Chapter 75: No se traiciona a la familia
Se escuchó un grito
ahogado, angustiado, lloroso. Nick despertó con un escalofrío. ¿Qué era esa
sensación? ¿Acaso seguía durmiendo? A lo mejor. Tal vez fuera eso, y estaba
teniendo una pesadilla. Eso explicaría por qué ya no se encontraba mal, y no se
sentía fiebroso: o era una cura milagrosa, o era que estaba soñando.
Pero él se sentía
bien despierto. Fuera un sueño o no, decidió levantarse para ver lo que le
aguardaba en su subconsciente. Se levantó con cuidado, pero se notó estable. La
cabeza no se le iba ni estaba mareado. Estupendo.
Lo primero en lo que
reparó, fue en que Peter no estaba en la habitación. Tal vez estuviera en el
baño, con Chris, a quien tampoco se veía por allí. Nick recordó con vergüenza
que su padre había tenido que llevarle al baño porque no podía tenerse por sí
mismo. Con vergüenza y con una sonrisa, porque después del sentimiento de
inutilidad que ese recuerdo le producía, quedó una enorme sonrisa por sentirse
cuidado y saberse protegido. Cuando era niño no había habido nadie que hiciera
esas cosas por él. Tampoco se había puesto enfermo con frecuencia, pero desde
luego estar enfermo en el orfanato era una mierda, mientras que estarlo
entonces, en su casa, era como unas vacaciones en las que había
"sobredosis de atenciones". Hasta Amy había estado mimándole. Nick
sonrió más al recordarlo.
Al pensar en Amy se
dio cuenta de que ella tampoco estaba. Decidió buscar a algún alma humana no
desaparecida, y bajó al salón. En las escaleras notó algo extraño.
"¡Wow! ¿Esa
barandilla ha sido siempre tan baja? Caramba, parece como que el suelo esté más
lejos…¿y qué le ha pasado a mis pantalones?"
Nick reparó entonces
en que la ropa parecía estarle un poco más pequeña, y eso era extraño porque
llevaba ropa holgada. Sacudió la cabeza. Le preguntaría a Chris.
Pero cuando llegó a
la cocina, toda gana de preguntar nada se extinguió. Al principio no entendió
la escena que se desarrollaba ante sus ojos. Pero luego fue quedando claro lo
que pasaba: Chris lloraba y abrazaba a algo que estaba en el suelo. Y ese algo
era su hermano, rodeado de tanta sangre que a la fuerza tenía que estar muerto.
Nick sintió como la sangre le llegaba al cerebro, como si de pronto sus latidos
fueran cien veces más audibles.
Pum. Pum.
Peter estaba muerto.
Pum. Pum.
Aquello no era un
sueño. Ya no estaba dormido. Era real, y estaba… huérfano. Huérfano de hermano.
Pum. Pum.
De su otra mitad.
Pum. Pum.
De la única persona
que había estado en TODOS los momentos de su vida. La única persona sin la que
(en ese momento lo supo) no podía sobrevivir. Porque como le dijo a Chris una
vez, hay una diferencia entre sobrevivir y vivir. Si a Chris le pasaba algo,
Nick estaría muerto en vida, pero estaría vivo. Dudaba ser capaz de ser feliz
nunca más, pero estaría vivo (hasta el momento en el que decidiera quitarse la
vida). Pero con Peter muerto, Nick también lo estaba. Sencillamente eso.
Inevitablemente eso.
Pum. Pum.
En su cabeza
resonaron las palabras que Peter le había dicho en una ocasión, cuando se
escapó por pensar que Amy iba a estropearlo todo: "Nacimos a la vez, nos
vamos a la vez. Somos un pack. Todo juntos. Todo".
"¡Mentira!"
pensó Nick, comenzando a llorar, como si sus ojos por fin recordaran cómo se
derramaban las lágrimas. "¡Tú te has ido sin mí! ¡Eres un mentiroso!"
Pum. Pum.
"Nunca volveré
a verle. Nunca."
De pronto a Nick le
dolía el pecho, de una forma física. Le habían arrancado una parte de él. Le
faltaba una parte importante dentro del pecho, y por eso le dolía. La sensación
se hizo insoportable, y estalló.
Nick sintió como
todo su poder salía de él, como una onda expansiva. Fue como una descarga de
magia, y de pronto no pudo controlar su don, y empezó a leer la mente de todo
el mundo en varios kilómetros a la redonda. Fue confuso y algo doloroso, y
gritó.
Encontró la mente de
Chris con mucha facilidad, porque ya sabía reconocerla. Su padre estaba
sufriendo tanto que Nick tenía miedo de que fuera demasiado. De que fuera una
de esas cosas que terminan por volverte loco. Inspeccionar la mente de Chris en
ese momento no era una buena idea, porque se sumaba a su propia angustia, pero
entonces empezó a percibir algo más que sensaciones, y captó pensamientos más
complejos.
"¿Cómo le
salvo? Aunque tuviera mis poderes, se ha cortado él mismo. Esas heridas no se
pueden curar. ¿Cómo le salvo?"
Todo se quedó en
silencio para Nick a partir de ese momento. Su poder volvió a él y permaneció
escondido. Sólo una cosa importaba: Peter aún estaba vivo.
Aunque quizás aun
fuera la palabra. Nick luchó contra sus labios, y contra su garganta seca, y
logró formular una pregunta.
- ¿Qué ha pasado?
Chris se sobresaltó
al oírle. No se había dado cuenta de su presencia.
- Nick, sube a tu
cuarto…
- Y una mierda. ¿Qué
ha pasado?
- Me quitó mis
poderes. No… no pude impedírselo. Intenté orbitar el cuchillo pero… pero…
Chris parecía torturado,
demacrado. Histérico.
- ¿Cómo se ha hecho
eso? – preguntó Nick, señalando la sangre. Se mantenía a una distancia prudente
porque le daba mucha impresión. Chris en cambio estaba manchado con la sangre
de su hijo.
- Se cortó.
- ¿Ha intentado
suicidarse?
Chris asintió.
Respirar le costaba. Seguir vivo le costaba. Tan sólo haber visto que Peter se
movía, y por tanto aun no estaba muerto, era lo que le permitía seguir allí un
poco más.
Pero, ¡¿cómo podía
salvarle!?
- No puedo ver cómo
se muere – dijo Christopher, aun de pie frente aquella bola de cristal que le
permitía ver lo que pasaba en el otro plano. Puede que aquél no fuera su Peter,
pero se parecía lo bastante como para que la escena que estaba viendo le
angustiara.
- Vaya, ¿hablando
sólo? Es el primer síntoma de la locura, según dicen. – dijo una voz a sus
espaldas, y Chris se giró bruscamente al reconocerla: era Barbas. El maldito
demonio chantajista que se había llevado a sus hijos. El hijo de puta que le
tenía cogido por los huevos, casi literalmente. A Chris no le suponía ningún
problema moral el cargarse a su otro yo. Era de los que primero disparan y
luego preguntan por qué. Pero sabía que matarse a sí mismo podía desequilibrar
el mundo más de lo que ya lo estaba por aquella "visita" de Barbas.
- ¿Qué quieres? – le
espetó. Orbitó su bayesta de luz negra, ya cargada y lista para ser disparada,
y apuntó al demonio con ella.
- Vamos, Chris
¿todavía con eso? Pensé que ya habíamos aclarado lo poco que te conviene
dispararme. ¿Qué pasaría con tus hijos entonces?
- Les buscaré, y
daré con ellos.
- Como si no les
hubieras buscado ya. Has usado todos tus truquitos mágicos y aun así no les
encuentras. Tu única posibilidad es mostrarte… colaborador.
- Esta flecha
colaborará muy bien contigo cuando te la meta por el culo. – le dijo, y luego
echó un rápido vistazo al desván. ¿Dónde narices se había metido Wyatt? En fin,
qué más daba. Con Wyatt o sin él, le iba a dar a aquél demonio su merecido. No
le clavó la flecha en ninguna parte vital, porque efectivamente necesitaba que
siguiera con vida para recuperar a sus chicos, pero le dio en la pierna.
Lamentablemente, tal y como ya sabía que pasaría porque ya habían hecho eso
mismo una docena de veces, Barbas se sacó la flecha sin muchos problemas.
- Debo reconocerlo,
tienes más agallas que tu otro tú. El sentido del humor es igual de escaso,
pero las agallas las tienes. ¿No te cansas de ver cómo me saco tus flechas?
- Es un deporte que
podría patentar. – replicó Chris. - ¿Para qué has venido?
- Quería comprobar
que sigues dispuesto a cumplir con tu parte.
- Mataré a
Christopher, ya te lo dije. Pero creo que tu plan se está yendo al traste.
Quieres a sus hijos vivos ¿no?
- Es lo único que
quiero. Christopher es un obstáculo: por eso tú vas a quitármelo de en medio.
- Como decía, tu
plan se está yendo al traste.
- Y eso es así
porque… - instó Barbas, para que continuara.
- Porque Peter se
está muriendo.
Christopher jamás
pensó que pronunciar aquellas palabras pudiera darle tanto placer. Pero sólo
por ver la cara de horror de aquél demonio merecía la pena. Barbas reparó
entonces en la bola de cristal y se acercó a ver.
- Páralo – le dijo.
- Esto no es una
televisión. No puedo simplemente cambiar de canal. Y aunque lo hiciera seguiría
pasando. Eso está sucediendo mientras hablamos.
- Escucha murciélago
con maquillaje, o traes a ese chico aquí ahora mismo, sano, o te puedes
despedir del tuyo. Tu Peter no me sirve para nada. Es prescindible para mí.
Chris apretó mucho
los dientes ante aquella amenaza. Estuvo a punto de orbitar una daga y
clavársela a ese despojo justo en el corazón, pero hacer eso no hubiera
solucionado nada. Siempre había tenido mucho autocontrol, así que respiró hondo
y se contuvo. Casi al mismo tiempo le vino la inspiración.
- Hoy es tu día de
suerte. Sé cómo salvarle.
- Bien. Hazlo.
- ¿Quieres que mate
a Christopher ahora? – preguntó Chris, odiando hablar de esa forma, como un
buen soldadito a la espera de órdenes.
- No. Aun no es el
momento.
- ¿Y cómo quieres
que me lleve a Peter delante de él?
- Apáñatelas.
Christopher gruñó.
Caminó hacia el Libro de las Sombras y buscó el hechizo que le haría viajar a
la otra realidad. Aquél viaje tendría consecuencias, seguro. El fino velo del
equilibrio universal, que ya había empezado a rasgarse, saldría aun más dañado.
Hizo un dibujo en la
pared del desván, de una triqueta, y leyó el hechizo. No pasó nada.
- Necesito a mi
hermano. Este hechizo es muy poderoso. Sólo se ha usado antes una vez, y fue
necesario el Poder de Tres. También fue necesario que las Embrujadas de mi
realidad y las de la tuya lo formularan a la vez. No sé si funcionará si lo
decimos sólo desde este lado.
Barbas se acercó a
él con pasos muy lentos, y entonces, de la nada, clavó un cuchillo en el
costado de Chris, que jadeó y abrió mucho los ojos. Aquello dolió.
- Vas a tener que
intentarlo tú solo. No voy a quedarme a enfrentarme a los dos a la vez. Ya
cometí ese error una ve y Wyatt acabó derrotándome.
Barbas se apartó de
él, y Chris recuperó el aliento, y se dio cuenta de que en realidad no le había
clavado nada. Había sido una ilusión, pero una bien dolorosa. Se pasó la mano
por los labios, pero no tenía sangre, a pesar de que la boca le había sabido a
metal.
- Hubiera bastado
con pedirlo por favor – replicó, con mucho sarcasmo. Volvió a leer el hechizo
sacando todo su poder y sintió cómo se vaciaba. Cayó al suelo de rodillas,
mientras el dibujo que había hecho en la pared brillaba. Lo había conseguido.
Había creado un portal. Él sólo.
- ¿A qué esperas?
¡Ve y tráelo aquí!
Chris no tenía
fuerzas ni para contestarle. Respiró hondo un par de veces y luego se puso de
pie. Con cierta vacilación, y con miedo de lo que se pudiera encontrar, cruzó
el portal.
Apareció en el
desván, pero supo que no era el suyo. Era un desván idéntico, pero en aquél no
estaba Barbas. Había cruzado. Estaba en el mundo del otro Chris. Sin perder
tiempo en maravillarse en lo increíblemente poderoso que era por haberlo
conseguido, bajó a la cocina. Conocía aquella casa porque era como la suya,
aunque todo estaba demasiado… limpio. Y olía demasiado bien.
Se quedó de piedra
al entrar en la cocina. Allí estaba Nick. No era "su" Nick, pero era
Nick. Dios, le echaba tanto de menos. Hacía ya más de tres meses que se lo
habían arrebatado. No tuvo tiempo para seguir observando, porque el otro Chris
reparó en su presencia.
El otro Chris era un
calco de él, con el pelo más corto y más limpio, los ojos son delineador, y
sobrio. Eso era un detalle a tener en cuenta. Chris lamentaba haberse bebido
aquella botella de whisky a medias con su hermano, porque si tenía lugar un
enfrentamiento directo con el otro Chris, podría suponer una desventaja.
Vestía con colores
más claros que él, que vestía todo de negro, y de ahí el que Barbas le hubiera
llamado "murciélago". Lo cierto es que el Chris malvado parecía poco
más que un gótico vestido de sport. Sólo perdía la imagen por la coleta que
llevaba. Los dos Chrises se observaron durante un rato, pero el Chris malvado
contaba con la ventaja de la sorpresa: el otro Chris y Nick no se esperaban su
visita en aquél momento.
Chris orbitó su
bayesta negra y decidió dejar las cosas claras.
- Sabes quién soy.
Sabes lo que puedo hacer. No te enfrentes conmigo.
- Papá, ¿quién es?
¿Por qué es igual a ti? ¿por qué sus orbitas son negras? – preguntó Nick,
asustado.
- Soy yo, Nick. Es
largo de explicar. Sus orbitas son negras porque él no es un luz blanca, sino
un luz negra. – dijo el Chris bueno.
- Exacto, soy un luz
negra, y estas son flechas de luz negra, que es una de las pocas cosas que
pueden matarte. – replicó el Chris malo.
- Con que Victoria
tenía razón. Voy a matarme a mí mismo – dijo Chris-bueno con mucha calma. Con
más calma de la que parecía lógica en aquél momento, pero no podía sentir miedo
cuando todo lo que podía sentir era angustia por lo que le estaba pasando a
Peter.
- No hoy – replicó
Chris-malo. – Ahora aparta.
- ¿Por qué? –
preguntó Nick, poniéndose ante su hermano en actitud defensiva. - ¿Quién eres y
qué quieres? ¿Qué está pasando aquí?
Nick le escudriñó
como intentando escanearle con los ojos. Chris-malo miró aquellos ojos, que
eran los de su hijo, y así se dio cuenta de que no lo era. Aquél Nick era…era
bueno. Sus ojos eran inocentes. Agh.
- Voy a salvar a tu
hermano – replicó Chris-malo y sin estar dispuesto a perder más tiempo orbitó
para ponerse junto a Peter, y volvió a orbitar otra vez con él, al desván.
Escuchó los gritos de frustración que venían de la panta baja. Traspasó el
portal arrastrando a un Peter ensangrentado.
Barbas les esperaba
al otro lado. Había estado observando a través de la bola de cristal.
- ¿Cómo funciona
esto? – le preguntó, señalando la esfera. - ¿Te muestra cualquier cosa que
quieras ver?
- He lanzado un
hechizo para que me muestre todo lo que hace el otro Christopher.
- Me sería
muy…útil…Tener algo como esto…
- Mira lo mucho que
me importa. Ahora, si ya has terminado de admirar mis posesiones, no sé si has
notado que vengo acompañado.
Barbas se giró con
brusquedad. Casi se había olvidado de Peter, fascinado por poder estar en aquél
desván con el que sueñan muchos demonios. Aquél Libros de las Sombras no le
repelían, porque sus dueños eran malvados, como él. Aquél mundo parecía hecho a
su medida: todo era caos, maldad, y destrucción. Estaba bien para unas
vacaciones, pero no era su mundo. Barbas sabía que tenía que volver al suyo,
pero quería asegurarse de hacerlo en las condiciones propicias. Si todo salía
bien gracias a Peter se haría con el control de todo el inframundo. El chico
estaba destinado a destruir el inframundo… o a liderarlo. Barbas se ocuparía de
que fuera lo segundo, pero para eso tenía que seguir con vida.
- ¿Puedes curarle?
- Yo no. – respondió
Christopher. – Es una herida autoinfligida. Pero él puede curarse a sí mismo.
Uno de sus poderes de demonio es la autocuración. Sólo tengo que hacer que se
transforme. Pero tal vez tú seas más rápido. Yo tardaría mucho en preparar todo
lo necesario para realizar el conjuro.
Barbas entendió, y
se sacó el colgante que había usado para transformarle por primera vez. Susurró
el nombre de Vraskor, y así el chico ensangrentado que yacía a sus pies se
transformó en una bestia enorme, con cuernos.
- No tenían cuernos
– dijo Chris, con sorpresa.
- Ahora es un
demonio adulto. Es más grande, y más fuerte. Y tenías razón: se está curando.
Chris observo cómo
la herida se cerraba poco a poco. Se curó por completo, pero Vraskor no llegó a
despertarse. Con toda probabilidad, dormiría aun algunas horas. Chris le
observó, y sintió algo que hacía mucho no sentía: su conciencia. En su mundo,
sólo había una cosa sagrada: la familia. Christopher mataba, robaba y destruía,
a veces por el mero placer de hacerlo. Era un luz negra, era un brujo oscuro,
era absolutamente poderoso, y su familia dominaba aquél mundo sumido en el
caos. Pero si algo tenían en común él y el otro Chris era la familia. Tanto uno
como otro haría cualquier cosa por su gente. Y no se traicionaba a la familia.
Puede que aquél chico no fuera "su" Peter, pero era lo
suficientemente parecido para que se sintiera una rata rastrera por haberle
traído directamente a las fauces de Barbas. Le había dado a ese demonio lo que
quería.
Aunque tal vez eso
implicara que por fin podía recuperar a sus hijos.
- ¿Y ahora qué? Ya
le tienes. Ya no necesitas que mate a Christopher por ti.
- Te equivocas.
Mientras Christopher siga vivo será un obstáculo constante. Vendrá a buscarle,
y si no lo hace da igual: Peter no puede quedarse aquí para siempre. Tiene que
volver a nuestro mundo, y allí tiene que hacer lo que yo quiero que haga. Y
para eso Christopher tiene que estar muerto. Y el otro gemelo tendrá que
escoger bando. No puede quedar nada que apegue a Peter a su vida anterior. O
matas a su familia, o se unen a nosotros. Esas son las opciones.
- ¡El trato era
matar únicamente a Christopher!.
- He añadido una
cláusula nueva. Vamos Christopher, no te alteres. Sabes que lo harás, si es que
quieres volver a ver a tus hijos. Y ahora calla. Se está despertando. Míralo
así: es como si te hubiera devuelto un pedazo de tu hijo. Peter se quedará
contigo hasta que yo le necesite. Diviértete haciendo de padre - dijo Barbas, y
con eso se despidió y desapareció.
Christopher gruñó y
observó cómo Vraskor despertaba. El demonio abrió los ojos y enseguida volvió a
su forma humana.
- ¿Papá? – preguntó
Peter, extrañado. Aquél era su padre pero…¿por qué parecía sucio? ¿por qué
vestía de negro? ¿por qué tenía el pelo más largo? Y…¿tenía delineador en los
ojos, o eran imaginaciones suyas? Ese Christopher parecía más un vampiro
desaseado que su padre.
- Algo así –
respondió Christopher.
- ¿Qué ha pasado?
Yo…estoy curado – dijo de pronto, recordando su intento de suicido, y reparando
en que no tenía herida alguna.
- Autocuración. Eres
un demonio, Peter ¿o ya se te ha olvidado?
- No, claro…. ¿Por
qué estamos en el desván? Y, en serio, ¿por qué tienes esa pinta? ¿Llevas
coleta? ¿Desde cuándo tienes el pelo tan largo? ¡Ay madre! ¿Cuánto tiempo llevo
inconsciente?
- Sólo un rato,
Peter.
Chris hablaba con
sequedad, porque no sabía bien lo que debía hacer en ese momento. Él no era el
Chris que ese chico conocía. Peter pareció reparar en su tono áspero.
- ¿Estás enfadado?
Yo… siento lo del cuchillo…Sé que me vas a matar….pero volvería a hacerlo.
Papá, volvería hacerlo porque no puedo dejar que te pase nada. Tengo que
impedir que se cumpla la profecía. No va a pasarte nada por mi culpa…
- El suicido no es
la solución. – replicó Christopher, entre dientes y con mucho enfado. Fuera su
Peter o no lo fuera, el chico había sido un idiota.
- No me mates –
repitió Peter, y entonces intentó abrazarle, pero Christopher se apartó. Chris
vio el momento exacto en el que al chico se le rompía el corazón. Sentado como
estaba, le miró con unos ojos con los que su Peter no le miraba nunca. Unos
ojos puros, dulces, y buenos. Y muy, muy tristes. – Esta vez lo he hecho
¿verdad? Estás tan enojado que no quieres ni abrazarme.
- No es eso, Peter.
Es que yo no te abrazo nunca. – respondió Chris, frunciendo el ceño.
- Eso no es cierto,
si es casi lo único que haces…
- No, Peter, no lo
hago. A ti no te gusta que te toquen.
- ¡A mí me encanta
que me toquen!
- En esta realidad,
no.
- ¿En ésta realidad?
Papá, ¿de qué estás hablando?
- Yo no soy tu
padre, Peter.
Peter se enfureció.
Christopher se sorprendió de ver ira en aquella mirada de niño. Por un segundo
aquél Peter sí pareció el suyo. El chico se puso de pie, y parecía capaz de
matar.
- ¡No puedes decirme
eso! ¡Por mucho que la haya cagado ese es un golpe bajo, y lo sabes! ¡No me
puedo creer que me hayas dicho eso! ¡Siento ser una decepción como hijo, pero
es lo que tienes! ¡Sabes que esas palabras duelen! Es lo mismo que me dijo
Derek, y lo que siempre he temido que me digas tú. Bien, basta de farsas,
entonces. Ya están todas las cartas sobre la mesa. Por fin admites que no me
quieres como hijo. Has tardado ocho meses en darte cuenta, pero ya ha pasado.
Derek me lo advirtió. Barbas me lo advirtió. Todo el mundo, tarde o temprano,
se cansa de mí.
- ¿Quieres dejar de
decir tonterías? No es algo simbólico ¿vale? No lo decía por despreciarte, es
que literalmente no soy tu padre. No soy tu Christopher.
La furia de Peter se
esfumó de golpe, y se transformó en sorpresa.
- ¿Mi Christopher?
¿Qué quieres decir?
- No estás en tu
mundo, Peter. – explicó Chris. Rayos, ¿cómo iba a hacer que lo entendiera?
Necesitaba beber. Alcohol, sí, eso. Caminó hacia la mesa y sacó una botella de
vodka del cajón. Dio un trago. – Mucho mejor. ¿Quieres?
- ¿Me estás
ofreciendo alcohol? – preguntó Peter, con incredulidad.
- Sí. ¿No bebes? –
dijo Chris encogiéndose de hombros. Su Peter bebía.
- ¡No! ¿Y desde
cuándo bebes tú? Voy a avisar a Amy, creo que has perdido un tornillo o algo –
dijo Peter, y se levantó. Salió del desván a toda prisa, y bajó las escaleras.
En seguida reparó en que todo en aquella casa estaba…sucio. Había botellas
rotas, y polvo…Peter se detuvo en las escaleras, shockeado. Chris decía que
sólo había estado incosciente un rato, pero debían de haber sido varios meses.
Quizá Chris había perdido el juicio, y se había dado a la bebida, a raíz de su
intento de suicidio. Eso le hizo sentir culpable. Por primera vez pensó que tal
vez con aquello hiciera más mal que bien. Pero luego se dijo que aquello era
demasiado ególatra: la casa no estaba en aquél estado por él. Ni su padre se
había dado a la bebida por él. No era tan importante.
Entonces, si no era
eso, ¿cómo se explicaba aquél desastre? ¿Y dónde estaba Amy? ¿Y Nick? ¿Y los
peques? La casa parecía vacía. Notó una mano en su hombro, y se giró para ver a
Christopher.
- Amy no está aquí.
En esta realidad no estamos juntos. Después de que desaparecierais, no volví a
hablar con ella.
- ¿Desaparecer? Papá
¿de qué hablas?
- Yo no soy tu
padre, Peter – repitió Chris, recordándose que a aquél chico debía hablarle con
cuidado. No sabía cómo iba a reaccionar. No era del todo como el Peter que
conocía. – Aunque puedes llamarme así si quieres, pero quiero que lo tengas
claro. Estás en otra realidad. En otro universo, si quieres llamarlo así. Yo te
he traído aquí, cuando aun estabas inconsciente. Aquí Nick y tú no estáis
conmigo. Os secuestraron. Leo está con tu abuelo, viviendo con él, mientras Wyatt
me ayuda a buscar la forma de dar con vosotros.
Peter le miró
durante un minuto sin decir nada, y sin apenas parpadear.
- ¿Esperas que me lo
crea? – preguntó al final.
- Tengo pruebas.
Mira, ven. Volvamos al desván.
Peter le siguió y
allí Christopher le enseñó la bola de cristal. En ella Peter vio a su padre y a
su hermano. Parecían desesperados, angustiados. Christopher murmuró algo y
entonces Peter pudo oír a los que estaban dentro de la esfera, además de
verles:
- ¡Tenemos que
encontrarle!
- No es tan sencillo,
Nick.
- Dices que está en
otro universo. Si él ha podido venir, tú puedes ir allí.
- No debemos
traspasar el velo. Los dos mundos no deben tocarse. El equilibrio no…
- ¡Al infierno el
puto equilibrio! ¡QUIERO A MI HERMANO DE VUELTA!
Vale, Peter tenía
que reconocerlo: ese sonaba como Nick. Giró al cabeza para mirar a Christopher,
preguntándose si la habría dicho la verdad. ¿Estaba en otra realidad? Observó
que Christopher se acercaba a una pared, donde estaba pintado el símbolo de la
triqueta. Murmuró algo que sonó a un hechizo, y se giró.
- Listo, ahora no
podrán venir. No podrán abrir un portal para venir a buscarte.
- ¿¡Qué!? – gritó
Peter. Había muchas cosas que aun no entendía, pero eso lo había entendido muy
bien. Empezaba a entender que aquél no era su padre, y que estaba impidiendo
que el de verdad pudiera encontrarle. Le estaba separando de su padre. Y eso
era algo que no iba a permitir… - ¡Escúchame, maldito bastardo! ¡No sé quién
eres, ni me importa, pero ya estás llevándome con mi padre porque si no te juro
que te mataré y daré con la forma de hacerlo yo mismo!
- No pienso hacer
eso – respondió Chris, con calma.
- ¡Cerdo hijo de
puta, ya lo creo que vas a hacerlo! – respondió Peter, y le empujó contra la
pared. Christopher frunció el ceño. Le gustaba ver esa mirada de odio en Peter,
le gustaba que gritara (le recordaba a SU Peter), pero no estaba bien que le
empujara. Él era su padre. O algo así.
- No, no voy a
hacerlo.
- ¡Mi padre cree que
me estoy muriendo! – gritó Peter, zarandeándole. Christopher reparó en que era
más alto. Era más alto que él. ¿Era cosa de aquél Peter o se debía al supuesto
estirón demoníaco que habían dado? ¿Su Peter también habría crecido?
- Sí, y si cree eso
es por tu genial idea de suicidarte – replicó Chris, perdiendo la paciencia. Se
libró de su agarre con mucha facilidad, y aunque estuvo tentado de empujarle de
vuelta, supo que en el mundo de ese Peter no arreglaban las cosas así. Que no
arreglaban las cosas a empujones. - ¿En qué narices estabas pensando?
- ¡No finjas que te
importa! – replicó Peter, y le dio la espalda. Christopher le giró con
brusquedad y le obligó a mirarle.
- ¡Oye, tú mundo
será distinto al mío, pero el suicidio es una gilipollez en los dos! ¡Y a la
familia no se le hace eso! ¡A la familia no se le traiciona! ¡Uno no se va y
deja a la gente tirada! El suicidio no hace sufrir al que se mata, sino al que
se queda. Es una solución cobarde y, maldita sea ¡No es una solución! – grito
Christopher, y Peter parpadeó sorprendido, porque aquello sonó mucho a su
padre. Sonó mucho a los discursos que él le solía dar. – Aun no me puedo creer
que lo intentaras. ¿Acaso has perdido el juicio? Si te pareces en algo a mi
Peter, y tu Chris se parece algo a mí, sé que no te dejaría hacer algo como
eso. Dime, ¿qué habría hecho tu padre de estar aquí?
Peter bajó la mirada
y se apartó. Ese hombre no le gustaba. Gritaba mucho, olía a alcohol, y encima
tenía razón. Hizo por irse del desván, pero Chris le agarró del brazo.
- ¡Responde! ¿Qué
habría hecho?
Peter no pudo evitarlo:
ese hombre se parecía demasiado a su padre como para no contestar a esa
pregunta tan directa.
- Me habría… me
habría castigado, seguramente.
- ¿Cómo? – insistió
Chris.
Peter se negó a
responder a eso.
- Ya te lo digo yo:
dándote la paliza de tu vida. Que es lo que voy a hacer yo.
Peter no se tomó en
serio la segunda parte, por eso se permitió soltar una risa irónica.
- Créeme: no sería
la paliza de mi vida.
Lo decía por Derek,
porque sabía que su padre jamás llegaría a lo que llegó aquél hombre. En ese
sentido estaba tranquilo. Pero Christopher lo interpretó en otro sentido, como
si Peter sólo estuviera siendo prepotente.
- Vamos a
comprobarlo – le respondió y tiró de él.
- ¿Qué haces?
- ¿No te lo he
dicho? Voy a darte la paliza de tu vida, mocoso irresponsable y egoísta. Es en
lo único en lo que siempre estaré de acuerdo con tu padre. Todas las demás
mariconadas que te enseña me parecen una tontería, pero esto no. Esto es algo
que también tiene mi Peter, y los dos vais a aprender a respetar vuestra vida
por encima de todo. – dijo Christopher, y después se le puso sobre las
rodillas.
- ¡No! ¡Suéltame!
¡Tú no puedes castigarme! ¡No eres mi padre!
- Lo voy a ser por
un tiempo, muchacho. Así que vete acostumbrando.
Peter entendió lo
que eso significaba: se iba a quedar allí con él. Estaba secuestrado. Estaba
obligado a permanecer lejos de su padre, con aquél mal calco como pésimo
sustituto. Conocer este hecho le deprimió tanto que ya no se resistió, y dejó
que le bajara la ropa. Christopher orbitó el cepillo.
- Debería darte con
el cinturón – le dijo – Pero dependerá de ti que lo haga.
Y con esa frase
lapidaria, comenzó.
CRACK CRACK CRACK
CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK
CRACK CRACK CRACK
CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK
No se sentía muy diferente
a cuando lo hacía su padre. De hecho, era muy difícil acorarse que aquél no era
su padre. Tenía su misma cara y se comportaba más o menos igual. Era más
maleducado, alcohólico, desaseado, y brusco, pero su comportamiento para con él
era más o menos el mismo. Aquél no era momento para reflexiones filosóficas,
pero Peter se preguntó qué significaba eso de ser de universos diferentes, y se
preguntó también como sería su alter ego. ¿Sería cierto que estaba secuestrado?
Dejó de pensar
cuando empezó a dolerle de verdad.
CRACK CRACK CRACK
CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK
CRACK CRACK CRACK
CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK
- Tu vida por encima
de todo. Quiero oírtelo decir, Peter.
Peter se quedó mudo.
Una cosa era que no se resistiera, sabiendo como sabía que no le iba a llevar a
ninguna parte, y otra que aceptara que ese hombre que era poco más que su
secuestrador tuviera autoridad sobre él. Además, no iba a decir algo que fuera
mentira. Su vida no estaba por encima de todo, y desde luego no estaba por
encima de la de su padre.
CRACK CRACK CRACK
CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK
CRACK CRACK CRACK
CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK CRACK
- Peter, dilo.
Más silencio.
- Está bien, será
como tú quieras. Túmbate en el sofá.
Peter sabía lo que
significaba: iba a pegarle con el cinturón. Se propuso aguantar estoicamente,
por más que le doliera. No iba a darle la satisfacción de mostrar dolor. Se
tumbó como le había dicho, y esperó.
ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS
ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS
Cayó una ráfaga que
no se esperaba. Chris normalmente le pegaba despacio, metódicamente. Y la única
vez que lo había hecho con el cinturón no lo hizo a esa velocidad. Aquello
dolió horrores, y escoció mucho. Y Peter dijo adiós a su estoicismo sólo con
aquellos diez golpes.
- ¡Hijo de puta! –
siseó, más como una maldición que como un insulto. Aun así, sabía que a su
padre jamás se lo habría dicho. Christopher pareció darse cuenta también, de la
misma forma que se había dado cuenta de su intención de resistir y aguantar con
impasibilidad.
- Cuidado, Peter. No
soy tan escrupuloso como tu padre, y no tengo problemas con los insultos, pero
tengo un cinturón en la mano. Y no es muy sensato decirle ciertas cosas a
quienes tienen un cinturón en la mano.
Y para demostrarlo,
dejó caer otra ráfaga.
ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS
ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS
Peter se mordió el
labio.
"No llores.
Joder, No llores."
Y no lloró. Peter
sabía aguantarse las lágrimas. Chris le había enseñado a no hacerlo y además él
en concreto tenía la habilidad de hacerle llorar sólo con un regaño, pero aquél
no era Christopher. No el suyo.
ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS
- En éste mundo, en
el otro, y en el de más allá, tu vida es lo más importante. Esa es la única
certeza que tienes.
ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS
- Lo único que no va
a cambiar aunque lo haga todo lo demás.
ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS
- Aunque te quedes
sin padre, sigues estando tú.
ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS
- No te equivoques:
Chris también es un imbécil. Os he estado observando y la verdad es que me
parece idiota. Pero a mí él me la suda. Si me le tengo que cargar, y todo
indica que tendré que hacerlo, me dará igual. Pero tú eres la réplica de mi
hijo, y por alguna razón eres importante.
ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS
- No voy a dejar que
te mates y jodas la única posibilidad de recuperar a mis hijos.
ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS
- No voy a dejar que
te mates a secas, porque ver cómo te cortabas ha sido como ver cortarse a mi
Peter.
Y eso ZAS es algo
ZAS que no ZAS va a volver ZAS a pasar ZAS
- No vas a volver
ponerte en peligro
ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS
- No vas a volver a infravalorarte
a ti ni a tu vida.
ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS
- Y sobre todo, ¡NO
VAS A VOLVER A INTENTAR SUCIDIARTE!
ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS
ZAS ZAS ZAS ZAS ZAS
Peter apretaba las
uñas contra la tela del sofá y reprimía las lágrimas que le escocían en los
ojos. Se hizo sangre en el labio por mordérselo y se acordó de todos los
ancestros de ese energúmeno cuya sola presencia la confundía, por recordarle
tanto a su padre.
- ¡Quiero oírtelo
decir, Peter! ¡No más suicidios!
Peter no respondió.
ZAS
- Dilo.
Silencio.
ZAS ZAS
Peter no iba a
responderle. Christopher pareció darse cuenta de eso, y también de lo duro en
demasía que estaba siendo. Le había pegado setenta y ocho veces con el cinturón
y sesenta con el cepillo. No estaba cien por cien seguro, pero por lo que había
visto, y por lo que él solía hacer con su propio Peter, creía que aquello
estaba siendo una paliza memorable. Quería que el chico se comprometiera a
preservar su salud a partir de ese momento, pero tiró el cinturón a un lado,
sabiendo que no debía seguir utilizándolo. Aunque por alguna razón estaba muy
enfadado La salud de aquél chico le importaba, más allá de que fuera o no una
posibilidad de recobrar a sus hijos, o de que se pareciera a ellos.
Se sentó y se le
colocó en las rodillas. Se asombró de que no estuviera llorando.
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT
- ¿Acabamos con
esto? – le preguntó, casi como si fuera algo trivial, un juego. – Promételo, y
terminamos.
Esperó unos
segundos, y nada.
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT
- El orgullo es algo
que me encanta, pero si mi Peter es orgulloso se supone que es porque tú no lo
eres. ¿Qué es esto entonces, una prueba de hombría? Sólo te pido una maldita
respuesta porque por alguna maldita razón en vez de dejar que te mates quiero
que sigas con vida.
SWAT SWAT SWAT SWAT
SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT SWAT
Peter ya no podía
más. Conocía su límite y estaba a punto de cruzarlo. Su muro se derrumbó en el
mismo momento en el que y no pudo contener más el llanto. Quiso creer que
lloraba por el dolor, lo cual era muy posible, pero en su fuero interno sabía
que lo hacía porque aquél "quiero que sigas con vida" le había
llegado. Aquel desconocido tan familiar sólo pretendía que él siguiera con
vida… que es lo mismo que querría su padre…
- No volveré a
hacerlo – barbotó al final.
- Bien – respondió
Christopher, y se levantó. Y se fue. Y le dejó ahí, llorando tumbado sobre
aquél sofá. Y por si Peter tenía alguna duda, comprobó que aquél tipo no era su
padre, porque no le había abrazado.
No supo cuánto
tiempo estuvo ahí llorando, pero tuvo que ser más de media hora y menos de una.
Había evitado frotarse la zona castigada, porque hasta eso dolía demasiado. Tal
vez no hubiera sido la paliza de su vida, pero tampoco había estado muy lejos.
Hacía mucho que nadie le pegaba tanto.
Cuando se calmó un
poco, escuchó pasos, que indicaban que Christopher volvía.
- Eso tiene pinta de
doler horrores. – comentó, apoyado en el quicio de la puerta.
Peter no respondió.
- Yo no bromeo
chico. Si te digo que voy a darte la paliza de tu vida, es porque voy a
hacerlo.
Más silencio. Nuevos
sollozos querían apoderarse de Peter, pero logró sobreponerse.
- Vamos, levanta de
ahí, no seas niña.
Eso fue un golpe
bajo. Peter se tenía por alguien débil y llorica, pero Chris no le veía así.
Aquél Chris sí, pero aquella vez no era justo. ¡Aquella vez tenía motivos para
llorar, y muchos! Físicamente estaba muy adolorido, Pero mucho, mucho. Y
psicológicamente…
- Quiero ir con mi
padre - lloriqueó.
- Y yo quiero que
llueva chocolate. Hay un hechizo para eso, pero a la larga no resultaría. No
siempre se consigue lo que se quiere.
- ¿Estoy
secuestrado?
- Si quieres verlo
así… Puedes verlo como unas vacaciones con todos los gastos pagados.
- ¿Por qué me has
traído aquí?
- ¿Aparte de para
salvarte de tu propia estupidez y la de tu padre al que no se le ocurrió
transformarte en demonio para curarte? Porque eres una buena moneda de cambio.
- ¿Moneda de cambio?
¿Qué tiene mi padre que puedas querer tú?
- Él nada. Pero eres
valioso para el tipo que tiene a mis hijos.
Peter sollozó otra
vez.
- Ya deja de llorar.
– dijo Chris, en un tono tan brusco, que Peter lloró más. - A la porra Me da
igual lo mucho que grites. – dijo, y se acercó a él. Peter se encogió, pensando
que iba a pegarle más pero entonces Chris le abrazó. – No grites – le pidió.
Aquello fue tan
desconcertante que Peter tuvo que preguntar.
- ¿Por qué iba a
gritar?
- Porque te estoy
tocando.
Peter no dijo nada.
Aquél abrazo se sentía bien. Si se engañaba un poco podía creer que se trataba
de su padre. En cualquier caso, le consolaba, y le ayudó a dejar de llorar,
como si de pronto le doliera menos.
- ¿Por qué no puedes
tocar a "tu Peter"?
- Porque le
maltrataron.
- A mí también. Y no
me importa que me toquen. – dijo, pero luego lo pensó mejor – bueno, a veces
sí. Si hacen movimientos bruscos, como Amy, no me gusta. Me…asusta un poco.
Pero no me importa que me toque Christopher, y a mí también me maltrataron.
Chris soltó una risa
sarcástica.
- Aun no entiendes
que este mundo funciona al revés que el tuyo.
- ¿Qué quieres decir?
- A ti te maltrató
un hombre ¿verdad? He escuchado como tu padre lo decía alguna vez. Te maltrató
Derek.
- Sí.
- El Derek de este
mundo es un santo. Demasiado santo, en realidad. No olvides que aquí Peter es
malo, pero aun así fue feliz con él. Pero nuestra justicia está corrupta, y le
quitaron su custodia.
- Entonces ¿quién le
maltrató?
- ¿Dónde has sido
más o menos feliz, o al menos, has estado bien, hasta que llegó Chris?
- En el orfanato.
- Pues ahí tienes tu
respuesta. La gente que en tu mundo es buena en el mío es mala.
- ¿Insinúas que le
trataron mal en el orfanato?
- A él y a Nick.
Durante dieciséis años. Así que lo siento, pero a ti no te voy a compadecer.
"Pobrecito Peter, que le han hecho daño y cree que su vida no vale nada
porque le trataron mal". Tú no sabes lo que es que te traten mal. Sólo
eres un niño mimado. Mis hijos son mucho más duros que tú.
Los ojos de Peter
volvieron a inundarse de lágrimas. Chris suspiró.
- Pero eres el niño
mimado de Chris. Y por eso voy a cuidar de ti. Voy a devolverte a tu mundo sana
y salvo, Peter. Y esto es una promesa. Y voy a cumplirla, porque no se
traiciona a la familia.
Peter no respondió
nada, y Chris tampoco añadió nada más, pero se quedó allí con él, acariciándole
de forma muy parecida como lo hacía su padre. Tal vez aquél hombre no fuera tan
malo. No dejaba de repetir que eran mundos opuestos pero la gente no es blanca
o negra. Suele ser gris. Estaba claro que aquél Chris era de un gris oscuro,
pero no era negro. Al menos, no con él. A él iba a tratarle bien, y por eso tal
vez, no fuera tan malo estar allí. Pero… le había separado de su padre.
Aunque…quizá fuera
la solución ideal. Quizá, lejos de su padre, en otro mundo, la profecía no
pudiera cumplirse. Quizá aquello bastaba para salvar a Chris, y no era
necesario que se suicidara. Si era así, si servía para que Chris no estuviera
en peligro, aceptaría con gusto, aunque significase pasar toda su vida separado
de las personas a las que más quería….
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