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lunes, 6 de abril de 2015

Chapter 39: Errores, malos días, y niños



 


Chapter 39: Errores, malos días, y niños
 


NA.: Para Latin girl, con el deseo de que se ponga buena ;)
Gracias por la sugerencia que me hiciste. Por fin, lo hice :D
 


Hay días en los que los planetas se alinean especialmente para que todo salga mal. La gente supersticiosa dirá que ha visto un gato negro, o roto algún espejo, y la gente espiritual podrá achacarlo al karma y al regreso de nuestras malas acciones en forma de mala suerte. Algunas personas más pragmáticas dirán que las cosas suceden como tienen que suceder. Sea como fuere, aquél no fue un buen día para Chris.
Empezó mal nada más poner un pie fuera de la cama. Pisó algo blandito, y la intuición le hizo apartarlo rápidamente. Efectivamente, había pisado a Ariel, aunque gracias a Dios no la había hecho nada.
- ¿Qué haces tú aquí? – preguntó con esa manía de hablar como si la perra fuera a entenderle - ¿No estabas durmiendo con Peter?
Totalmente despierto después de aquello, se aseguró de que no le había hecho daño al cachorro y la acarició, sabiendo que el animalito no tenía culpa. Aunque consideró que debían a empezar a enseñarla a dormir en SU cama, para evitar que pasaran estas cosas…
Aunque no era la mejor forma de empezar el día, no hubiera sido "tan malo", de no haberle sumado otros factores. Por alguna razón, la cabeza le dolía horrores, y también la garganta. Él se ponía enfermo con muy poca frecuencia, pero no dejaba de ser "mitad brujo", y eso le convertía en "mitad tipo normal de 33 años, pero con poderes". Y por desgracia, eso no le libraba de poder coger un resfriado. Sospechó que, con toda probabilidad, Amy le había contagiado su gripe/resfriado. La cabeza le palpitaba como si alguien se estuviese montando una fiesta dentro de su cerebro, y por eso no fue nada agradable encontrarse con un coro de gritos en cuando salió de su habitación. Era increíble lo aguda que era la voz de sus hijos cuando chillaban. Sintió que no quería saber por qué discutían. Hubiera deseado que siguieran en la cama y, tal vez, acostarse él también. Era Sábado, así que…¿por qué no dormir hasta las 14:00, o tal vez por todo el día? Se dejó soñar despierto un rato, pero en realidad sabía que no podía hacerlo: tenía que hacer el desayuno, la colada, y otra serie de cosas. No hubiera sido responsable por su parte dormir hasta tan tarde, dejando que sus hijos hicieran lo mismo. Suspirando, fue hacia el epicentro del terremoto de los gritos, que resultó ser el cuarto de Peter.
- Demasiado pronto para gritar – murmuró, en un instante de silencio, por lo que los chicos le oyeron. Fue lo primero que dijo. Normalmente les iba a despertar pero aquél día habían madrugado más que él. Como ni siquiera les había saludado, rectificó – Buenos días.
- Hola, papá – dijo Peter, el único que tuvo a bien saludarle. – Los gritos que has oído eran míos. Lo siento. ¿Te he despertado?
- No. ¿Por qué gritabas?
- Por nada
Chris no quería discutir, así que lo dejó estar. Se fue a hacer el desayuno sintiéndose realmente indispuesto, entre mareado y muy cansado, fruto del resfriado que estaba incubando. Pero al poco rato escuchó los gritos de nuevo. En vez de subir las escaleras, orbitó directamente al piso de arriba, y se apoyó en la pared del pasillo con los brazos cruzados.
- ¡Que me la des, Leo! Ya me he cansado de jugar. – gritó Peter. Chris estaba extrañado: antes también había sido Peter el que gritaba, y el chico no solía elevar la voz, y menos de esa forma tan…furiosa.
- No estoy jugando. – respondió Leo.
- Yo tampoco. Y si no me la das ahora mismo te…
- ¿Le? – preguntó Chris, decidiendo entrar en ese momento. Su tono de voz fue algo peligroso. No le gustaban las amenazas, y además estaba en su instinto el defender a su hijo pequeño. Peter se giró para mirarle, y suspiró con resignación.
- Nada. Olvídalo. ¿Sabes qué? Quédatela, Leo. Haz lo que quieras con ella. Ya te lo he pedido por favor, ya me he enfadado contigo, y aun así no me la devuelves. Pensé que además de hermanos éramos amigos.
Chris se dijo que tenía que pedirle algunos consejos sobre manipulación a Peter. No obstante, Leo no cayó esta vez. El niño parecía bastante calmado.
- Es un hombre malo – dijo Leo, y las palabras infantiles contrastaron con el tono adulto que empleó. – Precisamente porque eres mi hermano no te la voy a devolver.
- Lo siento, Peter, pero estoy de acuerdo con el enano. No deberías tener esa foto. – dijo Nick, sentado sobre la cama, recostado con las manos en la nuca. Aparentemente estaba al margen, pero en realidad lo había escuchado todo. Chris se había perdido el inicio de la discusión, pero empezaba a tener una idea de lo que había sucedido.
- No es asunto tuyo. De ninguno de los dos. Y no tenías derecho a quitármela – dijo Peter, mirando a Leo directamente a los ojos.
- Veamos a ver qué opina papá.
- Leo, si haces eso no voy a perdonarte en la vida. – amenazó Peter, pero ya era tarde: Leo sacó un papel del bolsillo de su pantalón, y se lo dio a Chris. Era una foto…Una foto de Derek. Una foto de Derek con Peter, en actitud amistosa. A Chris le dio tanta rabia ver aquella cara…Le dio tanta rabia pensar que Peter guardaba una foto de…de él…No lo pensó: cogió la foto y la rompió por la mitad. Supo en el mismo momento de hacerlo que no había obrado bien, porque Peter salió de la habitación empujándole con cierta fuerza. Chris le oyó bajar las escaleras y esperó oír la puerta exterior, pero Peter no llegó a salir de la casa Chris suspiró, aliviado. Sintió el impulso de bajar a hablar con él, pero Peter no querría escucharle en aquél momento, y con razón. Chris lamentaba haber roto la foto. Había actuado bajo el efecto de la rabia que sentía hacia aquél hombre. Había sido insensible y desconsiderado, y sabía que Peter iba a tardar en perdonarle. Christopher suspiró.
- ¿He hecho mal? – preguntó Leo, muy preocupado.
- No. Tienes razón: Derek es un hombre malo. Pero…¿cómo sabías que el de la foto era Derek?
- No lo sabía. He visto a Peter mirando la foto y le he preguntado quién era. Me ha hablado de él, y no me ha gustado que lo hiciera como…como si le quisiera. Ese hombre le hizo daño. Así que le he quitado la foto.
- No estoy seguro de que esa haya sido la mejor forma, pero tenías buena intención. Gracias por darme la foto, Leo. – dijo Chris, luchando contra su dolor de cabeza. No podía decirle nada al niño sobre "reacciones erróneas" cuando él directamente la había roto. Se hizo una idea de lo que había pasado. Leo cogió la foto y se la guardó en el bolsillo. Peter debía de haber intentado recuperarla, y esos eran los primeros gritos que había oído. Como el niño no se la devolvía, había acabado por enfadarse del todo, y esos habían sido los segundos. Chris suspiró: aquél enfado no era nada comparado con el que debía de sentir ahora, contra él. Bajó las escaleras, dispuesto a hablar con su hijo. Le encontró sentado en un rincón, con la espalda apoyada en la pared. A Peter parecían gustarle los rincones y los espacios pequeños. No estaba llorando. Ni siquiera le miró con ira, y Chris evaluó eso como algo muy positivo. Desde luego, era más de lo que había esperado. Aunque, en realidad, Peter casi nunca le miraba con ira, ni siquiera cuando estaba enfadado. Iba a disculparse por haber roto la foto, pero Peter habló primero:
- Siento haberte empujado. Por favor, dame un minuto.
Chris lo pensó, y consideró que podía hacer eso perfectamente. Tal vez él también necesitara un minuto. Entró en la cocina, y terminó de preparar el desayuno. Estaba colocando los vasos cuando Peter entró. Le miraba de manera fría, pero parecía estar tranquilo. Nuevamente, su hijo fue el primero en hablar.
- Siento haberte empujado – repitió.
- No tiene…importancia – dijo Chris, sin saber si en realidad la tenía. ¿Por qué se enfadaba tanto cuando le empujaba Nick, pero no cuando lo hacía Peter? Supuso que porque eran cosas diferentes…Nick le empujaba con agresividad, tratando de intimidarle o de imponerse físicamente sobre él, e incluso había llegado a hacerle daño. Peter lo había hecho con desesperación, profundamente dolido por la reacción de Christopher y necesitando salir de allí. Además, se había disculpado.
- Voy a hablarte sin rodeos ¿de acuerdo? – le dijo Peter, y Chris asintió, sabiendo que probablemente eso significara que iba a ser algo brusco. Se preparó. – Hace algunos días me prometí cuidar mi forma de hablarte. Me impuse autocontrol para no volver a golpear nada, y me prohibí volver a decir algo como que te odio. Casi lo hecho por tierra ahí arriba. Me da igual que seas mi padre. No tenías derecho a romper esa foto.
- Lo sé, Peter, y lo siento. Pero…
- Odio los peros. Suelen significar "tienes razón, pero no la tienes".
- Es que…no la tienes. Siento haber roto esa foto. Sé que no he debido hacerlo, pero Derek te destrozó la vida. No puedes pretender que me entere de que guardas un recuerdo de él sin alterarme.
- Es justo lo que pretendo. Es mi vida. Son mis recuerdos. Sólo yo decido lo que puedo hacer con ellos. Si decido querer a Derek, no te queda más remedio que aguantarte.
- ¡No puedes quererle! – rabió Chris. - ¡No puedes decir eso! ¡No después de…!
- ¿De qué? ¿De que me haya amenazado? ¿De que me haya despreciado insultado, ultrajado y maltratado? Nunca he afirmado estar cuerdo, Christopher, pero siempre he tenido muy claro lo que pasó. Lo que me hizo. Son mis reacciones respecto a eso lo que va cambiando. Ya no…ya no pienso que lo que me hizo estuviera bien pero…hubo otras muchas cosas que hacía que…sí lo estaban. Si quiero tener una foto para recordar esos momentos, tú no eres nadie para rompérmela, Christopher.
- No soy Christopher. Soy tu padre.
- Pues no te has comportado como uno.
Chris no sabía hasta qué punto se estaba dejando llevar por la culpabilidad. ¿Podía dejar que le hablara así? Peter no estaba elevando la voz en ese momento, pero empleaba un tono tan frío que casi cortaba.
- Sí lo he hecho. He visto una foto del hombre que hizo daño a mi hijo, y la he roto. Y si ahora me dices que le sigues queriendo…Bueno, pues entonces tenemos un problema.
- No le quiero. – admitió Peter – No podría quererle. Ya no. No después de nuestro último encuentro. Pero sí quería conservar esa foto.
- Siento haberla roto. De verdad.
A Chris le hubiera gustado decir que lo había hecho como efecto de la fiebre que posiblemente estuviera empezando a tener, pero sabía que no era así: lo había hecho por la rabia que sentía y, aunque una parte de él lo lamentara, sabía que posiblemente volvería a hacerlo de nuevo. Quizá por eso sus disculpas no sonaron muy sinceras.
- Está bien – dijo Peter, pero Chris sabía que no estaba bien. No le había perdonado. Que su hijo estuviera enfadado con él era algo que le mataba por dentro, sobretodo porque sabía que tenía razones para estarlo. Esperó que fuera algo que se arreglara sólo con el tiempo.
- Vamos a desayunar ¿de acuerdo?
Peter asintió, y fue a lavarse las manos. Chris le llamó cuando ya salía por la puerta
- Y Peter...no lo pagues con Leo. Te guste o no, ha hecho bien en enseñarme la foto.
- Sí, señor.- respondió Peter, y fue al baño.
"Señor"
"Christopher"
Realmente, su hijo sabía cómo hacerle daño. Verle tan dolido con él aumentó el sentimiento de culpabilidad de Chris: no debería haber roto aquella foto. Pero una parte de él no se arrepentía… sólo lamentaba haber hecho daño a su hijo al hacerlo…Se dijo que él no actuaba así él les dejaba decidir, siempre, y aunque él había tenido claro que todo lo que tuviera que ver con Derek merecía ser destruido, quemado, defenestrado y olvidado, Peter no lo creía así. Y debería haberlo respetado. Estuvo meditando un poco más, y fue a llamar a Nick y a Leo, para que bajaran. Cuando Leo y Peter se encontraron, la situación se tensó un poco. Leo se acercó a Peter y éste prácticamente lo esquivó.
- Peter…- increpó Chris, aunque con suavidad. Peter mantuvo esa mirada fría, así que Chris insistió con algo más de dureza. – Amabilidad, Peter – le recordó.
- Sí, señor. Gracias por traicionar mi confianza y darle la foto a Chris, Leo. – respondió Peter con sarcasmo infinito pero con tono irónicamente amable. Chris suspiró.
"Si quieres que haga las cosas bien, hazlas bien tú primero" se dijo.
- Escucha. No se me da bien esto de pedir disculpas, y parece evidente que no lo he hecho como debiera. Lamento haber roto la foto. Lamento haber herido tus sentimientos. Lamento haber decidido por ti en un asunto tan personal. Independientemente de lo que opine sobre Derek, no debería haber hecho eso. Lo siento. No pretendía hacerte daño. Me he equivocado. Acostúmbrate a que eso puede suceder. Aun cuando me equivoque, sigo siendo tu padre y no "señor", ni "Chris" ni "Christopher". Y que yo haya hecho las cosas mal no justifica que tú hagas lo mismo y seas cruel con tu hermano.
Chris le había hablado de forma suave y sincera y Peter, tras unos segundos, acabó por suspirar, y asentir.
- Perdona, Leo. Entiendo por qué lo has hecho. Yo hubiera hecho lo mismo. Y perdona tú también, papá. Contigo también he sido cruel. No tienes buena cara, y ni siquiera te he preguntado qué te pasa.
- Sólo es un resfriado – respondió Chris, aliviado porque Peter hubiera sabido entenderle.
Terminaron de desayunar en relativa paz, y luego recogieron entre todos. Nick y Leo desaparecieron en seguida, pero Peter se quedó en la cocina, junto a Chris. Su padre esperó, por si quería decirle algo, pero tras varios segundos en silencio, preguntó:
- ¿Pasa algo?
- ¿Estoy en un lío?
- No. Soy yo el que ha metido la pata.
- Realmente, no debería haber tenido esa foto "escondida". Era como si me avergonzara de tenerla. Como si supiera que estaba mal.
- No estaba mal, Peter.- dijo Chris, y decir aquello le costó mucho – Era…fue….en fin, no tu padre, pero si Dedé. Fue una persona importante en tu vida, y como tú dices, tengo que aguantarme. Estás en tu derecho de querer recordarle. Además, tengo que felicitarte. Hoy has hecho un gran esfuerzo de autocontrol.
- No quería hacer o decir nada de lo que pudiera arrepentirme.
- Estoy muy orgulloso de ti – dijo Chris, y Peter sonrió, con timidez. Su sonrisa se hizo más ancha cuando dijo:
- Sí, y también estás griposo. ¿Por qué no te acuestas un rato? No pareces capaz de tenerte en pie por ti sólo.
- Sólo me duele un poco la cabeza.
- A la cama – insistió Peter, usando el mismo tono de voz que empleaba Chris cuando le mandaba acostarse a él. – No me hagas llamar al abuelo.
Chris no pudo hacer otra cosa que reírse, y eso provocó que el penetrante dolor en sus sienes aumentara.
- De verdad, papá. Lo que tengas que hacer puedo hacerlo yo. – le aseguró Peter, mirándole con afecto. Chris se sentía feliz por haber arreglado las cosas con él.
- Te lo agradezco, Peter. Creo que te voy a hacer caso.
- Así me gusta, que seas obediente. – bromeó Peter.
Chris intentó descansar un poco, pero no hubiera sido DE VERDAD un mal día si hubiera podido disfrutar de unos momentos de tranquilidad. Se estaba quedando adormilado, en parte gracias al efecto del antibiótico que se había tomado con el desayuno, cuando volvió a escuchar gritos. Esta vez eran de Nick. Hablaba tan fuerte que a Chris no le costó trabajo entenderle:
- Yo no soy Peter, enano. A mí no puedes ponerme ojitos y esperar que así no haga nada.
- ¿Qué me vas a hacer? – preguntó Leo, con algo de miedo.
- Para empezar, llevarte a hablar con papá.
- Si lo haces me castigará…- dijo Leo con penita, pero más tranquilo. No quería que Nick hiciera eso, pero no era algo a lo que hubiera que tener "miedo". Era una realidad que Leo conocía y que le hacía sentir seguro. Cuando Nick se había enfadado con él, se había imaginado todo tipo de torturas horribles.
- Haberlo pensado antes.
- Lo siento.
- Bueno, eso es un paso. Ahora, a hablar con papá, vamos.
- ¡Ya te he dicho que lo siento! – dijo Leo, volviendo a chillar.
- ¿Queréis parar los dos? ¡Papá no se encuentra bien! – recriminó Peter, uniéndose a la discusión.
- Tu hermano me ha roto un libro, le he regañado un poco, y me ha dedicado su mejor retahíla de insultos.
- Bueno, nuestro hermano lo siente ¿verdad? – preguntó Peter, y Chris sonrió, desde su cuarto, habiendo captado el énfasis en "nuestro" y la forma dulce con la que Peter hablaba. Era todo un contraste verle de nuevo siendo amable con su hermanito, después de lo enojado que había estado con él. – Vamos Nick: seguro que sabes encajarlo. No está bien que te insulte, pero podrías ser majo y no decírselo a papá. Nosotros nos estamos insultando todo el rato y lo arreglamos entre tú y yo, sin meterle a él.
Chris se tensó al escuchar eso. Se propuso estar más atento, ya que no estaba dispuesto a dejar que sus hijos se insultaran… aunque tal vez fuera bueno que fueran capaces de resolver esas cosas ellos solos. Al fin y al cabo, eran adolescentes. Chris no era tonto: con sus compañeros de clase debían comunicarse básicamente a base de palabrotas y palabras malsonantes. Lo que no llevaba también es que Leo siguiera su ejemplo. Con cierta reticencia, se mentalizó a salir de la cama, dispuesto a intervenir, pero aun permaneció tumbado un ratito más. Sus hijos tenían que estar muy cerca de su cuarto, para que pudiera oírles con tanta nitidez. Iba a levantarse cuando escuchó la respuesta de Nick.
- No serías tan amable si supieras lo que ha hecho después. Se ha puesto a saltar sobre el sofá, y luego ha empezado a saltar de un sofá a otro…con la mesa de cristal en medio. Se podría haber caído. A ver si puedes encajarlo tú cuando se abra la cabeza.
Chris se irguió inmediatamente sobre la cama, pero eso no fue buena idea porque, dada la rapidez del movimiento, se mareó. Se tomó unos segundos para estabilizarse, y se recordó que Leo estaba bien, para calmarse un poco.
- Leo, ¿sabes lo peligroso que es eso? – dijo Peter, en un tono mucho más duro del que había estado empleando. – Respóndeme – exigió el chico, ante la negativa del niño.
- Te responderé si quiero…¡No me des órdenes! Nick y tú os pasáis el día diciéndome lo que puedo o no puedo hacer.
- Sí, y ya he visto el caso que me haces – replicó Nick – Te digo que te bajes del sofá, y sólo se te ocurre saltar al otro lado. ¿Te das cuenta de que te podías haber caído? ¿Sobre la mesa de cristal?
Chris sintió que le faltaba el aire, pero eso no tenía nada que ver con su malestar físico: las palabras de Nick le hicieron imaginarse a Leo herido, y eso le hizo soltar un gemido angustioso.
- Nick, ya me encargo yo – dijo Peter, justo cuando Chris salió de su cuarto. Peter estaba agachado junto a la puerta, dándole la espalda y mirando a Leo, así que no se dio cuenta de que había salido. - Leo, somos algo mayores que tú, y hemos aprendido más cosas. Si podemos evitar que te metas en problemas, lo hacemos, porque te queremos. Te estoy muy agradecido por lo que has hecho antes, porque, aunque me he enfadado, era algo que papá tenía que saber. Has sabido entender que lo de la foto era algo serio, y has acudido a papá. Nick piensa que lo que has hecho ha sido muy peligroso, y yo también, y por eso piensa decírselo a papá. No porque sea malo, sino por tu bien. Por el mismo motivo que tú le has dicho lo de la foto. Si se tratara de otra cosa, como lo de decir palabrotas, te encubriría. Como hermano mayor no sólo te doy consejos, sino que también puedo sacarte de algún lío que otro. Pero de este no.
- ¿Por qué no? – preguntó Leo, con ojitos brillantes. La voz suave de Peter, y su manera calmada de explicar las cosas tenía un efecto tranquilizador en él.
- Porque te has puesto en peligro – intervino Chris, haciendo que Peter se girara y Leo alzara la vista. Nick no estaba: debía de haberse ido antes de que Chris saliera. – Saltar en el sofá es divertido. Sabes que no me gusta, pero no es más que una "travesura". Pero pasar de un sofá a otro con la mesa de cristal en medio podía haber convertido un juego en una desgracia. ¿Por qué lo has hecho? – exigió saber.
- Porque a Nick tampoco le gusta que lo haga – reconoció Leo – Y quería hacerle enfadar.
- ¿Por qué?
- Porque me ha dicho que no debo decir palabrotas.
- Es que no debes decir palabrotas.
- ¡Pero él no es mi padre!
- No, pero yo sí, y sabes que opino exactamente igual. Peter tiene razón: son tus hermanos mayores. Eso no quiere decir que puedan darte órdenes, pero sí consejos. Y tú debes escucharlos, sobre todo cuando sabes que te quieren tanto. Tienes suerte, Leo: no todos los hermanos son así.
Leo asintió, y suspiró. Durante un segundo Chris pensó que iba a echarse a llorar, pero en lugar de eso le dio un abrazo a Peter.
- Gracias – le dijo. – Y dile a Nick que me perdone por lo que le he dicho.
- Puedes decírselo tú, peque.
- No creo, porque papá me va a matar.
Muy a su pesar, y lamentándolo porque sabía que no debía hacerlo mientras le regañaba, Chris tuvo que sonreír, sin poder evitarlo. En seguida se puso serio de nuevo.
- Jamás te haría daño, Leo, pero sí es cierto que voy a castigarte.
- Pues entonces te contradices, porque sí que me va a doler – respondió el niño, con resignación. A Chris le molestó ese comentario.
- Más te hubiera dolido caerte sobre la mesa. Si haces las cosas bien, no te castigo. Tal vez deberías de empezar a hacerlo, y así nos ahorramos un mal rato los dos.
Chris se dio cuenta de que había sido muy brusco en el tono. Leo bajó a cabeza, y se aguantó las lágrimas. Suspiró, y Peter le puso una mano en el hombro.
- Voy a prepararte un vaso de leche ¿vale? Suenas como un tractor oxidado.
Era cierto: a Chris le dolía bastante la garganta y supuso que debía sonar como si tuviera la voz tomada. Agradeció la intervención de Peter, porque le ayudó a relajarse un poco. Cuando el chico se fue, se agachó delante de su hijo pequeño, y le levantó la barbilla. Leo se alejó un poco de él.
- Escúchame – pidió Chris, tratando de sonar amable, pero Leo se alejó más. - ¿Me tienes miedo? – le preguntó.
- No
Chris no se esperaba otra respuesta, pero aun así le alivió.
- ¿Crees que estoy siendo injusto?
Leo tardó un poco en responder pero finalmente lo hizo:
- No.
- ¿Realmente crees que te voy a matar o a hacerte verdadero daño?
- No – aseguró Leo, sin esperar nada de tiempo esta vez, totalmente convencido de lo que decía.
- Pues entonces, la próxima vez que huyas de mí tú y yo vamos a tener un problema. – le dijo, sin sonar del todo en serio, pero sin ser del todo una broma. – Ahora, dado que has demostrado que sabes escucharme al entender lo que te decía y darle las gracias a Peter, yo estoy dispuesto a escucharte a ti. ¿Por qué mi hijo, el mismo que ha sido un niño mayor esta mañana, ha terminado haciendo el mono saltando en los sofás?
- Ya he visto todos los libros que tiene Peter – empezó Leo, con algo de timidez. Era consciente de que a veces era muy curioso y de que eso podía exasperar a los adultos, aunque su padre no solía enfadarse por eso. Chris asintió con la cabeza, como para animarle a continuar. – Quise hacer lo mismo con los de Nick, pero le rompí una hoja sin querer. Nick no se enfadó, pero me dijo que tenía que tener más cuidado, y que debía pedirle las cosas antes de cogerlas.
Leo se interrumpió.
- Y a ti no te gustó que te dijera cómo comportarte ¿verdad? – dijo Chris, sin emitir juicios. Le había dicho que le dejaría hablar e iba a hacerlo
- No. – reconoció el niño. – Le seguí durante un rato, pero él no se dio cuenta de que estaba enfadado, o tal vez me estaba ignorando. Le insulté, y volvió a decirme lo que tenía que hacer, o lo que no tenía que hacer, mejor dicho, pero luego me siguió ignorando. Así que me subí al sofá y comencé a saltar, pero ni aun así me miraba.
Chris pensó que Leo funcionaba al revés que casi todos los niños. Normalmente cuando ignoras a un niño con un principio de rabieta, acaba por calmarse. Pero Leo parecía ser capaz de llevar su enfado más allá. Tal vez fuera porque lo que Leo tenía ya no eran rabietas en sí mismas. Chris suspiró, al pensar que cuando creciera Leo tendría el mismo carácter de Nick. ¿Cómo iba a sobrevivir a su adolescencia? Decidió no adelantar acontecimientos y observó a su hijo, que aún no había terminado.
- Al final, me olvidé de que estaba enfadado con él, porque saltar era muy divertido. Y me puse a jugar. Y salté la mesa. Y Nick me vio, y se enfadó mucho.
- No puedes olvidarte de la seguridad aunque te estés divirtiendo, Leo – le dijo Chris, eligiendo bien las palabras para ser claro pero no duro. – Tampoco está bien que insultes a la gente, y me parece que eso ya lo sabes – dejó caer Chris, mientras comenzaba a bajarle el pantalón. Se alegró de haber hablado con él primero, porque no quería castigarle estando enfadado. No quería hacerle daño. Recordó entonces lo que había dicho el niño respecto a eso.
- Si no te gusta que te de unos azotes, cosa que me parece muy normal, intenta controlar tu genio. Esto es un castigo, Leo, y sí, quizá te duela un poquito, pero no voy a hacerte daño. En realidad no.
Para demostrarlo, Chris le dio un beso rápido en la cabeza. Leo se quedó muy quieto, algo extrañado porque no le hubiera enviado a su cuarto. Chris hincó una rodilla en el suelo y dobló la otra, e hizo que Leo se apoyara sobre esta última. Dejó caer su mano con fuerza controlada.
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Chris se detuvo. Notó que Leo estaba llorando, pero lo había hecho en silencio. Le había pegado más que otras veces, pero no lo había hecho con el cepillo, y tampoco lo había hecho fuerte. Chris se controlaba mejor si le daba varias palmadas con fuerza moderada que dándole pocas con mucha fuerza. La fuerza y la rapidez incitaban a la violencia, y él quería permanecer bajo control para no excederse. Por eso a veces podía parecer que era muy duro con él, pero en realidad no le estaba pegando con fuerza. No era su intención hacerle un daño real ni dejarle moratones. Tan sólo quería que recordara las cosas que no debía hacer. Ni siquiera usaba toda su fuerza cuando castigaba a Nick o a Peter, mucho menos iba a hacerlo con su hijo pequeño.
Puso una mano en la espalda de su hijo, y le acarició con movimientos lentos, y tranquilos. Chris se movía en general con lentitud, para no asustarle y porque no era una persona excesivamente nerviosa por naturaleza. Tuvo paciencia. Leo no tenía un patrón de conducta en aquellos casos: a veces le abrazaba como si no hubiera un mañana, a veces lloraba un rato y luego se calmaba, y últimamente le había dado por alejarse de él y buscar a alguno de sus hermanos. Aquella vez no se alejó, pero tampoco se levantó ni intentó abrazarle durante un par de minutos. Después de ese tiempo, el niño levantó la cabeza, y Chris vio que ya no lloraba. Leo le miró a los ojos, como tratando de ver a través de él…Chris se dio cuenta que estaba intentando ver si estaba enfadado. Sonrió, para indicarle que no, y le colocó la ropa. Leo se dejó hacer, aun sin decir nada.
- Así que…¿sabes por qué te he castigado? – preguntó Chris, por fin.
- Por insultar a Nick y saltar de un sofá a otro. No quieres que vuelva a hacerlo.
- Eso es, campeón. ¿Lo recordarás?
- Sí. – dijo Leo, y empezó a llorar de nuevo.
- ¡Eh! ¿Por qué lloras?
- Porque no me has dicho que me perdonas.
- ¡No me has dado tiempo! – se quejó Chris, en un tono infantil intencionado. Luego recuperó la seriedad, para añadir – Claro que te perdono, Leo. Siempre. Te perdono, y te quiero, y te adoro, y me preocupo por ti, y quiero que seas feliz, y te quiero más, y te sigo queriendo. Eso no va a cambiar nunca, pero te lo diré si necesitas oírlo.
- Cuando me castigas, necesito oírlo. – dijo Leo, comenzando a jugar con los botones de la camisa de Chris. Chris se estaba planteando regalarle unos, o algo. No veía por qué eran tan interesantes para el niño, pero no le importaba que jugara con ellos si quería.
- ¿Por qué? – le preguntó con suavidad.
- Necesito saber que me sigues queriendo y que me perdonas aunque me porte mal.
- Cuando digo que "eso no va a cambiar nunca", me refiero a nunca, Leo. Lo siento, pero me temo que no hay nada que puedas hacer para que deje de quererte, o para que me enfade tanto como para no perdonarte.
Leo sonrió un poquito.
- Lo dices como si fuera algo malo.
- No lo es. Pero es porque te quiero que tengo que enseñarte a hacer las cosas bien. Si no me daría igual si te caes y te haces daño, o si no hablas como es debido. ¿Entiendes?
- Sí, papá.
Chris sonrió, y le revolvió el pelo.
- Bueno, entonces…¿sigues vivo? – le preguntó, en tono casual. Leo siguió jugando con los botones, sin decir nada, y Chris le hizo cosquillas para que respondiera. Leo se revolvió entre risas, y de pronto se quedó con un botón en la mano. Puso una carita de susto tan grande que Chris le abrazó por automatismo.
- Te he roto el botón…- dijo el niño, sin salir del hueco del hombro de Chris.
- Ya ves tú, qué cosa. Ya lo coseré luego.
- Lo siento.
- No ha sido aposta, Leo, y no tiene importancia.
- Pero tú odias coser. – dijo el niño, y Chris sonrió, divertido y complacido porque lo recordara.
- Vale, me has pillado. Probablemente no lo cosa y me ponga otra ropa: es más cómodo.
Leo dejó de esconder la cara y le miró con vacilación. Algo de lo que vio en el rosto de Chris debió de gustarle, porque sonrió. Chris sonrió también, pero quería aclarar algo con él.
- Ya deberías saber qué esperar conmigo, campeón. Tus hermanos aún se sorprenden de vez en cuando, pero tú ya sabes por qué puedo enfadarme y por qué no. Me extraña que te hayas preocupado por la tontería del botón.
- Por si acaso. No me gusta romper cosas, lo que pasa es que soy torpe.
- No lo eres, campeón.
- Sí, si lo soy. Le rompí el libro a Nick.
- Según dices, no se enfadó. Así que no pasa nada.
- No, pero yo sí me enfadé con él – dijo el niño, y suspiró - ¿Crees que me perdonará?
- Bueno, estoy seguro de que sí, pero sólo hay una forma de comprobarlo. – le dijo y Leo entendió y se fue al cuarto de Nick. Chris se sentó en el suelo en vez de levantarse, estirando las piernas cuan largo era, apoyando la cabeza en la pared. Estaba tan cansado…
- ¡Idiota! – oyó que Leo gritaba, y suspiró. ¿Todo iban a ser gritos aquél día?
- Leo, ven aquí - le dijo, y el niño le miró directamente, pero pasó de hacerle caso. – Ven – repitió en tono más firme.
Leo obedeció, y Chris le dio un azote suave, consciente de que acababa de castigarle y aun podía dolerle un poco.
- Tal vez quieras intentarlo de nuevo. Eso no sonó como un buen método de conseguir que te perdone.
- ¡Pero es que me ha echado de su cuarto!
- Bueno, eso no ha sido amable de su parte. Pero si es malo contigo tienes que decírmelo a mí. Acabo de decirte que no puedes insultarle y ya coges y lo haces.
- Lo siento…¿Estás enfadado?
Chris suspiró, exasperado.
- No, Leo, no estoy enfadado, pero empiezo a cansarme de que hagas algo que sabes que está mal y luego me preguntes si me enfado. ¿Te enfadarías tú si me pides una cosa y yo hago justo lo contrario?
- Tendré más cuidado con lo que digo – le prometió, y la manera de hacerlo sonó lo suficientemente madura como para que Chris le dejara en paz.
- Papá – preguntó el niño tras unos segundos - ¿por qué estás aquí sentado? Peter dice que no te encuentras bien. ¿Estás malito?
- Creo que sí, campeón.
- ¿Es por mi culpa?
- ¿Cómo va a ser tu culpa que esté resfriado, Leo?
- Nunca te había visto malo antes. Pensaba que no podías ponerte malo.
- No me resfrío muchas veces pero…no soy invencible – le dijo, con una media sonrisa. – Estoy bien, campeón, sólo me duele un poco la cabeza. – le tranquilizó.
Pero no estaba bien. Cuando Peter subió con un vaso de leche caliente – había tardado mucho a propósito, para que pudiera solucionar las cosas con Leo – le puso la mano en la frente y le obligó a ponerse un termómetro.
- Papá, tienes mucha fiebre. – dijo, cuando el aparato pitó, indicando que ya estaba. Chris se dejó cuidar con algo de diversión, por ver a Peter en el papel de padre.
- No será para tanto.
- Tienes 39,5. Deberías estar en la cama.
- Bueno, Peter, no creo que levantarme ahora mismo sea una buena idea. Estoy un poco mareado.
- Yo te ayudo – dijo el chico, y le metió en su cuarto. Peter resultó ser un buen enfermero, aunque algo pesado para el gusto de Chris, que no se lo dijo para no herir sus sentimientos.
- ¿Seguro que estás bien? Tienes mucha fiebre. Debería llamar al médico.
- Claro, para que me haga un análisis de sangre y vea que no soy precisamente normal.
- No te va a hacer un análisis por un resfriado.
- No voy a arriesgarme. Estoy bien, Peter.
- No, no estás bien. – dijo Peter, susurrando con exasperación – Si no puedo llamar al médico, déjame llamar a Wyatt o al abuelo.
- Eso no será necesario.
- No sé si debo obedecerte esta vez. Estás siendo un cabezota, y no estás siendo razonable. Prefiero que te enfades conmigo y llamar al tío a no hacerlo y que te ponga peor.
- Wyatt no podrá hacer nada para que me encuentre mejor, Peter.
- Pero tampoco hará que estés peor. Y puede echarte una mano con…ya sabes, con nosotros. Perdón por la mañana que te hemos dado…
Chris no respondió. En realidad, se estaba quedando dormido.
- Lo dicho, voy a llamar a Wyatt.
- No
- ¿Sabes? No sabía que fueras tan orgulloso. Pensé que eso era cosa mía. Voy a llamarle igual, así que descansa ¿vale? Nick te está haciendo la comida. Le he dicho que en la tripa no te pasa nada, pero se ha empeñado en hacerte una sopa.
Con toda la naturalidad del mundo, Peter salió de la habitación. Tal como había dicho, llamó a su tío, que prometió pasarse a echar un vistazo. Cuando Peter subió al cuarto de Chris, vio que Wyatt ya estaba ahí, y se rió.
- Eso de orbitar es un método de transporte muy efectivo.
- No tenías que haberle llamado ¬¬ - dijo Chris.
- Gruñe todo lo que quieras. He hecho lo que debía.
- Agradece que tu hijo es más sensato que tú, Chris – le dijo. – Tienes que dejarte cuidar. Hoy sólo vas a dormir.
- Pero…
- Dormir.
- Leo…
- Yo me encargo de Leo. Dormir.
- Nick.
- Nick y Peter me parecen bastante creciditos como para sobrevivir a que te pases un día en la cama. Si hasta cocinan y todo. Ale, a dormir, pesado – dijo Wyatt, y le apagó la luz. Luego, salió de la habitación, poniendo un brazo en los hombros de Peter para que hiciera lo mismo. - ¡Jesús! Más cabezota que mamá.
- La abuela no me pareció cabezota…
- Eso es porque tú eres un cabezota también, y entre vosotros no os reconocéis – le dijo Wyatt con una sonrisa - ¿Qué tal todo, sobrino?
- Tío, tienes que conocer a Ariel.
- ¿La perrita de la que Nick habla en cada uno de sus mensajes? Será un placer.
- Ariel – llamó Peter, que en realidad pensó que hacía mucho que no la veía. La perrita no acudió, así que Peter comenzó a buscarla. Tras mirar en su cuarto y en el de Leo, fue al de su gemelo. – Nick, ¿has visto a Ariel? – le preguntó, pero nada más decirlo sonrió: la perrita estaba en la cama de Nick, jugando con él. – Tráela un momento, el tío Wyatt la quiere conocer.
Se la enseñaron, y Wyatt puso su mano en la cabeza del cachorro, dejando que después se la lamiera.
- Así que…¿fuiste al refugio y la trajiste sin más?
- Sí. Pensé que papá iba a matarme, pero creo que esta cosita me salvó. Digo, ¿cómo puede enfadarse alguien después de mirarla?
Wyatt sonrió.
- Chris es un blando.
- Qué va. Se enojó mucho con lo del tatuaje…- dijo Nick.
- No tanto, y lo sabes. Tres hojas de redacción es mejor que tres horas sin sentarse.
- Espera espera…¿os habéis hecho un tatuaje? – preguntó Wyatt, incrédulo.
- Ah, sí - dijeron los chicos a la vez y se levantaron la manga del brazo. Wyatt miró el tatuaje, y al leer lo que ponía pudo entender que Chris no se hubiera enfadado demasiado.
- Tentasteis a la suerte.
- Lo sé. Papá amenazó con quitarse el cinturón…- dijo Peter, acariciando a la perrita.
- Ya nos dijo que no le gustaban los tatuajes. – comentó Nick.
- Y aun así ¿os arriesgasteis? ¿Tanto os gustan los tatuajes?
- No, de hecho a mí no me gustan en absoluto, y a Nick le dan miedo las agujas. Pero esto no es un tatuaje. Es…es un recuerdo de papá.
- Un día le mataréis de un infarto – les reprochó Wyatt, pero con la voz cargada de cariño. Le parecía un buen detalle, y no tenía nada en contra de los tatuajes….salvo si alguno de sus hijos decidía hacerse uno algún día. Entonces empezaría a tenerlos, y sus hijos también.
Se quedó con ellos durante la comida, y luego le subieron un plato a Chris. Wyatt pasó la tarde yendo y viniendo, hasta el punto de que Nick y Peter dejaron de sorprenderse al verle aparecer de pronto, orbitando. Estuvo jugando con Leo, y atendiendo a Chris, y así transcurrió gran parte de la tarde.
Cuando Chris se levantó de la cama, a eso de las ocho y media de la tarde, se sentía mucho mejor. Se había tomado un analgésico y había descansado bastante bien. Se puso el termómetro y vio que la fiebre le había bajado considerablemente, apenas rozando los 38 grados. Decidió salir al "mundo exterior" sorprendido del silencio que reinaba en la casa. Aquél silencio no le daba buena espina. Bajó a la planta baja pues no había nadie en la de arriba, y al llegar a la cocina vio el desastre: platos rotos por todos lados. Peter los estaba recogiendo.
- Hola papá – le dijo el chico, algo deprimido. - ¿Estás mejor? El tío Wyatt se ha ido con Leo a pasear a Ariel. Nick se está dando una ducha.
- ¿Y tú? – preguntó, con más dureza de la que quería expresar.- ¿La has tomado con los platos?
A Peter la pregunta le dolió. Había estado todo el día haciendo tareas, preocupado por su padre, e intentando hacer las cosas bien. Las palabras de su padre le sonaron a acusación, y le pareció muy injusto. Los platos se le habían caído cuando llevaba una pila de ellos al armario, después de fregarlos. No había sido a propósito, y se había sentido muy mal por dejarlo caer, pensando que era un torpe. Chris no contribuyó a que se sintiera mejor.
- Ya lo estoy recogiendo – le dijo, a la defensiva. – No quería que lo vieras.
Peter lo dijo en el sentido de "No quería que nada más levantarte te encuentres con esto, y pienses que soy un inútil", pero Chris lo entendió en el de "No quería que te enteraras de que me he cargado los platos". La actitud culpable de Peter le hizo pensar que había sido algo intencionado: no sería la primera vez que Peter rompía algo por perder los estribos.
- Pues lo he visto. Y no me puedo creer que hayas hecho esto justo hoy. ¿Es que no puedo tener ni un día en paz?
- Ya te he dicho que lo estoy recogiendo. Lo siento, jo.
- ¡Es que no tendrías que haberlos roto en primer lugar! Pensé que habíamos quedado en que no se rompían las cosas.
- Y yo pensé que tu ibas a preguntar primero antes de suponer que lo he hecho a propósito – le espetó Peter, y salió de la cocina. Chris le siguió, confundido.
- ¿Eso quiere decir que ha sido sin querer?
- Sí, claro que sí, joder. Estoy cansado, tengo sueño, y me tropecé cuando estaba llevando los platos.
- ¡Oh! Siento haber…
- No, tú no sientes nada. Déjame en paz – le dijo Peter, demasiado enfadado para querer hablar con él. Aquél había sido un día duro. Romper los platos le había frustrado mucho, y Chris encima le acusaba. No creía merecérselo, y menos aquél día. Peter había sido un ejemplo de buen comportamiento, llamando a Wyatt, ayudando en todo…incluso había ayudado a que Nick y Leo hicieran las paces, lo cual tampoco había costado mucho, porque ninguno de los dos era muy rencoroso. Pero Peter sí. Peter si era rencoroso y Chris recién estaba descubriendo cuánto. Persiguió a su hijo y observó cómo se ponía la chaqueta, para irse.
- Ey, Peter ¡espera! Lo siento ¿vale? No debí haber supuesto…
- No, ¡no debiste! - cortó, sacándose la mano de Chris de encima, que la había puesto en su hombro como para calmarle. Se giró de nuevo para irse. Puso la mano en la puerta.
- Peter, no puedes irte – dijo Chris, en tono amable, pero tajante.
- Impídemelo.
- Como quieras.
Chris usó su habilidad para mover objetos con la mente para echar la llave desde fuera. Le había encerrado en casa, pero se trataba de algo temporal, hasta que Peter se calmara para poder hablar con él. El chico escuchó un "click" y vio que no podía abrir la puerta.
- ¿Qué has hecho?
- Impedírtelo.
- Ábreme.
- Después de que hablemos.
- No tengo nada que hablar contigo.
- Pues yo creo que sí. Lamento…
- ¡Me da igual que lo lamentes! ¡Ábreme la puerta ahora!
Chris tendría que haber sabido que encerrar a Peter no era una buena idea. Tenía malas experiencias con eso. Derek echaba la llave por fuera siempre que se iba, para que no se escapara. Sabía que esa vez no era lo mismo, pero no le gustó sentirse encerrado. No contribuyó precisamente a calmarle.
- Aún no. Hijo, gracias por todo lo que has hecho hoy, yo…
- ¡Que me abras!
- Deja de gritar, por favor.
- ¡Pues ábreme la puerta!
- No te voy a abrir porque me grites. No te voy a dejar salir. No hasta que te calmes, y me escuches.
- ¡No quiero escucharte!
En ese momento llegaban Leo y Wyatt de pasear a Ariel. Wyatt había cogido las llaves de Peter, así que abrió la puerta…y se cruzó con Peter, que salió despavorido, aprovechando la oportunidad de ver la puerta abierta.
- Peter, ¡vuelve aquí ahora mismo! – llamó Chris con un tono al que nadie en su sano juicio se hubiera enfrentado. Leo casi tuvo la tentación de correr hacia su padre, pese a saber que no le estaba llamando a él. - ¡Peter! – volvió a llamar.
- ¿Qué pasa, ahora no usas tus poderes? – gritó el chico, alejándose - ¡Orbita y ven a por mí!
Chris no se pudo creer que hubiera gritado aquello. ¿Y si alguien le había oído? Miró a todos lados con paranoia. Echó a correr tras Peter, lamentando no haber cogido él también una chaqueta.
"Correr con fiebre, y sin abrigo. Gran idea, Chris".
- Quédate con Leo – le dijo a Wyatt, sin llegar a girarse. Peter era muy rápido, y de momento estaba sólo andando deprisa. Si se ponía a correr tal vez no pudiera alcanzarle. – Peter, no necesito poderes para alcanzarte. ¿Quieres parar y hablar conmigo?
- ¡No!
- Tendrás que hablar conmigo en algún momento.
- ¡No pienso hacerlo!
- Entonces que, ¿no vas a volver a dirigirme la palabra? Pues va a ser una convivencia muy difícil.
- No pienso volver a casa, así que no tienes que preocuparte por eso.
- Peter, sé razonable…Estás llevando todo esto demasiado lejos.
Chris le alcanzó y le agarró del brazo, pero Peter volvió a soltarse y le miró con frialdad.
- Me voy de casa, Christopher. – le espetó - Ahora mismo y para siempre así que…
Chris no lo pensó. Andaba corto de paciencia y ya llevaban recorrida una calle. Frustrado consigo mismo, y también por la poca colaboración de Peter, y enfadado porque le hubiera llamado Christopher otra vez, le dio un bofetón.
- ¿Vas a abandonar a tus hermanos sólo porque te has enfadado conmigo? ¿Te vas a ir así por un malentendido en vez de sentarte y hablarlo? ¡No seas crío! ¡Vuelve a casa ahora mismo!
Peter se llevó la mano a la mejilla. Nunca nadie le había pegado en la cara, al menos no así. Derek no lo hacía, y Nick le daba puñetazos: Chris le había dado con la mano abierta. Sintió más sorpresa que dolor. No dijo nada, se había quedado mudo.
Chris dejó escapar todo el aire de golpe.
"Pero…¿qué has hecho?" se dijo, y empezó a odiarse. Él no hacía eso. Se había prometido no hacerlo. "Ahora sí que no va a querer volver" pensó, y lo cierto es que si era así no iba a poder reprochárselo. Peter había tenido razón al enfadarse, y cruzarle la cara no era la mejor forma de lograr que quisiera hablar con él. Iba a decir algo, sin tener muy claro qué, cuando Peter echó a andar de vuelta hacia la casa. Decidió no decir nada, no fuera a ser que cambiara de opinión, y le siguió. Cuando entraron en la casa, Leo y Wyatt esperaban en actitud expectante. Peter se quedó de pie, mirándoles, sin saber qué decir.
- ¿Qué ha pasado? – preguntó Leo.
- Le he dicho a papá que me iba de casa, y me ha pegado. – resumió Peter. Eso era lo que rondaba todo el rato en su cabeza, por eso omitió todo lo demás. – Me voy a mi cuarto. – anunció, dejándole a todos con la palabra en la boca.
- ¿Peter acaba de autocastigarse a su habitación? – preguntó Wyatt, sin entender nada.
- Tengo que hablar con él – dijo Chris.
- ¿Le has pegado en la calle? – preguntó Leo, sorprendido - ¡Tiene que estar muriéndose de vergüenza!
- No le he dado unos azotes, Leo. Quédate con el tío. Yo vuelvo luego.
Chris subió las escaleras y se dirigió al cuarto de Peter. Llamó a la puerta y entró. Peter estaba sentado en la cama, y le miró, sin hostilidad pero sí con cierta tristeza, o eso le pareció a Chris.
- Tesoro…- empezó Chris, sin saber bien cómo continuar.
- Siento haberme ido. Siento haberte hablado así. Siento haberte llamado Christopher. Siento haber roto los platos. Perdóname.
Chris se dio cuenta de que era sincero. Le observó con ternura.
- No, Peter, yo lo siento. Siento haberte acusado de romper los platos a posta sin siquiera preguntarte. Debí haber supuesto que fue un accidente, y no lo contrario. Has hecho un gran trabajo hoy y no te merecías que te regañara. Y por encima de todo, siento haberte pegado, tesoro.
- Pero…si yo te estaba gritando…y me estaba yendo…y te llamé Christopher. – dijo Peter, y volvió a llevarse la mano a la mejilla inconscientemente – Yo…me lo gané a pulso.
- Tú sólo estabas enfadado, y con razón. He sido injusto contigo, y lo siento. Y aunque estuvieras un poco fuera de ti, no debí haberte golpeado en la cara. Podría haberte hecho daño.
- Creo que esa es la idea, papá.
- Daño de verdad. No debí hacerlo. Lo siento. – dijo Chris, y se acercó para darle un abrazo, con la esperanza de que Peter no se apartara. Para su alivio, se dejó abrazar.
- No pensaba de verdad irme de casa. No sé por qué dije eso.
- Lo sé, Peter – dijo Chris, y le dio un beso en la cabeza. – De verdad, siento mucho haberte golpeado, y haberte acusado así…
- Yo debería haber hablado contigo. Fue un error, lo entiendo. Siento haberme puesto así, y haberme ido…es que cerraste la puerta y me agobié…
Chris se dio cuenta de que Peter le agarraba muy fuerte, como si quisiera llorar y no pudiera.
- Te he hecho salir de casa estando enfermo. Soy una mala persona – murmuró, y entonces empezó a llorar. Chris le acarició el pelo.
- No eres nada de eso, tesoro. Vamos, no llores.
Chris le acarició y le consoló durante un rato, sintiendo que aquél día la había cagado a base de bien con Peter empezando por lo de la foto. Chris estaba enfadado consigo mismo, por eso no le costaba nada entender que Peter se hubiera enfadado también.
Mientras tanto, en el piso de abajo, Wyatt acariciaba a la perrita y miraba a Leo, que estaba muy serio.
- ¿Crees que papá está castigando a Peter? – le preguntó el niño.
- No lo creo. – respondió Wyatt con cautela, pues le faltaba información. Pero todo estaba en relativo silencio, y si le estuviera castigando, no sería así.
Leo estaba pensando en muchas cosas. Ver a su hermano saliendo así de casa le había impactado mucho. Muchas de las cosas que veía respecto a sus hermanos le impactaban.
- Peter ha dicho que se iba a ir de casa…¿Crees que lo hará?
- Ha vuelto ¿no? No siempre pensamos en serio lo que decimos, Leo. ¿No has dicho nunca algo que no sientes de verdad, por estar enfadado?
- Sí, hoy mismo he insultado a Nick.
- Pues ahí lo tienes.
- Pero esto es diferente. Peter lleva aquí sólo unos meses. El proceso de adopción aún está en marcha. Yo siento que Peter es mi hermano, pero en el colegio dice que es mi hermano de acogida. Que puede dejar de ser mi hermano. ¿Y si él quiere hacerlo? ¿Y si quiere irse y vivir con otras personas o…vivir sólo? En unos meses podrá hacerlo ¿no? – exigió saber Leo.
- Legalmente…puede ser. Pero no te haces mayor por cumplir 18 años, Leo. Nick y Peter no se van a ir por hacerse mayores de edad.
- ¿Cómo lo sabes? – inquirió Leo, en el mismo tono apremiante que exigía una respuesta. – Papá ha impedido que Peter se vaya hoy, porque Peter es menor. Es mayor que yo, pero no es adulto como tú o como papá. Cuando él sea adulto podrá irse. Podrá irse y no volver más, si quiere hacerlo.
- Eso no va a pasar, Leo. Peter y tú siempre seréis hermanos, como tu padre y yo.
Leo dejó el tema, pero no estaba nada convencido. No se había planteado hasta el momento que podía quedarle muy poco tiempo para disfrutar de sus hermanos. Sólo había tenido hermanos por cinco meses…le apenaba no haber crecido junto a Nick y Peter, pero había creído que tenía muchos años para compensarlo. Pero…¿y si no era así? ¿Y si Peter se iba, sino ese día al siguiente, o el día de después? En unos meses podría hacerlo legalmente. Podía irse, y acabar con aquél juego de "vamos a ser una familia".
Pensó que no era justo. No puedes entrar en la vida de una persona, acomodarte, y luego salir de ella. Las personas no son aeropuertos. No puedes entrar y salir cuando quieras. No estaba bien. Y no lo iba a permitir.
- Tío, estoy cansado. Voy a ponerme el pijama ¿vale?
- De acuerdo, Leo. Yo voy a quedarme un poco más, y luego me iré a casa. Estaré aquí abajo.
Leo subió las escaleras, pero no paró en el primer piso. Subió al desván. Cogió una caja de madera, y se subió a ella para llegar al atril donde estaba el Libro de las Sombras. Puso las manos sobre el libro y busco mágicamente, como su padre le había enseñado a hacer. Y lo encontró. Leyó el conjuro una vez mentalmente, para asegurarse de no cometer errores [aun no leía bien del todo] cuando lo dijera en voz alta. Un error podía cambiarlo todo.
Escucha mis palabras.
Dame poder sobre el tiempo.
Devuelve lo que ya se ha perdido,
pero no te lleves los recuerdos.
Leo terminó de leer pero no sintió nada ·"sobrenatural". Se bajó de la caja, y se preguntó si habría surtido efecto. La voz de su padre llamando a alguien le hizo comprender que sí, aunque era incapaz de entender lo que decía.
Chris estaba abrazado a Peter y cuando notó que el chico dejó de llorar le separó un poco.
- Todos tenemos días malos, Peter, y está claro que el de hoy no ha sido el mejor para mí. Hoy no he dado una contigo. Te compensaré. Pero ahora vamos a olvidarlo ¿de acuerdo?
- Yo no puedo olvidar la forma en que me he ido, haciéndote venir detrás de mí…
- Bueno, pues para otra vez, intenta no hacerlo. Salir a buscarte no es un problema, tesoro, pero pensar que huyes de mí, o de casa, sí. Es mejor sentarse y hablar ¿no te parece?
Peter asintió. Chris le estaba hablando despacio, como si tuviera la edad de Leo, pero eso no le desagradaba en aquél momento. Estaba mimoso, y le gustaba.
- Y, por favor, no vuelvas a hablar de mis poderes en la calle, gritando, para que pueda oírlo cualquiera…
- Lo siento.
- Ya sé. Lo digo para el futuro ¿está bien?
Peter volvió a asentir.
- ¿Hay algo que tú me quieras decir a mí? – continuó Chris. – Éste es el momento.
- No vuelvas a cerrar con llave, por favor. Yo prometo no salir corriendo pero…no cierres por fuera con…ya sabes…la magia.
- De acuerdo. Si tú mantienes tu promesa, yo mantengo la mía.
Peter iba a decir algo más, pero entonces ocurrió algo extraño. Todo su cuerpo empezó a brillar.
- ¿Peter? – preguntó Chris, alarmado. Su hijo también parecía sorprendido. Entonces, el brillo se hizo más intenso, y de pronto donde había estado Peter había un niño pequeño, de unos cuatro años. Chris parpadeó, perplejo. El niño en cuestión tenía el pelo castaño y no negro, pero por lo demás era calcadito a Peter. Chris había visto fotos de los gemelos, y por eso reconocía ese aspecto. El niño levantó los brazos para que le cogiera, y él lo hizo por automatismo.
- ¿Peter? – volvió a preguntar.
- Papi – respondió el niño alegremente.
"Sabe quién soy. Pero…¿él quién es? ¿Ha…ha rejuvenecido? ¿Cómo? ¿Por qué?"
Si Chris no hubiera estado tan acostumbrado a la magia, aquello hubiera sido demasiado para él. Pero lo estaba, así que respiró hondo, y, con el niño-Peter en brazos, salió de la habitación con celeridad.
- ¿Wyatt? – preguntó, mientras bajaba las escaleras.
- ¿Sí? ¿Y ese quién es? – preguntó su hermano, asomando la cabeza.
- Peter – respondió Chris. – Es Peter.
- ¿Qué?
- Lo que oyes. ¿Dónde está Nick?
- En la ducha. ¿Cómo que Peter?
- Peter, Wy, Peter.
- Tito – dijo el niño, mirándole, y sonriendo.
- Voy a…voy a ver…si Nick también a….tú sólo ten a Peter ¿vale? – pidió Chris, y dejó al niño en el suelo. Se dirigió al baño, llamó, y al no obtener respuesta orbitó dentro. Sentado en la bañera vio a un niño, llorando. Era una copia del Peter-niño, salvo que desnudo. Era Nick.
- ¡Papi! – dijo el niño, cuando le vio – Papi, no puedo salir yo sólo.
Chris tardó unos segundos en reaccionar, pero luego tomó al niño en brazos y lo sacó de la bañera. Cogió una toalla y le envolvió con ella. El niño dejó de llorar en seguida, e incluso sonrió mientras le secaba.
- ¿Por qué estás tan serio, papi? – preguntó Nick.
"¿Qué sabe?" se dijo Chris. "¿Qué recuerda? Sabe quién soy, pero no parece extrañarle ser un niño"
- Vamos a vestirte, Nick – dijo, su boca hablando de forma independiente, sin contar con su cerebro. Al decirlo, se dio cuenta de que eso era lo que tenía que hacer. Debía empezar por las cosas sencillas, y luego ya intentaría entender lo que había pasado.
"Ropa. Sí. Ropa para un niño de cuatro años"
La ropa de Peter había encogido con él. Nick estaba desnudo cuando se transformó, así que su ropa seguía siendo del tamaño del Nick de 17. En ese momento, Chris agradeció más que nunca la manía que Bianca había tenido de guardarlo todo. Había guardado ropa de Leo de cuando era pequeño, y él nunca se había atrevido a tirarla. Con Nick en brazos, fue a buscar algo que pudiera valerle. Aquella ropa era de cuando Leo tenía tres años, pero Leo siempre había sido alto para su edad, y Nick, y Peter, por lo que estaba viendo, eran niños más bien pequeños. Aquella ropa le valdría. Sentó a Nick en la cama, y le vistió.
- El brazo – pidió, poco a poco recordando cómo iba aquello. Era más fácil recordar cómo tratar a un niño pequeño de lo que había sido averiguar cómo tratar a un adolescente.
Nick balanceó las piernas y fue haciendo lo que le pedía. Mientras le vestía, Chris se permitió observarle bien por primera vez. Nick le sonreía, y se llevaba la mano a la boca de manera muy tierna.
"Qué mono."
Cuando le hubo vestido, le cogió de la mano, y bajaron. Wyatt estaba en el sofá, con Peter sentado en sus piernas. Ariel estaba junto a ellos, al parecer sin tener ningún problema con el hecho de que Peter fuera de pronto mucho más pequeño. Chris sentó a Nick en el sofá, y suspiró. Cuando habló, miró directamente a Wyatt.
- Vale. ¿Cómo es posible que mis hijos sean 13 años más pequeños?
- ¿Qué estabas haciendo cuando sucedió?
- Hablar con Peter.
- No ha sido algo que tú hicieras, entonces. Tampoco ha sido algo que hiciera yo.
Guardaron silencio, pensativos. Chris empezaba a asimilar todo lo que implicaba lo que había pasado. Sus hijos casi adultos eran poco más que bebés. ¿Por qué? ¿Quién? ¿Cómo? Y…¿cómo iba a explicárselo a la gente? A la gente no mágica, aunque a su familia tampoco le iba a resultar fácil de entender.
- ¿Dónde está Leo? – preguntó entonces Chris.
"Ay Dios. ¿Y si él ha empequeñecido también?"
- Me dijo que se iba a poner el pijama.
Chris fue a buscarle, pero no estaba en su cuarto. Al pasar cerca de las escaleras, vio que el desván estaba entreabierto. Chris subió, pero allí no había nadie. Ya iba a cerrar, cuando tuvo una corazonada. Entró, y decidió mirar en el Libro de las Sombras, para ver si aquello era obra de algún demonio. Al acercarse al libro, vio la página en la que estaba, y leyó. Y relacionó el conjuro señalado con lo que había sucedido. Pero Chris había aprendido ese mismo día a no emitir juicios precipitados, así que decidió calmarse.
- ¡Leo! – llamó y salió del desván.
Su hijo se dejó ver en el piso de abajo, a prudente distancia de él.
- Leo. ¿Has estado en el desván?
Leo sólo lo pensó un segundo, pero ya había decidido no mentir, porque de todas formas su padre acabaría por averiguar la verdad.
- Sí.
- ¿Has tocado el Libro de las Sombras?
- Sí.
- ¿Has hecho algún conjuro?
- Sí.
- ¿Podrías responder con algo más que con monosílabos, antes de que termine de perder la paciencia?
- Sí…he leído un conjuro, y deduzco que ya sabes por qué.
Chris suspiró. La cabeza le dolía, pero ya no estaba seguro de que fuera por el resfriado. Lo que había pasado era un buen motivo para provocar una jaqueca a cualquiera.
- Sé para qué era el conjuro, pero no por qué lo has hecho. ¿Te das cuenta de lo que significa el haber hecho que tus hermanos vuelvan a tener cuatro años?
Leo le miró a los ojos y Chris sólo vio a un niño asustado, pero que a la vez estaba contento. Y así era justamente como se sentía Leo: contento de que su plan hubiera funcionado; asustado porque se temía que su padre no iba a verlo con tan buenos ojos como él. Se había puesto el objetivo de ser sincero, y siguió fiel a él.

- Sí. Significa que no se irán de casa, al menos en otros catorce.

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