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lunes, 6 de abril de 2015

Chapter 21: Empatía



 


Chapter 21: Empatía
 


Efectivamente, dos semanas sin poder hacer…nada, eran un auténtico peñazo. Pero Peter no se quejó ni una sola vez. Nick tampoco podía hacer gran cosa, pero al menos podía salir y leer, aunque esto último no estaba entre sus mayores pasiones. Y seguía pudiendo cocinar, cosa en la que empleaba gran parte de su tiempo libre. Peter por no poder no podía ni tocar la guitarra, y Chris sabía que eso era lo que peor llevaba.
A los dos días Peter ya estaba curado. A veces tosía un poco, pero por lo demás se encontraba perfectamente. Repartía su tiempo entre dormir, estar con Leo y escribir, escribir y escribir, aunque no le enseñaba a nadie lo que escribía. Enfocaba su aburrida existencia en el viaje a Disney Land, con su hermano y su tío, aunque aún quedaba un mes para el viaje, ya que se irían del 2 al 5 de Enero. Habían elegido esa fecha porque Chris se había negado a pasar el primer cumpleaños de sus hijos en casa sin ellos, y tampoco quería que estuvieran fuera en ninguna de las fiestas de Navidad. Llegó a pensar en decirle a Wyatt que quería irse con ellos, pero en realidad, no era posible. Primero, aquél era el regalo de Wyatt por las buenas notas de Nick y el cumpleaños de los gemelos. Segundo, él tenía que cuidar de Leo. Tercero, tenía que encargarse del P3. Además, le daba la sensación de que a los chicos les hacía cierta ilusión pasar "unos días sin padre". Veían a Wyatt como una fuente de diversión, aunque Chris confiaba en que podía cuidar de ellos y por eso no se opuso. Que disfrutara de sus sobrinos.
Pero para eso, aun quedaba un mes. Antes de eso estaban las celebraciones familiares, el lidiar con sus dos condenados…y Amy. Desde el día de la bufanda, Chris tuvo claro que quería volver a verla porque, fuera atracción o no lo que sentía, esa mujer le había caído bien. Decidió hablar con Nick antes de llamarla, con el fin de evitar males mayores. Subió a su habitación y le encontró estirado sobre la cama, escuchando música. El cuarto estaba muy desordenado, y Chris se debatió entre si debía ocuparse de eso o hablar de lo que había ido a decirle. Estableció un orden de prioridades.
- Nick ¿puedo hablar contigo?
El chico se quitó los cascos, y le miró con desconfianza.
- No he hecho nada.
- Que te pongas a la defensiva antes de decirte nada me hace pensar que debería insistir, porque a lo mejor sí que has hecho algo, pero no venía a regañarte.
- Ah, entonces vale. -Nick se incorporó hasta quedar sentado en la cama y le hizo un hueco. – Tú dirás.
Chris decidió no andarse con rodeos.
- Voy a llamar a Amy. Y voy a quedar con ella.
Observó a ver cómo reaccionaba Nick ante la noticia. Parecía calmado.
- Que te diviertas – respondió. No usó un tono amigable, pero tampoco demasiado brusco.
- ¿Puedo confiar en que no empieces a gritar y a romperlo todo?
- No me gusta la idea, pero tú eso ya lo sabes. Si me dejo llevar por mi enfado sólo servirá para que me des una paliza. Así que no, no voy a romper nada.
La forma de hablar de Nick le hacía sentir un miserable.
- Es cierto que si vuelves a hacer lo de la otra vez te castigaré – recalcó las últimas palabras, indicando que era eso lo que haría, aunque no le había gustado lo de "dar una paliza". - pero puedes expresar tu opinión si lo haces de forma civilizada. Para eso he venido.
- Pues de forma civilizada te digo que es una mierda. Y muy desconsiderado por tu parte salir a divertirte cuando nos tienes aquí aburridos.
- En primer lugar, eso podría decirlo Peter, pero tú puedes salir de casa si me dices a dónde vas. Y en segundo lugar, vosotros estáis castigados. ¿Tenemos que aburrirnos todos porque vosotros no sepáis comportaros?
- ¿Yo puedo salir? – preguntó Nick, repentinamente más animado.
- Claro. Lo que no puedes es ver la TV ni estar con el ordenador.
Chris se dio cuenta de que Nick tenía muy mala memoria. O eso, o que le castigaba con tanta frecuencia que ya no llevaba la cuenta. Con cierta pena pensó que desde que estaban en casa, Nick casi siempre estaba castigado.
- Pero ¿podría salir hoy? – insistió Nick.
- Sí. ¿A dónde quieres ir?
- A ver al tío Wyatt. Me dijiste que él era bueno con las mujeres.
Chris entendió, y se hizo el ofendido.
- O sea, que no quieres mis consejos pero sí los de mi hermano.
- Es que tú eres mi padre.
Chris rió.
- Está bien. Luego te dejaré en casa de Wyatt. Y Nick, eso en realidad no es salir. Pensé que te referías a quedar con tus amigos. Si lo que tu tío te dice te resulta útil – dijo para picarle un poco – luego puedes quedar con esa amiga tuya, si quieres.
- Papá, no todos lo tenemos tan fácil como tú. Tú llamas a Amy y ya tienes una cita, pero yo no puedo hacer eso.
- ¿Y por qué no?
- En primer lugar, porque se me olvidó pedirle el número de teléfono.
Chris se rió de nuevo y le revolvió el pelo. Se despidió de él y fue a llamar a Amy. Quedaron en verse aquella noche, y Chris descubrió que realmente le hacía mucha ilusión. Debía notársele, porque se encontró con Peter, que llevaba a Leo subido sobre los hombros, y le dijo:
- ¿Por qué estás tan contento?
- Esta noche salgo con Amy – dijo, como toda explicación.
- Oh. Vaya, Romeo vuelve a la carga. Prepárate, Leo. Esto puede ponerse muy divertido. ¿Crees que hoy se echará gomina?
- A mí me gustas más con el pelo "normal" - dijo Leo, mirándole desde arriba por una vez porque el estar sobre Peter le hacía quedar más alto.
Chris no dijo nada, aunque tomó mentalmente nota de no dejar que esos dos estuvieran con él mientras se arreglaba. Le pondrían nervioso.
- Oye, peque, te voy a bajar ¿vale? Pesas un poco. – dijo Peter.
Leo se bajó, pero no perdió la oportunidad de meterse con él.
- Pues el tío Wyatt puede llevarme durante horas.
- Porque el tío Wyatt es más fuerte que yo. – reconoció Peter, sin ningún problema.
- Y papá también me lleva durante mucho tiempo.
- Papá también es más fuerte que yo.
- Y Nick…
- Todo el mundo es más fuerte que yo – cortó Peter, pero se rió. – Tú defiéndeme ¿no? – le dijo a Chris, con una sonrisa. Chris se alegró de verle tan contento.
- Peter es fuerte, Leo. Lo que pasa es que cada vez estás más grande, y ya pesas mucho.
- Pues que Peter se haga grande también. Que coma más verdura.
Peter soltó una sonora carcajada.
- ¡Pero si es lo único que como! Lo de que comer verdura te hace grande es un bulo así de grande – dijo Peter, enfatizando con las manos. Como vio la mirada que le echó Chris, añadió – Pero aun así tienes que comerla. Si no puedes ponerte malo.
- De todas formas, sí es verdad que tú eres fuerte – le dijo Leo. – Antes he visto lo que tienes en la espalda. Yo me hago eso y me muero, si lloro por una heridita así de pequeña.
Chris se alarmó, porque Leo sin darse cuenta había tocado un tema delicado. Pero Peter no pareció afectado. Al contrario, siguió con aquella sonrisa.
- Pues si yo soy fuerte pero no puedo contigo es que alguien come demasiado.
- ¿Me estás llamando gordo? – preguntó el niño, pero sabía que estaban de broma.
- Gordo no, pero goloso sí. Pretendías zamparte una chocolatina entera tú solito.
- Claro, y tú te has comido la mitad por hacerme un favor, no porque te encantara.
- ¿Eso es sarcasmo? – preguntó Peter – Muy bien, peque, vas aprendiendo. Ahora ten cuidado de con quien lo usas, porque a Chris no le gusta demasiado. Es que no tiene sentido del humor.
- ¡Sí que tengo sentido del humor! – se defendió, y no pudo hacer menos que sonreír. Peter y Leo habían construido un vínculo muy especial en muy poco tiempo.
- Me voy a ver la tele – dijo Leo - ¿Vienes? – le preguntó a Peter.
- Porque me lo preguntes todos los días no va a cambiar la respuesta, peque. Dos semanas. Me queda una semana y media.
- ¿Sabes? Cuando el castigas a él también me castigas a mí. – le dijo a Chris, y se fue al salón, a ver una peli infantil – juvenil que Chris sabía que a Peter también le gustaba. Sin embargo el chico no dijo nada, y tampoco le miró mal a raíz de lo que había dicho Leo. De hecho, Peter seguía sonriendo.
- Así que vas a ver a Amy. ¿Cuándo la voy a conocer?
- Eh…un día de estos, supongo. – respondió Chris. En realidad el otro día se hubieran conocido, de no ser por Nick y su rabieta.- Escucha Peter, tengo que pedirte un favor.
- Claro – accedió él, antes de saber lo que era. Eso agradaba y desagradaba a Chris a partes iguales: le gustaba esa actitud, pero con Peter nunca se podía saber si era por los motivos correctos. A veces el chico era demasiado servicial.
- Nick va a ir a casa de Wyatt, y necesito que tú te quedes con Leo.
- Papá, no es como si pudiera ir a ningún lado – le recordó con una sonrisa.
- Me refiero a haciéndote cargo de él. Vais a estar los dos solos, y no sé si yo voy a volver tarde….
- ¿Vas a dormir fuera? – le preguntó Peter.
- ¡No! – se apresuró a responder Chris. No era ni la tercera vez que se veían y Peter ya le estaba preguntando "eso".
- Bueno, aunque así sea, da igual. Sabes que no me cuesta nada estar con Leo. Así que vete tranquilo.
- Gracias. Y para la cena…
- No seré como Nick, pero tampoco soy un inútil. Puedo calentar algo en el microondas o hacer unos sándwiches.
- Genial. Gracias otra vez. Y Peter…
- Sí, lo sé. Tú no estás, pero sigo sin poder ver la TV, y sin poder usar el ordenador, y sin poder leer, y sin poder salir, y sin tocar la guitarra.
- No iba a decirte eso – refunfuñó Chris, aunque se alegró de que le evitara el tener que recordárselo – Iba a decirte que te quiero.
Peter sonrió.
- Y yo a ti.
A eso de las ocho de la tarde, Chris y Nick se fueron. Chris orbitó y dejó a Nick en casa de Wyatt. Estuvo allí un rato, y luego volvió a casa a por el coche, ya que con Amy tenía que seguir aparentando normalidad. En vez de ir directamente a por el coche, entró a ver a sus hijos un segundo. Vio la TV encendida, y se enfadó un poco.
- ¡Peter! – llamó. El chico apareció desde la habitación de al lado.
- Hola – dijo, un poco sorprendido - ¿Qué haces aquí?
- He venido a por el coche. ¿Qué hace la TV encendida?
- La está viendo el peque. ¿Por qué?
El enfado de Chris se esfumó de golpe, en cuando entendió que Peter decía la verdad. Se sintió mal. Peter no había intentado saltarse el castigo ni una vez, y en cambio él no había dudado en acusarle mentalmente a la primera de cambio.
- Ya no la está viendo. Apágala ¿vale? – dijo, con más suavidad. – Nos vemos luego.
Mientras conducía, Chris pensó que en realidad no podía esperar que Peter cumpliera su castigo cuando él no estaba. Probablemente haría alguna de las cosas que no podía hacer, y quizá no debiera enfadarse. Al fin y al cabo, era él el que se iba y encima le dejaba de niñera.
Cuando recogió a Amy, esta llevaba un vestido celeste precioso, palabra de honor, y Chris no podía dejar de mirarla. Sería incapaz de recordar de qué hablaron mientras la llevaba en el coche al restaurante donde iban a cenar, porque todo lo que podía pensar era "pero qué guapa está". Hasta entonces la había visto vestir de manera informal. Aquella era la primera vez que ella se había arreglado y Chris sentía sinceramente que en cualquier momento se le quemaban los ojos.
- Vale, tengo que preguntarlo – dijo ella cuando Chris detuvo el coche - ¿Tengo algo raro? ¿Me he echado rímel por toda la cara o…? ¿Por qué me miras así?
- No – dijo Chris y soltó una risita nerviosa – Es que estás muy guapa.
- Vaya, gracias, ojos azules. Tú tampoco estás nada mal.
- ¿Por qué me llamas así?- le preguntó
- Tienes unos ojos bonitos. – respondió ella encogiéndose de hombros. Chris sonrió.
La noche marchó sobre ruedas hasta el momento del postre. Ahí, a Amy se le cayó una copa cuyo líquido se derramó por todo el pantalón de Chris.
- Lo siento – se disculpó ella. – Oh, Dios, que torpe soy. Lo siento.
Trató de secarle, algo violenta porque no se atrevía a pasarle la servilleta por el pantalón, así que acabó por darle la tela a él, para que se secara.
- No importa – le aseguró él.
- Soy un desastre.
- En absoluto – dijo él, y la miró a los ojos, oscuros y grandes. Entonces, en un segundo mágico y actuando totalmente por instinto, la besó. Fue sólo el roce de sus labios, pero Amy sintió ese algo especial cuando el corazón se te acelera. Para Chris no fue desagradable tampoco. Se apartó y la miró, preguntándose si no había sido muy atrevido, pero ella sonreía.
- No suelen besarme en la segunda cita. – dijo ella.
Lo de la bufanda no contaba como cita.
- ¿Habrá una tercera?
- Y una cuarta. Me gustas, Chris Haliwell – declaró Amy, y como era muy pálida se la notó el rubor.
- ¿Eso quiere decir que estamos saliendo? – preguntó él, para estar seguro. Todo había sido demasiado precipitado, pero tal vez eso no fuera algo malo.
- Eso quiere decir que me gustas – replicó Amy, sonriendo. – Cuando empecemos a salir me lo tienes que pedir apropiadamente. Y que sepas que echo en falta mi ramo de rosas.
Cierto. Las rosas. Se le había olvidado.
Estuvieron juntos media hora más, y luego él la acompañó a casa. Como un tonto, volvió a la suya pensando ya en la próxima vez que la vería.
Cuando llegó a casa eran las doce. Esperaba ver a Leo durmiendo, y tal vez también a Peter. No sabía si Nick habría vuelto, o si se quedaría a dormir en casa de Wyatt. En cualquier caso, cuando llegó a su casa en ella no había nadie. Cuando comprobó las habitaciones de sus tres hijos, y vio que no estaba ninguno, se le paró el corazón. Cinco minutos después le llegó un mensaje al móvil, de Wyatt:
"NICK SE HA QUEDADO FRITO. ¿DUERME AQUÍ?"
Como un autómata, Chris le envió uno en respuesta:
"COMO QUIERAS."
Ni siquiera le dijo lo de Peter y Leo. Estaba aun demasiado conmocionado. Poco a poco, reaccionó. Nick estaba bien, con Wyatt. Por él no tenía que preocuparse. Leo. ¿Dónde estaba Leo? ¿Y Peter?
Se estaba preparando para salir a buscarles, sin saber bien por dónde empezar, cuando se abrió la puerta. Peter y Leo entraron a la vez, y Chris se debatió entre abofetearles o abrazarles. Su corazón decidió por él, y les abrazó.
- ¿Dónde estabais?
- Papá…- dijo Peter – Ya has vuelto.
- Sí, ya he vuelto. Y aquí no había nadie. Casi me da un infarto.
- Papi – dijo Leo.
- No me vengas con papi. ¿Dónde estabais? – insistió, la preocupación perdiendo terreno ante el enfado. Estaba harto de escapadas y de salidas sin avisar. Sólo obtuvo silencio.- ¿No me lo vais a decir? Peter, nada va a librarte de un castigo por fugarte sin avisar, salir cuando estás castigado y encima llevarte a mi hijo. ¿Quieres añadirle encima el hecho de ocultarme la verdad?
- Tu hijo – repitió Peter, y Chris se dio cuenta de que al utilizar esa expresión le había excluido. – Tu hijo está bien, no te preocupes – le dijo con algo de rencor.
- Tú también eres mi hijo. – declaró Chris, imponiéndose control sobre sus palabras, pese a su enfado – Y sí, está bien, y tú también, pero podía no haber sido así. ¿Dónde estabais? Es la tercera vez que lo pregunto. No va a haber una cuarta – advirtió, en tono peligroso.
- Estás muy enfadado – dijo Peter. – Mejor vamos a sentarnos en el sofá, y a calmarnos un poco.
- ¡No me digas que me calme! – chilló Chris, y Leo empezó a llorar.- ¿Para eso te dejo a cargo? ¿Para que vuelva y vea que los dos habéis desaparecido?
Peter se agachó, y se puso a la altura de Leo.
- Peque, ve a ponerte el pijama. Papá está algo enfadado y yo voy a hablar con él. Vamos, ve.
Leo se fue corriendo escaleras arriba, llorando un poco. Peter se irguió de nuevo, y se enfrentó a Chris. Parecía muy calmado, lo que contrastaba con la furia de Chris, que quería romper algo.
- Eso ha sido un golpe bajo – le dijo. – Y al gritar así has asustado a Leo.
Chris, con muchos esfuerzos y contagiado por la calma de Peter, se serenó un poco.
- Estoy harto de que os escapéis.
- No nos hemos escapado.
- ¿Y cómo le llamas a esto? – bramó Chris, sintiendo que volvía a alterarse. Que se lo negara a la cara de esa forma…
- Entiendo que estés enfadado. Tienes toda la razón del mundo, y todo lo que has dicho es verdad: he salido de casa estando castigado, Leo también, y cuando has vuelto no había nadie. Tienes dos opciones: dejarme hablar, y castigarme después, o castigarme antes y hablamos después. Pero si vamos a hablar, no me grites más, por favor, porque no soporto que me griten.
Chris respiró hondo, consciente de que con gritos no iba a conseguir nada. Peter estaba siendo muy razonable, tenía que conseguir serlo él también.
"Están bien" se dijo "Mis hijos están bien".
A base de repetir esto, logró calmarse. Cuando habló, lo hizo casi en un susurro que contrastaba mucho con sus gritos anteriores:
- ¿Dónde estabais?
Al final, sí lo había preguntado una cuarta vez.
- En el parque.
- ¿A estas horas?
- En realidad, hace media hora que intentamos volver a casa, pero yo me perdí. Me oriento fatal y aun no termino de conocer la zona. El sector del parque aun no termino de controlarlo, pero por suerte llevaba el móvil, y tiene GPS.
- ¿Y no podías haber avisado de que ibas al parque? Sabes que no puedes salir de todas formas, aunque si era para llevar a Leo podíamos haberlo hablado…
- Yo no le llevé al parque. Leo se escapó. Se enfadó conmigo y se fue.
- ¿Y no me avisaste?
- Sabía que estaría en el parque. Quería que yo le llevara. Le dije que no, y decidió irse sólo. Fui tras él, hablé con él, y le traje a casa. Eso es lo que ha pasado. Siento no haber cuidado mejor de él.
Chris asimiló cada una de estas palabras. Se dio cuenta de que lo que tenía que hacer es darle las gracias a Peter, no gritarle.
- No, yo siento haber sido tan burro – le dijo, y le abrazó. – Es que me he asustado mucho.
- Lo entiendo. Casi me muero cuando he visto que Leo no estaba.
- Pero…¿qué ha pasado?
- Creo que eso deberías hablarlo con el peque. Sin gritos. Le he advertido que seguramente nos ibas a castigar, pero le he prometido que no te enfadarías.
Chris suspiró.
- Vale. Dame cinco minutos.
Quería asegurarse de estar totalmente tranquilo para hablar con su hijo. Fue a la cocina y bebió a sorbitos un vaso de agua. Peter le acompañó, y como vio que apretaba el vaso como si quisiera estrangularlo, decidió distraerle.
- ¿Qué tal tu cena? Tienes los pantalones mojados, ¿ha ido mal?
- No, qué va. Esto ha sido un accidente. En realidad, ha ido estupendamente.
- Me alegro.
- ¿Qué habéis cenado vosotros?
- No hemos cenado. Entre una cosa y otra llevamos dos horas fuera. Estaba haciendo la cena precisamente cuando he visto que Leo no estaba.
- Voy a matarle.
- No, que va. Te morirías si le pasara algo.
- Si – reconoció Chris – Pero se ha ido sólo. Se ha…podría haberle pasado algo.
- Lo sé. Yo también me he preocupado.
Se quedaron en silencio.
- ¿A mí también vas a matarme? – le preguntó Peter cuando Chris dejó el vaso en la pila.
- Aun no sé toda la historia – respondió Chris, con precaución. De momento, no le parecía que Peter hubiera hecho nada malo, pero esperaría a hablar con Leo para estar seguro. Cuando se notó lo suficientemente tranquilo, Chris subió a hablar con Leo, y Peter le siguió. El niño se había puesto el pijama y había dejado de llorar, aunque se le veía asustado. Chris entró en su cuarto, y no tuvo que esforzarse por sonar tranquilo: quería demasiado a su niño como para tratarle mal.
- ¿Qué es lo que ha pasado, Leo? – le preguntó, agachándose hasta quedar a su altura.
 


DOS HORAS Y MEDIA ANTES
- Leo, ¿has recogido los juguetes? – preguntó Peter.
- Hablas como papá. Tú no puedes hablarme así.
- Sólo pretendo ayudarte. Sabes que tienes que recoger los juguetes, sino papá se va a enfadar.
- Los recogeré cuando él me lo diga.
- No tiene que decírtelo, ya sabes que tienes que hacerlo, peque. Venga, que no tardas nada.
Peter se fue a preparar la cena, que iba a consistir en macarrones recalentados y un sándwich. Fue a preguntarle a Leo de qué quería el sándwich, y vio que los juguetes seguían sin recoger, y que se había ido a ver la tele.
- Te había dicho que recogieras.
- Pues no lo he hecho.
- ¿Qué haría papá si te pones a ver la tele sin recoger primero?
Leo se quedó callado.
- ¿Qué haría, Leo?
- Me daría unos azotes. No se lo digas, por fa.
- No soy un chivato. Pero tienes que recoger. Venga, apaga la tele y ve.
- ¡No!
- Leo…
- No voy a hacerlo y no puedes hacerme nada.
- Claro que no voy a hacerte nada, peque. Lo que no entiendo es por qué estás tú haciendo esto. No te he pedido nada tan difícil. Recoge los juguetes, y luego puedes venir a ver la tele.
- Mejor veo la TV, y tú recoges mis juguetes.
- Soy tu hermano, no tu esclavo. Cada uno recoge lo que ensucie, lo pone muy clarito en la nevera.
- No me vengas ahora con las normas, que a ti papá también te calienta el culo.
- Claro que sí, cuando me porto mal. Justo como tú estás haciendo ahora. ¿Vas a obedecer, o vas a esperar a que venga papá y te lo repita él, probablemente mientras te da unos azotes?
- Lo haré…-respondió Leo, y se levantó del sofá.
- Ese es mi hermanito – dijo Peter, con una sonrisa. - ¿De qué quieres el sándwich?
- Me da igual. Pero de pescado no.
Peter rió.
- No se hacen sándwiches de pescado. Te lo haré de tortilla ¿vale? Como yo.
Leo asintió, y empezó a recoger los juguetes.
- ¿Nunca has comido carne? – le preguntó.
- Sí, antes sí.
- ¿Y por qué ya no?
- Es complicado de explicar, peque. No quiero…comer animales. Pero no quiero hablar contigo de esto: tú eres libre de hacer lo que quieras y aun eres pequeño. Cuando crezcas decidirás por ti mismo y si quieres entonces te cuento por qué me hice vegetariano yo. A papá no le gustará si te meto ideas sobre no comer carne.
Leo no dijo nada, pero no le gustaba que no le explicaran las cosas. Peter se fue a hacer los sándwiches, pero en un determinado momento fue al baño. Leo se metió en la cocina entonces, y quiso hacer un experimento. Sacó un poco de fiambre de la nevera, y lo metió en los sándwiches. Luego se fue, dispuesto a esperar a que Peter se lo comiera, a ver qué pasaba. Sin embargo, Peter fue a echar mayonesa sobre la tortilla, y al levantar el pan vio el chorizo, el lomo y otras cosas que Leo había metido.
- Leo, ¿por qué has hecho eso? – le preguntó enfadado, con el sándwich en la mano.
- Quería ver si te lo comías. Si notabas que tenía carne.
- Claro que lo hubiera notado. Leo, eso no se hace. No puedes obligar a alguien a comer carne. – le dijo Peter, tratando de no gritar. Aquello le había molestado mucho. - No…Oye, se lo voy a decir a papá.
- Dijiste que no eras un chivato.
- Sí, pero esto ha sido demasiado. Ha estado muy feo.
- No se lo digas….castígame tú.
- Leo, yo soy tu hermano. No te puedo castigar, y no voy a hacerlo.
- Nick lo hizo.
- Eso fue diferente. Te podías haber hecho daño y él se asustó mucho.
- Si se lo dices a papá me va a pegar.
- A lo mejor no. Él decidirá. Yo estoy enfadado porque me lo has hecho a mí. A lo mejor él piensa que no es tan grave.
- ¿Estás enfadado? – repitió el niño, triste.
- Dejémoslo en molesto. Leo, si querías carne en tu sándwich sólo tenías que haberlo pedido. Pero ponerle carne al mío no ha estado bien.
- Lo siento. – dijo Leo, con su mejor mirada de cachorrito.
- Anda, ve a lavarte las manos. Cenaremos en seguida.
Leo fue a lavarse las manos, pero cuando volvió Peter aun no había terminado. Estaba haciéndose un sándwich nuevo, y mirando el fiambre como si estuviera meditando. Leo le sacó de sus reflexiones.
- ¿Me llevas al parque?
- ¿Qué?
- Que si me llevas al parque.
- Leo, es la hora de cenar, y además yo no puedo salir. Estoy castigado.
- Pero papá no está. Llévame al parque.
- No, peque. No puedo, lo siento.
Leo estaba harto de que Peter dijera que no a todo. Probablemente su padre ya le iba a castigar por lo del sándwich y Peter estaba empeñado en ser un aburrido. No le gustaba que él le cuidara: prefería a su hermano cuando jugaba con él, y no cuando se ponía en plan mandón.
- ¡Llévame al parque! – gritó, y empezó a patalear, mientras gritaba una y otra vez que le llevara al parque.
- No, Leo, y no te pongas así. No voy a castigarte pero si haces una pataleta te ducharé con agua fría ¿entendido?
Al final, tuvo que cumplir su amenaza, o al menos en parte, porque Leo empezó a llorar y a ponerse rojo mientras gritaba. Le cogió en brazos y le llevó al baño, y le mojó la cara con una esponja y agua fría. El agua calmó al niño. Cuando dejó de llorar, Peter le secó con una toalla.
- Para que veas, esto no se lo diré a papá. Pero no puedes ponerte así porque no haga lo que tú quieras.
Leo no dijo nada, y Peter pensó que había comprendido, pero cuando volvió a la cocina Leo aprovechó para escaparse. Cuando Peter se dio cuenta, supo que habría ido al parque. Dio con él enseguida, pero el pequeño se empeñaba en huir de él. Intentó llevarle a casa por la fuerza, pero no podía. Al final, con mucha paciencia, y tras algo más de una hora, logró convencerle de que volviera, y en el camino de vuelta Peter se perdió, así que tardaron un poco más de lo previsto.
Eso es lo que había pasado, y eso es lo que Leo le contó a Chris, sin dejarse nada. Cuando acabó estaba llorando un poco, y miró a su padre con mucho miedo. Chris, cumpliendo lo prometido, no se enfadó, aunque no estaba contento por lo que Leo había hecho. En cuanto a Peter, había hecho más o menos lo que tenía que hacer. Diablos, a él no podía reprocharle nada. Respiró hondo varias veces, y por fin habló.
- Leo, quiero que te pongas en esa esquina, y que pienses en lo que has hecho hoy. Lo de escaparte, lo de desobedecer a Peter, lo de la rabieta, lo de los juguetes…y lo del sándwich. Yo voy a volver en unos minutos.
Leo obedeció. Chris salió del cuarto, y le dijo a Peter que hiciera lo mismo.
- ¿Por qué creías que a ti también iba a castigarte?
- Por haber salido de casa.
- Tenías que ir a por él.
- Por haberle hecho enfadar.
- Tenías razón. No puede hacer lo que se le antoje.
- Por haberle mojado.
- Le calmaste como Dios te dio a entender. ¿Lo has leído en algún sitio? Yo también hago eso, aunque hacía tiempo que no tenía una rabieta, ya es mayor para eso.
- Por haberme perdido.
- No tienes la culpa de orientarte tan mal, aunque si quieres un día nos recorremos la zona para que tengas bien localizado todo.
- Por no haberle cuidado bien
Y en ese punto, Peter lloró un poquito. Chris le abrazó.
- No has hecho nada malo. No ha sido culpa tuya. Lo has hecho muy bien.
- Pero le he perdido. Se ha ido de casa. Contigo no se va nunca.
- No, pero Nick y tú si os habéis ido alguna vez. Ahora ya sabes cómo me siento cuando lo hacéis.
Peter siguió abrazándole, sintiéndose culpable.
- Te estoy muy agradecido, Peter. Has cuidado de Leo como lo habría hecho yo mismo. Y además no has aprovechado que yo no estaba para incumplir tu castigo. No sólo has demostrado que eres responsable, sino también que eres honrado. Eso no se castiga, se recompensa. Mañana te devolveré tu guitarra.
Peter no dijo nada, pero rompió el abrazo al cabo del rato.
- Gracias.
- No, Peter. Gracias a ti. Hoy eres el único que ha estado a la altura. Has mantenido la calma en todo momento. Ahora, cena algo si quieres y ve a acostarte: tienes que estar cansado.
Peter fue a su cuarto y se preparó para dormir, pero no se durmió. Sabía que Chris iba a castigar a Leo, y él quería estar despierto. Le castigaba por su culpa, porque no había sabido cuidarle bien. Lo mínimo que le debía a Leo era el quedarse despierto y no permanecer ajeno a eso. Si el niño le aceptaba, luego iría a consolarle.
Chris fue al baño y cogió el cepillo. Cuando entró en el cuarto de Leo, el chico seguía donde le había dejado, en la esquina. Chris se sentó en la cama de Leo y cuando le habló, lo hizo con voz tranquila.
- Ven, Leo- le llamó y el niño se giró. Caminó hacia él y se quedó delante suyo, a la expectativa. – Sabes por qué voy a castigarte ¿verdad?
- Por muchas cosas.
- Sí, por muchas cosas – dijo Chris, y tuvo que esforzarse por no sonreír – Pero por una por encima de todo: por haberte escapado. Te podía haber pasado algo muy malo. Ya has visto cómo me preocupé cuando se fue Nick, y él al menos, sabe defenderse, porque es mayor que tú. Cuando he venido y no estabais, estaba preocupado por Peter, pero por ti me estaba muriendo.
- Lo siento.
- Sé que lo sientes. Por eso no estoy enfadado, pero te voy a castigar, porque no quiero que nunca, nunca, hagas algo parecido.
Leo asintió, valientemente, y no hizo ningún movimiento cuando su padre le bajó el pantalón. Dejó que le pusiera sobre sus rodillas sin oponer resistencia, y se dejó bajar los calzoncillos. Chris empezó a pegarle con la mano.
SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT
- Si te está cuidando Peter, le tienes que obedecer. Si algo no te parece justo, luego me lo cuentas a mí, y si él se ha equivocado será él el que tenga que responder ante mí. Pero no puedes desobedecerle.
- No lo haré más, papá.
SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT
- Nada de rabietas
Leo comenzó a llorar entonces, pero Chris prosiguió.
SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT
- Ni de ponerle carne a tu hermano. Eso ha estado mal, Leo, y lo sabes.
SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT
Leo sollozó con fuerza, y Chris esperó un poco antes de coger el cepillo, dejándole descansar. Después, continuó y le dijo, para concluir:
- Y nunca vuelvas a escaparte.
CRACK Auuu CRACK Aiiii CRACK CRACK CRACK CRACK Papi, eres malo
- Nunca ¿me oyes?
CRACK CRACK CRACK CRACK
- Nunca, papá
Y entonces, Chris se detuvo. Dejó el cepillo y levantó a su hijo, envolviéndolo en un abrazo. Le frotó la espalda y le dio un beso en la frente.
- Yo me muero si te pasa algo – le dijo, sin dejar de abrazarle.
- No quería asustarte.
- Está bien. Ya está. Estás perdonado. No estoy enfadado, ya te lo dije.
Siguió haciéndole mimos y Leo dejó de llorar, aunque se frotaba el culito cada poco rato. Chris le apartó las manos y le miró. Lo tenía un poco rojo, pero no le había pegado fuerte. Le colocó el pantalón del pijama, que era blandito y le tumbó en la cama acariciándole el pelo.
- Intenta dormir, Leo, que es muy tarde. Mañana te levantaré tarde ¿de acuerdo?
- Pero no te vayas – le dijo el niño.
- No campeón. No voy a dejarte sólo. Pero voy a por un vaso de leche ¿vale? Que no has cenado nada.
Leo asintió, y se abrazó a la almohada. Mientras Chris bajaba a la cocina, a por la leche, Peter se coló en el cuarto de su hermano.
- Hola, peque – le dijo.
- Tenías razón: no se ha enfadado.
- Te dije que si le decías la verdad, te perdonaría. Papá es bueno.
- No, es malo. Me duele – se quejó. Peter se acercó, y le dio un abrazo. En vez de frotarle la espalda como hacía su padre, él le frotó las piernas.
- Si te portas mal te castiga, ya lo sabes, peque. Pero no es malo por eso.
Chris subió, y vio a Peter. Se quedó en la puerta, observando.
- ¿Y a ti te ha castigado? – le preguntó Leo.
- No.
- ¿Entonces por qué tienes lágrimas?
- Porque te tendría que haber cuidado mejor.
- Me has cuidado bien. Has ido a por mí y me has traído a casa.. Y has dado la cara por mí. Gracias a ti papá no se ha enfadado.
Chris decidió entrar en ese momento, y Peter se levantó para irse.
- No te vayas si no quieres, Peter – le dijo. – A Leo le gusta tener público cuando duerme. ¿A que sí?
Leo asintió, y sonrió un poco. Se sentó sobre la cama para tomar la leche, y Peter pareció un poco sorprendido de que se sentara sin dificultades. Leo se durmió enseguida, era muy tarde para él. Peter le acarició mientras dormía.
- A la cama, Peter, que es tarde. ¿Te tengo que acostar a ti también?
- No me importaría que me acostaras – le dijo Peter – No me da vergüenza admitir que me gusta que me arropes y me des un beso.
La declaración sorprendió a Chris, que le acompañó a su cuarto y le arropó tal como le había dicho.
- El peque podía sentarse – dijo Peter, antes de que Chris se fuera.
- ¿Acaso crees que soy un animal? A veces tus deducciones me ofenden, Peter, de verdad.
- No…yo…Es sólo que sí que estabas enfadado. Esta vez sí, y no puedes decirme que no.
- Sí, y por eso hiciste bien en tranquilizarme antes. Otra cosa más que has hecho bien hoy. Aunque tú opines que lo has hecho todo mal.
- Yo sólo quería ayudarte. Que veas que puedes salir sin preocuparte por dejarnos solos.
- Peter, igual que te ha pasado a ti, podía haberme pasado a mí. Vosotros os escapáis también.
- No volveré hacerlo – le prometió. – Ni estando enfermo, ni estando sano, ni nada. Nunca saldré de casa sin que tú lo sepas.
- Me alegra oírlo.
Chris le dio un beso y salió de la habitación. Pensó que, más que todos los castigos que le había puesto, aquello valió más que todo para que Peter entendiera por qué no podían escaparse. No era sólo por el hecho de desobedecer. No era sólo porque podía pasarles algo. Era porque generaban una preocupación enorme, un dolor insoportable, que sólo conoce el que lo ha vivido. Ese momento en el que te preguntas "¿Dónde está mi hijo?" y nada tiene sentido hasta que lo encuentras.

Chris se fue a su cuarto, pero lo interceptó una luz de alguien que orbitaba.

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