace pero creo que Kurt que super tierno pero que no se suba a los mueblesse puede romper algo ( que si lo sabré yo. TwT) y entre los otros ni a cuál irle cada uno tiene lo suyo =D
ResponderBorrarOjala tengas un ratito para actualizar. Y suerte en la Uni
prefiero a Ted... es muy dulce
ResponderBorrarpero entre todos me gustan Alejandro y Hannah
Tu historia puede que sea larga pero ni siquiera se siente, puesto que te atrapa más si ya has leido todos los capitulos previos, como yo, espero no te atrases en actualizar pues eres genial y tu historia es mi favorita, no puedo dejar de leerla, si creo que tambien deberían castigar severamente a los que causan daños, emocionales en los niños, la inseguridad es muy mala y más cuando eres un niño hiperactivo pues eso te hace blanco de la gente que por lo común no entiende, Ted es tierno y bastante recto, Michael es bueno en el fondo, aunque le falta madurar y aprender a confiar, no quiere dar su amor, pues a sufrido bastante, en cuanto a Aidan me encanta y yo me quedaria gustosa con él, le enseñaria, jajaja bueno ya sabes a que me refieron. eres genial no lo dejes y date tiempo por fa, siiiiii ojitos de cachorro cocker spaniel color miel.
ResponderBorrar¿Largo?¿Que mas da si le he disfrutado cada una de sus letras?
ResponderBorrar¿Odiar a Aidan?,¡JAMÄS!,si por lo mismo se hace mas adorable!
Y...no gracias por las entradas...creo que igual me la pasaría mal por la timidez.
Mi favorito de los Whitemore?¡Definitivamente Aidan pero si te refieres a los críos pues serían Cole y Michael.
Y de entre Ted y Michael,sinceramente,son tan hermosamente especiales y diferentes los dos que no podría escoger!
¡Suerte en tus estudios! y sigue con tu bella historia que está de lujo!
Marti.
Hola Dream :3
ResponderBorrarLargo? Pues poquito pero sabes con lo genial que escribes se me hace. Muy cortito xq disfrutó tus actualizaciones como no tienes una idea
Mm escoger un favorito? Nooo podría xq cada uno de tus personajes es único incluido Aidan :3 que ya quisiera yo estar en el lugar de Holly XD
Y entre Michael y Ted ahh no se los 2 tienen una historia tan :3 interesante que definitivo no puedo escoger
Me das una entrada para el meet and greet,? X favor :3 y por cierto ami también me dan ganas de no se que hacerles a esos tipej@s que crean complejos en los niños
Saludos
Entiendo ese temor que sea largo y tedioso a veces hce que borre paginas integra de lo que escribo porque creo que le doy mucha vuelta, pero yo no siento adi cuando te leo porque sincermente me divierto y me duverti mucho te dire..... Bueno, en cuanto a los chicos, yo creo que Michel y Ted ahcen un euqilibrio perfecto para cuidar al resto, uno pone mano dura y el caricia, si Michel logra pulir sus pequeños defectos de caracter podria cuidar con facilidad a toda la tropa, pues me encanto cuando Alejadnro y Harry se lo pensaron mejor jajajaja
ResponderBorrarahora la novela de Aidan por favor dej parrafos de ella me intersa, jjjjj, y me encantan Michel... que iito a papa un poco durito de caracter pero de caracter al fin, Ted que es todo razonamiento y luz mental, paz espiritual y sobre todo Alejandro y mi lindo HArry, los rebeldes
espero te vaya bien en la U y pronto actualiza ssi no te pierdas mucho tiempo
Bueno que decir estuvo para desvelarse y todas tus historias me gustan mucho y voy a volver a leerla todita en lo que espero tu actualización .Uh este quisiera preguntar , solo Alejandrito recibirá palmadas , porque no es justo yo m estoy creyendo entonces que la consentida no es Alice ! Mas bien es Mike que todo se lo perdonan!!
ResponderBorrarAtt. Kelly
Confieso que hace poco comencé a leer tu historia y lo hice con un poco de desconfianza pero amedida avanzada simplemente me encantó. Felicito tu ingenio para escribir porfa sigue actualizando en cuanto puedas muero por seguir leyendo tu historia. Espero que todo se arregle para michael y suerte con los exámenes de la universidad
ResponderBorrar