Chapter 96: Cuidado con lo que deseas
¿Cuántas veces
puedes ver morir a un hijo sin volverte loco? Chris casi había perdido la
cuenta de todas las ocasiones en las que la vida de Peter había corrido
peligro, pero le parecía que cada vez iba a peor. La primera vez, cruzar sin
mirar casi hace que le atropellen. En otra ocasión casi se provoca una
sobredosis de medicación. Más adelante se enfrentó a Derek y le dispararon.
Después fue atacado por un demonio (vale, eso no había sido culpa de Peter,
pero de todas formas corrió peligro) y después de eso fue en busca de ese demonio.
Luego se negó a usar el inhalador en un ataque de culpabilidad, volvió a ser
atacado y secuestrado por un demonio, emprendió una serie de ataques suicidas
contra el inframundo, había enfermado de gravedad por un supuesto estirón
demoníaco, y se había rajado el cuello. La lista había seguido creciendo
mientras estaba en el mundo paralelo y ahora, cuando por fin le había
recuperado, saltaba desde una altura imposible abrazado al demonio que le
quería matar.
Que Peter siguiera
vivo era un milagro, pero que a Chris no le hubiera dado un infarto sólo se
explicaba porque a él no podían darle infartos. Al menos, eso creía. No estaba
seguro de las enfermedades que podía sufrir, en su condición de MEDIO luz
blanca. Aunque en ese momento era un humano corrientito, sin poderes, y tomó
consciencia de que estaba en lo alto de un puente MUY alto. Haría bien en
sujetarse, porque estaba cerca de desmayarse, caer al vacío y perderse para
siempre: no podía contar con orbitar y salvarse.
Ese era justo el
problema: orbitar. ¿Por qué Peter no orbitaba? Los segundos se hicieron horas
mientras él se aferraba al pequeño resquicio de esperanza que le daba el saber
que Peter seguía con su capacidad de orbitar. Jamás se había alegrado tanto de
que Peter fuera un ladrón de poderes. Pero ¿por qué no los usaba? ¿No estaba
tardando demasiado? Habían pasado sólo un par de segundos pero ¿cuánto se
tardaba en llegar al suelo desde aquella distancia?
Nick empezó a
llorar, y Chris fue vagamente consciente de cómo el otro Chris le abrazaba. Quiso
consolar a su hijo y decirle "¿Por qué lloras? ¿No ves que él está bien?
¿Qué no pasa nada?" pero por alguna razón no pudo decirlo. Entonces,
Barbas apareció ante ellos, y se apoyó en uno de los hierros de la estructura,
en actitud casual y desenfada. Se miró las uñas. Era como si con su presencia
quisiera decir "¿echáis de menos a alguien?". La presencia del
demonio hizo que Nick soltara un grito y se soltara de los brazos de aquél
falso Chris para refugiarse en los de su padre. Chris le acogió por instinto,
conmovido por la forma en la que Nick se agarraba el pecho, como si le doliera.
Escuchó cómo su hijo respiraba con dificultad, casi como si él también fuera
asmático. Pero se trataba de una crisis de ansiedad.
- Peter está bien –
dijo Chris, convencido de ello, pero sus propias palabras sonaron vacías.
- ¿De verdad? –
preguntó Barbas - ¿Me explicas cómo puede haber sobrevivido a una caída
semejante? Hay más de un kilómetro desde aquí hasta el agua.
Por fin, el cerebro
de Chris volvió a hacer contacto con su cuerpo, y poco a poco fueron calando
las palabras. Una idea se abrió pasó, insolente, a través de sus barreras de
negación. Entendió que Peter estaba muerto.
- ¡No! – gritó - ¡Él
está bien, él siempre está bien!
Peter siempre
sobrevivía. Peter siempre volvía de la muerte. En unos segundos estaría frente
a él, sonriendo como siempre hacía, de esa forma que (se dio cuenta entonces)
escondía algo de impertinencia. Sí, la de su hijo era una sonrisa impertinente,
como si le dijera al mundo "mira, has querido matarme, pero aquí
sigo". Esa sonrisa estaba siempre ahí, a veces falsa, a veces verdadera,
pero siempre firme como la prueba de que Peter era invencible. Su hijo siempre
tentaba su suerte, y por eso Chris estaba furioso. Eso era. Peter no podía estar
muerto, tenía que estar vivo para que él pudiera matarle por darle un susto
así. Le mataría, y luego le abrazaría, y se ocuparía de tenerle para siempre
encerrado en una jaula de cristal, y volvería a oír esa risa que le daba la
vida…
- Está vivo. Tiene
que estarlo – susurró. La boca le sabía a sal, y sólo entonces se dio cuenta de
que estaba llorando. Nick también lloraba y convulsionaba sobre él, y Chris se
dio cuenta de que tenía que ocuparse de que el muchacho respirara. – Tu hermano
está vivo, Nick. Está vivo.
- No, no lo está –
contradijo Barbas con tranquilidad. – Y Nick lo sabe ¿verdad? Lo siente.
Infravaloras la conexión que tienen tus hijos, Chris.
Barbas tenía razón.
Nick LO SENTÍA. Sentía un enorme vacío. Sentía que le faltaba algo, además de la
respiración. Pero, sobre todo, era incapaz de encontrar el punto de luz que se
correspondía con la mente de Peter. Lo buscaba, deseaba entrar en su cabeza,
pero no podía. No le sentía. La mente de Peter se había apagado. Peter estaba
muerto.
Entonces Nick
comenzó a temblar. Se agitó violentamente, y Chris tuve que soltarle, porque su
contacto le quemó. Nick se transformó ante sus ojos, y frente a él tuvo a
Adramelech: un demonio adulto de casi tres metros, dos cuernos y un aspecto
furioso de lo más imponente. Adramelech rugió, y la potencia de ese sonido hizo
vibrar el puente. En sus ojos se reflejó su objetivo, y le enseñó los dientes a
Barbas, como hace un perro justo antes de morder. Adramelech se hizo invisible
- Empieza el baile –
susurró Barbas, y se hizo invisible también.
Los momentos
siguientes fueron extraños. No se veía nada, pero de vez en cuando se oía un
quejido, señal de que alguno de los dos demonios había recibido un ataque de su
oponente. Entonces de la nada apareció un chorro de sangre, y se hizo evidente
que uno de los dos había sido herido. Eso fue lo que hizo que Christopher
reaccionara.
- ¡Adramelech!
¡Adramelech, ya basta! – ordenó, sabiendo que su voz era la única que
obedecería.
- ¡Lo ha matado! –
gritó la voz invisible del aludido. - ¡Lo ha matado!
Christopher no
quería creerlo. Prefería pensar que era un truco de Barbas, que jugaba con su
miedo, pero de alguna forma sabía que no era así. Chris quería derrumbarse, y
llorar, y morir, y sobretodo quería evitar aceptar la idea de que Peter había
muerto, pero eso sería después. En ese momento no podía permitirse perder a
otro hijo.
- ¡Adramelech,
detente! – exigió, y entonces escuchó la risa de Barbas, a quien tampoco podía
ver.
- ¿Por qué? ¡Si nos
estaos divirtiendo! Hoy es mi día de suerte: acabaré con los Haliwell de dos
mundos y eliminaré así la descendencia de las Embrujadas.
Chris endureció la
mandíbula, y sus ojos brillaron con una ira homicida. Una ira que como luz
blanca no debía sentir, pero después de todo, en ese momento era un humano. Los
Ancianos le habían dejado de lado, así que él no tenía por qué respetar sus
reglas. Él no tenía por qué respetar las reglas de nadie. Le habían arrebatado
a su hijo.
- Adramelech:
mátalo. – ordenó, sabiendo que no podía negarse a lo que mandara el jefe de su
clan. El tono que empleó fue nocivo, venenoso, como si pretendiera herir sólo
con las palabras.
- Sí, padre –
respondió la voz de su hijo, de su poderoso hijo demonio, ávido de sangre.
Fue una lástima que
nadie más pudiera verlo. Aquello fue una Danza de la Muerte, letal, hermosa, en
un baile peligroso en el que un paso en falso podía ser el último. Nick era más
grande, más fuerte, y con poderes de ataque más activos que los de Barbas, pero
era inexperto, y aunque su cuerpo era invisible, para Barbas el ruido que hacía
era suficiente guía. Cuando se cansó de jugar inmovilizó al demonio usando un
atacante imaginario con el maravilloso poder de las alucinaciones. Adramelech
se hizo visible, creyendo en su interior que le estaban ahogando cuando en
realidad no había ningún enemigo. Barbas apareció poco después, triunfante,
arrogante, invicto.
- Podría matarle
¿sabes? – dijo Barbas, regodeándose.
- ¡No deberías estar
tan contento! – intervino Peter 2. Sentía que aquello no iba con él, y al mismo
tiempo era su otro yo el que se había muerto. - ¡Tú le necesitabas vivo!
¡Necesitabas a Peter vivo, así que tú también has perdido!
- ¿Quién lo dice? –
replicó Barbas, pero el hecho de que le siguieran haciendo frente le contrarió.
Tenía a la versión demoníaca de Nick inmovilizada y aun así ese Peter se
mostraba tan gallito…- Tú, en cambio, deberías tener cuidado. A muerto tu Peter
espejo: según las reglas del universo, tú deberías ser el siguiente.
Entonces,
Christopher recordó: Peter será el primero en morir, había dicho Patrick. El
primero, lo cual indicaba que iba a haber más. Y recordó otra cosa, algo que
había dicho Victoria: Peter tendría que elegir, y elegiría mal, pero elegiría
bien en la decisión más importante de todas. Eso ya había pasado. Peter había
elegido suicidarse (primera decisión errónea), había deseado la muerte de un
hombre (segundo error, aunque bajo el punto de vista de Chris muy comprensible
y justificable), se había rendido hasta el punto de desear y buscar la muerte
(tercera decisión errónea) y había regresado del otro universo directamente
hacia una trampa (cuarto error). Finalmente, cuando Barbas le había tentado,
había elegido enfrentarse a él, en vez de ponerse de su lado. Esa había sido la
elección correcta, la más importante. Peter ya había hecho todo eso. Ya había
cumplido con su destino, porque además, aunque Chris aún no lo sabía,
"había acabado con la guerra del bien y del mal", tal como decía el
libro de las sombras, porque habían sido sus acciones las que habían provocado
la lluvia roja. Había sido su bondad, y su constante elección por no dejarse
corromper lo que había causado la muerte de los demonios. Peter había hecho
algo imposible: había hecho que dos mundos paralelos dejaran de serlo. O, más
bien, tal como había dicho Barbas, "lo iba a hacer". Si Chris hubiera
sabido esto, se hubiera dado cuenta de la paradoja: ¿cómo podía Peter haber
cumplido con un destino que aún no había tenido lugar? ¿Si iba a hacerlo en un
futuro, cómo podía estar muerto? Pero lo estaba.
Peter ya había
cumplido su misión en el mundo, eso que tanto le había preocupado, eso que tan
ardientemente había buscado al luchar en el inframundo. Como ya la había
cumplido, había muerto. Faltaba la última predicción de Victoria. Esa que decía
que Peter sería el causante de la muerte de Chris. Y Chris supo en ese momento
cómo iba a ser eso posible, ya que se tiró en un ataque suicida contra Barbas,
sabiendo que iba a morir, pero dándole igual, porque él había matado a su hijo.
Sin poderes, más
indefenso que nunca, Christopher no era considerado una amenaza. Quizás por eso
Barbas no se esperaba que saltara sobre su cuello, y no le dio tiempo a
reaccionar antes de que Chris cerrara sus manos entorno a su cuello.
- Suelta a mi hijo –
ordenó, y al momento Adramelech quedó libre, pero no volvió a su forma humana.
Christopher dejó escapar todo su odio en una sola mirada contra Barbas: el ser
que se lo había arrebatado todo. Apretó más. – Ahora suplícame que te mate, y
seré rápido. – le dijo, y se sacó una de las pociones que había traído consigo.
Servía para matar demonios y más cosas. Ya nunca podría usarla para acabar con
el lado demoníaco de Peter, pero aún podía usarla para matar a Barbas.
Pareció que Barbas
quería decir algo, pero no podía hablar. Christopher decidió interpretarlo como
la súplica que le había pedido, y se dispuso a arrojar la poción sobre el
indefenso demonio, pero entonces su mano derecha, aún sobre el cuello de
Barbas, se cerró en el aire. Barbas se apareció a su lado. Se frotó el cuello,
ligeramente molesto, y su voz sonó algo ronca cuando se burló:
- Muy encomiable, sí
señor, pero si no pudiste acabar conmigo cuando tenías tus poderes, ¿qué te
hizo pensar que podrías hacerlo siendo un patético humano?
De pronto, Barbas se
acercó a él. Chris pensó que iba a matarle, y casi se resignó ante la idea,
sabiendo que tenía que ser así. Aunque algo no encajaba: Paul no estaba por
ningún lado, y se suponía que iba a morir en su lugar. Entonces, Barbas se giró
repentinamente, y clavó una daga demoníaca en el corazón del otro Peter, que
abrió mucho los ojos mientras Barbas le daba un abrazo mortal.
- Te lo dije –
susurró el otro demonio sin soltar la daga. La retorció, haciendo que el rostro
de Peter se contrajera. – Suplícame que le mate y NO seré rápido – dijo Barbas,
mirando directamente a los ojos de Christopher.
Habría hecho mejor
en mirar a un Christopher diferente. Chris 2 avanzó un paso, asestó un puñetazo
a Barbas para apartarle de su hijo, y sacó el puñal que laceraba el pecho de su
hijo, provocando que gritara. Puso ambas manos en su pecho, y le curó. Mientras
tanto Adramelech cogió una de las pociones de su padre. Pensó en arrojarla a
los pies de Barbas, pero lo pensó mejor, ya que é también era un demonio y los
vapores podían matarle también. Así que forzó a Barbas a abrir la boca, para
meter parte del líquido por ahí. Barbas sintió cómo se quemaba por dentro.
- ¿Sabes lo mejor de
esto? – susurró Nick. Tal vez fue su voz demoníaca, o tal vez su ira, pero sonó
como un sádico – Que no morirás hasta que la vacía entera, y por el momento no
lo pienso hacer. Te daré la muerte lenta que te mereces, cerdo hijo de puta.
De todas las
reacciones esperables, Nick-Adramelech jamás habría pensado que Barbas pudiera
reírse en un momento como ese. Pero lo hizo. Y, justo en ese instante, el
puntito de luz que se correspondía con el cerebro de Peter se volvió a
encender. De alguna forma supo que eso era lo que había causado la risa de
Barbas. Su instinto demoníaco le decía que tenía un destino peor que la muerte
planeado para su hermano.
Aquello de que morir
no duele es un mito. Una broma cruel de quienes han presenciado una muerte
pacífica de un ser querido, tumbado tranquilamente en una cama. Morir DOLÍA, y
lo decía alguien que había experimentado una gran cuota de dolor en su vida.
Cuando su cuerpo
impactó contra el agua, sus tímpanos reventaron, a causa de la presión. Dolió.
Cuando sus huesos se rompieron por el golpe, las costillas atravesaron los
pulmones. Dolió. Cuando el corazón se le detuvo, su alma viajó lejos de allí,
separándose de su cuerpo. Dolió.
El alma de Peter
apareció en una sala oscura, que tenía sólo una mesa negra y unos dibujos
extraños en el suelo. Ante él aparecieron seis grandes cabezas flotantes, que
le rodearon.
- Hola, Peter.
- ¿Quiénes sois?
¿Dónde estoy? – preguntó, girando la cabeza para abarcarlos a todos. Respiró
hondo, buscando serenarse - ¿Estoy muerto?
- Eso han sido tres
preguntas – respondió una de las cabezas - que se resuelven con dos respuestas.
Sí, estás muerto, y estás ante el Tribunal.
- ¿El Tribunal?
Entonces…¿esto es un juicio? – preguntó Peter, su cerebro funcionando a mil por
hora. - ¿Cómo el juicio final?
Tres de las cabezas
se rieron. Las otras tres las miraron con censura.
- Esto no es un
juicio, Peter. Tú no has hecho nada malo.
- Sí lo he hecho.
Muchas cosas. He matado a un hombre. He provocado que se extingan los demonios.
- ¿Consideras que
eso último es algo malo? – preguntó una de las cabezas que se había reído, con
interés.
- El exterminio de
cualquier especie lo es, máxime cuando son mis hermanos. Los demonios son
malvados, pero son necesarios para que el equilibrio exista. Si tenemos un
concepto de Bien, es porque existe un concepto de Mal. Por eso son necesarios
ambos universos. Por eso era necesario que fueran paralelos. Según Barbas, es
culpa mía que ya no lo sean.
- Barbas tiene
razón, muchacho. Será culpa tuya.
- ¿Cómo es posible
que "vaya a ser" si ya estoy muerto?
- Será culpa tuya,
hace muchos años. – añadió la cabeza, para sumar más confusión.
"Culpa mía hace
muchos años…He tenido que darme un buen golpe en la cabeza" pensó Peter
sin poder entender. ¿Cómo podía ser algo culpa suya en futuro y a la vez en
pasado?
- Sin embargo no es
algo malo – prosiguió la cabeza – La raza de los demonios está contaminada, y
era necesario realizar… una Purga. Barbas lo descubrió, y trató de impedirlo, y
por eso tú terminaste involucrado en medio de sus planes.
- ¿Por qué yo?
- Por qué tú eres
sólo medio demonio. A ti la Purga no te afecta, ni a tu hermano tampoco, ni a
aquellos demonios que tengan alma.
Peter guardó
silencio unos segundos, reflexionando.
- Vais a tener que
ir más despacio – replicó, cuando llegó a la conclusión de que no lo entendía.
- Barbas averiguó lo
que estábamos planeando, y trató de impedirlo, pero luego se dio cuenta de que,
en realidad, la Purga podía beneficiarle… si conseguía sobrevivir a ella. Por
eso se refugió en el otro universo, donde estaba a salvo. Y averiguó lo
importante que tú eras para nuestro plan, y para el suyo. Necesitaba que tú provocaras
la lluvia de sangre en el momento oportuno, cuando él estuviera a salvo. Para
ello sólo tenía que volver malvado tu universo, o bueno el otro.
- ¿Y ahí es donde
entro yo?
- Tú entras mucho
antes, y mucho después, Peter. Hace tiempo que ambos mundos no son paralelos.
Desde hace treinta y tres años, cuando tu familia desestabilizó el equilibrio
cruzando al otro lado.
- ¿Entonces por qué
no ha llovido sangre hasta ahora?
- Eso es lo que
Barbas más tardó en entender. No eran los mundos los que tenían que cambiar, si
no las personas. Tú volviste buenos a los que eran malos. Tú, el demonio de la
Muerte. Tienes más poder del que crees, Peter. No se limita únicamente a matar
a quien tú desees con un solo toque. Tú te horrorizaste ante un mundo malvado,
donde tu padre, el ser al que más admiras, era malo. Tú deseaste que la maldad
se extinguiera… y lo hizo. Pero sólo tienes poder sobre tu mundo, porque sólo
en tu mundo los demonios son malvados.
Peter parpadeó, para
asimilar lo que estaba oyendo.
- Cuidado con lo que
deseas – susurró, al final, acordándose del dicho. Luego, suspiró. Siempre
había sido alguien dispuesto a enfrentar a las consecuencias, y llevaba días
sabiendo que, por ser un asesino, iría al Infierno. - ¿Cuál es mi destino? –
preguntó, refiriéndose a su destino más allá de la muerte. Cielo, infierno y
Purgatorio. Tenía mínimas esperanzas de que, puesto que había acabado con el
mal en la Tierra, tal vez tuviera derecho al Purgatorio.
- La inmortalidad –
respondieron las Seis Cabezas, al unísono.
- ¿Qué?
- Has preguntado
dónde estabas, Peter. Somos el Tribunal, formado por Tres Ancianos, y Tres
Demonios, creados para guardar el secreto de la magia, y el equilibrio del
universo. Tú eres medio demonio, y medio brujo. Has muerto. Este Tribunal
quiere recompensarte, por tus buenas obras en la tierra. Porque moriste en un
acto heroico. Ahora tienes dos opciones. Así que dinos, Peter Haliwell, ¿qué
quieres ser, ángel o demonio?
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