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lunes, 6 de abril de 2015

Chapter 76: Bueno o malo, papá es papá



 


Chapter 76: Bueno o malo, papá es papá
 


N.A.: La del Chris bueno, va a ser la REALIDAD 1. La del Chris malo será la REALIDAD 2. Y seguiré poniendo lo que ocurra en la REALIDAD 2 en cursiva.
 


REALIDAD 1
Diez. Diez fueron las veces que Chris intentó abrir el portal, hasta que tomó conciencia de que éste no se abriría, por alguna razón. Aparte del hecho de que se hizo evidente de que él no tenía poderes, porque Peter aun los tenía cuando se lo llevaron, Nick tampoco consiguió nada al leer los conjuros que Chris le decía. El paso estaba bloqueado.
Cuando Amy volvió del parque con los niños, Chris no era persona. Fue Nick el que contó lo que había pasado y las reacciones no se hicieron esperar. Amy se tapó la boca con la mano, en un gesto de angustia y sorpresa. Leo hizo muchas preguntas y luego empezó a llorar, en silencio. Alex lloró de forma más ruidosa. Y Victoria simplemente parecía imperturbable, fría. Con la seguridad que la daba saber lo que iba a pasar. Nick reparó en eso de pronto, y se enfureció.
- ¡Tú lo sabías! ¡Tú lo sabías, pequeña serpiente traidora! ¡Sabías que mi hermano iba a intentar hacerse daño, y que el otro Chris se lo iba a llevar!
Victoria no dijo nada, no se defendió, y eso enfureció más a Nick, que la agarró de la camiseta sintiéndose poderoso por la ventaja que le daban los años, y la altura.
- Peter ya ha elegido – dijo Victoria, simplemente. – Y lo hizo mal. Aunque ésta ha sido sólo la primera de muchas decisiones erróneas.
- ¡Deja ya las adivinanzas! ¿Dónde está mi hermano y cómo lo recupero?
- Tu hermano está aquí, sólo que no puedes acceder a él. La misma casa, diferente plano. Un lugar al que ni tu padre, ni el mío, ni nadie puede orbitar. Sólo hay una forma de llegar allí, mediante un hechizo, pero sé que tu padre ya lo ha intentado, y no ha podido. Él lo impide.
- ¿Él?
- El otro Chris. Ha lanzado un contrahechizo para que tu padre no pueda cruzar. Y ahora suéltame, por favor. Me vas a romper a camiseta, y es un regalo de mamá.
- ¡Los huesos te voy a romper! ¿Por qué no dijiste nada?
- ¡PORQUE NO LO TENGO PERMITIDO! – gritó Victoria, volviendo por fin a mostrar algún sentimiento. Esos lapsus de frialdad se correspondían con la llegada de nuevas visiones. Ya había aprendido a mantener una conversación mientras veía cosas y su cerebro era como un ordenador siempre encendido, a la caza de nuevas imágenes. - ¿No te das cuenta? Peter me escuchó y por eso decidió matarse. Interpretó mal mis palabras. Eso es lo que sucede siempre con las profecías, que la gente no sabe interpretarlas. ¡Por intentar impedir un daño futuro a tu padre no ha hecho otra cosa que desencadenarlo todo! ¡Este era el primer paso! Y sí, yo lo sabía, y también sabía que iba a ser como reacción a mis palabras, pero ¡no puedo cambiarlo! Así que lo mejor que puedo hacer es evitar que sepáis más cosas y hagáis más idioteces. No es que eso vaya a servir de nada, pero al menos es algo.
- Explícate – exigió Nick.
- Peter ha elegido mal, y tu padre pagará las consecuencias. Eso es lo que dije, y eso es lo que quería decir. No sé por qué siempre pensáis que quiero decir otra cosa. No hablo por símbolos. Digo la verdad, pura y dura. Y es lo que ha pasado. Peter se pensaba…no sé lo que se llegó a pensar, pero pensó que si moría lo paraba todo. Y nada más lejos de la verdad.
- ¡Si se pensó eso fue por tu culpa! ¡Vas a traerle de vuelta y vas a hacerlo ahora o haré que la peor de tus visiones te parezca un sueño agradable!
- Basta, Nick – intervino Amy. Había estado esperando a ver si Chris decía algo, y además tenía interés por oír las explicaciones de la niña puesto que mientras estaban en el parque sólo habían hablado de trivialidades. Pero ya había escuchado más que suficiente, aquello se estaba descontrolando y Chris no parecía capaz de frenar aquello. Ni siquiera hizo el intento, como si sólo estuviera allí en cuerpo. – Ella no tiene la culpa.
- ¡Claro que sí! ¡Este pequeño saco de…!
- Es tu prima. Es una niña, y su poder es una carga inmensa. Sé que quieres recuperar a Peter. Creo que todos aquí queremos eso, pero pelear entre nosotros no va a sernos de ninguna ayuda.
Nick apretó los puños, pero tras unos segundos y varias respiraciones profundas, supo priorizar. Podría matar a la enana en cuanto estuviese seguro de que su hermano estaba bien.
- Estaba lleno de sangre – dijo Nick. – Está mal herido, e indefenso…
- No tengo ni idea de qué quiere el otro Christopher de él – dijo Chris, hablando por fin – Pero no creo que vaya a hacerle daño. Yo nunca se lo haría al otro Peter. Y creo que tu hermano está bien, Nick.
- ¿Cómo puedes saberlo? ¿Cómo sabes que no se está muriendo?
- En primer lugar, porque Victoria ha dicho que esa fue la primera de muchas malas decisiones, así que tendrá que estar vivo para tomarlas. Y en segundo lugar, porque sois demonios. Basta con que Peter se transforme para que se cure a sí mismo. No sé cómo no se me ocurrió antes, pero creo que al otro Chris sí se le ocurrió. De ahí su urgencia. Parecía… tener prisa. Tenía prisa, porque sabía que era cuestión de vida o muerte.
- Todo eso son suposiciones.
- Créeme, Nick, me conozco bien. Y eso significa que le conozco a él: él es todo lo que yo no soy, y a la vez somos el mismo. Hará justo lo contrario en algunas cosas, y exactamente lo mismo en otras.
- Pongamos que tienes razón. ¿¡QUÉ COÑO QUIERE DE PETER!?
- Eso sí que no tengo forma de saberlo. Supongo que Victoria sí, pero dudo que nos lo diga – dijo Chris, sin poder evitar un pequeño deje de rencor. Él no la culpaba en absoluto, pero tener delante una fuente de información aun mayor que internet y saber que no puedes usarla ni para ayudar a tu hijo era frustrante.
- Él quiere lo mismo que quieres tú – dijo la niña, únicamente.
"Oráculos. Siempre tan crípticos" pensó Chris, como si conociera muchos y con amargura. Pero también, con esperanza: tal como sospechaba, si se fiaba de Victoria que hasta el momento había sido infalible, Peter estaba bien.
 


REALIDAD 2
Peter sentía ardor. Esa era la palabra.
En realidad, el cinturón no dolía tanto. Es decir, escocía, y picaba en el momento en el que caía, y lo peor era el sonido que hacía, que empujaba a anticipar mentalmente el momento del doloroso contacto. Pero no era tan malo. No tal y como Chris, los dos Chrises, lo hacían. Era un cinturón de cuero, relativamente grueso, que no dejaba marca más que una inevitable rojez como el mismísimo infierno. Peter había soportado cosas peores.
…Pero estaba aquél maldito ardor, como si la temperatura de su cuerpo, y concretamente de cierta zona hubiese aumentado tres grados. Peter se sintió como si volviera a tener fiebre.
Seguía en el desván. No se atrevía a salir de allí, porque sabía que fuera de ese cuarto su casa no parecía su casa. Que estaría sucia y con cristales rotos, y le recordaría que aquél no era su mundo. Pero aquél desván era como el de su plano, y eso le hacía pensar que estaba en su hogar, y le daba seguridad. Chris se había ido en cuanto se hizo el dormido. No se había dormido de verdad. ¿Cómo podría, con aquél dolor aun intenso, y ese miedo por saberse en otro universo, lejos de los suyos tan física como metafóricamente?
Se quedó tumbado, boca abajo en aquél sofá, y no sabía si debía aprovechar el rato a solas para pensar, o si debía evitar hacerlo para no volverse loco. Se frotó con cuidado las piernas y el trasero. Lo dicho: le ardía.
- ¿Aun te duele? – preguntó una voz a sus espaldas, y Peter se sobresaltó. Era Chris. ¿Cuánto tiempo llevaba ahí?
- ¿Tú qué crees? – preguntó, con más sarcasmo del que quizá fuera conveniente, teniendo en cuenta que hacía sólo un par de horas que le habían castigado.
- Que sí. Ven, déjame ver – dijo Chris, e hizo ademan de acercarse. Peter se dio la vuelta bruscamente y eso no fue para nada una buena idea. Aguantó el dolor con una mueca.
- No, no es necesario…estoy bien – mintió, horrorizado por la idea de que aquél tipo le inspeccionara. Le daba vergüenza hasta cuando lo hacía su padre y no debía olvidar que aquél no era su padre. No más allá del físico. – Estoy perfectamente bien, de verdad. No hay nada que ver. Es…
- Shh – interrumpió Chris, y se llevó la mano a la cabeza, como si le doliera. ¿Cuánto había bebido? Definitivamente, más de lo recomendable, hasta para él, que era medio luz negra y aguantaba muchísimo más que un humano normal. – Hablas demasiado. ¿Nunca te lo han dicho? Y pones la voz muy chillona cuando mientes. Te he dado una paliza increíble. Es normal que te duela.
Peter no respondió, pero volvió a inquietarse cuando vio que Chris seguía acercándose. Se tapó con ambas manos. Forcejeó un poco con él, y Christopher se frustró. ¿Qué leches pasaba con aquél chico? ¿No era que a él no le importaba que le tocaran? ¡Sólo estaba intentando ser amable! Claro que su concepto de amabilidad no coincidía con el de Peter. Para Peter estaba siendo muy brusco, pero eso era porque aún no conocía del todo las maneras de aquél Chris.
- ¿Quieres estarte quieto? ¡Sólo quiero ver cómo estás!
Pero Peter sentía demasiada vergüenza. ¡Que estaban hablando de su trasero! Se deslizó por el sofá para alejarse de él y eso aumentó su molestia. Chris reparó en su nueva mueca de dolor, y decidió acabar ya con eso. Le levantó con brusquedad y Peter cerró los ojos.
"Genial. Has conseguido que te pegue de nuevo" pensó, pero no sintió ningún azote. Chris le cogió la mano y le golpeó en ella. Fue un golpe suave, infantil. "Acaba…¿acaba de darme en la mano como a un niño?"
- Ahora vas a dejar que te vea y te vas a estar quieto.
Peter asintió, más por la sorpresa que por otra cosa. No entendía a qué había venido ese golpecito. Ni siquiera le había dolido, pero le había extrañado mucho. Su padre nunca había hecho algo como eso. Chris le dio la vuelta y le miró.
- Bueno, no va a ser un día fácil para ti. No creo que quieras sentarte hasta mañana, y tal vez mañana tampoco. Pero luego estarás bien. Me gustaría que te durara para siempre, y así habría algo que te recordaría que no debes atentar contra tu vida cada vez que intentaras sentarte.
- Pues yo me alegro de que no sea permanente…- musitó Peter, sin saber qué más decir. Esperó ver una sonrisa en Christopher, pero esta no apareció. Frunció el ceño. Estaba casi seguro de que su padre habría sonreído, y tal vez le habría revuelto el pelo, como solía hacer. Aquél Chris no sonreía tanto como su padre. Eso le hizo pensar que en realidad no le conocía. Era extraño saber tanto de una persona y a la vez tan poco.
- ¿Por qué me has pegado en la mano? – preguntó Peter, tras un silencio incómodo. Se moría de curiosidad.
- Así es como castigaba a Peter al principio.
Chris no explicó nada más, pero Peter creyó entender: por lo que sabía de su otro yo, había sufrido malos tratos durante más tiempo que él, y eso le había marcado hasta el punto de no soportar que le tocaran, aunque fuera una caricia. Si a él…si él le había costado aceptar los "métodos" de Chris, para el otro Peter debía de ser imposible. Si no soportas una caricia, mucho menos una azotina.
- ¿"Al principio"? ¿Qué cambio?
Christopher le miró a los ojos. Tal vez fuera por el delineador (en serio, ¿¡delineador!?) o tal vez fruto de la supuesta maldad [porque Peter le consideraba más bruto que malvado] de aquél hombre, pero aquellos ojos no eran como los de su padre. Eran azules, pero no azules del tipo "hipnotizantes y bonitos" sino del tipo "fríos y acojonantes".
- Debo suponer, por las horas que llevas aquí y lo que he visto al observaros en esa bola, que tú eres algo así como un buen soldadito. – dijo Chris.
- ¿Qué quieres decir?
- Que si tu padre te dice algo le haces caso.
- Bueno…. No tan a menudo como a él le gustaría.
- ¿Alguna vez has intentado clavarle un puñal?
- ¡No! – dijo Peter, horrorizado.
- Ahí tienes el motivo de que tomara medidas más "drásticas".
Peter le miró unos segundos hasta cerciorarse de que había hablado en serio.
- Dios, pero aquí que soy, ¿una especie de monstruo?
- Algo así – dijo Chris, pero en vez de censura en su voz había orgullo. – Es la peor persona que conozco. Se lo digo siempre, pero no quiere creerme.
Peter se dio cuenta que para aquél hombre lo de ser la "peor persona" era una buena cualidad. Supo ver que era la situación inversa de él con su padre…Chris se empeñaba en decir que él era bueno, pero Peter no lo tenía tan claro.
- Pero…¿tú te oyes? ¡Eso no está bien! ¡Tu hijo es malo!
- Exacto – dijo Chris, y los ojos le brillaron, con orgullo y alegría. Luego, se serenó un poco y casi (casi) le sonrió. – Nunca vamos a estar de acuerdo. Tu sentido de la moralidad está invertido…
- ¡No! ¡Es el tuyo el que está del revés!
- …Como sea, lo que para mí está bien, para ti está mal. Es inútil discutir sobre eso.
Peter supo ver que ahí Christopher tenía razón. Miró a aquél tipo con los ojos entrecerrados.
- Me has castigado como lo habría hecho mi padre, porque te….te preocupaste por mí. Castigabas a tu hijo de esa forma tan…suave, porque había sufrido maltratos. Eso no me parece el modus operandi de una mala persona. Eres bueno.
- No. Soy buen padre, que es diferente. Quiero a mis hijos. Eso no tienes que dudarlo.
- ¿Eso quiere decir que Chris no nos quiere a nosotros? Has dicho que la gente aquí es al contrario que en mi mundo…
- Y lo es. Tu mundo tiene más buenas personas que malas: por eso el mío tiene más malas personas que buenas. Es el equilibrio. Así tiene que ser. Pero la…"personalidad" si quieres llamarlo así, es más o menos la misma, con pequeñas diferencias. Los rasgos básicos del carácter de tu padre están dentro de mí. Y el afecto no entiende de buenas o malas personas. Yo no dudo que tu padre te quiera, aunque sea bueno. Sólo hay….distintas formas de querer. Para mí, la forma en la que tu padre te quieres es errónea. Supongo que para ti la forma en la que yo quiero a mis hijos no es la correcta. Pero les quiero.
- Así que…eres malo, pero tratas bien a tus hijos ¿es eso?
- No concibo otra forma de tratarles. Ahora, puede que nuestro concepto de "tratar bien" no sea el mismo.
- ¿Por ejemplo?
- Tu padre es un puñetero sargento que te está castigando todo el día.
- Dijo el hombre que me acaba de castigar…
- Porque te lo merecías. Pero… el otro día vi cómo castigaba a Nick por pelearse con Paul. Yo no le habría castigado, ¡le habría animado a pelearse con él otra vez!
- ¿Aquí te llevas mal con Paul?
- No, qué va. Es un mal chico.
"Mal chico aquí es como buen chico allí" se recordó Peter, aun sin acostumbrarse a esa extraña forma de hablar.
- Entonces, ¿por qué ibas a animar a Nick a pelearse con él?
- ¿Y por qué no?
Peter rodó los ojos.
- Tienes razón. Nuestro concepto de "tratar bien" no es el mismo. Un padre no anima a su hijo a que…se pegue…por ahí con otra gente.
- Si tú lo dices…- repuso Christopher con ademan distraído, y sacó el móvil, empezando a juguetear con él como si Peter le aburriera.
"¡Que falta de educación!"
Peter pensó que haría bien en acostumbrarse.
- Entonces, ¿tú no eres tan "sargento" como mi padre? – le preguntó, incómodo por el silencio y porque de pronto Chis hiciera más caso a la pantalla que a él.
- Mientras lo que hagan sea "malo", mis hijos pueden hacer lo que quieran.
- Bueno, creo que mi padre piensa que mientras lo que hagamos sea "bueno" podemos hacer lo que queramos.
- Pero os da un mogollón de reglas contradictorias.
- ¿Cómo cuáles? – preguntó Peter con curiosidad. Aquél hombre les había estado observando durante quién sabe cuánto tiempo y eso le hacía sentir espiado, como en un reality show, pero también le hacía preguntarse a qué clase de conclusiones habría llegado.
- No está bien mentir, pero lo hacéis todo el día al ocultar vuestros poderes.
- Bueno, ¿y cómo lo hacéis vosotros? ¿Acaso aquí todo el mundo sabe que sois brujos?
- No. Pero yo no les digo a mis hijos que esté mal mentir.
- Qué buen padre – dijo Peter con sarcasmo.
- Lo sé. – respondió Christopher, pero él sonó convencido.
- Y modesto encima.
Christopher se rió, y Peter dio un pequeño respingo, porque sonó como su padre.
- Creo que tú y tu sarcasmo vais a encajar muy bien aquí, chico. Ahora bajemos a comer algo. No sé tú, pero yo me muero de hambre.
- Tengo una pregunta más.
- Dispara.
Pero Peter se quedó callado. Christopher le miró y notó que de pronto se había ensombrecido. Se preguntó a qué venía el repentino cambio de humor, y esperó a que se decidiera a hablar. Pero pasaron los segundos, y nada.
- ¿Qué querías preguntar?
- Nada. Olvídalo.
- Ahora me lo dices.
- No es nada.
- Que me lo digas.
- No tiene importancia.
- ¡Que me lo digas, maldita sea!
Chris sonaba tan ridículamente infantil…pero a la vez tenía un algo autoritario. Peter no sabía si obedecerle o reírse. No se decantó por ninguna de las dos, y se limitó a seguir callado.
- Peter, me pone muy nervioso que os quedéis en silencio.
- A mi padre también.
- Pues entonces ya deberías saber que te conviene responderme. ¿Qué me querías preguntar?
- Es igual. Bajemos a comer. – dijo Peter.
- No hasta que me lo digas.
- Mira que eres pesado, joder.
- Mira que eres cabezota, coño.
Peter parpadeó. ¿Su padre acababa de decir "coño"?
"No, tu padre no. Sólo su…sucedáneo."
- No es nada ¿vale? Deja el tema ya.
- Peter, me estoy cansando. Me lo vas a decir, y me lo vas a decir ahora.
- Yo no voy a decirte nada.
Christopher caminó hacia él, y Peter suspiró, oliéndose que había colmado la paciencia del hombre. Aún estaba demasiado adolorido para que la idea de otro castigo fuera soportable…Pero Chris le cogió la mano y le golpeó ahí otra vez. Peter tuvo que hacer esfuerzos por no reírse. Sin embargo, tras la risa interna, pasó algo más. Se miró la mano, aun sujeta por la de Chris, y se sintió como un niño que tocaba algo peligroso y recibía una palmada en la mano como castigo. No le había dolido en absoluto, pero notó que era como un "toque de atención". Una forma de decir "te estás pasando y no voy a dejarte seguir por ahí". Supo ver que el otro Peter sentiría algo más. Algo así como un "Oh Dios mío, me está tocando". Y pensó que para su alter ego ese era un castigo casi peor que los azotes. Suponía un contacto físico directo y casi cariñoso. Suponía una demostración pública de "a este tío le importas" y Peter entendía eso porque lo había experimentado mil veces con Chris. Por primera vez se calzó los zapatos de su versión en aquél mundo, y pudo entender por qué aquella forma de "castigo" era efectiva con él. Al menos, para cosas no muy graves.
- Que me lo digas.
- ¡No!
Chris le golpeó en la mano otra vez, esta vez un poco más fuerte.
- El siguiente paso es una incómoda conversación sobre mis rodillas, y no creo que quieras eso ahora mismo. ¿Qué es lo que querías preguntarme, Peter?
Peter respiró hondo, y se comió la vergüenza y el orgullo. Total ¿qué más daba? Ese hombre se parecía a su padre y le trataba (más o menos) como a su propio hijo. Tal vez pudiera confiar en él como hacía con "el verdadero Chris".
- Has dicho que aquí Derek era bueno. ¿Por qué no me quedé con él? Quiero decir…¿por qué no se quedó con él el otro Peter?
Chris se relajó visiblemente, y le soltó la mano.
- Porque aquí tú eres malo.
- Sí, eso ya lo has dicho. Y también que la justicia está corrupta. Pensé que la de mi mundo también lo estaba…
- Y lo está, en menor medida.
- Como sea, ¿qué quisiste decir? ¿Por qué le quitaron mi custodia?
- Él compró al juez para que lo hiciera.
- ¿Qué?
- Derek sobornó al juez para que le quitara tu custodia.
- ¿Por qué?
- Porque tú le quemaste vivo.
Peter abrió mucho los ojos.
- No lo dices en serio.
- Totalmente. Cogiste un cubo de gasolina y…
- ¡Basta! – chilló, y los ojos se le inundaron de lágrimas. No. Dios, no. - ¿Cómo pude hacerle eso?
- No fuiste tú, Peter. Fue tu otro yo y la verdad es que él no se siente culpable, así que tú tampoco deberías.
- Pero…pero…has dicho que él era bueno…Derek…Derek se merece muchas cosas…la cárcel, una buena patada en la entrepierna, pero nadie se merece que lo quemen vivo…¿Qué fue…qué fue lo que me hizo para que yo le hiciera eso?
- Te aburría. Tu vida con él era un coñazo. Ir al colegio, partidos de baseball…Todo era un puto arcoíris lleno de flores. Te enseñaba cosas buenas. Te estaba convirtiendo en una buena persona, y tú te diste cuenta. No podías permitirlo.
Las lágrimas de Peter rebosaron sus ojos. Esa era la vida que él siempre había soñado. La vida junto a Derek que había deseado…
- Estoy muy orgulloso de ti, por haber impedido que ese tipo te cambiara…
- ¡Tu hijo es un monstruo! ¡Le odio y a ti también! – gritó Peter, y empujó a Christopher para marcharse de allí, llorando.
Cuando salió del desván, vio que no tenía a dónde ir. Aquella no era su casa. Fue a su cuarto, pero no se sentía como su cuarto. Empezó a hiperventilar.
"Cálmate, o te dará un ataque de asma" se dijo, y se obligó a respirar bien.
Pensó que Christopher iba a seguirle, pero no lo hizo. Peter intentó calmarse, y bajó a la cocina a beber agua. Pensó con rapidez.
No podía ir a ningún lado. Todas las personas que conocía eran extraños allí. Extraños malvados, seguramente, así que no valía la pena ni intentarlo.
Su versión en aquél mundo era un ser despreciable y odioso.
En aquél universo, Derek le había dado una vida feliz. En aquél universo Derek debía quererle. En aquél universo Derek era bueno.
…Y "ser bueno" en aquél sitio, era "malo". Peter entendió entonces algo muy complejo. El maltrato era malo en aquél mundo también. Así que no todas las "malas acciones" eran "buenas". Tenía que analizar la situación desde otro punto de vista. Ese Chris era todo lo que su Chris no era. Su padre quería que él fuera una buena persona. El otro Chris quería que fuera malo. Su padre aprobaría que se defendiera de quien intentara volverle malo…y por eso aquél Chris aprobaba que Peter se defendiera de quien intentara volverle bueno.
Como ser bueno en aquél mundo era "malo", que Derek pretendiera cambiar a Peter era malo. El problema no había estado en que le tratara bien, sino en que pretendiera enseñarle buenos valores. El "gran delito" de Derek en aquél mundo, había sido el de intentar educar a su hijo según los ideales de la bondad. Y como recompensa le habían quemado. El otro Derek era un cabrón malnacido y la justicia divina no le había castigado. Vaya mierda era aquél mundo, y el suyo, y todos. Vaya mierda injusta.
Peter sollozó de pura rabia, y sintió la mano de Chris en su hombro. ¿Cuándo había llegado?
- Agradezco que ese hombre tratara bien a mi hijo, pero no voy a dejar que nadie le vuelva bueno. De todas formas, Peter no quería matarle, y no lo hizo. Le quería.
- ¡Uno no quema a quien quiere!
- Derek le estaba regañando por haber quemado un contenedor de basura...el Peter de este mundo tiene ciertas aficiones pirotécnicas…
- ¡Es que quemar contenedores está mal!
- Hubiera estado mal si Peter hubiera corrido peligro. Pero era seguro para él, nunca se quemó.
- ¡No puedes aprobar que tu hijo destruya el mobiliario urbano!
- ¿Por qué no?
- ¡Porque eso no está bien!
- Exacto. Por eso lo apruebo.
Peter se enfureció contra aquél tipo tan… imbécil. Quería romper algo. Y qué cuernos, lo hizo. Cogió tres vasos que había en el fregadero, y los tiró contra el suelo. Se sintió mucho mejor después de hacerlo. Luego cogió la botella de whisky que había sobre la mesa, y la tiró también.
- ¡Eh, ese era mi whisky! – protestó Christopher, pero se rió. Entonces Peter se dio cuenta de que aquél hombre aprobaba aquella conducta y se detuvo de inmediato. Si estaba bien para él quería decir que en realidad estaba mal. Peter se reprochó sus impulsos violentos y se impuso autocontrol.
Chris le notó más calmado, y se acercó a él.
- No debes alterarte por lo que haya sucedido aquí. Seguramente descubrirás muchas cosas que no te gusten. De todos modos, antes te he mentido un poco. Peter sí que se siente culpable por lo que hizo. Intento que no se sienta así, pero todo el mundo tiene defectos.
- Eso es una virtud. La única que me has dicho de él hasta ahora.
Christopher rodó los ojos.
- Como te dije antes, nunca estaremos de acuerdo en esto. Y discutir sobre ello no tiene sentido. No llegaremos a nada, más que a romper mi whisky. Era caro ¿sabes? Tendré que robar otra botella.
- No pienso pedirte disculpas.
- Ni yo te he dicho que lo hagas. – replicó Chris, encogiéndose de hombros - Ahora, ¿comemos? ¿Qué te apetece?
- No quiero comer nada cocinado por ti – dijo Peter, buscando herirle a toda costa. Su padre se habría sentido herido por ese comentario, pero aquél Christopher no.
- Bien, pues entonces, mira en la nevera. Tiene que haber algo precocinado, seguro. Y después puedes ver la TV o hacer lo que quieras mientras no me molestes. Yo voy a volver al desván. Por si acaso, matizo que puedes hacer lo que quieras mientras no incluya intentos de suicidio. Me niego a ser tu perrito guardián y vigilar que no te acercas a ningún cuchillo. Bastará con que sepas que si lo haces… en fin, no lo hagas, y todo estaremos contentos. Te advierto que yo no me ando con mariconadas ni con advertencias como el Chris que tú conoces. Si digo "no te pongas en peligro" tú simplemente no te pones en peligro. Si lo haces no me limitaré a darte unas palmaditas o a castigarte sin salir. En realidad, yo nunca os castigo sin salir. Puedes ir a donde te plazca y hacer lo que te plazca, aunque ahí fuera está cayendo el diluvio universal, así que no te recomiendo salir hoy a ningún lado. Puedes quedarte aquí y tratar de no aburrirte. Lo bueno es que yo nunca te castigo sin televisión. Lo malo, que la tele hoy en día es una basura. Seguramente en tu mundo sea igual. ¿Alguna pregunta?
Peter no respondió, como ignorándole, y se quedó con la parte de la comida, que era lo que le importaba. Se acercó al refrigerador, pero antes de abrirlo reparó en el papel que estaba pegado en la puerta, con un imán. Sabía lo que era: eran las normas. Peter recordaba perfectamente las normas de su casa. Las veía todos los días en la cocina y no es que fuera nada difícil de recordar. Chris las había redactado de forma algo infantil, pensando en Leo, aunque Peter estaba seguro de que también lo había hecho para chincharles un rato a Nick y a él. El caso es que el papel de la nevera de su mundo venía a poner algo así como:
1) No ponerse en peligro.
2) Nada de mentiras.
3) Hablar y tratar a los demás con respeto, en especial a papá. Nada de insultos, de golpes, ni de patadas.
4) Prohibido desobedecer.
5) Papá es "papá" y no Christopher, Chris, o cualquier otra variante.
6) Nadie va a cargar con sus problemas sólo. Los problemas se hablan con papá.
7) Orden mínimo en las habitaciones
8) Existen los vasos, y se bebe en ellos.
9) Se responde a las preguntas directas.
10) Nada de alcohol ni drogas.
Sin embargo, el papel de la nevera de aquél otro universo tenía algunas desconcertantes modificaciones, aunque también tenía algunos puntos en común. Ese papel decía:
1) No ponerse en peligro.
2) Las únicas personas a las que no debe mentirse es a la familia. [¿Eso que era? ¿Una invitación a que mintieran a todos los demás? Peter alucinó.]
3) Demostrar con tanta frecuencia como se pueda la mala educación.
4) Nadie da órdenes a un Haliwell, salvo otro Haliwell de mayor edad.
5) Papá es "papá" y no Christopher, Chris, o cualquier otra variante.
6) Nadie va a cargar con sus problemas sólo. Para eso está la familia.
7) Las habitaciones han de estar siempre desordenadas.
8) No se usan vasos: se bebe a morro.
9) Se responde a las preguntas directas.
10) El alcohol es bueno; las drogas no.
Peter parpadeó.
- Estáis locos – espetó, mientras abría la nevera. No vio nada que le apeteciera comer, y la cerró de un portazo. – Esto no son normas: son invitaciones a la maldad y a la mala educación.
- Llámalo como quieras, pero vas a vivir aquí por unos días, y más te vale respetarlas. ¿Está claro?
Peter no respondió. Entonces, tomándole por sorpresa Chris le dio un azote. No fue muy fuerte, pero le dolió bastante como recuerdo del castigo previo.
- He preguntado si está claro.
- Sí, señor. – respondió Peter, por automatismo. Luego se dio cuenta de que se acaba de comprometer a obedecer unas normas que eran una locura insana.
- No me llames señor.
Peter sonrió. Al menos, algunas cosas nunca cambiaban.
- Él tampoco quiere que le llame así.
- Es que yo no soy "señor". Yo soy papá.
Hubo un silencio tenso.
- ¿Para mí también?
Christopher se lo pensó. Peter entendió lo que estaba pensando: no eran padre hijo, y a la vez si lo eran.
- Si quieres sí – dijo al final.
- No quiero. – dijo Peter, pero no pretendía ofenderle. Al menos, no sólo eso. Es que sentía que llamarle "papá" sería como traicionar a Chris. Al verdadero. El falso Chris pareció entender.
- Bien. Pues entonces llámame Chris. El otro Peter me lo llamaba antes.
No, aquél universo no era tan diferente al suyo.
 


REALIDAD 1
Había pasado una semana sin tener una sola noticia de Peter. Chris se estaba volviendo loco de tanto buscarle. Estaba peor que obsesionado, y una parte de él se daba cuenta de que estaba siendo muy egoísta. No había estado allí para apoyar a su hermano al contarle lo que pasaba con Victoria. La niña era un oráculo, estaba llena de predicciones y él ni siquiera había hablado con su hermano al respecto. Apenas atendía a Nick y a Leo, y Amy directamente si seguía con él es porque era una santa, porque él pasaba totalmente de ella. Durante el día apenas hablaban, y Chris se pasaba las noches en el desván, leyendo con la esperanza de encontrar una forma de dar con Peter, por lo que ya no dormía con ella.
Tenía que encontrar a su hijo. Eso era lo único que importaba. Lo único en lo que podía pensar.
A Nick le enfermaba esa actitud. Creía firmemente que su padre estaba siendo estúpido. No era el único que había perdido a Peter. Y poniéndose así no solucionaba nada. Le recordaba mucho al corto período de tiempo en el que Peter se había ido a vivir con Wyatt, con la diferencia de que aquella vez Chris sabía dónde estaba Peter, y que estaba bien. Esa vez no lo sabía, y de ahí aquella obsesión que rayaba la locura.
Una tarde, al volver del colegio, Nick fue directamente al desván, donde sabía que estaría su padre. Amy intentó impedírselo.
- No, Amy. ¡Él se va a encargar de esto, por mis narices que sí!
- Puedo hacerlo yo…
- ¡Pero no tienes que hacerlo! Tú no eres el padre de Leo, lo es él. Y ya has hecho bastante estos días. Le has ayudado con los deberes, le has llevado al colegio, has aguantado sus pataletas…¡se acabó!
Chris escuchó estos gritos y segundos después Nick entró en el desván como un torbellino.
- ¿Qué ocurre con Leo? – preguntó Chris apartando momentáneamente la vista del libro sobre portales que estaba leyendo. Si era algo importante, iría. Si no, seguiría leyendo.
- Lo primero que ocurre es que es tu hijo.
- Eso ya lo sé.
- ¿De verdad?
- Nick, ahora no tengo tiempo ni ganas de pelear contigo.
- Leo lleva toda la semana dando patadas, gritando, y haciendo berrinches, frustrado por que Peter no está y deseoso de llamar tu atención.
- Estaré más pendiente de él. – prometió Chris.
- Lo dudo, pero además eso no es todo. Hoy ha venido a casa con un videojuego robado.
- ¿Un qué?
- Un videojuego robado. A su amiga Lucy.
Christopher miró a Nick durante unos segundos. Leo estaba bien, así que para él no era algo urgente. No estaba herido. Volvió a bajar la mirada y se concentró en el libro. Y Nick ya no pudo más. Cogió el libro y lo tiró al suelo.
- Sé que Peter es tu jodida debilidad. Que le quieres por encima de todo y de todos y que piensas que debes protegerle de cualquier cosa que le pase. Sé que te preocupas por él más que por mí o por Leo, y lo entiendo. No estoy celoso, porque yo también le quiero, y me gusta que otros le quieran. Cada día sin saber de él, sin saber cómo está, es un infierno. Peter es mi otra mitad en un sentido más que metafórico. Así que puedo entender que él sea tu favorito. Pero nosotros dos aún estamos aquí, y Amy también.
El dolor en las palabras de Nick hizo que Chris reaccionara. Durante unos segundos se acordó de Paul, y de unos padres obsesionados con salvar a un hijo, olvidando a los demás. Christopher abrió mucho los ojos, al darse cuenta de lo mucho que había descuidado a su familia.
- No es mi favorito. Os quiero a los tres. Os adoro. Pero es él el que me necesita ahora. Es él el que está lejos. La última vez que le vi estaba gravemente herido y no sé qué podría querer mi yo paralelo de él. Pero tienes razón. Os he dejado de lado y eso no puede ser. Es sólo que si le pasa algo…si no consigo encontrarle…
- …nos morimos – terminó Nick por él. – Lo sé, papá. Pero lo encontremos o no, lo haremos juntos.
Chris asintió y le dio un abrazo. Como quería a ese chico. Quizás Nick a veces hiciera gala de tener muy poco sentido común, pero tenía la habilidad de hacer que él recuperara el suyo. Era como su conciencia, o algo así.
- Lo siento – susurró.
- Conmigo no tienes que disculparte. Pero Amy va a necesitar más de un ramo de rosas para perdonarte.
Chris sonrió un poco, e intentó no llorar. Sabía que si empezaba a llorar no pararía de hacerlo nunca, y eso no sería productivo para nadie.
- ¿Qué es lo que ha hecho Leo? – preguntó, recordando lo que había hecho que Nick subiera en primer lugar.
- Te lo he dicho: le ha robado un videojuego a Lucy.
- Es un niño…"Robar" es demasiado fuerte….
- Robar, quitar, coger prestado ¿qué diferencia hay? Papá, estás hablando con un ladrón de mierda, así que…
- No hables así de ti mismo. No eres eso.
- Lo fui. Así que sé perfectamente lo que es robar, y lo que no. Coger algo que no es tuyo, con vistas a no devolverlo, es lo que yo llamo robar.
Chris sabía que Nick tenía razón, pero no se podía creer que Leo hubiera hecho aquello. Sí que se había dado cuenta de que aquellos días el niño había estado un poco difícil, pero como Amy se encargaba de todo, nunca llegó a intervenir. En cierta forma, que Amy fuera tan eficiente había hecho más mal que bien: si ella no hubiera estado, si no hubiera habido allí nadie para cuidar de su hijo, Chris habría tenido que reaccionar antes. La presencia de Amy le servía de escudo para su obsesión con Peter.
Entendía que Leo hubiera estado inquieto. Había perdido a su hermano. Cuando Chris le contó lo que había pasado, el niño lloró durante horas. Le costó mucho consolarle. En ese momento estuvo con él, pero luego le fue dejando de lado, enfermo en su idea de dar con Peter cuando antes. Supo ver que así sólo le había dado más motivos al niño para su mal comportamiento: tal como Nick había dicho, Leo buscaba llamar su atención. Chris podía entender eso, y sabia además que era en gran parte culpa suya. Pero…¿robar? De pronto, se enfadó mucho.
- ¿Dónde está? – preguntó.
- En el salón, viendo la tele.
Christopher asintió, y se dispuso a salir del desván. Antes de hacerlo, se giró para mirar a Nick.
- Una persona tiene sus límites – dijo. – Yo habría llegado al mío hace mucho tiempo: siempre he sido muy débil. Vosotros me dais fuerza, y tú en especial eres quien me hace mantener la cordura en momentos de crisis. Creo que no te digo lo suficiente lo orgulloso que estoy de ti y lo mucho que te quiero.
Nick se ruborizó un poco, algo cohibido.
- Te lo recordaré la próxima vez que meta la pata. Y yo también te quiero.
Chris le dedicó una media sonrisa, y bajó a hablar con Leo. Lo primero que hizo al llegar al salón fue coger el mando que estaba en la mesilla y apagar la tele. Se dio cuenta de que eso había sido una entrada un poco brusca en cuanto Leo se giró, extrañado, a mirar quién la había apagado. El niño tenía el ceño fruncido, pero de pronto sonrió.
- ¿Me das un abrazo, papá?
Y ya está. Esa frase logró que los ojos de Chris se llenaran de lágrimas. Provocó muchas emociones dentro de él. Leo sonó como un niño abandonado. Sabía que en parte eso era cosa del carácter mimoso del niño, porque tampoco le había llegado a "abandonar". Le daba un beso por la noche, y además sólo había estado raro con él por una semana. Pero aun así fue desolador escucharle decir eso. Le hizo pensar también en que pese a lo mal que había hecho las cosas con él, Leo le quería y seguía buscando su compañía.
Se acercó a él, y le cogió en brazos.
- Y dos, y tres, campeón.
Le llenó de besos y le estuvo abrazando durante más de cinco minutos.
- ¿Ves la tele conmigo? – preguntó Leo, después de un rato. Christopher suspiró. No quería pasar tan pronto a "esa" parte.
- Luego tal vez, Leo. Ahora tú y yo tenemos que hablar de una cosa.
- ¿De qué?
- Sobre coger cosas que no son tuyas.
- ¿Nick se ha chivado?
- Él no se ha "chivado". Sólo ha sido un buen hermano mayor. Leo, eso que has hecho no está nada bien. Se llama robar, sé que lo sabes, y también sabes que no se puede hacer.
Leo se separó de él, descontento por el cambio de conversación.
- Leo, ven aquí. No te alejes, aún no he terminado de hablar contigo.
- ¡Pero yo sí!
Christopher se acercó a él, le cogió del brazo le dio la vuelta, y le dio un azote fuerte que sonó por toda la habitación. Dos segundos después, como con retardo, se escuchó el llanto de Leo, que empezó flojito y luego se hizo más fuerte.
- ¡Malo! – le gritó el niño, y se llevó la mano a los ojos, restregándoselos.
- No, no soy malo, Leo. Lo que has hecho sí ha sido muy malo y por eso no puedes gritarme ni ponerte insolente conmigo cuando estoy tratando de que lo entiendas.
Como toda respuesta, Leo lloró más fuerte. Chris no tenía corazón para ser duro con él después de lo descuidado que le había tenido aquellos días. Intentó reconfortarle un poco.
- Vamos, no llores y vamos a hablar ¿de acuerdo?
- ¡Pero no quiero hablar de eso! – dijo Leo, llorando más.
Chris decidió que en vez de presionarle podía intentar ir poquito a poco con él, y ser paciente.
- Hablemos primero de otra cosa. Como de Amy. Me ha dicho un pajarito que ha pasado mucho tiempo contigo.
- Sí, pero porque tú no estabas. – dijo el niño, y lloriqueó más. Chris le estrechó contra él, y le calmó con palabras suaves.
- Lo siento, campeón. Lo siento mucho.
Estuvieron así durante un rato, y al final Leo se calmó.
- Y dime, ¿cómo ha sido estar con ella? ¿Ha sido buena contigo?
- Ella sí, pero yo no – dijo Leo, y pareció a punto de llorar otra vez. Chris se lo olió y trató de impedirlo.
- Ey, nada de lloros. Vamos, campeón. No hay por qué llorar. Es papá con quien estás hablando ¿mm?
- Pero te vas a enfadar.
- Tal vez un poquito. Pero estás siendo muy valiente, y me lo estás contando, así que voy a tenerlo en cuenta.
- Yo…yo…me he portado mal con ella. Y…y…en el cole también me he portado mal…y…con Nick.
Chris frenó nuevas oleadas de llanto con un abrazo. Iba a tener que ir muy despacito con él. Podía hacer aquello de otra manera: podía limitarse a gritarle y castigarle, pero dudaba que con ello lograra gran cosa. Tal vez el niño no volviera a hacerlo, pero sería por miedo, y no porque comprendiera que no debía portarse así. Haría mejor en tener paciencia y ser todo lo delicado que la situación le permitiera ser. Le daba la impresión de que Leo entendía que lo de robar no estaba nada bien, y que lo que le hacía llorar tanto era sobre todo un ataque de conciencia.
De nuevo, le abrazó hasta que se calmó.
- ¿Y por qué has hecho todo eso, Leo?
- Porque…porque… no sé por qué.
- Peter no está. ¿Eso te enfada?
- Y me pone triste.
- ¿Crees que ha tenido algo que ver con que hayas tenido mal genio estos días?
- A lo mejor.
- Y ¿querías llamar la atención de papá?
Leo se encogió un poco entre sus brazos.
- Me has dicho muchas veces que no debo llamar tu atención haciendo cosas malas. Que me harás más caso cuando sea bueno.
- Pero, ¿aun así lo intentaste?
- Sí – reconoció el niño, con un lloriqueo. – Lo siento.
- Vale, campeón. Mira, no me gusta oír que te has portado mal en casa y en el colegio, pero yo también me he portado mal contigo. No he sido un buen papá contigo estos días, y te pido perdón por eso. Si tú me prometes no volver a hacerlo de nuevo, yo me olvido de todas las travesuras que hayas hecho durante esta semana.
- ¿Todas, todas?
- Todas.
- Pero algunas son muy malas.
- No importa. Prométeme que no volverá a pasar, y dejaremos ese tema. Pero aun quiero hablar contigo sobre el tema de robar.
Leo asintió.
- No volveré a portarme mal en casa y en el cole.
- Muy bien, campeón. Ahora, ¿estás listo para que hablemos sobre videojuegos que no son tuyos?
Leo volvió a llorar con fuerza, y eso aumentó las sospechas de Chris de que se sentía culpable. Chris le frotó la espalda.
- Esta semana ha sido muy dura – dijo Leo al cabo de un rato – Peter no está y….y tú estabas raro….Pensé que había hecho algo malo, y ya no me querías, y por eso apenas hablabas conmigo… - terminó el niño, y Chris se sintió morir. Pensó que no tenía perdón ni disculpa, por haber hecho que su niño se sintiera así. Pero entonces reparó en el gesto de Leo, y se dio cuenta de que el niño no estaba siendo del todo sincero.
- ¿Me estás manipulando?
- ¿Qué quiere decir eso? – preguntó con voz inocente.
- Sabes perfectamente lo que quiere decir. Pero de todas formas yo te lo explico: quiere decir que quieres que me sienta mal, y me sienta triste para conseguir que no te regañe ni te castigue.
Leo se quedó callado, pillado en su estrategia.
- Ser un poco travieso para llamar la atención de papá es una reacción entendible para lo que ha pasado estos días, pero robar no, Leo, y no está bien que intentes echarme a mí la culpa de eso. ¿Entiendes? Sé que te sientes mal por haber cogido algo que no es tuyo, pero no es mi culpa y lo sabes. ¿Verdad?
Leo siguió sin responder.
- Respóndeme, Leo. ¿Verdad que lo sabes?
Tan sólo hubo más silencio. Leo sabía que su padre tenía razón pero tal vez si se quedaba callado dejaría el tema. Realmente no quería seguir hablando sobre robar. Le hacía sentir malo.
- Leo, responde a la pregunta – insistió Chris, en un tono menos dulce del que había estado empleando. Leo hizo un puchero. – Nada de rabietas, respóndeme, si no quieres que te caliente el culo también por eso.
Ese "también por eso" le hizo entender a Leo que no tenía escapatoria.
- Sí, papá. Lo sé. Lo siento.
- Bien. No vuelvas a intentar manipularme, o me enfadaré. ¿De acuerdo?
Leo asintió.
- Ahora tenemos que hablar de lo que has hecho. Sé que te cuesta, pero ha estado mal y no puede pasar de nuevo.
Leo volvió a asentir.
- No se cogen las cosas que no son nuestras. Por mucho que queramos algo, no podemos quitárselo a otras personas. ¿Entiendes?
- Sí, papá. Lo entiendo.
- Eso me parece a mí: que ya lo sabías y aun así lo has hecho.
Leo puso un puchero.
- ¿Me vas a castigar?
- Me temo que sí.
- ¿Con el cepillo?
Chris miró a su lloroso hijo con algo de lástima, pero con determinación.
- Quiero que reflexiones y me digas lo que te mereces, como un niño mayor.
Leo sorbió por la nariz y movió la cabeza enérgicamente, como si estuviera intentando sobreponerse al llanto. Se fue un momento, y Chris le observó con curiosidad, pero no se lo impidió. Pensó que iba a volver con el cepillo, pero se sorprendió cuando le vio venir con un cinturón. Leo dejó el cinturón en la mesa y luego se bajó el pantalón. Chris tardó unos segundos en reaccionar.
- No, Leo. Con eso no. Anda, ven aquí, mi vida. – dijo, abriendo sus brazos para él. No tuvo que repetírselo. Leo se tiró a sus brazos como si fueran el último refugio del mundo. – ¿Cómo pensaste que iba a castigarte así? Eres mi bebé.
- Pero lo que hice fue muy malo…
- Sí, Leo, y por eso voy a ser algo duro contigo, pero no voy a pegarte con el cinturón.
Leo aún era muy pequeño para eso. Se sentía realmente mal en aquél momento: Leo parecía tener mucha culpabilidad y se planteó si realmente debía castigarle. Pero pensó que sí, porque conocía a su hijo, y se sentía culpable entonces, cuando le estaba regañando, pero si lo dejaba pasar podía volver a repetirse. Leo era de los que les das la mano y te cogen el codo. Además, robar era algo serio. Y el niño se sentiría menos culpable cuando sintiera que "su deuda estaba saldada".
- Entonces, estamos de acuerdo en que te mereces un castigo ¿no? ¿No vas a hacer un berrinche?
- No, papá.
- ¿Quieres que sea aquí o en tu cuarto? – preguntó Chris y Leo le miró extrañado. No solía dejarle elegir.
- Aquí.
- Bien. Pues allá vamos – dijo Chris, y le alzó para colocarle en sus rodillas. Le bajó bien la ropa y le sujetó con una mano, contando con que el niño se revolvería.
SMACK SMACK SMAKC SMACK SMACK SMACK SMACK SMAKC SMACK SMACK
- No se cogen cosas que no son nuestras.
SMACK SMACK SMAKC SMACK SMACK SMACK SMACK SMAKC SMACK SMACK
- Eso no se hace nunca, Leo.
SMACK SMACK SMAKC SMACK SMACK
- Ai, papi.
- Ella jamás te robaría a ti.
SMACK SMACK SMAKC SMACK SMACK SMACK SMACK SMAKC SMACK SMACK
- Au. Papí, no lo haré más. Seré bueno, de verdad.
- Lo peor ya no es sólo que robes, Leo, sino que se lo has hecho a una amiga. Ella se porta bien contigo. Es buena. ¡Justo como yo creía que eras tú!
SMACK SMACK SMAKC SMACK SMACK
- Lo soy, lo soy papi. Snif. No me digas eso, por favor. Snif. Lo sientooo.
Chris se dio cuenta de que había sido un poco duro con esas palabras. Concluyó el castigo con cinco azotes más. Al final, no había sido un castigo tan fuerte. No había ido a por el cepillo. Pero Leo no parecía opinar lo mismo porque lloraba sobre él como si las lágrimas fueran a salvarle la vida. Chris le frotó la espalda y le incorporó. Se sorprendió un poco de la fuerza con la que Leo le abrazó.
- Ya está. Ya pasó, bebé.
- No soy malo – lloró el niño.
- No, campeón, no lo eres.
- Tampoco soy un ladrón.
- Lo sé. Por eso no puedes volver a hacerlo nunca.
Leo asintió y siguió abrazado a él, llorando de una forma que a Chris le rompía el corazón. Así estaban cuando alguien orbitó en la habitación. Era Wyatt.
- Escucha, quieras o no vas a hablar conmigo…- empezó Wyatt, frustrado porque Chris le había estado ignorando. A él y a todo el mundo. Pero se detuvo en cuanto vio la escena. – Oh.
- Hola, Wy.
- Hola. ¿Qué ha pasado? – preguntó, y observó cómo Leo se separaba de Chris y corría hacia él, pidiendo que le cogiera en brazos. Lo hizo con mucho gusto. - Ey, enano ¿por qué lloras? ¿Has sido travieso?
- No. He sido malo. – dijo Leo y lloró más.
- Shhh. Vamos, yo no me creo eso. Mi sobrinito no es malo. Sólo un poquito desobediente.
- No, soy malo, porque he hecho algo muy malo. He robado.
Wyatt guardó silencio un momento. Aquello era un asunto difícil. No podía decir "no tiene importancia" o "no ha sido tan malo", porque era necesario que el niño entendiera que robar era algo que no podía hacer. Pero quería consolarle de alguna manera y buscó la forma de hacerlo. Mientras lo hacía, reparó en el cinturón que había en la mesa, y se horrorizó.
- Dios mío, Chris, ¡que tiene ocho años!
Chris parpadeó por el tono acusatorio que empleó su hermano e intentó ver de qué estaba hablando. ¿Del castigo? No tuvo ocasión de preguntar, porque Wyatt no había terminado.
- Nick me decía que te habías vuelto idiota, pero yo no quería creerlo. Me decía a mí mismo que era simplemente la angustia de no saber dónde estaba Peter. Que ya se te pasaría…Entiendo que te encerraras en ti mismo, pero esto….
- ¿Qué es exactamente "esto"? – preguntó Chris, desconcertado. Wyatt le señaló el cinturón. - ¡No le he pegado con eso! – exclamó, muy ofendido.
- ¿Ah, no? Y entonces, ¿por qué llora así?
- Él sabe que lo que hizo no estuvo bien – explicó Chris, con un suspiro. Aquella vez, castigarle había sido más difícil que nunca. Aún no estaba seguro de haber hecho lo correcto. – Ven aquí, campeón. Ven con papá.
Tras unos segundos más de esconderse en el pecho de Wyatt, Leo se bajó y caminó hacia Chris.
- ¿Me das un abrazo? – preguntó el niño como había hecho hacía ya casi una hora.
- Eso no tienes ni que pedirlo, campeón – dijo Chris, y le abrazó muy fuerte. – Yo sólo quiero que te portes tan bien como bueno eres.
Poco a poco Leo se fue calmando, y al final se quedó dormido encima de Chris. Con cuidado, Chris le tumbó encima del sofá y le dio un beso. Decidió dejarle dormir un rato, hasta llamarle para comer. Cogió el cinturón y se dispuso a salir del cuarto, indicándole a Wyatt que hiciera lo mismo.
- Mira que pensar que le había pegado con esto. ¿Quién te crees que soy, Wyatt?
- La verdad es que no lo sé, Chris. No hay quien te reconozca. Tienes ojeras ¿has dormido? Amy dice que apenas comes, y porque ella te obliga. Pasas de ella. Pasas de todos. Sólo piensas en Peter.
- ¿Dónde está, Wy? – preguntó, deteniéndose, y mirando a su hermano como si estuviera perdido y Wyatt fuera su mapa. - ¿Por qué me lo ha quitado? ¿Por qué todo el mundo intenta quitarme a Peter? ¿Qué quiere de él? ¿Qué hacía mi otro yo en éste mundo?
- Lo averiguaremos, Chris. Te prometo que lo averiguaremos – dijo Wyatt, y le abrazó. – Y ahora escúchame bien: quiero verte dormir y comer o vendré a obligarte a hacerlo. O peor, llamaré a papá para que lo haga y te aseguró que él no será tan delicado.
- Wy, ya no soy un niño…
- ¿De verdad? – preguntó para picarle, pero luego le sonrió con afecto. – Tienes demasiado encima. Sé que va en contra de tu naturaleza, pero ¿podrías entender que no estás sólo en esto? En vez de ignorarme podrías dejarme estar contigo.
- Tú tienes tus propios problemas, Wyatt. Lo que está pasando con Victoria…
- …es la mitad de malo de lo que estás pasando tú. Victoria está bien. Ve el futuro, sólo eso.
- Y eso es horrible para alguien de su edad. Es una carga más grande de lo que puede soportar.
- Es fuerte.
- Finge serlo, como su padre. Ha visto cosas horribles. Te necesita.
- Y me tiene. Pero tú me tienes también, y es lo que quiero que entiendas. No tienes poderes, Chris. Eso es peligroso para nosotros. Si alguien se enterara sería un buen momento para atacarte. Ahí tienes otro motivo para dejar que yo esté contigo.
- No necesito niñera.
- ¡Maldita sea, Chris, no seas orgulloso!
- No es orgullo. Es…realismo. No soy el centro del mundo. Tú tienes tu familia, y tus problemas. Si no puedo ocuparme de mi propia familia yo sólo entonces es que soy un inútil.
- Christopher a veces entiendo por qué Peter ha resultado ser tan idiota: sólo es el reflejo de lo idiota que es su padre
- Es todo un consuelo ver que te tienen en tanta estima.
Wyatt rodó los ojos.
- Ahora tengo que irme. Venía a decirte que mamá te da dos horas para ir a verla, o si no vendrá ella, sin importarle lo mucho que papá trate de impedírselo. Te han dado tu espacio pero si les sigues evitando son capaces de mudarse aquí de nuevo.
Christopher sonrió un poco. Sabía que la amenaza era en serio: el único motivo por el que su madre no estaba allí gritándole un rato era porque su padre se lo impedía. Sentía curiosidad por saber por qué Leo se mostraba tan…paciente y comprensivo…pero se lo agradecía.
- Iré a verles – accedió. Sabía que no podía volver a alejarse de los suyos. Que no podía encerrarse en la autocompasión y la preocupación.
"Peter, aun no he renunciado a encontrarte" pensó, como si el chico le pudiera oír. "Pero tengo otras personas que también me necesitan. Te encontraré. Te lo prometo."
 


REALIDAD 2
Peter llevaba una semana en aquél mundo de mierda. La primera vez que salió a la calle, entró corriendo en casa de nuevo, asustado. Las calles estaban llenas de basura. Los coches conducían a toda velocidad y había signos de accidentes por todas partes. La gente se gritaba y se insultaba sin motivo aparente. ¿Cómo iba alguien a ser bueno en un ambiente así?
Había estado observando a Christopher. Abusaba de sus poderes, bebía, robaba, mentía, estafaba. Se había metido en una pelea y había dejado malherido a su oponente. Él también volvió con algún golpe con aspecto doloroso. Peter se negó a curarle, a pesar de que aun tenía los poderes de luz blanca de su padre y hubiera podido hacerlo. Se lo merecía, por capullo.
Pese a todas esas lindezas, Peter se dio cuenta de dos cosas:
a) aunque era bruto, mal educado y un desastre, su maldad se concentraba en el aspecto mágico. Si el Chris bueno protegía a los inocentes y luchaba contra demonios y luces negras, el Chris malo se dedicaba a cazar luces blancas. Para eso usaba la ballesta, la cual era capaz de manejar con una mano, mientras bebía con la otra. Pero no era un asesino en serie ni nada de eso. Según las palabras del propio Christopher, no mataba sin un motivo para hacerlo: requería demasiado trabajo. Peter intentó aceptar la idea de que estaba viviendo con un asesino. Intentó aceptarla, para poder impedir que hiciera daño a nadie más.
b) creyó percibir un cambio a lo largo de aquella semana, como si se estuviera volviendo más "normal". Notó que cada vez se parecía más a su padre y eso le agradaba. Tal vez, después de todo, no fuera insalvable. Tal vez, esa pizquita de bondad que percibía en Christopher pudiera hacerse más y más grande, y extenderse no sólo al amor familiar.
En todos aquellos días, no vio a Leo por allí. Tal como Chris le había dicho, el niño estaba viviendo con Wyatt y con su mujer. Tampoco vio rastro de Wyatt, pero por lo visto en aquél mundo era normal que su tío desapareciera durante días sin decir nada. Descubrió un detalle curioso: en aquél mundo Victoria no veía el futuro. Peter apuntó todo esto en su mente, para hablarlo con su padre cuando le volviera a ver…
…si es que volvía a verle de nuevo alguna vez. ¿Por qué Chris no había ido a buscarle? ¿Es que ya no le quería? ¿Es que se había enfadado tanto por lo del cuchillo que le estaba dejando allí como castigo? Cada día que pasaba, Peter se hacía más a la idea de que no iba a volver a verle. Descubrió, con horror, que cada vez encajaba más en aquél lugar. Usaba el cuarto del otro Peter, que era una réplica del suyo. Incluso tenía las guitarras. Todo allí parecía indicar que pertenecía a ese lugar. Después de dedicar una mañana a limpiar la casa, aquello parecía realmente su hogar. Y no sabía si eso le gustaba o le daba miedo.
En realidad, no veía mucho al otro Chris. Se pasaba el día en el desván, buscando la forma de encontrar a Nick y a Peter, pero no parecía avanzar. No le dejaba subir con él, y Peter sospechaba que era porque en esos ratos espiaba a su familia. Intuía, por algunos comentarios que Chris había soltado el primer día, que tenía una misión que era algo así como matar al verdadero Chris. Y ese era el único motivo de que Peter siguiera allí con él: estar cerca del enemigo para poder combatirlo. Debía impedir que Chris hiciera nada contra su padre: ya fuera porque terminara por volverse bueno, ya fuera porque Peter le clavaría sin dudarlo un puñal en el corazón para impedírselo.
"Mira. Al final vas a parecerte a tu otro tú más de lo que creías" pensó con amargura un día, mientras reflexionaba sobre lo que estaba dispuesto a hacer para proteger a un Chris del otro. Se sobresaltó cuando la presencia de Chris interrumpió sus pensamientos.
- ¿Tú no deberías estar en el colegio? – preguntó Chris.
- Ah, ¿pero que aquí hay de eso? ¿Y qué les enseñáis a los niños, el arte de estafar, mentir, y robar?
- Me encanta tu mala leche, en serio. Sigue así y pronto serás como mi Peter.
Como toda respuesta, Peter le tiró un libro a la cabeza. Se sorprendió cuando acertó de lleno en Chris. Tenía más puntería de la que creía. Christopher se rió.
- ¡Te he tirado un libro a la cabeza! ¡No deberías reírte!
- ¿Debería castigarte entonces? Porque puedo hacerlo. Tal vez lo haga. Nosotros no hacemos daño a la familia. ¿Lo ves? Esa es otra cosa que nos diferencia. Tanto que vais de buenos, pero vosotros sois peores que nosotros.
- ¿Qué quieres decir? – preguntó Peter, a su pesar.
- Os pasáis el día diciendo lo mucho que os queréis y la rapidez con la que moriríais unos por otros. Pero luego a la mínima de cambio os enfadáis y atacáis con golpes bajos. Tú echas mucho veneno sobre Chris, Nick le insulta e incluso le mordió una vez. Eso fue divertido, pero no encaja con lo que yo entiendo por "bondad". El propio Christopher a veces mete la pata, pero al menos él nunca tiene la intención de haceros daño. Vosotros sí. Vosotros a veces queréis hacerle daño a él, y hacéroslo mutuamente. ¿No eso de "la intención es lo que cuenta"? Pues, os he visto, y vosotros a veces tenéis mala intención.
Peter bajó la mirada. Eso era algo en lo que él había pensando a menudo, y que le hacía sentir una mierda: lo mal que a veces trataba a su padre. Él en concreto no solía atacarle directamente tanto como Nick, pero alguna vez lo había hecho y además cada vez que le desobedecía era en realidad como si estuviera faltando a ese supuesto amor que le tenía. Más que supuesto. Pero aquél Chris tenía razón: no siempre sus intenciones eran buenas.
- Supongo que nadie es perfecto – se defendió Peter, y decir aquella frase fue todo un avance para él, que había pasado muchos años tratando de serlo. - ¿Acaso vosotros nunca os hacéis daño? Dijiste que Peter quiso clavarte un puñal.
- Pero éste es el universo malo. Es lógico que aquí haya peleas: no que las haya allí. Además, nosotros no buscamos hacer daño con las palabras… No somos tan enrevesados como vosotros. Os he observado y sois tan contradictorios… He llegado a la conclusión de que nadie en vuestro mundo es bueno: sólo tenéis la intención de serlo.
- Por esa regla de tres yo podría decir que tú no eres malo, y sólo tienes la intención de serlo.
- Todo se reduce a la intención, después de todo – aceptó Christopher. – Nadie puede dudar que tu Christopher intenta hacer las cosas bien.
- ¿sabes? Es raro que nos espíes. Papá no os espía a vosotros.
- Y hace bien. Mi mundo y el tuyo no deberían entrar en contacto. Es peligroso. Muchas cosas están cambiando por lo que estamos haciendo, y más pronto que tarde nos vamos a arrepentir.
- ¿A qué te refieres?
- Cuando tu Barbas vino aquí, y mató a su alter ego, hizo un gran acto de maldad en un mundo malo. No digo que no tenga sus consecuencias, pero no pasó gran cosa. Pero tú eres bueno, y estás aquí. Cada vez que hagas algo bueno en mi mundo, romperás un poco más el velo del equilibrio. Si tú, del "universo bueno" haces algo bueno en el universo malo, tendremos un gran problema.
- Pues… no haré nada.
- No puedes evitarlo. Todo en ti huele a… bondad. Además, eso no es todo. Yo te secuestré en tu universo. Técnicamente hice algo "malo" allí. Sólo fue una pequeña cosa, y ya ha empezado a haber cambios.
- ¿Cómo cuales?
- Tengo mis teorías. Pero me las guardo para mí.
Peter bufó.
- Pues que cada uno se quede en su universo, y todos contentos.
- No es tan fácil. Voy a visitar tu mundo próximamente, y lo que voy a hacer allí…Lo que voy a hacer allí podría causar el fin del mundo.
Y Peter abrió mucho los ojos, porque Victoria había predicho justo eso: el fin de todo.
Por primera vez, Peter sintió que el hecho de que él estuviera allí tenía un sentido: tenía que parar a aquél Christopher. Tenía que impedir que hiciera eso que causaría el fin.
De buena gana hubiera seguido hablando del tema, pero Chris cambió bruscamente de conversación.
- Va a venir Leo.
- ¿Por qué?
- Porque es mi hijo.
- En todos estos días no le he visto por aquí. ¿Ahora vas a decirme que te importa?
Peter no lo vio venir: Christopher le cruzó la cara rápidamente, y con mucha fuerza. Su padre lo había hecho en una ocasión, pero no fue tan fuerte. Le dolió mucho, y además, la violencia del movimiento le inundó los ojos de lágrimas. Estaban hablando con relativa normalidad (con la tensión perenne que había entre ambos) y de pronto le había pegado. Peter se asustó, y se encogió sobre sí mismo.
- Nadie me habla así. Nadie duda de que quiera a mis hijos.
Peter no respondió. Recordó de pronto que tenía los poderes de su padre, y orbitó, dispuesto a irse lejos de allí. Como no sabía a dónde, se apareció en el parque central de la ciudad, con aquél lago al que una vez intentó escaparse. Se desesperó al ver que era un lugar semidestruído: hasta los parques estaban "contaminados" allí.
Christopher se quedó helado por la repentina desaparición. Como Peter tenía en ese momento poderes de luz blanca, y él era un luz negra, diseñado específicamente para cazar luces blancas, no le costó mucho sentir su presencia. Vio dónde estaba y decidió dejarle tranquilo unos minutos. Luego, cuando pensó que había pasado el tiempo suficiente para que el chico se calmara, orbitó él también, precedido por sus características orbitas negras.
Peter estaba apoyado en un árbol, con los brazos en las rodillas y la cabeza entre los brazos. Christopher se puso junto a él.
- ¿Haces esto a menudo? Lo de escaparte, digo.
Peter se sobresaltó al oírle y trató de huir de él.
- Eh, ¿dónde crees que vas? – dijo Chris, agarrándole del brazo.
- ¡Suéltame!
- En cuanto estemos en casa.
- ¡No es mi casa!
- Momentáneamente sí. Y es mejor que un parque.
- ¡Suéltame! – volvió a repetir. Pensó en orbitar de nuevo, pero como si le oyera el pensamiento, Chris le advirtió:
- Puedo seguirte allá donde orbites y si me haces perseguirte en vez de hablar podemos hacer otra cosa. ¿He sido claro?
- Sí, señor – barbotó Peter, apresuradamente.
Entonces Chris se dio cuenta de algo: no escapaba de él por rebeldía, sino por temor. Ese chico estaba realmente acojonado.
- Vamos a casa.
- Sí, señor.
- Te he dicho que yo no soy señor – dijo Chris, y orbitó con él, poniéndole una mano en el hombro. Peter se alejó de él en cuanto aparecieron en el salón de la casa.
- Siéntate – pidió Chris, señalando al sofá, y Peter casi corrió para hacerlo al segundo. – No me gusta que insinúen que no quiero a mis hijos. No vuelvas a hacerlo.
- No, señor.
- No me llames así – volvió a decir, y continuó. – No me gusta que lo hagan, y por eso te he golpeado.
En ese momento llamaron a la puerta.
- Voy a abrir. Quédate aquí.
- Sí, señor.
Christopher bufó. ¿El chico estaba sordo o tenía alguna clase de fascinación por la palabra "señor"? Tenía una actitud de quien escucha "salta" y responde "¿cómo de alto?". Meneó la cabeza, y abrió la puerta. Ante él apareció Linda, con Leo de la mano. Peter alucinó al ver a su tía en la puerta. Esa versión de Linda tenía mechas, un piercing y una ropa provocativa a más no poder, y por supuesto, de color negro.
Peter no pudo escuchar la breve conversación que se produjo entre ambos, porque no hablaron demasiado alto, pero Linda debió de decir algo que no le gustó mucho a Christopher, porque parecía enfadado. Se despidió de ella con afecto y luego dio un portazo. Fulminó a Leo con la mirada, que no debió percatarse o que le dio igual, porque preguntó:
- ¿Me das un abrazo, papi?
- Un azote te voy a dar. Anda, sube a tu cuarto ahora mismo y agradece que tenga mejores cosas que hacer ahora que darte la zurra que te mereces.
- Pero papá…
- ¿Qué es eso de que le has devuelto el videojuego a Lucy? ¡Te lo tendrías que haber quedado! ¡y encima te has disculpado! – le dijo, con enfado, y se acercó a él. Le cogió del brazo, le dio la vuelta, y le dio un azote que sonó por toda la habitación. Dos segundos después, como con retardo, se escuchó el llanto de Leo, que empezó flojito y luego se hizo más fuerte.
- ¡Malo! – le gritó el niño, y se llevó la mano a los ojos, restregándoselos.
- Exacto. Así es como soy y como tienes que ser tú. ¿Cuándo te he enseñado yo a devolver lo que robas? No pienso dejar que te vuelvas una buena persona.
Leo siguió llorando en silencio, hasta que Christopher suspiró, caminó hacia él, y le dio un abrazo.
- Ale. Ahora no llores más y no olvides lo que te he dicho. Quiero que subas a tu habitación. Y mañana mismo quiero que le quites de nuevo el videojuego ¿está claro?
- Sí, papá. ¿Y ahora me das un abrazo?
- Sí, campeón. Si ya lo estoy haciendo. – respondió Chris, y le cogió en brazos. – Yo sólo quiero que seas malo.
Le consoló un poco y luego le dejó en el suelo, y sólo entonces Leo reparó en que no estaban solos.
- ¡Peter! – exclamó, y corrió hacia él. Se tiró encima suyo en una especie de achuchón/salto del tigre.
Peter le envolvió con sus brazos por automatismo, pero estaba algo impactado por lo que había pasado con Chris, por lo que acababa de presenciar, y por el hecho de que ese niño vistiera de negro y tuviera el pelo de punta. ¿Dónde estaba la melena inocente de Leo, y sus colores claros, preferentemente en tonos de azul?
- Peter, ¿dónde has estado? ¿dónde está Nick? – empezó a preguntar - ¿Estás bien? ¡Papá me ha pegado! ¡Es tonto!
Entre todo lo que podía decir en ese momento, Peter, que no sabía cómo responder, eligió lo siguiente:
- Sí, sí que es tonto. Y una mala persona.
- Ya sé, tú siempre dices que papá es malo y que yo tengo que serlo también. Pero…Lucy es mi amiga y por eso se lo devolví…- explicó el niño, interpretando que la declaración de Peter había sido un regaño. El niño también tenía esa moral invertida según la cual ser mala persona era un objetivo a alcanzar. Ver a "su hermanito" (o al clon de su hermanito) corrompido así le frustró mucho, pero Peter aun no se sentía capaz de confrontar a Chris. Le tenía demasiado miedo.
- Ese no es Peter, Leo – intervino Chris. – No el que tú conoces. Luego te lo explico. Ahora te he dicho que subas a tu cuarto.
- Sí, papá – respondió Leo con resignación, y se fue.
Cuando se quedaron solos, Peter se atrevió a hablar.
- ¿Le vas a castigar por devolver un videojuego a su legítimo dueño? Es tan retorcido, absurdo y demencial que…
- ¿Te he pedido acaso tu opinión? – replicó Christopher. Peter enmudeció.
- No, señor.
- Pues entonces estate calladito.
- Sí, señor.
- Tú no me escuchas cuando te hablo, ¿verdad? – preguntó Chris con frustración. Se acercó a Peter y le levantó. Le dio tres azotes suaves. – No me llames señor.
- No señ-…No, Chris.
- Bien. Ahora escucha. Como te estaba diciendo, no me gusta que insinúen que no quiero a mi hijo, y por eso te he golpeado. Pero ha sido demasiado fuerte, y en la cara. No he debido hacerlo así, y no debes tenerme miedo.
Christopher tenía experiencia en chicos asustados por traumas relacionados con el maltrato. Esa mirada de Peter no era distinta a la que ponía su Peter y a veces Nick después de un castigo.
- Ahora vas a darte un baño y luego vamos a pintar en la pared.
Peter le miró muy extrañado, y sin poder evitar preguntar:
- ¿Por qué?
- Porque es lo que hago con mis hijos cuando tienen miedo de volver a ser maltratados. Les encanta pintar en la pared. Nick en concreto tiene mucho talento, y yo puedo limpiarlo con sólo un hechizo. Si el dibujo es bueno lo dejo durante semanas.
Peter parpadeó. Una parte de él entendió que Chris intentaba consolarle. No supo si estaba funcionando, pero empezaba a pensar que no tenía que tener miedo de que volviera a golpearle.
- Ahora vas a venir aquí, y me vas a dar un abrazo. Después, baño. Luego, pintura. – repitió Chris, como dándole instrucciones. Era sencillo que otra persona le dijera cómo debía reaccionar. Así no tenía que pensar en si debía salir corriendo o hacer como que no pasaba nada: tenía que limitarse a hacer lo que Chris le pedía.
Se acercó a él, y le abrazó, al principio con tensión y con poca naturalidad. Luego con fuerza, y algo de desesperación.
- Siento haberte asustado. –dijo Chris, y le acarició la cabeza. Se sintió bien. De pronto, aquél Chris le pareció tan cariñoso como su padre y eso hizo que él mismo se pusiera mimoso. Remoloneó un poco junto a él. - Ahora a bañarse, vamos – dijo Chris, impulsándole una palmadita cariñosa.
- ¿Por qué? Si me he bañado esta mañana…
- Te sentará bien. Te relajará.
- Bueno…
- Además, tienes que estar limpio para que después nos ensuciemos. Porque te advierto que aquí se pinta con las manos.
Peter rió un poco.                                                                                                
- A ti tampoco te haría mal un baño… - comentó, en un tímido tono de broma, como tanteando el terreno. Christopher le sonrió.
- En tu mundo todos sois demasiado aseaditos – dijo, como única respuesta.
Peter subió las escaleras, y Christopher se quedó abajo sintiéndose raro. Tenía algo en el pecho. ¿Qué era? No lo supo, pero de pronto tenía ganas de hacer cosas que nunca antes había querido hacer. Por de pronto, le pareció que debía cortarse el pelo, y los que le conocían sabían que eso era un sacrilegio para él. Y luego había cambios más importantes. Por primera vez desde que había perdido a sus hijos, se planteó la conveniencia de recuperarlos cometiendo un asesinato. Tal vez aquella no fuera la forma. Tal vez no debiera matar al otro Chris. Ya no…no se sentía capaz de hacerlo. Pero eso era absurdo. Había matado a más personas de las que podía recordar. La mayoría se lo merecían, pero no por ello dejaban de ser asesinatos. ¿Por qué iba a ser diferente con Chris? Porque era como matarse a sí mismo. Porque no creía que Chris se mereciera morir, aunque fuera imbécil. Y porque era el padre de Peter, y haría que el chico fuera tremendamente infeliz si se lo cargaba.
Mientras Peter llenaba la bañera, pensó en la contradicción que suponía odiar a Chris por querer dañar a su familia y a la vez… comenzar a quererle. Mientras Chris subía a hablar con Leo, pensó en la contradicción que suponía tener al chico como pieza de intercambio y a la vez…comenzar a desear que se quedara con él para siempre.
Christopher se detuvo delante de la puerta del cuarto de Leo. ¿Qué le estaba pasando? ¿Qué eran todos aquellos buenos pensamientos? ¿Por qué de pronto ya no estaba tan seguro de que le gustara del todo su forma de ser?
Llamó al cuarto de Leo, y entró. El niño le miró con ojos tristes.
- ¿Me vas a castigar? – le preguntó.
Chris iba a responder que sí, para eso había subido, pero fueron otras las palabras que salieron de sus labios.
- Lucy te robaría sin dudarlo. Y no te lo devolvería.
- Sé que no debí hacerlo…
- Pues si lo sabes, no haberlo hecho.
- Sí, papá – dijo Leo, resignado, y se puso de pie. Tras dudarlo un poco, Christopher se acercó a él y le dio tres azotes. Leo le miró algo extrañado porque eso fuera todo. Christopher se extrañó también. Pero de pronto ya no estaba tan seguro de que debiera enseñar a su hijo a robar. De pronto ya no estaba seguro de nada. Abrazó a Leo mientras sentía miedo.

Miedo del cambio que se estaba operando en él.

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