Páginas Amigas

lunes, 17 de noviembre de 2014

CAPÍTULO 11: OTRAS COSTUMBRES



CAPÍTULO 11: OTRAS COSTUMBRES

Cuando tenía lugar un gran acontecimiento o una celebración importante, los festejos se prolongaban durante más de un día. Los invitados se quedaban a dormir en el castillo, pues alguno venía de tierras muy lejanas. Lo mismo sucedió tras la proclamación de los nuevos príncipes. El castillo de Arturo se vio invadido por visitantes del más remoto rincón de los reinos cercanos y no tan cercanos. Algunos invitados, de hecho, venían desde tan lejos que no les dio tiempo a llegar a la ceremonia, y se unieron al día siguiente. Ese fue el caso del rey Eoned. Él ni siquiera formaba parte de los cinco reinos, sino que venía de un territorio más allá del mar. *

Eoned tenía tres hijos. La princesa Lorelaine, de seis años, el príncipe Bastian, de ocho, y el príncipe Iwin, de nueve. Al conocerles, Merlín y Mordred temían repetir su mala experiencia con los hijos del rey Alined, pero fueron miedos infundados. El rey Eoned, aunque era poco más que un desconocido para Arturo, había mantenido una relación cordial con Uther y resultó ser una buena persona. Sus hijos se convirtieron en seguida en amigos para Mordred y Merlín, que por fin tenían a alguien de su edad con quien jugar y hacer cosas propias de niños.

Su presencia se hizo notar en el castillo. De vez en cuando se veía pasar un borrón precedido por varias carcajadas, y ya se sabía que era uno de los niños, en algún juego. En un solo día se hicieron inseparables. Arturo pensó que era bueno para ellos tener buenas relaciones con otras familias reales.

- Merlín, Mordred, no corráis dentro del castillo. – decía cada poco.

- Sí, padre – obtenía siempre por respuesta. Pero a los pocos segundos tenía que esquivar a alguno de sus hijos, que había emprendido una nueva carrera. Cuando eso pasaba, Arturo sacudía la cabeza y sonreía. Niños eran niños.

A pesar de la revolución de las nuevas visitas, Arturo pudo disfrutar de momentos a solas con los niños, en los cuales se acostumbraba al sonido de la palabra "padre", preguntándose cómo había podido vivir tanto tiempo sin escucharla.

Había un asunto que Arturo no se atrevía a tratar, no obstante, y era el de la magia. Le llegaban noticias de cómo la nueva ley estaba siendo recibida… Algunos hombres, que habían practicado su magia abiertamente al saber que ya no estaba perseguida, habían sufrido ataques y linchamientos por parte de sus propios vecinos. Arturo no quería exponer a Merlín y a Mordred a tal peligro, así que no quería que practicaran su magia… nunca más. Por el momento estaba consiguiendo que los niños no lo hicieran, pero no sabía por cuánto tiempo seguiría teniendo éxito….

… por lo visto, por muy poco.

Arturo estaba reunido con el rey Eoned cuando escucharon una voz infantil que gritaba "padre, padre". Arturo no se dio por aludido, porque era una voz de niña, pero Eoned sí, y salió corriendo en busca de su pequeña hija. Arturo le siguió de cerca, y así llegaron a un pasillo, por el que Lorelaine corría todo lo rápido que le permitían sus piernas. Hubiera pasado por un juego más, de no ser porque la expresión de la niña demostraba que estaba huyendo de algo. De algo que la asustaba mucho.

- ¡Ha hecho fuego, padre! ¡Con su mano! – dijo la niña, en cuanto vio a su progenitor, y corrió a esconderse detrás de él. Inmediatamente después apareció Mordred, corriendo también.

- ¡Esperad, princesa! ¡No tengáis miedo!

Después, aparecieron los demás niños.

- ¿Cómo no ha de asustarse si has prendido fuego a su ropa? – acusó Iwin, agarrando a Mordred violentamente.

- ¡Era una ilusión, jamás la quemaría! ¡Era un juego!

- ¡Era magia! – gritó Iwin.

- La magia no es mala – intervino Merlín, e hizo aparecer una mariposa en la palma de su mano, que voló hasta donde la princesa Lorelaine estaba escondida. La niña miró el animalillo con curiosidad, y observó encantada cómo se posaba en su mano. Eso la gustó mucho más que esas llamas que la habían envuelto hacía unos instantes, sin quemarla, pero asustándola mucho.

Arturo se horrorizó, temiendo la reacción del rey Eoned al ver que tenían magia, pero no tuvo tiempo a decir nada porque Iwin caminó hacia Merlín y le zarandeó.

- ¡Tu hermano y tú sois unos bichos raros! ¡Dejad en paz a mi hermana! ¿Lo entiendes?

- No la hemos hecho nada… - se defendió Merlín, algo asustado. Iwin le empujó, y le tiró al suelo.

Parecía que aquello iba a pasar a mayores, pero Eoned intervino.

- ¡Basta! Iwin eres un invitado en éste castillo. No puedes tratar así al príncipe. Ofrécele una disculpa y retírate de inmediato.

- Pero padre…

- Te di una orden, Iwin.

- Pero padre, ¡atacaron a mi hermana!

- ¡No hicimos tal cosa! – protestó Mordred.

- ¿No me vas a obedecer? – le preguntó Eoned a su hijo – Muy bien. Entonces ve, y tráelo.

A Arturo aquella le resultó una orden muy ambigua, pero para Iwin debió de tener algún sentido, porque pareció preocupado.

- No, padre, por favor.

- Obedece.

El niño se marchó casi corriendo. Arturo no sabía que decir, pero Eoned se le adelantó.

- Os pido disculpas por el comportamiento de mi hijo. Yo no le he enseñado a ser desagradacido con quien nos hospeda.

- La reacción de vuestro hijo es totalmente comprensible. Lamento mucho que los míos no hayan sabido ser buenos anfitriones – respondió Arturo, mirando con toda su intención a Mordred y Merlín, que agacharon la cabeza.

Iwin volvió con un objeto en sus manos y una mirada que Arturo conocía bien por ser suya por derecho propio: esa mirada con la que intentas aparentar fortaleza, cuando por dentro lo que quieres es salir corriendo. Se fijó mejor, y se dio cuenta de que el objeto era una vara.

- Rey Eoned, vuestro hijo es un príncipe…

- ¿Y? – preguntó el rey, como si no entendiera. Arturo se le quedó mirando algo confundido.

- En… en Camelot…y en los cinco reinos no se castiga así a los príncipes.

- En mi reino sí – respondió el hombre con tranquilidad, y cogió la vara.

Arturo frunció el ceño. Aparte de que era un proceder diferente al acostumbrado entre la realeza local, a Arturo aquello le parecía un poco cruel. ¿Acaso iba a castigar al niño con ellos delante?

Por lo visto sí. Eoned inclinó a Iwin y le sujetó con un brazo, mientras alzaba la vara con el otro. Dejó caer el primer golpe, y Arturo pensó que era una costumbre bárbara e inapropiada. Eso era algo que tenía que hacerse en privado. Además, a él le parecía que el chico no había hecho nada tan malo. Pero sabía que no debía criticar los comportamientos propios de otros territorios.

SZAS

Iwin se estremeció, pero no se quejó en voz alta. Conservaba su ropa, pero aquello dolía mucho.

SZAS

¡Ooow!

SZAS

¡Aah!

El niño lloró con todas sus fuerzas y Arturo dio un paso adelante para detener aquello, pero entonces Eoned soltó el objeto, dio la vuelta a su hijo, y le abrazó. Arturo se limitó a seguir observando, algo extrañado. Iwin lloraba abiertamente, abrazado a su padre, y el rey acabó por coger al niño en brazos.

- Sssh. Ya está, ya pasó. Tranquilo.

- Me duele… - se quejó el niño.

- Claro que te duele. – respondió el rey, con cariño, y le acarició la cara. – Otra vez ¿me obedecerás?

Iwin asintió, y apoyó la cabeza en el hombro de su padre. Arturo observó esto algo impactado. No estaba acostumbrado a ver muestras públicas de cariño. Muchos padres no lo hacían ni en privado, pero desde luego ninguno abrazaría y consolaría a su hijo en público después de castigarlo.

- Vamos, ya no llores. ¿Qué van a pensar Mordred y Merlín de ti? – decía Eoned, en un tono afectuoso.

- Me…snif… me da igual.

- Ahá. Ya veo. Esto es un caso típico de "necesito que me hagan cosquillas" – determinó Eoned y se remangó los brazos.

- ¡Nooo! – dijo Iwin, pero sorprendentemente dejó de llorar. Eoned jugó con él unos segundos, haciéndole reír al tocarle magistralmente en esos puntos del costado que provocan inevitables cosquillas. Luego, le volvió a abrazar, y el niño ya estaba más tranquilo. Se soltó de su padre cuando estuvo preparado para hacerlo, y pudieron pasar más de dos minutos antes de que lo hiciera.

- Siento haberte empujado – le dijo a Merlín.

Él también había mirado con mucha curiosidad y algo de horror, porque sabía lo mucho que esa cosa dolía. Sintió algo de envidia al ver cómo su padre le consolaba.

- No queríamos asustar a tu hermana – dijo Merlín.

- Pero si sabéis que no podéis usar la magia – intervino Arturo.

Los dos niños asintieron y miraron al suelo. Arturo reflexionó sobre todo lo que había pasado. Tal vez aquellas costumbres no eran tan bárbaras después de todo… aunque en Camelot se seguía viendo como algo improcedente el castigar a un príncipe con una vara. Sin embargo, de alguna forma tenía que conseguir que entendieran que no podían hacer magia… Aquello podría haber terminado de una forma mucho peor, si Eoned hubiera decidido tomar represalias o le hubiera dado por pensar que eran peligrosos.

Un golpe en las piernas le sacó de sus pensamientos. Merlín le estaba abrazando muy fuerte, motivado seguramente al ver que el otro rey había abrazado a su hijo sin problemas. Arturo se enterneció, y se agachó para cogerle en brazos.

- Lo siento. – murmuró el niño.

- No seas malo con él. Me ha gustado la mariposa. – dijo la pequeña princesa.

- ¡Lorelaine! – regañó Eoned, pensando en que no debían meterse en asuntos ajenos. Arturo sonrió a la niña, que tenía un aspecto tierno e indefenso.

Merlín le miró con ojos brillantes, como intentando adivinar si estaba enfadado. Arturo suspiró, rendido ante esa mirada.

- No más magia. ¿Entendido?


Merlín asintió. Arturo miró luego a Mordred que asintió también. Se agachó y dejó a Merlín en el suelo, que protestó al ver que le separaba, pero fue sólo para poder abrazar a los dos a la vez. Se sentía raro al saber que otro hombre le estaba viendo abrazar a sus hijos, pero Arturo empezaba a comprender que manifestar sus sentimientos no era signo de debilidad, sino tal vez de fortaleza.

3 comentarios:

  1. La magia no es mala... es la gente la que la mal utiliza... pero Merlín y Mordred tienen suerte por tener el padre que tienen...

    ResponderBorrar
  2. Ojalá Eoned siga en ese castillo, sería un buen aliado del reino, y un mejor maestro para Arturo. Me encantó el capítulo. Muy bello!

    ResponderBorrar
  3. Eoned me sorprendio es severo pero muy carinoso con su hijo....
    wiiiiii ya esta mejorando mi novio Arturo.....
    me encanto el final...........

    ResponderBorrar