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lunes, 6 de abril de 2015

Chapter 89: Shock



 


Chapter 89: Shock
 




REALIDAD 1
- ¡Noooo! - gritó el demonio, hasta que su voz se extinguió con su muerte.
Peter respiró con fatiga, observando cómo las llamas devolvían a ese ser al inframundo. Con ese, eran ya seis los poderes que acumulaba. Estaban los de Leo que a decir verdad eran más de uno. Gracias a él podía orbitar, curar, lanzar rayos, y otras cosas de las que había oído hablar, pero que nunca había probado. Lo cierto es que los poderes de Anciano le asustaban un poco. Sobre todo porque sentía un molesto zumbido en la cabeza, como si alguien quisiera hablar con él que no podía ser otra cosa que las voces de los demás Ancianos. Pero él las ignoraba.
Estaban también sus propios poderes. Y los de aquél último demonio al que se había enfrentado, que expulsaba una especie de ácido que ya había demostrado su efectividad en el hombro de Peter. Tenía también los poderes de dos demonios más, que podían hacer arder a sus víctimas y ahogarlas respectivamente. Y estaban además los poderes de un brujo al que había matado justo después de aniquilar al soldado. Había sido toda una hazaña, y aun así Peter no se sentía demasiado orgulloso de sí mismo. Se decía que eran tonterías, que llevaba demasiado tiempo lejos de casa y por eso pensaba cosas raras… pero lo cierto es que no le hacía feliz la idea de haber matado a dos personas. De alguna manera, él era consciente de que era diferente el aniquilar a un demonio que el matar a un ser humano. Esa diferencia nunca había significado nada para él, pero eso estaba cambiando… Peter veía los rostros del brujo y del soldado constantemente en su cabeza, y eso le impedía disfrutar del poder que había adquirido.
Se crispó. ¿Sería por todo aquello de ser el "demonio de la vida"? ¿Se suponía que debía sentirse mal al matar a alguien? Nunca le había pasado. O nunca había dejado que le afectara, al menos. Siempre había matado a tipos que se lo merecían. Pero aquellos hombres eran inocentes…¡Agh! ¡Maldita sea! ¿Qué era ese nudo que sentía en el estómago?
Peter sacudió la cabeza. Esas cosas no podían afectarle. No en aquél momento. Caminó hacia la pared de la cueva en la que se encontraba, y acarició la roca. Creía que ya era lo suficientemente poderoso como para intentar el hechizo que le haría volver a casa: el mismo que había usado Barbas para enviarle allí. Contaba los segundos para volver allí y matar a aquella sanguijuela, pero de una vez y para siempre. Tan sólo le faltaba un ingrediente… algo así como una vela, o cera, que encontraría en la primera casa con la que se topara. Subió a la superficie, reparando en que aquello le costó muy poco: los demonios le huían y nadie trató de impedírselo. Pudo orbitar sin ningún problema. Sonrió.
Al salir afuera, las calles estaban inundadas de líquido rojo. Le llegaba por las rodillas. Era algo tétrico, y morbosos, y sangriento. Tanta sangre hacía pensar en muchas víctimas. Pero ese líquido salía del cielo, y no dejaba de hacerlo. Las gotas cayeron sobre Peter, que protestó, sobre todo cuando impactaron en el hombro que tenía magullado. Se transformó en demonio durante unos segundos. Las quemaduras se curaron; la herida del hombro, provocada por el veneno de aquél demonio, no. Se consoló pensando que no era muy profunda: le había dado sólo de refilón.
Pensó que no debería haberse deshecho de aquél paraguas metálico. No recordaba qué había hecho con él. Lo habría perdido en alguna de sus peleas. A decir verdad, tampoco recordaba demasiado de sus peleas, como si su mente estuviera en blanco. Como si quisiera bloquear ese recuerdo reciente. Suspiró. Y entonces escuchó un gritito agudo. Por instinto, giró la cabeza en busca del sonido, y la vio: una niña que se tapaba inútilmente con las manos, mientras la lluvia caía y la abrasaba con cada gota.
"Estúpida" pensó, e iba a pasar de largo, pero estaba como clavado en su sitio. Se estaba quemando las piernas a causa del líquido, pero no era por eso: era un dolor que podía soportar a la perfección, porque era un proceso lento y él contaba con la ventaja de la auto curación en cuanto decidiera volver a transformarse. No se trataba de eso. No era un impedimento "físico". Algo dentro de él le impedía seguir de largo, y dejar tirada a esa niña.
Se sorprendió a sí mismo al caminar en dirección a la chiquilla. Las gotas de lluvia, por suerte no muy intensa, le laceraban la piel, así que entendía perfectamente el dolor de la niña, que debía de llevar un buen rato bajo la lluvia, porque tenía gran parte de su cuerpecito con quemaduras.
- ¿Qué haces aquí, idiota? – le gritó Peter, avanzando por el torrente de agua. Dios. Aquello era como… como bañarse en lejía. Quemaba. Mierda. Y el sonido era ensordecedor.
- ¡Mi perrito se ha escapado! – gritó la pequeña.
- ¡Tu perrito ahora mismo será poco más que un perrito caliente! – replico Peter, protegiéndose la cara. - ¡Se habrá quemado! ¡Que es justo lo que nos pasará a nosotros si no nos moveos de aquí!
- ¡Pero no puedo irme sin Mozart!
- Ya lo creo que puedes. Y vas a hacerlo ahora mismo – gritó Peter, pero supo que ya era tarde. Se dio cuenta nada más acercarse: esa niña no estaba viva. La mitad derecha de su cara era…. Estaba…. Bueno, daba náuseas. Completamente abrasada, y hasta….derretida. Estaba viendo un fantasma, como había hecho Leo con su madre. Y a juzgar por los gritos de la niña, ella no recordaba que estaba muerta…Creía que aún sentía dolor…
Peter salió corriendo, en parte a refugiarse, y en parte porque ver aquello le impactó mucho. Él había sido el elegido de esa niña, para dejarse ver. ¿Por qué? ¿Estaba tan confundida que había sido un error? ¿Es que no tenía a nadie más? Tal vez vivía en la calle, y la lluvia le había pillado fuera, condenándola a aquella muerte espantosa… Y no podía cruzar al otro lado, porque el mundo se estaba yendo a la mierda.
Se metió debajo de un tejado, se curó sus propias quemaduras, y se sentó en el suelo, abrazándose las piernas. Le dolía el pecho. Le quemaban las lágrimas. ¿Qué le estaba pasando? ¿Por qué le afectaba tanto haber visto esa niña muerta? ¡Si era sólo una estúpida cría!
"Sólo una cría." pensaba, como en shock. "No podía ser mucho mayor que Leo."
Sólo una niña, y estaba muerta. El Chris de ese mundo se había enfadado mucho con Nick por pegar a Leo y hacerle un moratón bastante feo. ¿Cómo de enfadado estaría si su pequeño hubiera muerto abrasado? Esa niña no tendría que haber muerto. Tendría padres, o tal vez no, daba igual. Alguien la echaría de menos. Alguien tendría que echarla de menos, era tan pequeña… No podía tener enemigos. No tendría que haber abandonado el mundo todavía.
Y aquél soldado…¿Cuántos años tendría? ¿Veintiuno? ¿Veintidós? No eran muchos más de los que tenía él. Tal vez tuviera padres, hermanos, amigos… Y él le había matado de un plumazo, y prácticamente sin motivos. ¡Ah! El pecho le dolía otra vez. De pronto vomitó, y se sintió débil. ¿Sería porque seis poderes eran demasiados para una sola persona? ¿Su ambición le estaba pasando factura? ¿O eran sus delitos, y el Destino, que venía a juzgarle?
Lo oía en su cabeza. "Asesino", decían las voces. Y lo repetían constantemente. No pudo soportarlo. Peter se agarró la cabeza y se aovilló, buscando que las voces se apagaran. Buscando que muriera su conciencia. De pronto entendió por qué esa niña le había elegido a él: para despertarle de su estado de shock. Para desenterrar sus sentimientos de lo más profundo de su conciencia. Para que se diera cuenta de que era un asesino, y de que eso no le gustaba, y de que nunca le había gustado, en realidad.
Se agazapó aún más. Le dolía el estómago, y la cabeza. Sudaba, y tenía frío. A su alrededor, fuera del porche, la lluvia seguía cayendo, con su ruido culpable, delator. Ploc. Ploc. Ploc. Ploc. A lo Edgar Alan Poe*, el escritor de su libro ponía ahí ese sonido para enloquecerle, y lo estaba consiguiendo. Ploc. Ploc Ploc.
"Basta. No puedo soportarlo. Basta"
Lloraba lágrimas de rabia, de ira, porque no quería sentir eso que estaba sintiendo. Rechazaba la culpa, pero era más fuerte que él, y le estaba matando.
- Papá... – susurró. ¿Qué pensaría su padre al verle así? ¿Qué diría del despojo cobarde en el que se había convertido su hijo? Y la lluvia… la maldita lluvia que no dejaba de caer…. ¿Qué pensaría Chris? Recordó la decepción en sus ojos al descubrir que era un asesino. ¿Qué pensaría ahora que lo había vuelto a hacer? Seguro que ya no estaba tan orgulloso de él… - Chris… - gimió, mientras la lluvia seguía cayendo.
Cerró los ojos, pero el dolor no desapareció con la luz. Volvió a abrirlos, y sintió que se mareaba. Desesperado, se dejó llevar, y orbitó al único sitio dentro de aquél extraño mundo al que podía llamar hogar. Apareció en su casa...
- Chris –volvió a decir, y se desmayó.
Se despertó en su cama. Alguien le había puesto el pijama, y le había limpiado la sangre. Se sentía limpio, y bien. Se movió un poco para darse la vuelta, y entonces supo que no estaba sólo.
- ¡Peter! – dijo Chris, y estuvo a su lado en un segundo. Movió sus manos con nerviosismo, pero no se atrevió a tocarle, por temor a asustarle.
- Chris…
- ¿Cómo estás?
- Vivo. Por alguna razón creo que eso es algo de lo que debería alegrarme…
- Ya lo creo. ¡Estabas abrasado! ¿Es que acaso perdiste la cabeza? ¿Qué hacías ahí fuera con esta lluvia?
- Soy un demonio. El fuego no me afecta tanto como a vosotros. No me quemo con tanta rapidez…- dijo Peter, encontrando de pronto una explicación a su resistencia a la lluvia ácida.
- ¡Eres las narices! ¡Sólo eres mitad demonio, y aun así, los demonios también se queman. Tardarán más o tardarán menos, pero se queman. ¡Y eso no era fuego, sino lluvia de sangre! ¡Ahí fuera es como si hubiera ríos de lava, muchacho!
- Dolía un poco – reconoció Chris.
- ¿Un poco? ¡Si mi hermano no te hubiera curado…! ¿Sabes el aspecto que tenías al venir aquí?
¿Wyatt había estado ahí? Bueno, no era "su" Wyatt. No debía alegrarse.
- Pues a mí no me dolía…
"Sólo me dolía el pecho, y la conciencia" añadió para sí.
- Ya te dolerá, ya… - gruñó Chris, y a Peter le sonó como una amenaza. Luego, le oyó suspirar, y pareció un poco menos molesto. – Estás bien. Me habías asustado, chico.
- Soy un hueso duro de roer.
- ¿Qué hacías ahí fuera?
- Cosas.
- ¿Cosas? ¿Como conseguir poderes, quieres decir? Mi padre dice que ahora eres más poderoso.
- Lo soy. ¿Está él aquí?
- No. Ha tenido que irse. Y deberías estar agradecido por eso, porque después de quitarle sus poderes no iba a estar muy contento de verte – masculló Chris. Al reparar en el gesto triste de Peter rectificó – Es broma. Se alegraría mucho de verte, y saber que estás bien… Él mismo te dijo que somos como tu segunda familia…
No notó que el chico se animara y se preguntó por qué. En realidad, eran muchas las preguntas que aún tenía que hacerle.
- ¿Por qué viniste en… ese estado? ¿Qué te pasó? Estabas tumbado, llorabas…y te desmayaste… ¿Alguien te hizo daño?
Peter no respondió. Chris se sentó en la cama, a su lado, y muy despacito, para no alterarle, trató de acariciarle el pelo, como hacía con su propio Peter. El pelo era una "zona totalmente vetada" para aquél chico, pero en aquella ocasión no se puso nervioso, sino que más bien pareció agradecerlo. Eso confirmó las sospechas de Chris de que algo le ocurría.
- Peter… ¿qué te pasó? – insistió, con toda la dulzura de la que fue capaz.
Peter cerró los ojos para sentir las caricias. Al principio respiraba aceleradamente, algo inquieto. Luego logró relajarse y disfrutar del contacto. El tono duce que empleó Chris le llenó los ojos de lágrimas. Sin poder remediarlo, las dejó salir, como un torrente silencioso.
- ¡Peter! – exclamó Chris, con pena, al ver que lloraba. - ¿Qué sucede? Me lo puedes contar, cariño.
- No, no puedo – balbuceó.
- ¿Por qué no?
- Porque entonces me odiarás más de lo que ya lo haces.
- Pero si yo no te odio.
- Lo haces, y lo harás más si te enteras de lo que he hecho.
- ¿Qué has hecho, corazón? Puedes decírmelo. Siempre puedes decírmelo.
- Esto no.
Chris no entendía nada, pero por primera vez desde que había conocido a ese chico le estaba viendo llorar con lágrimas de arrepentimiento. No de tristeza, no por haber sido castigado, sino de arrepentimiento sincero, tal como solían llorar sus hijos. Sabía que tenía que ser compresivo. Peter necesitaba que lo fuera.
- ¿Tienes miedo de que me enfade? No me voy a enfadar. No cuando estás llorando así y estás siendo sincero conmigo. Serás muy buen actor, como tu numerito con lo del abrazo, pero esto no lo puedes fingir. Estás muy triste por algo, y lo único que yo voy a hacer es consolarte.
- Y castigarme.
- Tal vez – dijo Chris, tras pensarlo un poco. – Tengo motivos ¿no crees? Te fuiste, sin decirle nada a nadie, y robaste los poderes de "tu abuelo". Saliste ahí fuera, con esa lluvia asesina…
La palabra "asesina" hizo que Peter empezara a llorar más fuerte. Chris malinterpretó esos renovados sollozos.
- Eh, vamos. No tienes que ponerte así. A lo mejor no te castigo. Ya veremos ¿vale? Peter, ya sabes que los errores tienen consecuencias. Podías… podías haber muerto ahí fuera, y lo de robar los poderes de un Anciano no estuvo nada bien…No estoy enfadado ¿de acuerdo? Pero no quiero que vuelvas a hacerlo nunca… a tu padre tampoco le habría gustado, y es por eso por lo que estás en problemas. Vamos, no llores. Con la cantidad de veces que te metes en líos, ya tendrías que estar acostumbrado – bromeó, buscando hacerle sonreír un poco, pero no tuvo éxito. Suspiró. No sabía qué hacer. Era evidente que la idea de un castigo no le gustaba a nadie, pero Peter estaba llorando por algo más, estaba casi seguro de eso. Le siguió acariciando, haciéndole ver que seguía ahí, junto a él. - ¿Qué más hay, cariño? Sea lo que sea, no importa cómo sea de malo. Mis oídos son tuyos, para escucharte. Siempre.
Peter siguió en silencio un rato más. ¿Por qué ese hombre era tan amable? ¿Sería verdad que no le odiaba? ¿No le odiaba después de cómo les había tratado a todos, de cómo se había portado, de todo lo que había hecho a lo largo de su vida? Era más que no odiarle. Parecía que ese hombre le quería. Pensar eso le hizo querer llorar todavía más, con una emoción indescriptible de la cual se avergonzó. Peter no se sentía digno del afecto de Chris, cuando hasta hacía poco pensaba más bien que los santurrones de aquella realidad no eran dignos de él.
- He matado a dos personas – soltó de pronto. Chris había dejado de presionarle, pero seguía allí, junto a él, y Peter sabía que le escucharía. – Las he matado. A uno para robarle su poder... aunque en realidad podía habérselo quitado sin matarle. Y al otro… al otro simplemente le maté, y ya.
Chris se quedó en silencio, asimilando la información. Peter ya le había dicho que era un asesino. Era algo que ya sabía, pero no por eso fue más sencillo de escuchar. Era cierto que se trataba de algo muy malo. Lo peor que un ser humano podía hacer, a juicio de Chris. Cruzaba esa línea de lo "imperdonable". Y, sin embargo, el chico estaba ahí, llorando, sintiéndose un miserable. Paradójicamente, en ese momento en el que Peter había hecho algo horrible, a Chris le quedó claro que no era malo. Tampoco era una buena persona, pero podía llegar a serlo. Ese llanto era un primer gran paso. La señal de que tal vez estuviera cambiando. La señal de que quería hacerlo.
Antes de poder poner en voz alta las conclusiones a las que había llegado, Peter habló de nuevo, muy rápido, como nervioso.
- Te dije que era algo malo. Vi cómo me miraste la otra vez….Sé lo que piensas de lo que he hecho. Sé que es de esas cosas que además no tienen solución. No quería decírtelo…pero no podía más y tenía que volver aquí… No fue una decisión premeditada. Me sentía sólo, estaba asustado, y orbité aquí, sin más. Sabía que no sería bien recibido pero no pude evitarlo. Sé que es demasiado tarde pero… tú método me gusta más. Un método en el que nadie muere.
Chris le escuchó con atención. De pronto se dio cuenta de que había dejado de acariciarle, y comenzó a hacerlo otra vez.
- Sí eres bien recibido. Y has hecho bien en volver aquí. Lo que no tendrías que haber hecho es irte.
- Me iré en seguida…
- Por encima de mi cadáver…
- Pero… tú no quieres a alguien como yo en tu casa…
- ¿Quién te da derecho a decidir lo que yo quiero o dejo de querer?
- ¡He matado a dos personas! – gritó Peter, con rabia y lágrimas de frustración. Parecía querer decir algo como "¿Es que no te das cuenta de lo que he hecho? Porque yo sí. Por primera vez en mi vida me doy cuenta, y no me gusta."
- Tú decidiste volver aquí. Esa fue tu elección. Ahora yo no voy a dejar que te vayas, y ya no tienes opción de decidir nada. Hiciste un acto de confianza. Lo dejaste en mis manos porque, según dices, mi método te gusta más. Esa es más o menos la relación que tengo con mis hijos, Peter. A ellos muchas veces no les gustan mis normas ni lo que yo dispongo, pero confían en mí para ser su padre. Todo lo demás corre de mi cuenta. Por fin has entendido que así es como tiene que ser.
Peter no dijo nada, pero inmediatamente se sintió mejor, sin poder hacer nada para evitarlo. El alivio se extendió por cada poro de su piel. Disfrutó de la sensación. Su respiración se sosegó. Los minutos pasaron, y dejó de llorar, siempre bajo el amparo de los mimos cariñosos de Christopher, a cuyo contacto se había acostumbrado en tan poco tiempo, como si él fuera la única persona con permiso para tocarle.
- No te equivoques – dijo Chris, unos diez minutos después – Lo que has hecho es… demasiado. Si fueras de éste mundo, tendríamos un problema. Las palabras "juicio" y "cárcel", tendrían que aparecer en la conversación, y yo tendría un problema doble, porque no estaría dispuesto a dejar que te encerraran en ningún sitio, y a la vez no tendría más remedio que planteármelo. Si fueras de éste mundo, la mitad de la comunidad mágica se nos echaría encima, y mi familia tendría un problema grandísimo, que no sería ni la mitad de grande del problema que tendrías tú. Pero, por suerte para ti, no eres de éste mundo. Aun así… lo que has hecho…
- …no puede quedar impune – terminó Peter por él, armándose de valor.
- No, desde luego que no. Te has escapado, has robado poderes que no son tuyos, te has puesto en peligro y has… has matado. Son cosas que no puedes hacer. Cosas que no pueden volver a pasar, porque nunca más voy a temer por tu vida, y nunca más voy a ver esa mirada torturada en tus ojos, como de un… alma rota. Porque Peter, cada vez que matas a una persona, tu alma se rompe un poco más. Es por eso que sentías…dolor…Es por eso que te has desmayado: por fin has entendido lo horrible que es el asesinato, y no has podido con ello. Nadie puede con ello. Nadie puede sólo. Me da igual si éste no es tu mundo. Me da igual si en tu mundo matar a alguien no es un error. Aquí sí lo es, y para mí lo es en cualquier lugar. Nadie puede elegir sobre la vida de otra persona. Nadie tiene ese derecho, ni debería tener ese poder.
Peter le escuchó con mucha atención. Estaba esperando oír algo así como "por eso tienes que irte de mi casa" o "por eso no quiero volver a saber nada de ti".
- Tienes que entender que para esas personas no hay vuelta de hoja. Tú has puesto fin a sus vidas, y no es algo que puedas reparar así como así. No se puede deshacer. Es por eso que en realidad, cualquier castigo que recibas será demasiado indulgente. Ninguna pena será equiparable al …"crimen"… por llamarlo de alguna manera.
- Hay algo que sí lo sería… - susurró Peter, muy bajito, pero Chris le oyó, y además entendió lo que quería decir.
- Yo no creo en la pena de muerte, jamás dejaría que nadie te matara, por supuesto no lo haría yo mismo, y en realidad tampoco sería equiparable. Matar al asesino no es justicia. Es venganza. Eso puede estar bien para calmar la ira de quienes han perdido a un ser querido, pero no beneficia a mundo, sino que lo perjudica, porque se suma una pérdida más. No, Peter. Ni siquiera quiero que te lo plantees. Y eso me lleva a otra cuestión importante: si te pareces en algo a mi Peter, hay algo que no sabes manejar y es la culpa. Por eso quiero dejar claro que no tienes derecho a…autocastigarte. No puedes suicidarte ni hacerte daño de ninguna otra manera para "compensar" lo que has hecho. Tu castigo lo decido sólo yo. – aseguró Christopher, que ya había tenido demasiadas experiencias con intentos de suicidio ajenos - En esta ocasión, tu mayor castigo es tu propia culpa, que tal vez te acompañe toda la vida, aunque yo voy a intentar que no sea así. Y, como decía, nada será equiparable a lo que se ha sucedido. Las "consecuencias" nunca se ajustarán al "error". Por eso cualquier castigo que te ponga tendrá otra finalidad… la de hacerte entender en quién tienes que apoyarte… la de hacer que nunca olvides la decisión que hoy has tomado al venir aquí y confiar en mí. Tú has regresado aquí, y ahora tienes que hacerte cargo de lo que has hecho. Por eso necesito que sigas confiando en mí, y aceptes lo que yo decida. Cualquier castigo que yo te imponga, será el que merezcas. Será suficiente, y será necesario.
Peter tragó saliva. ¿Tan malo iba a ser que le pedía que confiara en él para llevarlo a cabo? Por lo deponerse en peligro, escaparse, y robar poderes de la familia su padre le habría dado una paliza con el cinturón, que era una de las cosas más horribles en el mundo para Peter. Probablemente a su padre le hubiera dado igual lo de los asesinatos. Antes bien le habría felicitado, así que no tenía ni idea de cuales podían ser las "consecuencias" para eso. Saber que estaba distanciando su forma de pensar de la de su padre le inquietaba un poco, pero sentía que estaba haciendo lo correcto. El asesinato estaba mal, y si su padre pensaba otra cosa estaba equivocado…Y Christopher tenía razón. Siempre la había tenido, en todo. Su forma de actuar era la correcta. Y tenía razón: él había confiado en Chris, cuando había decidido volver. Finalmente había tomado su decisión, y ya no podía echase atrás. Sería mejor que le diera la bienvenida al mundo de la cursilería; al país de las piruletas y del arcoíris. Aunque probablemente eso quedaba muy lejos de lo que Chris había planeado para él…
- Confío en ti – susurró. – Todo lo demás es confuso. No tengo nada claro, y tengo mucho miedo. Pero confío en ti.
- Bien. En ese caso, primero lo primero: ve a tomar un baño y a comer algo.
- ¿Qué? ¿Ahora? ¿Y no puedo hacer eso después?
- Sin discutir, Peter. Realmente necesitas aprender a hacer lo que te dicen sin convertir todo en una pelea.
Peter cerró el pico, y obedeció, pero realmente odiaba postergarlo. La espera le mataba. Le hacía imaginar cosas horribles como Christopher descuartizándolo y dándole a comer a ese chucho que tenían…O Christopher torturándolo en alguna clase de habitación del pánico… Sí, definitivamente su imaginación le jugaba muy malas pasadas durante aquél agónico tiempo de espera, aunque tuvo que reconocer que la idea de un baño no le parecía mala del todo, y lo de comer algo era definitivamente una cuestión de necesidad. Su estómago rugía.
Mientras Peter estaba en el baño, Christopher bajó a hablar con Amy, que dejó a Leo y a Nick viendo la tele para salir a hablar con él.
- ¿Cómo ha ido? – preguntó ella - ¿Cómo está?
- Se ha despertado. Se ha abierto a mí. Pero… no sé cómo voy a hacer frente a esto – confesó Chris, y se lo contó todo. Lo que había dicho Peter, y lo que había dicho él. Amy se horrorizó al enterarse de los asesinatos, pero supo sobreponerse.
- Así que… ¿le vas a castigar? – preguntó, extrayéndolo de las propias palabras de Chris. Él asintió. - ¿Tendrá sentido hacerlo?
- No me he rendido con él, si es lo que preguntas. Así que sí, tendrá sentido.
- Pero… ¿qué vas a hacer? Chris, esto no es como si no hubiese hecho la tarea o como si hubiera dicho una mala palabra. Entiendo que lo que ha hecho es…horrible. Así que… ¿qué vas a hacer? Si le haces daño tampoco servirá de nada.
- No tengo pensado hacerle daño. Quiero quitarle la culpa. Quiero enseñarle quién está a cargo. Quiero enseñarle a confiar en mí, en vez de a salir corriendo. Quiero enseñarle que los actos tienen consecuencias, pero también tienen perdón. Incluso…esto. Creo.
- Yo… no estoy tan segura de que esta vez se le pueda perdonar.
- Para el mundo del que viene, el arrepentimiento que siente es un gran paso.
- Para el mundo del que viene, sentir arrepentimiento es un error – replicó Amy. - ¿Hasta qué punto puedes enseñarle a un león a no comer carne?
- Estoy dispuesto a comprobarlo.
- Si tú lo estás, yo también, entonces. – dijo Amy y Chris volvió a sentir lo profundamente enamorado que estaba de aquella mujer. Se agachó para darle un beso.
- No puedo ofrecerte una vida normal – la dijo. – Esto va a seguir pasando. Constantemente. He perdido la cuenta de las veces en las que mis padres salvaron el mundo. Yo no quería esto. Quería una vida tranquila, junto a mis hijos, pero esto es lo que pasa cuando me permito esa clase de egoísmos. Cuando bajo la guardia, y dejo que se lleven a mi hijo delante de mis narices.
- Nada de esto es culpa tuya, Chris.
- Tal vez no del todo. Sin duda el responsable es
el otro Christopher. ¿Será cierto que se está volviendo bueno? Eso no va a salvarle. Me quitó a mi hijo. Provocó… todo esto.
- El hijo se vuelve bueno cuando el padre también lo hace – reflexionó Amy. – Parece que los Haliwell tenéis la habilidad de cambiar a las personas.
- Está por ver si es una habilidad o una maldición – dijo Chris, suspirando. Se fijó en la televisión, encendida y con un murmullo ininteligible por la distancia que los separaba del aparato. - ¿Han dicho algo interesante?
- La teoría más respaldada es que el mundo se va a la mierda – resumió Amy – Está prohibido salir a la calle y se ha declarado el estado de emergencia.
- ¿El estado? ¿Acaso esto sólo está sucediendo en San Francisco?
- No. Está sucediendo en todo el mundo.
- Lo que temía. ¿Europa también?
- Todo el mundo, Chris. Hasta las malditas islas de la Conchinchina.
- ¿Han pensado en alguna solución?
- Bueno, el número de creyentes ha aumentado repentinamente – respondió Amy, con cierta sorna. – Pero no, nadie sabe cómo salir de esta.
- Yo tampoco, para serte sincero. Pero sé que no puedo seguir de brazos cruzados. Con poderes o sin ellos, tengo que parar esto.
- De momento lo único que tienes que hacer es comer algo – replicó Amy, y le empujó para que fuera a la cocina.
Llamaron a todos para que fueran a comer. El apetito de Peter se había extinguido. No sabía por qué, pero tenía el estómago cerrado. Una nueva fase de su sentimiento de culpabilidad. Algo a lo que él no estaba acostumbrado. Pero Chris ya había lidiado con eso muchas veces en sus hijos.
- Vamos, Peter, come algo.
- No tengo hambre.
- Aun así…
- Pero no me apetece.
- ¿Recuerdas lo que hemos hablado antes? Yo digo, y tú haces. Ahórrate el pensar, así es más sencillo.
- ¿Cómo un robot? – preguntó Peter, con sarcasmo.
- Como un chico obediente que sabe lo que le conviene – dijo Chris, y para Peter sonó muy convincente, así que cogió el tenedor y fue dando mordisquitos pequeños.
Nick y Leo comieron en un extraño silencio, tal vez conscientes de que había sucedido algo grave, tal vez impactados por lo que estaba sucediendo en el mundo. Cuando todos terminaron de comer, Peter miró a Chris, algo confundido, como esperando una señal.
- Peter, espérame en tu cuarto. Yo subo enseguida – le dijo, como si fueran a hacer alguna clase de actividad padre-hijo en vez de a ajustar cuentas. Peter se fue, intentando ser valiente. Intentándolo de verdad. Chris había sido bueno con él, y si decidía dejar de serlo, él se lo merecía.
Chris no tardó mucho en subir. Sólo dedicó un par de minutos a pensar lo que iba a decir, aunque lo tenía más o menos claro. Al entrar en la habitación de Peter, el chico parecía realmente asustado. Estaba sentado en la cama, pero cuando Chris entró se puso de pie, y luego no supo qué hacer, ni dónde ponerse. Era como si se sintiera perdido, y al mismo tiempo quisiera demostrarle a Chris que iba a obedecerle en todo. Chris entendió que primero tenía que conseguir que se tranquilizara un poco, así que iba a empezar por la parte menos difícil de la conversación.
- Cuando viniste con la ropa toda sucia y llena de sangre te puse el pijama. Va a venirte bien, porque no puedes salir de tu cuarto en lo que queda de día.
Peter abrió un poco la boca, como para protestar, pero luego la cerró, y asintió. Chris casi sonrió: no se le escapaba que ese comportamiento dócil, aunque propio de "su" Peter, era algo totalmente nuevo para esa otra versión.
- Le devolverás los poderes a tu abue… a Leo, en cuando tengas ocasión, y le preguntarás qué puedes hacer para compensarle – prosiguió Chris. Era importante que el chico entendiera que sus acciones tenían repercusiones en los demás, y por tanto requerían una compensación. Era algo que aprendían los niños pequeños, pero era probable que a ese chico no se lo hubieran enseñado. – No vas a poder hacer casi nada durante...durante el tiempo que estés aquí, porque sigue en pie eso de ayudarte a volver a tu mundo. Hasta que vuelvas, estás castigado. No habrá televisión, ni ordenador, ni música, ni libros, ni nada, pero tampoco vas a tener tiempos muertos porque no quiero que esa cabecita tuya tenga ocasión de maquinar nada. Dedicarás tu tiempo libre de los próximos días a actividades no destructivas que resulten útiles para alguien. Mi recomendación es que pases tiempo con Leo: al otro Peter le encantaba y hacía que los dos fueran felices. Te acostarás a las nueve. No a las diez, ni a las nueve y media: a las nueve. Te podrás levantar cuando se te antoje, pero después de desayunar quiero que copies todos los días un pasaje del Libro de las Sombras. También puedes ayudarme a buscar una solución a este lío pero SIN salir de casa.
Peter no dijo nada, pero aquello le parecía injusto. Iba a ser mortalmente aburrido. Luego recordó lo que había hecho y supo que salía demasiado bien parado, así que no se quejó. Solamente se atrevió a decir con un hilo de voz:
- No creo que pueda tocar vuestro libro. El Libro de mi mundo no puede tocarlo la gente buena, así que es de suponer que el vuestro no puede tocarlo la gente mala.
- Está por ver que tú seas malo, Peter, pero si resulta que no puedes tocarlo buscaremos otra alternativa. – dijo Chris, con paciencia. Sabía ver el esfuerzo que Peter estaba haciendo por comportarse, y lo agradecía. Era un motivo más para pensar que el chico era más gris que negro. - Por mi parte está todo dicho. Ahora… - anunció Chris, y se sentó en la cama – hay un par de cosas que tenemos que reforzar, y otras que tenemos que aprender. Así que quiero que vengas aquí y que recuerdes que aunque te voy a tocar, porque es inevitable y aunque te va a doler, porque es un castigo, hemos quedado en que confías en mí, y eso implica que confías en que no voy a hacerte verdadero daño.
Peter se mordió el labio. Miró la puerta con muchas tentaciones, y Chris captó a la perfección esa mirada.
- ¿De qué serviría, Peter? ¿De veras quieres salir corriendo? ¿Quieres seguir huyendo? Tú me lo dijiste: ya estás cansado de huir. Esta es la forma de dejar de hacerlo.
Notó cómo Peter vacilaba, pillado por esas palabras.
- Peter, ya te he dicho varias veces que eres como mi hijo. En cierto modo lo eres y sabes que…
- No, no lo soy – interrumpió Peter – Si fuera tu hijo no estarías siendo tan amable. Estarías realmente horrorizado por lo que hice. Estarías furioso, desesperado, irascible, enloquecido y decepcionado. Pero de mí ya te lo esperabas.
Chris meditó en silencio lo ciertas que eran las palabras de Peter. Se imaginó por ejemplo a Nick siendo un asesino, y simplemente no pudo terminar de imaginárselo. Peter parecía triste porque él no estuviera decepcionado. Qué irónico.
- Tienes razón, Peter. De ti, de alguna forma, ya me lo esperaba. Pero no porque piense que estás estropeado, o que no tienes solución, sino porque vienes de un mundo con reglas diferentes y era lógico pensar que ibas a aplicar aquí esas reglas. Es como si le pides a un lobo que no se coma a una oveja sólo porque en vez de en Estados Unidos se le lleven a Europa. Yo había esperado que no lo hicieras, pero es lógico que las costumbres de diecisiete años puedan con las de unos pocos días. Lo que no me esperaba es que tú sólo reaccionaras y lamentaras lo sucedido. Eso sí que no me lo esperaba, Peter, y es algo muy bueno. No pienses que no doy un céntimo por ti. Es precisamente porque no me he rendido contigo por lo que estoy haciendo esto.
Peter le miró a los ojos y no vio desprecio, o asco, sino comprensión. Tal vez fuera cierto que no se había rendido con él. Peter se preguntaba si aquella era de esas veces en las que después de un castigo tenía derecho a un abrazo. Si era así nunca se volvería a quejar de las manías de ese hombre con respecto a abrazarle a todas horas, porque realmente quería ese abrazo. Realmente quería saber que seguía habiendo una oportunidad ahí para él. Quería sentirse perdonado y ser capaz de perdonarse a sí mismo. Así que dio un pasito hacia delante. Y luego otro.
A Chris le hacía gracia esa forma de moverse de aquél chico cuando estaba en plan tímido o inseguro, como a pasitos que le hacían parecer más pequeño. Dejó que se acercara. Cuando le tuvo lo suficientemente cerca, le tomó del brazo con suavidad, acompañándole con este gesto mientras se inclinaba. Una vez le tuvo encima, le colocó bien para que ambos estuvieran cómodos. Chris no quería ser ni siquiera un poco violento. Más bien se esforzaba por estar tranquilo, y actuar con calma. Dejo su mano quieta sobre la espalda de Peter.
- ¿Preparado? – preguntó.
Creyó escuchar un muy vacilante "sí", así que comenzó. Levantó la mano y la dejó caer en la parte alta de los muslos. Y siguió haciéndolo rítmicamente. Primero derecha, luego izquierda. No estaba siendo muy fuerte, pero tras las primeras veinte Peter comenzó a moverse un poco, echando por tierra sus intenciones de aguantar estoicamente. Era más de impaciencia y nerviosismo que por verdadero dolor.
Chris continuó igual durante cinco minutos. Peter estaba seguro de que nunca en su vida había recibido tantas palmadas. Le dolía bastante, a pesar de que era consciente de que Chris apenas estaba usando fuerza. Se sentía a punto de llorar.
- De casa no se huye, y mientras estés en éste mundo, esta es tu casa – dijo Chris y comenzó a usar más fuerza.
PLAS
Al sentir el primer golpe fuerte, sin poderlo evitar, Peter se echó a llorar. Se sentía muy vulnerable, llevaba ya un buen rato en esa posición, y llorar hasta quedarse seco le parecía en ese momento una muy buena idea.
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Peter intentó protegerse con una mano, pero Chris se la sujetó y ya no le soltó, agarrándole con una mezcla de firmeza y cariño. Era como si le dijera: "Estoy aquí, y no voy a soltarte. Estoy contigo."
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- ¡Ah! – se quejó Peter, sin poder aguantarlo más. Era extraño: Peter había experimentado dosis mucho más altas de dolor en otros momentos de su vida, y no se había sentido tan crío, tan débil…con tantas ganas de decir "por favor para, y abrázame". ¿El objetivo de esa clase de castigos era hacerle sentir un niño? Porque si era ese lo conseguía a la perfección. Y también le hacía sentir…un quejica. Objetivamente le había dolido mucho más la herida en el hombro, por ejemplo, y había aguantado sin quejarse. Por cierto… la herida ya no estaba. ¿Se la habría curado Wyatt también?
- Los poderes ajenos no se roban. Tienes ese don para hacer un buen uso de él. Salvo emergencias, o con permiso, NO se cogen los poderes de la familia. – prosiguió Chris, y fue extraño, porque a Peter le sonó como si hubiese cogido dinero o algo así. Entendió que iba más allá del hecho en sí de haberle quitado los poderes a Leo: era una cuestión de confianza. ¿Cómo iban a confiar en él si les engañaba para robar sus poderes?
Peter quería que confiaran en él. Estaba cansado de que no lo hicieran. Ni su propio padre confiaba en él pero eso era porque le había dado buenos motivos. Cuando el Chris de su mundo le veía con un cuchillo no pensaba: "ah, mira, va a comer" sino que se angustiaba y se preguntaba "¿va a clavármelo o a intentar cortarse las venas?". Se había cansado de que la gente se preguntara esas cosas cuando estaba con él. El confiaba en su padre y… también en aquél Chris, así que era hora de que ellos pudieran confiar en él.
Peter notó entonces cómo Chris le bajaba el pantalón. Con la mano que tenía libre, agarró con fuerza las sábanas de la cama y respiró hondo. Iluso de él, cuando había notado que Chris no se había quitado el cinturón, había pensado que aquello no iba a ser tan malo. Pero aquella estaba siendo la paliza más larga de toda su vida, aunque no la más dolorosa. Aún.
SMACK SMACK SMACK Ufff SMACK SMACK SMACK SMACK SMACK ¡Ah! SMACK SMACK
"No grites, Peter, no grites. Vamos, puedes aguantar sin gritar" se dijo.
Y pudo. Pero llorar, lloraba como una magdalena.
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- Los problemas no se huyen. La rabia no soluciona nada. Tener poder no te da derecho a abusar de él. Tener la capacidad física de matar a alguien no significa que puedas hacerlo.
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- Que te hayan enseñado algo desde pequeño, no significa que sea lo correcto. Eres mayor, y empiezas a pensar por ti mismo. Aunque nunca llegues a ser Teresa de Calcuta, porque en realidad puede que no debas ser así según las reglas del universo, el asesinato tiene que estar fuera de tu campo. Tú sabes que lo está, y por eso has colapsado.
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A Peter dejó de importarle todo. Sólo podía llorar, como el crío que era, que por un par de palmadas ya siente que es el fin del mundo.
"Han sido más que un par de palmadas" protestó su orgullo. "No vas a poder sentarte hasta la próxima Navidad"
Sin embargo, notó que Chris había parado, y empezó a hacer circulitos en su espalda. Siguió llorando durante un buen rato, y Chris no dejó de acariciarle en ningún momento. Cuando notó que Peter lloraba un poco menos, quitó la mano para dejar que se levantara, pero empezó a llorar de nuevo así que continuó con los mimos.
- Sshh. Ya está. Ya pasó.
- No. – lloriqueó Peter. – No pasó.
- ¿No? Mmm. Tal vez tenga un remedio para eso. Pero necesito que te levantes. – dijo Chris, pero no consiguió que se levantara. Antes bien, Peter renovó sus sollozos. – Vamos, grandullón. Sé que te duele, pero ya se acabó. Ahora voy a comerte a besos, y luego le diré a Amy que te coma también, y así ya no te dolerá nada, porque no vamos a dejar ni un pedacito.
Contra su voluntad, Peter sonrió un poco, aunque Chris no pudo verlo. No obstante, en seguida volvió a entristecerse de nuevo.
- Siempre me va a doler.
- ¿Siempre? Qué va. No pego tan fuerte. Wyatt dice que soy un debilucho.
- No estoy hablando de eso. Siempre me va a doler esta cosa que llamas culpa.
- Después de un castigo todo queda perdonado, Peter, e incluso antes. Ya está. Fin de la historia.
- No. Sólo es el principio. Yo…yo… yo les maté – soltó Peter, y se rompió de nuevo. Chris le incorporó un poco con suavidad y le sostuvo en sus brazos mientras el chico lloraba y convulsionaba por los sollozos. De vez en cuando le daba un beso en la frente y le acariciaba el pelo. El chico no pareció ni notar que le estaba tocando.
Finalmente, cinco minutos después, tal vez porque ya se había desahogado, tal vez por agotamiento de tanto llorar, Peter pareció calmarse. Con un poco de su colaboración, Chris pudo levantarle del todo y subirle la ropa. Luego le hizo tumbarse de nuevo y le siguió acariciando. Tenía un aspecto tan desgraciado que parecía seguir llorando sin sollozos ni lágrimas.
- Peter, en ocasiones como esta en la que uno, por mucho que quiera, no puedes deshacer lo que ha hecho, no sirve de nada mirar hacia atrás. Hay que mirar hacia adelante, y vivir para reparar el error. Dentro de poco volverás a tu mundo, y todo esto habrá servido de algo si, una vez allí, eres capaz de no volver a hacer lo que te tiene tan destrozado. Todo tiene perdón, Peter. A veces uno cree que no, a veces los demás creen que no, pero lo tiene. Si fueras mi Peter te diría que "Dios siempre perdona"…
- Yo no sé lo que hará Dios. Pero a mí me basta con queme perdones tú.
- Yo ya te he perdonado, cielo. Lo hice en el mismo momento en el que te vi en el suelo cubierto de sangre y con una fea herida en el hombro. Por cierto ¿cómo te la hiciste?
- Veneno demoníaco. Mis poderes de curación no podían con ello…
- De la misma forma que un luz blanca no puede con el veneno de un luz negra – pensó Chris, en voz alta.- ¿Aún te duele?
- Depende.
- ¿De qué?
- De lo que me estés preguntando. El hombro está perfectamente.
- La culpa remitirá, Pete. Ya verás que…
- No me refería a eso – cortó Peter, y a Chris le quedó claro qué parte exacta de su anatomía era la que le dolía.
- Oh, en ese caso es perfecto. Espero que así no olvides lo que pasará si vuelves a tener la brillante idea de escapar de casa.
Peter hizo un mohín, y luego puso un puchero. Fue tan idéntico a "su" Peter, que Chris se tuvo que reír. Le dio un beso en la frente. Peter se rió también, por su propio deje infantil intencionado, y Chris se sorprendió. No era COMO su Peter, es que era SU Peter. De otro mundo, de acuerdo, pero esa risa era la de su hijo.
- Pagaría por escuchar constantemente ese sonido. – comentó, y Peter le regaló una sonrisa en respuesta. Se sentía muy cansado, y no pudo reprimir un bostezo. – Duérmete, si quieres.
- Si apenas es por la tarde…- se quejó.
- Pero tú tienes sueño ahora. Además, pequeño recluso, no hay muchas cosas que puedas hacer.
- Pero no me quiero dormir- siguió protestando Peter en ese tono infantil y mimoso que tanto enternecía a Chris.
- Bueno, pues entonces busquemos algo que podamos hacer. – accedió Chris – Tengo cierta curiosidad morbosa por saber qué cosas en tu vida han sido diferentes a la de mi Peter. Podríamos hacer una ronda de preguntas y respuestas.
Peter pareció meditarlo. Le gustaba el uso del plural, y la perspectiva de que Chris se quedara con él. No soportaba estar sólo después de un castigo.
- Vale, siempre y cuando yo también pueda preguntar.
- Hecho. En ese caso, voy a por un zumo ¿quieres? Y hablamos.
- Mmm ¿Zumo? – preguntó Peter, no muy atraído por la idea.
- ¿Coca-cola? – ofreció Chris, pensando que tal vez no le gustara el zumo.
- ¿Whisky? – contraatacó Peter.
- ¿Nada? – replicó Chris, cuando se recuperó de la sorpresa.
- ¿Cerveza?
- No tientes tu suerte. No voy a darte alcohol.
- Vaya mi…migraña, vaya migraña repentina. – dijo Peter, cambiando a tiempo su frase al ver la mirada que le echó Chris. - Creo que va a ser mejor que no tome alcohol, si.
Chris no pudo evitar sonreír ante la forma en la que el chico había reconstruido su frase.
- Coca-cola estará bien, entonces. – zanjó Chris, y fue a por ellas. Tardó muy poco en volver a subir. Encontró a Peter sentado en la cama, que por lo visto y contra sus propios pronósticos, sí podía volver a sentarse, aunque no estaba cómodo del todo.
- ¿De veras no me dejas beber nada de alcohol? – preguntó, mientras cogía el refresco.
- No hasta los 21.
- ¿En serio?
- En serio. Tal vez una copa en Navidad.
- Pero yo ya no estaré aquí en Navidad.
- Mala suerte.
- Cuando vuelva a mi mundo sí beberé. Siempre lo he hecho, desde los catorce.
- Mi mundo, mis reglas.
- Jo.
- Ey, que la Coca-cola está muy buena. Mira ¿ves? Yo también tomo una.
Peter le miro mal, pero dejó de insistir. Luego se puso pensativo.
- Es una pena.
- ¿El qué? – preguntó Chris, sin saber si seguían hablando del tema de las bebidas.
- Que no esté aquí en Navidad. Que no vaya a volver aquí… nunca. Un mundo u otro. Es una pena no poder tener los dos.
Chris sintió que se le hacía un nudo en la garganta.
- ¿Esto ya te va gustando más?
- A ratos. Con la lluvia y todo eso no es que sea el paraíso pero… es bueno que de vez en cuando sean amable con uno. Nada más llegar aquí un hombre que no me conocía de nada me mostró el camino para llegar aquí, y me trajo. Al principio me asqueó, pero no puedo negar que es agradable recibir algo más que insultos o gritos…
- Puedes llevarte eso a tu realidad, Peter. Tú puedes ser el principio del cambio. Cada uno recibe lo que da. Sé amable, y recibirás amabilidad.
- Pero es que no sé si mi mundo debe cambiar, Christopher. Mira esta lluvia. Mira lo que… hemos hecho.
Para eso Chris no tenía respuesta. Todo eso de que tuviera que haber un mundo malo era una mierda. Él había conocido a Peter. Diablos, se había encariñado con él. Quería pensar que iba a vivir en un mundo como el suyo, o mejor, y no en esa basura autodestructiva que era el universo malo. Pero, tal y como el chico acababa de decir, había algo que le rondaba la mente. ¿Y si no debía ser así? ¿Y si esa era una de esas cosas que no debían cambiarse, como lo de curar a Jason? ¿Y si por intentar remediar eso lo empeoraba todo?
 


*N.A.: Referencia a "El Corazón Delator".

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