CAPÍTULO 38: VENGANZA
Nota:
Le debía a DC1994 un regalo de cumpleaños… más vale tarde que nunca.
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-
Es casi como una gráfica de mates ¿ves? Las
temperaturas de esta zona en Agosto alcanzaron los 42 grados, así que tienes
que hacer un punto entre cuarenta y cuarenta y cinco. – decía Agustina. De
pronto su mano rozó la mía para pasarme el lápiz, y sentí como una electricidad
estática.
-
Pues… tuvieron que morirse de calor – se me ocurrió
decir. Me soné realmente como un estúpido, pero así llevaba sonando la última
media hora.
Agus sonrió, como hacía con cada una de mis
tonterías. Puede que lo hiciera por cortesía, o tal vez las considerara
graciosas de verdad…. lo cual debía de convertirme en un payaso a sus ojos.
-
Esas temperaturas tan altas te pueden dar una pista
de qué zona es. – apuntó y solté un gemido. El objetivo de esa estúpida gráfica
era adivinar a través de la temperatura y las precipitaciones de todo un año el
lugar geográfico del que son característicos. ¿Tenía yo pinta de adivino? ¿De hombre del tiempo, quizás? ¡Era
imposible!
Agustina pareció darse cuenta de que estaba
más perdido que un pez fuera del agua.
-
Vamos por Agosto: aún quedan varios meses. Termina
la gráfica y luego ya te preocuparás de interpretarla – me animó.
No es como si tuviera más alternativas, así
que fui paso a paso completando la cuadrícula, hasta tener un montón de barras
coloreadas de azul, y una línea roja irregular que las cruzaba marcando las
temperaturas.
-
Vale, ¿de dónde crees que es?
-
¿Qué? ¿Tengo que decirlo ya? – pregunté, asustado.
Aquello sólo eran líneas y colores para mí.
- Bueno, tienes que empezar la interpretación.
- Bueno, tienes que empezar la interpretación.
Me sentí como si aquello fuera un examen. No
quería quedar como un completo idiota frente a ella, pero la verdad es que no
tenía ni idea. Para colmo de males, acarició mi brazo, como para
tranquilizarme, y con eso consiguió que empezara a preocuparme por mi propia
temperatura, en vez de la del climograma. Mis hermanos nos habían dejado solos,
y estaban muy tranquilos en el salón con una película, como entendiendo que no
debían molestar mientras estuviera con ella. Y de pronto las ideas de Michael
no me parecían tan absurdas. Las hormonas me estaban jugando una mala pasada, y
mi cerebro ya tenía bastante con tratar de controlarlas como para ponerle a
analizar gráficas del clima.
-
Venga Ted, no es tan difícil. ¿Cómo son las
precipitaciones anuales? Mira éste cuadro del libro y…
La puerta de mi cuarto se abrió en ese
momento. Me giré y vi a Alejandro.
-
¡Oh! Perdón, no habéis terminado…Vuelvo luego… - se
disculpó. Una parte de mí sospechó que
había entrado para ver si de verdad estábamos estudiando o haciendo otras
cosas.
-
¡Espera! ¿Querías coger algo? – le pregunté. Después
de todo, también era su habitación.
-
No. En realidad quería hablar contigo.
Me sorprendí. ¿Habría pasado algo? No oía
jaleo: no parecía que los enanos estuvieran armándola.
-
¿Puedes esperar un segundo? Estoy a punto de tirar
el libro por la ventana, y luego ya voy contigo.
-
Ted, no digas tonterías. No vas a tirar nada por la
ventana, ya casi lo tienes. Ve paso por
paso. Analiza las precipitaciones y las temperaturas, y luego ya sacas
conclusiones.
-
Buf, tío, qué coñazo. Yo también doy cosas de esas…
- se solidarizó Alejandro, acercándose para leer encima de mi hombro.
-
Sí, pues espera a llegar a mi año. Se vuelve más y
más complicado.
-
No se vuelve complicado. Es que no te concentras –
me regañó Agustina. Me sentí como un niño pequeño… Era como cuando me regañaba
papá, pero más humillante.
Ah no, yo tenía mi amor propio. La iba a demostrar que una gráfica de
nada no podía conmigo… Me fijé en la teoría del libro, en la clasificación de
los climas según la lluvia, y luego fui escribiendo en el cuaderno. Ese era el
momento en el que normalmente me daba miedo equivocarme y no ponía nada… Pero
no estaba en clase, estaba con Agustina, y no quería quedar tan idiota como
para no responder nada. Rellené casi una
página entera, y cuando levanté la cabeza, Agustina estaba sonriendo. Había ido
leyendo a medida que escribía.
-
¿Lo ves? ¡Has acertado!
Lo dijo con demasiado entusiasmo, casi como
si yo fuera Alice y me estuvieran recompensando por saber atarme los cordones
solo, pero aun así me hizo sentir bien. Me avergoncé bastante y devolví la
sonrisa.
Alejandro carraspeó, para recordar que estaba
ahí.
-
¿Vienes?
-
Cla-claro. Agus, enseguida vuelvo.
No dejó de extrañarme que Alejandro me sacara
de la habitación. Rara vez “quería
hablar conmigo” y menos a solas y con tanto misterio.
-
Cuando la llamas Agus, no puedo evitar pensar en un
tío… - comentó Alejandro, cuando ya estuvimos fuera del cuarto. Le gruñí y le
di un golpecito en el brazo, quizá más fuerte de lo necesario. - ¡Au! ¡Qué
carácter… No tengo la culpa de que tu novia tenga un nombre raro.
-
En su país no lo es, Alexander – me burlé, para recordarle que él también tenía un
nombre hispano.
-
¿De dónde es por cierto?
Parpadeé.
-
Ni… ni idea. Nunca le pregunté. – admití. Tanto el
nombre como el apellido de Agustina, así como alguno de sus rasgos, delataba su procedencia hispana, al menos en
parte. - ¿Me has sacado para hablar del
nombre de mi no… del nombre de Agustina?
-
No… Te he sacado para hablar de la cita de papá –
dijo, repentinamente muy serio.
-
¿Uh?
-
¿Te das cuenta que por primera vez no nos ha dicho
dónde iba? – me preguntó.
-
Ha salido con Holly, Alejandro, sí que nos lo dijo…
Se iban a una feria, creo.
-
Pero no especificó nada. No dijo “he ido a una cena
de promoción” o “voy a conceder una
entrevista”.
-
Eso es… eso es porque no es una cita de trabajo… -
respondí, sorprendido. Pensé que era evidente. Uno no va a una feria a conceder
entrevistas. Va en todo caso a firmar libros, si es una feria cultural, pero no
por la noche.
-
Ya lo sé, no soy bobo, pero ahí está justo el
problema. ¿Por qué no nos ha dicho nada?
-
Bueno, ¿y que querías que dijera? – me extrañé. De
verdad que no le estaba entendiendo. En el zoo Aidan les había dicho a mis hermanos que iba a venir
Agustina y que a lo mejor cuidaba de ellos si él tenía que irse, y después de
llamar a Holly se lo había confirmado. Los pequeños sólo sabían que se iba “con
una amiga”, pero los demás supimos entender que tenía una cita.
-
¡Que nos hablara de ella! ¡Que nos consultara, al
menos!
-
Alejandro, en primer lugar, apenas se están
conociendo. Seguramente después de ésta noche sí nos hable de ella, si todo va
bien. De otra forma podría confundir mucho a los enanos, creándoles ideas
equivocadas. Y en segundo lugar, no tiene nada que consultarnos. Es su vida.
-
¡También es la nuestra! ¿Qué pasa si
pierde la cabeza y decide casarse?
Aunque ya lo iba sospechando, comprendí
entonces que Alejandro no quería que las cosas con Holly funcionaran. Es más,
no parecía ni querer admitir que hubiera “cosas”. No le gustaba que papá
tuviera una cita, y se sentía traicionado porque no nos lo hubiera dicho.
Pensándolo un poco a mí también me hubiera gustado tener algún tipo de
conversación grupal de las suyas, del tipo “hijos, papá va a salir con alguien
especial hoy”, pero al mismo tiempo
entendía por qué no lo había hecho. Yo aún era incapaz de ponerle nombre a la
relación que tenía con Agustina, y nos conocíamos desde hacía tiempo. Mi padre
era un hombre adulto, cercano a los cuarenta años, con poca experiencia en
relaciones y sobretodo, con una familia. No quería juntar a sus hijos con sus
citas. Era consciente de que decidir salir con alguien era una elección que de
alguna forma nos afectaba también a nosotros, así que ese alguien no podía ser
cualquiera. Quería ir paso a paso y estar muy seguro antes de decirnos nada.
Seguramente hubiera preferido que ni Madie ni Barie ni yo supiéramos sus
intenciones.
Hablar con nosotros hubiera supuesto admitir
que quería tener pareja, y Aidan se había pasado media vida convenciéndose de
que podía y quería estar sólo. Si papá nos hablaba de Holly, o de cualquier
otra mujer, abiertamente y sin medias verdades, sería con la idea de incluirla
en la familia de alguna manera. Y eso sería un gran problema, porque surgiría
el temido “¿madre o cuñada?”
Pero todo eso era construir la casa por el
tejado. Lo cierto es que Holly era poco más que un nombre para mí y no tenía
sentido ponerse a pensar en los “¿y si…?”. Eso me recordó la pregunta de
Alejandro.
-
Creo que exageras un poco…. Sólo han salido una
noche. Pero si papá decide que ella le gusta de verdad ¿qué hay de malo?
Alejandro me miró a los ojos.
-
Para ti es sencillo, Ted. Tú madre está muerta. –
sentenció, y se marchó.
En ese momento hubiera agradecido que alguien
me explicara que alguien me explicara qué coño tenía de sencillo ser huérfano.
-
Y la tuya está desaparecida – repliqué. Evité decir
“la tuya te abandonó” para no hacer daño. -
Pero eso sigue sin tener nada que ver con Holly.
-
¿Ah, no? ¿Y
en qué se convierte la esposa de tu padre, Ted?
En mi mundo se llama madrastra. ¿En el tuyo?
-
“Persona que hace feliz a papá” – respondí, y di la
conversación por terminada.
Volví con Agustina evitando pensar en qué
pasaría si aquello de verdad salía bien. Lo cierto es que no estaba preparado
para tener una madre… Ya era tarde para mí para tener una...
-
Aidan´s POV -
El ruido de las olas del mar apagaba el de
las voces de la gente que salía de la feria. Holly y yo nos habíamos sentado en
un muelle pequeño, para embarcaciones privadas. Me descalcé para meter los pies
dentro del agua. Los de ella no llegaban. No era una mujer para nada baja, pero
no era tan alta como yo.
Ninguno de los dos había dicho nada desde que
comprendimos que no podíamos juntar a nuestras familias. De pronto, empujado
por la injusticia que impregnaba aquella situación, golpeé el agua con el talón
del pie, haciendo que nos salpicara un poco. Holly me miró sin siquiera
estremecerse por el contacto del agua fría.
-
Lamento haberte empujado a esto. Yo sabía desde el
principio cuántos hijos… - empezó, pero no la dejé terminar.
-
No basta con un “lo siento”. – casi gruñí. Holly me
miró sorprendida y luego bajó los ojos, pensando seguramente que estaba molesto
con ella. – No puedes decir “lo siento” ahora. Ese es justo el problema: que yo
no lo siento para nada. Y sé que tú tampoco. Me encantan mis hijos, y me
encantas tú. No cambiaría ninguna de las dos circunstancias, y aun así…
-
No hay nada que podamos hacer - asintió. – Espero
que sepas que no pretendía jugar contigo. Yo sólo… - empezó, pero se mordió el
labio antes de continuar.
-
No pensé que fuera a sentirme así – reflexioné, en
voz alta. – Es como si tuviera un infarto, pero sé que a mi cuerpo no le pasa
nada. ¿Se siente siempre uno así en la
primera cita? – tuve que preguntar. Ella tenía más experiencia que yo: había
estado casada. Tal vez soné como un niño, pero tenía que saberlo.
-
No. – respondió, mirándome a los ojos – Uno sólo se
siente así cuando encuentra a la persona adecuada.
Asentí.
-
Al menos me quedará eso. – murmuré y saqué los pies
del agua. Me puse de pie y la ofrecí mi mano para ayudarla a levantarse. - ¿Te
acompaño a casa? ¿O viniste en coche?
-
Vine dando un paseo, y me iré dando otro. No tienes
por qué acompañarme. No me debes nada.
-
Te acompaño – insistí, en un tono que no daba lugar
a discusión. Puede que aquello no hubiera resultado, pero no iba a dejar que
una mujer volviera sola por la noche. Aunque parezca mentira, eso lo aprendí de
Andrew. El no solía acompañarlas, pero sí les daba dinero para un taxi.
Me puse los zapatos y sentí su mirada clavada
en mí durante todo el proceso.
-
¿Voy a volver a verte? – me preguntó. Abrí un poco
la boca, pero no supe que responder. Entonces ella modificó su pregunta. – Me
refiero a….¿puedo volver a verte?
-
Sabes dónde vivo. Sabes dónde trabajo. Seguro que te
sabes mi agenda mejor que yo. Tu periódico querrá trabajar más veces conmigo. –
respondí, con cautela.
-
Al menos me quedará eso – asintió ella, creo que
como respuesta a lo que yo había dicho antes. La noté sumamente triste. No
quería que pensara que la estaba rechazando o que no me sentía atraído hacia
ella…
-
Esta noche… Holly, esto ha sido increíble. Podría
jurar… Podría jurar que te quiero, y apenas sé nada sobre ti. Pero tengo que… TENEMOS que ser coherentes.
No quiero jugar contigo, ni divertirme un rato, y creo que tú tampoco. No somos
niños ya, y lo que ambos buscamos es un compañero. En realidad yo… yo no
buscaba nada, pero…apareciste tú. Estoy
seguro de que sería muy feliz contigo, pero debo pensar en mis hijos, y en los
tuyos también. He sabido desde el principio que tenías niños, pero pensé que
serían dos o tres. Veintitrés es…es un
número imposible. Y yo…yo…- me faltaron
las palabras. Me puse nervioso y sentí que balbuceaba, pero ella me frenó con
un suave roce de su mano en mi mejilla. Tenía las manos frías, pero el toque no
fue gélido para nada.
-
Me alegra haberte conocido, y me gustaría pensar que
no vas a renunciar a encontrar a esa compañera que dices buscar. Hoy también ha
sido increíble para mí y no tienes que darme explicaciones. Te entiendo
perfectamente. No tiene sentido empezar algo cuando vamos a tener que
terminarlo por el bien de nuestros hijos.
El hecho de que lo entendiera casi dolía más.
Hacia que fuera aún más perfecta para mí.
De pronto el hecho de separarnos en ese
momento se me hizo muy doloroso. Si esa cita llegaba a su fin, no habría otra.
-
Háblame de ellos
- pedí.
-
¿De quién?
-
De tus hijos. ¿Cómo son? ¿Cómo se llaman? ¿Cuántos
años tienen? Por teléfono te escuché el nombre de Aaron…
-
Él no es mi hijo. Es mi hermano. Vivimos en su casa.
-
Oh. Yo…yo por tener…. Tengo once hermanos… pero….
-
Pero les consideras tus hijos. Lo sé. – dijo ella, y
sonrió.
Siempre quise un hermano. Cuando pasaba
largas horas sólo, y a veces durante días enteros porque Andrew no dormía en
casa, me dedicaba a pensar que todo
sería más llevadero si pusiera compartirlo con alguien. Sin embargo cuando
llegó mi primer hermano tuve que convertirme en su padre.
-
¿Cómo sabes tanto sobre mí? – pregunté, mientras echaba a andar de nuevo
por el paseo marítimo.
-
He leído todos tus libros y todas tus entrevistas
por lo menos un millón de veces, he comprado cada revista en la que te
mencionan, he reservado una pared entera de mi casa donde hay fotos tuyas, he….
sonado patética ahora mismo. – murmuró.
Sus mejillas se tiñeron de rojo mientras parecía muy avergonzada. No sabía si
tener miedo o sentirme halagado, pero me incliné por lo segundo.
-
¿Me coleccionas? – pregunté, con una sonrisa.
-
Si tuvieran muñecos con tu cara seguramente los
habría comprado – admitió.
Eso me hizo estallar en carcajadas. Me
divertía que tuviera esa obsesión conmigo.
-
¿Por qué?
Holly miró al horizonte antes de responderme,
como si estuviera recordando algo.
-
Mi marido me regaló tu primer libro al poco tiempo
de estar casados. Lo acababas de publicar y nadie conocía tu nombre, y de
pronto …¡boom!… subiste como la espuma hasta alcanzar el puesto de los más
vendidos. En ese entonces escribías para adolescentes, y yo acababa de cumplir
los veinte años, pero no me parecían nada infantiles. Encontraba en todos ellos un mensaje que me
gustaba: el de alguien que tenía miedo, pero lograba superarlo. Era algo que
todos tus libros tenían en común y me pregunté si estabas experimentando una
situación difícil en tu vida. Me pregunté quién era el hombre detrás del
libro. En seguida descubrí que estabas
criando a tu hermano. Con los años te seguí la pista, y comencé a admirarte como escritor y como
persona, pues veía en ti mi reflejo al tener los dos familias tan grandes. El
último libro… directamente me mató. Si yo hubiera tenido que criar a mis hijos
sola, habría enloquecido. Y tú lo hiciste y… aquí estás.
-
Hay quien dice que estoy un poco loco – comenté,
incómodo por el sentimiento casi venerativo que se desprendía de su voz. Ella
me dedicó una corta sonrisa, pero seguía con esa expresión ausente mientras
miraba a lo lejos.
-
Sentía como si cada uno de tus libros estuviera
escrito para mí. Supongo que la gente suele experimentar esto por cantantes o
actores… - reflexionó, y me sonrió con timidez, mirándome a los ojos - Se podría decir que sin saberlo has estado
presente durante toda mi vida, porque le leo tus cuentos a mis hijos más
pequeños.
Reflexioné un segundo sobre el hecho de que
ella tuviera once hijos. ¿Los había parido a todos? De pronto sentí una gran
admiración hacia esa mujer. Y me sentí honrado porque le gustara mi trabajo.
-
Es raro pasear con alguien que te conoce – comenté.
– Es como si estuviera… presionado. Como si en cualquier momento fuera a hacer
algo que te hiciera cambiar tu impresión sobre mí.
-
Oh, ya lo has hecho.
-
¿Ah sí?
-
Sí. En las entrevistas pareces mucho más borde de lo
que eres en persona.
-
Vaya, gracias.
– repliqué, con sarcasmo.
-
Excepto en la mía. Conmigo fuiste amable. – me dijo.
Cuando me sonreía de esa manera provocaba que
mi corazón latiera más rápido.
-
Estabas muy nerviosa cuando llamaste a mi puerta –
recordé, y fue mi turno para sonreír.
-
Ejem…. Sí, bueno…
Sólo te diré que estuve quince minutos pensando si pulsar el timbre o
no.
-
Me alegro de que lo hicieras – confesé.
Me miró
a los ojos y yo sostuve su mirada, pero el momento se rompió cuando sonó
un teléfono móvil. No era el mío, así que esperé pacientemente a que lo
cogiera.
-
¿Sí? – dijo al aparato, sin dejar de mirarme. –
Cielo, vuelvo enseguida… ¿QUÉ? ¡Ay Dios!
…. ¿Está Sam en casa? ¿No? Vale. Calma. Calma cariño, no pasa nada. Ponme con
Leah, por favor.
Holly pareció de pronto muy preocupada. Se
llevó una mano al pelo y enredó los
dedos ahí con nerviosismo.
-
¿Leah?
¿Leah? ¡Porras! ¡Aquí no hay buena cobertura! – farfulló, y
agitó el móvil como si así fuera a arreglarse.
-
¿Holly? ¿Qué
ha pasado?
-
Uno de mis niños se ha caído por las escaleras. Mi
hermano le ha llevado al hospital, pero los demás están solos.
-
¿Al hospital? ¿Se ha hecho algo?
-
Se ha torcido el pie. Tal vez se haya hecho un esguince. Puede que hasta esté roto.
– me dijo. Noté que empezaba a respirar más rápido, nerviosa y agobiada.
Recordé que había venido andando.
-
Vale, tranquila. Te llevo a dónde sea. A tu casa o
al hospital, donde tú digas.
-
¡Es que no sé qué hacer! ¡No puedo partirme en dos! – exclamó. Dios,
cómo la entendía.
-
¿Tus hijos no pueden quedarse solos un rato?
-
Supongo… Pero… si no está el mayor…es que… los
bebés…yo…
-
Holly, respira. Tranquila. Dime qué quieres que
haga. Puedes confiar en mí ¿de acuerdo? Tu hermano está con tu hijo. Está bien, está acompañado. Ve con los demás, tranquilízales, y para
entonces quizá ya hayan vuelto, si las urgencias no están muy colapsadas.
Holly asintió y respiró hondo.
-
¿Me… me llevas a casa por favor?
- Ahora mismo.
-
Alejandro´s POV -
Ninguno de mis hermanos parecía entender la gravedad de la situación:
papá había salido con una mujer. Eso no
había sucedido nunca. Tal vez todos pensaban que se trataba solo de una simple amiga.
Siempre había pensado que Aidan necesitaba enrollarse con alguien para
ser menos coñazo, pero no quería que empezara una relación. No quería una
madre. Ya tenía una, en algún lugar, y dejaba mucho que desear. Si ni mi propia
madre me había aguantado, ¿por qué iba a hacerlo una desconocida?
¿Por qué iba nadie a salir con un hombre con doce hijos? Ted siempre
hablaba de “las cosas a las que papá había renunciado”, entre ellas una mujer.
Parecía evidente que nunca iba a tener pareja con semejante familia. Y de pronto nos sale con una cita. ¿Es que
acaso esa mujer no sabía que existíamos? ¿Lo sabía y le daba igual? La opción
más posible es que sólo quisiera a papá por su dinero, y para salir en las
revistas. Se deja ver con un soltero codiciado, luego rompe con él y vende la
historia a la prensa rosa para forrarse a su costa. El mundo estaba lleno de lagartas así.
Otra opción aún peor es que de verdad quisiera salir con él. Y que papá
la correspondiera. Un hombre soltero de treinta y siete años generalmente lo
que tiene es un calentón y ya, pero papá era tan…tan santurrón, pusilánime y
puritano… que seguro que terminaba por querer llevarla al altar. Y entonces
apaga y vámonos. Todos terminaríamos en un internado en Suiza, salvo Michael, y
quizás Ted si para entonces ya tenía los dieciocho.
Había creído que Ted me entendería, pero en realidad tendría que haber
sabido que el muy idiota jamás diría nada que hiciera ver que papá se
equivocaba. Estaba sólo en aquella,
porque él estaba muy ocupado con su noviecita.
Mi mundo se tambaleaba frente a mí. Aidan no era tan mayor. Si empezaba
a formar su propia familia, nosotros no seríamos más que un obstáculo. Ningún
hermano tiene por qué hacer de padre, y menos si tiene hijos propios de los que
ocuparse. Sabía que Aidan no nos daría de lado así como así, pero sería un
proceso gradual. Primero su novia le reclamaría por dedicarle poco tiempo.
Luego le pediría un anillo. Después el altar. Y antes de darnos cuenta la casa
estaría llena de churumbeles que requerirían toda la atención de Aidan. Lo del
internado en Suiza era poco probable, pero lo que sí era seguro es que no habría más estúpidos
fines de semana en familia. Adiós a jugar juntos a la consola. Adiós a sus
charlas padre-hijo que me gustaban más
de lo que estaba dispuesto a admitir.
“Papá, ¿me ayudas con esto?” “No
puedo, Alejandro, tengo que cambiarle el
pañal a mi hijo”.
Siempre que venía alguno de mis hermanos, había un pequeño periodo de
tiempo en el que Aidan estaba muy
ocupado, pero nunca se olvidaba del resto e intentaba incluirnos en el pequeño
mundo del bebé. Recuerdo que cuando vinieron Kurt y Hannah, Ted y yo nos
peleábamos por ver quién les daba el biberón. Pero seguramente a su hijo de
verdad no nos dejaría tocarlo. Se iría olvidando poco a poco de que tenía una
familia previa…una familia que en el fondo no era suya, sino una carga ajena.
Tal vez dejara todo en manos de Ted. O de Michael. Al fin y al cabo,
Michael no era mucho menor que Aidan cuando acogió a Ted. Tal vez pensase que
era el momento de delegar en el siguiente hermano mayor. A ver por qué tenía él
que joderse su vida para siempre sólo por nosotros.
Es más, puede que Ted supiera todo esto. Quizás él también intuía que
una novia para papá significaba un nuevo padre para nosotros. Quizá su
insaciable sed de poder se sentía bien al ser el nuevo cabecilla de la familia.
Imaginé un mundo en el que las órdenes las diera Ted. En el que dependiera de
él para todo y tuviera que oír como mis hermanos le llamaban “papá”. Antes
muerto.
Estúpido Ted. Todo era culpa suya. Estaba casi seguro de que él había
animado a papá para salir aquella noche. Aunque era Barie quien les había
puesto en contacto. Estúpida Bárbara también.
Pensar una y otra vez en lo mismo no me hacía nada bien, así que busqué
algo para distraerme. Después de hablar con Ted no me apetecía para nada volver
con los demás a seguir viendo la película, sobretodo teniendo en cuanta que
estábamos viendo La Sirenita 2. Películas tan estúpidas sólo salen en votación
cuando dejas que voten tus hermanas pequeñas. Te ponen ojitos y así, claro,
cualquiera les dice que no. Grr.
Finalmente me puse un rato con el ordenador. Perdí la noción del tiempo
viendo videos en Youtube, hasta que unos gritos
me devolvieron al mundo real.
-
Zachary´s POV –
Harry y yo soportamos media hora de aquella película para niñas, pero
cuando a la protagonista le salió cola y se puso a cantar, Harry pareció a
punto de sufrir una úlcera. A mí no me desagradaba tanto, aunque hubiera
preferido ver Tarzán, puestos a elegir
películas Disney. Mi hermano dijo que no
aguantaba más, y se levantó del sofá. Me miró a ver si me iba con él y decidí
acompañarle.
-
¡Iba a volverme loco! – me dijo, al llegar a nuestro
cuarto. - ¡Encima ahora tendremos a Hannah cantando esa horrible cosa todo el
día!
-
Y no descartes que a Barie también… - concordé.
Canción que salía en una película, canción que ellas tenían que tararear en
cada momento.
-
Grrr. La próxima vez ponemos Harry Potter y se
acabó.
-
A Hannah le da miedo la serpiente… Y Voldemort. Y el
Sombrero Seleccionador…
-
¡Y a mí me da miedo volverme tía si seguimos viendo
esas películas! – refunfuñó, y se dejó caer sobre la cama. Sacó el móvil y tocó
la pantalla un par de veces. De pronto pareció de mejor humor y sonrió un poco.
– Ey, Zach, mira esto: Will ha hecho el Ice Bucket Challenge*.
Me acerqué, y observé como mi
amigo se tiraba un cubo de agua helada encima.
-
Ugh, tendría que haber usado un cubo más pequeño –
comenté, al ver cómo mi amigo salía corriendo a buscar una toalla porque se
había empapado pero bien. Eso tenía que estar endiabladamente frío.
-
¡Joder, nos ha nominado! – dijo Harry, cuando el
video terminó con Will diciendo nuestros nombres - ¿Qué, te atreves?
-
Se supone que o donas o te mojas, ¿no? Pues yo elijo
donar, gracias – repliqué. No es que tuviera mucho dinero precisamente, pero lo
que tampoco tenía era ninguna gana de echarme agua con cubos de hielo por
encima. Sobretodo si tenía que grabarme mientras lo hacía, para quedar como un
idiota al gritar como un histérico.
-
Lo divertido es hacer las dos cosas. Además, ¿tú que
vas a donar, si no tienes pasta? –
protestó Harry. – Vamos, no me digas que no quieres saber lo que se siente. Lo
están haciendo todos. Vas a quedar como un gallina.
-
Ufff. Está bien. Pero que no se entere Ted o se
pondrá en plan papá y….
-
¡Ted! ¡Eso es! Hermano, eres un genio – dijo Harry.
Los ojos le brillaban con anticipación y aquello sólo me olió a problemas. Cuando Harry tenía una idea, solía acabar mal
para los dos. Aunque también solían ser divertidas…
Salió corriendo al cuarto de baño y para cuando llegué yo ya había
cogido un barreño, y lo estaba llenando de agua. Luego bajó a la cocina a por
hielo y lo echó en el líquido. Aún no me había dicho lo que se proponía, pero de
momento nada se salía de lo usual.
-
Ayúdame – me pidió, porque el barreño cargado pesaba
mucho para él sólo. Lo cogimos cada uno de un lado y lo sacamos del baño.
-
¿Vamos al jardín?
-
No, vamos a la habitación.
Así que volvimos con el barreño cargado a nuestro cuarto, y ahí yo ya
estaba perdido.
-
Harry, no pienso hacerlo aquí. No voy a empapar mi
cama…
-
Claro que no. Lo que quiero es poner el barreño
encima de la puerta.
-
¿Qué?
-
Mira: lo ponemos ahí arriba, llamamos a Ted, abre la
puerta, y le cae el agua encima. Lo grabamos todo en video, y….
-
Y Ted nos descuartiza.
-
Naaah. Es Ted. Será divertido. Y seremos originales.
La gente ya está harta de ver cómo uno se echa un cubo encima. Esto será
mejor... Hace mucho que no hacemos nada de esto, voy a perder práctica.
Le miré sin decidirme. Ted no nos había hecho nada. Muchas veces
nuestras bromas tenían un componente vengativo, aunque otras era sólo para
pasarlo bien, pero esas se las hacíamos sobretodo a Alejandro.
-
Vamos Zach, me aburro muchoooo. – insistió Harry –
Ted no se va a enfadar. Luego le podemos
decir que nos eche él un cubo y en paz.
Asentí, despacio, pensando que después de todo sólo era un poco de
agua.
- Ted´s POV -
-
¿Qué quería tu hermano? – me preguntó Agustina en
cuanto volví con ella. Había pasado antes por la cocina para coger un par de
refrescos.
-
Nada, sólo hablar.
– evadí, y la ofrecí una lata. Me sonrió antes de cogerla.
-
Tus hermanos son muy tranquilos. Cuesta creer que
siendo tantos haya tanto silencio.
Aunque podría haber dicho lo típico (y cierto) de que el silencio nunca
presagia nada bueno, lo cierto es que sentía cierta gratitud ante todos ellos
porque me dejaran disfrutar de un rato a solas con Agus, así que decidí
dejarles bien:
- Papá necesita silencio para trabajar cuando está escribiendo algo
nuevo, así que están acostumbrados. Saben que si van a armar mucho escándalo,
pueden salirse al jardín.
-
Ya hemos terminado aquí… ¿crees que estaría bien si
bajamos con ellos? Después de todo he venido a echarte una mano, y no estoy
haciendo nada. Y me gustaría conocerles bien. Sólo sé sus nombres, y ahora
mismo los mezclo todos. ¿Dylan era tu hermano mayor?
-
No, ese es Michael. Dylan es el de ocho. Tranquila:
ya los aprenderás.
Agus me sonrió.
-
¿Eso quiere decir que vas a traerme aquí a menudo? –
preguntó.
La miré a los ojos. Era el momento. Teníamos que hablar del tema alguna
vez. Ella ya había dicho que yo le gustaba y me había medio besado. No podía
seguir esquivando el tema.
-
Tan a menudo como pueda. Me gustas mucho, Agustina y
me… me gustaría…salir contigo… O entrar contigo…. Lo que quiero decir es que me
gustaría estar en muchos sitios contigo….que…mmm… que me gustaría que… fueras
mi novia.
No podía creerme la sarta de tonterías que había dicho en lo que se
suponía que tenía que ser un momento especial y romántico. ¿Podía rebobinar por
favor?
Me dedicó una sonrisa cantarina.
-
Me encantaría.
-
¿Eso es un sí? – pregunté, sin podérmelo creer.
-
Eso es un “primero tienes que hablar con mi padre”.
-
¿En serio? Va…vale ¿Mañana es un buen momento?
Yo…esto…
-
Ted, te estaba tomando el pelo. No estamos en el
siglo XIX.
-
Ah.
Dios, estaba tan nervioso.
Llevaba observando a Agustina tres años. Todo el mundo se fijaría en
ella por su atractivo, pero poco a poco fui descubriendo que era además una
gran persona. Hablé con ella un par de veces y por fin, hacía muy poco, pude
estar a solas con ella y comprobar que mis sentimientos hacia ella eran más
fuertes que nunca. Del amor platónico había evolucionado a…a….¿qué era eso que
sentía?
-
De verdad, que cosas tienes. No necesitas el permiso
de nadie más que el mío para salir conmigo. Además, no es como si a él fuera
importarle con quien salgo o dejo de salir…
Aunque seguramente no te aprobaría.
Estuve tentado de preguntar si es que se llevaba mal con su padre,
porque me extraño eso de que no le importara con quién salía, pero cuando
insinuó que no sería de su agrado casi me olvidé de eso:
-
¿Por qué no? ¿Qué tengo de malo?
¿Por qué no sería bien visto por el padre de Agustina? Vale que no era un alumno de diez, pero
tampoco era un vago… No hacía pellas, no tenía mala fama en el colegio… Ese
hombre no me conocía. No podía no aprobarme sin conocerme…
-
Que no eres Jack. Es su criterio, no el mío.
-
Pero…¿y qué con eso? ¿A él le gustaba Jack?
-
Le gustaban sus padres y su dinero, y el hecho de
que la mitad de las universidades vayan a disputársele por su talento en los
deportes.
-
Pero eso…es absurdo…
-
No te preocupes.
Si algún día le quieres conocer le hablaré de Aidan, y seguramente se lo
tome mejor si sabe que tu padre es rico.
-
Mi padre no es rico.
-
Bueno, a él le diremos que sí – dijo Agustina. Con
eso me aseguré de que no quería estar conmigo por mi dinero. Papá ni era rico
ni pobre. Ganaba mucho, pero gastaba mucho también.
-
No te ofendas pero… eso es muy… estúpido… por parte
de tu padre. Una persona no vale más o menos en función del dinero que gane.
Supongo que lo hace porque quiere lo mejor para ti, pero Jack era rico e
imbécil. Tal vez yo no sea lo mejor para ti, pero él tampoco.
-
Tú eres lo mejor para mí – me aseguró, con voz
dulce.
-
Además, eso de alguna manera es… es como insinuar
que tú no vas a ser capaz de mantenerte. Es, precisamente, como en el siglo
XIX. Tú, mujer, cásate con un buen hombre que te mantenga, porque sólo vales
para parir hijos.
-
Ahí has dado en el clavo… - susurró.
-
¿Qué?
-
Nada. Déjalo. Lo que importa es que yo no pienso
como él ¿vale? No me importa cuánto dinero tengas tú ni tu familia, ni el color
de tu piel…
-
¡Oh! ¿Es que tu padre tiene algo contra los negros también?
-
Bueno, no exactamente, pero no le transmiten mucha
confianza. Has de entender que en ésta
ciudad*… pues….
Asentí, pero no pude evitar pensar que el mundo era muy injusto. ¿Por
qué merecía yo menos confianza que alguien rubio con ojos azules? No tenía sentido juzgar a un individuo por lo
que hiciera su raza. Sino, todos los alemanes serían malas personas por culpa
de Hitler.
-
Nunca seré el novio ideal para él ¿eh?
-
Si le gustaras a mi padre no me gustarías a mí - me dijo, y noté que hablaba muy en serio.
No lo decía por rebeldía o por deseo de llevar la contraria a su padre, sino
que lo pensaba de verdad. Vaya. Mi suegro tenía que ser un individuo…
interesante.
Iba a responder a eso, pero escuché que Zach me llamaba, como con
urgencia. Me asusté, pensando que podía haberles pasado algo mientras yo estaba
distraído con Agus. Michael también estaba en casa, pero yo debería haber
estado más atento. Volé hacia su cuarto y Agustina me siguió, extrañada. Me
agarró de la mano.
-
¡Ey, espera, no dije nada malo para que salgas
corriendo!
-
No es eso es que mis hermanos me… - empecé, meintras
empujaba la puerta del cuarto de los gemelos para abrirla, pero no pude
terminar la frase porque un barreño de agua helada se nos vino encima. Lo habían colocado sobre la puerta
entreabierta y se nos vino abajo. Quedé empapado y Agustina también. Escuché su
grito agudo.
-
¡Dios, Dios, Dios!
¡Qué fría! ¡Ay! ¡Se me ha metido un hielo por debajo de la camiseta!
-
Espera que te ayudo – dije, pero ella grito otra
vez.
-
¡Ni se te ocurra, bruto!
-
Claro, qué tontería… - me avergoncé. Yo también
estaba congelado pero creo que la vergüenza hizo que el frío se me pasara un
poco. Ella se giró, dándome la espalda, y se metió la mano por el cuello de la
camiseta para sacar el hielo.
Sólo entonces reparé en las risas. Harry y Zach se revolcaban sobre una
de las camas, sacudidos por una risa histriónica. Así que aquello fue cosa
suya.
-
¡Brrr! ¡Yo os mato, canijos! – caminé hacia allá,
pero pisé un hielo y me escurrí. Caí al suelo y ellos se rieron más fuerte.
-
¡Ted!
Agustina trató de ayudarme a ponerme de pie otra vez, pero el resultado
fue que ella también se cayó. El suelo estaba empapado, y nosotros también.
Ella cayó encima de mí y aprecié que su ropa se trasparentaba. Se apartó rápidamente,
como asustada de tenerme tan cerca.
-
¡No tiene maldita la gracia, me oís! – les dije, a
los causantes de aquello, pero seguían riendo con verdaderas ganas. Me agarré
del manillar de la puerta para ponerme de pie… y entonces el barreño cayó también.
Hasta entonces sólo su contenido se había derramado.
El barreño le dio a Agustina en la cabeza. Por suerte era de plástico,
y el golpe no la causó ningún daño
grave, pero uno de los bordes la dio en la mano y ella soltó un grito.
Lo que más me cabreó fue que Zach y Harry se seguían riendo.
-
¡YA BASTA!
Me levanté apretando con fuerza los puños y los dientes. Zach dejó de
reír al oírme gritar tan fuerte, pero Harry seguía doblado por la mitad, rojo
de tanta risa.
-
Mira…. jajaja….su cara…..jajaja….parece una tetera
hirviendo….jajaja ….y a la otra…. ¡se…..jajaja….se la ven las tetas!
Entrecerré los ojos, sintiendo algo que era nuevo para mí: la necesidad
de proteger a mi chica, en todos los sentidos de la palabra. Me acerqué a
Harry, pero Zach se puso en medio.
-
¿Qué vas a hacer? Ted, espera…. No puedes…. No
delante de ella…. ¡tú no puedes castigarnos!
Ahí Harry se dejó de reír.
-
¡Que lo intente y le rompo los huevos! – me dijo.
Luego se volvió a reír. - ¡Ay Dios, ha sido buenísimo!
Para mi hermano yo era un chiste. Lo entendí en ese momento. Debía de pensar
que podía reírse de mí, que podía avergonzarme delante de mi novia y a mi novia
delante de mí. Debía de pensar que no
pasaría nada si se lo hacía al tonto de Ted….Sin decir nada aparté a Zach y…
Cuando uno hace una tontería super grande, a veces se da cuenta de que
se equivoca mientras lo está haciendo, pero ya es tarde para parar. Eso es lo
que sentí yo cuando levanté el puño cerrado, y lo dirigí como a cámara lenta
hacia Harry. En realidad, supongo que todos los demás, Harry incluido, lo
percibieron como un movimiento muy
rápido. Lo cierto es que antes de que nadie pudiera hacer nada, le había
asestado a mi hermano pequeño un puñetazo en el estómago.
Las risas cesaron de golpe, al igual que su respiración. Escuché a Zach
jadear, y Agus entreabrió la boca con sorpresa. Harry se cayó para atrás y
quedó sentado en el suelo. Se llevó las manos al estómago aguantando el dolor a
duras penas, mientras me miraba de una forma en la que pensé que jamás me
mirarían mis hermanos pequeños. Sus ojos estaban llenos de dolor, miedo y
lágrimas.
Me sentí mal de inmediato. ¿Qué me había pasado? Había perdido los
papeles por completo. Me había cegado una ira vengadora….un instinto
sobreprotector hacia Agustina… y había olvidado que quien tenía delante era mi
hermano.
Di dos pasos hacia atrás horrorizado de mis propias acciones. ¿Él
estaría bien? ¿Le habría hecho mucho daño?
Joder, tenía sólo trece años…
-
¿Qué narices te pasa, Ted? – me reprochó Zach. Quise agacharme junto a Harry, ver si estaba
bien, pero Zach no me dejó.
-
¿Qué ha pasado aquí? – preguntó Michael, desde la
puerta. Debí de haber subido atraído por los sonidos extraños, las risas, y los
gritos.
-
¡Ted le ha pegado un puñetazo a Harry! – exclamó
Zach con indignación, mientras ayudaba a Harry a levantarse.
Michael me miró como pidiendo explicaciones en un principio, pero no
debió necesitarlas porque algo en mi
expresión debió confirmarle que era cierto. Sus ojos se empequeñecieron un
poco, pero no me dijo nada.
-
Harry, ¿estás bien? – le preguntó.
- Sí… au…. Duele, pero bien.
-
Seguramente no te pase nada, pero por si acaso ve al
baño, por si te entran ganas de vomitar. Zach, acompáñale. Quiero hablar con
Ted un segundo.
Los gemelos hicieron lo que Michael les pedía.
-
¡Te la has cargado! – me dijo Zach antes de salir.
Por algún motivo sentí que tenía razón. Es decir, evidentemente tenía
que ir buscando un buen ataúd para cuando se enterara papá, pero en ese momento
me pareció que a lo mejor le ahorraban el trabajo de matarme. Tenía la
impresión de que Michael iba a empezar a gritarme delante de Agustina… Sin
embargo, no elevó la voz.
-
¿Tú en qué rayos estabas pensando? – me preguntó en
primer lugar.
-
No estaba pensando…
-
Sí, eso parece… ¡Ted, ese chico apenas te llega al pecho! ¡Su brazo
es la mitad de grueso que el tuyo!
-
Lo… lo sé…
-
¿Esa es tu idea de cuidar de ellos? ¿Golpearles?
¿Acaso Aidan te ha dado permiso para eso también?
-
No, claro que no… - balbuceé. Entendí de pronto que
Michael me estaba regañando. Quizá era la primera vez que ejercía de hermano
mayor conmigo…y se sintió horrible.
Me sentí más pequeño de lo que era. Desde que llegó, Michael era en
muchos sentidos menos maduro que yo, aunque hubiera vivido más cosas y más
duras. A veces casi sentía como si yo
fuera mayor que él, pero en ese momento no era más que un niño respondiendo por
sus malas acciones.
-
¿Qué es toda esta agua?
-
Ellos… ellos creo…creo que nos gastaron una
broma. – intervino Agustina. No quise ni
mirarla. Seguro que en ese momento tenía una pésima imagen de mí - Abrimos la
puerta y nos cayó agua y hielo.
-
Ya veo. ¿Por eso le pegaste? - inquirió Michael.
-
S-sí. Fui tan imbécil… Voy a disculparme…
-
No. Ahora no querrá verte. Lo que vas a hacer es
llevar a tu novia a casa. Luego vas a volver aquí, y entonces sí te vas a
disculpar. Y en función de lo buena que sea la disculpa me pensaré si te cubro
con Aidan.
-
No hay manera de que me cubras…. Harry o Zach se lo
dirán… Igual ahora que papá se entere es lo que menos me preocupa… - murmuré.
Tenía tantas ganas de llorar…
-
Pues debería ser lo que más, porque diecisiete son
pocos años para morir. Marcharos, venga.
Va a cogerse un resfriado.
Me obligué a mirar a Agustina. Estaba tiritando. No había nada de ropa
que pudiera prestarle, porque la de Barie y Madie la quedaría ridícula. Lo
mejor era llevarla a su casa cuanto antes.
Caminé hacia la puerta, pero Michael me agarró del brazo cuando pasé a
su lado, traspasándome con sus ojos azules profundamente serios.
-
Lo jodido de ser tú, Ted, es que no puedes
permitirte golpear a tus hermanos. No si vas a cuidar de ellos. No si vas a
actuar como un segundo padre.
Me soltó el brazo. Agaché la cabeza y me fui de allí, sin siquiera
pararme a ver si Agustina me seguía.
Vino detrás de mí, sin embargo, y juntos llegamos a la puerta de
entrada. Ella no dijo nada y yo tampoco, pero la sostuve la mirada antes de
salir. No parecía exactamente enfadada conmigo. Sólo algo sorprendida y
preocupada.
-
¿Te duele la mano? – pregunté, recordando que se
había golpeado ahí.
-
No. ¿Y a ti? – replicó, con intención. Sonó a “¿te
duele después de reventarle las costillas a tu hermano de un puñetazo?”
-
Yo … Yo no soy así…. Eso que ha pasado… Por favor,
no pienses eso de mí. No pienses que lo arreglo todo a puñetazos o que suelo
tratar así a mis hermanos pequeños…
-
Ted, no voy a meterme en discusiones entre hermanos.
Mucha gente habría reaccionado como tú.
Hay hermanos que están todo el día peleándose.
-
Nosotros no, y menos con los enanos. – la aseguré.
Ella había venido en transporte público, así que caminamos hacia mi
coche y la abrí la puerta del copiloto. Entré yo también y puse la calefacción.
Habíamos salido tan rápidamente que ni siquiera
la había ofrecido una toalla para que se secara.
-
Siento todo esto… - comencé, pero sentí que con un
“lo siento” no era bastante.
-
Pues yo no. Tus hermanos me caen simpáticos y este…
remojón… no ha sido cosa tuya Lamento
haberme ido sin despedirme de todos…
-
Vuelve otra vez, y así no tendrás que despedirte –
propuse, mirándola con intensidad. Me había dicho que sí ¿no? Oficialmente ya
éramos novios.
-
Me parece una gran idea – sonrió, y se inclinó para
darme un beso en la mejilla. Hasta sus labios estaban helados. Arranqué para llevarla a casa lo antes posible,
o sino su padre, al que por lo visto ya iba a caerle mal por cosas sobre las
que no podía hacer nada, acabaría por odiarme más.
Agus tonteó con mi radio
mientras el coche avanzaba primero por
calles desiertas y luego por zonas con tráfico conforme nos acercábamos al
núcleo de la ciudad. Veía alarmado cómo
se acortaba el camino y por tanto mi tiempo con ella y decidí aprovechar los minutos.
-
La otra vez también hiciste lo mismo. Poner la
radio. ¿Te molesta viajar sin música? – pregunté.
-
No, sólo me gusta la música….
-
Ya somos dos. ¿Has escuchado “All of me”, de John
Legend?
-
Creo que todo el mundo ha escuchado esa canción a
estas alturas – respondió, y yo me reí.
-
Pues sí. Pero es muy buena.
-
Es preciosa – corroboró. Justo en ese momento, como una
feliz casualidad del destino, ella pilló una emisora donde esa canción estaba
sonando.
Aparté la vista de la carretera para mirarla a los ojos cuando llegó el
estribillo, y nuestras miradas se cruzaron. Los dos nos ruborizamos. Era una
canción de amor que haría que cualquier enamorado se sintiera identificado.
'Cause all of me
Loves all of you
Love your curves and all
your edges
All your perfect
imperfections
Give your all to me
I'll give my all to you
You're my end and my
beginning
Even when I lose I'm winning
'Cause I give you all of me
And you give me all of you*
Agustina quitó la canción antes de que terminara. Abrí la boca para
protestar, pero la cerré antes de decir nada. Pensé que no la gustaba y me dio
lástima, porque me parecía muy bonita. Luego llegué a la conclusión de que yo
era un cursi. Pero antes de poder seguir echándome en cara mi exceso de
sentimentalismo, Agus me hizo una pregunta que me hizo ver que la había quitado
únicamente para hablar conmigo sin música de fondo.
-
¿Sabes por qué me enamoré de ti? – me preguntó sin
rodeos.
Tal vez la canción la había hecho pensar. No estaba preparado para algo
así, y al principio no supe qué responderla. En realidad, hasta ese momento no
había estado seguro de que ella estuviera enamorada de mí.
-
¿Porque intervine cuando Jack se pasó contigo? –
aventuré.
-
No, fue mucho antes.
-
¿Ah sí?
-
Sí. El año pasado. Nos pusieron un examen de
Biología en un día que a mí me venía muy mal. Sabía que no iba a tener tiempo
para estudiar en esa semana y estaba muy agobiada. A nadie de la clase le
importó, y el delegado no movió un dedo porque dijo que sólo me afectaba a mí y
no a toda la clase, pero tú fuiste uno por uno convenciendo a la gente para que
firmaran una hoja pidiéndole al profesor que cambiara el examen de fecha.
-
¿Supiste que fui yo?
- pregunté, sorprendido. Siempre creí que ella simplemente pensó que la
clase cambió de opinión.
-
Me lo dijeron. También sé que eras tú el que recogía
por mí las cosas de gimnasia cuando me tocaba.
-
Así que… ¿te enamoraste de mí porque te ayudaba?
-
Eras como un ángel custodio en la sombra. Eso le
gusta a cualquier chica, pero lo que hizo que me enamorara de ti fue ver que…
hacías eso mismo con todos los demás. Si tenías ocasión de echar una mano, lo
hacías. Eras tan distinto a todas las personas que había conocido…Tal vez nunca
conocí a una buena persona de verdad hasta conocerte a ti.
Me ardieron las mejillas y se me secó la boca.
-
No soy… no soy buena persona.
-
Claro que lo eres.
“Le he pegado a mi hermano pequeño.
No soy una buena persona, y dentro de poco ni siquiera seré persona porque papá
me va a matar” pensé, pero no dije nada.
No me había parado a pensar que yo no era el único enamorado desde la
distancia: por lo visto, ella también se había fijado en mí.
-
Casi dejo a Jack entonces. Cuando me di cuenta de
que sentía por ti lo que debería sentir por él quise dejarle, pero me faltó
valor. En realidad, me amenazó sutilmente con contar…determinadas cosas de mí
que sólo él sabe. Seguí con él después de aquello, pero ya nunca fue lo mismo.
-
¿Y ahora? ¿Por qué le dejaste ahora? ¿No te da miedo
de que… cuente esas cosas?
-
Uno sólo debería preocuparse de que los demás sepan
sus malas acciones. Las cosas que escapan a nuestro control no deberían
avergonzarnos.
Esa reflexión me pareció increíblemente inteligente y cierta. Justo en
ese momento llegamos a su casa, así que detuve el coche y la tomé de la mano.
Recorrí su palma con mi dedo pulgar.
-
Yo no sé por qué me enamoré de ti. Solo sé que desde
hace años te miraba a cada rato y jamás se me ocurrió pensar que tú te hubieras
fijado si quiera en que yo existía.
-
A pesar de que nunca nos habíamos dicho más de
cuatro palabras seguidas, si me hubieras pedido salir, hubiera mandado a Jack a
la mierda.
Aunque eso me hizo sentir halagado, hubo un matiz que no me gustó. ¿Por
qué yo tenía que pedirle salir para que se hartara de Jack? ¿Por qué no podía simplemente dejarle y estar
sin novio un tiempo? No me había
parecido que en la fiesta le costara mucho dejarle. No había imaginado que
tuviera tal…dependencia.
Ella pareció adivinar el rumbo de mis pensamientos.
-
Me da miedo estar sola – confesó, mirando mi mano
como si de pronto fuera muy interesante – Aunque es estúpido, tiendo a pensar
que si estoy con alguien… ese alguien me protegerá, y no permitirá que me haga
daño.
-
¿Hacerte daño? ¿Quién?
-
Nadie. No importa.
-
Sí importa. ¿De qué hablas?
-
No es nada, Ted.
-
Oye, mal empezamos si vas a soltar bombas así y
luego te las callas – protesté. Me había preocupado. Agustina se mordió el labio y no me
respondió. Sujeté su barbilla como a veces hacía papá y la obligué a mirarme. –
Ey. Acabas de decir que uno sólo debe avergonzarse de las cosas de las que
tiene culpa ¿recuerdas?
-
Es que vas a pensar que yo tengo la culpa de esto…
-
¿De qué?
-
Ya no lo hace…. Hace mucho que ya no lo hace. Por
eso ya… ya no necesito a Jack.
-
¿Quién no hace qué? Agustina, ahora me estás
asustando. – confesé. Había pensado que se trataba una tontería, pero de pronto
parecía algo muy serio.
Sentí que se iba a poner a llorar. Me soltó la mano y pensé que iba a
taparse la cara para que no viera sus lágrimas, pero me equivoqué. Lo que hizo
fue llevarse las manos a la camiseta y subírsela un poco. Me eché para atrás en
el asiento.
-
¡Ay Dios! ¿Ahora? ¿Quieres hacer esto AHORA? No
pensaba tener esta conversación hoy, pero yo no quiero…es decir, no es que no
quiera, pero ahora mismo… no pienso…no quiero… no voy a tocarte. Bueno, a tocarte sí… no es que me des
asco…Madre mía, me das lo contrario de asco…es que…yo…lo que no voy a hacer es…
yo…
Joder. Me soné tan asustado como una doncella protegiendo su
virginidad. Que era por otro lado lo que estaba haciendo, así que no era tan
extraño que sonara tan desesperado. ¿Qué era aquello? ¿Una especie de arrebato
al más puro estilo de las películas? ¿Una forma de cambiar de tema y hacer que
me concentrara en otra cosa?
- ¡No, animal! ¡Bruto! ¡Si serás idiota! ¡Sólo quiero enseñarte algo! –
protestó, casi tan espantada como yo.
Me dio un golpe en el brazo y me miró con el ceño fruncido, como
ofendida por mi insinuación. Me relajé un poco y miré su vientre descubierto,
para ver lo que quería que viera. Me costó un poco encontrarlo entre su piel
morena, pero finalmente vi la marca difusa de unos semicírculos sobre su estómago. Moví la mano lentamente hacia allí, y toque
su piel con timidez, pero ella no me apartó los dedos así que lo hice con algo
más de confianza. Parecían cicatrices en curación, como la que yo tenía aún en
mi costado tras la apendicitis.
-
¿Qué es esto?
-
Caí sobre un vaso roto. Me clavé los cristales.
Algunos no pude sacármelos, así que tuvieron que hacerlo los médicos. Aunque sangré bastante, no fue para tanto,
sólo me dieron un punto, pero aún se me notan los cortes. Pasó hace un año, o
algo más.
Observé las casi imperceptibles marcas, pensativo. Bajé su camiseta con
cuidado, reparando sin poderlo evitar en que tenía el vientre muy plano y la
cintura muy pequeña. Vamos, como diría Alejandro, en que estaba muy buena. Pero
aquél no era momento de pensar en eso, sino de asociar esas marcas con la
extraña conversación que habíamos tenido antes.
-
¿Cómo te caíste?
- pregunté, con recelo, teniendo en cuenta que ella había hablado de que
alguien la hacía daño.
Agustina apartó la vista y miró su calle desde la ventanilla del coche.
Ya había dado el primer paso, así que ahora me lo tenía que contar, pero se
notaba que la costaba mucho.
-
Me empujó…
- ¿Quién?
Me tensé mucho. De alguna forma, lo supe antes de que lo dijera. Su
extraña unión con Fred tuvo sentido de pronto. Que se conocieran en el
psicólogo, que hubiera reaccionado como un conejo asustado al pensar que Aidan
se había enfadado el día que se conocieron…
- Mi padre.
- Aidan´s POV -
En el camino hacia su casa Holly y yo decidimos que sería mejor si yo
no entraba con ella. Sus hijos no se habían tomado bien que tuviera una cita y
mi presencia sólo causaría problemas, así que accedí a quedarme en el coche,
pero la hice prometer que saldría a
decirme si todo iba bien, o si necesitaba que hiciera algo más.
-
No es necesario que te tomes tantas molestias – me
dijo, cuando detuve el coche frente a la
que debía de ser su casa. Era pequeña, o al menos pequeña si uno tenía en
cuenta que dentro vivían doce personas.
-
No es molestia – la aseguré - Lamento no poder hacer más, pero creo que
tienes razón y si entro contigo ellos podrían reaccionar mal.
-
Mal es un eufemismo. Si llegas a entrar seguramente
tu también acabes en el hospital.
No sonó del todo como una broma, por lo que me inquietó un poco. Salió del vehículo y me miró desde la
ventanilla abierta. Se marchaba, se estaba yendo, y aunque sabía que era
inevitable yo no quería que se fuera.
-
Vamos, Holly, sólo son niños…
- Sí, pero creo que alguno de ellos ha hecho en secreto un curso sobre
armas de destrucción masiva – replicó. Pese a todo, pude distinguir un profundo
cariño en su voz, hacia esos “terroristas” que decía tener por hijos.
-
¿Te dan mucha guerra? – pregunté. Tenía curiosidad,
pero además pensé que la venía bien hablar un rato para relajarse, porque aun
estaba muy nerviosa.
-
No. O sí, pero es una guerra a la que iría todos los
días de mi vida – admitió, con una sonrisa – A veces no sabes si son peores los
pequeños o los mayores, pero luego entiendes que no cambiarías a ninguno de
ellos por nada en el mundo.
Sonreí, identificado con el sentimiento.
-
Pareces joven para tener once hijos… - comenté, aún
en proceso de asimilación de aquella cantidad.
-
¿Cuántos años me echas? - preguntó, divertida.
-
¿Treinta y dos? – probé, deseando no haberla echado
de más, o se podría ofender.
-
Treinta y cuatro. Me casé muy joven y me embaracé
enseguida. – explicó.
Empecé a entender por qué había dicho que se sentía muy identificada
conmigo. Ambos habíamos sido padres muy jóvenes, y no precisamente de pocos
hijos.
-
¿Qué edad tienen? – pregunté, pero en ese momento
salió de la casa una niña rubia.
-
¡Mamá! – llamó. Debía de haber visto a Holly desde
la ventana.
Su cara me sonaba de algo, y recordé entonces que era la niña con la
que Holly estaba en el médico cuando llevé a Barie.
-
¿Qué pasa, cariño? Voy enseguida.
La niña no dijo nada, pero se acercó y la agarró del brazo, como
tirando de ella. Me pareció un gesto tierno e infantil, peor no dejó de
extrañarme porque esa chica parecía mayor que mis hijas. Me miró un segundo a
través del cristal, y cuando vio que la miraba soltó un gritito y volvió a
meterse en la casa corriendo.
-
Discúlpala. Es muy tímida… Será mejor que entre ya.
Gracias…. Gracias por todo, Aidan.
-
Gracias a ti – musité, pero no sé si llegó a oírlo.
Observé cómo se marchaba y me quedé en el coche, esperando a que en
cualquier momento saliera a decirme que todo estaba bien. Sin embargo, en vez
de salir, me envió un mensaje de texto. Supongo que no quería alargar
innecesariamente la despedida, ya que los dos sabíamos que aquello era un
adiós.
Conduje de vuelta hacia mi casa, roto porque aquella fuera a ser la
última vez que la veía, al menos por un tiempo. Estaba seguro de que ella iba a
hacer lo posible por no cruzarse conmigo en sus trabajos periodísticos, aunque
me había preguntado al respecto así que tal vez tras un par de meses…
Llegué a casa pensando en cómo me iba a enfrentar a las preguntas de
Ted acerca de cómo me había ido. Lo mejor era decirle la verdad: que había ido
bien, pero que no íbamos a vernos más. Sin embargo no tuve que responder a
nada, porque Ted no estaba en casa… Me di cuenta en cuanto no vi su coche.
“Otra vez no, por favor.
¿Esto se va a volver una costumbre? ¿Qué
pasó esta vez?”
Me angustié, pero luego pensé que tal vez se había ido a llevar a
Agustina a su casa. Ya era un poco tarde.
Efectivamente, eso fue lo que Michael me dijo cuando entré, pero yo
tenía un mal presentimiento. Le noté ausente, y no dejaba de mirar el reloj.
-
¿Qué ocurre, hijo?
-
Está tardando mucho.
-
Igual hay tráfico…
-
No Aidan, no lo entiendes. Se fue de aquí sobre las
nueve y media. – dijo Michael. Eran las doce. – Igual ella vive un poco lejos,
no lo sé…
-
¿UN POCO? ¿¡¡UN POCO LEJOS!!? ¿COMO EN OTRO ESTADO, TAL VEZ? – exclamé con
sarcasmo, pero luego me dije que Michael no tenía la culpa de nada.
-
Seguro que es por lo que ha pasado… conociéndole
igual se siente culpable o tiene miedo, o quién sabe qué…
-
¿De qué estás hablando? Vale, Michael, yo voy a
intentar calmarme, y tú me lo cuentas todo desde el principio.
-
No hay mucho que contar… Los gemelos le gastaron una
broma, él se lo tomó mal y… le dio un puñetazo a Harry.
-
¿Qué? – pregunté, extrañado. No era propio de Ted.
Lentamente la sorpresa fue dando paso al enfado. En cuanto volviera a cada me
iba a escuchar…aunque claro, la prioridad era que volviera….
-
En el estómago…
Ya se arrepentía después de hacerlo… Tal vez no se atreve a volver…
-
No. – dije, con bastante seguridad – Ted no huye de
los problemas, los enfrenta. Aunque sepa que voy a estar enfadado… él no me
esquiva.
Claro que tampoco les pegaba a sus hermanos, así que a lo mejor había
escogido ese día para hacer todo lo que normalmente no hacía.
Me senté, porque lo necesitaba. Porque ya iban dos días que volvía a
casa y Ted no estaba. ¿Qué tenía que hacer, inmovilizar su coche? Me daba igual
que aquella vez también tuviera una buena excusa: Ted siempre tenía razones
para hacer lo que hacía pero al final siempre acababa haciendo lo que él
quería. Y yo tenía la culpa de eso por dejarle pasar todo.
Michael había acostado a los pequeños hacía un rato, y estaba ahí abajo
esperando a ver si Ted volvía, pero ya estaba más que preocupado. Puesto que no
había vuelto, era hora de pasar a la acción.
Antes de poder pensar por dónde le empezaba a buscar, se abrió la
puerta. Reconocí la silueta de Ted envuelta en su chaqueta. El alivio que sentí
fue enorme, y de pronto quise gritarle de todo, pero entonces se giro para
mirarme, y el mundo se me vino encima.
-
Ted´s POV –
Agustina y yo estábamos apoyados en el capó del coche. Yo la observaba
lleno de pena y confusión, después de haber puesto el grito en el cielo ante su
revelación. Creo que le había llamado de todo a su padre, pero ella no pareció
muy ofendida porque le insultara.
- No es… no es exactamente como lo de
Fred.
-
¿Qué?
-
Al padre de Fred lo denunciaron en uno de sus
colegios. Creo que por eso se cambió. El juez estudió el caso y finalmente obligó al padre a ir a unos cursos de control
de la ira y a los dos a un psicólogo familiar en el cual nos conocimos. Estuvo
a punto de perder la custodia de Fred. Si… si lo del otro día saliera a la luz,
la perdería. Pero… ellos dos se llevan
bien, casi todo el tiempo. Se quieren… Yo… en las reuniones yo…creo que no
debemos hablar de esto, pero yo he visto llorar a su padre.
-
¿Y en qué es diferente a… tu caso?
-
A mi padre no le verás llorar. Ni en público ni en
privado. Y a él no… no le denunció nadie. Se apuntó a control de la ira porque
mi madre le dio un ultimátum. Parece que esas reuniones le funcionan… pero está
en su carácter el ser agresivo, violento, machista y dominante. El padre de
Fred es un buen hombre con muchos problemas. Mi padre en cambio es un hombre
cuyos problemas le han convertido en una mala persona. No nos llevamos bien, y jamás lo haremos. Él
cree que es porque no le perdono por… lo que me hacía…y en realidad es porque
le detesto como padre y como ser humano.
Tal vez aún estaba muy mojado o tal vez vino una corriente de aire,
pero me dio un escalofrío. Quizá fue simplemente el efecto del hielo en su voz.
-
Yo… no sé… no sé ni qué decir… - comencé. – Madre
mía… ¿cómo puede?…. Dios…
-
Ey, te digo que ya no lo hace. Sigue gritando y
dando algo de miedo, pero ya no me toca…
-
Y pensar que le tengo tan cerca – gruñí, apretando los
puños tan fuerte que me clavé las uñas en las palmas de las manos - ….tras esas
paredes….Voy a entrar ahí y le…
-
Y le nada, Ted. No te lo he contado para que cojas
tú y te líes también a golpes. Te lo he contado porque me pareces el tipo de
persona que soluciona las cosas de forma diferente.
Parpadeé, y respiré hondo para calmarme.
-
Y lo dices el día que me has visto golpear a mi
hermano. Has tenido que pensar que yo…que….- balbuceé, horrorizado porque ella
me tuviera por alguien violento como el tipo al que llamaba padre.
-
No sois ni parecidos – me aseguró. – No cometas el
mismo error que él, al pensar que lo que sale de tus manos es más importante
que lo que sale de tu boca. Hubiera sido mejor si no hubieras pegado a tu
hermano, pero no es así como te ganas el odio de una persona. No es por un
golpe y tal vez tampoco por muchos, sino por tu forma diaria de tratar a esa
persona. Lo que le dices cuando no estás enfadado. Mi padre cree que lo peor
que me ha hecho han sido los golpes. Que
por eso no hay ni rastro del afecto que antes le tenía… pero se equivoca. Lo
peor son las palabras que me dirige, la forma en que me habla, lo que piensa de
las cosas que me gustan y de mis sueños, el hecho de que pisotee mis
sentimientos y ridiculice…ridiculice….
Agustina jadeó, sin aire. Su voz
se había ido agudizando a medida que hablaba. Me puse frente a ella y sujeté mi
cara con sus manos para calmarla, porque temí que la diera un ataque de pánico.
No estaba tan tranquila como quería aparentar. Quién sabe cuántas veces había
contado aquella historia, pero hablar de eso la mataba por dentro.
-
Tranquila. Tranquila…. Estoy aquí ¿de acuerdo? No sé
qué puedo hacer, pero estoy aquí. Puedes contar conmigo.
Ella asintió, y se agarro a mi brazo, frotándolo como un gatito con una
alfombra.
-
Sé que no dejarás que me pase nada. No sé por qué,
pero lo sé. Me protegerás…
Uní esas palabras con las que había dicho antes, en el coche. Ahora
entendía un poco mejor su forma de pensar.
-
No necesitas que nadie te proteja, Agustina. No eres
débil. De hecho pareces tener un carácter de cuidado y una fortaleza interna
admirable. No dependes de nadie. Ni de mí, ni de Jack, ni de nadie. No permitas
que te hagan creer que estás indefensa.
Me miró a los ojos, sorprendida. Iba a decir algo, pero entonces vimos
acercarse un grupo de chicos con mal aspecto. Llevaban cadenas en los
pantalones, puños americanos en las manos, y pañuelos o gorras en la cabeza.
Ella se tensó un poco. Yo también, pero decidí ignorarlos. A esos chicos no les
importaba una pareja de novios apoyados sobre un coche.
-
No he sabido muy bien cómo actuar con lo de Fred,
porque es una situación que no comprendo, pero voy a ayudaros, a los dos.
Gracias por habérmelo contado, yo…
-
¡Eh, guapa! ¿Quieres divertirte un rato? – gritó uno
de aquellos pandilleros. Fruncí el ceño.
Pensé que tenían muy poca educación pero sabía que no era bueno cabrearles.
Hice un gran esfuerzo por no encararme con el tipo que había piropeado a mi
novia, y me dije que después de todo no era ningún delito que la llamara guapa.
-
No…yo… no, gracias – respondió Agustina,
escondiéndose un poco detrás de mí.
-
¡Vaya! ¿Qué os parece? ¡La putilla es tímida!
Giré el cuello para destrozar con la mirada al que había hablado
entonces. Eso sí fue un insulto, y me dije que era el último que ese gilipollas
iba a soltar en su vida, porque pensaba destrozarle…
Entonces recordé lo que Agustina había dicho hacía muy poco: que yo no
parecía de los que resolvían las cosas a golpes. Ella no quería un matón,
porque de esos ya había tenido muchos en su vida, con un padre como el suyo y
un novio como Jack. Y yo tampoco era de
los que saltaban a la primera. ¿Qué diablos me pasaba? Intenté controlar mi
agresividad, por ella.
-
Chicos, está conmigo ¿vale? – dije, fingiendo una
sonrisa amigable.
-
¿Ah sí? Yo no veo un anillo en su dedo. – replicó el
que parecía el más grande. Les observé bien. Eran ocho, y debían de estar entre
los quince y los veinte años. Puede que el grande tuviera algunos más. Si
entraba en una pelea con esas moles humanas, me matarían. Lo supe por instinto.
-
Es que se lo ha dejado en casa – respondí, de nuevo
con esa sonrisa. Deseé que no notaran lo asustado que estaba.
-
Vamos tío, déjales, no te han hecho nada… -
intervino uno de ellos, al cual le estuve muy agradecido.
-
La chica va provocando con esa ropa mojada. Quiere
tema ¿es que no lo ves? – replicó otro.
Miré a Agustina. Es cierto que se la veía un poco el sujetador porque
su camiseta era de algodón y se había empapado, pero ya no estaba tan mojada
como antes y no era algo tan llamativo. Y en cualquier caso, ellos no tenían
ningún derecho a hablar así sobre ella… Vi que el más grande daba un paso hacia
nosotros y yo instintivamente di un paso hacia él.
-
Ella te ha dicho que no. Y yo que está conmigo – le
gruñí.
El tipo aquél me evaluó con la mirada. Luego sonrió, se giró como amagando para irse…y de pronto me soltó un
puñetazo. Y otro más. El tercero me tiró al suelo.
-
¡TED! – el grito agudo de Agustina se escuchó por
encima del pitido de mis oídos. Los tres habían ido a la cara. El labio me
sabía a sangre, pero creo que no estaba roto.
El que me había pegado le pidió algo a uno de sus amigos. Vi que era un
puño americano. Si me daba con eso me rompía todos los dientes. Lo supe, y el
miedo me hizo reaccionar. Desde el suelo, le
hice un barrido con la pierna. No le tiré, pero le hice trastabillar y
apartarse. Logré ponerme de pie, y de pronto tenía a tres de ellos encima.
Durante un minuto todo lo que pude pensar era lo mucho que me dolía. Ni
siquiera distinguía de dónde me venía el dolor. Sólo sabía que me dolía la
cara, las costillas, el pecho, y las piernas. En algún punto dejé de gritar, y
casi de sentir. Me limité a observar a mis atacantes. Tres de ellos eran
negros, dos mulatos como yo, y otro parecía hispano como Alejandro. Sólo uno
era blanco. No sé por qué me fijé en eso, pero me llamó la atención.
Había un motivo por el cual no debía dejar que me mataran, pero me
había llevado tantos golpes en la cabeza que ya no podía recordar por qué. Sólo
cuando se agacharon a cogerme la cartera, al ver que yo ya no podía levantarme
del suelo, pensé en mi familia. Sí,
ellos eran un buen motivo para no morir, pero había otro… otro más urgente.
Oh, sí. Si yo moría, nada les impedía ir tras Agustina. No la veía por
ahí, así que tenía que haber salido corriendo. Bien hecho.
-
Eso es mío – logré decir entre toses, mientras
apoyaba las manos en el suelo para tratar de ponerme de pie. Ellos ya se iban,
pero se giraron sorprendidos. – Mi cartera. Es mía. – gruñí.
-
Joder. El crío tiene cojones ¿eh?
-
Venga, hermano, quédate en el suelo. – me sugirió
uno de ellos, el de piel más oscura.
-
Lo siento, “hermano”, pero eso no va a ser posible –
repliqué.
-
¿Está llorando? – se burló el que había empezado.
Sí, probablemente estaba llorando. No sabía si eso que bajaba por mis
mejillas eran sangre o lágrimas. Me dolía lo bastante como para llorar, así que
no lo descarté.
Se acercaron de nuevo, como para rematar el trabajo, pero un ruido muy
fuerte nos distrajo a todos. Un hombre había golpeado un bate de baseball
contra el suelo para llamar su atención. A su lado estaba Agustina.
-
¿QUIÉN ES TED? – rugió.
Tímidamente, levanté la mano.
-
Todos los demás, ya estáis sacando el culo de aquí
¿me habéis oído? ¡Si no os reventaré la
cabeza antes de que venga la policía!
Al escuchar la palabra “policía”, tiraron la cartera al suelo y se
dieron el piro. Fue el momento ideal, porque a mí me fallaron las piernas.
Aquél hombre se acercó, sin embargo, y me sostuvo.
-
Gra…gracias señor, yo…
-
No me las des. Casi haces que te maten por proteger
a mi hija.
Mierda. Ahora le debía mi vida al hombre al que quería odiar, por
lastimar tanto a Agustina.
Observé la forma en la que rodeaba a Agus con un brazo. Ella podía
decir lo que quisiera, pero aún existía afecto entre ellos. Y tan mala gente no
sería cuando había salido a defenderme.
Me llevaron a su casa, puesto que estábamos en frente de ella, y allí
una mujer, la madre de Agustina, curó mis heridas. Tal vez fue el escozor del
alcohol, tal vez lo que me hizo sentir la suavidad de sus manos, tal vez el
miedo que había pasado, pero me eché a llorar y ya no pude parar por un buen
rato. Para cuando estuve un poco mejor, había llegado la policía. Me hicieron
un par de preguntas y me dijeron que seguiríamos la conversación en mi casa, a
la cual se ofrecieron a llevarme, por no decir que no me dejaron otra opción.
- Aidan´s POV -
Sus pómulos, su nariz, esa mancha roja en su chaqueta… A mi hijo le
habían dado una paliza. Michael y yo jadeamos a la vez, y yo me tiré a abrazarle en cuanto pude
recuperarme.
-
Hijo… Ted, ¿qué te ha pasado?
-
¿Quién ha sido, Ted?
Dime quién… conozco gente… tengo contactos …yo…les reventaré…haré…haré
que…¡la poli! – exclamó Michael en cuanto vio entrar a dos hombres uniformados.
Se esfumó escaleras arriba. Mmmm.
Tendría que hablar con él sobre su miedo a las autoridades. Pero mi prioridad
entonces era Ted.
-
¿Aidan Whitemore? – me preguntaron.
-
Soy yo – confirmé, sin soltar a Ted ni separarme de
él ni un milímetro. Noté que había empezado a llorar en mi pecho. Me abrazó muy
fuerte y se dejó llevar por los sollozos. Acaricié su cabeza y el policía me
sorprendió al poner una mano en su hombro.
-
Tranquilo chico. Estás en casa, ¿eh?
Intenté pensar con claridad. No parecía que le trajeran detenido.
Aunque bien pensado ¿podían esposar a un menor? ¿Le habían pillado bebiendo o
algo así, y me le traían a casa? Pero eso no explicaba sus heridas… Abracé a
Ted más fuerte, y le llevé al sofá para que se sentara. La policía nos siguió.
-
Caballero, necesitamos que su hijo presente una
denuncia contra los hombres que le atacaron a él y a la joven que le
acompañaba.
-
¿Le atacaron? ¿Quién? ¿Ted, qué te han hecho?
Ted trató de hablar, pero lloraba demasiado para que se le entendiera.
Parecía darle igual que hubiera gente observando.
-
Por lo que nos ha contado la menor que le
acompañaba, un grupo se les acercó para
empezar a molestarles y posteriormente golpearon a su hijo hasta que el padre
de la otra víctima intervino.
Yo no estaba para jergas policiales en ese momento.
-
Teddy… ¿estabas con Agus? – pregunté, y él asintió.
Ella debía ser la otra víctima.
-
Ella…snif…snif….ella está bien. – logró decir. Besé
su frente y volví a apretarle contra mí.
-
Sólo necesitamos que su hijo describa a los
agresores, señor Whitemore, para ver si coincide con la declaración de los
señores Navarro.
-
Mi hijo no puede describir a nadie ahora, agente. Ha
pasado un susto de cojones. – espeté, frotando la espalda de Ted para que se
calmara. Los dos policías intercambiaron unos susurros y finalmente miraron
hacia mí y asintieron.
-
Tiene razón. Lo que necesita es descansar. ¿Podría
presentarse mañana en la comisaría? Tomaremos su declaración allí.
Prometí estar a primera hora y respiré hondo, tratando de disminuir el
ritmo de mis pulsaciones. Mi niño… mi pequeño… Acaricié su mejilla. Tenía unos
buenos golpes. Me pregunté si no debería estar en un hospital, pero no parecía
tener nada roto. Podía haber sido peor. Podían… no quería ni pensarlo, pero
podían haberle clavado una navaja, o algo. El policía pareció leerme la mente.
-
Los atacantes iban armados…
-
¿QUÉ?
-
Con puños americanos, pero parece que no llegaron a
usarlos. Debieron considerar que tenían suficiente ventaja sobre él, al ser
ocho contra uno.
-
Ocho contra uno… ¡Pero tú en qué pensabas! –
exclamé, y zarandeé a Ted un poquito - ¿Es que quieres que te maten?
-
Señor Whitemore, quiero recalcar que su hijo no se
metió en ninguna pelea. Fue asaltado y agredido... aunque ya te he dicho chico
que no deberías haberles plantado cara. Ni siquiera nosotros nos enfrentamos a
los delincuentes si no estamos armados, a pesar de que estamos entrenados.
Tenemos órdenes estrictas de no hacerlo. En una situación así, corres todo lo
que puedas y gritas pidiendo ayuda.
-
No podía dejar que tocaran a Agustina… - musitó Ted.
Gruñí por lo bajo. Por alguna razón sentí que si le regañaba por eso era un
cerdo sin alma, puesto que era un héroe. Pero ganas no me faltaban.
-
¿Estás bien? ¿Te llevo al hospital? Ese labio
hinchado no me gusta nada…
-
La madre de Agus me curó en su casa – me dijo. Poco
a poco se iba tranquilizando. – Estábamos frente a su casa…y ellos…snif… ellos
empezaron a meterse con Agus…porque querían…snif… no sé bien qué querían pero
no me gustó cómo la hablaban. Intenté que nos dejaran en paz, pero sólo lo
empeoré todo y ese tipo… Intenté defenderme, creo que conseguí dar a un par de
ellos, pero eran tantos…me….me ganaron y…
Le escuché con atención, haciéndome una idea de la situación. Analicé
bien sus palabras y detecté cierta intención de no decepcionarme, como si
tuviera miedo de que yo pensara que era débil por haber perdido la pelea.
-
Claro que te ganaron. Los muy cobardes eran muchos y
estaban armados. Ted, mi niño…Mírate….Mira qué te han hecho… Ahora te ponemos
hielo ¿vale? Y te doy un analgésico… Y si algo te duele más de la cuenta me lo
dices y volamos al hospital, ¿me escuchas?
Asintió y se frotó contra mí, para que lo abrazara. Los policías
seguían allí delante, y parecieron algo incómodos, como entendiendo que era
momento de que se marcharan.
-
Hemos traído a su hijo con nosotros, por lo que su
vehículo quedó aparcado en la zona del suceso. Pueden retirarlo sin problemas,
no ha sufrido ningún daño así que no lo hemos precintado. Y nada más caballero. Mañana en la central mi
compañero intentará hacer un perfil de los agresores. No parece que exista
ningún tipo de amenaza contra su hijo, ni que sea el objetivo de ninguna banda.
Sólo estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado.
No sé si eso era un consuelo o no, pero yo particularmente no iba a
estar tranquilo hasta saber que esos tipos estaban encerrados. Despedí a los
agentes y seguí abrazando a Ted, que gimoteaba de vez en cuando, no sé si
porque le dolía o por qué. Al poco de cerrar la puerta bajó Michael.
-
¿Se fueron?
-
Sí. No tenías por qué haberte ido, Michael. No
venían a por ti ni nada de eso.
-
Los judíos siempre huirán de los alemanes y yo
siempre huiré de los policías – me espetó, como dando el tema por zanjado y se
sentó al lado de Ted - Hermano… He estado escuchando. Ocho contra uno… Caray,
mi hermanito es duro de pelar ¿eh? ¿Pudiste con ellos tu solito?
Le hablaba con mucho cariño, y con un tono que era más adecuado para
Kurt, como si supiera que Ted estaba delicado y sensible en ese momento, y
necesitado de mimos.
-
Pensé….snif… que nunca más podría levantarme del
suelo.
-
Sí, él dolor paraliza, pero si no te rompen un hueso
puedes levantarte – le dijo Michael.
-
Bueno, ya no vamos a hablar más de golpes ni de huesos rotos. ¿Quieres darte un baño,
campeón? – le dije a Ted, frotando su cabeza, en parte por acariciarle y en
parte para comprobar que no tuviera heridas ahí.
-
No.
-
Bueno. ¿Quieres comer algo?
-
No…snif.
-
¿Y quieres dormir?
Se apretó más contra mí y negó con la cabeza.
-
Sí, tienes que dormir, pequeño. – susurré. –
Conmigo, ¿mm?
-
No…snif…ya he…snif….ya he dormido ahí muchas veces.
-
¿Y qué hay de malo, eh? ¿Es que ya estás grande para
dormir con papá? – protesté, y besé su frente – Te diré un secreto: yo no estoy
grande para dormir contigo.
-
Michael se reirá de mí – se quejó, tal vez olvidando
que el aludido estaba presente.
-
Oh, no lo hará si sabe lo que le conviene.
Subí con él las escaleras, observando sus movimientos por si veía que
algún golpe necesitaba atención médica. Me convencí de que no al ver que se
movía bien, pero cuando se quitó la camiseta volví a reconsiderarlo, porque
estaba lleno de moretones que parecían feos incluso aunque tuviera la piel
oscura. Fui a por una crema especial
para golpes y le puse un poco, maldiciendo los ancestros de quienes le habían
hecho daño. Luego fui a por hielo y un analgésico, para que pudiera dormir algo
sin estar molesto por el dolor. Después de eso paseé rápidamente por todas las
habitaciones, le di un beso a mis hijos dormidos, le deseé buenas noches a
Michael, y volví con Ted dispuesto a no soltarle en toda la noche y tal vez en
la vida.
Ted tardó bastante en dormirse. Se aovilló y se pegó a mí como cuando
era más pequeño. Debía de haber vivido un infierno. Creo que había sido capaz
de soportarlo debido a la adrenalina, pero ahora que todo había pasado mi niño
estaba muy asustado. Le hice caricias con la intención de relajarle y que se
pudiera dormir, aunque sólo fuera un poco.
-
Papá…
-
Dime cariño.
-
Siento mucho haber pegado a Harry.
Hice una mueca y coloqué sus sábanas hasta dejarle bien arropadito,
como para hacer tiempo.
-
Sé que lo has pasado muy mal, así que no voy a
regañarte ahora, pero ya que has sacado el tema, eso no me gustó nada. Sabes
que estás perdonado, sé que no vas a volver a hacerlo, y quiero que te
disculpes con tu hermano. Y fin del tema ¿vale? Hoy ha sido un día para
olvidar…
-
De verdad lo siento….
Le di un beso como respuesta. Normalmente le habría castigado por
golpear a su hermano, pero sinceramente me faltaban fuerzas para hacerlo
después de todo lo que le había pasado. Lo único que quería hacer era mimarle.
-
No fue un día tan malo – dijo tras un rato.
-
¿Ah, no?
-
No. Le pedí a Agustina si quería ser mi novia y dijo
que sí.
Sonreí ampliamente, quizá por primera vez desde que llegué a casa.
-
La quieres mucho ¿no?
-
No sabía cuánto. No lo sabía, pero cuando creí que
esos tipos iban a hacerla daño…. Tú sabes que yo no soy valiente, papá, pero en
ese momento sólo me importaba ella…
-
Claro que eres valiente hijo. ¿De dónde sacas esa
tontería?
-
No lo soy. Y tampoco sé pelear, pero daba igual.
Creí que… me daba miedo que quisieran violarla…Ya la han hecho demasiado daño
en su vida.
-
Y hoy te han hecho demasiado daño a ti.
-
Papá…. ella no tuvo la culpa. Ni siquiera pienses en
impedirme que la vea porque…
-
Eh eh eh, ¿quién dijo nada de eso? Ya que lo
mencionas, señorito, hoy pegaste a tu hermano por ella, y te metiste en una causa noble suicida por
defenderla. Creo que esa chica te trastoca las neuronas. Pero no es por ella en
sí, sino porque estás enamorado. Si intentara separarte sería peor, y si
encontraras otra chica el problema seguiría ahí.
-
No hay otra chica, papá. No la hay. – me aseguró.
En vez de responder le seguí acariciando. Sabía que era un pensamiento típico de los
adolescentes, el pensar que su primer amor es el definitivo, pero también sabía
que a veces sí era así. No iba a ser un agorero y a llenarle la cabeza con
negativismo. Le deseaba suerte con esa chica y si era la indicada me alegraría
por él.
-
A dormir, campeón. Bueno o malo, ha sido un día muy
largo. – me estiré para apagar la luz pero sus ojos abiertos seguían brillando
en la oscuridad. – A dormir, Ted. Ojos cerrados, venga.
-
¡Pero aún no me constaste de tu cita! – protestó.
Respiré hondo. Con todo lo que había pasado, no había vuelto a pensar
en Holly. No me apetecía hablar del tema en ese momento.
-
Ya lo haré mañana. Ahora hay que dormir. Mañana
tenemos que ir a la comisaria, ¿recuerdas?
-
Bueno… - aceptó.
Seguí acariciándole un rato y al poco se durmió. Tenía que estar
rendido. Al menos todo su cuerpo tenía que pedir a gritos un descanso.
Yo en cambio no me pude dormir. Tenía una angustia enorme, como una
opresión en el pecho al pensar que unos bestias le habían dado una paliza a mi
hijo.
Escuché pasos y susurros por el pasillo y como iban a más al final
acabé por levantarme e ir a ver qué pasaba. Al salir de mi cuarto varios brazos
me abrazaron en la oscuridad.
-
¡Papi!
-
¡No “vinite”, papi!
-
¡No me leíste un cuento!
-
Tardaste mucho…
Reconocí la voz de Kurt, Alice, Hannah y Cole, pero intuí que estaban
también todos los demás. En cuanto mis ojos se acostumbraron un poco vi que
efectivamente todos andaban por el pasillo. Los ojos oscuros de Alejandro
brillaban como los de una película de terror así que acabé por encender la
luz. No estaban acostumbrados a irse a
la cama sin que yo estuviera en casa.
-
Sí, lo siento, cielos, papá se entretuvo un poco…
-
Papá, ¡no sabes lo que pasó! – dijo Zach. - ¡Ted le ha pegado a Harry!
-
¡Ala! ¿En el culito? – preguntó Hannah.
-
¡No! – replicó Harry, indignado y avergonzado por
esa pregunta - ¡Me dio un puñetazo, el muy bruto!
-
Ya lo sé, hijos. Harry ¿estás bien?
-
Sí… ¡pero me las va a pagar!
-
No, nadie le va a pagar nada a nadie. Hablaremos de esto
por la mañana, pero no quiero que nadie sea malo con Ted ¿bueno? Más bien
tenéis que mimarle mucho. – les dije, mientras cogía a Alice en brazos. Agarré
a Hannah de la mano porque me abrazaba con tanta fuerza que iba a acabar
bajándome los pantalones.
-
¿Por qué papi? – preguntó Kurt.
-
Porque ha conocido a personas muy malas, Kurt, y le
han hecho daño. – expliqué. Los mayores me miraron con curiosidad, queriendo
saber más. – Michael os lo contará – les dije, y Alejandro, los gemelos, Barie
y Madie volaron a su cuarto para interrogarle. Yo me quedé con los
pequeños. – Bueno, granujitas, ¿nos
vamos a la cama? No deberíais estar levantados, ¿mmm?
-
Papi ¿me lees un cuento?
-
¡Y a mí, papi!
-
¡Y “a yo”!
-
Hagamos una cosa. En el cuarto de Kurt y Dylan hay una
cama de sobra. Las juntamos todas, leemos un cuento juntos y nos dormimos ¿sí?
La idea fue bien recibida, así que allí fuimos, y les leí un cuento a
Kurt, a Dylan, a Alice, a Hannah y a Cole, que cuando quería se incluía entre
los pequeños y cuando quería entre los grandes. Cuando se durmieron cogí a Cole
en brazos y le llevé a su cama, y luego hice lo mismo con Hannah y Alice, pero
en el último viaje Kurt se despertó.
-
Papi – me dijo, poniendo un puchero.
-
Ey, campeón. ¿Te desperté?
-
Papi quiero dormir contigo…
Me mordí el labio. Tenía a Ted, que además estaba magullado y por otro
lado Kurt dormía más veces en mi cama que en la suya, y por más que a mí me
gustara no podía acostumbrarle a eso.
-
¿Y dejas a Dylan solito? Pobrecito…
-
Por fa, papiii…
-
Mañana, ¿vale Kurt? Hoy duerme con tu hermanito,
¿sí?
Le di un beso y salí, pero me costó muchísimo. Entonces empecé a
escuchar pequeños “snif”. Me asomé y vi que Kurt estaba llorando. Me partió el
alma.
-
No llores, bebé…
-
Snif…. no quieres dormir conmigo porque me porté mal
en el zoo…snif
-
No, cariño, eso no es cierto…
Con el corazón estrujado, le saqué de la cama y le cogí en brazos.
Había sido muy duro con el enano aquella tarde y encima después me había ido.
Si ahora le hacía dormir solo iba a pensar que efectivamente lo hacía por estar
enfadado.
-
Anda, venga, vente con papi. Pero tienes que estar
muy quietecito ¿sí? Estoy durmiendo con Ted y tiene pupa. Me tienes que ayudar
a que se cure ¿bueno? Hay que hacerle mimos.
-
¡Vale!
Le llevé a mi cama y le puse a mi derecha. Ted estaba a mi izquierda.
Kurt levantó la cabecita para mirar a su hermano.
-
Ted está soñando feo.
Le observé y vi que tenía razón. Ted se revolvía y fruncía el ceño,
como en una pesadilla. Le acaricié la frente y eso pareció calmarle un poco.
Kurt me pasó por encima para
ponerse al lado de Ted. Le acarició también y empezó a tararear algo. Enseguida
reconocí una nana que a veces le cantaba, y que había cantado a todos mis hijos
de pequeños. Con eso, la expresión de Ted se relajó, y hasta sonrió, aún
dormido.
- Ted´s POV -
Lo primero que vi al despertar
fueron dos enormes ojos azules, que me sonreían. Después escuché la risa
infantil de Kurt. Le sonreí de vuelta, preguntándome cuando se habría venido a
dormir conmigo….Luego caí en la cuenta de que lo que pasaba era que los dos
estábamos en la cama de papá. Me giré un poco y le vi a él también, vestido ya
y sonriéndome.
-
Hola, Ted. ¿Cómo te sientes?
-
Como si me hubiera atropellado un autobús… pero
bien.
Se acercó, se agachó y me dio un beso.
-
Tienes mejor aspecto. Date crema otra vez ¿vale? La tienes ahí. Ahora te traigo el desayuno…
-
Puedo bajar…
-
Ahora te lo traigo – repitió, en tono de “no me
discutas” – y nos vamos a la comisaría ¿vale? Y a por tu coche.
Cierto. Mi bebé… Me desperecé
despacio y bostecé. Papá sonrió otra vez y me hizo una caricia. Luego se llevó
a Kurt a su cuarto, para que se vistiera y yo hice lo propio, reparando en que
me había traído una muda limpia para que no tuviera ni que ir a mi habitación.
Me gustó sentirme mimado.
En seguida vino con una bandeja
llena hasta arriba. No había cenado el día anterior, así que lo agradecí. Cogí
un bollo, pero detuve la mano antes de
llevármelo a la boca, reparando en la hinchazón de mis nudillos. Dejé el
croissant de nuevo en la bandeja, sin
apetito de pronto.
-
¿Qué ocurre, Ted? – preguntó papá. Tenía que bajar con los demás peor creo que
iba a esperar a que terminase de desayunar.
Negué con la cabeza, porque pensé que si hablaba en ese momento
empezaría a llorar otra vez, y ya había llorado bastante la noche anterior.
Respiré hondo y estiré la mano.
-
No es justo. – le dije - No estábamos haciendo nada malo. Me estaba
contando cosas… trataba de entenderla un poco mejor. No les hicimos nada. No
tenían por qué tomarla conmigo.
-
No, hijo, claro que no…. Esa gente está muy perdida.
¿Ves? Por cosas así no me gusta que estéis en la calle solos después de que anochezca.
Asentí. La verdad es que en ese momento no me sentía capaz de salir
solo de nuevo nunca más, pero confié en que se me pasara en cuanto lograra
olvidar aquél susto.
-
Papá… ¿puedes decirle a Harry que venga? – le pedí.
Aidan me miró a los ojos un segundo antes de responder. Algo en su
mirada me dijo que si yo estaba desayunando arriba no era sólo porque quisiera
mimarme un rato, sino porque quería mantenerme separado de ellos por el
momento. Suspiró, y asintió.
-
Claro. Ahora venimos.
Salió, y yo me quedé a solas con el desayuno. Desmenucé el bollo y bebí
un poco de zumo. Era como que tenía hambre y a la vez no lo tenía. Papá subió tres minutos después, pero detrás
de él y de Harry vinieron casi todos mis hermanos. Los peques me abrazaron y me
hicieron sonreír. Alejandro me miró como evaluando los daños y para mi sorpresa
también me dio un abrazo corto. Michael se limitó a observarme en silencio,
pensativo. Mmm. Todos estaban muy amables, casi demasiado. ¿Qué pinta debía de
tener? La cara me dolía un poco pero no sabía cómo se traducía eso en
moretones.
Hubo dos notables ausencias en las muestras de afecto: Harry y Zach se
quedaron algo alejados. Papá les echó una mirada de advertencia y supe que era
esa confrontación la que él quería evitar.
-
Harry….yo…. lo siento mucho….de verdad. Me volví
idiota por un segundo y…
-
Eres idiota de fábrica. Ayer te pasaste.
-
Harry… - advirtió papá, pero vi que le regañaba sin
energías, como confuso por esa situación. Quería ser dulce conmigo porque ayer
prácticamente me dormí llorándole encima, pero al mismo tiempo estaba molesto
porque hubiera pegado a mi hermano.
Por un segundo recordé cómo se sintió que me pegara alguien más fuerte
que yo. Así debió de sentirse Harry, sólo que yo encima era su hermano….
-
No debí haber hecho eso y nunca volverá a pasar.
Yo estaba a cargo y jamás debo hacer
algo como eso. Además tú sólo me gastaste una broma. Seguramente ni sabías que
Agustina iba a caer también…
-
¡Pues no, no lo sabía! ¡Y si te importa más la
imbécil de tu novia que yo, entonces…!
-
¡Bueno, ya basta! – cortó papá. – Ted se está
disculpando contigo, no puedes tratarle así. Además tú tampoco eres inocente,
que sé que le tiraste hielo encima.
-
¡¡¡Fue una broma!!! – protestó Zach. - ¡Y el muy
bestia le golpeó! Y tú no vas a castigarle. Claro, como es Ted…
“No va a castigarme porque ayer
me pegaron ocho tíos hasta casi mandarme al hospital” pensé, pero no lo dije en voz alta. No sabía
qué les había contado papá exactamente, aunque era evidente que algo sabían.
-
A lo mejor debería
castigaros a los tres ¿no? – sugirió papá - A vosotros por gastar bromas
que hasta pueden ser peligrosas y a él por pegaros por ello.
-
¡Pues sería lo justo! – dijo Zach, cruzándose de
brazos.
-
¡Pero calla, gilipollas! – increpó Harry, al que no le gustaba nada la
idea. Papá le lanzó una mirada de advertencia por el insulto, pero se centró en
el otro gemelo.
-
¿Ah sí, Zach? Ven aquí, vamos. – dijo papá,
levantando una ceja.
-
No, no ¡no!
-
Ah, ya creía yo.
Entonces shhhhh y a hacer las
paces – le aconsejó, pero no se veía nada enfadado.
-
¡Pero no es justo! ¡Le pegó! ¡Y muy fuerte!
Papá me miró mal. Aunque pareciera que me estaba apoyando, en realidad
se estaba conteniendo para no enfadarse conmigo. No le gustaba nada que nos
peleáramos, y supongo que el hecho de que yo estuviera a cargo en ese momento
sólo lo agravaba.
-
También saliste de casa – dijo Aidan. – Sé que
fuiste a acompañar a Agustina, pero al menos podías haber llamado.
-
Iba a tardar poquito… No sabía lo que iba a pasar…-
me defendí.
-
Es igual, Ted, te digo lo mismo que a Michael, si te
dejo a cargo de tus hermanos y tienes que salir, al menos me avisas.
-
Pero estaba Michael y… si papá….- suspiré.
Veía su punto de razón y tampoco quería discutir. En realidad ya sabía
que iba a castigarme cuando pegué a Harry. En ese momento no estaba seguro de
si al final me iba a castigar o no, pero si no lo hacía no era porque no me lo
mereciera.
-
Harry… ¿me perdonas? – casi le supliqué. Mi hermano
me miró a los ojos y luego bajó la cabeza despacio, asintiendo. Suspiré,
aliviado. – Gracias.
Se acercó a mí y me dio un abrazo. El gesto me sorprendió, pero
aproveché para apretarle con cariño. Tras un segundo, Zach se nos unió. Sonreí
y disfruté el momento. No había precedentes para aquello, nunca les había
pegado, y creo que Harry se lo tomó casi como si lo hubiera hecho papá. Volví a
sentir una oleada de culpabilidad, así que le besé en la frente.
-
Puaj, ¡Teeeed!
¡No seas marica! – se quejó.
-
¿Disculpa? ¿Qué dijiste? – dijo papá.
-
Nada, nada.
-
Ah, creía. Debo tener mal los oídos ¿no? Porque
antes también escuché una palabra que empieza por g y que no me gusta nada.
Harry se hizo pequeñito pequeñito, creo que sobreactuando una actitud
compungida. Se puso tenso cuando papá dio un paso hacia él y le puso un
puchero, medio imitando a Kurt. Papá le agarró del brazo y le dio dos palmadas
medio flojas, aunque sonaron un poco.
PLAS PLAS
La prueba de que fueron flojas era que lo había hecho delante de
nosotros. Fue más una advertencia que un castigo.
-
Au… - protesto Harry, bajito, como diciendo “qué
malo”. Papá le sonrió y le dio un beso en la frente como el que acabba de darle
yo.
-
Jo, papá, cómo eres. Hasta en un bonito momento de
reconciliación tienes que pegarnos – protestó Zach.
- Que yo sepa sólo le di a tu hermano, pero si tú también quieres… - le
chinchó, pero lo único que hizo fue
picarle el costado, sabiendo que eso hacía que Zach sonriera de
inmediato. Papá también sonrió, y
sacudió la cabeza. - Venga chicos, id a
terminar el desayuno que nosotros ahora bajamos.
Mis hermanos fueron despejando el cuarto, y papá les dio una palmadita
suave a Harry y Zach cuando pasaron a su lado.
-
¡Jo! ¿Y eso por qué?
-
Por jugar con hielo. Y cuando volvamos Ted y yo
comprobaremos qué tal os sienta a vosotros que os echen hielo por encima.
Los gemelos abrieron mucho los ojos y miraron a papá como para ver si
iba en serio. Yo le miré igual cuando se fueron.
-
¿Lo harás de verdad? – le pregunté.
-
¿Echarles hielo? No. Pero he decidido que tampoco
voy a castigarles.
-
¿Y a mí? – musité, mirando las sábanas como si
fueran muy interesantes. Papá se sentó a mi lado en la cama.
-
¿Crees que lo mereces?
-
Sí… Pero primero escúchame…Sé que la he cagado. Sé
que si hacen algo mal debo reaccionar de otra forma… Que puedo castigarles de
ser necesario pero jamás golpearles. Lo sé y no volverá a pasar, pero no me
quites la posibilidad de cuidarles de nuevo… No se repetirá, en serio….
-
Theodore. No se me ha pasado por la cabeza el
impedirte quedarte con ellos otra vez. No voy a quitarte ningún tipo de
privilegio o responsabilidad como hermano mayor porque hayas cometido un error.
-
¿No?
-
No. Lo que quiero que entiendas es que por mayor que
seas tú también eres mi hijo. Y si haces
algo mal no me decepcionarás, ni perderás puestos, ni nada de eso, sino que te
trataré como al resto de mis hijos cuando hacen algo mal.
Puse una mueca, porque sabía lo que eso significaba. Papá tiró de mí
para darme un abrazo del que no pude escapar y lo aprovechó para darme tres
palmadas que fueron más un cariño, porque no dolieron. Me quedé quieto, sin saber cómo reaccionar. Eso no había sido un castigo, pero supe que
no iba a hacer nada más, compadecido por lo que me pasó la noche anterior.
- Tendría que darte una buena… - murmuró. - No vuelvas a asustarme así
¿eh?
-
¿Pero por qué me castigas? ¿Por asustarte, porque me
pegaran, por irme sin llamar, o por haber pegado a Harry? – protesté, porque
con esa frase casi parecía que fuera por el asunto de los matones esos.
-
No protestes que no te castigué, caradura. Pero si
te advierto, Ted, que no quiero ni que vuelvas a pensar en golpearles. Te dejo
a cargo porque se supone que eres responsable. Si tienes que regañarles lo
haces, pero no les golpeas. – reiteró.
-
Sí, señor. No volverá a pasar.
-
Lo sé, pequeño. – susurró, y me dio un beso en la
frente. Y luego varios más, hasta que me reí. - Ale, termina de desayunar.
Tienes más suerte de la que crees. Para una vez que te metes en líos, tu padre
resulta ser demasiado blando para castigarte.
Le sonreí y acabé el desayuno. Luego fuimos a la comisaría, respondí a
lo que pude, y fuimos a por el coche. Le
dije a papá si estaba bien que aprovechara para saludar un momento a
Agustina, y el no puso objeciones, sino
que más bien me animó porque quería tener ocasión de agradecerle a su padre.
-
A ese hombre no le agradezcas nada – casi gruñí.
-
¿Por qué no? Ted, te salvó…
-
Sí. Pero… - me mordí el labio. ¿Se lo podía contar?
Supuse que sí. No me gustaba tener secretos con mi padre. - … es que él no la
trata muy bien.
-
¿Cómo es eso?
-
¿Recuerdas lo de Fred? Pues es…es más o menos así.
Aidan abrió mucho los ojos. Vi pasar por ellos la sorpresa, la ira, y
luego la compasión.
-
De verdad que no sé qué está mal en esa gente… ¿Lo
ha denunciado?
-
No… dice que desde que hace terapia las cosas están mejor… aunque se llevan mal.
-
¿Y cómo van a llevarse bien si el tipo abusa de
ella? Grrr. Le daré las gracias por salvarte y luego le romperé las piernas.
Era divertido escuchar a papá hablando así, porque sabía que era
inofensivo. Llamamos a la puerta de la
casa varias veces, pero nadie abrió. No debían de estar dentro. Tras esperar un
rato, cogí el coche y nos volvimos a casa.
Ya en casa saqué el móvil para enviarle un whatsapp a Agustina, pero al
conectar el wifi me entraron como veinte.
9.30 ¿Cómo estás?
9.31 ¿Te duele mucho?
9.32 Fuiste un idiota… pero te amo.
9.33 Gracias, en serio
gracias.
9.40 ¿Estás bien? ¿Por qué no me contestas?
Sonreí como un idiota. La
escribí tranquilizándola y explicando que había salido de casa, pero con eso no
me pareció bastante. Quería escuchar su voz otra vez. Iba a llamarla, pero
Michael se me acercó, miró que no hubiera nadie más en el cuarto y cerró la
puerta.
-
¿Qué vas a hacer? – me preguntó.
-
¿Eh? Pues… llamar a Agustina…y ver una serie que
tengo grabada. ¿Por qué?
-
¡Me refiero a los tipos que te dieron una paliza!
¿Qué vas a hacer?
-
No te entiendo, Michael…
-
¡No puedes dejarlo así! ¡Esos tíos te dieron una
paliza delante de tu novia! ¿Es que no tienes orgullo? – me increpó.
-
Lo tengo, pero ¿qué quieres que le haga? Me ganaron
y ya.
-
Oh, no. Puedes vengarte. VAMOS a vengarnos. No voy a
dejar que nadie le ponga un dedo encima a mi hermano.
-
Ya, pues eso díselo a papá, porque si se me ocurre
ir tras ellos, va a…- empecé, pero Michael me interrumpió.
-
Olvídate de Aidan por un segundo ¿quieres? Esto no
se trata de él, sino de ti. Esos tipos te humillaron.
Mire a Michael viendo que iba completamente en serio. Una parte de mí
quería darle la razón, la parte de mí que esos tipos habían pisoteado y
pateado. Pero Aidan me mataba si se me ocurría ir en busca de los tipos que me
habían golpeado.
-
No voy a hacerlo, Michael.
-
¿Ah, no? Entonces ¿te da igual lo que le hagan a tu
novia?
-
¿Qué quieres decir? – le bufé.
-
Te atacaron frente a su casa ¿no? ¿Quién te garantiza que no están esperando en
una esquina a que salga para terminar lo que empezaron ayer?
Abrí la boca para responder, pero no se me ocurrió nada que refutara
eso. Es más, el último mensaje de
Agustina era de hacía un rato, y en su casa no había habido nadie. ¿Y si la
habían hecho algo ya? No podía dejar que
esos capullos la tocaran.
-
Tenemos que pararlos, Michael. – le dije, angustiado
– Pero no sé dónde están.
-
Bueno, sé por dónde empezar a buscar. ¿A dónde vas si quieres encontrar a un
pandillero?
Suspiré, porque sabía la respuesta, pero no me agradaba en absoluto: a
los barrios bajos.
- Michael´s POV -
La cara de Ted daba pena. Creo que él no era consciente de hasta qué
punto estaba hecho polvo. Quizá no se había querido mirar en un espejo o tal
vez no se veía como le veíamos los demás, pero tenía el labio hinchadísimo, un
ojo un poco cerrado, y un pómulo con principio de hematoma. Y así tenía que
estar todo su cuerpo.
Quizá por eso le había ido fácil con Aidan, a pesar de que en otras
circunstancias le habría degollado por golpear al enano. Había que ser muy
cabrón para enfadarse con alguien después de pasar una experiencia como la que
había pasado Ted.
Esos bastardos… Nadie tocaba a mi hermano. Nadie. Cuando supe que tenía un hermano y que este
tenía algo así como un padre me alegré por él. Pensé que jamás le vería pero
eso casi era mejor para él. Sabía que iba a tener una vida más o menos feliz, y
con eso bastaba. Pero ahora que yo formaba parte de esa vida me iba a ocupar
personalmente de que nadie le hiciera daño.
Tal y como había esperado, bastó con
mencionar la seguridad de Agustina para que Ted se decidiera a cobrarse
la revancha. Debía de querer mucho a esa chica. También tendría que estar
pendiente de ella, entonces, porque si lastimaba a Ted a mí me daba igual que
fuera mujer: lo que la haría no sería apto para menores.
Esos tipos iban a aprender a no meterse con mi hermano. Una vez hube
convencido a Ted me di cuenta de que seguíamos siendo sólo dos contra ocho.
Aunque yo esperaba poder contar con el factor sorpresa y pillarles de uno en
uno, dos seguía siendo poca gente. Me hubiera sentido mejor de tener a Alejandro con nosotros, pero Ted
me lo prohibió tajantemente.
-
Ni hablar, Michael. Quiero proteger a mi novia, pero
no voy a exponer a mi hermano. Es más, tampoco deberías venir tú.
-
Ya, claro. Buena esa. Intenta impedírmelo. – le bufé, y eché a
andar rumbo a la puerta de la calle.
-
¡Espera! ¿Qué haces?
-
Irme. Cuánto antes mejor.
-
Pero no podemos salir así. Si vamos a salir, tenemos
que decírselo a papá.
Cuando creía que Ted no podía ser más idiota, siempre me sorprendía con
algo nuevo.
-
Sí, espera, que será algo así: “hola papá, Michael y
yo nos vamos a buscar a los tipos que me apalearon ayer. Volveremos para comer.
Te quiero”. – repliqué, con sarcasmo. -
¿En serio pretendes pedirle permiso para esto, pedazo de imbécil?
-
No, claro que no. Pero no podemos irnos sin avisar,
o nos mataría por eso. Hay que buscar
una excusa…Algo que con suerte haga que no nos descubra y salgamos vivos de
esta.
-
Una mentira, quieres decir. – repuse, aunque era
buena idea. Si inventábamos algo bueno Aidan jamás sabría que habíamos ido a
buscar a esos tipos, y lo que no supiera no podía hacerle daño, ni preocuparle.
Y a nosotros nos salvaba el cuello.
Noté que no le gustaba mucho la idea de mentir a Aidan, pero si nos
íbamos sin decirle nada nos la cargábamos igual. Era una de sus estúpidas
normas.
Ted echó a andar en busca de Aidan.
-
¿Qué le vas a decir?
-
Que te quiero llevar al bosque. Aún no lo conoces
¿no? El de aquí detrás. No te aconsejo ir de noche, pero por el día es un buen
lugar.
-
Oh.
Bueno, parecía que no se le daba mal buscar mentiras. Fuimos con Aidan,
y Ted le dijo que quería enseñarme ese lugar, y pasar un poco de tiempo los dos
solos. Prefería que hubiera obviado eso último, porque me sonó muy cursi, pero
esa eran la clase de mierdas que le iban a Aidan. Era materialmente imposible
que se negara a dejarnos ir después de que Ted le soltara ese “….es que….ya
sabes…quiero conocerle más…”.
-
Claro, hijo. Enséñaselo, y pasarlo bien. Llevaros el
equipo de baseball si queréis ¿uh? Ese
claro que hay nada más entrar es ideal para jugar un rato. Y sobretodo cuidado
no os perdáis. Te llevas el móvil, ¿verdad?
-
Sí, aunque ya sabes que ahí no siempre hay
cobertura.
Increíble. Mi hermano era un genio. La trola perfecta por si nos
llamaba en un momento en el que no se lo
pudiéramos coger sin delatarnos.
-
Os espero para comer – dijo Aidan, y nos dio un beso
a cada uno en la frente. Seguía desconcertándome cuando hacía eso… pero quería
mil besos más como ese.
Ted y yo salimos y nos metimos en su coche. Le vi dudar antes de meter
la llave y tuve miedo de que se echara atrás en el último momento por algún
inoportuno ataque de conciencia de los suyos.
-
Ted, no estás haciendo nada malo. Te estás
defendiendo, les estás demostrando a esos tipos que no eres débil, y sobretodo,
vas a quitarles las ganas de acercarse a Agustina en seis kilómetros a la
redonda.
Asintió y puso el motor en marcha.
Recorrimos calles y más calles en silencio. Los peores barrios de la ciudad estaban
bastante lejos de allí. Íbamos a un
lugar que yo había transitado varias veces. Allí estaba lo peor de lo peor,
pero también gente legal que había tenido mala suerte en la vida. Conocía a
algunas personas, y con su ayuda terminaría por dar con la pandilla que había
atacado a mi hermano.
Tanto silencio comenzó a incomodarme. Iba a buscar algo qué decir, pero
Ted se me adelantó.
-
¿Qué es lo que vamos a hacer exactamente? Si damos
con ellos ¿qué hacemos?
-
Enseñarles quién manda.
-
¿Y cómo sugieres que hagamos eso? ¿Acaso pretendes
que nos liemos a golpes?
-
Pensé que estaba claro que no íbamos
precisamente a tomar el té… - repliqué.
¡Hay que ver por dónde me salía a esas alturas!
-
Yo no soy del tipo de los que se pelean, Michael.
-
Pues deberías, estás bastante fuerte. Pero ya lo sé. En realidad yo
tampoco. Es sólo que un hombre tiene que hacer lo que tiene que hacer.
-
Yo no soy un hombre – susurró – Y no creo que esto
sea lo que debamos hacer. No quiero pegarme con nadie.
-
Tranquilo ¿vale? Yo tampoco. Además, aún estás
destrozado por lo de ayer. Sé cómo tratar a esta gente. Prometo que evitaré el
darnos de ostias, pero tienes que dejarme a mí y seguirme el juego.
Ted no apartó la vista de la carretera, pero le vi asentir
imperceptiblemente.
-
Confío en ti.
Abrí un poco la boca por esa declaración. Me sentí lleno por un
segundo, y muy honrado, pero también con una enorme responsabilidad.
“No te fallaré, hermano.”
-
Aidan´s POV –
Me sentí ilusionado porque Ted y Michael fueran a pasar más tiempo
juntos. Me preocupaba un poco que Ted no estuviera haciendo nada de reposo,
pero no parecía encontrarse mal, así que intenté no obsesionarme con sus
golpes. De todas formas aproveché que se fue para pedir cita con su doctor. Ted
se molestaría al enterarse, porque diría que no necesitaba ir al médico, pero
estaba fuera de toda discusión. No iba a llevarle a urgencias sí se encontraba
bien, pero tal vez esos golpes necesitaban algún tipo de cura y no estaría de
más descartar alguna lesión interna.
La casa se quedó muy tranquila a eso de media mañana. Mis hijos estaban
entretenidos por grupos, pintando, jugando a algo, o en Internet en el caso de
los más mayores. Recordé que no se habían duchado la noche anterior, así que
les dije que fueran pasando al baño. Lo bueno de tener tantos niños es que me distraían
la mente. No me permitían obsesionarme con un problema o con una situación, así
que logré dejar de pensar en lo que le había pasado a Ted. Alice vació todo un bote de champú en la
bañera y pensé que nunca terminaría de limpiar aquél desastre, luego se
escondió pensando que me había enfadado con ella, y mientras tanto Kurt había
intentado bañarse sólo con resultados desastrosos.
-
A ver enanos, estaros quietos…. Venga Alice, no
pongas esa cara que no estoy enfadado, ¿bueno? Y Kurt…tienes que echarte jabón
después de estar mojado, sino no se hará espuma.
- ¡Ah! Ya decía yo que había algo raro…
Sacudí la cabeza y sonreí. Después fui con Dylan. Le observé para ver
si se alteraba porque hubiera un cambio en su rutina, pero cuando le dije que
se tenía que luchar se limitó a coger la pegatina con el dibujo de la ducha y
pegarla en el cuadrito que decía “Ahora vamos a hacer…” de su cuarto.
A veces me daba por pensar que no le habían diagnosticado bien. Cuando
me dijeron que tenía autismo, no quise creerlo. Me costó un tiempo asumirlo,
porque sabía que las cosas para él iban a ser difíciles. En esos primeros años, me volví sobreprotector
con él, quizá demasiado…. En una ocasión, cuando Dylan tenía cuatro años, Ted
trató de enseñarle a montar en bici, con el viejo triciclo con ruedines de
Cole. Fue una de esas veces que les había dejado con una niñera, porque yo
tenía que salir sí o sí y dejarles solos no era una opción. Pero las niñeras
solían verse desbordadas cuando había más de cinco. Cuando volví a casa me encontré a Dylan en el
suelo con un raspón en la pierna, y a Ted tratando de consolarle.
-
¡Ted! ¿Qué le ha pasado?
-
Se cayó…. ¡pero ya casi lo tiene! Si lo intenta una
vez más creo que lo consigue.
-
¿Conseguir qué? – pregunté, y fue entonces cuando vi
el triciclo.
Recuerdo que zarandeé a Ted y me
contuve para no gritarle, sin demasiado éxito.
-
¿Qué has hecho?
-
Sólo le enseñaba a montar…
-
¡Te tengo dicho que no puede!
-
¿Pero por qué no? Si no tiene nada en las piernas….-
me dijo Ted, con lágrimas en los ojos. Le giré, e iba a castigarle, pero esa
fue una de las pocas veces en su vida que él se resistió. - ¡No es justo! ¡Él
puede, él puede!
Le miré a los ojos y vi que él tenía razón y yo no, porque si quería
que Dylan tuviera una vida normal debía de empezar por tratarle como a un niño
normal. Abracé a Ted, contento de no haber cometido la tontería de reprenderle
por algo que no era malo, y le dije que mejor le enseñábamos juntos. Que su
hermano era especial, pero no diferente, y que por eso tenía que hacer como con
el resto: quererle y protegerle mucho.
No supe por qué me asaltó aquél recuerdo, pero de pronto pensé que Ted
era tan sobreprotector con la gente a la que quería porque yo también lo era, y
porque desde pequeño le había enseñado
que tenía que tener cuidado con sus hermanitos. Yo era la única familia que
ellos tenían y para mí era muy importante que ellos estuvieran unidos y se
llevaran bien por si algún día a mí me pasaba algo. Había invertido casi toda mi vida adulta en
que ellos comprendieran que eran algo más que hijos del mismo padre con vicios:
eran una familia. Pero tal vez en ese
proceso había puesto demasiado peso sobre los hombros de Ted y por eso desde
muy pequeño fue un hermano mayor ejemplar.
Ahora le tocaba ser el hermano menor. Miré por la ventana de la cocina,
que daba a la parte trasera de la casa, como esperando ver desde ahí el claro
del bosque en el que estaban. Era imposible para el ojo humano, claro está,
pero me quedé pensativo y preocupado por que Ted se hiciera daño, por querer
demostrarle a Michael que era fuerte o algo así. Tenía tendencia a querer
impresionar a la gente nueva que conocía
y me pareció lógico que quisiera impresionar con más motivo a su hermano mayor.
Le llamé al móvil pero tal como esperaba dio apagado o fuera de cobertura. Suspiré. No
podía ir a echar un vistazo porque no podía dejar a todos solos y además
hubiera quedado como un histérico “sobresobresobreprotector”. Pero justo en ese
momento vino Alejandro para coger algo de picar, y me pareció casi un designio
divino.
-
Ey, Alejandro, hace un día demasiado bueno como para
pasárselo dentro de casa ¿verdad?
Me miró con desconfianza.
-
¿Qué quieres que haga? – cortó. Jolines. Qué directo
y cuánto me conocía.
-
¿Puedes ir a ver qué tal están tus hermanos, en
especial Ted? Han ido al claro del bosque.
-
¿Y necesitan niñera o qué? – se quejó.
-
Alejandro, anda… hazlo por mí, ¿vale?
-
Vale – gruñó.
- ¿Pero estás seguro que se fueron allá? Desde la ventana del cuarto vi
cómo cogían el coche.
-
¿Qué?
-
El coche de Ted. No está ahí fuera.
Corrí a la ventana del salón para comprobarlo. Pensé que tal vez lo
habría metido en el garaje, por miedo a que lloviera. Ted era muy cuidadoso con
su coche. Salí un segundo, pero el garaje estaba vacío.
No sé con qué cara volví a entrar en casa, pero Alejandro se apartó de
mi camino como un ratón apartaría del de un gato.
-
Pa…papá….¿qué pasa?
- ¡Pasa que no tengo ni repajolera idea de dónde están tus hermanos,
eso pasa! Pasa que soy un idiota crédulo, inocente y confiado, y aquí me toman
el pelo. ¡PASA QUE TED ME MINTIÓ! ¡Y PASA QUE VOY A MATARLE!
-
Tra….tranquilo hombre…Que no es bueno alterarse
tanto - musitó Alejandro. – Yo…yo hice
ese mismo muchas veces….Lo de irme a un sitio diferente del que te digo.
-
Y no te fue muy bien esas veces ¿no? – repliqué.
-
Pues… pues no….Pero nunca te había visto así…
-
Este es el rato que normalmente se come Ted. Para
cuando tu vuelves ya estoy tranquilo – le dije, pero lo cierto es que aquella
vez casi estaba más molesto que cuando lo hacía Alejandro. ¿Qué por qué?
Supongo que porque no me lo esperaba de Ted. Alguna que otra vez me había
mentido pero nunca tan descaradamente.
-
¿A dónde habrá ido? – preguntó Alejandro. Eso mismo
quería saber yo.
Lo más frustrante de no saber dónde están tus hijos es que no sabes por
dónde empezar a buscar. Por eso cuando salían les pedía una ubicación, para
saber a dónde ir si pasaba algo. Creo que era una medida de seguridad básica.
Cuando se escapaban me impedían saber
eso, y si no querían que yo supiera
dónde estaban era seguramente porque iban a hacer algo que yo no les permitía.
Admito que lo primero que pensé fue “esto es cosa de Michael. Seguro que él ha convencido a Ted”. Michael era después de todo el más
conflictivo de los dos. Pero no podía engañarme: Ted ya era mayorcito para
decir que no. Sea cual sea el plan que Michael le hubiera propuesto, podría
haberme perdido permiso. Yo no solía decir que no si el lugar no era peligroso…
De pronto me imaginé a mis niños en alguna clase de bar de mala muerte.
-
Pero hay tantos bares y discotecas en la ciudad… -
murmuré, en un principio de desesperación. ¿Cómo saber en cuál estaban?
-
Papá… no creo que Ted se haya mentido para irse a
una discoteca….Es decir…es evidente que te ha mentido pero… tiene que haber
sido…por algo más importante. Tal vez para estar con su novia… - sugirió
Alejandro.
-
La vio ayer. Y además, ¿por qué se llevaría a
Michael si lo que quiere es estar con ella? Pero me has dado una idea…La voy a
llamar a ver si sabe algo. ¿Tú tienes su número?
-
Sí, mira, es que mi hermano me da el teléfono de su
chica ¿sabes? Por si me apetece verla un día, y tal – respondió con sarcasmo.
Gruñí, porque yo tampoco lo tenía. Pero sí tenía el de su amigo Mike.
Tal vez él podría decirme dónde estaba Ted, y sino darme el teléfono de su
novia.
Le llamé, pero no sabía nada de mi hijo. Sonó bastante sincero, así que
descarté que le estuviera cubriendo. Me dio el teléfono de su novia y la llamé
también a ella, pero no me lo cogió. Así que básicamente estaba como al
principio.
-
¿Tendrá algo que ver con lo de ayer? – preguntó
Alejandro.
-
¿En qué sentido?
-
No lo sé. Que de verdad le duela y haya ido al
hospital, pero se haya llevado a Michael para no preocuparte a ti, ya que él es
mayor de edad. – respondió, con voz inocente, pero supe que estaba pensando en
otra cosa.
-
¿Qué quieres decir de verdad, Alejandro?
-
Pues….estaba pensando en que… si a mí unos tipos me
dieran una paliza delante de mi chica….no me quedaría tan tranquilo. Buscaría
venganza. Aunque si es eso nunca le perdonaré el no haberme llevado con él.
Tardé unos segundos en entender y asimilar sus palabras.
-
¿Me estás diciendo que crees que ha ido tras esos
tipos?
-
Lo cierto es, papá, que no sé por qué otro motivo se
habría llevado a Michael. No son muy cercanos. No se llevan mal, pero a Ted le
gustan unas cosas y a Michael otras. No les veo yéndose al bosque para intimar
y si te lo has creído es que eres muy ton…-
se interrumpió cuando vio la mirada que le eché - … muy confiado. Estará
buscando a los tipos que le agredieron. Para cualquier otra cosa te habría
pedido permiso y tú le habrías dicho que sí.
Abrí y cerré la boca reconociendo la lógica de aquello. ¿Mi hijo era de
los que se vengaban? Por lo visto sí. Por lo visto se había ido detrás de unos
tipos que no le mataron de puro milagro. Oh, pero el que iba a matarle era yo.
Lentamente.
-
¿Por qué me lo has dicho? – le pregunté a Alejandro
con curiosidad. Él parecía más del tipo de los que se callaban para proteger a
sus hermanos, en lo que debía considerar una “guerra de rebelión contra papá”.
-
No soy tan hijo de puta. – murmuró Alejandro – No
voy a dejar que maten a Ted a ostias si
puedo hacer algo por impedirlo.
Iba a regañarle por ese lenguaje, pero lo que dijo me impactó
demasiado. Tenía razón: a Ted podían matarle. Y a Michael. Podía perder a mis
hijos en una estúpida pelea con unos pandilleros. Esa gente no tenía nada que
perder. Tenían demasiada mierda encima. Estaban inmersos en una guerra continua
en la que cada pocos meses moría alguien. Todos eran víctimas y todos
culpables, y mis hijos estaban a punto de involucrarse en esa guerra.
-
Si tengo razón y están buscando a esos tipos, me
matarán por habértelo dicho. – prosiguió Alejandro - Pero son dos contra muchos. Creo que de
verdad es peligroso, y que no lo han pensado con claridad. Si me hubieran
llevado a mí también…
-
Si te hubieran llevado a ti también una mierda. No
lo arruines, que estabas teniendo sentido común. ¿Cómo se les ocurre?
-
Aún no sabes seguro si es eso lo que están haciendo…
-
No, pero es un buen sitio para empezar a buscar.
Escucha, quédate aquí con tus hermanos y yo…yo iré a…
¿A dónde? ¿A la policía?
No estaba seguro de que estuvieran
buscando a esos tipos realmente, ni tenía pruebas, ni nada. Saber (o intuir) lo
que estaban haciendo no me solucionaba nada: seguía sin saber dónde estaban.
“Sí lo sabes. Lo sabes,
Aidan.”
“No, imposible. Se lo dije a
Ted. Se lo dije. Sabe que a los barrios bajos no.”
“También sabe que no debe
mentirte ni emprender una misión suicida de venganza.”
Tuve el presentimiento de que Alejandro tenía razón. Algo dentro de mí me decía que mi hijo había
ido a buscar a sus agresores.
Conocía lo bastante acerca del mundo de las bandas como para saber que
Ted corría peligro de muerte. Cuando dejé la casa de Andrew tenía algo de
dinero ahorrado. Había estado trabajando en una librería y con eso pude
alquilar durante un tiempo una habitación en un motel. Mi dinero no era mucho,
sin embargo, y por eso buscaba con desesperación un segundo empleo. Un día me
atracaron, y todo mi ser se rebeló contra la injusticia que eso suponía. Me
costaba mucho conseguir ese dinero, no me sobraba. ¿Por qué venía otra persona
a quitármelo? Perseguí a mi atracador, y acabé en una de las zonas más pobres
de Oakland. El aspecto de las casas era bien diferente a los edificios limpios
y ajardinados que poblaban el resto de la ciudad. Todo allí era de cemento gris
y sucio. Hasta la gente parecía hecha del mismo material. La única nota de
color la ponían los ocasionales grafitis en las paredes, algunos de ellos
bastante buenos en un sentido de talento artístico. Pero lo que más llamó mi atención fue la
mirada de la gente. Allí en West Oakland todos los ojos parecían tener… hambre.
A mí alrededor sólo veía ropa desgastada y coches destartalados, y de esos
tampoco había muchos. Perdí de vista al tipo que me había atracado, pero quedé
fascinado y absorbido por aquella nueva realidad que apenas conocía. Por todos
lados había carteles con la foto de un hombre negro con barba, y me pregunté
quién era. Le pregunté a unos niños que se pasaban el balón en medio de la
carretera, con la seguridad de que no pasarían coches.
-
¿Quién es el hombre de la foto? ¿Por qué pone ahí
“justicia para John”?
-
Es un hombre al que la poli mató el otro día. - respondió uno de los niños, con la calma de
quien ve eso como el pan de cada día.
-
¿La policía? – me extrañé - ¿Por qué? ¿Qué delito
cometió?
-
Ser negro. – respondió el otro chico, encogiéndose
de hombros. No lo dijo en tono despectivo. No quería decir “estuvo bien que
muriera, por tener un color de piel distinto” sino más bien “murió por que no era blanco como tú.” Ellos tampoco lo eran.
Tragué saliva. Después de eso no sabía si quería seguir preguntando,
pero había más carteles, con otras caras. En concreto había un grafiti con la
cara de un chico que se repetía por todos lados.
-
¿Y el de los dibujos?
-
Ese era miembro de una banda. Le mataron por entrar
en el territorio de los chinos. Los negros no deben entrar donde los blancos,
los latinos donde los negros, y ninguno donde los chinos.
-
Aunque a veces sí se mezclan – aportó el otro. – Las
bandas mixtas no luchan por dominar un territorio.
-
¿Y por qué luchan ellos? – pregunté, casi con miedo.
-
Por no morir.
Salí de allí con la sensación de que el tipo que había robado mi
cartera la necesitaba más que yo. Años después, cuando empecé a tener dinero,
colaboré en alguna campaña para acabar con el hambre en aquellos barrios, pero
vi que no había ninguna para acabar con la violencia, o al menos ninguna que
diera resultados a largo plazo. Con el tiempo me di cuenta de que esos chicos
nacían con un odio visceral hacia las bandas responsables de la muerte de su
padre, o de su hermano mayor, y de que la lucha sería eterna hasta que no
entendiéramos que la venganza no llevaba a ningún lado.
Y mi hijo había entrado en aquello, casi sin pretenderlo. Había entrado
de cabeza en un círculo de venganza que no tenía fin. Mi niño era demasiado
inocente para un mundo así… Ted no era agresivo… ¿Qué estaba pasando?
¿Qué podía hacer?
-
Ted´s POV –
“No debería estar aquí, no
debería estar aquí, no debería estar aquí.”
Esa frase se repetía como un mantra en mi cabeza.
No me gustaba la violencia. Menos aún me gustaban las situaciones
violentas en las que yo tenía todas las de perder. Me repetí a mí mismo varias
veces que estaba haciendo eso por Agustina, porque esos tipos sabían dónde
vivía ella y podían volver a terminar el trabajo. Pero aun así no se sentía
como lo correcto.
Entramos a un barrio que parecía
encontrarse cuarenta años en el pasado.
Dimos varias vueltas con el coche sin hacer nada más que gastar
gasolina. Debimos de estar así cerca de una hora. No sé lo que Michael estaba
buscando, pero o no se acordaba bien o lo que buscaba ya no estaba. Finalmente me
hizo parar el coche en frente de una tienda en la que no estaba muy claro lo
que se vendía. Me explicó que era una chatarrería: un sitio en el que vender
metal que te encontraras por la calle…o que hubieras robado.
-
No sabía que aún hubiera sitios de esos…
-
Gracias a sitios como estos yo he sobrevivido
durante muchos años – respondió Michael. Una vez más fui consciente de lo
diferentes que habían sido nuestras vidas.
Iba a entrar, pero Michael me frenó con el brazo.
-
¿Tienes un bloqueador para el volante? Ya sabes, una
de esas cosas que impiden que el volante gire, antirrobo.
-
Sí, ¿por?
-
No estamos en Piedmont*. Si vas a alejarte del coche, ponlo.
Lo hice, y luego comprobé que eso no había sido más que una maniobra de distracción de Michael, para entrar
solo a la tienda de chatarra. Gruñí. Ni siquiera sé por qué estábamos en ese
lugar en concreto.
No estaba dispuesto a quedarme atrás, así que entré yo también,
precavido por lo que me pudiera encontrar.
-
…así que ya ves. ¡Ah, mira, éste es el hermano del
que te hablaba! – dijo Michael al verme entrar. Por su lenguaje corporal y su
sonrisa distendida, entendí que el dueño de la tienda y él eran algo así como
amigos.
El hombre, algo mayor que nosotros pero quizá más joven que papá, me
saludó con la cabeza.
-
Es bueno saber que estás bien, Levis. Te hacía en la
trena.
-
¿Levis? – pregunté yo, extrañado. - ¿Cómo la marca
de pantalones?
-
Sí. Por aquí le llamamos así. Resulta que una vez,
cuando no era más que un chico raquítico y escuchimizao, intentó…
-
Mi hermano no necesita saber eso, Luca. Ted es
decente.
-
Entonces no sé cómo se junta contigo. – se burló el
tal Luca, pero se intuía que le tenía cierto cariño. – Bien, ¿en qué puedo
ayudarte, Michael? Veo que hoy no traes nada para venderme, y nunca has sido el
tipo de cliente que me compra algo.
-
Hoy no vengo para hacer negocios. Busco información.
-
Oh, pero eso también son negocios. La información
está muy cara estos días. – comentó el dependiente.
Michael gruñó.
-
Ted, ¿tienes pasta?
-
¿Qué?
-
Algo habrá que darle.
-
¡Dale tú, no te fastidia! - me quejé.
Estaba anormalmente bajo de fondos, porque además se me avecinaban
algunos gastos, como el cumpleaños de papá.
-
Yo no tengo. ¿Quieres encontrar a esos tipos o no?
-
Sí… - admití, y saqué un billete de veinte pavos –
No llevo más. – dije, cuando se lo tendí al chatarrero.
-
Está bien, hombre.
A Michael se le hace precio especial.
Michael sonrió y se apoyó en el escaparate.
-
Buscamos a unos chicos…Mi hermano te puede hablar de ellos mejor que yo. No tenemos
nombres, ni nada, sólo su aspecto.
-
Si han pasado por mi tienda, sabré quiénes son –
aseguró Luca.
-
Estupendo. Ted, descríbeselos.
-
Veamos… Uno era alto y grande… más o menos tan alto
como Michael pero más ancho. Era negro. Tenía un tatuaje en el puño, pero no
estaba en ningún idioma que yo entienda. Luego había un chico blanco, de pelo
castaño. No tendría más de quince años. Y un mulato, más clarito que yo, con el
pelo pegado a la cabeza con microtrenzas….
-
Vale, para. Así jamás sabré a quiénes te refieres,
chico. Tienes que darme más material.
-
Es todo lo que recuerdo… - me defendí.
-
Seguro que no. ¿Dónde les viste? ¿Llevaban armas?
-
Puños americanos… y les vi fuera de aquí, bastante
lejos.
-
Mmm. Fuera del barrio. Así que buscáis a una banda
mixta, que actúa en el exterior y no parece usar armas blancas… Creo que ya sé
quiénes son. Podréis encontrarles dos calles más abajo… tienen un local en el
que se reúnen a menudo. Lo reconoceréis porque tiene un grafitti bastante
conseguido.
Michael le dio las gracias, y
salió de la tienda. Luego se encaminó en la dirección que el hombre le
había dicho.
-
¡Michael, espera!
¿Qué vamos a hacer? ¿Cuál es el plan? – pregunté, y me mordí el labio -
….Tengo miedo – admití.
-
Tranquilo, Ted. No dejaré que te hagan daño.
-
¿Y si te lo hacen a ti? Además, no es eso lo que me
preocupa… Tengo miedo de mí…de hacer algo de lo que me arrepienta mucho…
-
Ya estás aquí ¿no? Tú déjalo en mis manos.
No es que eso me tranquilizara demasiado, pero Michael ya había echado
a andar otra vez.
-
No… espera… mejor vámonos…. Iré a casa de
Agustina…Vigilaré para que no se acerquen….
-
¿Veinticuatro horas al día? – replicó Michael – Eso
es imposible.
Él parecía muy decidido. No habría forma de convencerle y no iba a irme
de allí sin él, básicamente porque él no tenía coche y no le iba a dejar
tirado. Le seguí con el ferviente deseo de que nadie acabara en el hospital.
-
Aquí es – dijo Michael, y sin darme tiempo a pensar
aporreó un portón azul bajo el que se escondían los tipos que me masacraron. –
Mmm. Este lugar me suena….
Tras unos segundos, la puerta se abrió. Reconocí al chico que estaba en
el umbral como el que se había ensañado con mis costillas. Sin embargo él
apenas se fijó en mí, porque sus ojos se centraron en Michael.
-
¿MICHAEL? ¡Michael tío, eres tú!
-
¿Bill? ¡Joder1 ¿qué haces aquí?
-
No, qué haces TÚ, aquí. Te hacía en la cárcel. No te habrás escapado
¿no? Si es así aquí no puedes quedarte, macho, me empapelan…
-
Qué va.
Se conocían. Aquello era surrealista. Mi hermano y mi agresor eran
colegas.
-
¿Has venido a saludar?
-
He venido con mi hermano – respondió Michael,
tirando de mí.
-
¡Anda coño, si es el crío de ayer! Te dimos una
buena ¿eh?
¿Qué se supone que debía responder a eso?
-
Tío, os pasasteis un huevo. El chico sólo estaba defendiendo
a la novia – reclamó Michael.
-
E hizo bien, joder, hizo bien. A la novia de uno hay
que defenderla, que luego viene cualquier cabrón y te la zorrea.
Por alguna razón, de entre todo lo que esa situación podía hacerme
pensar, lo que ganó fue imaginarme cómo reaccionaría papá ante tal sobredosis
de malas palabras.
-
Y ese cabrón puedes ser tú ¿no? – dijo Michael.
-
Eh. Que el que se encaprichó de la maciza fue un
colega, no yo. Yo me ensañé con el crío. Pero no sabía que era familia, tío.
¡Esas cosas se dicen, hombre!
Aluciné en colores. O sea que a un desconocido si le podían pegar pero
al hermano de un amigo no. Y además lo había dicho como si fuera culpa de
Michael por no haberme colgado una especie de cartel con su firma, para que
ellos supieran que yo le conocía y por tanto no me podían tocar.
-
Le humillaste frente a su novia. – le recordó
Michael.
-
Totalmente. ¿Vienes a por la revancha o qué?
-
No, yo… no quiero pelea… - musité.
-
Normal. ¿Cómo vas a querer si aún debe dolerte esa
cara que te dejamos? Entonces ¿qué haces aquí?
-
Quiero que dejéis a mi novia en paz – susurré, con
un hilo de voz. Tenía pánico. Ese tipo y sus amigos me habían aterrorizado como
nadie en mi vida. – Que no os acerquéis
más a ella.
-
¡Pues claro, hombre, claro! ¡Quédate tranquilo que
es sólo para ti! Anda pasa ¿quieres una cerveza?
¿Me estaba invitando a beber? ¿Ese tío se pensaba que podíamos ser
amigos o algo así? ¿Pretendía que no le diera importancia a la paliza que me dio el día anterior?
-
No bebo. – le gruñí.
-
Anda la ostia con qué me sale este…. Michael ¿de
dónde le has sacado?
-
Déjale, hace bien, que luego se convierte en un
borracho como tú. Qué Ted, ¿no estás
contento?
Era coña, ¿no? ¿Contento?
-
¿Por qué?
-
¡Porque no ha habido que darse de leches, hombre!
Pensé que iba a ser más difícil, pero tratándose de Bill, es seguro que te
dejaran en paz.
-
¡Yo no he venido aquí a pegarme con nadie! –
protesté.
-
Engáñate todo lo que quieras, pero tú venías aquí a
marcar territorio, como todos. Uno lo hacen por su calle, otros por su raza, y
otros por la novia. – replicó el tal Bill.
-
Yo no marco territorio. Y tampoco me peleo. –
aseguré, mirándole con rabia.
-
Se parece a ti, Michael. Es cabezota, y tiene las
cosas muy claras. Seguro que si le pido a este que se una a la banda me dirá
que no, igual que tú. Y está bien, joder, el mundo necesita más pacifistas como
vosotros.
Ese “vosotros” me produjo sentimientos agridulces. Por un lado me
gustaba que me encontraran semejanzas con Michael, y por otro lado no. Empezaba
a entender que me había traído allí medio engañado, importándole un cuerno
Agustina y que le hubiera dicho que no quería pelea. De no haberle conocido, tal vez el tal Bill
me hubiera reventado de nuevo. Michael quería que yo me vengara, como para defender mi hombría.
Y había dicho las palabras adecuadas para que yo, como un tonto, accediera.
-
Michael, vámonos.
-
Espera un segundo, Ted, hace mucho que no le veo.
-
Vámonos. Papá va a preocuparse.
-
Que te esperes…
-
¡Vámonos! – insistí, más firmemente, alzando un poco
la voz. – Yo arranco el coche. Si te vienes bien, y sino aquí te quedas.
Fue una amenaza falsa, pero resultó efectiva, porque Michael se
despidió de mala gana de su “amigo”.
-
Que tocapelotas eres, Ted – me bufó.
-
Y tú qué chaquetero. Ese tipo me dio una paliza
¿recuerdas?
-
No sabía quién eras.
-
¿Y eso qué coño importa? ¿Si tú no le hubieras conocido entonces estaría
bien agredirme sin motivos? No entiendo a esta gente, de verdad…
-
Claro que no. Tú siempre lo has tenido todo – dijo
Michael, hablando de pronto muy en serio. – Cuando vives en la calle, tus
amigos son tu familia. Tu defensa son tus puños. Yo siempre estaba amparado por
…por un tipo para el que trabajaba. Era intocable. Pero estos chicos
aprendieron a pelear antes que a atarse los cordones. No comparto su estilo de
vida, pero lo entiendo. Son buena gente.
Brutos, pero buena gente.
Su concepto de “buena gente” difería del mío. Aunque, en cierta manera,
le entendía. Esa segunda vez el tal Bill
me había caído mucho mejor que la primera, seguramente porque habíamos hablado
con palabras y no con puñetazos. Tenía
un código de honor… uno que distinto al mío, porque incluía pegar a
desconocidos porque sí, pero me dio la impresión de que me podía haber tocado
alguien peor. Alguien que sí usara el puño americano para abrirme la cabeza, en
vez de solo para asustarme.
Eso no quería decir, ni mucho menos, que no siguiera pareciéndome un
capullo. Pero sí que creía que no tenía motivos para temer que él o sus amigos
le hicieran algo a Agustina.
Deshicimos el camino andado en dirección al coche, pero cuando aún
quedaban como cien metros, reconocí la silueta de un hombre sentado sobre el
capó.
-
Michael, es papá. – susurré, agarrándole del brazo
para que no siguiera avanzando.
-
¿Qué?
-
Sobre mi coche. Está papá. Y justo detrás ha
aparcado el suyo.
Michael miró al frente y vio lo mismo que yo.
-
Estamos jodidos. – murmuró.
-
Estamos muertos – corregí.
Papá nos vio también y empezó a caminar hacia nosotros. Luego apresuró
sus pasos, hasta echar a correr. Cuando
le tuve cerca, pude ver que había llorado, y me sentí una basura humana. Nos
abrazó a los dos a la vez sin decir nada, creo que porque no era capaz de
hablar.
-
Aidan´s POV –
Tomé la firme determinación de poner un GPS en el móvil de todos mis hijos
en cuanto tuviera una oportunidad. No entendía muy bien el funcionamiento de
esos aparatos, pero seguro que de haber tenido uno podía ayudarme a localizar a
Ted.
Había un motivo por el que yo era sobreprotector. Es decir, aparte de
porque iba en mi carácter y mis hijos eran mi vida entera. Había un motivo
concreto por el que yo era un histérico de la seguridad, en especial con Ted, y
a la vez hacía esfuerzos sobrehumanos por no estar encima. Creo que por tratar
de no ser sobreprotector a veces era demasiado despreocupado y de ahí que mi
hijo se hubiera escapado en mis narices.
El motivo se remontaba dieciséis años atrás, y no podía evitar revivir
las imágenes de Ted encerrado en aquella especie de incubadora. Yo sabía que no
era una incubadora, pero era más bonito pensar que se trataba de eso y no de un intento
desesperado por salvarle la vida. Era
demasiado pequeño para morir… había pasado por tantas cosas en tan sólo un año
de vida….En ese entonces me prometí que jamás le pasaría nada a ese bebé. Por
eso cada vez que Ted corría peligro, como cuando le operaron, sentía cierta
presión en mi pecho que se acercaba demasiado a un infarto. Por eso no podía
soportar la idea de que estuviera yendo de cabeza a una misión suicida.
Le dije a Alejandro que se quedara con todos, que yo iba a buscar a
Ted. Que si él volvía a casa antes que yo
me llamara al móvil. Sabía que las posibilidades de dar con él eran
pequeñas, pero tenía que intentarlo. Una parte de mí aun quería creer que
estaba sobrerreaccionando, y que Ted sólo me había mentido para irse a beber
con otros adolescentes. No es que eso fuera bueno, pero era mejor.
Antes de coger el coche, fui a la casa de enfrente, la del vecino. Llamé a su puerta y le rogué
que echara un vistazo a mi casa. Quería
asegurarme que todos mis hijos permanecían dentro. No podría soportar si alguno
más decidía jugar a las escapadas. De hecho tuve tentaciones de cerrar con
llave desde fuera, pero eso me pareció abusivo y peligroso, porque si ocurría
alguna clase de accidente tenían que poder desalojar el edificio.
Mientras conducía el coche pensé con horror que estaba más preocupado
por Ted que por Michael.
“No quiere decir nada. No es
que a Michael le quieras menos. Ted es el que está magullado y además Michael,
por desgracia, se ha manejado solo por mucho tiempo. Ted es más vulnerable” me dije.
Tal vez Michael hubiera estado en los barrios bajos. Sabía que había
vivido de casa de menores en casa de menores, pero se escapaba con frecuencia.
Tal vez se hubiera movido por allí. No es que todos los delincuentes de la
ciudad se concentraran en ese punto, pero todos pasaban por allí en algún
momento. Me dolía pensar en mi hijo como en un delincuente, pero había robado,
había estado en la cárcel, y se asustaba cuando veía a la policía. Eso último
me inquietaba, porque supuestamente ya estaba limpio. ¿O acaso no?
“En el fondo sé poco sobre Michael. Entre semana vuelve tarde de
la comisaría y cuando está en casa ocupo
mi tiempo con los enanos. Él va más por libre. Lleva dos semanas conmigo, ya le
trato como a cualquiera de mis hijos, y nunca le he preguntado si ha tenido
problemas con alguna banda”.
Claro que había preguntas que no quería hacer. Me parecían
prejuiciosas. Consideraba que podría sentarle mal si le preguntaba sobre sus
actividades fuera de la ley. Y tampoco tenía por qué suponer que había tratado
con bandas callejeras sólo porque hubiera pasado una temporada en la cárcel.
Tras un tiempo conduciendo, llegué a la parte pobre de la ciudad. Hay quien dice que Oakland puede dividirse en
dos. En parte por su tamaño, y en parte porque es como si tuviera dos
mundos diferentes. Era un buen lugar
para surfistas, para familias y para gente que amara el sol y la playa. Era un
lugar para gente rica. Pero también era un lugar donde había personas
muriéndose de hambre.
Me fijé en los coches, por si reconocía el de Ted. Tras un rato
buscando sin ver nada, empecé a relajarme.
“Has sido un paranoico,
Aidan. ¿Cómo iba a estar aquí? Estará con la novia. Tal vez incluso con algún
amigo que tú no conozcas. Sólo es una tontería adolescente.”
Tomé el camino de vuelta a casa pero de pronto me topé de lleno con el coche de mi hijo. Lo
reconocí de lejos pero miré la matrícula para confirmarlo. Estaba ahí. Aparqué
detrás del coche y lo recorrí de arriba
abajo, como si esperara verle escondido bajo el asiento.
Lo más sensato era esperar junto al vehículo, porque en algún momento
tendría que volver. Pero ¿y si estaba en problemas? ¿Y si en ese mismo momento
le estaban machacando otra vez? ¿Y si él y Michael estaban sangrando en el
suelo lejos de allí?
Me escocieron los ojos. Era una mierda de padre, de hermano mayor, y de
todo. Aquella noche habían hecho daño a mi hijo y yo no había estado para
evitarlo y en ese momento podían estarles matando, todo porque no había sabido
ver que Ted podría querer venganza.
Mierda, yo mismo quería masacrar a los que habían osado rozarle, normal
que él quisiera una revancha. Por fin, me permití soltar las lágrimas que el
día anterior había retenido. La angustia de saber que un hijo sufre un dolor
que uno no puede remediar es algo horrible.
Estaba decidiendo en qué dirección debía buscarles cuando les vi a lo
lejos. Ted y Michael estaban bien. El alivio tardó en venir, porque mi cuerpo
estaba como entumecido, pero luego me convencí de que eran ellos y eché a
correr. Les abracé todo lo fuerte que pude y luego me separé como buscando
daños. Michael no tenía ni un rasguño y Ted no parecía tener heridas nuevas.
-
¿Estáis bien? ¿Qué ha pasado? ¿¡Estáis bien!?
-
Estamos bien papá…. – susurró Ted.
-
¿Habéis estado con los tipos de ayer? – pregunté,
aunque lo creía innecesario. Ted asintió, muy despacio. Sentí ganas de cruzarle
la cara, a ver si así ponía sus neuronas a funcionar. Creo que lo que me
impidió hacerlo fue las señales que habían dejado en él sus atacantes. - ¿ES
QUE HABÉIS PERDIDO LA CABEZA?
La gente se giró para mirarnos, porque mi grito llamó su atención, pero
me dio igual.
-
No, papá, es que…
-
¡NO HAY ESQUES QUE VALGAN TED! ¿ACASO QUIERES QUE TE
MATEN? De todas las cosas estúpidas con las que he lidiado últimamente, ¡¡ESTA
SE LLEVA LA PALMA!! ¿PARA QUÉ COÑO FUIMOS A LA POLICÍA, EH? ¿PARA QUÉ FUIMOS SI
TÚ IBAS A TOMARTE LA JUSTICIA POR TU MANO? ¿TE HE ENSEÑADO YO QUE LAS COSAS SE
SOLUCIONAN CON VENGANZA? ¡DIABLOS TED, PELEARSE NO SOLUCIONA NADA, PERO SI VAS
A HACERLO NO LO HAGAS CON UNOS TIPOS QUE PUEDEN MATARTE! ¿¿¿¡TE DAS CUENTA DE
QUE PODRÍAS ESTAR MUERTO, JODER!???
Ted se encogió. Creo que le asusté un poco, o tal vez se sintió
culpable. Estaba bastante fuera de mí, y no sabía si quería seguir llorando o
seguir gritándole.
-
Tira para el coche. Venga. Te quiero todo el camino
delante de mí y sin hacer tonterías. Tu
Michael vienes conmigo.
-
No, yo voy con Ted…
-
VIENES CONMIGO. NO TE HE PREGUNTADO Y NO PIENSO
DISCUTIR. CASI ME MATÁIS DE UN INFARTO
ASÍ QUE PERDISTEÍS EL DERECHO A DAR CUALQUIER TIPO DE OPINIÓN.
Ted voló a su coche. Entró, cerró la puerta y vi a través de los
cristales cómo peleaba con el bloqueador antirrobo sin lograr soltarlo. Estaba
temblando y noté que se había echado a llorar. Respiré hondo tres veces y toqué
su ventanilla. La bajó enseguida.
-
Papá ya arranco, de verdad…es que…es que no puedo….
Me incliné sin decir nada y le quité las llaves de las manos para abrir
el antirrobo. Luego le devolví las llaves, y le di un beso.
-
Cálmate. No puedes conducir así. – le dije, y limpié
sus lágrimas con los pulgares.
-
Papá…snif…yo….
-
Shhhh. Hablaremos en casa, hijo. Shhhh. Me alegro de
que estés bien. – susurré. Le di otro beso en la frente y noté que se calmaba
un poco. – Ponte el cinturón. Y ve despacito.
-
No….snif…. si no es como si tuviera prisa por
llegar….
En otro momento habría sonreído, pero en esa ocasión me limité a sacar
la cabeza y caminar hasta el otro coche.
-
Adentro Michael.
-
Tienes que relajarte, te va a explotar una vena o
algo…
-
Adentro. – insistí y le abrí la puerta del
copiloto.. Él no hizo por moverse, así que cerré de un portazo. – O te metes tú o te meto yo y te aseguro que eso no
te gustará.
Michael me miró desafiante un poco más, pero al final abrió una de las
puertas correderas traseras y se metió ahí, como para estar lo más lejos
posible de mí. Me metí yo también y le
miré por el espejo retrovisor.
-
No me he sentido así en toda mi vida Michael. Nunca
he tenido tanto miedo, ni me he sentido tan traicionado como hoy al entender
que no estabais en el bosque.
-
¿Cómo supiste que estábamos aquí?
-
Cuando fue evidente que no estabais donde habíais
dicho, llegamos a la conclusión de que la única cosa por la que Ted me mentiría
sería para enfrentarse a esos matones.
-
¿Llegamos? ¿Quién fue el chivato?
-
Nadie, Michael. El coche no estaba, así que…-
empecé, pero me interrumpió.
-
¿Alejandro? ¿Harry? ¿Zach? Vivo rodeado de traidores.
-
¡NO HAY NINGUN TRAIDOR, SOLO UN PAR DE
IRRESPONSABLES! El horno no está para bollos así que te aconsejo que tengas el
pico cerrado. Parece mentira que seáis los mayores, caray…
-
No le digas eso a Ted, o le harás daño. Cuidadito
con lo que le sueltas. – me advirtió. Iba a responderle airado porque encima
pretendiera darme órdenes, pero logré dejar mi enfado atrás y entender que
estaba haciendo lo mismo que hacía Ted normalmente: defender a su hermano
pequeño.
Supe ver además que tenía bastante razón. Yo estaba muy enfadado, así
que tenía que tener cuidado con lo que decía no fuera a soltar algo de lo que
después me arrepintiera.
Hicimos el resto del viaje en silencio. Ted fue delante con su coche
todo el rato. Aparcó en casa antes que yo y tardó unos segundos en salir del
coche. Se quedó pegadito a su puerta hasta que yo salí del mío.
-
Sube arriba. A mi cuarto.
Cerró los ojos un momento y luego se fue.
-
Michael, tú también. Sal de ahí y sube. Sin
discutir. – añadí, al ver que abría la boca para replicar.
-
¡Sí, oh, capitán, mi capitán! - respondió, teatralizando un saludo militar,
imitando a la película “El club de los poetas muertos”.
-
¿Tienes que buscar una respuesta burlona para cada
orden que te doy? Entra y calla – le gruñí. Era consciente de que le estaba
hablando con mucha rudeza, pero es que él no colaboraba en mi intento de
calmarme.
-
No me apetece. ¿Qué harás, eh? ¿Crees que me das miedo? – se mofó. Tal vez
tenía instintos suicidas.
-
No tengo ningún interés en que me tengas miedo, pero
te aseguro que me vas a respetar – le dije, y me metí en el coche tirando de él
para levantarle del asiento. En cuanto entendió mis intenciones trató de hacer
fuerza, pero aun así no pudo esquivar tres palmadas fuertecitas.
PLAS PLAS PLAS
-
¡Aichs! ¡No, para!
-
Pues para tú. ¿Entiendes ahora que no estoy para
aguantar tus tonterías? Sube arriba con tu hermano.
-
Eres malo… - musitó, saliendo del coche por la otra
puerta, como para alejarse de mí. Suspiré, rodeé el auto y le intercepté. Le di
una especie de abrazo corto.
-
No tengas la caradura de decirme eso después del
susto que me habéis dado. Anda, sube.
Michael obedeció entonces y yo entré tras él después de cerrar el
coche. Pensé que para entonces ya habría subido pero me le encontré en el
salón, discutiendo con Alejandro.
-
¡Te voy a enseñar a tener el pico cerrado soplón de
mierda!
-
¡Me preocupasteis en serio! ¡Tendríais que haberme
llevado con vosotros! ¡Pensé que os iban a dar una paliza! – se defendió
Alejandro.
-
¡La paliza voy a dártela yo a ti, gilipollas!
-
¡BASTA! – corté yo, antes de que pasaran a las manos
- Michael, te dije a mi cuarto, no a discutir con tu hermano. Más
bien tendrías que agradecerle que tuviera razón al decir dónde podíais
estar o yo estaría aun peor de lo que estoy. Vete arriba.
Michael le dedicó una mirada de odio a Alejandro y subió. Suspiré, sintiéndome muy cansado. Que cada cosa fuera una pelea con él era
agotador. A Ted le dije que subiera y se subió.
-
¿Papá, qué pasó? – me preguntó Alejandro.
-
Aún no sé la versión completa, pero parece ser que
no hubo golpes de por medio.
-
¿Fueron a por ellos? – inquirió, como para
confirmar.
-
Sí. Alejandro, no tengo forma de darte las gracias…
-
Pero si no hice nada. Lo hubieses sabido o no, no
habría cambiado nada, ellos habrían vuelto. Además pude habértelo dicho antes:
sabía que el coche no estaba desde hacía rato. Sólo quería esperar a ver…pero
yo también me preocupé.
-
Como para no preocuparse. Lo que hicieron… grrr….
Hazme un favor: organiza un juego con los demás en el jardín ¿sí? Después
comeremos enseguida.
-
¿Lo dices para que no oigamos el asesinato?
-
El crimen perfecto siempre se hace sin testigos –
respondí, en un intento de responder a la broma, pero no se me escapó ni media
sonrisa.
Me preparé mentalmente para todas las posibles situaciones que podrían
tener lugar una vez subiera a hablar con
ellos, y fui a mi cuarto.
Ted y Michael estaban sentados
en mi cama. Ted tenía las piernas recogidas, y se las estaba abrazando. Al
verme levantó un poco la cabeza y pude ver que sus ojos brillaban con lágrimas
a punto de rebosar. De hecho pestañeó, y un par de gotitas resbalaron por sus
mejillas.
-
Papá… perdóname…
-
¿Por qué exactamente me estás pidiendo perdón,
Theodore? ¿Por mentirme, por escaparte, por ir a los barrios bajos o por ir al
encuentro de los tipos que se ensañaron contigo?
-
Por… snif…por todo.
Respiré hondo para estar seguro de no responder nada inapropiado. Tenía
ganas de recordarle lo poco que importarían sus disculpas si esos tipos le
hubieran hecho daño, pero me lo ahorré. Ted parecía bastante frágil en aquél
momento, y un reproche de más podía quebrarle como a un cristal rajado.
-
A ver si lo entiendo bien. Vosotros dos me habéis
hecho creer que os ibais a pasar un rato juntos y…
-
Técnicamente hemos pasado un rato juntos – me
interrumpió Michael.
-
No te pases de listo Michael. Decía que me habéis
mentido, y habéis ido a un lugar que Ted
sabe que está más que prohibido.
-
Exacto, Ted, no yo.
También fue él el que te mintió. – se defendió Michael.
-
Oh. ¿Así que tú eres totalmente inocente en todo
esto? – increpé. Me molestaba que intentase echar balones fuera.
-
Parcialmente al menos. Insisto en que yo no te
mentí.
Miré a Ted, pero no pareció molesto ni ofendido porque su hermano le
estuviera enviando al paredón. Su expresión de hecho llegó a preocuparme un
poco. Estaba con la vista fija en algún punto de la pared, creo que
concentrándose para no colapsar. Suspiré. Hablar con Ted iba a ser muy difícil
y entendí que aquél era el momento de separarles a los dos, porque las
respuestas groseras de Michael no iban a ayudar en nada.
Me surgió la duda de con cuál debía ir primero. Les estuve observando a
los dos durante un rato, y las diferencias eran tangibles. Ted estaba sentadito
ocupando muy poco espacio, con aspecto de querer morirse en ese mismo momento.
Parecía apenado, pero no asustado. En cambio Michael sí parecía tener miedo,
pese a su actitud altanera. Estaba echado para atrás, como queriendo mantener
distancias conmigo y se frotaba un brazo con nerviosismo. Aquello me sorprendió
mucho y fue lo que me impulso a ir primero con él.
-
Ted, vete a tu cuarto – le dije, pero no se movió ni
un milímetro. - ¡Ted! – medio le gruñí. Lo último que necesitaba es que él
empezara a pasar de mí también. Sin
embargo mi pequeño no estaba siendo desafiante, sólo estaba reuniendo valor
para hacer lo que hizo a continuación. Se levantó muy rápido y se empotró
contra mí, casi tirándome al suelo.
-
¿Qué haces?
-
Te robo un abrazo – susurró, con la cara escondida. Esa manera de decirlo
me sacó una sonrisa.
-
No puedes robar lo que es tuyo, cariño.
Correspondí a su abrazo poniendo una mano en su espalda y otra en su
cabeza. Ted olía a colonia de niño. Cuando no me cogía la mía le gustaba
echarse el perfume fresco y suave diseñado para no ser agresivo con los niños
pequeños. Decía que olía a casa.
Respiré hondo sin soltarle y él también lo hizo, hasta que nuestras
respiraciones se sincronizaron. Parecía mucho más aliviado ahora que estaba
ahí, entre mis brazos. Recorrí con los dedos los moretones que tenía visibles
cerca del codo y eso me generó sentimientos encontrados de compasión e ira. Me
daba rabia que se hubiera expuesto él sólo a que lo dañaran de nuevo. Lo del
día anterior no se había podido evitar, aunque él podría haber sido más
prudente y menos heroico, pero la aventura de aquella mañana había sido
totalmente innecesaria.
Empecé a frotar su espalda con la idea de confortarle un poco y que se
separara.
-
¿Mejor? – pregunté. Él asintió despacito. Le di un
beso – Ve a tu cuarto, vamos. Yo voy en un rato.
Ted volvió a asentir y se marchó. Suspiré. Odiaba tanto pero tanto ser
duro con él…
Me concentré en Michael, que seguía frotándose el brazo como Cole
cuando pasó la varicela. Me acerqué a él y le sujeté la mano.
-
Vas a hacerte herida. ¿Estás nervioso? – pregunté, y Michael se
encogió de hombros fingiendo indiferencia. – Así no ganas nada, hijo. No sé qué
pretendes demostrar, pero no es necesario que te escudes. Puedes decirme lo que
sientes de verdad. Entiendo que estés nervioso, pero no debes estar asustado.
No te voy a engañar, estoy muy enfadado, pero es sólo porque te quiero mucho y
tuve miedo de que te pasara algo.
-
¿De verdad me quieres? – preguntó. Sonó tan tierno…
tan diferente a hacía un rato…. Me senté a su lado y le apreté junto a mí.
-
Claro que te quiero, Michael. Las cosas han ido un
poco del revés contigo, pero eres mi hijo…. Es más, si firmases esos
papeles…serías hijo mío a todos los efectos.
No sé por qué dije aquello. Me había impuesto no presionarle al
respecto. Ya me había hecho a la idea de que no los iba a firmar. Pero pensé
que a él le ayudarían a creerse más que era mi hijo.
-
¿En serio quieres que alguien como yo…los firme? –
preguntó, y al segundo siguiente le estaba espachurrando muy fuerte, sabiendo
que con él no tenía que tener cuidado como con Ted porque no tenía golpes, así
que podía romperle los huesos yo de un abrazo. Esa pregunta me mató. ¿De verdad
pensaba que no iba a querer adoptarle porque era un poco…rebelde?
Pero entonces algo en esa situación no me terminó de encajar. Puede que
Michael no se acabara de creer lo de ser mi hijo, pero no tenía ninguna duda
respecto a que yo quería que firmara aquellos papeles. Era él el que no quería,
y yo lo respetaba, sabiendo que ya tenía un padre biológico. Ese “alguien como
yo” sonó demasiado como Ted, y como el Mike que conocí el primer día, diferente
al Michael que había conocido después.
El Mike que daba pena….el Mike que tal vez quería darla…
-
¿Me estás manipulando? – pregunté con incredulidad,
separándome de él un poquito. - ¿Qué es esto, el numerito del niño inseguro
para que no te castigue?
La mirada de fastidio que puso me indicó que había acertado.
-
¡Es que ya soy mayor para esto, joder!
-
Michael, ya tuvimos esta….
-
No, ¡escúchame al menos, Aidan, por favor!
-
¿Qué tengo que escuchar, Michael? ¿Qué me vas a
decir? “Soy un adulto, debes tratarme
como uno, ya no soy un crío para que me den palmadas”. Algo como eso ¿no? Ya te
di esa oportunidad ¿recuerdas? Y como no resultó, te dije que te trataré como un adulto cuando
te comportes como uno.
-
¿Y qué se supone que significa eso? ¿Tengo que esperar a que a que a cuando a ti
te parezca? ¡Soy adulto según la ley!
Era irónico que la ley fuera algo bueno o malo para él según si le
convenía o no.
-
Mira Michael, eres un adulto, tienes razón, por eso
no tienes hora de acostarte, por eso te dejo muy a tu aire con toda la
independencia que está en mi mano darte dada tu situación legal y por eso
muchas otras cosas. Pero el hecho cierto es que tengas la edad que tengas,
mentir, ir a los barrios bajos, y buscar pelea con unos pandilleros siempre
estará mal. Y ya que estamos hablarme de la forma en la que lo haces cada vez
que te sientes contra las cuerdas. Todas
esas cosas están mal y es por eso que voy a castigarte. Además está dentro de los límites del trato
que hicimos, porque te dije que lo haría siempre que hicieras algo peligroso o
ilegal y lo de hoy ha sido MUY peligroso. Así que estás en un buen lío. Y eso
no significa que no te quiera y que no quiera que firmes los papeles, y es algo
que no debes ni insinuar, y menos si no te lo crees. No me gusta que me
manipulen.
-
La verdad es que…. ya en serio…. a ratos no estoy
del todo seguro. Sé que me echas la culpa de que Ted te haya desobedecido. Como
si fuera una mala influencia, o algo. Tal vez te de por pensar que mi presencia
aquí te trae demasiados inconvenientes.
Hubiera preferido que fuera un nuevo intento de manipulación. Esas
palabras fueron como dardos ardientes clavados directamente en mis órganos
vitales.
-
¿Tu presencia aquí?
Cariño, no eres una visita. Eres familia. Y no creo que seas una mala
influencia. Ted ya es mayor para tomar decisiones.
Me miró sin creérselo del todo, y suspiré. Decidí ser más exhaustivo en
mi explicación.
-
Es cierto que eres el mayor, así que deberías
disuadirle de hacer locuras en vez de animarle como sospecho que hiciste, y ese
es parte del motivo por el que estoy enfadado, pero a no ser que le pusieras
una pistola en la cabeza, Ted pudo haberse negado y no lo hizo.
-
Supongo…
-
Mejor preocúpate por lo que sí hiciste ¿mm? Que no
es poco.
-
¡Pero es cierto que yo no te mentí! Quería salir de
casa sin decirte nada, fue Ted el que se inventó todo….
Le miré pensativo.
-
Participaste de su mentira, pero entiendo lo que
quieres decir. Dime una cosa… ¿a quién se le ocurrió todo esto, eh?
-
A mí… Quería que mi hermano se hiciera valer…que no
se dejara pisotear….
Michael empezó a contármelo todo. Lo que le había dicho a Ted para que
le siguiera, lo que había hecho para averiguar dónde estaban esos tipos, y la
feliz coincidencia de que fuera conocidos.
-
Ted tuvo mala suerte…. Al estar todos juntos se
vuelven más brutos, con más ganas de demostrar quién manda….por eso le dieron,
pero de verdad que no son malos…- concluyó.
Me contuve para no gritarle, porque no podía creerme que les estuviera
defendiendo.
-
¿Te das cuenta de que de no haberles conocido los
dos podríais estar en un hospital?
-
No nos habríamos dejado ganar…
Esa arrogancia me superó. Yo había hecho un esfuerzo, de verdad que sí.
Me había controlado. Pero aquello fue demasiado. Esa forma de pensar, ese “a mí
no me pasaría eso” era muy común entre adolescentes y era algo muy
irresponsable. Los accidentes le pasan a todo el mundo, y uno puede perder
aunque no quiera.
En un movimiento rápido le agarré y medio le tumbé encima de mí.
-
Y supongo que ahora te has dejado…
-
¡Suéltame Aidan! ¿Qué haces?
-
Demostrarte lo fácil que hubiera sido para esos
chicos inmovilizarte. – le dije, y luego le solté. Michael se incorporó y me
miró sintiéndose muy humillado. Seguramente había pensado que le iba a pegar, y
se había asustado. Lo lamentaba por él, pero creí que necesitaba esa pequeña
lección de humildad. - ¿Lo entiendes?
¿Entiendes que fue peligroso? Sé que yo soy más grande que tú y que te pillé
por sorpresa, pero seguro que esos chicos tampoco iban a enviarte un memorándum, y alguno habría que fuera más
alto o más fuerte que vosotros. Y eran más, Michael, muchos más. Y podrían
estar armados.
Michael asintió, y me sentí aliviado porque me entendiera.
-
Pero mi idea tampoco era ir ahí y liarme a leches…
- De no haberles conocido, sabes que es lo que seguramente hubiera
pasado. – respondí. Él suspiró,
rindiéndose o bien ante mi lógica o bien ante mi insistencia y pensé que no nos
quedaba nada más por discutir. – Es la última vez que sales de casa sin decirme
dónde vas a estar, es la última vez que vas a un sitio tan peligroso y es la
última vez que eres tan irresponsable. Y de eso voy a ocuparme ahora. Michael,
sácate los pantalones, por favor.
-
No, Aidan….¿no podemos hablarlo?
-
Ya hemos hablado, Michael. Ahora vamos a tener otro
tipo de conversación.
-
Pero con pantalón… por fa….
Dudé un segundo, pero quería que entendiera que aquello era un gran NO,
y que se había pasado.
-
Quítatelos, por favor. – repetí.
Me miró con odio, se los desabrochó y se los bajó en un movimiento
rápido y violento y vino hacia mí muy cabreado, dejándose caer con rabia encima
de mis piernas. Fue tan rápido que me sobresalté, porque además no me esperaba
que hiciera aquello con tanta fluidez, como si ya se hubiera acostumbrado.
Quizá le había castigado demasiado en el poco tiempo que llevaba en casa.
Respiré hondo y froté su espalda para tranquilizarle.
-
No lo hago por malo ¿bueno? No te enfades. Sé que
esto no te gusta, pequeño, ni a mí tampoco. Te castigo porque te quiero, y voy
a ser algo duro porque no podría soportar perderte.
Michael no respondió, pero le noté algo menos tenso. Se llevó las manos
atrás y se sujetó el calzoncillo.
- Esto se queda – medio exigió. El tono fue más bien infantil, casi
como si lo estuviera preguntando, y al mismo tiempo me indicó que se había
resignado al castigo. Era como si estuviera diciendo “vale, sé que me lo gané,
pero déjame la ropa interior, por fa”.
-
Eso suele quedarse, Michael. – le tranquilicé, mientras
le apartaba las manos.
Hice una respiración profunda y le di la primera palmada. Después
vinieron muchas más.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
Escuché a Michael gruñir por lo bajo. Eso era nuevo. ¿Gruñía porque
estaba enfadado o porque intentaba no hacer ruido? Le estaba dando fuerte y
hubiera sido normal que protestara un poco.
PLAS PLAS PLAS Auu PLAS PLAS
PLAS PLAS Ay… pica… jobar… PLAS PLAS PLAS
Empezó a quejarse bajito, creo que sin ser consciente del todo que lo
estaba haciendo en voz alta.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS … me
duele… PLAS PLAS ay… me duele… PLAS PLAS
PLAS
PLAS PLAS … ¡me estás dando muy
fuerte!… snif… muy fuerte Aidan… PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS snif… snif PLAS PLAS… Muy fuerte….
Eso me hizo dudar un momento, pero no le estaba dando mucho más fuerte
de lo que le había dado alguna vez a Ted. Sabía que dolía y que era normal que
se quejara pero yo controlaba mi fuerza. Aun así, baje la intensidad en las
siguientes, pero él convirtió sus lloriqueos en auténtico llanto.
PLAS PLAS PLAS Bwaaaaa PLAS
PLAS PLAS … Ya… au… snif… PLAS PLAS PLAS
¡Ay! PLAS
Pillándome totalmente desprevenido, Michael se revolvió y se alejó de mí. No le
costó mucho porque en verdad era muy fuerte. Pensé que saldría corriendo del
cuarto, pero en lugar de eso se
arrinconó en una esquina, como haría yo al ver un escorpión, ya que les tenía
un miedo terrible. Bueno, no exactamente así, porque él me dio la espalda,
mirando la pared casi como si le hubiera castigado a hacerlo.
Se frotó un poco llorando bastante fuerte. En ese momento me sentí muy
mal, por varios motivos. Principalmente por saberme el causante de sus
lágrimas, y en segundo lugar por sentir que no lo estaba haciendo bien. Michael
era un hombre y en ese momento parecía un niño, pero no en el buen sentido de
la palabra, sino más bien un pobre crío asustado.
No sabía si acercarme a él o si eso sería peor, pero antes de poder
decir nada Michael me miró con sus ojos azules muy culpables. Aquello me
sorprendió y por primera vez pensé que se parecía físicamente a Ted en algo más
que en la piel, porque esa mirada les asemejaba mucho.
-
Ya….snif….ya voy papá….snif….. solo dame….snif….un
segundo….
Las 13:24 de la mañana del 30 de Octubre. Ese fue el momento exacto en el que Michael
me llamó “papá”. El corazón me dio un vuelco, como si me hubiera quedado sin
aire, y todos los poros de mi piel se erizaron. Salté de la cama como un
resorte y fui hacia él.
-
No papá, ya voy…ya voy en serio….- murmuró,
asustado, pero antes de poder terminar le estaba asfixiando en un abrazo que de
hecho llegó a levantarle del suelo.
-
Me dijiste papá, Michael… me dijiste papá…. –
susurré, besándole la cabeza.
Michael pareció sorprenderse, confirmándome que fue algo involuntario.
-
Snif….es que…..snif…. me recordaste a él….snif.
-
¿Ah sí? Pensé que tu padre y yo… éramos muy
distintos – dije, en un intento de ser diplomático. Lo que en verdad quise
decir fue “pensé que tu padre te dejaba muy a tu aire, demasiado, y que por su culpa terminaste inmerso en un
mundo de ilegalidad”.
-
Sí….snif… él también me ignoraba cuando lloraba.
Zas. Alguien cogió mi alma, le hizo un nudo, y volvió a metérmela
dentro.
-
No…no hijito no….Yo no te ignoro….. me apena mucho
que te duela, aunque no lo creas, pero es necesario que entiendas que no puedes
hacer ciertas cosas y por eso te castigo…¿Cómo es eso de que él te ignoraba,
pequeño? – pregunté, conmovido. Michael siempre hablaba de su padre como
alguien a quien había querido y que le había querido.
- Él….snif… no sabía cómo consolarme.
Así que….snif… aprendí a llorar donde no me viera….snif…. para no hacerle sentir mal.
Me imaginé a un nenito de seis años tragándose sus lágrimas para que su
padre no le viera llorar. Me recordó a mí mismo, pero esperé de todo corazón que
el padre de Michael no fuera tan indiferente como Andrew, y que fuera más una
cosa de poca capacidad de reacción.
Andrew había llegado a hacerme sentir francamente mal por llorar, aunque
es cierto que nunca me mandó callar o se enfadó por mi llanto, salvo cuando
tenía mucha resaca.
Entendí que Michael se había levantado para que yo no le viera llorar,
pero eso no tenía sentido, porque ya le había visto otras veces… Le limpié las
lágrimas con los dedos, y alcé su rostro para que me mirara.
-
No me gusta verte llorar, es lo que más me duele en
este mundo, pero no debes hacerlo escondiéndote de mí, y menos cuando te estoy
castigando. Te aseguro que no te ignoro,
pequeño. Cada una de tus lágrimas se queda bien grabada en mi memoria así como
espero que el castigo se quede en la tuya, para así repetir esto lo menos
posible. – le dije, y le besé en la frente. Le noté respirar más calmado.
-
¿Se han….snif…. se han acabado ya los azotes? –
preguntó. Tal vez se había propuesto matarme de a poquito.
-
Me encantaría decir que sí, mi niño, pero lo cierto
es que te levantaste sin que terminara. ¿Se han acabado ya las escapadas?
-
Me encantaría decir que sí, pero lo cierto es que mi
padre me está enseñando que no debo decir mentiras. – respondió, con una media
sonrisa triste.
¿Me lo podía comer? ¿Por qué tenía que ser tan tierno justo en ese
momento? Estuve a un segundo de olvidarme de lo duro que había pensado ser para tenerle ahí en mis brazos para siempre.
Pero eso hubiera implicado, para ser justos, hacer lo mismo con Ted, y con él
en particular estaba dispuesto a no ser blando, por exponerse así después del
susto que habíamos pasado el día anterior.
Suspiré, y volví a sentarme en la cama esperando a que él se tumbara.
Había previsto aquél como un castigo memorable, pero eso ya lo fue por el hecho
de que Michael se había referido a mí como “su padre”. Así que le di las
palmadas restantes muy suavecito, casi como recordatorio de lo que pasaría si
me volvía a asustar así.
plas plas plas … ¿qué haces?… plas plas plas plas plas plas plas…. Esto
no duele…
-
Ah, ¿quieres que duela?
-
¡No!
-
Nunca vuelvas a darme semejante susto, Michael. Nada
de buscar pelea, nada de ir a los bajos fondos, nada de mentirme para salirse
de casa.
plas plas plas plas plas plas plas plas plas plas
plas plas plas plas plas plas plas plas plas plas
- Al pensar que podía perderte,
me sentí la mayor basura del planeta. Sentí que te había fallado y que no
soportaría vivir si a ti te ocurría algo malo.
plas plas plas plas plas plas … pica… plas plas plas… para… me siento
mal… snif… me haces sentir raro…. snif…. ¡yo no quería asustarte! …. plas
plas plas … snif… plas plas plas …. Ya….
Michael pataléo un poco, más nervioso que otra cosa aunque algo sí
debía de estar picándole. Lo cinco últimos si fueron fuertes, y en la zona de
los muslos.
-
Nunca lo olvides, Michael, porque si debo repetir
esta conversación me encargaré de ser más claro.
PLAS PLAS PLAS Auuu… PLAS PLAS
Froté su espalda y esperé un poco a ver si lloraba. Él tampoco parecía
tener muy claro si iba a hacerlo no. Le incorporé y vi que tenía los ojos
húmedos y un ligero temblor en el labio. Despacito, le giré para sentarle
encima y le di un beso en la frente.
-
Te quiero. Con tu lengua descontrolada, tus rabietas
de niño grande y tu habilidad para pararme el corazón varias veces en una
semana.
Escuchar aquello por lo visto hizo que terminara de arrancar a llorar.
Escondió la cara en mi pecho, confundiendo mi camiseta con un pañuelo.
-
Yo también te quiero aunque seas un plasta, dictador
y cavernícola…snif…
-
Vaya, puedo sentir el cariño. – bromeé, y me reí un
poco.
-
No es justo, me pegaste mucho…. Ahora tienes que
mimarme…papi…
La última palabra lo dijo como probando, para ver si lo podía decir. Le
apreté más contra mí y le di un beso en cada ojo. A Barie le gustaba que
hiciera eso cuando lloraba y pensé que a él podía gustarle también. Le miré
pensativo.
-
No es que no me guste…. Me has hecho muy feliz….pero
…. ¿por qué has empezado a llamarme papá?
-
Ted es mi hermano….todos son mis hermanos… y tú eres
su padre. Vivo contigo, tengo que pedirte permiso, te preocupas por mí, dices
quererme, y si hago algo malo tú me castigas. Pareces mi padre… en todos los
sentidos de la palabra. Con papeles o sin ellos.
-
¿Y vas a llamarme siempre así? – pregunté,
intentando que no viera cómo mis ojos también se llenaban de lágrimas.
-
Lo intentaré. Pero si te llamo Aidan no te
enfades…es que es difícil… Mi padre aún está vivo.
-
Lo entiendo, hijo. Sin presiones. Pero, me llames
como me llames, soy y siempre seré tu padre. En lo bueno y en lo malo.
-
¡Pues a ver cuándo empieza a ser en lo bueno! – me
protestó, y luego se frotó donde le había pegado. Me dio la sensación de que no
le daba ninguna vergüenza hacer eso, pero tal vez es que ese chico no conocía
esa palabra.
- Ted´s POV -
Dentro de casa sólo estábamos papá, Michael y yo. Lo supe por el
extraño silencio que me rodeaba, mientras esperaba en mi desierta habitación. Y
entonces un sonido muy particular rompió ese silencio. Papá tenía que estar
pegando a Michael bastante fuerte, y sin pantalón. Probablemente Michael
llevaba slips en vez de boxers y por eso sonaba tanto algunas veces, piel
contra piel. Si lo estaba oyendo tenía que ser, además, porque la puerta de su
cuarto estaba abierta. A papá no le gustaban los lugares cerrados, y como sabía
que estábamos solos debió de pensar que ya tenían suficiente intimidad sin
necesidad de encerrarse. Debía de estar muy seguro de que yo no iba a atreverme
a interrumpir.
No me molesté en contar cuántas le dio, pero una parte de mi mente
registró que no fueron muchas, porque dejé
de oírles en seguida. Papá siempre era más blando con Michael, era algo
que ya tenía casi comprobado. En parte estaba bien, porque nunca le habían castigado
así, así que ochenta o veinte seguían siendo muchas para él. Pero en parte lo sentía como algo injusto. ¿Y
qué con que fuera mayor de edad? Sólo me sacaba un año y un mes.
Los minutos pasaban y papá no venía. Yo cada vez me sentía peor.
Aquello era, seguramente, lo peor que había hecho en mi vida. Desde luego si
fue la vez en que papá más se enfadó conmigo, y me dolió tanto… ¿Por qué dolía
tanto que él se enfadara? Era casi como algo físico. Desde que le había visto
sobre mi coche tenía una presión en el pecho que todavía no se me había ido.
Me quería morir. No en un sentido figurado, sino en uno literal. Quería
morirme en ese mismo momento, para así estar seguro de que nunca más volvía a
ver los ojos de papá enrojecidos de haber llorado por mí. Me sentí una basura…
La culpabilidad me llevó a pensar para qué coño servía. No destacaba en nada.
Lo único que se me daba bien era mi familia, y ahora hasta en eso fallaba. Por
más que lo intentara, el tiempo acababa demostrándome que yo sólo era un error
de la naturaleza. Un error en la vida de Aidan que cortó su juventud de raíz.
Un error en el vientre de mi madre que le costó la vida. Un chico idiota que
sólo tenía que quedarse quieto en casa, pero en vez de eso decidía salir a
hacerse el machito y ahora lloriqueaba como una nena porque su padre le iba a
zurrar.
Pensar cosas tan duras me hacía sentir mejor, como si echarme mierda
encima ayudara a sanar las heridas. Tal vez tenía un lado sadomasoquista. Eso
tenía sentido: explicaría por qué había ido a encontrarme con los tipos que me
habían apaleado.
No sé cuándo empecé a llorar, o quizás es que nunca había parado. En
algún punto me tumbé sobre la almohada sintiendo que su blandura me
reconfortaba. No era como abrazar a papá, pero también se sentía bien. Decidí seguir pensando más cosas duras.
Hacerme daño me calmaba de alguna manera
extraña. De vez en cuando murmuraba
cosas relacionadas con lo que pensaba, porque lo que en verdad creía merecer
era algún insulto, pero como nadie me los soltaba me los decía yo sólo.
-…la tuya tiene que ser la segunda vida más desperdiciada de la
historia…. La tercera, la tercera vida, por que la primera vez que tenías que
haber muerto fue antes de nacer….así Michael tendría madre y Aidan un problema
menos….Sólo eres un aborto fallido….
-
¿Qué te dije la última vez que te escuché algo como
eso?
La voz de papá sonó como la de Batman. Me sobresalté, porque no le
había sentido entrar. Me giré para mirarle pero no me levanté de la cama.
-
….algo así….snif….como que me pegarías….snif…..es lo
que viene a significar casi todo lo que dices….
No sé por qué le dije aquello, pero sólo sirvió para hacerle más daño.
Genial, absolutamente genial. Papá se acercó y se metió conmigo en la cama,
envolviéndome con brazos y piernas.
- ¿Eso crees? ¿Eso es todo lo que oyes cuando te hablo? ¿Se te olvida
escuchar cuando digo que te quiero?
-….snif…. ya no me vas a querer más.
-
¿Qué fue hoy, el día de decir tonterías y yo no me
enteré? Hace falta más que una metedura de pata para que yo deje de quererte,
Ted. En concreto hace falta que me vuelva idiota, nos invadan los alienígenas y
me hagan una lobotomía. Y aun con esas
te seguiría queriendo, aunque no pudiera decírtelo por las graves
lesiones cerebrales que no me dejarían hablar.
Eso me hizo sonreír un poquito. Creo que sólo yo me reía con los
chistes tontos de papá.
-
No estés enfadado…..snif….no me gusta que te enfades
conmigo. - gimoteé. Sabía que estaba sonando demasiado infantil, pero papá no
hizo comentarios al respecto y me dio un beso en la cabeza.
-
Ni a mí, Ted. Pero tampoco me gusta que me
desobedezcas, me mientras y te pongas en peligro.
-
Lo siento papá…. de verdad lo siento…
-
Lo sé, hijo, pero no lo entiendo. ¿Por qué lo
hiciste? Me manipulaste, Theodore. Me mentiste para poder ir a los barrios
bajos, cuando te prohibí expresamente ir allá. Y fuiste a encararte con los
chicos que ayer casi nos matan. Sí, he dicho bien, NOS, porque si te pasa algo
a ti yo voy detrás, espero que lo sepas.
Cerré los ojos y traté de contener un nuevo sollozo. ¿Cómo había podido
hacerle eso a papá?
-
Yo…snif….yo sólo…Michael dijo…..Agustina…Esos tipos
sabían donde vive ella…Tenía miedo de que la pudieran hacer algo…
-
¿Y no crees que para eso existe la policía? Ya
sabes, personas a las que les pagan por proteger a los ciudadanos.
Me mordí el labio y eso dolió un poco porque aún lo tenía algo
hinchado. No es que no confiara en la policía, o en el FBI o en los distintos
organismos para detener delincuentes. Pero sinceramente no pensaba que se
fueran a tomar muchas molestias por un chico negro y su novia medio hispana. No
cuando había bandas de por medio. No ya porque el agente en cuestión pudiera
ser o no ser racista, sino porque se lo tomarían con calma, por ser algo que
era como el pan de cada día. No le darían prioridad, hasta que esos chicos
cometieran un asesinato, en cuyo caso se lo empezarían a tomar en serio.
Papá pareció entrever mis dudas.
- O al menos decírmelo a mí. Y yo habría buscado qué hacer. Cuando algo
te preocupe es a mí a quien debes acudir, pensé que lo sabías…
-
Y lo sé…te conté lo de Fred….y lo del padre de
Agus…. Pero…sólo no lo pensé….
-
Pues yo voy a encargarme de que lo pienses, Ted.
Eso fue una especie de señal para separarnos. Papá no me forzó a
levantarme, pero supe que quería que lo hiciera así que lo hice. Me limpié los
ojos y me puse de pie frente a él. Le
era incómodo sentarse en mi cama porque su altura le hacía chocar con la litera
de Michael, así que se sentó en una de las dos sillas que tenía nuestro
escritorio. Pensé que me iba a pedir que me deshiciera del pantalón, pero papá siempre me sorprendía.
-
¿Cómo estás? Déjame verte el labio… Tu cuerpo
siempre ha cicatrizado muy lento…- comentó papá, como reflexionando en voz
alta. Pensé un poco y vi que tenía razón: las heridas tardaban mucho tiempo en
curárseme. – A ver tu costado… - pidió, y me subió un poco la camiseta.
Chasqueó la lengua al ver un trozo de piel
más oscuro que el resto. Pasó sus dedos por ahí con suavidad. - ¿Cómo
pudiste ir a buscarles después de que te hicieran esto? ¿No tenías miedo?
-
Mucho. Pero estaba con Michael y…lo hacía por Agus.
-
Ojalá esa chica merezca todo lo que haces por ella,
Ted. – se sinceró papá, y luego suspiró.
- ¿Te duele mucho?
Ese fue un momento difícil. Sabía que era mi posibilidad de librarme de
aquella. Si exageraba la molestia que sentía por los golpes, papá no sería
capaz de castigarme. Tal vez me dejaría sin ordenador y sin otras cosas, pero
me libraría de la madre de todas las zurras.
También sabía que hacer eso no era lo correcto. Que yo solito me había
metido en aquella y que en parte estaba en problemas por mentir. Mentir más no
era la solución.
Decidí hacer algo que estaba a medio camino.
-
Mucho mucho -
afirmé, exagerando una cara de pena para que papá viera que sólo estaba siendo
infantil. Le hice sonreír, y eso me demostró que ya no estaba tan enfadado. Fue
todo un alivio.
-
¿Sí? – preguntó, y tiró de mí para sentarme encima
de él, como si fuera Kurt. Eso me avergonzó un poco, pero también era
agradable. – Pobrecito nene. Pero en el culito no tienes pupa ¿no?
Me ardieron las mejillas. Tal vez Aidan se pensase que yo era Kurt de
verdad. Escondí la cara en él para no tener que mirarle en un momento tan
vergonzoso.
-
No, pero tú me quieres hacer – protesté.
Papá no aguantó más y soltó una risita. Luego besó la parte de atrás de
mi cabeza, que era la que tenía accesible en ese momento. Me dio una palmadita
para que me levantara.
-
Ya en serio, ¿te duele algo?
-
Me molesta todo…pero doler doler sólo el labio. –
respondí, con sinceridad. Llegados a ese punto sólo quería que acabara cuando
antes, para poder saber si me perdonaba o no.
-
¿Por qué tuviste que hacerlo? – me reprochó. - ¿Por
qué me haces ser malo contigo? Ahora debería estar mimándote y consintiéndote.
-
Papá… por favor, ya no me regañes más…. – le
supliqué. Sus mimos me habían hecho sentir algo mejor, pero a ese paso iba a
empezar a llorar otra vez.
-
Está bien…. Pasaremos al siguiente punto, entonces.
Quítate los pantalones, Theodore.
Suspiré, y llevé las manos al botón de los vaqueros. Estaba más
tranquilo de lo que pensé que estaría, quizá porque papá había dejado de gritar
y había sido cariñoso conmigo. Me saqué los pantalones y los dejé sobre mi
cama. Ese gesto me hizo sentir expuesto… sólo era capaz de hacerlo porque se
trataba de papá. Años atrás llegué a la conclusión de que me pedía a mí que me
los quitara en vez de hacerlo él para darme mi espacio, y como signo para saber
que estaba preparado.
Cuando terminé me acerqué a él, de forma algo torpe porque no estaba
acostumbrado a que fuera sobre una silla. De hecho, no sabía cómo hacerlo. Era
demasiado grande para tumbarme encima suyo y que él sostuviera todo mi peso….
Me quedé parado frente a él, y me dio vergüenza tener que pedirlo….
- Papi…en la cama….
Eran pocas las veces en las que le llamaba “papi” si no era jugando,
imitando a los enanos. Pero me sentí muy vulnerable y me salió solo. Además,
tenia algo de miedo.
-
Va a ser aquí, Ted. Yo voy a sujetarte. Vas a
aprender a confiar en mí. No dejaré que te caigas, ni que nada te haga daño. No
permitiré que tú tampoco te lo hagas o te expongas a que te lo hagan, y por eso
es este castigo.
Abrí la boca en forma de “o” bastante sorprendido. Eso explicaba por
qué estábamos en mi cuarto y no en el suyo, aparte de que Michael debía de
estar allí en aquél momento.
Me ayudó – por no decir que me obligó – a tumbarme sobre él, y durante
unos segundos sentí que mi cuerpo quedaba suspendido en el aire. Luego apoyé
las manos en el suelo e hice lo mismo con los pies. Odiaba aquello. Era mucho
peor que sobre la cama. Papá puso una mano en mi espalda, como para recordarme
su presencia y el hecho de que no me iba a soltar. Luego me subió un poco la
pernera de los boxers….Eso no lo había hecho nunca. Lo preferí a que me los
bajara (solo de pensarlo me moría de vergüenza), pero tantas cosas inusuales me
hicieron entender que aquello era diferente a cualquier otra vez. Aunque ya lo
sabía, confirmé que a pesar de las palabras y gestos amables papá iba a ser
duro conmigo.
Me acarició los muslos que acababa de destapar durante un buen rato,
hasta que logré relajarme un poco. Entonces subió la mano y me dio la primera
palmada, y dolió más que nunca. Fue en la parte alta del muslo descubierto, y
además fuerte. Sentí de inmediato unas intensas ganas de frotarme donde me
había pegado, pero no pude porque llegaron muchas más, sin tregua.
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
Me obligué a aguantar. Una cosa buena que tenía papá es que no te
pillaba de sorpresa. Así era más fácil
no gritar, porque te preparabas mentalmente y podías tener algo de autocontrol.
Pero el autocontrol se acababa enseguida cuando empleaba tanta fuerza como
entonces.
Una parte de mí, la parte increíblemente grande que quería echarse a
llorar, pensó en otro motivo por el cual no estábamos sobre la cama aquella
vez: al tener que apoyar las manos en el suelo se aseguraba de que no intentara
taparme. Mi mente retorcida pensó que papá debía de haberlo planeado así
sabiendo que aquella vez me iba a costar más que otras el estarme quieto.
PLAS PLAS PLAS PLAS… au…. PLAS PLAS PLAS PLAS… mggg… PLAS PLAS
Dejé escapar el primer quejido y
las lágrimas de mis ojos rebosaron. Llevaba al borde del llanto mucho
rato, desde antes que comenzara, así que era algo esperable.
PLAS PLAS PLAS PLAS… au…. PLAS PLAS PLAS… ay… PLAS…. snif… snif… PLAS
ai… PLAS… ai….
Sin poder evitarlo, levanté la mano derecha para intentar frotarme. Eso
me desequilibró, pero papá me sujetó antes de que cayera.
-
Ted… las manos quietas hijo…sé qué te duele…. – la
voz de papá sonaba ronca. – Recuerda que te quiero ¿si?
Intenté que no se notara que estaba llorando, pero el temblor de mi
cuerpo me delató. Luché contra el
llanto, frustrado por no ser capaz de enfrentar aquello sin llorar como un
idiota. Me sentí un débil quejica y
además no tenía sentido: los puñetazos de esos tipos habían dolido mucho más
que las palmadas de papá…
Claro que en ese momento lo que más me dolía era el corazón. Y dolía
más que cualquier golpe. En vez de estar enfadado conmigo, papá estaba tratando
de hacerme sentir mejor. No me merecía que tuviera tanta consideración. Y no
merecía que me quisiera.
Aidan acarició mi espalda por un rato, pero intuí que no habíamos
terminado. Sólo me estaba dando un respiro, y creo que él estaba cogiendo
fuerzas.
PLAS PLAS PLAS … ayyy… PLAS PLAS PLAS… snif… PLAS PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS… snif… PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS … snif… snif… PLAS PLAS PLAS
PLAS PLAS PLAS PLAS … au…PLAS PLAS PLAS … ai… snif… PLAS PLAS PLAS…
bwaaaa
Aquellas ya no fueron en el muslo, sino más arriba, pero la protección
del calzoncillo no significó nada.
Empecé a llorar como un histérico, pero no era tanto porque doliera como
porque aquello superaba cualquier castigo que me hubiera dado antes. Nunca me
había dado más de sesenta y cinco sin pantalón, y nunca tan fuerte. No sé por
qué esa barrera significó algo para mí, pero de alguna forma fue como si me
estuviera diciendo “te has pasado”.
Yo ya sabía que me había pasado. Había sido un idiota, un estúpido,
un….
-
Cielo…Ted, ya no llores así…. No llores así mi
vida….- susurró Aidan. No se sí quiso que yo lo oyera, porque lo dijo muy
bajito. Entonces pasó algo muy extraño, y es que las siguientes palmadas que
sentí fueron muy flojitas.
Plas plas plas plas plas plas plas plas plas plas
Plas plas plas plas plas plas plas plas plas plas
¿Qué era eso? De la sorpresa, se me cortó el llanto. No dolía en
absoluto. Picaba un poco, pero a decir verdad eran casi más un alivio para el
picor que sentía ya de por sí por las palmadas más fuertes.
Aquello no estaba bien. Yo sabia que Alejandro se había llevado más
alguna vez, por cosas quizá menos serias. Papá estaba siendo bueno conmigo.
Seguramente mis lágrimas le habían conmovido y esa era su forma de perdonarme
el resto del castigo. Sin previo aviso empecé a llorar aún más que antes.
-
¿POR QUÉ TIENES QUE SER TAN BUENO CONMIGO? – grité,
rabiando de impotencia - ¡ENFÁDATE! ¡GRÍTAME COMO HICISTE MÁS TEMPRANO!
-
No Ted, no voy a hacer eso… y siento si os grité
ésta mañana en la calle. Entiende que lo que sentí…fue simplemente demasiado…
Aidan no lo entendía. Quería que se enfadara conmigo. Necesitaba que se
enfadara conmigo. Su benevolencia sólo me generaba más culpabilidad.
Mi experiencia me dijo que había una forma eficaz de hacer que se
enfadara.
-
¡ME LA SUDA LO QUE SINTIERAS, SOPLAPOLLAS! – le
chillé.
Sentí que papá se ponía rígido.
-
¿Qué dijiste?
-
¡SOPLAPOLLAS, SOPLAPOLLAS, SOPLAPOLLAS!
Todo fue silencio y quietud por un segundo. Después, sentí un fuerte
tirón de mi ropa interior. Papá me estaba bajando los calzoncillos. Nunca…
jamás había hecho eso…conmigo. Entre mis hermanos corría el rumor de que papá
había castigado así a algunos de ellos. Zach, Harry y Alejandro no confirmaron
los cotilleos, así que yo no llegué a creérmelo. Hasta entonces.
PLAS … ¡Ay!… PLAS … ¡Au!… PLAS… snif… PLAS…. snif… PLAS… ¡AAH!
….PLAS…..ui…. PLAS ….snif…. PLAS PLAS
PLAS bwaaaa PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS
-
¿Te calmaste ya?
-
Snif…snif… sí señor… snif… ayyy…..- pataleé un poco.
Eso SÍ había picado. Bueno, si quería
que papá se enfadara, objetivo dolorosamente conseguido.
-
¿A qué ha venido eso? – me preguntó. Se notaba un
rastro de molestia en su voz, pero estaba calmado.
-
Perdón….
Acarició mi espalda hasta llegar al cuello. Una vez ahí, frotó mi nuca.
-
Perdonado, Ted….¿A qué vino? Te estabas portando muy
bien. ¿Te enfadaste porque estoy siendo malo contigo?
-
Snif… nooo… snif… por lo contrario…
-
¿Uh?
-
Deberías… snif… snif…. odiarme.
-
Eso nunca. – dijo, con convicción. – Jamás, hijo.
- Soy... un mal hijo. Y un mal hermano.
- Vaya, volvemos con las tonterías...
- ¡Hablo en serio, papá! Le...snif... le pegué a Harry....y....te
asusté a ti...snif....y te mentí....
- Eso no te hace mal hijo ni mal hermano. Eres el mejor que se podría pedir. Sólo una cosa tesoro... te vengaste de
Harry....y luego fuiste a por esos chicos... dime ¿te sentiste bien al hacer
alguna de esas cosas? ¿Te hubieras sentido bien si hoy le devuelves a esos
matones los golpes que te dieron? Piénsalo.
- Sé lo que quieres decir.... ya sé que la venganza no es la
solución.... snif....No volverá a pasar.....
- Me alegro, Ted. Me alegro mucho.
Lloré por un rato largo preguntándome si iba a continuar. Creo que él
también se lo estaba preguntando y al final debió decidir que no, porque subió
mi ropa interior con cuidado y comenzó a acariciarme para que me calmara.
-
Vamos… vamos….shhhh…. ¿Te quieres levantar? ¿No? Bueno. A mí no me importa. No es que me peses
ni nada.
Quizás eso último iba con un poco de sarcasmo, pero me dio igual. Me
quedé ahí hasta que sentí que la sangre se me bajaba a la cabeza. Entonces me
levanté y me aparté un poco de él. Papá me observó con cautela.
-
¿Estás enfadado? – me preguntó.
Negué con la cabeza y me restregué el puño por los ojos. Papá pareció entonces muy aliviado y se puso
de pie para venir hacia mí. Yo di un paso atrás, así que él se detuvo. Su
expresión volvió a ser de preocupación.
-
¿Estás asustado?
Volví a negar.
-
Snif.
-
¿Te duele mucho?
Ahí no negué, y sentí ganas de frotarme un poco, pero para mostrarle
que tampoco era eso caminé hasta él y me pegué a su pecho para que me abrazara.
No tardó ni medio segundo en rodearme con sus brazos.
-
¿Qué pasa, campeón? Habla conmigo ¿sí? Nosotros nos
lo contamos todo. – me animó, mientras frotaba mi espalda. Eso se sintió como
algo muy reconfortante en ese momento.
-
Todo no….snif…. no me has dijiste qué tal con Holly.
-
Hagamos un trato. Tú
me cuentas y yo te cuento, ¿mm?
¿Qué está mal, Teddy? ¿Qué tienes?
-
Snif.… se siente…snif…. como si fueras demasiado
bueno conmigo….snif….. me viste llorar y me diste más flojito….
-
Hijo, eso lo hice también con Michael. Era lo justo
¿mm?
-
Pues sería…snif… la primera vez que eres justo –
dije sin pensar. Creí que papá se
enfadaría pero lo único que pasó fue que detuvo los mimos un instante para
después reanudarlos como si nada.
-
¿Eso crees? ¿Soy injusto?
-
Tienes más paciencia con Michael que con los demás.
– opiné. Puestos a ser sinceros, iba a soltarlo todo.
Papá tardó tanto en responder que pensé que ya no iba a hacerlo. Al
final me llevó a mi cama, y me hizo tumbarme para echarse él a mi lado.
-
Tienes razón, hijo. Cuando la tienes, la tienes.
Supongo que no termino de tener claro lo que hacer con él…No deja de ser un
adulto. Sin embargo entiendo que eso no es justo para el resto. Pero no voy a
empezar a ser más duro con él… sino más blando con vosotros. Y voy a empezar
ahora, por mimar a mi bebé.
Me costó pillar que su “bebé” era yo.
-
¡Papá! – protesté.
-
¿Qué pasa? – se hizo el inocente.
-
Me avergüenzas. – regañé, y para demostrarle lo
enfadado que estaba y lo mayor que era me apretuje contra él para que me mimara. Aidan se rió suavemente y me retuvo
de esa forma que me hacía sentir especial, como un tesoro personal o algo así.
Estuvimos así un rato. Noté que me entraba el sueño, pero me dio igual,
porque papá era la almohada perfecta.
-
No Ted, no te duermas…. Tenemos que comer.
-
No tengo hambre.
-
Ayer no cenaste. Tienes que comer – dijo papá, en
ese tono que no era una pregunta.
-
Es que no me entra… - susurré. Me acarició la
mejilla.
-
¿Aún triste? Ya no hay por qué, hijo. Todo está
bien. Sé que crees que fui duro contigo pero en realidad no lo fui tanto…
Alejandro te lo podría confirmar.
-
Si me hubieras dado el doble o la mitad, me sentiría
igual. No es por algo que hayas hecho tú, sino por lo que hice yo.
-
Fueron unas cuantas tonterías, pero creías tener un
buen motivo. Lo importante es que ya no lo hagas más, pequeño. No sirve de nada
que ahora te martirices.
Suspiré. Eso era cierto, pero…
-
Ya no vas a confiar en mí…
-
Pues, si no confío en ti ¿en quién? Ted, nadie es
perfecto. Equivocarse es de humanos. Tú ya eres demasiado bueno. Tanto, que un
día de estos te analizo a ver si va a resultar que eres de Marte.
Sonreí un poco, pero me frustré, porque yo le estaba hablando en serio
y él hacía bromas.
-
Yo intento hacer las cosas bien…. pero a veces no se
cómo… Sé que lo que hice está mal… pero sólo intentaba proteger a Agustina. Tu
habrías hecho lo mismo si se tratara de mí o de cualquiera de mis hermanos.
Aidan abrió y cerró la boca unas cinco veces antes de decir algo
coherente.
-
Eres mi hijo. Yo haría lo que fuera – dijo al final.
– Nunca dije que no te entendiera. ¿Por qué te crees que puedes sentarte
después del susto que me diste?
-
¡Ah no, no quieras quedar ahora como el bueno! ¡Es
mentira, no me puedo sentar, fuiste muy malo!
- me quejé.
-
¿Ah sí?
-
Ahá.
-
Mmm. ¿Y qué puedo hacer al respecto?
Conocía ese brillo en sus ojos y no me gustaba nada. Antes de poder
coger aire me había sacado de la cama, y de alguna forma, no se como, me había
colgado en su hombro. Me hizo cosquillas en los pies mientras me sacaba del
cuarto.
-
Jajaj no, Aidan, para, ¡para! ¡Te harás daño, peso
mucho!
-
No soy tan viejo,
canijo.
De pronto estábamos en su cuarto, y me tiró sobre la cama al lado de
Michael, que nos miró como si estuviéramos locos. Supe que Aidan lo hizo para
poder estar con los dos a la vez.
---
* N.A.: No creo que necesite ninguna explicación
porque se ha vuelto viral en Internet, pero el Ice Bucket Challenge es una
iniciativa para luchar contra la
enfermedad conocida como ALS o ELA en español (Esclerosis lateral amiotrófica).
El desafío consiste en echarse encima un cubo de agua fría con hielo. Hay quien
dice que es para experimentar por un segundo lo que sienten estos enfermos,
pero en realidad el objetivo del asunto es llamar la atención para recaudar
dinero. Los famosos se sumaron enseguida a esta iniciativa y detrás de ellos
gente con calor a la que le apetecía mojarse, convirtiéndolo en un juego y
olvidándose de lo que significa. En mi país la gente hace la tontería del cubo
pero se olvida de la parte de donar.
* N.A.2. : Oakland (California) es una de las ciudades con más crímenes por año
de los EEUU. Hay mucho problema de droga, tengo entendido, y también alguna que
otra banda en los llamados “barrios bajos”.
Es una ciudad con mucha población negra e hispana, y ellos suelen
llevarse la culpa de todos los crímenes (desgraciadamente suelen tenerla, pero
no en exclusividad y los prejuicios me cabrean).
* N.A.3.: Amo esta canción :3 [sí, soy una romántica sin remedio]. La
traducción de ese cacho:
“Porque todo de mí, ama todo de ti.
Amo tus curvas y todos tus bordes. Todas tus perfectas imperfecciones.
Dame todo de mí, yo te daré todo a ti. Eres mi final y mi principio. Incluso cuando pierdo estoy ganando, porque
te doy todo de mí, y tú me das todo de ti. “
*N.A.4.: Piedmont es un barrió rico de Oakland. Uno de
estos barrios donde los jardines son tan grandes que no ves la casa.
Nota de autor número “voy a
dejar de contarlas”.: Pedisteis que ted
se metiera en líos….y no sé si al final cumplí las expectativas xD Es el
capítulo más largo que hice nunca. ¿Eso cuenta?
buenisimoooo!!! largo sí, pero me encanta leerte. quedo genial! ted y michael en problemas. gracias
ResponderBorrarlo llevo leyendo desde anoche pero me ha encantado simplemente genial
ResponderBorrarTedo muy muy largo tu capitulo pero estuvo hermoso. pobres sitos chicos. pero que boquina la de Ted que ya la tenia ganada y lo único que consiguió fueron mas zas a calzoncillo quitado :3
ResponderBorrarMary
waaaauuuu dream felicitaciones un gran capitulo no lo digo por ser largo..... a mi me encanto asi..... lo acabo de terminar de leer (empece anoche pero lo leía en ratos libres jajaja) y en cada minuto fue wauuuu :)
ResponderBorrarmomentos pic,,,,
Ted es un sol por proteger a agus, aunque los pandilleros lo golpearon (la saco barata en algunos lugares se ensañan) y también un bruto por el golpe a harry :@
Michael picandole el orgullo para vengarse, que bueno salio bien todo!!!
ted asustado por aidan que mas quería se estaba furioso, pobre tedsito :)
Michael diciendo papá a aidan lindooooo fue emocionante llore ;)
lo digo y lo repito gran capitulo, gracias por el.... ojala te encuentres mejor.
espero el siguiente sin presiones
cariños Tahii <3
Oh my gosh¡¡¡¡ deseo cumplido y meeeega satisfecho, vaya que MI teddy se saco una buena y conste que soy la mas feliz de que por fin actualizaras, yo pensaba que Aidan igual hasta le quitaba el vehiculo por un tiempo y que solo se lo dejaba manejar por el cole, otra cosa
ResponderBorrarAME QUE MICHAEL LE DIJERA PAPA A AIDAN'¡¡¡¡¡¡¡ juro que fue tan tierno preparate que te acosare de preguntas despues por el medio de siempre <3
y lo de Agus creme q me identifico 100 por ciento con ella
Caramba.... lograr que uno lea tanto sin perder el interés sino por el contrario rezar porque no se acabe....poca personas creo que pueden lograrlo.... INCREIBLE es poco, para definir lo que me gusto...
ResponderBorrarBien, las que pedimos que Ted, hiciera una grande y cobrara... deben estar mas que satisfechas...jajjaja ESITO TEDDY....
Michael, que decir .... demasiado tierno, adorable.... al máximo...
Solo espero no me maten a Aidan de un infarto JOOOOO...
Wow genial me gusto mucho k largo ni k nada es mucho mejor parece k no acabas con cada suceso y giro de la historia te dejas con ganas de más siempre
ResponderBorrarDream te quedo genial el capi!!! Pero no se vale, yo ya quiero que Michael sea libre, pobre ya a sufrido muchisimo, y luego todavia trabajar para ese policia grrrr me da coraje, ah pero me gusta Michael, que bien que Aidan ya se anime a castigarlo
ResponderBorrarPero Dilan sigue siendo mi favorito, me encanta su inteligencia, ojala varios niños autistas fueran asi de listos..
Te desceo lo mejor Dream, porfis no tardes con el que sigue
Querida DreamGirl:
ResponderBorrarDe dónde sacas tanto talento?!! Es... es emocionante el modo en que escribes cada escena, sentimiento o pensamiento! Adoro a Aidan, a tus chicos lindos y a Michael, que me encanta esa mezcla de niño-hombre tierno y rebelde al mismo tiempo! jeje!! =P
Bello!!!!
Camila
Dream bonita espero que estés de mejor animo y no te pierdas tanto tiempo....
ResponderBorrarahora adore este capitulo por tu culpa volví a desvelarme y ando con las ojeras que dan miedo, podría confundirme con un zombi, pero valió la pena, casi muero del infarto pensé que ese par se metería en un serio lío de pandillas pero me gusto el giro de la historia y ese código de honor del que nadie habla y sin embargo a veces es mucho más leal de lo que gente cree y de lo que a veces los que se nombran como decentes tienen.... aunque claro eso no les salvo de papá
y por fin papá, y un varón de yapa su primogénito de Aidan ya crecidito, sin necesidad de mala nocharse por una leche aunque me he hace que sera por una cervecita?
POR FAVOR CUMPLEME ESE CAPRICHITO, QUE MICHEL SE META EN LÍOS POR UNA CERVEZA SIIIIII PORQUE QUIERO VOLVER A OÍRLE, CORRECIÓN DECIRLE UN RATITO PAPÁ, YA VOY LLORANDO
me emociono mucho eso, me dio tanta pena imaginármelo niños escondiéndose para no hacer sufrir a quien debería protegerlo
no te tardes se que no tienes mucho tiempo, pero por favor, busca la manera si?
HERMOSO CAPITULO ;A MI TAMBIÉN ME GUSTARÍA VER A MICHAEL EN MAS PROBLEMAS,ESO SI QUE SU NUEVO PAPÁ LO SOLUCIONE TODO.
ResponderBorrarMarti
Dream no se como lo haces pero cada escrito es una obra maestra.
ResponderBorrarYo tampoco quiero que los capítulos se acaben, cuánto más largos mejor. Ya te lo he dicho antes pero simplemente amo esta historia y Aidan es mi ídolo.
ResponderBorrar