Páginas Amigas

miércoles, 17 de septiembre de 2014

CAPÍTULO 38: VENGANZA



CAPÍTULO 38: VENGANZA

Nota: Le debía a DC1994 un regalo de cumpleaños… más vale tarde que nunca.

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-         Es casi como una gráfica de mates ¿ves? Las temperaturas de esta zona en Agosto alcanzaron los 42 grados, así que tienes que hacer un punto entre cuarenta y cuarenta y cinco. – decía Agustina. De pronto su mano rozó la mía para pasarme el lápiz, y sentí como una electricidad estática.

-         Pues… tuvieron que morirse de calor – se me ocurrió decir. Me soné realmente como un estúpido, pero así llevaba sonando la última media hora.

Agus sonrió, como hacía con cada una de mis tonterías. Puede que lo hiciera por cortesía, o tal vez las considerara graciosas de verdad…. lo cual debía de convertirme en un payaso a sus ojos.

-         Esas temperaturas tan altas te pueden dar una pista de qué zona es. – apuntó y solté un gemido. El objetivo de esa estúpida gráfica era adivinar a través de la temperatura y las precipitaciones de todo un año el lugar geográfico del que son característicos. ¿Tenía yo pinta de adivino?  ¿De hombre del tiempo, quizás? ¡Era imposible!

Agustina pareció darse cuenta de que estaba más perdido que un pez fuera del agua.

-         Vamos por Agosto: aún quedan varios meses. Termina la gráfica y luego ya te preocuparás de interpretarla – me animó.

No es como si tuviera más alternativas, así que fui paso a paso completando la cuadrícula, hasta tener un montón de barras coloreadas de azul, y una línea roja irregular que las cruzaba marcando las temperaturas.

-         Vale, ¿de dónde crees que es?

-         ¿Qué? ¿Tengo que decirlo ya? – pregunté, asustado. Aquello sólo eran líneas y colores para mí.

- Bueno, tienes que empezar la interpretación.

Me sentí como si aquello fuera un examen. No quería quedar como un completo idiota frente a ella, pero la verdad es que no tenía ni idea. Para colmo de males, acarició mi brazo, como para tranquilizarme, y con eso consiguió que empezara a preocuparme por mi propia temperatura, en vez de la del climograma. Mis hermanos nos habían dejado solos, y estaban muy tranquilos en el salón con una película, como entendiendo que no debían molestar mientras estuviera con ella. Y de pronto las ideas de Michael no me parecían tan absurdas. Las hormonas me estaban jugando una mala pasada, y mi cerebro ya tenía bastante con tratar de controlarlas como para ponerle a analizar gráficas del clima.

-         Venga Ted, no es tan difícil. ¿Cómo son las precipitaciones anuales? Mira éste cuadro del libro y…

La puerta de mi cuarto se abrió en ese momento. Me giré y vi a Alejandro.

-         ¡Oh! Perdón, no habéis terminado…Vuelvo luego… - se disculpó. Una parte de mí  sospechó que había entrado para ver si de verdad estábamos estudiando o haciendo otras cosas.

-         ¡Espera! ¿Querías coger algo? – le pregunté. Después de todo, también era su habitación.

-         No. En realidad quería hablar contigo.

Me sorprendí. ¿Habría pasado algo? No oía jaleo: no parecía que los enanos estuvieran armándola.

-         ¿Puedes esperar un segundo? Estoy a punto de tirar el libro por la ventana, y luego ya voy contigo.

-         Ted, no digas tonterías. No vas a tirar nada por la ventana, ya casi lo tienes.  Ve paso por paso. Analiza las precipitaciones y las temperaturas, y luego ya sacas conclusiones.

-         Buf, tío, qué coñazo. Yo también doy cosas de esas… - se solidarizó Alejandro, acercándose para leer encima de mi hombro.

-         Sí, pues espera a llegar a mi año. Se vuelve más y más complicado.

-         No se vuelve complicado. Es que no te concentras – me regañó Agustina. Me sentí como un niño pequeño… Era como cuando me regañaba papá, pero más humillante.

Ah no, yo tenía mi amor propio. La iba a demostrar que una gráfica de nada no podía conmigo… Me fijé en la teoría del libro, en la clasificación de los climas según la lluvia, y luego fui escribiendo en el cuaderno. Ese era el momento en el que normalmente me daba miedo equivocarme y no ponía nada… Pero no estaba en clase, estaba con Agustina, y no quería quedar tan idiota como para no responder nada.  Rellené casi una página entera, y cuando levanté la cabeza, Agustina estaba sonriendo. Había ido leyendo a medida que escribía.

-         ¿Lo ves? ¡Has acertado!

Lo dijo con demasiado entusiasmo, casi como si yo fuera Alice y me estuvieran recompensando por saber atarme los cordones solo, pero aun así me hizo sentir bien. Me avergoncé bastante y devolví la sonrisa.

Alejandro carraspeó, para recordar que estaba ahí.

-         ¿Vienes?

-         Cla-claro. Agus, enseguida vuelvo.

No dejó de extrañarme que Alejandro me sacara de la habitación.  Rara vez “quería hablar conmigo” y menos a solas y con tanto misterio.

-         Cuando la llamas Agus, no puedo evitar pensar en un tío… - comentó Alejandro, cuando ya estuvimos fuera del cuarto. Le gruñí y le di un golpecito en el brazo, quizá más fuerte de lo necesario. - ¡Au! ¡Qué carácter… No tengo la culpa de que tu novia tenga un nombre raro.

-         En su país no lo es, Alexander – me burlé, para recordarle que él también tenía un nombre hispano.

-         ¿De dónde es por cierto?

Parpadeé.

-         Ni… ni idea. Nunca le pregunté. – admití. Tanto el nombre como el apellido de Agustina, así como alguno de sus rasgos,  delataba su procedencia hispana, al menos en parte. -  ¿Me has sacado para hablar del nombre de mi no… del nombre de Agustina?

-         No… Te he sacado para hablar de la cita de papá – dijo, repentinamente muy serio.

-         ¿Uh?

-         ¿Te das cuenta que por primera vez no nos ha dicho dónde iba? – me preguntó.

-         Ha salido con Holly, Alejandro, sí que nos lo dijo… Se iban a una feria, creo.

-         Pero no especificó nada. No dijo “he ido a una cena de promoción”  o “voy a conceder una entrevista”.

-         Eso es… eso es porque no es una cita de trabajo… - respondí, sorprendido. Pensé que era evidente. Uno no va a una feria a conceder entrevistas. Va en todo caso a firmar libros, si es una feria cultural, pero no por la noche.

-         Ya lo sé, no soy bobo, pero ahí está justo el problema. ¿Por qué no nos ha dicho nada?

-         Bueno, ¿y que querías que dijera? – me extrañé. De verdad que no le estaba entendiendo. En el zoo Aidan les  había dicho a mis hermanos que iba a venir Agustina y que a lo mejor cuidaba de ellos si él tenía que irse, y después de llamar a Holly se lo había confirmado. Los pequeños sólo sabían que se iba “con una amiga”, pero los demás supimos entender que tenía una cita.

-         ¡Que nos hablara de ella! ¡Que nos consultara, al menos!

-         Alejandro, en primer lugar, apenas se están conociendo. Seguramente después de ésta noche sí nos hable de ella, si todo va bien. De otra forma podría confundir mucho a los enanos, creándoles ideas equivocadas. Y en segundo lugar, no tiene nada que consultarnos. Es su vida.

-         ¡También es la nuestra!  ¿Qué pasa si  pierde la cabeza y decide casarse?

Aunque ya lo iba sospechando, comprendí entonces que Alejandro no quería que las cosas con Holly funcionaran. Es más, no parecía ni querer admitir que hubiera “cosas”. No le gustaba que papá tuviera una cita, y se sentía traicionado porque no nos lo hubiera dicho. Pensándolo un poco a mí también me hubiera gustado tener algún tipo de conversación grupal de las suyas, del tipo “hijos, papá va a salir con alguien especial hoy”, pero  al mismo tiempo entendía por qué no lo había hecho. Yo aún era incapaz de ponerle nombre a la relación que tenía con Agustina, y nos conocíamos desde hacía tiempo. Mi padre era un hombre adulto, cercano a los cuarenta años, con poca experiencia en relaciones y sobretodo, con una familia. No quería juntar a sus hijos con sus citas. Era consciente de que decidir salir con alguien era una elección que de alguna forma nos afectaba también a nosotros, así que ese alguien no podía ser cualquiera. Quería ir paso a paso y estar muy seguro antes de decirnos nada. Seguramente hubiera preferido que ni Madie ni Barie ni yo supiéramos sus intenciones.

Hablar con nosotros hubiera supuesto admitir que quería tener pareja, y Aidan se había pasado media vida convenciéndose de que podía y quería estar sólo. Si papá nos hablaba de Holly, o de cualquier otra mujer, abiertamente y sin medias verdades, sería con la idea de incluirla en la familia de alguna manera. Y eso sería un gran problema, porque surgiría el temido “¿madre o cuñada?”

Pero todo eso era construir la casa por el tejado. Lo cierto es que Holly era poco más que un nombre para mí y no tenía sentido ponerse a pensar en los “¿y si…?”. Eso me recordó la pregunta de Alejandro.

-         Creo que exageras un poco…. Sólo han salido una noche. Pero si papá decide que ella le gusta de verdad ¿qué hay de malo?

Alejandro me miró a los ojos.

-         Para ti es sencillo, Ted. Tú madre está muerta. – sentenció, y se marchó.

En ese momento hubiera agradecido que alguien me explicara que alguien me explicara qué coño tenía de sencillo ser huérfano.

-         Y la tuya está desaparecida – repliqué. Evité decir “la tuya te abandonó” para no hacer daño. -  Pero eso sigue sin tener nada que ver con Holly.

-         ¿Ah, no?  ¿Y en qué se convierte la esposa de tu padre, Ted?  En mi mundo se llama madrastra. ¿En el tuyo?

-         “Persona que hace feliz a papá” – respondí, y di la conversación por terminada.

Volví con Agustina evitando pensar en qué pasaría si aquello de verdad salía bien. Lo cierto es que no estaba preparado para tener una madre… Ya era tarde para mí para tener una...


- Aidan´s POV -

El ruido de las olas del mar apagaba el de las voces de la gente que salía de la feria. Holly y yo nos habíamos sentado en un muelle pequeño, para embarcaciones privadas. Me descalcé para meter los pies dentro del agua. Los de ella no llegaban. No era una mujer para nada baja, pero no era tan alta como yo.

Ninguno de los dos había dicho nada desde que comprendimos que no podíamos juntar a nuestras familias. De pronto, empujado por la injusticia que impregnaba aquella situación, golpeé el agua con el talón del pie, haciendo que nos salpicara un poco. Holly me miró sin siquiera estremecerse por el contacto del agua fría.

-         Lamento haberte empujado a esto. Yo sabía desde el principio cuántos hijos… - empezó, pero no la dejé terminar.

-         No basta con un “lo siento”. – casi gruñí. Holly me miró sorprendida y luego bajó los ojos, pensando seguramente que estaba molesto con ella. – No puedes decir “lo siento” ahora. Ese es justo el problema: que yo no lo siento para nada. Y sé que tú tampoco. Me encantan mis hijos, y me encantas tú. No cambiaría ninguna de las dos circunstancias, y aun así…

-         No hay nada que podamos hacer - asintió. – Espero que sepas que no pretendía jugar contigo. Yo sólo… - empezó, pero se mordió el labio antes de continuar.

-         No pensé que fuera a sentirme así – reflexioné, en voz alta. – Es como si tuviera un infarto, pero sé que a mi cuerpo no le pasa nada.  ¿Se siente siempre uno así en la primera cita? – tuve que preguntar. Ella tenía más experiencia que yo: había estado casada. Tal vez soné como un niño, pero tenía que saberlo.

-         No. – respondió, mirándome a los ojos – Uno sólo se siente así cuando encuentra a la persona adecuada.

Asentí.

-         Al menos me quedará eso. – murmuré y saqué los pies del agua. Me puse de pie y la ofrecí mi mano para ayudarla a levantarse. - ¿Te acompaño a casa? ¿O viniste en coche?

-         Vine dando un paseo, y me iré dando otro. No tienes por qué acompañarme. No me debes nada.

-         Te acompaño – insistí, en un tono que no daba lugar a discusión. Puede que aquello no hubiera resultado, pero no iba a dejar que una mujer volviera sola por la noche. Aunque parezca mentira, eso lo aprendí de Andrew. El no solía acompañarlas, pero sí les daba dinero para un taxi.

Me puse los zapatos y sentí su mirada clavada en mí durante todo el proceso.

-         ¿Voy a volver a verte? – me preguntó. Abrí un poco la boca, pero no supe que responder. Entonces ella modificó su pregunta. – Me refiero a….¿puedo volver a verte?

-         Sabes dónde vivo. Sabes dónde trabajo. Seguro que te sabes mi agenda mejor que yo. Tu periódico querrá trabajar más veces conmigo. – respondí, con cautela.

-         Al menos me quedará eso – asintió ella, creo que como respuesta a lo que yo había dicho antes. La noté sumamente triste. No quería que pensara que la estaba rechazando o que no me sentía atraído hacia ella…

-         Esta noche… Holly, esto ha sido increíble. Podría jurar… Podría jurar que te quiero, y apenas sé nada sobre ti.  Pero tengo que… TENEMOS que ser coherentes. No quiero jugar contigo, ni divertirme un rato, y creo que tú tampoco. No somos niños ya, y lo que ambos buscamos es un compañero. En realidad yo… yo no buscaba nada, pero…apareciste tú.  Estoy seguro de que sería muy feliz contigo, pero debo pensar en mis hijos, y en los tuyos también. He sabido desde el principio que tenías niños, pero pensé que serían dos o tres.  Veintitrés es…es un número imposible.  Y yo…yo…- me faltaron las palabras. Me puse nervioso y sentí que balbuceaba, pero ella me frenó con un suave roce de su mano en mi mejilla. Tenía las manos frías, pero el toque no fue gélido para nada.

-         Me alegra haberte conocido, y me gustaría pensar que no vas a renunciar a encontrar a esa compañera que dices buscar. Hoy también ha sido increíble para mí y no tienes que darme explicaciones. Te entiendo perfectamente. No tiene sentido empezar algo cuando vamos a tener que terminarlo por el bien de nuestros hijos.


El hecho de que lo entendiera casi dolía más. Hacia que fuera aún más perfecta para mí.

De pronto el hecho de separarnos en ese momento se me hizo muy doloroso. Si esa cita llegaba a su fin, no habría otra.

-         Háblame de ellos  - pedí.

-         ¿De quién?

-         De tus hijos. ¿Cómo son? ¿Cómo se llaman? ¿Cuántos años tienen? Por teléfono te escuché el nombre de Aaron…

-         Él no es mi hijo. Es mi hermano. Vivimos en su casa.

-         Oh. Yo…yo por tener…. Tengo once hermanos… pero….

-         Pero les consideras tus hijos. Lo sé. – dijo ella, y sonrió.

Siempre quise un hermano. Cuando pasaba largas horas sólo, y a veces durante días enteros porque Andrew no dormía en casa,  me dedicaba a pensar que todo sería más llevadero si pusiera compartirlo con alguien. Sin embargo cuando llegó mi primer hermano tuve que convertirme en su padre.

-         ¿Cómo sabes tanto sobre mí? –  pregunté, mientras echaba a andar de nuevo por el paseo marítimo.

-         He leído todos tus libros y todas tus entrevistas por lo menos un millón de veces, he comprado cada revista en la que te mencionan, he reservado una pared entera de mi casa donde hay fotos tuyas, he…. sonado patética ahora mismo.  – murmuró. Sus mejillas se tiñeron de rojo mientras parecía muy avergonzada. No sabía si tener miedo o sentirme halagado, pero me incliné por lo segundo.

-         ¿Me coleccionas? – pregunté, con una sonrisa.

-         Si tuvieran muñecos con tu cara seguramente los habría comprado – admitió.

Eso me hizo estallar en carcajadas. Me divertía que tuviera esa obsesión conmigo.

-         ¿Por qué?

Holly miró al horizonte antes de responderme, como si estuviera recordando algo.

-         Mi marido me regaló tu primer libro al poco tiempo de estar casados. Lo acababas de publicar y nadie conocía tu nombre, y de pronto …¡boom!… subiste como la espuma hasta alcanzar el puesto de los más vendidos. En ese entonces escribías para adolescentes, y yo acababa de cumplir los veinte años, pero no me parecían nada infantiles.  Encontraba en todos ellos un mensaje que me gustaba: el de alguien que tenía miedo, pero lograba superarlo. Era algo que todos tus libros tenían en común y me pregunté si estabas experimentando una situación difícil en tu vida. Me pregunté quién era el hombre detrás del libro.  En seguida descubrí que estabas criando a tu hermano. Con los años te seguí la pista, y  comencé a admirarte como escritor y como persona, pues veía en ti mi reflejo al tener los dos familias tan grandes. El último libro… directamente me mató. Si yo hubiera tenido que criar a mis hijos sola, habría enloquecido. Y tú lo hiciste y… aquí estás.

-         Hay quien dice que estoy un poco loco – comenté, incómodo por el sentimiento casi venerativo que se desprendía de su voz. Ella me dedicó una corta sonrisa, pero seguía con esa expresión ausente mientras miraba a lo lejos.

-         Sentía como si cada uno de tus libros estuviera escrito para mí. Supongo que la gente suele experimentar esto por cantantes o actores… - reflexionó, y me sonrió con timidez, mirándome a los ojos -  Se podría decir que sin saberlo has estado presente durante toda mi vida, porque le leo tus cuentos a mis hijos más pequeños.

Reflexioné un segundo sobre el hecho de que ella tuviera once hijos. ¿Los había parido a todos? De pronto sentí una gran admiración hacia esa mujer. Y me sentí honrado porque le gustara mi trabajo.

-         Es raro pasear con alguien que te conoce – comenté. – Es como si estuviera… presionado. Como si en cualquier momento fuera a hacer algo que te hiciera cambiar tu impresión sobre mí.

-         Oh, ya lo has hecho.

-         ¿Ah sí?

-         Sí. En las entrevistas pareces mucho más borde de lo que eres en persona.

-         Vaya, gracias.  – repliqué, con sarcasmo.

-         Excepto en la mía. Conmigo fuiste amable. – me dijo.

Cuando me sonreía de esa manera provocaba que mi corazón latiera más rápido.

-         Estabas muy nerviosa cuando llamaste a mi puerta – recordé, y fue mi turno para sonreír.

-         Ejem…. Sí, bueno…  Sólo te diré que estuve quince minutos pensando si pulsar el timbre o no.

-         Me alegro de que lo hicieras – confesé.

Me miró  a los ojos y yo sostuve su mirada, pero el momento se rompió cuando sonó un teléfono móvil. No era el mío, así que esperé pacientemente a que lo cogiera.

-         ¿Sí? – dijo al aparato, sin dejar de mirarme. – Cielo, vuelvo enseguida… ¿QUÉ?  ¡Ay Dios! …. ¿Está Sam en casa? ¿No? Vale. Calma. Calma cariño, no pasa nada. Ponme con Leah, por favor.

Holly pareció de pronto muy preocupada. Se llevó una mano al pelo y  enredó los dedos ahí con nerviosismo.

-         ¿Leah?  ¿Leah?  ¡Porras!  ¡Aquí no hay buena cobertura! – farfulló, y agitó el móvil como si así fuera a arreglarse.

-         ¿Holly?  ¿Qué ha pasado?

-         Uno de mis niños se ha caído por las escaleras. Mi hermano le ha llevado al hospital, pero los demás están solos.

-         ¿Al hospital? ¿Se ha hecho algo?

-         Se ha torcido el pie. Tal vez se haya  hecho un esguince. Puede que hasta esté roto. – me dijo. Noté que empezaba a respirar más rápido, nerviosa y agobiada. Recordé que había venido andando.

-         Vale, tranquila. Te llevo a dónde sea. A tu casa o al hospital, donde tú digas.

-         ¡Es que no sé qué hacer!  ¡No puedo partirme en dos! – exclamó. Dios, cómo la entendía.

-         ¿Tus hijos no pueden quedarse solos un rato?

-         Supongo… Pero… si no está el mayor…es que… los bebés…yo…

-         Holly, respira. Tranquila. Dime qué quieres que haga. Puedes confiar en mí ¿de acuerdo? Tu hermano está con tu hijo.  Está bien, está acompañado.  Ve con los demás, tranquilízales, y para entonces quizá ya hayan vuelto, si las urgencias no están muy colapsadas.

Holly asintió y respiró hondo.

-         ¿Me… me llevas a casa por favor?

- Ahora mismo.


-         Alejandro´s POV -



Ninguno de mis hermanos parecía entender la gravedad de la situación: papá  había salido con una mujer. Eso no había sucedido nunca. Tal vez todos pensaban que se trataba solo de una simple amiga.

Siempre había pensado que Aidan necesitaba enrollarse con alguien para ser menos coñazo, pero no quería que empezara una relación. No quería una madre. Ya tenía una, en algún lugar, y dejaba mucho que desear. Si ni mi propia madre me había aguantado, ¿por qué iba a hacerlo una desconocida?

¿Por qué iba nadie a salir con un hombre con doce hijos? Ted siempre hablaba de “las cosas a las que papá había renunciado”, entre ellas una mujer. Parecía evidente que nunca iba a tener pareja con semejante familia.  Y de pronto nos sale con una cita. ¿Es que acaso esa mujer no sabía que existíamos? ¿Lo sabía y le daba igual? La opción más posible es que sólo quisiera a papá por su dinero, y para salir en las revistas. Se deja ver con un soltero codiciado, luego rompe con él y vende la historia a la prensa rosa para forrarse a su costa.  El mundo estaba lleno de lagartas así.

Otra opción aún peor es que de verdad quisiera salir con él. Y que papá la correspondiera. Un hombre soltero de treinta y siete años generalmente lo que tiene es un calentón y ya, pero papá era tan…tan santurrón, pusilánime y puritano… que seguro que terminaba por querer llevarla al altar. Y entonces apaga y vámonos. Todos terminaríamos en un internado en Suiza, salvo Michael, y quizás Ted si para entonces ya tenía los dieciocho.

Había creído que Ted me entendería, pero en realidad tendría que haber sabido que el muy idiota jamás diría nada que hiciera ver que papá se equivocaba.  Estaba sólo en aquella, porque él estaba muy ocupado con su noviecita.

Mi mundo se tambaleaba frente a mí. Aidan no era tan mayor. Si empezaba a formar su propia familia, nosotros no seríamos más que un obstáculo. Ningún hermano tiene por qué hacer de padre, y menos si tiene hijos propios de los que ocuparse. Sabía que Aidan no nos daría de lado así como así, pero sería un proceso gradual. Primero su novia le reclamaría por dedicarle poco tiempo. Luego le pediría un anillo. Después el altar. Y antes de darnos cuenta la casa estaría llena de churumbeles que requerirían toda la atención de Aidan. Lo del internado en Suiza era poco probable, pero lo que sí  era seguro es que no habría más estúpidos fines de semana en familia. Adiós a jugar juntos a la consola. Adiós a sus charlas padre-hijo que  me gustaban más de lo que estaba dispuesto a admitir.  “Papá, ¿me ayudas con esto?”  “No puedo, Alejandro,  tengo que cambiarle el pañal a mi hijo”.

Siempre que venía alguno de mis hermanos, había un pequeño periodo de tiempo en el que Aidan  estaba muy ocupado, pero nunca se olvidaba del resto e intentaba incluirnos en el pequeño mundo del bebé. Recuerdo que cuando vinieron Kurt y Hannah, Ted y yo nos peleábamos por ver quién les daba el biberón. Pero seguramente a su hijo de verdad no nos dejaría tocarlo. Se iría olvidando poco a poco de que tenía una familia previa…una familia que en el fondo no era suya, sino una carga ajena.

Tal vez dejara todo en manos de Ted. O de Michael. Al fin y al cabo, Michael no era mucho menor que Aidan cuando acogió a Ted. Tal vez pensase que era el momento de delegar en el siguiente hermano mayor. A ver por qué tenía él que joderse su vida para siempre sólo por nosotros.

Es más, puede que Ted supiera todo esto. Quizás él también intuía que una novia para papá significaba un nuevo padre para nosotros. Quizá su insaciable sed de poder se sentía bien al ser el nuevo cabecilla de la familia. Imaginé un mundo en el que las órdenes las diera Ted. En el que dependiera de él para todo y tuviera que oír como mis hermanos le llamaban “papá”. Antes muerto.

Estúpido Ted. Todo era culpa suya. Estaba casi seguro de que él había animado a papá para salir aquella noche. Aunque era Barie quien les había puesto en contacto. Estúpida Bárbara también.

Pensar una y otra vez en lo mismo no me hacía nada bien, así que busqué algo para distraerme. Después de hablar con Ted no me apetecía para nada volver con los demás a seguir viendo la película, sobretodo teniendo en cuanta que estábamos viendo La Sirenita 2. Películas tan estúpidas sólo salen en votación cuando dejas que voten tus hermanas pequeñas. Te ponen ojitos y así, claro, cualquiera les dice que no. Grr.

Finalmente me puse un rato con el ordenador. Perdí la noción del tiempo viendo videos en Youtube, hasta que unos gritos  me devolvieron al mundo real.

-         Zachary´s POV –

Harry y yo soportamos media hora de aquella película para niñas, pero cuando a la protagonista le salió cola y se puso a cantar, Harry pareció a punto de sufrir una úlcera. A mí no me desagradaba tanto, aunque hubiera preferido ver  Tarzán, puestos a elegir películas Disney.  Mi hermano dijo que no aguantaba más, y se levantó del sofá. Me miró a ver si me iba con él y decidí acompañarle.

-         ¡Iba a volverme loco! – me dijo, al llegar a nuestro cuarto. - ¡Encima ahora tendremos a Hannah cantando esa horrible cosa todo el día!

-         Y no descartes que a Barie también… - concordé. Canción que salía en una película, canción que ellas tenían que tararear en cada momento.

-         Grrr. La próxima vez ponemos Harry Potter y se acabó.

-         A Hannah le da miedo la serpiente… Y Voldemort. Y el Sombrero Seleccionador…

-         ¡Y a mí me da miedo volverme tía si seguimos viendo esas películas! – refunfuñó, y se dejó caer sobre la cama. Sacó el móvil y tocó la pantalla un par de veces. De pronto pareció de mejor humor y sonrió un poco. – Ey, Zach, mira esto: Will ha hecho el Ice Bucket Challenge*.

Me acerqué, y  observé como mi amigo se tiraba un cubo de agua helada encima.

-         Ugh, tendría que haber usado un cubo más pequeño – comenté, al ver cómo mi amigo salía corriendo a buscar una toalla porque se había empapado pero bien. Eso tenía que estar endiabladamente frío.

-         ¡Joder, nos ha nominado! – dijo Harry, cuando el video terminó con Will diciendo nuestros nombres - ¿Qué, te atreves?

-         Se supone que o donas o te mojas, ¿no? Pues yo elijo donar, gracias – repliqué. No es que tuviera mucho dinero precisamente, pero lo que tampoco tenía era ninguna gana de echarme agua con cubos de hielo por encima. Sobretodo si tenía que grabarme mientras lo hacía, para quedar como un idiota al gritar como un histérico.

-         Lo divertido es hacer las dos cosas. Además, ¿tú que vas a donar, si no tienes pasta?  – protestó Harry. – Vamos, no me digas que no quieres saber lo que se siente. Lo están haciendo todos. Vas a quedar como un gallina.

-         Ufff. Está bien. Pero que no se entere Ted o se pondrá en plan papá y….

-         ¡Ted! ¡Eso es! Hermano, eres un genio – dijo Harry. Los ojos le brillaban con anticipación y aquello sólo me olió a problemas.  Cuando Harry tenía una idea, solía acabar mal para los dos. Aunque también solían ser divertidas…

Salió corriendo al cuarto de baño y para cuando llegué yo ya había cogido un barreño, y lo estaba llenando de agua. Luego bajó a la cocina a por hielo y lo echó en el líquido. Aún no me había dicho lo que se proponía, pero de momento nada se salía de lo usual.

-         Ayúdame – me pidió, porque el barreño cargado pesaba mucho para él sólo. Lo cogimos cada uno de un lado y lo sacamos del baño.

-         ¿Vamos al jardín?

-         No, vamos a la habitación.

Así que volvimos con el barreño cargado a nuestro cuarto, y ahí yo ya estaba perdido.

-         Harry, no pienso hacerlo aquí. No voy a empapar mi cama…

-         Claro que no. Lo que quiero es poner el barreño encima de la puerta.

-         ¿Qué?

-         Mira: lo ponemos ahí arriba, llamamos a Ted, abre la puerta, y le cae el agua encima. Lo grabamos todo en video, y….

-         Y Ted nos descuartiza.

-         Naaah. Es Ted. Será divertido. Y seremos originales. La gente ya está harta de ver cómo uno se echa un cubo encima. Esto será mejor... Hace mucho que no hacemos nada de esto, voy a perder práctica.

Le miré sin decidirme. Ted no nos había hecho nada. Muchas veces nuestras bromas tenían un componente vengativo, aunque otras era sólo para pasarlo bien, pero esas se las hacíamos sobretodo a Alejandro.

-         Vamos Zach, me aburro muchoooo. – insistió Harry – Ted no se va a enfadar.  Luego le podemos decir que nos eche él un cubo y en paz.

Asentí, despacio, pensando que después de todo sólo era un poco de agua.


- Ted´s POV -


-         ¿Qué quería tu hermano? – me preguntó Agustina en cuanto volví con ella. Había pasado antes por la cocina para coger un par de refrescos.

-         Nada, sólo hablar.  – evadí, y la ofrecí una lata. Me sonrió antes de cogerla.

-         Tus hermanos son muy tranquilos. Cuesta creer que siendo tantos haya tanto silencio.

Aunque podría haber dicho lo típico (y cierto) de que el silencio nunca presagia nada bueno, lo cierto es que sentía cierta gratitud ante todos ellos porque me dejaran disfrutar de un rato a solas con Agus, así que decidí dejarles bien:

- Papá necesita silencio para trabajar cuando está escribiendo algo nuevo, así que están acostumbrados. Saben que si van a armar mucho escándalo, pueden salirse al jardín.

-         Ya hemos terminado aquí… ¿crees que estaría bien si bajamos con ellos? Después de todo he venido a echarte una mano, y no estoy haciendo nada. Y me gustaría conocerles bien. Sólo sé sus nombres, y ahora mismo los mezclo todos. ¿Dylan era tu hermano mayor?

-         No, ese es Michael. Dylan es el de ocho. Tranquila: ya los aprenderás.

Agus me sonrió.

-         ¿Eso quiere decir que vas a traerme aquí a menudo? – preguntó.

La miré a los ojos. Era el momento. Teníamos que hablar del tema alguna vez. Ella ya había dicho que yo le gustaba y me había medio besado. No podía seguir esquivando el tema.

-         Tan a menudo como pueda. Me gustas mucho, Agustina y me… me gustaría…salir contigo… O entrar contigo…. Lo que quiero decir es que me gustaría estar en muchos sitios contigo….que…mmm… que me gustaría que… fueras mi novia.

No podía creerme la sarta de tonterías que había dicho en lo que se suponía que tenía que ser un momento especial y romántico. ¿Podía rebobinar por favor?

Me dedicó una sonrisa cantarina.

-         Me encantaría.

-         ¿Eso es un sí? – pregunté, sin podérmelo creer.

-         Eso es un “primero tienes que hablar con mi padre”.

-         ¿En serio? Va…vale ¿Mañana es un buen momento? Yo…esto…

-         Ted, te estaba tomando el pelo. No estamos en el siglo XIX.

-         Ah.

Dios, estaba tan nervioso.  Llevaba observando a Agustina tres años. Todo el mundo se fijaría en ella por su atractivo, pero poco a poco fui descubriendo que era además una gran persona. Hablé con ella un par de veces y por fin, hacía muy poco, pude estar a solas con ella y comprobar que mis sentimientos hacia ella eran más fuertes que nunca. Del amor platónico había evolucionado a…a….¿qué era eso que sentía?

-         De verdad, que cosas tienes. No necesitas el permiso de nadie más que el mío para salir conmigo. Además, no es como si a él fuera importarle con quien salgo o dejo de salir…  Aunque seguramente no te aprobaría.

Estuve tentado de preguntar si es que se llevaba mal con su padre, porque me extraño eso de que no le importara con quién salía, pero cuando insinuó que no sería de su agrado casi me olvidé de eso:

-         ¿Por qué no? ¿Qué tengo de malo?

¿Por qué no sería bien visto por el padre de Agustina?  Vale que no era un alumno de diez, pero tampoco era un vago… No hacía pellas, no tenía mala fama en el colegio… Ese hombre no me conocía. No podía no aprobarme sin conocerme…

-         Que no eres Jack. Es su criterio, no el mío.

-         Pero…¿y qué con eso? ¿A él le gustaba Jack?

-         Le gustaban sus padres y su dinero, y el hecho de que la mitad de las universidades vayan a disputársele por su talento en los deportes.

-         Pero eso…es absurdo…

-         No te preocupes.  Si algún día le quieres conocer le hablaré de Aidan, y seguramente se lo tome mejor si sabe que tu padre es rico.

-         Mi padre no es rico.

-         Bueno, a él le diremos que sí – dijo Agustina. Con eso me aseguré de que no quería estar conmigo por mi dinero. Papá ni era rico ni pobre. Ganaba mucho, pero gastaba mucho también.

-         No te ofendas pero… eso es muy… estúpido… por parte de tu padre. Una persona no vale más o menos en función del dinero que gane. Supongo que lo hace porque quiere lo mejor para ti, pero Jack era rico e imbécil. Tal vez yo no sea lo mejor para ti, pero él tampoco.


-         Tú eres lo mejor para mí – me aseguró, con voz dulce.

-         Además, eso de alguna manera es… es como insinuar que tú no vas a ser capaz de mantenerte. Es, precisamente, como en el siglo XIX. Tú, mujer, cásate con un buen hombre que te mantenga, porque sólo vales para parir hijos.

-         Ahí has dado en el clavo… - susurró.

-         ¿Qué?

-         Nada. Déjalo. Lo que importa es que yo no pienso como él ¿vale? No me importa cuánto dinero tengas tú ni tu familia, ni el color de tu piel…

-         ¡Oh! ¿Es que tu padre tiene algo contra los negros también?

-         Bueno, no exactamente, pero no le transmiten mucha confianza. Has de entender  que en ésta ciudad*… pues….

Asentí, pero no pude evitar pensar que el mundo era muy injusto. ¿Por qué merecía yo menos confianza que alguien rubio con ojos azules?  No tenía sentido juzgar a un individuo por lo que hiciera su raza. Sino, todos los alemanes serían malas personas por culpa de Hitler.

-         Nunca seré el novio ideal para él ¿eh?

-         Si le gustaras a mi padre no me gustarías a mí  - me dijo, y noté que hablaba muy en serio. No lo decía por rebeldía o por deseo de llevar la contraria a su padre, sino que lo pensaba de verdad. Vaya. Mi suegro tenía que ser un individuo… interesante.

Iba a responder a eso, pero escuché que Zach me llamaba, como con urgencia. Me asusté, pensando que podía haberles pasado algo mientras yo estaba distraído con Agus. Michael también estaba en casa, pero yo debería haber estado más atento. Volé hacia su cuarto y Agustina me siguió, extrañada. Me agarró de la mano.

-         ¡Ey, espera, no dije nada malo para que salgas corriendo!

-         No es eso es que mis hermanos me… - empecé, meintras empujaba la puerta del cuarto de los gemelos para abrirla, pero no pude terminar la frase porque un barreño de agua helada se nos vino encima.  Lo habían colocado sobre la puerta entreabierta y se nos vino abajo. Quedé empapado y Agustina también. Escuché su grito agudo.

-         ¡Dios, Dios, Dios!  ¡Qué fría! ¡Ay! ¡Se me ha metido un hielo por debajo de la camiseta!

-         Espera que te ayudo – dije, pero ella grito otra vez.

-         ¡Ni se te ocurra, bruto!

-         Claro, qué tontería… - me avergoncé. Yo también estaba congelado pero creo que la vergüenza hizo que el frío se me pasara un poco. Ella se giró, dándome la espalda, y se metió la mano por el cuello de la camiseta para sacar el hielo.

Sólo entonces reparé en las risas. Harry y Zach se revolcaban sobre una de las camas, sacudidos por una risa histriónica. Así que aquello fue cosa suya.

-         ¡Brrr! ¡Yo os mato, canijos! – caminé hacia allá, pero pisé un hielo y me escurrí. Caí al suelo y ellos se rieron más fuerte.

-         ¡Ted!

Agustina trató de ayudarme a ponerme de pie otra vez, pero el resultado fue que ella también se cayó. El suelo estaba empapado, y nosotros también. Ella cayó encima de mí y aprecié que su ropa se trasparentaba. Se apartó rápidamente, como asustada de tenerme tan cerca.

-         ¡No tiene maldita la gracia, me oís! – les dije, a los causantes de aquello, pero seguían riendo con verdaderas ganas. Me agarré del manillar de la puerta para ponerme de pie… y entonces el barreño cayó también. Hasta entonces sólo su contenido se había derramado.

El barreño le dio a Agustina en la cabeza. Por suerte era de plástico, y  el golpe no la causó ningún daño grave, pero uno de los bordes la dio en la mano y ella soltó un grito.  

Lo que más me cabreó fue que Zach y Harry se seguían riendo.

-         ¡YA BASTA!

Me levanté apretando con fuerza los puños y los dientes. Zach dejó de reír al oírme gritar tan fuerte, pero Harry seguía doblado por la mitad, rojo de tanta risa.

-         Mira…. jajaja….su cara…..jajaja….parece una tetera hirviendo….jajaja ….y a la otra…. ¡se…..jajaja….se  la ven las tetas!

Entrecerré los ojos, sintiendo algo que era nuevo para mí: la necesidad de proteger a mi chica, en todos los sentidos de la palabra. Me acerqué a Harry, pero Zach se puso en medio.

-         ¿Qué vas a hacer? Ted, espera…. No puedes…. No delante de ella…. ¡tú no puedes castigarnos!

Ahí Harry se dejó de reír.

-         ¡Que lo intente y le rompo los huevos! – me dijo. Luego se volvió a reír. - ¡Ay Dios, ha sido buenísimo!

Para mi hermano yo era un chiste. Lo entendí en ese momento. Debía de pensar que podía reírse de mí, que podía avergonzarme delante de mi novia y a mi novia delante de mí.  Debía de pensar que no pasaría nada si se lo hacía al tonto de Ted….Sin decir nada aparté a Zach y…


Cuando uno hace una tontería super grande, a veces se da cuenta de que se equivoca mientras lo está haciendo, pero ya es tarde para parar. Eso es lo que sentí yo cuando levanté el puño cerrado, y lo dirigí como a cámara lenta hacia Harry. En realidad, supongo que todos los demás, Harry incluido, lo percibieron como un  movimiento muy rápido. Lo cierto es que antes de que nadie pudiera hacer nada, le había asestado a mi hermano pequeño un puñetazo en el estómago.

Las risas cesaron de golpe, al igual que su respiración. Escuché a Zach jadear, y Agus entreabrió la boca con sorpresa. Harry se cayó para atrás y quedó sentado en el suelo. Se llevó las manos al estómago aguantando el dolor a duras penas, mientras me miraba de una forma en la que pensé que jamás me mirarían mis hermanos pequeños. Sus ojos estaban llenos de dolor, miedo y lágrimas.

Me sentí mal de inmediato. ¿Qué me había pasado? Había perdido los papeles por completo. Me había cegado una ira vengadora….un instinto sobreprotector hacia Agustina… y había olvidado que quien tenía delante era mi hermano.

Di dos pasos hacia atrás horrorizado de mis propias acciones. ¿Él estaría bien? ¿Le habría hecho mucho daño?  Joder, tenía sólo trece años…

-         ¿Qué narices te pasa, Ted? – me reprochó Zach.  Quise agacharme junto a Harry, ver si estaba bien, pero Zach no me dejó.

-         ¿Qué ha pasado aquí? – preguntó Michael, desde la puerta. Debí de haber subido atraído por los sonidos extraños, las risas, y los gritos.

-         ¡Ted le ha pegado un puñetazo a Harry! – exclamó Zach con indignación, mientras ayudaba a Harry a levantarse.

Michael me miró como pidiendo explicaciones en un principio, pero no debió necesitarlas porque  algo en mi expresión debió confirmarle que era cierto. Sus ojos se empequeñecieron un poco, pero no me dijo nada.

-         Harry, ¿estás bien? – le preguntó.

- Sí… au…. Duele, pero bien.

-         Seguramente no te pase nada, pero por si acaso ve al baño, por si te entran ganas de vomitar. Zach, acompáñale. Quiero hablar con Ted un segundo.

Los gemelos hicieron lo que Michael les pedía.

-         ¡Te la has cargado! – me dijo Zach antes de salir.

Por algún motivo sentí que tenía razón. Es decir, evidentemente tenía que ir buscando un buen ataúd para cuando se enterara papá, pero en ese momento me pareció que a lo mejor le ahorraban el trabajo de matarme. Tenía la impresión de que Michael iba a empezar a gritarme delante de Agustina… Sin embargo, no elevó la voz.

-         ¿Tú en qué rayos estabas pensando? – me preguntó en primer lugar.

-         No estaba pensando…

-         Sí, eso parece… ¡Ted,  ese chico apenas te llega al pecho! ¡Su brazo es la mitad de grueso que el tuyo!

-         Lo… lo sé…

-         ¿Esa es tu idea de cuidar de ellos? ¿Golpearles? ¿Acaso Aidan te ha dado permiso para eso también?

-         No, claro que no… - balbuceé. Entendí de pronto que Michael me estaba regañando. Quizá era la primera vez que ejercía de hermano mayor conmigo…y se sintió horrible.

Me sentí más pequeño de lo que era. Desde que llegó, Michael era en muchos sentidos menos maduro que yo, aunque hubiera vivido más cosas y más duras.  A veces casi sentía como si yo fuera mayor que él, pero en ese momento no era más que un niño respondiendo por sus malas acciones.

-         ¿Qué es toda esta agua?

-         Ellos… ellos creo…creo que nos gastaron una broma.  – intervino Agustina. No quise ni mirarla. Seguro que en ese momento tenía una pésima imagen de mí - Abrimos la puerta y nos cayó agua y hielo.

-         Ya veo. ¿Por eso le pegaste?  - inquirió Michael.

-         S-sí. Fui tan imbécil… Voy a disculparme…

-         No. Ahora no querrá verte. Lo que vas a hacer es llevar a tu novia a casa. Luego vas a volver aquí, y entonces sí te vas a disculpar. Y en función de lo buena que sea la disculpa me pensaré si te cubro con Aidan.

-         No hay manera de que me cubras…. Harry o Zach se lo dirán… Igual ahora que papá se entere es lo que menos me preocupa… - murmuré. Tenía tantas ganas de llorar…

-         Pues debería ser lo que más, porque diecisiete son pocos años para morir. Marcharos, venga.  Va a cogerse un resfriado.

Me obligué a mirar a Agustina. Estaba tiritando. No había nada de ropa que pudiera prestarle, porque la de Barie y Madie la quedaría ridícula. Lo mejor era llevarla a su casa cuanto antes.

Caminé hacia la puerta, pero Michael me agarró del brazo cuando pasé a su lado, traspasándome con sus ojos azules profundamente serios.

-         Lo jodido de ser tú, Ted, es que no puedes permitirte golpear a tus hermanos. No si vas a cuidar de ellos. No si vas a actuar como un segundo padre.

Me soltó el brazo. Agaché la cabeza y me fui de allí, sin siquiera pararme a ver si Agustina me seguía.  Vino detrás de mí, sin embargo, y juntos llegamos a la puerta de entrada. Ella no dijo nada y yo tampoco, pero la sostuve la mirada antes de salir. No parecía exactamente enfadada conmigo. Sólo algo sorprendida y preocupada.

-         ¿Te duele la mano? – pregunté, recordando que se había golpeado ahí.

-         No. ¿Y a ti? – replicó, con intención. Sonó a “¿te duele después de reventarle las costillas a tu hermano de un puñetazo?”

-         Yo … Yo no soy así…. Eso que ha pasado… Por favor, no pienses eso de mí. No pienses que lo arreglo todo a puñetazos o que suelo tratar así a mis hermanos pequeños…

-         Ted, no voy a meterme en discusiones entre hermanos. Mucha gente habría reaccionado como tú.  Hay hermanos que están todo el día peleándose.

-         Nosotros no, y menos con los enanos. – la aseguré.

Ella había venido en transporte público, así que caminamos hacia mi coche y la abrí la puerta del copiloto. Entré yo también y puse la calefacción. Habíamos salido tan rápidamente que ni siquiera  la había ofrecido una toalla para que se secara.

-         Siento todo esto… - comencé, pero sentí que con un “lo siento” no era bastante.

-         Pues yo no. Tus hermanos me caen simpáticos y este… remojón… no ha sido cosa tuya  Lamento haberme ido sin despedirme de todos…

-         Vuelve otra vez, y así no tendrás que despedirte – propuse, mirándola con intensidad. Me había dicho que sí ¿no? Oficialmente ya éramos novios.

-         Me parece una gran idea – sonrió, y se inclinó para darme un beso en la mejilla. Hasta sus labios estaban helados.  Arranqué para llevarla a casa lo antes posible, o sino su padre, al que por lo visto ya iba a caerle mal por cosas sobre las que no podía hacer nada, acabaría por odiarme más.

Agus  tonteó con mi radio mientras  el coche avanzaba primero por calles desiertas y luego por zonas con tráfico conforme nos acercábamos al núcleo de la ciudad.  Veía alarmado cómo se acortaba el camino y por tanto mi tiempo con ella  y decidí aprovechar los minutos.

-         La otra vez también hiciste lo mismo. Poner la radio. ¿Te molesta viajar sin música? – pregunté.

-         No, sólo me gusta la música….

-         Ya somos dos. ¿Has escuchado “All of me”, de John Legend?

-         Creo que todo el mundo ha escuchado esa canción a estas alturas – respondió, y yo me reí.

-         Pues sí. Pero es muy buena.

-         Es preciosa – corroboró. Justo en ese momento, como una feliz casualidad del destino, ella pilló una emisora donde esa canción estaba sonando.


Aparté la vista de la carretera para mirarla a los ojos cuando llegó el estribillo, y nuestras miradas se cruzaron. Los dos nos ruborizamos. Era una canción de amor que haría que cualquier enamorado se sintiera identificado.

'Cause all of me
Loves all of you
Love your curves and all your edges
All your perfect imperfections
Give your all to me
I'll give my all to you
You're my end and my beginning
Even when I lose I'm winning
'Cause I give you all of me
And you give me all of you*

Agustina quitó la canción antes de que terminara. Abrí la boca para protestar, pero la cerré antes de decir nada. Pensé que no la gustaba y me dio lástima, porque me parecía muy bonita. Luego llegué a la conclusión de que yo era un cursi. Pero antes de poder seguir echándome en cara mi exceso de sentimentalismo, Agus me hizo una pregunta que me hizo ver que la había quitado únicamente para hablar conmigo sin música de fondo.

-         ¿Sabes por qué me enamoré de ti? – me preguntó sin rodeos.

Tal vez la canción la había hecho pensar. No estaba preparado para algo así, y al principio no supe qué responderla. En realidad, hasta ese momento no había estado seguro de que ella estuviera enamorada de mí.

-         ¿Porque intervine cuando Jack se pasó contigo? – aventuré.

-         No, fue mucho antes.

-         ¿Ah sí?

-         Sí. El año pasado. Nos pusieron un examen de Biología en un día que a mí me venía muy mal. Sabía que no iba a tener tiempo para estudiar en esa semana y estaba muy agobiada. A nadie de la clase le importó, y el delegado no movió un dedo porque dijo que sólo me afectaba a mí y no a toda la clase, pero tú fuiste uno por uno convenciendo a la gente para que firmaran una hoja pidiéndole al profesor que cambiara el examen de fecha.

-         ¿Supiste que fui yo?  - pregunté, sorprendido. Siempre creí que ella simplemente pensó que la clase cambió de opinión.

-         Me lo dijeron. También sé que eras tú el que recogía por mí las cosas de gimnasia cuando me tocaba.

-         Así que… ¿te enamoraste de mí porque te ayudaba?

-         Eras como un ángel custodio en la sombra. Eso le gusta a cualquier chica, pero lo que hizo que me enamorara de ti fue ver que… hacías eso mismo con todos los demás. Si tenías ocasión de echar una mano, lo hacías. Eras tan distinto a todas las personas que había conocido…Tal vez nunca conocí a una buena persona de verdad hasta conocerte a ti.

Me ardieron las mejillas y se me secó la boca.

-         No soy… no soy buena persona.

-         Claro que lo eres. 

Le he pegado a mi hermano pequeño. No soy una buena persona, y dentro de poco ni siquiera seré persona porque papá me va a matar” pensé, pero no dije nada.  No me había parado a pensar que yo no era el único enamorado desde la distancia: por lo visto, ella también se había fijado en mí.

-         Casi dejo a Jack entonces. Cuando me di cuenta de que sentía por ti lo que debería sentir por él quise dejarle, pero me faltó valor. En realidad, me amenazó sutilmente con contar…determinadas cosas de mí que sólo él sabe. Seguí con él después de aquello, pero ya nunca fue lo mismo.

-         ¿Y ahora? ¿Por qué le dejaste ahora? ¿No te da miedo de que… cuente esas cosas?

-         Uno sólo debería preocuparse de que los demás sepan sus malas acciones. Las cosas que escapan a nuestro control no deberían avergonzarnos.

Esa reflexión me pareció increíblemente inteligente y cierta. Justo en ese momento llegamos a su casa, así que detuve el coche y la tomé de la mano. Recorrí su palma con mi dedo pulgar.

-         Yo no sé por qué me enamoré de ti. Solo sé que desde hace años te miraba a cada rato y jamás se me ocurrió pensar que tú te hubieras fijado si quiera en que yo existía. 

-         A pesar de que nunca nos habíamos dicho más de cuatro palabras seguidas, si me hubieras pedido salir, hubiera mandado a Jack a la mierda.

Aunque eso me hizo sentir halagado, hubo un matiz que no me gustó. ¿Por qué yo tenía que pedirle salir para que se hartara de Jack?  ¿Por qué no podía simplemente dejarle y estar sin novio un tiempo?  No me había parecido que en la fiesta le costara mucho dejarle. No había imaginado que tuviera tal…dependencia.

Ella pareció adivinar el rumbo de mis pensamientos.

-         Me da miedo estar sola – confesó, mirando mi mano como si de pronto fuera muy interesante – Aunque es estúpido, tiendo a pensar que si estoy con alguien… ese alguien me protegerá, y no permitirá que me haga daño.

-         ¿Hacerte daño? ¿Quién?

-         Nadie. No importa.

-         Sí importa. ¿De qué hablas?

-         No es nada, Ted.

-         Oye, mal empezamos si vas a soltar bombas así y luego te las callas – protesté. Me había preocupado.  Agustina se mordió el labio y no me respondió. Sujeté su barbilla como a veces hacía papá y la obligué a mirarme. – Ey. Acabas de decir que uno sólo debe avergonzarse de las cosas de las que tiene culpa ¿recuerdas?

-         Es que vas a pensar que yo tengo la culpa de esto…

-         ¿De qué?

-         Ya no lo hace…. Hace mucho que ya no lo hace. Por eso ya… ya no necesito a Jack.

-         ¿Quién no hace qué? Agustina, ahora me estás asustando. – confesé. Había pensado que se trataba una tontería, pero de pronto parecía algo muy serio.

Sentí que se iba a poner a llorar. Me soltó la mano y pensé que iba a taparse la cara para que no viera sus lágrimas, pero me equivoqué. Lo que hizo fue llevarse las manos a la camiseta y subírsela un poco. Me eché para atrás en el asiento.

-         ¡Ay Dios! ¿Ahora? ¿Quieres hacer esto AHORA? No pensaba tener esta conversación hoy, pero yo no quiero…es decir, no es que no quiera, pero ahora mismo… no pienso…no quiero… no voy a tocarte.  Bueno, a tocarte sí… no es que me des asco…Madre mía, me das lo contrario de asco…es que…yo…lo que no voy a hacer es… yo…

Joder. Me soné tan asustado como una doncella protegiendo su virginidad. Que era por otro lado lo que estaba haciendo, así que no era tan extraño que sonara tan desesperado. ¿Qué era aquello? ¿Una especie de arrebato al más puro estilo de las películas? ¿Una forma de cambiar de tema y hacer que me concentrara en otra cosa?

- ¡No, animal! ¡Bruto! ¡Si serás idiota! ¡Sólo quiero enseñarte algo! – protestó, casi tan espantada como yo.

Me dio un golpe en el brazo y me miró con el ceño fruncido, como ofendida por mi insinuación. Me relajé un poco y miré su vientre descubierto, para ver lo que quería que viera. Me costó un poco encontrarlo entre su piel morena, pero finalmente vi la marca difusa de unos semicírculos sobre su estómago.  Moví la mano lentamente hacia allí, y toque su piel con timidez, pero ella no me apartó los dedos así que lo hice con algo más de confianza. Parecían cicatrices en curación, como la que yo tenía aún en mi costado tras la apendicitis.

-         ¿Qué es esto?

-         Caí sobre un vaso roto. Me clavé los cristales. Algunos no pude sacármelos, así que tuvieron que hacerlo los médicos.  Aunque sangré bastante, no fue para tanto, sólo me dieron un punto, pero aún se me notan los cortes. Pasó hace un año, o algo más.

Observé las casi imperceptibles marcas, pensativo. Bajé su camiseta con cuidado, reparando sin poderlo evitar en que tenía el vientre muy plano y la cintura muy pequeña. Vamos, como diría Alejandro, en que estaba muy buena. Pero aquél no era momento de pensar en eso, sino de asociar esas marcas con la extraña conversación que habíamos tenido antes.

-         ¿Cómo te caíste?  - pregunté, con recelo, teniendo en cuenta que ella había hablado de que alguien la hacía daño.

Agustina apartó la vista y miró su calle desde la ventanilla del coche. Ya había dado el primer paso, así que ahora me lo tenía que contar, pero se notaba que la costaba mucho.

-         Me empujó…

- ¿Quién?

Me tensé mucho. De alguna forma, lo supe antes de que lo dijera. Su extraña unión con Fred tuvo sentido de pronto. Que se conocieran en el psicólogo, que hubiera reaccionado como un conejo asustado al pensar que Aidan se había enfadado el día que se conocieron…

- Mi padre.


- Aidan´s POV -

En el camino hacia su casa Holly y yo decidimos que sería mejor si yo no entraba con ella. Sus hijos no se habían tomado bien que tuviera una cita y mi presencia sólo causaría problemas, así que accedí a quedarme en el coche, pero la hice prometer que saldría a  decirme si todo iba bien, o si necesitaba que hiciera algo más.

-         No es necesario que te tomes tantas molestias – me dijo, cuando  detuve el coche frente a la que debía de ser su casa. Era pequeña, o al menos pequeña si uno tenía en cuenta que dentro vivían doce personas.

-         No es molestia – la aseguré  - Lamento no poder hacer más, pero creo que tienes razón y si entro contigo ellos podrían reaccionar mal.

-         Mal es un eufemismo. Si llegas a entrar seguramente tu también acabes en el hospital.

No sonó del todo como una broma, por lo que me inquietó un poco.  Salió del vehículo y me miró desde la ventanilla abierta. Se marchaba, se estaba yendo, y aunque sabía que era inevitable yo no quería que se fuera.

-         Vamos, Holly, sólo son niños…

- Sí, pero creo que alguno de ellos ha hecho en secreto un curso sobre armas de destrucción masiva – replicó. Pese a todo, pude distinguir un profundo cariño en su voz, hacia esos “terroristas” que decía tener por hijos.

-         ¿Te dan mucha guerra? – pregunté. Tenía curiosidad, pero además pensé que la venía bien hablar un rato para relajarse, porque aun estaba muy nerviosa.

-         No. O sí, pero es una guerra a la que iría todos los días de mi vida – admitió, con una sonrisa – A veces no sabes si son peores los pequeños o los mayores, pero luego entiendes que no cambiarías a ninguno de ellos por nada en el mundo.

Sonreí, identificado con el sentimiento.

-         Pareces joven para tener once hijos… - comenté, aún en proceso de asimilación de aquella cantidad.

-         ¿Cuántos años me echas?  - preguntó, divertida.

-         ¿Treinta y dos? – probé, deseando no haberla echado de más, o se podría ofender.

-         Treinta y cuatro. Me casé muy joven y me embaracé enseguida. – explicó.

Empecé a entender por qué había dicho que se sentía muy identificada conmigo. Ambos habíamos sido padres muy jóvenes, y no precisamente de pocos hijos.

-         ¿Qué edad tienen? – pregunté, pero en ese momento salió de la casa una niña rubia.

-         ¡Mamá! – llamó. Debía de haber visto a Holly desde la ventana.

Su cara me sonaba de algo, y recordé entonces que era la niña con la que Holly estaba en el médico cuando llevé a Barie.

-         ¿Qué pasa, cariño? Voy enseguida.

La niña no dijo nada, pero se acercó y la agarró del brazo, como tirando de ella. Me pareció un gesto tierno e infantil, peor no dejó de extrañarme porque esa chica parecía mayor que mis hijas. Me miró un segundo a través del cristal, y cuando vio que la miraba soltó un gritito y volvió a meterse en la casa corriendo.

-         Discúlpala. Es muy tímida… Será mejor que entre ya. Gracias…. Gracias por todo, Aidan.

-         Gracias a ti – musité, pero no sé si llegó a oírlo.

Observé cómo se marchaba y me quedé en el coche, esperando a que en cualquier momento saliera a decirme que todo estaba bien. Sin embargo, en vez de salir, me envió un mensaje de texto. Supongo que no quería alargar innecesariamente la despedida, ya que los dos sabíamos que aquello era un adiós.

Conduje de vuelta hacia mi casa, roto porque aquella fuera a ser la última vez que la veía, al menos por un tiempo. Estaba seguro de que ella iba a hacer lo posible por no cruzarse conmigo en sus trabajos periodísticos, aunque me había preguntado al respecto así que tal vez tras un par de meses…

Llegué a casa pensando en cómo me iba a enfrentar a las preguntas de Ted acerca de cómo me había ido. Lo mejor era decirle la verdad: que había ido bien, pero que no íbamos a vernos más. Sin embargo no tuve que responder a nada, porque Ted no estaba en casa… Me di cuenta en cuanto no vi su coche.

“Otra vez no, por favor. ¿Esto se va a volver una costumbre?  ¿Qué pasó esta vez?”

Me angustié, pero luego pensé que tal vez se había ido a llevar a Agustina a su casa. Ya era un poco tarde.

Efectivamente, eso fue lo que Michael me dijo cuando entré, pero yo tenía un mal presentimiento. Le noté ausente, y no dejaba de mirar el reloj.

-         ¿Qué ocurre, hijo?

-         Está tardando mucho.

-         Igual hay tráfico…

-         No Aidan, no lo entiendes. Se fue de aquí sobre las nueve y media. – dijo Michael. Eran las doce. – Igual ella vive un poco lejos, no lo sé…

-         ¿UN POCO? ¿¡¡UN POCO LEJOS!!?  ¿COMO EN OTRO ESTADO, TAL VEZ? – exclamé con sarcasmo, pero luego me dije que Michael no tenía la culpa de nada.

-         Seguro que es por lo que ha pasado… conociéndole igual se siente culpable o tiene miedo, o quién sabe qué…

-         ¿De qué estás hablando? Vale, Michael, yo voy a intentar calmarme, y tú me lo cuentas todo desde el principio.

-         No hay mucho que contar… Los gemelos le gastaron una broma, él se lo tomó mal y… le dio un puñetazo a Harry.

-         ¿Qué? – pregunté, extrañado. No era propio de Ted. Lentamente la sorpresa fue dando paso al enfado. En cuanto volviera a cada me iba a escuchar…aunque claro, la prioridad era que volviera….

-         En el estómago…  Ya se arrepentía después de hacerlo… Tal vez no se atreve a volver…

-         No. – dije, con bastante seguridad – Ted no huye de los problemas, los enfrenta. Aunque sepa que voy a estar enfadado… él no me esquiva.

Claro que tampoco les pegaba a sus hermanos, así que a lo mejor había escogido ese día para hacer todo lo que normalmente no hacía.

Me senté, porque lo necesitaba. Porque ya iban dos días que volvía a casa y Ted no estaba. ¿Qué tenía que hacer, inmovilizar su coche? Me daba igual que aquella vez también tuviera una buena excusa: Ted siempre tenía razones para hacer lo que hacía pero al final siempre acababa haciendo lo que él quería. Y yo tenía la culpa de eso por dejarle pasar todo.

Michael había acostado a los pequeños hacía un rato, y estaba ahí abajo esperando a ver si Ted volvía, pero ya estaba más que preocupado. Puesto que no había vuelto, era hora de pasar a la acción.   Antes de poder pensar por dónde le empezaba a buscar, se abrió la puerta. Reconocí la silueta de Ted envuelta en su chaqueta. El alivio que sentí fue enorme, y de pronto quise gritarle de todo, pero entonces se giro para mirarme, y el mundo se me vino encima.

-         Ted´s POV –

Agustina y yo estábamos apoyados en el capó del coche. Yo la observaba lleno de pena y confusión, después de haber puesto el grito en el cielo ante su revelación. Creo que le había llamado de todo a su padre, pero ella no pareció muy ofendida porque le insultara.

- No es… no es exactamente como lo de  Fred.

-         ¿Qué?

-         Al padre de Fred lo denunciaron en uno de sus colegios. Creo que por eso se cambió. El juez estudió el caso y finalmente  obligó al padre a ir a unos cursos de control de la ira y a los dos a un psicólogo familiar en el cual nos conocimos. Estuvo a punto de perder la custodia de Fred. Si… si lo del otro día saliera a la luz, la perdería.  Pero… ellos dos se llevan bien, casi todo el tiempo. Se quieren… Yo… en las reuniones yo…creo que no debemos hablar de esto, pero yo he visto llorar a su padre.

-         ¿Y en qué es diferente a… tu caso?

-         A mi padre no le verás llorar. Ni en público ni en privado. Y a él no… no le denunció nadie. Se apuntó a control de la ira porque mi madre le dio un ultimátum. Parece que esas reuniones le funcionan… pero está en su carácter el ser agresivo, violento, machista y dominante. El padre de Fred es un buen hombre con muchos problemas. Mi padre en cambio es un hombre cuyos problemas le han convertido en una mala persona.  No nos llevamos bien, y jamás lo haremos. Él cree que es porque no le perdono por… lo que me hacía…y en realidad es porque le detesto como padre y como ser humano.

Tal vez aún estaba muy mojado o tal vez vino una corriente de aire, pero me dio un escalofrío. Quizá fue simplemente el efecto del hielo en su voz.

-         Yo… no sé… no sé ni qué decir… - comencé. – Madre mía… ¿cómo puede?…. Dios…

-         Ey, te digo que ya no lo hace. Sigue gritando y dando algo de miedo, pero ya no me toca…

-         Y pensar que le tengo tan cerca – gruñí, apretando los puños tan fuerte que me clavé las uñas en las palmas de las manos - ….tras esas paredes….Voy a entrar ahí y le…

-         Y le nada, Ted. No te lo he contado para que cojas tú y te líes también a golpes. Te lo he contado porque me pareces el tipo de persona que soluciona las cosas de forma diferente.

Parpadeé, y respiré hondo para calmarme.

-         Y lo dices el día que me has visto golpear a mi hermano. Has tenido que pensar que yo…que….- balbuceé, horrorizado porque ella me tuviera por alguien violento como el tipo al que llamaba padre.

-         No sois ni parecidos – me aseguró. – No cometas el mismo error que él, al pensar que lo que sale de tus manos es más importante que lo que sale de tu boca. Hubiera sido mejor si no hubieras pegado a tu hermano, pero no es así como te ganas el odio de una persona. No es por un golpe y tal vez tampoco por muchos, sino por tu forma diaria de tratar a esa persona. Lo que le dices cuando no estás enfadado. Mi padre cree que lo peor que me ha hecho han sido los golpes.  Que por eso no hay ni rastro del afecto que antes le tenía… pero se equivoca. Lo peor son las palabras que me dirige, la forma en que me habla, lo que piensa de las cosas que me gustan y de mis sueños, el hecho de que pisotee mis sentimientos y ridiculice…ridiculice….

Agustina jadeó, sin aire.  Su voz se había ido agudizando a medida que hablaba. Me puse frente a ella y sujeté mi cara con sus manos para calmarla, porque temí que la diera un ataque de pánico. No estaba tan tranquila como quería aparentar. Quién sabe cuántas veces había contado aquella historia, pero hablar de eso la mataba por dentro.

-         Tranquila. Tranquila…. Estoy aquí ¿de acuerdo? No sé qué puedo hacer, pero estoy aquí. Puedes contar conmigo.

Ella asintió, y se agarro a mi brazo, frotándolo como un gatito con una alfombra.

-         Sé que no dejarás que me pase nada. No sé por qué, pero lo sé.  Me protegerás…

Uní esas palabras con las que había dicho antes, en el coche. Ahora entendía un poco mejor su forma de pensar.

-         No necesitas que nadie te proteja, Agustina. No eres débil. De hecho pareces tener un carácter de cuidado y una fortaleza interna admirable. No dependes de nadie. Ni de mí, ni de Jack, ni de nadie. No permitas que te hagan creer que estás indefensa.

Me miró a los ojos, sorprendida. Iba a decir algo, pero entonces vimos acercarse un grupo de chicos con mal aspecto. Llevaban cadenas en los pantalones, puños americanos en las manos, y pañuelos o gorras en la cabeza. Ella se tensó un poco. Yo también, pero decidí ignorarlos. A esos chicos no les importaba una pareja de novios apoyados sobre un coche.

-         No he sabido muy bien cómo actuar con lo de Fred, porque es una situación que no comprendo, pero voy a ayudaros, a los dos. Gracias por habérmelo contado, yo…

-         ¡Eh, guapa! ¿Quieres divertirte un rato? – gritó uno de aquellos pandilleros.  Fruncí el ceño. Pensé que tenían muy poca educación pero sabía que no era bueno cabrearles. Hice un gran esfuerzo por no encararme con el tipo que había piropeado a mi novia, y me dije que después de todo no era ningún delito que la llamara guapa.

-         No…yo… no, gracias – respondió Agustina, escondiéndose un poco detrás de mí.

-         ¡Vaya! ¿Qué os parece? ¡La putilla es tímida!

Giré el cuello para destrozar con la mirada al que había hablado entonces. Eso sí fue un insulto, y me dije que era el último que ese gilipollas iba a soltar en su vida, porque pensaba destrozarle…

Entonces recordé lo que Agustina había dicho hacía muy poco: que yo no parecía de los que resolvían las cosas a golpes. Ella no quería un matón, porque de esos ya había tenido muchos en su vida, con un padre como el suyo y un novio como Jack.  Y yo tampoco era de los que saltaban a la primera. ¿Qué diablos me pasaba? Intenté controlar mi agresividad, por ella.

-         Chicos, está conmigo ¿vale? – dije, fingiendo una sonrisa amigable.

-         ¿Ah sí? Yo no veo un anillo en su dedo. – replicó el que parecía el más grande. Les observé bien. Eran ocho, y debían de estar entre los quince y los veinte años. Puede que el grande tuviera algunos más. Si entraba en una pelea con esas moles humanas, me matarían. Lo supe por instinto.

-         Es que se lo ha dejado en casa – respondí, de nuevo con esa sonrisa. Deseé que no notaran lo asustado que estaba.

-         Vamos tío, déjales, no te han hecho nada… - intervino uno de ellos, al cual le estuve muy agradecido.

-         La chica va provocando con esa ropa mojada. Quiere tema ¿es que no lo ves? – replicó otro.

Miré a Agustina. Es cierto que se la veía un poco el sujetador porque su camiseta era de algodón y se había empapado, pero ya no estaba tan mojada como antes y no era algo tan llamativo. Y en cualquier caso, ellos no tenían ningún derecho a hablar así sobre ella… Vi que el más grande daba un paso hacia nosotros y yo instintivamente di un paso hacia él.

-         Ella te ha dicho que no. Y yo que está conmigo – le gruñí.

El tipo aquél me evaluó con la mirada. Luego sonrió, se giró como  amagando para irse…y de pronto me soltó un puñetazo. Y otro más. El tercero me tiró al suelo.

-         ¡TED! – el grito agudo de Agustina se escuchó por encima del pitido de mis oídos. Los tres habían ido a la cara. El labio me sabía a sangre, pero creo que no estaba roto.

El que me había pegado le pidió algo a uno de sus amigos. Vi que era un puño americano. Si me daba con eso me rompía todos los dientes. Lo supe, y el miedo me hizo reaccionar. Desde el suelo, le  hice un barrido con la pierna. No le tiré, pero le hice trastabillar y apartarse. Logré ponerme de pie, y de pronto tenía a tres de ellos encima.

Durante un minuto todo lo que pude pensar era lo mucho que me dolía. Ni siquiera distinguía de dónde me venía el dolor. Sólo sabía que me dolía la cara, las costillas, el pecho, y las piernas. En algún punto dejé de gritar, y casi de sentir. Me limité a observar a mis atacantes. Tres de ellos eran negros, dos mulatos como yo, y otro parecía hispano como Alejandro. Sólo uno era blanco. No sé por qué me fijé en eso, pero me llamó la atención. 

Había un motivo por el cual no debía dejar que me mataran, pero me había llevado tantos golpes en la cabeza que ya no podía recordar por qué. Sólo cuando se agacharon a cogerme la cartera, al ver que yo ya no podía levantarme del suelo,  pensé en mi familia. Sí, ellos eran un buen motivo para no morir, pero había otro… otro más urgente.

Oh, sí. Si yo moría, nada les impedía ir tras Agustina. No la veía por ahí, así que tenía que haber salido corriendo. Bien hecho.

-         Eso es mío – logré decir entre toses, mientras apoyaba las manos en el suelo para tratar de ponerme de pie. Ellos ya se iban, pero se giraron sorprendidos. – Mi cartera. Es mía.  – gruñí.

-         Joder. El crío tiene cojones ¿eh?

-         Venga, hermano, quédate en el suelo. – me sugirió uno de ellos, el de piel más oscura.

-         Lo siento, “hermano”, pero eso no va a ser posible – repliqué.

-         ¿Está llorando? – se burló el que había empezado.

Sí, probablemente estaba llorando. No sabía si eso que bajaba por mis mejillas eran sangre o lágrimas. Me dolía lo bastante como para llorar, así que no lo descarté.

Se acercaron de nuevo, como para rematar el trabajo, pero un ruido muy fuerte nos distrajo a todos. Un hombre había golpeado un bate de baseball contra el suelo para llamar su atención. A su lado estaba Agustina.

-         ¿QUIÉN ES TED? – rugió.

Tímidamente, levanté la mano.

-         Todos los demás, ya estáis sacando el culo de aquí ¿me habéis oído?  ¡Si no os reventaré la cabeza antes de que venga la policía!

Al escuchar la palabra “policía”, tiraron la cartera al suelo y se dieron el piro. Fue el momento ideal, porque a mí me fallaron las piernas. Aquél hombre se acercó, sin embargo, y me sostuvo.

-         Gra…gracias señor, yo…

-         No me las des. Casi haces que te maten por proteger a mi hija.

Mierda. Ahora le debía mi vida al hombre al que quería odiar, por lastimar tanto a Agustina.

Observé la forma en la que rodeaba a Agus con un brazo. Ella podía decir lo que quisiera, pero aún existía afecto entre ellos. Y tan mala gente no sería cuando había salido a defenderme.


Me llevaron a su casa, puesto que estábamos en frente de ella, y allí una mujer, la madre de Agustina, curó mis heridas. Tal vez fue el escozor del alcohol, tal vez lo que me hizo sentir la suavidad de sus manos, tal vez el miedo que había pasado, pero me eché a llorar y ya no pude parar por un buen rato. Para cuando estuve un poco mejor, había llegado la policía. Me hicieron un par de preguntas y me dijeron que seguiríamos la conversación en mi casa, a la cual se ofrecieron a llevarme, por no decir que no me dejaron otra opción.

- Aidan´s POV - 



Sus pómulos, su nariz, esa mancha roja en su chaqueta… A mi hijo le habían dado una paliza. Michael y yo jadeamos a la vez, y yo  me tiré a abrazarle en cuanto pude recuperarme.

-         Hijo… Ted, ¿qué te ha pasado?

-         ¿Quién ha sido, Ted?  Dime quién… conozco gente… tengo contactos …yo…les reventaré…haré…haré que…¡la poli! – exclamó Michael en cuanto vio entrar a dos hombres uniformados. Se esfumó escaleras arriba.  Mmmm. Tendría que hablar con él sobre su miedo a las autoridades. Pero mi prioridad entonces era Ted.

-         ¿Aidan Whitemore? – me preguntaron.

-         Soy yo – confirmé, sin soltar a Ted ni separarme de él ni un milímetro. Noté que había empezado a llorar en mi pecho. Me abrazó muy fuerte y se dejó llevar por los sollozos. Acaricié su cabeza y el policía me sorprendió al poner una mano en su hombro.

-         Tranquilo chico. Estás en casa, ¿eh?

Intenté pensar con claridad. No parecía que le trajeran detenido. Aunque bien pensado ¿podían esposar a un menor? ¿Le habían pillado bebiendo o algo así, y me le traían a casa? Pero eso no explicaba sus heridas… Abracé a Ted más fuerte, y le llevé al sofá para que se sentara. La policía nos siguió.

-         Caballero, necesitamos que su hijo presente una denuncia contra los hombres que le atacaron a él y a la joven que le acompañaba.

-         ¿Le atacaron? ¿Quién? ¿Ted, qué te han hecho?

Ted trató de hablar, pero lloraba demasiado para que se le entendiera. Parecía darle igual que hubiera gente observando.

-         Por lo que nos ha contado la menor que le acompañaba, un grupo  se les acercó para empezar a molestarles y posteriormente golpearon a su hijo hasta que el padre de la otra víctima intervino.

Yo no estaba para jergas policiales en ese momento.

-         Teddy… ¿estabas con Agus? – pregunté, y él asintió. Ella debía ser la otra víctima.

-         Ella…snif…snif….ella está bien. – logró decir. Besé su frente y volví a apretarle contra mí.

-         Sólo necesitamos que su hijo describa a los agresores, señor Whitemore, para ver si coincide con la declaración de los señores Navarro.

-         Mi hijo no puede describir a nadie ahora, agente. Ha pasado un susto de cojones. – espeté, frotando la espalda de Ted para que se calmara. Los dos policías intercambiaron unos susurros y finalmente miraron hacia mí y asintieron.

-         Tiene razón. Lo que necesita es descansar. ¿Podría presentarse mañana en la comisaría? Tomaremos su declaración allí.

Prometí estar a primera hora y respiré hondo, tratando de disminuir el ritmo de mis pulsaciones. Mi niño… mi pequeño… Acaricié su mejilla. Tenía unos buenos golpes. Me pregunté si no debería estar en un hospital, pero no parecía tener nada roto. Podía haber sido peor. Podían… no quería ni pensarlo, pero podían haberle clavado una navaja, o algo. El policía pareció leerme la mente.

-         Los atacantes iban armados…

-         ¿QUÉ?

-         Con puños americanos, pero parece que no llegaron a usarlos. Debieron considerar que tenían suficiente ventaja sobre él, al ser ocho contra uno.

-         Ocho contra uno… ¡Pero tú en qué pensabas! – exclamé, y zarandeé a Ted un poquito - ¿Es que quieres que te maten?

-         Señor Whitemore, quiero recalcar que su hijo no se metió en ninguna pelea. Fue asaltado y agredido... aunque ya te he dicho chico que no deberías haberles plantado cara. Ni siquiera nosotros nos enfrentamos a los delincuentes si no estamos armados, a pesar de que estamos entrenados. Tenemos órdenes estrictas de no hacerlo. En una situación así, corres todo lo que puedas y gritas pidiendo ayuda.

-         No podía dejar que tocaran a Agustina… - musitó Ted. Gruñí por lo bajo. Por alguna razón sentí que si le regañaba por eso era un cerdo sin alma, puesto que era un héroe. Pero ganas no me faltaban.

-         ¿Estás bien? ¿Te llevo al hospital? Ese labio hinchado no me gusta nada…

-         La madre de Agus me curó en su casa – me dijo. Poco a poco se iba tranquilizando. – Estábamos frente a su casa…y ellos…snif… ellos empezaron a meterse con Agus…porque querían…snif… no sé bien qué querían pero no me gustó cómo la hablaban. Intenté que nos dejaran en paz, pero sólo lo empeoré todo y ese tipo… Intenté defenderme, creo que conseguí dar a un par de ellos, pero eran tantos…me….me ganaron y…

Le escuché con atención, haciéndome una idea de la situación. Analicé bien sus palabras y detecté cierta intención de no decepcionarme, como si tuviera miedo de que yo pensara que era débil por haber perdido la pelea.

-         Claro que te ganaron. Los muy cobardes eran muchos y estaban armados. Ted, mi niño…Mírate….Mira qué te han hecho… Ahora te ponemos hielo ¿vale? Y te doy un analgésico… Y si algo te duele más de la cuenta me lo dices y volamos al hospital, ¿me escuchas?

Asintió y se frotó contra mí, para que lo abrazara. Los policías seguían allí delante, y parecieron algo incómodos, como entendiendo que era momento de que se marcharan.

-         Hemos traído a su hijo con nosotros, por lo que su vehículo quedó aparcado en la zona del suceso. Pueden retirarlo sin problemas, no ha sufrido ningún daño así que no lo hemos precintado.  Y nada más caballero. Mañana en la central mi compañero intentará hacer un perfil de los agresores. No parece que exista ningún tipo de amenaza contra su hijo, ni que sea el objetivo de ninguna banda. Sólo estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado.

No sé si eso era un consuelo o no, pero yo particularmente no iba a estar tranquilo hasta saber que esos tipos estaban encerrados. Despedí a los agentes y seguí abrazando a Ted, que gimoteaba de vez en cuando, no sé si porque le dolía o por qué. Al poco de cerrar la puerta bajó Michael.

-         ¿Se fueron?

-         Sí. No tenías por qué haberte ido, Michael. No venían a por ti ni nada de eso.

-         Los judíos siempre huirán de los alemanes y yo siempre huiré de los policías – me espetó, como dando el tema por zanjado y se sentó al lado de Ted - Hermano… He estado escuchando. Ocho contra uno… Caray, mi hermanito es duro de pelar ¿eh? ¿Pudiste con ellos tu solito?

Le hablaba con mucho cariño, y con un tono que era más adecuado para Kurt, como si supiera que Ted estaba delicado y sensible en ese momento, y necesitado de mimos.

-         Pensé….snif… que nunca más podría levantarme del suelo.

-         Sí, él dolor paraliza, pero si no te rompen un hueso puedes levantarte – le dijo Michael.

-         Bueno, ya no vamos a hablar más de golpes ni de  huesos rotos. ¿Quieres darte un baño, campeón? – le dije a Ted, frotando su cabeza, en parte por acariciarle y en parte para comprobar que no tuviera heridas ahí.

-         No.

-         Bueno. ¿Quieres comer algo?

-         No…snif.

-         ¿Y quieres dormir?

Se apretó más contra mí y negó con la cabeza.

-         Sí, tienes que dormir, pequeño. – susurré. – Conmigo, ¿mm?

-         No…snif…ya he…snif….ya he dormido ahí muchas veces.

-         ¿Y qué hay de malo, eh? ¿Es que ya estás grande para dormir con papá? – protesté, y besé su frente – Te diré un secreto: yo no estoy grande para dormir contigo.

-         Michael se reirá de mí – se quejó, tal vez olvidando que el aludido estaba presente.

-         Oh, no lo hará si sabe lo que le conviene.

Subí con él las escaleras, observando sus movimientos por si veía que algún golpe necesitaba atención médica. Me convencí de que no al ver que se movía bien, pero cuando se quitó la camiseta volví a reconsiderarlo, porque estaba lleno de moretones que parecían feos incluso aunque tuviera la piel oscura.  Fui a por una crema especial para golpes y le puse un poco, maldiciendo los ancestros de quienes le habían hecho daño. Luego fui a por hielo y un analgésico, para que pudiera dormir algo sin estar molesto por el dolor. Después de eso paseé rápidamente por todas las habitaciones, le di un beso a mis hijos dormidos, le deseé buenas noches a Michael, y volví con Ted dispuesto a no soltarle en toda la noche y tal vez en la vida.

Ted tardó bastante en dormirse. Se aovilló y se pegó a mí como cuando era más pequeño. Debía de haber vivido un infierno. Creo que había sido capaz de soportarlo debido a la adrenalina, pero ahora que todo había pasado mi niño estaba muy asustado. Le hice caricias con la intención de relajarle y que se pudiera dormir, aunque sólo fuera un poco.

-         Papá…

-         Dime cariño.

-         Siento mucho haber pegado a Harry.

Hice una mueca y coloqué sus sábanas hasta dejarle bien arropadito, como para hacer tiempo.

-         Sé que lo has pasado muy mal, así que no voy a regañarte ahora, pero ya que has sacado el tema, eso no me gustó nada. Sabes que estás perdonado, sé que no vas a volver a hacerlo, y quiero que te disculpes con tu hermano. Y fin del tema ¿vale? Hoy ha sido un día para olvidar…

-         De verdad lo siento….

Le di un beso como respuesta. Normalmente le habría castigado por golpear a su hermano, pero sinceramente me faltaban fuerzas para hacerlo después de todo lo que le había pasado. Lo único que quería hacer era mimarle.

-         No fue un día tan malo – dijo tras un rato.

-         ¿Ah, no?

-         No. Le pedí a Agustina si quería ser mi novia y dijo que sí.

Sonreí ampliamente, quizá por primera vez desde que llegué a casa.

-         La quieres mucho ¿no?

-         No sabía cuánto. No lo sabía, pero cuando creí que esos tipos iban a hacerla daño…. Tú sabes que yo no soy valiente, papá, pero en ese momento sólo me importaba ella…

-         Claro que eres valiente hijo. ¿De dónde sacas esa tontería?

-         No lo soy. Y tampoco sé pelear, pero daba igual. Creí que… me daba miedo que quisieran violarla…Ya la han hecho demasiado daño en su vida.

-         Y hoy te han hecho demasiado daño a ti.

-         Papá…. ella no tuvo la culpa. Ni siquiera pienses en impedirme que la vea porque…

-         Eh eh eh, ¿quién dijo nada de eso? Ya que lo mencionas, señorito, hoy pegaste a tu hermano por ella,  y te metiste en una causa noble suicida por defenderla. Creo que esa chica te trastoca las neuronas. Pero no es por ella en sí, sino porque estás enamorado. Si intentara separarte sería peor, y si encontraras otra chica el problema seguiría ahí.

-         No hay otra chica, papá. No la hay. – me aseguró.

En vez de responder le seguí acariciando.  Sabía que era un pensamiento típico de los adolescentes, el pensar que su primer amor es el definitivo, pero también sabía que a veces sí era así. No iba a ser un agorero y a llenarle la cabeza con negativismo. Le deseaba suerte con esa chica y si era la indicada me alegraría por él.

-         A dormir, campeón. Bueno o malo, ha sido un día muy largo. – me estiré para apagar la luz pero sus ojos abiertos seguían brillando en la oscuridad. – A dormir, Ted. Ojos cerrados, venga.

-         ¡Pero aún no me constaste de tu cita! – protestó.

Respiré hondo. Con todo lo que había pasado, no había vuelto a pensar en Holly. No me apetecía hablar del tema en ese momento.

-         Ya lo haré mañana. Ahora hay que dormir. Mañana tenemos que ir a la comisaria, ¿recuerdas?

-         Bueno… - aceptó.  Seguí acariciándole un rato y al poco se durmió. Tenía que estar rendido. Al menos todo su cuerpo tenía que pedir a gritos un descanso.

Yo en cambio no me pude dormir. Tenía una angustia enorme, como una opresión en el pecho al pensar que unos bestias le habían dado una paliza a mi hijo.

Escuché pasos y susurros por el pasillo y como iban a más al final acabé por levantarme e ir a ver qué pasaba. Al salir de mi cuarto varios brazos me abrazaron en la oscuridad.

-         ¡Papi!

-         ¡No “vinite”, papi!

-         ¡No me leíste un cuento!

-         Tardaste mucho…

Reconocí la voz de Kurt, Alice, Hannah y Cole, pero intuí que estaban también todos los demás. En cuanto mis ojos se acostumbraron un poco vi que efectivamente todos andaban por el pasillo. Los ojos oscuros de Alejandro brillaban como los de una película de terror así que acabé por encender la luz.  No estaban acostumbrados a irse a la cama sin que yo estuviera en casa.

-         Sí, lo siento, cielos, papá se entretuvo un poco…

-         Papá, ¡no sabes lo que pasó! – dijo  Zach. - ¡Ted le ha pegado a Harry!

-         ¡Ala! ¿En el culito? – preguntó Hannah.

-         ¡No! – replicó Harry, indignado y avergonzado por esa pregunta - ¡Me dio un puñetazo, el muy bruto!

-         Ya lo sé, hijos. Harry ¿estás bien?

-         Sí… ¡pero me las va a pagar!

-         No, nadie le va a pagar nada a nadie. Hablaremos de esto por la mañana, pero no quiero que nadie sea malo con Ted ¿bueno? Más bien tenéis que mimarle mucho. – les dije, mientras cogía a Alice en brazos. Agarré a Hannah de la mano porque me abrazaba con tanta fuerza que iba a acabar bajándome los pantalones.

-         ¿Por qué papi? – preguntó Kurt.

-         Porque ha conocido a personas muy malas, Kurt, y le han hecho daño. – expliqué. Los mayores me miraron con curiosidad, queriendo saber más. – Michael os lo contará – les dije, y Alejandro, los gemelos, Barie y Madie volaron a su cuarto para interrogarle. Yo me quedé con los pequeños.  – Bueno, granujitas, ¿nos vamos a la cama? No deberíais estar levantados, ¿mmm?

-         Papi ¿me lees un cuento?

-         ¡Y a mí, papi!

-         ¡Y “a yo”!

-         Hagamos una cosa. En el cuarto de Kurt y Dylan hay una cama de sobra. Las juntamos todas, leemos un cuento juntos y nos dormimos ¿sí?

La idea fue bien recibida, así que allí fuimos, y les leí un cuento a Kurt, a Dylan, a Alice, a Hannah y a Cole, que cuando quería se incluía entre los pequeños y cuando quería entre los grandes. Cuando se durmieron cogí a Cole en brazos y le llevé a su cama, y luego hice lo mismo con Hannah y Alice, pero en el último viaje Kurt se despertó.

-         Papi – me dijo, poniendo un puchero.

-         Ey, campeón. ¿Te desperté?

-         Papi quiero dormir contigo…

Me mordí el labio. Tenía a Ted, que además estaba magullado y por otro lado Kurt dormía más veces en mi cama que en la suya, y por más que a mí me gustara no podía acostumbrarle a eso.

-         ¿Y dejas a Dylan solito? Pobrecito…

-         Por fa, papiii…

-         Mañana, ¿vale Kurt? Hoy duerme con tu hermanito, ¿sí?

Le di un beso y salí, pero me costó muchísimo. Entonces empecé a escuchar pequeños “snif”. Me asomé y vi que Kurt estaba llorando. Me partió el alma.

-         No llores, bebé…

-         Snif…. no quieres dormir conmigo porque me porté mal en el zoo…snif

-         No, cariño, eso no es cierto…

Con el corazón estrujado, le saqué de la cama y le cogí en brazos. Había sido muy duro con el enano aquella tarde y encima después me había ido. Si ahora le hacía dormir solo iba a pensar que efectivamente lo hacía por estar enfadado.

-         Anda, venga, vente con papi. Pero tienes que estar muy quietecito ¿sí? Estoy durmiendo con Ted y tiene pupa. Me tienes que ayudar a que se cure ¿bueno? Hay que hacerle mimos.

-         ¡Vale!

Le llevé a mi cama y le puse a mi derecha. Ted estaba a mi izquierda. Kurt levantó la cabecita para mirar a su hermano.

-         Ted está soñando feo.

Le observé y vi que tenía razón. Ted se revolvía y fruncía el ceño, como en una pesadilla. Le acaricié la frente y eso pareció calmarle un poco.

Kurt  me pasó por encima para ponerse al lado de Ted. Le acarició también y empezó a tararear algo. Enseguida reconocí una nana que a veces le cantaba, y que había cantado a todos mis hijos de pequeños. Con eso, la expresión de Ted se relajó, y hasta sonrió, aún dormido.

- Ted´s POV -

Lo primero que vi al  despertar fueron dos enormes ojos azules, que me sonreían. Después escuché la risa infantil de Kurt. Le sonreí de vuelta, preguntándome cuando se habría venido a dormir conmigo….Luego caí en la cuenta de que lo que pasaba era que los dos estábamos en la cama de papá. Me giré un poco y le vi a él también, vestido ya y sonriéndome.

-         Hola, Ted. ¿Cómo te sientes?

-         Como si me hubiera atropellado un autobús… pero bien.

Se acercó, se agachó y me dio un beso.

-         Tienes mejor aspecto.  Date crema otra vez ¿vale?  La tienes ahí. Ahora te traigo el desayuno…

-         Puedo bajar…

-         Ahora te lo traigo – repitió, en tono de “no me discutas” – y nos vamos a la comisaría ¿vale? Y a por tu coche.

Cierto. Mi bebé…  Me desperecé despacio y bostecé. Papá sonrió otra vez y me hizo una caricia. Luego se llevó a Kurt a su cuarto, para que se vistiera y yo hice lo propio, reparando en que me había traído una muda limpia para que no tuviera ni que ir a mi habitación. Me gustó sentirme mimado.

En seguida  vino con una bandeja llena hasta arriba. No había cenado el día anterior, así que lo agradecí. Cogí un bollo, pero  detuve la mano antes de llevármelo a la boca, reparando en la hinchazón de mis nudillos. Dejé el croissant  de nuevo en la bandeja, sin apetito de pronto.

-         ¿Qué ocurre, Ted? – preguntó papá.  Tenía que bajar con los demás peor creo que iba a esperar a que terminase de desayunar.

Negué con la cabeza, porque pensé que si hablaba en ese momento empezaría a llorar otra vez, y ya había llorado bastante la noche anterior. Respiré hondo y estiré la mano.

-         No es justo. – le dije  - No estábamos haciendo nada malo. Me estaba contando cosas… trataba de entenderla un poco mejor. No les hicimos nada. No tenían por qué tomarla conmigo.

-         No, hijo, claro que no…. Esa gente está muy perdida. ¿Ves? Por cosas así no me gusta que estéis en la calle  solos después de que anochezca.

Asentí. La verdad es que en ese momento no me sentía capaz de salir solo de nuevo nunca más, pero confié en que se me pasara en cuanto lograra olvidar aquél susto.

-         Papá… ¿puedes decirle a Harry que venga? – le pedí.

Aidan me miró a los ojos un segundo antes de responder. Algo en su mirada me dijo que si yo estaba desayunando arriba no era sólo porque quisiera mimarme un rato, sino porque quería mantenerme separado de ellos por el momento. Suspiró, y asintió.

-         Claro. Ahora venimos.

Salió, y yo me quedé a solas con el desayuno. Desmenucé el bollo y bebí un poco de zumo. Era como que tenía hambre y a la vez no lo tenía.  Papá subió tres minutos después, pero detrás de él y de Harry vinieron casi todos mis hermanos. Los peques me abrazaron y me hicieron sonreír. Alejandro me miró como evaluando los daños y para mi sorpresa también me dio un abrazo corto. Michael se limitó a observarme en silencio, pensativo. Mmm. Todos estaban muy amables, casi demasiado. ¿Qué pinta debía de tener? La cara me dolía un poco pero no sabía cómo se traducía eso en moretones.

Hubo dos notables ausencias en las muestras de afecto: Harry y Zach se quedaron algo alejados. Papá les echó una mirada de advertencia y supe que era esa confrontación la que él quería evitar.

-         Harry….yo…. lo siento mucho….de verdad. Me volví idiota por un segundo y…

-         Eres idiota de fábrica. Ayer te pasaste.

-         Harry… - advirtió papá, pero vi que le regañaba sin energías, como confuso por esa situación. Quería ser dulce conmigo porque ayer prácticamente me dormí llorándole encima, pero al mismo tiempo estaba molesto porque hubiera pegado a mi hermano.

Por un segundo recordé cómo se sintió que me pegara alguien más fuerte que yo. Así debió de sentirse Harry, sólo que yo encima era su hermano….

-         No debí haber hecho eso y nunca volverá a pasar. Yo  estaba a cargo y jamás debo hacer algo como eso. Además tú sólo me gastaste una broma. Seguramente ni sabías que Agustina iba a caer también…

-         ¡Pues no, no lo sabía! ¡Y si te importa más la imbécil de tu novia que yo, entonces…!

-         ¡Bueno, ya basta! – cortó papá. – Ted se está disculpando contigo, no puedes tratarle así. Además tú tampoco eres inocente, que sé que le tiraste hielo encima.

-         ¡¡¡Fue una broma!!! – protestó Zach. - ¡Y el muy bestia le golpeó! Y tú no vas a castigarle. Claro, como es Ted…

No va a castigarme porque ayer me pegaron ocho tíos hasta casi mandarme al hospital”  pensé, pero no lo dije en voz alta. No sabía qué les había contado papá exactamente, aunque era evidente que algo sabían.

-         A lo mejor debería  castigaros a los tres ¿no? – sugirió papá - A vosotros por gastar bromas que hasta pueden ser peligrosas y a él por pegaros por ello.

-         ¡Pues sería lo justo! – dijo Zach, cruzándose de brazos.

-         ¡Pero calla, gilipollas! –  increpó Harry, al que no le gustaba nada la idea. Papá le lanzó una mirada de advertencia por el insulto, pero se centró en el otro gemelo.

-         ¿Ah sí, Zach? Ven aquí, vamos. – dijo papá, levantando una ceja.

-         No, no ¡no!

-         Ah, ya creía yo.  Entonces shhhhh  y a hacer las paces – le aconsejó, pero no se veía nada enfadado.

-         ¡Pero no es justo! ¡Le pegó! ¡Y muy fuerte!

Papá me miró mal. Aunque pareciera que me estaba apoyando, en realidad se estaba conteniendo para no enfadarse conmigo. No le gustaba nada que nos peleáramos, y supongo que el hecho de que yo estuviera a cargo en ese momento sólo lo agravaba.

-         También saliste de casa – dijo Aidan. – Sé que fuiste a acompañar a Agustina, pero al menos podías haber llamado.

-         Iba a tardar poquito… No sabía lo que iba a pasar…- me defendí.

-         Es igual, Ted, te digo lo mismo que a Michael, si te dejo a cargo de tus hermanos y tienes que salir, al menos me avisas.

-         Pero estaba Michael y… si papá….- suspiré.

Veía su punto de razón y tampoco quería discutir. En realidad ya sabía que iba a castigarme cuando pegué a Harry. En ese momento no estaba seguro de si al final me iba a castigar o no, pero si no lo hacía no era porque no me lo mereciera.

-         Harry… ¿me perdonas? – casi le supliqué. Mi hermano me miró a los ojos y luego bajó la cabeza despacio, asintiendo. Suspiré, aliviado. – Gracias.

Se acercó a mí y me dio un abrazo. El gesto me sorprendió, pero aproveché para apretarle con cariño. Tras un segundo, Zach se nos unió. Sonreí y disfruté el momento. No había precedentes para aquello, nunca les había pegado, y creo que Harry se lo tomó casi como si lo hubiera hecho papá. Volví a sentir una oleada de culpabilidad, así que le besé en la frente.

-         Puaj, ¡Teeeed!  ¡No seas marica! – se quejó.

-         ¿Disculpa? ¿Qué dijiste? – dijo papá.

-         Nada, nada.

-         Ah, creía. Debo tener mal los oídos ¿no? Porque antes también escuché una palabra que empieza por g y que no me gusta nada.

Harry se hizo pequeñito pequeñito, creo que sobreactuando una actitud compungida. Se puso tenso cuando papá dio un paso hacia él y le puso un puchero, medio imitando a Kurt. Papá le agarró del brazo y le dio dos palmadas medio flojas, aunque sonaron un poco.

PLAS PLAS

La prueba de que fueron flojas era que lo había hecho delante de nosotros. Fue más una advertencia que un castigo.

-         Au… - protesto Harry, bajito, como diciendo “qué malo”. Papá le sonrió y le dio un beso en la frente como el que acabba de darle yo.
-         Jo, papá, cómo eres. Hasta en un bonito momento de reconciliación tienes que pegarnos – protestó Zach.

- Que yo sepa sólo le di a tu hermano, pero si tú también quieres… - le chinchó, pero lo único que hizo fue  picarle el costado, sabiendo que eso hacía que Zach sonriera de inmediato.  Papá también sonrió, y sacudió la cabeza.  - Venga chicos, id a terminar el desayuno que nosotros ahora bajamos.

Mis hermanos fueron despejando el cuarto, y papá les dio una palmadita suave a Harry y Zach cuando pasaron a su lado.

-         ¡Jo! ¿Y eso por qué?

-         Por jugar con hielo. Y cuando volvamos Ted y yo comprobaremos qué tal os sienta a vosotros que os echen hielo por encima.

Los gemelos abrieron mucho los ojos y miraron a papá como para ver si iba en serio. Yo le miré igual cuando se fueron.

-         ¿Lo harás de verdad? – le pregunté.

-         ¿Echarles hielo? No. Pero he decidido que tampoco voy a castigarles. 

-         ¿Y a mí? – musité, mirando las sábanas como si fueran muy interesantes. Papá se sentó a mi lado en la cama.  

-         ¿Crees que lo mereces?

-         Sí… Pero primero escúchame…Sé que la he cagado. Sé que si hacen algo mal debo reaccionar de otra forma… Que puedo castigarles de ser necesario pero jamás golpearles. Lo sé y no volverá a pasar, pero no me quites la posibilidad de cuidarles de nuevo… No se repetirá, en serio….

-         Theodore. No se me ha pasado por la cabeza el impedirte quedarte con ellos otra vez. No voy a quitarte ningún tipo de privilegio o responsabilidad como hermano mayor porque hayas cometido un error.

-         ¿No?

-         No. Lo que quiero que entiendas es que por mayor que seas tú también eres  mi hijo. Y si haces algo mal no me decepcionarás, ni perderás puestos, ni nada de eso, sino que te trataré como al resto de mis hijos cuando hacen algo mal.

Puse una mueca, porque sabía lo que eso significaba. Papá tiró de mí para darme un abrazo del que no pude escapar y lo aprovechó para darme tres palmadas que fueron más un cariño, porque no dolieron.  Me quedé quieto, sin saber cómo reaccionar.  Eso no había sido un castigo, pero supe que no iba a hacer nada más, compadecido por lo que me pasó la noche anterior.

- Tendría que darte una buena… - murmuró. - No vuelvas a asustarme así ¿eh?

-         ¿Pero por qué me castigas? ¿Por asustarte, porque me pegaran, por irme sin llamar, o por haber pegado a Harry? – protesté, porque con esa frase casi parecía que fuera por el asunto de los matones esos.

-         No protestes que no te castigué, caradura. Pero si te advierto, Ted, que no quiero ni que vuelvas a pensar en golpearles. Te dejo a cargo porque se supone que eres responsable. Si tienes que regañarles lo haces, pero no les golpeas. – reiteró.

-         Sí, señor. No volverá a pasar.

-         Lo sé, pequeño. – susurró, y me dio un beso en la frente. Y luego varios más, hasta que me reí. - Ale, termina de desayunar. Tienes más suerte de la que crees. Para una vez que te metes en líos, tu padre resulta ser demasiado blando para castigarte.

Le sonreí y acabé el desayuno. Luego fuimos a la comisaría, respondí a lo que pude, y fuimos a por el coche. Le  dije a papá si estaba bien que aprovechara para saludar un momento a Agustina, y  el no puso objeciones, sino que más bien me animó porque quería tener ocasión de agradecerle a su padre.

-         A ese hombre no le agradezcas nada – casi gruñí.

-         ¿Por qué no? Ted, te salvó…

-         Sí. Pero… - me mordí el labio. ¿Se lo podía contar? Supuse que sí. No me gustaba tener secretos con mi padre. - … es que él no la trata muy bien.

-         ¿Cómo es eso?

-         ¿Recuerdas lo de Fred? Pues es…es más o menos así.

Aidan abrió mucho los ojos. Vi pasar por ellos la sorpresa, la ira, y luego la compasión.

-         De verdad que no sé qué está mal en esa gente… ¿Lo ha denunciado?

-         No… dice que desde que hace terapia  las cosas están mejor… aunque se llevan mal.

-         ¿Y cómo van a llevarse bien si el tipo abusa de ella? Grrr. Le daré las gracias por salvarte y luego le romperé las piernas.

Era divertido escuchar a papá hablando así, porque sabía que era inofensivo. Llamamos a la puerta  de la casa varias veces, pero nadie abrió. No debían de estar dentro. Tras esperar un rato, cogí el coche y nos volvimos a casa.

Ya en casa saqué el móvil para enviarle un whatsapp a Agustina, pero al conectar el wifi me entraron como veinte.

9.30      ¿Cómo estás?
9.31      ¿Te duele mucho?
9.32       Fuiste un idiota… pero te amo.
9.33      Gracias, en serio gracias.
9.40 ¿Estás bien? ¿Por qué no me contestas?

Sonreí como un idiota.  La escribí tranquilizándola y explicando que había salido de casa, pero con eso no me pareció bastante. Quería escuchar su voz otra vez. Iba a llamarla, pero Michael se me acercó, miró que no hubiera nadie más en el cuarto y cerró la puerta.

-         ¿Qué vas a hacer? – me preguntó.

-         ¿Eh? Pues… llamar a Agustina…y ver una serie que tengo grabada. ¿Por qué?

-         ¡Me refiero a los tipos que te dieron una paliza! ¿Qué vas a hacer?

-         No te entiendo, Michael…

-         ¡No puedes dejarlo así! ¡Esos tíos te dieron una paliza delante de tu novia! ¿Es que no tienes orgullo? – me increpó.

-         Lo tengo, pero ¿qué quieres que le haga? Me ganaron y ya.

-         Oh, no. Puedes vengarte. VAMOS a vengarnos. No voy a dejar que nadie le ponga un dedo encima a mi hermano.

-         Ya, pues eso díselo a papá, porque si se me ocurre ir tras ellos, va a…- empecé, pero Michael me interrumpió.

-         Olvídate de Aidan por un segundo ¿quieres? Esto no se trata de él, sino de ti. Esos tipos te humillaron.

Mire a Michael viendo que iba completamente en serio. Una parte de mí quería darle la razón, la parte de mí que esos tipos habían pisoteado y pateado. Pero Aidan me mataba si se me ocurría ir en busca de los tipos que me habían golpeado.

-         No voy a hacerlo, Michael.

-         ¿Ah, no? Entonces ¿te da igual lo que le hagan a tu novia?

-         ¿Qué quieres decir? – le bufé.

-         Te atacaron frente a su casa ¿no?  ¿Quién te garantiza que no están esperando en una esquina a que salga para terminar lo que empezaron ayer?

Abrí la boca para responder, pero no se me ocurrió nada que refutara eso. Es  más, el último mensaje de Agustina era de hacía un rato, y en su casa no había habido nadie. ¿Y si la habían hecho algo ya?  No podía dejar que esos capullos la tocaran.

-         Tenemos que pararlos, Michael. – le dije, angustiado – Pero no sé dónde están.

-         Bueno, sé por dónde empezar a buscar.  ¿A dónde vas si quieres encontrar a un pandillero?

Suspiré, porque sabía la respuesta, pero no me agradaba en absoluto: a los barrios bajos.

- Michael´s POV -

La cara de Ted daba pena. Creo que él no era consciente de hasta qué punto estaba hecho polvo. Quizá no se había querido mirar en un espejo o tal vez no se veía como le veíamos los demás, pero tenía el labio hinchadísimo, un ojo un poco cerrado, y un pómulo con principio de hematoma. Y así tenía que estar todo su cuerpo.

Quizá por eso le había ido fácil con Aidan, a pesar de que en otras circunstancias le habría degollado por golpear al enano. Había que ser muy cabrón para enfadarse con alguien después de pasar una experiencia como la que había pasado Ted.

Esos bastardos… Nadie tocaba a mi hermano. Nadie.  Cuando supe que tenía un hermano y que este tenía algo así como un padre me alegré por él. Pensé que jamás le vería pero eso casi era mejor para él. Sabía que iba a tener una vida más o menos feliz, y con eso bastaba. Pero ahora que yo formaba parte de esa vida me iba a ocupar personalmente de que nadie le hiciera daño.

Tal y como había esperado, bastó con  mencionar la seguridad de Agustina para que Ted se decidiera a cobrarse la revancha. Debía de querer mucho a esa chica. También tendría que estar pendiente de ella, entonces, porque si lastimaba a Ted a mí me daba igual que fuera mujer: lo que la haría no sería apto para menores.

Esos tipos iban a aprender a no meterse con mi hermano. Una vez hube convencido a Ted me di cuenta de que seguíamos siendo sólo dos contra ocho. Aunque yo esperaba poder contar con el factor sorpresa y pillarles de uno en uno, dos seguía siendo poca gente. Me hubiera sentido mejor  de tener a Alejandro con nosotros, pero Ted me lo prohibió tajantemente.

-         Ni hablar, Michael. Quiero proteger a mi novia, pero no voy a exponer a mi hermano. Es más, tampoco deberías venir tú.

-         Ya, claro. Buena esa.  Intenta impedírmelo. – le bufé, y eché a andar rumbo a la puerta de la calle.

-         ¡Espera! ¿Qué haces?

-         Irme. Cuánto antes mejor.

-         Pero no podemos salir así. Si vamos a salir, tenemos que decírselo a papá.

Cuando creía que Ted no podía ser más idiota, siempre me sorprendía con algo nuevo.

-         Sí, espera, que será algo así: “hola papá, Michael y yo nos vamos a buscar a los tipos que me apalearon ayer. Volveremos para comer. Te quiero”.  – repliqué, con sarcasmo. - ¿En serio pretendes pedirle permiso para esto, pedazo de imbécil?

-         No, claro que no. Pero no podemos irnos sin avisar, o nos mataría por eso. Hay que  buscar una excusa…Algo que con suerte haga que no nos descubra y salgamos vivos de esta.

-         Una mentira, quieres decir. – repuse, aunque era buena idea. Si inventábamos algo bueno Aidan jamás sabría que habíamos ido a buscar a esos tipos, y lo que no supiera no podía hacerle daño, ni preocuparle. Y a nosotros nos salvaba el cuello.

Noté que no le gustaba mucho la idea de mentir a Aidan, pero si nos íbamos sin decirle nada nos la cargábamos igual. Era una de sus estúpidas normas.

Ted echó a andar en busca de Aidan.

-         ¿Qué le vas a decir?

-         Que te quiero llevar al bosque. Aún no lo conoces ¿no? El de aquí detrás. No te aconsejo ir de noche, pero por el día es un buen lugar.

-         Oh.

Bueno, parecía que no se le daba mal buscar mentiras. Fuimos con Aidan, y Ted le dijo que quería enseñarme ese lugar, y pasar un poco de tiempo los dos solos. Prefería que hubiera obviado eso último, porque me sonó muy cursi, pero esa eran la clase de mierdas que le iban a Aidan. Era materialmente imposible que se negara a dejarnos ir después de que Ted le soltara ese “….es que….ya sabes…quiero conocerle más…”.

-         Claro, hijo. Enséñaselo, y pasarlo bien. Llevaros el equipo de baseball si queréis ¿uh?  Ese claro que hay nada más entrar es ideal para jugar un rato. Y sobretodo cuidado no os perdáis. Te llevas el móvil, ¿verdad?

-         Sí, aunque ya sabes que ahí no siempre hay cobertura.

Increíble. Mi hermano era un genio. La trola perfecta por si nos llamaba en un momento en el que  no se lo pudiéramos coger sin delatarnos.

-         Os espero para comer – dijo Aidan, y nos dio un beso a cada uno en la frente. Seguía desconcertándome cuando hacía eso… pero quería mil besos más como ese.

Ted y yo salimos y nos metimos en su coche. Le vi dudar antes de meter la llave y tuve miedo de que se echara atrás en el último momento por algún inoportuno ataque de conciencia de los suyos.

-         Ted, no estás haciendo nada malo. Te estás defendiendo, les estás demostrando a esos tipos que no eres débil, y sobretodo, vas a quitarles las ganas de acercarse a Agustina en seis kilómetros a la redonda.

Asintió y puso el motor en marcha.

Recorrimos calles y más calles en silencio.   Los peores barrios de la ciudad estaban bastante lejos de allí. Íbamos  a un lugar que yo había transitado varias veces. Allí estaba lo peor de lo peor, pero también gente legal que había tenido mala suerte en la vida. Conocía a algunas personas, y con su ayuda terminaría por dar con la pandilla que había atacado a mi hermano.

Tanto silencio comenzó a incomodarme. Iba a buscar algo qué decir, pero Ted se me adelantó.

-         ¿Qué es lo que vamos a hacer exactamente? Si damos con ellos ¿qué hacemos?

-         Enseñarles quién manda.

-         ¿Y cómo sugieres que hagamos eso? ¿Acaso pretendes que nos liemos a golpes?

-         Pensé que estaba claro que no íbamos precisamente  a tomar el té… - repliqué. ¡Hay que ver por dónde me salía a esas alturas!

-         Yo no soy del tipo de los que se pelean, Michael.

-         Pues deberías, estás bastante  fuerte. Pero ya lo sé. En realidad yo tampoco. Es sólo que un hombre tiene que hacer lo que tiene que hacer.

-         Yo no soy un hombre – susurró – Y no creo que esto sea lo que debamos hacer. No quiero pegarme con nadie.

-         Tranquilo ¿vale? Yo tampoco. Además, aún estás destrozado por lo de ayer. Sé cómo tratar a esta gente. Prometo que evitaré el darnos de ostias, pero tienes que dejarme a mí y seguirme el juego.

Ted no apartó la vista de la carretera, pero le vi asentir imperceptiblemente.

-         Confío en ti.

Abrí un poco la boca por esa declaración. Me sentí lleno por un segundo, y muy honrado, pero también con una enorme responsabilidad.

“No te fallaré, hermano.”
  
-         Aidan´s POV –

Me sentí ilusionado porque Ted y Michael fueran a pasar más tiempo juntos. Me preocupaba un poco que Ted no estuviera haciendo nada de reposo, pero no parecía encontrarse mal, así que intenté no obsesionarme con sus golpes. De todas formas aproveché que se fue para pedir cita con su doctor. Ted se molestaría al enterarse, porque diría que no necesitaba ir al médico, pero estaba fuera de toda discusión. No iba a llevarle a urgencias sí se encontraba bien, pero tal vez esos golpes necesitaban algún tipo de cura y no estaría de más descartar alguna lesión interna.

La casa se quedó muy tranquila a eso de media mañana. Mis hijos estaban entretenidos por grupos, pintando, jugando a algo, o en Internet en el caso de los más mayores. Recordé que no se habían duchado la noche anterior, así que les dije que fueran pasando al baño. Lo bueno de tener tantos niños es que me distraían la mente. No me permitían obsesionarme con un problema o con una situación, así que logré dejar de pensar en lo que le había pasado a Ted.  Alice vació todo un bote de champú en la bañera y pensé que nunca terminaría de limpiar aquél desastre, luego se escondió pensando que me había enfadado con ella, y mientras tanto Kurt había intentado bañarse sólo con resultados desastrosos.

-         A ver enanos, estaros quietos…. Venga Alice, no pongas esa cara que no estoy enfadado, ¿bueno? Y Kurt…tienes que echarte jabón después de estar mojado, sino no se hará espuma.

- ¡Ah! Ya decía yo que había algo raro…

Sacudí la cabeza y sonreí. Después fui con Dylan. Le observé para ver si se alteraba porque hubiera un cambio en su rutina, pero cuando le dije que se tenía que luchar se limitó a coger la pegatina con el dibujo de la ducha y pegarla en el cuadrito que decía “Ahora vamos a hacer…” de su cuarto.

A veces me daba por pensar que no le habían diagnosticado bien. Cuando me dijeron que tenía autismo, no quise creerlo. Me costó un tiempo asumirlo, porque sabía que las cosas para él iban a ser difíciles. En  esos primeros años, me volví sobreprotector con él, quizá demasiado…. En una ocasión, cuando Dylan tenía cuatro años, Ted trató de enseñarle a montar en bici, con el viejo triciclo con ruedines de Cole. Fue una de esas veces que les había dejado con una niñera, porque yo tenía que salir sí o sí y dejarles solos no era una opción. Pero las niñeras solían verse desbordadas cuando había más de cinco.  Cuando volví a casa me encontré a Dylan en el suelo con un raspón en la pierna, y a Ted tratando de consolarle.

-         ¡Ted! ¿Qué le ha pasado?

-         Se cayó…. ¡pero ya casi lo tiene! Si lo intenta una vez más creo que lo consigue.

-         ¿Conseguir qué? – pregunté, y fue entonces cuando vi el triciclo.

Recuerdo que zarandeé a Ted  y me contuve para no gritarle, sin demasiado éxito.

-         ¿Qué has hecho?

-         Sólo le enseñaba a montar…

-         ¡Te tengo dicho que no puede!

-         ¿Pero por qué no? Si no tiene nada en las piernas….- me dijo Ted, con lágrimas en los ojos. Le giré, e iba a castigarle, pero esa fue una de las pocas veces en su vida que él se resistió. - ¡No es justo! ¡Él puede, él puede!

Le miré a los ojos y vi que él tenía razón y yo no, porque si quería que Dylan tuviera una vida normal debía de empezar por tratarle como a un niño normal. Abracé a Ted, contento de no haber cometido la tontería de reprenderle por algo que no era malo, y le dije que mejor le enseñábamos juntos. Que su hermano era especial, pero no diferente, y que por eso tenía que hacer como con el resto: quererle y protegerle mucho.

No supe por qué me asaltó aquél recuerdo, pero de pronto pensé que Ted era tan sobreprotector con la gente a la que quería porque yo también lo era, y porque desde pequeño le había  enseñado que tenía que tener cuidado con sus hermanitos. Yo era la única familia que ellos tenían y para mí era muy importante que ellos estuvieran unidos y se llevaran bien por si algún día a mí me pasaba algo.  Había invertido casi toda mi vida adulta en que ellos comprendieran que eran algo más que hijos del mismo padre con vicios: eran una familia.  Pero tal vez en ese proceso había puesto demasiado peso sobre los hombros de Ted y por eso desde muy pequeño fue un hermano mayor ejemplar.

Ahora le tocaba ser el hermano menor. Miré por la ventana de la cocina, que daba a la parte trasera de la casa, como esperando ver desde ahí el claro del bosque en el que estaban. Era imposible para el ojo humano, claro está, pero me quedé pensativo y preocupado por que Ted se hiciera daño, por querer demostrarle a Michael que era fuerte o algo así. Tenía tendencia a querer impresionar a la gente nueva  que conocía y me pareció lógico que quisiera impresionar con más motivo a su hermano mayor.

Le llamé al móvil pero tal como esperaba  dio apagado o fuera de cobertura. Suspiré. No podía ir a echar un vistazo porque no podía dejar a todos solos y además hubiera quedado como un histérico “sobresobresobreprotector”. Pero justo en ese momento vino Alejandro para coger algo de picar, y me pareció casi un designio divino.

-         Ey, Alejandro, hace un día demasiado bueno como para pasárselo dentro de casa ¿verdad?

Me miró con desconfianza.

-         ¿Qué quieres que haga? – cortó. Jolines. Qué directo y cuánto me conocía.

-         ¿Puedes ir a ver qué tal están tus hermanos, en especial Ted? Han ido al claro del bosque.

-         ¿Y necesitan niñera o qué? – se quejó.

-         Alejandro, anda… hazlo por mí, ¿vale?

-         Vale – gruñó.  - ¿Pero estás seguro que se fueron allá? Desde la ventana del cuarto vi cómo cogían el coche.


-         ¿Qué?

-         El coche de Ted. No está ahí fuera.

Corrí a la ventana del salón para comprobarlo. Pensé que tal vez lo habría metido en el garaje, por miedo a que lloviera. Ted era muy cuidadoso con su coche. Salí un segundo, pero el garaje estaba vacío.

No sé con qué cara volví a entrar en casa, pero Alejandro se apartó de mi camino como un ratón apartaría del de un gato.

-         Pa…papá….¿qué pasa?

- ¡Pasa que no tengo ni repajolera idea de dónde están tus hermanos, eso pasa! Pasa que soy un idiota crédulo, inocente y confiado, y aquí me toman el pelo. ¡PASA QUE TED ME MINTIÓ! ¡Y PASA QUE VOY A MATARLE!

-         Tra….tranquilo hombre…Que no es bueno alterarse tanto  - musitó Alejandro. – Yo…yo hice ese mismo muchas veces….Lo de irme a un sitio diferente del que te digo.

-         Y no te fue muy bien esas veces ¿no? – repliqué.

-         Pues… pues no….Pero nunca te había visto así…

-         Este es el rato que normalmente se come Ted. Para cuando tu vuelves ya estoy tranquilo – le dije, pero lo cierto es que aquella vez casi estaba más molesto que cuando lo hacía Alejandro. ¿Qué por qué? Supongo que porque no me lo esperaba de Ted. Alguna que otra vez me había mentido pero nunca tan descaradamente.

-         ¿A dónde habrá ido? – preguntó Alejandro. Eso mismo quería saber yo.

Lo más frustrante de no saber dónde están tus hijos es que no sabes por dónde empezar a buscar. Por eso cuando salían les pedía una ubicación, para saber a dónde ir si pasaba algo. Creo que era una medida de seguridad básica. Cuando se escapaban me impedían  saber eso, y  si no querían que yo supiera dónde estaban era seguramente porque iban a hacer algo que yo no les permitía.

Admito que lo primero que pensé fue “esto es cosa de Michael. Seguro que él ha convencido a Ted”.  Michael era después de todo el más conflictivo de los dos. Pero no podía engañarme: Ted ya era mayorcito para decir que no. Sea cual sea el plan que Michael le hubiera propuesto, podría haberme perdido permiso. Yo no solía decir que no si el lugar no era peligroso… De pronto me imaginé a mis niños en alguna clase de bar de mala muerte.

-         Pero hay tantos bares y discotecas en la ciudad… - murmuré, en un principio de desesperación. ¿Cómo saber en cuál estaban?

-         Papá… no creo que Ted se haya mentido para irse a una discoteca….Es decir…es evidente que te ha mentido pero… tiene que haber sido…por algo más importante. Tal vez para estar con su novia… - sugirió Alejandro.

-         La vio ayer. Y además, ¿por qué se llevaría a Michael si lo que quiere es estar con ella? Pero me has dado una idea…La voy a llamar a ver si sabe algo. ¿Tú tienes su número?

-         Sí, mira, es que mi hermano me da el teléfono de su chica ¿sabes? Por si me apetece verla un día, y tal – respondió con sarcasmo.

Gruñí, porque yo tampoco lo tenía. Pero sí tenía el de su amigo Mike. Tal vez él podría decirme dónde estaba Ted, y sino darme el teléfono de su novia.

Le llamé, pero no sabía nada de mi hijo. Sonó bastante sincero, así que descarté que le estuviera cubriendo. Me dio el teléfono de su novia y la llamé también a ella, pero no me lo cogió. Así que básicamente estaba como al principio.

-         ¿Tendrá algo que ver con lo de ayer? – preguntó Alejandro.

-         ¿En qué sentido?

-         No lo sé. Que de verdad le duela y haya ido al hospital, pero se haya llevado a Michael para no preocuparte a ti, ya que él es mayor de edad. – respondió, con voz inocente, pero supe que estaba pensando en otra cosa.

-         ¿Qué quieres decir de verdad, Alejandro?

-         Pues….estaba pensando en que… si a mí unos tipos me dieran una paliza delante de mi chica….no me quedaría tan tranquilo. Buscaría venganza. Aunque si es eso nunca le perdonaré el no haberme llevado con él.

Tardé unos segundos en entender y asimilar sus palabras.

-         ¿Me estás diciendo que crees que ha ido tras esos tipos?

-         Lo cierto es, papá, que no sé por qué otro motivo se habría llevado a Michael. No son muy cercanos. No se llevan mal, pero a Ted le gustan unas cosas y a Michael otras. No les veo yéndose al bosque para intimar y si te lo has creído es que eres muy ton…-  se interrumpió cuando vio la mirada que le eché - … muy confiado. Estará buscando a los tipos que le agredieron. Para cualquier otra cosa te habría pedido permiso y tú le habrías dicho que sí.

Abrí y cerré la boca reconociendo la lógica de aquello. ¿Mi hijo era de los que se vengaban? Por lo visto sí. Por lo visto se había ido detrás de unos tipos que no le mataron de puro milagro. Oh, pero el que iba a matarle era yo. Lentamente.

-         ¿Por qué me lo has dicho? – le pregunté a Alejandro con curiosidad. Él parecía más del tipo de los que se callaban para proteger a sus hermanos, en lo que debía considerar una “guerra de rebelión contra papá”.

-         No soy tan hijo de puta. – murmuró Alejandro – No voy a dejar que maten a Ted  a ostias si puedo hacer algo por impedirlo.

Iba a regañarle por ese lenguaje, pero lo que dijo me impactó demasiado. Tenía razón: a Ted podían matarle. Y a Michael. Podía perder a mis hijos en una estúpida pelea con unos pandilleros. Esa gente no tenía nada que perder. Tenían demasiada mierda encima. Estaban inmersos en una guerra continua en la que cada pocos meses moría alguien. Todos eran víctimas y todos culpables, y mis hijos estaban a punto de involucrarse en esa guerra.

-         Si tengo razón y están buscando a esos tipos, me matarán por habértelo dicho. – prosiguió Alejandro -  Pero son dos contra muchos. Creo que de verdad es peligroso, y que no lo han pensado con claridad. Si me hubieran llevado a mí también…

-         Si te hubieran llevado a ti también una mierda. No lo arruines, que estabas teniendo sentido común. ¿Cómo se les ocurre?

-         Aún no sabes seguro si es eso lo que están haciendo…

-         No, pero es un buen sitio para empezar a buscar. Escucha, quédate aquí con tus hermanos y yo…yo iré a…

¿A dónde?   ¿A la policía? No  estaba seguro de que estuvieran buscando a esos tipos realmente, ni tenía pruebas, ni nada. Saber (o intuir) lo que estaban haciendo no me solucionaba nada: seguía sin saber dónde estaban.

“Sí lo sabes. Lo sabes, Aidan.”

“No, imposible. Se lo dije a Ted. Se lo dije. Sabe que a los barrios bajos no.”

“También sabe que no debe mentirte ni emprender una misión suicida de venganza.”

Tuve el presentimiento de que Alejandro tenía razón.  Algo dentro de mí me decía que mi hijo había ido a buscar a sus agresores.

Conocía lo bastante acerca del mundo de las bandas como para saber que Ted corría peligro de muerte. Cuando dejé la casa de Andrew tenía algo de dinero ahorrado. Había estado trabajando en una librería y con eso pude alquilar durante un tiempo una habitación en un motel. Mi dinero no era mucho, sin embargo, y por eso buscaba con desesperación un segundo empleo. Un día me atracaron, y todo mi ser se rebeló contra la injusticia que eso suponía. Me costaba mucho conseguir ese dinero, no me sobraba. ¿Por qué venía otra persona a quitármelo? Perseguí a mi atracador, y acabé en una de las zonas más pobres de Oakland. El aspecto de las casas era bien diferente a los edificios limpios y ajardinados que poblaban el resto de la ciudad. Todo allí era de cemento gris y sucio. Hasta la gente parecía hecha del mismo material. La única nota de color la ponían los ocasionales grafitis en las paredes, algunos de ellos bastante buenos en un sentido de talento artístico.  Pero lo que más llamó mi atención fue la mirada de la gente. Allí en West Oakland todos los ojos parecían tener… hambre. A mí alrededor sólo veía ropa desgastada y coches destartalados, y de esos tampoco había muchos. Perdí de vista al tipo que me había atracado, pero quedé fascinado y absorbido por aquella nueva realidad que apenas conocía. Por todos lados había carteles con la foto de un hombre negro con barba, y me pregunté quién era. Le pregunté a unos niños que se pasaban el balón en medio de la carretera, con la seguridad de que no pasarían coches.

-         ¿Quién es el hombre de la foto? ¿Por qué pone ahí “justicia para John”?

-         Es un hombre al que la poli mató el otro día.  - respondió uno de los niños, con la calma de quien ve eso como el pan de cada día.

-         ¿La policía? – me extrañé - ¿Por qué? ¿Qué delito cometió?

-         Ser negro. – respondió el otro chico, encogiéndose de hombros. No lo dijo en tono despectivo. No quería decir “estuvo bien que muriera, por tener un color de piel distinto” sino más bien  “murió por que no era blanco como tú.”  Ellos tampoco lo eran.

Tragué saliva. Después de eso no sabía si quería seguir preguntando, pero había más carteles, con otras caras. En concreto había un grafiti con la cara de un chico que se repetía por todos lados.

-         ¿Y el de los dibujos?

-         Ese era miembro de una banda. Le mataron por entrar en el territorio de los chinos. Los negros no deben entrar donde los blancos, los latinos donde los negros, y ninguno donde los chinos.

-         Aunque a veces sí se mezclan – aportó el otro. – Las bandas mixtas no luchan por dominar un territorio.

-         ¿Y por qué luchan ellos? – pregunté, casi con miedo.

-         Por no morir.

Salí de allí con la sensación de que el tipo que había robado mi cartera la necesitaba más que yo. Años después, cuando empecé a tener dinero, colaboré en alguna campaña para acabar con el hambre en aquellos barrios, pero vi que no había ninguna para acabar con la violencia, o al menos ninguna que diera resultados a largo plazo. Con el tiempo me di cuenta de que esos chicos nacían con un odio visceral hacia las bandas responsables de la muerte de su padre, o de su hermano mayor, y de que la lucha sería eterna hasta que no entendiéramos que la venganza no llevaba a ningún lado.

Y mi hijo había entrado en aquello, casi sin pretenderlo. Había entrado de cabeza en un círculo de venganza que no tenía fin. Mi niño era demasiado inocente para un mundo así… Ted no era agresivo… ¿Qué estaba pasando?

¿Qué podía hacer?

-         Ted´s POV –

“No debería estar aquí, no debería estar aquí, no debería estar aquí.”

Esa frase se repetía como un mantra en mi cabeza.

No me gustaba la violencia. Menos aún me gustaban las situaciones violentas en las que yo tenía todas las de perder. Me repetí a mí mismo varias veces que estaba haciendo eso por Agustina, porque esos tipos sabían dónde vivía ella y podían volver a terminar el trabajo. Pero aun así no se sentía como lo correcto.

Entramos a un barrio  que parecía encontrarse cuarenta años en el pasado.  Dimos varias vueltas con el coche sin hacer nada más que gastar gasolina. Debimos de estar así cerca de una hora. No sé lo que Michael estaba buscando, pero o no se acordaba bien o lo que buscaba ya no estaba. Finalmente me hizo parar el coche en frente de una tienda en la que no estaba muy claro lo que se vendía. Me explicó que era una chatarrería: un sitio en el que vender metal que te encontraras por la calle…o que hubieras robado.

-         No sabía que aún hubiera sitios de esos…

-         Gracias a sitios como estos yo he sobrevivido durante muchos años – respondió Michael. Una vez más fui consciente de lo diferentes que habían sido nuestras vidas.

Iba a entrar, pero Michael me frenó con el brazo.

-         ¿Tienes un bloqueador para el volante? Ya sabes, una de esas cosas que impiden que el volante gire, antirrobo.

-         Sí, ¿por?

-         No estamos en Piedmont*. Si vas a alejarte del  coche, ponlo.

Lo hice, y luego comprobé que eso no había sido más que una  maniobra de distracción de Michael, para entrar solo a la tienda de chatarra. Gruñí. Ni siquiera sé por qué estábamos en ese lugar en concreto.

No estaba dispuesto a quedarme atrás, así que entré yo también, precavido por lo que me pudiera encontrar.

-         …así que ya ves. ¡Ah, mira, éste es el hermano del que te hablaba! – dijo Michael al verme entrar. Por su lenguaje corporal y su sonrisa distendida, entendí que el dueño de la tienda y él eran algo así como amigos.

El hombre, algo mayor que nosotros pero quizá más joven que papá, me saludó con la cabeza.

-         Es bueno saber que estás bien, Levis. Te hacía en la trena.

-         ¿Levis? – pregunté yo, extrañado. - ¿Cómo la marca de pantalones?

-         Sí. Por aquí le llamamos así. Resulta que una vez, cuando no era más que un chico raquítico y escuchimizao, intentó…

-         Mi hermano no necesita saber eso, Luca. Ted es decente.

-         Entonces no sé cómo se junta contigo. – se burló el tal Luca, pero se intuía que le tenía cierto cariño. – Bien, ¿en qué puedo ayudarte, Michael? Veo que hoy no traes nada para venderme, y nunca has sido el tipo de cliente que me compra algo.

-         Hoy no vengo para hacer negocios. Busco información.

-         Oh, pero eso también son negocios. La información está muy cara estos días. – comentó el dependiente.

Michael gruñó.

-         Ted, ¿tienes pasta?

-         ¿Qué?

-         Algo habrá que darle.

-         ¡Dale tú, no te fastidia! -  me quejé.  Estaba anormalmente bajo de fondos, porque además se me avecinaban algunos gastos, como el cumpleaños de papá.

-         Yo no tengo. ¿Quieres encontrar a esos tipos o no?

-         Sí… - admití, y saqué un billete de veinte pavos – No llevo más. – dije, cuando se lo tendí al chatarrero.

-         Está bien, hombre.  A Michael se le hace precio especial.

Michael sonrió y se apoyó en el escaparate.

-         Buscamos a unos chicos…Mi hermano te  puede hablar de ellos mejor que yo. No tenemos nombres, ni nada, sólo su aspecto.

-         Si han pasado por mi tienda, sabré quiénes son – aseguró Luca.

-         Estupendo. Ted, descríbeselos.

-         Veamos… Uno era alto y grande… más o menos tan alto como Michael pero más ancho. Era negro. Tenía un tatuaje en el puño, pero no estaba en ningún idioma que yo entienda. Luego había un chico blanco, de pelo castaño. No tendría más de quince años. Y un mulato, más clarito que yo, con el pelo pegado a la cabeza con microtrenzas….

-         Vale, para. Así jamás sabré a quiénes te refieres, chico. Tienes que darme más material.

-         Es todo lo que recuerdo… - me defendí.

-         Seguro que no. ¿Dónde les viste? ¿Llevaban armas?

-         Puños americanos… y les vi fuera de aquí, bastante lejos.

-         Mmm. Fuera del barrio. Así que buscáis a una banda mixta, que actúa en el exterior y no parece usar armas blancas… Creo que ya sé quiénes son. Podréis encontrarles dos calles más abajo… tienen un local en el que se reúnen a menudo. Lo reconoceréis porque tiene un grafitti bastante conseguido.

Michael le dio las gracias, y  salió de la tienda. Luego se encaminó en la dirección que el hombre le había dicho.

-         ¡Michael, espera!  ¿Qué vamos a hacer? ¿Cuál es el plan? – pregunté, y me mordí el labio - ….Tengo miedo – admití.

-         Tranquilo, Ted. No dejaré que te hagan daño.

-         ¿Y si te lo hacen a ti? Además, no es eso lo que me preocupa… Tengo miedo de mí…de hacer algo de lo que me arrepienta mucho…

-         Ya estás aquí ¿no? Tú déjalo en mis manos.

No es que eso me tranquilizara demasiado, pero Michael ya había echado a andar otra vez.

-         No… espera… mejor vámonos…. Iré a casa de Agustina…Vigilaré para que no se acerquen….

-         ¿Veinticuatro horas al día? – replicó Michael – Eso es imposible.

Él parecía muy decidido. No habría forma de convencerle y no iba a irme de allí sin él, básicamente porque él no tenía coche y no le iba a dejar tirado. Le seguí con el ferviente deseo de que nadie acabara en el hospital.

-         Aquí es – dijo Michael, y sin darme tiempo a pensar aporreó un portón azul bajo el que se escondían los tipos que me masacraron. – Mmm. Este lugar  me suena….

Tras unos segundos, la puerta se abrió. Reconocí al chico que estaba en el umbral como el que se había ensañado con mis costillas. Sin embargo él apenas se fijó en mí, porque sus ojos se centraron en Michael.

-         ¿MICHAEL? ¡Michael tío, eres tú!

-         ¿Bill? ¡Joder1 ¿qué haces aquí?

-         No, qué haces TÚ, aquí.  Te hacía en la cárcel. No te habrás escapado ¿no? Si es así aquí no puedes quedarte, macho, me empapelan…

-         Qué va.

Se conocían. Aquello era surrealista. Mi hermano y mi agresor eran colegas.

-         ¿Has venido a saludar?

-         He venido con mi hermano – respondió Michael, tirando de mí.

-         ¡Anda coño, si es el crío de ayer! Te dimos una buena ¿eh?

¿Qué se supone que debía responder a eso?

-         Tío, os pasasteis un huevo. El chico sólo estaba defendiendo a la novia – reclamó Michael.

-         E hizo bien, joder, hizo bien. A la novia de uno hay que defenderla, que luego viene cualquier cabrón y te la zorrea.

Por alguna razón, de entre todo lo que esa situación podía hacerme pensar, lo que ganó fue imaginarme cómo reaccionaría papá ante tal sobredosis de malas palabras.

-         Y ese cabrón puedes ser tú ¿no? – dijo Michael.

-         Eh. Que el que se encaprichó de la maciza fue un colega, no yo. Yo me ensañé con el crío. Pero no sabía que era familia, tío. ¡Esas cosas se dicen, hombre!

Aluciné en colores. O sea que a un desconocido si le podían pegar pero al hermano de un amigo no. Y además lo había dicho como si fuera culpa de Michael por no haberme colgado una especie de cartel con su firma, para que ellos supieran que yo le conocía y por tanto no me podían tocar.

-         Le humillaste frente a su novia. – le recordó Michael.

-         Totalmente. ¿Vienes a por la revancha o qué?

-         No, yo… no quiero pelea… - musité.

-         Normal. ¿Cómo vas a querer si aún debe dolerte esa cara  que te dejamos?  Entonces ¿qué haces aquí?

-         Quiero que dejéis a mi novia en paz – susurré, con un hilo de voz. Tenía pánico. Ese tipo y sus amigos me habían aterrorizado como nadie en mi vida.  – Que no os acerquéis más a ella.

-         ¡Pues claro, hombre, claro! ¡Quédate tranquilo que es sólo para ti! Anda pasa ¿quieres una cerveza?

¿Me estaba invitando a beber? ¿Ese tío se pensaba que podíamos ser amigos o algo así? ¿Pretendía que no le diera importancia a la  paliza que me dio  el día anterior?

-         No bebo. – le gruñí.

-         Anda la ostia con qué me sale este…. Michael ¿de dónde le has sacado?

-         Déjale, hace bien, que luego se convierte en un borracho como tú.  Qué Ted, ¿no estás contento?

Era coña, ¿no? ¿Contento?

-         ¿Por qué?

-         ¡Porque no ha habido que darse de leches, hombre! Pensé que iba a ser más difícil, pero tratándose de Bill, es seguro que te dejaran en paz.

-         ¡Yo no he venido aquí a pegarme con nadie! – protesté.

-         Engáñate todo lo que quieras, pero tú venías aquí a marcar territorio, como todos. Uno lo hacen por su calle, otros por su raza, y otros por la novia. – replicó el tal Bill.

-         Yo no marco territorio. Y tampoco me peleo. – aseguré, mirándole con rabia.

-         Se parece a ti, Michael. Es cabezota, y tiene las cosas muy claras. Seguro que si le pido a este que se una a la banda me dirá que no, igual que tú. Y está bien, joder, el mundo necesita más pacifistas como vosotros.

Ese “vosotros” me produjo sentimientos agridulces. Por un lado me gustaba que me encontraran semejanzas con Michael, y por otro lado no. Empezaba a entender que me había traído allí medio engañado, importándole un cuerno Agustina y que le hubiera dicho que no quería pelea.  De no haberle conocido, tal vez el tal Bill me hubiera reventado de nuevo. Michael quería que  yo me vengara, como para defender mi hombría. Y había dicho las palabras adecuadas para que yo, como un tonto, accediera.

-         Michael, vámonos.

-         Espera un segundo, Ted, hace mucho que no le veo.

-         Vámonos. Papá va a preocuparse.

-         Que te esperes…

-         ¡Vámonos! – insistí, más firmemente, alzando un poco la voz. – Yo arranco el coche. Si te vienes bien, y sino aquí te quedas.

Fue una amenaza falsa, pero resultó efectiva, porque Michael se despidió de mala gana de su “amigo”.

-         Que tocapelotas eres, Ted – me bufó.

-         Y tú qué chaquetero. Ese tipo me dio una paliza ¿recuerdas?

-         No sabía quién eras.

-         ¿Y eso qué coño importa? ¿Si  tú no le hubieras conocido entonces estaría bien agredirme sin motivos? No entiendo a esta gente, de verdad…

-         Claro que no. Tú siempre lo has tenido todo – dijo Michael, hablando de pronto muy en serio. – Cuando vives en la calle, tus amigos son tu familia. Tu defensa son tus puños. Yo siempre estaba amparado por …por un tipo para el que trabajaba. Era intocable. Pero estos chicos aprendieron a pelear antes que a atarse los cordones. No comparto su estilo de vida, pero lo entiendo. Son buena gente.  Brutos, pero buena gente.

Su concepto de “buena gente” difería del mío. Aunque, en cierta manera, le entendía.  Esa segunda vez el tal Bill me había caído mucho mejor que la primera, seguramente porque habíamos hablado con palabras y no con puñetazos.  Tenía un código de honor… uno que distinto al mío, porque incluía pegar a desconocidos porque sí, pero me dio la impresión de que me podía haber tocado alguien peor. Alguien que sí usara el puño americano para abrirme la cabeza, en vez de solo para asustarme.

Eso no quería decir, ni mucho menos, que no siguiera pareciéndome un capullo. Pero sí que creía que no tenía motivos para temer que él o sus amigos le hicieran algo a Agustina.

Deshicimos el camino andado en dirección al coche, pero cuando aún quedaban como cien metros, reconocí la silueta de un hombre sentado sobre el capó.

-         Michael, es papá. – susurré, agarrándole del brazo para que no siguiera avanzando.

-         ¿Qué?

-         Sobre mi coche. Está papá. Y justo detrás ha aparcado el suyo.

Michael miró al frente y vio lo mismo que yo.

-         Estamos jodidos. – murmuró.

-         Estamos muertos – corregí.

Papá nos vio también y empezó a caminar hacia nosotros. Luego apresuró sus pasos, hasta echar a correr.  Cuando le tuve cerca, pude ver que había llorado, y me sentí una basura humana. Nos abrazó a los dos a la vez sin decir nada, creo que porque no era capaz de hablar.

-         Aidan´s POV –

Tomé la firme determinación de poner un GPS en el móvil de todos mis hijos en cuanto tuviera una oportunidad. No entendía muy bien el funcionamiento de esos aparatos, pero seguro que de haber tenido uno podía ayudarme a localizar a Ted.

Había un motivo por el que yo era sobreprotector. Es decir, aparte de porque iba en mi carácter y mis hijos eran mi vida entera. Había un motivo concreto por el que yo era un histérico de la seguridad, en especial con Ted, y a la vez hacía esfuerzos sobrehumanos por no estar encima. Creo que por tratar de no ser sobreprotector a veces era demasiado despreocupado y de ahí que mi hijo se hubiera escapado en mis narices.

El motivo se remontaba dieciséis años atrás, y no podía evitar revivir las imágenes de Ted encerrado en aquella especie de incubadora. Yo sabía que no era una incubadora, pero era más bonito pensar que  se trataba de eso y no de un intento desesperado por salvarle la vida.  Era demasiado pequeño para morir… había pasado por tantas cosas en tan sólo un año de vida….En ese entonces me prometí que jamás le pasaría nada a ese bebé. Por eso cada vez que Ted corría peligro, como cuando le operaron, sentía cierta presión en mi pecho que se acercaba demasiado a un infarto. Por eso no podía soportar la idea de que estuviera yendo de cabeza a una misión suicida.

Le dije a Alejandro que se quedara con todos, que yo iba a buscar a Ted. Que si él volvía a casa antes que yo  me llamara al móvil. Sabía que las posibilidades de dar con él eran pequeñas, pero tenía que intentarlo. Una parte de mí aun quería creer que estaba sobrerreaccionando, y que Ted sólo me había mentido para irse a beber con otros adolescentes. No es que eso fuera bueno, pero era mejor.

Antes de coger el coche, fui a la casa de enfrente,  la del vecino. Llamé a su puerta y le rogué que echara un vistazo  a mi casa. Quería asegurarme que todos mis hijos permanecían dentro. No podría soportar si alguno más decidía jugar a las escapadas. De hecho tuve tentaciones de cerrar con llave desde fuera, pero eso me pareció abusivo y peligroso, porque si ocurría alguna clase de accidente tenían que poder desalojar el edificio.

Mientras conducía el coche pensé con horror que estaba más preocupado por Ted que por Michael.

“No quiere decir nada. No es que a Michael le quieras menos. Ted es el que está magullado y además Michael, por desgracia, se ha manejado solo por mucho tiempo. Ted es más vulnerable” me dije.

Tal vez Michael hubiera estado en los barrios bajos. Sabía que había vivido de casa de menores en casa de menores, pero se escapaba con frecuencia. Tal vez se hubiera movido por allí. No es que todos los delincuentes de la ciudad se concentraran en ese punto, pero todos pasaban por allí en algún momento. Me dolía pensar en mi hijo como en un delincuente, pero había robado, había estado en la cárcel, y se asustaba cuando veía a la policía. Eso último me inquietaba, porque supuestamente ya estaba limpio. ¿O acaso no?

“En el fondo sé poco  sobre Michael. Entre semana vuelve tarde de la comisaría y cuando está en casa  ocupo mi tiempo con los enanos. Él va más por libre. Lleva dos semanas conmigo, ya le trato como a cualquiera de mis hijos, y nunca le he preguntado si ha tenido problemas con alguna banda”.

Claro que había preguntas que no quería hacer. Me parecían prejuiciosas. Consideraba que podría sentarle mal si le preguntaba sobre sus actividades fuera de la ley. Y tampoco tenía por qué suponer que había tratado con bandas callejeras sólo porque hubiera pasado una temporada en la cárcel.

Tras un tiempo conduciendo, llegué a la parte pobre de la ciudad.  Hay quien dice que Oakland puede dividirse en dos. En parte por su tamaño, y en parte porque es como si tuviera dos mundos  diferentes. Era un buen lugar para surfistas, para familias y para gente que amara el sol y la playa. Era un lugar para gente rica. Pero también era un lugar donde había personas muriéndose de hambre.

Me fijé en los coches, por si reconocía el de Ted. Tras un rato buscando sin ver nada, empecé a relajarme.

“Has sido un paranoico, Aidan. ¿Cómo iba a estar aquí? Estará con la novia. Tal vez incluso con algún amigo que tú no conozcas. Sólo es una tontería adolescente.”

Tomé el camino de vuelta a casa pero de pronto  me topé de lleno con el coche de mi hijo. Lo reconocí de lejos pero miré la matrícula para confirmarlo. Estaba ahí. Aparqué detrás del coche y  lo recorrí de arriba abajo, como si esperara verle escondido bajo el asiento. 

Lo más sensato era esperar junto al vehículo, porque en algún momento tendría que volver. Pero ¿y si estaba en problemas? ¿Y si en ese mismo momento le estaban machacando otra vez? ¿Y si él y Michael estaban sangrando en el suelo lejos de allí?

Me escocieron los ojos. Era una mierda de padre, de hermano mayor, y de todo. Aquella noche habían hecho daño a mi hijo y yo no había estado para evitarlo y en ese momento podían estarles matando, todo porque no había sabido ver que Ted podría querer venganza.  Mierda, yo mismo quería masacrar a los que habían osado rozarle, normal que él quisiera una revancha. Por fin, me permití soltar las lágrimas que el día anterior había retenido. La angustia de saber que un hijo sufre un dolor que uno no puede remediar es algo horrible.

Estaba decidiendo en qué dirección debía buscarles cuando les vi a lo lejos. Ted y Michael estaban bien. El alivio tardó en venir, porque mi cuerpo estaba como entumecido, pero luego me convencí de que eran ellos y eché a correr. Les abracé todo lo fuerte que pude y luego me separé como buscando daños. Michael no tenía ni un rasguño y Ted no parecía tener heridas nuevas.

-         ¿Estáis bien? ¿Qué ha pasado? ¿¡Estáis bien!?

-         Estamos bien papá…. – susurró Ted.

-         ¿Habéis estado con los tipos de ayer? – pregunté, aunque lo creía innecesario. Ted asintió, muy despacio. Sentí ganas de cruzarle la cara, a ver si así ponía sus neuronas a funcionar. Creo que lo que me impidió hacerlo fue las señales que habían dejado en él sus atacantes. - ¿ES QUE HABÉIS PERDIDO LA CABEZA?

La gente se giró para mirarnos, porque mi grito llamó su atención, pero me dio igual.

-         No, papá, es que…

-         ¡NO HAY ESQUES QUE VALGAN TED! ¿ACASO QUIERES QUE TE MATEN? De todas las cosas estúpidas con las que he lidiado últimamente, ¡¡ESTA SE LLEVA LA PALMA!! ¿PARA QUÉ COÑO FUIMOS A LA POLICÍA, EH? ¿PARA QUÉ FUIMOS SI TÚ IBAS A TOMARTE LA JUSTICIA POR TU MANO? ¿TE HE ENSEÑADO YO QUE LAS COSAS SE SOLUCIONAN CON VENGANZA? ¡DIABLOS TED, PELEARSE NO SOLUCIONA NADA, PERO SI VAS A HACERLO NO LO HAGAS CON UNOS TIPOS QUE PUEDEN MATARTE! ¿¿¿¡TE DAS CUENTA DE QUE PODRÍAS ESTAR MUERTO, JODER!???

Ted se encogió. Creo que le asusté un poco, o tal vez se sintió culpable. Estaba bastante fuera de mí, y no sabía si quería seguir llorando o seguir gritándole.

-         Tira para el coche. Venga. Te quiero todo el camino delante de mí  y sin hacer tonterías. Tu Michael vienes conmigo.

-         No, yo voy con Ted…

-         VIENES CONMIGO. NO TE HE PREGUNTADO Y NO PIENSO DISCUTIR.  CASI ME MATÁIS DE UN INFARTO ASÍ QUE PERDISTEÍS EL DERECHO A DAR CUALQUIER TIPO DE OPINIÓN.

Ted voló a su coche. Entró, cerró la puerta y vi a través de los cristales cómo peleaba con el bloqueador antirrobo sin lograr soltarlo. Estaba temblando y noté que se había echado a llorar. Respiré hondo tres veces y toqué su ventanilla. La bajó enseguida.

-         Papá ya arranco, de verdad…es que…es que no puedo….

Me incliné sin decir nada y le quité las llaves de las manos para abrir el antirrobo. Luego le devolví las llaves, y le di un beso.

-         Cálmate. No puedes conducir así. – le dije, y limpié sus lágrimas con los pulgares.

-         Papá…snif…yo….

-         Shhhh. Hablaremos en casa, hijo. Shhhh. Me alegro de que estés bien. – susurré. Le di otro beso en la frente y noté que se calmaba un poco. – Ponte el cinturón. Y ve despacito.

-         No….snif…. si no es como si tuviera prisa por llegar….

En otro momento habría sonreído, pero en esa ocasión me limité a sacar la cabeza y caminar hasta el otro coche.

-         Adentro Michael.

-         Tienes que relajarte, te va a explotar una vena o algo…

-         Adentro. – insistí y le abrí la puerta del copiloto.. Él no hizo por moverse, así que cerré de un portazo. – O te  metes tú o te meto yo y te aseguro que eso no te gustará.

Michael me miró desafiante un poco más, pero al final abrió una de las puertas correderas traseras y se metió ahí, como para estar lo más lejos posible de mí.  Me metí yo también y le miré por el espejo retrovisor.

-         No me he sentido así en toda mi vida Michael. Nunca he tenido tanto miedo, ni me he sentido tan traicionado como hoy al entender que no estabais en el bosque.

-         ¿Cómo supiste que estábamos aquí?

-         Cuando fue evidente que no estabais donde habíais dicho, llegamos a la conclusión de que la única cosa por la que Ted me mentiría sería para enfrentarse a esos matones.

-         ¿Llegamos? ¿Quién fue el chivato?

-         Nadie, Michael. El coche no estaba, así que…- empecé, pero me interrumpió.

-         ¿Alejandro? ¿Harry? ¿Zach?  Vivo rodeado de traidores.

-         ¡NO HAY NINGUN TRAIDOR, SOLO UN PAR DE IRRESPONSABLES! El horno no está para bollos así que te aconsejo que tengas el pico cerrado. Parece mentira que seáis los mayores, caray…

-         No le digas eso a Ted, o le harás daño. Cuidadito con lo que le sueltas. – me advirtió. Iba a responderle airado porque encima pretendiera darme órdenes, pero logré dejar mi enfado atrás y entender que estaba haciendo lo mismo que hacía Ted normalmente: defender a su hermano pequeño.

Supe ver además que tenía bastante razón. Yo estaba muy enfadado, así que tenía que tener cuidado con lo que decía no fuera a soltar algo de lo que después me arrepintiera.

Hicimos el resto del viaje en silencio. Ted fue delante con su coche todo el rato. Aparcó en casa antes que yo y tardó unos segundos en salir del coche. Se quedó pegadito a su puerta hasta que yo salí del mío.

-         Sube arriba. A mi cuarto.

Cerró los ojos un momento y luego se fue.

-         Michael, tú también. Sal de ahí y sube. Sin discutir. – añadí, al ver que abría la boca para replicar.

-         ¡Sí, oh, capitán, mi capitán!  - respondió, teatralizando un saludo militar, imitando a la película “El club de los poetas muertos”.

-         ¿Tienes que buscar una respuesta burlona para cada orden que te doy? Entra y calla – le gruñí. Era consciente de que le estaba hablando con mucha rudeza, pero es que él no colaboraba en mi intento de calmarme.

-         No me apetece. ¿Qué harás, eh?  ¿Crees que me das miedo? – se mofó. Tal vez tenía instintos suicidas.

-         No tengo ningún interés en que me tengas miedo, pero te aseguro que me vas a respetar – le dije, y me metí en el coche tirando de él para levantarle del asiento. En cuanto entendió mis intenciones trató de hacer fuerza, pero aun así no pudo esquivar tres palmadas fuertecitas.

PLAS PLAS PLAS

-         ¡Aichs! ¡No, para!

-         Pues para tú. ¿Entiendes ahora que no estoy para aguantar tus tonterías? Sube arriba con tu hermano.

-         Eres malo… - musitó, saliendo del coche por la otra puerta, como para alejarse de mí. Suspiré, rodeé el auto y le intercepté. Le di una especie de abrazo corto.

-         No tengas la caradura de decirme eso después del susto que me habéis dado. Anda, sube.

Michael obedeció entonces y yo entré tras él después de cerrar el coche. Pensé que para entonces ya habría subido pero me le encontré en el salón, discutiendo con Alejandro.

-         ¡Te voy a enseñar a tener el pico cerrado soplón de mierda!

-         ¡Me preocupasteis en serio! ¡Tendríais que haberme llevado con vosotros! ¡Pensé que os iban a dar una paliza! – se defendió Alejandro.

-         ¡La paliza voy a dártela yo a ti, gilipollas!

-         ¡BASTA! – corté yo, antes de que pasaran a las manos - Michael, te dije a mi cuarto, no a discutir con tu hermano.  Más  bien tendrías que agradecerle que tuviera razón al decir dónde podíais estar o yo estaría aun peor de lo que estoy. Vete arriba.

Michael le dedicó una mirada de odio a Alejandro y subió.  Suspiré, sintiéndome muy cansado.  Que cada cosa fuera una pelea con él era agotador. A Ted le dije que subiera y se subió.

-         ¿Papá, qué pasó? – me preguntó Alejandro.

-         Aún no sé la versión completa, pero parece ser que no hubo golpes de por medio.

-         ¿Fueron a por ellos? – inquirió, como para confirmar.

-         Sí. Alejandro, no tengo forma de darte las gracias…

-         Pero si no hice nada. Lo hubieses sabido o no, no habría cambiado nada, ellos habrían vuelto. Además pude habértelo dicho antes: sabía que el coche no estaba desde hacía rato. Sólo quería esperar a ver…pero yo también me preocupé.

-         Como para no preocuparse. Lo que hicieron… grrr…. Hazme un favor: organiza un juego con los demás en el jardín ¿sí? Después comeremos enseguida.

-         ¿Lo dices para que no oigamos el asesinato?

-         El crimen perfecto siempre se hace sin testigos – respondí, en un intento de responder a la broma, pero no se me escapó ni media sonrisa.

Me preparé mentalmente para todas las posibles situaciones que podrían tener lugar  una vez subiera a hablar con ellos, y fui a mi cuarto.

 Ted y Michael estaban sentados en mi cama. Ted tenía las piernas recogidas, y se las estaba abrazando. Al verme levantó un poco la cabeza y pude ver que sus ojos brillaban con lágrimas a punto de rebosar. De hecho pestañeó, y un par de gotitas resbalaron por sus mejillas.

-         Papá… perdóname…

-         ¿Por qué exactamente me estás pidiendo perdón, Theodore? ¿Por mentirme, por escaparte, por ir a los barrios bajos o por ir al encuentro de los tipos que se ensañaron contigo?

-         Por… snif…por todo.

Respiré hondo para estar seguro de no responder nada inapropiado. Tenía ganas de recordarle lo poco que importarían sus disculpas si esos tipos le hubieran hecho daño, pero me lo ahorré. Ted parecía bastante frágil en aquél momento, y un reproche de más podía quebrarle como a un cristal rajado.

-         A ver si lo entiendo bien. Vosotros dos me habéis hecho creer que os ibais a pasar un rato juntos y…

-         Técnicamente hemos pasado un rato juntos – me interrumpió Michael.

-         No te pases de listo Michael. Decía que me habéis mentido,  y habéis ido a un lugar que Ted sabe que está más que prohibido.

-         Exacto, Ted, no yo.  También fue él el que te mintió. – se defendió Michael.

-         Oh. ¿Así que tú eres totalmente inocente en todo esto? – increpé. Me molestaba que intentase echar balones fuera.

-         Parcialmente al menos. Insisto en que yo no te mentí.

Miré a Ted, pero no pareció molesto ni ofendido porque su hermano le estuviera enviando al paredón. Su expresión de hecho llegó a preocuparme un poco. Estaba con la vista fija en algún punto de la pared, creo que concentrándose para no colapsar. Suspiré. Hablar con Ted iba a ser muy difícil y entendí que aquél era el momento de separarles a los dos, porque las respuestas groseras de Michael no iban a ayudar en nada.

Me surgió la duda de con cuál debía ir primero. Les estuve observando a los dos durante un rato, y las diferencias eran tangibles. Ted estaba sentadito ocupando muy poco espacio, con aspecto de querer morirse en ese mismo momento. Parecía apenado, pero no asustado. En cambio Michael sí parecía tener miedo, pese a su actitud altanera. Estaba echado para atrás, como queriendo mantener distancias conmigo y se frotaba un brazo con nerviosismo. Aquello me sorprendió mucho y fue lo que me impulso a ir primero con él.

-         Ted, vete a tu cuarto – le dije, pero no se movió ni un milímetro. - ¡Ted! – medio le gruñí. Lo último que necesitaba es que él empezara  a pasar de mí también. Sin embargo mi pequeño no estaba siendo desafiante, sólo estaba reuniendo valor para hacer lo que hizo a continuación. Se levantó muy rápido y se empotró contra mí, casi tirándome al suelo.

-         ¿Qué haces?

-         Te robo un abrazo – susurró,  con la cara escondida. Esa manera de decirlo me sacó una sonrisa.

-         No puedes robar lo que es tuyo, cariño.

Correspondí a su abrazo poniendo una mano en su espalda y otra en su cabeza. Ted olía a colonia de niño. Cuando no me cogía la mía le gustaba echarse el perfume fresco y suave diseñado para no ser agresivo con los niños pequeños. Decía que olía a casa.

Respiré hondo sin soltarle y él también lo hizo, hasta que nuestras respiraciones se sincronizaron. Parecía mucho más aliviado ahora que estaba ahí, entre mis brazos. Recorrí con los dedos los moretones que tenía visibles cerca del codo y eso me generó sentimientos encontrados de compasión e ira. Me daba rabia que se hubiera expuesto él sólo a que lo dañaran de nuevo. Lo del día anterior no se había podido evitar, aunque él podría haber sido más prudente y menos heroico, pero la aventura de aquella mañana había sido totalmente innecesaria.

Empecé a frotar su espalda con la idea de confortarle un poco y que se separara.

-         ¿Mejor? – pregunté. Él asintió despacito. Le di un beso – Ve a tu cuarto, vamos. Yo voy en un rato.

Ted volvió a asentir y se marchó. Suspiré. Odiaba tanto pero tanto ser duro con él…

Me concentré en Michael, que seguía frotándose el brazo como Cole cuando pasó la varicela. Me acerqué a él y le sujeté la mano.

-         Vas a hacerte herida.  ¿Estás nervioso? – pregunté, y Michael se encogió de hombros fingiendo indiferencia. – Así no ganas nada, hijo. No sé qué pretendes demostrar, pero no es necesario que te escudes. Puedes decirme lo que sientes de verdad. Entiendo que estés nervioso, pero no debes estar asustado. No te voy a engañar, estoy muy enfadado, pero es sólo porque te quiero mucho y tuve miedo de que te pasara algo.

-         ¿De verdad me quieres? – preguntó. Sonó tan tierno… tan diferente a hacía un rato…. Me senté a su lado y le apreté junto a mí.

-         Claro que te quiero, Michael. Las cosas han ido un poco del revés contigo, pero eres mi hijo…. Es más, si firmases esos papeles…serías hijo mío a todos los efectos.

No sé por qué dije aquello. Me había impuesto no presionarle al respecto. Ya me había hecho a la idea de que no los iba a firmar. Pero pensé que a él le ayudarían a creerse más que era mi hijo.

-         ¿En serio quieres que alguien como yo…los firme? – preguntó, y al segundo siguiente le estaba espachurrando muy fuerte, sabiendo que con él no tenía que tener cuidado como con Ted porque no tenía golpes, así que podía romperle los huesos yo de un abrazo. Esa pregunta me mató. ¿De verdad pensaba que no iba a querer adoptarle porque era un poco…rebelde?

Pero entonces algo en esa situación no me terminó de encajar. Puede que Michael no se acabara de creer lo de ser mi hijo, pero no tenía ninguna duda respecto a que yo quería que firmara aquellos papeles. Era él el que no quería, y yo lo respetaba, sabiendo que ya tenía un padre biológico. Ese “alguien como yo” sonó demasiado como Ted, y como el Mike que conocí el primer día, diferente al  Michael que había conocido después. El Mike que daba pena….el Mike que tal vez quería darla…

-         ¿Me estás manipulando? – pregunté con incredulidad, separándome de él un poquito. - ¿Qué es esto, el numerito del niño inseguro para que no te castigue?

La mirada de fastidio que puso me indicó que había acertado.

-         ¡Es que ya soy mayor para esto, joder!

-         Michael, ya tuvimos esta….

-         No, ¡escúchame al menos, Aidan, por favor! 

-         ¿Qué tengo que escuchar, Michael? ¿Qué me vas a decir?  “Soy un adulto, debes tratarme como uno, ya no soy un crío para que me den palmadas”. Algo como eso ¿no? Ya te di esa oportunidad ¿recuerdas? Y como no resultó,  te dije que te trataré como un adulto cuando te comportes como uno.

-         ¿Y qué se supone que significa eso?  ¿Tengo que esperar a que a que a cuando a ti te parezca? ¡Soy adulto según la ley!

Era irónico que la ley fuera algo bueno o malo para él según si le convenía o no.

-         Mira Michael, eres un adulto, tienes razón, por eso no tienes hora de acostarte, por eso te dejo muy a tu aire con toda la independencia que está en mi mano darte dada tu situación legal y por eso muchas otras cosas. Pero el hecho cierto es que tengas la edad que tengas, mentir, ir a los barrios bajos, y buscar pelea con unos pandilleros siempre estará mal. Y ya que estamos hablarme de la forma en la que lo haces cada vez que te sientes contra las cuerdas.  Todas esas cosas están mal y es por eso que voy a castigarte.  Además está dentro de los límites del trato que hicimos, porque te dije que lo haría siempre que hicieras algo peligroso o ilegal y lo de hoy ha sido MUY peligroso. Así que estás en un buen lío. Y eso no significa que no te quiera y que no quiera que firmes los papeles, y es algo que no debes ni insinuar, y menos si no te lo crees. No me gusta que me manipulen.

-         La verdad es que…. ya en serio…. a ratos no estoy del todo seguro. Sé que me echas la culpa de que Ted te haya desobedecido. Como si fuera una mala influencia, o algo. Tal vez te de por pensar que mi presencia aquí te trae demasiados inconvenientes.

Hubiera preferido que fuera un nuevo intento de manipulación. Esas palabras fueron como dardos ardientes clavados directamente en mis órganos vitales.

-         ¿Tu presencia aquí?  Cariño, no eres una visita. Eres familia. Y no creo que seas una mala influencia. Ted ya es mayor para tomar decisiones.

Me miró sin creérselo del todo, y suspiré. Decidí ser más exhaustivo en mi explicación.

-         Es cierto que eres el mayor, así que deberías disuadirle de hacer locuras en vez de animarle como sospecho que hiciste, y ese es parte del motivo por el que estoy enfadado, pero a no ser que le pusieras una pistola en la cabeza, Ted pudo haberse negado y no lo hizo.

-         Supongo…

-         Mejor preocúpate por lo que sí hiciste ¿mm? Que no es poco.

-         ¡Pero es cierto que yo no te mentí! Quería salir de casa sin decirte nada, fue Ted el que se inventó todo….

Le miré pensativo.

-         Participaste de su mentira, pero entiendo lo que quieres decir. Dime una cosa… ¿a quién se le ocurrió todo esto, eh?

-         A mí… Quería que mi hermano se hiciera valer…que no se dejara pisotear….

Michael empezó a contármelo todo. Lo que le había dicho a Ted para que le siguiera, lo que había hecho para averiguar dónde estaban esos tipos, y la feliz coincidencia de que fuera conocidos.

-         Ted tuvo mala suerte…. Al estar todos juntos se vuelven más brutos, con más ganas de demostrar quién manda….por eso le dieron, pero de verdad que no son malos…- concluyó.

Me contuve para no gritarle, porque no podía creerme que les estuviera defendiendo.

-         ¿Te das cuenta de que de no haberles conocido los dos podríais estar en un hospital?

-         No nos habríamos dejado ganar…

Esa arrogancia me superó. Yo había hecho un esfuerzo, de verdad que sí. Me había controlado. Pero aquello fue demasiado. Esa forma de pensar, ese “a mí no me pasaría eso” era muy común entre adolescentes y era algo muy irresponsable. Los accidentes le pasan a todo el mundo, y uno puede perder aunque no quiera.

En un movimiento rápido le agarré y medio le tumbé encima de mí.

-         Y supongo que ahora te has dejado…

-         ¡Suéltame Aidan! ¿Qué haces?

-         Demostrarte lo fácil que hubiera sido para esos chicos inmovilizarte. – le dije, y luego le solté. Michael se incorporó y me miró sintiéndose muy humillado. Seguramente había pensado que le iba a pegar, y se había asustado. Lo lamentaba por él, pero creí que necesitaba esa pequeña lección de humildad.   - ¿Lo entiendes? ¿Entiendes que fue peligroso? Sé que yo soy más grande que tú y que te pillé por sorpresa, pero seguro que esos chicos tampoco iban a enviarte un  memorándum, y alguno habría que fuera más alto o más fuerte que vosotros. Y eran más, Michael, muchos más. Y podrían estar armados.

Michael asintió, y me sentí aliviado porque me entendiera.

-         Pero mi idea tampoco era ir ahí y liarme a leches…

- De no haberles conocido, sabes que es lo que seguramente hubiera pasado.  – respondí. Él suspiró, rindiéndose o bien ante mi lógica o bien ante mi insistencia y pensé que no nos quedaba nada más por discutir. – Es la última vez que sales de casa sin decirme dónde vas a estar, es la última vez que vas a un sitio tan peligroso y es la última vez que eres tan irresponsable. Y de eso voy a ocuparme ahora. Michael, sácate los pantalones, por favor.

-         No, Aidan….¿no podemos hablarlo?

-         Ya hemos hablado, Michael. Ahora vamos a tener otro tipo de conversación.

-         Pero con pantalón… por fa….

Dudé un segundo, pero quería que entendiera que aquello era un gran NO, y que se había pasado.

-         Quítatelos, por favor. – repetí.

Me miró con odio, se los desabrochó y se los bajó en un movimiento rápido y violento y vino hacia mí muy cabreado, dejándose caer con rabia encima de mis piernas. Fue tan rápido que me sobresalté, porque además no me esperaba que hiciera aquello con tanta fluidez, como si ya se hubiera acostumbrado. Quizá le había castigado demasiado en el poco tiempo que llevaba en casa. Respiré hondo y froté su espalda para tranquilizarle.

-         No lo hago por malo ¿bueno? No te enfades. Sé que esto no te gusta, pequeño, ni a mí tampoco. Te castigo porque te quiero, y voy a ser algo duro porque no podría soportar perderte.

Michael no respondió, pero le noté algo menos tenso. Se llevó las manos atrás y se sujetó el calzoncillo.

- Esto se queda – medio exigió. El tono fue más bien infantil, casi como si lo estuviera preguntando, y al mismo tiempo me indicó que se había resignado al castigo. Era como si estuviera diciendo “vale, sé que me lo gané, pero déjame la ropa interior, por fa”.

-         Eso suele quedarse, Michael. – le tranquilicé, mientras le apartaba las manos.

Hice una respiración profunda y le di la primera palmada. Después vinieron muchas más.

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS

Escuché a Michael gruñir por lo bajo. Eso era nuevo. ¿Gruñía porque estaba enfadado o porque intentaba no hacer ruido? Le estaba dando fuerte y hubiera sido normal que protestara un poco.

PLAS PLAS PLAS Auu  PLAS PLAS PLAS PLAS Ay… pica… jobar… PLAS PLAS PLAS

Empezó a quejarse bajito, creo que sin ser consciente del todo que lo estaba haciendo en voz alta.

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS   … me duele… PLAS PLAS  ay… me duele… PLAS PLAS PLAS

PLAS PLAS  … ¡me estás dando muy fuerte!… snif… muy fuerte Aidan… PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS snif… snif   PLAS PLAS… Muy fuerte….

Eso me hizo dudar un momento, pero no le estaba dando mucho más fuerte de lo que le había dado alguna vez a Ted. Sabía que dolía y que era normal que se quejara pero yo controlaba mi fuerza. Aun así, baje la intensidad en las siguientes, pero él convirtió sus lloriqueos en auténtico llanto.

PLAS PLAS PLAS Bwaaaaa   PLAS PLAS PLAS … Ya… au… snif… PLAS PLAS PLAS   ¡Ay!  PLAS

Pillándome totalmente desprevenido, Michael se revolvió y se alejó de mí. No le costó mucho porque en verdad era muy fuerte. Pensé que saldría corriendo del cuarto, pero en lugar de eso  se arrinconó en una esquina, como haría yo al ver un escorpión, ya que les tenía un miedo terrible. Bueno, no exactamente así, porque él me dio la espalda, mirando la pared casi como si le hubiera castigado a hacerlo.


Se frotó un poco llorando bastante fuerte. En ese momento me sentí muy mal, por varios motivos. Principalmente por saberme el causante de sus lágrimas, y en segundo lugar por sentir que no lo estaba haciendo bien. Michael era un hombre y en ese momento parecía un niño, pero no en el buen sentido de la palabra, sino más bien un pobre crío asustado. 

No sabía si acercarme a él o si eso sería peor, pero antes de poder decir nada Michael me miró con sus ojos azules muy culpables. Aquello me sorprendió y por primera vez pensé que se parecía físicamente a Ted en algo más que en la piel, porque esa mirada les asemejaba mucho.

-         Ya….snif….ya voy papá….snif….. solo dame….snif….un segundo….

Las 13:24 de la mañana del 30 de Octubre.  Ese fue el momento exacto en el que Michael me llamó “papá”. El corazón me dio un vuelco, como si me hubiera quedado sin aire, y todos los poros de mi piel se erizaron. Salté de la cama como un resorte y fui hacia él.

-         No papá, ya voy…ya voy en serio….- murmuró, asustado, pero antes de poder terminar le estaba asfixiando en un abrazo que de hecho llegó a levantarle del suelo.

-         Me dijiste papá, Michael… me dijiste papá…. – susurré, besándole la cabeza.

Michael pareció sorprenderse, confirmándome que fue algo involuntario.

-         Snif….es que…..snif…. me recordaste a él….snif.

-         ¿Ah sí? Pensé que tu padre y yo… éramos muy distintos – dije, en un intento de ser diplomático. Lo que en verdad quise decir fue “pensé que tu padre te dejaba muy a tu aire, demasiado,  y que por su culpa terminaste inmerso en un mundo de ilegalidad”.

-         Sí….snif… él también me ignoraba cuando lloraba.

Zas. Alguien cogió mi alma, le hizo un nudo, y volvió a metérmela dentro.

-         No…no hijito no….Yo no te ignoro….. me apena mucho que te duela, aunque no lo creas, pero es necesario que entiendas que no puedes hacer ciertas cosas y por eso te castigo…¿Cómo es eso de que él te ignoraba, pequeño? – pregunté, conmovido. Michael siempre hablaba de su padre como alguien a quien había querido y que le había querido.

- Él….snif… no sabía cómo consolarme.  Así que….snif… aprendí a llorar donde no me  viera….snif…. para no hacerle sentir mal.

Me imaginé a un nenito de seis años tragándose sus lágrimas para que su padre no le viera llorar. Me recordó a mí mismo, pero esperé de todo corazón que el padre de Michael no fuera tan indiferente como Andrew, y que fuera más una cosa de poca capacidad de reacción.  Andrew había llegado a hacerme sentir francamente mal por llorar, aunque es cierto que nunca me mandó callar o se enfadó por mi llanto, salvo cuando tenía mucha resaca.

Entendí que Michael se había levantado para que yo no le viera llorar, pero eso no tenía sentido, porque ya le había visto otras veces… Le limpié las lágrimas con los dedos, y alcé su rostro para que me mirara.

-         No me gusta verte llorar, es lo que más me duele en este mundo, pero no debes hacerlo escondiéndote de mí, y menos cuando te estoy castigando.  Te aseguro que no te ignoro, pequeño. Cada una de tus lágrimas se queda bien grabada en mi memoria así como espero que el castigo se quede en la tuya, para así repetir esto lo menos posible. – le dije, y le besé en la frente. Le noté respirar más calmado.

-         ¿Se han….snif…. se han acabado ya los azotes? – preguntó. Tal vez se había propuesto matarme de a poquito.

-         Me encantaría decir que sí, mi niño, pero lo cierto es que te levantaste sin que terminara. ¿Se han acabado ya las escapadas?

-         Me encantaría decir que sí, pero lo cierto es que mi padre me está enseñando que no debo decir mentiras. – respondió, con una media sonrisa triste.

¿Me lo podía comer? ¿Por qué tenía que ser tan tierno justo en ese momento? Estuve a un segundo de olvidarme de lo duro que había pensado ser  para tenerle ahí en mis brazos para siempre. Pero eso hubiera implicado, para ser justos, hacer lo mismo con Ted, y con él en particular estaba dispuesto a no ser blando, por exponerse así después del susto que habíamos pasado el día anterior.

Suspiré, y volví a sentarme en la cama esperando a que él se tumbara. Había previsto aquél como un castigo memorable, pero eso ya lo fue por el hecho de que Michael se había referido a mí como “su padre”. Así que le di las palmadas restantes muy suavecito, casi como recordatorio de lo que pasaría si me volvía a asustar así.

plas plas plas … ¿qué haces?… plas plas plas plas plas plas plas…. Esto no duele…

-         Ah, ¿quieres que duela?

-         ¡No!

-         Nunca vuelvas a darme semejante susto, Michael. Nada de buscar pelea, nada de ir a los bajos fondos, nada de mentirme para salirse de casa.

plas plas plas plas plas plas plas plas plas plas

plas plas plas plas plas plas plas plas plas plas

-  Al pensar que podía perderte, me sentí la mayor basura del planeta. Sentí que te había fallado y que no soportaría vivir si a ti te ocurría algo malo.

plas plas plas plas plas plas … pica… plas plas plas… para… me siento mal… snif… me haces sentir raro…. snif…. ¡yo no quería asustarte! …. plas

plas plas … snif… plas plas plas …. Ya….

Michael pataléo un poco, más nervioso que otra cosa aunque algo sí debía de estar picándole. Lo cinco últimos si fueron fuertes, y en la zona de los muslos.

-         Nunca lo olvides, Michael, porque si debo repetir esta conversación me encargaré de ser más claro.

PLAS PLAS PLAS  Auuu… PLAS PLAS

Froté su espalda y esperé un poco a ver si lloraba. Él tampoco parecía tener muy claro si iba a hacerlo no. Le incorporé y vi que tenía los ojos húmedos y un ligero temblor en el labio. Despacito, le giré para sentarle encima y le di un beso en la frente.

-         Te quiero. Con tu lengua descontrolada, tus rabietas de niño grande y tu habilidad para pararme el corazón varias veces en una semana.

Escuchar aquello por lo visto hizo que terminara de arrancar a llorar. Escondió la cara en mi pecho, confundiendo mi camiseta con un pañuelo.

-         Yo también te quiero aunque seas un plasta, dictador y cavernícola…snif…

-         Vaya, puedo sentir el cariño. – bromeé, y me reí un poco.

-         No es justo, me pegaste mucho…. Ahora tienes que mimarme…papi…

La última palabra lo dijo como probando, para ver si lo podía decir. Le apreté más contra mí y le di un beso en cada ojo. A Barie le gustaba que hiciera eso cuando lloraba y pensé que a él podía gustarle también. Le miré pensativo.

-         No es que no me guste…. Me has hecho muy feliz….pero …. ¿por qué has empezado a llamarme papá?

-         Ted es mi hermano….todos son mis hermanos… y tú eres su padre. Vivo contigo, tengo que pedirte permiso, te preocupas por mí, dices quererme, y si hago algo malo tú me castigas. Pareces mi padre… en todos los sentidos de la palabra. Con papeles o sin ellos.

-         ¿Y vas a llamarme siempre así? – pregunté, intentando que no viera cómo mis ojos también se llenaban de lágrimas.

-         Lo intentaré. Pero si te llamo Aidan no te enfades…es que es difícil… Mi padre aún está vivo.

-         Lo entiendo, hijo. Sin presiones. Pero, me llames como me llames, soy y siempre seré tu padre. En lo bueno y en lo malo.

-         ¡Pues a ver cuándo empieza a ser en lo bueno! – me protestó, y luego se frotó donde le había pegado. Me dio la sensación de que no le daba ninguna vergüenza hacer eso, pero tal vez es que ese chico no conocía esa palabra.
  
- Ted´s POV -

Dentro de casa sólo estábamos papá, Michael y yo. Lo supe por el extraño silencio que me rodeaba, mientras esperaba en mi desierta habitación. Y entonces un sonido muy particular rompió ese silencio. Papá tenía que estar pegando a Michael bastante fuerte, y sin pantalón. Probablemente Michael llevaba slips en vez de boxers y por eso sonaba tanto algunas veces, piel contra piel. Si lo estaba oyendo tenía que ser, además, porque la puerta de su cuarto estaba abierta. A papá no le gustaban los lugares cerrados, y como sabía que estábamos solos debió de pensar que ya tenían suficiente intimidad sin necesidad de encerrarse. Debía de estar muy seguro de que yo no iba a atreverme a interrumpir.

No me molesté en contar cuántas le dio, pero una parte de mi mente registró que no fueron muchas, porque dejé  de oírles en seguida. Papá siempre era más blando con Michael, era algo que ya tenía casi comprobado. En parte estaba bien, porque nunca le habían castigado así, así que ochenta o veinte seguían siendo muchas para él.  Pero en parte lo sentía como algo injusto. ¿Y qué con que fuera mayor de edad? Sólo me sacaba un año y un mes.

Los minutos pasaban y papá no venía. Yo cada vez me sentía peor. Aquello era, seguramente, lo peor que había hecho en mi vida. Desde luego si fue la vez en que papá más se enfadó conmigo, y me dolió tanto… ¿Por qué dolía tanto que él se enfadara? Era casi como algo físico. Desde que le había visto sobre mi coche tenía una presión en el pecho que todavía no se me había ido.

Me quería morir. No en un sentido figurado, sino en uno literal. Quería morirme en ese mismo momento, para así estar seguro de que nunca más volvía a ver los ojos de papá enrojecidos de haber llorado por mí. Me sentí una basura… La culpabilidad me llevó a pensar para qué coño servía. No destacaba en nada. Lo único que se me daba bien era mi familia, y ahora hasta en eso fallaba. Por más que lo intentara, el tiempo acababa demostrándome que yo sólo era un error de la naturaleza. Un error en la vida de Aidan que cortó su juventud de raíz. Un error en el vientre de mi madre que le costó la vida. Un chico idiota que sólo tenía que quedarse quieto en casa, pero en vez de eso decidía salir a hacerse el machito y ahora lloriqueaba como una nena porque su padre le iba a zurrar.
Pensar cosas tan duras me hacía sentir mejor, como si echarme mierda encima ayudara a sanar las heridas. Tal vez tenía un lado sadomasoquista. Eso tenía sentido: explicaría por qué había ido a encontrarme con los tipos que me habían apaleado.

No sé cuándo empecé a llorar, o quizás es que nunca había parado. En algún punto me tumbé sobre la almohada sintiendo que su blandura me reconfortaba. No era como abrazar a papá, pero también se sentía bien.  Decidí seguir pensando más cosas duras. Hacerme daño  me calmaba de alguna manera extraña. De  vez en cuando murmuraba cosas relacionadas con lo que pensaba, porque lo que en verdad creía merecer era algún insulto, pero como nadie me los soltaba me los decía yo sólo.

-…la tuya tiene que ser la segunda vida más desperdiciada de la historia…. La tercera, la tercera vida, por que la primera vez que tenías que haber muerto fue antes de nacer….así Michael tendría madre y Aidan un problema menos….Sólo eres un aborto fallido….

-         ¿Qué te dije la última vez que te escuché algo como eso?

La voz de papá sonó como la de Batman. Me sobresalté, porque no le había sentido entrar. Me giré para mirarle pero no me levanté de la cama.

-         ….algo así….snif….como que me pegarías….snif…..es lo que viene a significar casi todo lo que dices….

No sé por qué le dije aquello, pero sólo sirvió para hacerle más daño. Genial, absolutamente genial. Papá se acercó y se metió conmigo en la cama, envolviéndome con brazos y piernas.

- ¿Eso crees? ¿Eso es todo lo que oyes cuando te hablo? ¿Se te olvida escuchar cuando digo que te quiero?

-….snif…. ya no me vas a querer más.

-         ¿Qué fue hoy, el día de decir tonterías y yo no me enteré? Hace falta más que una metedura de pata para que yo deje de quererte, Ted. En concreto hace falta que me vuelva idiota, nos invadan los alienígenas y me hagan una lobotomía. Y aun con esas  te seguiría queriendo, aunque no pudiera decírtelo por las graves lesiones cerebrales que no me dejarían hablar.

Eso me hizo sonreír un poquito. Creo que sólo yo me reía con los chistes tontos de papá.

-         No estés enfadado…..snif….no me gusta que te enfades conmigo. - gimoteé. Sabía que estaba sonando demasiado infantil, pero papá no hizo comentarios al respecto y me dio un beso en la cabeza.

-         Ni a mí, Ted. Pero tampoco me gusta que me desobedezcas, me mientras y te pongas en peligro.

-         Lo siento papá…. de verdad lo siento…

-         Lo sé, hijo, pero no lo entiendo. ¿Por qué lo hiciste? Me manipulaste, Theodore. Me mentiste para poder ir a los barrios bajos, cuando te prohibí expresamente ir allá. Y fuiste a encararte con los chicos que ayer casi nos matan. Sí, he dicho bien, NOS, porque si te pasa algo a ti yo voy detrás, espero que lo sepas.

Cerré los ojos y traté de contener un nuevo sollozo. ¿Cómo había podido hacerle eso a papá?

-         Yo…snif….yo sólo…Michael dijo…..Agustina…Esos tipos sabían donde vive ella…Tenía miedo de que la pudieran hacer algo…

-         ¿Y no crees que para eso existe la policía? Ya sabes, personas a las que les pagan por proteger a los ciudadanos.

Me mordí el labio y eso dolió un poco porque aún lo tenía algo hinchado. No es que no confiara en la policía, o en el FBI o en los distintos organismos para detener delincuentes. Pero sinceramente no pensaba que se fueran a tomar muchas molestias por un chico negro y su novia medio hispana. No cuando había bandas de por medio. No ya porque el agente en cuestión pudiera ser o no ser racista, sino porque se lo tomarían con calma, por ser algo que era como el pan de cada día. No le darían prioridad, hasta que esos chicos cometieran un asesinato, en cuyo caso se lo empezarían a tomar en serio.

Papá pareció entrever mis dudas.

- O al menos decírmelo a mí. Y yo habría buscado qué hacer. Cuando algo te preocupe es a mí a quien debes acudir, pensé que lo sabías…

-         Y lo sé…te conté lo de Fred….y lo del padre de Agus…. Pero…sólo no lo pensé….

-         Pues yo voy a encargarme de que lo pienses, Ted.

Eso fue una especie de señal para separarnos. Papá no me forzó a levantarme, pero supe que quería que lo hiciera así que lo hice. Me limpié los ojos y me puse de pie frente a él.  Le era incómodo sentarse en mi cama porque su altura le hacía chocar con la litera de Michael, así que se sentó en una de las dos sillas que tenía nuestro escritorio. Pensé que me iba a pedir que me deshiciera del pantalón, pero  papá siempre me sorprendía.

-         ¿Cómo estás? Déjame verte el labio… Tu cuerpo siempre ha cicatrizado muy lento…- comentó papá, como reflexionando en voz alta. Pensé un poco y vi que tenía razón: las heridas tardaban mucho tiempo en curárseme. – A ver tu costado… - pidió, y me subió un poco la camiseta. Chasqueó la lengua al ver un trozo de piel  más oscuro que el resto. Pasó sus dedos por ahí con suavidad. - ¿Cómo pudiste ir a buscarles después de que te hicieran esto? ¿No tenías miedo?

-         Mucho. Pero estaba con Michael y…lo hacía por Agus.

-         Ojalá esa chica merezca todo lo que haces por ella, Ted.  – se sinceró papá, y luego suspiró. - ¿Te duele mucho?

Ese fue un momento difícil. Sabía que era mi posibilidad de librarme de aquella. Si exageraba la molestia que sentía por los golpes, papá no sería capaz de castigarme. Tal vez me dejaría sin ordenador y sin otras cosas, pero me libraría de la madre de todas las zurras.

También sabía que hacer eso no era lo correcto. Que yo solito me había metido en aquella y que en parte estaba en problemas por mentir. Mentir más no era la solución.

Decidí hacer algo que estaba a medio camino.

-         Mucho mucho  - afirmé, exagerando una cara de pena para que papá viera que sólo estaba siendo infantil. Le hice sonreír, y eso me demostró que ya no estaba tan enfadado. Fue todo un alivio.

-         ¿Sí? – preguntó, y tiró de mí para sentarme encima de él, como si fuera Kurt. Eso me avergonzó un poco, pero también era agradable. – Pobrecito nene. Pero en el culito no tienes pupa ¿no?

Me ardieron las mejillas. Tal vez Aidan se pensase que yo era Kurt de verdad. Escondí la cara en él para no tener que mirarle en un momento tan vergonzoso.

-         No, pero tú me quieres hacer – protesté.

Papá no aguantó más y soltó una risita. Luego besó la parte de atrás de mi cabeza, que era la que tenía accesible en ese momento. Me dio una palmadita para que me levantara.

-         Ya en serio, ¿te duele algo?

-         Me molesta todo…pero doler doler sólo el labio. – respondí, con sinceridad. Llegados a ese punto sólo quería que acabara cuando antes, para poder saber si me perdonaba o no.

-         ¿Por qué tuviste que hacerlo? – me reprochó. - ¿Por qué me haces ser malo contigo? Ahora debería estar mimándote y consintiéndote.

-         Papá… por favor, ya no me regañes más…. – le supliqué. Sus mimos me habían hecho sentir algo mejor, pero a ese paso iba a empezar a llorar otra vez.

-         Está bien…. Pasaremos al siguiente punto, entonces. Quítate los pantalones, Theodore.

Suspiré, y llevé las manos al botón de los vaqueros. Estaba más tranquilo de lo que pensé que estaría, quizá porque papá había dejado de gritar y había sido cariñoso conmigo. Me saqué los pantalones y los dejé sobre mi cama. Ese gesto me hizo sentir expuesto… sólo era capaz de hacerlo porque se trataba de papá. Años atrás llegué a la conclusión de que me pedía a mí que me los quitara en vez de hacerlo él para darme mi espacio, y como signo para saber que estaba preparado.

Cuando terminé me acerqué a él, de forma algo torpe porque no estaba acostumbrado a que fuera sobre una silla. De hecho, no sabía cómo hacerlo. Era demasiado grande para tumbarme encima suyo y que él sostuviera todo mi peso…. Me quedé parado frente a él, y me dio vergüenza tener que pedirlo….

- Papi…en la cama….

Eran pocas las veces en las que le llamaba “papi” si no era jugando, imitando a los enanos. Pero me sentí muy vulnerable y me salió solo. Además, tenia algo de miedo.

-         Va a ser aquí, Ted. Yo voy a sujetarte. Vas a aprender a confiar en mí. No dejaré que te caigas, ni que nada te haga daño. No permitiré que tú tampoco te lo hagas o te expongas a que te lo hagan, y por eso es este castigo.

Abrí la boca en forma de “o” bastante sorprendido. Eso explicaba por qué estábamos en mi cuarto y no en el suyo, aparte de que Michael debía de estar allí en aquél momento.

Me ayudó – por no decir que me obligó – a tumbarme sobre él, y durante unos segundos sentí que mi cuerpo quedaba suspendido en el aire. Luego apoyé las manos en el suelo e hice lo mismo con los pies. Odiaba aquello. Era mucho peor que sobre la cama. Papá puso una mano en mi espalda, como para recordarme su presencia y el hecho de que no me iba a soltar. Luego me subió un poco la pernera de los boxers….Eso no lo había hecho nunca. Lo preferí a que me los bajara (solo de pensarlo me moría de vergüenza), pero tantas cosas inusuales me hicieron entender que aquello era diferente a cualquier otra vez. Aunque ya lo sabía, confirmé que a pesar de las palabras y gestos amables papá iba a ser duro conmigo.

Me acarició los muslos que acababa de destapar durante un buen rato, hasta que logré relajarme un poco. Entonces subió la mano y me dio la primera palmada, y dolió más que nunca. Fue en la parte alta del muslo descubierto, y además fuerte. Sentí de inmediato unas intensas ganas de frotarme donde me había pegado, pero no pude porque llegaron muchas más, sin tregua.

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS

PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS

Me obligué a aguantar. Una cosa buena que tenía papá es que no te pillaba de sorpresa.  Así era más fácil no gritar, porque te preparabas mentalmente y podías tener algo de autocontrol. Pero el autocontrol se acababa enseguida cuando empleaba tanta fuerza como entonces.

Una parte de mí, la parte increíblemente grande que quería echarse a llorar, pensó en otro motivo por el cual no estábamos sobre la cama aquella vez: al tener que apoyar las manos en el suelo se aseguraba de que no intentara taparme. Mi mente retorcida pensó que papá debía de haberlo planeado así sabiendo que aquella vez me iba a costar más que otras el estarme quieto.

PLAS PLAS PLAS PLAS… au…. PLAS PLAS PLAS PLAS… mggg… PLAS PLAS


Dejé escapar el primer quejido y  las lágrimas de mis ojos rebosaron. Llevaba al borde del llanto mucho rato, desde antes que comenzara, así que era algo esperable.

PLAS PLAS PLAS PLAS… au…. PLAS PLAS PLAS… ay… PLAS…. snif… snif… PLAS ai… PLAS… ai….

Sin poder evitarlo, levanté la mano derecha para intentar frotarme. Eso me desequilibró, pero papá me sujetó antes de que cayera.

-         Ted… las manos quietas hijo…sé qué te duele…. – la voz de papá sonaba ronca. – Recuerda que te quiero ¿si?

Intenté que no se notara que estaba llorando, pero el temblor de mi cuerpo me delató.  Luché contra el llanto, frustrado por no ser capaz de enfrentar aquello sin llorar como un idiota. Me sentí un débil  quejica y además no tenía sentido: los puñetazos de esos tipos habían dolido mucho más que las palmadas de papá…

Claro que en ese momento lo que más me dolía era el corazón. Y dolía más que cualquier golpe. En vez de estar enfadado conmigo, papá estaba tratando de hacerme sentir mejor. No me merecía que tuviera tanta consideración. Y no merecía que me quisiera.

Aidan acarició mi espalda por un rato, pero intuí que no habíamos terminado. Sólo me estaba dando un respiro, y creo que él estaba cogiendo fuerzas.

PLAS PLAS PLAS … ayyy… PLAS PLAS PLAS… snif… PLAS PLAS PLAS PLAS

PLAS PLAS… snif… PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS … snif… snif… PLAS PLAS PLAS

PLAS PLAS PLAS PLAS … au…PLAS PLAS PLAS … ai… snif… PLAS PLAS PLAS… bwaaaa

Aquellas ya no fueron en el muslo, sino más arriba, pero la protección del calzoncillo no significó nada.  Empecé a llorar como un histérico, pero no era tanto porque doliera como porque aquello superaba cualquier castigo que me hubiera dado antes. Nunca me había dado más de sesenta y cinco sin pantalón, y nunca tan fuerte. No sé por qué esa barrera significó algo para mí, pero de alguna forma fue como si me estuviera diciendo “te has pasado”.

Yo ya sabía que me había pasado. Había sido un idiota, un estúpido, un….

-         Cielo…Ted, ya no llores así…. No llores así mi vida….- susurró Aidan. No se sí quiso que yo lo oyera, porque lo dijo muy bajito. Entonces pasó algo muy extraño, y es que las siguientes palmadas que sentí fueron muy flojitas.

Plas plas plas plas plas plas plas plas plas plas
Plas plas plas plas plas plas plas plas plas plas

¿Qué era eso? De la sorpresa, se me cortó el llanto. No dolía en absoluto. Picaba un poco, pero a decir verdad eran casi más un alivio para el picor que sentía ya de por sí por las palmadas más fuertes.

Aquello no estaba bien. Yo sabia que Alejandro se había llevado más alguna vez, por cosas quizá menos serias. Papá estaba siendo bueno conmigo. Seguramente mis lágrimas le habían conmovido y esa era su forma de perdonarme el resto del castigo. Sin previo aviso empecé a llorar aún más que antes.

-         ¿POR QUÉ TIENES QUE SER TAN BUENO CONMIGO? – grité, rabiando de impotencia - ¡ENFÁDATE! ¡GRÍTAME COMO HICISTE MÁS TEMPRANO!

-         No Ted, no voy a hacer eso… y siento si os grité ésta mañana en la calle. Entiende que lo que sentí…fue simplemente demasiado…

Aidan no lo entendía. Quería que se enfadara conmigo. Necesitaba que se enfadara conmigo. Su benevolencia sólo me generaba más culpabilidad. 

Mi experiencia me dijo que había una forma eficaz de hacer que se enfadara.

-         ¡ME LA SUDA LO QUE SINTIERAS, SOPLAPOLLAS! – le chillé.

Sentí que papá se ponía rígido.

-         ¿Qué dijiste?

-         ¡SOPLAPOLLAS, SOPLAPOLLAS, SOPLAPOLLAS!

Todo fue silencio y quietud por un segundo. Después, sentí un fuerte tirón de mi ropa interior. Papá me estaba bajando los calzoncillos. Nunca… jamás había hecho eso…conmigo. Entre mis hermanos corría el rumor de que papá había castigado así a algunos de ellos. Zach, Harry y Alejandro no confirmaron los cotilleos, así que yo no llegué a creérmelo. Hasta entonces.


PLAS … ¡Ay!… PLAS … ¡Au!… PLAS… snif… PLAS…. snif… PLAS… ¡AAH! ….PLAS…..ui…. PLAS ….snif….  PLAS PLAS PLAS bwaaaa PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS

-         ¿Te calmaste ya?

-         Snif…snif… sí señor… snif… ayyy…..- pataleé un poco. Eso SÍ había picado.  Bueno, si quería que papá se enfadara, objetivo dolorosamente conseguido.

-         ¿A qué ha venido eso? – me preguntó. Se notaba un rastro de molestia en su voz, pero estaba calmado.

-         Perdón….

Acarició mi espalda hasta llegar al cuello. Una vez ahí, frotó mi nuca.

-         Perdonado, Ted….¿A qué vino? Te estabas portando muy bien. ¿Te enfadaste porque estoy siendo malo contigo?

-         Snif… nooo… snif… por lo contrario…

-         ¿Uh?

-         Deberías… snif… snif…. odiarme.

-         Eso nunca. – dijo, con convicción. – Jamás, hijo.

- Soy... un mal hijo. Y un mal hermano.

- Vaya, volvemos con las tonterías...

- ¡Hablo en serio, papá! Le...snif... le pegué a Harry....y....te asusté a ti...snif....y te mentí....




- Eso no te hace mal hijo ni mal hermano. Eres  el mejor que se podría pedir.  Sólo una cosa tesoro... te vengaste de Harry....y luego fuiste a por esos chicos... dime ¿te sentiste bien al hacer alguna de esas cosas? ¿Te hubieras sentido bien si hoy le devuelves a esos matones los golpes que te dieron? Piénsalo.

- Sé lo que quieres decir.... ya sé que la venganza no es la solución.... snif....No volverá a pasar.....

- Me alegro, Ted. Me alegro mucho.


Lloré por un rato largo preguntándome si iba a continuar. Creo que él también se lo estaba preguntando y al final debió decidir que no, porque subió mi ropa interior con cuidado y comenzó a acariciarme para que me calmara.

-         Vamos… vamos….shhhh….  ¿Te quieres levantar? ¿No?  Bueno. A mí no me importa. No es que me peses ni nada.

Quizás eso último iba con un poco de sarcasmo, pero me dio igual. Me quedé ahí hasta que sentí que la sangre se me bajaba a la cabeza. Entonces me levanté y me aparté un poco de él. Papá me observó con cautela.

-         ¿Estás enfadado? – me preguntó.

Negué con la cabeza y me restregué el puño por los ojos.  Papá pareció entonces muy aliviado y se puso de pie para venir hacia mí. Yo di un paso atrás, así que él se detuvo. Su expresión volvió a ser de preocupación.

-         ¿Estás asustado?

Volví a negar.

-         Snif.

-         ¿Te duele mucho?

Ahí no negué, y sentí ganas de frotarme un poco, pero para mostrarle que tampoco era eso caminé hasta él y me pegué a su pecho para que me abrazara. No tardó ni medio segundo en rodearme con sus brazos.

-         ¿Qué pasa, campeón? Habla conmigo ¿sí? Nosotros nos lo contamos todo. – me animó, mientras frotaba mi espalda. Eso se sintió como algo muy reconfortante en ese momento.

-         Todo no….snif…. no me has dijiste qué tal con Holly.

-         Hagamos un trato. Tú  me cuentas y yo te cuento, ¿mm?  ¿Qué está mal, Teddy? ¿Qué tienes?

-         Snif.… se siente…snif…. como si fueras demasiado bueno conmigo….snif….. me viste llorar y me diste más flojito….

-         Hijo, eso lo hice también con Michael. Era lo justo ¿mm?

-         Pues sería…snif… la primera vez que eres justo – dije sin pensar.  Creí que papá se enfadaría pero lo único que pasó fue que detuvo los mimos un instante para después reanudarlos como si nada.

-         ¿Eso crees? ¿Soy injusto?

-         Tienes más paciencia con Michael que con los demás. – opiné. Puestos a ser sinceros, iba a soltarlo todo.

Papá tardó tanto en responder que pensé que ya no iba a hacerlo. Al final me llevó a mi cama, y me hizo tumbarme para echarse él a mi lado.

-         Tienes razón, hijo. Cuando la tienes, la tienes. Supongo que no termino de tener claro lo que hacer con él…No deja de ser un adulto. Sin embargo entiendo que eso no es justo para el resto. Pero no voy a empezar a ser más duro con él… sino más blando con vosotros. Y voy a empezar ahora, por mimar a mi bebé.

Me costó pillar que su “bebé” era yo.

-         ¡Papá! – protesté.

-         ¿Qué pasa? – se hizo el inocente.

-         Me avergüenzas. – regañé, y para demostrarle lo enfadado que estaba y lo mayor que era me apretuje contra él para que me  mimara. Aidan se rió suavemente y me retuvo de esa forma que me hacía sentir especial, como un tesoro personal o algo así.

Estuvimos así un rato. Noté que me entraba el sueño, pero me dio igual, porque papá era la almohada perfecta.

-         No Ted, no te duermas…. Tenemos que comer.

-         No tengo hambre.

-         Ayer no cenaste. Tienes que comer – dijo papá, en ese tono que no era una pregunta.

-         Es que no me entra… - susurré. Me acarició la mejilla.

-         ¿Aún triste? Ya no hay por qué, hijo. Todo está bien. Sé que crees que fui duro contigo pero en realidad no lo fui tanto… Alejandro te lo podría confirmar.

-         Si me hubieras dado el doble o la mitad, me sentiría igual. No es por algo que hayas hecho tú, sino por lo que hice yo.

-         Fueron unas cuantas tonterías, pero creías tener un buen motivo. Lo importante es que ya no lo hagas más, pequeño. No sirve de nada que ahora te martirices.

Suspiré. Eso era cierto, pero…

-         Ya no vas a confiar en mí…

-         Pues, si no confío en ti ¿en quién? Ted, nadie es perfecto. Equivocarse es de humanos. Tú ya eres demasiado bueno. Tanto, que un día de estos te analizo a ver si va a resultar que eres de Marte.

Sonreí un poco, pero me frustré, porque yo le estaba hablando en serio y él hacía bromas.

-         Yo intento hacer las cosas bien…. pero a veces no se cómo… Sé que lo que hice está mal… pero sólo intentaba proteger a Agustina. Tu habrías hecho lo mismo si se tratara de mí o de cualquiera de mis hermanos.

Aidan abrió y cerró la boca unas cinco veces antes de decir algo coherente.

-         Eres mi hijo. Yo haría lo que fuera – dijo al final. – Nunca dije que no te entendiera. ¿Por qué te crees que puedes sentarte después del susto que me diste?

-         ¡Ah no, no quieras quedar ahora como el bueno! ¡Es mentira, no me puedo sentar, fuiste muy malo!  - me quejé.

-         ¿Ah sí?

-         Ahá.

-         Mmm. ¿Y qué puedo hacer al respecto?

Conocía ese brillo en sus ojos y no me gustaba nada. Antes de poder coger aire me había sacado de la cama, y de alguna forma, no se como, me había colgado en su hombro. Me hizo cosquillas en los pies mientras me sacaba del cuarto.

-         Jajaj no, Aidan, para, ¡para! ¡Te harás daño, peso mucho!

-         No soy tan viejo,  canijo.

De pronto estábamos en su cuarto, y me tiró sobre la cama al lado de Michael, que nos miró como si estuviéramos locos. Supe que Aidan lo hizo para poder estar con los dos a la vez.


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* N.A.:  No creo que necesite ninguna explicación porque se ha vuelto viral en Internet, pero el Ice Bucket Challenge es una iniciativa para luchar contra  la enfermedad conocida como ALS o ELA en español (Esclerosis lateral amiotrófica). El desafío consiste en echarse encima un cubo de agua fría con hielo. Hay quien dice que es para experimentar por un segundo lo que sienten estos enfermos, pero en realidad el objetivo del asunto es llamar la atención para recaudar dinero. Los famosos se sumaron enseguida a esta iniciativa y detrás de ellos gente con calor a la que le apetecía mojarse, convirtiéndolo en un juego y olvidándose de lo que significa. En mi país la gente hace la tontería del cubo pero se olvida de la parte de donar.

* N.A.2. : Oakland (California) es una de las ciudades con más crímenes por año de los EEUU. Hay mucho problema de droga, tengo entendido, y también alguna que otra banda en los llamados “barrios bajos”.  Es una ciudad con mucha población negra e hispana, y ellos suelen llevarse la culpa de todos los crímenes (desgraciadamente suelen tenerla, pero no en exclusividad y los prejuicios me cabrean).


* N.A.3.:  Amo esta canción :3   [sí, soy una romántica sin remedio]. La traducción de ese cacho:
Porque todo de mí, ama todo de ti.  Amo tus curvas y todos tus bordes. Todas tus perfectas imperfecciones. Dame todo de mí, yo te daré todo a ti. Eres mi final y mi principio.   Incluso cuando pierdo estoy ganando, porque te doy todo de mí, y tú me das todo de ti.

*N.A.4.:  Piedmont es un barrió rico de Oakland. Uno de estos barrios donde los jardines son tan grandes que no ves la casa.

Nota de autor número “voy a dejar de contarlas”.:  Pedisteis que ted se metiera en líos….y no sé si al final cumplí las expectativas xD Es el capítulo más largo que hice nunca. ¿Eso cuenta?  

13 comentarios:

  1. buenisimoooo!!! largo sí, pero me encanta leerte. quedo genial! ted y michael en problemas. gracias

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  2. lo llevo leyendo desde anoche pero me ha encantado simplemente genial

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  3. Tedo muy muy largo tu capitulo pero estuvo hermoso. pobres sitos chicos. pero que boquina la de Ted que ya la tenia ganada y lo único que consiguió fueron mas zas a calzoncillo quitado :3
    Mary

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  4. waaaauuuu dream felicitaciones un gran capitulo no lo digo por ser largo..... a mi me encanto asi..... lo acabo de terminar de leer (empece anoche pero lo leía en ratos libres jajaja) y en cada minuto fue wauuuu :)

    momentos pic,,,,

    Ted es un sol por proteger a agus, aunque los pandilleros lo golpearon (la saco barata en algunos lugares se ensañan) y también un bruto por el golpe a harry :@


    Michael picandole el orgullo para vengarse, que bueno salio bien todo!!!

    ted asustado por aidan que mas quería se estaba furioso, pobre tedsito :)

    Michael diciendo papá a aidan lindooooo fue emocionante llore ;)

    lo digo y lo repito gran capitulo, gracias por el.... ojala te encuentres mejor.

    espero el siguiente sin presiones

    cariños Tahii <3

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  5. Oh my gosh¡¡¡¡ deseo cumplido y meeeega satisfecho, vaya que MI teddy se saco una buena y conste que soy la mas feliz de que por fin actualizaras, yo pensaba que Aidan igual hasta le quitaba el vehiculo por un tiempo y que solo se lo dejaba manejar por el cole, otra cosa
    AME QUE MICHAEL LE DIJERA PAPA A AIDAN'¡¡¡¡¡¡¡ juro que fue tan tierno preparate que te acosare de preguntas despues por el medio de siempre <3
    y lo de Agus creme q me identifico 100 por ciento con ella

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  6. Caramba.... lograr que uno lea tanto sin perder el interés sino por el contrario rezar porque no se acabe....poca personas creo que pueden lograrlo.... INCREIBLE es poco, para definir lo que me gusto...

    Bien, las que pedimos que Ted, hiciera una grande y cobrara... deben estar mas que satisfechas...jajjaja ESITO TEDDY....

    Michael, que decir .... demasiado tierno, adorable.... al máximo...

    Solo espero no me maten a Aidan de un infarto JOOOOO...

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  7. Wow genial me gusto mucho k largo ni k nada es mucho mejor parece k no acabas con cada suceso y giro de la historia te dejas con ganas de más siempre

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  8. Dream te quedo genial el capi!!! Pero no se vale, yo ya quiero que Michael sea libre, pobre ya a sufrido muchisimo, y luego todavia trabajar para ese policia grrrr me da coraje, ah pero me gusta Michael, que bien que Aidan ya se anime a castigarlo
    Pero Dilan sigue siendo mi favorito, me encanta su inteligencia, ojala varios niños autistas fueran asi de listos..
    Te desceo lo mejor Dream, porfis no tardes con el que sigue

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  9. Querida DreamGirl:
    De dónde sacas tanto talento?!! Es... es emocionante el modo en que escribes cada escena, sentimiento o pensamiento! Adoro a Aidan, a tus chicos lindos y a Michael, que me encanta esa mezcla de niño-hombre tierno y rebelde al mismo tiempo! jeje!! =P

    Bello!!!!

    Camila

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  10. Dream bonita espero que estés de mejor animo y no te pierdas tanto tiempo....

    ahora adore este capitulo por tu culpa volví a desvelarme y ando con las ojeras que dan miedo, podría confundirme con un zombi, pero valió la pena, casi muero del infarto pensé que ese par se metería en un serio lío de pandillas pero me gusto el giro de la historia y ese código de honor del que nadie habla y sin embargo a veces es mucho más leal de lo que gente cree y de lo que a veces los que se nombran como decentes tienen.... aunque claro eso no les salvo de papá
    y por fin papá, y un varón de yapa su primogénito de Aidan ya crecidito, sin necesidad de mala nocharse por una leche aunque me he hace que sera por una cervecita?
    POR FAVOR CUMPLEME ESE CAPRICHITO, QUE MICHEL SE META EN LÍOS POR UNA CERVEZA SIIIIII PORQUE QUIERO VOLVER A OÍRLE, CORRECIÓN DECIRLE UN RATITO PAPÁ, YA VOY LLORANDO
    me emociono mucho eso, me dio tanta pena imaginármelo niños escondiéndose para no hacer sufrir a quien debería protegerlo

    no te tardes se que no tienes mucho tiempo, pero por favor, busca la manera si?

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  11. HERMOSO CAPITULO ;A MI TAMBIÉN ME GUSTARÍA VER A MICHAEL EN MAS PROBLEMAS,ESO SI QUE SU NUEVO PAPÁ LO SOLUCIONE TODO.
    Marti

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  12. Dream no se como lo haces pero cada escrito es una obra maestra.

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  13. Yo tampoco quiero que los capítulos se acaben, cuánto más largos mejor. Ya te lo he dicho antes pero simplemente amo esta historia y Aidan es mi ídolo.

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