Chapter 63: Profecías (parte 1)
Resultó que Amy se
mudaría en una semana, cuando dejara solucionado algunos asuntos como el
alquiler de su casa y algunas facturas. Aunque Chris sospechaba que eso era
sólo una excusa, y lo que pretendía era dar un poco de tiempo para que todos
"se hicieran a la idea". Desde luego, eran muchas las cosas que había
que pensar. De hecho, Chris tenía un problemón bastante grande, que no sabía
cómo abordar: ¿dónde iba a dormir Amy? ¿Con él en su cama, o en una de las tres
habitaciones vacías que había en su casa? Por espacio no era, desde luego. Pero
se supone que los novios duermen juntos…¿Los novios con tres hijos también
duermen juntos? Chris no lo sabía. Y tampoco sabía cómo sacar el tema. Cavilaba
sobre esto mientras observaba su taza de café, cuando fue sacado bruscamente de
sus pensamientos.
- Papá, ¿es que no
me oyes? – protestó Nick.
- Lo siento, hijo.
Estaba pensando. ¿Qué decías?
- Que mañana después
de la escuela de magia voy a ir a la biblioteca. Se acercan los exámenes.
- Nick, quedan dos
meses para los exámenes – dijo Peter como queriendo decir "eres un
exagerado"
- Pues por eso,
¡queda muy poco!
- Histérico.
- Idiota.
- Empollón.
- ¡Eh! Parad ya los
dos. ¿Es que no sabéis hablar sin insultaros? – espetó Chris de forma brusca.
Los gemelos le miraron contritos. Estaban de broma. No era una pelea en serio.
Ni siquiera estaban enfadados entre sí. ¿Qué mosca le había picado a Chris?
- No nos estábamos
insultando, papá – dijo Peter. Entendía que su padre estaba nervioso por todo
aquello de Amy viviendo allí. Todos lo estaban, en realidad, aunque había como
un acuerdo tácito de no hablar de ello. Sabía que para Chris era difícil, así
que la actitud de Peter era comprensiva y paciente, y no le tenía en cuenta
esos pequeños estallidos de mal humor. Nick, en cambio, no se lo tomaba tan
bien.
- Si vas a estar así
aun antes de que venga tal vez debas replanteártelo. Como sigas de ese humor
cuando esté ella te dejará a los cinco minutos.
Christopher
parpadeó, y se dio cuenta de que quizás estuviera un poco alterado.
- Perdonad. Es que
no paro de darle vueltas a…
- ¿A qué? – animó
Peter, al ver que se detenía.
- Es igual. Cosas de
mayores. – respondió Chris sonriendo.
- ¡No me hables como
si fuera un puto crío! – gritó Nick. El grito fue desproporcionado y ninguno
entendió a qué había venido. Chris también había hablado en broma,
infantilizando la voz para indicar con ese "cosas de mayores" que era
un asunto privado.
- Caray, hermano,
ahora eres tú quien parece haberse levantado con el pie izquierdo – dijo Peter.
- No sé a qué ha
venido eso…- reconoció Nick, sonrojándose un poco. Miró a Chris para comprobar
si estaba enfadado. Chris le miró frunciendo el ceño. No quería empezar el día
discutiendo.
- Será mejor que nos
calmemos todos un poco. Voy a hacer como que no te he escuchado, Nick.
- Oh, gracias por tu
indulgencia. – dijo el chico, con infinito sarcasmo.
- Nick, ya te estás
relajando. Por si no lo has notado no estoy precisamente de buen humor ahora
mismo y no tengo paciencia para tus comentarios maleducados.
- ¡Pues si te altera
tanto que Amy viva aquí, mejor dile que no lo haga! Aun no ha venido y ya está
dando problemas…
- Nick… -
advirtieron Peter y Christopher a la vez.
- Es la verdad.
¿Quieres saber lo que le pasa a pap,á Peter? Simplemente se está preguntando si
Amy debe dormir en su cama o no. Eso es lo que le tiene tan nervioso.
- ¿Es verdad? –
preguntó Peter.
- Nick, te he dicho
ya muchas veces que no me leas la mente. Y menos en estas cosas. Es…es mi
intimidad…
- Sí, pues verás tú
que intimidad vas a tener cuando hagas lo que tú ya sabes…por favor, avisadme
entonces porque como escuche los pensamientos de alguno de los dos mientras
hacéis el amor, será totalmente asqueroso.
- ¡Nick! – bufó
Chris – No hace falta que te advierta que…
- …que tengo
totalmente prohibido leerle la mente a Amy, y más cuando estéis intimando, ya
sé, ya sé. Haré lo que pueda, pero espero que sepas que existe la posibilidad
de…
- ¡No existe ninguna
posibilidad! Nick, más te vale cumplirlo o ataré tus poderes – amenazó Chris,
totalmente horrorizado ante la idea de carecer de vida privada. ¿Cuánto
tardaría Amy en aprender a bloquear a Nick?
- Como se te ocurra
atar mis poderes…yo…yo…- empezó Nick, pero no parecía encontrar una amenaza lo
suficientemente fuerte, así que dio un golpe en la mesa. Chris respiró hondo,
se levantó, le levantó a él, y le dio tres azotes algo fuertes.
- No se dan golpes a
la mesa - le dijo, y luego le bajó un poco el pantalón.
SWAT SWAT
- No puedes leerme
la mente.
SWAT SWAT
- Ni la de Amy.
Le colocó la ropa y
casi le empujó para que se sentara de nuevo, con una mirada de advertencia que
venía a decir algo así como "la próxima vez seré más claro, así que que no
haya próxima vez". Tras dos segundos de taladrarle con la mirada, Chris se
sentó también, y endulzó su expresión.
- No voy a atar los
poderes de nadie y tú no vas a leer la mente de nadie. ¿Trato hecho?
Nick asintió, y se
frotó el trasero. Siguieron desayunando en silencio. Peter intentó revivir la
conversación, pero Nick seguía enfurruñado. Al final, Chris, de mejor humor,
intervino:
- Nick ¿vas a estar
de morros todo el día sólo porque te he regañado un poco?
- Me has pegado –
protestó él.
- Menos de lo que te
merecías. Has golpeado la mesa e insinuado que vas a leer la mente de mi novia.
- ¿Lo ves? Ya la
defiendes a ella por encima de nosotros.
Eso fue tan infantil
que Chris tuvo que reírse. Se acercó a él y le dio un beso en la cabeza.
- Eso no es cierto.
Defiendo al que lleve la razón, pero siempre estaré predispuesto a favor de mis
hijos.
Nick pareció más
contento. Chris rodó los ojos ante el adorable infantilismo de su hijo, y
siguieron hablando, esta vez participando todos.
- Aun no me has
contestado, papá. ¿Puedo ir mañana a la biblioteca después de la escuela de
magia?
- Ve si quieres,
Nick, pero eso es hacerse los Lunes más duros todavía de lo que son. Puedes
estudiar aquí…
- Estudió mejor
allí, papá…
- Como quieras –
suspiró Chris. No iba a interponerse en sus estudios, claro, pero si Nick iba
al colegio, a la escuela de magia, y luego a la biblioteca, se iba a pasar todo
el día sin verle.
- También quisiera
quedarme a comer e ir directamente desde allí a la escuela…
- ¿Comer en el colegio?
¿Por qué? ¿Y cómo vas a ir luego a la escuela de magia desde allí?- preguntó
Chris, quizá más bruscamente de lo que debería. Si Nick comía fuera entonces
iba a estar LITERALMENTE todo el día sin verle.
- Puedo usar el
hechizo que usaba Peter para… ya sabes… sus escapadas nocturnas, y eso.
Chris frunció el
ceño a ambos gemelos. A uno por darle la idea, y al otro por querer hacerlo.
Pero aun le quedaba un rayito de esperanza:
- Es un hechizo muy
poderoso. En serio. Muy poca gente puede hacerlo. Yo no puedo. No sólo, al
menos. El hecho de que Peter pudiera hacerlo ya es realmente increíble…
- Además, eso es
sólo para bajar y subir del inframundo – añadió Peter, masticando su tostada. –
No creo que funcione para ir a la escuela de magia.
- Bueno, pues le pediré
al abuelo que me lleve. ¿Puedo comer allí, o no? - insistió Nick, molesto por
tanta pega.
- Aun no me has
dicho por qué.
- Para estar con
Rachel. ¿Contento?
- Pues no, la verdad
es que no. – dijo Chris, y luego suspiró. No podía impedirle que comiera con su
novia. O al menos, no debía hacerlo. Se resignó. - ¿Quieres llevarte comida o
que te de dinero?
Nick agachó la
mirada, incómodo al tener que pedir algo. Chris decidió ser "un poco
malo".
- Si quieres que te
deje ir tienes que decirlo en voz alta. Tienes que decir "Papá quiero esta
cantidad de dinero dinero" o "papá quiero que me prepares esto para
comer". No debes ser tímido conmigo, Nick. No te pega y es absurdo. No hay
nada malo en pedirle cosas a tu padre.
Nick le miró como
diciendo "disfrutas con esto ¿verdad?". Gruñó, e inspiró hondo.
- Papá…¿podrías
darme diez dólares, por favor?
- Claro – respondió
Chris con una sonrisa, y le dio quince. Nick ya iba a protestar pero la mirada
de Chris le disuadió de hacerlo. Pusieron los ojos en blanco a la vez, y Peter
se rió.
- ¿Cuál es el colmo
de un padre rico y derrochador? Un hijo que no pide nada. – declaró Peter,
sonriendo. Pero luego se puso serio – Papá, no eres tan rico. Nick te leyó la
mente ayer. Fue ayer, así que no te enfades ahora con él. El caso es
que...sabemos que te preocupa la factura del seguro médico.
Chris parpadeó. No
sabía si le gustaba o le molestaba que sus hijos se preocuparan por la economía
familiar. Supuso que en general era algo bueno, pero no les correspondía a
ellos ocuparse de eso. Además, estaban equivocados.
- Sí, es cierto,
estaba preocupado por pagar esa factura, pero no porque no tenga dinero, sino
porque…veréis, no sé hasta qué punto conviene que tengáis seguro médico. Yo no
tengo.
- ¿No? ¿Por qué no?
- Porque si me pasa
algo como que me atropelle un coche o me caiga una maceta en la cabeza,
prefiero que llamen a mi padre o a mi hermano que pueden curarme en un minuto a
que me lleven a un hospital donde deba permanecer durante días sin poder
recurrir a los poderes para no llamar la atención ante una curación milagrosa.
Y lo mismo pasa con vosotros dos. Además, hablo en serio cuando digo que tiene
que haber algo muy chungo en nuestra sangre. Mi madre no tiene ese problema,
por ejemplo, ni vuestro hermano pequeño, porque la magia no es algo que
"vaya en las venas". Pero el ADN de un luz blanca o semi luz blanca,
y el de un demonio, o semidemonio, es diferente.
Peter y Nick
asintieron, dándose cuenta de que tenía razón. Peter ya había experimentado que
los médicos podían ser un obstáculo más que una ayuda: una vez rellenado el
papeleo, había que seguir el "método convencional" como lo de el
disparo y los puntos.
- Paga sólo el de
Leo, entonces – dijo Nick, encogiéndose de hombros.
- Hablando del
peque, ¿cuánto va a tardar? – preguntó Peter.
- Se le habrán
pegado las sábanas. Subiré a ver.
- No, ya voy yo,
papá. Ya he terminado de desayunar y quiero darle un susto al enano. – dijo
Nick, con una sonrisa perversa.
- No te pases, que
es pequeño. – avisó Chris, sin poder dejar de lado la sobreprotección. Además,
tenía malos recuerdos de los "sustos" de Wyatt. Hermanos mayores.
Siempre molestando.
Peter y Chris se
quedaron planeando lo que harían aquél domingo. Chris aun estaba en modo
"absorbente" con él, sin querer dejarle sólo ni un segundo, y Peter
intentaba convencerle de que se relajara y fuera a ver a Amy, que tenía ganas.
Estaba siendo uno aún más cabezota que el anterior, cuando oyeron gritos del
piso de arriba.
- Al peque le va a
dar un infarto. ¿Qué le habrá hecho? – dijo Peter.
Chris tuvo una
intuición.
- Como se haya
convertido en demonio delante de él y le haya despertado así dos cosas son
seguras: Leo se ha habrá hecho pis en la cama y Nick se ha pasado tres pueblos.
Lo consideraba una
broma algo pesada, pero por otro lado le alegraba que Nick fuera incluyendo su
lado demoníaco en los juegos. Significaba que aceptaba lo que era. Subió para
comprobar si había acertado en sus deducciones, y a decirle únicamente que
tuviera más cuidado con Leo, pero no pensaba regañarle en el sentido estricto
de la palabra. Sin embargo, según se acercaba al cuarto de Leo, escuchó unos
ruidos que no le gustaban nada. Golpes, y muebles moviéndose.
- ¡Papi! – gritó
Leo, cuando abrió la puerta. El niño estaba de pie en su cama, muerto de miedo,
y efectivamente en vez de Nick tenía delante a Adramelech, su versión
demoníaca. Pero parecía fuera de control. El cuarto de Leo estaba destrozado y
en ese momento Nick/Adramelech estaba a punto de abalanzarse sobre el niño. Leo
estaba moviendo con su mente algunos objetos pesados…Entre ellos un trozo de
cristal de la ventana que Adramelech debía de haber roto. El niño movía esos
objetos alrededor del demonio, indeciso.
"Si le clava
ese cristal podría matarle" pensó Chris. "¿Desde cuándo puede mover
tantos objetos a la vez?"
Leo también se
estaba haciendo más poderoso, pero aquél no era el momento para el orgullo
paternal. Chris estaba muy nervioso, pero intentó que su voz sonara tranquila.
- Leo, campeón, no
pasa nada. Deja eso, cielo. Deja esas cosas donde estaban.
- ¡Me quiere hacer
daño! – dijo el niño, llorando. Estaba aterrorizado. Chris pensó que no era
para menos. Lo único que impedía que Adramelech se tirara a su cuello era la
prudencia: el demonio entendía que estaba rodeado.
- No va a hacerte
nada, campeón, te lo prometo. Pero tienes que soltar eso ¿vale?
Chris caminó hacia
él despacito, sin movimientos bruscos. Leo extendió los brazos hacia él y Chris
le cogió, colocándoselo en la cadera mientras le sostenía. El niño lloró sobre
él y poco a poco fue bajando los objetos que rodeaban a Adramelech, hasta
dejarlos en el suelo. El demonio rugió.
- ¡Adramelech! –
bramó Chris, dejando salir su enfado y toda su autoridad en aquella palabra. El
demonio se clavó en su sitio. - ¿Qué es lo que has hecho, Adramelech?
- ¡Padre, la cría me
atacó primero! ¡Levantó la lámpara con sus poderes y me amenazó con ella!
- ¡Porque tú le
asustaste Adramelech! ¡Es un niño! ¿Qué ibas hacer? ¿Pretendías matarle, acaso?
¿Ibas a matarle porque te amenazó con la lámpara?
Chris notó que Leo
se estremecía en sus brazos, y lamentó haber dicho aquello delante de él. Le
acarició la cabeza, tierno en los gestos pero duro en la mirada, con unos ojos
de hielo que dirigía hacia Adramelech.
- Si me ataca,
merece morir – dijo el demonio. Para no hacer nada de lo que pudiera
arrepentirse, Chris recordó que estaba hablando con su hijo, aunque era difícil
mirando a aquella furiosa masa colorada. Pero ahí, en algún lugar bajo los
músculos y la piel pigmentada, estaba su hijo. Su Nick. Se dijo también que ese
demonio era como un niño. Se había dado cuenta además de que en cierto modo no
tenía conciencia: no distinguía bien de mal, sino órdenes. Obedecía órdenes,
concretamente las de Chris, sin ver maldad alguna en el hecho de matar a su
propio hermano. Pero aquella vez le había desobedecido. Adramelech le miraba
ahora con miedo, y es que según las leyes de algunos grupos de demonios, Chris
tenía derecho a matarle por haberle desafiado. Chris quería que entendiera que
era algo más que el jefe de su aquelarre. Era su padre. Por eso no le habló en
términos de jefe.
- Es tu hermano,
Adramelech. Y te prohibí que le atacaras. También te prohibí que rugieras, y
que le llamaras cría. Estoy muy enfadado contigo. Quiero que vuelvas a
transformarte.
- No…
- Adramelech, no me
desafíes – dijo Chris, con fuego en los ojos. Le habló como a un enemigo, y Leo
asomó la cabeza y le miró asustado, como si no reconociera a su padre.
- Pero padre…
- No. Nada de padre.
Quiero que me obedezcas. Ahora.
Tras un momento de
silencio, Chris vio como el tamaño de Adramelech disminuía poco a poco, hasta
que Nick apareció en su lugar. Nick lloraba y corrió hacia él, para abrazarle.
- Lo siento – lloró
y se colocó al lado de Leo, los dos llorando, los dos abrazándole desde sus
diferentes posiciones y estaturas. Chris empezó a consolarles a la vez.
- Shhh, shhh ya
pasó. Ya está, chicos, ya está.
- Quería hacerme
daño…-lloriqueó Leo.
- No, no quería –
respondió Nick, llorando más – No sé qué me pasó, perdí el control. No era
yo…era él… yo no le controlaba…
- Vale, vale, eh, ya
está. Vamos a calmarnos un poco ¿sí?
Leo, sintiéndose
seguro bajo la protección de Chris, convirtió su llanto en enfado.
- ¡Nick, eres
idiota! ¡Malo, malo, malo! – gritó, y empezó a golpearle. Nick se apartó,
porque Leo pegaba con fuerza, pero Chris vio el momento exacto en el que se le
cruzaban los cables, y saltó con la intención de atacar a su hermano. Con un
sólo brazo, Chris se lo impidió.
- ¡Nick! ¿Qué
cuernos te pasa? ¡Sólo está asustado!
Pero Nick no le
escuchaba, o no podía hacerlo. Al final, Chris le tuvo que empujar, haciendo
que se cayera sobre la cama, para proteger a Leo.
- ¡Nick, ya basta! O
te calmas tú o te calmo yo.
Entonces, Nick
pareció relajarse, y le miró horrorizado. Parecía confundido, y asustado.
- ¡Lo siento! –
volvió a decir. – Dios, pero…¿qué me pasa?
- Te diré lo que te
pasa. Que te crees muy gallito, eso te pasa. ¡No se te ocurra salir de esta
habitación si sabes lo que te conviene! - gritó Chris, muy enfadado. Se llevó a
Leo de allí, sin poder creerse lo que había visto. Había pensado que lo de
atacar a Leo era cosa de Adramelech, de su lado demoníaco, sobre el cual Nick
había perdido el control. Podía llegar a entender que eso no era culpa de su
hijo. Pero había perdido también el control en su forma humana…Estaba muy
enfadado con Nick… hasta que se dio cuenta de lo que de verdad había pasado.
Nick y Adramelech eran la misma persona, igual que Peter y Vraskor. Y Chris
había tenido una teoría que ahora se estaba confirmando: sus hijos se estaban demonizando.
Se estaban volviendo más agresivos, y Peter tenía impulsos de comer carne.
Estuvo cinco minutos
tranquilizando a Leo y luego le dejó con Peter, contándole a grandes rasgos lo
que había pasado. Después, subió a hablar con Nick. Su hijo estaba temblando en
una esquina, asustado. Chris se acercó a él y le abrazó.
- Lo… lo siento
–balbuceó Nick.
- No, mi vida. Yo lo
siento. No ha sido culpa tuya.
- ¿Qué me pasa,
papá? Quiero…tengo…duele.
- ¿Qué es lo que
duele, corazón?
- La cabeza…el
cuerpo… todo…Él quiere salir. Quiere destrozar…Quiero destrozar.
- Nick, tienes que
evitar transformarte cuando yo no esté ¿de acuerdo? Aun es pronto. Adramelech
es joven…Es un demonio recién nacido en muchos aspectos y actúa por instinto.
Yo tengo que estar delante y decirle cómo actuar, para que aprenda a
sobreponerse a ese instinto. Él también se ha asustado cuando Leo le ha
atacado, y cuando los demonios se asustan, destruyen.
Nick apretó el
abrazo, y respiró lento para calmarse, hasta conseguirlo.
- Me ha salido cara
la broma – comentó luego, soltándose. Chris le sonrió.
- Anda, baja a
hablar con Leo. Dios, por un segundo pensé que iba a clavarte ese cristal…
- Tendría que
haberlo hecho.
- No lo digas ni en
broma, Nick.
- No es broma.
Tendría que haberlo hecho. Si vuelvo a atacarle lo tiene que hacer. Jamás me
perdonaría si llego a hacerle daño.
- Aquí nadie va a
atacar a nadie. Vamos a arreglar esto. Busquemos a tu hermano.
Llevó un rato, pero
Leo era listo y sabía que Nick nunca le haría daño de estar en sus cabales. Le
llamó de todo por haber querido despertarle de un susto, y Christopher se hizo
el sordo. Pareció que eso era todo. Que aquél día no iba a pasar nada más.
Pero, a eso de media mañana, Chris fue a buscar a Nick para preguntarle si
quería jugar con ellos al tragabolas, y en vez de a Nick encontró a Adramelech.
Lo primero que hizo fue asustarse, pero luego se dio cuenta de que Adramelech
estaba haciendo algo raro, en el cuarto de Leo.
- ¿Qué haces,
Adramelech?
- Reparo el cuarto
de la cría. No quiero que me toque compartir el mío con ella porque no tenga
donde dormir.
Chris contuvo una
risa por la última frase, que sonaba a excusa barata para ocultar una buena
acción que le hacía sentir avergonzado. En vista de que el demonio parecía bajo
control, Chris decidió hablar con él.
- ¿Por qué has
vuelto a transformarte?
- Soy más fuerte
así. Mi forma humana es un blandengue.
Chris se fijó en
cómo el demonio levantaba una estantería con una sola mano, y tuvo que darle la
razón. Nick no habría podido hacer eso. Adramelech colocó el mueble en la pared
y lo atornilló sin necesidad de usar un martillo: utilizando sólo su mano.
- Se mete en mi
cabeza – dijo el demonio de pronto. – Yo le controlo a él, y él me controla a
mí, pero no nos queremos fusionar. Cada vez tengo más recuerdos suyos en la
cabeza.
- Son tuyos. Son tus
recuerdos. Tú eres él.
- Supongo que sí –
respondió Adramelech, y de pronto la voz que le salió no fue la voz ronca y
profunda de su forma demoníaca, sino la suave y ligeramente aguda voz del Nick
normal. Él también pareció darse cuenta. – Es más fácil cuando dejo que él me
controle a mí – dijo Adramelech – Cuando yo intento imponerme sobre él nos
duele la cabeza. Y además tú te enfadas.
- Sólo cuando me
desobedeces. En tus dos formas, por cierto, así que se lo puedes decir a Nick,
que ha pasado directamente de lo de "no transformarse cuando no estoy
delante".
Adramelech se rió, y
Chris se dio cuenta de que había algo bueno en él, también cuando era un
demonio.
- Se la va a cargar
– dijo el demonio, divertido.
A Chris se le hacía
raro que hablase de sus dos formas como si fueran personas diferentes. Raro,
pero también divertido.
- No te rías tanto,
que tú también has olvidado lo que te dije. ¿Qué ha sido eso de antes? Me
parece bien que recojas el cuarto de Leo, pero no tenías que haberlo destruido.
- No iba a hacerle
daño – dijo Adramelech – Sólo quería asustarle un poco.
Eso sorprendió a
Chris gratamente.
- Dijiste que
merecía morir…
- Y tú te lo creíste
– acusó Adramelech. – Piensas de verdad que soy malvado.
Le sorprendió ver
que el demonio estaba dolido. ¿Un demonio con sentimientos?
"Joder, Chris,
a eso precisamente se refiere: das por supuesto que no siente, que no es
Nick…Pero éste demonio tiene alma y no deberías olvidarlo" pensó,
insultándose mentalmente.
- No, malvado
no…Creo que no tienes autocontrol…Le estabas gruñendo, y destrozaste su cuarto…
- Sólo era un juego.
Nosotros jugamos así. Pero la cría…Leo no estaba jugando.
- Pensó que ibas a
hacerle daño. Y lo cierto es que se lo habrías hecho. Vuestros
"juegos" son peligrosos. Él es sólo un niño.
- Pero es mi
hermano. Si es mi hermano es parte de mi clan. Si es parte de mi clan tiene que
hacer lo que nosotros hacemos…Nosotros somos demonios bestia…
- Hombre, no lo
digas así…Yo no diría "bestia"
Adramelech se rió.
- Eres tan gracioso,
padre. Y tan…."brujo". Sabes muy poco de nosotros ¿verdad que sí? Esa
es la clase de demonios que somos...Demonios bestia. Es, si quieres, el nombre
de nuestra especie.
Chris creyó
entender.
- ¿Cómo "el
demonio del miedo" o "el demonio de los sueños"?
- Sí quieres verlo
así…Pero, en realidad, no. Barbas era un demonio antropomórfico,
independientemente de que fuera el demonio del miedo. Yo soy un demonio bestia,
y soy además el demonio de la vida.
Chris ladeó la
cabeza con curiosidad.
- Explícate.
- Tú corazón late a
noventa pulsaciones por minuto ahora mismo. Eso es porque me tienes miedo, pero
deberías calmarte, no quiero que te de un infarto. Si te diera, yo te podría
curar.
Chris parpadeó. Se
dio cuenta de que Adramelech lo decía en serio. Wow.
- ¿Y Vraskor?
- También es un
demonio bestia, claro, y es el demonio de la muerte. Para que yo pudiera
curarte, él tendría que matar a otra persona.
Daba escalofríos. La
vida y la muerte. Sus hijos eran… la vida y la muerte. Uno daba la vida y el
otro la quitaba.
- ¿Cómo sabes todo
esto?
- No lo
"sé", sino que simplemente lo…lo recuerdo. Como si ya lo supiera de
antes, pero lo hubiera olvidado. Mi cabeza se llena de conocimientos sin que yo
pueda evitarlo. Es cierto eso que le dices a veces a Nick: es como si
tuviéramos una enciclopedia en la cabeza. Al menos, yo. Creo que…creo que mi
madre dejó esos conocimientos en mí. También creo que Vraskor no lo sabe.
Interesante. Un
gemelo poseía información y otro no…el Libro hablaba sólo de Vraskor, pero sin
duda Adramelech era también alguien a tener en cuenta.
- Escúchame bien,
Adramelech. No podéis matar a nadie. Ni jugando, ni en serio, ni nada. No
quiero que utilicéis esos poderes…Has de jurarlo, Adramelech. Nunca curaras a
nadie haciendo que tu hermano mate a otra persona. Júralo.
- ¿Ni siquiera si es
a ti a quien tengo que curar? – preguntó el demonio con cautela.
- Tampoco entonces.
- Y…- empezó el
demonio con cuidado - ¿Si es la vida de la cría? ¿Si es Leo el que peligra o
esa mujer humana de la que te has enamorado?
Chris apretó los
puños y se mordió el labio. La vida de un desconocido a cambio de la de Leo…
tentador…Pero inmoral. Dio con la solución.
- Adramelech, si es
la vida de Leo o la de Amy la que peligra, podéis intercambiar mi vida con la
suya. Y con la de Wyatt. Y con la de todas las personas que Nick identifique
como "familia".
Adramelech abrió
mucho los ojos.
- ¡No puedo prometer
eso!
- Debes hacerlo,
Adramelech.
- Vraskor se negará
a hacerlo. Se negará a matarte.
- Entonces,
engáñale. Dices que Peter…que Vraskor… no lo sabe. No sabe lo que puede hacer.
Tendrás que engañarle para que me mate. Adramelech, júrame que harás lo que te
he dicho o me enfadaré mucho contigo.
- Los demonios no
podemos jurar. Pero puedo hacer un pacto de sangre.
- Hazlo – dijo
Chris, sin dudar. Hubo un pulso de miradas, y Chris sabía que no podía
flaquear. El demonio estaba empujado por su instinto a "obedecer a su
líder", así que al final agachó la cabeza.
Adramelech gruñó, y
cogió uno de los pedazos de cristal rotos. Se hizo un pequeño corte en la mano.
Luego cogió la mano de Chris, que pensó que le iba a cortar también, pero se
limitó a mancharle de su sangre. Después, la herida del demonio se cerró sola:
se autocuraba.
- Si incumplo éste
pacto, moriré – declaró Adramelech, con seriedad.
Chris no podía
dormir. Su conversación con el lado demoníaco de su hijo le había alterado
mucho. Le había hecho hacer una promesa que, si no cumplía, le costaría la
vida. Se odió por eso, y se propuso saber más sobre demonios para evitar nuevos
malos entendidos. Su inquietud le impedía dormirse. Además, en las noches
anteriores había empezado a tener sueños raros. Sueños que alternaban entre el
surrealismo y la realidad. En algunos salía Amy, en otros salían sus hijos, en
otros salía Paul…y en todos acababa cayendo desde lo alto del puente de San
Francisco, y se despertaba antes de llegar al final de la caída. Tras dar una
cabezada tuvo de nuevo el mismo sueño y se cayó la cama. Decidió que ya era
suficiente: Paul tendría que explicarle lo que había querido decir con ese
mensaje tan críptico y todo eso de la profecía. ¿Por qué no podía acercarse a
los sitios altos? Se puso unos pantalones y orbitó al cuarto de su protegido,
que no había sido tal en varias semanas, porque su padre no quería que
contactara con él.
No contaba sin
embargo con que Paul pudiera tener compañía, y cuando apareció en el cuarto en
el que ya había estado dos veces, se encontró con algo que realmente no quería
ver. Había alguien en la cama de Paul, y se oían ruidos inequívocos que
indicaban que el chico no estaba haciendo nada inocente. Chris se quedó
congelado, con la boca abierta, sin poder moverse…
- Ahí no – dijo la
voz de Paul desde debajo de la sábana, con una risita.
"Joder, joder,
joder"
Chris ya iba a irse
por donde había venido, es decir, ya iba a orbitar, cuando una cabeza asomó de
las sábanas. Era Paul. El chico abrió mucho los ojos, movió los labios en lo
que parecía un insulto a la venerable madre de Chris, y le hizo aspavientos para
que se fuera. Chris asintió, pero antes de poder hacer nada asomó otra cabeza.
El asombro de Chris alcanzó nuevas cotas cuando vio que se trataba de un chico.
Con que Paul era…era gay. Buscó en su mente información que corroborara ese
hecho. No, Paul no parecía gay, sino más bien todo lo contrario. Pero las
apariencias engañan, después de todo. Chris se dio cuenta de que ese no era el
mejor momento para ponerse a reflexionar sobre aquello. El
"acompañante" de Paul parecía al borde de un infarto.
- ¿Quién es él Paul?
- Es…es mi hermano
Christopher. Es un entrometido que no conoce la palabra privacidad – mintió
Paul, con rapidez, sacándole de un enorme apuro. A ver cómo sino iba a explicar
su presencia en aquella habitación.
- No le he oído
entrar. Pensé que tus hermanos eran todos pequeños.
- Bueno, los que
viven aquí sí. Christopher me saca muchos años, pero ha venido de visita, y por
lo visto en este tiempo se ha olvidado de cómo se llama a las puertas. Pero ya
se va y me esperará en la habitación de al lado ¿verdad? – masculló Paul entre
dientes, y Chris captó el mensaje: "Largo de aquí, YA y espérame en ese
cuarto que yo ahora iré".
Sintiéndose patoso y
tropezando con los pantalones de alguien, Chris salió de la habitación.
Posiblemente ese era uno de los momentos más surrealistas de su vida. Es lo que
tiene orbitar al cuarto de alguien a las 4 de la mañana sin llamar primero.
Chris se dio un puñetazo mental por no haberse molestado en mirar el reloj
antes de salir. Fue al cuarto que le había indicado Paul y descubrió que era un
baño. ¿Le hacía esperar en un baño? Por si la noche no era ya lo
suficientemente extraña…
Cinco minutos
después, cuando Chris ya se conocía de memoria aquella habitación (que, por
cierto, era gigante para ser un servicio), Paul llamó a la puerta, y luego
entró. Llevaba puestos unos pantalones cortos, y nada más.
- ¿Lo ves? Yo llamo
a las puertas. ¿Se puede saber qué coño hacías ahí?
- Tu cuarto era la
única habitación de tu casa que conocía. – se defendió Chris - Es el único
sitio donde puedo orbitar y dijiste que buscara la forma de contactar contigo.
- ¡Sí, pero no así!
¡Y no a las 4 de la mañana! Por Dios, eso ha sido totalmente…totalmente el
momento más…."agh"…de toda mi vida.
Chris coincidía con
él. Había sido un momento "agh" clarísimo.
- En eso estoy
totalmente de acuerdo. Tendría que haber mirado el reloj. Perdona. Pero no
podía imaginarme que…que…
Paul alzó una ceja.
- ¿Que tengo vida
privada?
Chris se ruborizó.
- No….yo…Vamos a
olvidarlo ¿quieres?
- Tienes suerte de
que Tom sea sólo una cara bonita. Si tuviera algo de cerebro no se habría
tragado lo de que eres mi hermano. Y eso habría sido un problema, ¿verdad,
señor luz blanca?
Chris se ruborizó
aún más.
- Siento haber
interrumpido.
Paul suspiró.
- Da igual. Mejor tú
que mi padre. Sí, definitivamente mejor tú que mi padre.
Chris alcanzó un
color rojo tan intenso que le hizo sentir aún más vergüenza.
- ¿Sabe…sabe que….?
- ¿Que soy gay?
Bueno, yo se lo he dicho. Sí, creo que lo sabe. En esa conversación pareció
mostrarme algo de atención. Tampoco fue muy cariñoso. Lo único que me dijo es
"nosotros somos judíos reformistas, así que no hay ningún problema con que
seas gay". Te juro que quise pegarle. Sólo faltaba que hubiera habido
algún problema...Yo no necesitaba que me dijera eso, sino que, en fin, ya
sabes, que fuera el padre que no ha sido y todo eso. Pero luego se portó
cojonudamente. A mí a veces no me daba ni los buenos días, pero con los chicos
que traía a casa era todo sonrisas. Siempre ha pasado un poco de mi vida sexual,
y me encantaría que siguiera siendo así pero desde que le ha dado por hacer de
padre creo que eso es mucho pedir… No sé cómo se tomaría saber que hago ciertas
cosas en su casa. Se ha vuelto muy… muy mandón. ¡Ayer me mandó a la cama! ¡A la
cama! ¡A las doce! ¡Tengo 19 años, por Dios!
Chris no pudo evitar
reírse. Eso sonó tan adolescente…
- Así que…¿Patrick
tiene reglas?
- ¡Demasiadas! A las
doce en casa, eres muy joven para trabajar, no puedes usar el móvil en la mesa…
- Bueno Paul, me
parecen cosas bastante lógicas.
Chris estaba muy
aliviado. Parecía que por fin Patrick estaba haciendo las cosas bien. Empezaba
a tratar a Paul sino como un niño, sí como un chico que aún es joven. Le hacía
cierta gracia la reacción de Paul: no parecía gustarle que hubiera normas.
Habían sido tres los años en los que las normas las ponía él. Había pasado a
ser uno más de sus hermanos…
- A ver cómo te
sentirías tú si tuvieras a alguien encima diciéndote lo que hacer a cada rato…-
protestó Paul.
- Lo tuve. Lo tengo.
Mi padre se sigue preocupando por mí.
- No es justo,
Chris. Llevo años saliendo y entrando de casa cuando quería, yendo a
fiestas…sólo tenía normas cuando estaba castigado. El resto del tiempo era
libre. Ahora vivo en una jaula.
Chris soltó una
risita.
- Se supone que
tiene que ser así. Esto era lo que querías: un padre.
- ¡Pero ya soy un
adulto! – protestó, en un tono que no sonó adulto en absoluto. – No debería
tener que esconder a mi novio…
- Le escondes porque
quieres. Das por supuesto que no le gustaría, pero deduzco que tampoco lo has
hablado con él. De todas formas, es tu padre, Paul. Sólo puedo aconsejarte que
le hagas caso, porque todo lo que diga lo hará por tu bien.
- Muy bien, pues si
vamos a jugar al chico obediente tal vez debería decirle que estás aquí, a ver
cómo se lo toma. – dijo Paul con malicia.
Chris entrecerró los
ojos.
- Soy tu luz blanca.
Tenemos que estar en contacto.
- Oh, pero eso es
desobedecer a papá. No, no …debería decirle. Mi luz blanca me ha aconsejado que
sea un chico obediente.
- ¬¬ Muy maduro,
Paul. Si ya has dejado de hacer el tonto, de protestar y de ligar…
- …te aseguro que
estábamos haciendo algo más que ligar…
- …no necesito
detalles. El caso es, que aunque sea muy interesante, no he venido aquí para
hablar de tu vida sexual. De hecho, es una parte de tu vida que no necesito
conocer en absoluto.
- ¿Te incomoda? –
preguntó Paul, primero con picardía, pero luego se puso serio e incluso se
mostró algo preocupado - ¿Te supone algún problema? Esas bromas con tu
hijo…Espero que sepas que… Nick es sólo un amigo…Él…no sé si te ha dicho, pero
tiene novia.
- Ya lo sé, Paul. Y
aunque no fuera así tampoco sería asunto mío. Pero en serio, estoy haciendo lo
posible por olvidar que en la habitación de al lado hay un chaval desnudo
esperando a que vuelvas a la cama, así que dejemos el tema. He venido a que me
expliques todo eso de alejarme de los sitios altos, y ya que estamos, a que me
cuentes lo que sepas de esa profecía.
- El que sabe algo
es mi padre. Yo sólo sé que sabe quiénes sois vosotros, los Haliwell, y que
cree que algo malo va a pasaros. Me dijo que no me encariñara contigo y todo lo
que he conseguido sacarle es que me asegure de que te mantienes lejos de las
alturas. No sé por qué dijo eso, ni cómo espera que lo cumpla si no me deja acercarme
a ti.
- ¿Y por qué no te
deja?
- Porque es un
sobreprotector sin remedio. Y porque…- murmuró Paul, y pareció vacilar antes de
continuar - porque está convencido de que vas a morir, Chris. No quiere ni
ponerme en peligro, ni que seamos amigos para que… para que tu muerte me
afecte.
Chris tragó saliva.
Había una profecía que decía que él iba a morir. Aunque con aquello ya era
suficiente, Paul no había terminado.
- Mira no… no
debería decirte esto pero…se supone que…que una profecía dice que tú morirás salvándome
la vida, para que yo pueda cumplir una misión. No me ha contado más, y tú no
deberías saberlo. Pero no quiero que arriesgues tu vida por mí. Así que lo
mejor será que le haga caso en esto y que… que nos mantengamos alejados. Así no
habrá posibilidad de que mueras por salvarme.
Christopher intentó
asimilarlo. Conocía los riesgos de saber el futuro. Era peligroso, y era muy
fácil caer en engaños y falsas interpretaciones. Realmente quería conocer esa
profecía. Podía ser un error. No siempre era lo evidente. No siempre las
palabras significaban lo que parecían significar. Y, si era así, si de verdad
había una profecía que decía que él iba a morir…entonces Chris sabía por
experiencia que nada podría evitarlo. Y que intentando evitarlo, podría provocar
precisamente que todo se precipitara.
- Tú no crees que tu
padre tenga razón – dijo Chris de pronto. – Es él el que está convencido de que
voy a morir, no tú. ¿Por qué?
- Porque mi padre
lleva años intentando evitar que esa profecía se cumpla. Ocultarme mis propios
poderes no es lo único que hacía. Te investigaba a ti, y a tu familia. Tenemos
un libro…estoy seguro de que te encantaría leerlo, y si puedo sacarlo de su
caja fuerte te lo enseñaré. El caso es que hay cosas que deberían haber pasado
y no han sucedido. Así que, el futuro no está escrito.
Chris se tranquilizó
visiblemente, y se aferró a eso. Se oyeron ruidos.
- Tienes que irte –
dijo Paul. – Vuelve luego, por la mañana. Estaré sólo. Ahora vete.
- De acuerdo. – dijo
Chris, pero antes de orbitar, preguntó - ¿Paul? ¿Qué cosas son esas que
tendrían que haber pasado?
Paul no respondía, y
los ruidos se hicieron más fuertes. Había alguien al otro lado de la puerta.
Chris orbitó para no ser descubierto, y antes de desaparecer del todo escuchó
el susurro de Paul:
- Tú tendrías que
ser el asesino de Jason. Y ese soy yo.
Cuando Chris
apareció en su cuarto, sus pupilas estaban dilatadas. Su respiración acelerada.
Su corazón, detenido. Él ERA el asesino de Jason. No de forma voluntaria…Pero
era el causante de su muerte. ¿Quería eso decir que la profecía iba a
cumplirse? ¿Qué él… iba a morir?
Quizá lo mereciera.
Desde luego, si
tenía que morir, era justo que lo hiciera por salvar a Paul.
Pero, por más que su
mente pensara así su alma sólo pensaba en su familia, y en la vida junto a
ellos que no quería perder.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario