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lunes, 6 de abril de 2015

Chapter 77: De buenos y malos



 


Chapter 77: De buenos y malos
 



REALIDAD 1
Chris observó a Leo dormidito en el sofá y se dijo que le dejaría dormir un poco más. Eso llevaba diciéndose desde hacía quince minutos, pero era verle la carita y simplemente no podía despertarle. Se sentía horrible por llevar una semana sin prestarle la debida atención. Leo estaba muy unido a Peter: sin duda la desaparición del chico tenía que haberle afectado mucho. Tendría que haber estado más pendiente de él. Y no sólo eso, sino que después de "despertar" de su letargo autocompasivo gracias a Nick, lo primero que había hecho era castigarle. Lo único que él quería era la felicidad de sus hijos, y no parecía estarlo consiguiendo.
Al menos lo de Peter no era del todo culpa suya. Es decir, había sido un imbécil por dejar que se lo arrebataran delante de él, y más imbécil aún por no impedir que el chico se autolesionara, pero Peter también había tenido su parte de culpa en lo segundo, y lo primero en realidad había escapado a sus capacidades. De haber tenido sus poderes en ese momento habría orbitado con su hijo lejos del otro Chris, pero no pudo hacerlo. Así que, al menos en un aspecto, lo de Peter no había sido su culpa. Pero lo de Leo sí. Encerrarse en sí mismo había sido total y enteramente culpa suya. Por eso tenía que conseguir, a toda costa, que Leo fuera feliz. Verle así, sonriendo en sueños, le daba paz.
…La paz se rompió en cuanto escuchó gritos. Eran las voces de Amy y de Nick. Amy se había desenvuelto bastante bien aquellos días, y en realidad Chris no deseaba enfrentarse a ella en aquél momento porque tenía muchas cosas que decirle y no sabía cómo, así que decidió dejarles unos minutos a ver si ella podía lidiar con Nick sin su ayuda. Aprovechó para subir a su cuarto para cambiarse de ropa, dándose cuenta de pronto de que seguía con la ropa que usaba para dormir.
"Es la hora de la comida, Chris. Realmente tienes un problema de horarios cuando te obsesionas con algo, especialmente cuando ese "algo" es Peter."
Apenas se había puesto unos pantalones cuando escuchó que los gritos, lejos de disminuir, aumentaban. Le sorprendía ver que Amy gritaba tanto como Nick. Se propuso intervenir, en cuanto acabara de vestirse. Pero entonces escuchó un golpe y decidió que corría prisa. Sin camiseta, con el calcetín derecho sin poner, y con los pantalones medio cayéndosele porque aún tenía el cinturón en la mano, salió al pasillo a ver qué pasaba.
- ….¿CUÁNDO PENSABAS DECÍRSELO?
Esa fue Amy.
- ¡YA TIENE DEMASIADO ENCIMA!
Ese fue Nick.
- ¡ESO HABERLO PENSADO ANTES!
- SUPONGO QUE SIMPLEMENTE NO PENSÉ, ¿VALE?
- NO, YA, DE ESO ME HE DADO PERFECTA CUENTA, NICHOLAS.
- ¡NO ME LLAMES NICHOLAS!
- Es tu nombre ¿no? - preguntó Amy, dejando de gritar y hablando sólo con sorpresa.
- Es mi nombre de cuando estoy en líos.
- Oh, entonces he hecho muy bien en utilizarlo ahora, ¡PORQUE ESTÁS EN UN LÍO DE NARICES!
- ¡YA HABLAS COMO PAPÁ!
Fueron bruscamente interrumpidos por una carcajada de Chris. Sabía que no era gracioso, pero no pudo evitarlo:
1) Llevaba una semana sin reír.
2) Parecía mentira que en el mundo siguiera habiendo discusiones por ventanas rotas, jarrones destruidos, o lo que sea que Nick hubiera hecho.
3) Nick le sacaba dos cabezas a Amy y aun así parecía amedrentado por ella.
4) Ese "ya hablas como papá" le sonó tan encantador (dejando un lado la forma brusca de decirlo, le gustaba que Nick empezara a verla de esa forma)
Todo eso hizo que su risa fuera inevitable, y le valió la mirada furiosa de lo que parecían dos leones a punto de saltarse a la yugular. Chris levantó las manos en son de paz, no fuera a ser que se convirtiera en la caza del día.
- A ver, ¿qué ha pasado? – preguntó, tratando de sonar conciliador.
Pero una vez dejó de reír, Amy y Nick volvieron a mirarse y le ignoraron por completo. Si oyeron su pregunta, no le respondieron.
- Te has pasado veinte pueblos, Nicholas.
- ¡Si eso te parece tan malo, será mejor que no te quedes por aquí mucho tiempo, porque no es ni de lejos lo peor que he hecho! – gritó Nick, furioso y dolido, y se dio la vuelta, dándole la espalda a la mujer. Entró derecho en su cuarto y le cerró a Amy en las narices de un portazo.
Todo atisbo de humor desapreció en el semblante de Chris.
- Yo me encargo – le dijo a Amy, y entró en el cuarto de Nick, enfadado. - ¿Crees que esas son maneras? – preguntó, nada más entrar. Se serenó un poco al ver que Nick tenía los ojos húmedos, probablemente con lágrimas de rabia, y se frenó del todo cuando vio la forma en que Nick le miraba, como asustado. Tal vez no se esperaba que fuera a entrar detrás de él. O tal vez…
- No, papá, por favor. Lo siento…lo siento mucho…
- Bueno, eso es un buen comienzo. – dijo Chris, que no se esperaba una disculpa tan rápida. Pensaba que iba a tener que pelear un poco más por ella. Lo cierto es que se quedó un poco descolocado, hasta que las siguientes palabras de Nick le aclararon un poco el asunto:
- Por favor, papá, de verdad, no lo volveré a hacer.
Miedo. Nick hablaba con miedo, y tras unos segundos Chris entendió por qué, al seguir la dirección de la mirada de su hijo, que tenía al vista fija en su mano derecha donde llevaba las cosas que no le había dado tiempo a ponerse, como el calcetín, y …el cinturón. ¿Por qué todo el mundo se pensaba aquél día que iba a utilizar el cinturón, si era la cosa que más odiaba utilizar para castigar a sus hijos?
- Nick, tranquilízate, ¿quieres? No voy a pegarte con esto. Es que, por si no lo has notado, estoy a medio vestir. He salido corriendo pensando que iba a estallar la tercera guerra mundial, o algo.
Nick le observó como si se percatara de su peculiar vestimenta por primera vez. Pareció relajarse mucho.
- Has dicho que no vas a pegarme "con eso". Entonces, ¿me vas a pegar?
- Pues no lo sé – respondió Chris, con sinceridad. – Aun no sé por qué debería hacerlo, aunque esa forma de cerrar la puerta y de hablarle a Amy ya me ha dado un buen motivo. ¿Vas a decirme lo que ha pasado?
- ¿Estaré a salvo si te lo digo?
Chris decidió tomárselo con humor.
- Tú sí. Tu trasero ya no lo sé.
Nick suspiró, pero siempre decía que era franco y sincero y era en momentos como aquél cuando tenía que demostrarlo.
- No he ido a clase en toda esta semana.
- ¿QUÉ TÚ NO QUÉ?
- Que no he ido a clase en toda la semana…- repitió Nick, mucho más flojito, amedrentado por la reacción tan sonora de Christopher.
Chris respiró hondo. A que al final sí le daba con el cinturón y todo…
- ¿Y puedo saber por qué has decidido tomarte unas vacaciones? – preguntó, tratando de sonar calmado.
- ¿Acaso el motivo importa?
- Pues hombre, a ti debería importarte mucho, porque depende de lo que sea te mato o me contengo.
Nick dio un par de respiraciones profundas. Bueno, eso era algo así como un chiste (porque no pensaba matarle de verdad ¿no?) así que tal vez su destino no fuera tan negro. Sabía lo poco que a su padre le gustaba que fuera a cuentagotas, así que decidió contarlo todo de golpe.
- Ir a clase sin Peter sonaba como un plan asqueroso, pero aun así hubiera ido, al menos los primeros días. Pero no podía renunciar a encontrar a mi hermano. Tú te encerraste en el desván y yo no sabía cuál era tu plan si es que tenías alguno. Sólo sabía que no habías podido abrir el portal, ni yo tampoco, ni Wyatt, ni nadie de todos los que lo han intentado. Y no podía limitarme a quedarme de brazos cruzados. Cuando Amy me dejó en el colegio este Lunes y luego se fue, vi mi oportunidad de irme: era el único momento del día en el que iba a estar sólo. Así que… me fui. Si te preguntas qué pensaba hacer para dar con Peter…Mi cabeza es algo así como un radar: pateé toda la ciudad metiéndome en la mente de todo con el que me cruzaba, buscando algo sobre Peter. A veces creía tener algo, pero siempre era un Peter diferente al nuestro. Sondeé a varios demonios camuflados, por cierto, y a un par de brujos con puntitos brillantes en la cabeza. Ir por la calle leyendo mentes resulta muy interesante, te encuentras de todo bajo máscaras de normalidad….Ninguno se dio cuenta de que estaba en su cabeza, tranquilo. El caso es que hice eso durante toda esta semana. Y hoy que vuelve a ser Lunes tampoco fui. Tú diste el aviso de la desaparición de Peter al colegio y a la policía, pero se supone que yo iba a seguir yendo a clase. El director pensó que necesitaba tiempo por todo lo que estaba pasando, y eso que no sabe ni la mitad, pero estaba preocupado por mí. Han llamado del colegio para hablar contigo, lo ha cogido Amy, se ha enterado, y ha empezado a gritarme. Eso es lo que ha pasado.
Chris escuchó con atención, y no dijo nada. Meditó las palabras de Nick. Le gustó que no intentara excusarse ni aun sabiendo que el silencio le estaba matando. Nick no dijo nada, sólo esperó, a que él dijera algo. Le gustó también que se lo contara todo, abiertamente y con sinceridad, y sin necesidad de presionarle.
Se dio cuenta de que a Nick también le había dejado de lado. No es que no lo supiera, pero de alguna forma no había caído en la cuenta de que Nick el fuerte, Nick el que tiraba de todo cuando él desaparecía en las profundidades de su infierno personal, era el que peor debía de estar llevándolo. Peter era su otra mitad, como tanto decían, y el hecho de que Nick no estuviera llorando por las esquinas quería decir que se lo estaba comiendo todo, y guardándoselo para sí mismo. Eso nunca era bueno; él lo sabía por experiencia.
Se sentó en la cama y se llevó ambas manos a la cabeza, mientras seguía pensando en el hecho de que su hijo se había pasado una semana entera recorriendo las calles buscando una mínima señal en la cabeza de alguien que le dijera dónde podía estar su hermano. Le daba tanta pena…Chris sabía que eso no servía de nada. Peter no estaba allí. Por desgracia él sabía dónde estaba, pero no cómo llegar. Peter estaba en otro plano, y la puerta al mismo había sido sellada. Ni todas las mentes del mundo podrían ayudar a Nick a dar con él.
Chris se sorprendió por la paciencia de Nick. La paciencia no era el fuerte de su hijo, y menos cuando estaba esperando un castigo. Pero allí estaba, de pie, mirándole, sin interrumpirle. Por fin, Chris se dirigió a él:
- Hay cinco cosas que quiero aclarar contigo, Nick.
Nick se estremeció. Cinco. Esas eran demasiadas. Su trasero estaba muerto. Intentó pensar con rapidez: evidentemente estaba lo de la falta de respeto a Amy de hacía unos momentos…Y su gran cagada con lo de faltar a clase. Pero ¿cuáles eran las otras tres? Algo habría, seguro. Nick se metía en problemas más rápido de lo que salía de ellos. Pudiera ser que hubiera algo en lo que no había caído. Tal vez su padre veía muchas más cosas penalizables que las que él veía en sus "vacaciones". Quizás estuviera molesto porque hubiera leído la mente de los viandantes…sí, esa podía ser la tercera "cosa" que su padre quería "aclarar". De las otras dos no tenía ni idea. Pero se enteraría pronto, seguro. Suspiró. Se acercó a su padre como un condenado hace el camino hacia el patíbulo y probó con su mejor cara de pena. Pero Chris a veces tenía el corazón muy frío, y no pareció conmoverse ¬¬
Nick se resignó a su destino. Había sabido que acabarían así más pronto que tarde. Tan sólo había esperado que para cuando Chris se enterara y decidiera castigarle, Peter ya estuviera de vuelta, porque él le hubiera encontrado. Pero su búsqueda había resultado infructuosa y ya no tenía ninguna clase de aliciente. Aquello era una mierda.
Chris no dejaba de sorprenderse por la "docilidad" de su normalmente rebelde y malhablado hijo. Nick se acercó a él sin decir nada, aunque le puso su mejor mirada de "sé que mis ojos te conmueven". Chris estaba inmunizado, y aun así le costó mantenerse firme. Había pensado hablar primero con él, pero al verle tan dispuesto hubo un cambio de planes, y decidió ir primero con la parte "difícil". Le tumbó sobre sus rodillas, constatando que no sólo era más alto después de su "estirón demoníaco" sino que también pesaba más. Le apoyó más en la cama que encima suyo, y le dio el primer azote. Nick no pareció inmutarse.
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- No puedes gritar a Amy, y menos cuando te está regañando.
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- Tampoco puedes cerrar las puertas así, en la cara de la gente.
Chris maniobró para bajarle la ropa a Nick. El chico ni colaboró ni se lo impidió. Chris frunció el ceño. No le gustaba tanta pasividad.
- ¿He sido claro en los dos primeros puntos?
- Mucho, papá.
Bueno, al menos sabía que no se había quedado mudo. Terminó de bajarle la ropa, y prosiguió, con un poco más de intensidad.
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- Ai.
No, mudo no estaba. Chris casi se alivió por oírle quejarse. Casi, porque evidentemente preferiría oír mil cosas de sus labios antes que eso. Pero era lo que tocaba.
- Faltar a clase es algo que NO te voy a permitir, y menos durante una semana.
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Chris se detuvo, y preguntó:
- ¿He sido claro en el tercer punto?
- Mucho, papá.
- Bien.
Entonces le levantó, y le colocó la ropa. Le sostuvo junto a él, y le dio un beso. Le acarició la nuca al ver que estaba llorando un poco. A Nick pareció gustarle que le tocara el cuello, así que empezó a masajeárselo. Le dio un beso en la frente.
- Tampoco puedes pretender que me crea que te sientes tan calmado como aparentas. Sé que te destroza no tener a tu hermano aquí y te juro que voy a traerle de vuelta. Pero lo haré yo. Te lo traeré. No me rendiré nunca. ¿He sido claro en el cuarto punto?
Nick asintió, sus lágrimas haciéndose más intensas. En cuestión de segundos empezó a llorar de verdad. Chris le dio otro beso, y le siguió mimando.
- Tampoco voy a dejar que asumas de nuevo responsabilidades que son mías. Ya lo has hecho demasiadas veces y no pienso cometer los mismos errores que Patrick cometió con Paul. Tengo que aprender a no refugiarme en mí mismo cuando sucede algo malo, porque últimamente no dejan de suceder ese tipo de cosas y lo único que parece que puede hacer es reaccionar bien, y no estoy haciendo ni eso. Sé que has estado muy pendiente de Leo, y eso tendría que haberlo hecho yo. Sé que también has estado pendiente de mí, y eso es algo que no deberías tener que hacer nunca. Y sé que de no haber sido por ti, yo seguiría ahora mismo en el desván sin hacerle ningún bien a nadie. Así que gracias. – dijo, y le dio un beso más. - ¿He sido claro en el quinto punto?
Nick sonrió un poco, por el patrón que estaba siguiendo su padre, y luego le miró.
- Mucho, papá.
- No va a ser sólo un gracias – dijo Chris. – Ya te he tenido demasiado tiempo sin poder conducir. Puedes volver a hacerlo cuando quieras. A mí no me engañas: si no te has quejado es porque conducir te da miedo, pero quiero que sepas que no tienes por qué. Yo iré contigo las primeras veces, y verás cómo conduces tan bien como haces todo lo demás.
Nick no dijo nada y se dejó mimar el pelo.
- Y, si te gustó el hechizo de pintar con la mente, te enseñaré otros muy parecidos y muy chulos. Es algo que ya debería haber hecho, en realidad. Soy poco más que un barman inculto y sin mucho mundo. Ni siquiera fui a la universidad, pero si hay algo de lo que sé es de magia. Te enseñaré todo lo que quieras saber. Incluso cosas que, entre tú y yo, no son muy reglamentarias – dijo y se rió un poco – Casi todo lo que hago con la magia no es muy reglamentario. Pero los "malos" no suelen respetar las reglas, después de todo. Te enseñaré todo lo que sé y haremos todo lo que tú quieras hacer. Siempre has dicho que Peter recibe más atenciones que tú, y no quiero que pienses que lo hace también cuando no está. Todos los días van a ser "el día de Nick" a partir de ahora. Y daremos con tu hermano. Y cuando estemos juntos lo solucionaremos todo. Y seremos felices. Eso es algo que te prometo ahora y siempre, Nick: voy a encargarme de que seas feliz.
Nick le miró con agradecimiento, y luego su estado cambió repentinamente a juguetón y puso un puchero:
- Has sido injusto. Los puntos cuatro y cinco está desproporcionados con los otros tres – protestó, viniendo a decir "quiero que me mimes más". Chris le entendió perfectamente pero decidió hacerle de rabiar un poco.
- Tienes razón: he sido demasiado blando contigo. Para ser justos tendría que ser más duro, ¿no te parece? Una semana entera sin ir a clase no se merece tantas recompensas y un castigo tan suave.
Nick hizo más grande su puchero, sabiendo que estaban jugando, y Chris se tuvo que reír ante esa cara.
- Pero qué pequeño eres cuando quieres – comentó, totalmente encantado. La personalidad de sus hijos era algo que le fascinaba. Eran como piezas que encajaba perfectamente: él era muy cariñoso, y ellos también.
Estuvieron remoloneando un poco más, Nick muy contento por haber salido tan bien parado de lo que había previsto como su muerte, funeral, y entierro. ¿Chris se estaba volviendo blando o era sólo que le quería? Sonrió, sabiendo que era lo segundo.
- Bueno, y ahora, creo que alguien debería ir a calmar a Amy y no voy a ser yo – dijo Chris, en un tono casi jocoso. – Creo que ella enfadada da algo de miedo ¿eh? Pero no tiene pinta de ser peligrosa. Tal vez si te disculpas esconda las garras.
- No pienso disculparme – dijo Nick. – Ella no debería haber gritado.
Chris frunció el ceño, pero aun no renunció a hablar con él de forma agradable y distendida.
- Sí que tienes que disculparte, hijo. Sé que te gritó pero… a veces, ya sabes…los padres, o la gente que está a cargo de uno…pues….gritan cuando metemos la pata. Entre tú y yo, y no se lo digas a Amy, creo que las mujeres gritan más.
- ¡Pero ella no es mi madre ni está a cargo de mí!
- Bueno, lo primero no te lo discuto. Lo segundo…en fin, cariño, creo que eso no lo puedes negar. No sólo porque sea mi novia, y eso de alguna manera la de ciertos "derechos y deberes" para con vosotros, sino porque me parece que estos días se lo ha ganado.
- No es nada mío – insistió Nick – Y no me voy a disculpar.
- Sí vas a hacerlo, Nick. – replicó Chris, ya mucho más serio. – Y va a ser una disculpa sincera. No sólo por los gritos y cerrarle la puerta, sino por haber faltado a clase cuando se suponía que te quedabas en el colegio, donde ella te dejaba.
- No pienso hacerlo.
- Tienes tres segundos para hacerlo de buenas y por propia voluntad. Sino pensaré que necesitas un incentivo.
- No me puedes obligar.
- Uno…
Nick negó con la cabeza y se cruzó de brazos.
- Dos…no estoy jugando, Nick.
- Yo tampoco. Tengo mi orgullo.
- Y tres. Sé que lo tienes, y va a salirte caro – dijo, y le agarró bien porque Nick trató de escaparse. Forcejeó un poco con él – Mira que arruinas los momentos. Con lo fácil que hubiera sido disculparte, pero tú has cogido el camino difícil – le reprochó, e intentó ponerle sobre sus rodillas, aunque Nick hacía fuerza y era difícil.
- No, papá, no, me disculparé…
- Ya es tarde para eso, Nick. Ten por seguro que lo harás, pero después. Te he dado demasiadas oportunidades pero tú te has negado como un cabezota y sólo has accedido cuando has visto que te voy a castigar. Bien, pues a ver si la próxima vez no tenemos que llegar a esto. – le dijo, y dejó caer su mano. Nick se retorció y fue mucho peor cuando intentó bajarle el pantalón. Al final, lo consiguió. – Nick, estate quiero – advirtió, y comenzó el castigo.
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- Au. Papá, no, ya me has castigado antes. Ai, ¡me duele!
- Ya lo siento, Nick, pero cuando te digo algo quiero que lo hagas. A la primera.
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Nick se movía mucho, y Chris tenía problemas para sujetarle. Cuando era más pequeño que él, no tenía tantos problemas, pero Nick era ahora más alto y pesaba más. Perfectamente podían ser diez kilos más, y él no quería que se cayera.
- Ponte sobre la mesa – le dijo.
Aquello hizo que Nick se quedara quieto de repente, para empezar a revolverse después con más ganas.
- Sobre la mesa – repitió Chris, y le impulsó con una fuerte palmada. Nick lo hizo, pero empezó a llorar mucho, y Chris decidió ser rápido.
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- No quiero que obedezcas a todo como si no tuvieras personalidad ni orgullo, pero creo que sabes en qué momentos el orgullo hay que tragárselo. Cuando uno mete la pata, se disculpa. – le dijo, y luego suspiró. – Vamos, levántate. ¿Te vas a disculpar?
Chris creyó ver que asentía, pero apenas tuvo tiempo porque Nick se tiró a él con tanta fuerza que casi le hace caer al suelo.
- Eh. Vale, eh. ¿Por qué lloras así?
Caray, no había sido para tanto. No era ni de lejos uno de los castigos más duros que le había dado, y ahora, que el supiera, no tenía otros motivos para llorar, como los había tenido antes por la ausencia de Peter.
- No vuelvas a hacer eso – le pidió.
- ¿El qué? ¿Castigarte? Ya sabes que hacer para que no vuelva a hacerlo, Nick – le dijo, pero Nick negó con la cabeza, indicando que no era eso. - ¿El qué entonces?
Nick se quedó en silencio, pero pareció calmarse un poco, consciente de que se había dejado llevar por el llanto.
- Nick, ¿qué es lo que no quieres que vuelva a hacer?
- ¿Qué es cariño? – preguntó Chris, y le dio un beso en la frente.
Pero Nick se moriría antes de decirlo. Le daba demasiada vergüenza. Lo que no quería es que Chris volviera a castigarle sobre la mesa. Cuando usaba el cinturón no podía castigarle encima suyo, pero sino siempre le castigaba de la misma forma: sobre sus rodillas. Nick sabía que era tonto pensar así, pero eso le hacía sentir seguro. Protegido. Así se había sentido la primera vez. Gracias a eso podía aceptar que Chris le castigara: porque sentía que no había nada de lo que debiera tener miedo.
- Vamos, bebé, confía en papá – pidió Chris, de forma dulce y aniñada al notar que algo le angustiaba.
- Sé que… sé que te he enfadado mucho pero no tenías por qué…
- No me has enfadado mucho – interrumpió Chris – Sólo un poquito, porque eres muy testarudo.
- Pero no tenías por qué decirme que me pusiera sobre la mesa. Ya había entendido el mensaje: el orgullo es malo.
Chris comprendió entonces cuál era el problema.
- ¿Piensas que te he dicho eso como parte del castigo? Fue porque te movías mucho, cariño, y yo no podía sujetarte como hago con Leo. No quería que te cayeras al suelo.
Nick se sintió raro al saber que su padre sólo había querido evitar que se cayera. Era una prueba más de lo mucho que Chris deseaba ahorrarle cualquier dolor, irónicamente incluso mientras le estaba castigando. Le hacía sentir querido.
- ¿De verdad lo hiciste por eso?
- De verdad. Y, ya que estamos, puntualicemos una cosa: el orgullo no es malo; el exceso sí. No eres especialmente orgulloso, pero sí muy testarudo. Sabías que no tenías razón y aun así has sido incapaz de reconocerlo. Y ahora escúchame: vas a salir ahí y vas a disculparte ¿estamos?
- Sí, papá. ¿Puedo lavarme la cara antes?
- Claro. – respondió Chris, y le acarició como si quisiera quitarle él mismo el rastro de lágrimas.
Cuando Nick estaba yendo al baño, sin embargo, se cruzó con Amy, y bajó la mirada fingiendo que no la había visto, totalmente cortado. Ella por su parte le miró, y luego miró a Chris. Cuando estuvieron solos le protestó poniendo una cara tan parecida a la de Nick que Chris casi se ríe.
- Joder, Chris. Le he gritado tanto con la esperanza de que no le castigaras, o no mucho al menos, pero lleváis allí media hora. ¡Pobrecito! No han sido unos días fáciles para él…
- No he sido muy duro con él – dijo Chris, complacido y fascinado porque ella se preocupara así por su hijo. – Tranquila, mamá gallina. Su polluelo está a salvo.
Amy sonrió y se ruborizó a partes iguales por esa forma de decirlo, pero lo de "mamá gallina" le gustó. No tuvo ocasión de decir nada más, porque Nick salió en ese momento.
- Amy… siento haberte gritado… y haber cerrado así la puerta… y haber faltado a clase yéndome después de que me dejaras…
- No tienes que disculparte, cariño. Sé que lo sientes.
- Sí, si tengo que hacerlo. Y no porque papá me esté fulminando ahora mismo con una mirada que debía de estar penalizada por la ley, sino porque él tiene razón. Tú sí eres algo mío. No sé bien qué, pero eres algo. Y supongo que nunca es malo tener más gente que se preocupen de uno. Sobre todo cuando hasta hace poco no tenía a nadie.
Amy le espachurró en un abrazo.
- ¡Ay! – se quejó Nick, riendo un poco. - ¡Que me asfixias!
- A abrazos te voy a asfixiar – dijo ella, y en verdad parecía que se lo había propuesto. Chris se dio cuenta de pronto que se había perdido algo en aquella semana. Como que estaban mucho más cercanos. Hasta tenían peleas y reconciliaciones de…madre e hijo. Se le secó la garganta.
- Ale, basta de sentimentalismos. ¿Hoy no se come, o qué? – dijo Chris, para romper un poco el hielo. – Voy a despertar a Leo…
Pero Leo ya estaba despierto, y había subido a su cuarto, tal como descubrió Nick cuando se quedó sólo en el piso de arriba. Al quedarse a solas le volvieron a entrar ganas de llorar. Tenía ganas de llorar todo el tiempo desde que no estaba Peter, y su padre había abierto el grifo de lágrimas. Nick hizo lo que pudo por cerrarlo, y lo consiguió, más o menos. Pero al que oyó llorar fue a Leo. Se sobrepuso a sus propias emociones, y entró al cuarto de su hermano.
Efectivamente, el niño estaba llorando. Inocente de él, Nick pensó que aun lloraba por el castigo que sabía que su padre le habría dado por robar el videojuego. Se acercó él.
- Ssh. Vamos, enano. ¿Papá fue muy duro contigo? Sé que duele un poquito pero cada vez menos ¿a que sí? En un ratito no te dolerá nada. Lo que tienes que hacer es no olvidar lo que papá te haya dicho ¿vale? Lo que ha tratado de enseñarte.
Leo sorbió por la nariz.
- Ya….snif…ya no me duele.
- ¿No? Entonces, ¿por qué lloras?
Leo no respondió, pero siguió llorando. Nick se mordió el labio y se hurgó en el bolsillo. Sonrió al encontrar lo que quería.
- Ten, Leo. Toma un caramelo. Pero para cogerlo tienes que dejar de llorar ¿eh?
- No.
- ¿No? ¿No quieres un caramelo?
- No, no puedo cogerlo.
- ¿Por qué no?
- Porque soy malo…- dijo Leo, y lloró más.
Nick se quedó callado, y algo pensativo. Intentó hacer lo que hubiera hecho Peter en su lugar.
- Mmmm. Yo tengo un remedio para eso.
Leo le miró con cara de "no te creo".
- Que sí: es un remedio mágico. Con ese remedio no importa lo malo o lo desobediente que uno haya sido.
Leo levantó la cabecita y le miró con interés y curiosidad, llorando mucho menos de pronto. Nick le cogió de la mano y tiró de él un poquito, para que se levantara.
- Ven conmigo.
- ¿A dónde vamos?
- A por ese remedio mágico.
Nick tiró de él por toda la casa, aparentando mucha seguridad. Llegaron al salón, donde estaba Chris, algo sorprendido por ver que Leo no estaba allí. Al verles pareció relajarse, y luego se enterneció a ver que Leo estaba llorando.
- Se lo tienes que pedir a él – le explicó Nick, como si le contara un secreto.
- No, que me va a pegar otra vez.
- Mmm. Yo no le veo enfadado. – comentó Nick, como si Chris no pudiera oírles. – Ya te ha castigado ¿no?
- Sí – dijo Leo, e hizo un puchero.
- Pues entonces ya está. ¿Quieres ese remedio o no?
Leo le miró con cara de "más te vale que no me engañes" y dio un pasito hacia delante.
- Papi, quiero un remedio mágico.
Chris, que había observado toda la escena con mucha curiosidad, se sintió más que desconcertado. Nick disfrutó de esa expresión perdida por unos segundos, y luego utilizó su poder para hablar directamente en la mente de su padre:
"Dale un beso, alelao".
Chris entendió, y sonrió un poco. Luego miró a Nick con el ceño fruncido y pensó:
"¿A quién llamas tú alelao, mocoso?"
Pero en verdad estaba más que enternecido y sabía que Nick, aún dentro de su mente, lo sabía. Le sonrió, y caminó hacia Leo. Le dio un beso mientras le cogía en brazos.
- ¿Mejor? – le preguntó. Leo pareció pensárselo así que Chris le dio otro beso y Leo sonrió un poquito. – Esa es la sonrisa que yo quiero ver.
- Papi, lo siento mucho…
- Ya hemos hablado de eso, campeón, y todo está perdonado.
- Pero yo me siento mal…
- Pues no deberías, señorito. Si papá te dice que no hay por qué sentirse mal entonces es que no hay por qué sentirse mal. – dijo Chris, hablando medio en broma medio en serio y le dio un golpecito en la nariz.
Leo sonrió entonces mucho más.
- Te dije que no importaba que uno se hubiera portado mal – intervino Nick, contento de ver a Leo más animado. – Este remedio es infalible para dejar de llorar.
- Y tú ven aquí, que para ti también hay – dijo Chris y sin esperar respuesta, agarrando a Leo con un brazo, atrajo a Nick con el otro, hasta abrazarle.
"Has sido muy bueno con él" le dijo mentalmente, con orgullo.
Prolongó el abrazo a sus dos hijos todo lo posible, y luego les miró con mucha ternura.
- Os quiero tanto que ni sabéis cuánto.
- ¿Aunque haya sido malo? – preguntó Leo.
- ¿Aunque sea un dolor de muelas? – preguntó Nick, casi a la vez. Los dos sonaron como si tuvieran la misma edad, y no ocho años de diferencia. Chris sonrió.
- No eres malo, Leo. Vas a devolver ese videojuego ¿verdad? Y no lo vas a volver a hacer. Y lo sientes mucho. Pues entonces todo lo demás no importa. Y tú no eres un dolor de muelas, Nick, y aunque lo fueras, serías MI dolor de muelas y eso hace que no quererte no sea una opción.
Nick le sonrió. Amy les encontró así, los tres abrazados y protestó.
- Jo, ¡yo también quiero!
Nick le sacó la lengua.
- Es mío y no lo comparto.
- Oye, y ¿no crees que yo debería pode opinar al respecto? – preguntó Chris, divertido.
- Nadie te preguntó.
Se rieron a la vez, por lo natural que era aquello. Por lo bien que sentaba escuchar a Nick sobreactuar como un niño para hacerles reír. Por la facilidad con la que lo conseguía. Chris se sintió feliz…y lo atravesó una punzadita de culpabilidad por sentirse así en aquél momento en el que Peter no estaba. La felicidad era un sentimiento prohibido para él, hasta que encontrara a SU tesoro.
- Papi, tengo hambre – protestó Leo, agarrándole del brazo.
- Sí, campeón, no me extraña porque ya es muy tarde. Vamos a comer, que Nick tiene que ir a la escuela de magia. ¿A que a esa no has faltado ¬¬?
- El abuelo es el director, papá. Hay que ser suicida para faltar a un colegio donde tu abuelo es el director.
- Anda tira…tira, que tienes un morro…- refunfuñó Chris señalándole la cocina. Nick caminó pero le miró con una sonrisa. – No sonrías tanto que verás tú lo que pasa si algún día decides hacer esto de nuevo.
Nick intentó poner cara de circunstancias, pero no podía esconder la sonrisa porque sabía que su padre ya le había perdonado. Chris rodó los ojos, pero realmente no estaba enfadado ni podía estarlo: no cuando no había estado ahí para Nick y cuando los actos del chico se debían sólo a su deseo de recuperar a su hermano.
Comieron todos juntos, y poco después Nick se preparó para irse a la escuela. Su abuelo pasó a buscarle como hacía todos los días, desde que Chris no tenía poderes.
Leo, Chris y Amy se quedaron solos.
- Papi – dijo Leo con una voz y una carita de angelito que a Chris le daba algo de mala espina. Además le había llamado "papi" aunque últimamente lo hacía a menudo.
- Dime.
- ¿Puedo gastarle a Nick una bromita pequeñita?
- Pero si no está…
- Pues por eso. Es que necesito que no esté.
- ¿Y qué entiendes tú por "bromita pequeñita"?
- No te lo puedo decir, papi, es una sorpresa.
Chris buscó la manera de no arruinarle la diversión a su hijo y al mismo tiempo asegurarse de que no hacía nada que resultara ser demasiado. Le gustaba verle animado y juguetón de nuevo, y además sentía curiosidad por lo que Leo fuera a hacer (ese tipo de trastadas de su hijo le divertían mucho, como cuando pintó a Amy o una vez que le hizo creer a Wyatt que su móvil estaba encantado. Chris sonrió: eso sólo le funcionó una vez, cuando descubrió sus poderes y empezó a mover cosas con la mente, haciéndole todo un numerito digno de un Oscar a Wyatt, que aún no lo sabía.)
Esas cosas eran inocentes y Chris había sufrido muchas, muchas bromas por parte de Wyatt, y sabía que eran una parte esencial y divertida de una relación de hermanos…pero también sabía que a veces uno se podía pasar.
- No puede ser nada peligroso ni puedes romper nada suyo, ni estropeárselo, ni quitárselo. No puede haber magia de por medio. No puede ser algo que le haga algún tipo de daño y si Nick te pregunta yo no sabía nada. ¿Normas claras?
Leo asintió.
- Pues entonces ve a divertirte.
Leo sonrió ampliamente, y subió las escaleras corriendo. Chris se giró para enfrentarse a una Amy que le miraba con diversión.
- Cómo se nota qué favoreces al pequeño.
- Solidaridad entre hermanos menores – replicó Chris, con una sonrisa. Pero luego se puso serio. Por fin están solos y él tenía muchas muchas cosas por las que disculparse. . – Amy…por dónde empiezo…
- ¿Por lo idiota que eres? – sugirió ella. – Sí, he dicho idiota, no te sorprendas tanto. Llevas días siendo un …vegetal. Me alegra que Nick te haya despertado: así yo puedo matarte.
Glup. Mujeres con carácter. Con su madre Chris ya tenía más que suficientes en su vida.
- No reacciono bien a…las situaciones complicadas – dijo él, a modo de explicación, o tal vez de disculpa.
- No. A esas reaccionas perfectamente. No reaccionas bien a que a tus hijos les pase algo.
- Bueno, ¿y qué padre no? – contraatacó, a la defensiva.
- Chris, entiendo que estás viviendo un infierno, y en realidad me pareces bastante fuerte por como lo estás llevando todo, pero no puedes convertirme en un mueble cada vez que las cosas se pongan feas. Estoy aquí, y no puedes olvidarte de eso cuando hay problemas: es cuando menos debes hacerlo porque para eso estoy. En lo bueno, y en lo malo.
- En la salud y en la enfermedad – replicó él, bromeando, como si fueran unos votos matrimoniales. Eso le hizo pensar en la visión de Victoria, sobre su boda. Con todo lo que estaba pasando había establecido ciertas prioridades y apenas había pensado en eso.
- Salud es lo que no vas a tener como vuelvas a hacerme esto – le aseguró ella – Me has tenido muy preocupada.
- Perdona – musitó Chris, con sinceridad, conmovido porque ella parecía realmente angustiada, como si la hubiera hecho sufrir mucho.
- Te va a costar más que un "perdona". Con esos ojos que tienes puedes conseguir casi cualquier cosa de mí, pero no soy tan blanda – replicó ella, haciéndose la dura.
- ¿Y qué tengo que hacer? – preguntó Chris, entre preocupado y divertido.
De pronto Amy se mordió el labio y aparentó como quince años menos de los que tenía. Chris se sorprendió por aquél gesto infantil.
- ¿Podemos ir al cine? – preguntó ella, y Chris parpadeó. ¿Eso? ¿Eso era todo lo que ella iba a pedirle para compensar una semana de apatía? Definitivamente esa mujer no sabía negociar.
- Claro. ¿Tú y yo?
- Y Leo, por supuesto. Mientras Nick está en la escuela. ¿Podemos?
- Sus deseos son órdenes para mí, señorita Evinson. – respondió Chris y la miró con dulzura. - ¿El cine? ¿Tan barato me va a salir? – preguntó, con una sonrisa.
- ¿Tú sabes cuánto hace que no voy al cine? – preguntó ella, como con fastidio.
- Amy, acabas de sonar como una niña.
- ¡Porque por dentro es lo que soy!
Chris sacudió la cabeza, y un rato después, él Amy y Leo fueron al cine. Leo se sumó al club de "ir al cine mola", y Chris intentó no ser un aguafiestas. Intentó ser una buena compañía. Pero lo cierto es que ni siquiera se enteró de qué iba la película. Él sólo podía pensar…bueno, sí, en Peter. En Peter, en Peter, y siempre en Peter. Hasta dar con él. Pero fingiría. Sería fuerte, por su familia. Porque ellos merecían que lo fuera. Porque ellos necesitaban que lo fuera.
A la salida del cine fueron a comprar un par de cosas que faltaban en casa. En la caja había una cola enorme, y Chris se puso alerta: Leo no llevaba muy bien eso de esperar. Como a todo niño, le parecía aburrido, y aunque solía portarse bien en las tiendas, si había cola en la caja siempre armaba algo de follón. Pero aquél día no. Aquél día se estuvo quietecito a su lado y al de Amy aunque Chris le oía suspiras, con fastidio. Apreció mucho los esfuerzos que estaba haciendo su niño.
Mientras esperaban, pasó una de esas escenas que nadie quiere presenciar. En la caja de al lado se producía una escena similar: un hombre y una mujer esperaban con su hijo a que la interminable cola avanzara. El niño, que no podía ser mucho más pequeño que Leo, estaba tan aburrido como él, y poquito a poco con la timidez pero a la vez con la confianza inocente de los niños, el chico se acercó a Leo como buscando compañía infantil para el rato de aburrimiento. Aunque no se conocían, empezaron a hablar en miró a Chris como preguntándole si podía ir a jugar con el niño y él le sonrió.
- No vayas muy lejos ¿vale? Y no tardes mucho.
Leo se fue como si le hubieran dado la libertad después de cincuenta años de cárcel. Chris sacudió la cabeza.
- ¿No te preocupa que se pierda? – preguntó Amy.
- Se conoce éste centro comercial como la palma de su mano. Además, sé dónde va a estar: en la sección de tecnología, con los videojuegos. Como si lo viera. Si veo que tarda en venir, iré a buscarle.
Claro que a Chris le preocupaba un poco que Leo se alejara. Un mucho, en realidad, porque era muy obsesivo con la seguridad de sus chicos. Pero también sabía que el niño necesitaba que confiara en él. Eran pocas las ocasiones en las que Leo quería estar sólo, y era bueno que fuera ganando un poquito de independencia. Alguna vez le había enviado a tal pasillo a coger no sé qué que se le había olvidado y Leo podía hacerlo perfectamente, así que sabía que el niño podía moverse por allí con facilidad.
Pero, un par de minutos después, los padres del "nuevo amigo" de Leo se dieron cuenta de que su hijo no estaba a su lado. No parecían haberse percatado hasta entonces. Se asustaron mucho, y Chris no tuvo ni tiempo de decirles que su hijo estaba bien cuando los dos niños regresaron. Leo caminó hacia él con una sonrisa, y los padres del otro niño fueron hacia él con evidente alivio. Se abrazaron brevemente, pero de pronto la madre le dio un bofetón, y comenzó a gritarle, y el padre le cogió del brazo y le dio un par de azotes, que el niño intentó esquivar. Duró sólo unos segundos, pero el hecho de que el niño huyera y su padre le forzara acercarse a tirones hizo que la escena pareciera mucho más violenta de lo que era. Fueron sólo tres golpes, pero el niño lloró de una forma en la que Chris rara vez había visto llorar a sus hijos. Se mantuvo cerca de sus padres, pero a la vez algo alejado de ellos.
- ¡Pero hombre! ¡Vaya susto nos has dado! ¡Habrase visto el niño este!
Algunos otros testigos de la escena miraron la escena con comprensión, con censura, con aprobación, y con muchas emociones diferentes. Entre aquellas gentes hubo muchas reacciones diferentes. Chris apartó la mirada, por educación. De pronto notó que Leo se abrazaba a su pierna con mucha fuerza.
- Papi, ¿estás enfadado conmigo?
- No, campeón. ¿Por qué lo preguntas?
- Yo también me he ido…
- Pero yo lo sabía, y te he dado permiso. En realidad, te estás portando muy bien, Leo, y estoy muy contento contigo.
Leo sonrió un poquito, pero luego se puso serio otra vez, y murmuró, como si fuera un secreto:
- El padre de Henry le ha pegado.
- Sí, Leo. Se han asustado, al ver que no estaba. Ellos no sabían que se habían ido. Yo también me habría asustado mucho si tú te hubieras ido sin yo saberlo.
- ¿Me habrías castigado si no te hubiera avisado?
- Tal vez, campeón. Seguramente hubiera esperado a estar en casa, pero puede que sí. Pero el caso es que no lo has hecho, así que no te preocupes.
- Pero papá, no ha sido culpa de Henry. Sus padres estaban tan distraídos que ni se dieron cuenta de que se iba.
Chris lo meditó. Cierto. Aunque claro, un padre tampoco tenía que ser un perro guardián, siempre vigilando que su hijo no se separara de él…
- Digamos que fue culpa de los tres, campeón. Pero Henry no debería haberse ido sin avisar. Tú sabes que no puedes hacer eso. Y que cuando se hace algo que no se puede hacer, hay un castigo.
- Pero…¿por qué le han castigado?
Chris se preguntaba a qué tanta curiosidad. Pero estaban hablando en voz baja, sin testigos indeseables y a él no le importaba razonar con su niño.
- Por irse, Leo, pensé que estaba claro.
- Pues… yo creo que le han castigado porque han pasado miedo.
- Puede ser. Pero tenían miedo porque él no estaba. No sé a dónde quieres llegar, campeón.
- Henry también tenía miedo cuando su padre le ha pegado. Y ha sido muy brusco. Y no le ha dado un abrazo.
Chris creyó entender.
- Es por eso por lo que yo habría esperado a estar en casa, campeón: para calmarme un poco. Los padres también somos humanos y también nos enfadamos, y cometemos errores.
Leo asintió. Tenía sólo una pregunta más.
- Pero… Henry no tenía mala intención. Él no quiso desobedecer ni hizo nada malo. No mintió, no insultó…
- Lo que hizo fue peligroso. Tal vez no tuviera mala intención, pero sus padres querían enseñarle a no volver a hacer eso de nuevo.
- ¿Y no podían simplemente decírselo?
- Seguramente ya le habrán dicho muchas veces que no puede alejarse, como te lo he dicho yo a ti. ¿Tú recoges los juguetes cuando "simplemente te lo digo", o más bien muchas veces me tengo que enfadar y castigarte un poquito para que lo hagas?
- Pero eso es diferente. – dijo Leo, y agachó la cabeza.
- ¿Por qué? – preguntó Chris, que entonces sí que estaba perdido.
- Porque yo soy malo – respondió Leo, y Chris se quedó de piedra. Miró a su hijo notando su repentino abatimiento.
- Amy ¿me sujetas esto? – pidió, dándole una bolsa. Ella había oído casi toda la conversación, pero Chris ya se había dado cuenta de que ella en realidad no hablaba mucho, y menos para meterse en una conversación pare-hijo. Una vez tuvo las manos libres se agachó, y rodeó con ellas la cara de Leo. – No eres malo. Nunca lo has sido, y nunca lo serás. Ser travieso no es ser malo. Es ser un niño. Y los niños tienen que aprender. Y sus padres les tienen que enseñar. No eres malo. ¿Por qué piensas eso?
Chris se dio cuenta que ese día Leo lo había repetido varias veces. Quizá todo el asunto del robo le había afectado de verdad, aunque Chris no lo consideraba tan grave. Pero la respuesta de Leo le dejó a cuadros:
- Porque es la verdad. Soy malo y por eso Peter se ha ido, porque no quiere un hermano malo como yo.
El corazón de Chris se hizo pequeñito. Tendría que haber previsto aquello. Los niños a veces se echan la culpa de las cosas malas que ocurren en sus familias. Leo le dio mucha ternura. Le cogió en brazos y le dio un beso en la frente.
- Escúchame bien, bebé. No es culpa tuya. Tú no tienes nada que ver con lo que le ha pasado a Peter. Él te quiere mucho mucho mucho, y nunca se iría ni pensaría que eres malo. Él está muy orgulloso de ti, casi tanto como yo, y sabe que eres bueno.
Leo le miró desenado creerle.
- Entonces, ¿por qué no está? – preguntó, a puntito de llorar. - ¡Yo quiero que esté!
- Y yo también, campeón. Y yo también. – suspiró Chris, y le dio un beso en la frente. Miró a Amy, que le devolvió una mirada de comprensión y afecto.
Por fin se acabó la cola y llegaron a la caja. Pagaron la compra, y se fueron, pero pararon de camino a comprar un helado, lo que pareció animar a Leo un poco. Para cuando llegaron a casa, Nick ya debería estar allí. Chris se sorprendió un poco de que el chico no le hubiera llamado, preguntando dónde estaban todos. Sacó el móvil y vio que se había quedado sin batería. Genial.
En casa no había nadie. Chris se alarmó un poco, pero pensó que algo le habría retrasado. No había forma de que a Nick le pasara nada en el trayecto puesto que era su propio abuelo el que le orbitaba directamente a casa. Chris vio que había varios mensajes en el fijo. Puso el móvil a cargar y los escuchó. Su padre le pedía que fuera a la escuela de magia. No especificaba mucho más, pero por el tono supo que Nick habría hecho alguna de las suyas. Suspiró, y le preguntó a Amy si podía quedarse con Leo por un rato.
- No tienes ni que preguntar. – respondió ella. Chris le dedicó una media sonrisa, y trató de orbitar…hasta que se acordó de que no tenía poderes. Gruñó.
- Wyatt.
Se escuchó un tintineo y su hermano apareció con un helado en la mano y una enorme sonrisa. Al menos alguien en el mundo era capaz de ser feliz todavía.
- ¿Llamabas?
- Necesito que me lleves a la escuela de magia.
- ¿Crees que soy tu chofer? – preguntó él, tomándole el pelo.
- No estoy de humor.
- Me doy cuenta. Cenizo. En fin, vamos, que tengo que volver al parque antes de que Alex termine de enterrar a Victoria en la arena.
Orbitaron, y aparecieron en el salón principal de la escuela de magia. Allí vieron a su tía Paige, que les saludó con un abrazo. Wyatt se despidió y Chris se quedó hablando con su tía un rato. Ella no sabía qué había hecho Nick, pero si sabía que había hecho algo. Chris volvió a suspirar, y fue al despacho de su padre.
Leo I estaba sentado con cara de circunstancias y al otro lado de la mesa estaban Nick y tres chicos más. Los equipos quedaron claros por las distancias: los tres chicos estaban juntos; Nick estaba sólo. Su hijo apenas le miró, esquivando en lo posible el contacto visual. Parecía muy abatido.
- Pasa, Christopher. Toma asiento – indicó Leo. Fue amable, pero formal. No estaban solos, y no estaban allí como familia, sino como director, alumno en problemas, y padre cabreado del alumno en problemas. – Iré al grano: parece ser que los pasillos de la escuela han sido confundidos con un ring de boxeo. Ya me he encargado de aclarar esa confusión, pero es que además ha desaparecido un ingrediente para pociones bastante valioso, y ninguno de los sospechosos parece saber nada al respecto.
- ¡Ha sido Nick, ya se lo he dicho, señor Wyatt! – dijo uno de los chavales.
- Pero él dice que no, Jared.
- Claro, y usted le cree porque son familia. – protestó el tal Jared. Sus compañeros le miraron algo nerviosos, pensando que se había vuelto loco. Allí todos tenían un poco de miedo a Leo, así que se cuidaban de decir ciertas cosas delante de él. Nick no entendía esa reacción: ¿por qué temían a su abuelo? Era a su padre a quien debían de temer…
Christopher se acercó a Nick, y se arrodilló junto a su silla. Le obligó a mirarle a los ojos.
- Si me dices que no lo has hecho, te creeré.
Nick abrió mucho los ojos. Tanta confianza le halagaba, teniendo en cuenta que tenía antecedentes. Sintió un gran amor hacia su padre. Y de pronto pensó que lo último que quería en el mundo era decepcionarle.
"Tarde para eso, Nick"
- Papá, es cierto que me he peleado y además fui yo quien inició la pelea, pero yo no he robado nada. Te lo prometo.
Nick le miró con los ojos brillantes y le suplicó con la mirada.
"Créeme, por favor"
Chris no supo si proyectó ese pensamiento en su mente o si se lo había adivinado, pero captó perfectamente lo que querían decir aquellos ojos inocentes.
- Te creo – le dijo, y se puso de pie. – Papá, toma las medidas que creas oportunas por lo de la pelea, pero mi hijo no ha cogido ese ingrediente.
- Eso creo yo también, Chris. Por lo que a mí respecta podéis iros. Nicholas, quiero ese trabajo para el Miércoles.
- Si, señor. – respondió Nick, y Leo parpadeó ante esa forma de llamarle. Decidió que iría más tarde a hablar con él: no era sólo un alumno, era su nieto. Pero aún tenía tres chicos más de los que ocuparse.
Chris y Nick salieron del despacho. Nick no dejaba de mirar al suelo. Chris se llevó la mano a la nuca y se la frotó, sin saber muy bien cómo empezar.
- ¿Qué es ese trabajo?
- Parte del castigo.
- Entiendo. ¿Por qué ha sido la pelea?
Nick no le respondió.
- ¿No vas a decírmelo? – preguntó Chris, algo más enfadado.
Esperó con paciencia, pero Nick no parecía dispuesto a hablar.
- Escucha chico ya estás en muchos problemas. No quieras complicarte el asunto.
Nada.
- Puedo castigarte aquí ¿sabes? Tal vez deba hacerlo.
- Entonces hazlo – respondió Nick, apagado como si le hubieran absorbido el alma. Chris no respondió. Evidentemente no iba a hacerlo, pero hubiera esperado que la amenaza resultase un poco más efectiva. Suspiró.
- Vámonos a casa, Nick. – dijo, y llamó a Wyatt. Su hermano acudió enseguida y evitó hacer comentarios, pero le acarició el pelo a Nick con cariño, intuyendo que el chico estaba en líos.
Una vez a solas en casa, Chris miró a Nick durante más segundos de los que resultaron cómodos.
- Sube a tu cuarto, hijo – dijo con un suspiro. No estaba enfadado. En realidad no. Más bien estaba cansado. Cansado de que siempre fuera todo igual. Siempre peleas, gritos, y desobediencias. Como si lo que él les dijera no sirviera para nada. Como si tampoco sirvieran los castigos.
Aunque…Sabía que Nick había sido sincero. Le observó subir las escaleras como si todo el cuerpo le pesara y se obligó a recordar que Nick había reconocido ser el iniciador de la pelea pero le había asegurado no ser el que cogió el ingrediente. Y él le creía. Una pelea no era tan raro entre adolescentes.
Fue a la cocina a servirse un vaso de agua, y allí vio a Amy y a Leo, merendando. El niño balanceaba las piernas sentado sobre la silla, hablando con la mujer mientras ella escuchaba.
- …pero el dragón tenía un truco guardado bajo la manga. Y luego el jinete…¡hola papá! – se interrumpió, al verle.
- Hola, campeón. ¿Dragones y jinetes?
- Le estoy contando a Amy el libro que me terminé ayer. Me gustó mucho.
Chris sonrió. Aun no sabía de un libro que a Leo no le gustara. Se acercó a Amy y le dio un beso corto.
- ¿Y Nick? – preguntó ella.
- En su habitación.
- ¿Todo bien?
- Como siempre – respondió Chris, con cansancio, y se dispuso a subir a tratar con él – Termínatelo todo ¿vale, campeón?
- Pero papá, el zumo de melocotón no me gusta – dijo Leo con un puchero.
- Mala suerte, pero hay que tomárselo.
- Ya me encargo yo, Chris – dijo Amy y le guiñó un ojo. - ¿Por qué no me sigues contando la historia? Pero, entre capítulo y capítulo, tienes que dar un sorbo.
A Leo pareció gustarle el trato y bebió un poquito. Chris se fue, al ver que Amy lo tenía todo controlado. Subió al piso de arriba, y se detuvo frente a la habitación de Nick. La puerta estaba sólo entornada y pudo verle. Estaba sentado en la cama, mirando al suelo. Joder, daba tanta lástima.
Nick era perfectamente consciente de que estaba sentenciado, así que esperó su condena con estoicismo y resignación. Total, en ese momento, lo cierto es que nada le importaba…
Chris entró.
- Nick, ya no sé qué hacer para que entiendas que no puedes irte a los puños cada vez que alguien te moleste.
- Tal vez no deberías enseñarme a no pegar, pegándome.
Chris parpadeó. Buen punto. Y hubiera colado si lo hubiera dicho Leo, que podía verse realmente confundido por esa circunstancia. Pero Nick no era pequeño ni tonto, y los dos lo sabían.
- Sé que sabes distinguir un castigo de una agresión. Además, ya sabes que pelearte no está bien. No es que tenga que enseñártelo pero al parecer debo recordarte lo que pasará si lo haces. Vamos, ponte de pie y acabemos con esto. Y ve a por el cepillo.
Nick obedeció. Chris esperó con paciencia a que volviera. Se fijó por primera vez en que tenía el pantalón sucio.
- ¿De qué te has manchado?
- De lo que sea que hubiera en el suelo de la clase de pociones.
- Quítatelos, y échalos a lavar.
- No… no hace falta… - dijo Nick, repentinamente en guardia.
- Hazlo, Nick. De todos modos no los necesitas ahora mismo. Quítatelos y ven aquí.
- No, papá…
- En realidad no era una pregunta, Nick.
El chico no se movió. ¿Qué narices le costaba tanto sobre meter unos pantalones en el cesto de la ropa? Era una instrucción sencilla. Nick ya debería saber que lo que menos le convenía hacer antes de ser castigado era contradecirle.
- Nick, si tengo que repetírtelo las cosas van a ponerse mal para ti.
- Las cosas ya están mal para mí, coño.
Chris resopló.
- Vale, acaban de empeorar. Si no quieres quitarte el pantalón, lo haré yo mismo.
Nick retrocedió.
- No, papá. No me lo quites…
- Nick, ¿qué rayos te pasa? Necesito que te quites el pantalón para lavarlo y además tú y yo tenemos pendiente una charla para la que no los necesitas, y los calzoncillos tampoco.
- No, por favor, papá. Lávame la boca, pégame con el cinturón, pero no me quites el pantalón, por favor…
Chris se quedó a cuadros. Aquello era más que una rabieta: Nick estaba histérico. Chris no se podía creer que de verdad le estuviera diciendo que prefería que le levara la boca y le diera con el cinturón a que le bajara la ropa.
- No te voy a dar con el cinturón con esto, Nick. No sé qué obsesión tienes – comentó, y se acercó a él. Tenían un trato respeto al cinturón, y él pensaba respetarlo, así que le gustaría que Nick dejara de temer que le castigara con eso. – Y ahora estate quieto – ordenó, mientras intentaba bajarle la ropa.
- Papa, no, por favor, por favor, lo que sea menos eso.
- Tú no decides tu castigo, hijo. – respondió Chris, pero se estaba preocupando. ¿Qué motivos podía tener Nick para desear con tanto ahínco conservar el pantalón? Sus sentidos de padre sobreprotector le hicieron recordar cierto incidente con las escaleras. - ¿Te has vuelto a caer? ¿Es eso? ¿Te has golpeado ahí en la pelea y no quieres que te vea?
Se alarmó, y trató de desnudarle con más ganas. Si era así no le castigaría, claro, y llamaría a Wyatt para que le curara de inmediato, ya que él no podía hacerlo sin sus poderes.
Nick estuvo tentado de decir que sí, que era eso, pero sabía que su padre no tardaría en querer comprobarlo y le iría peor si era pillado en una mentira.
- No, papá, no es eso. Pero…pero…- buscó desesperadamente algo que pudiera dar resultado. Sentimientos. A su padre solían importarle sus sentimientos. Probó por ahí. - ¡Es que me da vergüenza! Me da vergüenza que me veas sin ropa…y me siento …humillado.
Chris se quedó congelado. Era una opción posible. A él su padre siempre le había castigado así, y estaba acostumbrado. Confiaba en él, y no tenía ningún pudor, o no lo había tenido en su momento. De joven, Chris salía desnudo de la ducha sin ninguna vergüenza, y era de los de pasear desnudo por la casa, para frustración de su madre. Sólo empezó a cubrirse cuando Melinda creció y aun así se paseaba en calzoncillos. Pero Nick y Peter no habían crecido así. Peter era muy pudoroso, aunque parecía darle más vergüenza que le viera sin camiseta a sin pantalones. Nick era más relajado. Bajaba a desayunar en calzoncillos, y Chris creía que, de no estar Amy por allí, cuando hiciera más calor sería capaz de salir del baño desnudo como en su día hacía él. Pero eso eran suposiciones: el hecho cierto es que sus hijos estaban siempre cubiertos en casa, en ropa interior como mucho, y que ellos no habían sido criados así. Se suponía que la desnudez era parte del castigo. Picaba un poco más y además a él le ayudaba a comprobar que no le estaba haciendo mucho daño. Cuando el castigo iba a ser grande, el que no llevara ropa le ayudaba a saber cuándo era suficiente. Y un poco de vergüenza no venía mal, si a uno le hacía querer evitar estar en esa situación de nuevo. Pero no quería que Nick se sintiera humillado. No ganaba nada con eso. No le enseñaba más que crueldad.
Chris estaba acostumbrado a que su padre le bajara la ropa al castigarle, pero no quiso pensar cómo hubiera sido de haber crecido sin esos castigos, y que de pronto un tipo pretendiera desnudarle a los diecisiete. Sí, la incomodidad de Nick era una opción más que posible y hasta lógica. Estuvo a punto de decirle que le dejaría conservar los calzoncillos. De hecho abrió la boca para decirlo, pero en lugar de eso se dio cuenta de algo: ¿cuántas veces había castigado ya a Nick? ¿Y cuantas de esas veces había demostrado esa desesperación por conservar la ropa, fundada supuestamente en la vergüenza? Por regla general, además, Chris sólo le bajaba el calzoncillo cuando ya estaba encima suyo, así que preservaba algo de su intimidad.
Miró a Nick a los ojos y tuvo claro que le estaba mintiendo. Aunque el chico sí parecía avergonzado por algo. Tal vez por la propia mentira en sí, en un ataque de conciencia.
- ¿Quieres que sume "intento de manipulación" a tu lista de cargos? – le preguntó, soltando momentáneamente el elástico de los pantalones, que había estado sujetando. Nick se ruborizó mucho.
- Es cierto que me da algo de vergüenza que me veas desnudo – musitó, muy bajito. Ese hombre era su padre, pero ese era su cuerpo. Nick sentía un poco de contradicción en eso, aunque en general era una vergüenza muy fácil de superar.
- Pero no te hace sentir humillado.
- No – reconoció Nick, agachando la cabeza. Chris nunca lo había humillado, en ningún sentido de la palabra y Nick era un experto en sufrir humillaciones. Puede que a él no le hubiera maltratado un loco que se hacía llamar padre, pero toda su infancia había transcurrido entre empujones, gritos de "empollón, empollón", y más empujones, cuando se intentaba levantar del suelo. Recordar eso sintiéndose vulnerable como se sentía en aquél momento no fue buena idea, porque le hizo empezar a llorar. Levantó la cabeza para mirar a su padre a los ojos. Los suyos estaban llenos de lágrimas. – Por favor, no me quites el pantalón – suplicó, una vez más.
- ¿Por qué no? – preguntó Chris, con el corazón conmovido, con mucha curiosidad, y dispuesto a escucharle. Nick murmuró algo para el cuello de su camisa. – Nick, si hablas tan bajo no podré oírte.
Nick respondió con otro murmullo y Chris sólo entendió la palabra "azul".
- Nick, más alto – insistió – Vamos hijo, que soy yo. No debes tener miedo o vergüenza de decirme lo que pasa.
Nick respiró hondo.
- Porque me han lanzado el hechizo del "vuélvete azul". – dijo Nick, al final. Y Chris entendió. Entendió por qué se había peleado, porque estaba como apagado, y por qué aquella insistencia en conservar la ropa. Ese hechizo era una especie de broma cruel en la escuela de magia. Se lanzaba un hechizo, y si el destinatario era virgen, se volvía azul.
Era humillante porque hacía que los chicos pensaran que debían avergonzarse de su inocencia. Chris le lanzó una vez el hechizo a un chico con el que se llevaba mal, y su padre se enfadó tanto que pensó que jamás le perdonaría. Leo le perdonó, claro. Le dio un castigo memorable, pero le perdonó. Pero Christopher nunca se perdonó a sí mismo. No del todo, porque tras ser humillado públicamente el chico al que se lo hizo no volvió a ser el mismo. Perdió su confianza y su autoestima, y Chris se enteró después de que había hecho lo imposible por perder su virginidad a la primera de cambio. Se pasó el resto de sus días en la escuela pidiéndole perdón.
Miró a Nick, y vio en sus ojos una expresión torturada que venía a decir "por favor, abrázame". Y Chris lo hizo.
- No quiero volver a esa escuela nunca – lloró Nick, abrazándose a Chris con mucha fuerza.- Ahora todos saben…De pronto me volví azul y me pareció una broma un poco tonta, hasta que me dijeron lo que significaba. Entonces se convirtió en algo cruel. Para Peter no hubiera sido así. Él está orgulloso de su decisión. Estoy seguro de que a él le hubiera dado igual que todos lo supieran…Pero yo me sentí como un…bebé. Un bebé tonto e inocente, que nunca ha tenido relaciones y que además aún desconoce cosas sobre la magia, como que existe un hechizo para ridiculizar a la gente…
- Nick – frenó Chris, acompañando el nombre con una caricia. Puso sus manos a ambos lados del rostro del chico. – No haber tenido relaciones no es algo malo nunca, y menos a los diecisiete años. Aunque te parezca fuera de época lo que te voy a decir, aún eres muy joven. Sé que tu hermano y tú tenéis opiniones diferentes respecto a esto, y si algún día quieres hablar de ello estoy aquí para ti, pero quiero que sepas que ambas opciones de vida son válidas. Es una decisión muy íntima que depende de la persona. Considero que el acto sexual es algo demasiado importante como para hacerlo sólo por juego por placer, o como hice yo, por curiosidad. Creo que tiene que ser fruto de algo mucho más trascendental. Es símbolo de una entrega total a la otra persona, y por eso tu hermano quiere esperar hasta el matrimonio. Si tú no quieres esperar y eso está bien para ti, y para la chica en cuestión, nada más tiene que importarte. Pero si piensas que no estás preparado y quieres esperar sino hasta casarte si hasta dentro de un tiempo, eso está aún mejor y lo que digan los demás tiene que importarte aún menos. No debes avergonzarte por no hacer tenido relaciones, hijo. Es importante que entiendas eso. No te convierte en un bebé. Siempre serás mi bebé, pero los dos sabemos que estás ya crecidito. Tener relaciones no es un símbolo de madurez. Más bien, tenerlas por el mero hecho de tenerlas es un símbolo de inmadurez. Y reírte y hacer burla por ello directamente es signo de ser…gilipollas. Así que lo que te digan esos chicos debe entrarte por un oído y salirte por el otro. Más o menos lo mismo que haces siempre con lo que te digo yo, así que seguro que sabes cómo hacerlo – concluyó con una sonrisa, tomándole un poco el pelo.
Nick sonrió algo también, sintiéndose mucho más…en paz.
- Contrarresté los efectos del hechizo …casi totalmente. Debajo de las piernas y toda la espalda siguen estando azules, me vi en el espejo. Por eso…no quería que me sacaras el pantalón. Intenté limpiarme del todo, pero ellos eran tres para lanzar el hechizo y sólo uno para el contrahechizo.
- Eso demuestra que eres muy poderoso, cariño. Ven. Te escribiré lo que tienes que decir. Lee esto en voz alta y todos los efectos desaparecerán. Lo haría yo mismo, pero… - explicó, sin concluir la frase. No tener poderes era una molestia muy pequeña comparada con el hecho de no tener a Peter, pero le hacía sentir desprotegido.
Le enseñó a Nick cómo hacerlo y el chico siguió sus instrucciones.
- ¿Ha funcionado? – preguntó Nick.
- Creo que sí, pero habrá que comprobarlo – dijo Chris, y Nick pensó que aquellas palabras no presagiaban nada bueno.
- Me vas a pegar, ¿verdad? – le preguntó. Como toda respuesta Chris se le acercó, le bajó un poco la ropa y sonrió un poco al ver que no había rastros de un teñido azul.
- No, papá, por fa…
Chris se detuvo un momento. Pelear no serviría de nada. Claro que podía obligarle y pegarle igual, creía ser más fuerte que él, pero quería que estuviera receptivo. Sino sería como lo del chico del centro comercial y no ganarían gran cosa. Nick no aprendería nada si se resistía a su castigo y lo soportaba luchando contra él. Tenía que ceder, escuchar, y aprender una lección.
- Sabes que los actos tienen consecuencias. Respira hondo, y relájate. Terminaré enseguida. Y, por cierto, ya no estás azul.
Nick encontró la forma de relajarse. Chris le inclinó sólo un poco, y le dio seis rápidas palmadas.
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- Te he dicho ya muchas veces que cuides la forma en la que hablas.
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- No quiero volverte oír una palabrota aunque sepas que te voy a castigar. – dijo, y le volvió a subir la ropa. Luego le dio un beso. Nick le miró extrañado.
- ¿Y lo de la pelea?
- Sé perfectamente por qué te he castigado y por qué no – respondió Chris, y se puso de pie. – Hay ocasiones excepcionales en las que puedo cerrar los ojos y fingir que no sé nada de una pelea. Pero no te acostumbres. Si vuelves a hacerlo me dará igual lo imbéciles que sean los chicos con los que te pelees ¿estamos? Ahora ve, y deja el cepillo en el baño, y también esos pantalones.
Nick tomó el cepillo, y se fue, contento de que no le hubiera pegado con eso. Volvió al cabo del rato y abrazó a Chris con mucha fuerza. Él le acogió encantado, y le mimó la espalda.
- Dime, ¿es verdad que quieres dejar la escuela?
- No es lo mismo sin Peter, y esos chicos son idiotas…
- Tal vez podamos convencer a Paul de que vaya contigo. ¿Qué dices?
- Eso estaría bien…La escuela me gusta…El problema es la gente…Piensas que estoy ahí por ser….en fin, tu hijo, y el del abuelo. Que Peter y yo no tenemos talento.
Chris le dio otro beso.
- La envidia que te tienen.
- No…hacer pociones se me da fatal. El hechizo del "vuélvete azul" necesita una poción, y yo tendría que haber reconocido el frasquito, pero no lo hice…
- Si quieres, yo puedo practicar contigo.
- ¿De verdad?
- No, de mentira. Claro que sí.
Nick sonrió mucho, ilusionado por la idea.
- ¿Podemos hacerlo ahora?
Chris se rió ante tanto entusiasmo.
- Dame diez minutos para preparar las cosas.
Chris se fue a reunir frasquitos e ingredientes, y luego llamó a su padre por teléfono.
- Hola, papá.
- Hola, Chris. ¿Todo bien con Nick? Es…realmente violento cuando además del abuelo tengo que ser el director.
- Todo bien. Sé que puede ser un poco impulsivo, pero no es mal chico. Llamaba para decirte que ya sé lo que pasó. – dijo Nick, y empezó a contarle.
- …y creo que el ingrediente que falta lo usaron para la poción – concluyó Chris. No obtuvo respuesta al otro lado de la línea. - ¿Papá? – preguntó.
- En ocasiones como esta lamento mucho mi política de no asesinar a mis alumnos – dijo Leo, pero a su espalda. Había orbitado. Chris colgó el teléfono sintiéndose un poco tonto y se volvió hacia él.
- Esa broma es de mal gusto, y más a un chico como él que apenas está entrando en esto de la magia.
- Lo sé, Chris. Lo siento mucho por Nick…
Mientras ellos hablaban en el piso de abajo, Nick buscó algo que había comprado hacía ya algunos días, justo antes de ponerse "enfermo", y que nunca había llegado a utilizar. ¿Dónde lo había puesto? Ah, sí, en el cajón. Fue a abrirlo, y entonces casi le da algo, porque vio un montón de…¡arañas! ¡Agh! Era la única fobia que Peter y él tenían en común. Cero arañas. Con tantas patas…¡y picaban! Soltó un gritito, y de pronto escuchó la risa de su hermanito. Segundos después el niño asomó la cabeza. Nick miró mejor y se dio cuenta de que las arañas eran de goma. Esa era la "broma" que Leo había preparado para él cuando no estaba.
- Enano, te voy a matar – anunció, y empezó a perseguirle. Corrieron por toda la casa. Leo se reía y huía de él, que a veces le alcanzaba y le hacía cosquillas, hasta que volvía a escaparse. Así llegaron al salón, donde estaban Chris y Leo I.
- ¡Papi, ayúdame! – dijo el niño, a carcajada limpia.
- Enfréntalo como un hombre, campeón. – bromeó Chris, divertido por la escena. – Lo siento, pero no voy a arriesgarme a que me haga cosquillas a mí también.
- ¡Cobarde!
Chris se rió, y sus risas se sumaron a las de sus hijos. Su padre le miró con alivio.
- Pensé que nunca iba a oírte reír otra vez.
Chris le miró a los ojos.
- ¿Me culpas por ello? ¿Qué hubieras hecho tú si me hubieran apartado de tu lado?
- Matar al responsable.
- Lo mismo que voy a hacer yo.
Mientras tanto, Leo y Nick seguían con su "batalla", hasta que al final, de puro agotamiento, dejaron de reír. Nick miró al niño con mucho afecto. - - - Gracias, enano. Gracias por hacerme reír.
- Tú me consolaste esta mañana. Para eso son los hermanos: para hacer reír cuando papá es malo.
- ¿Cuando yo soy malo? – replicó Chris, que se cansaba de repetir que tenía muy buen oído. - ¡Encima!
- ¡Debajo! – replicó Leo, y le sacó la lengua. Chris le alcanzó enseguida y empezó a hacerle cosquillas. - ¡No, no jajaja! ¡Tregua, tregua!
- Por lo visto soy "malo" y los torturadores malos no dan tregua. – dijo Chris, y continuó. Luego, abrazó a ese pequeño pedacito de felicidad que era su hijo.
 


REALIDAD 2
Pintar con la mano resultó ser algo muy, muy divertido. Peter sabía que el Chris de su realidad tampoco era un obseso de la limpieza. Dejaba que Leo jugara con cosas que ensuciaban, y todo eso, pero estaba seguro que nunca les hubiera dejado pintar con las manos en la pared. Aquél otro Chris no sólo se lo permitió, sino que le animó a ello y pintó con él. Había tenido razón: era como una terapia. Le hacía sentir bien. No tardó en olvidar el miedo que había pasado cuando Chris le había golpeado.
Aprovecharon para hablar de algunas cosas. Peter dijo que a "su Nick" aquello de pintar la pared le encantaría, y Chris dijo que le gustaba también al suyo. Leo se les unió un rato, pero cuando se fue, la conversación se hizo algo más seria.
- ¿Cómo os lleváis Nick y tú en tu mundo?
- Supongo que bien. Mejor que bien, en realidad. Somos dos mitades.
- Ya veo. Aquí… no tanto.
- ¿No? ¿En serio? ¿Nos odiamos o algo así?
- No, tampoco es eso. Pero él…te exaspera. Tú le gritas todo el tiempo.
Peter guardó silencio, pensativo. Era cierto que Nick le exasperaba muchas veces, con sus malos modos o su desorden patológico. Y era cierto que alguna vez, aunque pocas, perdía la paciencia. Pero en general no le gritaba. Cuando algo de lo que hacía Nick le molestaba o le parecía estúpido se limitaba a decírselo y a llamarle Nicholas.
- En mi mundo no suelo gritarle.
- ¿Se te ocurre por qué? – preguntó Chris, con curiosidad.
- Sí. En realidad, sé por qué – respondió Peter, pero se tomó su tiempo antes de continuar. – Verás…si mi padre me hubiera adoptado meses después de lo de Derek, esto jamás habría funcionado ¿sabes? Él se habría cansado de mí, o yo habría muerto de un infarto.
- ¿Qué quieres decir? ¿Y qué tiene que ver con Nick?
- Yo tenía miedo hasta del vuelo de una mosca. Durante semanas, ni siquiera me sentaba sin que me invitaran a hacerlo. No hablaba, sólo comía cuando me lo ordenaban porque jamás se me ocurriría desobedecer una orden, y saltaba aterrado ante el mínimo ruido o señal de que alguien estaba molesto conmigo. Nick consiguió que yo volviera a ser normal, o todo lo normal que soy, al menos. No fue la psicóloga, ni el amable señor Wright. Nick no entiende por qué le tengo tanto cariño a ese hombre, pero le debo mucho. Pero tampoco fue él quien consiguió sacarme de ese…pozo de terror. Fue Nick. Él, con más paciencia de la que aparenta tener, acabó con todos mis impulsos de protegerme, y con todos mis pensamientos negativos, como la certeza de que alguien iba a hacerme daño en cualquier momento. Por semanas yo…hasta dormía en el suelo. Y él me levantaba y me hacía meterme en la cama, y a veces dormía conmigo, como cuando éramos bebés. Christopher, yo a mi hermano le debo más que la vida. La gente suele pensar que yo cuido de él…a veces creo que actúo como si fuera su conciencia…pero en realidad es él el que cuida de mí. El cuida de todos. Hasta de mi padre, si me apuras. Nick me salvó la vida y la cordura. Yo tengo eso muy presente y por eso no puedo, jamás podría, dejar que pequeñas cosas como su manía de toquetear MIS discos, me enfaden. Supongo que tus Nick y Peter no han pasado por eso, y son sólo "hermanos normales", aunque muy unidos por la genética, y porque también han pasado lo suyo.
Christopher se limitó a asentir, entendiendo por fin muchas de las cosas que había visto en su bola de cristal. Aquello le parecía una explicación lógica para la diferente relación entre sus hijos y sus versiones del otro universo. No sabía bien qué decir, así que se limitó a seguir preguntando:
- ¿Por qué crees que si Chris te hubiera adoptado antes no habría funcionado? ¿No crees que él te hubiera ayudado, como hizo Nick?
Peter negó con la cabeza.
- Los hombres adultos me daban miedo. A veces aun me lo dan. Sólo dejaba que el señor Wright se acercara a mí, y porque a él le conocía de toda la vida. Sabía que, por alguna razón que no entendía del todo, él no iba a hacerme daño. Era un hombre serio, pero a mí me sonreía. Confieso que…alguna vez me pregunté cómo sería mi vida de vivir con aquél hombre, pero él ya tenía su propia familia, y no podía simplemente adoptar a todo niño desvalido con el que se encontrase, o acabaría llevándose a media orfanato. Que él fuera bueno conmigo acabó por ayudarme a entender que no debía tener miedo de los hombres. Al menos, no de todos. Pero si Chris hubiera venido antes de que yo entendiera eso, tal vez…tal vez me hubiera vuelto loco, siempre pensando que me iba a hacer daño, cuando quisiera abrazarme o acercarse a mí…Como ves, no me cuesta tanto entender a tus hijos. Yo no tengo problemas con que me toquen, pero pude haberlos tenido. De no ser por Nick, los habría tenido.
Christopher se maravilló ante todas las cosas que estaba descubriendo de aquél chico. Decidió dar información a cambio de información.
- Por lo que cuentas, en el orfanato te trataron bien. Tal vez mejor que a Nick. No porque a él le trataran mal, sino porque contigo fueron muy…amables.
- Algunos compañeros se metían con él…- interrumpió Peter, y Chris asintió.
- Nick lo pasó peor que tú en el orfanato de tu realidad. Por eso en el de esta tú lo pasaste peor, pero lo cierto es que la vida de los dos fue un infierno. La primera vez que intenté tocarles huyeron de mí, y sólo pretendía abrazarles. Aun ahora, tras algunos meses, tengo que controlarme y recordar que no debo chillarles: tienen más miedo a mis gritos que a cualquier otra cosa…
- Papá grita mucho – dijo Peter con una sonrisa, al recordarlo. Peter era una persona poco ruidosa y para su gusto Chris siempre hacía demasiado ruido en todo, pero eso lejos de desagradarle, le gustaba. Por lo general, las personas que gritan en realidad son inofensivas. Derek estuvo mucho tiempo sin gritarle, y cuando empezó a hacerlo siempre era con insultos. Chris nunca le insultaba.
- Pues yo no puedo hacer eso. – dijo Chris y suspiró. – Tú también has debido de pasarlo muy mal. Pero tenías a Nick. Mi Peter y mi Nick sufrieron juntos, así que ninguno podía "tirar" del otro.
- ¿Qué…- empezó Peter, y vació. Pero por alguna razón la mirada de Chris le dio la confianza suficiente para reunir valor y preguntar - …¿qué les hicieron exactamente?
- De todo. Gritos, insultos, golpes. Muchas veces durmieron en el suelo y más de un día encerrados en el trastero. Les alimentaban bastante mal…
Peter no dijo nada. Estaba familiarizado con esas situaciones, y por eso sabía que no había nada que uno pudiera decir: era una autentica mierda. Nadie se merecía ese trato, y punto.
- Creo que no se creían que fuera real el tener un cuarto y una cama para ellos solos. Un cuarto decente, y una cama decente. – prosiguió Chris. – Como tuviera delante a esos….esos….¿cómo se atrevieron a ponerle las manos encima a mis hijos?
- Y, sin embargo, tú también lo haces cuando hacen algo malo – dijo Peter, sin poderlo evitar. Pensó que Chris se iba a enfadar y de hecho vio un destello de ira en sus ojos, pero luego le miró como con inseguridad.
- No es lo mismo. ¿Tu padre nunca tuvo "esa conversación" contigo?
- No hizo falta. Yo sé bien que no es lo mismo. Se sintió muy culpable la primera vez que…Yo pegué a Nick, casi me dejo atropellar, y me fui de casa. Fue la primera vez que me castigó, y fue un castigo de los grandes. Pero no me sentí en ningún momento como…si estuviera con Derek.
- ¿Por qué no? – preguntó Chris, con mucha curiosidad.
- No me golpeó con ira. El enfado no es ira…Yo aprecio mucho cuando un hombre enfadado es capaz de controlar su ira, porque yo no puedo hacerlo, y Derek tampoco podía. Además no fue tan malo. Quiero decir… no es agradable, pero yo sabía que no me iba a quedar ninguna lesión permanente, y que no me iba a doler por más de unos minutos, y eso porque fue con el cepillo, que sino ni me habría dolido después de que terminara. La diferencia reside en el cómo se haga. Lo de pegar a alguien, me refiero. – dijo Peter, y a Chris le fascinó la facilidad con la que lo decía.- La gente se está pegando todo el día. A veces, irónicamente, un puñetazo en el hombro es un gesto de amistad. Y te aseguro que a veces los puñetazos cariñosos de Paul duelen más que las palmaditas de papá…Incluso duelen más que algunos de los golpes que me dio Derek. No siempre venía bate en mano dispuesto a romperme algo. A veces me pegaba sólo con sus puños, y no siempre me hacía "tanto" daño. Era más la forma de hacerlo…a gritos….con ira….con violencia…con descontrol...casi siempre sin motivos... Haciéndome sentir miedo. Papá no me hizo sentir así. En realidad…me sentí como un niño. Me sentí regañado. Estoy seguro de que estar encima suyo ayudaba bastante a esta sensación...Era como vulnerabilidad. Como si supiera que ya podía relajarme, y dejar de ser fuerte, porque "papá estaba a cargo". Y yo tenía que pagar las consecuencias de mis errores ante él, pero él me quería. Precisamente porque me quería me estaba castigando. Es…fácil tratar bien a la gente. Al menos en mi mundo – agregó Peter con una sonrisa sarcástica – Pero es fácil. Una sonrisa, unas palabras amables…Ser bueno con alguien que ha sufrido no indica exactamente que le quieras: sólo que te da pena. Realmente a uno no le sale ser de otra manera con alguien que lo ha pasado mal. Pero él me quería tanto como para castigarme. Y luego me quiso tanto como para perdonarme. Y darme un abrazo. Y hacerme ver que me quería, aunque yo era tonto y no quería creerle. E hizo todo eso siendo él mismo, y olvidándose de las etiquetas que veía en mí al mirarme. Probablemente, lo mejor que mi padre ha hecho por mí es ser capaz de tratarme como a alguien normal, sin olvidarse de lo que había pasado, pero sin que eso afectara su forma de ser conmigo. Eso es lo que yo necesitaba. ¿Qué, de todo eso, se parece a lo que me hizo Derek? No tengo nada que entender. Derek era Derek y mi padre es mi padre.
Christopher había escuchado sin interrumpir, y cuando Peter acabó se limitó a parpadear, impresionado. Ese chico le parecía bastante maduro. Había cosas, formas de expresarse, con las que Christopher no se identificaba del todo, pero ni siquiera la lejanía psicológica que suponía el pertenecer a dos universos distintos impidió que Chris entendiera que su alter ego era bueno para Peter. Peter parecía necesitarle, y el otro Chris había entrado en su vida justo en el momento oportuno, porque en palabras del chico, de haberlo hecho antes él no hubiera estado preparado.
¿Si el otro Chris no lo hacía mal, se suponía que él tampoco? ¿Era tan buen padre para sus hijos como el otro Chris lo era para Peter? En cierto modo, eran como…la misma persona.
Miró a Peter, muy impresionado porque un chico joven pudiera decir palabras como aquellas. Entonces, de pronto, Peter le dedicó una sonrisa pícara.
- Aunque que decida castigarme como si aún fuera un crío es un asco – añadió, y eso ya era más normal. – Y por lo que sé, tú haces lo mismo – dijo, e hizo un mohín.
Christopher se asombró de la …complicidad…que ya tenían. Si es que alguna vez lo habían sido, estaba claro que ya no eran secuestrador y secuestrado. Quizá tampoco padre e hijo, pero quizá sí "sombra de un padre" y "sombra de un hijo."
"¿Cómo se supone que voy a matar ahora al único padre que ha conocido?" se dijo Chris, y de nuevo sintió esa cosa…esa punzadita en el corazón. ¿¡Qué le estaba pasando!?
- Hay algo que no entiendo – dijo Peter, tras un rato - ¿Cómo podéis, después de todo lo que me has contado, ser capaces de hacer daño a otra persona? ¿Cómo puede alguien que ha sufrido tanto causar tanto dolor?
- En tu mundo también ocurre a menudo, chico, precisamente por eso. Pero aquí es lo normal. Causar el caos en realidad es mi trabajo, igual que el de tu Chris es evitarlo. Aunque últimamente ningún de los dos hace muy bien su trabajo.
- ¡Pero vosotros sabéis lo que es sufrir! ¡Tú te enfadas porque hayan hecho daño a tus hijos! ¿Por qué se lo haces a otras personas? ¿A los hijos de otras personas?
- ¿Y por qué no? – respondió Chris. Esa solía ser su respuesta pasota para todo, pero aquella vez no le funcionó tan bien. Aquella vez algo en su cerebro replicó: "¿Y por qué sí?" Chris sacudió la cabeza. No podía permitirse esos pensamientos.
No podía perder el rumbo. Se había encariñado con ese Peter, y tal vez matar al otro Chris no fuera tan fácil psicológicamente como había pensado, pero tenía que sobreponerse a todo eso, porque sus hijos, los de verdad, los de su realidad, le necesitaban.
Lejos de allí, en las profundidades más profundas del inframundo, los Nick y Peter de aquella realidad languidecían atados con una argolla a la pared. Les habían atado porque hacía un mes, al transformarse en demonios casi consiguen sortear a los muchos demonios que les custodiaban y escapar.
Estaba muy oscuro, pero los chicos llevaban meses sin ver el sol, así que sus ojos se habían acostumbrado a esa penumbra casi total.
Estar allí era aburrido. Mucho. Horas y horas de soledad, horas y horas de compañía demoníaca, horas y horas de más soledad. Nick escuchó un ruidito agudo.
- Escucha Peter. Una rata – le dijo, y ambos sonrieron: diversión.
La argolla les permitía cierta movilidad, con una cadena de varios metros. Rápidamente, y con cierta habilidad, Nick atrapó a la rata. La puso en el suelo, y le pisó la cola, para que no se pudiera escapar. Entonces Peter y él empezaron a hacer ciertamente cosas muy desagradables en el cuerpecito de aquél animal indefenso. Peter le arrancó una pata cuando el animal aun estaba vivo.
- ¿Por qué no podía ser éste el Peter de mi mundo? – preguntó Barbas, que acababa de entrar en la habitación, acompañado de otro demonio en el que confiaba. - ¿Has visto ese? No tiene escrúpulos, ni sentido del heroísmo, ni absurdas ideas sobre el bien y el mal. Este chico es pura maldad, y es justo lo que yo necesito.
- Al menos ya tienes al otro Peter aquí – replicó el demonio.
- Pero le necesito allí. En mi inframundo. Y necesito que Christopher no se entrometa.
- Dices que no tiene poderes. ¿Qué mejor momento que ahora para atacarle?
- Aún no está todo preparado. Además, quiero ver si éste Chris consigue algo con ese Peter. Tal vez me facilite las cosas si le vuelve menos...bondadoso.
Peter y Nick, que les estaban escuchando, partieron a la rata por la mitad. Peter sonreía. Barbas estaba tan preocupado que había sido descuidado. Normalmente no le dejaban "jugar" con ratas, pero aquella vez…aquella vez lo había hecho, y ahora tenía un trocito de hueso, muy fino, muy pequeño, que encajaba a la perfección con el orificio de su argolla.

Peter vio por primera vez en tres meses un rayito de esperanza.

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