Páginas Amigas

lunes, 6 de abril de 2015

Chapter 8: No es no



 


Chapter 8: No es no
Después de aquél momento de dolorosa empatía, el primero en romper el abrazo fue Peter, que volvió a guardar las fotos en el sobre. Los videos, según le dijo a Chris, jamás los había visto. El adolescente hizo entonces algo impulsivo, que Christopher no pudo aprobar ni reprochar, pero que tal vez fue lo correcto: rompió las fotos y los discos, y tiró los pedazos a la basura. Luego le miró como preguntando "¿te parece bien?" Christopher asintió, aunque a su yo interno no le pareció bien en absoluto. Quería ver esos videos, pero entendía que eso no era decisión suya, sino de su hijo. Tal vez que los hubiera roto era lo mejor: así no tendría la tentación de hacer algo horrible como robárselos para verlos en secreto. Además, era la única forma de pasar página completamente.
La caradura de Nick fue esencial para relajar la situación y animar los ánimos. Después de que Peter destruyera las pruebas visuales de todo lo que había sufrido, quedó en el aire una tristeza agobiante, de una situación del pasado que seguía afectando al presente, y que nunca, en realidad, se iba a poder resolver. Es de esa clase de momentos en los que uno necesita decir algo y, como Nick acababa de llegar y era el que tenía un semblante menos serio de los tres, le tocó a él:
- Así que… te colaste en una comisaría. Mi hermano en su ladrón. Estoy orgulloso de ti: te he iniciado en el lado oscuro.
- Fue sólo una vez. Y no va a repetirse. – respondió Peter, avergonzado pese a que supuestamente Nick le estaba haciendo un halago.
- Sí, eso dicen todos. Pero, una vez lo pruebas, no puedes parar. No te avergüences, hermanito: no todos tienen talento natural para esto. Eres un privilegiado. Lo llevas en la sangre.
Chris frunció el ceño. Le parecía que detrás de la broma Nick escondía algo de verdad. Demasiada verdad, para su gusto.
- ¿Que lo lleva en la sangre? – preguntó, tratando de sonreír, a pesar de todo.
- Bueno, dado quién era nuestra madre, muchas veces nos hemos imaginado a nuestro padre como un vulgar ratero. Pero es que además Peter ha tenido al mejor maestro. – dijo Nick, señalándose a sí mismo, muy pagado de su propia habilidad.
- ¿Insinúas que eres un ladrón? – Chris fue incapaz de mantener el tono relajado.
- Eso no puedes probarlo. – replicó Nick, pero en un tono que daba a entender que sí, que lo era.
Chris miró a Peter, como buscando una confirmación.
- No te creas todo lo que dice - le explicó el chico. – Tiene cierta tendencia a exagerar sus "logros". Sólo fueron dos veces. Y lo hizo por un buen motivo.
- ¿Qué motivo? – preguntó Chris, más tranquilo, pero aun en guardia. Tenía informes sobre ambos. Nick tenía antecedentes, pero por vandalismo, allá por el tiempo de su primera adopción. Como le explicó el señor Wright, no se toman medidas cautelares contra los menores de catorce, y Nick tenía diez en aquella época. Así que alguien tuvo que pagar los gastos por él y asunto arreglado. Todo eso Chris lo sabía, lo entendía, y no le importaba. No es que fuera a cambiar de parecer sobre Nick si descubría que era un ladrón, pero sí estaría más pendiente del chico, dispuesto a cambiar aquello. Descubrió que, en realidad, no tenía motivos para preocuparse.
- No morirme de hambre – replicó Nick, algo molesto por ver que sus "méritos" no eran debidamente reconocidos.
Chris hizo memoria.
- Cuando te conocí en el orfanato me dijeron que tus intentos de fuga tuvieron éxito un par de veces. ¿Te refieres a eso?
Nick no le respondió. No le gustaba que le recordaran aquello. Se dio la vuelta para irse, pero Chris le puso una mano en el hombro.
- ¿Te refieres a eso? – insistió, con voz amable. Nick seguía sin responder, así que Chris continuó. – Oíd chicos, dadme un respiro ¿vale? No soy policía y tampoco psicólogo. Habéis tenido unas vidas muy…. Interesantes. Cada vez que descubro algo nuevo sufro un amago de infarto. A éste paso no llego a los cuarenta…
- ¿Es que aun no los tienes? – preguntó Nick, divertido.
- Tengo 32, mocoso ¬¬ Y muy bien conservados ¬¬
- Sí, ya, claro. Pues tienes unas arruguitas muy bien conservadas en el ceño.
- Esas son culpa tuya – replicó Chris – y de las veces que me lo haces fruncir.
Nick se rió. Chris pensó que se estaba acostumbrando a ese sonido. Haría lo que fuera para no dejar de oírlo a todas horas. Peter les observaba como diciendo: ¿"A ver, quién era el adolescente y quién era el mayor?", pero también se divertía, interiormente.
- Sí, Chris, me refería a eso. Robé algunas cosas cuando intenté "vivir" fuera del orfanato – respondió finalmente Nick, algo más serio. Pero una sonrisa entre pícara y traviesa se fue extendiendo cuando añadió – pero sigo estando en forma.
Levantó la mano, y allí, entre los dedos corazón e índice, tenía la cartera de Chris. Se la había cogido sin que éste se diera cuenta. Chris le miró con la boca abierta, comprobó que no la tenía en el bolsillo, así que efectivamente era suya, se la arrebató con un movimiento, y le dio un capón, pero sonrió con incredulidad. Como padre no podía aprobar esos talentos, pero caray, el chico era realmente bueno.
Más contentos, más relajados, más "normalizados", los tres chicos bajaron a la planta baja, donde en realidad Chris solía hacer su vida en la casa. Peter seguía en pijama, así que fue a cambiarse mientras Nick y Chris planificaban su día. Como no había ido al P3, tenían la mañana libre y para ellos solos. Decidió conservar el plan que les había sugerido a los chicos, el de dar una vuelta, pero les acompañó. Como al final no habían ido a comprar nada, con todo el lío de la visita familiar y demás, les llevó a varias tiendas juveniles. Sin embargo, se arrepintió en cuanto entraron en la primera: los chicos, en especial Nick, curiosearon un montón de cosas, pero él no había cogido demasiado dinero. Además, tampoco era tan rico como para gastar billetes inútilmente. Se mordió el labio pensando en si los chicos montarían una escena cuando les dijera que no podían comprar todo lo que querían…. Sin embargo, llegado el momento, los dos hermanos vinieron tan sólo con un par de camisetas, exactamente idénticas.
- ¿Sólo eso? – preguntó extrañado. Estaban en un centro comercial, y les había visto en la sección de ropa, de libros, de música… Además, le extrañaba que hubieran cogido una prenda igual a la que llevaba el otro. En aquellos días había comprobado que a los dos hermanos la ropa les daba igual: se ponían lo primero que veían, eso sí, Nick siempre llevaba los pantalones más bajos de lo normal.
- No necesitamos nada más – respondió Peter, encogiéndose de hombros. Chris se recordó que no podían estar acostumbrados a los caprichos. En un orfanato no sobraba el dinero.
- ¿Y por qué iguales? - dijo con curiosidad
- Porque aun seguimos empeñados en hacer que nos confundas – dijo Nick, testarudo. – A partir de hoy, todos los días nos vestiremos exactamente igual.
- Os miraré atentamente, y veré que Peter es el más delgado.
- Con todo lo que nos haces comer, los dos terminaremos rodando como bolas en pocos días. – respondió Peter, con una sonrisa.
- ¡Oh! ¡Comida! – dijo Chris, acordándose de pronto. – Hemos volatilizado lo que tenía en la nevera.
Así que hicieron la compra. Así fue como terminó de descubrir las manías alimenticias de cada uno: Además del hecho de ser vegetariano, y de no soportar la leche sola, Peter odiaba el pimiento crudo.
- Pero, ayer te lo puse en la ensalada – comentó Chris. – Y te lo comiste.
- Sí, y también me bebí la leche y no me verás repetir. No voy a hacer una pataleta sin sentido cada vez que haya algo que no me gusta. A no ser que funcione – añadió de pronto, mirando a Chris con expectación. En el orfanato no funcionaba. Chris se rió.
- Me temo que no. Pero una cosa es que tengas que comértelo, y otra que te lo ponga todos los días. Apuntado: poco pimiento.
En cuanto a Nick, su lista de manías era mucho menos selecta. No le gustaba el pescado, salvo el salmón. Como a Leo. No le gustaba el brécol, como a Leo. No le gustaba la pera, como a Leo.
- ¿Estás seguro de que no eres hermano biológico de Leo? – preguntó Chris, cuando se enteró de que tampoco le gustaba la berenjena. Leo siempre hacía un berrinche con esa hortaliza.
- Tu hijo es sabio – respondió Nick, dignamente. – La berenjena no está hecha para ser comida por el ser humano.
- Eh, que a mí me gusta – protestó Peter.
- Lo cual demuestra que no eres humano. Lo que yo decía. Sabe más un niño de ocho años que tú, Peter.
Peter sonrió, aceptando la broma y Chris pensó que se les veía muy relajados. Tal vez tenían que hacer más cosas cotidianas como aquella. Desde luego, prefería mil veces esos momentos a la simple cordialidad que solía demostrar Peter, y a la hostilidad de Nick. Pensó que aquellos chicos sólo necesitaban que los trataran bien: Peter tenía muchas heridas internas que curar, y Nick tenía que perdonar al mundo por haberle dejado de lado.
Para cuando terminaron de comprar todo lo que necesitaban y regresaron a casa, se acercaba la hora de que Leo saliera del cole. Decidieron irle a buscar todos juntos: así darían una sorpresa al niño, y Nick y Peter empezarían a conocer el camino. Peter se orientaba bastante mal, pero Nick estaba acostumbrado a callejear sólo y Chris estaba seguro, cuando llegaron al colegio, de que sabría volver perfectamente, pese a haber hecho el camino una única vez.
Peter quería disculparse con Leo. Chris le había insistido en que no era necesario, pero el chico se sentía mal por haberle hablado de forma tan brusca. Después de todo, el niño no sabía lo que había dentro de la caja ni por qué quería que fuera privado.
- Tú mismo me has frenado esta mañana.
- Aun no sabía lo que había dentro.
- Eso no cambia nada. Es un niño, y le aprecio.
A Chris le hubiera gustado más oír "es mi hermano, y le quiero", pero pensó que por algún sitio había que comenzar.
- En cualquier caso, tiene que aprender a no coger lo que no es suyo, sobre todo si ya le han dicho que no lo haga.
Peter no dijo nada. Se olía que el pequeño estaba en problemas, y no le hacía ninguna gracia que fueran a castigarle por su culpa. Pero tal vez Chris sólo fuera a hablar con él. No tuvieron tiempo para más porque en ese momento salió la clase de Leo. El niño no parecía muy contento, pero cambió el semblante en cuanto les vio. Corrió hacia ellos y Chris pensó que iba a abrazarle, pero se quedó abrazando al aire cuando Leo se tiró a los brazos de Peter.
- Siento lo de esta mañana – dijo el niño, tanteándole para ver si seguía enfadado.
- Yo lo siento también, peque. Me levanto de mal humor. – le revolvió el pelo con cariño.
- Ejem – intervino Chris. – Me voy a poner celoso ¿sabes?
Leo le sacó la lengua.
- Yo te tengo que compartir a ti, así que tú tienes que compartirme a mí – dijo, pero pese a todo cambió los brazos de Peter por los de Chris.
- Claro, y yo mientras tanto a llevar la mochila – repuso Nick, haciéndose el indignado. Efectivamente, había cogido la mochila del niño y se la había puesto a la espalda. – Que sepas que estás mal enseñando a tu hijo: él también nos distingue sin problema.
- Eso es porque soy muy listo. – y porque había sido Peter el que había abierto sus brazos para él. Generalmente, Nick era el efusivo, pero Leo y él tenían otro tipo de relación. Se llevaban bien, pero Leo sabía lo que podía obtener de Nick, y lo que no. Peter en cambio hacía básicamente todo lo que él quería.
- ¿Qué tal el día? – preguntó Chris.
- En Lengua hemos hecho dos redacciones – respondió el niño. Siempre hablaba de esa asignatura, y en cambio evitaba cuidadosamente hablar de Conocimiento del Medio. A partir de ese momento el chico empezó a parlotear, aunque había momentos en los que de pronto se quedaba callado, como si hubiese estado a punto de decir algo que no quería decir. Chris se dio cuenta de ese detalle, pero lo dejó estar.
No habían llevado el coche, así que volvieron dando un paseo. Incluso cuando no estaban los chicos y podían orbitar, a Chris le gustaba volver tranquilamente andando con su hijo.
Cuando llegaron a casa, Nick devolvió la mochila a su legítimo dueño. Leo subió un momento a dejarla en su cuarto y bajó enseguida, preguntando si faltaba mucho para comer. Chris se dio cuenta de que no había sido un buen padre aquella mañana, enviándole al colegio con una mandarina y sin un triste bocadillo. Le dio una galleta, y se puso manos a la obra con la cocina. Nick, como si tuviera un sensor que le avisaba de cuándo iba a ponerse a cocinar, bajó a ayudarle. Peter había desaparecido, y pronto les llegó el sonido de la guitarra, desde el piso de arriba. Chris sonrió
- ¿Te dije o no te dije que era un genio? – le dijo Nick, sonriendo también. – Pero no le digas que he dicho eso, a ver si se lo va a empezar a creer.
Chris se imaginó un mundo en el que Peter fuera prepotente. Al principio le extrañó, pero luego se dio cuenta de que, a su manera, y tras todas aquellas inseguridades que escondía, ya lo era. Se comportaba como si tuviera más años de los que tenía. Nick, en cambio, era directamente orgulloso y altanero, pero a la hora de la verdad era consciente de que aun podía ser un niño, y lo disfrutaba.
Estaban tranquilamente cocinando y escuchando a intervalos regulares el sonido de la guitarra y de la voz de Peter cuando empezaron a oír gritos.
- ¡Eres tonto! – oyeron chillar a Leo.
La respuesta de Peter no se entendió, porque él no había elevado tanto la voz.
Chris se preguntó si debía intervenir, o dejar que resolvieran sus propios problemas: sabía que no era bueno intervenir en todos los conflictos entre hermanos. Permaneció con Nick un poco más, antes que escucharon el sonido de alguien que caía al suelo, seguido del llanto de Leo.
Chris subió arriba enseguida, y entró a la habitación de Peter, donde Leo estaba llorando sentado sobre el suelo. Iba a preguntar qué había pasado, pero no hizo falta.
- Papi, Peter me ha pegado – lloró, y le señaló acusadoramente.
Chris miró al aludido, que parecía realmente sorprendido.
- Yo no he hecho eso.
- ¡Si lo has hecho!
- No Leo, no lo he hecho. Nunca lo haría. Hablo en serio. Lo siento si te he asustado.
Peter parecía conservar la calma, aunque la insinuación de Leo no le había gustado. Chris abrazó a Leo, y se decidió a no acusar a ninguno hasta que no tuviera la suficiente información. Le sorprendió darse cuenta de que estaba predispuesto a creer a Leo, y se sintió mal por ello. Tanto que insistía en que todos eran hijos suyos, y a la hora de la verdad prefería a Leo antes que al resto. "No, Chris" se dijo. "Lo que pasa es que él es el pequeño." Se dio cuenta de que esos eran sus verdaderos motivos: en una pelea tendería siempre a culpar al mayor, porque es él quien debe mostrar más autodominio.
- ¿Qué ha pasado?
La pregunta se la hizo a Peter, pero fue Leo el que le respondió, antes de que el adolescente abriera la boca.
- Le pregunté si podía tocar la guitarra y me dijo que no.
- Eso no es cierto. Te dije que para la guitarra eléctrica tenías que usar la púa, nada más.
- ¡Pero yo quería tocar con la mano!
- Te hubieras hecho daño. Las cuerdas son de metal, se tocan con la púa.
- ¡No me la dejaste!
- Sin la púa, no. – admitió Peter, impasible a pesar de que el niño le estaba gritando otra vez.
Chris se estaba haciendo una idea de la situación.
- Peter no te dejó tocar. Y entonces ¿qué pasó?
Ahí debía ser cuando escuchó el "eres tonto".
- Me enfadé y le cogí la guitarra.
- Leo, no puedes coger lo que no es tuyo. Tienes que pedir permiso – le dijo Chris, con voz cansada. De fondo, estaba el mismo problema que con la caja, del que todavía tenía que hablar con Leo.
- Y lo pedí.
- Pero te dijeron que no. Eso quiere decir que no podías cogerla.
Siendo otro el caso le hubiera dicho a Peter que podría haber cedido, pero entendía que no se trataba de que no hubiese querido compartir la guitarra, sino de que el niño no quería coger la púa que era necesaria para tocarla.
- ¡Pero yo quería! Además, da igual, porque él me la quitó, y me amenazó.
- ¿Y le pegaste? – le preguntó Chris a Peter, recordando la primera acusación del pequeño. Lo de la amenaza no le había gustado.
- ¡No! – respondió Peter, ofendido y comenzando a enfadarse él también. - ¡Y tampoco le amenacé!
- ¿Me estás llamando mentiroso? – preguntó Leo, saliendo de los brazos de Chris, para encararse con Peter. Hubiera sido gracioso dado su pequeño tamaño de no ser porque parecía perfectamente capaz de darle un puñetazo de verdad.
- Mira, yo no te estoy llamando nada. Has sido tú el que has empezado a insultarme cuando te he quitado la guitarra. Yo lo único que he dicho es que no debías decir esas palabras.
- ¡Acusica! ¡Además, tú no eres mi papá! – gritó el niño, y se tiró sobre él. Chris le cogió y le apartó de Peter, porque Leo había empezado a pegarle con puñetazos y patadas. Aunque tuviera ocho años, tenía la suficiente fuerza como para que Peter, que no se había defendido, se frotara la espinilla con evidente dolor.
Chris le dio la vuelta a Leo y le dio un azote fuerte. El niño dejó de moverse de inmediato. Chris no solía pegarle delante de terceras personas, no le gustaba, y por eso mismo sólo le dio un azote y no la azotaina que pensaba darle después. Con eso consiguió toda la atención del niño.
- Él no es tu papá, pero yo sí. Deja de portarte como un salvaje y cuéntame lo que ha pasado. ¿Por qué dices que te ha pegado?
Leo había enmudecido de pronto. Chris no sabía si era porque le había dado un azote delante de sus hermanos. El niño era muy pequeño para esa clase de vergüenzas, ¿o no? En cualquier caso, sólo obtuvo respuesta de Peter, que parecía algo apenado.
- Seguía intentando cogerme la guitarra y yo, al tratar de evitarlo, he debido de darle sin querer.
- No, sin querer no. ¡Me has pegado con la guitarra!
Ocurrió algo extraño. Leo lo decía con la misma seguridad con la que él, una vez, dijo que Wyatt le había pegado con una carpeta. En aquella ocasión fue cierto, y estuvo a punto de creer que en ésta ocasión también, porque Peter bajaba la cabeza como si de verdad hubiera hecho algo malo. Sin embargo, recordó cuál era la historia del muchacho. Recordó que le habían pegado con toda clase de cosas, y supo que nunca, por muy cabreado que estuviera, sería capaz de hacer algo como pegar a Leo con una guitarra. Además, el niño no mostraba signos de que el golpe hubiera sido gran cosa: si un chico de 16 años le hubiera golpeado con una guitarra, le hubiera dolido de verdad. Aquello parecía fruto más bien de un golpecito accidental, tal como decía Peter. Por eso, se puso a la altura de Leo y le miró a los ojos.
- ¿Estás seguro de que no fue sin querer? – le preguntó.
- No, fue a propósito – respondió el niño, pero Chris se dio cuenta de que mentía. Le molestó que le mintiera tan directamente: eso indicaba que el niño no se había confundido, tomando por agresión lo que no lo era. Sabía que había sido sin querer y aun así decía que había sido aposta.
- Está bien – dijo, actuando como si le creyera. – Peter, ven conmigo – dijo en tono serio.
El chico le miró sorprendido y dolido, seguramente pensando que había creído al niño. Sin embargo, no dijo nada, y obedeció. Cuando salieron del cuarto, Peter seguía sin decir nada, así que Chris se dio la vuelta y le miró.
- ¿No vas a decirme que mi hijo miente?
- ¿Me creerías? – preguntó Peter, con una voz enronquecida de puro enfado.
- Sé que miente – dijo Chris. – Tranquilo – añadió sonriendo, para que viera que en verdad no le culpaba.
El semblante de Peter se relajó, pero aun fruncía el ceño cuando preguntó:
- Entonces, ¿qué hago aquí?
Había supuesto – y temido, como hacía mucho tiempo que no temía nada – que Chris iba a castigarle.
- Esperar a que venga a decirme la verdad. Si conozco a mi hijo saldrá de ahí en unos momentos lleno de culpabilidad, si cree que te estoy regañando por algo que ha hecho él.
Leo pensaba que Chris estaba haciendo algo más que "regañarle". Se sintió muy mal al pensar que a Peter iban a castigarlo por su culpa. Se sintió muy mal, pero el miedo pudo más, y se quedó sentado. Había hecho cosas muy malas aquél día: primero lo de la caja, luego lo de la nota en clase (aunque eso su padre aun no lo sabía), después se había peleado con Peter y le había dicho unas cosas que sabía que no podía decir, y le había mentido a su papá. Encima después, enfadado, se había lanzado a pegar a Peter que, efectivamente, no había llegado a hacerle nada, porque él sabía que lo de la guitarra había sido un accidente. Pero estaba enfadado porque no le había dejado tocar la guitarra, y por eso le echó las culpas con su padre. Ahora sabía que si le decía la verdad, su padre le mataba.
Sin embargo, recordó todas aquellas veces en las que había hecho algo imperdonable (como romper el móvil de su padre en una rabieta, o esconderle las llaves del coche porque estaba enfadado) y su papá no lo había matado. Le había castigado, es verdad, pero le había perdonado. Y decía que le seguía queriendo. Limpiándose las lágrimas, Leo abrió la puerta del cuarto de Peter y fue a buscar a su papá.
- Fue sin querer, papi – dijo, y se frenó en seco cuando le vio en el pasillo, con Peter. Se asombró de verle ahí.
- ¿Qué has dicho? - preguntó Chris, como si no hubiera podido oírle.
- Que fue sin querer. Peter no me pegó.
Chris sabía lo mucho que a su pequeño le había costado decir la verdad. Se sintió orgulloso de él, aunque le hubiera gustado que fuera sincero desde el principio.
- Gracias por decir la verdad, campeón. Mentir está muy mal, y sabes que a mí en particular no me gusta nada. – había dos cosas que a Chris le enfadaban mucho: las mentiras, y las desobediencias directas. Había otras cosas con las que era un poco más tolerante, porque podía entender que eran cosas de críos. Lo de la guitarra no hubiera sido para tanto si Leo no lo hubiera agravado con insultos, mentiras, y ataques violentos. Probablemente ni había intervenido, viéndolo como una pelea normal entre hermanos
- Sí, papá. Snif snif – Leo lloraba triste y avergonzado. No sólo por su papá, sino también por Peter, que tenía que estar tan enfadado con él que no iba a volver a hablarle.
- Ahora vamos a comer. Después vamos a hablar muy seriamente sobre mentiras, palabrotas, pegar a los demás y coger lo que no es tuyo.
Leo lo vio como una lista de cargos realmente larga, y decidió que su papá se enfadaría más si descubría lo de la nota sin que él se lo dijera.
- Y lo de la nota – dijo bajito.
- ¿Qué nota?
- De Tara.
Tara era la profesora de Conocimiento del Medio de Leo. No era la primera vez que traía una nota suya a casa y Chris le había avisado que la próxima vez que trajera una le castigaría. Suspiró.
- Y lo de la nota – añadió. – Pero ahora a comer, vamos.
Bajaron a comer. Chris se llevó una grata sorpresa al ver que Nick había puesto la mesa él sólo, y los esperaba con todo ya servido. Le sonrió e intentó darle un beso. Como el chico tuvo uno de esos ataques de "ya soy mayor para que me vayas dando besos", le hizo cosquillas.
La comida fue bastante silenciosa. De hecho, los únicos que hablaron fueron Chris y Nick. El motivo del silencio de Leo era bastante obvio, y en cuanto a Peter, lamentaba que el pequeño estuviera en líos. Le había dolido que le acusara de pegarle, pero no le guardaba ningún rencor y en cambio ahora el que le iba a pegar era Chris. Peter aun no sabía qué pensaba respecto a los castigos de Chris. Sabía distinguir entre maltrato y unos azotes, pero no podía dejar de pensar que, cuando le llegara a él el momento, se moriría de miedo. Durante unos segundos había creído que Chris le iba a castigar y no pudo evitar pensar en sus otros padres. Decidió que nunca le daría motivos para que le castigara. Iba a ser el hijo modelo.
Cuando acabaron de comer, Chris mandó a Leo a su cuarto. El niño tardó un segundo en obedecer, pero luego debió de pensar que era mejor no empeorar su situación. Esperó a su padre en su cuarto, sentado sobre la cama.
Por su parte Christopher no dejaba de suspirar. Dejó a Nick y a Peter viendo la tele, y él fue al cuarto de baño a coger el cepillo. Había decidido obviar lo de la nota: aun no la había leído, pero adivinaba que era porque Leo no había llevado los deberes. No es que le hiciera gracia, pero con el follón de fin de semana que habían tenido, con la llegada de los chicos y la visita familiar, podía entender que no se hubiera acordado, y él mismo tampoco había estado muy pendiente. Sin embargo, no le gustaba que le hubiera ocultado eso, ni que hubiera mentido tan descaradamente respecto a la pelea con Peter. Aun no sabía además qué palabrotas había dicho, y no estaba dispuesto a tolerar que se pudiera a pegar como un salvaje a nadie sólo por llevarle la contraria. No se olvidaba de lo que había provocado todo: la insistencia de Leo cuando le decían que no; la necesidad de desobedecer que parecía tener cuando le decían que no podía coger un objeto que no le pertenecía. En definitiva, su pequeño estaba en muchos problemas, y nadie lo sentía tanto como Chris, que odiaba ser el malo de la historia y ver sufrir a sus hijos. Sólo utilizaba el cepillo para cosas graves, y aquella vez estaba dispuesto a enseñar a Leo a no coger lo que le habían dicho que no cogiera.
Fue al cuarto de Leo y trató de prepararse. El niño ya sabía que se había pasado, así que Chris esperaba que pusiera las cosas fáciles y no hiciera nada para hacérselo más difícil. Sin embargo, debía ser demasiado pedir, porque cuando Leo vio el cepillo salió corriendo. Chris le había pegado con él alguna vez y al niño no le gustaba nada. Chris le persiguió y le agarró enseguida, porque sus piernas eran más largas que las de su niño. Leo se tapó el trasero con las manos, temiendo unos azotes, pero Chris le dio un beso en la cabeza. No iba a castigarle por no querer recibir un castigo. Era una reacción natural hasta cierto punto. Con aquél beso, que pretendía tranquilizar un poco al niño, consiguió que se pusiera a llorar.
- No, por favor, papá. Me portaré bien, te lo prometo.
- Sé que te portaras bien, hijo – dijo Chris mientras se sentaba, y ponía al niño frente a él. Comenzó a bajarle los pantalones. – Esto es para que nunca se te olvide, y para enseñarte que no me gustan las mentiras, ni las desobediencias. Peter te dijo que no podías coger la caja y trataste de cogerla. Te lo impedimos, y lo volviste a intentar, e hiciste que Peter se enfadara mucho. Cuando ya te había perdonado, intentas quitarle su guitarra. No es que no te la quisiera dejar, Leo, es que es verdad que para tocarla necesitas la púa. Te dijo que no, y nuevamente hiciste lo que se te antojaba, y la cogiste. Como no te dejó, le insultaste y luego me mentiste a mí. Lo que dijiste está muy feo, Leo, si fuera verdad que Peter te pegó con la guitarra me hubiera enfadado mucho con él. Y todo porque estabas enfadado. Te lo pregunté varias veces y me mentiste.
Las lagrimitas bajaban por la cara del niño. Chris suspiró, y colocó al niño, ya sin ropa, sobre sus rodillas. No cogió el cepillo directamente: no iba a darle toda la zurra con eso. El niño aun era pequeño, y él quería castigarle, no hacerle verdadero daño. Empezó los azotes con su mano, controlando su fuerza, pero al niño le dolía.
SWAT SWAT SWAT SWAT
- Papíiiiiiiiii – se quejó el niño, y desde ese momento ya no estuvo callado.
- No es cuestión de llorar ahora, Leo, sino de obedecer cuando te dicen algo.
SWAT SWAT SWAT SWAT
- Si te dicen que no, es no.
SWAT SWAT SWAT SWAT
Leo empezó a llorar con más fuerza, y esa fue su señal para coger el cepillo.
CRACK CRACK
- No intentarás coger lo que no es tuyo.
- Ayy. ¡No lo haré!
CRACK CRACK
- No me mentirás, Leo. Nunca.
- ¡Nooo!
CRACK CRACK
- No le darás más patadas ni puñetazos a tu hermano.
- No, papi.
CRACK CRACK
- Y no insultarás a la gente ni dirás palabrotas. Ya no sé cómo decírtelo, hijo.
Leo dijo algo así como "no lo haré", pero los sollozos lo hicieron incomprensible. Chris dejó el cepillo, y cogió a su hijo. Los calzoncillos habían terminado en el suelo, junto con los pantalones, y Chris podía ver que tenía el culito muy rojo. No le había pegado fuerte; no con la misma fuerza que pegaba a Nick, por ejemplo, pero aun así había sido una azotaina algo dura que esperaba no tener que volver a repetir. Le acarició la espalda al niño, que lloraba mucho.
- Leo, quiero saber qué palabrotas le dijiste a Peter.
Leo se limitó a llorar, y a taparse la espalda.
- Tranquilo, hijo. Ya te he castigado, no te voy a pegar más, pero quiero saberlo.
- Le…snif…le le dije "Idi y lo que sigue", y "gili…." Y la palabra que empieza por "c".
- ¿Por c? – preguntó Chris, que no caía.
- Cabrón – dijo el niño muy bajito.
- Oh. – esa era nueva. Esperaba que no la hubiera aprendido de Nick, aunque no creía que le hubiera dado tiempo, porque además no le había oído decir palabrotas delante del niño. - ¿Y le dijiste todo eso porque estabas enfadado?
- Sí – reconoció Leo, sollozando.
- Shhhh, shhhhh. Ya está, campeón, ya está. Sabes que no me gusta que digas esas cosas ni que te portes mal, por eso te he castigado, pero ya te he perdonado. Ya está, no pasa nada.
Leo siguió llorando, abrazado a él. El trasero le dolía y le picaba, y también estaba enfadado por su papá por haberle pegado, pero era lo suficientemente listo como para saber que aquél no era momento de rabietas. Cuando se sintió un poco mejor, sin embargo, se separó de su padre y se fue.
Chris no se lo impidió, pero le sorprendió mucho que hiciera eso. Normalmente pasaban un rato más abrazados, y Leo solía agradecer su consuelo. Chris apoyó los codos en las piernas, y la cabeza en las manos, apenado por haber tenido que castigar a su pequeño. Pero había cosas que no podía permitir, sobre todo cuando se repetían. Se dio cuenta de que, en su prisa por irse, Leo no se había puesto los pantalones, así que fue a buscarle para dárselos.
Mientras tanto, Leo había bajado las escaleras, y había ido donde estaba Peter: en el sofá con Nick, viendo la tele. Sin decir nada, se acercó a Peter, tanteando el terreno. Peter le vio, y le saludó, reparando en sus lágrimas.
- ¡Ey! Hola, peque.
Le sonrió, y el niño lloró más aun, aunque no sabía por qué. Quizá porque Peter no estaba enfadado con él, y eso le hacía sentir más culpable; quizá porque aun le dolía. En cualquier caso, lloró y se frotó el trasero, muy tiernamente. Peter le tomó en brazos y le puso encima de él. En vez de sentarlo, pudiéndole hacer daño, le puso con la cara sobre su pecho, como había visto hacer con algunos bebés, de tal forma que Leo quedó semitumbado encima suyo. No sabía qué decir, así que no dijo nada. Acarició las piernas del pequeño, sorprendido de que no llevara pantalones. Pero así pudo ver las señales del castigo, que no eran ningunas más que un poquito colorado allí donde le habían pegado. Chris no era ningún animal, y aunque Peter ya lo sabía, comprobarlo le tranquilizó. Mimó al niño, y en esto estaba cuando Chris llegó al salón, con los pantalones de Leo. Se quedó confundido, en la puerta, sin saber qué hacer. Peter le hizo una señal con la cabeza, como un "ya me encargo yo". Acarició la espalda de Leo hasta que se calmó.
Nick asistió a todo esto en silencio, fingiendo que seguía viendo la tele, pero alargó la mano y acarició brevemente el pelo de Leo.
- Venga, enano. Deja de llorar o derretirás a Peter. ¿No ves que está hecho todo de azúcar?
El niño entendió que al decir que Peter estaba hecho de azúcar se refería a que era muy dulce, pero no supo lo que Nick quería decir con derretirse. Se separó un poco de Peter y se frotó los ojos.
- ¿Y qué?
- Pues que el azúcar se derrite con el agua.
- Genial Nick, clase de ciencias: justo lo que necesita.
- Ha dejado de llorar ¿no?
Nick se encogió de hombros y se levantó del sofá, volviendo a revolver el pelo del pequeño. Por su parte, Peter siguió abrazando a Leo y decidió que tenía que decirle algo.
- Puedes coger mi guitarra siempre que quieras, Leo, pero si coges la eléctrica tienes que utilizar la púa. Puedes hacerte daño, ¿entiendes? Como si te cortaras.
Leo entendió. Antes no le había creído, pensando que Peter lo decía sólo para que no cogiera la guitarra, pero estaba siendo bueno con él, y si se lo decía sería porque era verdad. Asintió, y siguió abrazado, hasta dormirse.
Chris, que había observado en silencio y con cierta incertidumbre, se acercó.
- Me lo llevaré a la cama: te estará dando calor.
- No me molesta, Chris, déjale. Pero dame sus pantalones: los querrá cuando despierte.
Sin embargo, Leo no despertó sino que, al cabo de cinco minutos, cuando Chris regresó, Peter se había dormido también. Le dio mucha ternura verlos dormir abrazados. Les dejó así un momento, y luego cogió a Leo y lo llevó a su cama, sin que se despertara. Con Peter no podía, y mucho menos subir las escaleras, así que le despertó con suavidad. El chico se dejó guiar hasta su cuarto y se durmió. A Chris se le ocurrió de pronto que tal vez se pasaba las noches en vela, o algo, porque parecía mortalmente cansado.
Fue al cuarto de Leo, a darle un beso, y el niño se despertó. Se le quedó mirando durante un rato, y luego el niño preguntó:
- ¿Me quieres?
Esa pregunta se la hacía a menudo, como un juego. No porque lo dudara, sino porque era algo que hacía desde pequeño, como un saludo. Cuando era un bebé y jugaban al cucú-tras, Leo hacía esa misma pregunta cada vez que su padre "le encontraba” cuando se había escondido. A veces la repetía en tono mimoso, pero aquella vez parecía preguntarlo en serio.

- Con todo mi alma, Leo. – respondió, y se sentó en la cama hasta que el niño se volvió a dormir.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario