Capitulo
siete
El viaje a la clínica se
hizo demasiado corto para todos, porque nadie quería llegar a destino, pero Rafa
se encargó de ir hablando todo el camino, para distraerlos.
-Y las pizzas que
preparan allí son las mejores que he probado… verdad, mami?! Papi? podemos ir a
comprar una porción cuando salgamos de la consulta?!-
-Claro, bichito!- –
Respondió Ricardo, mirando disimuladamente a Martín por el retrovisor….
Esperaba ver alguna emoción en su niño… pero nada!
Martín no estaba
prestando atención a su hermano, ni mucho menos a la charla; iba mirando como
hipnotizado por la ventanilla, comiéndose las uñas ya de los nervios que
empezaba a sentir, con la aproximación del consultorio médico.
-Tranquilo, Nano! Todo
saldrá bien!- Susurró Rafín, pasando una mano por el brazo de su hermano al
darse cuenta que estaba hablando al viento. Pero Tingo no dijo nada, estaba
demasiado nervioso para hablar.
Al llegar, el médico de
Martín los estaba esperando en la puerta de la clinica.
-Papito...- Lloriqueó el
niño, apretando fuertemente la mano de su padre.
-Vamos, tesoro estamos
juntos- Dijo, abrazándolo por los hombros e instándolo a entrar, mientras toda
la familia ingresaba a la sala de observación.
-Bueno, Martín- Dijo el
doctor, mirándolo detenidamente -Cuéntame desde cuando volvió-
El muchachito miró a su
padre, como analizando su rostro. La última vez, él le había prometido una
paliza de volver a ocultar algo así -Creo... creo que desde hace dos meses...
no lo sé- Respondió tímidamente el niño.
-Y cómo partió?- El
doctor le hablaba cálido y como si estuvieran solos.
-M-me dieron… unas
pesadillas- Dijo sin dar más explicaciones. No quería recordarlas. Habían sido de lo más escalofriantes y tan
reales. En ellas veía a su madre muerta con heridas en su rostro y manos,
producto del accidente que le quitó la vida y a él solo, a un costado de su
tumba, sin nadie más a su alrededor. Sin darse cuenta, una lágrima resbaló por
su mejilla.
-Bueno, bonito- El
médico sacudió cariñosamente la rodilla de Martín -Creo que eso lo podemos tratar
con Gastón... Y ya hablaremos de unas vitaminas y suplemento para recuperar el
peso...- Dijo antes de pasar a revisar su estómago y su boca.
-Muy bien. - Luego de
unos minutos de revisión, Gerardo le acomodó la remera negra que llevaba puesta
Martín y lo ayudó a sentarse para seguir hablando de los próximos pasos a
seguir en el tratamiento -Mañana haremos unos exámenes, te tomaremos unas
muestras y si los resultados son buenos, nos ahorramos la endoscopia-
Comentó con una sonrisa para
tranquilizar a la familia.
Pero Martín, lejos de
tranquilizarse, saltó de la camilla para correr a esconderse detrás de su padre
-Endoscopía?!! Nooooooo!! Eso nooooo... Papi, no los dejes!- Gritó desesperado la
sola idea le ponía la piel de gallina.
-Tingo, mañana serán
solamente exámenes y Gerardo espera que salgan bien y yo también- Ricardo trató
de calmarlo con un beso en la naricita.
-Pero ¡¿y si no?!-
Gimoteó al borde de las lágrimas.
-Martín, de eso nos
preocupamos después...- Dijo Rafa -porque estoy seguro que no tendrás nada...
es más, te apuesto mi colección de autitos a que llegamos a tiempo- Y su
colección de autitos de fórmula uno era su tesoro más grande.
Ricardo sonrió con
ternura por ser testigo del afecto que se tenían sus dos angelitos, cruzando sus
dedos, esperanzado por que así fuera. -Y yo les compro un cuatriciclo a cada
uno si los exámenes salen en orden y no replicas por ellos- Tentó papá.
-Woow!! Ves, Martín?! Tenemos
que elegir modelos, nanito- Expresó emocionado Rafín, contagiando de ese entusiasmo
a su hermano.
-cuatrimotos, Ricardo?!
Pero te has vuelto loco?! No sabes lo peligrosos que son?!- Empezó con el
regaño Helena, imaginándose a sus bebés montados en esas cosas, sucediendo lo
peor. Pero se detuvo al ver él trío de miradas que le dedicaron sus amores.-
Uff!! Está bien! Voy a dejar que los usen... pero con cuidado!!- Añadió Helena,
resignada.
-Siiiii... gracias, mami
y papi. Los amo! Y a ti hermanito.... Doctor, apúrese a hacer esos exámenes, no
ve que quiero ir a elegir mi cuatri?!- Dijo Martín, colgándose al cuello de su
papá.
El doctor le sonrió.
-Mañana. Son en ayuno-
Explicó- pero los resultados estarán durante el día, así que te los haces y se
van a elegir los cuatrimotos… Así de confiado estoy- Le guiñó un ojo a los
muchachos.
Una sonrisa de lo más
relajada se dibujó en la carita pálida de Martincito. -Gracias- Contestó.
-Podemos irnos ya?!- si bien Gerardo era su médico favorito, no le gustaba ni
un poquito la idea de seguir en el consultorio.
-Claro! No creo que se
quieran quedar a dormir aquí, verdad?!-
-jajajaja!! A ver si tú
puedes hacer dormir a estos dos conejitos duracell, porque en casa es casi una
tarea imposible- Dijo Ricardito, con una mueca de cansancio, abrazando a
sus mocosos.
-jajaja- Se rieron
todos.
Al poco rato, los cuatro
integrantes de la familia estaban listos para regresar a casa -Papi, tengo
hambre!- Dijo Martín, agarrándose la pancita.
-Eso es lo que tu papi
quería oír- Respondió Ricardo, con alegría.
-Qué quieren comer mis
niños?!!- Preguntó Helena
-Pizzaaaaa- Gritaron los
dos.
-Jajaja! Pizza?!
Okeeey... sus deseos son órdenes mis adorables príncipes- El hombre dio vuelta
en la esquina y se dirigió a la mejor pizzería del lugar.
Así pasaron el resto del
día... Martín no fue a su pieza después de comer. Se quedó acostado en el sofá, junto a su
padre y a su hermano, que no lo dejaba ni a sol ni a sombra. Helena, mientras,
terminaba de preparar un bowl de palomitas de maíz para acompañar la peli que
estaba comenzando.
En la mañana siguiente hicieron
la toma de muestras de sangre más las muestras que había tenido que recoger
Martín, al ir al baño.
Después de un desayuno
de príncipes, Helena y Ricardo llevaron a los chicos a una tienda donde
estuvieron mirando los cuatrimotos hasta que el resultado llegó al celular de
Ricardo
-Qué dicen, papá?!-
Preguntó el niño, asomando la naricita.
-Déjame poner la clave-
Dijo Ricardo nervioso... el Joven padre había aprendido a leer los resultados y
no pudo ocultar la sonrisa -Mira. Hay algunos fuera del rango pero eso lo
esperábamos, pero no había sangre en las heces que era lo que más nos
preocupaba… Déjame llamar a Gerardo para confirmar-
-Está bien, papá... pero
promete que no me ocultarás nada-
-Nada, mi pichoncito. Lo
prometo- Dijo besándole la frente -Gerardo? Ya viste los resultados?- Le
preguntó a su amigo, ya que también habían dado su correo para que recibiera
los resultados del laboratorio.
-Sí, los estoy viendo
ahora, Ricardo- Respondió el médico.
-Y....?!!!- Fue todo lo
que dijo Ricardo, con el celular presionado a su oído. No quería que su niño
oyera.
-le voy a recetar vitaminas
y suplementos... debe recuperar el peso y nivelar los resultados que están alterados...
no me atrevo a darle pastillas... así que serán inyectables... y la cita al
psicólogo, que empiece cuanto antes-
-Está bien. Llamaré
ahora mismo a Gastón para fijar una cita. Gracias, Gerardo- Ricardo se dio la
vuelta para atender la carita asustada de su hijo. Le pasó la mano por su
mejilla y luego le habló del modo más calmado que encontró tras dar un suspiro.
-Qué dijo, papi?!-
-Que mi bebito necesita
vitaminas- Le respondió -Y además debo hacer cita con un psicólogo-
-Nada más?!... Ufff! Yo
ya estaba asustado- Sonrió feliz.
Ricardito lo abrazó
fuerte y le besó la frente. Cómo decirle a su mocoso que le tendrían que
aplicar inyecciones?!! Con lo muchísimo que él las odiaba.
-Pues quiero mi cuatri
azul y después vamos por las vitaminas para empezar a tomármelas hoy mismo-
Hizo el amague de ir por su hermano pero Ricardo se lo impidió, agarrándole de
una manito.
-Mírame, mi mocosito- Le
dijo papá, separándolo de su pecho y tomó el rostro de su hijo entre sus manos
-no son pastillas, mi chiquito...-
-Jarabe?- Tentó su
suerte.
-No, hijito. Son
inyecciones- Soltó la bomba, sin más contemplaciones.
-Nooooo!!!! Buaaaaaaaa….
no quierooooooooo!!!- Martín no pudo evitar gritar y llorar y empujó a su padre
lejos de él. Se había sentido traicionado, le había dicho que todo saldría
bien… pero no!
-Shhh... hijo, ven.
Martín, vuelve aquí.- Pero Martín se echó a correr.
-No quiero!! Esas duelen
mucho-
-No serán muchas,
bebé... No corras, hijo. Te puedes caer- Pero nada que el chico se detenía, por
el contrario corría más fuerte, Ricardo fue
tras él, pero fue Helena quien lo interceptó -Qué pasó, mi príncipe?!-
-No quiero, mamii, diles
que nooooo... buaaaa- Sollozó contra el hombro de su madre sin importarle
demasiado el estar en un lugar público.
-Ya, mi vida, tranquilo
chiquito, cuéntale a tu mami qué pasa? Qué es lo que no quieres?!-
- No quiero que me
pincheeen!! Sniff... snif! Eso duele, mamita y yo no quiero más dolor! Buaaaaa-
-Oh, vamos mi vida! No
serán muchas- dijo adivinando lo que era -mira pregúntale a tu hermanito cómo
sobrevivió a la pulmonía-
Rafita llegó corriendo a
la par de su hermano -Qué te hizo papá?!-
-Es lo que me quieren
hacer-
-Y qué es?-
Preguntó impaciente.
-Me quieren pinchar
Rafita-
-Ohhhhh!!!- Rafa calló.
Qué sería?! - Vitaminas?!!-
Martín asintió con la
cabeza, dejando que las lágrimas cayeran a raudales de sus ojitos.
-Y no pueden darte
pastillas!!-
-No... Su estomago está
muy delicado, tesoro- Vino a aclarar papá.
-Ufff, hermanito.... y
son necesarias papi?-
-Sí, hijo. Sino, no se
las pondrían-
-Dame en caramelitos,
papá, que no me piiiincheeeenn- Balbuceó Tincho.
-Nadie quiere, Martín,
pero no hay de otra- Se puso serio, le dolía no poder darle otra respuesta a su
hijo
-Pero... pero....- Las
palabras no le salían. Tenía un nudo en el estómago y las ganas de devolver se
hicieron cada vez más fuertes.
Ricardo se dio cuenta...
-respira Martincito... conserva la calma- Lo abrazó con fuerza hasta que la
respiración del muchacho se hizo más liviana... -Por qué no terminas de elegir
el cuatrimoto para que vayamos a estrenarlo?! Hmm?!- le dijo, limpiándole la
carita con su pañuelo.
Aún muy indeciso, Martín
regresó al comercio para elegir su regalo, a pesar que, en su interior,
solamente quería huir de allí.
Rafael tomó la mano de
su hermanito y lo llevó a elegir- Mira Martín, yo quiero ese- dijo Rafa para
distraerlo
-Y tú, cariño?!-
Preguntó Helenita.
-Ese- Contestó indicando
uno negro
-Ese será entonces- Dijo
papá, que luego se alejó a concretar la compra.
Y mientras la madre se entretenía preguntando por
los cascos y otros elementos de seguridad, Martín hablaba con su hermano.
-Rafa? me ayudas a
escapar?- le dijo al oído
Rafa miró a su hermanito
como si le hubiera crecido otra cabeza -Estás loco?!! Martín, estás enfermo. No
puedes escapar del tratamiento.-
Los ojos del muchacho se
ensombrecieron -Si no me ayudas, me voy igual; en dos meses cumplo 18 y no
podrán obligarme-
-Pero Martín, por qué
quieres irte?!! Me vas a dejar solo?!- Le dijo con un poco de resentimiento.
-No quiero que me
pinchen... son horribles! duelen mucho...- gimoteó
-Ay, hermanito, pero las
necesitas!!-
-Pero duele- Insistió
con un triste puchero
A Rafín se le hizo un
puño el corazón ante el gesto de derrota de su hermanito favorito -Está bien...
Te ayudo!- Le dijo empezando a arrepentirse -Pero dónde irás?!-
-Pues... mi mamá... hace
unos meses compró una cabaña, iba a ser el regalo de cumpleaños de papá pero...
ella murió antes de eso por lo que papá no la conoce-
-Y cómo harás con los
medicamentos?- Martín no dijo nada- No estoy seguro de que esto sea lo mejor,
hermano-
-No me pasará nada... no
me tomaré nada- Le dijo muy serio -No las necesito-
Rafa no sabía cómo
convencerlo de lo contrario. Él mismo le había sentido las costillas a Martín y
sabía que eso no era normal, pero cómo hacerlo entender? -Yo te ayudaré
pero te juro que si me entero que estuviste vomitando, yo mismo le diré a papá
que te dé la paliza de tu vida-
-Eres un metiche- Dijo
Martín empujando a su hermano, quien cayó de poto al suelo, y salió corriendo.
-Auuuu!!! -Gritó Rafael por el dolor que le causó
el impacto, llamando inmediatamente la atención de ambos padres.
-Qué pasó?! -Preguntó
Helena, ayudándolo a incorporarse.- Rafael, qué le dijiste a tu hermano?!
Martíiiiiiin, regresa!- Gritó Ricardo, quien también había corrido a levantar a
su bebé y cuando vio que su mujer estuvo a su lado, salió en busca de su
pequeño fugitivo.
Martín corría sin rumbo,
consiguiendo alejarse varios metros de su papá, pero tuvo que detenerse a
vomitar, no tanto por la agitación de correr un par de cuadras en tan poco
tiempo sino más bien por el asco que sentía, por haber empujado a su hermano.
La gente que pasaba por
allí, lo miró extrañada, pero nadie se detuvo a ayudarlo.
El niño parecía perder
fuerzas a cada segundo, entre lágrimas y arcadas. De repente, sus pesadillas se
estaban haciendo realidad, miró a su alrededor y se sintió solo y miserable, y
eso lo hizo llorar más fuerte, pero su padre llegó a su encuentro y lo tomó en
sus brazos.
-Te tengo, hijo. Te
tengo, mi amor.
-Buaaaaaa... papáaaaa...
me dueeeleee- Se quejó tocándose el estómago.
Ricardo alzó a su hijo
en brazos y corrió al auto que Helena había acercado.
-Al hospital- Le pidió
una vez que estuvo sentado con su hijo en el asiento trasero.
-Vamos...- Contestó la
dama, manejando lo más rápido que podía.
Martín estaba muy pálido
y afiebrado y Rafael con un terrible dolor en su trasero por el golpe.
-Cómo estás, mi niño?-
Le preguntó Ricardo a Rafa que lo veía moverse inquieto en el asiento
delantero.
-Bien- Mintió pero las
lagrimas le brotaban sin darse cuenta de los ojitos
-Hey, hey, hey... shhh.
Tesoro, me estás mintiendo! Qué te sucede, Rafita?!-
-Me duele la cola- Lloró
el chico; tenía miedo de haberse roto el coxis, pero no quería decirlo por
miedo a que su papá se enojara con su hermano
-Shhh! No llores, mi
amor. Te haremos tratar en cuanto lleguemos- Le contestó Ricardo.
-Si no duele, papi...-
-Ah, claro! Y por eso
estás llorando?!- Ricardo no estaba enojado con su hijo, sino que estaba demasiado
preocupado, así que sonó un poquito más estricto.
-Lo siento- Dijo Rafael
secándose las lagrimas y mirando el piso.
-No le grites a él!-
Martín con la poca voz que le quedaba, decidió defender a su hermanito -Yo lo
empujé así que no lo regañes! Esto es mi culpa-
-No estoy regañando a
nadie... caramba, solo quiero que mis hijos me digan la verdad cuando se trata
de su salud!- Le dio un beso a Martín y a Rafael le acarició la cabecita.
Pronto llegaron al hospital y fue una lucha para que los chicos entraran.
-Hijos, no tengo
paciencia así que si no me llevan el ritmo por las buenas, haré que lo lleven a
nalgadas-
-A mí no, papi, que me
dueleee- Lloriqueó Rafita, cubriéndose el traserito con sus dos manitos.
-Uno- dijo caminando
hacia la puerta
Rafa, considerándolo
mejor, decidió entrar por las buenas -Sabia decisión, hijito... Tingo?! Qué
decides tú?!-
-No te quiero nada- El
niño lo miró con odio pero se bajó del auto y lo siguió
-Y yo te amo más que a
mi vida- Susurró su padre, avanzando a su lado.
-Y estos angelitos qué
hacen aquí de nuevo?- Preguntó Gerardo, extrañado por el aspecto de los chicos.
Ambos muchachos tenían
caritas abatidas, con lágrimas frescas en sus mejillas. Gerardo se sintió
enternecido. -Ricardooo, qué les hiciste?- Dijo a modo de broma.
-Qué les voy a
hacer?...- Los miró feo -Martín vomitó de nuevo y Rafael se cayó de poto, le
duele mucho así que puede que se haya lesionado el coxis-
Gerardo hizo acostar a
Martín en la camilla y comenzó a revisarlo. Le tocó el estómago, que estaba muy
sensible así que cuando le tocó un poco más fuerte, el chiquillo pegó el
grito.
-Tranquilo, hijo. Ya casi terminamos!- Dijo el
doctor, antes de dirigirse al menor de los hermanitos.
-Rafael acuéstate boca
abajo, termino de revisar a tu hermano y te veo- Ordenó mientras seguía
revisando a Martín, que gracias al cielo no se había hecho más daño -Martín? te
van a inyectar las vitaminas antes de irte, son doloras, hijito, pero con eso
recuperaremos tu salud-
Con un descomunal
puchero, Martín se abrazó a su padre, mientras éste le hacía cariñitos en la
espalda y en el pelo -Papito, tú me sostienes la mano?!- Le pidió todo frágil
como estaba.
-Claro, mi corazoncito.
No sería de ninguna otra manera- Le acarició la cabeza, mientras Helena
consolaba a Rafael
Y mientras Martín se
hacía a la idea de que en unos momentos una horrorosa aguja le mordería la
nalguita, llegó el turno de Rafael.
-No quiero que me mire
papi-
-Chiquito, será unos momentos!- Le dijo Ricardo.
-Pero me quiere ver mi poto- Se quejó
-Será sólo unos momentos, Rafa- Explicó el doctor. -Te prometo que no
dolerá-
-Pero me da vergüenza- la verdad era que temía haberse roto algo y que
su papá castigara más duro a su hermano.
-Escucha, pequeño... papá estará a tu lado, no tienes nada que temer y
además, Gerardo es un profesional, ya lo ha hecho antes... así que no tienes
por qué sentirte avergonzado-
-Es que debe estar rojito y creerá que me castigaste... pero no fue
así... solo me caí- Dijo con un puchero
-Él no pensará eso!! Anda, recuéstate, hijito... papi te bajará la ropa-
Ricardo dejó a Martín en manos de Helena para hacerse cargo de Rafa.
-Qué vergüenza!! Te odio Martín- dijo con rabia mirando a su hermano
-Perdón!- Susurró Martín, dejando que una lágrima fluyera por su rostro.
-No tingo! No lo decía enserio- corrió a secarle la lagrima a su
hermanito tratando de no quejarse con cada paso que daba. Le dolía mucho el
trasero.
-me perdonas Tingo-
-No- Le respondió, moviendo la cabecita.
-nup- dijo Rafín con un puchero
-No, porque no tengo nada qué perdonarte- Contestó Martín. -Tú me
perdonas por empujarte?!- Preguntó, mirándolo con ojitos grandes y
expectantes.
-claro que si- le sonrió feliz olvidando que le dolía su colita
-Mis niños son un encanto, verdad, Gerardo?!- Dijo Richi, con el orgullo
latiendo en su pecho.
-sí pero tengo que revisar a tu niñito-
-Awww, papiiiii. No podemos pasar directamente a las pastillitas para el
dolor?!-
-no, a la camilla- dijo tomando a Rafael y recostándolo boca abajo, una
suerte que su niñito fuera de contextura delgada
-Noooo!! No, no, no! Papiiii....- Suplicaba -Ay, mamita, no quierooo!!!-
-tranquilo gordito- dijo acariciándole la espalda, y cuando su hijo se
calmo le bajo el pantalón y calzoncillo hasta las rodillas
-Mamiiii- Rafín intentó estirar la mano para detener el descenso de sus
ropas, pero su papito se lo impidió, sosteniéndola en una de sus manos. -Vamos,
hijo. Será sólo unos momentos-
Gerardo se puso los guantes de latex y comenzó a tocarle de la columna
hacia abajo hasta llegar al coxis
-Auuuuchhh... Doctooor, tenga cuidado!- Le gruñó.
-¿duele mucho?-
-Grrr... Claro que dueleee- Se quejó, más fuerte.
-no está roto, le inyectaremos un calmante y le recetare otro para
mañana, dos días en cama boca abajo o de costado y estará como nuevo-
-Inyectarme?!! Pe-pero... no hay otra cosa?! Papiiitoooo...-
-para mañana te puedo dejar con pastillas pero hoy es calmante
inyectado-
-Buaaaaa... no quieroooo-
-llamare a las enfermeras- dijo Gerardo saliendo
Ricardo aprovechó la ausencia del doc para hablar más abiertamente con
su pollito. -Escucha, hijo, es necesario que te dejes inyectar, Rafita. Tienes
un golpe fuerte y el dolor no va a ceder si no te inyectan un calmante... será
un piquetito y nada más, vamos, mi niño valiente-
-pero papito va a doler más- lloro el nene resignado
-Sólo un ratito y ya no más!!- Papá le tomó la manito y lo sostuvo con
firmeza.
Al rato llego un enfermero con un carrito con dos inyecciones y sin
decir nada comenzó a preparar la primera inyección
Rafita apretó sus ojos varias veces. Esperaba que todo fuera un maldito
sueño... Grrr... Pero no lo era!! -Señor? Es sólo una inyección!!-
-sí, la otra son las vitaminas de tu hermano- dijo mientras le
desinfectaba la nalga
-No mires, bebé- Dijo Helena, estirando la mano para acariciarle la
cabeza.
-GUaaaaaaaaaaa- grito y lloro Rafael
-Shhhhh... No te muevas o te lastimarás!- Retó el enfermero.
-papi no quiero, no quiero- dile que no quieroooooooooo-
-Bebé... bebé... Calma, campeón. Ya termina!- Decía Ricardo. Helena
quería ir a su lado, pero Martín la tenía abrazada y no quería soltarla.
-listo- dijo el enfermero sacándole la aguja y moviéndole la nalga con
un algodón.
-Dolioooooo!!- Se quejó Rafita. -Quiero una paleta, papito!-
-si mi vida- le sonrió... preocupado por su Martincito
-Muy bien. Es tu turno, jovencito- Y Tincho casi salta de su camilla.
-pero Helena lo sujeto y le descubrió la nalguita solo lo necesario para
la inyección
-Quieto, amor. Terminará antes de que te des cuenta- Pero apenas sintió
el algodón rozar su piel, Martín se tensionó.
-relaja- le dijo el enfermero dándole un azote
-Aaaauuuuuuuu- Aulló. -Por favor, no lo hagaaa-
-tranquilo- dijo inyectando las vitaminas que le ocasionaron el dolor
más grande de su vida
-Bwaaaaaaaaaaaaaa... ayayayayaayayyyy... yaaa!!! Me... me dueleeeeee!!!-
Gritó desaforadamente, al punto de llamar la atención de todo el hospital.
-ya queda poco mi vidiita-
-Mamiiii que la saque! Me lastiiiiimaaa!! buaaaaaaaaa-
-chiquito... si la saca tendrá que continuar en tu otra nalguita, es lo
que quieres-
-No! No quiero más, mamita! Dueleeee- El enfermero suspiró con fastidio.
Odiaba a los mocosos malcriados y berrinchudos como esos dos críos. No veía el
momento de terminar.
-podría tener más cuidado- le reclamo Rafael
-Sólo hago mi trabajo- Se excusó el hombre.
-pues hágalo bien... le diré a Gerardo que eres un bruto, seguro me
dejaste un moretón- le dijo molesto Rafa
-Tu hermano está bien. Sólo que lo que le inyecté son vitaminas y eso
duele mucho-
-pero lo haces de mala gana- y entre tanto reclamo habían terminado de
inyectar a Martincito
Helena le quitó el algodón al enfermero y le dijo que podía retirarse.
Ella también estaba enojada con él.
-ya paso chiquito- le dio un besito en la frente
-Papito, sácanos de aquí, por favor!!- Rogó Martín.
-vamos- digo tomando en brazos a Rafael que le dolía al caminar y Helena
le acomodo la ropa a Martín y lo sacó abrazado.
Cuando pasaron por el lado de Gerardo que venía preocupado a ver por qué
los gritos de los chicos, Ricardo no pudo evitar reprocharle -les debes algo
más que una paleta... ese enfermero era un bestia
-Qué pasó?! Niños, están bien?!-
-no...- le reclamo Rafael -ahora con suerte podre volver a caminar-
Gerardo los miró apenado -Lo siento, Ricardo. Voy a tomar cartas en el
asunto. No te preocupes que para las próximas aplicaciones de Martín buscare al
mejor enfermero-
-no quiero otras- se quejo Martín
-Te llamaré luego, Gerardo. Ahora llevo a mis niños a casa-
-descansen- le contesto apenado
-No sé si podré dormir con éste dolor!- Reclamó el mayor de los chicos,
pasándose lo más delicadamente posible la manito por su nalga.
-lo siento Tingo pero esas inyecciones son necesarias
-Ya, vayámonos, papi- Dijo tirándolo de la camisa para apurándolo.
Camino a casa, fue difícil porque los dos chicos estaban adoloridos pero
a Rafael se lo tenía que llevar en brazos para que no se apoyara...
-Mamá, por qué vas tan lentooo- Gimoteó, acurrucándose en los brazos de
su padre.
-estoy viendo donde pasar a comprar... chicos quieren pizza o pastel-
-LAS DOS COSAS!!!- Gritaron los críos.
-y helado- agrego Ricardo
-Y fruta!- Añadió ella.
-fome- gritaron los tres a coro
-Jajajjajaa. Ustedes que son unos tragones!!
-Siii- y lo peor de todo es que fue Helena la que tuvo que ir por todo
eso ya que Ricardo era una almohada humana.
Oh... Que ternura y me gusto quiero que sigan <3
ResponderBorrarayee
me alegra que no internaran a MArtin, pero me da pena tanta inyeccion, a proposito cuantas les receto ese medicuho?........
ResponderBorrarun beso a ambas chicas estuvo muy tierno el relato, si hasta parece que no son adolescentes sino niños de verdad
Ouch.... pobres niños.... re-ouch..... ahhhh los extrañaba..... Lady/Ariane no tarden tanto en actualizar...les quedo genial
ResponderBorrarUgh, pobres.
ResponderBorrarMe da a mí que esas vitaminas van a costar sudor y lágrimas....
Que miedo los entiendo mucho.... tambien temo a las inyecciones :/ panico y cuando toca hago algo parecido.... que verguenza jajaja
ResponderBorrarMuy tierno capitulo me re-gusta
Chicas les quedo genial!!!
ResponderBorrarYa tenia ganas de leer de estos chicos, mmm pero pobres, porque tienen que existir las inyecciones, grrrr hubieran inventado mejor otra cosa no??
Porfis no tarden con el siguiente capi...
Gracias por leer a nuestras chicos :D
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