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lunes, 6 de abril de 2015

Chapter 96: Cuidado con lo que deseas



 


Chapter 96: Cuidado con lo que deseas
 




¿Cuántas veces puedes ver morir a un hijo sin volverte loco? Chris casi había perdido la cuenta de todas las ocasiones en las que la vida de Peter había corrido peligro, pero le parecía que cada vez iba a peor. La primera vez, cruzar sin mirar casi hace que le atropellen. En otra ocasión casi se provoca una sobredosis de medicación. Más adelante se enfrentó a Derek y le dispararon. Después fue atacado por un demonio (vale, eso no había sido culpa de Peter, pero de todas formas corrió peligro) y después de eso fue en busca de ese demonio. Luego se negó a usar el inhalador en un ataque de culpabilidad, volvió a ser atacado y secuestrado por un demonio, emprendió una serie de ataques suicidas contra el inframundo, había enfermado de gravedad por un supuesto estirón demoníaco, y se había rajado el cuello. La lista había seguido creciendo mientras estaba en el mundo paralelo y ahora, cuando por fin le había recuperado, saltaba desde una altura imposible abrazado al demonio que le quería matar.
Que Peter siguiera vivo era un milagro, pero que a Chris no le hubiera dado un infarto sólo se explicaba porque a él no podían darle infartos. Al menos, eso creía. No estaba seguro de las enfermedades que podía sufrir, en su condición de MEDIO luz blanca. Aunque en ese momento era un humano corrientito, sin poderes, y tomó consciencia de que estaba en lo alto de un puente MUY alto. Haría bien en sujetarse, porque estaba cerca de desmayarse, caer al vacío y perderse para siempre: no podía contar con orbitar y salvarse.
Ese era justo el problema: orbitar. ¿Por qué Peter no orbitaba? Los segundos se hicieron horas mientras él se aferraba al pequeño resquicio de esperanza que le daba el saber que Peter seguía con su capacidad de orbitar. Jamás se había alegrado tanto de que Peter fuera un ladrón de poderes. Pero ¿por qué no los usaba? ¿No estaba tardando demasiado? Habían pasado sólo un par de segundos pero ¿cuánto se tardaba en llegar al suelo desde aquella distancia?
Nick empezó a llorar, y Chris fue vagamente consciente de cómo el otro Chris le abrazaba. Quiso consolar a su hijo y decirle "¿Por qué lloras? ¿No ves que él está bien? ¿Qué no pasa nada?" pero por alguna razón no pudo decirlo. Entonces, Barbas apareció ante ellos, y se apoyó en uno de los hierros de la estructura, en actitud casual y desenfada. Se miró las uñas. Era como si con su presencia quisiera decir "¿echáis de menos a alguien?". La presencia del demonio hizo que Nick soltara un grito y se soltara de los brazos de aquél falso Chris para refugiarse en los de su padre. Chris le acogió por instinto, conmovido por la forma en la que Nick se agarraba el pecho, como si le doliera. Escuchó cómo su hijo respiraba con dificultad, casi como si él también fuera asmático. Pero se trataba de una crisis de ansiedad.
- Peter está bien – dijo Chris, convencido de ello, pero sus propias palabras sonaron vacías.
- ¿De verdad? – preguntó Barbas - ¿Me explicas cómo puede haber sobrevivido a una caída semejante? Hay más de un kilómetro desde aquí hasta el agua.
Por fin, el cerebro de Chris volvió a hacer contacto con su cuerpo, y poco a poco fueron calando las palabras. Una idea se abrió pasó, insolente, a través de sus barreras de negación. Entendió que Peter estaba muerto.
- ¡No! – gritó - ¡Él está bien, él siempre está bien!
Peter siempre sobrevivía. Peter siempre volvía de la muerte. En unos segundos estaría frente a él, sonriendo como siempre hacía, de esa forma que (se dio cuenta entonces) escondía algo de impertinencia. Sí, la de su hijo era una sonrisa impertinente, como si le dijera al mundo "mira, has querido matarme, pero aquí sigo". Esa sonrisa estaba siempre ahí, a veces falsa, a veces verdadera, pero siempre firme como la prueba de que Peter era invencible. Su hijo siempre tentaba su suerte, y por eso Chris estaba furioso. Eso era. Peter no podía estar muerto, tenía que estar vivo para que él pudiera matarle por darle un susto así. Le mataría, y luego le abrazaría, y se ocuparía de tenerle para siempre encerrado en una jaula de cristal, y volvería a oír esa risa que le daba la vida…
- Está vivo. Tiene que estarlo – susurró. La boca le sabía a sal, y sólo entonces se dio cuenta de que estaba llorando. Nick también lloraba y convulsionaba sobre él, y Chris se dio cuenta de que tenía que ocuparse de que el muchacho respirara. – Tu hermano está vivo, Nick. Está vivo.
- No, no lo está – contradijo Barbas con tranquilidad. – Y Nick lo sabe ¿verdad? Lo siente. Infravaloras la conexión que tienen tus hijos, Chris.
Barbas tenía razón. Nick LO SENTÍA. Sentía un enorme vacío. Sentía que le faltaba algo, además de la respiración. Pero, sobre todo, era incapaz de encontrar el punto de luz que se correspondía con la mente de Peter. Lo buscaba, deseaba entrar en su cabeza, pero no podía. No le sentía. La mente de Peter se había apagado. Peter estaba muerto.
Entonces Nick comenzó a temblar. Se agitó violentamente, y Chris tuve que soltarle, porque su contacto le quemó. Nick se transformó ante sus ojos, y frente a él tuvo a Adramelech: un demonio adulto de casi tres metros, dos cuernos y un aspecto furioso de lo más imponente. Adramelech rugió, y la potencia de ese sonido hizo vibrar el puente. En sus ojos se reflejó su objetivo, y le enseñó los dientes a Barbas, como hace un perro justo antes de morder. Adramelech se hizo invisible
- Empieza el baile – susurró Barbas, y se hizo invisible también.
Los momentos siguientes fueron extraños. No se veía nada, pero de vez en cuando se oía un quejido, señal de que alguno de los dos demonios había recibido un ataque de su oponente. Entonces de la nada apareció un chorro de sangre, y se hizo evidente que uno de los dos había sido herido. Eso fue lo que hizo que Christopher reaccionara.
- ¡Adramelech! ¡Adramelech, ya basta! – ordenó, sabiendo que su voz era la única que obedecería.
- ¡Lo ha matado! – gritó la voz invisible del aludido. - ¡Lo ha matado!
Christopher no quería creerlo. Prefería pensar que era un truco de Barbas, que jugaba con su miedo, pero de alguna forma sabía que no era así. Chris quería derrumbarse, y llorar, y morir, y sobretodo quería evitar aceptar la idea de que Peter había muerto, pero eso sería después. En ese momento no podía permitirse perder a otro hijo.
- ¡Adramelech, detente! – exigió, y entonces escuchó la risa de Barbas, a quien tampoco podía ver.
- ¿Por qué? ¡Si nos estaos divirtiendo! Hoy es mi día de suerte: acabaré con los Haliwell de dos mundos y eliminaré así la descendencia de las Embrujadas.
Chris endureció la mandíbula, y sus ojos brillaron con una ira homicida. Una ira que como luz blanca no debía sentir, pero después de todo, en ese momento era un humano. Los Ancianos le habían dejado de lado, así que él no tenía por qué respetar sus reglas. Él no tenía por qué respetar las reglas de nadie. Le habían arrebatado a su hijo.
- Adramelech: mátalo. – ordenó, sabiendo que no podía negarse a lo que mandara el jefe de su clan. El tono que empleó fue nocivo, venenoso, como si pretendiera herir sólo con las palabras.
- Sí, padre – respondió la voz de su hijo, de su poderoso hijo demonio, ávido de sangre.
Fue una lástima que nadie más pudiera verlo. Aquello fue una Danza de la Muerte, letal, hermosa, en un baile peligroso en el que un paso en falso podía ser el último. Nick era más grande, más fuerte, y con poderes de ataque más activos que los de Barbas, pero era inexperto, y aunque su cuerpo era invisible, para Barbas el ruido que hacía era suficiente guía. Cuando se cansó de jugar inmovilizó al demonio usando un atacante imaginario con el maravilloso poder de las alucinaciones. Adramelech se hizo visible, creyendo en su interior que le estaban ahogando cuando en realidad no había ningún enemigo. Barbas apareció poco después, triunfante, arrogante, invicto.
- Podría matarle ¿sabes? – dijo Barbas, regodeándose.
- ¡No deberías estar tan contento! – intervino Peter 2. Sentía que aquello no iba con él, y al mismo tiempo era su otro yo el que se había muerto. - ¡Tú le necesitabas vivo! ¡Necesitabas a Peter vivo, así que tú también has perdido!
- ¿Quién lo dice? – replicó Barbas, pero el hecho de que le siguieran haciendo frente le contrarió. Tenía a la versión demoníaca de Nick inmovilizada y aun así ese Peter se mostraba tan gallito…- Tú, en cambio, deberías tener cuidado. A muerto tu Peter espejo: según las reglas del universo, tú deberías ser el siguiente.
Entonces, Christopher recordó: Peter será el primero en morir, había dicho Patrick. El primero, lo cual indicaba que iba a haber más. Y recordó otra cosa, algo que había dicho Victoria: Peter tendría que elegir, y elegiría mal, pero elegiría bien en la decisión más importante de todas. Eso ya había pasado. Peter había elegido suicidarse (primera decisión errónea), había deseado la muerte de un hombre (segundo error, aunque bajo el punto de vista de Chris muy comprensible y justificable), se había rendido hasta el punto de desear y buscar la muerte (tercera decisión errónea) y había regresado del otro universo directamente hacia una trampa (cuarto error). Finalmente, cuando Barbas le había tentado, había elegido enfrentarse a él, en vez de ponerse de su lado. Esa había sido la elección correcta, la más importante. Peter ya había hecho todo eso. Ya había cumplido con su destino, porque además, aunque Chris aún no lo sabía, "había acabado con la guerra del bien y del mal", tal como decía el libro de las sombras, porque habían sido sus acciones las que habían provocado la lluvia roja. Había sido su bondad, y su constante elección por no dejarse corromper lo que había causado la muerte de los demonios. Peter había hecho algo imposible: había hecho que dos mundos paralelos dejaran de serlo. O, más bien, tal como había dicho Barbas, "lo iba a hacer". Si Chris hubiera sabido esto, se hubiera dado cuenta de la paradoja: ¿cómo podía Peter haber cumplido con un destino que aún no había tenido lugar? ¿Si iba a hacerlo en un futuro, cómo podía estar muerto? Pero lo estaba.
Peter ya había cumplido su misión en el mundo, eso que tanto le había preocupado, eso que tan ardientemente había buscado al luchar en el inframundo. Como ya la había cumplido, había muerto. Faltaba la última predicción de Victoria. Esa que decía que Peter sería el causante de la muerte de Chris. Y Chris supo en ese momento cómo iba a ser eso posible, ya que se tiró en un ataque suicida contra Barbas, sabiendo que iba a morir, pero dándole igual, porque él había matado a su hijo.
Sin poderes, más indefenso que nunca, Christopher no era considerado una amenaza. Quizás por eso Barbas no se esperaba que saltara sobre su cuello, y no le dio tiempo a reaccionar antes de que Chris cerrara sus manos entorno a su cuello.
- Suelta a mi hijo – ordenó, y al momento Adramelech quedó libre, pero no volvió a su forma humana. Christopher dejó escapar todo su odio en una sola mirada contra Barbas: el ser que se lo había arrebatado todo. Apretó más. – Ahora suplícame que te mate, y seré rápido. – le dijo, y se sacó una de las pociones que había traído consigo. Servía para matar demonios y más cosas. Ya nunca podría usarla para acabar con el lado demoníaco de Peter, pero aún podía usarla para matar a Barbas.
Pareció que Barbas quería decir algo, pero no podía hablar. Christopher decidió interpretarlo como la súplica que le había pedido, y se dispuso a arrojar la poción sobre el indefenso demonio, pero entonces su mano derecha, aún sobre el cuello de Barbas, se cerró en el aire. Barbas se apareció a su lado. Se frotó el cuello, ligeramente molesto, y su voz sonó algo ronca cuando se burló:
- Muy encomiable, sí señor, pero si no pudiste acabar conmigo cuando tenías tus poderes, ¿qué te hizo pensar que podrías hacerlo siendo un patético humano?
De pronto, Barbas se acercó a él. Chris pensó que iba a matarle, y casi se resignó ante la idea, sabiendo que tenía que ser así. Aunque algo no encajaba: Paul no estaba por ningún lado, y se suponía que iba a morir en su lugar. Entonces, Barbas se giró repentinamente, y clavó una daga demoníaca en el corazón del otro Peter, que abrió mucho los ojos mientras Barbas le daba un abrazo mortal.
- Te lo dije – susurró el otro demonio sin soltar la daga. La retorció, haciendo que el rostro de Peter se contrajera. – Suplícame que le mate y NO seré rápido – dijo Barbas, mirando directamente a los ojos de Christopher.
Habría hecho mejor en mirar a un Christopher diferente. Chris 2 avanzó un paso, asestó un puñetazo a Barbas para apartarle de su hijo, y sacó el puñal que laceraba el pecho de su hijo, provocando que gritara. Puso ambas manos en su pecho, y le curó. Mientras tanto Adramelech cogió una de las pociones de su padre. Pensó en arrojarla a los pies de Barbas, pero lo pensó mejor, ya que é también era un demonio y los vapores podían matarle también. Así que forzó a Barbas a abrir la boca, para meter parte del líquido por ahí. Barbas sintió cómo se quemaba por dentro.
- ¿Sabes lo mejor de esto? – susurró Nick. Tal vez fue su voz demoníaca, o tal vez su ira, pero sonó como un sádico – Que no morirás hasta que la vacía entera, y por el momento no lo pienso hacer. Te daré la muerte lenta que te mereces, cerdo hijo de puta.
De todas las reacciones esperables, Nick-Adramelech jamás habría pensado que Barbas pudiera reírse en un momento como ese. Pero lo hizo. Y, justo en ese instante, el puntito de luz que se correspondía con el cerebro de Peter se volvió a encender. De alguna forma supo que eso era lo que había causado la risa de Barbas. Su instinto demoníaco le decía que tenía un destino peor que la muerte planeado para su hermano.
 


Aquello de que morir no duele es un mito. Una broma cruel de quienes han presenciado una muerte pacífica de un ser querido, tumbado tranquilamente en una cama. Morir DOLÍA, y lo decía alguien que había experimentado una gran cuota de dolor en su vida.
Cuando su cuerpo impactó contra el agua, sus tímpanos reventaron, a causa de la presión. Dolió. Cuando sus huesos se rompieron por el golpe, las costillas atravesaron los pulmones. Dolió. Cuando el corazón se le detuvo, su alma viajó lejos de allí, separándose de su cuerpo. Dolió.
El alma de Peter apareció en una sala oscura, que tenía sólo una mesa negra y unos dibujos extraños en el suelo. Ante él aparecieron seis grandes cabezas flotantes, que le rodearon.
- Hola, Peter.
- ¿Quiénes sois? ¿Dónde estoy? – preguntó, girando la cabeza para abarcarlos a todos. Respiró hondo, buscando serenarse - ¿Estoy muerto?
- Eso han sido tres preguntas – respondió una de las cabezas - que se resuelven con dos respuestas. Sí, estás muerto, y estás ante el Tribunal.
- ¿El Tribunal? Entonces…¿esto es un juicio? – preguntó Peter, su cerebro funcionando a mil por hora. - ¿Cómo el juicio final?
Tres de las cabezas se rieron. Las otras tres las miraron con censura.
- Esto no es un juicio, Peter. Tú no has hecho nada malo.
- Sí lo he hecho. Muchas cosas. He matado a un hombre. He provocado que se extingan los demonios.
- ¿Consideras que eso último es algo malo? – preguntó una de las cabezas que se había reído, con interés.
- El exterminio de cualquier especie lo es, máxime cuando son mis hermanos. Los demonios son malvados, pero son necesarios para que el equilibrio exista. Si tenemos un concepto de Bien, es porque existe un concepto de Mal. Por eso son necesarios ambos universos. Por eso era necesario que fueran paralelos. Según Barbas, es culpa mía que ya no lo sean.
- Barbas tiene razón, muchacho. Será culpa tuya.
- ¿Cómo es posible que "vaya a ser" si ya estoy muerto?
- Será culpa tuya, hace muchos años. – añadió la cabeza, para sumar más confusión.
"Culpa mía hace muchos años…He tenido que darme un buen golpe en la cabeza" pensó Peter sin poder entender. ¿Cómo podía ser algo culpa suya en futuro y a la vez en pasado?
- Sin embargo no es algo malo – prosiguió la cabeza – La raza de los demonios está contaminada, y era necesario realizar… una Purga. Barbas lo descubrió, y trató de impedirlo, y por eso tú terminaste involucrado en medio de sus planes.
- ¿Por qué yo?
- Por qué tú eres sólo medio demonio. A ti la Purga no te afecta, ni a tu hermano tampoco, ni a aquellos demonios que tengan alma.
Peter guardó silencio unos segundos, reflexionando.
- Vais a tener que ir más despacio – replicó, cuando llegó a la conclusión de que no lo entendía.
- Barbas averiguó lo que estábamos planeando, y trató de impedirlo, pero luego se dio cuenta de que, en realidad, la Purga podía beneficiarle… si conseguía sobrevivir a ella. Por eso se refugió en el otro universo, donde estaba a salvo. Y averiguó lo importante que tú eras para nuestro plan, y para el suyo. Necesitaba que tú provocaras la lluvia de sangre en el momento oportuno, cuando él estuviera a salvo. Para ello sólo tenía que volver malvado tu universo, o bueno el otro.
- ¿Y ahí es donde entro yo?
- Tú entras mucho antes, y mucho después, Peter. Hace tiempo que ambos mundos no son paralelos. Desde hace treinta y tres años, cuando tu familia desestabilizó el equilibrio cruzando al otro lado.
- ¿Entonces por qué no ha llovido sangre hasta ahora?
- Eso es lo que Barbas más tardó en entender. No eran los mundos los que tenían que cambiar, si no las personas. Tú volviste buenos a los que eran malos. Tú, el demonio de la Muerte. Tienes más poder del que crees, Peter. No se limita únicamente a matar a quien tú desees con un solo toque. Tú te horrorizaste ante un mundo malvado, donde tu padre, el ser al que más admiras, era malo. Tú deseaste que la maldad se extinguiera… y lo hizo. Pero sólo tienes poder sobre tu mundo, porque sólo en tu mundo los demonios son malvados.
Peter parpadeó, para asimilar lo que estaba oyendo.
- Cuidado con lo que deseas – susurró, al final, acordándose del dicho. Luego, suspiró. Siempre había sido alguien dispuesto a enfrentar a las consecuencias, y llevaba días sabiendo que, por ser un asesino, iría al Infierno. - ¿Cuál es mi destino? – preguntó, refiriéndose a su destino más allá de la muerte. Cielo, infierno y Purgatorio. Tenía mínimas esperanzas de que, puesto que había acabado con el mal en la Tierra, tal vez tuviera derecho al Purgatorio.
- La inmortalidad – respondieron las Seis Cabezas, al unísono.
- ¿Qué?

- Has preguntado dónde estabas, Peter. Somos el Tribunal, formado por Tres Ancianos, y Tres Demonios, creados para guardar el secreto de la magia, y el equilibrio del universo. Tú eres medio demonio, y medio brujo. Has muerto. Este Tribunal quiere recompensarte, por tus buenas obras en la tierra. Porque moriste en un acto heroico. Ahora tienes dos opciones. Así que dinos, Peter Haliwell, ¿qué quieres ser, ángel o demonio?

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