jueves, 3 de abril de 2014

CAPÍTULO 11: AQUÍ.



CAPÍTULO 11: AQUÍ.


El vaso estaba aún a la mitad y todo había quedado en un profundo silencio. Eso permitía escuchar la fuerza con la que la niña intentaba tragar la leche, que se negaba a bajar por su garganta. Parecía a punto de vomitar. Soltó un pequeño sollozo, pero no dejó de beber.

-         Clitzia. ¡Clitzia, Clitzia! ¡Para! – pidió Héctor, que ya no aguantaba más viendo aquello. Le daba mucha lástima. – Deja el vaso.

La niña obedeció y se frotó los ojos, como ordenándole a las lágrimas que se quedaran dentro. María se acercó entonces e hizo ademan de ir a recoger los pedazos del vaso que Tizziano había tirado, y limpiar el suelo.

-         No, déjalo, María. Lo va a hacer Tizziano en cuanto haya hablado con él – dijo Héctor, y miró al aludido como para ver si le contradecía. Pero Tizziano pareció estar de acuerdo.

-         Sí. Lo siento…

Bueno, una disculpa. Eso era bueno. Héctor se aferró a eso. Iba a buscar una respuesta adecuada, pero antes de poder decir nada Tizziano le dio un abrazo.

-         Lo siento…. Siento haberlo roto…. Me puse nervioso porque estaba llorando….No me eches ¿sí?

-         No voy a echar a nadie – respondió Héctor, entre molesto y enternecido porque esa actitud le hacía imposible enfadarse – Pero os voy a castigar a los dos. No sólo por lo de la leche: no puedes insultar a tu hermana y ella no puede pegarte.

Fue escuchar estas palabras y que Clitzia saliera corriendo, como si la vida le fuera en ello. Héctor estuvo rápido de reflejos y la atrapó antes de que fuera muy lejos.

-         ¡Tranquila! ¡Tranquila, Clitzia, tranquila! Escúchame, por favor…

Pero ella no parecía dispuesta a escuchar nada. Trató de soltarse con todas sus fuerzas, llorando en silencio pero con intensidad. Héctor se dio cuenta de que estaba histérica. No estaba siendo racional ni iba a escucharle hasta que se calmara. La cogió en brazos, y la llevó al sofá, y una vez ahí se sentó, y la tumbó encima de sus rodillas.

- Estaremos así hasta que te calmes y me escuches.  – informó, dispuesto a mantenerla en esa posición el tiempo que hiciera falta.

No era un castigo exactamente. No pensaba castigarla mientras estuviera en ese estado. Era una forma de conseguir su atención, de tratar de que se calmara, y de conseguir que ella  dejara de estar tan asustada. De momento Héctor no la iba a tocar nada más que para acariciar su espalda, pero al estar en esa posición ella tendría que ser muy consciente de que debía comportarse, porque no estaba en situación de tentar a la suerte.

Durante un rato, Héctor notó el temblor de los sollozos de la niña, pero poco a poco estos menguaron hasta desaparecer. Dejó de intentar soltarse y pareció concentrarse en el recorrido de la mano de Héctor, que subía i bajaba por su columna vertical con lentitud y suavidad.

-         ¿Estás más tranquila? – preguntó Héctor, y vio que ella asintió, así que la incorporó y la puso de pie delante de él.  – No tengas miedo. Ya no tienes que tener miedo.

-         Me quieres pegar… - protestó ella, y sonó muy parecido a lo que había dicho Tizziano el día anterior. Por reflejo, Héctor desvió la mirada hacia el otro niño, y le vio abrazado a María, lloriqueando un poco. Los adolescentes se habían ido y habían vuelto los niños.

-         Te aseguro que no hay nada que me apetezca menos ahora mismo. No quiero hacerlo, pero debo hacerlo, igual que tú no querías tomarte la leche, pero debías hacerlo. Te pusiste caprichosa. Teníamos un trato pero tú te empeñaste en no hacerme caso. Y no sólo eso, sino que le pegaste a tu hermano. Sé que él te dijo algo muy fuerte, y no estuvo bien, pero no puedes pegarle. Así que sí, ahora voy a castigarte para asegurarme de que no lo vuelves a hacer. No podemos tener ésta pelea en cada desayuno, o cada vez que haya una comida que no te guste.

Clitzia sorbió por la nariz y le miró con sus ojitos húmedos y vidriosos. Héctor pensó que le iba a discutir. Estaba preparado para que le discutiera: nadie aceptaba algo así a la primera. Pero ella le sorprendió.

-         Que él se vaya – pidió, mirando a Tizziano.

-         Por supuesto. María, Tizziano, ¿nos dejáis solos un momento, por favor?

María asintió, y se llevó al niño. Héctor y Clitzia se quedaron solos, mirándose a los ojos.

-         Entonces, ¿entiendes por qué voy a castigarte?

Durante varios segundos, Clitzia no respondió. Luego se tiró a sus brazos.

-         No me pegues… por favor…. No me pegues….

Héctor sintió que algo le oprimía el pecho. Ella estaba usando un tono suplicante, y hacía que sonara como si él la estuviera amenazando con algo mortífero y contundente.

-         Por favor, por favor, por favor…. Me bebí la leche… me la beberé siempre… Pero no me pegues…. Por favor, por favor… Le pegué porque él me hizo daño…Él me dijo… él me dijo… quelle parole fanno male…. Por favor…

Joder. Héctor no sabía ni cómo responder ante tanta desesperación. Entonces Tizziano irrumpió en la habitación, y María detrás, como si no hubiera podido detenerle.

-         Déjala… yo me lo merecía… no me hizo daño… Lo que le dije, yo…

-         Quelle parole fanno male! – le gritó Cltizia a Tizziano, lloriqueando un poco. Héctor trató de desentrañar lo que esas palabras querían decir. Había intentado empollarse una gramática de italiano, pero no había tenido tiempo como para conocer a fondo el idioma. Fue palabra por palabra. Analizó la frase. Primero el demostrativo, luego el sustantivo… Creyó entenderlo al fin: “esas palabras hacen daño”, había dicho Clitzia.

Tizziano la habría dicho que ella sí tenía un lugar al que irse, y que sólo debía abrirse de piernas. Ya antes la había llamado puta o algo parecido, pero había sido diferente. La forma de decirlo, el tono… Algo que él aún no entendía le hacía mucho daño a esa pequeña.

-         ¿Por qué duelen? ¿Por qué duelen, cariño? – preguntó, pasando el dedo bajo sus ojos para limpiarle las lágrimas que ella a duras penas podía contener.

-         Porque son verdad – respondió Cltizia, y Héctor supo que no obtendría nada más por el momento.

Respiró hondo. Clitzia había hecho un pequeño berrinche con la leche, aunque al final, cuando le había visto enfadado de verdad, se le había tomado. Había golpeado a su hermano, pero él la había llamado algo muy fuerte. Algo que según ambos justificaba la reacción de ella. Por más que pudiera entenderla, Clitzia no había obrado bien… pero Héctor se sentía incapaz de castigarla. Ella le estaba suplicando y de alguna forma Héctor sabía que si la forzaba a volver a sus rodillas, la perdería para siempre. Que ella le odiaría. Aún no tenían tanta confianza, tanto trato como para que ella entendiera que lo hacía por su bien y no por estar enfadado.

Parecía tan pequeña… tan frágil…. Estaba tan asustada…

Héctor tomó una decisión. Tomó la mano de ella e hizo que la estirara. Luego le dio dos golpecitos en el dorso, no muy fuertes pero tampoco flojos.

¡PAF! ¡PAF!

-         Si te portas como una niña se te tratará como a una. No más escenitas como la de antes.

Clitzia rompió a llorar sin contención ninguna, y Héctor no lo entendía…. ¡pero si apenas la había tocado! Acababa de perdonarle un castigo y ella se largaba a llorar como si hubiera sido muy duro. Clitzia se abrió un hueco poco a poco entre sus brazos y restregó la cara por su camiseta, y entonces Héctor pensó que tal vez con lo que había sido duro era con su tono de voz y sus palabras. Por lo visto tenía entre sus brazos una niñita sensible.

La acunó con cariño. Se sentía de pronto muy protector con esa cosita indefensa. Nadie le había visto nunca así… abriéndose de esa forma, mostrándose tierno con otro ser humano. Héctor no era así. Pero sí era compasivo, y no soportaba ver a alguien sufrir tanto. Depositó un suave beso en la frente de Clitzia, con el cual quería expresar todo lo que estaba sintiendo. Con eso beso quería decirle que daba igual quién la hubiera hecho daño antes (porque alguien la había dañado, eso seguro. Algo muy gordo la había pasado y él iba a averiguarlo más pronto que tarde). Ya nadie la dañaría. Él no la haría daño y no dejaría que nadie se lo hiciera. Sólo necesitaba que ella confiara en él. Que le dejara llenar el vacío que ambos sentían.

Impulsivamente, sintiendo que ella tenía que entender todo lo que él estaba pensando, comenzó a canturrear los versos de una canción que le pareció muy apropiada en aquél momento.  Balanceaba a la pequeña al ritmo de la música. Tenía una voz aterciopelada, bastante dulce aunque cantaba bajito, por falta de costumbre.

Aquí estoy yo
para hacerte reír cada vez mas
confía en mi, deja tus miedos atrás y ya te das
aquí estoy yo con un beso quemándome los labios
es para ti, puede tu vida cambiar déjame entrar.

Le pido al sol que una estrella azul

viaje hasta a ti y te enamore su luz.

Aquí estoy yo
abriéndote mi corazón
llenando tu falta de amor
cerrándole el paso al dolor
no temas yo te cuidare:
solo acéptame.

Aquí estoy para darte mi fuerza y mi aliento…
y ayudarte a pintar mariposas en la oscuridad.
serán de verdad

Quiero ser yo quien despierte en ti
un nuevo sentimiento
y te enseñe a querer
y entregarte otra vez sin medir
los abrazos que de...

Le pido a Dios
un toque de inspiración
para decir
lo que tú esperas oír de mi

Aquí estoy yo
abriéndote mi corazón
llenando tu falta de amor
cerrándole el paso al dolor
no temas yo te cuidare:
solo acéptame.

Dame tus alas: las voy a curar.
Y de mi mano te invito a volar…

Aquí estoy yo
abriéndote mi corazón
llenando tu falta de amor
cerrándole el paso al dolor
no temas yo te cuidare:
solo acéptame. 
siempre te amaré.


Para cuando terminó de cantar, Clitzia ya se había calmado. Le miraba como hipnotizada.

-         Cantas bien – le dijo, después de un rato. Héctor sonrió.

-         Vaya, gracias.

Clitzia se dejó mimar un poco más, y luego suspiró.

-         Pensarás que soy idiota… o que estoy loca…

-         Nada de eso. ¿De dónde sacas esas tonterías?

-         En ningún lugar una puede llorar así y esperar que no la miren mal…

-         Aquí. Aquí puedes llorar todo lo que quieras, que yo te secaré las lágrimas hasta que las agotes todas.

Clitzia se movió un poco para abrazarle mejor, y le susurró al oído.

- Creo que aquí voy a llorar menos.


9 comentarios:

  1. Amm que puedo decir?
    Me encanta esta nueva familia que va formándose :3
    Dream wow jeje tienes el poder de atrapar al lector en cada una de tus historias y dejarnos a la expectativa de que pasara después
    La canción la empeze a leer y por instinto le comenze a dar la entonación haha me gusta mucho esa canción
    Quedo genial
    Saludos

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  2. Ok me quedé cantando esa canción un buen rato, me parece a mi o estos caps son mas cortos? No se vale Dream ya nos acostumbraste a los laaargos quiero q vuelvan!

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    1. Lo son, lo son. ¡Pero así actualizo más a menudo! xD xD
      Los caps de ésta historia serán más cortitos y los de once más largos.

      Gracias a todas por leer y comentar :)

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  3. querida dream: te dije q lo leeeria¡¡¡¡ y ya q en fanfiction todavia no sale la actualizacion lo hare por aa y en serio igual comence leyendoka y a la segunda linea me la cante toda, es realment hermosa esa song y ya me imagino que le hicieron a la pobre clitzia y yo q la creia mala XD quiero mas¡¡¡¡ y recuerda 23 de junio te queremos escribiendo sin parar¡¡¡¡
    suerte y sigue asi querida ^^

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  4. Dream me tienes atrapada con este par de chicos.

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  5. ay si simplemente genial Dream

    CathBlueRed

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  6. Gruuuu que hijo de la gran put@ puedo lastimar a esos niños... Dream que si los encuentras me los mandas y los hago desaparecer... no hay derecho... pero ya están en manos de Hector que es un padre con todas sus letras... pero como dice
    Clitzia Creo que aquí van a llorar menos.

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  7. Dream wow me enamore de esta familia, creeme que quiero poder escribir asi de genial como tu, estas historias cumplen todas las metricas de la escritura, yo me los imagino y todo has llore... Quiero leer mas te felicito saludos desde la Republica Hondureña. :)

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  8. he leido con verdadera hambre literaria jajajjaja, me gusta mucho esta historia, un par de italos chisquillosos con mucho que contar y enseñar a Hector primerizo, por favor qe no me los castiguem ucho, de verdad me parten el corazon

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