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lunes, 6 de abril de 2015

Chapter 27: Los hijos crecen



 


Chapter 27: Los hijos crecen
 


Chris se tropezó con un libro, y se golpeó el pie descalzo. Contuvo un quejido. Luego metió el pie en …¿unos pantalones? Pero ¿qué era eso? ¿Un cuarto o un estercolero?
"Nick, me voy a encargar de que recojas todo esto ¬¬" pensó, y luego suspiró. "Pero hoy no".
Siguió abriéndose paso por todas las trampas mortales su hijo parecía haber dejado para él, y llegó hasta su cama. Le despertó con suavidad.
- Oh (bostezo) hola.
- ¡Feliz cumpleaños! – exclamó Chris, y le sonrió. – A tu hermano no hay manera de sorprenderle: me despierte a la hora que me despierte él ya se ha levantado. Pero quería ser el primero en felicitarte. He tenido que sobornarle para que me dejara pasar antes a mí.
- ¿Ya pudo entrar? – preguntó Peter, desde la puerta. Con una sonrisa, echó una pequeña carrera y se abalanzó sobre la cama de Nick, prácticamente aplastándole. - ¡Felicidades!
- ¡Y para ti también! – respondió Nick, quitándoselo de encima con cierto esfuerzo. – Todos los años haces lo mismo. Podrías ser un poco más original ¿no?
- Entonces, ¿qué gracia tendría? Si lo divertido es aplastarte.- dijo Peter, y se rió. – Vamos, arriba dormilón.
- Ya, va, ya va. Diecisiete años y sigue igual de pesado. ¿Quién lo aguantará con 40?
- ¿Es que pensáis vivir juntos a los 40? – preguntó Chris, divertido.
- Por supuesto. A ver si te crees tú que éste aguantaría un solo día sin mí – dijo Nick, muy convencido. Tenía el pelo alborotado y se parecía bastante a la melena de un león.
- ¿A que te quedas sin regalo? – dijo Peter, haciéndose el ofendido.
- ¿Me has hecho un regalo? – preguntó Nick, con verdadero asombro, y con repentina culpabilidad: él no había pensado en nada. Nunca se hacían regalos en su cumpleaños….no tenían con qué y como era el cumpleaños de ambos a la vez pues….
- Sí, pero si quieres verlo tienes que bajar, o me lo guardo. Así que vamos, fuera de la cama – dijo, empujándole un poco. Nick se levantó y salió de entre las sábanas. Había dormido en ropa interior.
- ¿Y el pijama? – preguntó Chris
- En el cajón.
- Ahí puede estar ¬¬
- Hacía calor
- Y por eso estabas envuelto en más capas que una cebolla.
- Sí, bueno…
- No tienes remedio – dijo Chris, poniendo los ojos en blanco, y empujándole para que terminara de salir. Él también tenía algo para él. Y para Peter, claro.
En la mesa, junto al desayuno, los chicos vieron una cajita.
- Vamos, abridla. Es para los dos – dijo Chris.
- ¿Un regalo?
- ¿A qué tanta sorpresa? Es vuestro cumpleaños, ¿qué otra cosa esperabais?
- Ya nos hiciste regalos en Navidad…
Chris les había regalado tantas cosas que habían tenido apuros para guardarlas. Libros, CDs, un mp4 para cada uno, un micrófono para Peter, una cámara de video para Nick… Los chicos no se esperaban tantos regalos. Y sus tíos y abuelos les hicieron más. No estaban acostumbrados a eso. Nick en concreto parecía haber esperado que le dejara sin regalos, como hacían en el orfanato.
- Y fue hace sólo cinco días – apuntó Peter.
- Esa suerte que tenéis, que se os junten los regalos. Vamos, abridlo.
- Mejor esperamos a Leo – dijo Nick, extrañado por la impaciencia de su padre.
No tuvieron que esperar mucho de todas formas. Leo bajó dando salditos y escondiendo algo en la espalda.
- Feliz cumpleaños – dijo a modo de saludo.
- Ahora ya podéis abrirlo – dijo Chris.
Peter fue el que abrió la cajita, y Nick el que sacó unas llaves.
- ¿Qué es? – preguntaron confundidos.
- Abre algo que está aparcado frente a la puerta – dijo Chris.
- ¿Aparcado? ¿Pretendes decir que nos has comprado un coche? – exclamó Peter con incredulidad, y Chris asintió, sonriendo.
Corrieron a la puerta y vieron un Audi bastante bueno de color azul pálido. Era precioso y muy nuevo. Se quedaron mirándolo varios segundos, boquiabiertos.
- No podemos aceptarlo – dijo Nick, apartando la vista del coche con cierta dificultad.
- ¿Por qué no?
- Porque es demasiado.
- Me he perdido 16 cumpleaños. No pasa nada porque quiera haceros un regalo. Además, no es tan raro regalar un coche a los chicos con edad de conducirlo.
- Pero suele ser de segunda mano. Este es nuevecito y te habrá costado un pastón.
- Es por eso que es uno para los dos – reconoció Chris. – Ahora sólo necesitáis el carnet.
- Ya lo tenemos – admitió Peter.
- ¿Y no me lo decís? – preguntó Chris con incredulidad, y algo molesto - He dudado mucho sobre si debía regalároslo o esperar a que pudierais conducirlo, y resulta que siempre habéis podido.
- Nos lo sacamos al cumplir 16 – dijo Nick, encogiéndose de hombros. – No tenía mucho sentido puesto que en el orfanato no había coches, pero gracias a eso pudimos echar una mano en algunas cosas.
Chris se volvió a preguntar una vez más qué clase de vida habían llevado. Y cuándo se acabarían las sorpresas. Pensó que por mucho tiempo que pasara siempre iba a haber cosas que no supiera de sus hijos.
- No tenemos mucha práctica de todas formas. Ese es otro motivo por el que no lo podemos aceptar.
- Yo puedo ayudaros con eso. Ya es vuestro, no hay nada que aceptar. Tan sólo disfrutad de vuestro regalo.
A Chris le había costado mucho regalarles aquello. No por el dinero, sino por el hecho de que un coche era como decir "ya son mayores", cuando él nunca había podido decir "qué pequeños son". No quería ni pensar lo que sentiría cuando empezaran la universidad.
- Pero…
- Esto es demasiado, papá, en serio. No…¿Cuánto llevas gastado en nosotros desde que estamos contigo? No podemos dejar que te gastes tu dinero en nosotros.
- ¿Para qué lo quiero si no es para que no os falte nada? – le dijo Chris – Sois mis hijos.
Eso le gustaba mucho de sus chicos: no daban las cosas por sentadas….Eran agradecidos y no egoístas y exigentes. Apreciaban cualquier gesto. Eso no lo hacían todos los chicos de su edad. Era bueno, pero tampoco quería que pensaran que le debían nada. Lo hacía porque podía hacerlo, porque quería hacerlo, y porque era su padre. No era nada que no hiciera cualquier padre con dinero suficiente.
- No me puedo creer que nos hayas regalado un coche – seguía diciendo Nick.
- Seguro que aún estamos durmiendo – asintió Peter.
- ¿El tío os puede regalar un viaje a Disney Land y yo no puedo regalaros un coche?
- Pero eso…Nick se lo ganó por sus notas…y yo…yo….a mí supongo que me acoplaron. Pero no hemos hecho nada para merecer un coche.
- No necesito más motivo que el hecho de que os quiero. Y que cumplís 17 años. Además, últimamente os habéis portado muy bien.
Los chicos se le quedaron mirando durante un rato.
- No lo entiendo – dijo Nick al final.
- ¿El qué?
- El que nos quieras no es un mérito nuestro, de hecho es un motivo más para que te demos las gracias. Y el "portarnos bien" es nuestro trabajo. Sigo sin entender por qué nos haces este regalo.
Chris lo pensó un poco antes de responder.
- Nick, ¿tú me quieres? – preguntó al final.
- S-sí, claro – respondió el chico, algo avergonzado por la pregunta tan directa.
- ¿Deseas que yo sea feliz?
- Más que nada.
- Pues entonces no te tiene que resultar muy difícil entender que yo siento lo mismo. Además, soy tu padre, y tengo que cuidar de ti, lo cual no es un trabajo, sino un placer. Es mi deber alimentarte vestirte, y todas esas cosas que hacen que los padres sufran cuando no tienen dinero suficiente para llevarlas a cabo. Si tiene dinero, no hay nada que un padre pueda negarle a su hijo. Yo tengo la suerte, o la desgracia, según se mire, de haber heredado más dinero del que necesito. En lo único en que quiero gastarlo es en mis hijos.
Nick no dijo nada, y le abrazó. Seguidamente Peter hizo lo mismo.
- Es de mi color favorito – dijo Peter con timidez. – Gracias.
- No hay por qué – respondió Chris, revolviéndole el pelo. – Ahora vamos a desayunar; luego, si queréis, damos una vuelta.
Volvieron a entrar y vieron a Leo, que se había quedado algo apartado y contemplaba unos papeles que había estado escondiendo con una carita muy triste.
- ¿Qué tienes ahí, campeón? – le preguntó Chris.
- Nada – respondió el niño, bajando el papel con un suspiro.
- Eso no parece nada. ¿Qué es?
- Era mi regalo – respondió Leo en voz bajita.
- ¿Era? Yo quiero verlo – dijo Peter, poniendo la mano como pidiendo que se lo diera.
- No – respondió Leo, y abrazó el papel.
- ¿Por qué no? – preguntó Peter, teatralizando un poco. – Nick, ¿a que tú también quieres verlo?
Nick asintió, siguiéndole el juego a su hermano.
Leo se separó un poco del papel y lo miró con inseguridad.
- No es un coche. Sólo son dibujos.
- Eso es estupendo: es justo el regalo que quería – dijo Peter, y cogió el dibujo que Leo le ofrecía tímidamente. Se veía que el niño había intentado dibujarle a él. Peter cogió también el de Nick antes de pasárselo. Para diferenciar a ambos gemelos el chico había hecho cosas que les diferenciaban: a Nick le había dibujado con un gorro de chef y a Peter con una guitarra. A Peter le encantó el dibujo de la guitarra: le pareció bastante realista. Su yo pictórico era más cabezón que el real, pero tampoco estaba mal. Que Leo sólo tenía 8 años, y tampoco era Miguel Ángel. – Muchas gracias - le dijo con sinceridad – Me gusta mucho.
- ¿De verdad?
- De verdad de la buena. No tenías por qué regalarme nada, peque.
Peter le dio un abrazo, y Chris se sintió muy orgulloso de él. Nick y Leo entraron primero y Chris hizo por quedarse rezagado con Peter.
- Lo que has hecho ha estado muy bien.
- ¿El qué?
- Con Leo. Gracias por no desilusionarle: lo ha hecho con su mejor intención.
- He sido sincero papá: me gusta el dibujo. Me recuerda a…al centro. Los niños pequeños solían regalarme dibujos en mi cumpleaños. Tengo una carpeta: los guardo todos.
Chris nunca había pensado en eso.
- ¿Les echas de menos?
- Han sido mi familia durante muchos años. Allí la gente entra y sale: sabes que no es para siempre y que debes alegrarte cuando se van, pero a veces te sientes triste. Había una niña…Cuando nos fuimos estaba enfadada conmigo y ni siquiera quiso despedirme, pero yo la quería como a una hermana.
- Pensaba que te gustaban los niños, por como tratas a Leo y a tus primos. Ahora creo que…echas de menos a los tuyos.
Peter se encogió de hombros.
- Los niños ni me gustan ni me dejan de gustar. No son un caramelo o una película. Son personas. Trátales como tales y te darán lo mejor de sí mismos.
Entraron en la cocina y Chris aun le estaba dando vueltas a la reflexión de Peter. Nick miraba a Peter con cara de expectación, hasta que éste cayó en la cuenta de qué era lo que Nick estaba esperando.
- Oh, sí. Tu regalo. Bueno, no es un coche y tampoco un dibujo. – dijo Peter con un encogimiento de hombros, como diciendo "pero es lo que hay" – Es la camiseta de Sara.
- ¿En serio? Pero…¡si te gusta mucho!
- Por eso quiero que la tengas tú.
- Peter yo…Gracias – dijo Nick, sacudiendo la cabeza. Pensaría en algo: algo bueno que darle a cambio.
- Luego te la doy – dijo Peter.
- ¿La camiseta de Sara? – tuvo que preguntar Chris, al ver que no se explicaban.
- A veces venían famosos al orfanato. Futbolistas, jugadores de baseball…Una vez vino un cantante, uno que me gusta mucho y yo quería su autógrafo. Estuve preparándome durante semanas: compré una camiseta con su cara y todo para que me la firmara. Pero….el día en el que vino me puse enfermo…y tuve que pasarme todo el día en la cama…y me quedé sin verle. La niña que te he mencionado antes, mi "hermanita Sara", cogió entonces la camiseta y me la firmó ella. Fue un detalle muy tierno – comentó Peter – Guardo esa camiseta con mucho cariño. Aun me vale, así que también le valdrá a Nick.
Aquella tontería de historia valió para emocionar a Chris. Le había parecido que los chicos no tenían amigos en el orfanato, pero por lo visto Peter había dejado una. Una pequeña hermana como él la llamaba.
Al igual que Chris se emocionó, Leo se puso celoso. Dejó caer el tenedor bruscamente sobre la mesa.
- ¿Qué pasa, peque? – preguntó Peter al ver la expresión del niño.
Leo le miró con furia.
- ¿Quién es esa niña?
- ¿Sara? – preguntó Peter, confuso.
- ¿¡Quién es!? – exigió saber Leo.
- Pues…no sabría decirte. Tenía tu edad, más o menos. Vamos, "tiene", que sigue viva, claro.
- Pues ojalá no lo estuviera.
- ¡Leo! – dijeron Chris y Peter a la vez. El primero, en tono de advertencia. El segundo, con sorpresa y dolor.
- Es la verdad: ojalá estuviera muerta. La odio a ella y a ti también. – dijo el niño. Cogió el dibujo que le había regalado a Peter, que estaba sobre la mesa, y lo rompió. Nada más hacerlo pareció arrepentirse, porque miró los pedazos como si esperara que por mirarlos volvieran a juntarse.
Chris se apretó el puente de la nariz, como si quisiera contener el grito que quería salir de su garganta. "Tiene ocho años" se dijo. "Es tu hijo de ocho años. No le grites".
- Leo, si has terminado de desayunar, vete a tu cuarto. Tal vez quieras pedirle disculpas antes a tu hermano.
- Lo siento, Peter – dijo Leo agachando la cabeza, y después se fue a su cuarto como le habían dicho. Chris se sorprendió gratamente porque le obedeciera y porque se hubiera disculpado. Quizá no había sido sincero del todo, pero al menos demostraba cierta conciencia de que había actuado mal. Denotaba cierta madurez, y Chris reflexionó sobre eso.
- Soy idiota – dijo Peter, de pronto. Chris casi se había olvidado de que Nick y Peter seguían allí. – Leo ha debido de pensar que tiene una rival, o algo así.
- Leo es libre de pensar lo que quiera, pero no puede hablarte así ni romper tu regalo. No te eches la culpa por esto, hazme ese favor – le pidió Chris, levantándose de la mesa – Terminad de desayunar. Vuelvo en un rato.
Subió al piso de arriba, pero tardó un minuto en entrar en la habitación de Leo, intentando pensar en lo que iba a decirle. Finalmente abrió la puerta. El niño le esperaba sentado en la cama. Estaba llorando. Tras pensarlo un par de segundos, Chris le abrazó. Seguía siendo "su niño" de ocho años, y cuando él lloraba su cuerpo actuaba por iniciativa propia.
- ¿Celos? – le preguntó, tras separarse de él un poco. El niño asintió.
- La ha llamado "hermanita".
- Ella ya no está, Leo. La ha dejado en el orfanato. Tiene…tiene que echarla mucho de menos. ¿Qué más da cómo la llame? Ellos eran su familia.
- ¡Su familia somos nosotros!
- Ahora. Pero no ha sido así durante dieciséis años. No te creas que es más fácil para mí que para ti: me hubiera gustado que siempre hubieran sido mis hijos. Les habría protegido de muchas cosas. Les habría tenido junto a mí, como te tuve a ti.
Leo le abrazó con fuerza.
- Sé que te has puesto así porque le quieres. Lo entiendo, campeón, pero lo que has dicho estaba muy mal. Es el día de su cumpleaños. Le has roto el regalo que acabas de hacerle. Le has deseado la muerte a alguien muy importante para él…eso es algo que no se desea de nadie, y mucho menos de las personas que les importan a los que queremos. Y le has vuelto a decir que le odias, con la única intención de hacerle daño. ¿Recuerdas lo que te dije que pasaría si volvías a hacerlo?
- Que me castigarías – respondió el niño, rompiendo el abrazo.
- Eso es – asintió Chris, y le colocó frente a él como para mirarle bien. Leo ya no estaba llorando. Suspirando le bajó el pantalón y le colocó sobre sus rodillas.
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- No puedes romper las cosas sólo porque estés enfadado y mucho menos un regalo.
Leo sollozó un poquito, pero no dijo nada.
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- Decir "te odio" es algo muy feo. Y si encima no es verdad ¿por qué lo dices? No vuelvas a tratar de hacer daño a la gente con esas palabras, porque lo puedes conseguir. Y tú no haces esas cosas.
El niño se sintió culpable. Su padre no solía apelar a su conciencia cuando le castigaba. Contra todo pronóstico, se sintió más pequeño que nunca, como si al hablarle como a un mayor dejara claro que aún era pequeño. Al menos, así se había comportado.
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- Nunca le desees la muerte a nadie. Tú has perdido a tu madre, Leo, deberías saber que con eso no se juega.
Aquello provocó que Leo llorara como no lo había hecho en mucho tiempo. Chris se arrepintió de haberle dicho aquello, pero era la verdad. Quizá Leo fuera pequeño, pero había ciertas cosas que ya tenía que saber. El niño intentó levantarse y él no se lo impidió. Se tiró a sus brazos y sollozó durante un rato.
- Mamá – dijo el niño de pronto, y aquello le rompió el corazón a Chris. Esa palabra escondía muchas preguntas. "¿Qué pensaría mamá de mí?" "¿Por qué ya no está mamá?" "¿Por qué has tenido que nombrarla?"
Chris le estrechó contra su pecho.
- Siento haberte hecho daño al hablarte así, pero quería que entendieras por qué no puedes volver a decir algo como eso. ¿Acaso deseas que Peter esté triste?
- No – negó Leo, y siguió llorando.
Chris le abrazó y le consoló hasta que se calmó. Tarareó para él y le hizo mimos.
- Yo no quiero que esa niña se muera – dijo Leo.
- Ya lo sé, campeón.
- No soy malo. – dijo, el niño, pero más bien parecía una pregunta.
- Claro que no. Eso ni lo dudes, campeón. Eres un buen niño. Eres una buena persona. Es por eso que no puedes decir esas cosas.
- ¿Me perdonas?
- Siempre, pero creo que ésta vez no es conmigo con quien tienes que disculparte.
Leo remoloneó un poquito más en los brazos de su padre, y luego bajó a hablar con Peter. Nada más verle se echó a llorar de nuevo, y Peter le cogió en brazos.
- Eh, peque. Vamos, no llores. ¿Te ha castigado papá? – le preguntó con ternura, meciéndole un poco. No le guardaba ningún rencor, y su hermano le daba mucha penita cuando venía a por él llorando después de que le castigaran.
- Sí, pero no lloro por eso.
- Entonces ¿por qué lloras?
- Porque te he dicho una cosa muy fea. Lo siento.
- Está bien, peque, no pasa nada.
- Si pasa, porque yo me he enfadado porque te quiero para mí, y en vez de decirte eso te he dicho que te odio. Y…y he deseado que esa niña se muera. No lo he dicho de verdad. Yo no quiero que nadie se muera. Mi mamá se murió, y la tuya también.
El niño comenzó a llorar de nuevo con mucha fuerza, y Peter se sentó en el sofá con él encima, mientras le mimaba.
- Nunca me has hablado de tu madre – le dijo, hablándole en un tono muy suave.
- Era muy guapa – le aseguró el niño – Y quería mucho a mi papá. Y…y…no recuerdo mucho más.
- Yo no recuerdo a mi madre – dijo Peter. – Y no pienso en ella como si lo fuera. Leo ¿puedo hablarte como si fueras mayor? Ya no eres un niño pequeño ¿a que no?
Leo negó con la cabeza y Peter sonrió un poco: el niño había dejado de llorar.
- Te tengo mucha envidia. Tienes un papá perfecto, y a veces me cuesta entender que también es el mío. Conociste a tu madre, ella te quería, siempre has tenido un hogar, has sido feliz, y por si fuera poco, ¡tienes magia!
- ¿Me tienes envidia?
- Muchísima. Pero te quiero, peque. Tú no tienes la culpa de tener lo que yo no he tenido. Eres mi hermanito, y ya nada podrá cambiar eso. Esa niña de la que he hablado antes nunca podrá competir contigo. Siempre la querré, y si vuelvo a verla me alegraré mucho. Espero que sea feliz y que encuentre unos papás que la quieran. Era mi "hermanita de mentira", porque los dos estábamos solos. Pero ahora te tengo a ti, que eres mi hermano de verdad.
- Ese es Nick…
- Nick también. Esa es la palabra clave aquí. Todos nosotros tenemos que aprender a aceptar que en el corazón de los demás caben otras personas.
Leo apoyó la cabeza en su pecho.
- Ah, con que a mí también me quieres – dijo Nick, desde detrás del sofá. – Menos mal, estaba empezando a ponerme celoso yo también.
Peter sonrió.
- Oye, si quieres te abrazo a ti también.
- No, gracias. Mariconadas las justas.
Peter rodó los ojos.
- En serio, Pete, ¿cuándo vas a salir del armario? – preguntó Nick, sentándose en el sofá junto a ellos.
- ¿Eres gay? – preguntó Leo, con curiosidad.
- ¡No! ¡No sé! ¡Me da igual! No pienso en eso…
- Pues tienes 17 años, yo creo que ya va siendo hora…- comentó Nick.
Chris entró en ese momento, y le alegró ver juntos a sus tres hijos.
- ¿De qué habláis? – les preguntó.
- De si a Peter le gustan los chicos – dijo Leo con toda la naturalidad del mundo.
- Ah. – Chris se preguntó si no haría mejor en volver por dónde había venido.
- Lo curioso es que ha dicho "no lo sé". Para mí eso es una clara confirmación – dijo Nick, en tono divertido.
- No podéis pretender que me crea que con 17 años las chicas o los chicos, o lo que sea, os dan igual. – dijo Chris. – Puedo creerme que no hayáis tenido novia pero…
- Yo no he dicho nunca que me de igual – comentó Nick – Aunque no creo que con Leo delante sea el momento de que te confiese qué hago en mi tiempo libre.
Chris entre abrió la boca y la cerró como un pez. Nick se rió. Lo peor es que dejó a Chris con la duda de si lo decía en serio o en broma. Si levantaba el colchón de su cuarto...¿qué se podía encontrar?
- ¿Qué ha sido de esa amiga tuya? – preguntó Chris de pronto, con renovado interés. – La que te gustaba.
- ¿La que tenía que ser un secreto para Peter? ¬¬ Te dije que no tengo experiencia con mujeres. Le pedí su teléfono a Paul, pero aún no la he enviado ni un triste mensaje.
Chris suspiró.
- Y tú…¿no has conocido a nadie, Peter?
- ¿A quién voy a conocer si me he pasado las vacaciones en casa?
- Pero antes, en clase…
- ¿En serio tenemos que hablar de esto?
- Bueno, es sólo que me parece raro que…
- Me gustan las mujeres – dijo Peter, como para zanjar el tema. - Pero ninguna en particular.
- Pues a mí sí me gusta una chica – dijo Leo. – La voy a pedir que salga conmigo.
Chris no sabía si sonreír, y verlo por el lado tierno del amor infantil, o preocuparse por lo horriblemente rápido que crecían sus chicos.
- El que tiene que declararse aquí es papá. – intervino Nick – A esa tal Amy le van a salir arrugas de tanto esperar.
A Chris no le gustó que la conversación se girara en su dirección. Entendió entonces que a Peter le incomodaran sus preguntas.
- Mejor me voy a lavar los platos. – refunfuñó - El tío no tardará en llegar.

A sus espaldas oyó como sus tres hijos se reían. Y era el sonido más maravilloso del mundo, aunque se estuvieran riendo de él y de sus mejillas sonrosadas.

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