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lunes, 6 de abril de 2015

Chapter 26: Cosa de magia



 


Chapter 26: Cosa de magia
 


"Recuerda que éste es un día feliz" se repetía Chris cada poco "No tiene sentido agobiarse".
Pero era más fácil pensarlo que hacerlo. Era el día de Navidad y toda su numerosa familia iba a ir a comer. A él le tocaba hacer de anfitrión. Y, mientras veía las enormes cantidades de comida que se extendían en la encimera de la cocina, el estómago se le iba cerrando más y más.
- Papá, esto no es ningún concurso de cocina. Nadie va a evaluar tus dotes culinarios así que deja de mirar la comida como si fueran a salirle patas – le dijo Nick, sonriente.
Las cosas entre ellos dos estaban mejor que nunca. Chris había logrado encontrar más o menos, el equilibrio entre sus tres hijos. Peter se levantaba antes, así que los primeros momentos de la mañana de los dedicaba a él. El desayuno y las comidas en general eran para todos. Cocinaba con Nick, y pensaba hacerlo todos los días, pasara lo que pasara, mientras el chico quisiera. Además había descubierto muchas utilidades para las habilidosas manos del chico: a Nick le gustaba desmontar aparatos electrónicos. Chris pensó que era una afición un poco rara, pero ahí estaba él, sujetando destornilladores y aprendiendo sobre electrónica gracias al genio de su hijo. Con Leo pasaba el principio de la tarde, cuando Nick y Peter se entretenían viendo la TV. Y el final de la tarde variaba según el día, aunque muchas veces veían juntos una película, o les enseñaban a Nick y Peter cosas sobre la magia.
- No sería lo más extraño que sucede con la comida en ésta casa – le dijo – Recuerdo una vez que orbité por error un saco de patatas al tejado…
Nick se rió.
- Seguro que ahora te alegras más que nunca de que no tenga poderes…
- ¿Por qué dices eso? – preguntó Chris. Era cierto que una parte de él se alegraba, porque les ponía a salvo de peligros como los demonios.
- Porque lo de las patatas en el tejado es algo que yo TENDRÍA que intentar.
El chico sonrió, y Chris se imaginó un Nick con magia. Definitivamente, el mundo, y los gatos de la vecindad, no querían eso.
- Ataría tus poderes – le dijo, pero sonreía, puesto que estaban hablando de broma.
- ¿Puedes hacer eso?
- A lo mejor yo sólo no, pero con ayuda de mis tías o de mi padre, sí.
- Y…¿has pensado alguna vez en hacerlo con Leo?
- A mí no me hubiera gustado que ataran mis poderes. Son parte de lo que soy. Leo ha demostrado ser bastante responsable con eso. Bianca y yo teníamos magia los dos, así que Leo iba a terminar sabiéndolo tarde o temprano, y si intentaba obtener sus poderes por su propia cuenta, podía ser peor.
- ¿Tu mujer era…?
- Sí.
Nick guardó silencio. Se mordió el labio, y al final preguntó:
- ¿Y Amy?
Aparte de dividirse en tres cachitos para sus hijos, Chris había pasado su tiempo intercambiando llamadas con Amy, y siempre colgaba con la misma sonrisa de bobo. Nick estaba aprendiendo a aguantarse, y a pensar que tal vez Amy no fuera un enemigo.
- No. Aunque, claro, no es algo que uno vaya preguntando por ahí. Oye, perdona ¿eres una bruja?
- Ya…Pero…¿eso cómo se sabe? ¿Cómo sabías que yo no tenía magia, por ejemplo?
- El hecho de no tener magia se da por supuesto. Tenerla es "una excepción". Además, los brujos no se congelan con el poder de mi madre, por ejemplo. Supongo que un día puedo dejarlas a las dos, a Amy y a ella, en la misma habitación, y comprobarlo – comentó Chris, bromeando. Amy era más normal que la normalidad misma, estaba seguro.
- Ah no – dijo Nick – Nada de eso. Primero tenemos que conocerla nosotros.
A Chris le sorprendió esa buena disposición, sabiendo que a Nick le costaba un gran esfuerzo, y le dedicó una sonrisa llena de afecto.
- Lo haréis.
- Más te vale. Empiezo a pensar que no existe, y que te la has inventado.
- Vale, me has pillado – respondió Chris, riéndose.
En ese momento, sintió que había alcanzado la felicidad máxima. Todo parecía ir bien en su vida…aunque eso no podía durar demasiado. Se estaba riendo todavía cuando el aire tembló ligeramente. Allí delante, frente a ellos, apareció un demonio. Tenía forma antropomórfica, pero la cara ligeramente deformada, tosca. Chris lo identificó como un demonio de poco nivel. Por instinto, se colocó delante de Nick.
Todo fue muy rápido. El demonio lanzó una bola de energía hacia él, pero luego lanzó otra más. ¿En qué dirección? Chris se permitió sólo un vistazo: Nick había salido corriendo y ya no estaba tras él. La segunda bola de energía iba directa hacia él. Sin dudarlo, Chris la orbitó e hizo que regresara al demonio. Este desapareció entre llamas, de vuelta al inframundo de donde no debería haber salido. Pero la primera bola de energía impactó directamente en el pecho de Chris, que soltó un grito.
- ¡Papá!
Nick corrió y se agachó junto a él. Chris iba a decirle algo, pero se quedó inconsciente.
Nick tenía miedo, pánico, histeria y una preocupación enorme. Con lágrimas en los ojos, movió las manos en los alrededores de la herida de su padre, sin saber qué hacer. Después, cogió unas tijeras y rasgó la camiseta de Chris. Dejó que su cuerpo actuara por él.
- ¡Peter! – llamó, gritando con todas sus ganas. Su hermano bajó rápidamente, alarmado. Cuando vio a Chris en el suelo dio un respingo.
- ¿Qué ha pasado?
- No lo sé. Un tipo…el fuego…Esa cosa venía hacia mí y él la desvió. Pero otra le dio en el pecho. Creo que se ha quemado. Hay que….llamar a un médico…No…oye, llama a Wyatt. O al abuelo. O a los dos.
Peter salió corriendo a hacer lo que le pedía. Wyatt no cogía el teléfono, así que llamó a Leo. Mientras tanto, Nick mojó la herida de Chris, que sangraba. En cuestión de segundos, Leo orbitó y se colocó junto a él. Nick ya ni se sorprendió: se había acostumbrado a que las cosas y las personas orbitaran. Leo le tocó un hombro, como para tranquilizarle, y Nick se dio cuenta entonces de que estaba llorando. El Anciano se agachó junto a su hijo y su nieto, y extendió la palma de la mano encima de la herida de Chris, pero sin llegar a tocarla. Poco a poco, la herida comenzó a sanar. Chris abrió los ojos enseguida.
- ¡Papá! – dijo Nick, haciendo esfuerzos por no tirarse encima suyo. Leo aún no había terminado. Chris esbozó una media sonrisa.
- ¿Estás bien? – preguntó Chris.
- ¡Eso tenía que preguntarlo yo! Papá, lo siento tanto…
- ¿Por qué? No ha sido culpa tuya
La herida de Chris se cerró por completo, y Leo apartó las manos. Nick se tiró entonces encima de su padre.
- Si lo fue. Si no me hubieras protegido no te habría pasado nada.
- Si te hubiera pasado algo a ti, yo me hubiese muerto – respondió Chris, envolviéndole con un brazo.
- Nick, deja que se levante – dijo Leo, pero con dulzura en la voz. Entendía cuál era la preocupación de Nick, porque nada más Chris se levantó, él mismo le ahogó en un abrazo. Peter apareció en la puerta y se sumó, aun con cara asustada.
- Vaya, sabéis cómo hacer que uno se sienta querido.
Nick lloraba bastante, por el miedo que había pasado, y Chris se dio cuenta de que el chico le quería mucho. Aquello hizo que se emocionara.
- Tenías quemaduras de tercer grado – le dijo Nick. – Y ya no tienes ni una marquita. – inseguro, pasó una mano por el pecho de Chris, como si esperara tocar alguna herida o algo.
- Sí, tengo que reconocer que lo de poder curar es una ventaja. Oye, ¿y desde cuándo sabes tú diagnosticar una quemadura? – le preguntó Chris, intentando normalizar la situación.
- Quiero ser médico – dijo Nick, sin prestar mucha atención, aun asombrado por la rápida curación de la herida.
- Yo era médico – comentó Leo. – Antes de…morir.
Chris supo en ese momento que Leo y Nick iban a tener laaaargas conversaciones sobre el tema. Esos dos iban a acabar llevándose bastante bien.
- Tú estás acostumbrado a esto – le dijo Peter, que había estado muy callado. – Estás acostumbrado a ataques, heridas y curaciones.
- Sí – tuvo que admitir Chris. – Aunque últimamente había….mucha tranquilidad.
- Qué inoportuno. ¿Es que los demonios no celebran la Navidad? – preguntó Nick, sin saber si lo preguntaba en serio o en broma.
- ¿Dónde está Leo? – dijo Peter, de pronto. – Leo peque, me refiero.
Con el ruido que habían hecho, no podía ser el pequeño no se hubiera enterado de nada. Se oyó entonces una vocecita.
- A…aquí.
Leo estaba semiescondido en la puerta. Corrió hasta su padre y casi le tira al suelo. Chris le cogió en brazos.
- Eres malo, me has asustado. – le dijo el niño, llorando un poco.
- No ha sido culpa suya, Leo – dijo Nick. Pero el niño no dejaba de repetir "malo malo malo" y de darle golpecitos con los puños. Chris le dio un beso en la cabeza.
- No pasa nada. Estoy bien, ¿ves, campeón?
Leo se dejó tranquilizar por esas palabras y se abrazó a su padre, dispuesto a no soltarse nunca.
- No llevas camiseta – dijo el niño de pronto.
- Pues no. – corroboró Chris, meciéndose un poco como cuando Leo era más pequeño.
- Anda, ven, y deja que se vista – dijo el tocayo del niño, el otro Leo.
Así que el pequeño cambió de brazos, y Chris se fue a ponerse una camiseta. Cuando bajó todos habían dejado de llorar, aunque ninguno de sus tres hijos parecía dispuesto a separarse más de un metro de él, y su padre tampoco a decir verdad.
- Papá – dijo Chris – Mamá no tiene por qué enterarse de esto…
- Si crees que puedo ocultarle algo a tu madre es que ya te has olvidado de lo perspicaz que es.
- Se preocupará.
Su padre se encogió de hombros, como diciendo "es lo que hay". Tras intercambiar un par de frases más, se despidió. Volvería en un rato, como el resto de la familia, para celebrar la Navidad.
- ¿Qué hay que celebrar? – dijo Peter justo después de que Leo orbitara - ¿Qué casi te matan?
- Pete, estoy bien, no ha pasado nada.
- Pero podía haber pasado. Podrías estar muerto. Y le podía haber pasado a Nick.
- Dejémonos de supuestos tristes, y alegrémonos de que todo está bien.
- ¡La magia es peligrosa! – le dijo Peter – Puedo entender que Leo se lo tome como un juego, pero que lo hagas tú es demasiado. Esto que hacéis… puede mataros. Puede matarnos a todos.
Esas palabras hicieron daño a Chris. Dudó por un momento y contempló la posibilidad de que fueran ciertas, y de que fuera un padre irresponsable. Pero él no podía evitar ser lo que era, y ser hijo de quien era…Iba a intentar razonar con Peter, pero Leo se le adelantó.
- No digas eso. Estoy harto de que te metas con lo que somos. Bien que luego le pides a papá que haga aparecer cosas. Para que te enteres, el único peligro para la magia sois vosotros: hay que defenderos porque no podéis hacer nada, y encima es peligroso que sepáis el secreto. Papá corrió un gran riesgo al contároslo. Los Ancianos podían haberse enfadado con él. La magia no se revela, y sabes qué, con gente como tú me queda claro por qué. Eres un tonto al que le da miedo lo que no conoce, incluso aunque hayas visto que no es malo. En vez de quedarte con que la magia cura, te empeñas en verlo como algo peligroso que hay que evitar. Pues no podemos evitarlo, así que o te adaptas a lo que hay, o cierras la boca.
Peter parpadeó, sorprendido de que Leo le hubiera hablado así. Chris observó también, sin saber lo que debía hacer: creía que a grandes rasgos Leo tenía razón, aunque no hacía falta atacar a Peter de esa forma.
- Leo, sé más amable con tu hermano – regañó con suavidad – Para él todo esto es nuevo.
- Y para mí es nuevo tenerles a ellos en casa y no por ello me ha dado por decir que son peligrosos, aunque Nick haya intentado hacerte daño y Peter vaya por ahí haciéndose cortes con trozos de cristal.
Chris entreabrió un poco la boca. No sabía que Leo pensara eso. El niño se daba más cuenta de las cosas de lo que parecía. Y lo de Peter con los cristales tenía que haberle impactado: había hecho mal en no hablar con él del tema.
- Eso no ha estado bien, campeón. Esas palabras duelen: discúlpate con tus hermanos.
- Me disculpo con Nick, porque él no me ha hecho nada, pero que Peter se disculpe primero por decir que la magia es peligrosa.
- Te he pedido a ti que te disculpes, no a Peter. Él no te ha atacado directamente.
- Ha atacado a la magia, que es lo mismo. Tendría que estar agradecido porque ya no tiene cicatrices, que lo sé yo, que le he visto la espalda. Lo que es, es un "hipórcrita", y estoy harto. Le odio.
Chris le atrajo hacia sí y le dio un azote.
- Si no vas a disculparte, al menos no sigas atacándole. Si sabes lo de su espalda sabes también que es un tema que a él le importa mucho. Es tu hermano: no busques hacerle daño. Si no tienes nada bueno que decir, mejor no digas nada.
Leo le miró con toda su atención. Su padre le había hablado como si fuera mayor, lo notó en el tono, y en las palabras. Lo pensó un poco, y asintió.
- ¿Es verdad eso de que le odias? – preguntó Chris. Leo miró a Peter, que le miraba de una forma extraña, y negó con la cabeza. – Pues no vuelvas a decirlo. Si fuera cierto que le odias, no podría hacer nada por más que quisiera. Pero si es mentira, y lo dices para hacerle daño, te castigaré ¿entendido?
Leo volvió a asentir. Aunque su padre sonaba duro, le gustaba que le hablara así: como si fuera capaz de entender las cosas, y no como un niño al que hay que tratarle como si fuera tonto. Al ver que Leo le había escuchado, y le había entendido, Chris se permitió sonreír.
- Bien. Pues entonces vamos a terminar de prepararlo todo, porque sí, Peter, estamos de celebración, que hoy es Navidad, y es la primera que pasamos todos juntos.
Se pusieron manos a la obra, pero Peter no dejó que Leo cogiera uno de los platos y se agachó para ponerse a su altura.
- No pienso que seáis peligrosos. Pero sí creo que la magia tiene sus riesgos, y eso no vas a poder cambiarlo. No es que tenga miedo de vosotros, Leo. Tengo miedo de lo que pueda pasaros. Eres mi hermano, y Chris es mi padre. Hoy podía haberle perdido por algo que escapa a mi alcance. El mundo ya es lo suficientemente peligrosos sin demonios que intenten matarte.
- Los demonios siempre han existido: lo que pasa es que tú no lo sabías.
- En eso te doy la razón.
- También tengo razón en otra cosa: esto es lo que hay. O lo aceptas o te aguantas.
Pese a lo duro de las palabras, Leo esta vez no estaba tratando de ofenderle.
- ¿Cuándo te has hecho tú tan mayor? – le preguntó, con una sonrisa. Leo se la devolvió.

- Cuando me salieron dos hermanos adolescentes, como por arte de magia.

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